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ArribaAbajo La zorra y las uvas

2 versiones y variantes


Cuentos del 352 al 353


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352. La zorra y las uvas

SAN LUIS

Dice que era una noche de gran tormenta. Tronaba y refucilaba que daba miedo. La zorra andaba buscando adónde meterse. Chorriando agua y tiritando de frío llegó a un lugar reparado. Áhi se refugió. En eso un refucilo iluminó todo. La zorra miró para arriba y vio que estaba abajo de un parral cargadito de uva madura. La zorra andaba muerta de hambre y le gustan mucho las uvas y pensó que podía comer hasta llenarse. Pero, como los parrales son altos, no sabía cómo podía hacer para alcanzar un racimo. La noche estaba muy oscura y empezó a decir:

-¡Alumbre! ¡Alumbre! ¡Alumbre!... -y saltaba.

-¡Alumbre! ¡Alumbre! ¡Alumbre!... y volvía a saltar, y nada...

Y así estuvo un buen rato saltando cuando alumbraban los refucilos, y en una de ésas pegó con el hocico en un palo del parral y quedó media azonzada. Ya vio que de ninguna manera iba a conseguir unas uvitas y muy enojada dijo:

¡Bah!, ¡pa lo que me gustan a mí las uvas!

Nicasio Muñoz, 35 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1977.

Oyó contar el cuento a Facundo Alcaraz de 40 años, de La Florida.



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353. La zorra y las uvas

SAN LUIS

Dice que era una zorra que andaba hambrienta y nu hallaba qué comer. Andaba una noche cerca de unas casas con intención de robar algo. En eso vino a dar abajo di un parral que 'taba cargado di uva. Y en eso se desató una tormenta tremenda con truenos y refucilos151. En uno de los refucilos miró pa 'rriba la zorra y vio las uvas maduritas y los racimos grandotes. Áhi pensó que se podía llenar con esa fruta que a ella le gusta tanto. Y áhi no más dijo:

-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...

Y en cuantito refuciló dio un salto, pero, qué iba alcanzar si los parrales del campo son muy altos. Y volvía a decir:

-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...

Y en cuantito refucilaba volvía a saltar, y nada. Áhi volvía a decir:

-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...

Y en cada refucilo saltaba con más juerza y ni cerca llegaba. Y volvió a decir:

-¡Alumbre!... ¡Alumbre!...

Y dio un salto tremendo, y cayó pa un lado y se dio un golpazo en el tronco de la parra, en la cabeza. Y ya vio que era inútil llegar ande 'taban los racimos, y medio aturdida, dijo:

-Bueno, ¡pa lo que me gustan a mí las uvas! Mejor que no las coma.

En eso, salió el dueño y le echó los perros.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.



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ArribaAbajoNota

El conocido cuentecillo de La zorra y las uvas es de origen griego y esópico. La variante más antigua que se conoce es la del Panchatantra, pero es, sin duda, de fuente esópica, aunque difiere del tipo fundamental de Occidente. Se ha trasmitido en forma literaria y también popular desde la antigüedad y la Edad Media hasta nuestros días casi sin cambios. La fábula puesta en versos por Fedro, La Fontaine y Samaniego se ha incorporado ampliamente a la enseñanza escolar. Quizá esta circunstancia ha influido para hacer cada vez más escaso el número de sus variantes en la tradición oral y en la falta de diligencia de los investigadores por descubrirlo en ella.

Nuestras dos versiones ofrecen algunos rasgos que las diferencian de la clásica fábula literaria y les dan semejanza con la recogida por Espinosa, hijo, en Castilla. Son ellos:

A. Una noche de tormenta llega la zorra a refugiarse debajo de un parral y a la luz de un relámpago descubre las uvas maduras.

B. La zorra dice ¡alumbre!, ¡alumbre!, y con la luz de los relámpagos salta tratando de alcanzar las uvas.

C. En una de las variantes los perros de la casa ponen en fuga a la zorra.

En la versión de Castilla la zorra dice ¡a luz!, ¡a luz! y la balea el guarda del majuelo.

Nuestras versiones y la de Castilla pueden representar, como opina Espinosa, una antigua forma esópica, que difiere de la muy divulgada de Occidente. (Tipo 59 de Aarne-Thompson; motivo J871 de Thompson).





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ArribaAbajo El zorro y el toro

11 versiones y variantes


Cuentos del 354 al 364


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354. El zorro y el toro

SANTIAGO DEL ESTERO

El zorro ha visto un toro fino y gordo, que le colgaban las bolsas, que parecía que ya se cáiban. Él conocía los toros criollos y flacos.

-Estas bolsas si han de cáir. Ya 'tán agarradas di un hilo. Yo lo hi de seguir al toro -ha dicho.

Y lo ha ido siguiendo noche y día. Cada vez que el toro hacía un invión, se balanciaban las bolsas y el zorro ha corrío a recogerlas. Y nada. El toro ha seguido. Saltaba un pozo o bajaba una cuestita, las bolsas ya parecía que se cortaban. Corría el zorro, si atropellaba con los yuyos y las pencas, buscaba, olfatiaba, y nada. El toro siempre ha seguido con las bolsas que ya se cáiban y no se cáiban.

El zorro no ha comido ni ha bebido por seguir al toro. Flaco, lastimau, casi muerto, si ha tirau sobre unos pastos y ha dicho:

-Esas bolsas no han de 'tar a punto de cáir. Les falta tiempo. Nu hi de seguir más.

Celestino Torres, 83 años. Pinto. Aguirre. Santiago del Estero, 1959.

Modesto hacendado. Buen narrador. Ha olvidado muchos cuentos muy antiguos.

La última expresión del cuento tiene semejanza con la del cuento del zorro y las uvas.



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355. El zorro y el toro

TUCUMÁN

Dicen que el zorro no conocía toros finos. Una vez en el campo vio un toro grandote y vio que le colgaba una carne entre las piernas. Entonce lo empezó a seguir para comer la carne que parecía que ya se le cortaba. Bueno, lo siguió tanto tiempo que al fin se murió de hambre y casi ciego de sé.

Por eso tenimos aquí el refrán que todos sabimos:

Andás como el zorro qui anda por tras el toro en espera de que se le corten las bolsas.

José Cirilo Gómez, 61 años. Estación Aráoz Leales. Tucumán, 1970.

Peón de campo.



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356. El zorro y el toro

SAN LUIS

Era una época en que había una seca muy grande en el campo. Los animales andaban de un lado al otro buscando bebida y comida. En esa diligencia andaba el zorro, cuando ve que viene un toro buscando agua. Lo mira el zorro y ve que al toro le colgaban los güevos y se le movían como si se le fueran a caer. Entonce dice el zorro:

-Este toro va a caer muerto en cualquier momento y lo primero que le voy a comer son los güevos. Y si no se muere se le van a caer los güevos. Lo voy a seguir.

Y lo empezó a seguir el zorro al toro. Encontró el toro un charquito de agua, tomó los tragos que pudo y empezó a comer unos pastitos. Y siguió así el toro y el zorro de atrás. Anduvo así varios días. El zorro ya no daba más de hambre y de cansancio. Y ya vio que el toro no se iba a morir ni se le iban a caer los güevos y entonce con mucha rabia dice:

¡Pa lo que me gustan a mí los güevos!

Nicasio Muñoz (h), 35 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1977.



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357. El zorro y el toro

CHACO

Resulta que ha sido un zorro. Iba por el campo siguiendo a un toro grandote. El zorro creía que lo que le colgaba al toro eran peras y él seguía esperando que cayeran la pera. Él creía que 'taban madura la pera y que se le iban a caer.

El gato suele ser travieso y se dio cuenta que el zorro que é tan vivo andaba de zonzo, y le dice:

-¿Mamó pa rejó, don Juan? (¿Dónde te vas, don Juan?)

Él le señaló al toro y le dice:

-Ajhá jhapîcuéri upérupi. (Le estoy siguiendo a éste, aquí).

Entonce le señaló al toro y le dice que tiene esa pera colgando que 'tán madura yá.

-Osórö ya'úne jhe'í el aguará. (Si se cae voy a comé -dijo el zorro).

El gato se reía de má del zorro y le decía que le siga al toro sin descansá.

Osórö ya'úne es refrán de este cuento (si se cae como). Eso é cuando la esperanza é verde. Sin esperanza... catú (puede ser).

Le ha seguido el zorro vario día, y dice, cuando se cansó:

-'Tán verde esa pera, no sigo má.

Luis Alberto Llarens, 30 años. Resistencia. Chaco, 1960.

El narrador, hombre de pueblo, es bilingüe y espontáneamente traduce sus frases del guaraní al español.



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358. El caso del toro y el zorro

MISIONES

Andaba un toro gordo, hermoso el toro, comiendo en el campo. Pasaba de un lugar a otro como todo lo animale. Uté sabe que se corre, que no queda quieto en un lugar. Y andaba detrá de ete animal un zorro. Pero se ve que ete zorro hacía ya tiempo que andaba detrá de él porque etaba flaco, flaco, flaco. Se acerca un alonsito un día y le dice:

-Pero, señor Zorro, señor Zorro, qué hace uté, porque lo veo, hace rato que lo veo acá, andando atrás de un toro.

-No -dice-, ando no má.

No quería contá el zorro.

Bueno... Se retiró el alonsito. Y al día siguiente lo ve otra ve seguile el zorro al toro. ¿Qué pasaba? Que el zorro andaba esperando que le caiga lo huevo, que hace la bolsa, esa que tiene colgada el toro, creyendo que era un pedazo de carne forrada que él tenía allí colgado. Él decía:

-Ahora cuando se suelte voy a comer.

Y así pasé... Y resulta que eso nunca se soltaba. Y el se murió de flaco. Se murió de flaco el zorro, porque resulta, porque imaginesé, eso, iba a morí el toro ante que se le caiga. Y se murió diciendo que le faltaba poco para caer.

Pablo Aguirre, 36 años. Posadas. Misiones, 1961.

Hombre de pueblo. Empleado. Buen narrador. Tiene un gran repertorio de cuentos y chistes.



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359. El zorro y el toro

ENTRE RÍOS

Dice que el zorro andaba buscando qué comer. Y como es tan astuto y haragán, vio un toro y vio que le colgaba la bolsa y se le movía. Y creyó que era comida. Y vio que la bolsa iba suelta y se movía, y parecía que se le iba a caer, esa bolsa al toro. Y comenzó a seguirlo para ver si la pierde a la bolsa. Y a cada momento le parecía que ya se le caía, al toro. Y el toro al verlo al zorro empezó a caminar, y él lo siguió. Y el toro entró en un pastizal alto. Y el zorro dijo:

-El toro aquí va a perder la bolsa.

Y cuando salió el toro del pastizal, el zorro vio que seguía con la bolsa colgada. Había una zanja. Y entonce dijo el zorro:

-Si yo lo asusto, salta la zanja y pierde la bolsa -y lo asustó.

Pero, quedó triste, porque el toro saltó y quedó no más con la bolsa colgada.

Y así siguió detrás del toro siempre esperando que voltiara la bolsa.

Y después el toro cruzó un arroyo. Y entonce se puso contento el zorro porque pensó que ahí perdía la bolsa. Pero no fue así. Y pasó el zorro el arroyo, lo siguió al toro. Y tanto tiempo anduvo el zorro detrás del toro que se puso muy flaco y   —241→   al fin se murió esperando que voltiara la bolsa. Y cuando se estaba muriendo dice:

-Total, a mí no me gustan las bolsas.

Lausa Lidia Otero de Barlengo, 42 años. Estancia La Virgen del Desierto. Lucas Villaguay, 1970.

Hacendada. Ha pasado su vida en el campo. Buena narradora.



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360. El zorro y el toro

BUENOS AIRES

Éste era un zorro que andaba con hambre. Andaba con mucho hambre. Y no podía encontrar nada para comer. Ningún animal muerto, nada podía encontrar. Y por áhi andaba por el campo, áhi. Y en eso vio un toro. Y vio que parecía que se le iban a cortar los güevos que le colgaban.

Y entonce agarró por detrás del toro. Agarró a caminar, y él decía:

-¡A quí hora se le cortarán a mi tío! -decía-. ¡A quí hora se le cortarán a mi tío! -decía el zorro.

Y al final no pudo comer nada, porque no se le cortó nada al toro. No se le cortaron nada las bolsas del toro. Y el zorro al final se enflaqueció, de cansado y de hambre. La cosa, que se murió al final.

Ángel Moyano, 62 años. Estancia San Pedro. Cañuelas. Buenos Aires, 1969.

Peón de campo.



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361. El zorro y el toro

BUENOS AIRES

El zorro andaba con hambre y buscando qué comer. En eso ve que un toro gordo andaba muy tranquilo, pastiando por el campo. Como el zorro vio que el toro tiene los güevos grandes y la parte di arriba, que los sostiene, es un cuero finito, vio que llevaba colgando esto y entonce dice:

-Se le va a cortar esta carne al toro y yo voy a poder comer.

Y lo empezó a seguir, esperando que se le cortara, al toro.

Y lo siguió muchos días. Y cada día le parecía que ya se le cortaba y seguía y seguía di atrás. El toro andaba siempre tranquilo y no sabía que el zorro lo seguía. Y si aburrió de seguirlo y no se le cortaba. El zorro se puso flaco siguiéndolo y no se le cortaba pa comerseló. Y si aburrió de seguirlo y cuando ya no podía casi caminar de flaco, tuvo que dejarlo al toro porque no se le cortaba lo que él esperaba para comer. Y ha dicho que esa carne no le gusta.

Antonio Tieri, 72 años. Azul. Buenos Aires, 1969.

El narrador ha trabajado toda su vida en las tareas del campo.



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362. El zorro y el toro

BUENOS AIRES

Resulta que el zorro le vio colgando los güevos al toro y creyó qu' eran peras. Y pensaba que se le iban a caer, que ya 'taban maduras. Y lo seguía. Andaba todo el día atrás del toro. Y se le comenzó arrimar. Y atrevido, el zorro, donde luego, se le arrimaba cada vez más a las patas del toro, y decía:

-Ya, ya se le cáin las peras a mi tío.

Y ya tuvo el atrevimiento de allegarse152 más y más. Cuando el toro vido que estaba encima queriendolé agarrar las peras, le encajó una patada al zorro que lo tiró lejo. Y entonce el zorro respondió:

-¡Paf! ¡Pa lo que me gustan las peras a mí!

Felipe Lasarte, 62 años. Bahía Blanca. Buenos Aires, 1959.

Oyó este cuento entre los reseros de este lugar y de Rauch.

Es evidente la semejanza de este cuento con el 625 de esta colección y el del zorro y las uvas.



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363. El zorro y el toro

NEUQUÉN

El zorro vio que andaba un toro. En el campo andaba. El toro era gordo y le colgaba las bolsa al toro. Era fino y tenía bolsa grande, el toro.

El zorro no conocía toro, no había visto. El zorro era de la Cordillera153. Entonce pensó que eso se le tenía que cair al toro que colgaba eso di un chiquito de cuero. 'Tonce lo siguió al toro. Un poquito de lejo. Se escondía en el paso y lo seguía. Y el toro anduvo vario día. Y andaba y andaba. Y el zorro por seguilo no comía y no dormía. Y siempre miraba esta bolsa de carne gorda. Y no se caiba y no se caiba.

Y al fin el zorro, de tanto andar y andar, sin comer, ni tomar agua, ni dormir, se murió de flaco. Así se murió el zorro.

Antonio Colimán, 30 años. Junín de los Andes. Huiliches. Neuquén, 1960.

El narrador es hijo de araucanos. Ha concurrido a la escuela primaria del lugar.



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364. El zorro y el toro

NEUQUÉN

Que una vez andaba un zorro atrás de un toro. El zorro vía que al toro le colgaba atrás una carne, que ya se iba a soltar. El zorro pensaba que el toro andaba enfermo. Y es que le colgaban los compañones154. Este zorro no conocía esa clase de toro. Era fino ese toro. El zorro pensaba que era enfermedá y decía:

-¡Ojalá que se muera! ¡Ojalá que se caiga esa carne!

Y el zorro andaba atrás del toro. El zorro caminaba mucha legua atrá. Y el toro comía y tomaba agua y el zorro no comía nada. Y dice que no le cayó nada al toro. Y dice que no cayó nunca muerto el toro. Y se cansó de andar el zorro. Y no podía andar de flaco y de cansado. Y lo dejó al toro que le caigan los compañones y que se muera. Y se murió el zorro por andar atrá del toro.

Antonia Pérez, 17 años. Catán-Lil. Neuquén, 1945.

La narradora es hija de Avelina Cayulef, araucana que sabe muchos cuentos tradicionales que aprendió de los criollos, pero que los cuenta en su lengua materna. La narradora ha concurrido a la escuela primaria, entiende el araucano pero no lo habla.



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ArribaAbajoNota

En general, las versiones de este cuento de El zorro y el toro no han sido recogidas de la moderna tradición oral. En nuestro país ganadero tiene amplia difusión. Aquí reunimos once versiones con los motivos fundamentales del cuento tradicional y algunos rasgos nuevos:

A. Un zorro hambriento sigue a un toro en espera de que se le caigan los testículos.

B. En una larga y penosa persecución el zorro cae muerto de hambre y de sed (cinco versiones).

C. Ante la inutilidad de su aventura el zorro se aparta ya extenuado y dice, como la zorra de las uvas, que están verdes esas peras o que no le gustan las bolsas.

Es el tipo 115 de Arne-Thompson.





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ArribaAbajoEl labrador, el tigre y el zorro

16 versiones y variantes


Cuentos del 365 al 380


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365. El labrador, el tigre y los cazadores

SALTA

Resulta de que estaba un labrador arando, era un hombre pobre, con sus dos bueyes155, una tarde, a la hora de la siesta. Cuando de golpe se le presenta el tigre, y le quiere dar el zarpazo. Y el hombre, ¡ay!, asustado, pega un grito, ¿no? Y entonces el tigre le dice:

-Mirá, si no querés que te coma a vos, dame los bueyes.

Y el hombre le dice:

-¡Ay!, pero, mire, es lo único que tengo -le dice-. ¿Cómo me vas hacer esto?

-No sé, si vos no querés que te coma a vos, dame los bueyes.

-¡Ay!, yo te voy a pedir un favor, que me dejés terminar di arar mi rastrojo, y entonces ya llevatelós a los bueyes. Porque si no me vas a perjudicar. Mi familia va quedar sin nada.

-Bueno -dice-, pero yo no me voy a mover de aquí. Vos terminás de arar y me entregás los bueyes porque si no te como a vos.

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Y el hombre empezó apenado. Seguía arando y arando, y el tigre áhi quieto. En eso el labrador empezó a escuchar unos tiros a la distancia. Y para él fue un sosiego, porque dijo:

-Viene alguien para que me ayude.

Y cada vez los tiros más cerca, más cerca. Y el tigre le dice:

-¡No te vas a mover de aquí! ¡No te vas a mover de aquí!

Y este hombre rezaba a todos los santos, de que esta gente se acercara. Y en efecto, no pasó mucho tiempo, se acercaron.

-¡Buenas tardes!

-¡Buenas tardes!

-¿Qué anda haciendo? -le dice.

-Ando arando, señor.

-No vas a querer hablar -le dice el tigre.

-'Toy arando, señor, mi rastrojo.

Dice:

-¿No nos darías permiso para cruzar hasta el otro lado?

-No se te ocurra dar permiso -dice el tigre.

-Ay, señor, si pasan por acá, la tierra 'tá recién ablandada, me lo van echar a perder.

Dice:

-Por l'orillita aunque sea pasaremos.

-No se te ocurra -le decía el tigre por lo bajo.

-No, señor -dice-; yo tengo miedo, algo puede ocurrir.

-¿Qué es eso overo que se ve allá? -le dice uno de los cazadores.

-Decile que son porotos -le dice el tigre.

-Son porotos, señor, eso es lo que estoy por sembrar156.

-¿Porotos? ¿Y por qué no los ponés en una bolsa, no ves que se te van a desparramar todos?

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-No tengo bolsa, señor.

-Mirá, yo te voy a prestar una. Y el tigre le contesta de abajo:

-Hacete que me vas a meter en la bolsa, pero no se te ocurra meterme.

Bueno. Viene el hombre, recibe la bolsa y lo mete no más al tigre.

-Atala bien -le dicen los hombres.

Entonces el tigre le dice:

-Vos hacete que me vas atar, pero no me atés nada.

El hombre lo mete dentro la bolsa y lu ata bien.

Y le dice:

-Mirá, ahora para que les salga la cáscara dura, pegale con el ojo 'el hacha. Eso es lo mejor.

-No se te ocurra -dice el tigre-. Hacete el que me vas a pegar, pero no me pegués a mí.

Y agarra el hombre el hacha y le pega el hachazo al tigre en la cabeza y lo mata y así se pudo salvar, pues, él y sus bueyes.

Lía Escobar de Saravia, 70 años. Macapito. Anta. Salta, 1952.

Narrado en Salta por Delia Corvacho de Saravia, 1970.

Es una variante del cuento tradicional.



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366. San Isidro, el tigre y el zorro

El sembrador y el tigre


TUCUMÁN

Que dice que el tigre se encontraba con hambre y salió a buscar qué cazá.

Que dice qui ha 'tau arando San Isidro, y si ha arrimau el tigre y li ha dicho que quería comele los güeyes. Y que no quería aceder San Isidro porque se quedaba sin güeyes para trabajá. Y que lu habló a San Isidro y lu emplazó. Y de que según parece el tigre lu emplazó a una hora, que se decida, que él entregaba los güeyes o el tigre lo comía por las malas a los güeyes y a él. Y el tigre si ha ido pa volvé a l'hora. Y San Isidro 'taba muy triste.

Entonce llegó, si aprosimó el zorro y le preguntó qué le pasaba.

Entonce San Isidro le contó al zorro lo que le pasaba, lo que li había dicho el tigre, que si no cede y le da los güeyes, lo comía a él.

Entonce el zorro le dijo a San Isidro que le arreglaría lo que le pasaba, pero con una condición. Entonce San Isidro le ha dicho que siendo que lo salvase, que no le interesaba la condición.

La condición era que cuando el zorro llegue a la casa de San Isidro le tiene que dar una gallina. Y San Isidro acedió en la condición.

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Entonce que le dice el zorro a San Isidro a qui hora iba a venir el tigre. Y él le dijo. Entonce el zorro quedó en venir a esa hora para salvarlo a él y a los güeyes.

Entonce se escondió el zorro hasta que llegó el tigre. Y la hora llegó y se presentó el tigre. Y entonce el tigre le pidió los güeyes a San Isidro.

Áhi el zorro que habló con voz bien juerte y preguntó si no lu han visto a don Toribio; don Toribio se llama el tigre en los cuentos, y Juan, el zorro.

Entonce el tigre si asustó y le dijo que diga que no.

San Isidro dijo que no y entonce el zorro, muy enojado, qui ha dicho:

-No me mienta, amigo, que yo ando con veinticinco perros y un caschi157 y ando con orden de matálo al Toribio.

Entonce el tigre le dice a San Isidro por un bajito:

-Escondamé, no quiero que mi halle ese tigrero -y el zorro seguía diciendo que don Toribio anda áhi y San Isidro seguía contestando por orden del tigre que no lu había visto. Y el zorro seguía insistiendo en que no mienta, amigo.

Entonce el tigre vio un saco de cuero que tenía áhi San Isidro y le pidió que lo escondiera en el saco. Y San Isidro lo escondió en el saco. Y si aprovechó y li ató bien la boca.

Entonce el zorro se llegó ande 'taba San Isidro y le dice:

-Digamé, ¿qué es lo que trái en esa bolsa de cuero?

-Son porotos, señor -qui ha dicho San Isidro.

Y entonce que dice el zorro:

-A ver, amigo, gólpie con l'hacha, eso, pa ver qué es.

El tigre que le pedía bajito que si haga no más el que gólpia y que no lo gólpie. Pero San Isidro aprovechando que ya lo tenía seguro lo mató con l'hacha.

Entonce el zorro le dice:

-Bueno, amigo, yo hi cumplido, espero que usté cumpla con la condición que yo hi puesto.

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Y San Isidro le iba dando una gallina por día. Y ya s'iba acobardando con el zorro que le comía todas las gallinas. Y entonce le dio fastidio y dijo que no le entregaría más gallinas puesto que él iba a quedar sin gallinas. Y entonce San Isidro, cuando iba el zorro a pedirle gallinas, l'echó los perros.

El zorro salió corriendo y decía: Así es, un bien con un mal se paga.

Francisco José Almonacid, 30 años. San Pedro de Colalao. Trancas. Tucumán, 1957.

Lugareño rústico, pero inteligente. Buen narrador.

San Isidro es el protector de la agricultura y la ganadería y como tal muy celebrado en el noroeste argentino.



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367. El arador y el tigre

TUCUMÁN

Diz que un hombre 'taba arando. Qui había veníu el tigre. Que li había dicho al arador que le diera un güey para comerlo.

Diz que el hombre era muy pobre y 'taba muy triste y asustado.

Entón dice que había salíu un zorro al bordito y di áhi dice que fingía la voz gruesa de un hombre tigrero. Y le había preguntau al arador si no había visto al tigre, que lu andaba buscando pa matarlo.

Entón que el tigre ha tenido miedo y li ha dicho al hombre que diga que no.

El hombre ha dicho que no, y que li ha güelto a preguntá que qué era eso overo que 'taba áhi.

Y di áhi dice que el tigre le dice que le diga que son papas negras y blancas.

Y entón el hombre li ha dicho. Y el zorro que li ha dicho que los eche al costal que tiene áhi.

Y entón que le dice el tigre:

-Hacete que mi echás y no me echís.

Y el hombre diz que lo ha echado.

-Atale la boca -diz que li ha dicho.

-Hacete que mi atás y no mi atís -que dice el tigre.

-Ya lu hi atado -que ha dicho el hombre.

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-Entón dale con el ojo'i l'hacha -que dice el zorro.

-Hacete que me das y no me dís -ha dicho el tigre.

Y que el arador lo ató bien y le pegó y lo mató.

Y despué que lo mató recién si había largau el zorro, si había hecho ver que era zorro, y no tigrero.

Entón el hombre li ha dicho al zorro:

-Te güá trair una gallina.

-No, vos me vas a tráir perros pa matarme.

El hombre li ha dicho que no. Y si ha créido el zorro. Tan dehagradecido el hombre, de allá viene con el costal que traía los perros, engañandoló al zorro. Y di áhi que li había largau los perros y lu habían agarrau. Y entón el zorro que dice:

-Un bien con un mal se paga.

Y entón el zorro si ha podíu librá de los perros y se había entráu en la cueva. Los perros lu han corríu y si han quedau áhi, esperando que salga.

Y del susto, que li había pasau algo al zorro, y que si había sentíu la cola sucia. Y entón dice:

-Estas patitas tan ligeras mi han salvau. Esta cola sucia que no sirve para nada, se la voy a dar a los perros. Diz que el zorro ha hecho ademán de tirarla.

Si ha descuidau el zorro y ha llegau muy cerca de la puerta de la cueva y lu han agarrau los perros y lu han muerto. Y áhi ha terminau.

Teófila Hortensia Armeya de Vargas, 64 años. San Pedro de Colalao. Trancas. Tucumán, 1957.

La narradora es mujer del pueblo, de este pueblito serrano. Muy buena narradora.



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368. El labrador, el tigre y el zorro

TUCUMÁN

Cierto día un labrador estaba trabajando la tierra. En esos momentos se le apareció un tigre. Y le dijo al labrador:

-¡Me das uno de tus bueyes para comerlo!

Entonces el labrador dijo:

-Cómo te voy a dar uno de mis bueyes si los tengo para trabajar.

Entonces el tigre le dijo:

-Dame uno o te comeré con bueyes y todo.

-No -que le dice el labrador-. ¿Cómo me vas a comer a mí y a mis bueyes? ¿Qué va ser de mi familia y de mis hijos?

Entonces el zorro que andaba por ahí, alrededor, oyó la discusión y con su picardía gritó para defender al labrador, gritó:

-¿Oiga, señor, no me ha visto al tigre? Lo ando buscando con cien perros para matarlo.

Al oír eso el tigre creyó que era un cazador que lo andaba buscando. Entonces se tiró largo a largo en la tierra.

Y le dijo al labrador:

-Dile que no me has visto.

Y entonces el labrador:

-No, señor, no lo vi.

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Entonces el zorro dijo:

-Y ese bulto que está ahí.

-Dile que son porotos para sembrar.

-Son porotos para sembrar -contestó el labrador.

-Oiga, señor -dijo el zorro-, pero si son porotos, echelós en esa bolsa y atelé la boca.

-Echame con cuidado y hacete que me atás -le dice el tigre.

El labrador lo echó en la bolsa y le ató bien la boca.

-Oiga, señor -dijo el zorro-. Pero esa bolsa está muy esponjosa. Agarre y peguelé con el ojo del hacha hasta que quede bien ceñida.

Al oír esto el tigre le dijo:

-Agarrá el hacha, pero hacé que me pegás.

Y el labrador empezó a pegarle una tras otra hasta dejarlo muerto al tigre.

Óscar Sánchez, 21 años. Campo Grande. Graneros. Tucumán, 1970.

El narrador ha cursado todos los grados de la escuela primaria. Oyó este cuento desde niño en su región.



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369. El labrador, el tigre y el zorro

TUCUMÁN

Diz que era un hombre que estaba sembrando papas con arado de palo y con la yunta de bueyes. Diz que ha venido el tigre y le ha dicho:

-Amigo, apuresé a arar pa comele los bueyes.

Y el hombre si ha asustau, pero li ha dicho:

-Salga lejito y espere qui acabe di arar para entregale los bueyes.

Y el tigre se puso lejito a esperar.

Y en eso que había llegau el zorro y que le dice que él lo iba a salvá. Entonce que le dice:

-Vea -que le dice-, yo voy a gritá de esa loma y usté va a decir que nu es el tigre, que son papas. Yo le voy a preguntá.

Y diz que el zorro ha dicho qu'era un campero qui andaba buscando al tigre pa matarlo. Y li ha dicho al hombre si no era eso que áhi 'taba. Y el arador ha dicho que son papas pa sembrá, que son papas negras y blancas. Y entonce li ha dicho que las eche entonce, en un costal que áhi tenía. Y el tigre, con miedo, li ha dicho:

-Hacete que m'echás no más, pero no m'echís.

Y el arador lu había echau, no más.

Y el zorro li ha dicho que lo ate bien.

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-Hace que mi atás, pero dejame flojito -li ha dicho el tigre.

Y diz que le dice el zorro que le dé con l'ojo 'e l'acha.

-Hacete que me pegás, pero no me peguís -que le decía el tigre.

Nai, entonce el dueño 'e los bueyes le dio no más con l'ojo 'e l'acha, y lo mató al tigre, el arador.

Y li ha teníu que pagá al zorro. Y que li ha dicho:

-Y bueno, ahora que vos me has salvado, yo te voy a pagar. Te voy a dar un costal de gallinas.

Y al otro día ha llegau el hombre con el costal lleno. Y diz que el hombre había llevau un costal de perros. Y que entonce le dice el zorro:

-Soltemeló158 una pa divertirme.

Y diz que el hombre le ha dicho:

-Todas te las soltaré.

-No, una no más.

-Todas, aunque no tengás necesidar159.

Y diz que le ha suelto todos y diz que lo han agarrau los perros al zorro y lu han hecho triza. Cuando lu han estau matando los perros al zorro diz que le ha dicho al hombre:

-¡Ah!, un bien con un mal se paga...

Carmen González de Palacio, 64 años. El Bañado. Tafí. Tucumán, 1951.

Campesina muy rústica, pero inteligente. Muy buena narradora.



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370. San Isidro labrador, el tigre y el zorro

Había llovíu. Áhi San Isidro ha buscau sus güeyes, los uñó al arado de palo y si ha puesto a arar. Había lleváu un saco de cuero, de esos antiguos, de porotos y máiz, y áhi 'taba para empezar a sembrar.

El tigre ha andau por esos lugares con mucho hambre, ha saltau el cerco del rastrojo y se li ha presentau:

-Miró, Isidro, te vengo a comer un güey. Si no me lo das, te como los dos güeyes y te como a vos.

-Pero, no, don Simón, como va hacer eso. Voy a dar la güelta en la melga y vamos hacer un trato.

Don Simón li ha permitido y si ha echan en una sombra.

San Isidro ha seguíu arando, muy triste.

El zorro, que siempre anda atrás del tigre, que deja la presa que caza tapada, pa volver, si ha dau cuenta de todo. Cuando San Isidro ha dau la güelta, el zorro li ha gritau, haciendo la voz gruesa:

-Isidro, ¿no mi ha visto al tigre? Lu ando buscando pa matarlo. Ando con diez perros tigreros y ya 'tán por saltar el cerco. Le andamos siguiendo el rastro.

El tigre si ha llevau un susto tremendo y li ha dicho que le diga que no lu ha visto.

-No, señor tigrero, nu ha veníu don Simón.

-Y eso que overea áhi, ¿qué es?

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-Es mi saco con porotos, señor tigrero.

-Metalós adentro y atelé la boca.

-Meteme, meteme -le decía el tigre por lo bajo.

Y San Isidro lo metió y le ató bien la boca del saco.

Y le gritó el zorro:

-¡Aplaste ese saco con l'hacha!

Y agarró San Isidro y le pegó hasta matarlo.

Y áhi vino el zorro y San Isidro le agradeció.

Y el zorro le pidió unos corderitos.

Al día siguiente vino San Isidro y trajo en una bolsa con dos caschis y se los largó al zorro y lo mataron.

Como el zorro es tan dañino, San Isidro lo hizo matar pa que no haga perjuicio.

Sofía de Jesús Silva, 60 años. Manogasta. Silípica. Santiago del Estero, 1950.

Campesina. Buena narradora.



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371. El tigre y el zorro

CATAMARCA

Una vez que andaba muerto de hambre el tigre. Se encontró con el zorro y le dijo que lo iba a comer. Entonce el zorro le dijo que no, porque era muy chico, que iba a ser un solo bocado. En cambio, que en el campo que andaba un arador y le dijo que a él lo coma, que lo coma con bueyes y todo. Entonce el tigre le ha dicho que bueno, y si ha ido a enfrentarlo.

Y el zorro le ha dicho que él le va salvar la vida, al hombre. Y le ha dicho el zorro todas las preguntas que le va hacer él de arriba 'e la loma.

Y el tigre que ya lo iba a cazar al hombre y pega el grito el zorro, haciendo la voz gruesa.

Entonce que dijo el tigre que ésos eran los cazadores. Y se ha quedau áhi, achatadito.

Y el zorro li ha preguntau si ha visto al tigre que lu anda buscando. Y el tigre le decía lo que le iba a contestar. Y el hombre le ha dicho que no.

-Y ¿qué es eso overo que 'tá áhi?

-Son porotos, señor.

Entonce li ha dicho el zorro que los ponga en la bolsa y ate la bolsa.

Entonce lo pone adentro al tigre y le ata la bolsa.

Entonce el zorro le dice que le pegue con l'ojo 'e l'acha que se ajusten las costuras.

El hombre le pega con l'ojo 'e l'hacha hasta que lo mata y se salva.

Hugo Martín, 15 años. Plaza de San Pedro. Fiambalá. Tinogasta. Catamarca, 1970.

Alumno de la escuela primaria del lugar.



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372. El zorro, el arador y el tigre

CATAMARCA

Dice que un día que andaba el tigre con muy mucho hambre buscando qué comer, que 'bía visto a un hombre que estaba arando con una yunta de bueyes y se 'bía arrimao. Y dice que le 'bía dicho que si no le daba un buey lo iba a comer a él. Entonce que el hombre le 'bía dicho que güeno, que l'iba a dar un buey, pero que espere un poquito, hasta que termine de arar esa melguita. Entonce dice que el tigre se 'bía echao a esperar cerca del cerco. En eso dice que el zorro que 'bía estao sobre una lomita, le 'bía pegao un grito al hombre:

-Oiga, amigo, ¿no me lo ha visto al tigre? Aquí lo andan buscando 25 soldaos, por un potro que 'bía carniao y lo van a llevar a la policía engrillao.

Entonce que el tigre le 'bía dicho al hombre:

-Digalé, amigo, que no mi ha visto.

Entonce el hombre 'bía contestao:

-No, amigo, no lo hi visto al tigre.

Entonce el zorro le 'bía dicho:

-¿Y qué es ese bulto overo que está al lao 'el cerco?

Y el tigre que le 'bía dicho al hombre:

-Digalé, amigo, que es un montón de papas blancas y negras.

Y el hombre le 'bía dicho al zorro:

-No, amigo, ése es un montón de papas blancas y negras.

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Entonce el zorro le 'bía vuelto a gritar:

-Supuesto que son papas, ¿pórque no las echa en una bolsa y las ata?

Y el tigre le 'bía dicho al hombre:

-Echemé, amigo, en la bolsa -y el hombre que lo 'bía echao en la bolsa y lo 'bía atan bien.

Entonce que 'bía dicho:

-Y güeno, si es cierto que son papas, ¿pórque no le pega con l'ojo 'e l'hacha?

Y dice que el tigre le 'bía dicho al hombre:

-Güeno, amigo, hagasé de pegarme juerte y peguemé despacito.

Entonce dice que el hombre 'bía alzao l'hacha y tanteandolé donde tenía la cabeza el tigre, 'bía braciao y le 'bía metío un hachazo con todas sus ganas y le 'bía partío la cabeza al tigre. Entonce dice que se 'bía largao una carcajada el zorro y 'bía salío retozando de gusto. Y según dice todavía por áhi anda cazando perdices.

Presentación Aguaisol, 35 años. Toroyaco. Santa María. Catamarca, 1959.

Campesina nativa de la región, una meseta situada a 3100 m de altura.



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373. El sembrador y el tigre

CATAMARCA

Diz que andaba un labrador arando para sembrar papas. Y había alcanzau a ver a la distancia un bulto que se movía y él no sabía qué era. Entonces que se acercó más y lo alcanzó a ver que era un tigre. Y de lejos no más el tigre le dice que lo iba a comer a él y a los güeyes. Y el hombre le dijo que no lo comiera. Que no se allegara.

Y en esto andaba por áhi cerca un zorro, y entonce se allega al hombre y le dice que no tenga miedo, que nada le pasará.

Entonce el zorro le grita al hombre haciendo la voz ronca:

-¿No me ha visto al tigre, amigo, que vengo a matarlo con veinte perros?

Entonces el tigre le dice al hombre que diga que no lo ha visto. Y el hombre le dice que no, que eso que 'ta áhi son porotos blancos y negros para sembrar. Entonce el zorro dice que si es cierto eche los porotos en un saco de cuero que tiene áhi y que lo ate bien, pa que no se vuelquen. Y el tigre le dice que lo eche a él en el saco. El hombre lo echa en el saco y lo ata bien. Entonce el zorro le dice que le pegue con el ojo 'el hacha, y el hombre áhi no más le pega en la cabeza al tigre y lo mata. Entonce se allega el zorro y le dice que tiene que pagarle muy bien. El hombre le dice al zorro que en seguida le traerá una bolsada de gallinas.

Entonce el hombre había ido y había recogido una bolsada de perros. Entonce al día siguiente volvió al lugar ande lo encontró al zorro y le dijo:

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-Ya te traje lo que te prometí. Entonces el zorro le dice:

-Echemelás pa divertirme -claro que creía que eran gallinas, y 'taba muy contento el zorro.

Y entonce el hombre le largó los perros.

Entonce, cuando le largó los perros, el zorro trató de disparar lo más que pudo. Y tuvo tiempo de meterse en la primera cueva que encontró. Los perros se quedaron en la puerta de la cueva. Y áhi quedó. El zorro de susto hasta se había ensuciado. Después de largo rato, creyendo que se habían ido los perros, el zorro, empezó a decir:

-Estas patitas que me han salvado -y se las lamía-. Y estos ojitos que miraban bien -y se los tocaba-. Esta cola grande me estorbaba, y te has ensuciau ¡cola cochina! ¡Agarralá, perro! ¡Convela, perro! -y se hacía que tiraba la cola.

Y en esas pruebas que hacía, como si tirara la cola para ajuera de la cueva, la ha sacado sin darse cuenta y la han agarrado los perros. Lo sacaron los perros al zorro y lo hicieron bolsa.


Y entra por un zapato roto,
que usté me cuente otro.



Rosa Villagra de Sánchez, 65 años. Santa María. Catamarca, 1957.



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374. El sembrador, el tigre y el zorro

CATAMARCA

Dice que una vez había cazau el tigre un burro. Lu había escondido, dice, en un hueco, y lo 'taba cuidando. El zorro había olfatiado y quería comer alguito, y lu había corriu el tigre. No lo dejaba comer. Entonce, el zorro, dice, li había tirau una piedra di un alto para un güeco. Lo había entretenido al tigre, y en eso había dado la vuelta por allá y viene y li había miau la presa. La ofensa más grande para el tigre. Que el tigre es un bicho muy limpio. Para comer saca las tripas, saca la panza, y las tira lejos, y recién come. Y ya con la miada, dice, del zorro, dice, que no si arrimaba si quiera. Y lo había sacau por una quebrada arriba al zorro. Y el zorro había disparau. Dice:

-¡Vas a morir en mis mano!

Había dau la vuelta una abra, dice. Se vía un campo. 'Taba un agricultor sembrando. Que era muy pobre el agricultor. Había alquiríu una yunta 'e bueyes. Había conseguíu una maleta de porotos, dice, para sembrar, dice. Y había derramau160, y había hecho sobrar. Entonces el zorro había venido. Había pasau por el portillo. Había bandiau para allá. Y el tigre ya ha veníu medio cansau. Que el tigre es flojo para largas distancias. Es de atropelladas cortas, que en eso nu hay quien lu iguale. Pero ya pa largas distancias, por el peso, se despea, y lo liquida el cansancio.

Había ido y lo había visto al agricultor más fácil con los bueyes.

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-Bueno -dice-, acabá di arar y ya te guá comer a vos y a los güeyes.

-¡Ay!, señor Tigre, dice, haga el favor, ¡no me vaya a comer! Yo soy muy pobre, tengo siete hijos, mujer. ¡Quién les va a dar de comer! ¡Cónque les van a pagar los güeyes a mi compadre!

-No, yo nu atiendo, dice, reclamos ni ruegos, dice, acabá y te como.

En eso, dice, el zorro había visto la oportunidá y había subiu en el caballo qui ha dejau el arador en la puerta, dice. Y había pegau unos gritos, dice, y ha sacau del espantajo la gorra y una chaqueta de agente161, dice, y un palo largo como espada. Y si había subíu a la loma, y le grita al sembrador:

-¡Ep!... ¡Amigo!...

-¿Qué dice, señor?

Y ya el tigre si había achatau tras di un bordo.

-¿Qué hacés áhi?

-Aquí estoy, señor, sembrando los porotitos -que dice.

-¿Ya ha acabau?

-No, señor -dice.

-Oí, ¿nu has visto por áhi un tigre? Anoche diz qui ha muerto la vaca, allá, di un rico, dice, en la estancia di un rico. Lu andan siguiendo toda la policía, dice.

-¡Alto, soldados!... -que gritaba y que se daba la vuelta y hacía ver el ademán pa atrás.

-Decile que no mi has visto. ¡Decile que no mi has visto! -que le decía el tigre.

-No lu hi visto, señor. No lu hi visto.

-Y ese overo que está ahí, ¿qué es?

-Decile que son los porotos.

-Esos son los porotos, señor.

-¿Y pórque los tenís afuera de la maleta? Embolsálos rápido, hombre, no se vuelquen.

-Echame, echame en la maleta -dice- despacito.

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Que li había abierto la maleta y li había dicho al tigre, que se ramiara y se entrara con cuidadito en la maleta. Lo que era grande le quedaba ajuera la cola parada, dice.

-Mirá, hombre, 'tan saliendo un montón de porotos, dice, pa ajuera. Metelos bien y atale bien la boca.

-Hacete qui atarme. Hacete qui atarme. Hacete qui atarme.

Qué, nada, el tipo li había fruncíu la boca, amigo, y li había metéu una riata162 con un tiento de esos que no fallan. ¡Mejor qui hacer con un tiento de esos!

-Ya 'tá, señor -que le dice.

-Pero, hombre, taponialo. Taponialo con l'ojo 'el hacha.

Había ido y había traido la hacha. Y dice que ya si había arrimado el zorro.

Que le dice el tigre:

-Hacete que me pegás pero no me peguís.

Puta, li había agarrau y le había puesto un ojazo163, dice que brincaba como dos metros el tigre en la maleta, para arriba. Y meta, y meta. Y ha venido el zorro y li había ayudau, dice, con el palo. Lu habían liquidau al tipo.

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.



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375. El sembrador, el tigre y el zorro

CATAMARCA

Sucede que había un hombre muy pobre con mucha familia, que había llevado un saco de porotos para sembrar.

'Taba sembrando; con un par de bueyes, arando. Araba con el arado que se usaba antes, con un arado de palo.

Entonce dice que, en eso que 'taba arando, llega un tigre. Y le dice:

-Te voy a comer. Te voy a comer a vos y a los bueyes también.

-¡Ah, que no señor, que hagamé el favor, que esperemé que voy a arar, voy a sembrar esto para mis hijos, para mi esposa, que van a quedar. ¡Qué será de ellos si no les dejo algo!

-Bueno, te voy a esperar -y se ha echado.

Se echa a esperarlo. El hombre clamando y rogando a Dios que lo salve de alguna forma.

Cuando parece que andaba un zorro por áhi y se ha dado cuenta, ¿no?, lo qué pasaba. Y entonce que dice:

-¡Señor arador!

-¿Qué dice, señor?

-¡Oh! ¡Qué es eso! -que dice el tigre.

-Deben ser cazadores -que le dice el arador-. Cazadores. Andan por áhi cazando animales, seguro.

Que dice el zorro:

-¡Señor arador!

-¿Qué dice, señor?

-¿No lu ha visto al tigre, por áhi?

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-Decile que no, decile que no -dice el tigre en secreto.

-No lo he visto, señor.

-¿Y eso overo que está áhi?

-Decile que es tu saco -dice el tigre.

-Es mi saco, señor. Es mi saco con porotos.

-Bueno, echalos en el otro saco a los porotos y atale la boca, y metele con el ojo del hacha.

-¡Ah! -que dice el tigre-. Bueno, bueno, meteme, meteme, pero atame despacito no más.

Bueno, lo metió al tigre y le dice:

-¿Adónde está la cabecita, para no pegarte por la cabecita? -que dice el arador.

-Aquí está, aquí está, no me vas a pegar. Despacito no más.

Bueno, y claro, el otro ya cuando supo que era la cabeza, ya le pegó que lo dejó muerto. Lo rompió, lo hizo pedazo en la cabeza.

Bueno... De allá es que viene el zorro y le dice:

-Ves, ya te he salvado. ¿Qué me vas a pagar por lo que t' hi salvado?

-Y no sé qué querrá, usté, señor -que le dice el arador.

-Bueno, yo quero un parcito de caponcitos y pollitos -dice el zorro.

-Bueno, mañana le voy a traer.

Y había hecho la cutama164 como la llevaban antes. De un lado le puso los pollos y del otro lado, dos galgos. Y la cargó en un burro y se fue.

Bueno... Llegó el hombre al rastrojo y ya lo estaba esperando el zorro. Bajó la cutama.

Bueno... Le soltó primero los pollos. El zorro los hacía andar, los hacía jugar, y recién los comía.

-Bueno, ahora te largo los capones -le dice- y le soltó los perros.

Y salió el zorro a todo disparar. Lo corrían los galgos hasta que encontró una cueva y se entró. Llegaron los perros y casi   —275→   lo alcanzaron a agarrar de la cola, pero el zorro se entró en la cueva. Entonce se quedaron en la puerta de la cueva. Calladitos se quedaron esperando que saliera el zorro.

El zorro, cansado, se tiró en el fondo de la cueva. Ya cuando se le pasó un poco el susto dice que empezó a pensar lo que le había pasado, y decía el zorro:

-Estas patitas, estas manitos, si no hubieran sido ellas, me pillan los perros y me matan. Ellas corrían como el viento. Estos ojitos, que miraban para todos lados y vieron la cueva, me salvaron la vida. Pero esta cola sucia -que le había pasado una desgracia con el susto-, esta cola hedionda, por culpa de ella casi me comen.

Y creyendo que los perros se habían ido, es que dice, al tiempo que reculaba en la cueva:

-Tomó esta cola cochina, perro. Comela, perro. Comela, perro.

Y sacó la cola y lo agarraron los perros. Y mientra lo corrían y lo mordían los perros, el zorro gritaba:

-¡Señor arador, un bien con un mal se paga! ¡Un bien con un mal se paga!

Y lo hicieron pedazo al zorro los perros.

María Adela Oviedo de Nieva, 68 años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.



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376. El zorro, el tigre y el hombre

LA RIOJA

Una vez estaba arando un hombre. Ha venido un tigre y le dice que le iba a comer los bueyes. El hombre le dijo que espere que termine de arar y recién los coma. El tigre se echó a esperar.

Un zorro estaba sobre una loma. Le gritó al hombre si no lo vio pasar al tigre, que venían unos hombres y unos perros buscandoló. El hombre contestó que no lo vio pasar. El zorro le dice:

-¿Qué es eso overito?

Le dice el tigre al hombre:

-Digalé que son porotos.

El hombre le dice:

-Son porotos.

El zorro le dice:

-Echelós en la bolsa.

El tigre le dice al hombre:

-Echemé en la bolsa.

El hombre lo echó.

El zorro le dice:

-Cosalé la boca a la bolsa.

El tigre le dice al hombre:

-Coseme la bolsa.

Así lo hizo el hombre.

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El zorro le dice al hombre:

-Peguelé con l'acha.

El hombre tomó el hacha y lo mató al tigre.

El zorro salvó al hombre y a los bueyes.

El hombre le ofreció al zorro un pollo de recompensa.

Al día siguiente vino el hombre emponchado trayendo un perro abajo del poncho en lugar de un pollo.

Lo llamó al zorro engañandolé que recibía el pollo, que se acerque.

El zorro le dijo al hombre:

-Suelteló para pillarlo -maliciaba que no tenía ningún pollo.

Cuando se acercó un poco el zorro, el hombre le largó el perro, y el perro lo corrió al zorro, pero no lo alcanzó.

Después volvió el zorro y le dijo al hombre:

-Bien dicen que un bien con un mal se paga.


Zapatito roto, roto,
que doña Justina cuente otro.



Felisa C. O. de Romero, 45 años. Tilimuqui. Chilecito. La Rioja, 1950.

La narradora es maestra de escuela.



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377. El hombre y el tigre

LA RIOJA

Una vez que estaba un hombre arando con dos bueyes. Vino el tigre y le dijo que termine de arar pronto para comerlo. El hombre entonces araba más despacio y el tigre se echó a la sombra de una jarilla. Después el zorro se asomó a la punta de una lomita y le preguntó al hombre lo qué estaba haciendo. El hombre calló. Después volvió a preguntar el zorro:

-¿Que son porotos overos, esos que están debajo de esa jarilla?

El hombre contestó que eran unas espigas de máiz overas.

Entonces el zorro le dice al hombre:

-Si son espigas de máiz, echalas en una árgana.

Al óir esto el tigre mismo le pide al hombre que lo eche en l'árgana. El hombre lo hizo. Luego el zorro preguntó si ya estaban las espigas en l'árgana y el hombre respondió que sí.

Entonces el zorro le dice al hombre que tape y cosa bien la boca de l'árgana.

Así lo hizo el hombre.

Cuando el zorro supo que la boca de l'árgana estaba cosida, le dijo al hombre que le pegue con el ojo 'el hacha y con el filo. El hombre golpiaba l'árgana, con toda su fuerza, y el tigre que créiba que el hombre 'taba de parte de él, y le pedía que no gólpie tan fuerte. Por fin el hombre mató al tigre y como el autor de esta trampa fue el zorro, el hombre lo quiso recompensarlo. Por eso le preguntó al zorro:

-¿Cuánto debo pagarte por la caza del tigre?

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Y el zorro contestó:

-Dos capones y traimelós mañana acá, a la chacra.

Al día siguiente el hombre llevó adentro de una bolsa los dos capones, pero eran perros.

Al acercarse el zorro preguntó por la paga y el hombre contesta:

-Allí los tenis -y le largó los dos perros capones que al ver al zorro cargaron contra él.

El zorro al disparar, le gritaba al hombre:

-Un bien con un mal se paga.

Laureano Aguirre, 45 años. Mollaco. Rivadavia. La Rioja, 1950.

Campesino. Buen narrador.



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378. El sembrador, el tigre y el zorro

LA RIOJA

Éste que era un viejo que estaba arando, cuando de repente se le apareció un tigre que le dijo:

-¿A que te como con bueyes y todo?

-No don tigre, no me coma, tengo mi mujer enferma y mis hijos son muy chicos y tengo que trabajar con mis bueyes para mantenerlos.

Pero el tigre no oía sus ruegos, amenazandoló siempre con comerlo. En eso estaban cuando pasó por allí don Juan Zorro, quien, al oír las amenazas de su tío tigre, decidió salvar al viejo. Entonces se esconde atrás de un pichanal165 muy espeso y con voz ronca y fuerte le grita al hombre:

-Oiga don, ¿no anda por estos pagos el tigre? Lo ando buscando con cien chocos166 para matarlo.

-Decile que no me has visto, si no te como -le dijo el tigre al viejo y se le echó a los pies haciendosé el muerto.

Al cumplir el viejo la orden del tigre, el zorro le contesta:

-¿Cómo no lo va a ver si por acá hay rastros frescos? Y además, ¿qué es ese bulto overo que está cerca de usted?

-Decile que son porotos -dijo el tigre asustado y siempre en la crencia que era un cazador que quería matarlo.

-Son porotos overos, señor, que estoy por sembrar.

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-Si son porotos metalós en esa bolsa.

-Meteme en la bolsa -le dijo el tigre.

El viejo lo mete en la bolsa lo más apurado que pudo.

-Y ahora, atelé la boca a la bolsa con un laso para que no se pierdan los porotos.

-Hacé como que me atás y dejá la bolsa abierta -le ordena el tigre al sembrador.

El hombre ató la boca de la bolsa de tal forma que era casi imposible desatarla.

-Esos porotos hacen mucho bulto, así que con el ojo del hacha, peguelé hasta que se aplasten un poco.

El tigre le dice:

-Hacé como que me pegás, pero mucho cuidado con tocarme. El viejo tomó el hacha y dio con tanta fuerza sobre el tigre que terminó matandoló.

Dominga Escudero, 57 años. Chepes. General Roca. La Rioja, 1953.

Lugareña que ha concurrido a la escuela primaria. Buena narradora.



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379. El viejo arador

SAN JUAN

Éste que era un viejo que andaba arando con una yunta de bueys167. Cuando un día viene un tigre y le come uno de los animales. El pobre hombre no lo pudo defender. ¡Qué iba hacer contra el tigre!

Ya andaba muy triste y tenía que arar como Dios le ayudaba con un solo buey. Un día andaba arando, y viene el tigre a comerle el buey único que tenía. Cuando 'taba por comerlo, viene llegando Juan del Campo y pensó que lo iba a salvar a este pobre hombre. Entonce le grita Juan del Campo achatado entre unos yuyos, haciendosé muy enojado:

-Amigo ¿no ha visto por áhi un tigre, que lo ando por matar?

El tigre se asustó muchísimo crendo que eran hombres que lo querían cazar, y le dijo al hombre que le dijiera que no.

-No, señor -contestó el arador que 'staba más muerto que vivo.

-¿Y qu'és eso que overea áhi? -volvió a gritar Juan del Campo.

-¡Decile que son porotos! -le pedía por favor el tigre.

-Son porotos overos, señor.

-Bueno, entonce, echalos a ese saco168, que 'stá áhi.

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-Echame -que le dice el tigre.

-Ya los hi echau.

Cosele bien la boca.

-Hacete el que me cosís -que le dice el tigre-, ese hombre se ve que es muy malo.

El hombre se aprovechó y lo cosió lo mejor que pudo al saco.

-Ya 'stá -que le dice.

-Dale con el ojo 'el hacha.

-Hacete el que me pegás, pero no me vas a lastimar -dice el tigre.

El hombre lo agarró a ojazos169 al tigre, y lo mató.

Ya vino el zorro y se hizo ver, y el hombre le agradeció que lo había salvau de que le comiera el tigre el buey, y que lo comiera a él.

Felisa Chaves de Páez, 56 años. San Agustín. San Juan, 1947.

Gran narradora.



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380. El hombre, el tigre y la zorra

SAN LUIS

Qu' era un hombre pobre que tenía una casita. Era solo, y tenía una yuntita 'e güeyes.

Había llovíu, y estaba sembrando.

Si había disparau un tigre qui andaban persiguiendo unos tigreros. Y pórque no viene ande 'staba el hombre arando este tigre. Que ya llega, y que le dice:

-¡Güen día, amigo!

-¡Güen día, señor! -que le dice el hombre muerto 'e susto.

-¿A qué hora va a desuñir?

-A las doce -que le dice.

-Güeno, lo que desate, me va a dar un güey para comer.

Entonce qué dice el hombre:

-¡Pero, señor, soy pobre, no tengo más qu' estos güeycitos! ¡Cómo se los voy a dar!

-Yo no sé nada, me tiene que dar uno en seguida, si no, se los voy a comer a los dos, y a usté tamén. Voy a esperar.

Entonce, qui había un tala a la orilla del rastrojo. Qu' era una sombra lindísima, y que el tigre se botó170 a dormir áhi. Era en tiempo 'e verano y hacía un sol juertísimo.

Bué... Entonce que el hombre andaba tristísimo, arando. Y pórque no se li aparece una zorra, muerta di hambre, buscando   —285→   algo pa comer, y le pide al hombre que le dé un lacito pa comer. Entonce el hombre le dijo qui andaba en apuro.

-¿Qu' es eso overo? -le dice la zorra.

-Es un tigre, y me quiere comer a mí y a los güeyes.

-Lu andan buscando unos hombres pa matarlo al tigre. Yo lo voy a salvar a usté.

-No, ¡qué va hacer! -le dice el hombre.

El rastrojo qu'era muy encerrado entre sierras, y que nu había mucho pu ande disparar.

-Mire -le dice la zorra al hombre-, yo le voy a preguntar desde lejo, como si jueran los hombre qui andan buscando el tigre, y usté me va contestar.

El tigre que había pasau mala noche por escapar a los perseguidores, y 'taba a todo esto dormidazo.

La zorra subió a la loma gritando y gritando, y rodiando el rastrojo171. Y ya qui oyó el tigre, y que le dice al hombre:

-Amigo, ¿quén grita?

El hombre le dice:

-Parece una comisión qui han rodeáu el rastrojo, y dicen que si nu hí visto el tigre.

-Digalé, amigo, que no lu ha visto. No le voy a comer nada el güey, y vamos a quedar di amigos.

-No lu hi visto -dijo el hombre.

-¿Y qu'es eso que overea172 abajo 'el tala? -que dijo la zorra.

-Digalé, amigo -que le dijo el tigre-, que son higos blancos y negros.

-Son higos blancos y negros -gritó el hombre.

-Entonce, ensaque, amigo, esos higos. Que la comisión ya llega y se los va a comer todos.

-¿No tiene un saco, amigo? -le dice el tigre.

-Sí, señor -que le dice.

El hombre con casualidá tenía una d'esos sacos antiguos, hechos di un cuero entero, y lo qui había llovido, qu'estaba blandito.

  —286→  

-Echemé, amigo, al saco. No tenga cuidado, que no le voy a comer el güey.

-Ya lu echí -que le dice el hombre a la zorra.

-Cosalé, amigo, la boca al saco, que no se le salgan los higos -le gritó la zorra.

-Cosaló, amigo -que le dijo el tigre.

El hombre le cosió bien la boca al saco con un tiento grueso y doble.

La zorra ya venía cerca y que le dice:

-Vaya dandolé con el ojo 'e l'hacha a ese saco pa que se aplaste.

Y el hombre le pegó con l'hacha hasta matarlo al tigre. Qu'el tigre bramaba y saltaba, pero qu'era inútil porque no podía salir.

Y así lo salvó la zorra al hombre. El hombre le dio una gran comilona, y se despidieron.

Juan Lucero, 58 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1944.

Gran narrador.



  —287→  

ArribaAbajoNota

El cuento de El labrador, el tigre y el zorro tiene una difusión muy amplia en los pueblos de Occidente, en cuya tradición oral se ha documentado un gran número de versiones y variantes. De fuentes esópicas y de la Edad Media ha sido elaborado en obras literarias famosas: Disciplina Clericalis, Roman de Renard, Marie de France, La Fontaine.

Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

Los motivos esenciales de las 16 versiones y variantes aquí reunidas son:

A. Mientras el labrador está arando con el antiguo arado romano, llega el tigre y le quiere comer los bueyes.

B. El zorro observa la escena y se propone salvar al hombre. Se anuncia como un tigrero que anda buscando al tigre y pregunta por él.

C. El tigre pide al labrador que lo esconda. El labrador contesta al zorro que no lo ha visto.

D. El zorro pregunta qué es eso overo   —288→   que se ve allí y el labrador por pedido del tigre dice que son porotos para sembrar.

E. El zorro le ordena que eche los porotos en un saco de cuero y lo cierre. El labrador lo hace con el consentimiento del tigre. El zorro le dice que le pegue con el hacha y el labrador lo mata.

F. En algunas versiones el labrador trae al zorro gallinas en un saco, pero pronto trae perros que lo corren.

G. El zorro se salva en una cueva. Pasado el susto elogia sus ojitos y sus patitas que lo salvaron, pero echa afuera la cola sucia que le estorba. Los perros que están allí lo sacan y lo matan.

Con estos motivos lo redactamos para la Antología Folklórica Argentina. Aarne, Aarne-Thompson y Boggs lo clasifican como tipo 154.

Se cita como modelo el estudio que de este cuento ha realizado Krohn MF 11-37.