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1

[Las páginas 289 a 291 están pendientes de digitalizar; en breve serán publicadas en nuestra Biblioteca. (N. del E.)]

 

2

Ratonpérez es un bichito gris muy inofensivo, tímido, que no hace ruido, y sólo sabe huir.

 

3

Si bien la etimología de este nombre no encierra en sí ningún devoto sentimiento religioso, ni tampoco una bella idea poética, como suele suceder en estas inspiraciones populares, prueba al menos una cosa, y es que los españoles, a quienes califican las Sociedades bíblicas inglesas de ignorantes en materias religiosas, saben de memoria el Santo Evangelio, y podrían ir a enseñárselo de viva voz a los que los acusan de ignorantes.

 

4

El objeto de este cuento es patentizar con hechos que el incesante anhelo que excitan en el hombre sus continuos deseos, que son a veces contrarios a su felicidad, le hacen a menudo desgraciado cuando llega a verlos realizados, por las consecuencias que han traído, haciéndole desear que nunca se hubiesen cumplido.

 

5

El Carlanco pertenece a la familia de los pavorosos y fantásticos monstruos del Cancón, del Bu y del Coco.

 

6

En este cuento está representada la codicia, en el afán con que repite el molinero su pico, pico, y la fortuna o suerte del Rey, que ayuda al codicioso a veces en sus afanes; al fin aparece la divina intervención en la muerte, la que con un soplo frío anula los cálculos de los hombres y desvanece los dones de la fortuna.

 

7

El añadir cuando hablamos de las cosas que pensamos hacer, y de que tan poca certeza tenemos de llevar a cabo, el si Dios es una señal de sumisión y reverencia a su divina voluntad, de las que nunca le podremos dar bastantes; es como santificar nuestros propósitos, poniéndolos bajo el beneplácito de Dios, lo que no se puede hacer, es claro, sino con las cosas inofensivas e inocentes.

 

8

Hemos titubeado si insertar o no esta composición en esta colección, por poderle parecer a muchos demasiado vulgar y sencilla; pero luego nos hemos arrepentido de ceder a esta consideración de respeto humano. No le faltarán simpatías al hombre rústico, que rústicamente, pero con tanta fe y de tan buena fe va esculpiendo los pasos de la Pasión del Señor, no en mármol ni en bronce, sino en su humilde arado.

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