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598. El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro

Un bien con un mal se paga


SAN LUIS

Que se había entrampado un tigre. Que había quedado agarrado de una mano, en la trampa. Que iba pasando un arriero de esos que viajaban antes, y que le pide por favor que lo saque. El arriero le dice que tiene miedo que lo coma después. Y entonce le dice el tigre que no, que iban a ser buenos amigos. Y al fin, tanto le rogó, que lo sacó de la trampa.

Como el tigre había 'tau preso tanto tiempo, 'staba muerto di hambre, y en seguida no más lo quiso comer al hombre. Y el hombre que le dice que cómo lu iba a comer si li había salvau la vida. En eso que 'taban discutiendo, que pasa por áhi cerca el zorro, don Juan. Y que el hombre le dice que lo llamaran para que juera juez. Y que el tigre consintió, y lo llamaron.

Lo llamaron al zorro y le contaron que el tigre había 'tau agarrau de una mano en una trampa y que le había pediu que lo sacara. Que lo sacó y que ahora se lo quería comer. Y que el zorro, con toda picardía, le dijo que él tenía que ver cómo había sido, y cómo tenía la mano el tigre. En un descuido del tigre le había dicho al hombre que lo iba a salvar.

Jueron al lugar. El tigre puso la mano y el hombre la agarró con la trampa. Áhi no más s'hicieron un lado. Y le dijo el zorro que se quede no más áhi por desagradecido. El tigre se quedó bramando de rabia, y más lo que le dolía la mano.

Entonce el hombre le dijo al zorro cómo l'iba a pagar ese servicio. Entoce el zorro le dijo que cuando encuentre alguno muerto de su familia, l'hiciera una sepultura juera del camino   —125→   y que lu enterrara dejandolé la cabeza ajuera. Y le agradeció el hombre y se despidieron.

Al ratito no más después que se separaron, encontró el hombre un zorro muerto en el camino. Si apartó del camino, cavó un pocito y lu enterró con la cabeza ajuera. Caminó otro trechito, ¡y otro zorro muerto! Lu enterró lo mismo. Anduvo otro trechito, ¡y otro zorro muerto! Lo volvió a enterrar. Al ratito no más, ¡otro zorro muerto! Güeno, ya se cansó y sí enojó el hombre y dice:

-¡Qué tanto embromar, con tantos zorros muertos!

Y agarró y lo enterró con cabeza y todo y li apisonó la tierra. Y así le pagó al zorro. Y así es, que un bien con un mal se paga.

Leoncia de Morán, 46 años. Concarán. Chacabuco. San Luis, 1951.

Lugareña. Buena narradora.



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599. Un bien con un mal se paga

SAN LUIS

Que lo había apretau a un tigre de las manos un peñón que si ha caído. Y 'taba el tigre bramando de dolor. Y que por áhi pasa un hombre. Y que el tigre le suplica que lo saque.

-No -que dice el hombre-, vos me vas a joder.

-Cómo voy a hacer eso -le dice el tigre, y que le suplicaba que lo sacara.

Y que este tigre había 'tau encajau hacía muchos días y que ya se moría de hambre.

Y lo sacó el hombre con mucho trabajo. Y ya cuando lo sacó y le pasó el dolor al tigre, que le dice al hombre:

-Caray, que tengo hambre. Bueno, yo te voy a tener que comer porque 'stoy sufriendo mucho hambre.

-No -le dice el hombre-, cómo vas hacer eso.

-Claro que te voy a comer -que le dice el tigre.

Y que el hombre le dice que él le ha hecho un bien y que el tigre no le agradece.

Y que el tigre le dice que lo iba a comer porque siempre un bien con un mal se paga.

Entonces que el hombre le dice que no lo coma todavía, que busquen un juez para que sentencie, y que si es justo él se va a dejar comer.

Cuando van por áhi lu encuentran a don Juan, y entonce le dice el hombre si le podía servir de juez, que él lo ha salvado al tigre que estaba apretado, y el tigre le dice que un bien con un mal se paga, y lo quiere comer.

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Entonce don Juan dijo:

-Yo tengo que ver la posición que ha estau el tigre. Porque, verdaderamente que se paga un bien con un mal, pero yo no puedo dar sentencia sin ver cómo estaba el tigre.

Y se fueron y el hombre le mostró la peña, que era un peñón bárbaro, que le había apretado las manos al tigre, y le dijo el trabajo que le había costau soliviarla para librarlo al tigre.

Entonce el tigre se puso como estaba en la misma posición y el hombre como pudo solivió la peña, y entonce que el zorro le hace señas que se la suelte. Y quedó el tigre encajau otra vez. Y áhi dio la sentencia Juan. Le ordenó al hombre que lo mate al tigre por pícaro y desagradecido.

Y lo mató el hombre al tigre y se salvaron los dos di un bicho tan malo.

Prefiterio Heredia, 54 años. Las Cañas. Los Corrales. San Francisco. San Luis, 1951.



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600. El león, la mulita y el zorro

Un bien con un mal se paga


SAN LUIS

Que estaba el lión entrampau y jue la mulita y lo sacó. Y después de sacarlo la quiso comer el lión. Y la mulita lo llamó al zorro que él hiciera la justicia. Y le dijo que después de haberlo sacau de la trampa la quería comer. Y entonce dijo don Juan que él era juez, que lo volvería a colocar en la trampa como había estado para él dar la justicia, y después de haberlo colocado lo dejaron áhi no más, porque después de haberlo salvado lo quería comer y áhi quedó el lión, y se murió atado en la trampa.

Petrona Sosa de Páez, 44 años. Pie de la Cuesta. San Francisco. San Luis, 1951.

Campesina que nunca ha salido de su región. Aprendió el cuento de la madre que era una gran narradora.



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601. El hombre, el tigre, la serpiente, el zorro

Un bien con un mal se paga


SAN LUIS

Era un hombre que se encontraba solo, viudo. Él cuidaba su casa y sus animales, y tenía aves de toda clase.

Y un día salió al campo. Ató el lazo a los tientos66 del recado, y salió.

Andaba lejo, adentro de una quebrada, qu'iba pasando por delante de un gran peñasco, cuando sintió unos clamores.

-¡Ah! -que dijo-, ha de ser el alma de mi mujer que necesita algo y me pide socorro.

Entonce desató el lazo de los tientos, enlazó el peñasco, lu ató a la cincha, y lo dio vuelta. De repente, se le presenta una serpiente y lo quería comer. Y el hombre le alegaba a la serpiente que cómo lo iba a comer si él le había salvado la vida, que no podía ser que un bien con un mal se paga. Y ya tanto alegaron, tanto le rogó el hombre, que buscaron un juez para que diera su opinión. Que al fin consintió la serpiente, y siguieron viaje los dos.

Después de un rato de caminar, encontraron un caballo, un mancarrón67 viejo, que andaba a las renguiadas, y lo pararon. El hombre le dijo lo que le pasaba, de la forma que había salvado   —130→   a la serpiente y que ahora se lo quería comer, y que no podía ser cierto que un bien con un mal se paga. Y entonce dijo el caballo:

-Sí, es ciertísimo que un bien con un mal se paga. Cuando yo era nuevo y lo servía, mi dueño me cuidaba muchísimo y me daba del mejor pasto y agua clara, y me ponía a la sombra. Después me tuvo muchísimos años de acá para allá. Ahora que estoy viejo y flaco, me echa a los campos pa que me coman los pájaros y los gusanos.

-¡Has visto! -le dice la serpiente al hombre, y áhi no más se lo quería comer.

El hombre le volvió alegar que no podía ser, y tanto le dijo que ese juez no servía, que tenían que buscar otro, que al fin consintió la serpiente, y siguieron viaje.

Ya habían andau mucho, cuando encontraron un güey, y el hombre le contó lo que le había pasado, que había encontrado a esta serpiente aplastada por un peñasco y que la había salvado, y que ahora se lo quería comer. Que él tenía que dar su parecer, porque no podía ser que un bien con un mal se pague. Y entonces el güey le dijo:

-Sí, sí, es cierto que un bien con un mal se paga. Cuando yo era juerte, trabajé para mi amo muchos años, de sol a sol, arando sus chacras. Cuando ya me vio viejo y arruinado, me botó a los campos para que me muriera. Acá me tienen sin ningún amparo, esperando morir, cáido en alguna zanja, de hambre y de sé.

-¿Has visto como tengo razón? -le dice la serpiente al hombre-. Ahora te voy a comer no más.

El hombre le volvió a alegar que no podía ser, que eso no era razón, que esos dos animales 'taban muy viejos y chochando, y que no sabían lo que decían. Y güeno..., al fin consintió la serpiente que le preguntaran a otro juez, y que éste iba a ser el último. Y que si le daba la razón, lo comía. Siguieron otra vez.

En eso que iban, encontraron una zorra. El hombre la llamó, pero no se arrimó la zorra de miedo al pichicho68 que llevaba   —131→   al lado. Pero al fin, el hombre le explicó lo que querían y le contó que la serpiente lo quería comer después que la había sacado de abajo del peñasco.

La zorra, siempre lejito, por si acaso, le dijo que ella no podía decir quién tenía razón si no vía la forma en que 'staba la serpiente y que eran todas las cosas, porque no les entendía bien lo que le decían.

Entonces volvieron para atrás. La zorra iba en l'anca del caballo del hombre, y quería salvarlo con su picardía. Llegaron al lugar. Se enroscó la serpiente, y el hombre enlazó el peñasco, le dio güelta otra vez, y se lo dejó cáir bien encima de la serpiente. Y comenzó otra vez los clamores, la serpiente, y le decía a la zorra que hablara prontito.

Entonce la zorra, cuando vio que no había cuidado que la serpiente se moviera, le dijo al hombre que la deje no más apretada, por desagradecida, y que se vaya. Entonce el hombre le dio las repetidas gracias, y le dijo que pasara por su casa, que tenía muchas aves y le gratificaría con algún cariñito69.

Después de unos días, la zorra se arrimó a las casas del hombre, y el hombre le dio una gallina gorda. Después de un tiempo volvió, y el hombre le hizo otro regalito. Pero la zorra no se conformó con eso, y empezó a ir todas las noches y a llevarse por su cuenta las aves. Al fin, el hombre se dio cuenta, cuando no le había quedado más que un pavo rengo y un gallo pelado. Entonce la esperó a la noche, y cuando se fue allegar, le largó los perros. Los perros la agarraron, y cuando la 'staban matando, la zorra decía:

-¡Es cierto que un bien con un mal se paga!...

María Angélica Lucero, 21 años. La Carolina. Pringles. San Luis, 1948.

Muchacha que trabaja en el servicio doméstico. Buena narradora. Aprendió el cuento de la madre.



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602. La serpiente, el hombre y el zorro

Un bien con un mal se paga


SAN LUIS

Andaba un hombre por las serranías. Y sintió en eso, llantos y alaridos que lo sosprendieron. Entonces vio qui abajo de un gran peñasco 'taba una serpiente muy grande apretada. Entonce le preguntó que qué le pasaba.

-Y acá 'stoy -es que le dice- apretada. Le pido por Dios que me salve -es que le dice-, que me saque di acá.

Entonce el hombre vido bien cómo 'taba aquello áhi y agarró una barreta. Y levantó el peñasco y salió la serpiente. Y entonce como 'taba muy pasada di hambre se l'envolvió en el cuerpo al hombre para comerlo. Y entonce el hombre le pidió que no lo coma.

-Vamos a buscar un juez -es que le dice- para ver si el juez cré que es justo que me coma.

Y dijo que güeno, y siguieron recorriendo. A poco andar encontraron un güey muy viejo.

-Usté es el señor Juez -es que le dice el hombre.

Le dijo el güey que sí.

-Venimos para ver que los dicte una sentencia de lo que ha ocurrido.

Entonce le dijeron bien, bien, cómo ha ocurrrido el caso. Después de haberlo explicado, dijo el güey.

-Yo, durante hi síu joven hi servido muy mucho a mi amo en sus grandes trabajos de sementeras, de lo que ha conseguido sus grandes capitales. Y agora que estoy viejo, sin aliento y   —133→   sin energía mi amo me ha abandonado a que perezca en los campos. Por lo que creo que un bien; con un mal se paga. Y creo de justicia que debe de comerlo no más la serpiente.

Y áhi lo quiso comer la serpiente y entonce le dijo el hombre:

-Por favor, no me mate todavía. Vamos a buscar al señor Alcalde. Si el señor Alcalde sentencia lo mismo, me entrego a usté.

Siguieron adelante. Al poco andar divisaron un zorro. Entonce le gritó el hombre:

-Oiga, señor, ¿usté será el señor Alcalde?

El zorro se acercó y contestó sonriendo:

-Yo soy el señor Alcade ¿qué les pasa?

Le esplicaron la demanda. Entonce el señor Alcalde dispuso que debía ir a presenciar el punto ande había ocurrido esto y cómo había sido. Y cuando llegaron áhi lo mandó al hombre que levantara el peñasco y la hizo colocar a la serpiente. Y le venía haciendo di ojo el zorro al hombre, para favorecerlo, seguro. Una vez que estuvo ya áhi, que le dijo la serpiente al hombre que le aflueje despacito el peñasco, que no la ofienda. Entonce que le dijo, que le contestó el señor Alcalde, que un bien con un mal se paga, y que justo era que lo mataran. Pero hoy se paga un bien con un bien, hay que pagarlo con la razón.

-Y por mal agradecida, esta serpiente, tome la barreta y déle un barretazo.

Y el hombre áhi la mató a la serpiente.

Lo que el zorro le salvó la vida al hombre, quedó éste empeñadísimo con el zorro. Cuando terminaron el caso, que le preguntó al zorro qué le debía. Le contestó que no le debía nada, que si de su corazón nacía hacerle un obsequio que él sería muy dueño. Que le dice:

-Me gustaría si tuviera algún gallito o algún pavito, que me gustan algo las cazuelas70.

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Entonce el hombre le dijo:

-Como no, vaya a mi casa y áhi le entregaré varios.

-Mañana a eso de las tres de la tarde estaré por su casa, pero le pido que cuando yo le pegue un gritito ate los perros, porque yo les tengo un poco de miedo. ¡Son tan malos!

Lo dejó el hombre al zorro. Se fue a la casa para preparar las aves que le iba a entregar. Cuando sale el hombre y se va, que lo habla y le dice:

-Oiga, amigo, le voy a recomendar que cuando encuentre algún zorrito muerto me haga el favor de enterrarlo, dejandolé las narices descubiertas.

-¡Como no! -le dice el hombre.

A poco andar, a un lado del sendero encontró un zorrito muerto. Entonce sacó el cuchillo, cavó una sepolturita y lo enterró. Siguió el camino. Luego, más allá, otro zorrito muerto. Entonce dijo con un poco de sorpresa:

-¡Qué joder, otro zorro muerto!

Siguió el camino. Luego encontró otro zorro muerto. Entonce ya con rabia dijo:

-Pero, ¡qué joder, carajo71, otro zorro muerto!

Lo agarró de la cola y le hizo saltar los ojos de un golpe. Y áhi se vino a comprobar que un bien con un mal se paga.

Pascual Fernández, 65 años. La Florida. Las Chimbas. Ayacucho. San Luis, 1951.

Campesino ocupado en tareas ganaderas. Muy buen narrador.



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603. El tigre, el hombre y el zorro

Un bien con un mal se paga


SAN LUIS

Que se había apretau un tigre una mano en un peñón. Y va un hombre y lo ve. Y le suplica el tigre que lo saque. Le dice el hombre que no, que él lo va a embromar si lo saca. Y que el tigre le suplicaba, que lo saque, que él le va a pagar muy bien. Y lo sacó el hombre. Y que éste 'taba encajau di hacía muchos días. Ya cuando lo sacó el hombre, y le pasó el dolor de la mano al tigre, que le dice, ¡caray!, muy suelto de cuerpo:

-Güeno, te vuá72 tener que comer porque 'stoy sufriendo mucho hambre.

-No -le dice el hombre-, vos me dijistes que no me ibas a comer. Cómo vas a hacer eso en pago de que t'hi librau yo.

Y el tigre le dice que un bien con un mal se paga y que se lo va a comer no más. Y entonce el hombre le dice que espere, que van a buscar un juez a ver qué solución daba. Y jueron y encontraron un caballo viejo, arruinau, y un güey también inútil, y los dos dijieron que ellos lu habían servíu al hombre y él les había pagau mal. Y áhi se lo quiso comer el tigre al hombre. Y al fin lo convenció que busquen otro juez. Cuando redepente lu encuentran a don Juan.

Y entonce lu habló al zorro, el hombre, a ver si le podía servir de juez.

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Y entonce dice don Juan:

-Yo tengo que ver en la posición qui ha estáu encajau este señor. Yo creo que él tiene razón.

Güeno, se jueron. Y que le dice el hombre:

-En esta peña ha estau preso.

Que era un peñón bárbaro. Y le dice al hombre que lu alce. Que lo solivió el hombre qu' era muy fortacho y el juez lo mandó al tigre que ponga la mano. Y cuando 'taba bien apretau el tigre, dio la sentencia el juez:

-Que se quede áhi preso por desagradecido.

Y le ordenó al hombre que lo mate áhi. Y el hombre le pegó con l'ojo 'e l'acha en la cabeza hasta que lo mató. Y se jueron los dos juntos, di amigos. No sé ha sta cuando les duró l'amistá.

Venancio Heredia, 22 años. San Francisco del Monte de Oro. Ayacucho. San Luis, 1951.

Campesino nativo de la comarca. Ha cursado los grados de la escuela primaria. Es un buen narrador.



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604. El tigre, el hombre y el zorro

Un bien con un mal se paga


SAN LUIS

Éste era un hombre que iba del trabajo a su casa. Cuando iba cerca de unas barrancas muy peñascosas oyó clamores. El hombre curioso se allegó, y abajo di una peña muy grande vido un tigre apretado. Y el tigre le clamaba al hombre por su madre, por su padre, por sus parientes, que lo sacara. Y le decía:

-¡Saquemé! ¡Saquemé! ¡por su máma, por su tata, por los parientes que más quera! ¡Saquemé por vidita suya!

-No -le decía el hombre-. Si lo saco mi hai comer.

-No -le decía el tigre-, no lo viá a comer. ¡Cómo voy a hacer eso!

Al fin tanto rogarlo lo sacó el hombre al tigre y siguieron juntos.

Al rato di andar le dijo el tigre:

-Tengo mucho hambre. ¡Ahora te como!

Y el hombre le decía:

-¿Te salví la vida y ahora me querís comer?

Y el hombre, devisando para todos lados, vido un güey y le dice al tigre:

-Primero vamos a ver qué dice el señor Juez.

Cuando llegan ande 'tá el güey, y el hombre le dice que dé el fallo porque él le ha salvado la vida al tigre y el tigre lo quere comer. Es que le dice el güey:

-Yo no puedo dar ninguna sentencia porque me veo flaco, viejo, inútil, porque el hombre después que me ha hecho trabajar   —138→   toda la vida me ha botau de su casa. El cristiano es muy mal pagador.

-Busquemos otro juez -dice el hombre- éste no sirve.

Y siguieron otra vez. Y al rato el tigre le dijo que lo iba a comer no más, que tenía mucho hambre. Y ya vido el hombre un caballo viejo y le dijo que le tenían que pedir sentencia al señor Juez. Y el caballo les dijo también:

-Yo me veo flaco, viejo, aporriau, con mataduras y chuchoco73, por el hombre. Ya ve que en este estau me ha botau a los campos. ¡El cristiano es muy mal pagador!

-Busquemos otro juez -dice el hombre- éste es malo.

Y volvieron a seguir. Y al rato lo quiso comer el tigre otra vez, al hombre. Y el hombre desesperado miraba para todos lados cuando vido un zorro, y le dijo al tigre:

-Vamos a ver, por última vez, qué dice el señor Juez.

-Señor Juez, señor Juez -que le gritaba el hombre- venga, eche una sentencia.

Ya se paró el zorro y que le dice:

-¡Por áhi, no más! no me gusta que se me allegue mucho. ¿Y qué desea?

Y ya el hombre le dijo que el tigre lo quería comer después que le había salvado la vida. Que lo había encontrau apretau por una peña, en una barranca.

Y el zorro se puso a pensar, y que le dice que no podía echar sentencia porque tenía que ver cómo había estau el tigre. Y ya se jueron al lugar ande lo había apretau la peña al tigre. Y áhi le dijo el zorro que el tigre se echara. El zorro siempre se ponía lejito no más, de miedo al tigre. Y ya le dijo al hombre que le dejara cáir la piedra. Y el hombre le puso encima la piedra.

-Güeno -que dijo el zorro-, dejalo áhi no más por sinvergüenza, que le hais salvau la vida y te quere comer. Y dale unos golpes con unas piedras, tamén.

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Y el hombre le tiró unos peñascazos y se jueron. Y áhi quedó el tigre bramando. Y por áhi, cuando iban juntos, que le dice el hombre al zorro:

-Señor Juez, ¿y cónque quedo bien con usté? La vida que tengo es por usté.

Y el zorro le dijo que lo que él quisiera, le podía tráir.

-Güeno -que le dice-, esperemé mañana por áhi, que le voy a tráir un cordero.

Güeno, el hombre se jue a su casa. Al otro día vino. Y ya lo encontró al zorro y que le dice:

-Acá le traigo cordero.

El zorro que era muy desconfiau, que le dice:

-Dejeló por áhi, no más.

-No, ¡que se le va ir! -que le dice el hombre.

Y ya que se arrimó el zorro, y salió de la bolsa un perro que había tráido el hombre, y que le sacó corriendo al zorro. Y ya lo agarró el perro al zorro, y que el zorro decía cuando el perro lo 'taba matando:

-¡Mal pagador es el cristiano!

Y así que el hombre le pagó al zorro que le había salvau la vida.

Héctor Escudero, 17 años. Río Juan Gómez. San Francisco. San Luis, 1951.

Campesino. Ha concurrido a la escuela del lugar. Buen narrador.



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605. El tigre y el buey

CÓRDOBA

El tigre lo quiso comer al buey. Y el buey hizo un simulacro. El buey le dijo que 'taba encajado en una piedra, y le dice:

-Vení, ayudame a desencajarme, que 'toy encajau del asta. Entrá la mano, ayudame a levantar esta piedra, así me comís.

El tigre le creyó y li ayudó a levantar la piedra. Entonce el buey le largó la piedra y lo dejó apretau al tigre. Así se salvó y áhi quedó el tigre, los bramidos. Y pasó un hombre y le pidió que lo librara. Y el hombre lo libró y el tigre se lo quería comer. Se arrimó el zorro y lo salvó al hombre.

Robustiano Bustos, 66 años. Tulumba. Córdoba, 1952.

Esquema y variante del cuento tradicional.



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606. El tigre, el burro y el zorro

Un bien con un mal se paga


CÓRDOBA

Dice que había un criollo que había apretado a un tigre con una piedra porque le tuvo miedo. Momentos después pasa un burro y el tigre le pide por favor que le dehaprete y que sería su compañero en adelante. El burro lo sacó con mucho trabajo. Y se fueron.

El tigre y el burro hicieron varias leguas de camino por lugares que el tigre no encontraba nada de comer. Entonces le dice al burro:

-Parate un poco, compañero, vamos a conversar. Mirá, burrito, he estado seis días apretado con la piedra, he marchado muchas leguas, y no puedo de hambre ya. He venido pensando de que debo comerte a vos, compañero.

El burro le contesta:

-Dejame pensá un par de horas.

Y después le dijo el burro al tigre:

-¿Por qué me querís pagar, compañero, con esa acción tan mala, de comerme después que yo te salvo que murás abajo de la piedra?

Y en eso sienten unos grandes gritos. Que era Juan, el zorro. Llega, y les pregunta que qué les pasa. Entonce el burro le contesta y le cuenta lo que les pasaba. Que después que lo había dehapretado al tigre, quiere pagarle con comerlo. Y le pide que él entre mano en este asunto. Y el tigre dice que bueno, también.

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Entonce el zorro les dice que le cuenten cómo ha sido este asunto. Después de contarle el asunto, les dice el zorro:

-Yo no me creo de cuentos. Quiero ver cómo estuvo apretau el tigre para yo dar la sentencia.

Entonce contestan los dos:

-Muy bien. Los vuelvamos a donde 'tuvo la piedra.

Y le dice el zorro:

-¿A ver, cómo 'tuvo apretado?

Y el burro le va a poner la piedra y le dice el tigre:

-Larguemelón, pero despacio, a la piedra.

El burro trató de ponerlo bien apretado. Y cuando tuvo apretado el tigre, le dice el zorro:

-No sería justo que usté, amigo tigre, después de salvarlo el burro, que pague con quererlo comer. Y yo, como me contemplo ser un buen juez, le digo:

-Tú te quedas apretado áhi, para que no seas dehagradecido. Y usté, don burro, los vamos juntos y lo dejamos al tigre apretado por de malas intenciones.

Francisco Villarreal, 53 años. La Costa. Los Hoyos. Río Seco. Córdoba, 1952.

El narrador es Juez de Paz de La Costa, población rural de esta región.



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607. El tigre, el hombre y el zorro

Un bien con un mal se paga


CHACO

Dice que una vuelta estaba un tigre apretado. Y tenía la mano en un hoyo. Y se le había caído una piedra encima de la mano, al tigre. Entonce vino un hombre con varios perros. Vino a caballo y le sacó la piedra de encima de la mano, al tigre. Y entonce el tigre tenía hambre y le quiso comer los perros y el caballo, y lo quiso comer al hombre, también, después que le sacó la piedra de sobre la mano. Entonce el hombre dice que hay que buscar un juez. Y el tigre dice que bueno.

Entonce le preguntó a todos los bichos si tenía razón o no de comerlo el tigre al hombre, después que lo salvó. Entonce venía pasando un zorro. Entonce el zorro dice que tenía razón y no tenía razón. Y entonce el zorro l'hizo meter la mano al tigre en el hoyo para ver en qué forma estaba. Entonce, cuando metió la mano, le pusieron la piedra encima, y así lo salvó al hombre el zorro.

Y entonce el hombre lo invitó un día domingo que vaya, el zorro, para que paseen, porque lo salvó.

Y entonce el zorro fue a caballo en un suri74 redomón75. Y entonce pasiaron y comieron bien todo el día. Y tomaron vino. Y tanto tomó el zorro que se puso en curda76. Y por áhi el zorro borracho pegaba unos gritos.

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Y dice que el hombre tenía unos perros bravos. Y cuando gritaba el zorro diz que los perros se apuraban, y querían salir oyendo que gritaba el zorro.

Entonce le dijo el zorro al hombre, le dijo:

-Más o menos cuando vaya a doscientos metros, largue no más los perros.

Entonce el hombre los largó antes. Y en seguida lo agarraron al suri, los perros, el caballo del zorro. Y lo matan al caballo y al zorro. El zorro borracho no sabe lo que hace. Y el hombre no le paga bien al zorro que lo salvó.

Reynerio Coria, 20 años. Gancedo. 12 de Octubre. Chaco, 1960.

Campesino. Peón rural.



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608. El tigre, el tatú mulita y el zorro

Un bien con un mal se paga


CORRIENTES

Un tigre era un bandido muy criminal.

Otro tigre era el comisario. Y entonce lo vio al león, el puma, que era compadre del tigre y le dice:

-Vea compadre, te voy a llevar si me acepta, para sargento, para armar mi comisión, y dentro de ocho días ya vamo a salir a perseguir al bandido.

Y le dice el puma:

-Muy bien compadre, te lo voy a aceptar su pedido.

Entonce arman la comisión y salieron.

Buscan el trillo77 por donde se guarecía y entonce le dice:

-Vea compadre, por este estero hay un trillo y vamo a tené que entrar.

Era un estero muy grande. Del otro lado 'taba una ila. Entonce le dice el tigre al león:

-Vea compadre, vamo a tené que descubrir esta ila, en el estero. Vamo a tomá esta picadita78 que podemo entrá lo dos.

Y entraron. El tigre bandido 'taba en el medio. Tenía la cueva en un ombú muy grande. Bueno. Áhi tocó el pito el comisario   —146→   para juntar la comisión y lo avanzó79. Cuando se acordó el tigre ya 'taba en poder de ello y lo tomaron. Lo amarraron y lo sacaron. Y lo llevó ajuera de la ila, pasando por el estero.

-Vea compadre, sería mejor de terminarlo a éste -le dice el león.

Y le dice el tigre:

-No compadre, vamo a hacele sufrir un poco.

Y entonce lo llevaron. Encontraron una tapera del lao de un camino transitante.

-Bueno -le dice el tigre-, aquí hay que estaquearlo80 de las cuatro patas.

Y bueno, lo deja ahí, estaqueado. Bueno, al otro día pasó el tatú mulita81. Le haula82 el tigre:

-Por favor mulita, ¿quisiera hacerme un favor de desatarme? Te daré una buena correspondiente del favor que me hace.

La mulita é tan güeno, inorante, considerado. Se le arrima y procura desatarlo. Y lo desató. Depué que lo suelta le dice el tigre:

-Para corresponderte el servicio tendré que comerte.

-Por favor -le dice la mulita-, que yo te saco de esta pena y usté me va a sacar la vida.

Por áhi viene Juan del Zorro pasando. Lo llama la mulita a don Juan, diciendolé que si pudiera servirle de juez.

-Muy bien -le dice Juan del Zorro-. Para atestiguar este asunto tiene que poner en la forma que 'taba este señor.

Entonce alistó la mulita las cuerdas, los maneadores, y se puso el tigre en condiciones que 'taba. Y lo volvió a estaquearlo.

Eso por ser juez. Entonce le dice Juan del Zorro a la mulita:

-¿En esta forma era lo que 'taba?

-Sí -le dice la mulita.

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-Entonce hay que asegurale más. Todavía hay que estirale más, un poquito más.

Y buscó una plancha de piedra por lo meno de setenta kilos y le dice:

-Bueno, mulita, ayudame que esta piedra vamo a sacar de acá.

Entonce levanta la piedra. Lo ayudó la mulita y lo colocó sobre el umbligo del tigre estaqueado.

-¿Así que en esta forma 'taba? ¡Qué bien que había estado! Que usté es una persona muy canalla. Que todo el mundo le tiene miedo. Que a toda persona que lo encuentra que lo mata. Así que aquí va a pagar toda su culpa.

-Bueno -le dice a la mulita-, tan güeno es usté y tan voluntario, pero también tiene un poco de inorancia. Nunca quiera dar la mano a un individuo malo.

-Bueno -le dice la mulita-, tengo un pequeño virtú que tengo que dale a usté, un payé83, para caso de necesidá de su vida.

-Muy bien, mulita -le dice don Juan.

-Mire, chamigo84, cuando usté entre en un gallinero y que desea comer una gallina, haga un salero hecho cruz, que la gallina cae sola.

-Muy bien -le dice Juan del Zorro-, con un servicio, de otro se paga.

-También cuando usté ande por el campo y le persigue la comisión85, a lo mejor que va atrás suyo, y usté va medio cansao, pegue un salto de un metro para atrá. Entonce le hace perder   —148→   el rastro, y depué, dentro de un rato, ya puede seguir no má tranquilo, porque se salva.

Y así le agradeció la mulita.

La Cruz Chaves, 48 años. Mercedes. Corrientes, 1959.

El narrador en este momentó está preso por numerosos delitos y en la cárcel tomó éste y otros cuentos. Es un gran narrador. Es bilingüe guaraní-español y rústico; su expresión lo denuncia.



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609. La víbora, el hombre y el zorro

La víbora ingrata


ENTRE RÍOS

Había una gran víbora apretada con una piedra en el campo cerca de un camino. A todo el que pasaba le silbaba la víbora. Y nadie le hacía caso. La miraban que era una víbora y todos pasaban. Pero no falta alguno de corazón muy bondadoso, ¿sabe?, que se arrimó. Le pidió que le sacara la piedra hasta que le sacó la piedra. Cuando se estiró, muy grande, el largo de todo, todavía le pide que la lleve a caballo, en ancas. Y el hombre generoso siguió hacienda la obra. La lleva en anca. Después que va un trecho, le dice:

-A que te pico.

-Pero, no, cómo me va a picar.

-No, es que yo tengo ganas de picarte.

Una vez que le salvó la vida, nada. La víbora empecinada que lo iba a picar. Entonce le dice el hombre, le dice:

-Vamos a buscar un testigo, un juez, una persona que nos sirva de juez, a ver si tiene usté razón de hacerlo o no.

Aceptó la víbora.

Encontraron un caballo. Pobre caballo, claro, lo habían espueliado, lo habían maltratado.

-Piqueló, tiene razón -dice-, piqueló. El hombre me maltrata a mí.

Qué lección le daba, fijesé, el caballo.

  —150→  

Entonce el hombre le dice:

-Vamos a buscar otro -le dice-, no me conformo con éste.

Le acepta la víbora.

Encuentran un buey.

Tampoco tenía ningún halago el buey, para el hombre, que lo habían maltratado.

-Me hace tirar con otro aunque yo tenga menos fuerza. Piqueló -le dice-, tiene razón.

Y bueno... Por ahí le dice el hombre:

-Vamos a buscar un tercero.

-Bueno -le dice-, éste es el último.

-El último.

Muy bien. ¿A quién lu encuentran? A don Juan el Zorro.

Don Juan el Zorro, hombre que se puede decir entre los animales, astuto, algo así como un gran político. Y dice:

-Vamos a ver cómo son las cosas. Vamos al lugar del hecho.

Marcharon al lugar del hecho. El hombre ni se pensaba lo qué iba a suceder. Ni la víbora tampoco.

-¿Cómo estaba usté? -le dice a la víbora.

La víbora se enroscó.

-Pongalé la piedra -le dice al hombre-. Muy bien. Dejelá ahí no más.

¡Ah!, cuando dijo así, la cara que puso la víbora. Y la cara de contento del hombre, que no sabía con qué pagarle. Entonce el zorro le dice:

-No, no me debe nada.

También haciendo otro negocio, pensando él en sacar otra ventaja.

-No me debe nada.

-Pero cómo no le voy a deber nada. Y que me ha hecho un favor tan grande.

Bueno, entonce le dice:

-Todos los de mi familia que encuentre muertos, me los entierra.

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-Como no, encantado.

Montó a caballo y sale para un lado, y el zorro para el rumbo contrario.

En seguida se internó en el monte y se le tiró al suelo, el zorro. Se hace el muerto como es la costumbre de él. El hombre dice:

-Miró, uno de la familia de mi amigo, muerto.

Se bajó, cavó con su cuchilla un pocito y lo enterró. Cumplió, montó a caballo y siguió. El zorro le calculó que iba retirado, se levantó, se sacudió y fue y se tiró más adelante. Y así lo llevó hasta la entrada del sol. A la entrada del sol se le rompe la cuchilla al hombre, caramba, apurado, se le hacía tarde, y lo agarra de las patas al zorro, ¡porquería!, y lo dio contra el suelo y lo mató. Claro, no ve que ya 'taba cobrando mucho, ya.

Candelario Portillo, 63 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.

El narrador es estanciero. Aprendió este cuento de la madre, que sabía muchas narraciones.



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610. La víbora, el hombre y el zorro

Un bien con un mal se paga


ENTRE RÍOS

Se cuenta que una vez un hombre iba por un camino, caminando, y encontró una bolsa. Y cuando abrió la bolsa salió una víbora. La víbora le dice:

-Yo tengo que comerte porque tengo hambre.

El hombre le decía:

-Cómo me vas a comer. Yo te salvo la vida y vos me vas a comer.

Y ella, que no:

-Te voy a comer.

En eso acertó a pasar un zorro por áhi cerca. Y dice:

-Vamo a llamalo a don Juan, él que sabe todo, a ver cómo soluciona este asunto.

Llamado el zorro para que sirva de juez, él quiso saber cómo era la cosa. Dice:

-Yo, si no veo cómo ha sido no puedo juzgar.

Entonce le dijo a la víbora que estaba en la bolsa:

-Bueno, metete entre la bolsa.

Y al hombre:

-Atale la boca.

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Después que la víbora se metió entre la bolsa y le ató la boca, le dice el zorro al hombre:

-Ahora, agarrá una piedra y matala.

Y el hombre agarró y la mató.

Agradecido por la gauchada que le había hecho le dijo que le pidiera cualquier cosa que él lo iba tratar de hacer. Entonce el zorro le dice:

-Mire, amigo, yo lo único que le voy a pedir que si alguna vez encuentra alguno de mis hermanos muertos por ahí lo entierre. No lo deje sin enterrar.

-Muy bien.

Se despidieron. Y tomó el camino, este hombre, y encontró un zorro muerto. El zorro si había hecho el muerto.

-¡Oh! -esclamó el hombre-, ¡un hermano de mi amigo!

En seguida fue, lo enterró. Marchó otros cien o doscientos metros, otro zorro muerto.

-¡Otro hermano de mi amigo!

Lo enterró. Y así siguió enterrando cuatro o cinco zorros muertos, hasta que por último se cansó. Cuando iba caminando por ahí encontró otro zorro muerto. Dice:

-Éste, que lo entierre otro que yo 'toy cansado de enterrar zorro.

Y de esa forma, el hombre demuestra muchas a veces la ingratitú por una buena ación, un buen servicio.

Rafael Lorenzo Vaca, 68 años. Federal. Entre Ríos, 1976.

Trabajador rural. Oyó este cuento y muchos otros, desde niño, en la región.



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611. El tigre, el hombre y el zorro

ENTRE RÍOS

El tigre venía por la costa de un arroyo y se acostó a dormir abajo de una barranquera. Cuando 'taba dormido se le deforonó86 la barranca y lo apretó. Que él no se podía mover de apretado que 'staba.

Y por áhi viene un hombre y le pidió el servicio que lo sacara, que él no se podía mover, que ya se moría.

Y el hombre al fin lo sacó.

Después de haberlo sacao, el tigre lo quería comer. Y entonce el hombre le dice que cómo iba a hacer eso, que despué de haberlo hecho un servicio lo iba a comer, que eso no podía ser.

En ese momento va cruzando don Juan, el zorro, y le dice el hombre:

-Vea, amigo, sirvanós de abogao, en este momento.

Y el zorro vino, se acercó, y el hombre le dice:

-Que cómo puede ser esto. Yo después de haberlo sacado al tigre y de haberle salvado la vida, él me quiere pagar con un perjuicio. Yo le diré, me quiere comer él a mí.

Don Juan le contestó:

-Vea, mi amigo, yo quiero ver el asunto, quiero ver cómo 'taba apretado el tigre áhi. Tiene que ponerse en la posición que 'taba, y usté, mi amigo, lo apreta.

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Y ya se jueron. Y e l tigre se puso en la barranquera. Y el hombre le echó encima un pedazo muy grande de la barranca, y áhi quedó apretado, y el zorro le dijo:

-Áhi tiene, amigo, no sea zonzo. Mi tío tigre que se muera áhi. Y usté nunca se ponga a salvarlo. Mi tío no sabe agradecer. Si lo salva, su vida está perdida.

Bueno. El hombre le agradeció mucho, y le dijo:

-Bueno, don Juan Zorro, ¿cuánto le debo?

-Yo no le cobraré nada, mi amigo. Yo, lo único que le voy a pedir, que todos mis hermanos tocayos que encuentre muertos, los entierre y les deje la cabeza ajuera.

Por áhi, el hombre, se jue a la casa y juntó unas cuantas gallinas y salió a venderlas. Va y lo encuentra a un pariente de don Juan en el camino, muerto. Él cavó con el cuchillo, como Dios lo ayudó y lo enterró y le dejó la cabeza ajuera. Y siguió el camino. Cerquita no más encontró otro pariente de don Juan, muerto. Y otra vez, como Dios le ayudó, volvió a cavar con el cuchillo y lo enterró y le dejó la cabeza ajuera. Y cerquita, después de marchar, volvió a encontrar otro pariente de don Juan, muerto. Y siguió. Y cerquita otra vez volvió a encontrar otro zorro muerto. Y ya se cansó el hombre, y se abaja el hombre, y con rabia y lo caza de la cola y lo azota con todas sus juerzas contra el suelo.

Y era don Juan, que se 'taba haciendo el muerto para embromar al hombre. Y áhi se levanta el zorro, medio desmayao del golpe, y le dice:

-Vea, mi amigo. Yo le salvé la vida, y un servicio con un perjuicio me paga.

Serafín García, 40 años. Puerto Yeruá. Concordia. Entre Ríos, 1951.

Trabajador rural. Buen narrador.




ArribaAbajoNota

Nuestro cuento de Un bien con un mal se paga es uno de los más extendidos como tipo universal; son particularmente numerosas sus versiones y variantes en la tradición de Oriente, de Europa y también de la América española. La versión más antigua es, sin duda, la de La víbora ingrata, oriental y esópica antigua. De nuestras 34 versiones, en 11 entra la víbora o serpiente como personaje, en 3 el león y en 20 el tigre. Sus motivos fundamentales son, entre otros:

Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

A. Un hombre encuentra un tigre, un león o una serpiente atrapado en una peña con riesgo de muerte. El hombre se apiada y le da libertad.

B. El animal ingrato lo quiere comer. Se ponen de acuerdo en consultar a tres   —157→   jueces. Los dos primeros, animales domésticos, fallan en contra del hombre.

C. El tercer juez es el zorro. Se propone salvar al hombre y declara que, para poder opinar, debe ver cómo estaba el cautivo. El animal ingrato se deja apresar como estaba y el zorro le dice al hombre que lo deje allí hasta que se muera.

D. El hombre recompensa al zorro con pollos o corderos y cuando éste resulta cargoso, le larga los perros, que lo matan.

En nuestro país tiene gran difusión en las provincias más tradicionales y conservadoras.





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