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Cuatro conferencias sobre América del Sur

Clorinda Matto de Turner

Juan A. Alsina (imp.)



Portada

Al Excmo. Señor Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina doctor don Victoriano de la Plaza.

Señor Ministro:

Dos son las razones que me hacen exornar estas páginas con su nombre: primera, que soy nieta de un salteño, don Juan José Usandivaras, padre de mi madre; y segunda, que he nacido en el Cuzco, país de los cóndores y amo las alturas; desde donde se puede ver así los astros del firmamento como los paisajes a flor de tierra.

La autora

Buenos Aires, Junio 24 de 1909.




Juicio de la prensa de Madrid sobre las conferencias


El liberal (2 de Noviembre)

Una escritora americana


Fue muy interesante la conferencia sobre geografía, instituciones y costumbres del Perú que ayer tarde dio en el Ateneo la ilustre escritora sudamericana señora Matto de Turner.

El selecto auditorio colmó de aplausos a la simpática conferenciante, cuya sencilla y animada exposición terminó con algunos párrafos muy cálidos y elocuentes.

Merece la simpatía que todos le demostraron a la autora de Aves sin nido, novela que no sólo por su exotismo, sino por sus bellezas literarias, es desde hace años muy conocida y estimada en Europa.




El Heraldo (3 de Noviembre de 1908)

Femeninas. Hospitalidad


Una de las manifestaciones simpáticas del llamado feminismo es la solidaridad establecida entre las mujeres intelectuales de los diferentes países. Con el mayor desarrollo de su cultura han sentido las mujeres la necesidad de los viajes, del estudio, de borrar las fronteras de las naciones y los prejuicios de raza para hacer una sola y gran familia de la Humanidad toda.

Hasta hace poco tiempo teníase como extraordinario que una dama saliese sola a la calle, y mucho más el que se atreviera a viajar, siquiera en lugares cercanos. Hoy vemos sin sorpresa a las mujeres recorrer la Europa y cruzar los mares, empujadas por románticos anhelos de arte y de fraternidad.

En esta forma, América nos ha enviado ahora una de sus hijas predilectas: la gran escritora peruana Clorinda Matto de Turner.

Figura interesante, prototipo de la mujer moderna, Clorinda Matto es, no solo una literata insigne, autora de hermosísimas novelas y de interesantes libros, hablista castiza y profesora de Castellano en las Escuelas de la Argentina, sino también una periodista batalladora y entusiasta.

De espíritu apasionado de la libertad, todas las ideas modernas de progreso y redención tuvieron cabida en su cerebro.

Perseguida por sus ideas liberales, la imagen de Clorinda Matto fue quemada en una plaza pública por el elemento obscurantista del Perú. Si no tuviera otros muchos méritos, ¿no bastaría esta persecución para hacerla simpática y querida?

No se arredró por eso la valiente escritora; serena, impávida, afrontando la situación noblemente, siguió perseverante su camino de trabajo y supo imponerse, vencer, afirmar su personalidad como artista insigne y profunda pensadora, para llegar a ser una de las mujeres que honran la América latina.

Clorinda Matto dirige en la actualidad una bella revista en Buenos Aires, Búcaro Americano, y es colaboradora de dos importantes diarios, El Tiempo y La Razón. Amante entusiasta de la vieja madre patria, realiza ahora su sueño de ser besada por el sol de España y de respirar el legendario ambiente de la heroica nación, que dejó en el nuevo continente el sonoro idioma de Cervantes como lazo indestructible de afinidad.

Después de un viaje por toda Europa, Clorinda Matto se detiene entre nosotros. Mucho tiene derecho a esperar de la galantería española la insigne dama, y satisfecha podrá ir a su país del recibimiento cariñoso que se la hace.

En su brillante conferencia del Ateneo sobre el Perú, las mujeres intelectuales españolas y las damas más conocidas de nuestra aristocracia acudieron deseosas de escucharla a agruparse en torno suyo. No quedaron defraudadas las esperanzas; Clorinda Matto supo presentar la visión pintoresca del país de los Incas, y hacer desfilar ante nuestros ojos la maravillosa flora, la incomparable fauna, los ríos que cruzan el suelo y cielo de zafir del Imperio del sol.

Una ovación calurosa premió la labor de la ilustre autora de Aves sin nido, novela tan conocida en España por haberla elegido Blasco Ibáñez, seducido por su mérito, para enriquecer la popular biblioteca de Sempere.

La distinguida escritora será obsequiada por sus numerosos amigos con un banquete en esta misma semana, y el próximo domingo dará en su obsequio un espléndido té el notable novelista Antonio de Hoyos.

Nos es grato que la ilustre dama lleve un recuerdo cariñoso de la galantería de esta tierra, cuyas legendarias proezas arrullaron su cuna, cuyo espíritu formó el suyo generoso y grande, y en cuyo idioma expresó los bellos sentimientos de su alma, para aumentar el rico caudal de la literatura castellana.

Carmen de Burgos Seguí.

(Colombine).




El País (3 de Noviembre).


Ateneo - El Perú

Anteanoche la ilustre escritora doña Clorinda Matto de Turner, dio su anunciada conferencia sobre «América del Sur - El Perú».

Después de un exordio brillantísimo, en el que la disertante expresó su amor a la madre patria y saludó a la mujer española, pasó a explanar el tema anunciado, ocupándose del Perú, de sus evoluciones políticas, de su riqueza y comercio, y en último lugar, de la situación actual de aquella República.

La señora Matto de Turner fue unánimemente aplaudida y celebrada por su notable conferencia.




En la Unión Iberoamericana

Doña Clorinda Matto de Turner, distinguida publicista del Perú, pronunciará en la «Unión Iberoamericana», el miércoles, a las siete de la tarde, una conferencia sobre el tema «América del Sur-República Argentina».

La extraordinaria cultura de la señora de Turner, su conocimiento del país de que se va a ocupar, pues hace muchos años que reside en Buenos Aires, y el gran número de proyecciones luminosas con que ilustrará su discurso, hace esperar que el acto, que presidirá el Ministro de Instrucción Pública, ha de resultar muy interesante.






(5 de Noviembre)


Una conferencia

La conferencia dada en el «Centro Iberoamericano» por la distinguida escritora señora Matto de Turner, ha sido amena e interesante.

En lenguaje amable y sencillo, expuso la ilustre conferenciante la situación próspera de la República Argentina, debida en gran parte al grado ventajoso de cultura en que se halla aquella nación, en la cual, la enseñanza es considerada como elemento principalísimo de engrandecimiento.

El Ministro de Instrucción Pública hizo la presentación de la señora Matto de Turner, dedicándola frases elogiosas.

Entre los concurrentes se hallaba el señor Moret que también rindió cortés homenaje a la disertante.

Esta fue muy aplaudida.




El Álbum Iberoamericano (7 de Noviembre)

Dos fiestas literarias


Consagrados han sido en el Ateneo de Madrid y en la «Unión Iberoamericana» los méritos de la insigne escritora peruana Clorinda Matto de Turner.

La inspirada autora de Aves sin nido, que descuella como novelista, se ha remontado a gran altura en su erudito trabajo acerca del Perú, tema de la conferencia, haciendo resurgir con su gran poder evocador, ante el docto público del Ateneo, las tres épocas históricas de la tierra conquistada por Pizarro.

Al esparcir la civilización incásica y la civilización azteca sus raíces por los pueblos más importantes de la América precolombina, civilizaciones que han sido asombro de sabios arqueólogos, demostraron que las razas autóctonas no eran salvajes, como han dicho algunos historiadores de gabinete; por eso no debe atribuirse a entusiasmo patriótico las maravillas que la señora Matto de Turner nos refirió.

Pocos escritores pueden tratar de historia de América con la aptitud que la erudita conferenciante peruana: ella ha visitado ruinas, revuelto archivos, consultado códices y palimpsestos. Tan completa documentación reviste su trabajo de importancia extraordinaria.

Las descripciones de Clorinda, con palabra que tiene la solidez pura del mármol pentélico, con imágenes iridiscentes, cual las brillantes plumas del quetzal, son de gran relieve. Su exuberante fantasía inundó los ámbitos del Ateneo de notas y colores. Entusiastas aplausos arrancó cuando, al trazar a grandes rasgos la historia de nuestro idioma exclamaba: «Lengua sonora y vibrante, que estaba destinada a llevar a un nuevo mundo descubierto y conquistado por el heroísmo español las palabras Dios, Amor, Fraternidad, Libertad».

Hablando de la independencia obtenida por la ley de mayoría de edad, estuvo elocuentísima, diciendo, entre otras cosas: «Estábamos emancipados, pero quedaba algo que no podrá borrar nadie; los españoles habían dejado su sangre en nuestras venas, su idioma en nuestra mente, toda la hidalguía de la raza en nuestros corazones».

Hábilmente, con admirable discreción, expuso la obra de los españoles en el Perú, halagando a conquistados y conquistadores; porque hizo resaltar los méritos de unos y las excelentes facultades asimiladoras de otros.

Nota delicada fue el recuerdo a Berenguela la Grande, madre de San Fernando, que tanto influyó en la vida de su hijo: enlazolo oportunamente al nombre de la madre de nuestro Rey, prudente educadora suya.

El entusiasmo que produjo la escritora peruana fue delirante; la ovación que recibió, verdaderamente espontánea será un trofeo más que podrá, engarzar a los ya adquiridos, doblemente grato por haberlo ganado en la madre patria.

El público del Ateneo era el público intelectual que acude a las grandes fiestas del espíritu, viéndose en él a literatas, sociólogos, jurisconsultos, políticos, pedagogos, escritores, artistas y elegantes damas.

La República Argentina ha tenido una gran Embajadora en Clorinda Matto de Turner con su conferencia en la «Unión Iberoamericana» acerca de la vida moderna de esa gran nación que por su propio esfuerzo se ha colocado en las avanzadas del progreso. Al darnos cuenta de su vida moral y material, de su floreciente estado, presentó un cuadro tan deslumbrador, que nos hizo sentir deseos de emigrar.

Varias proyecciones luminosas amenizaron la susodicha conferencia que, siendo de información, de estadística, careció de la aridez que suele acompañar a tales trabajos; y es que la fértil, la lozana imaginación de Clorinda, es un torrente que salta velozmente sobre los peñascos, convirtiéndose en tranquilo remanso para reflejar márgenes floridas.

Presidió el solemne acto el dignísimo Ministro de Instrucción Pública Sr. Rodríguez San Pedro, que presentó a la conferenciante con bellas frases. También fue Moret a rendirle homenaje.

En resumen: Clorinda Matto de Turner, en su visita a España, ha realizado un misterioso fenómeno de evolución étnica; la hija de la tierra de los conquistadores ha dominado a los dominadores.

Concepción Gimeno de Flaquer.








República Argentina

Retrato

Excmo. Sr. Presidente, Señores, Señoras:

El nombre Unión Iberoamericana que lleva esta ilustrada institución, es lábaro de fraternidad en nuestra familia, cuya aproximación no debe dilatarse ya; porque españoles y americanos debemos trabajar por el engrandecimiento de esta madre patria, cuyo amor no ha desaparecido en las hijas emancipadas por la ley de la mayoría de edad.

Honra y muy grande es para mi el ocupar esta tribuna, donde me siento abrumada por las halagadoras palabras del dignísimo Presidente de la Unión Iberoamericana, y muy ilustre Ministro de Instrucción Pública del Gobierno español Excmo. Sr. D. Faustino Rodríguez San Pedro, y por el concurso de tan selecto auditorio. A todos rindo homenaje de gratitud imperecedera, así como traigo a España el tributo del amor filial en la exposición que haré de la República Argentina, segura de que ha de sentirse orgullosa la madre de los grandes progresos de aquella nación, donde los españoles tienen patria.

La República Argentina ocupa la parte más austral de la América del Sur, siendo su territorio tan extenso, que mide tres millones de kilómetros cuadrados comprendidos entre los grados 22 y 56 de latitud sur, y en 2.500 kilómetros está bañada por el Océano Atlántico. Sus pampas son mares de esmeraldas por la grama, pastos fuertes y tiernos que las cubren, y en esos mares pululan millones de carneros, vacas, caballos y cabras, confundidos con avestruces, teros y gaviotas, que de los remansos van en busca de alimentos. Los buques que navegan con rumbo al Océano Pacífico por el Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes, hacen escala en varios puertos argentinos.

Al estallar la revolución emancipadora del 25 de Mayo de 1810, la población de todo el virreinato apenas alcanzaba la cifra de 800.000 habitantes, y hoy la República cuenta con 4.137.836.

Por su aspecto físico está dividida en región montañosa y región llana.

La montañosa hállase ocupada por los Andes de la gran cadena así llamada; y la llana, la que constituye la pampa que he mencionado, ocupa el Centro y Oriente, siendo el asiento de pueblos y ciudades florecientes y de praderas ricas y pobladas, representando una riqueza agrícola única en la América del Sur, por el rendimiento que facilita la abundancia de vías férreas, pues en aquellas pampas argentinas tiéndense rieles y suéltanse los frenos de la locomotora, que corre con velocidad vertiginosa en todas las direcciones de la rosa náutica, repartiendo el pan de la civilización y del progreso.

La temperatura media anual varía entre 17° y 19° y aumenta medio grado por cada uno de Sur a Norte. Esta variante tan pequeña habla de la bondad del clima y de la riqueza de sus productos agrícolas.

Los argentinos son de carácter franco, caballerescos y hospitalarios. Como poseen todas las riquezas apetecibles, no envidian a nadie, no se enredan en intrigas de cancillería ni conquistas, abriendo con franqueza las puertas de su casa para recibir al extranjero que va llevando el contingente de su talento cultivado, de su brazo industrial o de simple viajero. La mujer argentina es una de las más hermosas de la América del Sur, y que, con la audacia de la zaragozana y la perseverancia de la aragonesa, emprende obras magnas, redentoras de la humanidad en desgracia, así, están en manos de la mujer argentina las sociedades de beneficencia, los asilos y patronatos de la infancia, y ella, con igual donaire venda una herida, restaña una lágrima o corona de laureles y rosas a sus héroes a sus grandes patricios, tal vez superiores a los primeros, pues, yo considero superior el patriotismo de la paz al patriotismo de la guerra. Y diré por qué. Este consiste en un solo sacrificio, en un solo amor: el sacrificio de la vida, el amor al terruño; mientras que el segundo está constituido por el constante sacrificio del bienestar, de la felicidad de la existencia en todas sus horas, avasallamiento del egoísmo; y se necesita ser virtuoso para ser patriota en la paz; porque el vicio borra del corazón todos los altos sentimientos, y por eso no la practican los viciosos ni los degenerados.

¿Qué nos cuentan las páginas de la historia sobre la odisea de la guerra?

¡Las grandes asolaciones de las guerras púnicas, la de los siete contra Tebas, la epopeya troyana, las invasiones dóricas, las campañas de los hunos, y el sitio de Roma por Alarico, las carnicerías de Bonifacio y los vándalos de la planta destructora de Atila seguida de hordas inconscientes, Clodoveo, la monarquía de los francos sobre charcos de sangre coagulada, Belisario con las huestes de Justiniano!... basta de evocaciones que en síntesis representan el patriotismo de la guerra con el final de la destrucción y la muerte.

El patriotismo de la paz es el agricultor plantando olivares para que sus nietos recojan el fruto que él no verá; el campesino arando la tierra para derramar el trigo viendo en lontananza el pan; Fulton aplicando el vapor a la navegación; Stepenson a la locomotora; Daguerre fijando el negativo en la placa; Edison sacrificando el sentido del oído para sujetar el rayo en sus laboratorios y lanzar la fuerza eléctrica llamada a revolucionar la industria; Marconi arrancando el secreto de las ondas; patriotismo de la paz es la mujer que forma ciudadanos con el sacrificio de su vanidad, de sus diversiones y de su vida; la que da su seno al hijo sin madre y la que, cuando viuda ocupa la cabecera de la mesa, el puesto del padre, y es heroica la lucha con la adversidad, la que pelea con el hambre y la desnudez para tener a sus hijos hartos y vestidos; patriotismo de la paz es el maestro de escuela sentado en la banca del cultor, modelando espíritus que serán gloria y riqueza de la patria. Me he desorientado; un poco. He hablado de la mujer argentina.

Los hombres son altos de estatura, robustos; sus costumbres, asimiladas a las europeas, llevan ventaja a éstas por la sinceridad de efectos y el poco interés monetario que media entre las amistades, como suele ocurrir en la ciudades populosas; su educación social y profesional están al nivel de las capitales europeas.

El estanciero o dueño de cabaña revela todo el carácter del criollo. Cuando un estanciero invita a una persona para visitar su campo, desde el momento de la aceptación le toma a cargo, sin que le sea permitido hacer ni el más pequeño gasto, pues el caballeroso argentino ya ha pagado pasajes ferrocarrileros, tranvías o carruaje, poniendo a su disposición cuanto al recreo campestre corresponde: cabalgaduras, escopetas, perros de caza, en fin, y en su mesa regala liebres, perdices, becacinas al lado de los pescados más frescos de Mar del Plata y sus ríos, y ha mandado sacrificar toda una res para el plato nacional llamado asado con cuero.

Algunos viajeros, al hacer propaganda en favor de la inmigración europea, han expuesto sus datos con errores de concepto y de lugar, desorientando al emigrante y procurándole con ello alguna decepción. He vivido quince años en Buenos Aires ejerciendo el profesorado y periodismo a la vez, observando el movimiento industrial y la influencia del brazo obrero en el progreso del país y lo que al inmigrante le conviene; así que, con perfecto conocimiento de causas y efectos, puedo decirles al obrero y al industrial europeo: allá en la Argentina, hay porvenir; marchad, pero no dirijáis vuestras miradas especulativas a Buenos Aires solamente; allí hay plétora de habitantes, por lo que se dificulta la vida; vuestras aspiraciones de bienestar han de llenarse con facilidad en poco tiempo si vuestro objetivo es el de la agricultura y os atrae el campo. Marchad a la Argentina llevando instrumentos de labranza, brazo vigoroso y fe en el trabajo. A la vuelta de tres o cuatro años tendréis labrada una fortuna; el porvenir de vuestros hijos estará asegurado por su dote legítimo y por su educación gratuita y obligatoria que da el Estado en numerosas Escuelas del territorio, pues en los más apartados lugares no falta la escuela donde el niño entra ciego y sale lleno de luz y vida, sabiendo leer y escribir. Vuestra existencia se deslizará agradablemente en un país privilegiado por la Naturaleza, entre gentes generosas que os brindan su propia riqueza para que de ella toméis lo que os plazca.

La República Argentina es, después de la India, el país productor del trigo. En el año 1908 ha exportado sesenta y seis millones de hectolitros sin que las poblaciones hayan sentido esa enorme salida, porque es igual la abundancia de trigo para el consumo diario. Asimismo abundan el maíz, el lino, la cebada, las papas, hortalizas de todo género y frutas de todos los climas. Los mercados de abasto de Buenos Aires expenden cuanto la tierra produce al soplo misterioso de la Naturaleza y el ingenio del hombre modifica por el abono, la cruza, el injerto y el cultivo en los tres reinos conocidos.

Se han clasificado los productos argentinos por regiones; la de los cereales, la de los viñedos y la de los productos semitropicales. La región de los cereales limita al Norte con el paralelo 30°, y en la Mesopotamia con el 29°; al Sur con el paralelo 45°; al Oeste con el Meridiano 65° de Grenwich, y al Este con el Paraguay, Uruguay y el Océano Atlántico, comprendiendo una superficie de más de cien millones de hectáreas, sin contar las que existen en el valle del Chubut, el Río Negro y otros parajes al Oeste del Meridiano 65° que están reclamando el brazo industrial. Es la tierra de panllevar; produce trigo, maíz, cebada, avena, lino, habas, patatas, alfalfa, legumbres, etc.

La región de los viñedos está impropiamente limitada; sin embargo, los grandes centros son:

Mendoza, con 16.000 hectáreas cultivadas, San Juan, con 12.000; Salta, con 926; La Rioja, con 1.684; Catamarca, con 2.000; San Luis, con 1.200; Córdoba, con 1.500; Entre Ríos, con 3.500; Santa Fe, con 500; Buenos Aires, con 560; otras provincias, 1.000; formando un total de 45.510 hectáreas de cultivo de viñedo, y todavía quedan dos millones trescientas treinta mil hectáreas por cultivar.

La región de productos semitropicales se extiende entre los 22° y 30° latitud Sur y entre los primeros contrafuertes de los Andes y los Ríos Paraná y Uruguay. Produce caña de azúcar, tabaco, algodón, arroz, maní, mandioca, ramio, café, etc., siendo esta región más interesante para el agricultor.

Se aprecia en un millón seiscientas mil hectáreas del territorio argentino en donde la caña de azúcar puede prosperar. Ya que este distinguido auditorio se muestra interesado por el asunto que trato, le hablaré algo de las materias primas que activan el intercambio comercial con la República Argentina. El reino animal ofrece contingente rico y variado: fuera de las carnes está la lana de oveja en grande escala, alpaca y guanaco; cueros de animales domésticos, y silvestres como tigres, pumas, gatos monteses, lobos marinos, plumas de avestruz, avecillas de colores primorosos, peletería de mamíferos, cetáceos, guanos de abono, etc.

Del reino vegetal, sin contar las materias alimenticias como el trigo, el maíz, arroz, café, maní, caña de azúcar, papas, etc., ya mencionadas, designaré la remolacha de primera clase por sus jugos sacarinos, las legumbres como habas, judías y frutas exquisitas, que dan origen a la fabricación de conservas y dulces en almíbar que han llegado a su mayor perfección.

Las provincias del norte mandan a los mercados chirimoyas, bananas, naranjas, limones, cidras, nísperos, duraznos, manzanas; así también las del litoral, que contribuyen con peras, melones, sandías, granadas, etc.

En el reino mineral, a más del oro y la plata, señores de ese reino, existen para explotar azufre, carbón de piedra, turba, lignito, piedras preciosas, piedras de construcción, mármoles de colores finísimos, granitos, pizarra, cal, yeso, sal, nitro, petróleo kaolín, etc., que se emplean en la alfarería, y de tan selecta nomenclatura la mayor parte está semiexplotada, lo que vale decir que existen girones de riqueza, vetas regaladas a quien vaya en su busca.

De intención no he hablado aún de la ganadería, dejando para lo último la industria gigantesca, conocida en los países que comercian con ganado argentino. Sus ricos y extensos prados naturales pueden alimentar a razón de 40 vacunos y 15 caballares por kilómetro cuadrado, cifra que en zonas cultivadas se eleva a setenta y cuarenta, respectivamente.

Para 4.137.836 habitantes como tiene la República Argentina hay 145.500.000 cabezas de ganados, que una reciente estadística clasifica así: 27.500.000 vacas; 2.500.000 caballos; 112.500.000 ovejas; 500.000 mulos y asnos; 2.000.000 cabras; 500.000 cerdos y 50.000 llamas y alpacas, sin hacer mérito de los animales silvestres que viven y mueren en el desierto. Las cifras anotadas ponen de manifiesto el movimiento comercial que provoca la ganadería, ya en carnes saladas o congeladas, ya en ganado en pie, que barcos especiales transportan a todas las latitudes del globo.

Y la importancia de los frigoríficos y fábricas de salazón que a diario se multiplican, porque la exportación lo pide, prueban la bondad y los rendimientos de la gran industria.

Tomadas en cuenta la extensión territorial y la riqueza natural del suelo, se calcula que, cómodamente, pueden vivir en la República Argentina 150 millones de habitantes a razón de 50 personas por kilómetro cuadrado, y es por esta comodidad y holgura que la República Argentina ha abierto sus puertas de par en par para que entren los inmigrantes europeos, a los que ofrecen toda clase de facilidades el Gobierno Nacional, los Gobiernos provinciales, las municipalidades y los particulares. Sabéis que la República Argentina tiene en su Gobierno la forma republicana federal representativa, compuesta de catorce provincias autónomas qua convergen en la capital federal, que es Buenos Aires.

Su gobernante actual es el Exmo. Sr. Dr. José Figueroa Alcorta, hombre de temple, que ha sido periodista, Diputado y Senador, llamado a regir los destinos de la República Argentina, como Vicepresidente al fallecimiento del titular Doctor D. Manuel Quintana, otro hombre de talla cuya desaparición fue considerada como desgracia nacional.

La ley de Inmigración y colonización de 1876 dio vida al Departamento de Inmigración en la capital federal y la Oficina central de Tierras y Colonias establecida en 1880. Según la ley citada, «Todo inmigrante que acreditase suficientemente su buena conducta y sus aptitudes para cualquier industria, arte u oficio, tendrá derecho para gozar a su entrada en el territorio de las siguientes ventajas: 1.°, ser alojado y mantenido a expensas de la Nación durante cinco días salvo ciertos casos; 2.°, ser colocado en el trabajo o industria existentes en el país a que prefiere dedicarse; 3.°, ser trasladado a costa de la Nación al punto de la República donde quiera fijar su domicilio; y 4.°, introducir libres de derechos las prendas de uso, vestidos, muebles de servicio doméstico, instrumentos de agricultura, herramientas, útiles del arte u oficio que ejerzan y un arma de caza por inmigrante, no pasando del valor fijado por el Poder Ejecutivo».

Si a la bondad y filantropía de estas concesiones se agrega que «los extranjeros tienen iguales derechos civiles que los ciudadanos de origen y que pueden ocupar todos los puestos públicos, menos los de la Legislatura, Administración de justicia y altos cargos del Gobierno, y que gozan de los demás beneficios que la Constitución les acuerda, se ve que los inmigrantes en la República Argentina gozan de bienestar y tienen un halagüeño porvenir».

No es, pues, de extrañar la gran corriente inmigratoria que llega a la Nación del Río de la Plata, procedente de Italia, España, Francia, Inglaterra, Suiza, Alemania, Austria, Bélgica y Portugal de este lado; los Estados Unidos de Norte América por otro lado, influyendo en el desarrollo de industrias y el crecimiento del comercio, y así aumenta la riqueza explotada de aquella Nación llamada a una situación gigantesca por no decir maravillosa; porque la República Argentina será, no lo dudemos, la gran Nación de Sur América. Y para lanzar este pronóstico he investigado los orígenes de Constitución entre los pobladores del Nuevo Mundo. Antes de la conquista, cuando el Gobierno del socialismo dirigido por el Inca hacía la felicidad de millones y millones de hombres, los Incas buscaron camino hacia la Argentina para realizar su ideal de un Gobierno para un continente. Surgidos por los siglos, la Argentina irá a Bolivia y al Perú por el ferrocarril que construye de la Quiaca a la Paz, y las tres naciones serán una sola fuerza, emporio de civilización, de riqueza y de fraternidad americana.

Os hablaré de la grandiosa Buenos Aires poniendo a vuestra vista algunos cuadros:

  • Plaza de la Victoria.
  • Avenida de Mayo.
  • Casa de Gobierno.
  • Frente ídem.
  • Casa de Gobierno por Paseo de Julio.

Vedla, con su plano tan vasto, donde se respira el aire puro de las poblaciones que no han acumulado edificios monstruosos que interceptan oxígeno a los pulmones, luz a los ojos. Sus calles rectas, la mayor parte de ellas orladas por arboleda, cruzadas por tranvías eléctricos, que por solo diez centavos os transportan desde el corazón de la ciudad hasta las poblaciones vecinas como Belgrano, Quilines, Flores, Floresta, etc.

Veamos algunas de esas calles y avenidas:

  • Avenida Alvear.
  • Paseo 3 de Febrero.
  • Paseo otra faz.
  • Avenida Sarmiento.

Esos tranvías que semejan arterias de vida para el comercio, comenzaron sólo en 1868, en el primitivo rol de tracción a sangre, fundados por Federico Lacroce, y al presente rivalizan con los ferrocarriles en el transporte de pasajeros. Las vías férreas, con suntuosas estaciones al Sur, Norte y Oeste, arrancan hacia todo el territorio, dejando idea pasmosa del adelanto de un país, que apenas en 1857 inauguró su primera línea de Buenos Aires a la Floresta (diez kilómetros), y a los veinticuatro años solamente ya contaba con treinta líneas, recorriendo la locomotora 14.311 kilómetros, que costaban 462 millones de pesos oro.

Carruajes particulares, de alquiler, ómnibus y automóviles concurren hoy al bullicio y a la viabilidad de la metrópoli.

Aquí tenéis algunas vistas.

La Plaza de Mayo ostenta en primer término el monumento levantado en recuerdo de la revolución libertadora de 1810, y está rodeada de hermosos edificios.

Estos son:

  • El Banco de la Nación Argentina.
  • El edificio de la Bolsa.
  • La Catedral.

Este edificio, sencillo por el exterior, es suntuoso al interior. En una capilla hermosísima están los restos del que fue general José de San Martín, la gloria más pura de la milicia americana.

El edificio del Congreso y el teatro Colón marcarán el grado de adelanto de la capital argentina al llegar a su primer centenario de la Independencia, el 25 de Mayo de 1910.

Si vamos al Sur, tocaremos con el Río de la Plata, a cuya margen está situada la población.

Ese gran río cuya magnitud hizo creer al descubridor Juan Díaz de Solís que se trataba de un mar dulce.

Sobre las rizadas ondas de ese río flotan más de 11.000 naves de todos calados, izando las banderas de cien naciones y sustentando el intercambio comercial con todos los países del globo, poniendo al habla a los hombres de la América del Sur con todas las razas, acercando a la familia latina, estrechando los lazos entre pueblos que tienen ideales y fines nobles.

Las escuelas primarias y profesionales, los colegios de enseñanza secundaria, las Universidades han alcanzado número y calidad dignos de alabanza, la mujer tiene libre acceso a los Centros universitarios y profesionales; son obligatorios en el aprendizaje de los idiomas extranjeros francés, inglés, italiano; el castellano de la madre patria es el idioma nacional, y la libertad de cultos, que consagra la Constitución del Estado, hace que en todos los idiomas conocidos se eleven desde la tierra argentina himnos de alabanza a Dios.

Descendientes de los españoles que bailan la Jota y cantan las coplas al amor y la buena ventura, no podían sustraerse a la tradición y tienen su Pericón Nacional.

Aquí tenéis unas vistas que representa ese baile.

Señores y Señoras:

Os agradezco la atención que me habéis dispensado, y al despedirme os digo que regreso a la América llevando en mi alma el alma española grande, noble, idealista. Adiós.




El Perú. Tres épocas históricas - su presente


Discurso del Ministro del Perú

Señor Presidente, Señoras, Señores:

Debo a la benevolencia de los distinguidos caballeros que componen la junta directiva de la «Unión Iberoamericana del Nuevo Continente», el honor de presidir esta sesión destinada en su parte principal a la conferencia en que la erudita escritora peruana, señora doña Clorinda Matto de Turner, estudiará el Perú en sus tres épocas históricas y en su estado actual.

Vivamente agradezco tan inmerecida distinción, como también los elogiosos conceptos con que el señor doctor Francisco Cobos, su digno presidente, ha enaltecido a mi patria, al presentarme a este selecto auditorio; pero deploro que causas ajenas a mi voluntad no me hayan permitido prepararme debidamente, como deseara, para significar en esta grata oportunidad, con la mayor eficacia posible, toda la excepcional importancia que reconozco en esta respetable institución que, inspirada en ideales altruistas, y guiada por nobilísimas tendencias, persigue propósitos útiles y esencialmente prácticos, cuya realización contribuirá, seguramente, a estrechar los lazos que unen a la nación española con nuestras jóvenes nacionalidades, robusteciendo, a la vez, entre éstas, sus propias vinculaciones.

Establecida en Buenos Aires esta asociación merced a la iniciativa y al esfuerzo de un grupo de personalidades distinguidas, entre las que se han destacado por su labor perseverante e ilustrada el señor doctor Cobos y el secretario general, ingeniero señor Figueroa, ha venido a satisfacer necesidades ya inaplazables, causando en verdad, extrañeza, que a nadie se le hubiera ocurrido llenarlas antes por medio de un centro de esta naturaleza, digno complemento de la corporación análoga que funciona en la capital de España.

Su programa, ya felizmente difundido dentro y fuera de esta República, basta por sí solo para recomendarla y enaltecerla ante propios y extraños, porque esta institución no sólo persigue la confraternidad de pueblos del mismo origen y procura aproximar a los estadistas y altas personalidades a fin de que conociéndose y tratándose trabajen mejor por la solidaridad continental, sino que va más lejos aún, puesto que aspira a guiar a las masas populares de la misma raza inculcándoles los conocimientos que necesitan para educar la inteligencia y obtener de ella, en la labor, el mayor provecho posible.

Para alcanzar estos y otros elevados propósitos, que revelan, al mismo tiempo el carácter moderno y eminentemente democrático que distinguen a la «Unión Iberoamericana», las personas que la dirigen propenden con todo empeño a la realización de prácticas y prudentes iniciativas, que paulatinamente irán desenvolviéndose a medida que sea mayor su campo de acción. Entre ellas debo señalar las conferencias que sobre diversos temas han dado ya en este recinto intelectualidades de primera línea, así como los concursos musicales recientemente organizados y cuyo positivo éxito obtenido en el primero celebrado el último domingo, es una clara revelación de la importancia y conveniencia que revisten esta clase de certámenes.

Es justo, pues, que aplaudamos sin reservas y que estimulemos con la mayor simpatía a una institución que hace tan meritoria labor y cuyo funcionamiento y desarrollo interesan vivamente a países como los nuestros, que aun no cuentan un siglo de vida independiente y que apenas se conocen entre sí, a pesar de tener el mismo común origen e idénticos ideales y aspiraciones, y que precisamente por esa ignorancia en que viven los unos respecto de los otros, no mantienen las vinculaciones políticas y económicas que les son necesarias para estrechar su amistad y hacer solidarios sus destinos, disipando, a la vez, recelos e inquietudes y hasta el peligro de futuros conflictos.

Por lo que a mí respecta, me complazco en declarar que esta ilustrada y progresista corporación merece mi más calurosa simpatía y que personal y oficialmente contribuiré a su mayor desenvolvimiento, procurando que tan brillante iniciativa, que podría ser dignamente coronada con la reunión en esta metrópoli de un congreso Iberoamericano en 1910, no tenga por límite las fronteras argentinas, sino que alcance a las de las demás repúblicas del continente, donde el establecimiento de instituciones análogas produciría incalculables beneficios.

No deseo terminar sin presentar a mi distinguida compatriota la señora Matto de Turner mis muy sinceras felicitaciones por los nobles y elevados móviles en que se ha inspirado al dedicar al estudio del Perú la conferencia que dentro de breves instantes vamos a tener el agrado de escuchar. El amor a la patria, sentimiento grande y sublime que tan intensamente cultiva la señora de Turner, la ha impulsado a ocuparse en esta solemne actuación de tema tan interesante, que será tratado por ella con su habitual erudición con el conocimiento profundo que tiene de nuestra historia nacional.

Tiene la palabra la señora Matto.



Señor Presidente, Caballeros y Señoras:

Con emoción intensa siéntome, en estos momentos, transportada a la sala del Ateneo de Buenos Aires, en la noche memorable en que, la recordada corporación literaria, me hizo ascender a su tribuna, no en virtud de mis merecimientos, sino merced al espíritu de aliento, móvil que, también, ha guiado a la Junta Directiva de la «Unión Iberoamericana del Nuevo Continente» para confiar a mis escasas fuerzas el desarrollo de un tema que, si bien es simpático por el común interés en asuntos afines a nuestros sentimientos y por tratarse de un país cuyos afectos están confundidos con los afectos argentinos y españoles, ofrece el escollo de mi preparación deficiente.

Me arredraría esto si no contase de antemano con la benevolencia de un auditorio tan selecto que me anima, y si la autorizada palabra del digno representante del Perú, no hubiese preparado el ánimo de los concurrentes en favor mío, emitiendo los honrosos conceptos que agradezco.

Entraré en materia.

La cuna de los conquistadores y fundadores de naciones, está envuelta en la bruma del mito y la realidad, dándose de mano el ciego azar y el implacable destino; la leyenda y la historia.

Rómulo y Remo, hermanos mellizos, hijos de Marte y de la vestal Rhea, mandada enterrar viva por su tío Amulio, expuestos en las aguas del Tíber que los deja en seco y una loba acude a darles de mamar, es el comienzo de la existencia de los que fundaron a Roma, aun a raíz del fratricidio, puesto que Rómulo mató a Remo, porque saltó, por burla, el foso que trazaba el recinto de la nueva ciudad. Más espiritual e ingenioso aparece el de Manco Ccapac que, titulándose hijo del Sol, sale del lago Titicaca acompañado de su esposa Mama Ocllo llevando una vara de oro que su padre le ha dado para que vaya en busca de la tierra donde la vara debe hundirse y funde allí la capital de un Imperio. Caminó doscientas leguas hacia el corazón del territorio, siempre golpeando el suelo, y, cuando vio hundirse la vara, allí se detuvo y fundó el Ccosco que en idioma quechua quiere decir Centro.

Así comienza el imperio de los Incas que alcanzaron a gobernar en número de catorce, en el orden siguiente: Manco Ccapac, Sinchi Rocca, Lloque Yupanqui, Mayta Ccapac, Ccapac Yupanqui, Inca Rocca, Yahuar Huaccac, Wiraccocha, Pachacutec, Yupanqui, Ttupac-Yupanqui, Huayna Ccapac, Huáscar y Atahuallpa; habiendo formado una nación con más de catorce millones de habitantes, idioma propio, leyes y costumbres que respiran moral y amor al trabajo. Podríamos estudiarles desde la salutación, ama sua, decía uno, contestando el otro, ama llulla, que quiere decir: no ser ladrón, no ser mentiroso. La ociosidad era perseguida como un crimen; las madres, cuando no tenían en qué ocupar a sus pequeños, derramaban maíz en el suelo para que recogiéndolo grano por grano volviesen a llenar el tupo, medida. El Emperador mismo cuidaba de que su pueblo no estuviera sin trabajo, pues tenía escrita la sentencia: Entre la pereza y la ociosidad, engordan al vicio. En cierta época, cuando no hubo obras públicas ni labranza de campos, estableció un cordón humano que se extendía en el gran camino, quinientas leguas, desde el Cuzco hasta Quito del Ecuador, y por el sistema de chasquiy, que quiere decir recibe, se llevaron capachos llenos de tierra de la plaza principal del Cuzco volviendo con tierra de la plaza mayor de Quito y así se cambió el terreno de ambas plazas.

«El sueño de los socialistas fue un hecho real y positivo bajo el sistema de los Incas, aquí creció y floreció como quizá jamás se lo soñaron», dice Clement E. Markam.

Bajo el llauto, que era la insignia real, se cultivaron las artes y las ciencias y se levantaron edificios grandiosos de los que, contestes hablan, Garcilaso, Urrutia, Prescot y otros historiadores, y acepta César Cantú, quien dice: «La magnificencia del templo del Sol, era superior a todo lo que es posible imaginar. Las paredes estaban revestidas de planchas de oro, veíase en el altar principal la figura del Sol sobre una plancha doble gruesa de las demás, y extendiéndose desde una pared a otra. En ambas partes estaban colocados los cadáveres embalsamados de los Incas, sentados en tronos de oro, por orden de fechas. Las diferentes puertas del templo eran de oro y desde allí se entraba en un claustro de cuatro frentes, sobre el cual había, como también sobre el templo, una guirnalda de oro de un metro de ancho. En su derredor había cinco pabellones cuadrados terminados en pirámides, uno de ellos, todo de plata, dedicado a la Luna, esposa del Sol, recibía los restos de las reinas; otro, consagrado a Venus; a las pléyades y a las demás estrellas, un tercero al trueno, al relámpago y al rayo; el cuarto al arco Iris, y el último, estaba reservado al gran sacrificador y a los sacerdotes elegidos en la familia del Inca, que daba audiencia allí y deliberaba sobre las cosas del culto».

Las Acllas, vírgenes escogidas del Sol, cuidaban del fuego como las vestales y tejían las telas más finas, los jardines de estas Acllas eran de plantas artificiales hechas de oro, plata, champi y nácar. Canales, acueductos subterráneos, caminos, fortalezas, observatorios con sabios, todo lo que una civilización adelantada acumula para el bienestar del hombre, existía en aquel Imperio. El escritor Squier dice: «Nada de nuevo puede ya hacerse en el mundo en ensambles y obras de cantería que sobrepase en pericia y habilidad a las construcciones de los Incas en la ciudad del Cuzco».

El Imperio estaba, pues, en la epopeya de su esplendor y el veneno de la anarquía cayó en la copa real. La ambición separó al infortunado Huáscar; Atahuallpa vacilaba en medio de supersticiones egipciacas y funestos presagios. Una profetisa había dicho: que de mama cocha, el mar, saldrían hombres blancos con pelo en la cara, que subyugarían al país. Al mismo tiempo, los designios providenciales señalaron la ruta de la conquista a un corto número de hombres cuyo valor y audacia fueron suficientes para adueñarse de la nación.

¡El manto imperial, tejido por los yaravis, poetas, con rayos de sol y copos de espuma en la región de las nubes donde sólo el cóndor llega, estaba en girones, allá entre los mirajes de una próxima invasión!...

En Panamá, reunidos Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el cura Hernando de Luque, pactaron las condiciones para la expedición en la cual Pizarro sería capitán, Almagro su segundo y Luque socio capitalista que suministrase el dinero; pacto que fue sellado comulgando los tres de una misma hostia en la misa que dijo Luque. Compraron un pequeño barco que tenía Vasco Núñez de Balboa y reclutado más de ochenta hombres, se hizo a la mar la expedición que iba a encontrar, ¡todo un Perú!

Grande y profunda admiración consagro a los hombres que afrontan lo desconocido. ¿Cómo no reconocer el heroísmo de aquellos españoles que luchando contra toda clase de elementos llegaron a la Isla del Gallo extenuados y con las energías menguadas en alguno de ellos? ¿Cómo no loar a Pizarro que, a ser instruido, pudo, como el héroe del dramaturgo inglés, repetir entonces: «El peligro y yo somos dos leones nacidos el mismo día, pero yo soy el primogénito» y que soldado audaz, trazando con su espada una línea en el suelo, dice: «Por allí, se regresa a Panamá a ser pobres y desconocidos; por acá, se va a ser ricos y gloriosos» y pasa la línea, siguiéndole trece únicamente, a quienes mencionan los historiadores y ha estudiado individualmente el nunca olvidado ilustre escritor José A. de Lavalle?

Pizarro y los trece de la Isla del Gallo, que consiguieron después adeptos, fueron los que afrontaron todas las penalidades del viaje. Caminos quebrados erizados de dificultades y peligros, soledades inconmensurables, bosques cerrados, bestias feroces, nubes de mosquitos, miles de reptiles venenosos, enfermedades, hambre, sed, todo, hasta dar con la soñada playa donde les esperaban la Gloria y la Fortuna para ceñir sus frentes castellanas con el enebro y los laureles de la joven América, ¡frentes iluminadas por la fe en los destinos del hombre superior!

Según Sebastián Lorente, la fuerza de los expedicionarios «se componía aproximadamente de unos 170 hombres, entre ellos poco más de 70 de a caballo, 3 arcabuceros y unos 20 ballesteros; la artillería estaba reducida a dos piezas llamadas falconetes»; otros historiadores hablan de tres cañones; de todos modos, fuerza pequeña para luchar con el poder de los Incas.

Si como peruana condeno las celadas y el desarrollo que tuvo la conquista en su iniciación y forma, como analista tengo que comparar el principio y fines de todas las conquistas humanas realizadas antes y después de que el Código cristiano haya condenado el asesinato y de que las naciones tengan leyes encaminadas a la concordia.

Prisionero Atahuallpa por los medios que conocemos, ofreció un rescate que hoy parece fabuloso. Viendo la avidez del oro, y extendiendo su brazo hacia lo alto de la pared de la habitación la cual tenía 22 pies de largo por 16 de ancho, dijo: Hasta aquí llenaré y os daré oro en cambio de mi libertad. Aceptado, se señaló la medida con una raya roja hecha con tierra colorada llamada taco; y el Monarca despachó requisitorias a sus súbditos, los cuales, como por ensalmo, comenzaron a llegar cargados del rico metal.

Atahuallpa hizo escribir en la uña la palabra Dios, que todos los soldados leyeron, menos Pizarro, circunstancia fatal que privó al prisionero de un defensor, pues Atahuallpa miró desde entonces con desdén al capitán que era menos que los soldados y, ¡ay! el amor propio herido, la intriga de unos, la codicia de otros y la ausencia del noble y justiciero Hernando de Soto, cuya actuación al frente de la minoría opositora salva a la raza castellana en éste y otros casos, decidió de la suerte del infortunado Emperador. Alma estoica vaciada en troquel de diamante, conservó su altivez y dignidad hasta el último, pues, cuando le comunicaron la sentencia, dijo:

Usos son de la guerra, vencer y ser vencido.

La Historia del Perú es, entre las naciones subyugadas por España, la que despierta interés creciente, no sólo por la suma de riquezas que se aumentaron al reino y por cuanto en ella tuvieron lugar los episodios más romancescos del corazón de la mujer; sino porque los españoles encontraron, no tribus nómades, una nación constituida extendiéndose desde el 2º longitud Norte hasta el 37° latitud Sur, comprendiendo lo que hoy forma la República del Ecuador; en longitud Oeste de París desde el 59°30'' hasta el 83°30'' anexo todo el Alto Perú, hoy nuestra hermana Bolivia, hija predilecta de aquellos grandes que cruzaron por el campamento de los héroes, con los nombres de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.

Las narraciones históricas del virreinato nos ofrecen una serie de acontecimientos también dolorosos, producidos por el antagonismo entre los que, compañeros en el infortunio, se hicieron rivales y hasta enemigos en la abundancia. La dificultad de comunicación con la Corte y el deseo de enriquecerse en corto tiempo, torcieron a su vez, la marcha de una administración justiciera para el indio, pero no faltaron espíritus levantados que protestando de las demasías hiciesen llegar hasta la residencia real de Madrid la voz acusadora, y entre esos defensores ocupa lugar preferente Bartolomé de las Casas.

No puedo detenerme en el estudio de tres siglos que duró el gobierno colonial, porque no cabe en el marco de mi narración que se encamina hacia el Perú independiente, o mejor dicho a la actualidad de aquel país, donde la Naturaleza ha hecho derroche de sus dones más preciados dotándole de todos los climas conocidos en el globo, por consiguiente de los productos de todas las latitudes; terrenos feraces, aguas termales que brotan como el copioso sudor de enhiesta roca, torrentes fríos que se precipitan con bramidos extraños en quebradas que producen vértigo; ríos que sustentan toda clase de peces y arrastran arenas de oro...

No siento las tristezas nostálgicas de Eneas, pero sí sus nobles entusiasmos, para decir: ¡¡Perú, Perú!!

Los rayos murientes de la tarde del 9 de Diciembre de 1824 besaron las cimas de los montes de Ayacucho, reflejándose sobre las pálidas frentes de los caballerosos La Serna y Canterac. Fue el último día del gobierno colonial; estábamos emancipados, pero, quedaba subsistente lo que nadie, jamás, podrá borrar. ¡¡Los españoles tenían su sangre en nuestras venas, su idioma en nuestra mente, toda la hidalguía de la raza en nuestros corazones!!...

Que la emancipación fue prematura, es opinión que muchos han sostenido fundándose en los primeros años de vida independiente que se muestran trabajosos, llenos de intrigas e injusticias que alguna vez hicieron decir a Bolívar, aludiendo a la obra:

Creo que hemos arado sobre el mar.

Duda desoladora, hija, tal vez, del anhelo mismo de un desenvolvimiento rápido en la perfección administrativa, retardada por pasiones que dieron el destierro, el alejamiento voluntario o la muerte trágica a los principales fundadores de la Patria.

La obra, empero, como que la república es la florida meta de la democracia, se sostuvo, fue vigorizada por unos pocos que al sacrificio se ofrendaron y la patria salvada vive la ansiada vida de la libertad republicana.

El descubrimiento de los tesoros huaneros aumentó el movimiento comercial con Europa que distrajo el carácter inquieto, por no decir revoltoso, de los naturales; aunque incitó al derroche de los dineros ganados con facilidad. El estado económico del país se hallaba ya en holgura cuando apareció el nitrato o salitre, nuevo filón de cuantiosas riquezas.

Entre las personalidades políticas que se han afanado por labrar la grandeza del Perú, citaré al Mariscal Ramón Castilla, el viejo veterano de bigotes hirsutos y verba rústica, pero con un sentido común llevado a las visiones del profeta. Ramón Castilla señalaba el sur como fantasma peligroso. Transcurrieron los años y el fantasma lejano se convirtió en amarga realidad sustentada por la Envidia y la Codicia, y surgió la guerra entre pueblos que sólo se debían abrazo fraternal.

Los peruanos lucharon, improvisadamente, uno contra diez, el ángel de las victorias plegó sus alas mientras que las diosas del martirio y del valor ceñían de mirto nobles frentes en medio de las soledades de los mares, sobre el Peñón Glorioso, en la costa y en la sierra... ¡Y los condenados aun al sacrificio de la existencia, vimos incendiadas las ciudades, talados los campos, saqueados templos, bibliotecas y museos, vejadas las mujeres, escandalizados los niños, sangre, oprobio!... pero, no, señores, cubramos el pavoroso cuadro del recuerdo histórico con tela azul y blanca: ¡blanca cual la nieve de nuestros Andes, azul como los ideales de la raza castellana!...

El territorio peruano comprende geográficamente, tres regiones: costa, sierra y montaña, su área según el ingeniero Reginald Enok, es de más de 700.000 millas cuadradas, trece veces la Inglaterra y el país de Gales, pero su población es sólo de 3.000.000.

La región montañosa de los Andes se extiende desde el Ecuador hacia el Sur, mil millas en una zona de 250 millas, sus picos elevados van más allá de 20.000 pies sobre el nivel del mar.

El sistema montañoso está compuesto de tres cadenas: marítima, central y oriental. La faja angosta que se extiende entre la central y marítima, es fría y se llama puna, y la comprendida entre la central y oriental es más dilatada y productiva, pues, abarca llanuras y valles cruzados por ríos, quebradas profundas y picos gigantescos que tienen leyendas tan interesantes como son variados los productos. En el reino mineral abunda el oro en vetas y lavaderos de ríos, la plata, el cobre, el mercurio, el hierro, el níquel, cobalto, arsénico, zinc, mica, manganeso, grafito, el rosicler (substancia denominada sulfuro de plata y antimonio), bismuto, la sal común y blanca (cloruro de sodio), bórax, mármoles y petróleo que compite con el importado del exterior.

La región de la sierra se halla entre la cadena central y oriental y fue el asiento de la civilización incaica de que nos hemos ocupado antes. Según Humboldt, «la grandeza y esplendor de su panorama no tiene rival en el mundo».

La región de la costa comprende una larga faja de tierra (mil cuatrocientas millas) atravesada por torrentosos ríos que, descendiendo desde los Andes, van a entregar su caudal al mar. La extensión varía mucho; el desierto más vasto mide 70 millas de la costa al interior, y a las orillas del mar se elevan peñascos y rocas sobre las cuales se extienden los desiertos pelados de vegetación, como calvicie de la Naturaleza. Al Este de la cadena de los Andes están los inmensos bosques tropicales de la región amazónica, regados por ríos navegables, de los cuales mencionaré al monarca de los ríos, el Marañón o Amazonas, que es el río mayor que tiene el mundo. Según el geógrafo Mateo Paz Soldán, es tan estupenda la masa de agua que entrega al Océano Atlántico por su boca de cincuenta leguas de ancho, que excede a la de ocho grandes ríos del Asia juntos, a saber: el Éufrates, el Indo, el Ganges, el Oby, el Lena, el Amur, el Amarillo y el Kang-tse de la China. Tiene por afluentes el Santiago, el Apaya, el Morona, el Putumayo y el Pastaza del Ecuador, el Potro, el Nocuray, el Oritu Inca, el Cambirá, el Tigre, el Iquitos, el Minái, el Negro, el Orosa, el Apariyacu y el Ariyacu, el Siritá y el Cochiquinas, el Mauccayacta, el Atacuarí, el Caballo Ccocha, el Yanayacu, el Loretoyacu, el Caillarú, el Yavari, el Yapura, el Napo, el Ucayali y el Huallaga, colosos estos también, que, a su vez, tienen numerosos tributarios de cuya enumeración me abstengo por no fatigar la atención de mi bondadoso auditorio. El Huallaga, el Ucayali, el Purus y el Madera han sido navegados por el naturalista Haenke.

Todo ese enorme caudal de agua arrastra en su seno y superficie animales acuáticos de vasta nomenclatura zoológica y muchos que aun permanecen desconocidos, y va refrescando los bosques y fecundando la tierra que, a su turno, regala los más variados frutos de que los exploradores y naturalistas ya se han dado cuenta y que, maduros, están esperando el brazo industrial del hombre para entregársele.

La región de la costa en sus arenales, solo ofrece algunas especies de Cactus y Cardo Santo. Las vías férreas llevan con su marcha veloz a otras playas donde el viajero es sorprendido por una vegetación variadísima encontrando productos tanto de las regiones tropicales como de las zonas templadas. La granadilla, el tumbo, la naranja y la lima dulce, ofrecen refrigerio para la sed; el plátano (banano) forma con sus hojas un gran quitasol que incita al descanso y convida su exquisito fruto del cual existen 18 clases conocidas. Mencionaré solo el plátano de seda, el colorado, el dominico, de la isla, común y de cocido. La chirimoya, la guanábana, la palta, el cerezo, la ciruela de fraile y la morada, regalan el olfato, la vista y el paladar, y nativas de regiones calientes, bien se hermanan con los árboles frutales y arbustos de las zonas templadas de Europa, tales como el durazno, de distintas clases, el peral, el nogal, el manzano, el capulí, el membrillo, la parra, etc. Las gramíneas se ostentan en la caña dulce, el arroz, el trigo; los fréjoles, las habas blancas y negras, la cebada, la quinua, el lino y sobre todo el maíz de diversas clases y de tamaño sorprendente. Presento muestras de quince calidades que son: 1, blanco llamado paraccay por los nativos, ha obtenido medalla de oro en varias exposiciones europeas; 2, sacsa paraccay, blanco azotado semejante al clavel; 3, huina, amarillo; 4, huina sacsa, amarillo azotado; 5, culli, morado casi negro; 6, culli sacsa, morado azotado; 7, ana, gris plomo; 8, cchecche, gris jaspeado; 9, cchullpi, pajizo; 10, puca huaira, colorado; 11, huaira sacsa, colorado jaspeado; 12, thocra, plomo; 13, yurac thocra, plomo blanqueado; 14, phacra huina, café amarilloso, y 15, utku sara que presento en mazorca, es el preciado grano confite que tostado se abre en frorecillas algodonosas1.

Este producto tiene diversas aplicaciones para la alimentación, tanto en sólido como en líquido. De la caña de azúcar elaboran ésta y el alcohol.

Si pedimos tubérculos ricos en fécula encontraremos la yuca (mandioca), el camote (batata), y la papa de hermosa variedad. Existe la papa ccompis, blanca, que cocida parece un copo de nieve, y la papa amarilla, que es exactamente una yema de huevo.

En el segundo término citaré la oca, los ullucos, la achira y el llacón. Elementos de tinte sin los peligros de las substancias minerales, encontramos el lindo ayrampo, perteneciente a los cactus de Lineo; sus pencas crecen en alturas áridas, sus granos se desarrollan en tunas minúsculas y sin más que remojarlos en agua dan un color de rubí hermosísimo; allí están el palillo y la flor de quico que por su belleza de colorido posponen al pimentón y el achiote, y la acelga de agua que da un verde esmeralda brillante. En cuanto a tierras colorantes para alfarería y decorados, la variedad sorprende.

Si el algodonero ofrece sus copos ya blancos, ya amarillosos para las telas de vestir, la paja está al alcance de la industria para los sombreros que resguardan de los rayos solares. La zona abunda en aguas termales, sulfurosas y ferruginosas, como la de Lares y Layo en el Cuzco, del Inca en Cajamarca, las de Cachicadán en Huamachuco, Chancos y Chanchín en Ancachs; en Arequipa las de Jesús y Yura, éstas últimas se explotan embotelladas, y las de Huacachina en Ica, que tienen la particularidad de dorar el cabello tal como ahora usan las damas.

Dejaremos postergada la enunciación de los muchos volcanes que existen, para detenernos apenas en una de las hermosas cascadas de agua: la de Paucar, que cae de altura tal, que la pulverulencia del agua produce una neblina que envuelve hermosa variedad de helechos, berros y llantenes, entre ellos el llamado helecho macho que hace arrojar la lombriz solitaria, y luego, la nube vuelve a juntarse, toma cuerpo y corre a precipitarse como humilde contribuyente al caudal del río Urubamba.

Ascenderemos llegando a lo que llaman Ceja de la cordillera donde mora el melancólico llama, la vicuña de negros ojos y dorada vestidura, que sólo es peculiar del Perú y Bolivia, la alpaca de sedosos vellones, el arisco huanaco, el venado y las liebres que, compañeras de los conejos silvestres, tienen sus vastas viviendas en los huecos de los peñascales, y, sobre éstos, tristes y solitarios, el búho y la lechuza; más alto, sobre picachos inaccesibles, el buitre vasallo del cóndor de blanca golilla. Disminuida la exuberancia de la vegetación, solo vemos el saúco y el álamo (quishuar) como habitantes enfermizos de la puna y luego gigantones de hirientes púas y flores blancas cual cornetas congeladas por el cierzo de la noche.

A 14.000 pies sobre el nivel del mar ya no tenemos más que pequeñas gramináceas como mechones aquí y allá; la huamanripa que abre sus flores en medio de la nieve y los felposos cubiertos por una materia algodonosa con sus hojas pegadas al suelo, y las simples criptógamas que nos recuerdan las regiones polares. Allí está el reino de los Líquenes que parecen minerales o cristalizaciones, algo entre la palpitación de la vida y la quietud de la muerte.

Variaremos de rumbo. En estas alturas hace demasiado frío; tenemos 7º centígrados bajo cero y yo necesito el calor de la aprobación de quienes me hacen la merced de atenderme.

Descendamos al valle y recreemos la vista con un verdadero edén paradisíaco, con sus árboles gigantescos y corpulentos, algunos de los que apenas pueden abrazar el tronco treinta hombres tomados de la mano. Los indios perforan muchos de estos troncos por medio del fuego con tal arte, sin paralizar la vida vegetal, que consiguen un hueco suficiente para su habitación. Conservo imborrable el recuerdo de uno de estos salones que existía en la plaza del pueblo llamado Coya en la provincia de Calca del departamento del Cuzco, en donde tantas veces descansé siendo niña, en compañía de mis padres.

Sigue el pisonay con sus flores rojas, el cedro de flor que imita estrellas de madera y terciopelo, sauces que balancean sus ramas cargadas de nidos, moreras que llaman al gusano de seda y esconden los panales en donde la abeja guarda su exquisita miel, el escotero del que se saca el aceite, la harina y la manteca de coco, fuera de otras aplicaciones de la industria, la caoba y toda esa valiosa nomenclatura de maderas de construcción de las que un viajero ha formado un muestrario de treinta y ocho clases, para la industria de mueblería fina, durmientes de ferrocarril, aplicaciones lluviales, etc., sin que olvidemos el marfil vegetal y la chonta, especie de acero vegetal del que los salvajes fabrican las puntas de las flechas. Y viene la región de las cascarillas, las famosas cichona ovata a las que, millares de personas deben la vida peleada a las fiebres; los tilos, tamarindos, las zarzaparrillas de la industria medicinal, el caucho de hojas trilobadas y jugo lechoso, que es otra de las riquezas; cerca tenemos el matico, la coca, planta sagrada de los indios, explotada ya por la farmacopea; el cacao, esperanza nutritiva de los ancianos, el café, inspiración de la mente; el anís, la vainilla y la canela rivalizando con las resinas olorosas, los gomosos, el incienso, bálsamo y oleosas.

En cuanto a horticultura sería pesada la enumeración de todas las legumbres que la tierra envía a la mesa del gastrónomo. Recuerdo repollos gigantes que había que cortar con hacha.

Esta es verdaderamente la región del porvenir del Perú y de los hombres de trabajo. «¡Qué cuadros! Selvas y bosques tan espesos que su follaje intercepta el paso a los rayos solares; esbeltas palmeras cuyas copas flotan en el aire sostenidas por su flexible tronco; vetustos árboles cuya longevidad tal vez iguala a la de nuestro globo; flores cuya variedad de matices parecen disputarse los colores del arco iris» y estos mismos colores se reparten las mariposas para sus polvorosas alas, y las innumerables aves que cruzan el espacio para sus vistosos plumajes, reverberando en tornasolados sobre los cuerpecillos de las moscas cáusticas, los insectos y los picaflores.

Todos los tonos del diapasón modulados por los pájaros, todos los gritos articulados por el hombre parodiados por los loros y papagayos, ¡¡¡y donde el hombre, este llamado rey de la creación, se siente de tal modo emocionado y conmovido, que levanta las manos al cielo y entona un himno al autor de tanta grandeza!!!

Un país así dotado, puede, pues, incitar la industria de los hombres que aspiran a pasar felices sus días sobre el planeta, y debe de asegurar su propio bienestar; lo cual, no dudo que se obtendrá si prevalece el buen sentido de los peruanos para conservar esa paz interna «que canta la canción sobria del carbón y del hierro» que vigoriza el alma y el cuerpo para la defensa de la patria. A ese fin patriótico, creo, también, que se encaminan los esfuerzos del Jefe del Estado cuyo programa de candidato fue: Escuelas y caminos, programa que, llenado, constituirá el cimiento del edificio de grandeza nacional. En el presente año existen 2.349 escuelas, 23 colegios, 4 escuelas de comercio y de industrias, que tienen 3020 maestros de ambos sexos, y la matrícula que en 1906 era de cien mil, en el año actual alcanza a 148.241 alumnos.

En el organismo animal el sistema nervioso y la circulación de la sangre son la vida; en las naciones productoras, los puertos y ferrocarriles.

Los principales puertos que tiene el Perú son: Por el Norte, Tumbes, Paita, Eten, San José, Pimentel, Pacasmayo. Salaverry, Malabrigo, Huancacho, Chimbote, Santa, Samanco, Casma, Huacho, Chancay, Ancón y Callao, que es el principal y está unido a Lima por dos ferrocarriles y un tranvía eléctrico. Al Sur están: Cerro Azul, Pisco, Tambo de Mora, Mollendo, Islay, Lomas, Chala, Ilo o Pacocha, Arica. En el interior se hallan Puno, Juli, Yunguyo y Zepita en el histórico lago Titicaca que mide cerca de 500 kilómetros de circunferencia con una profundidad que alcanza a 50 metros, y está surcado por pequeños buques a vapor que facilitan el intercambio comercial con Bolivia.

Sobre la margen izquierda del Amazonas están los puertos fluviales de Leticia, Loreto, Iquitos; a 1.800 millas del Pará en el Atlántico, Pebas y Destacamento; a la derecha Caballecocha, Maucallacta, Sancudo y Nuevo Orán; sobre el Marañón están: Nauta, San Regis y Barranca y Santiago de Borjas sobre el Ucayali, Sarayacu y Callería, y sobre el Huallaga, Santa María, La Laguna, Santa Cruz y Yurimaguas.

Semejante abundancia de puertos habla de las facilidades con que puede contar el comercio.

Los ferrocarriles que en el Perú ostentan el poder del hombre por las dificultades que venció, ya trepan la montaña faldeándola en zig-zag de pujante ascensión, ya cruzan túneles de roca viva, ya culebrean en la llanura como monstruos de vertiginoso arrastre o desafían la dificultad con puentes atrevidos de diversos sistemas. En la línea de la Oroya, que es triunfo colosal de la ingeniería, hay trechos en que los rieles están sostenidos por sacos de arena, y en la de Mollendo a Arequipa, en el sitio llamado Cahuintala, la gradiente y el nivel hallado son manifestaciones de la audacia mecánica. Los ferrocarriles que se han terminado últimamente, como el del Cerro de Pasco, el más notable asiento minero, y los que están en construcción, como el de Huanuco y Cuzco, resuelven el problema que en 1884 se presentaba tan arduo, pues, toda iniciativa de industria o explotación quedaba desahuciada por falta de medios de comunicación y transporte. Hoy 5.672 kilómetros de hilo conductor telegráfico cruzan por los principales centros del país abarcando 5.012 kilómetros de líneas, y las telefónicas alcanzan a 179 kilómetros.

El mensaje presentado por el Presidente de la República al Congreso, que actualmente funciona en Lima, contiene los datos siguientes sobre ferrocarriles: «Por la región Norte de Pacasmayo hasta Recuay se han estudiado 231 km., en la línea del Ocayali 265 km. 150 m.; próximamente se estudiarán las líneas de Ferreñafe a Piura, de Recuay a Huacho, de manera que una vez que se lleven a cabo las líneas de Chimbote a Recuay y de Lima a Huacho; disfrutará el país con corta extensión de vías férreas y con desembolsos que están a su alcance, de las ventajas derivadas de la unión de la capital con todos los departamentos».

La línea de Checacupe al Cuzco es de tal importancia, que abrirá nuevos horizontes a la mirada y pondrá al alcance del inmigrante europeo todas las riquezas de la región del Madre de Dios, y la nación seguirá la misma corriente próspera de la República Argentina, cuyo pabellón cobija a todos los hombres de todas las creencias, que traen el concurso de su brazo industrial y de su mente creadora.

Así es el presente de la nación peruana cuyo porvenir se vislumbra lisonjero; tales sus riquezas que he descrito en forma sumaria y cuyo panorama alcanzo a pintar sólo con los colores pálidos del Estío.

Y este país es una parte, solamente, del Mundo descubierto por Cristóbal Colón con el concurso de las joyas de la mujer Reyna, detalle histórico que es necesario recordar para que sirva de base a la razón que nos asiste para proclamar que, una son España y América, y justifique el que los americanos latinos, presentando la verde palma otoñal la digamos dulcemente ¡¡madre patria!!.

Y la ninfa Eco que loca de entusiasmo cruzó otrora la selva virgen, irá de América a Europa a repetir, ¡¡madre patria!!.






Perú. Imperio, Virreinato, República

Retrato

Señores y Señoras:

Emociones intensas he sentido en diversas situaciones de mi vida; ninguna como la que en estos momentos embarga mi espíritu y expansiona mi corazón. Realizo uno de mis más bellos ideales.

Estoy en la cuna de mis mayores, mis ojos han contemplado con mirada reverente a la Nación Española, desde que la proa de mi barco empezó a dejar estela de encajes marinos sobre las aguas que azotan a Santa Cruz de Tenerife y han presenciado el heroísmo español en el histórico Gibraltar, hasta que mi planta descansó en tierra firme de Barcelona, y cruzó las calles de la industrial Valencia y apreció, después, el panorama de Madrid, esta coronada villa que guarda recuerdo imborrable de aquel gran hombre que, educado por una mujer superior (Berenguela), supo ganarse la inmortalidad, no tanto por las guerras y conquistas, sino por las lides del talento y del pensamiento; que dejó verdaderos monumentos en el Fuero Real (que mandó hacer), en el libro de las Siete partidas (a la que dio la última mano), en la corrección de las tablas astronómicas llamadas Alfonsinas, en la Historia de España, la Universal del mundo, la de Alejandro Magno, la de las Cruzadas, los Cantares e cantigas, en las estrellas, que escribió como pensador y literato, y en el Libro del tesoro, que ostenta su naturaleza de filósofo. Aquel Alfonso el Sabio, pues, cuyo espíritu palpita en el dulce romance que, refugiado en las criptas de Asturias y las dos Castillas, volvió como raudal cristalino a mezclarse con el arábigo, el romano, el lemosín y, por voluntad del monarca de las letras, llegó a ser el idioma de la corte con el nombre de castellano. Lengua sonora y vibrante, que estaba destinada a llevar a un Nuevo Mundo, descubierto y conquistado por el esfuerzo español, las palabras: ¡Dios, amor, fraternidad, libertad!...

Sabido a la patria vieja de Alfonso el Sabio; del sublime Manco de Lepanto, que hace reír a la humanidad en todos los idiomas de la civilización; a la de los gloriosos Calderón de la Barca y Quintana; de la estrella rutilante, la ideal Teresa de Jesús. Rindo homenaje a la patria nueva de Alfonso XIII, el joven Rey, el sereno y noble caballero que en temprana edad ha ceñido la corona de su sabio antepasado y, democrático, popular, promete el camino de libertad a los pueblos españoles y que, como aquél, debe también su educación a otra mujer, doña Cristina.

En el rol de los intelectuales de la América me considero la diminuta hormiga; mañana vendrán el águila, el cóndor, príncipes de los espacios azules y señores de las cumbres blancas; pero me toca, apartándome de falsa modestia, la gloria de ser la primera de mi sexo que ha venido cruzando los mares a iniciar la corriente de acercamiento entra las mujeres del Viejo y Nuevo Continente y estrechar en fraternal abrazo a escritores y periodistas.

Mi primera conferencia la consagro al Perú, mi patria; la segunda a la República Argentina, países unidos por el mismo origen de conquista, tradición, intereses comerciales y lealtad, que conservan la hegemonía soñada por Bolívar y San Martín.

El Perú como ningún otro país de la América latina, ha tenido la virtud de despertar interés y deslumbrar a los viajeros, exploradores y científicos, antes aún de la época en que españoles y portugueses rivalizaran en la explotación de las minas para exportar su producto en barras, pepitas y polvo, y extraían desde el misterioso fondo de los mares la concha madre y la perla virgen; el Perú, cuyo nombre resonó con timbre de plata, de oro, de perlas que caen sobre el cristal finísimo.

Voy a exponer ante este selecto auditorio algo de su historia, haciendo un bloque de las tres épocas -imperio, virreinato, república- en que está dividida.

Debo declarar que la mayor parte de los datos que consigno fueron expuestos por mí en una conferencia dada con igual tema en la Unión Iberoamericana del Nuevo Continente, rama de la institución que aquí actúa de altos vuelos e ideales de raza, que está constituida en Buenos Aires, con el concurso de lo más notable en ciencias, letras, artes y posición social, bajo la presidencia de un ilustre hijo de España, el doctor Francisco Cobos.

La gratitud, señores y señoras, es un sentimiento tanto más mudo cuanto intenso; por eso no puedo ahora exteriorizar mi agradecimiento a este distinguidísimo auditorio, que me dispensa la merced de su concurso, y, confiada en su benevolencia proverbial, entraré en materia.

Los pueblos del Perú, aleccionados por rudos golpes de anarquía, han comprendido, por fin, que la revolución es crimen, y que la paz, que «canta la canción sobria del carbón y del hierro», es fuerza impulsora del progreso de las naciones, y a ella consagran su esfuerzo colectivo.

El doctor José Pardo, que tuvo como programa de candidato presidencial escuelas y caminos, lo ha cumplido, difundiendo la instrucción primaria obligatoria, fundando 800 escuelas más, extendiendo los rieles locomotivos y los alambres telegráficos en todas direcciones del territorio, y la sin hilos a la región de Iquitos, ha llevado el ferrocarril al corazón mismo del Perú, al Cuzco; ha hecho oír el silbato del tren allá donde la trompeta sonora del Inca repercutía de montaña en montaña para anunciar a su pueblo la voluntad soberana; ha rehecho la escuadra, y acaba de cumplir su mandato constitucional, entregando la dirección del Estado al Sr. Don Augusto B. Leguía, elegido por sus conciudadanos.

El Sr. Leguía es hombre joven, preparado para la administración, laborioso, honesto y patriota; así que la obra magna de la prosperidad del Perú, emprendida por el simultáneo esfuerzo de civiles y constitucionales, queda librada a la voluntad de un ciudadano digno de la confianza de su patria.

Así es el presente de la nación peruana, cuyo porvenir se vislumbra lisonjero; tales sus riquezas, que he descripto en forma sumaria, y cuyo panorama alcanzo a pintar sólo con los colores pálidos del estío.

Y este país es una parte solamente del mundo descubierto por Cristóbal Colón con el concurso de las joyas de la mujer Reina, y allá flamea, gloriosa y siempre amada, la bandera española.




La obrera y la mujer

A S. E. el señor ministro de Justicia e Instrucción Pública doctor don Joaquín V. González, autor de la Ley del trabajo.

Señoras y Señoritas:

No voy a engolfarme en un estudio profundo, tal vez narcotizante para mi ilustrado auditorio, habiéndole de lo que es, ni de las proporciones que adquiere en las modernas sociedades este alud llamado huelga. Me propongo delinear solamente, un cuadro al cual dará colorido y vida la acción propia de la mujer que trabaja por la mujer con el lema: «No para ella misma sino para la humanidad», que el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina ha grabado en el corazón de sus asociadas antes de escribirlo en su broquel de propaganda.

Muchas y autorizadas personalidades han derramado el caudal de su pensamiento en diarios, revistas, conferencias y libros para el estudio de la mujer obrera, investigando causas, buscando medios, iniciando fórmulas tendentes al aceleramiento de la mejora de la condición actual de ella, por el aumento de salarios o higienización de las fábricas donde trabaja, ya la mujer próxima a ser madre, ya la que amamanta en su seno al obrero de mañana, ora la virgen, capullo destinado al desfloramiento moral prematuro, ora la viuda desamparada, ¡¡¡todas casi bestializadas por la ignorancia, sin ideales, sin esperanzas!!!

Estos cuadros, digámoslo con franqueza, están recargados de sombras más de lo que pide la verdad, porque la situación de la mujer trabajadora de América, sobre todo en Buenos Aires, es menos penosa que en Europa, y si la corriente de imitación que deslumbra a nuestras sociedades, sumergiendo al buen sentido no fuese tan impetuosa, si las informaciones del cable fuesen menos sugestivas, es posible que aun no habríamos presenciado el fenómeno de las huelgas. Las personas que han visitado los centros europeos estudiando la estructura de los pueblos y las condiciones de los obreros, hablarán con nosotras para probar que los salarios, la vivienda, el alimento y la condición en general del obrero europeo son inferiores, muy inferiores a los de América.

Allá, el trabajador recibe un salario ínfimo; come carne en dos o tres días señalados del año; vive en estrechez; labra la tierra para entregar al patrono lo mejor de su fruto, reservando para sí el último, como si dijéramos el residuo, y viste la tela más burda. Por esto el que algo llega a saber de este nuevo mundo se entusiasma y emigra a la tierra de promisión, donde sus esperanzas no se ven desvanecidas, porque desde el dulce tratamiento de señor y señorita a su llegada al puerto, todo tiende a la transformación benéfica de su ser. Si él quiere trabajar, el trabajo le busca recompensando su competencia, el gobierno lo ampara por medio del departamento general de inmigración, la tierra argentina extiende ante su brazo agricultor la inmensidad del territorio con el producto de todas las zonas, donde lo que cosecha o gana es suyo, exclusivamente suyo; la fraternidad republicana le brinda la igualdad ante la ley y el sublime sentimiento filantrópico del cual es alma la mujer, le reserva asilos para los casos de infortunio.

Las manifestaciones del bienestar de los obreros honestos que aman el orden y el trabajo, las vemos en los paseos públicos y en las escuelas donde concurren sus hijos; todos los niños están bien tenidos, y si en algunos de los conventillos se nos presenta el contraste de los niños descuidados, es porque allí impera la paternidad dudosa, el descontento del haragán o el tipo ridículo del hombre que vive a costa de la mujer, excepciones a la regla general de nuestra demostración.

Ahora bien. Si, como sostiene Spencer, una sociedad es un organismo, su desarrollo y crecimiento dependen de los caracteres que le constituyen, en tal concepto, nuestra sociedad obrera se encuentra ya en plenitud de vida y puede dar existencia a otros organismos o fomentar la perfección de los que permanecen estacionarios o débiles, como plantas sin savia nacidas a la sombra, de las cuales poco tiene que esperar el progreso nacional. Ayer, señoras, se decía: Todo lo que es grande tiende a alejarse de las multitudes: el águila busca la altura y el pensador se aísla en su buhardilla; pero, hoy, la electricidad obediente, desciende de las alturas a las manos del hombre y el pensador se confunde con el pueblo, los corazones se acercan, la fuerza física y la fuerza intelectual, en íntimo consorcio, mueven la gigantesca rueda del progreso humano, y las huelgas son convulsiones que detienen por momentos esa rueda, sin beneficio positivo para nadie.

Los estudios y las conclusiones que nos presentan sobre tan ingrata materia hombres de la talla moral del doctor Eduardo Dato, ex ministro español autor de leyes de protección al obrero; José Canalejas y Méndez, presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación; José Grazcón y Marín, y otros no menos eminentes, aportan cuadros verdaderamente desoladores por la tirantez de intereses entre patrones y obreros recrudeciéndose la lucha entre el capital y el trabajo; pero tales cuadros son exóticos entre nosotros, así como lo son muchos de los vicios sociales que los hogares de nuestros obreros jóvenes y puros no los conocen. El señor Canalejas citado, nos dice que son varios los factores que contribuyen a imprimir un carácter de enorme gravedad a aquellas luchas y que basta recordar que si el que trabaja ha dejado de ser esclavo y siervo transformándose en personalidad libre, lo que implica un progreso innegable, todavía sigue proletario asalariado, es decir, vive en condiciones de inferioridad más acusadas que nunca por el contraste de los enormes bienes acumulados por unos cuantos hombres o entes colectivos privilegiados de la fortuna. Esta suprema desigualdad no existe entre nosotros, porque todos somos libres en la amplia acepción de la palabra que consagra la fórmula republicana al establecer como ley del estado la igualdad del derecho enseñado por Jesucristo, maestro del socialismo puro y verdadero, doctrinario de que: Todo bien que emana del mal ajeno es bastardo.

Es verdad que, como afirma el señor Dato, respecto a la sociedad de Bilbao, el socialismo adulterado de su primitiva doctrina, especialmente el evolucionista, ha logrado el mayor número de adeptos allá y acá. La igualdad de clases, el trabajo compartido por todos, la propiedad colectiva y otras utopías que de realizarse conducirían al caos común, seducen a muchos obreros. Estos, sin detenerse a pensar en que las diferencias de clase siempre existirán, sin fijarse en que la desigualdad social es como las leyes físicas, algo impuesto por Dios a la Humanidad, y por tanto inmutable, sin advertir que somos desiguales en el talento, en la virtud y en la belleza, y que no todos tenemos los mismos sentimientos, que unos somos rubios y otros morenos, se rinden a promesas irrealizables y se entregan en manos de los agitadores que buscan un fin político o de notoriedad, ajando algunas veces la dignidad ciudadana. Para nosotras el obrero es lo más respetable que hay en la sociedad porque representa el factor del progreso y es el sacerdote de la sublime religión del trabajo en cuyo templo nace la alegría de la vida.

«¡Un trabajo común! ¿Quién lo dirigirá? ¿A quién se destinarían los trabajos insaludables y peligrosos? ¿Qué diferencia habría entre el trabajo intelectual y el mecánico? ¿Quién fijará los salarios? ¿Cómo se tendría en cuenta las necesidades de cada hombre, soltero, casado, con familia o no? ¿Qué se haría con el vago, con el criminal, con el torpe?»

¡Reflexiones muy profundas embargan la mente!

¡No!, el obrero honesto, consciente de sus actos, no quiere ir al colectivismo, aceptará el socialismo cristiano cuanto tiende a mejorar su condición dándole la felicidad; pero está ya seguro de que por engaño se le presenta un porvenir risueño en el que no puede confiar, y al reconocer la libertad derivada del derecho, ha de decirse: Yo tengo la libertad de querer trabajar o no: pero no tengo el derecho de privar a otro de su libertad de trabajar. Y de aquí se desprende, también, todo el código de la perfectibilidad de las relaciones entre los hombres de todas las zonas. Haz a otro lo que quisieras que hiciesen contigo.

En el grado de cultura que hemos alcanzado, no hay por qué imponer sacrificio a nadie, sino pedir igualdad de procederes a ambas partes: patrones y obreros.

¿El patrón quiere que el obrero no le defraude tiempo ni capital? Pues, no debe defraudárselo al obrero... ¿Demanda equidad y justicia para sí? Pues, equidad y justicia debe querer para los operarios, y, sin otra fórmula; los enemigos que ayer estaban munidos del egoísmo e inhumanidad, quedarán hoy amigos, habitando la ciudad fraternal, ciudad de luz, donde no se conocen los ventisqueros que paralizan las sensaciones generosas del espíritu bajo el hielo del positivismo.

Hasta aquí hemos expuesto considerandos ajenos, sobre las huelgas en general. Es tiempo ya, de que, dejando sentado el principio de que el mérito del hombre debe valorarse por el bien que hace a otro hombre, nos concretemos al objeto principal de esta disertación dirigiendo el esfuerzo de nuestra mente hacia la mujer obrera. Podríamos afirmar que ella mira los asuntos de igualdad social desde otro punto diferente al hombre, porque su propio natural observador la ha inclinado a su máquina de coser, dejándole la persuasión del trabajo, van a la perfección de la obra de costura; y en las grandes fábricas han observado cómo se llega a resultados perfectos mediante las funciones desiguales del huso y la lanzadera que aguardan la nutrición del cardador.

Y bien, la mujer, como la más cercana al hogar, avalúa con el golpe de vista y la perspicacia femenina, la importancia del asunto, y la mujer obrera, honesta y pensadora, no va a la huelga.

Evitará, asimismo, la participación de su marido o de sus hijos, porque sabe lo que significa para la familia una semana sin trabajo y ha palpado lo que son las promesas colectivas. Sabe que las huelgas que conmueven al mundo industrial a nadie perjudican más que al obrero, que el jornal perdido no se recobra, que si en los días de paro su marido ha adquirido algún vicio, ese quedará de firme; que muchas veces triunfando los huelguistas tienen que cerrarse las fábricas, se mantiene la miseria, sobran los brazos, faltan talleres y... ¡¡los hijos piden pan!!

Nuestras hermanas, las mujeres trabajadoras, desconfían de sus instigadoras en el camino del desorden, guiadas por el delicado instinto de la conservación de la paz doméstica, que es producto inmediato del trabajo no interrumpido, pero, también es urgente que nosotras nos acerquemos más a ellas para ponerlas en posesión del convencimiento de que saber y poder trabajar, es ser feliz. Que nuestra propaganda converja, pues, a que la obrera ame el trabajo, el orden y la economía, sin desconocer que todos los vivientes arrastramos la misma cadena de dolor y vamos al mismo desconocido de la muerte.

La doctrina de la evolución, que es la síntesis del sistema spenceriano mencionado, tiene que aportar bienes incalculables a la causa de la mujer persona, sin traspasar los linderos de la razón hasta lo irrisorio de la igualdad absoluta entre el hombre y la mujer, porque existen funciones físicas imposibles de canjearse.

¿Puede un hombre ser madre?

Pero el hombre compuesto de espíritu y materia participa del rayo del infinito y de la leche de la mujer.

El momento es propicio para que las que hemos desplegado la bandera proteccionista de la mujer le llevemos la buena doctrina unida al ejemplo de nuestros propios procederes, sin que nos amedrente el escarnio que hacen de nuestra propaganda los egoístas; rememoremos para alentarnos, el comienzo de todas las grandes causas que han contribuido al progreso humano.

Cuando Stephenson utilizó para el ferrocarril terrestre el descubrimiento del vapor, como fuerza, hecho por Fulton, ¿qué dijeron los estancadores? Cosas del diablo, seguramente, invenciones heréticas que hacen vacilar la fe de las gentes sencillas. Pero aquellos impulsadores del progreso universal no se dieron por vencidos, y antes de medio siglo vimos a ese progreso moviéndose, como la tierra de Galileo, alrededor de lo inmortal. La locomotora triunfante, el monstruo imponiéndose a las planicies, a la altura y al seno mismo de la tierra. Pandemónium rodante, microcosmo metálico, mensajero de la civilización en todo país. Sierpe sin matices ni escamas, las millas son sus pasos y las zonas sus vuelos y etapas.

Lleva un cuerno en la frente como el unicornio y todas las formas de animalidad terrestre se reúnen en él, como dijo Jaime Puig y Verdaguer: Ruge como el león, brama como el toro, se retuerce como la serpiente y se arrastra como el dragón.

León, toro, serpiente y dragón, alude, corre, embiste, ruge y aniquila la inercia y todas las fuerzas inmóviles de la tierra, para despertarlas a la vida del trabajo.

Muchos quintales de carbón son el pienso diario; el vientre es la caldera y la llama su corazón; el vapor es su sangre; las ruedas sus músculos; lleva albergues en sus senos, donde se refugia el hombre de todas las latitudes, para ser transportado a todas las distancias, atravesando montañas y ciudades aglutinados por el hollín del tiempo, en medio de enormes cantos que en breve serán convertidos en arcos, columnas y capiteles para sostener los templos del arte, de la ciencia y de la paz por el esfuerzo del obrero y la audacia del capitalista.

Sí, ellos tienen que ir unidos, armónicamente unidos, y, como el gigante de acero, será el correr de los tiempos, la causa de la mujer trabajadora, fuerte, con la fortaleza que da la virtud del trabajo libre, porque sólo es libre quien a sí mismo se basta.

El sol de la esperanza está en el oriente sonriendo a la mujer obrera que se impone al mundo. Por do quiera, ella trabaja con fe, en la escuela, el taller, la academia, las fábricas, las oficinas civiles, el comercio, el libro, la cátedra y el periodismo. El trabajo consagrado y aminorando la delincuencia como resultado inmediato.

De nuestra investigación sobre criminalidad de la mujer, hemos recogido el siguiente resultado: de 100 casos, 78 delinquen por amor, 20 por interés, 20 por razones patológicas o de herencia y 2 por otras causas; y en las estadísticas de mujeres criminales, poquísimas obreras están anotadas. En muchos de los casos observados prevalece la miseria y el abandono del hombre indigno, como causa impulsora, especialmente para la crueldad de arrojar los hijos a la cuna, pues, lo que se llama deshonor, poco influyente para ellas en las mentiras convencionales de que nos habla Max Nordau.

Repetiré que la hora es solemne, y que no debemos omitir esfuerzo para dirigir por la buena senda la gran corriente evolutiva, acercándonos a la mujer obrera, no para exaltar su fantasía con utopías que desconsuelan la vida, ni marear su cabeza con vapores malsanos, sino para hacerle amar el trabajo, demostrándole que nada tiene que envidiar a las de las altas esferas, ni a las llamadas ricas, muchas de las cuales, ya quisieran tener su sueño reparador, su apetito, sus diversiones sencillas y su salud a toda prueba.

Evidenciémosle las diferencias que existen entre la obrera de América y la de Europa, siendo positivas las ventajas que aquella tiene sobre ésta; despertemos en su corazón el amor fraternal sin linderos continentales, probándole con hechos que hay una cadena muy fuerte, cuyos eslabones forman el honor, que liga a las mujeres buenas de todas las latitudes. Por lo demás, ya la mujer obrera comprende que no debe ir a la huelga funesta, ni saber de boycotts ni de black listers, pues, ya sabe por propia experiencia, que «cuando el vapor mueve ruedas, las manos mueven oro». Sabe algo más, señoras, que cuando no falta el pan en casa, sobra la alegría en la familia y la diosa armonía reina entre los esposos unidos por el lazo del amor, menos propenso a romperse en los hogares modestos que en las mansiones suntuosas cuyo brillo nos deslumbra, pero cuyos dolores ignoramos.

Cuidemos, pues, de la educación y dirección de la mujer obrera como del precioso antídoto que hemos de ofrecer al varón contra el veneno de las perturbaciones sociales, como gloriosa conquista de la civilización dentro de la industria.

Tenemos que admirar al aeronauta que, en su dirigible, cruza la región del éter, aplaudir al constructor de caminos férreos en la superficie y en el seno de la tierra, alentar al fundador de fábricas, pidiéndole a la vez equidad y justicia para el obrero, y entregar la suerte de las naciones de la joven América al esfuerzo bien encaminado de la mujer.

Digámosle que ella nada tiene que envidiar de las diademas de brillantes cuando su frente sudorosa refleja la aureola del santo trabajo, de la ley sublime y universal. A nosotras nos toca llevar de una manera eficaz nuestro apoyo a la mujer obrera, hermana nuestra: vamos a «confortar los espíritus que flotan y los corazones que zozobran»; abrámosle campo de acción más amplio, consigamos que su trabajo sea debidamente remunerado, pues, existen industriales que, haciendo igual trabajo, pagan menos a la mujer, sólo por ser mujer. ¡Ah!, cómo olvidan estos tales que el zumbido de la abeja es más provechoso que el rugido del león.

Fundemos centros de instrucción recreativa y sociedades protectoras de los derechos de la obrera, sin los tumultos de las huelgas, que mal se avienen con el carácter de la mujer, de suyo dulce, amigo de la paz y de la conciliación.

Alentémosla en la lucha por la vida poniendo ante sus ojos manifiesta, la hermosura del trabajo ordenado y la figura más hermosa aún, de la obrera transparentando un espíritu culto embellecido por aquella sutil aureola de la virtud verdadera, una alma diáfana impulsora del bien y de la felicidad en el hogar y en la patria.

Para terminar, nos dirigiremos a las gentes pensadoras y pudientes de todas las condiciones sociales, para interesarlas en favor, no sólo de los obreros, sino de todas las clases menesterosas, cuya condición debemos perfeccionar por la doctrina fraternal y les diremos con Víctor Hugo: Responsabilidad, trabaja, que ha llegado tu hora: ¡mejora el alma humana!