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ArribaAbajoLa tierra de Irás y no volverás. Los mellizos de origen mágico

7 versiones y variantes


Cuentos del 859 al 865


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859. Irás y nunca volverás

LA RIOJA

Éste que era un matrimonio. Que eran muy pobres. Y este matrimonio que tenía dos hijos. Y claro, el padre como era pobre no tenía cómo darles de comer. Y un día, esque dice el padre que se iba a ir a la orilla del río a pescar.

Y bueno. Este señor había acomodado un pedazo de carne y se había ido a la orilla del río a pescar. Y estando a la orilla del río ató la carne en un alambre y la entró en el agua. Al entrarla en el agua sacó un pescado, que era un pescado hembra. Y bueno, al sacarla, esque le dice la pescada que no la mate a ella y que ella le va a dar una virtú para que pueda criar sus hijos, porque como él era tan pobre, ella le iba a dar una virtú. Y entonce esque le dice la pescada:

-Mirá, tomá estas dos plantitas de naranjo. Plantalas en tu casa. Mientras vos estés bien, las plantitas se van a conservar verdes. Y también te van a avisar así cuando tus hijos sean grandes y salgan a rodar tierra. Pero siempre -esque le dice- no tienen que pararse adonde haiga una laguna, porque va a ser para mal.

Bueno. Este señor esque había recibido todos los consejos y se había ido a las casas. Y antes, claro, había largado la pescada. Este hombre tenía pescados en abundancia y vendía y pasaban muy, bien la vida. Las tenía muy bien cuidadas a las plantitas de naranjo y no dijo nada a nadie.

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Y bueno, los hijos ya 'taban grandes, ya si habían criado. Y un día esque le dice el hijo mayor, que iban a salir a rodar tierra, porque como ya eran grandes, podían trabajar para ellos vestirse. Y bueno, el padre esque le dice que bueno, que estaba bien, que se vayan. Y el padre esque le había dado a cada uno un caballo blanco y dos perros. Así que ya salieron.

Y ya habían caminado mucho. Y se encuentran con dos caminos. Que estaban en cruz. En un camino que decía Irás y nunca volverás, y el otro que decía Por acá irás y volverás. El menor dice:

-Yo me voy por el camino que dice: Por acá irás y volverás.

El otro, el mayor, que dice:

-Yo me voy por el camino que dice: Por acá irás y nunca volverás.

Y bueno, cuando el mayor iba por el camino, se encuentra con una laguna muy grande de agua y la pescada le había dicho que no se pare donde hay agua. Y bueno, al bajarse a la laguna con agua, le dio agua al caballo y al perro, y al mirar así, para el lado, vio que había un palacio muy grande. Y en ese palacio esque vivía una reina. Y esa reina que tenía muchas criadas. Y cuando este joven que se había bajado, esque si había visto desvestido. Y es que sale una de las criadas, y esque le dice a la reina que allí estaba un hombre, pero que estaba desvestido.

Bueno, esque le dice la Reina:

-Mirá, llevale esta ropa y decile que venga.

Y bueno, se había ido, le había llevado la ropa y se fue donde estaba la Reina.

Bueno, esque este joven se había vestido y había subido en el caballo, y había llegado. La Reina lo había recibido muy bien. Le había dado de comer y le había dicho que qué   —147→   andaba haciendo él. Y que le dice él, que él andaba en busca de trabajo. Y que le dice la Reina que ella tenía mucho trabajo, que se quede allí con ella. Él le trabajaba a la Reina, y esta Reina si había enamorado de este joven. Y bueno, como estaba tan enamorada esta niña del joven, se habían casado y vivían muy felices.

Esque el palacio tenía una ventana para el lado del norte. Bueno. Este joven esque va y abre esa ventana, y a lo lejos, esque ve un humito. Muy lejos que era. Y bueno, esque le dice a la señora qué era ese humito que vían tan lejos. Y que le dice la Reina que todos los que iban a donde se vía ese humito que nunca volvían. Que por eso decía en ese camino que era donde llegaban y no volvían más.

Bueno. A este joven que le había llamado la atención eso. Y él que le dice a la señora que él iba a ver eso, que él iba a llegar. Que le dice la niña que no, porque no iba a volver más.

Y esque un día había ensillado su caballo y si había ido no más. Y que llevaba el perro.

Bué... Había salido y si había ido. Bueno... Cuando había ido cerca, que se veía más y más humo. Y ya se vía más grande el humo. Pero él había llegado no más adonde estaba el humo. Cuando él había llegado, que era una casa, y sale una viejita, y que le dice:

-¡Ay!, hijito, venís muerto di hambre y de seh93 -esque le dice-. Tomá este matecito para que se te quite la seh. Tomá este palito para que atís tu caballo, tomá esta cadenita para que atís tu perrito.

Y bueno, esque este joven había atado el caballo y había atado el perro, y ya si había trastornado, ya no sabía qué es lo que iba hacer. Y bueno, esta viejita lo había llevado a él y lo había encerrado en una pieza con llave.

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Bueno... El otro hermano había seguido por el camino que decía que iba a volver, había andado mucho, había trabajado mucho, y si había devuelto ande 'taban los padres.

Y bueno... Este joven había llegado y había preguntado del hermano de él. Y bueno, esque los padres le decían que no había vuelto él.

Y bueno... El padre esque tenía las plantitas de naranjo, y las cuidaba mucho. Las dos habían estado bien verde. Una era la del hermano mayor y la otra del hermano menor. Y un día, una amaneció marchista94. La marchista era la del hermano mayor, la del joven que si había perdido. Y bueno, entonce el hermano menor dijo que se iba a buscar al hermano que estaba en peligro. Él sabía que su hermano había tomado aquel camino que decía que nunca iba a volver, pero no les avisaba nada a los padres.

Bueno. Este joven si había despedido y había salido en busca del hermano, en su caballo y con su perro. Al llegar a los dos caminos, no sabía qué hacer, pero dijo que sea lo que sea y siguió por el camino que decía Irás y nunca volverás, porque ahí tenía que dar con el hermano.

Estos dos hermanos eran tan parecidos, que todo el mundo los confundía.

Bueno... Él había encontrado la misma laguna. Se había bajado, y había dado agua al caballo, y que en ese momento si había visto desvestido, y al mirar a un lado, había visto el mismo palacio que había visto el hermano. Y que sale la misma criada de la Reina y lo ve, y lu había confundido con el otro hermano, el esposo de la Reina. Y entonce que va corriendo y le dice a la Reina que ahí 'taba su esposo y estaba desvestido.

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Y bueno, esque le dice la Reina, que le lleve ropa y que le dice que pórque no quiere venir ande ella estaba.

Y bueno, y esque va la negra y lleva ropa y lo habla como si fuera su amo. Y le dice que la Reina dice que porque no quiere ir ande 'tá ella después de tanto tiempo que se ha ido. Él estaba calladito. Y la negra que le conversaba de todo lo que pasaba en el palacio, y que lo echaba tanto de menos, y que ella lo esperaba todos los días. Entonce el joven se dio cuenta que lo confundía con el hermano y que esa Reina era la esposa.

Y bueno, y jue al palacio. Y la Reina lo recibió como el esposo y le conversaba de todo, y le preguntaba porque estaba tan distinto, tan distraído. Él le dijo que él estaba así porque todavía tenía que vencer un encanto. Y esa noche cuando jueron a dormir, él había sacado la espada y la había puesto en el medio de la cama. Todo le llamaba la atención a la niña, pero esperaba que cambiara el esposo y juera como era antes.

Y al otro día, el joven va y abre la ventana que da al norte y ve el humito. Y bueno, y pregunta qué es eso. Y la señora le dice que él sabía mejor que nadie, porque él había ido allá a pesar de que ella le decía que no fuera. Y el joven que no le daba ningún contesto95, pero se daba cuenta de todo. Y se dio cuenta que allá si había quedado el hermano.

Y bueno, al otro día siguió ese camino y salió en busca del hermano. Y llegó a la misma casa que había llegado el hermano y salió la misma viejita. Y que le dice:

-¡Ay!, mi hijito, que viene muerto de seh. Tome este matecito para que se le corte la seh... Tomá este palito para que atís tu caballo y esta cadena para que atís tu perrito.

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Este joven ya se dio cuenta que áhi 'taba su hermano porque vio el caballo atado a un palo, por morirse y el perro encadenado, también por morirse:

Entonce él no recibió nada de la vieja y esque le dice:

-Mirá, yo vengo en busca de mi hermano.

Y esque le dice la viejita que ella no se lo tenía.

Y él que le dice que sí, que él sabía que áhi 'taba.

Y entonce este joven de ver que lo escondían al hermano, que si había puesto a peliar con la viejita. Y él esque le pegaba a la viejita con la espada y no li hacía nada, porque era bruja, la vieja. Y bueno, tanto le pegó que ya a dehhora96 de la noche, al primer canto del gallo, ya li había podido pegar con la espada y li habían saltado las llaves que guardaba en el pecho y había dehaparecido.

Y bueno, entonce él había levantado las llaves y había abierto todas las puertas que tenía ese palacio. Y cuando había ido en la última pieza había abierto y lo ve al hermano que ya 'taba por morirse, y que estaba en las últimas.

Y bueno, áhi lo saca, li había dehatado el caballo y el perro. Y los dos, muy contentos si habían devuelto al palacio de la Reina.

Cuando venían por el camino, que le cuenta el joven más chico que había estado en el palacio de la Reina. Y que ella lo había hecho dormir con ella. Y bueno, este joven, el esposo de la señora se había enojado mucho, y esque le decía que él no debía haber dormido con la señora. Y quí áhi le da un solo tiro y lo mató.

Y bueno, este joven siguió solo con su caballo y su perro.

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Y bueno, y al caminar se encuentra con un montón de víboras. Y él esque veía que estas víboras se mataban y esque venía otra y le pasaba unas hojitas di una planta que 'taba áhi y que la muerta volvía a vivir.

Y bueno, que éste había estado áhi largo rato y que si había arrepentido di haber muerto al hermano, y que dice que cómo él no podía hacer vivir a su hermano con esas hojitas, también.

Y que va y lleva las hojitas y lo hace vivir al hermano. Y esque lo hace subir al caballo y lo hace seguir y se van adonde estaba la Reina.

Y bueno. Llegaron adonde estaba la Reina y los recibió muy bien y contenta. Y le contaron todo lo que había sucedido. Y ella contó que lo había hecho dormir con ella creyendo que era el esposo, pero que él había puesto al medio la espada.

Y bueno, los padres vían ahora que las plantitas de naranjo 'taban verdes otra vez después que 'taban marchistas. Y ya se pusieron contentos. Y ellos habían pedido a las plantitas un gran palacio.

Y bueno, los hermanos fueron a ver los padres con la Reina y se quedaron muy contentos de verlos como estaban. Y así todos fueron felices por la virtú que dio la pescadita aquella.

Pastora Soria, 25 años. Guandacol. La Rioja, 1951.

Muchacha de pueblo. Empleada de servicio doméstico. Muy buena narradora.



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860. La ciudad de Irás y no Volverás

LA RIOJA

Había una vez una vieja y un viejo que tenían una yegua y un cojudo muy viejo, una perra y un perro muy viejo. Y la vieja, la yegua y la perra tuvieron mellizos, muy igualitos los dos.

Pasaron muchos años. Los chicos eran ya mozos. Un día, el padre le compra para cada hijo una espada, y tiene cada uno un caballo y un perro igual.

Un día uno de los hermanos se fue a rodar tierra. El otro hermano le dice que qué recuerdo le va a dejar. Le dijo el hermano que le va a dejar un vaso de agua clarita. Y le dijo que cuando el agua se ponga turbia es porque él estaba en peligro.

Y el hermano que se fue con el caballo, la espada y el perrito.

Paró en un palacio.

Se enamoró de la hija del Rey y se casó.

Estando casado, salió una mañana por los balcones y devisó de lejos un humito. Le preguntó a la esposa dónde quedaba ese humito y ella le contestó:

-Queda en Irís y no Volverís, una ciudá de donde nadie vuelve.

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Entonce el mozo ensilla su caballo y sale a dar una vuelta por el campo. Pero se fue a ver de dónde salía ese humito. Cuando llegó a un pueblo grande, vio que todas las puertas estaban cerradas. Y llegó adonde estaba una viejita sentada, hilando a la orilla del fuego y en el fuego estaba una olla hirviendo. Saludó y la viejita lo convidó que se baje.

Estando un rato en la cocina, le dice que ate el perrito del cogote del caballo con un hilo. Y entonces, cuando el joven se fue a atar el perrito para que no la muerda a la vieja, la vieja se le fue de atrás y lo envolvió al caballo con el perrito y el joven con el hilo del huso, y se le formó una cadena, porque la vieja era bruja. Y los pasó a una pieza, así encadenados, donde los encerró para que se mueran de hambre y después comerlos.

Y el hermano que quedó en la casa, se acordó del vaso con agua. Lo fue a ver y estaba turbio. Entonces ensilló su caballo y se fue con el perrito y la espada por el mismo camino que salió el otro hermano.

Llegó al palacio del Rey donde se casó su hermano. Cuando lo vio la hija del Rey y el Rey se alegraron, creyendo que era el esposo de la niña.

Se bajó del caballo y áhi lo abrazó la niña creyendo que era su esposo, y entonce él pensó que sería la esposa de su hermano, y no le dijo nada. Durmieron juntos esa noche y él puso la espada en el medio.

Al otro día la niña se levanta muy triste porque creía que su esposo no la quería.

En la mañana sale él a los balcones y cuando miró el humito preguntó dónde salía ese humito.

Entonces le contesta la niña:

-¿No te acordás donde te dije que era de Irís y no Volverís?

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Entonces pensó que allí estaría su hermano.

Ensilló su caballo y se fue con su perrito y la espada donde estaba el humito, llegando a la casa de la vieja. Cuando llegó relinchó su caballo, contestando el otro caballo. Torió97 el perrito, y le contestó el otro de adentro. Entonces se bajó y le dijo a la vieja que le entregara su hermano. Le dijo entonces la vieja que tome un hilito que le dio y lo ate al perrito del cogote del caballo, y le dijo que ella no tenía ningún hermano.

Entonces el mozo sacó su espada y le cortó un brazo. Y le dijo la vieja que no la matara que le entregaría su hermano. Entonces sacó las llaves y le abrió la puerta, lo desató y se lo entregó. Él la agarró a golpes y hachazos a la vieja con la espada y la mató, quitandolé las llaves que tenía.

Y empezó a abrir puertas, encontrando cadáveres de personas muertas.

Se volvieron al palacio del Rey. Y viniendo por el camino, le contó el hermano lo que le había sucedido cuando venía en busca de él. Entonces pensó el otro hermano que lo habría embromado98 con la señora. En la noche pararon. Entonces se acostaron a dormir. Cuando se durmió el hermano que volvió la vida al otro, el hermano salvado sacó su espada y le cortó el cuello al hermano bueno. Y se puso a llorar.

Entonces vido que vinieron dos lagartos jugando. Vino uno y le cortó la cabeza al otro, y se puso a llorar. Dando vueltas, entonces, salió disparando. Fue y cortó un gajito de un monte, lo hizo oler al muerto y le pegó la cabeza, pasándole por el cuello el monte, y salió disparando el lagarto muerto. Vio entonces el hermano y hizo como lo hizo el   —155→   lagarto. Entonces cortó un gajito del mismo monte, le hizo oler al hermano, y le pasó por el cogote, y le juntó el cuerpo con la cabeza, pero la cara pa' atrás. Entonces le volvió a cortar el cogote y le puso bien la cabeza. Y al rato se recordó y le dijo que qué sueño largo que había tenido. Entonces le contó que soñó que él lo había matado y lo hizo vivir con un monte.

Entonce dispusieron cortar mucho monte de ése y volverse a la ciudá para hacer vivir la gente que la bruja había muerto. Una vez que llegaron a la ciudá, hicieron vivir a los muertos. Y los curas salieron tocando las campanas y fueron a dar misa.

Entonces el Rey oyó esto y mandó a ver qué pasaba en la ciudá dormida, pero los encontraron a los hermanos en el camino, y que les contaron que ellos hicieron vivir a la gente.

Y cuando llegaron al palacio del Rey salió la hija y no halló a quien abrazar porque eran iguales los dos jóvenes. Pero uno de ellos dijo que abrazara a su esposa y áhi vieron quién era el esposo. Al otro hermano, el Rey quería hacerlo quedar, al hermano que salvó la ciudá, pero él se hizo una paloma, el perro otra paloma y el caballo otra paloma. Como eran ángeles se fueron al cielo. Y como el otro hermano pecó, se quedó en la tierra.


Y yo me vine en un zapato roto,
lleno de porotos
para que usté me cuente otro.



Zenobia Romero, 39 años. El Cerco. General Ocampo. La Rioja, 1950.

Aprendió el cuento de un viejito del lugar que sabía muchos cuentos que ella ha olvidado.



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861. Las tierras de Tutirís y nunca Volverís

LA RIOJA

Éste que era un rey muy desgraciado en su amorío y siempre perseguido por una vieja que se decía ser bruja. El Rey quiso casarse con una linda muchacha del pueblo, la que tenía delirio de un hermoso jardín donde debía haber flores, aves y lo más hermoso de la tierra. Esta vieja venía, todos los días, mandada por la niña, a ver el jardín del Rey y decirle lo que le faltaba.

El Rey tenía de toda clase de flores pero le faltaba que en el medio d'él salga un chorro de agua formando el arco iris, llamada agua encantada. Como de costumbre esta vieja fue un día y le dijo al Rey:

-Al lindo jardín que tiene Su Majestad para la patrona, le falta una cosa.

-¿Que será? -preguntó el Rey.

-El agua encantada.

-¿Dónde se encuentra? -preguntó el Rey.

-En las tierras de Tutirís y no Volverís99.

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Entonces el Rey le preguntó a la vieja cómo haría para conseguirla, contestandolé ésta que tendría que ir él. El Rey hizo ensillar el mejor caballo y partió, todo apenado, pues sabía que el que iba allí no volvía. Se encomendó en Dios y siguió viaje. Por la mitá del camino llegó a un rancho, al parecer solo, y se da con un viejo barbudo y petizo. Allí durmió esa noche y al otro día muy temprano, lo tapó a su zaino para seguir viaje. Y entonces el viejito le preguntó adónde iba, y el joven Rey le dijo:

-A las tierras de Tutirís y no Volverís.

El viejo dijo:

-¡Ay!...

Y después de un rato le dijo:

-Miró, ensillá ese caballo blanco y andate en él, pero antes de llegar, por la orilla del camino, verás muchas piedras de varios colores. Son hombres que como vos fueron por el agua encantada y quedaron hecho piedra. Pero vos ite y no mirís al lado, ni te dís vuelta para atrás. Cuando lleguís al agua, alzá un jarrito lleno y montás rápido y decí: «Dios y mi caballo blanco que corra más rápido que el viento».

El Rey así lo hizo como le dijo el viejito y después de dar dos o tres chupadas al mate, siguió. Áhi jue derechito, amigo, y el Rey alzó el agua y montó en su blanco, y dijo: «Dios y mi caballo blanco que corra más que el viento». ¡Erra, porra, amigo! Volaba el blanco, y una tropilla de moros le retaban di atrás, pero no debía darse vuelta para que no se haga piedra. Llegó al ranchito. El viejo lo recibió muy bien y ensilló su zaino y continuó el viaje a su casa, pero antes de que se vaya, le dijo el viejo:

-Mirá, m'hijo, yo soy Dios y t'hi venido auxiliar para que te casés con esa niña del pueblo.

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Dicho esto el viejo y el rancho desapareció. El Rey llegó a su casa. Puso en el centro del jardín l'agua y cuando vino la vieja, le dijo:

-Ahora sí que te puedes casar.

Y el Rey se casó con la niña que quería y fue muy feliz hasta que yo los dejé y me vine. Y hasta la fecha no supe más de ellos.

Juan Díaz, 78 años. Pozo del Medio. General Ocampo. La Rioja, 1950.

Campesino originario de este lugar. Aprendió el cuento de la madre que era una gran narradora, pero ha olvidado buena parte de su argumento. Hay confusión con el antiguo cuento de El agua encantada.



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862. La ciudad de Irás y no Volverás

MENDOZA

Que era un matrimonio. Este matrimonio no tenía familia. Y él se ocupaba de pescador. Y un día va y tira los anzuelos con desprecio, áhi no más, a la orillita los tiró, y pescó un dorau. Y al sacarlo le habló el pescau, que no lo matara, que lo tirara al agua y que siguiera pescando, que él le iba a dar suerte. Y que al otro día lo volviera a pescar y que lo sacara y que lo matase y lo llevase para la casa d'él, y que hiciera un caldito, que la carne se la diera a la viejita, el caldito a una yegüita que tenía y los güesitos a la perrita de la casa. Que las tripitas las enterrara atrás de la casa y que él comiera de otro pescau. Y así lu hizo, como había ordenau el dorau. Y él siguió pescando, abasteciendo todo el pueblo. Y qui al año vería el producto. Cuando al poco tiempo s'hizo gruesa100 la viejita, la yegüita y la perrita.

Bueno, entonce, hizo ver el producto. La viejita dio a luz dos niños, la yegüita parió un potrillito y una potranquita, y la perrita un perrito y una perrita. Bueno, fue atrás de la casa y vio qui asomaban dos darditos, y los recogió, uno para cada niño.

Y los niños se comenzaron a criarse. Y el pescador siguió pescando. A medida que los niños se criaban s'iban   —160→   atrás de la casa y se ponían como a jugar y a hacer un pocito, cada uno. Y los siguieron no más a los pocitos. A medida que s'iban criando los iban ahondando a los pocitos, hasta que les sacaron agua.

Ya eran mozos los niños y todas las mañanas lo primero que hacían era ver el agua y vían que 'taba muy cristalina. Cuando un buen día el mayor le dice al hermanito que los viejitos 'taban muy viejos y tenían que buscar medios de vida para ayudarlos, y así determinaron y le dijieron a los padres. Aunque ellos no querían, igualmente determinaron de irse, uno primero. Y al que fue primero le tocó el potrillito macho y el perrito macho, y un dardito. Y se despidió de los padres. Y al despedirse del hermanito que le dice que le encargaba el pocito d'él, que mientra tuviese l'agua clara, cristalina, a él no le sucedería nada, y en el momento que 'stuviera turbia procurase de buscarlo porque alguna cosa grave le pasaría. Así lu hizo y salió de viaje.

Iba marchando por áhi y no llevaba qué comer ni para el perrito ni para él. Y por áhi encontró buen pasto para el caballito y se paró. Y por áhi cruzó una liebre y dice:

-Aquí sí voy a matar esta liebre para carne y voy a dar de comer a mi perrito y como yo.

Y le saca el freno al caballo para que coma y le pone los puntos a la liebre. Entonce le dice la liebre:

-No me matís que te voy a dar m'hijito pa que te acompañe.

El muchacho se compadeció y no le tiró. Sigue el viaje, cuando mira para atrás y ve que el liebrecito lu iba siguiendo.

Por áhi cruza una liona y también le va a tirar y lo mismo lu habla la liona, que no la matara, que le daría el hijo para su compaña. Tampoco le tiró. Siguió marchando. Cuando mira para atrás el lioncito lu iba siguiendo.

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Por áhi le sale una tigra y le pone los puntos. Lo mismo la tigra lu habla y le dice que no la mate que le dará el hijo para su compaña. Siguió marchando y mira para atrás, y el tigrecito lu iba siguiendo.

Ya llevaba más animales a quien darles de comer. Se bajó y desensilló su caballo para que comiera, y salió por el monte buscando palomas, pichones para comer y darle de comer a los animalitos. Cazó y comieron. Y siguió viaje. Cuando encuentra un rancho grande, y si arrimó. Al decir, ¡Ave María!101, sale una señora vieja y le dice:

-Bajate, m'hijito.

Se bajó el joven y vio que 'staban hirviendo tres tachos grandísimos con comida. No había gente ninguna pero había muchas camas llenas de gatos. Cuando redepente102 murmuró la vieja y los gatos empezaron a salir todos para afuera disparando. Y si habían vueltos hombres y lo atropellaron para matarlos a él y a los animales, y se levantó, y salieron peliando todos. Los animales a la par d'él, el caballo, el lión, el tigre y el perrito, menos el liebrecito. Mientras voltiaban a los heridos, la vieja con un candil y una pluma les pasaba por la herida un remedio y salían peliando de nuevo como si no les hubiera pasau nada. Cuando se da cuenta el joven le dice al tigre que la agarre a la vieja, que la marcara un poco. Saltó el tigre y la hizo pedazo. El joven agarró el candil de la vieja y lo puso en el alero del rancho y áhi lo dejó. Entonce los mataron a todos y se terminó la batalla. Entonce le da de comer de los tachos al perrito, al lión y al tigre. Y siguieron viaje. Llegaron a una ciudá que 'taba toda enlutada. Si arrimó el joven a un ranchito y al decir ¡Ave María!, salió una viejita y lo envitó a bajarse. Se bajó y conversando le pregunta:

-Madre vieja, ¿qué pasa que la ciudá 'tá enlutada?

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-Hijo mío -le dice-, ¿no sabís que acá viene una serpiente de siete cabezas y si no le ponen una niña en una garita de oro que tienen, avanza a la ciudá y come a todos? Así que tanta niña qui ha comido, el Rey ha dispuesto de poner una de las niñas d'él para que la coma y por eso 'stá enlutada la ciudá. Y ha echau un bando que el que salve la niña se casaría con ella. Y vos que tenía tantos animalitos la podís matar a la serpiente y casarte con la niña.

-No, ¡qué voy a hacer, madre vieja, con mis pobres animalitos! -le dice el joven.

Después de tomar mate le dice:

-Madre vieja, me voy a dar de comer a mis animalitos por el monte -y tomó en dirección de la garita di oro por ande venía la serpiente.

Y llegó el joven a la garita donde 'taba la niña llorando. La saluda y le dice la niña que se retire porque vendría la serpiente y los comería a los dos. Y él le contesta que no se aflija, que no ha de querer Dios. Y se sentaron los dos a la par a conversar. Y dice ella:

-¿Quiere, joven, que lo espulgue?

-Bueno -dice él.

Y le agarra la cabecita del joven y se la pone en la falda. El joven le dice que si ve la serpiente que viene que le avise y se queda dormitando. Cuando siente la niña el ruido de la serpiente que venía voltiando árboles con la cola y abriendo las siete bocas, y en vez de hablarlo al joven se pone a llorar. Y le cai una lágrima en la cara del joven. Y se recordó el joven. Cuando ve la serpiente que ya venía llegando. Y ya salieron peliando el joven, el lión, el tigre, el perrito y el caballito con la serpiente. Le cortaba el joven a la serpiente una cabeza, le cortaba otra, y di un salto se le pegaban otra vez, y seguía peliando. Hasta que el joven se da cuenta que a la cabeza del medio no la había cortado ninguna vez y entonce se la cortó con l'espada. Y entonce   —163→   quedó muerta la serpiente. Y entonce va el joven y le revisa la cabeza, li abre la boca y ve que tenía una lengua di oro y se la cortó y se jue donde 'taba la niña, con la lengua. Entonce la niña lu abrazó. Sacó un pañuelo de seda que le había regalado el padre, el Rey, y un anillo di oro y se lo regaló al joven en nombre del Rey. Y le dice que se vaya al palacio, que por orden del Rey se tiene que casar con ella porque la salvó. Él agarra la lengua di oro y el anillo y los envuelve en el pañuelo y se los pone en el bolsillo di adentro.

La niña se despide, se va al palacio, y él se acuesta a dormir, rendido. Y al dormirse el joven, los animalitos qui habían peliau se ponen a dormir también y le dicen al liebrecito:

-Vos, que nu has peliau, velá el sueño de nosotros. Si sentís algo, no lu hablis a nuestro amo, hablanos a nosotros.

-Bueno -les dijo el liebrecito.

Por áhi llegó un negro buscando leña con una carretilla, una hacha grande y una cuchilla grande. Cuando encuentra la serpiente muerta. La agarró a hachazos con la cuchilla y le cortó las cabezas y las echó en la carretilla.

Cuando llegó el negro el liebrecito quiso gritar pero el negro lo atemorizó con la cuchilla y lo mató al joven dormido y se fue con las cabezas de la serpiente. Y iba los gritos para el palacio, que había muerto la serpiente y que él s 'iba a casar con la princesa.

Para esto, ya había llegáu la niña al palacio y li había contau al Rey que un joven había muerto a la serpiente y la había salvau a ella.

Y entonce llegó el negro y se presentó al Rey con las siete cabezas y la cuchilla ensangretada. Y se presentó la niña y dijo que no era ése el que había muerto la serpiente sino otro joven. Y el negro discutía que porque era negro no quería casarse con él. Entonce le dice el Rey:

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-Palabra de Rey no puede fallar. Este negro presenta las cabezas de la serpiente y la cuchilla ensangretada y nu hay otro que haga ver que ha muerto la serpiente. Él se tiene que casar con m'hija.

Y la niña tuvo que callarse. Y se empezaron a preparar las fiestas de la boda. Y tiraron bombas, y tocaban las campanas y había música por todos lados, de la alegría, porque si había salvado la niña y toda la gente, de la serpiente.

La viejita que le enseñó al joven donde 'taba la garita di oro, era ayudante de cocinera en el palacio del Rey. Cuando el negro se retiró con las cabezas de la serpiente, el liebrecito, llorando, los recordó a los compañeros y vieron al joven muerto. Entonce, llorando, le dijieron:

-Liebrecito, porque no los recordaste cuando vistes al negro.

Y el liebrecito les contó que lo atemorizó.

Entonce empezaron a ver qué hacían. Entraron a recorrer la memoria y si acordaron de la batalla con los hombres-gatos, y si acordaron del candil qui hacía vivir a los muertos. Y le dijieron al liebrecito que se quedara cuidando al amito, que ellos iban a buscar el candil. Y así lu hicieron. Se fue el caballito, el perrito, el lión y el tigre. El caballito algo comía de pasto. Por áhi iban con mucha se y encontraron un cañadón con mucha agua. Entraron a tomar agua y a buscar pichones para comer. Por áhi encuentran un nido de una carancha con cuatro hermosos pichones. Cuando los van a comer les habla la carancha, que no le comieran los hijitos. Entonces el lión y el tigre le dicen si conocía tal batalla, de tal tiempo. La carancha les contesta que sí, que bastantes ojos gordos había comido de los muertos. Entonce le dicen ellos que si iba y les traía un candil qui había en el alero del rancho no le comían los hijos. Y ella les dijo que bueno, pero que les recomendaba mucho los hijos. Y remontó el vuelo.

  —165→  

Llegó ande 'taba el rancho. El rancho si había caído. Y entró la carancha a escarbar derecho ande había 'táu el alero de la casa y nu encontraba nada. Y encontró un pericote, un ratón. Era un ratón grande, pelau, qui había síu el rey de los ratones y lu agarró y le clavó las uñas, y lo levantó en el aire preguntandolé del candil. Y le clavaba las uñas juerte. El ratón entró los gritos a llamar a toda la ratonería. Se amontonaron todos y ninguno daba razones del candil. Sólo faltaba una ratona vieja. No faltó quien dijo que efectivamente faltaba, y que había sido partera, curandera, y que seguramente ella tendría el candil. Y la jueron a buscar por orden del Rey Ratón. Se presentó la ratona curandera. Le preguntaron del remedio y dijo que lo tenía ella. Que lo trajiera en seguida gritaba el Rey Ratón. Lo trajieron y se lo presentaron a la carancha que lo tenía al Rey Ratón en el aire. Lo recibió en el pico, lo soltó al ratón y salió volando.

Llegó ande 'taba el tigre con los compañeros y se lo presentó preguntandolé por los hijitos. Los pichones 'taban durmiendo porque les habían buscado bichitos y todo para comer. Agradeció la carancha y los otros animalitos también del favor que les había hecho.

-¿Y ahora, para llevar el candil? -dice el tigre al lión.

-Si yo lo llevo, lo tragaré, y vos también, y lo mismo el caballo.

Y le dicen al perrito:

-Vos que tenís la cola tan enroscadita, te lo vamos a poner bien amarrado con pastos y así lo llevarís. Nosotros seguiremos por si acaso lo perdis.

Y así lo hicieron. Y siguieron de vuelta corriendo. Llegaron a la garita donde 'taba el amo con el liebrecito. Para esto era tarde, ya 'taba el sol bajito, y le pasaron con la pluma el remedio que tenía el candil, por la herida que li había hecho el negro. Y se sentó el joven sano, como si hubiere   —166→   'tau dormido. Les dice a los animalitos que por qué lu habían dejáu dormir tanto.

-Y, porque 'taba muy rendiu, mi amo -le dijieron.

Ya ensilló su caballo y se va de vuelta con sus animalitos para la casa de la viejita, que le enseñó la garita. Y llegó y li habló la viejita que por qué había tardau tanto. Y entonce le dice:

-¿No sabís, hijo, que hay una gran fiesta en el palacio porque un negro ha salvado l'hija del Rey, y se casa con ella? Qué lástima, hijo mío, que vos con tus animalitos no matastes la serpiente y te hubieran casado con la princesa.

-Nu im porta, madre vieja -le dice.

-Yo estoy cansada, hijo. Hi estado ayudando a hacer las comidas. Así que no voy a volver al palacio.

Y se puso a envitarle mate. Mientras por áhi suspiró la viejita y dijo:

-¡Quien pudiera comer el primer potaje que va a comer el Rey Negro!

Y le dice el joven:

-No si aflija, madre vieja, que ahora lo hemos de comer.

Y le dice al perrito:

-Perrito, í y metete abajo de la mesa del banquete del palacio. Cuando le sirvan el primer plato al Rey Negro, pegale un manotón y arrebatale el plato, y lo tráis para acá, que a ustedes les corresponde, no a ese negro.

Y así lu hizo el perrito. Jue y se puso abajo de la mesa. Cuando le sirvieron al Rey Negro, le pegó en la mano y li arrebató el plato, y salió disparando.

Gritó el negro enojado y la niña le gritaba al padre:

-Ése es uno de los animalitos, papá, del joven que me salvó la vida.

  —167→  

El negro discutía que porque lo vía negro no quería casarse con él.

El perrito llegó al rancho donde 'taba el amo y le presentó el plato con los manjares. Comieron todos y siguieron conversando. Y volvió a suspirar la viejita diciendo que quién pudiera comer el segundo potaje que le iban a brindar al Rey Negro.

-No si apure, madre vieja, qui ahora lo himos de comer.

Y el joven lo mandó al lión. Pero el Rey había ordenado de poner guardias dobles por si entraba otro animal, que lu agarraran para ver de dónde salía. Pero el lión, pícaro, engañó a los guardias y se metió abajo de la mesa. Cuando le brindaron el segundo plato al Rey Negro, le pegó un manotón en la mano y li arrebató el plato y salió disparando. De balde le tiraban tiros no daban en el blanco. Llegó adonde 'taba el amo y le presentó el plato. Comieron todos juntos.

Para eso el Rey ordenó que si volvía otro animalito, que si no lo podían agarrar que le siguieran hasta donde llegara y que lo citaran al amo.

El joven lo mandó al tigre a que le trajiera el tercer plato que le dieran al Rey Negro, que a ellos les correspondía.

Y el tigre engañó a los guardias. Entró y se puso abajo de la mesa. Cuando le sirvieron el tercer plato al Rey Negro, le pegó un manotón arrebatandolé el plato y salió disparando. Los guardias lo siguieron. El tigre le presentó el plato al amo y se pusieron a comer todos con la viejita. Cuando llegaron los guardias lo encontraron rodeados de los animalitos y le dijieron que por orden del Rey se tenía que presentar al palacio. Y el joven les dice que estaba comiendo, y que si el Rey necesitaba algo que podía venir ande 'staba él. El capitán de los guardias tuvo miedo de los animales feroces y se volvieron. Le dijieron al Rey lo qui ocurría, y tuvo que venir el Rey en su coche y la escolta. Y lo llamó al joven. Y salió el joven rodeado de los animalitos. Y   —168→   le dice que lu acompañara hasta el palacio, que era para aclarar la salvación de su hija.

-Muy bien -le dice el joven-, pero yo voy con mis animalitos.

Así tuvo qui hacer y se presentó al palacio. Cuando lo vio la Princesa gritó:

-Ése es el joven que me ha salvado a mí.

Y el negro gritaba que no podía ser porque él había presentado las siete cabezas de la serpiente.

Entonces le dice el joven:

-Es cierto, mi Rey, pero las siete cabezas han de tener las siete lenguas.

Revisaron las siete cabezas y faltaba una lengua. Entonce el joven pone la mano en el bolsillo mientras el negro gritaba que se la han comido las hormigas a esa lengua. El joven saca el pañuelo, y le dice al Rey si conocía esa prenda. Dice el Rey que sí, que se la había regalado a la hija. Desenvuelve y saca el anillo, y sacó la lengua di oro que le faltaba a la cabeza del medio. Entonce el Rey y el público comprobaron que era cierto lo que decía el joven y falsedá lo que decía el negro.

Entonce el Rey manda buscar cuatro potros de esos más lobos103 de los montañeses y lu ataron al negro, uno de cada mano y de cada pierna. Y los largaron al campo, que lu hicieran cuatro pedazos por su falsedá.

Y se casó el joven con la princesa, porque él la había salvado.

Cuando termina la fiesta se van a dormir. Se acuesta la niña primero. Y el joven se saca el saco para acostarse,   —169→   y levanta la vista para arriba y ve un humito que parece que era en el techo. Pero ve que era lejos y había una luz y le pregunta a la Princesa qué tenía esa luz y ese humito. Y ella le dice:

-Ésa es la ciudad de Irís y nunca jamás volverís. Pero no te vas a querer ir, porque los que van nunca quieren volver.

Si acostó el joven. Cuando se quedó dormida la Princesa, se levantó despacito, acomodó sus animalitos y siguió viaje con rumbo al humito. Llegó. Qu'era un ranchito de mala muerte, y salió una viejita, y le dice:

-Buen día, hijo mío. ¿Por qué nu has venido más antes?

Y era una vieja bruja que tenía una ciudá encantada.

-Bajate, hijo mío.

El joven se bajó y le dice:

-Tomá esta canita y atá tu lioncito. Tomá esta otra canita y atá tu tigrecito -y así lo hizo con todos los animalitos.

Y lo hizo pasar para adelante. El joven ató los animalitos y apenas dio vuelta, las canas se volvieron unas enormes cadenas que los voltiaban a los animalitos.

Adentro de la pieza había un cuero de potro, y arriba del cuero de potro había una silla donde lo hizo sentar. En cuanto se sentó el joven si hundió con cuero y todo en un profundo pozo ande había muchos cadáveres, unos medios muertos y otros secos ya. Y entró a andar por arriba de los cadáveres hasta que se desvaneció.

El hermano del joven que había quedau con los padres miraba todos los días l'agua del pozo y 'taba siempre cristalina. Una mañana jue a ver el pozo y vio l'agua turbia. Entonce le dice a los viejitos padres d'ellos, que iba a buscar   —170→   a su hermano porque estaba pasando algo grave. Y así lu hizo. Agarró la yegüita, la ensilló y llamó la perrita y siguió viaje en dirección para donde había salíu el hermano.

Y llegó al palacio donde si había casau el hermano. Era una mañana temprano, que recién salían los lecheros y un vasco viejo lo ve al joven y pensó que era el hermano -como eran tan iguales- y empezó los gritos:

-Rey nuevo, Rey nuevo.

Sale el Rey, la Reina y la Princesa y le dicen que porque si había ido tan callado. El joven malició que el hermano si había casau con la Princesa y para saber de él fingió que era el mismo. Así que comieron, pasaron el día y llegó la noche. Se van a acostar y al acostarse el joven puso la espada por medio de la Princesa y él. Y al sacarse el saco mira el humito y la luz y le pregunta qué contenía eso. Pero, le dice, que ya le había dicho la otra vez, qu'era la ciudá de Irís y no Volverís.

-Pero no te vas más que no vas a volver jamás. Cuando se quedó dormida la Princesa, sale también despacito con rumbo igual. Llegó y vio los animalitos encadenados, y entonce dice:

-Acá 'tá mi hermano.

Y salió la vieja y áhi la agarró y se la arrimó al tigre y le dice:

-Agarrá esta vieja, tigre, y mascala.

-No mi hagáis matar, hijo mío.

-Ande 'tá el dueño de estos animales.

-Áhi 'tá, en ese pozo.

-Y, ¿cómo lo saco?

-Áhi, atrás de la casa 'tán esos ganchos. Y lo sacó al joven medio moribundo.

  —171→  

-¿Y ahora para salvarlo? -le preguntó.

Y entonce le dijo la vieja bruja:

-Áhi, atrás, hay un gallinero de gallinas negras. Matá una y hacé un caldito y se lo das, que en seguida sanará.

Y así lo hizo.

-Y este rancho, ¿por qué está aquí?

-Aquí está una ciudá encantada.

-¿Y para desencantarla? -le dice.

-Acá tengo, hijo mío, estas llaves. Agarrá ésta primero y vas abriendo hasta que se terminen las llaves.

Y ya el joven le dio el caldo a los animalitos y se rompieron las cadenas. Y se lo dio al hermano. Y empezaron a abrir las puertas y apareció toda la ciudá y quedó desencantada.

Entonce el joven del pozo le preguntó al hermano que cómo supo qu'estaba él áhi. Y él l'hizo el cuento, y que descubrió todo cuando se acostó con la Princesa, pero que en la cama, entre los dos, puso l'espada d'él, y se puso celoso. Y le pegó una puñalada al hermano que lu había salvado y cayó muerto. Y el otro si arrepintió y se puso a llorar. Suplicaba a Dios que cómo lo podía salvar. Cuando ve dos lagartos qu'taban peliando al lau del camino, y cuando quedaba uno muerto, el otro corría a una mata de paja y sacaba una hojita, iba y se la pasaba por las heridas, y se levantaba peliando otra vez de nuevo. Entonce el joven agarró también una hojita y jue y se la pasó al hermano. Y el hermano se levantó vivo y le preguntó porque lu había dejado dormir tanto y él le contestó que porque lu había visto tan cansado.

Siguieron viaje y llegaron de noche al palacio donde si había casado. Y una sirvienta que tenía la Princesa entró a gritar:

-Amita, amita, ya viene el amito.

  —172→  

Pero eran tan iguales los jóvenes que no sabía cuál era el esposo de ella. Y corrió y llamó a la Reina y al Rey, y no sabían cuál era el yerno. Entonce el joven dice:

-Soy yo, y éste es mi hermano.

Y entonce hicieron el cuento de lo que les había sucedido y de cómo habían salvado a la ciudá encantada.

Y les preguntaron de los padres de ellos, y los mandaron buscar y vinieron. Y vivieron todos juntos en el palacio, muy felices hasta ahora.

Y el cuento se terminó.

Bonifacio Díaz, 67 años. Las Cuevas. Valle del Tupungato. Las Heras. Mendoza, 1951.

Trabajador de campo. Un gran narrador.

Al cuento tradicional se han agregado motivos de Los animales protectores y de La serpiente de siete cabezas.



  —173→  
863. Irás y no Volverás

SAN LUIS

Había una vez un hombre que se ocupaba de la pesca. Iba a pescar todos los días. Este hombre no tenía más que la señora, una yegua y una perrita.

Un día, este hombre no podía pescar, y tanto tiró el anzuelo, hasta que sacó un pescado grande. Y cuando lo estuvo por matar, le dijo el pescado que no lo matara, que él le iba a decir dónde había muchos pescados. Entonce el hombre, de ver lo que le prometía el pescado, lo largó. Entonce le dijo el pescado:

-Miró, andate río abajo. Vas a encontrar un remanso muy grande, y allí vas a sacar muchos pescados.

Así lo hizo el hombre. Se jue hasta el remanso y empezó a sacar pescado en cantidá. Y así lo hizo varios días y llevó muchísima comida a su casa. Pero comenzaron a mermar las pescas, hasta que llegó un día que parecía que no había más pescados, y tanto tiró el anzuelo hasta que volvió a agarrar el pescado grande.

-Miró -le dijo el pescado- no me matís. Andá río abajo, vas a encontrar otro remanso, que hay mucho pescado. Así lo hizo el hombre. Lo volvió a largar al pescado y se jue río abajo, hasta que dio con el remanso. Y áhi pescó, y varios días sacó en cantidá pescados muchísimos. Bueno...   —174→   Un día no podía sacar más pescado, y tanto tiró el azuelo, hasta que volvió a sacar el pescado grande.

-Bueno -le dijo el pescado-, ahora no sé adónde hay más pescado, así que me matás no más, pero sólo te voy a hacer un pedido, que no me dejís cair ni una sola gota de sangre al suelo. La alzás a toda y la enterrás, bien enterrada. Y después que me comás -no tengo más que dos costillitas- ésas las clavás, una de cada lado del jardincito de tu casa.

Bueno... Así lo hizo el hombre, como le había dicho el pescado. Lo carnió y enterró la sangre, y plantó las costillitas, una de cada lado de la puerta del jardincito que tenía. Bueno... Después de esto, la señora del hombre tuvo dos chicos mellizos muy parecidos; de ver uno, era ver el otro. La yegua tuvo dos potrillos del mismo color y muy parecidos. La perra tuvo dos perritos, que también eran muy parecidos.

Se pasaron los años. Se criaron los chicos y se hicieron mozos, y lo mismo se criaron los potrillos y los perros. Un día, dijo uno de los hermanos:

-Yo ensillo un potrillo y me llevo un perro y me voy a rodar tierra.

-¿Porque te vas, hermano? -le dice el otro--. Yo me voy también.

-No, hermano, vos tenís que quedarte con nuestros padres. Yo te voy a dejar una seña, pa que sepás cómo ando. Cuando el jardín esté lindo y florido, es porque me va bien. Si algún día el jardín está triste o marchito, es porque me va mal. Así que te vas para que me salvís.

Bueno, en eso que estaban en el jardín, vieron una daga nuevecita.

-Mirá la daga, hermano -le dice un mozo al otro.

Y miraron al otro lado de la puerta y estaba otra daga, también nuevecita, que brillaba.

  —175→  

-Mirá otra daga -le dice el otro.

Así que cada uno de los hermanos tomó una daga. Bueno... Se jue el hermano a rodar tierra y se llevó un potrillo y un perro, y el otro hermano quedó muy triste. También el potrillo quedó los relinchos y el perro los ladridos, lo que se iba un hermano.

Bueno... El hermano que quedó en las casas, no se olvidaba; lo primero que hacía era ir a ver el jardín. El jardín amanecía muy lindo, todo florecido.

-Bueno -decía-, le va bien a mi hermano.

El hermano que se jue, anduvo mucho tiempo, y llegó al palacio de un Rey. Se ocupó allí. A los pocos tiempos se puso de novio y se casó con la hija del patrón. Una tarde, le dijo a la señora:

-Vamos a caminar por allí.

-Vamos -le dijo la señora.

Jueron hasta un árbol que 'staba en la punta de un bordo104, y de allí se devisaba, a lo lejo, un humito, que se elevaba muy alto y derechito. Entonce le preguntó el mozo a la señora:

-¿Qué contiene aquel humo tan alto y tan derecho? Entonce le contestó la señora:

-Mire105, allá es el Irís y no Volverís.

-¿Y porque le llaman así? -le preguntó el mozo.

-Porque el que va allí, no vuelve más.

  —176→  

Entonce le dijo el mozo:

-Mañana voy yo, pero voy a volver.

-No vaya -le dijo la señora-. Mire que el que va allí no vuelve más.

-Yo voy a ir y voy a volver -le dijo el mozo.

Así que al otro día bien tempranito, ensilló su caballo, se puso la daga y llamó al perro. Se despidió de la señora que le rogaba que no juera. Y se jue.

A la tarde llegó al humito. Había una casa. Llamó, y salió una vieja que era bruja.

-¡Buena tarde, señora! -le dijo el mozo-. ¿Quiere darme un poco de agua?

La vieja le dijo muy atenta que cómo no. Cuando va a darle el jarro con agua y el mozo lo jue a recibirseló, lo agarró de la oreja, lo bajó del caballo y jue y lo encerró en una pieza. Lo encerró con llave, y allí quedó. ¡Claro!, como era bruja l'hizo perder al mozo la juerza, que no se pudo ni defender siquiera.

Bueno... Al otro día temprano, como de costumbre, jue el otro hermano a ver el jardín. El jardín estaba todo marchito y caido, todo por el suelo.

-Bueno -dijo-, mi hermano está en peligro. Me voy.

Áhi no más ensilló el caballo, se puso la daga y llamó el perro, y se jue. Al día siguiente llegó a la casa del padre de la niña que se había casado con el hermano de él. Como era tan parecido al hermano, la señora salió, y creyendo que venía el esposo, lo abrazó. Lloraba la señora y decía que creía que no iba a volver. Entonce pensó el hermano entre de él:

«Seguro que mi hermano es casado con esta niña y ella cree que soy yo. ¡Como somos tan parecidos! Pero no le voy a decir nada para descubrir adónde se ha ido mi hermano».

  —177→  

Enseguida vino el padre de la niña, y lo abrazó, y le dijo que cómo ha hecho para volver, siendo que el que va allí no vuelve más. El mozo no le dijo nada. Cenaron esa noche. En seguida, le dice la señora:

-Vamos a dormir, que tiene que estar cansado. Bueno... Se jueron. Todo esto lo hacía el mozo para ver si podía descubrir qué fin había tenido el hermano. Cuando ya estuvieron para acostarse, le dijo el mozo:

-Recién me he acordado de un pedido que me había hecho mi padre.

Entonce le dijo ella:

-¿Cuál es el pedido? Si lo puede hacer, hagaló.

-Mi padre me había hecho este pedido, que esta noche tengo que clavar mi daga en el medio del colchón, entre los dos.

-Bueno -le dijo ella-, hagaló.

Esto lo hacía para no faltarle en nada a la señora del hermano. Así que esa noche durmieron juntos, pero con la daga clavada entre los dos. Al otro día anduvo él como apurado. Le dijo ella:

-Vamos a caminar para donde juimos las otras tardes.

-Vamos -le dijo él.

Jueron al árbol, y de la punta del bordo devisaron el humito. Entonce le preguntó el mozo:

-Y aquel humito, ¿qué contiene?

-¿Cómo? -le dice ella- ¿tan pronto se ha olvidado? Allí es adonde juistes, al Irís y no Volverís.

Entonce dijo el mozo entre él:

«Allí es adonde ha ido mi hermano. Yo me voy».

  —178→  

Y le dice a la niña:

-¿Sabís qu'hí dispuesto de ir otra vez al humito?

-No vaya. ¡Quién sabe si vuelve más! -le dijo ella.

Y el mozo le contestó:

-No, ya vís como hí vuelto. Puedo ir otra vez.

Se jueron a las casas, se puso la daga, ensilló el caballo y llamó al perro. Se despidió de la señora y del padre, y se jue.

Cuando llegó allá, salió la vieja. Entonce él iba con sé, y le dijo:

-Déme un poco de agua, ¡por favor, señora!

Cuando la vieja fue a darle l'agua, jue a agarrarlo al mozo, que era muy avisado; y que cuando vido la vieja se dio cuenta que era bruja, y malició que tenía al hermano, la agarró él primero, y dijo para él: En nombre de Dios. Áhi se le acabó la juerza a la bruja. La bruja gritaba y pataliaba lo que se vido descubierta, y el mozo le dijo:

-Ahora me vas a entregar mi hermano, o sinó te mato.

Sacó la daga y la amenazó. La ató bien atada di un poste. Ya cuando se vido perdida, la bruja le rogaba:

-No me matís, yo te voy a entregar tu hermano. Áhi tenís las llaves.

El mozo agarró las llaves y empezó a abrir puertas. De todas las piezas salían hombres que la bruja tenía encerrados, hasta que salió el hermano. Se abrazaron, contentísimos, y le agradeció el hermano porque vino a salvarlo. Y le dijo:

-Yo sabía, hermano, qu'ibas a venir. Yo te aguardaba todos los días.

  —179→  

Bueno... se jue el mozo y le dijo a la bruja que 'taba bien amarrada en el palo, que adónde tenía el caballo y el perro del hermano. Y la vieja le dijo que los caballos de los hombres que tenía encerrados, eran esos montones de arena, y que los perros eran esos montones de ceniza.

-Hacemelós volver a lo de antes o sinó te mato -le dijo el mozo.

La vieja, entonce le dice:

-Áhi sobre la mesa, hay una caja con polvos. Vos los tirás sobre las montañas de arena y de ceniza, y van a salir los animales.

Jue el mozo, sacó la caja de la bruja y tiró el polvo sobre los montones, y salieron los caballos y los perros de los hombres que la bruja tenía encerrados. Y salió también el caballo y el perro del hermano. Entonce le dieron libertá a todos los hombres, y dejaron la bruja atada. Y se jueron los dos. Bueno... Ya cuando iban por la mitá del camino, le contó el hermano cómo lo había agarrado la vieja, y cómo había ido al Irís y no Volverís. El otro herma no le contó cómo supo por el jardín que él estaba en peligro, y cómo vino a la casa de su señora. Le dijo que él había estado con la señora y con el padre de ella, y que lo habían tomado por el esposo de la niña, y que él los dejó creer para averiguar de su paradero. Que él había dormido esa noche con la señora, pero que había clavado la daga entre medio de los dos, para no faltarle. Entonce el hermano se enojó, se dejó llevar por los celos, y sacó la daga y lo mató. Y después que lo mató, que le había pesado y no sabía qué hacer, desesperado. Se puso a llorar, y lo alzó al cuerpo del hermano en la falda, y le pedía perdón, y que le decía que él, que tanto había hecho por salvarlo, no sabía cómo lo había muerto él, como un hermano desgraciado. Al rato después de haber estado allí, vinieron dos lagartos, y se pusieron a peliar. Y uno al otro le pegó un uñazo y lo mató.

  —180→  

El lagarto que mató al otro se quedó áhi, no más, asustado, y luego buscó un yuyito, y le empezó a pasar por la herida al muerto, hasta que el otro lagarto vivió. Bueno... El hermano jue y hizo lo mismo. Jue, cortó un gajo del mismo yuyo y le empezó a pasar por la herida al hermano muerto, hasta que vivió. Y le pidió disculpa llorando, y se abrazaron, y quedaron como si nada hubiera pasado. Los dos hermanos siguieron muy contentos, el viaje. Y cuando llegaron al final del viaje, los hermanos se despidieron como ante, y uno se jue para donde estaba la señora y el otro hermano se jue para donde tenía los padres. Y todos vivieron muy contentos, muchísimos años.

Julián Aguilera, 54 años. El Saladillo. San Luis, 1960.

Gran narrador. Aprendió el cuento del padre, que sabía muchos cuentos antiguos y tenía fama por su sabiduría popular en la comarca.



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864. Irás y no Volverás

SAN LUIS

Había una vez un matrimonio joven. Hacía poco que se habían casado y tenían una yegua y una perra. Era lo único que tenían de capital.

Bueno, se puso de encargue la señora para comprar chico y también se puso la yegua para tener potrillito y la perra también para tener perritos.

Bueno, llegó el día que la señora tuvo dos varones. Eran muy parecidos. De ver uno era ver el otro. Eran tan parecidos que no se sabía cuál era uno y cuál era el otro.

La yegua tuvo dos potrillitos iguales, del mismo color, tan parecido uno al otro, que se confundían uno con otro, porque eran igualitos los dos.

Bueno, la perra tuvo dos perritos, tan igualitos y del mismo color, que los confundían uno con el otro.

El padre de los chicos se ocupaba de pescar.

Un día no podía pescar hasta que en una de esas agarró un pescado muy grande y se dispuso a carniarlo. Entonce oyó que le dijo el pescado:

-No me carniés. Yo te voy a decir dónde hay muchos pescados.

  —182→  

El pescado lo llevó a otro lado adonde había muchos pescados y el hombre agarró muchos pescados y lo largó al pescado grande. Y se fue para la casa d'él.

Bueno, pasaron los días y se volvió a ir a pescar. Y no podía agarrar ninguno hasta que volvió agarrar el pescado grande, y le dijo:

-Ahora, sí que te voy a carniar.

-Bueno -le dijo el pescado-, carniame, pero te voy hacer un pedido, que cuando me carniés me saquís dos costillas de las más grandes que tengo y las clavís una de cada lado del jardín.

Bueno, así lo hizo. Lo carnió al pescado y le sacó las costillas más grandes y las clavó en el jardín.

Y pasó el tiempo. Se pusieron grandes los chicos y los potrillos y los perritos también.

Un día andaban caminando los jóvenes por el jardín y dijo uno de los jóvenes:

-Mirá, acá hay una espada.

-Mirá, acá hay otra -dijo el otro-. Bueno, una para cada uno.

Y como las espadas eran iguales y ellos eran muy unidos resolvieron repartirse las cosas que tenían. Uno le dijo al otro:

-Yo voy a tomar este potrillo y este perrito. Vos tomá los otros. Total, son tan parecidos que no se sabe cuál es uno o cuál es otro, como somos nosotros. Somos tan parecidos, que dice la gente de ver uno es ver el otro. Bueno, hermano, mis padres están muy pobres así que me voy a ir a trabajar para ayudarlos.

Y este hermano ensilló el potrillo y agarró una espada y un perrito. Y le dijo al hermano:

  —183→  

-Mirá todas las mañanas como está el jardín. Si está lindo es porque yo me encuentro bien y si el jardín está marchisto es porque yo estoy en peligro.

Bueno... Se fue el hermano en el potrillo llevandosé una espada y un perrito.

Se fue muy lejo el joven y dio con una estancia y pidió trabajo. Y le dieron trabajo y se quedó trabajando. Se acreditó y trabajó mucho tiempo hasta que se enamoró de la hija del dueño de la estancia. Y se casó al poco tiempo.

El hermano daba vista todos los días al jardín. Y estaba muy lindo.

Bueno, a los pocos días salieron a caminar los recién casados. Y subieron a una loma muy alta. Y el joven, lejo, devisó un humo que se elevaba muy alto y le dijo a la chica:

-¿Qué contiene aquel humo tan alto que se eleva allá?

-A eso le llaman el Irís y no Volverís.

-¿Mas, por qué le dicen así? -le preguntó el joven.

-Por que el que va allí no vuelve más.

-Yo voy a ir a ver si es cierto.

-No vas -le dijo ella.

-Sí, voy a ir.

Y al otro día el joven, temprano, ensilló el potrillo, y se puso la espada, y llamó el perrito, y se fue con dirección del humo. Una vez que llegó dijo:

-¿Con qué disculpa llegaría? Llegó a comprar un vaso de agua para tomar.

Salió una viejita y le dijo:

-Me quere vender un vaso de agua para tomar?

-Cómo no -le dijo-, le voy a dar.

  —184→  

Y se fue y, le trajo agua en un vaso muy limpio y florido. Y en cuanto fue el joven a recibile el vaso con agua, lo agarró la vieja de la mano y lo bajó del caballo y lo encerró en una pieza. Y al caballo le tiró un poco de arena y se transformó en arena el caballo. Y al perrito le tiró un poco de ceniza y se hizo ceniza el perro.

Bueno, el otro hermano se fue a ver el jardín y el jardín estaba tirado, marchisto. Bueno, dijo el hermano que el otro hermano estaba en peligro, así que se iba él. Y ensilló el otro potrillo y agarró la espada y el otro perro, y se fue. Tomó la misma dirección que se fue el otro hermano. Y fue y llegó a la estancia donde había llegado el otro hermano. Y salió la chica que era casada con el hermano, y como eran tan parecidos, lo confundió y le dijo:

-¡Cómo así has vuelto! Mirá que los que han ido allá, no ha vuelto ninguno.

Pero él se hizo el que había sido el hermano. Y después le dijo ella:

-Vamos a acostarlos.

Y él le dijo:

-Miró, yo hoy hi dispuesto de acostame con vos pero esta noche voy a clavar la espada en el medio del colchón para dormir uno para un lado y el otro para el otro lado.

Así lo hicieron. Y al otro día se levantaron y tomaron el café, y le dijo él:

-Vamos a caminar.

Y se fueron a la loma alta y devisaron el humo otra vuelta, y él le dijo:

-¿Qué contiene aquel humo?

-¡Cómo! ¿Ya no ti acordás más? ¿No fuiste ayer?

-Ah, sí -le dijo él-, pero voy a ir otra vuelta.

  —185→  

-¡Ay, no! Cómo vas a ir. ¡Quién sabe cómo has vuelto y hoy vas a volver otra vez!

Y entonce él malició que el otro hermano se había ido para allá. Y hizo viaje él también.

Y se fue. Y al llegar allá, se arrimó como para pedir agua. Llegó y salió la vieja diciendolé:

-¡Cómo le va, joven!

-Bien, señora. ¿Me puede dar un poquito de agua?

-¡Cómo no!

Se fue la vieja y le trajo agua en un vaso limpio y floriado. Y cuando el joven fue agarrar el vaso con agua, la vieja le tiró la agarrada y él se le hizo un lado. Y se bajó del caballo y la agarró a azotes. Y la llevó a un palo y la ató bien atada. Y le dijo que le dijiera dónde tenía el hermano y el caballo y el perro. La vieja decía que no sabía nada, pero le pegó tanto que al fin le dijo:

-Áhi tiene esa llave. Abre esa puerta y allí está tu hermano. Y en ese montón de arena está el caballo y en ese montón de ceniza está el perro. Tomá este polvo. Les tirás y saldrá el caballo y el perro.

Bueno, fue y abrió la puerta y salió el hermano.

-Hombre, ¿quién ti ha encerrado?

-La vieja fue -le dijo sosprendido de ver que era el hermano.

Y tiró el polvo al montón de arena y al de ceniza y salieron todos los caballos y los perros que la vieja tenía encantados. Y salieron todos los hombres que tenía encerrados; muchos por morirse ya. Y le agradecieron al joven porque los había librado y se fueron cada uno a su casa.

Se fueron los dos hermanos muy contentos.

  —186→  

Por allá, por el camino, le dijo el hermano que lo había venido a buscar:

-Yo, cuando vide el jardín que estaba marchisto, me vine a buscarte y di con una estancia donde salió una chica que debe ser tu señora, y me dijo:

-¡Cómo así has venido!

Entonce malicié que había de ser tu señora. Y me quedé para descubrir las cosas. Esa noche cenamos juntos. Y ella me dijo que cómo había podido volver, que los que iban allá, al Irís y no Volverís, no volvía nadie. Entonce malicié que vos te habías venido para acá. Esa noche tuve que dormir con tu señora para descubrir bien las cosas, pero clavé la espada al medio del colchón para no juntarlos y yo le dije que era promesa.

Entonce al hermano no le pareció nada bien, pero no le dijo nada por el momento. Bueno, le dijo el hermano:

-Al otro día los levantamos y tomamos café y le dije que saliéramos a caminar, pero yo lo hacía para descubrir mejor. Y fuimos, y subimos a una loma muy alta. Y devisamos un humito que se elevaba muy alto, y le dije qué contenía aquel humo, y ella me dijo que cómo me olvidaba si había ido el día antes. Áhi no más le dije que sí y me vine para acá. Llegué a la casa de la vieja, le pedí agua y cuando ella me dio l'agua y me quiso agarrar, la agarré yo, la até en un palo y le pegué tanto hasta que descubrí todo y te salvé a vos y a todos los que tenía encantados la vieja, y a los caballos y los perros.

Entonce el otro hermano, muy nervioso, le dijo:

-Pero, hermano, no me hubieras salvado, porque vos has dormido con mi señora.

Y se pusieron a peliar hasta que el hermano casado le pegó un tajo en el cuello y lo mató al hermano. Y después quedó muy triste por lo que había hecho. Cuando estaba sin   —187→   saber qué hacer, vinieron dos lagartos verdes y se pusieron a peliar. Y uno al otro, de un uñazo le cortó el cogote y se murió. Él los estaba mirando. Entonce vio que el lagarto fue y cortó una ramita de hierba de oveja y la empezó a pasar por la herida del lagarto muerto y el lagarto vivió en seguida. Entonce él fue, cortó otra ramita y le empezó a pasar por la herida del hermano muerto, y en seguida el hermano vivió. Él creía que se había dormido, y se abrazaron como si nada hubiera pasao.

Después le agradeció al hermano y se fue a su casa, y el otro se volvió a la casa del padre.

Y se acabó el cuento.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

Gran narrador. Aprendió el cuento del padre. Es oriundo de El Saladillo.

Este cuento fue dado once años atrás por el mismo narrador (ver el 863). Interesa como experiencia científica observar las variantes que un narrador imaginativo como es éste puede introducir en el relato al mismo tiempo que conserva los motivos tradicionales.



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865. Los dos hermanos y las dos espadas de oro

NEUQUÉN

Era un cazador106 que tenía su señora, la cual esperaba familia. Y un día fue al mar y sacó un pescado. Éste, antes de morir le pidió que enterrara sus aletas para cuando naciera el niño. Y resulta que nacieron dos niños, y en el lugar que enterraron las aletas encontraron dos espadas de oro. Y esas espadas fueron la suerte de toda la vida de estos niños.

Uno de los niños, en cuanto creció se fue del lado de sus padres porque eran muy pobres. Y se casó con una princesa. Una tarde mientras caminaba vieron que salía humo de una casa, y la señora le dijo al esposo que no fuera, que allí vivía una bruja que con agua caliente los mataba. Él dispuso que iría. Y fue y llegó. Con engaños lo mató la bruja.

A los días fue el otro hermano a la casa de la señora que seguía esperando al esposo. Y lo confundió con el hermano. Y esa noche durmieron juntos. Y él puso la espada entre los dos.

Al otro día, entre lágrimas de alegría, le decía al esposo, la señora:

  —189→  

-Ya no t'irís al humito.

Y se dio cuenta de todo y se fue. Y llegó y vio a la bruja y al enterarse que el hermano había muerto, fue y lo hizo resucitar.

Y salvó a todos los que la bruja había hecho morir en la ciudá del humito.

Lucinda Aguilera, 40 años. La Buitrera. Picunches. Neuquén, 1951.

La narradora explica que oyó contar este cuento a la madre, que sabía muchos cuentos y tenía muy buena memoria, pero que ella no la tiene y sólo se acuerda de unas partes como la que aquí ha contado.



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ArribaAbajoNota

Nuestro cuento con sus versiones y variantes tiene gran extensión en Europa y en América. Sólo una de nuestras versiones contiene todos los elementos del cuento alemán de Los dos hermanos, N.º 60 de Grimm, con la primera parte que es la del matador de la serpiente de siete cabezas, y al que Ranke le dedicó un notable estudio. Las otras seis versiones desarrollan la segunda parte con los siguientes motivos, entre otros:

A. De la gestación mágica dada por la carne de un pescado, nacen los dos hermanos, dos perros, dos caballos. Con poder mágico aparece una espada.

B. Uno de los hermanos parte en aventura y deja una señal que indicará su suerte. Casa con una princesa. La deja para encaminarse al país fabuloso de Irás y no volverás, en donde una bruja lo encanta a él y a sus animales.

C. El otro hermano advierte la señal adversa (agua, árbol, jardín) y sale en su busca. En el palacio de la esposa   —191→   lo confunden con el hermano y esa noche duerme con ella colocando la espada entre los dos.

D. Advierte el destino del hermano; marcha hacia el país de Irás y no volverás. Allí desencanta al hermano, a los animales, a otras víctimas y mata a la bruja.

E. En el camino cuenta al hermano que ha dormido con su mujer. El hermano lo mata. Arrepentido lo resucita usando unas hierbas que ve que un lagarto (o víbora) aplica a otro que antes ha muerto. Llegan a la casa y todos los misterios se aclaran.

Nuestro cuento es el Tipo 303 de Aarne, Aarne-Thompson y Boggs. Ver el estudio de Espinosa, III, pp. 9-18 y el de Pino Saavedra, I, 369-371.





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ArribaAbajoLa princesa que destrozaba todas las noches, en la danza, siete pares de zapatos

4 versiones y variantes


Cuentos del 866 al 869


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866. La princesa que rompía todas las noches siete pares de zapatos

SAN LUIS

Había un rey que tenia una hija y la hija se llamaba Filomena. El Rey quería saber qué hacía su hija en la noche, porque todos los días amanecían en el cuarto de la Princesa siete pares de zapatos rotos. Ni el Rey ni la Reina podían descubrir qué hacía a altas horas de la noche. No sabían a qué hora salía ni a qué hora volvía, por más que la vigilaban, y áhi 'taban los siete pares de zapatos gastados de que ella los usaba.

Entonces el Rey decretó que el hombre que descubriera qué hacía su hija a esas horas, se la daba en matrimonio, sin mirar calibre107.

La Princesa era muy linda y vinieron en seguida mozos de todos lados. Primero vinieron príncipes y mozos ricos, y después hasta piones y esclavos, de todo, y no se pudo saber, por más que se desvelaban, qué hacía la Princesa a altas horas de la noche. Esto se llenó por todo el mundo, lo que decía este decreto. El Rey en su decreto aumentó la curiosidá de todo el mundo. Llegó esto hasta el fin del mundo. Muchísimos venían pero no descubrían qué hacía la   —196→   Princesa. El que se presentaba y no adivinaba, le cortaban la cabeza. Ésta era la condición que ponía el Rey, y palabra de rey no puede faltar. Y ya eran muchísimos los que habían muerto.

Había una señora viuda y pobre, que tenía un hijo muy güeno y muy ardiloso. Un día, este hijo se enteró de la noticia de que el Rey daba la hija en matrimonio al que adivinara qué hacía de noche, y le dijo a la madre:

-Mama, yo me voy a ir a ver si adivino y vuelvo casado con la Princesa Filomena.

Como toda madre, se desesperó conociendo el peligro que corría el hijo. Eso la hizo entrar en mucho apuro y le dijo al hijo:

-Pero, dónde vas a ir, hijo, que el Rey te va a matar. Si naide puede adivinar, hijo, cómo te vas a exponer de gusto. Qué voy hacer yo sola si a vos te matan.

Pero él dijo:

-Me voy y me voy, y ya va ver que adivino -y así tuvo que ser.

Este mozo ensilló su cabaíto y dispuso el viaje, y se jue.

Después de muchos días de camino llegó al lugar ande vivía el Rey. En las orías del pueblo llegó a la casa di una viejita que vivía sola en un ranchito. Taba tostando máiz, la viejita. Lu hizo pasar a la cocinita y lo convidó con máiz tostau y mate. Y áhi en conversación, le preguntó:

-Mama vieja, ¿qué noticias se corren por acá?

-Y, la noticia qui hay, hijo, es que el Rey ha echau un decreto dando en matrimonio la Princesa al que adivine adónde va todas las noches pa romper siete pares de zapatos. Naide lo adivina hasta el presente. Y ya li ha echo cortar la cabeza a muchos mozos, el Rey.

  —197→  

-¿Y cómo se puede hacer, mama vieja, para adivinar?

Entonce la viejita le dijo que le iba a dar una virtú para que se haga hormiguita, y si haga invisible tamén, y que le iba a decir cómo tenía qui hacer. Le dijo que cuando llegue al palacio lo iban a llevar a la presencia del Rey y que esa noche lo iban a llevar a la puerta del cuarto de la Princesa. Que cuando la Princesa lo convide con un vaso de vino no lo tome porque es pa que se duerma. Que si haga el que lo toma y que lo bote con disimulo. Le dio un gallo pa que lo ponga en un rincón. Y le dijo que cuando el gallo cante, que es a las doce de la noche, diga: «Por la virtú que Dios me dio que me haga una hormiguita, la más chiquita del mundo». Que áhi se iba a convertir en una hormiguita y que se meta por el aujero de la puerta al cuarto de la princesa. Que la Princesa s'iba hacer un pájaro, y que muy ligero, se le suba por las plumas de la cola y que así iba a ver qué hacia y adónde iba.

Y al otro día temprano, se jue el mozo, y la viejita l'echó la bendición.

Cuando este joven llegó al palacio y dijo a lo que iba, lo llevaron a la presencia del Rey. El morro le dijo que él iba a adivinar qué hacía la Princesa. Entonces el Rey le dijo:

-¿Vos sabís mi decreto?

-Sí, mi Sacarrial108 Majestá. Entonce el Rey le dijo:

-Te veo muy ladino, pero tenís que saber que si no adivinás entre las veinticuatro horas, ti hago cortar la cabeza.

-No tengo miedo, mi Sacarrial Majestá -le contestó el mozo, y le pidió permisio para tener el gallo.

-¡Cómo no! -le dijo el Rey.

  —198→  

A la noche lo llevaron a la puerta del cuarto de la Princesa adonde tenía que vigilar. Al gallo lo puso en un rinconcito, disimulado. Ya vino la Princesa y li ofertó un vaso de vino. Él se quedó con el vaso haciendosé el que lo tomaba y ella se entró al cuarto y s'echó llave. Él botó el vino porque era pa hacerlo dormir. Eso les daba a todos los mozos, la Princesa. A las doce cantó el gallo. El mozo se transformó en una hormiguita chiquita y se metió en el cuarto de la Princesa por el aujero de la llave. En ese mesmo momento, que eran las doce justas, la Princesa se desnudó entera, se bañó en una agua muy clara -esto 'tá viendo l'hormiguita-. Después de ese baño ella sacó de una cómoda una untura blanca y principió a ponerse por todo el cuerpo. Después sacó una untura negra y se puso encima de la untura blanca. Después de eso se revolcó en un montón de plumas y se volvió pájaro. Después que 'tuvo así, ensayó unos saltos. Áhi l'hormiguita se le prendió de las plumas gruesas de la cola. Entonce el pájaro salió por una puerta falsa que ni el mismo Rey conocía.

Empezó a volar y a volar, y llega después a un riyo di aguas de brillantes, y le dice:

-Adiós riyo di aguas de brillantes.

Y el riyo le contesta:

-Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña.

Entonce la Princesa mira para todos lados y como no ve nada dice:

-Éste riyo 'tá loco, si nu hay naide aquí.

Llega a un gran pedregal que era todo de perlas y le dice:

-Adiós pedregal de perlas.

Y el pedregal le contesta:

-Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña.

  —199→  

Entonce ella mira, y como no ve nada, dice:

-Este pedregal 'tá loco, si nu hay naide.

Llega a unos árboles que tienen las hojas de plata y los frutos di oro y les dice:

-Adiós árboles de hojas de plata y frutos di oro.

-Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña.

La Princesa más intrigada miró para todos lados y como no ve nada, siguió no más. Cuando ya pasó esto, llegó a los confines del mundo adonde había una Salamanca109. Entró la Princesa y se hizo persona. Áhi 'taban demonios y brujas. Había muchas niñas como la Princesa, cual de todas más linda. La Princesa bailó tanto, que a cada momento se tenía que cambiar los zapatos, hasta que rompió los siete pares qui había llevado -que todos los días se mandaba hacer siete pares nuevos-. Ya cuando 'taba por aclarar, si acabó el baile, y todos se apuraron a salir de la Salamanca. Áhi empezó a desvestirse la Princesa, y en eso se le cayó un pañuelito que tenía con las letras de su nombre y se lu agarró l'hormiguita. Como 'taba tan apurada, lo dejó de buscar, y s'hizo pájaro otra vez y se voló. La hormiguita iba prendida. Cuando pasó por los árboles les dijo:

-Adiós árboles de las hojas de plata y de los frutos di oro.

-Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña.

La Princesa miró para todos lados y no vido nada.

Cuando pasó por el pedregal, dijo:

-Adiós pedregal de perlas.

  —200→  

Y el pedregal le contestó:

-Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña.

Miró para todos lados y no vido nada. Cuando llegó adonde 'taba el riyo le dijo:

-Adiós riyo di agua de brillantes.

Y el riyo le contestó:

-Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña.

Miró para todos lados y no vido nada, pero le quedó la idea de que el riyo, el pedregal y los árboles li habían dicho que se cuidara de su compaña.

El joven, cuando volvieron al cuarto de la Princesa, salió otra vez por el aujero de la llave y se hizo cristiano110 otra vez.

Al otro día, cumplidas las veinticuatro horas, tenía que presentarse a decir lo que sabía, de la Princesa. Naide créiba que iba a adivinar.

Ya vino toda la gente para ver qué pasaba. 'Taba aquello que se venía abajo. El Rey se réiba lo que vía la facha del mozo, la pellejadura del qu'iba a saber más que todos los príncipes qui habían venido de todas las partes del mundo. Entonce él dice:

-Aquí 'toy Sacarrial Majestá. 'Toy dispuesto a decir todo lo que sé.

'Taban todos esperando que lo manden a matar no más. Tamén 'taba presente la Princesa. Entonce él dice:

-La Princesa, después de las doce de la noche, se desnuda, se baña en agua clara, se da friegas con una untura   —201→   blanca, después con una untura negra, se revuelca en un montón de plumas y se vuelve pájaro. Sale despacito por una puerta secreta. Pasa por un riyo de aguas de brillantes, por un pedregal de perlas, y por los árboles de hojas de plata y frutos di oro. Va a los confines del mundo adonde hay una gran Salamanca. Ahí se trasforma en cristiano. Baila hasta la madrugada con demonios, brujas y otras niñas como ella, muy lindas y lujosas, y rompe siete pares de zapatos sin descansar. Cuando quiso aclarar, todos los que bailaban en la Salamanca salieron disparando. La Princesa se sacó los trajes lujosos que usaba y se puso las unturas pa volverse pájaro. Áhi se le cayó el pañuelo con su nombre, y aquí 'tá. Cuando pasamos por el riyo, el pedregal y los árboles, le contestaron el saludo diciendolé: Adiós Princesa Filomena y Dios la guarde de su compaña. Eso era porque ellos me vían, pero yo iba invisible en las plumas de la Princesa. Después vino a su cuarto y yo salí por el aujero de la puerta y me hice cristiano otra vez. Y aquí 'toy pa casarme con ella.

Entonce la Princesa dijo que era cierto todo y que con eso se acababa el mal, el mal111 qui unas brujas li habían hecho, y que ella agora iba a ser libre y podía vivir como todos los cristianos. Y que había qui agradecer a ese joven qui había síu ayudado por una mano santa.

Todo el mundo se quedó muy sosprendido de la hazaña de este joven. El Rey dijo que se tenía que casar con la Princesa aunque juera pobre, que palabra de Rey no puede faltar.

Se casaron y hicieron grandes fiestas. Yo 'tuve tamén en la fiesta y después me vine pa mi rancho.

Juana Salazar, 70 años. El Zapallar. Ayacucho. San Luis, 1932.

La narradora, campesina originaria del lugar, es una de las pocas alfareras de la región.



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867. La niña que gastaba siete pares de zapatos por noche

MISIONES

Era una chica que se casó y que había sido bruja. Cuando llegaba el viernes a la noche ella tenía que salir. Le decía al marido que le tenía que comprar siete pares de zapatos para cada noche porque los necesitaba, y era porque salía a bandidear112. Y volvía a la madrugada, y el marido no sabía que hacía. Y después, el marido se encontró un día con un amigo, y el amigo era que había andado estudiando esa magia, y a él le dijo, le contó que la situación de matrimonio de él que era muy triste. Que él tenía que trabajar mucho para comprarle siete pares de zapatos a la señora, que ella los gastaba de noche y él no sabía qué hacía, que él dormía. Que la situación era muy pesada. Y ahí le dijo el amigo al joven que él lo iba ir a visitar esa noche y lo iba a ayudar.

Se jue el joven y le dijo a la señora que prepare una cena, que venía un amigo a visitarlo.

Y preparó la cena ella. Y comieron esa noche con el amigo. Y ella no comió, sólo siete granos de arroz comió.

Y entonce le dijo el amigo que la señora era bruja, que tenía que espiarla en el cementerio. Que la señora salía de   —203→   noche, bailaba toda la noche con otros brujos y que gastaba los zapatos, y que iban al cementerio, como van los brujos, y que él tenía que espiarla a ver si se podía salvá.

Y güeno, le volvió a comprar los siete pares de zapatos, como de costumbre. Y el amigo le dio un frasco de agua como un perfume para que no pueda dormir, porque la señora le hacía tomar un remedio que lo hacía dormir y ella se iba. Y le dio otro para que se haga invisible, y la siga.

Entonce, él agarró, se puso ese perfume medio tapado con las sábanas. Y la muchacha, como de costumbre, abrió el ropero, sacó un líquido que le ponía en la almohada todas las noches, se lo echó, y él se hacía el dormido, pero tenía el perfume que le dio el amigo y no se durmió porque él olía ese perfume. Y ella se vistió y se jué. Y ella se hacía invisible y se iba como bruja. Y se iba a una bailanta113, a bailar con los que eran como ella. El marido también se hizo invisible con lo que le dio el amigo. Él vio ande iba la señora a bailar, y después que iban al cementerio todos, que abrían las fosas y estaban ahí de farra. Y el joven vino antes a la casa y se acostó. Al rato vi no la señora y se acostó también. Y ella había gastado como todas las noches los siete pares de zapatos.

Al otro día, a la hora de la comida, la señora no quiso comer, sólo siete granos de arroz. Entonce el marido le dijo que le iba a traer carne humana como la que ella comía todas las noches. Y ella se levantó y sacó una agua que tenía y se la echó encima al joven. Y salió un perro, el joven. El joven salió como un perro por la ciudá.

El perro anduvo por todos lados y entró a una panadería y le dieron comida. Y se quedó. Y lo dejaron porque era un perro muy vivo, muy inteligente.

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Y un día vino una viejita a comprá pan y encontró el perro y vio que era muy lindo y muy vivo. Y jue a su casa y le contó a su hija. Y había sido que su hija estaba estudiando magia y le dijo que lo lleve al perro a la casa. Y lo llevó. Y la niña cuando lo vio se dio cuenta que era humano, que 'taba embrujado. Entonce la chica sacó una agua que 'taba preparando, se la echó al perro, y salió un hermoso joven. Y ahí hablaron y él le contó la historia de él. Entonce ella le dio un frasco de agua y le dijo que le derrame encima de la mujer, y que ella iba a quedar de yegua para que sufra. El joven jue, hizo todo y la mujer quedó de yegua y salió disparando al campo, y así se vengó. Eso le sirvió de castigo. Y terminó el cuento.

Paulino Silvano Olivera, 59 años. Eldorado. Misiones, 1958.

Criollo nativo de la región colonizada por inmigrantes extranjeros. Buen narrador.

El cuento es una variante del cuento tradicional. Amalgama motivos de otros cuentos de magia.



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868. La princesa bruja

CHACO

Era un chico que había perdido la madre. Tenía dos hermanas y el padre. Y él pasaba su vida muy amargada porque no tenía madre, y andaba sucio y lleno de bichos114 y de piques115.

Y este niño tenía una gran virtú, comprendía el idioma de los animales. Y un día pasó un potrillo y relinchó. Y él entendió lo que había dicho, y sonrió él. Y el padre le preguntó porque sonrió y él le dijo que no le podía decir. Si él decía lo que entendía se moría en ese mismo momento. Así era esa virtú que tenía. Y por eso el padre lo agarró y le pegó y lo lastimó mucho. Y casi lo mató.

No sabía qué hacer. Entonces le dijo que se iba, y se fue.

Y tomó camino y se fue. Iba caminando cinco días. Y apena encontró para comer unas frutas silvestres de tuna.

Después, cuando menos pensó él, encontró a tres hermanos que estaban por pelear por un capote, unas botas y un sombrero. Las tres cosas tenían misterio. Entonce le dijo él:

  —206→  

-Porque se van a pelear entre hermanos. Eso no puede ser.

Al ver lo que ese niño decía, obedecieron.

Entonce le dijo que le den las tres prendas, y ellos corran una carrera a ver quien ganaba las prendas.

Las botas eran para correr tan ligero que nadie lo podía alcanzar, el capote era para que nadie lo vea, y el sombrero para pedirle lo que quiera, que lo traía al momento.

Y entonce les dijo que ya que los tres querían las tres prendas, que corrieran un kilómetro, uno por una carretera, otro por otra, y otro por otra, y que ganaba el que llegue primero. Entonces los tres hermanos salieron corriendo.

Y el niño cuando quedó solo se puso las botas, y se puso el capote, y claro, desapareció, y se puso el sombrero. Y salió disparando que nadie lo podía alcanzar. Y cuando los hermano llegaron de vuelta no pudieron saber nada del niño. Y siguió camino. Ya podía vivir con esas prendas. Y llegó en una casa muy pobre. Que vivía una viejita. Y la viejita le dijo:

-¿De dónde viene, niño?

-Desde muy lejo, abuelita -le dijo él.

-Entonce, va quedar aquí conmigo.

Y quedó el niño.

Hacia dos años que vivía ahí y siempre oía tiros de arma de juego. Y le preguntó a la viejita qué eran esos tiros y tiros.

-¡Ah!, ¡mi hijo!, esos tiros son del Rey que mata a la gente. Que tiene una hija, que se pierde cada noche y no sabe dónde va. Si uno se compromete a descubrir y no puede descubrir, él lo mata.

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Entonce dijo el niño:

-Yo le descubriré.

-No, mi hijo, a usté lo va a matar el Rey. Usté no sabe, pero no tiene perdón.

-No tenga miedo, agüelita. Yo iré y no me va a pasar nada.

Y se marchó. Agarró el capote, el sombrero y las botas. Fue a hablar con el Rey. Y le dijo al Rey:

-Yo vengo para descubrir el misterio de su hija.

Le dijo el Rey:

-No, no te comprometás, niño, que eres muy niño.

Y él le dijo:

-Yo no temo a la muerte. Yo no moriré.

-Bueno, entonce, comenzá esta noche. La recompensa va a ser la mitá de mi fortuna y una gran cena para todo el pueblo.

Y quedan comprometidos. Y se quedó a dormir el niño en la casa del Rey. Y el Rey le quiso dar una cama de lujo para que él duerma. No aceptó. Yo voy a dormir en la puerta de la Princesa, en estos cueros.

Bueno, quedó ahí. Llegó la noche y él se acostó. Se levantó la Princesa a espiarlo y él se hacía como si roncaba. Entonce la Princesa dijo:

-Pobre de vos, mañana estarás fusilado.

Entró adentro, la Princesa, y sacó un frasco grande, y él ya la 'taba espiando. Abrió el frasco grande y dijo:

-Vamos a andar.

Y se transformó en un diablo el frasco. Ella montó sobre el diablo y salieron velozmente.

  —208→  

Entonce el niño se puso el capote, el sombrero, y se puso las botas, y salió de atrás. Tuvieron como una hora de viaje. Llegaron a la casa de un rey. Que era el que la pretendía. Un gran baile hicieron.

Por el camino decía la Princesa:

-Una rosa de diamante para presentar al rey turco -y desaparecía en un pozo, y salía con la flor, y se la puso entre el cabello.

El niño le sacó la flor y la puso dentro del capote. Hasta al fin llegaron y la Princesa se puso a bailar. Después de tanto bailar, a la Princesa se le rompieron todos los zapatos, y los tiró. Recogió el niño los zapatos y los guardó. Eran siete pares de zapatos.

Entonce el Rey le dice al asistente:

-Parece que hay alguien por aquí, porque yo oigo ruido y no veo nada.

Y era el niño que andaba vestido con su prenda misteriosa, y nadie le podía ver.

Y después dijo al asistente:

-Hay ruido. Pasame esa espada que tiene empuñadura de plata.

Y cuando amagó para pegar dónde había ruido, el niño se la manoteó y le quitó la espada, y se la puso abajo del capote y desapareció.

Entonce dijo otra vez el Rey enojado, al asistente:

-Pasame ese sable que tiene empuñadura de oro.

Y hizo lo mismo. Amagó para pegar y el niño le quitó el sable, y le puso abajo del capote, y desapareció.

Entonce iba ya casi amaneciendo. Entonce dijo la Princesa:

-Tengo que ir en casa.

  —209→  

Montó el diablo, y fueron. El niño nunca se separaba de la Princesa. Él llegó primero que la Princesa y se puso sobre el cuero como si no hubiera salido.

Y dijo la Princesa cuando llegó:

-¡Mirá quién me va descubrir! ¡Pobre diablo!

El Rey mandó llamar al niño y a la Princesa. Y fueron, y fue todo el pueblo.

-Bueno, mi hijo -le dijo el Rey al niño- ahora llegó el momento de contarme lo sucedido.

-Sí, mi Majestá -contestó el niño.

Tomó un vaso de vino para afinar el garguero. Y dijo:

-Cuando yo me acosté, dentro de una hora, la Princesa me dio una patada y dijo:

-¡Qué va descubrir éste!

Agarró un frasco grande de abajo de la cama, que ahí lo tiene y lo transformó en un diablo. Montó por él. Después anduvo una legua. Dijo entonce la Princesa: Una rosa de diamante para presentar al Rey turco. Y sacó la rosa de un pozo. Y yo le saqué y le puse bajo mi capote. Y le entregó al Rey la rosa. Y se pusieron a bailar. Se le rompió el primer par de zapato y aquí lo tengo. Y lo entregó al Rey. Y despué se le rompieron seis pares más de zapatos. Y aquí están y los entregó al Rey.

A medida que iba contando el niño la Princesa se iba sonrojando. No sabía qué hacer. Y entonce siguió el niño:

-Yo hice ruido y el Rey pidió al asistente la espada de empuñadura de plata para pegarme, y yo le quité, y aquí está. Y entonce hice más ruido. Y el Rey pidió el sable de empuñadura de oro, y yo le quité, y aquí está. Le presentó al Rey. Y después se vino y dijo que volvía a la otra noche.

  —210→  

Después, dijo el Rey:

La Princesa no es hija mía, es una bruja. Yo sé qué castigo merece.

Y agarró cuatro potros de los más malos. Se lo ató uno por cada brazo y estremidades y la descuartizaron. Y al frasco le tiró en fuego muy grande. Que salió volando el diablo del fuego.

Y al niño se le dio lo que le prometió. Y él se fue a vivir con la viejita, su segunda madre.

Evangélico Coronel, 21 años. Resistencia. Chaco, 1952.

Aprendió el cuento de la abuela.



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869. Flor de Lipa

La princesa que rompía de noche siete pares de zapatos


NEUQUÉN

Había una vez un matrimonio viejito, viejitos eran. Tenían tres hijos. Uno se llamaba Pedro, el otro Juan y el menor Diego. Entonce eran muy pobres, y un día le dijo Pedro al padre si él podría salir a trabajar. Y el padre le dijo que sí, que saliera.

Y viajó... Y llegó a la casa de una abuelita viejita, viejita era. Llegó a pedir alojo, si le daba permiso para dormir. Y la viejita le dijo que sí, que cómo no, que le daba alojo.

Alojó áhi. Y le pregunta la viejita si comen primero o rezan. Y el joven le dice:

-Comamos, abuelita, que para rezar hay tiempo.

Y comieron. Entonce el muchacho le pregunta a la abuelita si sabe ella de algún trabajo. Y la abuelita le dice que sí, que juera a la casa del Rey, que el Rey le iba a dar trabajo. De que el Rey le iba a dar trabajo que le vigilara una hija que salía de noche y gastaba siete pares de zapatos, y no sabían dónde se iba. Que sabían que se iba a bailar, pero lo que no sabían dónde iba.

El muchacho llegó a la casa del Rey y le pidió trabajo.

El Rey le dijo al muchacho que él temía un trabajo y que le iba a decir las condiciones. Que él tenía una hija que   —212→   todas las noches se iba a bailar y gastaba siete pares de zapatos. Que si él descubría dónde iba, se la daba para que se case con ella y si no, le sacaba el cuero y lo empaderaba. Él dijo que bueno.

Bueno, ya le presentó el muchacho a la hija. La hija envitó al muchacho a cenar, y, cuando terminaron de cenar, le dio una copa de vino, que durmiera. Y al rato, el muchacho quedó durmiendo sin saber nada. Y ella se revolcó en unos chuicos116, unos barros donde se revuelcan los patos. Y se volvió pata, y se fue. Y dijo cuando empezó a volar:

-Lechón para mi papá.

Y pasó por el Río Mar del Plata117, y dijo:

-Adiós, Río Mar del Plata.

-Adiós, Flor de Lipa -le dijo el río.

Y pasó por el Monte hojas de oro.

-Adiós, Monte hojas de oro -le dijo.

-Adiós, Flor de Lipa -le contestó.

Y Flor de Lipa se fue a donde bailaban los diablos. Y áhi bailaba toda la noche y gastaba siete pares de zapatos. Y áhi cenaban bichos, culebras, sapos, arañas, esos bichos feos. Y todo tiraban abajo 'e la mesa, los güesos, y todo. Bueno... Y después, tarde 'e la noche, al canto 'e los gallos, ella se venía. Y llegaba a la casa, y el joven que la cuidaba 'taba durmiendo.

Y llegó ella y le dice al padre que el joven 'taba durmiendo. Entonce el Rey lo descueró vivo y lo puso en la pader118, lo empaderó.

  —213→  

Y bueno... Ya hacía mucho tiempo que no volvía el hijo mayor y los viejitos 'taba preocupados. Entonce el otro hermano dice que va a salir a ver el hermano y al mismo tiempo si encuentra trabajo se va a quedar a trabajar junto con él. Entonce se vino Juan. Viajó también Juan y se vino a la misma casa de la abuelita a pedir alojo, lo mismo que hizo el otro. Y la abuelita le da alojo.

Y bueno... La abuelita le pregunta lo mismo, si rezan o cenan primero, y él le dice:

-Cenemos, que para rezar hay tiempo.

Después comenzaron las preguntas, si sabe del hermano ella. Y la viejita le dice que se jue a la casa del Rey a pedir trabajo. Y áhi le esplica la viejita cómo era ese trabajo. Y él se jue al otro día a la casa del Rey.

Y bueno... Habló con el Rey y le dio, el mismo trabajo que le había dado al hermano.

Y Flor de Lipa lo invita a cenar y le da en la comida una copa de vino de durmidera. Y el joven se duerme. Y se va Flor de Lipa. Lo deja durmiendo, y se va. Y dice:

-Lechón para mi papá.

Y pasó por el Río Mar del Plata, y dijo:

-Adiós, Río Mar del Plata.

-Adiós Flor de Lija -le dijo el río.

Y pasó por el Monte hojas de oro, y le dijo:

-Adiós, Monte hojas de oro.

-Adiós, Flor de Lipa -le contestó.

Y se fue a donde bailaba. Bailó toda la noche. Rompió siete pares de zapatos, y al canto 'e los gallos se vino.

Y entonce le dijo al padre que el lechón había quedado durmiendo. Y el Rey se vino, le sacó el cuero y lo puso en la pader -ése era el trato.

  —214→  

Y como los hermanos mayores no volvían, salió el menor, Diego, a ver qué pasaba y a buscar trabajo.

Y Diego pasó donde la abuelita a pedirle alojo. La abuela le dio alojo. Él le preguntó por los hermanos y la abuelita le dijo que habían ido a buscar trabajo a la casa del Rey. Cuando era la hora de cenar le dice si quería rezar o cenar primero, y él le contesta:

-Recemos, abuelita, que para cenar hay tiempo.

Entonce rezaron primero y despué cenaron. Y entonce la abuelita le dijo que los hermanos se habían ido donde el Rey y que el Rey daba ese trabajo, y que los hermanos estaban empaderados porque se habían dormido. Y entonce le dio un consejo. Le dijo que juera y le hiciera el trato al Rey. Que Flor de Lipa lo iba a envitar a cenar y que le iba a dar una copa de vino. Que no lo tomara. Que hiciera como si lo tomaba y se lo echara por el cuello, por abajo, por acá, para que se cayera al suelo. Y que se botara al suelo como durmiendo. Y que mirara a Flor de Lipa lo que hiciera y que él hiciera todo, todo lo mismo que ella hacía.

Y él jue donde el Rey. Y el Rey le dijo que si él descubría donde iba la Princesa se casaba con ella y si no le sacaba el cuero y lo empaderaba. Y él aceptó.

Flor de Lipa lo invitó a cenar y le dio la copa de vino con durmidera. Él hizo como le dijo la abuelita.

Cuando Flor de Lipa lo vio dormido se jue atrás de los yuyos, en los chuicos. Él se jue atrás de ella. Flor de Lipa se revolcó en los chuicos y dijo:

-Lechón para mi papá.

Se convirtió en una pata, y se voló.

El joven se revolcó también en los chuico y se convirtió en un pato y echó a volar atrás de la pata, pero a la distancia, así no lo vía ella.

  —215→  

Flor de Lipa pasó por el Río de Mar de Plata, y dijo:

-Adiós, Río Mar del Plata.

Y el río le contestó:

-Adiós, Flor de Lipa y toda tu compaña.

Y ella dijo:

-¿Cómo me dice y toda tu compaña, si el lechón ha quedado durmiendo?

Pasó por el Monte hojas de oro y le dijo:

-Adiós Monte hojas de oro.

El Monte le contestó:

-Adiós, Flor de Lipa y toda tu compaña.

Y ella se sosprendió otra vez porque miraba y no vía nada, y el joven que la cuidaba había quedado durmiendo.

Flor de Lipa llegó al baile y se puso a bailar y despué jue a cenar. Y el muchacho se fue y se puso detrás de la mesa, escondido. Y llevó unas maletas y puso todos los güesos de la cena en la maleta, y puso también los siete pares de zapatos que Flor de Lipa iba rompiendo en el baile.

Al canto 'e los gallos, Flor de Lipa se vino. Y él se vino de atrás para llegar junto con ella.

Cuando Flor de Lipa pasó por el río y por el monte, y los saludó, ellos le dijeron otra vez:

-Adiós Flor de Lipa y toda tu compaña.

Ella no sabía qué pensar porque no vía a nadie. Llegaron a la casa del Rey. Se revolcaron en los chuicos y se hicieron cristianos otra vez.

Entonce el joven le contó al Rey donde iba Flor de Lipa, y que bailaba y cenaba con los diablos, y le hizo ver los güesos y los zapatos rotos. Flor de Lipa dijo que todo era cierto.   —216→   Entonce el Rey le dijo que se casaba con la hija de él, con la Princesa. Entonce el joven le dijo que si le hace sacar los hermanos que 'taban empaderados y despué le hace sacar todos los chuicos que 'taban áhi, que se casaba con su hija, mientras de eso, no. El Rey le dice que sí, que le sacaba los hermanos y los barros esos que tenía Flor de Lipa.

El Rey hizo todo lo que le pidió el joven y la niña ya se salvó de ese mal y se casó con el joven.

Se casa el joven con Flor de Lipa y va y busca a los padres y los trae a la casa de él. Y todos viven juntos, y la señora y los hermanos, y todo. Y se acabó el cuento.

Yolanda del Carmen Parada, 24 años. Chos Malal. Neuquén, 1960.

Aprendió el cuento del padre, Victoriano Parada de 56 años, de El Cholar, Neuquén.



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ArribaAbajoNota

El cuento de la Princesa o de la doncella que gasta siete pares de zapatos misteriosamente todas las noches, tiene poca difusión en Europa; no ha sido documentado casi en los pueblos de la Romania. Aunque no conocemos versiones de España, con su tradición ha venido a América; lo atestiguan las versiones recogidas en Chile y las que aquí damos de la Argentina.

Las versiones y variantes de nuestro grupo contienen los siguientes motivos:

A. Una Princesa o una doncella es ofrecida por el padre en casamiento a quien descubra el secreto que encierra su gasto de siete pares de zapatos por noche; si no lo descubre se lo mata.

B. Después del fracaso de varios jóvenes, aparece el héroe, quien, por diversos medios mágicos, en forma invisible, sigue a la joven en un curioso viaje nocturno, por el aire,   —218→   hasta el lugar lejano en donde se reúne con demonios y brujas, baila toda la noche y rompe los siete pares de zapatos.

C. Al día siguiente descubre el secreto ante el padre, presenta pruebas y casa con la niña.

Es el Tipo 306 de Aarne-Thompson. Ver el estudio de Pino Saavedra, I, p. 373.