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ArribaAbajo La serpiente de siete cabezas

7 versiones y variantes


Cuentos del 842 al 848


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842. La serpiente de siete cabezas

SALTA

Era un padre viudo que quedó con dos hijos, un varoncito y una mujer más chica. El padre se civiló2 con otra mujier3. La madrasta era buenita en los primeros días y después s'hizo mala, la madrasta.

Después ella ha dicho al hombre que si quiere vivir con ella, que los bote a los hijitos, y si quedan los hijitos ella se va. Y el padre, por no dejarla a la mujier, llevó a botarlos a los hijitos. Y les llevó bastante avío pa que coman. Y los llevó muy lejo.

Y él los dejó solos en una montaña4. Y él les dijo que se quedaran áhi ellos, que él s'iba a darles agua a los animales. Y no volvió más.

Y después se les acabó el avío a ellos y no tenían qué comer, y han vuelto a la casa; a los varios días han llegado.

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Y la madrasta que decía a todos que adónde 'tarían los hijitos para darles de comer -que le sobraba la comida. Y cuando ha dicho así se han presentado los hijitos y ellos dijeron:

-Aquí'tamos, mamita.

Y otra vez unos días los ha teníu bien la madrasta. Y otra vez los ha vuelto a tratar mal y li ha dicho al hombre que los tiene que botar más lejo.

Y otra vez los llevó el padre más lejo, que no vuelvan más. Y áhi 'taban ellos. Y cuando ha acabau todo lo que habían llevau, y ellos lloraban, se les presentó una viejita y les ha preguntau qui hacían. Y ellos le han contau que el padre los ha botau. Y les ha dejau pan, azúcar y yerba5. Pero que no lo tienen que acabar al pan, les ha dicho, que tienen que comer de pedacitos. Y que ellos comían todo el día el pan, y que el pan quedaba lo mismo.

Y después se les han presentau dos perros y si han quedau con ellos, y que se llamaban Rompefierro y Rompecadena.

Y el chango6 si ha ido a buscar miele7 con Rompefierro y la chica si ha quedau con Rompecadena.

Y cuando si ha ido el chango se le ha aparecido a la chica un hombre, que se llamaba Crespín. El hombre lo quere llevar a la chica, y la chica, no lo quere seguir al hombre. Y el hombre ha dicho que lo va a matar al hermano,   —17→   y lo va a llevar a la chica. Y la chica ha dicho que sí. Y el perrito ha 'stau oyendo todo.

Y ha veníu el muchacho a la tarde, traendo miel. Y el perrito ha salíu corriendo a toparlo al chango y le ha contau:

-Ha veníu un hombre a llevar a tu hermana. Te va a matar a vos y lo va a llevar a tu hermana. Vos tenís que gritar cuando estés en peligro: ¡Rompefierro! ¡Cortacadena!

Y después el hombre y la hermana lo han encadenau al chango y el chango ha gritau: ¡Rompefierro! ¡Cortacadena! Y áhi han llegado y lo han salvado al chango de los fierros y las cadenas y lu han matau al Crespín.

Y si ha enojau el chango y la ha hecho subir a la hermana a un árbol y él si ha bajau dejajando con el machete. Y la chica no si ha podíu bajar y áhi si ha hecho pájaro y que gritaba:

-¡Crespín! ¡Crespín!8

Y si ha ido el chango. Y 'taba yendo y ha encontrau una princesa que el Rey había botau para que un bicho lo9 comiera. Y que era un bicho de siete cabezas. Y el que lo salvara se casaba con la princesa. Y el muchacho se ha quedau para matarlo al bicho con sus perros.

Y el muchacho 'taba cansau y se ha quedado dormido. Y el bicho venía cerca y ella, la princesa, no lo podía hacer dispiertar. Y ella lloraba, y ha gotiau una lágrima y cayó sobre la cara del chango y dispiertó. Y los dos perros lo han ayudado a matalo al bicho. Y después le ha sacado el muchacho las siete lenguas al bicho.

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Y le ha dicho que se calle, a la princesa, que no diga nada.

Y ha venido un negro del palacio y lo ha llevado al bicho y ha dicho que él lo ha matado al bicho.

Y se ha hecho una fiesta porque el Rey la quería hacer casar a la Princesa con el negro. Y la Princesa no se quería casar con el negro. Y han estado en el banquete y cuando le han servido el primer plato al negro un perro del muchacho ha entrado y le ha sacado el plato. Y cuando le han servido al negro el segundo plato el otro perro le ha sacado el plato también. Entonce el Rey ha dicho que de dónde son esos perros. Y la Princesa lloraba y decía que el dueño de los perros era el que ha muerto al bicho de siete cabezas. Y han ido a buscar al dueño de los perros. Y ha venido. Y el negro decía que él había muerto la serpiente de siete cabezas y por eso la ha traído. Y el muchacho ha dicho que miren si tienen lenguas y han visto, y no tenían. Entonces él sacó las siete lenguas del bolsillo. Y áhi el Rey ha dicho que se case con el chango y se han casado. Y han quedado todos contentos.

Adelina de López, 34 años. Villa Mercedes. Rosario de Lerma. Salta, 1952.

La narradora, nativa del lugar, aprendió el cuento de la madre que era una buena narradora colla.

El cuento contiene motivos de otros cuentos tradicionales como el de Los niños abandonados en el bosque.



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843. El huérfano

SAN JUAN

Éste fue un niño que el padre se le murió, y no le dejó más que la herencia de un puñal y una chirola10. La chirola era rota, con un aujero en el medio. Con la chirola y el puñal podía adivinar su suerte. Éste, cuando quería salir a tantiar la suerte, tiraba la chirola para arriba y ponía el puñal. Si la chirola se iba hasta el brazo, podía andar sin miedo no más.

Una vez tiró la chirola, le dio la suerte, y se fue en busca de trabajo. Y llegó a la casa de un señor. Este señor era rico. Bueno... Él lo conchabó para que le atendiera hacienda flaca, privandoló de que fuera al punto norte. Y él, cuando salió de la casa se tantió la suerte. Tiró la chirola, y la chirola se fue hasta el hombro. Y no tuvo miedo, y se fue no más.

Llegó a un palacio a onde había una estancia alambrada. Y abrió la puerta. Y entró la hacienda flaca. Esto era muy lindo, dandolé el pasto al encuentro a los animales. Él se carnió una de las mejores tamberas11 de las que había   —20→   áhi, para comer. Esto había sido de un gigante. Áhi 'taba, cuando viene el gigante y le dice:

-¡Te como y te como!

-Qué, me comerís si podís -le dice él.

Y se trenzaron a peliar. Peliaron mucho, y con su puñal lo mató al gigante, el joven. El puñal tenía mucho poder.

Se volvió a las casas. Al día siguiente se volvió a tirar la chirola, y se le fue hasta el hombro. Se fue, entonce, sin miedo, con más hacienda flaca. Llegó a otra estancia a onde había otro palacio. Abrió la puerta y entró la hacienda flaca. Y se trajo otra vaca gorda de las que había en la estancia y también se la comió. Cuando iba terminandolá de comer llega el dueño, que era otro gigante, y le dice:

-¡Te como y te como!

-Esperate que termine de comer este último asado -le dice él.

Y se trenzaron a peliar. Y peliaron muchísimo, y lo mató no más al gigante.

A la tarde vuelve a la casa del patrón.

Al otro día vuelve a tirarse la chirola. Igualmente se le volvió a entrar hasta el hombro. Y se fue sin miedo. Llegó a otra estancia a onde era el pasto tan alto que se perdían los animales. Abrió la puerta y echó la hacienda flaca. Y se pilló un novillo de los más grandes y lindos -porque las tres estancias 'taban llenas de hacienda gorda- y se lo comió. 'Taba terminando de comer cuando llegó el dueño, que era un gigante con un solo ojo en la frente. Y se pusieron a peliar. Éste era malísimo, y lo tuvo apuradísimo. Peliaron todo el día. El sol dentro, recién el muchacho lo mató al gigante, porque logró pegarle en el ojo, que era a onde tenía la vida.

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Él siguió cuidando la hacienda que ya 'taba muy linda. Tenía tres caballos que se los había quitado a los tres gigantes.

Había salido en la ciudá la noticia de un rey que tenía siete hijas. Y seis le había comido una serpiente. Le quedaba una única, y este Rey puso bando él, que el que le salvara la vida a la niña se la daba por esposa, para él.

El joven tomó estas noticias y se fue. El primer día ensilló el caballo que agarró en la primera estancia, y se puso la ropa del primer gigante. Y se fue al lugar a onde salía la serpiente a comer las niñas. En cuanto salió, tiró la moneda y se le fue hasta el hombro.

Él que llega al lugar, que era en la ciudá, en las afueras, llegaba la serpiente también. Y se trenzaron a peliar. Y peliaron medio día. Y le cortó tres cabezas -que dicen que tiene siete.

El patrón no sabía nada lo que éste hacía. El patrón vino a la ciudá y oyó conversar del joven que peliaba con la serpiente y fue y contó en su estancia. Pero el joven no decía nada.

Al segundo día ensilló, igualmente, el segundo caballo del segundo gigante, y se puso la ropa de éste, y se fue. En cuanto salió tiró la moneda y se le fue hasta el hombro. Y llegó a la ciudá. Él que llega, la serpiente también. Y se trenzaron a peliar. Peliaron muchísimo y le cortó tres cabezas más.

Mientras tanto el patrón 'taba atonito12, porque no sabía qué hacía el joven cuando se iba, ni quién peliaba con la serpiente.

Al tercer día sacó el caballo del tercer palacio y se puso la ropa del tercer gigante que era el más malo, y se fue a   —22→   la ciudá. Y llegó la serpiente y peliaron más que nunca. Y le cortó la última cabeza y la mató. El Rey quiso ver al que salvaba la hija, pero el joven se fue. Puso guardas para que lo pillen y se lo traigan, pero él, como tenia un caballo muy güeno, le clavó las espuelas y saltó por sobre todas las escoltas.

El patrón le conversó al muchacho todo lo que pasaba, porque él no sabía que era el peón. Y viene y le dice:

-Pero, sabís -que le dice-, ha ido un joven más u menos como la estatura tuya, y ha peliado con la serpiente que nadie era capaz de peliar porque los come a los que se le ponen cerca, y la ha muerto.

Y entonces dice él, que él había de querer ir a ver.

-¡Qué vas a ir vos, a dar lástima! -que le dice el patrón-. Bueno, pero podís ir, porque el Rey quere que vaya toda clase de gente para descubrir quén es el que mató la serpiente. Y a todos hace que le cuenten chascarros13, a ver si así lo descubre.

Bueno... Fue el patrón con el peón. Había gente de toda clase. Y le contaban chascarros al Rey. Al último viene y se allega el joven. Y le comienza la historia de él. Que él había sido güérfano, y que el padre le había dejado la herencia del puñal y la chirola, la chirola que le adivinaba la suerte. Que llegó, un día, a la casa de este patrón, y que lo mandó a cuidar la hacienda flaca. Que le ordenó que no fuera a la parte norte, pero como la chirola le decía que iba a tener suerte, que fue no más. Que mató el primer día a un gigante, el segundo, a otro gigante, y el tercero, a otro. Que les quitó los palacios, los caballos y la ropa. Que en el último oyó contar de la serpiente que se comía las hijas del Rey y que después iba a comer a toda la ciudá. Que él,   —23→   con la suerte que le daba la chirola fue, y en tres días la mató, y salvó a la hija menor del Rey. El Rey lo descubrió, lo abrazó muy contento y le dijo que se tenía que casar con su hija. El patrón se quería morir de la sospresa, lo que él no había sabido nada de todo esto.

Y al fin se casó el joven con la hija del Rey. Se quedó dueño de los tres palacios y de las tres estancias que le había quitado a los gigantes. Muy rico quedó, con mucha hacienda.

Hicieron una fiesta muy grande, que vino gente de todas partes. Y todavía 'tán bailando, los ruidos no más...

Felisa Chávez de Páez, 56 años. San Agustín. Valle Fértil. San Juan, 1947.

Gran narradora. Conserva la pronunciación de la ll y la y diferenciadas, que es general en el Noroeste de la Provincia. Su lenguaje es el rústico de la región.

El cuento mantiene el motivo de la serpiente de siete cabezas, pero en general es una recreación regional.



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844. Juan Pascual

SAN JUAN

Resulta qui había una mujer muy linda, pero muy pobre. Ésta era viuda y tenía un hijo mozo, muy guapo y muy lindo también. Se llamaba Juan Pascual.

La madre del muchacho si había templau14 con un gigante, que era dueño di una güerta que tenía muy mucha fruta rica, que no comía más que él.

Güeno, este15, resulta que tanto la madre como el gigante, le tenían una rabia muy grande a Juan Pascual. Lo querían matar pa que no se oponga a sus amores, claro.

La madre ya cuasi no le daba ni de comer al muchacho y lo tenía trabajando no más. Lu hacía hacer trabajos muy pesados. Lu hacía alzar unas piedras bárbaras de grande, a ver si se moría, el muchacho. Pero el muchacho era muy juerte y curtíu, y ni un pelo que se le movía. Cuando lo vían con esta juerza, le tenían miedo.

Cuando la madre y el gigante vieron que este muchacho iba a ser un peligro para ellos y que no lo podían hacer morir   —25→   así no más, este, empezaron a buscar por la traición, cómo lu hacían cair.

Güeno, resulta que Juan Pascual tenía tres perros muy lindos que se llamaban el Cuidatuamo, el Cortacadena y el Cortafierro. Estos perros lo defendían al muchacho de todas maneras y eran capaces, por la juerza que tenían, de romper fierros, piedras, todo los que se les pusiera por delante.

Una vez, la mujer y el gigante ataron a los perros con cadenas muy gruesas. Lu hicieron cair a Juan Pascual en una trampa, y le empezó a pegar el gigante y a herirlo con una espada. Cuando ya quedó como muerto, lo echaron a un pozo.

Cuando los perros vieron que no 'taba Juan Pascual, pegaron una hinchada y cortaron las cadenas, y se jueron a buscarlo. Se jueron olfatiando hasta el pozo ande 'taba Juan Pascual. Áhi lu encontraron muy aporríau, casi finau, pero como era tan juerte nu había muerto nada. Lo empezaron a lamber, ¡hijito de mi alma!, por todas partes; le lambían los tajos que tenía por todo el cuerpo hasta que lo dejaron sanito al muchacho.

Ya se levantó Juan Pascual, y como tenía tanto hambre se entró a comer fruta en la güerta del gigante. Había un peral muy lindo cargau hasta el copete de peras di agua y en ése se subió. Cuando 'taba en lo mejor comiendo, siente un remezón16 en el árbol, y cuando mira pa abajo, ve que 'taba el gigante parau, y le dice:

-¿Quí andás haciendo gusanillo 'e la tierra en propiedá ajena? ¡Aguá verás!17 ¿No sabís que éste es el árbol de la serpiente de siete cabezas, que ya viene a comerte?

Dicho y hecho, la serpiente venía voltiando árboles, hasta que llegó al peral de Juan Pascual y le puso un colazo   —26→   al árbol y, ¡hijito de mi alma!, de espaldas cayó Juan Pascual y también cayó el árbol. Juan Pascual se encomendó a la Virgen. Entonce la serpiente le acomodó a Juan Pascual un chirlo como jugando, y lu hizo andar como diez metros en el aire. Entonce Juan Pascual, contandosé cuasi muerto, si acordó de los perros y los gritó con todas sus juerzas:

-¡Cuidatuamo! ¡Cortacadena! ¡Cortafierro!

Cuando quiso acordar18, los perros 'taban a su lau. Entós les dijo:

-Jueguen con ese animal.

Los perros, diciendo y haciendo, lu atropellaron al bicho, y tarascón di aquí y tarascón di allá, le cortaron seis cabezas, y el bicho no se daba por rendíu. En eso 'taban cuando el Cuidatuamo me le pegó una agarrada en forma y le cortó la última cabeza. Entós la serpiente cayó muerta pa siempre. Entós se dejó venir el gigante echando espuma por la boca. Juan Pascual le arrimó los perros y lo saltaron, ¡hijito 'e mi alma!, y lo estiraron lueguito. Y di áhi este Juan Pascual se jue con los perros y la trajo a la madre y la mataron también los perros. Lo había traicionado y lu había preferíu al gigante. Hizo una parva19 con la madre, el gigante y la serpiente, y les prendió fuego.


Y pasa por un zapatito roto
pa que usté me cuente otro.



Braulio Aballay, 70 años. Pampa Vieja. Jáchal. San Juan, 1940.

Campesino. Aprendió el cuento de viejos comarcanos. El cuento mantiene el motivo de la serpiente de siete cabezas, pero es una variante del cuento fundamental.



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845. Los tres hermanos

MENDOZA

Eran dos ancianos que tenían tres hijos varones. Ya se llegó el tiempo que ellos quisieron salir a andar, ¿vio? Entonce, ante se usaba que iban a solicitarle permiso al padre y a la madre para salir a rodar tierra. Los padres les dieron la bendición y los autorizaron a irse. Entonces salieron a rodar tierra. Les dieron el sí los padres y se fueron. Entonce salió el mayor, que era Juan. Salió un día ante. Pedro lo seguía; se fue el día despué. Manuelito era el más chiquito, ése era muy chico. Le decían Manuelito no más porque era el menor. Entonce le decían:

-Mirá, Manuelito, vos no nos vas a seguir. Vos tenís que acompañar a papá, aquí, al padre, hasta que vos seás grande porque vos no tenís la edá de salir.

-Yo también me voy -dice.

-No, Manuelito.

-No, no, yo me voy con ustedes.

-Usté se queda con el padre, no más.

Bueno... se jue Juan. Al mucho andar lu alcanzó Pedro. Ya se juntaron.

Manuelito tenía una mulita que le habían regalado a él los padres. Dice:

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-Yo me voy en la mulita.

Les pidió permiso a los padres y ellos le dicen:

-No, hijo, ¡cómo te vas a ir!

-No, yo me voy no más -les dice.

Di un momento para otro agarró la mulita y se jue.

Muy lejo, ya, divisaron, di ande 'taban los otros acampados. Uno dice:

-Mirá, ¿qué no es Manuel aquél?

-No, qué va a ser Manuel -dice el otro.

-Pero es él. La mula es la d'él. 'Tamos aquí y lu esperamos. ¡Ah, este muchacho! ¿Qué hacimos, le pegamos o li hacimos otra cosa?

Bueno...

-No -dice Pedro-, llevemoló.

Pedro era más consciente.

-No -dice Juan-, no lo llevemos nada. Éste tiene que volverse a acompañar al padre y a la madre.

Bueno... Le pegaron una paliza y lo mandaron de vuelta.

Él volvió un poco no más. Los dejó que se alejaran y los siguió.

Al otro día los volvió a alcanzar.

-Che, ¿pero no te dijimo que te volvieras? -le dijieron.

-No, yo me voy con ustedes.

-¡Volvete!

-Bueno... ¿qué hacimos con éste?

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Dice Juan:

-¿Querís que lo matemos?

-¡No! -le dice Pedro-, ¿cómo se te ocurre?

-Bueno... lo vamos a matar. Le atamos la mula y a él lo tiramos al río.

Iba un río muy fragoso, muy montañoso, fragoso, así, ¿no? Le ataron la mula bien, en un palo, en un árbol, y a él lo tiraron al río. A poco andar, él pegó unos manotones. Había un árbol caído y se agarró él del árbol. Y Manuelito se salió para ajuera del agua, del río. Salió y se jue y buscó el animal. Y estaba la mula bien arrimadita. Entonce la desató como pudo, y subió otra vez y los siguió otra vez de nuevo. A la mula no le hicieron nada, sinó que la amarraron para que se secara ahí.

Se jue a siga20 de ellos otra vez. A mucho andar, lo ven.

-Pero, ¿que no es Manuel aquél, hombre, otra vez? Pero, ¡qué muchacho!

-Ahora -le dice Pedro- mirá, ¿llevemoló?

Juan no quería llevarlo:

-No, pero mirá, imaginate vos, es muy chico, nosotros somos unos hombres.

-Llevemoló, total, llevemoló.

-¿No te querís volver? -le dicen a Manuelito.

-No, yo no me vuelvo.

-Bueno, te vas con nosotros, pero vas a ser mozo21.

-Bueno.

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Entonces Pedro le dice:

-Mirá, te llevamo de mozo, pero hagamos otra cosa. Hagamos de un día de mozo uno, y otro día el otro.

Porque ya llegaban a un campo donde había peñascos, ¡era horrible! Tenían que hacer un camino muy largo para buscar los reinatos. Bueno... Ya llegaron y dijo Pedro:

-En primer lugar le va a tocar a Juan, el mayor, hacer de sereno toda la noche. El compromiso de él va ser amanecerse cuidando los otros dos que se acuestan a dormir, nada más, y él va atender los animales que llevamos, y a la mañana, cuando esté el desayuno listo, nos aula, y nosotros desayunamos y salimos.

Así era el acuerdo que iban a hacer todos. Bueno, muy bien...

Esa noche vino una fiera, una serpiente.

-Bueno ¿cómo hago? -dice Juan.

Y habrá que salvarlos. Porque no había que despertarlos a los demás, nada. El hombre se las tenía que arreglar como la suerte lo ayudara. Salió y la corrió. La pelió y la lastimó y se fue la serpiente. El tipo, después, n o dijo nada. No le tenía que conversar ningún secreto a los otros, nada, nada.

A la otra noche ya le tocó a Pedro. La otra estapa22 le tocó a Pedro. Le ocurrió el mismo caso. También pelió con la fiera, la serpiente, y la lastimó y la corrió. Pero él no llevó ninguna muestra de que había peliado con la fiera, nada.

A la tercer noche ya le tocaba a Manuelito. Bué... qué iba hacer, ¡tan chiquito!, pues. Bueno... Lo más dispuesto él agarró y hizo todo lo que había que hacer a la noche. A eso de... sería la una de la mañana, sintió un   —31→   gruñido. Era una fiera que venía muy cerca. Se azotaba cuando venía. Y era una fiera que tenía siete cabezas. Era una serpiente de siete cabezas. Salió él, antes que viniera. Ya venía cerca. Él salió a encontrarla. Ya la pelió y la pelió con un faconcito que tenía. La pelió hasta que la mató. Entonce agarró las cabezas, les sacó las siete lenguas y las ató en un pañuelo. Bué... A la madrugada sacó las ramas que había roto en la pelea, con el cuchillo, y borró todos los rayones del suelo, que no hubiera rastros, que no vieran los hermanos, ¿vio? En la lucha, en la pelea que tuvieron, la serpiente le apagó el fuego. No tenía fuego él y no tenía con qué encender y no podía despertarlos a ellos. Entonce Manuelito dice:

-Bueno... En su mulita salió... O volvía con juego o se quedaba por ahí.

Salió... Al subir una montaña muy lejos divisó una luz que se apagaba y se encendía, que se encendía y se apagaba; al rato pobre, y al rato se levantaba. Entonces se jue Manuelito para allá. Y bueno... Ya llegó cerca y miró por entre los montes. Había gente por la orilla del juego. Ya vio que había gente y había un asado, todo eso. Eran saltiadores que había en un campamento. Ya dijo:

-Buenas noches, señores.

-Buenas noches. ¿Qué gente?

-De la carda23.

Bueno. Dice:

-¡Pie a tierra!

Se bajó Manuelito.

-Sírvase compañero -le dice el hombre a Manuelito, señalandolé el asado.

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Manuelito sacó el cuchillo y cortó un pedazo di arriba hasta abajo del costillar que estaban asando. ¡Gaucho, el Manuelito!

Dijo uno:

-¡Cambiau que andaba el perro! -lo que vio que Manuelito hacía todo como hombre.

Comió la carne, Manuelito, y pidió juego. Agarró un palo prendido, un tizón, y se jue. Cuando va cruzando, así, ve unas luces, así. Un reinato, ¿ve? Entonce dejó la mulita por allá y jue a curiosiar. Había ahí el custodio que estaba durmiendo ahí. Él pasó no más. Pero el hombre 'taba durmiendo, no lo vio. Porque los reyes manejaban esos custodios24. Él entró para allá. Una puerta, una galería. Entró a una pieza. Una chica durmiendo. Una chica muy hermosa. Entonces jue y le sacó un anillo. Un anillo di oro que tenía. Entró más allá a otra pieza. Otra niña durmiendo. Le sacó otra prenda, un diamante. Entró más adentro. Otra chica más linda que las dos primeras. No había nada que robarle, le dio un beso, y se jue. Iba contento porque llevaba fuego. Llegó al campamento. Ya venía el día, ya. Hizo fuego. Ya preparó todo, el desayuno y los caballos ensillaus. Bueno, los despertó. Se levantaron, desayunaron los hermanos y se fueron. Bueno, justamente llegaron a la parte de ese reinato ande había estado él, ¿vio? Estaban ya adentro. Claro, los reyes eran curiosos. Los mayordomos que tenían, ésos, llegaba algún forastero, y le avisaban áhi no más, inmediatamente al Rey. Les daban la posada y le avisaban al Rey. Entonces a la segunda noche, ellos los llamaban, les hacían reunión para comprobar qué personas eran, porque ellos tenían que saber quién dentraba ahí. Bueno... Fue el mayordomo, el capataz, y le dijo al Rey que habían llegado estos tres desconocidos, estos muchachos buscando trabajo, y áhi 'taban.

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-Esta noche me los traen a esos muchachos -le dice el Rey.

Ya se había perdido el anillo de la chica, ya se había perdido el diamante de la otra, en fin. No se sabía qué pasaba y entonce el Rey dice:

-Por áhi han de 'tar.

Bueno, ya vinieron, los presentaron, los pusieron ahí, los hicieron sentar. Todos los del reinato vinieron ahí, pues. Que tenían que venir todos para saber lo que había. Entonces ya los sentaron ahí, los tres a un lado. Entonce el Rey preguntó:

-¿Cuál es el mayor?

-Yo soy -dice Juan.

-¿Cuál es el que le sigue?

-Yo soy el del medio -dice Pedro.

-¿Cuál es el menor?

-Yo soy el menor -dice Manuelito.

-Cada uno de ustedes me va contar la historia de su vida, lo que le ocurrió a ustedes en su gira, en su viaje que han hecho. Cada uno va a decir.

Entonces dice Juan que era más deshermanado, dice:

-Pero no, este niño qué va a contar él, qué sabe.

-No -dice el Rey-, tiene que contar también.

Bueno, contaron. Áhi salió. Ya conversó Juan. Ya salió que había peliado con una fiera cuando 'taba cuidando los hermanos, en fin.

-¿Y qué constancia trae? -le dice el Rey.

No traía nada. Bueno... Pedro lo mismo. Conversó que era una cruzada muy fea, que le ocurrió eso, que pelió con esa fiera. Y dijo todo.

-¿Y qué constancia trae? -le dice el Rey.

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Bueno, no tenía nada tampoco.

Bueno, ahora Manuelito.

-¿Qué tenés que contar Manuelito? -le dice el Rey.

-No, mi Rey -le dicen ellos-, qué va contar éste, tan chiquito.

-No, no, dejelón que cuente.

-Sí, mi Rey -dice él-, yo tengo que contar.

-Bueno, a ver, cuente.

-A mí me ocurrió un caso como los de mis hermanos. Yo pelié con la serpiente para salvarle la vida a ellos. Y justamente tuve la suerte que la maté.

-Y qué costancia trae -le dice el Rey.

-Aquí 'tá la costancia.

Sacó el pañuelito y sacó las siete lenguas.

-¡Ah, ése es hombre que tiene historia! -dijo el Rey-. Ése ha hecho muy bien.

Qué, los otros se querían morir. Claro, porque ellos no tenían costancia de la historia de la vida. Entonce dijo el Rey:

-¿Y qué más le ocurrió?

-Después, mi Rey, al verme que se apagó el fuego por el combate, la lucha que tuve con esta fiera, yo no sabía cómo iba hacer fuego a la madrugada. Salí a andar el mundo, porque iba perdido, a ver si encontraba fuego con qué hacer la comida o no. Así que me encontré, muy lejos, y divisé un fuego que ardía y se apagaba, así. Y jui hasta que llegué ande 'taba él. Lleguí y había unos saltiadores, y dijo todo él.

-Y me dijo esto, esto, en fin. Y al volver, me encontré con un reinato.

El Rey se reía.

-¿Y qué hizo ahí? -le dice el Rey.

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-Y entré para adentro, y en primer lugar encontré una señorita que estaba durmiendo. Así, le llevé un anillo, acá está.

-Ése es mi anillo -dice la Princesa- y corrió y agarró el anillito.

-¿Y?...

-Y seguí, y había otra pieza y otra niña dormida y le saqué un diamante y acá está también.

-Bueno, a ver qué más le ocurrió -dijo el Rey.

-Y entré en la última pieza y había una chica que era muy hermosa y como no tenía qué llevarle, le di un beso -dice.

-Ése es mi beso -le dijo ella y jue y lo agarró y lo besó para sacarle el beso de ella.

Y a la final de todo, el Rey lu hizo casar a Manuelito con la hija menor. Y hicieron una gran fiesta.

Y se termina el cuento.

Manuel Antonio Jofré, 55 años. Malargüe. Mendoza, 1974.

Lugareño rústico. Muy buen narrador.

El cuento es una variante del cuento fundamental y contiene el motivo del cuento de el chiquillo o los tres hermanos.



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846. Don Juan Sirimbote

SAN LUIS


Éste es el cuento de don Juan Sirimbote,
que mata siete di un golpe,
juera de los que quedan pataliando.



Resulta que era un pueblo chico, como si juera aquí. Áhi había un hombre que era zapatero. Arreglaba zapatos este hombre. Era muy tomador25. Le había dau por tomar. Al principio 'taba bien, pero empezó a tomar y tanto y tanto tomar este hombre fundió todo lo que tenía. Y ya las casas de negocios no le fiaban nada. Y a veces, de verse tan jodido, que no podía disponer de nada, dispuso de irse di áhi. Y empezó a armar el viaje pal otro día. En eso llegó una señora, en ese momento, con unos zapatos pa que se los arreglara. Entonce le preguntó que pa cuando los necesitaba. Ella le dijo que para mañana a las diez. Y le dijo:

-Digamé si me va a hacer el trabajo urgente si no para llevarlo. Cobremé lo que sea.

Le cobró uno cincuenta. Áhi no más le dio cincuenta centavos. Al retirar el trabajo le iba a pagar lo demás.

  —37→  

Bueno, en seguida se puso a buscar algunos pedacitos de cuero. Y encontró un pedazo de suela que había quedau por áhi, y la puso que se remojase. Y puso los zapatos en l'horma. Se jue entonce al frente, a la almacén, y compró medio litro 'e vino pa poder trabajar, y un pan. Claro, el vino le costaba quince centavos y diez centavos el pan.

Comió el pan y el vino y en seguida no más se puso a dormir. Ya 'taba pasau de la bebida26. A la tarde se despertó, miró para todos lados y vio el zapato que 'taba en l'horma. Áhi no más se limpió los ojos con un trapo y se puso a trabajar. Lo arregló al zapato y ya no le faltaba más del lustre.

Al otro día vino la señora como a las nueve a ver si 'taba el trabajo. Entonce él nu hizo más de que le pasó el lustre y se lo entregó. Entonce la señora le pagó el uno cincuenta. Los otros cincuenta se los regalaba porque le había cumplido con el trabajo.

Se jue la señora y él formó su viaje y ya salió y se jue lejo, a otro pueblo. Él tomó el camino y no sabía dónde iba, y llegó a otro pueblo.

A la oría del pueblo había un almacén. Entró y pidió si tenían algo qué comer. Áhi se le asentaron las moscas, al olor de la comida, y dio un manotón y mató siete moscas. Y áhi que él pensó de decir que era muy valiente porque había matado siete de un golpe.

Él era un hombre bastante feo, muy huesudo, regular alto, gordo, las manos y los brazos grandes. Y todos los que lo vían se sosprendían, pues.

Entonce él dispuso de comprarse un tarro de pintura y le pidió al dueño del almacén le permitiera entrar a la güerta. Y le cedieron. Y áhi se jue con el tarrito 'e pintura.   —38→   En la gorra que tenía puso un letrero dando güelta la visera, diciendo:


Don Juan Sirimbote
que mata siete de un golpe,
juera de los que quedan pataleando.



El mismo letrero lo puso en la espalda del saco.

Como naide lo conocía en ese pueblo, todos los que lo vían se sosprendían al verlo no más.

Como en ese pueblo había algunos que eran muy curiosos, los que sabían ler venían a ver esti hombre y le llevaron el parte al Rey, que había ese dicho hombre en tal almacén. Él era un hombre muy valiente.

El Rey mandó un milico27 a que lo llevara.

Bué... Cuando llegó al almacén jue a mirar adentro y al verlo a don Juan retrocedió para atrás, salió a la calle. De la calle le preguntó:

-Señor, ¿usté es don Juan?

Le contestó que sí, que qué precisaba.

-Por orden de su Majestá que vaya al palacio, lo vengo a llevar.

Y él le dice:

-Ni usté, ni todos los que vengan no me van a llevá a mí.

Entonce el milico jue allá, a la Majestá del Rey y le dijo lo que el hombre decía.

Entonce el Rey mandó patrulla doble, un oficial y cinco milicos. Van y le dicen que lo venían a llevar. Y entonce les dice él:

  —39→  

-Digalén a su Majestá que si él quere que vaya allá, que me mande el corcel de él y unas quinientas o mil pesetas28.

El corcel es un coche con caballos que usaban los reyes di antes.

Y ya jueron y le dijieron, y entonce dice el Rey:

-Pero, ¡ve, que sea tan terrible!

Y que le dice el oficial que era un hombre muy temible que al verlo no más daba miedo.

Y que el Rey le mandó el corcel y el dinero.

-¡Cómo no!, ahora sí puedo ir -dijo.

Entonce le preguntó al almacenero cuánto le debía, y el almacenero le dijo que no le debía nada.

Entonce él le dio las mil pesetas y le dijo que se pague.

-No es tanto -le dijo el almacenero.

-Nu importa, guardemé lo que quede y mañana cuando güelva, quero tener las puertas abiertas.

Ya había agarrado mucha juerza, tanto comer, y era la cumplisión de él para tener bastante recelo.

Llegan a lo del Rey. Y hizo llegar hasta la puerta del altío29 el coche. Y le preguntó al Rey que para qué lo precisaba. El Rey le dijo que se baje y pase para el altío, para donde él estaba. Y él le dice:

-Bajate vos y vení cerca ande yo 'toy. Si vos me precisás.

  —40→  

Se bajó el Rey y se vino hasta el corcel, y le dice:

-Ya veo que sos don Juan Sirimbote.

-Sí señor, yo soy.

Y junto con lo que dice pega un sopapo al guardabarro y lu abolló un poco al guardabarro.

Entonce Juan se bajó y siguió con el Rey al comedor del Rey. Y el Rey hizo que tomara asiento. Y el Rey le invitó con un vaso de vino. Y áhi se lo tomó don Juan de un golpe, sin resollar. Ya 'taba un poquito picado30, y más quedó con el vaso que le dio el Rey. Y al ver que el Rey se demoraba en preguntarle pa qué lo precisaba, le preguntó don Juan:

-¿Para qué me quiere? Yo no 'toy pa perder el tiempo.

Y entonce le dice el Rey que áhi había una serpiente que le 'taba comiendo medio pueblo. Que le 'taba terminandolé ya la gente. Que todas las noches tenía que entregarle una doncella para poderla sujetar. Tenía que darle una niña que no haiga pecau nunca. Y esa noche le pertenecía a la del Rey. Las mandaban a las niñas a la oría31 del pueblo. Áhi había unas casas grandes, de dos piezas, que no tenían techo. Entonce le dijo el Rey que si él la salvaba -palabra de Rey- que se casaría con ella. Y palabra de Rey no puede faltar.

Entonce le dice don Juan que cómo no, que 'taba bien. El Rey le dijo que pidiera lo que necesitaba.

Le pidió una bordalesa de vino, lo primero, una vaca carniada y una bolsa de pan y cinco kilos de sal. Y después de esto, una espada, pero que juera güena.

  —41→  

El Rey le dio lo que pedía y le presentó muchas espadas. Y don Juan le dijo que ninguna servía pa nada. Entonce lo mandó al sótano, que áhi había muchas, que eligiera la que le pareciera. Y él buscaba y buscaba, y ninguna le parecía bien. Al fin, al último, descubrió tres espadas que 'taban herrumbrientas, ya tomadas. Y las vido, y las limpió bien. Y las empezó a mirar bien y encontró una que tenía un secreto pa poderla sacar de la vaina. Y entonce él le encontró el secreto, era un botoncito. La sacó, y 'taba que brillaba adentro. Y se la enseñó al Rey y le dijo:

-Acá hi encontrau una que me gusta.

Y le dice que convide con algo que ya se muere de sé. Y ya le dieron vino y le sirvieron otra vez de comer. Y ya le empezaron a atender como príncipe.

Y él a media tarde se retiró. Y s'hizo llevar en el corcel hasta la casa ande iba a salir la serpiente y 'taba ya la niña. Y lu hizo esperar al volantero, el del volante, y después subió al coche y se jue.

Lo que más encargaba era que no le jueran a dejar de llevar una carrada de leña.

Cuando él llegó a la tapera32 ésa, ya li habían llevado todo. Y ya se pusieron a hacer juego para esperar a la serpiente que venía a la una o a las dos de la madrugada. A la niña, al dentro 'el sol, la habían llevado.

La niña 'taba en un solo llanto. Y él le dijo a la niña que dejara de llorar, que él la iba a salvar.

Se comió un buen pedazo de asau y se tomó un cántaro de vino. Se vino a ver las piezas como 'taban y comenzó a acarriar la leña y con los palos más largos a trancar las puertas. Y le dijo a la niña que se sentara en una sía33,   —42→   adentro. Y ya bien aseguradas las piezas ande 'taba la niña. Entonce se largó a pensar:

-Si viene la serpiente me devora a mí que 'toy ajuera.

Y se subió a los pinos. Les comenzó a cortar los gajos y a dejarlos como ganchos, a los tres pinos. Y en el pino más alto y más firme se subió él.

En eso ya sintió el bramido no más de la serpiente que venía. ¿Qué hizo él? Se tomó otro cántaro de vino y se encumbró más en el pino. Era el del medio. Y se pone con su espada adentro ande 'taban los gajos.

Y en eso llegó la serpiente bramando. Y ya dio un coletazo por las puertas. Y ya le gritó él:

-¡Aquí 'toy yo!

Y se vino ande 'taba él. Y pegaba unos tremendos saltos sobre los pinos. Y en eso se quedó encajada. Y él le tiró un hachazo con la espada y le cortó una cabeza. Y cayó al suelo y áhi se le juntó la cabeza. Y siguió dando saltos. Y otro salto se volvió a quedar encajada en otra cabeza. Y él se la cortó en el aire, pero le pegó un tajo en cruz. Esa cabeza ya no se le juntó. Y pegó otro salto y se quedó enganchada otra vez y le cortó otra cabeza con un tajo en cruz. Y así hizo hasta que le cortó seis cabezas. Y la serpiente tiraba cada vez más arriba los saltos y ya le iba a tocar los pieses. Y él ya no se podía sostener arriba, ya se caiba. Y en una de ésas le cortó la última cabeza, la principal, y ya no se juntó y cayó el cuerpo de la serpiente al suelo.

Güeno... Ya se bajó, porque jedía34 más él que la serpiente, del julepe35.

  —43→  

Y ya li abrió las puertas a la niña. La niña no había pegau los ojos de miedo porque 'taba esperando que la coma la serpiente.

Entonce él le sacó las siete lenguas de la serpiente. Y las tenía en el bolsillo.

Y le dijo a la niña que él se iba a ir por otro lado y que ella se juera al palacio. Ella le regaló un pañuelito y el anío36 que tenía en el dedo. Los dos eran de virtú. El pañuelito lo podía tender en el suelo y en seguida iba a tener la mesa tendida. Y el anío lo ayudaba en cualquier trabajo peligroso y lo trasladaba de un lugar a otro.

En eso vino el corcel del Rey para llevar los muertos, porque se creía que también lo había muerto la serpiente a don Juan. El pueblo 'taba todo enlutado.

Él se retiró por una montaña37, por un bañado38, para poder descansar y dormir.

Y ya llegó el negro con el coche, a ver si 'taba muerta la niña. Y vio la serpiente y llegó asustandosé el negro. Y vido que la serpiente 'taba muerta. Y juntó las siete cabezas y las echó en una bolsa y llevó a la niña al palacio. Y jue y dijo que él había muerto la serpiente. Y dijo:

-Acá traigo las siete cabezas.

Entonce dijo el Rey:

-Palabra de Rey no puede faltar: usté se va a casar con m'hija.

Y áhi no más echaron el bando que al día siguiente se casaba el negro con l'hija 'el Rey. Y ya empezaron a aprontarlo al negro. Y lo pusieron en remojo a ver si se blanquiaba un poco.

  —44→  

Sigamos con don Juan. A eso de la oración se despertó. Se lavó bien, se arregló, y era buen mozo, y más buen mozo 'taba ahora lo que 'taba contento con lo que había hecho. Y áhi tomó rumbo al palacio. Y a la oría del pueblo encontró un ranchito y llegó. Y áhi 'taba una señora vieja, y le dice:

-¿Qué hace mama vieja?

Y ella le dice:

-Aquí 'tamos, hijito.

-¿Tiene algo de comer?

-No, nada, nada.

-Bueno, 'tá cerca l'almacén. Tome pa que compre azúca, yerba, carne y pan. Vaya, yo la voy a esperar con juego.

Y áhi raspa el anío y le pide pesetas y le pasa plata a la señora. Y claro, tamén l'encargó vino.

Y la esperó a la viejita con una jogata39. Y hizo de comer y él se quedó áhi esa noche. Al otro día le dice ella:

-Tengo que ir al palacio del Rey, que se casa Francisco con la hija del Rey.

Francisco se llamaba el negro, porque todos los negros se llamaban Francisco.

Entonce él le dice:

-Vaya no más y venga en seguida y digamé lo que pasa en el palacio.

Al rato no más vino la viejita con la noticia que a la noche se casaba el negro con la hija 'el Rey, que se presentaba todo el pueblo al palacio y que les iban a servir un almuerzo, y a la noche que iba a ser el casamiento. Y entonce él le dice:

  —45→  

-Güeno, mama vieja, aprontesé que vamos a ir al casamiento.

Y la viejita le dice:

-Yo no puedo ir, hijito, que no tengo ni ropa, ni zapatos.

-Usté no se apure, todo lo que necesite yo le voy a procurar.

Cuando ya era hora de las doce, salió ajuera y raspó el anío, y pidió ropas y zapatos para la viejita y para él. Al momento ya se presentaron unos esclavos con unas cajas con unos trajes y unos zapatos muy lindos.

Y ya se vistieron y se jueron al palacio. Y empezaron a orillar, orillar, hasta que entraron al palacio.

Ya 'taban todos en la mesa. Entonce tenía que hablar el novio, y habló el negro, y dijo:

-¡Ah, señore!, como palabra de Rey no puede faltar, así que ahora cumple, y yo me voy a casar con la Princesa, porque yo hi muerto la serpiente de siete cabezas, que devoraba el medio pueblo. Y aquí traje la siete cabeza para prueba.

Y todos aplaudían y decían que 'taba bien.

Y entonce don Juan Sirimbote pidió la palabra. Pidió la palabra y dijo:

-Permiso, Majestá, para aplaudirlo a Francisco lo qui ha hecho, y que ha traído las siete cabezas. Sabe, mi señor Rey, quisiera ver si cada cabeza tiene su lengua. A ver, que las traigan para acá.

Y ya las trajieron a presencia de todos. Áhi las registraron, y ninguna cabeza tenía lengua.

Y entonce dijo:

-¿Y las lenguas de estas cabezas?

  —46→  

-Se la habrán comido la hormiga -dijo el negro-. Hay mucha hormiga ande maté la serpiente.

Entonce don Juan sacó el pañuelito con las lenguas y le dice al Rey:

-Mire, señor Rey, aquí 'tán todas las lenguas de la serpiente.

Entonce la niña gritó:

Ése es el hombre que me ha salvado. Él mató la serpiente y yo le regalé mi pañuelito de virtú.

Entonce el Rey dijo que don Juan s'iba a casar con su hija. Y mandó a que lo castigaran al negro. Mandó a trair del campo cuatro potros ariscos, los más malos que haiga y mandó que le ataran al negro cada brazo y cada pierna de un potro. Y que así los largaran al campo. Y así lu hicieron y lo decuartizaron.

El Rey dijo que se case don Juan con la Princesa, pero que tenía que hacerle otro trabajito, y le dijo:

-Mañana a la madrugada hay que salir al frente de una pelea. Los moros me vienen a quitar el palacio.

Los moros tenían que pasar el río. Y entonce le dijo él que cómo no. Y entonce le dijo que elija caballo. Y había un potro culero en la pesebrera, y él le dijo:

-Yo voy a ir en este potro.

Le dijo que se juera, al ejército, que él iba a seguir di atrás. Llegaron a un punto y ahí acamparon. Y él llegó con su espada. Ya cuando viniera blanquiando el día tenía que 'tar la tropa a la oría del río.

La tropa se demoró. Él salió y se jue en el potro. Como los moros acostumbran a andar en yeguas y él iba en potro, empezó a correr de una oría a la otra. Y el potro corría, claro, atrás de las yeguas, y él con l'espada echaba al suelo no   —47→   más di un solo golpe. Y áhi los redotó40 él solo a los moros. Y los que quedaron salieron huyendo y no volvieron más. Y cuando él los había redotado a los moros, la tropa recién iba llegando, y no tuvo nada qui hacer, y las hizo volver. Él ya había tomado la bandera de los moros tamén. Y siguió la tropa, y a la noche, se tendieron a dormir. Entonce don Juan Sirimbote les dice:

-Yo les daré el redote41 de los moros y la bandera tamén, pero áhi, ande 'tán tendidos mi potro les va a asentar la mano en las nalgas.

Y en la mano del potro tenía un letrero que decía: don Juan Sirimbote.

Bueno, ya llegaron al palacio y le dice al Rey:

-Áhi tiene su ejército, que no sirve pa nada. Si la batalla la hi ganau yo. Y hasta los hi marcau a todos. Y si no, que se saquen la ropa, y vea que ya no son suyos sino míos.

Y el Rey vido que era cierto, que 'taban todos marcados.

En la noche no más si hacía el casamiento. Se casó don Juan con la hija del Rey.

Cuando jueron a dormir, se le apareció el genio del anío y le dijo, que por tres noches, pusiera la espada entre él y la niña, y que no le hablara para nada. Que recién cuando saliera el sol la podía hablar y que tenían que guardar los dos ese secreto.

A la primera noche él soñaba que era un triste zapatero borracho, que no valía nada. A la segunda noche soñaba   —48→   que él no había muerto nada a la serpiente, que era la espada la que la había muerto porque tenía una virtú. A la tercera noche soñaba que él no había redotado nada a los moros, que era el potro el que los había redotado porque tamén tenía una virtú.

Bueno, a la cuarta noche, le dice el genio que no se descuide, que el Rey se va a poner debajo de la cama, para ver bien quién era él. Y entonce que él diga qui ha hecho todas esas hazañas y que es muy valiente.

Güeno, se jueron a dormir. Y el Rey 'taba abajo de la cama. Y entonce él le comienza a decir a la Princesa:

-Yo hi sido un hombre muy valiente, muy temible. Por donde venga soy feroz. Hi venido a este pueblo y hi salvau a todo el pueblo de la serpiente de siete cabezas. Yo solo hi muerto a los moros y solo, sin que nadie me ayude hi librau el palacio de que lo agarren los moros. Y si el Rey se presenta, al Rey lo voy a matar.

Y áhi salió el Rey, despacito, y se mandó a mudar.

Y güeno, ya el genio le dijo que él ya iba a ser un mozo muy bueno y que iba a ser muy feliz con la Princesa, y que ya era su esposo y que nada temiera.

Al otro día el Rey le dijo que lo dejaba como Rey de ese pueblo que él había salvado y así quedó hasta la fecha.

Lorenzo Calderón, 80 años. El Durazno Alto. Pringles. San Luis, 1960.

Campesino oriundo de la región en donde vivió siempre.

Al motivo de la serpiente de siete cabezas se han amalgamado, en el cuento, otros motivos que no corresponden al cuento fundamental.



  —49→  
847. La serpiente de siete cabezas

SAN LUIS

Una vieja y un viejo tenían tres hijos varones.

Un día, el mayor pidió permiso a los padres para irse a rodar tierra. Le dieron permiso y se fue.

Al año pidió permiso para irse a rodar tierra el hijo segundo. Los padres le dieron permiso y se fue.

Al año pidió permiso el más chico, el último hijo. Los viejos no querían darle permiso porque ellos quedaban solos, pero él les dijo a los padres que como le dieron permiso a los otros hermanos le tenían que dar a él. Y los viejos queriendo y no queriendo le tuvieron que dar permiso no más.

La viejita tostó unas cuantas callanadas42 de maíz y se las preparó para el viaje. No tenían más que darle, ¡eran tan pobres!

Después de viajar meses y meses a otras naciones, se junta con los otros dos hermanos, que se iban a una ciudá que había un Rey que quería ocupar jóvenes inteligentes y valientes para que dirigieran un ejército, para que persiguieran   —50→   una serpiente con siete cabezas, que le mataba ovejas, vacunos y yeguarizos, y también gente. Que en ese reino ya no era vida con esa fiera terrible.

Entonce, 'stando los tres hermanos trataron de hacer el viaje juntos. Que había una atravesía43 de tres días de camino, y en esa atravesía salían siempre fieras. Entre los hermanos acordaron de cuidar, por turno, en la noche, ande durmieran, por si venía alguna fiera.

La primera noche se tenía que quedar el mayor. Eso de las doce de la noche, se presentó un lión. El hermano mayor se hizo un lado de donde dormían los hermanos y lo pelió hasta matarlo. Como ya amanecía, borró el rastro hizo juego y calentó agua. Recordó44 a los hermanos y tomaron café, y siguieron viaje.

La segunda noche le tocó al segundo hermano. Se hizo la noche. Se acostaron los dos hermanos. Se durmieron en seguida, cansados del viaje. Eso de la media noche, el hermano despierto siente que brama un tigre. El joven le salió al encuentro para que no llegara ande 'taban los hermanos dormidos y lo pelió hasta que lo mató. Cuando clarió, borró los rastros, botó lejo al tigre y hizo juego. Calentó l'agua y recordó a los hermanos. Tomaron café y siguieron viaje.

La última noche le tocó cuidar al más chico, que se llamaba Adán. Cuantito s'hizo la noche juntó leña y hizo juego. Un gran juego tenía. Plantó la daga en el suelo y tenía listo un poncho por si venía una fiera. Eso de la medianoche se le presenta la serpiente de las siete cabezas, la que quería perseguir el Rey. Se envuelve el poncho en el brazo izquierdo, agarra la daga con la derecha, y salió a peliar a la serpiente ante que llegue ande 'taban los hermanos   —51→   durmiendo. Peliaron toda la noche. Que lo tenía mal, la serpiente, al joven. Al fin de tanto peliar, el joven, de un salto quedó encima de la serpiente y logró cortarle dos cabezas. Y ya la agarró mal hasta que la venció, y la mató, al fin. La agarró, la arrastró y la botó distante. Borró los rastros y se vino hacer juego. Lo encuentra apagado al juego. No tenía con qué hacer prender el juego. A esto venía amaneciendo y devisó en un bordo45 un jueguito. Tomó un cabresto y se va corriendo a buscar juego. En lo que va corriendo encuentra una niña. Le pregunta a la niña que para dónde va. Que le dice la niña que ella es la luz del día que va amaneciendo. Áhi no más l'agarró a la niña y l'ató en un quebrachito para que no amaneciera hasta que él volviera. Y siguió corriendo. Llega y ve que alrededor del juego están tres gauchos. Les dice que le den juego y los gauchos le dicen:

-Te damos juego si los acompañás a ir al palacio del Rey a robar oro y plata de una pieza.

Entonces él les dijo:

-'Stá bien. Vamos juntos a la casa del Rey.

Y ya llegaron. Los gauchos habían roto el techo ande el Rey tenía la fortuna y por áhi lo descolgaron a Adán. Le dieron un jergón pa que pusiera todo el oro que cupiera áhi, y le dijieron que cuando 'tuviera listo que cimbrara la soga para sacarlo. Adán, cuando bajó, vio unos montones de oro y plata. Atrás había una puerta y entró. En la pieza había una niña dormida y una mesa de fierro y una espada, con un letrero que decía que el que clave la espada hasta el cabo en la mesa de fierro se casaría con l'hija del Rey. Pasó a otra pieza y 'staba una niña dormida. Y pasó   —52→   a una tercera pieza y 'staba también una niña dormida. Entonce se volvió y dice:

-¿Qué le robaré a esta niña?

Le robó un pañuelo de mano. Pasó ande 'taba la otra niña y le robó un anillo. Pasó ande 'taba la primera niña y no sabía qué robarle y al fin le robó un beso. Agarró l'espada, cuando pasó a la primera pieza, y la clavó hasta el cabo en la mesa de fierro. Entonce cimbró la soga y lo sacaron. Lo que no sacó nada de oro ni plata lo querían matar los gauchos. Él les dijo que no sabía robar. Y como los gauchos lo atacaban para matarlo, se tuvo que defender con l'espada, y los mató y los dejó arriba del techo. Entonces se jue corriendo, sacó juego y llegó ande 'taba atada la niña qu'era la luz del alba, la desató y pasó corriendo ande 'ataban los hermanos. Hizo juego, calentó l'agua y los recordó que tomaran el café.

Antes de hacer viaje fue y cortó las siete lenguas a la serpiente, las ató en un pañuelo y se las puso en las maletas. Siguieron viaje. Ninguno de los hermanos se había acordado con los otros hermanos lo que les pasó en la noche que 'stuvieron de cuidador.

En la tarde llegaron a la ciudá. Pararon en una casita de una viejita vecina. Ya la viejita los atendió y 'staban conversando y tomando mate, y Adán preguntó que qué se cuenta en el pueblo, que qué novedades había. Y entonce la viejita le dice:

-No hay más novedá que mañana se casa la hija del Rey con un sirviente del Rey, con un esclavo, con un negro que tenía el Rey de pastoriar las ovejas.

Como ha muerto la serpiente que tantas muertes hacía y tenía asustadas a la gente del reino, y el Rey había dicho   —53→   que se iba a casar con la hija menor el que la matara, palabra de Rey no puede faltar, y ojalá46 sea con un negro, se tiene que cumplir.

El negro había encontrado la serpiente muerta, cuando andaba pastoriando las ovejas, y le había cortado las cabezas. Y claro, era la serpiente que había muerto Adán.

Cuando el Rey vio las cabezas de la serpiente lo abrazó al negro y le dijo que se tenía que casar con su hija menor, qu'era la más linda. La niña lloraba, no se quería casar con el negro esclavo y el Rey, claro, tampoco quería, pero no tenía otro remedio que cumplir.

Esa tarde, el Rey mandó a envitar a todos los vecinos del pueblo pa el casamiento de la hija. Por la viejita vecina donde paraban los jóvenes, el Rey supo de estos jóvenes. Los mandó a envitar. Y ya fueron todos.

Cuando 'taba toda la gente reunida en el palacio, el Rey se puso a conversar con estos jóvenes forasteros. Entonce Adán dijo:

Yo, ante de anoche, cuidando mis hermanos que dormían, me salió una serpiente de siete cabezas y la pelié hasta que la maté, y acá 'stán las siete lenguas que le saqué; no le corté las cabezas porque era mucho peso para seguir viajando.

Ya cuando el joven habló, todos se pusieron a conversar del asunto y áhi no más el Rey mandó a ver si las cabezas tenían lengua. El negro no sabía qué hacer, claro, lo que había mentido que él había muerto la serpiente. Y ya vieron que las cabezas no tenían lenguas y que era cierto lo que decía Adán. Y la hija del Rey se puso contentísima y le gustaba Adán porque era muy buen mozo.

Entonce ya contó Adán que esa noche había venido a pedir juego ande 'taban tres gauchos y lo habían hecho bajar ande el Rey tenía el tesoro. Y que había visto una mesa   —54→   de fierro con una espada con un letrero que decía que «el que plante esta espada hasta el cabo en la mesa, se casa con la hija del Rey». Que había seguido andando y había encontrado, en tres piezas, tres niñas dormidas. Que a una le había robado un pañuelo de mano, a otra un anillo y a la última un beso. Que al volver había clavado la espada hasta el cabo en la mesa de fierro. Que había cimbrado la soga, y que lo que salió sin robar las talegas de oro y de plata del Rey, los ladrones le habían querido matar, y que entonce había tenido que matarlo a los tres ladrones, y que áhi 'taban en el techo.

Entonce los hermanos contaron también lo que le había pasado a ellos y que habían peliado, uno con un lión y el otro con el tigre, y que los habían muerto.

Entonce el Rey dispuso preguntar a las niñas qué se les había perdido. La mayor dijo que le habían robado un pañuelo de mano; la segunda, que le habían robado un anillo, y la menor, dijo que le habían robado un beso. Mandó a ver si era verdá lo que le habían contado los jóvenes y encontraron los tres ladrones muertos en el techo, y en un punto el tigre muerto, y en otro punto el lión muerto. Ya se comprobó que todo era cierto, y que estos tres jóvenes habían salvado al pueblo de la serpiente, del tigre y del lión que se iban comiendo toda la gente.

Entonce dijo el Rey que trajieran un potro de los más ariscos y lo ataron al negro de la cola y lo largaron al campo que lo hiciera pedazo.

Entonce dijo que se tenían que casar los tres jóvenes con las tres hijas, y Adán con la menor. Y palabra de Rey no puede faltar, y áhi nomás se empezaron a hacer los aprontes para la boda. A Adán lo nombró Rey y a los hermanos los nombró de Príncipes.

Se hizo una fiesta muy grande, que duró varios días, y ellos quedaron al mando de la República.

  —55→  

Después mandaron a traer a los padres que ya 'taban muy viejitos. Todo el pueblo 'taba muy contento y ellos vivieron muy felices muchos años.


Éste es un zapatito roto;
que usté me cuente otro.



Benito López, 71 años. Villa General Roca. Belgrano. San Luis, 1951.

Nativo del lugar. Muy buen narrador.

Variante del cuento de la serpiente de siete cabezas.



  —56→  
848. La serpiente de mar y el negro mentiroso

NEUQUÉN

Éste era un Rey. Tenía tres hija. Y él 'taba comprometido con una serpiente del mar, que tenía que dale cada quince día una de las hija.

Bueno, llevó la mayor. A los tres meses tuvo que ir a entregar la del medio. Y quedó la menor de las tres hijas que él tenía. Porque él 'taba, que la serpiente lo tenía encantado para matarlo a él, ¿no?

Él tenía un negro, de pión. Y él la había dejado, en una carreta de bueyes, a la orilla del mar a las niña. Cuando venía la serpiente se subía la Princesa a la l'anca de la serpiente, y se mandaba a mudar en el mar, se la llevaba.

Bueno, agarró y ya ésta le llegaba ya cerca del plazo. Y llegó un muchacho a la casa, pidiendolé trabajo. Entonce dice el Rey:

-Mire, joven, dice, yo le daría trabajo si usté se anima a matar, dice, la serpiente que me ha comido dos hijas y ahora 'toy por entregarle la menor.

Y dice el muchacho:

-Como no, dice, yo lo hago.

Agarró y dice:

-Usté me va a dar una espada y una fusta, un rebenque, ¿no?

  —57→  

-Bueno -dice el Rey-, cómo no. Lo de menos es eso.

Y al otro día a la mañana, cuando ya a la sei de la mañana venía el mar, se sentía el bramido de la serpiente y el Negro 'taba atando los bueye para llevarla a la Princesa en la carreta. Cuando llegó él allá a la mar, a la peña que era una peña onde las ponían. Entonce 'taba áhi y lo ve al muchacho que va.

-Todavía no viene -dice la Princesa al pión que tenía, nuevo, dice, no viene todavía la serpiente.

-Bueno, dice, mirá, yo me voy a quedar acá y vos te quedás, áhi. No te muevas.

Bué... Quedó.

Entonce, cuando ya venía cerca la serpiente, a comerse la chica, la Princesa, este muchacho agarró, subió a su caballo que él tenía, y pelió a la serpiente con la espada que le dio el Rey, y la mató a la serpiente. La serpiente ésta tenía siete cabeza. Bueno, agarró un pañuelo de seda y el anillo de ella. Ella le dio al muchacho. Entonce el muchacho le sacó a la serpiente las siete lengua, que tenía la serpiente. Y la dejó. Entonce al otro día tenía que ir el negro éste, a vela. Ella se quedó áhi no má, la Princesa. Tenía que ir a ver si la había llevado la serpiente. Siempre mandaba el Rey a ver su hija. Y bueno, entonce ella agarró y en el pañuelo de seda ató las siete lengua y el anillo y se lo dio dio al muchacho. Y el pañuelo lo tenía el muchacho, con el nombre de ella y las lenguas. Éstos pasaron hasta el otro día. Entonce, cuando fue el negro, la encuentra ya como era. Y el compromiso que hacía el Rey, la apuesta que el Rey hacía de que el que matara la serpiente le daba la hija para que se casara. Porque era la única hija que le quedaba. Las otras ya se las había comido la serpiente. Y fue el negro. El negro con la carreta iba cantando y diciendo:

-Puede ser que me encuentre la señorita.

  —58→  

Porque como antes todos sospechaban algo y todo. Y va. Cuando la ve:

-¡Ay, qué alegría!

Y ve la serpiente que 'tá tirada a la orilla del mar, del agua. Sacó l'hacha y sacó las siete cabezas ¿no? Y se las puso en el carro. Y llevó la chica, la Princesa, al palacio. La Reina y el Rey, los padres, muy contentos, pero, ¡ah!, tenían que darle la hija que se casara el negro. La hija no hablaba. Él le había dicho que no hablara.

Bué... Agarró el padre... La chica no hablaba nada. 'Taba calladita, no más andaba haciendo sus cositas, su casa, y todo, contenta.

Y entonce el negro dice:

-¡Ah!, qué neglito tanta foltuna,
sábana blanca, colchón de pluma,
que me caso con l'hija 'el Rey.

Porque como iba a ser rico, ahora...

Bueno, el Rey ya avisó a todos, invitando la gente, que se casaba la hija porque el negro éste había muerto la serpiente. Entonce, claro, cuando ya le fueron a tomarle conocimiento a ella, la chica ya dice:

-No.

Le dice:

-Si las cabeza tienen las lengua, yo me caso con él. Y si no tiene las lengua yo me caso con Manuel.

Porque el muchacho se llamaba Manuel.

Claro, entonce el Rey dice:

-No puede ser, ¿no?

Entonce áhi viene y dice:

-Vamo hacer la averiguación de esto.

  —59→  

Como ya le habían dicho que se casara con el negro, ella no quería porque ella sabía que el otro la había muerto, que la había peliado con el caballo a la serpiente.

Bueno, dice:

-Si tienen las siete lengua las cabezas yo me caso con el negro, y si no las tienen yo me caso con Manuel.

Bueno. Lo llamaron al muchacho y dice:

-Sí, dice, cómo no, reviselá.

Y las cabezas no tenían la lengua.

Y el negro 'taba más contento.

Decía:

-Qué neglito tanta foltuna,

sábana blanca, colchón de pluma,

que me caso con l'hija 'el Rey.

Bueno, entonce, ven que las cabezas no tienen lengua. Entonce el muchacho saca el pañuelo, el anillo de la chica, de la Princesa, con el nombre y todo de ella, y dice:

-Acá 'tán las lenguas.

Entonce vino el Rey y dice:

-Se casará -dice- con Manuel y con vos no, porque vo no la has muerto a la serpiente.

Entonce vino, por embustero, al negro también lo agarró y lo hizo matar. También buscó un potro de lo más arisco de las manadas, y lo ató de los pies y lo largó también al campo que se muriera porque había mentido. Si dice la verdá, no lo matan.

Áhi se termina.

Ana Rosa Chandía, 67. Catán-Lil. Neuquén, 1970.

La narradora es una campesina analfabeta que sabe muchos cuentos.



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Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

Nuestras versiones del cuento de el matador de la serpiente tienen, entre otros elementos, los siguientes motivos:

A. El héroe mata a la serpiente de siete cabezas y salva a la joven que ésta va a devorar.

B. Cuenta con la ayuda de perros que tienen poder mágico.

C. Un impostor pretende demostrar que él mató la serpiente presentando las cabezas.

D. El héroe prueba su hazaña con las siete lenguas que ha sacado de las cabezas.

E. El héroe casa con   —61→   la joven y el impostor es castigado. En Folk-Lore Andaluz, pp. 357-361, figura como La serpiente de las siete cabezas nuestro cuento.

Nuestras versiones se combinan con motivos diversos como los de la madre traidora, el chiquillo y los tres hermanos, Juan Sirimbote, los niños perdidos en el bosque.

Para la clasificación de Aarne-Thompson es el Tipo 300 (El matador del dragón) y también para la de Boggs. Está difundido en Europa y en América; Lenz lo recogió entre los araucanos y también Berta Kössler. Ver los estudios de Espinosa, III, pp. 18-21 y de Pino Saavedra, I, pp. 364-365.