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56. El zorro y el gallo

MENDOZA

Había un árbol en el medio del campo. Un árbol solo. Y en el árbol 'taba un gallo. En ese momento venía un zorro a comerlo.

-Hermano mío -le dice el zorro-, baja155 tu cuello a mis brazos, que te recibiré con mucho cariño. Hay un decreto del gobierno que dice que todos somos hermanos y que ya no hay enemigos. Baja a mis brazos, aquí tengo el decreto, ya lo verás.

-¡Guarda! -le dice el gallo-, vienen dos comisiones. Vienen muy ligero. ¡Ya 'tán acá!

Las comisiones son los perros que matan a los animales dañinos. Son como las comisiones de policía.

-¿Cómo, hermano? ¿Cómo dices?

-Que ya 'tán acá unas comisiones que andan matando a todos los que hacen perjuicio a los demás.

-Bueno, hermano -le dice el zorro-, espera un momento. Ya voy a volver -y salió disparando de miedo a los perros. Y con la mentira se salvó el gallo.


Y el gallo se quedó lleno de gloria
cantando alegre en esta historia.
Siempre trabaja el astuto engañador,
pero a él también lo engaña otro menor.



Arturo Aguilera, 76 años. Uspallata. Las Heras. Mendoza, 1959.

Campesino semiculto.



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57. El nuevo decreto

MENDOZA

Que una vez estaba un gallo arriba di un árbol. Había subido bien arriba a divisar, porque había sentido156 un rumor. Y estando en el árbol, no si había bajau tuavía, que era temprano, llega el zorro.

Lo comienza a trabajar el zorro al gallo, que se bajara, qu 'él quería conversar con él, qu 'él había venido a hacerlo amigo.

-No -le dice el gallo-, yo no puedo confiar en vos. Yo nu hi sido nunca amigo de ninguno de tu familia.

Y le dice el zorro:

Lo que te digo es verdá y creme lo que te voy a contar. Hay un nuevo decreto -le dice- de que 'tá prohibido terminantemente de ofender el zorro a las gallinas, ni a ninguno que le pueda hacer nada. Tienen que ser amigos. Por eso quería conversar con vos que no estabas impuesto de esto. Como también el perro no le puede hacer nada a la zorra. Y se ha publicado hasta en los diarios. Me estraña que no lo sepás.

En eso, como el gallo 'taba arriba devisa un campesino que viene de lejos con dos galgos. Y le dice al zorro:

-Mirá, che, ¡qué casualidá! Allá viene un campero con dos perros.

Entonce le pregunta el zorro de qué lau.

-Viene del lau del norte -le dice, y venía del sur. Entonce el zorro trata de cortar la conversación y le dice:

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-En otro momento hablaremos más.

El zorro tomó para el lau del sur ande se encontró con los galgos y volvió cara atrás, disparando, el zorro. Y pasó por abajo 'el árbol, ande 'taba el gallo. Y el gallo le decía:

-Enseñale los diarios, que ésos no saben el decreto que se ha publicado.

Y, ¡patitas pa cuándo!, el zorro disparó lo que pudo, pero los perros lu alcanzaron y lo mataron.



Manuel Cardozo, 76 años. Libertad. Rivadavia. Mendoza, 1951.

Rústico. Peón de campo. Buen narrador.



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58. El gallo y el zorro

SAN LUIS

Que andaba una vez el zorro por comerseló al gallo. Y el gallo 'taba siempre arriba di un árbol y le decía el zorro que baje a conversar, que cada vez que lo iba a buscar 'taba más arriba. Y que el zorro un día dispuso de comerseló no más al gallo di alguna forma. Y se halla un diario. Y cuando llega abajo 'el monte ande 'taba el gallo, se pone a ler el diario, el zorro. Entonce dice el zorro:

-Éste es un decreto del gobierno que ningún zorro podía comer al gallo ni ningún perro podía matar al zorro, tamién. Todos los animales tienen que ser amigos.

Y ya para todo esto ya se comenzó a bajar el gallo, y que le dice:

A ver, compañero, lealó de nuevo.

Y el zorro lo empezaba a ler otra vez. Y en lo mejor que 'taban lendo vienen unos camperos con unos galgos. Y el gallo ya 'taba bajito. ¡Uf!, el zorro 'taba entusiasmado lendo. Y los galgos cuando lo vieron lo sacaron corriendo, áhi no más. Y que el gallo le dice entonce:

-¡Compañero, lealés el decreto!

¡Y qué les iba a ler si los perros lo llevaban te mato y te mataré!



Venancio Heredia, 22 años. San Francisco. Ayacucho. San Luis, 1951.

Lugareño que ha concurrido a la escuela local. Buen narrador.



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59. El zorro y el gallo

SAN LUIS

Había una vez un gallo que 'staba en la parte más alta de un árbol. Y resulta que un zorro se lo andaba por comer al gallo di hacia mucho tiempo y no podía. Y viene ese día el zorro, ya prevenido, y se pone a leer un diario abajo 'el árbol. Y lo habló al gallo y le dijo que había salido un decreto nuevo del gobierno que prohibía a los animales que se comieran unos a los otros. Y él decía que los zorros ya no iban a poder comer a las gallinas. Y que ya iban a ser muy amigos los dos, que bajara no más para que conversaran.

Cuando el zorro 'taba lo más ladino haciendolé las conversaciones al gallo, llegan unos perros, y el zorro salió disparando. Los perros lo sacaron ¡te mato y te mataré! al zorro, y di arriba del árbol el gallo le gritaba riendosé a carcajadas:

-¡Enseñales, Juancito, el decreto nuevo a los perros! ¡Sacá el decreto nuevo, no disparís tan fiero!



Gilberto Bazán, 29 años. El Morro. Pedernera. San Luis, 1953.

Modesto hacendado rural.



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60. El decreto

SAN LUIS

Es que el zorro quería cazar el gallo, y es que no podía porque el gallo se subía siempre arriba di un árbol, cuantito lo devisaba al zorro. El zorro inventó llevarle el mensaje al gallo, que él no lo podía comer. Le dijo que había salíu un decreto del gobierno diciendo que los zorros no podían hacerle daño a ninguna ave, ni a gallinas, ni a nada, y que al contrario, las tenían que cuidar. Le dijo que tampoco los perros le podían hacer nada a los zorros, bajo ni nguna forma. Y que se hacía, el zorro, que leía en un papel ese decreto nuevo que había salido. Y entonce le dice el zorro al gallo que se bajara para que anduvieran juntos, de compañeros, que iban a ser muy amigos, y que él lo iba a cuidar para que naide lo ofendiera, ni le hiciera daño.

Tuvieron mucho rato conversando, y el zorro dele decirle al gallo que se baje. Entonce, al final, el gallo le contesta que ya se va a bajar, porque 'taba mirando que venía un campero con unos cuanto perros cazadores. Entonce el zorro le dice que si era cierto que venían, que no lo engañara. Y el gallo le dice:

-No tenga cuidado, señor Zorro, puesto que estamos bajo el decreto del gobierno nada le ha de suceder.

A todo esto llegan los perros, lo ven al zorro y lo sacan corriendo. Y lo empiezan a hacer dar vueltas al zorro alrededor del monte157. Y el gallo le gritaba al zorro:

-¡Enseñales el decreto del gobierno! ¡Enseñales el decreto!

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Y el zorro le dice:

-¡Qué decreto ni cuatro riales! Éstos no entienden de leyes del gobierno.

Y lo mataron los perros al zorro. Y el gallo se bajó muy contento de haberse salvado.



Marcelino Martínez, 66 años. San Martín. San Luis, 1931.

Modesto hacendado rural. Buen narrador.



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61. El zorro y el gallo

SAN LUIS

Había una vez que el gallo li andaba disparando al zorro porque el zorro se lu andaba por comer. Subió arriba di un monte. Entonce le dijo:

-Bajate pa que conversemos. Si vamos a ser amigos ahora. Porque ahora sale un decreto que un zorro no se puede comer un gallo, ni los perros pueden matar un zorro. ¡Ah, que bien 'tamos ahora! ¡'Tamos bien!

Entonce el gallo se empezó a subir má arriba. Y el zorro 'taba esperando a ver si se caía. Entonce que le dice:

-¿Qué mirás tanto?

-Allá viene un jinete con seis perros.

-¿Di a cuál lau vienen? -que le dice-. Decime, ¿vienen cerca? -que le dice-. ¿Di a cuál lau vienen?

Le dijo del lau contrario. Entonce llegaron los perros y lu agarraron de sospresa158. Y ya gritaba el zorro. Y entonce que le decía el gaíto159 di arriba:

-¡Mostrales el decreto! ¡Mostrales el decreto!

Y lo mataron no más.



Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

Muy buen narrador. Posee un riquísimo repertorio de cuentos que aprendió en El Saladillo de donde es nativo.



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62. EL DECRETO

SAN LUIS

Es que160 el zorro llegó un día a un gallinero ande 'taba un gallo, arriba di un árbol, y le dijo que había salíu un decreto que ellos, los zorros, no podían hacer nada a las aves, ni los perros a ellos tampoco. Eso le decía para engañarlo que se bajara y comerlo. Y lo envitaba que se bajara, que él no le podía hacer nada. Y claro, el gallo no le creía. Y tanto le decía el zorro que baje, que al fin el gallo para librarse, ve que viene un hombre del sur, con perros, y le dice:

-Allá viene un jinete con cuatro perros.

Y claro, el zorro ya si asustó y le pregunta que de qué lau viene, y el gallo le dice que viene del norte. Y áhi no más le dice el zorro:

-Hasta luego, ya voy a volver a seguir la conversación.

Y tomó al sur, el zorro, disparando, y áhi se encontró con los perros y el jinete, y ya lo volvieron atrás. Y pasó cerca ande 'taba el gallo y le decía el gallo:

-¡Mostrales el decreto nuevo! ¡Mostrales el decreto nuevo!

Y claro, los perros no le daban tiempo de lerlo, y áhi lo mataron.



Elías Alcaraz, 51 años. Las Lomas Blancas. Ayacucho. San Luis, 1948.

Campesino dedicado a la crianza de ganado. Buen narrador.



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63. Los zorros

SAN LUIS

Una vez que salió un decreto en un diario, para que no se mataran más los zorros. Los juanes161 cuando supieron la noticia, que hicieron un gran banquete. Ya que a la madrugada se habían agarrau una chupa162 bárbara, que estaban los gritos, y a los saltos, festejando el decreto, contentísimos.

En eso viene llegando, que lo divisan a la distancia, un campero con una tropilla de perros, de galgos. Y los zorros, que cuando lo vieron, más chupaban y gritaban. Y el campero se allegaba cada vez más. Y los zorros, ¡miéschica163!, que comienzan a alarmarse, y que uno dice:

-¡Pero... aquel zonzo no habrá visto el decreto!

Que el campero se allegaba, y se allegaba, y los perros ya venían cerquita.

-Pero si está puesto en los diarios que a nosotros no nos tienen que molestar -que decían los juanes.

Y qué ¡miéschica! ¡Caráfita164! Ya llegaron no más los perros y quedó la disparada de los zorros borrachos, y los perros que los tarasquiaban165 y los corrían a lo que daba. Y ya los jodieron, los mataron a todos, con decreto y sin decreto.



Jorge Pardo, 36 años. La Florida. Pringles. San Luis, 1947.

Trabajador rural de cierta cultura.

Ésta es una variante del cuento tradicional de El decreto.



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64. El gallo, el zorro y el decreto

SAN LUIS

Había en el campo una estancia. En la estancia había un puesto que 'taba muy lejos. El puestero se jue, dejó el puesto solo, y se dejó olvidado un gallo. El gallo siguió viviendo solo. En la noche se subía a dormir en un árbol, y todas las madrugadas cantaba como de costumbre. En eso lo descubrió un zorro, y cuando vio que vivía solo este gallo, determinó de comerlo. Pero el gallo era muy vivo y el zorro no lo podía cazar. Cada vez que se allegaba a las casas el zorro, el gallo lo vía y se subía al árbol. Entonces empezó a pensar cómo lo podía engañar al gallo, tan avisado como era, y hacerlo bajar. Entonces llegó un día el zorro, al puesto, y con mucha amabilidá lo saludó, preguntandolé por qué estaba solo. El gallo le dijo que estaba solo porque los dueños se habían ido. El zorro lo invitó a bajarse para que conversaran en el suelo. El gallo le decía que él estaba muy bien arriba del monte. El zorro que ya se moría di hambre pensó que tenía que engañarlo de alguna forma y hacerlo bajar. Empezó a andar por ahí cerca, hasta que encontró un pedazo de papel tirado en la basura, y vino otra vez al árbol y le dijo al gallo:

-¿No sabís el nuevo decreto qui ha sacado el gobierno?

Entonces el gallo le preguntó qué decreto era.

Entonces el zorro le dijo:

-Mira acá lo que dice: «los perros no pueden matar a los zorros y el zorro no puede matar al gallo». Ésa es la orden del gobierno y todos tienen que cumplirla.

Y el zorro volvía a ler y lo invitaba al gallo que se baje, que ya eran hermanos. En eso el gallo descubrió que venía un recorredor   —171→   de campo con varios perros y pensó que ésa era su salvación. Esperó que estuvieran cerquita, y entonce le dijo al zorro:

-Che, zorro, ahí viene un recorredor con cinco perros, les podís ler a ellos el decreto tamién.

-¿Di ande vienen? -le dijo el zorro muy alarmado.

-Di aquel lado -le dijo, y le enseñó el lado contrario.

Salió el zorro disparando para ese lado y ahí no más lo agarraron los perros. Cuando el gallo vio que los perros lo agarraban los tarascones, le gritaba al zorro:

-¡Enseñales el decreto! ¡Enseñales el decreto del gobierno! ¡Apurate ante que te maten!

Pero, qué, el zorro no atinaba a nada, como lo tenían los perros por matarlo, y al fin lo mataron no más, con el decreto y todo.



Gabriela Romero, 64 años. El Sauce. Chacabuco. San Luis, 1950.

Campesina. Buena narradora.



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65. El gallo y el zorro

FORMOSA

Un zorro pasaba al trotecito cerca de una casa. El zorro hacía varios días que no comía. Y vio, en lo alto de un árbol, un gallo. Y se le arrimó y le dijo:

-¿Cómo le va, amigo?

-Yo no soy su amigo -le dijo el gallo.

-¿Cómo? ¿No sabe que todos los animales somos ahora amigos?

-¡No sé nada! -dijo el gallo.

-En la reunión de todos los animales quedamos de amigos. El tigre no se comerá al venado, el halcón a los pajaritos, la cigüeña a las ranas, el zorro a las gallinas. Y acá tengo el certificado. ¡Bajate, acá está! ¡Bajate! Leelo vos mismo. Aquí está escrito que hay que ser amigos.

En eso que estaba el zorro por comer el gallo, el perro de la casa olfateó al zorro y salió a buscarlo. Y cuando llegó salió corriendo el zorro y el gallo le gritaba:

-¡Mostrale el certificado! ¡Mostrale el certificado!

-¡No tengo tiempo! -contestaba el zorro.

Se ve que éste no estuvo en la reunión de animales.



Presentación de Carrasco, 52 años. Ibarreta. Patiño. Formosa, 1954.

Campesina nativa de la comarca aledaña a Ibarreta. Buena narradora.



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66. El gallo y el zorro

FORMOSA

Un zorro hambriento pasaba al trotecito cerca de un corral de vacas, echando un vistazo a la casa vecina, calculando posibilidades para una visita nocturna.

En lo alto de un poste al que se había subido para cantar, estaba un gallo, por demás hermoso de plumas y gordura. Verlo el zorro y pensar en comerseló fue todo uno. Con aire alegre y muy suelto de cuerpo se acercó al poste y sentandosé al pie le dijo:

-¿Qué tal, amigo?

-¿Yo, su amigo? -respondió el gallo con aire digno.

-¿Cómo? -exclamó con gran extrañeza el zorro-. ¿No somos amigos, acaso? ¿No estabas por ventura en la última asamblea de animales?

-No -respondió secamente el aludido.

-Pues, solamente así se explica que no sepas que en adelante todos los animales quedamos de amigos. El tigre no se comerá al venado, el halcón a los pajaritos, la cigüeña a las ranas, el zorro a las gallinas... ¡Pero, hombre!, si acá debo tener el certificado correspondiente, firmado y sellado por el presidente de la asamblea.

Y empezó el zorro a palmarse el cuerpo, simulando buscar el certificado, mirando a hurtadillas al gallo, que impasible se alisaba las plumas.

-Bajate, acá está, bajate -dijo el zorro-. Leelo vos mismo. Ya verás cómo de hoy en adelante todos somos amigos.

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Pero el perro de la casa, que había oído conversar a alguien y además había olfateado al zorro, salió a investigar y divisando a éste, se lanzó a la carrera sobre el astuto que, al verlo ya casi encima, salió a todo lo que daba, con el perro pegado al rabo. -¡Mostrale tu certificado! -le gritó el gallo riendo.

-¡No tengo tiempo! -respondió el zorro-. ¡Se ve que éste tampoco estuvo en la asamblea!



José Ramírez, 40 años. Sargento Cabral. Patiño. Formosa, 1952.

El narrador, persona culta, oyó el cuento a campesinos del lugar.



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67. El zorro y el gallo

MISIONES

El zorro le solía perseguí al gallo. Le quería comé. El gallo le vio al zorro que venía y se subió por un árbol. Y el zorro vino y le decía:

-Bajá chamigo166, bajá. Hay una orden del gobierno que todo lo animale somo hermano. Ya no se puede comé. Bajá. Bajá.

Y el gallo se pone a mirá lejo y decía:

-Uno... do... tre... cuatro... y cinco con el mariscador.

-¿Qué pa' tá diciendo, chamigo?

-Miro que 'tá llegando un mariscador167 con perro que anda por mariscá zorro.

Y el zorro salió a corré y el gallo se salvó.



Pedro Gómez, 64 años. San Javier. Misiones, 1961.

Nativo de la región. Modesto propietario rural. Aprendió el cuento de la madre, entre otros que ha olvidado porque ya no los cuenta.



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68. El zorro y el gallo

CORRIENTES

Dice que el zorro vino y quería comé al gallo. Y vino y empezó a engañale. El gallo 'staba arriba de un árbol. Le trataba de chamigo y de compadre y le decía que hay un decreto para que todos los animales sean amigos.

-Bajesé, chamigo, vamo a conversá bien -le decía.

Y el gallo le contestaba por él y no bajaba. Y dice que el gallo empezó a mirá lejo, y volvía a mirá y quedó medio alborotado.

Y le dice el zorro:

-¿Por qué usté pa se alborota y 'tá mirando lejo?

Y el gallo le dice:

-Sí 'toy viendo a una distancia. Viene un hombre 'toy mirando por él. Viene con siete perro.

-¿Cómo dice compadre?

-Sí, se viene un hombre con siete perro. Ya 'stá muy cerquita.

Y salió a correr el zorro y no volvió má a comer al gallo.



Isabelino Ramírez, 73 años. Santo Tomé. Corrientes, 1952.

Trabajador rural. El narrador es bilingüe guaraní-español.



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69. El zorro y el gallo

El nuevo decreto


CORRIENTES

Un gallo andaba arisco. Andaba por un ombú, arriba, arriba.

Y llegó el zorro áhi y lo quería comer. Y el gallo sabe que el zorro é contrario y lo va a comé. Y el zorro le saluda. El zorro le dice que baje. Le dice que áhi le trae un decreto del gobierno para que todo lo animale sean amigo. Ya no se puede comer a otro. Y le llevó maíz. Y le dice el zorro:

-Bajá, chamigo. Aquí te traigo el decreto y aquí te traigo maíz para que comá.

Y el gallo le tiene miedo y le dice:

-Entonces yo me subo arriba a ver si no viene ningún otro amigo.

Y entonces el gallo dice:

-Uno, do, tre, cuatro, cinco, sei, siete...

Y otra vé volvía a decir:

-Una, do, tre, cuatro, cinco, sei, siete...

-¿Pero, qué contá, chamigo?

-É la comisión que viene. La comisión de siete perro.

Entonces le dice el zorro:

-¿Qué color tiene el perro que viene adelante?

Y le dice el gallo:

-É un overo colí168.

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Era el perro má ligero, y el zorro largó el maíz en el suelo y disparó. Y se jue en el monte, lejo.

Y se bajó el gallo y comió bien. Se alimentó y se volvió a subir en el ombú de miedo que vuelva el zorro.



Fortunato Arce, 83 años. Sauce. Corrientes, 1959.

Gran conocedor de las tradiciones de su comarca. Buen narrador a pesar de su edad. Ha trabajado en las más diversas tareas del campo.



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70. El diario

CORRIENTES

El gallo estuvo en el dormidero y vino el zorro. Le trajo un diario y le dijo que le mandaba el señor comisario que se baje del árbol para leer. Y el gallo le dijo que no. Que se baje, que le dio la orden el señor comisario. Le dijo el gallito que allí puede leer.

-Bajesé, sí. Así puede leer mejor. Y ademá de eso, esa orden yo traje.

-Que no -dijo el gallo.

-Bajesé a leer -le dijo otra vez el zorro.

El gallito no supo qué decirle y entonces suspiró y miró lejo, un hombre que venía con siete perro. El zorro oyó el suspiro y creyó que habló y le preguntó qué dijo.

-Allí veo un hombre con siete perro, digo no maaaá... -dijo cantando.

-Bueno, tome y lea ligero, y me voy a irme.

En eso se aproximó el hombre y los perros venían ya muy cerca por delante. Vio el zorro y salió a disparar.

Y los perro le estiraron y quedó con la boca abierta y hizo unos zorete169.

Le dijo el gallo desde arriba:

Ele 'eicá chupé nde diaaaario (hacele leer a ello el diario) -cantando tre vece.

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Depué vino el compadre comadreja y le vio con la boca abierta, mostrando lo diente, y le dijo:

Compadre, no te hagá el gracioso, no te esté riendo. Juntá, juntá tu naco170 y vamo.



Wenceslada Acevedo, 16 años. Loreto. Corrientes, 1959.

Criada. Muy buena narradora. Es bilingüe guaraní-español. Ha cursado los grados de la escuela primaria.



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71. El zorro y el gallo

El nuevo decreto


CORRIENTES

El zorro salió en busca de alguna presa encontrando un gallo en un árbol. Y entonce le saludó y le dijo:

-¿Mba'é pa nde coë, che reindî gallo? (¿Cómo amaneciste mi hermano gallo?).

Entonce el gallo le contestó:

-Iporä catú, ¿jha ndé? (Muy bien, ¿y vos?).

-Egüeyî ña monguetá. (Bajate, vamos a conversar).

Y el gallo le contesta:

-¡Che jodéne! ¡Che jodéne! (¡Me vas a joder! ¡Me vas a joder!).

-Egüeyî catú. (Bajate, pues).

Le vuelve a invitar, el zorro, que baje, y le sigue diciendo que el gobierno ha publicado un decreto ordenando que todo vivan como amigo.

-El decreto del gobierno dice que todo vivamo en amistá y en comunidá. Bajate, chamigo, mirá, aquí tengo el decreto.

Y el gallo le contesta:

-Amirí chamigo. (Tengo miedo mi amigo).

En ese momento aparecen unos perros y se echaron sobre el zorro y éte pegó una veloz disparada. Y el gallo, cuando le vio disparar, le decía:

-¡Ejhechucá catú el decreto! ¡Ejhechucá catú el decreto! (¡Mostrá, pues, el decreto! ¡Mostrá, pues, el decreto!).

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Se puso a reír el gallo.

No pudo embromarle el zorro al gallo con la mentira del decreto.



José C. Tripaldi, 50 años. Corrientes, 1959.

El narrador oyó este cuento en la zona rural de la ciudad de Corrientes desde su niñez. Es director de escuela y habla el guaraní de la región.



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72. El caso del loro, el zorro y el tigre

El decreto


ENTRE RÍOS

Estaba un loro arriba de un árbol cuando llegó don Juan, ¿no?, este picaresco. Este animal se lo quería, este, comer al loro, en una palabra. Entonce mostrandolé un papel, le dice:

-Amigo loro, ¿no vio el decreto?

-¿El decreto? - dice el loro.

-Sí, dice, acá han sacado un decreto en que todos los animalitos del bosque tenemo que quererno, tenemo que amarno. Tenemo que ser hermano, en una palabra. Así que bajesé, leremos el decreto.

Y el loro lo miraba, ya desconfiando, ¿no?, del zorro.

-No, dice, lealó de nuevo.

-Acá, dice, todos los animalitos del bosque tenemo que quererno, tenemo que amarno y ser como hermano.

Y bueno, así 'taban, que sí, que no, cuando en un repente, atrás se sintió un rugido. Claro, miró pa atrás el zorro. ¿Qué era? El tigre que venía despacito, atrás del zorro. ¡Qué! Cuando lo vio al tigre salió como vendiendo almanaque. Claro, imaginesé, usté, ¿no?, el tigre atrás. Y el loro allá arriba, lo miraba al zorro que iba disparando, y le decía:

-¡Muestrelé el decreto, hermano! ¡Muestrelé el decreto!



Antonio Salúm, 31 años. La Paz. Entre Ríos, 1970.

Nativo de la comarca. Tiene gran vocación de narrador y conoce numerosas narraciones populares.

La variante de este cuento está en el cambio de dos de sus personajes.



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73. El gallo y el zorro

BUENOS AIRES

Una vuelta, cuando los animales hablaban, este, el zorro, que siempre fue muy vivaracho, ¿no?, por eso tiene el nombre de zorro, le decía a un gallo que estaba arriba di una planta:

-Bajesé, compañero, dice.

Él, para agarrarlo, para comerlo, ¿no?

-Bajesé más abajo. Vamos a conversá. ¿No sabe las leyes nuevas que hay ahora?, dice, que somos todos amigos, dice, ya el perro con el zorro, el zorro con el gallo... Ya pueden hablar, pueden tomar las copas juntos... dice. Ya nu hay más esas diferencias que teníamos antes.

Y en esa conversación 'taban el gallo con el zorro y el gallo se venía bajando cada vez más. Y por áhi siente el zorro ladrá unos perros. Y paró l'oreja, ¿no? Y cuando paró l'oreja le dice el gallo:

-¿Y por qué para l'oreja, amigo zorro?

-Vienen unos perros -dice el zorro-. ¡Ya 'tán muy cerca! ¡Vaya que haya algún loco que no sepa las leyes nuevas y me quiera agarrar!

Y disparó el zorro y se salvó el gallo.

Así que viene bien la copla ésta que dice:


A la orilla di un arroyo,
cantaba un zorro,
y vinieron los perros
y apretó el gorro.



Tomás Lértora, 73 años. Punta Indio. Magdalena. Bueno Aires, 1969.

Nativo del tradicional Pago de la Magdalena. Diestro en las múltiples tareas del campo.



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74. El zorro y el gallo

NEUQUÉN

El gallo 'taba arriba de un árbol. Llegó el zorro y l'hizo una invitación a una reunión. El gallo le dijo que él lo quería comer. El zorro le dijo que él no lo podía comer, que había un decreto que los animales tenían que ser hermano, que no se podían comer. Pero entonce lo que quería el zorro era comer al gallo.

Y el gallo se avivó, se subió más arriba del árbol. Y el zorro lo aguaitaba171 di abajo, y que le decía que baje a ver el decreto.

Y el gallo vio venir un hombre con perros, y le dice:

-Allá viene uno con varios perros.

Y el zorro le preguntó:

-¿De qué lau vienen?

Y el gallo le dice:

-De aquel lau.

Le dijo del lau contrario, y lu echó para el mismo lau que venían los perros. Y el zorro disparó pal lau que venían los perros. Y áhi se encontró con los perros. Y áhi lo liquidaron los perros.

Y el gallo le gritaba:

-¡Cucurucú! ¡Sacá el decreto! ¡Cucurucú! ¡Sacó el decreto!



Segundo Prieto, 44 años. Pilolih. Catan Lil. Neuquén, 1960.

Campesino que trabaja en la cría de ovejas.



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75. El zorro y el gallo

RÍO NEGRO

El zorro entró a un pueblo y anduvo por áhi sin cazar nada. Y a la mañana temprano salió. Siempre estudiando picardías.

Dice que había un gallo cantando arriba de una planta, y le dice el zorro:

-Buen día, amigo.

Buen día -le dice el gallo.

-Bajesé, vamos a conversar un poco.

Y entonce, el gallo no se quería bajar.

-No, bajesé no má con confianza. ¿No sabe? Ha salido un decreto nuevo que no nos podemos comer unos a los otros. Bajesé, ya somos todos hermanos.

Y entonce, como el gallo 'taba arriba, 'taba viendo todo el movimiento de alrededor. En eso vio unos perros galgos que venían derecho ande 'taban conversando.

Y el zorro lo volvía invitar al gallo que bajara a conversar, y el gallo seguía arriba y no le decía nada al zorro de los galgos. Y cuando quiso acordar el zorro llegaron los galgos y lo vieron al zorro. Y lo sacaron gambetiando. Y entonce el gallo de arriba le decía:

-Enseñale los papeles, enseñales el decreto.

Y los perros lo alcanzaron al zorro y lo mataron.



Francisco Linares, 73 años. Viedma (Hogar de Ancianos). Río Negro, 1971.

El narrador trabajó siempre en el campo, en San Javier, lugar cercano de Viedma hasta que por enfermedad se internó en este asilo.



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76. El gallo, el perro y el zorro

CHUBUT

En una güelta iban un gallo y un perro de viaje y al hacerse de noche se quedaron a alojar172 en la güella173.

Tarde en la noche cantó el gallo: Cucurucú...

El zorro qui andaba por áhi cerca lo oyó y se viene a ver este gallo que andaba por el campo.

Ya 'taba amaneciendo y el gallo 'taba arriba, en un árbol. El zorro lo saludó:

-Güen día, amigo.

Entonce el gallo contestó con un lindo canto.

Entonce el zorro le empezó a decir que era una güena oportunidá para decirle que el gobierno había hecho una ley para que jueran hermanos todos los animales. Que ya los zorros no iban a matar más las gallinas. Y lo invitaba que baje. Entonce vio un bulto áhi cerca, que era el perro, y se creyó que era la gallina con los pollos, y entonce dice:

-Ésta será su señora y los hijitos, y le voy a enseñar la ley.

Y s' iba arrimando el zorro y entonce saltó el perro y al verlo el zorro salió corriendo. El gallo le decía que le enseñe la ley, pero no tuvo tiempo porque el perro lo alcanzó y lo mató.

Y así termina este cuento del zorro que lo quería engañar al gallo.



Videlmio Cid, 12 años. Trevelín. Futaleufú. Chubut, 1954.

El narrador es un niño inteligente que cursa los grados de la escuela primaria. Oyó este cuento a pobladores de la comarca.





  —188→  

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El zorro autoridad, el zorro confesor


8 versiones


Cuentos del 77 al 84



77. El zorro comisario

TUCUMÁN

El tigre que lo había nombrado comisario al zorro en un pueblo. Bueno... Dice que el zorro era sobrino del tigre. Entonce el tigre, bicho muy malo, éste, dominaba a todo, entonce lo nombra de comisario al zorro. Único comisario de un destacamento. Con todas las autoridades que puede tener un comisario.

Entonce el zorro empezó, provisto de todo el uniforme que lleva el comisario con su correspondiente látigo, sable, todo, el gorro y todo.

Entonce, el zorro muy contento empezó a recorrer las calles. Y cada día iba más y más. Entonce ya salía por todas partes. Y en uno de esos recorridos empezó a encontrar los animales que encontraba ahí. Al ir por un camino, primeramente, encontró un gallo. Y bueno, entonce se presentó como comisario. Dijo que él era comisario de la zona, y que tenían que respetalo muchísimo y no andar en la calle. Entonce, no ostante eso, sacó el látigo, y le pegó un buen azote, y el gallo salió volando. Y bueno, sigue más adelante. Entonce que había encontrado al quirquincho. Y bueno también le dice lo mismo que él era el comisario de policía, que tenían que respetarlo y mientras tanto saca el látigo, y le da un buen azote al quirquincho. Entonce   —189→   también se retira corriendo del camino. Más allá, que había encontrado al chivo. También le dice lo mismo que él era el comisario. Que tenía que respetarlo. Que no debían andar en la calle. Entonce, saca su látigo y el chivo, con poco gusto, le quería hacer frente. Pero éste le da un azote y se va también. Y en todo eso, que venía un perro por la calle, el gran enemigo del zorro. Y bueno, ya lo ve el zorro y que le dice a la distancia:

-Oiga, amigo, ¿adónde va usté?

El perro se hace que no lo siente.

Le vuelve a gritar por segunda vez. Y que lo ve el perro. Y en esos momentos que se da cuenta que era el zorro y lo saca volando por la calle. Y bueno, que el zorro había chocau en el alambre, había perdido la gorra, el sable, el látigo. Ya no si acordaba nada. Y el perro lo llevaba, lo llevaba corriendo. Que ya lo llevaba por agarrar. Y entonce el zorro, menos mal que trató de disparar y se entró en una cueva, en un vizcachero174. Y entonce, que el perro enojado lo empezó a cavar. Y que lo tenía que matar. Y bueno entonce, que ya si había cansado de cavar el perro, y en esos momentos que venía un caranchi175 que andaba volando, un carancho, y bueno, lo habla el perro. Lo hace que se baje. Y le dice:

-Mirá, cuidame acá, que acá lo tengo al zorro. Y lo tengo que matar. Hasta mientras yo me voy a traer una pala de la casa y vuelvo.

-Y bueno -que dice el carancho.

Le da un garrote y se queda haciendo la guardia en la puerta de la cueva. De manera que aparece el zorro de adentro, medio triste y que le dice:

-¡Hola, compadre! -que le dice al carancho.

-¡Hola! -que le dice el carancho.

Le dice el zorro:

-¿A vos te han puesto que me cuidés a mí?

-Sí, de aquí no te vas a mover -que dice-. Yo tengo orden que no vas salir.

  —190→  

-Y bueno -que le dice el zorro.

Empieza a pensar. Y que se vuelve adentro 'e la cueva y de allá saca. Había teníu una botellita de anís. Y que le dice:

-Mire, compadre, yo ya voy a morir ¿pórque no se sirve una copita de anís de despedida? -que le dice el zorro.

-Y bueno -dice el carancho-. Tomá una copita.

-Y bueno -que dice.

-Vea, compadre, yo le voy hacer un pedido -que le dice el zorro-. Ya que, mire cómo estoy, yo ya voy a morir, entonces, ¿pórque no me hace el favor, usté que es buen cantor? -le dice al carancho-. ¿Pórque no me lo176 canta una piecita ya?

Y bueno, aceta el carancho.

-Mientras tanto -le dice- sirvasé otra copita. Ya, ante que vaya a venir el perro con la pala y me va a cavar, acá me va a sacar y me va a matar.

Y bueno, toma otra copita el carancho.

En eso que empieza a cantarle el carancho. Y cantaba... Que dice el zorro:

-¡Ay, que voz hermosa que tené vo, compadre! -dice-. Mirá, esto me emociona tanto. Tomá otra copita de anís.

Se sirve el carancho otra copita. Vuelve a cantar otra pieza el carancho. Y en eso que le dice el zorro:

-¡Mirá, qué ojos lindos que tenés! ¡Mirá cómo te quedan lo que abrís la boca y los ojos para cantar! -que le dice el zorro.

Y el carancho más que abría los ojos y la boca. En eso, dice que el zorro ya había preparado un poco de tierra y que 'taba a la espetativa no más.

-Ay, qué lindo que cantás. Cómo te quedan esos ojos lo que los abrís grandes -dice que le dice el zorro de nuevo.

Y el carancho más que abría los ojos y la boca. En eso, dice y le tira a los ojos, así. Lo tapa de tierra, ¿no?, y bueno, el carancho queda ciego. Usté sabe, los ojos y la boca que no se podía contener, y encima borracho ya con el anís. Empieza a dar tumbos. Y que había salido el zorro tranquilamente y si había ido.

  —191→  

Cuando viene el perro que lu encuentra al carancho con los ojos, dele limpiarse los ojos que no podía más. Le dice:

-¿Qué te pasa?

Y dice:

-En lo mejor que 'taba, y no se podía parar bien, no sé qué le ha pasado, me han tirau un poco de tierra en los ojos, en la boca.

-Y el zorro ¿dónde 'ta? -dice.

-Debe 'tar adentro. Yo lo 'taba cuidando.

-¡Ay! -que dice.

Que si arrima el perro y dice:

-¡Miralo! Vos no servís para nada -que le dice al carancho-. Vos ya lu has dejado ir a éste. Mirá qué picardía ti ha hecho. ¿Que no ti hi puesto que lo cuidés?

-Y sí, bueno... pero...

Y que lu agarra el perro al carancho, le da una patada. Lo tira para arriba, y claro, el carancho medio ciego sale volando y se va, y el zorro se fue y no le pudieron hacer nada.



Elidoro Marcial Díaz, 41 años. Estación Aráoz. Leales. Tucumán, 1970.

Aprendió el cuento de campesinos de este lugar de donde es originario.



  —192→  
78. El zorro comisario

CATAMARCA

Una vez lo pusieron al zorro de comisario. Y con un machete grandote se pasiaba a la salida de un callejón largo por donde se entraba al pueblo. Cuando vía venir alguno se paraba sacando pecho y enronqueciendo la voz le gritaba:

-¡Paresé, amigo! ¡Vea la justicia! ¡Haga alto!

Y si le convenía lo dejaba pasar, y si no, lo hacía volver. En eso apareció el perro por el callejón, y al verlo le gritó al perro:

-¡Epe, amigo! ¿Que no ve la justicia? ¡Haga alto!

Pero el perro no le hacía juicio177 y seguía no más. Y el zorro volvía a gritar:

-¡Epe, amigo! ¡Haga alto!

Y el perro seguía no más. Y el zorro empezó a desconfiar, y reculando le gritaba cada vez más despacio, hasta hablar en secreto, lo que178 el perro ya 'taba encima:

-¡Epe, amigo! ¡Epe, amigo! ¡Epe, amigo!...

Y cuando el perro llegó, dio la güelta huyendo el zorro, y el perro se le echó por atrás. Y ya cuando el perro lo iba alcanzando, el zorro ve una cueva 'i vizcacha, y se pierde áhi. Ya cuando 'tá adentro se da cuenta por el olor, qu e del susto   —193→   se había ensuciao y se había emporcao la cola. Y entonce, por disimular lo que le había pasao, dice:

-¡No ven, cola cochina, lo que ha hecho! ¡Que ya no se puede de la hedentina! ¡Velay!179 ¡Te vuá tirar pa juera!

Y hace que tira la cola, y recula en la cueva, y saca un poco l'anca. Y en eso, el perro que áhi 'taba esperando que saliera el zorro, lo pilla y lo hace pedazos. Y áhi terminó la justicia del zorro.



Delfín Camaño, 77 años. Ampolla. Santa Rosa. Catamarca, 1947.

Muy buen narrador. Campesino iletrado, pero muy inteligente.



  —194→  
79. El zorro comisario

LA RIOJA

Dice que era del tiempo que los animales hablaban. Don Juan Zorro andaba con mucho hambre y iba pasando por un camino. De lejo vio una cosa que brillaba y se puso contento creyendo que era algo para comer. Jue y vio, y era un sable viejo, herrumbrado , que lo habían tirado por inservible. Después de mucho pensar qué podía hacer con eso, dice:

-Ésta es la mía. Ahora me voy hacer autoridá. Esto me viene bien para hacerme comisario. Ya me van a respetar todos, quieran o no quieran.

Si arrimó a una carreta vieja qui habían dejado a la orilla del camino, sacó unos tientos y se ató el sable. Y quedó muy contento de parecer comisario en serio. Y entonce el zorro marchó muy derecho, con el sable al hombro y empezó a atajar a todos los animales que encontraba y darles órdenes. Todos los animales chicos si asustaban y obedecían. Claro, áhi no más se los comía. Pero, áhi pasó un perro viejo y achacoso. Entonce el zorro hizo de tripas corazón, y l'hizo frente, y con voz juerte le gritó:

-¡Epe, amigo! ¡Respete la autoridá, respete la justicia!

El perro no l'hizo juicio, lo miró de lado y siguió su camino. Claro qui al perro le daba risa de verlo al zorro difrazado con ese machete, muy tieso, haciéndose el importante.

El zorro que ya creyó que el perro le tenía miedo por el sable, se quiso hacer el valiente, y con todas las fuerzas de sus pulmones le gritó:

  —195→  

-¡Epe, amigo! ¿'Tá ciego que no ve que acá 'tá la justicia? ¡Aprenda a respetar, amigo! ¡Paresé y atienda!

El perro se paró, lo miró al zorro de pie a cabeza y lo atropelló para escarmentarlo.

Cuando vio el zorro que el perro lo atropellaba en serio, se olvidó del sable, lo botó y comenzó a correr. Volaba el zorro entre los cardos y las piedras, y el perro lo seguía di atrás. En lo que iba corriendo descubrió una cueva y áhi se zampó. Por suerte la cueva era como para su cuerpo, pero el perro no podía entrar. Por milagro se salvó el zorro que si hacía comisario, autoridá. El perro se quedó en la puerta de la cueva esperando que saliera.

Cuando pasó un rato, el zorro se tranquilizó y empezó a pensar cómo si había salvado del perro. Entonce empezó a decir:

-¡Ah, mis patitas y mis manitos, cómo corrían! ¡Qué lindas son!

En eso se mira la cola y ve que 'ta sucia y hedionda. Claro, con el susto al zorro li había ocurrido una desgracia, si había hecho todo encima. Y entonce, avergonzado, dice:

-¡Y vos, cola sucia, eras la que me estorbabas cuando corría! Y pa pior, ¡miró lo qui mi has hecho! ¡Tomala, perro, tomala!

Jue retrocedendo, y sin darse cuenta la sacó ajuera, y áhi la vio el perro. El perro lu agarró de la cola al zorro, lo sacó y lo mató.

Y áhi se acabó el zorro comisario por hacerse el vivo.



Vicente Ranero, 66 años. Retamal. Rivadavia. La Rioja, 1950.

Lugareño rústico. Buen narrador.



  —196→  
80. La zorra de juez

SAN JUAN

La zorra andaba flaca y muerta de hambre y no sabía qué hacer para conseguir alguna buena presa. Entonces pensó ponerse de juez, hacerse el juez para asustar a alguno de los animales que pudieran proporcionarle comida. Agarró un güeso largo, que encontró en el campo, y atravesado se lo puso en el hocico. Y jue y se paró en el medio de un camino, atajando a todos los animales que pasaban. Pasó un buey con astas muy grandes, y doña Juana le dijo:

-Oiga, don astas de leña, ¿no sabe que yo soy juez?

-Perdone señora -le contestó el buey.

-Pase no más180 -le contestó la zorra, que no podía aprovecharse de un animal tan grande.

En eso pasó un avestruz, y la zorra le gritó:

-Oiga, don cogote de revolvedor181, ¿no sabe que yo soy juez?

-¡Perdone, señora! -le dijo el suri182.

-Pase no más -volvió a decir la zorra, que tampoco podía con aquel animal más ligero y fortacho183 que ella.

  —197→  

Así estuvo la zorra, haciendo de juez, en el medio del camino, y a todos los animales que pasaban hacía que le respetaran la autoridá. Siempre estaba a la espera de que pasara alguno que le pudiera servir para su comida. Pero por ahí vio una polvareda muy grande. Paró la oreja184 y miró. Vio que eran unos arrieros que venían con un arreo muy grande, y que traían muchos perros. Y cuando vio que los perros venían adelante, y qua ya estaban cerquita, botó185 el güeso y disparó. No tuvo más que meterse en una cueva que encontró.

Llegaron los perros que la habían visto y bajaron en la puerta de la cueva. Como no la podían sacar, los perros pícaros comenzaron a hacerle camino, para ver si la hacían salir, y matarla. Y le decían:

-¡Ay, doña Juanita, qué hociquito más pulido y bonito tiene! ¡Qué ojitos tan negros y brillantes le ha dado Dios! ¡Qué cuero más lustroso tiene, y tan suave que parece una seda!

La zorra estaba muy contenta, porque es muy vanidosa, y se movía moniando186, en la cueva. Con las manitos se tocaba el hociquito, y los ojitos, y el cuero. Pensaba que los perros le decían la verdá y que le envidiaban todo lo que ella tenía, tan lindo.

Y entonces los perros seguían diciendo:

-Lástima que tenga una cola tan fiera187, tan peluda y tan hedionda. Tire para afuera, doña Juanita, esa cola cagada, que le hace pasar vergüenza.

Doña Juanita se miró la cola. Le pareció que los perros tenían razón, que era una cola horrible, y claro, estaba muy hedionda, porque le había pasado una desgracia muy grande, con el susto que le dieron los perros. Y pensó doña Juanita que ella iba a ser mucho más bonita sin esa cola sucia y hedionda, y agarró y se acercó a la puerta de la cueva, y tiró para afuera la cola. Y en cuanto apareció la cola, se avanzaron los cincuenta perros que estaban esperando, sacaron la zorra para afuera y la despedazaron. Así pagó la zorra la mentira que le echó a la palomita   —198→   y la muerte del hijito de doña Petrona, que todavía andaba llorando por el campo, la pobre188.


Y pasí por un caminito lleno de polvo,
para que usté me cuente otro.



Elvira A. de Videla, 55 años. San Juan. Capital. San Juan, 1945.

Semiculta. Excelente narradora.



  —199→  
81. El zorro confesor y el perro

CATAMARCA

Quesque189 el zorro si ha queríu hacer pasar por cura pa confesar las gallinas y comerlas. Y di áhi, si ha puesto una carona190 vieja qui ha encontrao botada, como sotana. Y ha empezao a llamar las gallinas y los pavos que se confiesen. Han venío y a todos les ha encontrao pecados graves y los comía.

Entonce li han dicho al perro que el zorro si ha metíu de cura, y lu ha empezao a perseguir. Y áhi lo alcanzó un día y ha dicho el zorro:

-Para ser cura hay tiempo y para correr, no.

Y ha botao la carona y ha salío huyendo y si ha metío en una vizcachera, una cueva 'e vizcacha. El perro ha quedao en la boca 'e la cueva, esperando. Quesque el zorro si ha hecho todo encima, del susto, si ha cagao.

Quesque el zorro, adentro, cuando se li ha pasao un poco el susto, ha empezao a decir:

-Gracias a estas patitas tan ligeras m'hi salvao y gracias a estos ojitos que vían todo. Y vos, cola sucia, fiera y hedionda, ¿páque mi hais servío? ¡Tomála, perro, tomála! -que decía.

  —200→  

Y áhi que sin darse cuenta ha sacao un poco pa ajuera la cola, y el perro lo pilló al zorro de la cola, lo sacó de la cueva y lo mató.


Y entre por un portillo
y sale por otro,
pa que usté cuente otro.



Loreto Romero, 47 años. San Francisco. Ancasti. Catamarca, 1952.

Trabajador de campo. Buen narrador.



  —201→  
82. El zorro confesor

CORRIENTES

El zorro iba hambriento y se encontró con el mono que llevaba un pedazo de carne. Se aproximó y le preguntó:

-Monito, ¿qué llevás?

-Hé191... y, carne.

-¿Dónde la conseguiste?

-Hé... en la carnicería.

-¿Y cómo te la dieron?

-Hé... y, por la plata.

El mono no se detuvo en ningún momento y el zorro vio que no iba a poder quitarle el trozo de carne. Entonces lo dejó ir. No lo siguió más.

Pensó y pensó qué podía hacer para engañar a los demás y por último decidió disfrazarse de sacerdote.

Cundió la noticia de que había llegado un misionero al pueblo y los feligreses se dispusieron a cumplir las abandonadas prácticas religiosas.

Se dijo el gallo:

-Yo iré a confesarme muy de mañana, antes de que amanezca, porque soy muy pobre y así evitaré que la gente vea mis ropas remendadas.

Como lo pensó, lo hizo. Antes del amanecer, el gallo llegó a la iglesia y lo recibió el señor cura.

  —202→  

-Vengo a confesarme, Padre -le dijo, y el zorro lo llevó hasta el confesionario y una vez allí, le requirió:

-Diga sus pecados, hijo, usté tiene aspecto de ser un gran pecador.

-No sé si será pecado -dijo el gallo-, lo que yo suelo hacer es cantar todas las noches...

-¡Pecado! ¡Pecado! -lo interrumpió el cura-. ¿Y qué más?

-Después, cuando amanece, bajo del árbol donde duermo y como los granos de maíz que me da mi amo.

-¡Todo eso es pecado! ¿Y qué más?

En ese momento se oyeron golpes en la puerta. El cura llevó apresuradamente al gallo a una piecita contigua y le dijo que lo esperase allí. Después salió a atender la puerta y se encontró con el perro. El cura temblaba, pero ocultó lo mejor posible su inquietú y saludó efusivamente al perro:

-¡Hola, don Josecito Hidalgo! Viene muy temprano. Oficiaré la misa recién a las diez... Puede irse y volver más tarde...

-No -dijo el perro-, vengo a confesarme.

-Pero si usté no ha de tener pecados. No necesita confesarse.

-Quiero confesarme -insistió el perro.

El cura no quiso contrariarle y le llevó a confesarse.

-Yo cuido la casa donde vivo y suelo morder a todos los que llegan. Una vez casi maté a un chico.

-Eso no es pecado.

-Suelo ladrar y correr a todos los que pasan frente a casa y suelo morder las patas de los caballos, les tiro de la cola y procuro desmontar a los jinetes.

-Nada de eso es pecado.

-¡Ah!, tengo que decirle otra cosa, padre. La especial recomendación que tengo de mi amo es que si lo encuentro al zorro, sea donde sea, lo tengo que matar porque dicen que se ha metido de confesor.

Al oír esto, el cura, echó a correr con gran ruido de sotanas y se fue hacia el monte, seguido muy de cerca por el perro. Encontró en su camino una cueva de tatú192 abandonada y se metió en la cueva. El perro quedó en la boca de la cueva ladrando y cavando.

  —203→  

Y después del susto, cuando se vio a salvo en el fondo de la cueva, el zorro comenzó a decir:

-Gracias a mis patas pude llegar hasta aquí. Mis ojos me permitieron ver el camino en la oscuridá, pero ésta, mi cola tan peluda, tan pesada y tan inútil, me estorbaba. Se la voy a dar al perro para que se conforme y se vaya.

Sacó la cola sin darse cuenta. Áhí lo agarró el perro y lo sacó al zorro y lo mató.



Justo Pucheta. 53 años. Loreto. Corrientes, 1959.

El narrador es persona de cultura. Conoce una gran cantidad de narraciones tradicionales de su región, que oyó desde que era niño.



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83. El zorro confesor

NEUQUÉN

El zorro ya no sabía qué hacer para conseguir engañar a los animales que podía cazar. Todos lo conocían y se cuidaban de sus trampas. En las casas había perros muy malos y no podía entrar a robar en los gallineros. Entonce pensó en hacerse confesor de las aves. Hizo correr la voz que había venido un confesor. Se puso una sotana y se puso en un rincón oscuro di una iglesia. Áhí se armó un confesionario. Hizo decir que recibía confesión muy temprano porque tenía mucho trabajo en el día.

Muy temprano llegó un pavo.

-¿Usté viene a confesarse? -le dice el zorro.

-Sí, padre -le dice el pavo.

-Buena falta le hace. Venga pal confesionario.

Lo llevó al confesionario y lo empezó a confesar.

-Diga sus pecados.

-Ayer me comí una juente de trigo.

-¡Ah!, ése es pecado muy grave, es pecado mortal -ahí se lo comió.

Al otro día jue una gallina, también muy temprano. Y el zorro la llevó al confesionario y le dijo:

-Diga sus pecados.

-Hace dos días me comí un plato lleno de maíz.

-¡Ah!, ése es un pecado de los más grandes, usté 'ta condenada -y ahí nomás se la comió.

Los parientes del pavo y de la gallina se alarmaron y le jueron a contar al perro lo que estaba pasando. El perro dijo que él se iba a confesar al otro día. Un gallo muy vivo lo acompañó   —205→   al perro. Cuando llegaron, el confesor se dio un gran susto cuando vio al perro y les dijo:

-Yo soy confesor de aves, solamente, así el señor Gallo puede pasar solo. El señor Perro se puede ir. Yo no sé cómo se ha molestado tan temprano.

Entonce le dice el perro:

-No, señor confesor, yo vengo a confesarme, y usté, quiera o no quiera, me tiene que confesar.

Discutieron un rato y no tuvo más que confesarlo al perro.

-Diga sus pecados -le dice el confesor con voz muy débil.

-Anoche me comí una res de carne, que robé.

-¡Ah!, ése no es ningún pecado.

-Después me comí una torta que era para un regalo.

-¡Ah!, ése no es ningún pecado.

-Mordí a un hombre en la calle y casi lo maté. -¡Ah!, tampoco es ése ningún pecado.

-Ahora ando buscando al zorro para matarlo porque mi han dicho que si ha metido a confesor.

Y claro, áhi salió corriendo el zorro y el perro salió di atrás. Perdió la sotana y agarró para el lao del campo, pero el perro lo alcanzó y lo mató.



José Martínez, 30 años. Naunaucó. Ñorquín. Neuquén, 1947.

El narrador es viajante de comercio.



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84. El zorro, la gallina y el gallo

CATAMARCA

El zorro andaba por cazar a una gallina y a un gallo y no sabía cómo hacer.

Un día dispuso entrar en relación con ellos y los invitó a ir a misa. El zorro se consiguió un rosario y un libro de misa y fue y la invitó a la gallina a ir a misa.

-No -le dijo la gallina-, usté me va a cazar si voy con usté. Usté es enemigo de las gallinas.

-Pero, no señora, pero usté no sabe que yo mi hi dejado de cazar y que m' hi puesto muy religioso. Ya no hay más animales que maten a los otros que son como hermanos. Vamos a la iglesia para que Dios nos ayude a todos.

Ha oído el gallo y ha venido a ver qué quería el zorro. Y el zorro li ha dicho que los viene a convidar a ir juntos a la misa porque ya 'tán todos los animales como hermanos y tienen que cumplir con la Iglesia y con Dios.

-Vamos juntos, vamos juntos para que vean como mi hi puesto en la religión.

Y si ha creído el gallo y han tomado los tres juntos el camino de la iglesia. El zorro hacía sonar el rosario y abría el libro de misa y si hacía el que rezaba.

A la mitá del camino el zorro ha dicho que 'taba muy cansado, que se sentaran a descansar en la sombrita di un árbol. 'Taban descansando y conversando y el zorro ha empezau a preguntarle   —207→   a los compañeros cómo dormían ellos. Los dos han dicho que con la cabeza abajo 'el ala y cerrando los ojos. Y les ha dicho el zorro:

-Yo duermo con la cabeza para atrás y con los ojos abiertos. Me gustaría aprender a dormir como duermen ustedes. Se descansa mejor. ¿A ver cómo se ponen?

Áhi los dos, el gallo y la gallina, que ya si habían tomado confianza, si han puesto con la cabeza abajo 'el ala, como si durmieran. En el mismo momento el zorro ha saltado sobre el gallo y después sobre la gallina, y los ha muerto descogotandolós.

Y así los ha comido a los compañeros que creyeron que ya el zorro era como hermano de ellos.



Sara Albarracín, 24 años. Santa María. Catamarca, 1959.

La narradora ha concurrido a la escuela local. Trabaja como criada.

El motivo de este cuento es de la caza por engaño en la manera de dormir. Es variante del del decreto y el zorro confesor.





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El zorro maestro


17 versiones


Cuentos del 85 al 101



85. El zorro maestro

SALTA

Diz que una vez el zorro ha andado muy escaso de comida y pensó que iba a inventar ponerse de maestro para que le manden los hijos los vecinos y así se los comía.

Diz que ya ha hecho saber que ponía una escuela y ha ido a pedir uno por uno de los que tenían hijos en edá para educarlos. Así ha llevado pichones de palomas, de perdices, de chuñas, de patos, de águila. Siempre decía que iban muy bien en el estudio y que pronto los iba a trair a los padres pa que vieran qué alhajitas 'taban los hijos. Pero, claro, no los vían más los padres.

Diz que los padres preguntaban y siempre decía lo mismo. Entonce l'águila ha dicho que ella iba a ver qué pasaba. Y así si ha ido a la casa del zorro cuando el pícaro andaba en el campo, y ha visto los güesos y las plumas de los hijitos muertos. Entonces ha dicho que se va a vengar.

Diz que lo buscó al zorro y lo invitó a una boda en el cielo, ande podía comer y trair comida. Li ha dicho que lo va a llevá apacho. Y lu ha subido muy arriba al zorro y lu ha dejau cair. Y ha caido sobre una piedra y ha quedado muerto y deshecho. Y áhi ha bajau l'águila y que li ha dicho:

-Andá a ser maestro de los hijitos de los vecinos. Áhí 'tá el castigo de tu falsía.

Y así si ha vengado l'águila.



Guillermo Alzogaray, 52 años. Finca del Rey. Anta. Salta, 1952.

El narrador es un gaucho de la región ganadera de Salta, rústico pero inteligente y buen narrador.



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86. El gallo y el zorro

JUJUY

Dice que el gallo y el zorro eran compagres, y los polluelos eran ahijaus del zorro. Éste había ido a decir a la casa del gallo:

-Mis ahijaditos ya estarán listos para llevar a la escuela -así había ido a decir.

Y los había llevado, pero no para la escuela, los había llevado para su casa para comerselós, que es tan pícaro el zorro. Después había ido a decir al gallo que los polluelos están enfermos, que vaya a verlos la gallina, y a la gallina también se la comió. Después lo fue a trair al gallo, diciendo que la familia estaba enferma, que vaya a verlos. El gallo acompañó al zorro, pero cuando el zorro quiso agarrarlo al gallo para comerseló, el gallo no se dejó, y le dijo al zorro:

-Así no me gusta, compagre.

El zorro le contestó:

-Yo soy chancista193 compagre, no quiero hacerle nada. Sigamos no más, los polluelos deben haber muerto, los habrán llevado al cementerio.

Pero cuando ya iban a llegar al cementerio, otra vez el zorro quiso agarrarlo del cogote al gallo, pero el gallo disparó volando a un árbol. El zorro corrió gritandolé:

-Baje, compagre -pero el gallo no le hizo caso.

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Después vio el gallo que venían unos perros por el camino y le dijo al zorro:

-Compagre, vienen perros por el camino cuesta arriba.

El zorro comenzó a disparar cuesta abajo y como por ahí venían los perros, lo pillaron y lo mataron al zorro.

Así pagó el zorro lo que había hecho con la familia del gallo.



Leopolda Ramos, 45 años. Tafna. Yavi. Jujuy, 1953.

Lugareña de cierta cultura de este lugar lejano de la Puna.



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87. El zorro y el gallo

TUCUMÁN

El zorro si había hecho compadre del gallo. El gallo 'taba casao, po, con una gallina y tenían muchos pollitos. Los pollitos, po, eran los ahijaus del zorro.

Dice qui un día el zorro andaba con mucho hambre, y va y le dice al gallo:

-Compadrito, prestemé, po, los ahijaditos pa que mi ayuden a sembrar. Yo les voy a enseñar a ler y a escribir. Usté sabe que soy máistro.

-Güeno -li ha dicho el gallo, y li ha prestau los pollitos.

Los pollitos, claro, no volvían más.

Va de nuevo el zorro y le dice al gallo:

-Compadrito, prestemé, po, la comadrita pa que mi ayude a sembrar y pa que vea el adelanto de los pollitos. Ya saben mucho.

-Güeno -li ha dicho el gallo y la ha mandau a la gallina con el zorro.

El zorro, en el camino no más la come a la gallina, y se va muy contento.

A los pocos días vuelve otra vez el zorro y le dice al gallo:

-Compadrito, fijesé que no puedo terminar de sembrar con la comadre y los ahijaus. Ayudemé, po, usté también, ¿quiere?

Se va el gallo con el zorro. Y áhi lo qu' iban, de sólo 'tar, no más, el zorro le pegaba unos brinquitos al gallo, y lo mordía.

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Nai194, claro, el gallo si ha empezao a asustar. Y, claro, ya si ha dao cuenta de las intenciones del compadre, y por áhi ve un árbol y se sube al árbol. Bien alto si ha subío. Y el zorro lo que ve que se le dispara, le gritaba:

-Bajesé, po, compadre.

-No, usté mi anda por comer, compadre -le decía el gallo.

-No, compadre, bajesé, no le vuá hacer nada, mire el documento que hi firmao que no voy a matar a nadie.

Y le mostraba, el zorro, un papel, pero el gallo no quería saber nada. Y le volvía a mostrar el papel y le decía que baje.

Y güeno, áhi 'taban cuando aparece un perro qui atropellaba. Áhi el zorro no sabía qui hacer y como no podía disparar, pensó di asustar al perro. Agarró un güeso largo y lo levanta, y se lo pone como fusil al hombro, y le dice al perro:

-¡Respete, amigo, que 'ta la autoridá, que 'tá la polecía! ¡Alto! ¡Alto!

Pero el perro seguía no más. Y ha visto el perro que era el zorro y lu atropella no más. Entonce el zorro bota el güeso y sale ardiendo con el perro por atrás. Y entonce el gallo le gritaba al zorro, di arriba:

-¡Muestrelé, po, compadrito, el documento! ¡Muestrelé! ¡Muestrelé!



Juan Jiménez, 69 años. San Pedro. Burruyacu. Tucumán, 1954.

Lugareño rústico. Buen narrador.

Los dos últimos motivos son del cuento del nuevo decreto y del zorro autoridad.