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854. El león, el tigre y los gigantes enemigos del pueblo

ENTRE RÍOS

Era un colono que tenía tres hijos. Lo querían mucho los hijos. Los muchachos le dijieron al viejo:

-Cuando se muera lo vamos a velar en un campo.

-Bueno -dice él-, pero en el velorio tienen que intervenir los tres.

-Lo vamos a velar tres días.

-Bueno -les dice el viejo-, cuando me muera hagan lo que queran de mí.

Bueno... Siguió trabajando el viejo con los hijos, que eran muy buenos hijos. Una güelta cayó enfermo el viejo y a los poquitos días murió.

-Bueno -dijieron-, lo vamos a llevar al monte.

Bueno... Lo llevaron al monte y buscaron un lugar a propósito, y lo acomodaron, y le pusieron las velas, al padre muerto.

-'Hora69 te va a tocar a vos -le dijieron al mayor.

Le tocó al mayor y quedó velando al padre.

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Le dieron un solo fósforo y con ése tenía que encender las velas y no dejarlas apagar. El que dejaba apagar las velas, al otro día lo mataban.

Esa noche 'taba áhi, viene un lión, y claro, lo que vido la luz prendida. Y se puso a peliar con el lión. Lo pelió mucho y lo mató al lión. Entonce pensó y dijo:

-Por ver lo que yo he hecho esta noche, no van a querer venir mis hermanos.

Entonce lo llevó al monte al lión, lo escondió y le sacó una tira de cuero del lomo.

-Con esto me hago un cinto -dijo.

Y al otro día amanecieron las luces prendidas. Vinieron los hermanos y no les contó nada.

-'Hora te toca a vos -le dijeron al segundo, la segunda noche.

Y se quedó el segundo velando al padre en el monte. A la media noche se le presenta un tigre.

-Con éste tengo que peliar -dice- sinó éste me va a matar.

Y se puso a peliar. Pelió muchísimo y al fin lo mató. Y entonce dijo:

-Con esto, el otro no va a venir, porque es el más chico y va a tener miedo.

Entonce lo llevó al tigre y lo escondió en el monte y le sacó una tira de cuero del lomo.

Cuando vinieron los otros hermanos, 'taba el finau con las velas prendidas.

-'Tá bien -dijieron- 'hora te toca a vos -le dijieron al más chico.

Bueno... Se quedó el hermano menor. 'Taba velando cuando se le apareció una serpiente. Y entonce vido que tenía que peliar con la serpiente. El chico era muy valiente,   —109→   pero no tenía más que un cuchillito muy chiquito. Y se puso a peliar. Y el bicho pasaba por arriba d'él, y no lo podía cazar. Y con el cuchillito lo conmenzó a hincar y a hincar, hasta que perdió mucha sangre el bicho y cayó en el suelo. Y áhi aprovechó para matarlo. Y cuando s'iba muriendo que se dio güelta y hizo cáir al finao y apagó las velas.

-Bueno -dice-, 'hora 'toy perdío. Voy a ver si encuentro juego por algún lado.

Siguió por entre el monte70 y encontró un hombre que venía en un caballo tordío71.

-¡Alto! ¿Quién vive? -le dice.

-El día -contesta el otro.

Bueno... Entonce, para que no amaneciera, para que no llegara el día, le dice:

-¡Preso está el día! -y lo agarró y lío ató en un árbol, al día, con caballo y todo.

Bueno... Lo dejó preso, al día, y siguió caminando. Ve un fogón y se arrima al fogón. Y áhi 'taba un gigante asando una criatura.

-¿Qué andás haciendo, gusanillo de la tierra? -le dice.

-Vengo a pedirle un jueguito.

-Sentate por áhi, ya te lo voy a dar.

En eso, cái otro gigante, y dice:

-¿Y este gusanillo?

-Si no los72 enllenamos, lo comemos a éste -le dice el gigante que 'taba áhi.

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Al rato cái otro gigante y dice:

-¿Y qué hace este gusanillo?

-Buscando juego -dice el muchacho.

-Te daremos el juego pero vos tenés que hacer un trabajo para nohotros.

-Bueno -les dice- lo voy a hacer.

-Güeno... Vos tenés que bajarte en un pozo ande vamos nohotros. Tenés que dir a buscar la cabeza de un centinela.

Güeno... Ya llegaron al pozo. Le pusieron una piola y lo bajaron al pozo. Era muy hondo. Cuando llegó al plan se encuentra con un pueblo. Encuentra al centinela que era otro gigante. Se escondió, y en un descuido lo mató al centinela y l'echó la cabeza en un pozo de agua.

-Hora voy a recorrer el pueblo -dijo.

Va, y encuentra un palacio y entra. Entra en una pieza y encuentra a una señorita durmiendo. Dentra a otra puerta y encuentra otra señorita dormida tamién. Pasa delante, y en otra pieza encuentra otra señorita dormida, un jarro de agua, y un papel escrito y una espada. En el papel decía que con esa espada se podía peliar con un regimiento.

Bueno... Entonce dijo él:

-'Hora voy a peliar a los gigantes.

Siete anillos que había en la mesa de la muchacha, se los probó en los dedos. Los voltió a todos. Le había quedao bien sólo uno chiquito, en el dedo chico, y a ése lo dejó en el dedo, y agarró la espada.

Bueno... Se jue. Tocó la piola pa que lo alzaran. Subió arriba, y empezó a peliar con los gigantes. Los mató a los tres con la espada, agarró juego y se jue. Cuando pasó por donde 'taba el hombre a caballo, que era el día, lo desató. Entonce, recién comenzó a amanecer. Llegó ande 'taba el padre muerto y encendió las velas, y dijo:

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-'Hora recién 'toy en salvo.

Al rato vinieron los hermanos y llevaron el cadáver y lo enterraron.

Vinieron a la casa y le dijo el hermano menor a la madre:

-Hay que pagar una promesa. Tenemos que ir al pueblo.

Y ya se arreglaron para ir al pueblo y se jueron los tres hermanos y la señora. Cuando llegaron al pueblo, los atajaron unos soldados del Rey, y les dijo que era orden del Rey, que todo el que entrara al pueblo tenía que ir al palacio del Rey. Ellos tenían miedo que los fusilaran.

Ya llegaron y les dijieron que los jóvenes tenían que contar alguna hazaña. Entonce la madre dijo:

-¿Qué hazaña pueden tener mis hijos si no han salido de mi casa, nunca?

Y ya les dijieron que era la orden del Rey y los llevaron ande 'taba el Rey y las hijas, que nadie sabía cómo se habían salvado de unos gigantes que las tenían encantadas en el fondo de la tierra.

-Sí -dice el hijo mayor- yo les voy a contar una hazaña.

Y contó lo del padre y después dijo:

-Estando velando a mi padre se me presentó un lión. Lo pelié mucho y al fin lo maté y le saqué una tira del cuero del lomo. Y acá la tengo hecha cinta, y mostró un cinto muy lindo que se había hecho de cuero de lión.

A todos les pareció que este joven era muy valiente.

El otro hijo, el segundo, dijo:

-A mí me pasó igual. 'Tando velando a mi padre se me presentó un tigre. Tamién lo maté y acá tengo la tira que le saqué del lomo, hecha cinto.

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El Rey 'taba muy contento de ver el valor de estos jóvenes.

Entonce le tocó contar una hazaña al menor. Entonce él contó todo.

-'Stando velando a mi padre se me presentó una serpiente. La tuve que peliar toda la noche y al fin la maté. Cuando 'staba muriendo se cayó y echó al suelo al finao y apagó las velas. Y entonce fí a buscar fuego. Encontré a un hombre en un caballo tordío, que era el día, y lo até en un árbol.

Y ya contó lo de los gigantes, y que lo hicieron bajar al pozo. Y que mató al centinela. Y que encontró las tres señoritas. Y la espada y el papel. Y que él se puso los anillos y que los voltió y que se quedó con uno chiquito en el dedo chico.

-¿Ve? -dice la hija menor del Rey- eso es lo que yo perdí.

-Bueno -dice- cuando volví traje juego y desaté al día. Y ya vinieron mis hermanos y llevamos al finao y lo enterramos. La cabeza del centinela 'tá en el río y la espada la tengo áhi, en el surqui.

-Bueno -dijo el Rey-, estos mozos salvaron al pueblo del lión, del tigre y de la serpiente. Y el menor salvó a mis hijas. Se van a casar los tres con mis hijas, y el menor, con la más chica.

Y ya se casaron, y el Rey lo hizo rey al más chico. Y hicieron una gran fiesta y áhi se quedaron muy ricos y contentos.

Y se terminó el cuento.

Prudencio Pérez, 64 años. Federal. Concordia. Entre Ríos, 1951.

Modesto propietario rural. Buen narrador.



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855. Los Tres Humitos Verdes

SAN LUIS

Había tres hermanos que dispusieron salir a rodar tierra. Uno sabía leer, los otros dos no. Trabajaban en un punto, y cuando les iba mal, se iban a otro.

Andando así, un día, después de haber hecho un largo camino, casi sin rumbo fijo, resolvieron descansar a la sombra de un árbol. De allí se divisaba la falda de una sierra, con un arroyo y una quebrada en donde había unas peñas muy grandes. Los hermanos, después de comer lo que llevaban, se dispusieron a dormir la siesta. Los que no sabían leer se durmieron; el otro no podía dormir cavilando en algo que no se daba cuenta él mismo. En eso estaba, cuando se dispuso a dar una vuelta por la quebrada.

Caminando por la falda de la sierra, encontró una peña muy grande con una inscripción que decía:

Quien me dé vuelta hallará favor en mí.

Trató de dar vuelta la peña, pero le fue imposible. Entonces fue y llamó a los otros dos hermanos. Éstos no querían ir, pero tanto les rogó él, que al fin consintieron en ayudarlo. Después de haber trabajado días y días, lograron dar vuelta la peña. Descubrieron un gran hueco, sin fin, al parecer.

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-¿Y qué himos hecho con esto? -le decían los hermanos-. ¿Háis visto?

El hermano entonces determinó de ver qué era eso. Comenzaron a cortar cueros, a hacer lonjas angostas y a anudarlas unas con otras. Con ellas hicieron un torzal73 muy largo, muy largo. Pusieron en la boca del hueco unos palos clavados y colocaron una roldana. Al extremo del torzal aseguraron un noque74 de cuero, para que se pusiera allí la persona que iba a bajar. Arreglaron que el que bajara, cuando quisiera que lo sacaran, tenía que cimbrar el lazo.

Ya se puso uno de los hermanos en el noque y lo bajaron. Cuando había bajado una gran profundidad, sintió un aire muy caliente. Se asustó, y movió el lazo para que lo sacaran. Dijo que había sufrido aquel calor muy grande y que no se animó a seguir más.

Bajó, entonces, el otro hermano. Llegó al lugar del aire caliente, pero lo resistió, y siguió bajando. Llegó después de un rato, a un lugar donde había un aire muy frío. Se asustó y pidió que lo sacaran. Cuando salió dijo que había resistido el gran calor, pero que el frío era muy grande, y que no lo podía soportar.

Entonces le tocó bajar al menor, el que sabía leer y que había encontrado las peñas. Pasó el lugar del gran calor y el lugar de gran frío. Que era muy valiente y sufrido este mozo. Ya cuando había bajado una profundidá muy grande, se dio cuenta que había llegado al fondo. Hizo la seña de parada, moviendo el torzal. Bajó del noque, y en medio de la gran oscuridá de aquella cueva, tanteando, dio con unas cosas como sacos o bolsas. Sacó una de aquellas pilas, y se dio cuenta que estaban llenas de monedas de oro y plata. Echó   —115→   una bolsa al noque y movió el torzal, que era la seña para levantarlo. Cuando salió el noque afuera, los hermanos la descargaron, y locos de contentos de ver esta fortuna, volvieron a mandar el noque abajo. Volvió a echar otro saco, el mozo, y sacudió el torzal. Cuando llegó afuera el segundo saco, los hermanos, contentos, se pusieron a discutir qué hacían. Pensaron que si mandaban el noque iba a subir el hermano y que les podía quitar uno de los sacos. Resolvieron no bajar más el noque, dejar al hermano en el fondo, y cargar cada uno con una bolsa. Así lo hicieron, y se fue cada uno para su lado, con la bolsa de oro y plata al hombro.

El hermano, que estaba en la cueva, cansado de esperar, desengañado de sus hermanos, empezó a andar por la cueva. En eso que andaba empezó a ver una lucecita que no sabía de dónde venía. A medida que se acercaba, se convencía de que salía al otro lado del mundo. Al fin salió a un lugar lleno de sol y campo abierto. Vio a una cabrita que jugaba, a los brincos. Más lejos, una hermosa casa. La cabrita fue y se ganó en las casas. Llegó y vio que era el único ser viviente que vivía allí. Una gran quinta rodeaba la casa.

Como el mozo tenía hambre y sé, buscó qué comer y beber. Entró a la quinta y vio un peral cargado de hermosas frutas, y se allegó a cortar algunas. Hizo el intento, y al tocar una pera, oyó una voz que le gritó:

-¡Deje eso! ¡No son suyas!

Intentó otra vez cortar un fruto y de nuevo le gritaron:

-¡Deje eso! ¡No son suyas!

Se le acercó la cabrita y le preguntó por qué hacía eso. Él le dijo que porque tenía hambre. Entonces la cabrita lo invitó a pasar a la casa. Pasó y unas manos invisibles le sirvieron de todo, en una mesa de lo mejor y tendida a todo lujo. Comió de todo hasta no poder más.

Después de un rato, apareció la cabrita y le dijo que si él era verdaderamente hombre, le tenía que ayudar a salir   —116→   del encanto en que ella estaba. Que le iba a pagar lo que quisiera. Él le contestó que él haría humanamente todo lo que pudiese. La cabrita le dijo que si él estaba dispuesto a hacerlo, eran tres noches las que tenía que sufrir por ella. Le dijo que tenía que pasar en la oscuridá de una de esas piezas, tirado boca abajo, sobre una alfombra. Que vendrían los diablos y jugarían con él y lo estropearían de la manera que a ellos se les antojara. Que cuando lograra tocar el agua de unas palanganas que pondría ella en cada esquina de la pieza, lo dejarían por esa noche.

-No es más -le dijo la niña al final-. ¿Se anima?

-Sí, me animo -dijo el mozo-. Haré lo que pueda.

Esa misma noche, después de cenar, lo llevó a la pieza preparada y lo dejó tendido, boca abajo, en la alfombra, y le dijo:

-Usté nada diga; no proteste, oiga lo que oiga, y le hagan lo que le hagan.

Luego llegaron los diablos y comenzaron a jugar con él a la pelota. En una de esas dio con una de las palanganas con agua; algo se mojó, y en el momento desaparecieron los diablos. Durmió tranquilo el resto de la noche. Cuando amaneció llegó la cabrita a saludarlo. Hasta los hombros, era una preciosa niña; el resto del cuerpo era cabra, como antes.

A la noche siguiente volvió a quedar en la pieza. Llegaron los diablos y jugaron a la pelota con él hasta que tocó agua de una palangana, y los diablos desaparecieron. Durmió, y al alba se presentó la cabrita transformada en niña, hasta la cintura.

A la tercera noche quedó en las mismas condiciones. Llegaron los diablos y jugaron con él a la pelota hasta que logró tocar agua, y ellos desaparecieron. Él durmió hasta el alba, y entonces se apareció la cabrita hecha una niña   —117→   completa y hermosísima. Entonces le dijo, que en agradecimiento por haberla sacado con el peligro de su vida, de ese encanto, se iba a casar con él. Que sus padres, sabiendo que estaba en libertá, la iban a venir a buscar en un precioso carruaje, con acompañamiento de bandas de música y que iban a hacer una gran fiesta. Le dijo que lo único que le pedía es que no se fuese a quedar dormido, porque entonces estaría todo perdido para él. Él aseguró que no, pero ella, en precaución, le entregó un pañuelo, un anillo y una servilleta, las tres cosas de virtú. Le dijo que cuando tuviera hambre, le pidiera qué comer a la servilleta; cuando quisiera verla a ella, le pidiera al anillo, y cuando quisiera transportarse a otro lado, se lo pidiera al pañuelo.

En eso que estaban, ya se sintió el rumor de que llegaban muchas personas. Le recomendó por última vez que no se fuese a dormir porque si se dormía, tenía que ir a buscarla a ella a Los Tres Humitos Verdes, para casarse.

Ya llegaron los padres de la niña, los sirvientes y muchísima gente más. Por todos lados se oía música, y risas y conversaciones. En ese barullo, viene el joven, y sin darse cuenta se queda dormido. Todos se fueron y él se quedó solo. Al despertarse se encontró en medio de esa soledá, abandonado. Se había olvidado de todo. Sólo se acordaba que le había dicho una niña muy hermosa, que diebía ir a casarse a Los Tres Humitos Verdes.

¿Dónde será ese lugar? -se decía.

Comenzó a caminar, y por los rastros de los carruajes se fijó en la dirección que habían seguido, y tomó ese rumbo. Sigue y sigue, por días y días, sin encontrar a quién preguntarle por ese lugar que él buscaba. Por fin vio a un carancho que se voló de un árbol, y le preguntó:

-Amigo, ¿no sabe dónde son Los Tres Humitos Verdes?

-Yo no sé -le contestó el carancho- pero alguno de los de mi gente, que son tantos, tal vez sepa.

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-¡Haga el favor de preguntarles, amigo!

Pegó un grito, el carancho, y se vinieron de los quintos infiernos todos los caranchos. Les preguntó a todos, uno por uno, y ninguno conocía ese lugar.

-Bueno, amigo -le dijo el carancho- les he preguntado a todos y ninguno sabe de este lugar.

Se despidieron, y el joven siguió su camino. En eso que iba pasó un jote. Le preguntó al jote lo mismo, y éste le contestó que él no sabía nada, pero le prometió llamar a su gente para averiguar. Llamó el jote a todos los jotes, pero tampoco ninguno había oído hablar de ese lugar.

Siguió el mozo su camino, y en eso que iba vio volar un águila. El águila no sabía tampoco de ese lugar, pero llamó a todas las águilas. Llegaron todas, menos una, la más vieja. Le preguntó a todas las presentes, pero ellas no conocían tampoco ese lugar.

-Bueno amigo -le dijo el águila-, ninguna de mis águilas sabe nada, pero falta la más vieja, y si no conoce ella ese lugar, no lo conoce nadie.

Ya vieron venir, muy lejos, un bultito. Se fue viendo cada vez más cerca. Era el águila, que volaba muy bajo y lerdo. Al fin llegó, y le preguntaron por el lugar ese de Los Tres Humitos Verdes.

-Casualmente de allá vengo -dijo el águila vieja.

-Entonces, me puede llevar -le dijo el mozo.

-Ya estoy muy vieja -le contestó el águila- casi no puedo volar. Sólo he venido por ser el llamado de nuestro Rey. Hi dejado por esto de ver el casamiento de una niña muy hermosa, que se casa hoy; están en grandes preparativos.

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-Pero, ¿será posible, amiga? ¡Yo tengo que asistir a ese casamiento!, ¡no puedo faltar! Le pagaré lo que guste; lo que me pida.

A fuerza de ruegos consiguió que el águila lo llevara.

-Bueno -le dijo el águila-, tiene que llevar mucho de comer, para que me vaya socorriendo.

Compró un cordero, y ya cuando estaba listo, le dijo el águila:

-Suba en mis hombros, cierre los ojos, ¡y vamos!

Y así se fueron. Voló mucho tiempo el águila y le pidió carne. Voló otro tiempo y le pidió carne otra vez. Voló más tiempo y le pidió carne al joven. Le dio lo último que tenía. Siguió volando, y le pidió carne, otra vez, y como se le había terminado el cordero, el joven se cortó un pedazo de una pierna y se lo dio. Siguió volando, y le volvió a pedir carne. El joven se cortó un pedazo de la otra pierna y se lo dio. Ya cuando vio el águila que eso le iba a costar la vida al joven, le dijo:

Yo no puedo seguir más. Los Tres Humitos Verdes quedan allá, atrás de aquellas montañas azules. No le cobro nada porque no he podido dar cumplimiento a lo prometido.

Se despidió y se fue, el águila. El joven quedó muy triste, desesperado. En eso va a secarse el sudor con el pañuelo, y se ve el anillo, y se ve la servilleta, y se acuerda de golpe de la virtú que tenían estas prendas, y de la niña, y de todo lo que había pasado. Le pide al pañuelo que lo lleve adonde estaba la niña, y al momento se encuentra en la puerta de una catedral, y ve que la niña venía del brazo de un joven, y con su cortejo para casarse. Los dos se miraron y se reconocieron.

Cuando llegó al altar con el joven que le había elegido su padre, pero que ella no quería, se separó, y le habló al padre:

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-Vea, padre. Yo me iba a casar con este mozo porque creía que el que me sacó del encanto había muerto, porque con la virtú que yo le dejé no venía, pero ha venido. Está en la puerta, y yo me quiero casar con él, que es al que quiero y es mi verdadero novio.

Bueno, el padre no tuvo más remedio que acatar la voluntad de su hija. Hicieron pasar al joven, y la niña se casó con él, como lo había prometido. Y vivieron muy felices y contentos muchos años.

Luis Gerónimo Lucero, 50 años. Nogolí. San Luis, 1944.

Este cuento es una variante de el mundo subterráneo y agrega el motivo final de Los tres picos de amores.



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ArribaAbajoNota

Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

En las versiones de nuestro cuento figuran, entre otros, los siguientes motivos esenciales:

A. El héroe de origen y de condiciones sobrenaturales.

B. Los compañeros de aptitudes extraordinarias.

C. El mundo subterráneo y el rescate de las princesas robadas.

D. La lucha del héroe con gigantes, el diablo, la serpiente de siete cabezas.

E. El triunfo del héroe; el anillo mágico.

F. La traición de los compañeros.

G. La reivindicación del héroe   —122→   y el castigo de los traidores atados a cuatro potros que los descuartizan. Como motivos accidentales de alguna versión figuran:

H. La Princesa robada alojada en un castillo encantado.

I. Los animales protectores.

T. El muerto agradecido.

K. La lucha con los moros que han robado a las princesas.

El cuento está difundido en Europa y en América. Lenz lo ha recogido entre los araucanos. Es el Tipo 301 de Aarne, Aarne-Thompson y Boggs. Véase el estudio de Espinosa, II, 500-501 y el de Pino Saavedra, I, pp. 365-367.





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ArribaAbajoEl cuerpo sin alma (el alma externa). La princesa cautiva. La ayuda mágica

3 versiones y variantes


Cuentos del 856 al 858


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856. El gigante

JUJUY

Dice que había una vez un gigante que había robao a la hija del Rey. La tenía secuestrada a la niña en su castillo, encerrada en un cuarto en donde nadie podía entrar ni verla.

El Rey mandaba a sus ejércitos bien armados a secuestrar a la niña pero el gigante los enfrentaba y peliaba solo. ¡Puf!, partía en dos a los soldados con su sable. Las balas no le entraban y los hombres tenían que huir o desparramarse dejando un tendal de compañeros muertos.

Otra vez el Rey mandaba a sus hombres más valientes con la esperanza de vencer al gigante y rescatar a la niña, pero una y otra vez los peliaba y vencía no más. Dice que los soldados lo partían y hacían pedazos pero el gigante se volvía a juntar y los seguía peliando hasta vencerlos. Ya el Rey estaba triste y ofrecía dar a la niña en matrimonio al hombre capaz de rescatarla y darle también todo su reino.

Un día se presentó al Rey un hombre humilde y pobre. Este hombre había recibido de Dios la virtú de convertirse en cualquier animal que él quería, y en cualquier momento. El hombre le dijo al Rey que él era capaz de vencer al gigante y rescatar a la niña. El Rey no le hizo caso, pero, como nada podía perder con probar al hombre, le dijo que vaya a cumplir su palabra, pero que si lo engañaba sería castigado.

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El hombre se fue confiado en el poder que Dios le había dado en premio a sus buenas acciones. Llegó al castillo donde pesadas y fuertes puertas, así como murallas altas y dobles no permitían entrar. Entonces dijo:

-Con el arte que Dios me ha dao, que me convierta en hormiga -y en el acto se transformó en hormiga.

Entró al castillo por el ojo de la cerradura y llegó al cuarto en donde estaba la niña. Entonces dijo:

-Con el arte que Dios me ha dao que me convierta en hombre -y se convirtió en el acto en hombre otra vez. La niña quiso gritar asustada, pero él le dijo que se callara, que venía a rescatarla mandado por el Rey. Entonces le dijo a la niña que le pregunte al gigante en dónde tenía su alma y que él volvería otra vez. En ese momento se oyeron fuerte pisadas del gigante que venía al cuarto de la niña, pero el hombre se había vuelto otra vez hormiga. El gigante abrió la puerta, entró y dijo:

-¡Siento olor a carne humana! ¿Quién ha venido aquí? La niña le contestó que nadie había venido y que él mismo podía buscar. El gigante buscó en toda la habitación, pero ¿qué lo iba a ver si el hombre convertido en hormiga estaba bajo el catre75, bien prendida? Al fin el gigante se convenció y se fue.

La niña un día, aprovechando que el gigante estaba de buen humor, pues había comido y bebido bien, le preguntó:

-¿Adónde tenés l'alma? ¿Por qué no te pueden matar? El gigante le dijo que eso era un secreto pero que le iría a contar siempre que ella lo guarde, porque de lo contrario la mataría.

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-Mi alma está en el chancho blanco que sale todos los días a las doce a la orilla del río. Del chancho sale una paloma y de la paloma un huevo. Mientras no maten al chancho y a la paloma y rompan el huevo, nadie podrá matarme.

Y entonces cuando volvió el hombre le contó lo que le había dicho el gigante.

Bueno, entonces ya sabía el hombre cómo matar al gigante y claro, se fue al río. Áhi estaba esperando en medio 'el monte, cuando justo, eran las doce y salió el chancho blanco y el hombre dijo:

-Con el arte que Dios me ha dado que me vuelva un león.

Y el león saltó encima del chancho y lo mató. En ese momento el gigante del castillo empezó a sentirse mal, enfermo, y estaba furioso con la niña, ya para matarla, diciendo:

-Seguro que has avisado adonde tengo mi alma -pero no podía ya levantarse.

Del chancho salió volando una paloma y el hombre entonces dijo:

-Con el arte que Dios me ha dao que me vuelva un halcón, y el halcón persiguió y mató a la paloma. El gigante mientras tanto ya estaba en agonía y entonces el hombre sacó y rompió el huevo y el gigante murió... La vida del gigante estaba en el huevo de la paloma.

Y así salvó a la hija del Rey. El Rey le dio una carga de plata.

Fabriciano Cazón, 79 años. Santa Bárbara. Valle Grande. Jujuy, 1953.

Campesino. Buen narrador.



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857. Juan Maradón

SAN LUIS

Había una viejita que tenía dos hijos, un varón y una mujer. La niña qu'era muy güena moza.

Juan Maradón era un hombre muy malo y vivía muy lejo. Era muy rico y andaba por todos lados, y ande quera hacía lo qu'él quería.

Un día que había salido el joven, hijo de la viejita, y habían quedau solas la viejita y la hija. Juan Maradón se apareció y le gustó muchísimo la niña. Y áhi no más se la llevó. Cuando vino el joven l'halló llorando a la viejita. La viejita le dijo qui había veníu el hombre ése, y le había llevado la niña. El joven entonce s'enojó, y se puso en viaje para alcanzarlo. De balde le decía la viejita:

-¿Ande vas a ir, hijo? ¡Te va a matar esi hombre tan malo!

El joven se jue no más. Siguió, y siguió. Ya cuando jue muy lejo, encontró una invernada76 de vacas qu'era de Juan Maradón. Qu'el joven habló con el capataz:

-¿No mi ha visto pasar a Juan Maradón?

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-Por aquí pasó con una niña linda,
blanca como la luna,
colorada como el sol.

-En busca d'ella voy.

-Para pasar tiene que peliar
con el toro mayor.

El toro era malísimo, y áhi no más se le vino. El mozo era de campo y corajudo, y áhi no más l'hizo frente. El mozo pelió y pelió hasta que lo mató no más al toro. Entonce, ya comió un asado con el invernador77, y hizo lazos y arneses con el cuero del toro. Y siguió viaje.

Allá lejo qui había caminau mucho, encontró una invernada di ovejas, y habló con el capataz:

-¿No mi ha visto pasar a Juan Maradón?

-Por aquí pasó con una niña linda,
blanca como la luna,
colorada como el sol.

-En busca d'ella voy.

-Para pasar tiene que peliar
con el carnero mayor.

Y ya se le vino el carnero furioso. El mozo lo mató más fácil qu'al toro. Al pegarle el carnero el chope, el mozo le pegó una puñalada y lo mató. S'hizo un lindo cojinío78 del cuero. Comió un asado con el capataz y siguió viaje otra vez. Caminó, caminó, y ya lejo, encontró una invernada de chivas. Ya llegó y habló con el capataz.

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-¿No mi ha visto pasar a Juan Maradón?

-Por aquí pasó con una niña linda,
blanca como la luna,
colorada como el sol.

-En busca d'ella voy.

-Para pasar tiene que peliar
con el chivato mayor.

Y ya se le vino el chivato79, y tamién lo mató. Hizo una carona del cuero, y comió un asado con el capataz. Y siguió el camino. Caminó, caminó, y muy lejo encontró una invernada de chanchos. Tamién habló con el capataz:

-¿No mi ha visto pasar a Juan Maradón?

-Por aquí pasó con una niña linda,
blanca como la luna,
colorada como el sol.

-En busca d'ella voy.

-Para pasar tiene que peliar
con el chancho mayor.

Y ya se le vino el chancho, un chancho80 malísimo, cormillos ajuera, cruzados. Llevaba una guascha81 el mozo, y cuando quiso llegar el chancho, le pegó un guachazo en la trompa -los chanchos son muy falsos en la trompa- y áhi no más quedó tiritando. Lo mató y se lo dio al capataz. Siguió el camino. Lejo, muy lejo, encontró una invernada de yeguas.

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Ya llegó y habló con el capataz:

-¿No mi ha visto pasar a Juan Maradón?

-Por aquí pasó con una niña linda,
blanca como la luna,
colorada como el sol.

-En busca d'ella voy.

-Para pasar tiene que peliar
con el padrillo mayor.

Y ya se le vino el padrillo82. El mozo qu'iba con lazo y bolas83, y l'hizo frente. ¡Animal malo había síu! Lo tenía mal, pero al fin lo pialó84. El caballo del mozo se le había aniquilado muchísimo. El cojudo era gordo. Lu atracó85 al bramadero, el mozo, y lo ensilló, y lo montó al padrillo, pero el mozo era domador y lo amansó. Y siguió viaje en él.

Bué... le preguntó al capataz si era lejo la casa de Juan Maradón. El capataz le dijo qu'era cerca, y le dijo and'era la senda. Y se jue. Qui había caminau mucho, cuando llega ande 'taba una res. Y ya ve qui alrededor de la res había un tigre, un lión, un galgo, un halcón y una hormiguita. Afrentó un bordo86, y cuando los vido se volvió, pero lo llamaron. Estos animales querían repartir la res, pero iban a quedar inconformes, porque unos querían más qui otros. El tigre lo mandó a llamar al joven con el galgo, pa que los repartiera. Ya si allegó el hombre. Los saludó, y dijo que venía obedeciendo el llamado que li hacían. Y el tigre dijo:

-Lo mandamos a llamar para que nos deje conformes y nos reparta.

  —132→  

-¡Cómo no! -dijo el mozo.

Se bajó, sacó el cuchío, y les dio a cada uno una buena presa. Y los dejó a todos muy conformes.

Ya les conversó el joven p'ande iba. Entonce l'hormiguita se sacó una patita y se la dio junto con una virtú. Tenía que decir: Dios y l'hormiguita más chiquita qui hay en el mundo, y qu'él s'iba a transformar en hormiguita. Eso lo podía hacer cuando tuviera algún apuro, y que s'iba hacer hormiguita al momento.

Entonces dijo el halcón:

-Yo nu hi de ser meno.

Se sacó una pluma y se la dio. Le dijo que cuando se viera en apuro y se quisiera hacer halcón, dijiera: Dios y el halcón más ligero y volador qui hay en el mundo.

El galgo dijo:

-Yo nu hi de ser meno.

Se sacó una uña, y le dijo que cuando se viera en trabajo, dijiera: Dios y el galgo más ligero qui hay en el mundo, y que s'iba hacer galgo.

Entonce dijo el lión:

-Yo nu hi de ser meno.

Se sacó una uña y le dijo que cuando se viera en apuro y se quiera hacer lión dijiera: Dios y el lión más malo y cazador qui hay en el mundo.

Entonce dijo el tigre tamién:

-Yo nu hi de ser meno.

Y se sacó un pelo y se lo dio, y le dijo que cuando quisiera hacerse tigre que dijiera: Dios y el tigre más bravo qui hay en el mundo.

Bué... todos le dieron la virtú y él siguió su viaje. Ya 'taba cerquita de la casa de Juan Maradón, y ya llegó tamién.   —133→   L'encontró a la niña sola. Juan Maradón nu estaba en las casas. Cuando lo vido la niña si asustó muchísimo, y le dijo:

-¡Ande venís, hermanito! ¡Te va matar esti hombre malísimo! ¡Te va matar! ¡Ya está al llegar!

Entonce él escondió el caballo y s'escondió él, áhi cerca.

-Cuando venga -le dijo a la niña- vos preguntale qui ánde tiene la vida.

Bue... Sacó la patita de l'hormiguita, y le dijo:

-Dios y l'hormiguita más chiquita qui hay en el mundo. Y áhi no más s'hizo hormiguita.

Ya vino Juan Maradón, furioso, y decía:

-¡Puf! ¡Puf! ¡Olor a carne humana! ¿Quién ha venido? Le dijo la niña que no había venido nadie. Ya por fin se apaciguó, y ya se sentaron y comenzaron a tomar mate. Ella en conversación, le preguntó qui ande tenía la vida.

Entonce él le dijo:

-¡Ah!, preguntas de mujeres nunca son buenas, pero como te quero tanto, te voy a decir.

L'hormiguita qui andaba junto a los pieses d'él y oyendo todo.

-Allá -que le dijo-, ¿ves aquel cerro? Al otro lau d'ese cerro, es una quebrada honda, muy honda. En el bajo 'e la quebrada está un monte87 muy grande. En el tronco 'el monte está un toro negro, atado. Adentro del toro, está una chancha. Adentro de la chancha está una gama. Adentro de la gama está la paloma y adentro de la paloma está un güevo. En ese güevo está mi vida.

Entonce el joven oyó todo eso.

  —134→  

-Pero ya nu ando bien, porque han muerto un toro, un carnero, un chivato, un chancho y han domau un potro que tamién eran parte de mi vida.

Y ésos eran los animales que habían peliau con el joven. El joven hecho hormiguita, se retiró. Sacó la pluma y dijo:

-Dios y el halcón más volador.

En el momento s'hizo halcón, y si asentó en el monte, ande 'staba el toro. Ya se bajó, sacó l'uña 'el tigre y dijo:

-Dios y el tigre más bravo.

Se transformó en tigre y se puso a peliar con el toro, y lo mató.

A todo esto, Juan Maradón se comenzó a enfermar.

El joven abrió el toro y salió la chancha, y él dijo:

-Dios y el lión más cazador.

Y s'hizo lión y mató a la chancha. Y abrió la chancha y salió la gama disparando. Y él dijo:

-Dios y el galgo más ligero. Se transformó en un galgo. Y salió como bala y l'alcanzó y la mató a la gama.

A todo esto Juan Maradón estaba mal y mal en la cama, casi no se movía.

Abrió el mozo la gama y salió la paloma, y dijo:

-Dios y el halcón más cazador. Y se transformó en halcón. Y la sacó di atrás, y la cazó. L'abrió y le sacó el güevo. Y se jue pa la casa de Juan Maradón. Sacó el güevo y alzó todas sus virtudes.

Ya llegó el joven. Agora ya nu había peligro. Ya salió la niña y le dijo:

-Ya está muy mal. ¡Ya se corta!88

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Ya entró el joven, y que le muestra el güevo a Juan Maradón y le dice:

-¿Conocís esto?

-¡Cómo no lo voy a conocer -le dice- si es mi vida! ¡Entregameló! ¡Entregameló! -que clamaba.

-Te lo voy a entregar -le dice el joven- si me decís ande tenís las riquezas y me das las llaves.

Y ya le dijo ánde tenía las riquezas.

-Y aquí tenís las llaves -le dice-, dame el güevo.

-Tomalo -que le dice.

Y al tiempo que se lu iba a dar, lu apretó, lo rompió, y áhi no más se murió Juan Maradón.

Quedaron los dos hermanos riquísimos y jueron y trajieron la viejita y estarán viviendo áhi, dueños de la fortuna y de las invernadas de Juan Maradón.

Juan Lucero, 56 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1948.

En el cuento fundamental se han mezclado motivos de otros cuentos.



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858. El cazador

SAN LUIS

Éste era un cazador, güen cazador y valiente, que salió a cazar. En una laguna encontró una paloma asentada en l'agua. Le tira, y se convierte la paloma en una niña bonita, y le dice al cazador:

-Cazador, soy una niña encantada, si sos valiente y bueno y me querís desencantar, tenís que ir a buscar las Altas Murallas. Yo no sé dónde quedan, pero sé que es muy difícil llegar hasta allá -y desapareció la niña.

Quedó triste y pensando, el cazador, y dijo, ¡iré!, y se fue caminando. Caminó, caminó, y vio tres hombres que venían. Se escondió por no tener que verselás con ellos y descuidar el pedido de la niña, pero éstos lo habían visto y se allegaron89. Y el cazador se aprontó para tirar, pero éstos le hablaron pidiendolé que los arreglara, que ellos tenían una herencia y no podían ponerse de acuerdo para repartirselá entre los tres, de modo que quedaron de acuerdo. El hombre cazador no quería, pero ellos que eran hermanos, le pidieron por favor, y al fin el cazador los arregló. Se despidieron, tomando cada cual para su lado, pero los hermanos se acordaron que habían sido desatentos con aquel cazador al no   —137→   pagarle o darle algo por la gauchada90 y el bien que les había hecho, y se volvieron adonde estaba el cazador y le hablaron que los disculpara porque no le habían pagado el servicio que les había hecho. El cazador les dijo que no cobraba nada y que no se acordaran de eso, pero uno de los hermanos le quiso hecerle un regalo para recuerdo, y le dio un sombrero diciendolé:

-Este sombrero, cuando se lo ponga, no puede verlo nadie.

El otro le regaló unas botas que cuando se las pusiera correría más ligero que el viento, y el otro le dio una piedrita de virtud, que cuando necesitara para cazar, un galgo más ligero que una gama, o un halcón más ligero que una paloma, dijiera: ¡A ver, galgo! ¡A ver, el gavilán!

Se fueron, pero áhi no más se acordó que no les había preguntado dónde quedaban las Altas Murallas, y los llamó y les preguntó. Éstos le dijieron que habían sentido91 hablar de ese lugar, pero que no sabían para dónde quedaba.

Entonce le dijieron que siguiera no más, que más allá encontraría una viejita al lado del fuego. Que tenía un hijo la viejita muy andariego y que él les podría dar noticias de las Altas Murallas.

Caminó y caminó y encontró el ranchito. Llamó, y la viejita le dijo que se acercara para poderle escuchar. Le dijo el cazador a qué venía, y entonce la viejita le dijo que ella tenía un hijo que sabría, que lo esperara. Y lo hizo sentar diciendolé que no tardaría en llegar el hijo en forma de viento, que no tuviera miedo. Que remolineaba y hacía volar chispas y la hacía quemar, porque era muy malo.

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No tardó en divisarse gran polvareda, y dijo la viejita:

-Ya viene.

El hombre se colocó el sombrero que le habían regalado y esperó. En eso llega el viento, entra en el ranchito levantando el fuejo y ceniza y chispas, y la madre le pedía que se calmara, diciéndole que había llegado un hombre que necesitaba hablarlo para pedirle que le dijiera dónde era las Altas Murallas. Quitándose el sombrero que lo hacía invisible, el hombre lo saludó, y el viento le dijo:

-Amigo, las Altas Murallas yo sé donde quedan, pero es muy lejos y muy difícil llegar, porque hay un gigante muy malo y que todo lo tiene escondido, pero yo lo voy a llevar si usted se anima a seguirme. Entonce le contestó el cazador:

-¡Bueno! ¡Vamos!

Se colocó las botas y se fueron. El cazador disparaba más ligero que el viento, y lo esperaba. Hasta que llegaron a un lugar de donde venía otro viento, y que el que lo acompañaba no podía pasar, y le dijo:

-Hasta aquí cazador. Yo no puedo seguir más adelante, pero usted siga y pronto dará con la casa del gigante donde están las Altas Murallas.

Se despidieron y se fue el cazador. Y caminó, y divisó el palacio del gigante. Llegó y vio en una ventana a una niña que tenía cerca una jaula con un hermoso canario, y la saludó. La niña, atenta, le escuchó a lo que venía, y le dijo que sí, que sabía que su padre, el gigante, que era muy malo, pero que no era malo con ella, tenía en sus propiedades las Altas Murallas, pero que ella no las conocía. Que ella lo iba hablar preguntandolé, pero que él tenía que esconderse bien para que sintiera lo que su padre le dijiera. Y así lo hizo el cazador.

Llega el gigante y siempre desconfiado le dijo a la hija que quién había venido. No quería mentir la niña y le   —139→   contestó que un hombre, pero que se fue. El gigante pidió que le trajiera una botella de una bebida muy fuerte. Se tomó la botella y buscó al hombre, pero el hombre tenía el sombrero puesto y no lo encontró. Entonces el gigante le dice a la niña:

-Las Altas Murallas están allá, en mis montañas, áhi 'tá mi vida, porque allá hay un árbol, y dentro del árbol una gama, y dentro de la gama una paloma, y dentro de la paloma, un huevo que es mi corazón. Ese árbol sólo lo puede hachar una hacha que yo guardo abajo de mi cama.

El canario hermoso, era la niña encantada que le pidió al cazador que la salvara. El canario, queriendolé ayudar al hombre, le dijo que esperara a que se fuera a dormir el gigante, porque tenía la puerta con llave, y esa llave la tenía sólo él. Y que al abrir la puerta se entrara y sacara el hacha. Así lo hizo, y cuando abrió la puerta áhi no más, entró, sacó la hacha y salió. Caminó muchos días y llegó a las Altas Murallas siempre con el sombrero puesto que no fuera a venir el gigante. Y por fin encontró el árbol, le pegó un hachazo, y saltó una astilla. Vio a la gama, pero si pegaba otro hachazo se le podía escapar. ¿Qué hacer? Con todo cuidado pegó otra vez, y saltó otra astilla, y áhi no más se le escapaba la gama. Se acordó de la piedrita y de las palabras, y dijo: ¡A ver el galgo!, y salió un galgo, más ligero que la gama, y cerquita la tapó92, y la mató el cazador. Ahora, para abrirla y poder agarrar la paloma, le corta la panza abriendolé despacito, y con mucho cuidado, pero cuando tira el manotón, se le escapa la paloma. ¡A ver el gavilán!, dice, y sale el gavilán que consigue cazarla a la paloma, y se la trae al cazador... Ya había desaparecido el galgo, y ahora desaparece la paloma, ya muerta, y tiene el güevo adentro. Y abre la paloma y ahí 'tá lo que buscaba, el güevo. Saca el güevo y se le cae al suelo, se rompe, y justo el gigante muere. Corre   —140→   al palacio el joven, y áhi 'tá la niña que encontró en la laguna. Áhi 'tá también la hija del gigante con su novio. El cazador y la niña encantada, que con el valor y sacrificio del cazador había desencantado, se enamoran los dos. La hija del gigante y el novio se casan y siguen viviendo felices en el palacio. El cazador lleva a la niña encantada al palacio del padre, que era un rey, y, después de unos días también se casan y viven felices.

Domingo Livayza, 60 años. El Lince. La Capital. San Luis, 1950.

El cuento ofrece fusión con motivos del cuento Los tres picos de amor.



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ArribaAbajoNota

Nuestro cuento tiene los siguientes motivos fundamentales:

A. Un gigante u otro malhechor que tiene el alma externa, roba a una princesa o a una niña y la mantiene cautiva en su palacio.

B. El héroe, en una versión el hermano, se propone salvarla.

C. Por una gracia de Dios o la virtud que le dan animales a los que ha favorecido adquiere el poder de convertirse en diversos animales; con la ayuda de prendas mágicas que le dan hombres a los que ha favorecido puede ocultarse y marchar más ligero que el viento.

D. Con estas virtudes llega al palacio, obtiene el secreto por medio de la cautiva de dónde está el alma del malhechor, lo ataca tomando diversas formas de animales hasta encontrar el huevo que rompe y lo mata.

E. El héroe tiene grandes recompensas o casa con la niña.

Tiene gran difusión en Europa y en América. Es el Tipo 302 para la clasificación de Aarne, Aarne-Thompson y Boggs. Ver el estudio de Espinosa, III, pp. 33-43 y el de Pino Saavedra, I, 367-369.