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ArribaAbajoLos niños abandonados. Los niños perdidos en el bosque

12 versiones y variantes


Cuentos del 917 al 928


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917. Los niños perdidos en el monte

La bruja


CATAMARCA

Una vez, dos niños se habían estraviado en un monte219 y después de tanto caminar fueron a parar en la casa de una bruja. Golpearon la puerta y salió una mujer alta, flaca, muy fea, a la que le tuvieron miedo, pero la bruja, muy amable y cariñosa, les ofertó pan y leche. Ellos acetaron gustosos. Y los invitó a pasar adentro. Y les cerró bien la puerta. Después que les dio de comer y se llenaron, los metió en una jaula grande y áhi les daba de comer y beber en abundancia, y cada mañana les decía:

-¡Qué lindos estáis! ¡Muy gorditos! ¡Qué banquete voy a tener!

Los niños atendían con miedo estas palabras y pensaban que debían ser comidos por la bruja.

Un día les dijo que fueran a buscar leña porque tenía que hornear pan.

Los niños fueron obedientes y trajeron la leña.

La bruja se puso entonces a preparar el horno y lo encendió. Luego les dijo a los niños que con un palo desparramaran   —458→   las brasas del horno para que se calentara mejor. Los niños contestaron no poder, porque no alcanzaban. Y le dijeron que les enseñara. La bruja dijo que bueno y tomando un palo se puso frente a la boca del horno y empezó a mover las brasas. Los niños, que estaban atrás de la bruja, aprovecharon la oportunidá y la empujaron con todas sus fuerzas. Y la metieron en el horno y le taparon la boca al horno.

La bruja empezó a chillar y reventó y los niños buscaron el camino y se fueron a su casa. Y así se salvaron.

Juana Herrera, 55 años. La Quinta. La Paz. Catamarca, 1952.

Es el cuento tradicional; está reducido aquí a sus primeros motivos.



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918. Los tres hijos perdidos

LA RIOJA

Había una vez unos viejos que tenían tres hijos, una niña y dos varones. Los viejos se encontraban muy pobres y como no tenían qué darles de comer a los hijos, han resuelto mandarlos al bosque pa que coman frutillas. Les dieron un pedazo de pan. Se iban comiendo y tirando miguitas por el camino, pa saber por dónde iban a volver.

Entraron al bosque y como sentían hambre han empezado a comer frutillas, y cuando han visto que ya se les hacía tarde, se apuraban por volver a la casa, pero resulta que ya no sabían por dónde era el camino.

Han empezao a buscar las miguitas que habían tirao, pero ya se las habían comíu los pájaros. Seguían andando por el bosque unos días. Lloraban porque sentían hambre, y también sé, hasta que encontraron un camino que los ha llevau justo a una casa pobre donde vivía una bruja. Han golpiau la puerta y ha salíu a recibirlos una vieja fiera, nariz larga, y los ha hecho entrar.

Les han contao los niños lo que les pasaba y la vieja los ha hecho entrar y les ha dau de comer, pero después los   —460→   ha empezado a hacer trabajar, y los cuidaba que no se vayan a ir.

Cuando ya habían pasado muchos días, la bruja ha dispuesto comerla a la chica, y le daba de comer bien, para que esté gordita. Los niños se han dau cuenta y lloraban, y querían ver cómo salvarla a la hermana. Un día ya los había mandado que calienten el horno, para echarla a la chica. Después la llamó y le ha dicho que entre al horno unos palos cortos que había, para que cuando se acerque la peche y la tire adentro.

Los niños se han dau cuenta de lo que iba a hacer la bruja y no la dejaban sola a la chica. Por eso, cuando la ha llamau, ellos también han ido, y le dice la vieja a la chica que l'eche esos palos al horno, pero ella le dice que le enseñe cómo los iba a poner. Y cuando la bruja entró un poco la cabeza en el horno para ponerlo bien adentro, los niños l'han pechau con tanta fuerza que l'han tirau adentro 'el horno. Taparon pronto el horno y no la dejaban salir a pesar de los gritos que daba, y así l'han dejau que se ase y se muera.

Entonces los niños, muy contentos, se han adueñado de todo lo que tenía la bruja. Han sacau unas bolsas y las han llenau de las riquezas que tenía la vieja, y de cosas de comer. Y se han ido otra vez al bosque, para ver si podían encontrar el camino de sus casas.

Han andado muchos días, ya cansados, hasta que por fin dieron con el camino que los llevaba a la casa, y se iban muy contentos, porque no veían las horas de ver a sus padres.

Los viejos los echaban mucho de menos y estaban tan pobres, que ya no tenían qué comer. Así que, cuando los han visto llegar lloraban de alegría. Les han contau los   —461→   niños lo que les había pasau y le han entregado todo lo que traían. Desde ese día han dejau de ser pobres y vivían muy felices.


Pasé por un zapato roto,
para que usté me cuente otro.



Francisco Rivero, 78 años. Nueva Esperanza. General San Martín. La Rioja, 1950.

Campesino rústico.

Variantes del cuento tradicional, que figura reducido a sus primeros motivos.



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919. Los dos hermanos

LA RIOJA

Había una vez un matrimonio que tenía dos hijos, un varón y una niña. La desgracia no tardó en llegar a la familia: la madre muere y el padre queda con los hijos.

Pasan varios años y el padre vuelve a casarse.

La madrastra, que demostraba cariño a los niños, empieza a hacerlos sufrir.

El padre, inducido por ella, se muestra menos cariñoso con los hijos y por último resuelve llevarlos lejos de la casa y abandonarlos.

El varón, que siente la conversación la noche antes de salir, se llena los bolsillos de porotos.

Al otro día, temprano, el padre los convida para que den un paseo. Él va a caballo y lleva a la niña por delante y al varón en las ancas. Después de haber andado varias horas, los baja, los engaña que pronto volverá a buscarlos, y los deja en el campo, alejándose rápidamente.

A medida que pasan las horas y al ver que el padre no regresa, la niña empieza a llorar, pero el varón la consuela diciendolé que pronto encontrarán el camino. Comienzan a buscar los porotos que en el trayecto él había ido tirando y así consiguen llegar a la casa.

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La madrastra contenta lo que no están los niños, prepara una gallina, y estaban por comerla cuando ellos aparecen. Al verlos, la madrastra le da tanta rabia, que de un puntapié hace caer la olla y se derrama la comida.

El padre se alegra al ver a los hijos, recoge la carne, la lava y se las da para que coman.

Dominado por la señora, le promete llevarlos de nuevo al otro día, para dejarlos más lejos. El varón guarda pasas de higo en el bolsillo del saco y se olvida de avisarle a la hermana.

El padre lleva esta vez al varón adelante y a la niña en las ancas. Mientras avanzaban, el varón deja caer las pasas y la niña las va recogiendo.

Cuando llegan al punto donde el padre piensa dejarlos, los hace bajar; éstos comienzan a llorar y le piden que no los abandone. El padre siente al ver la pena de los hijos, pero no olvida las amenazas de su mujer. Se aleja prometiéndoles volver a buscarlos después de encontrar unos animales. Era pretexto para poder retirarse.

Mientras la noche se acerca, la niña llora desconsoladamente al saber que no podrán regresar porque no saben por dónde es el camino, porque las pasas que él tiró con esa idea, ella sin saberlo las fue comiendo.

Pasa la noche y al otro día salen en busca de mejor suerte.

Llegan a una cueva donde encuentran una perra con cría. Ellos, viendo que son perros, resuelven llevarse uno; mientras el varón arroja piedras desde un árbol, la perra enojada sale de la cueva y la niña aprovecha para entrar y sacar un perrito. Se alejaron y siguen andando.

No tardaron en encontrar una leona con sus hijos y haciendo lo mismo que lo anterior, se llevan un leoncito. Pasan los días y encuentran una tigra con cría, y llevan uno.

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Siguen acompañados por los tres animales, alimentandosé de plantas y animales silvestres.

Pasan los años. Cierto día llegan a un árbol, cerca de una vertiente; allí bautizan los animales. Al perro le dan el nombre de Cadena de Oro, al león Cadena de Plata y al tigre Garbanzo amigo, ayudame que estoy perdido.

Suben al árbol y desde la copa ven casas y sembrados cerca donde ellos están.

El hermano acompañado de los animales se dirige a una casa. Al llegar a unos potreros se encuentran con un gigante; a pesar de las amenazas de éste, con ayuda de los animales consigue matarlo y sigue adelante.

Cuando falta poco para llegar a la casa, se encuentra con otro gigante más grande que el anterior. Pelean y nuevamente triunfa el joven, siempre ayudado por los animales.

El gigante le promete darle sus bienes a cambio de la vida. El joven acepta. Rico ya, resuelve conocer la casa. Ésta tiene catorce piezas. Las visitan. Todas ellas muy lindas y amuebladas.

Cuando llegan a la última, el gigante no quiere abrir la puerta, pero por temor a los animales la abre y el joven ve que está llena de cadáveres; aprovecha un descuido del gigante, lo empuja hacia dentro y le cierra la puerta.

Vuelve adonde está la hermana, le cuenta lo que le ha pasado, le dice que son ricos y la hace prometer que no abrirá la puerta donde está el gigante.

Después de un año, curiosa por saber qué tiene el hermano en esa pieza, abre la puerta y sale el gigante. Éste la engaña y consigue de la niña que cuando salga el hermano haga quedar los animales y les coloque a cada uno un pelo que se sacó de la nuca y le dio.

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Al otro día, con el pretesto de que tiene miedo de quedarse sola, el hermano le deja los animales. Les coloca los pelos. Los pelos se transforman en seis cadenas para cada uno y los ata en los pilares de hierro que tiene la galería. Después de haberse alejado el joven, abre la puerta, sale el gigante y avisado por la hermana, se dirige adonde él se encuentra, con el propósito de comerlo. El joven al verlo comprende la traición de la hermana y le pide que le deje dar tres gritos antes de matarlo. El gigante acepta y el joven trepado a un árbol grita:

-Cadena de Oro, Cadena de Plata, Garbanzo amigo, ayudame que estoy perdido.

En cada grito los animales cortan las cadenas y no tardan en llegar donde está el gigante, y lo matan inmediatamente.

El joven ayudado por los animales, lo arrastran, llegan a la casa y lo colocan en la habitación número catorce; lleva una tina, encierra a la hermana, diciendolé que cuando tenga hambre coma de la carne del gigante, y que llene la tina de lágrimas, y las beba cuando tenga sé.

Sale de viaje y encuentra en el camino a una princesa que llora desconsoladamente. Le pregunta la causa de su tristeza y ella le cuenta que la población del reino de su padre vive aterrorisada porque cada día la serpiente de siete cabezas come una persona y que para que termine la aflición del pueblo, el Rey la mandó para que la coma a ella, y si alguien daba muerte a la serpiente se casaría con ella.

El joven le promete salvarla y cansado por el viaje no tarda en dormirse. Se despierta con los sollozos de la princesa que desesperada no encuentra qué hacer al ver que la serpiente se acerca. El joven anima a los animales y éstos matan a la serpiente. Corta las siete lenguas, hace un atado   —466→   en el pañuelo, se despide de la princesa y sigue en dirección del reino.

Al otro día, el Rey manda a un negro que vea si vive su hija. Éste al ver la serpiente, le da golpes, corta las siete cabezas, lleva a la princesa al palacio y avisa al Rey que él mató a la serpiente, presentando como prueba las cabezas.

Como palabra del Rey no puede faltar, se realiza la boda de la princesa con el negro y hacen un banquete donde asisten los miembros de la casa real. El joven que se encuentra en una casa del pueblo, ordena a Cadena de Oro le lleve el primer plato que sirven al negro. El negro grita:

-El pato me lleva el pero220.

Persiguen al animal pero no le dan alcance.

Llega el Cadena de Plata y lleva el segundo plato, y el Garbanzo amigo, ayudame que estoy perdido, el tercero.

El Rey indignado ordena la muerte de los animales y de su dueño, pero la princesa lo aconseja que es mejor que lo invite, pues en caso contrario el joven mataría a todos. Invitado a la fiesta, baila y deja cair el atadito con las siete lenguas. El Rey que es muy curioso, lo levanta, lo desata y mira su contenido. Llama al joven, le pregunta, y así se entera que él es el que dio muerte a la serpiente y recién oservan las bocas de las siete cabezas, comprobando que no tienen lenguas.

Enojado el Rey por el engaño del negro, ordena sea descuartizado.

Con alegría de familiares y del pueblo se celebra el casamiento de la princesa con el joven.

La parentela del negro, servidumbre en el palacio, resuelven vengar la muerte de aquél y colocan alfileres envenenados   —467→   en la cama, por el lado donde se acostó el joven. Este muere inmediatamente.

Los animales encerrados en una habitación para que no molesten, comienzan a llorar en cuanto su amo muere.

Al otro día antes de ser colocado en el cajón, la princesa deja salir a los animales para que vean a su dueño por última vez. Estos corren. Uno se mete por debajo de la cabeza, el otro por los pies, lo levantan, y el tercero va sacando uno por uno los alfileres y se los da a la princesa. El joven resucita y las fiestas siguen en el reino.

El Rey que no sabe cuál es la negra culpable, ordena sean quemadas todas.

Un día el Rey conversando con el yerno, éste le cuenta que tiene una hermana soltera. El joven que estraña y desea ver a su hermana, emprende viaje acompañado por su esposa y el suegro. Ésta vive todavía, muy delgada al principio, a medida que los animales la lamen, va engordando. La joven pide perdón a su hermano y éste la perdona de todo corazón. El Rey que es viudo, se enamora de la joven, la pide al yerno para casarse. Éste accede y se realiza la boda.

Vivían muy felices los dos matrimonios, cuando cierto día, el perro, el león y el tigre les dicen que ellos se iban, que eran ángeles mandados por Dios para protegerlos y que su misión había terminado. Los jóvenes les piden que se queden a vivir con ellos. Éstos no quisieron, salen corriendo, se meten en un pozo con agua y se trasforman en tres palomas, que volando se perdieron entre las nubes.

Lorenza de Arce, 70 años. Catuna. General Ocampo. La Rioja, 1950.

La narradora, semiculta, es originaria de la región.

En el cuento figuran motivos del matador de la serpiente de siete cabezas.



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920. La vieja y el viejo que tenían siete hijos

LA RIOJA

Había sido una vieja que tenía siete hijos y eran muy pobres. Sufrían mucho hasta que un día el viejo no encontrando qué hacer y cómo sostenerlos, los llevó al campo para que se mueran. Entonces el menor de todos, el shulca221, había llevado un pedazo de pan y había ido soltando pedacitos de pan de trecho en trecho por el camino. El viejo los dejó allá y se volvió para la casa. Al anochecer, el menor empezó a buscar el pan y vinieron para la casa otra vez y llegaron justamente cuando el viejo y la vieja se estaban levantando. La vieja le decía al viejo:

-¿Dónde estarán mis hijos?

Y el viejo le dijo:

-Ya los estarán comiendo los jotes.

Entonces los chicos, que habían estado oyendo la conversación, dijeron:

-No, si aquí estamos.

Los viejos contestaron:

-¡Guay!, si aquí habían estao.

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-Bueno -dijo la vieja al viejo-, tenís que volverlos a llevar. Les demos un pedazo de pan para el camino.

El viejo los llevó a un campo más distante y el menor como era más astuto, iba tirando piedritas blancas, pero sucedió que los hermanos que iban atrás las iban juntando.

Resulta que cuando el viejo los dejó, el Shulca se puso a buscar las piedritas blancas y al no encontrarlas les preguntó a los hermanos y ellos contestaron que ellos las habían ido juntando y que ahí las tenían. Entonces dijo el shulca:

-¡Estamos perdidos!... Ya no podremos volver a la casa.

-Y se pusieron a llorar.

Cuando ya se hacía la noche, se subieron a un árbol y desde allí vieron una luz lejos. Se bajaron y se fueron siguiendo esa dirección llegando esa noche no más a la casa de unos viejos brujos que les dieron de comer y los hicieron acostar con los hijos de ellos que también eran siete y que para dormir se ponía cada uno un gorro. Después que se acostaron y cuando los viejos creían que estaban durmiendo, le dice la vieja al viejo:

-Te vas a levantar tempranito y los vas a carniar para hacer unos rellenos.

Pero el shulca que había oído la conversación se levantó, les sacó los gorros a los hijos de la bruja y se puso uno él y los otros a sus hermanitos.

Al otro día se levantó el viejo y creyendo que eran los forasteritos los que estaban sin gorro, los mató a los siete hijos. El shulca despertó a los hermanos a tiempo para disparar y no ser vistos. Cuando la vieja se levantó encontró a sus hijos muertos. Entonces el viejo se puso unas botas que servían para hacer unos trancos de siete leguas y salió a alcanzar a los siete niños. Éstos, alvertidos por el shulca, se subieron a un árbol a tiempo que llegaba el viejo pero   —470→   ya no los encontró. Se acostó a descansar y se quedó dormido. Cuando vio que se durmió el viejo, bajó este niño tan entendido, y ayudado por sus hermanos, le sacaron las botas y el cuchillo al viejo, y se volvieron para la casa de la vieja, y le mintieron que los había mandado el viejo para que le lleven toda la plata, porque lo estaban por matar. Entonces la vieja les entrega toda la plata creyendolés a los chicos; para esto que todo era viveza del shulca. Entonces, como ya tenían plata, se vuelven para la casa de sus padres, que los recibieron muy contentos porque llevaban riquezas, y todavía estarán comiendo lo que había sido de los viejos brujos.

Jesús Quinteros, 66 años. San Pedro. Castro Barros. La Rioja, 1950.

Buen narrador, originario del lugar.

El cuento está reducido a su primera parte. Contiene el motivo de los gorros de dormir del cuento de la bruja y los tres hermanos.



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921. El perro mano

La serpiente de siete cabezas y la hermana infiel


SAN LUIS

Había una vez un viejo que tenía dos hijos, uno varón y la otra mujer. El viejito se ocupaba de cazar, y un día iba a salir de caza, y le dijo el hijo:

-Padre, yo también voy a ir con usté.

-Bueno -le dijo el padre-, y se fueron.

Al poco andar encontraron un lión y el padre le puso los puntos para matarlo, pero el hijo le dijo:

-No, padre, no lo mate, que es bueno, ése se llama Perro Lión.

Y lo empezó a llamar el muchacho: ¡Perro Lión!, ¡Perro Lión!, y el lión se vino. Y lo acarició el muchacho y lo llevó con él. El viejito le tenía un miedo bárbaro. En seguida encontraron un tigre. Áhi no más el viejito le puso los puntos, y el muchacho corrió y le dijo:

-No, padre, no lo mate, ése es manso, se llama Perro Tigre.

Y empezó a llamarlo: ¡Perro Tigre!, ¡Perro Tigre! Y se vino el tigre y le hizo cariños, y lo siguió el tigre. Y se fueron.

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Al poco andar encontraron una vuella222 como si fuera que llevaban un palo a la rastra, y dijo el viejito:

-Hay que seguir esto, a ver qué es -y siguieron.

Al poco andar encontraron un perro muy grande, y que era la seña de las manos que habían visto, que arratraba al dar el paso. Bueno, el viejito le puso los puntos para matarlo, y le dijo el muchacho:

-No lo mate, padre, ése es un perro mano.

Y lo empezó a llamar: ¡Perro Mano!, ¡Perro Mano!, y se fue y lo acarició, y lo siguió el perro.

Se fueron para las casas. El muchacho llevaba los tres perros y el viejito iba adelante; les tenía miedo a los perros. Fue el viejito y le dijo a la hija:

-Áhi viene tu hermano, y trae tres fieras.

Así que se escondieron de miedo. Bueno, llegó el muchacho con los tres perros y les dio de comer, y los tenía áhi. Bueno, le dijo un día:

-Mire, padre, me voy a ir a rodar tierra.

-Bueno -le dijo el padre-, que te vaya bien.

Entonce le dijo la hermana:

-Yo también me voy con vos, quero acompañarte.

-No -le dijo el hermano-, vas a sufrir mucho.

-No, hermano -le dijo-, yo quero ir con voz, sufra lo que sufra.

-Bueno -le dijo el hermano-, te voy a llevar ya que querís andar con mí, pero te voy a hacer un pedido: que nunca me traicionís. Si algún día te sale alguna suerte y querís casarte, me decís, que yo no te voy a privar, pero nunca me traicionís.

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Se fueron, y el muchacho llevó los tres perros. Llegaron a un palacio que estaba solo. Y dijo el muchacho que s'iban a quedar a vivir áhi.

-Bueno -le dijo un día a la hermana-, voy a salir al campo -y se fue con los tres perros.

Cuando se fue, vino un gigante y empezó a conversar con la niña y le dijo que sí quería casarse con él.

-Bueno -le dijo la niña.

El gigante le dijo:

-Mañana, cuando salga tu hermano al campo -le dice- hacé que te deje los tres perros, y tomá estas cintas y los atás a los perros con las cintas.

Bueno, al otro día cuando quiso irse al campo el muchacho, le dijo la hermana que le dejara los perros, porque ella tenía miedo.

-Bueno -le dijo el muchacho.

Cuando salió el muchacho, la niña fue y ató los perros. En seguida, en lugar de ser cintas las que tenían, se formaron unas enormes cadenas. Y cuando venía llegando el muchacho, le salió el gigante y le dijo que lo iba a matar, pero el muchacho se acordó de los perros y les gritó:

-¡Perro Lión, tu amo 'tá en peligro!

Y el Perro Lión pegó una estirada y pudo cortar la cadena, y se fue y se agarraron a peliar con el gigante. En seguida pegó otro grito:

-¡Perro Tigre!, ¿qué hacís?, ¡tu amo 'stá en peligro!

Pegó una estirada el Perro Tigre, cortó la cadena y se fue y se puso a peliar con el gigante. Ya lo tenía mal el gigante, y pegó otro grito el muchacho:

-¡Perro Mano, tu amo 'stá en peligro!...

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El perro pegó una estirada con la mano a la cadena y la cortó, y fue ande 'taba el gigante y revolió la mano y le pegó, y lo enterró para abajo.

Bueno, se fue para las casas y le dijo a la hermana que él se iba de áhi.

-Bueno -le dijo hermana- yo también me voy con vos.

El gigante había quedado medio moribundo, pero cuando la pudo hablar a la niña, le dijo:

-Mirá, te vas con tu hermano y llevá este alfiler, y en cuanto podás, se lo clavás en la cabeza, y él se va a morir. Yo voy a irte a traerte di ande estís.

Y así quedaron.

Se fue el hermano con los tres perros y la hermana. La hermana llevaba l'alfiler. Siguieron un camino, y ya lejo, se pusieron a descansar ande había un monte grande. El muchacho se puso a dormir en la falda de su hermana. Y ya la hermana 'taba con la intención de clavarle l'alfiler, pero los perros le daban vuelta y ya le saltaban, así que la hermana no se la clavó de miedo a los perros. En eso que 'staba durmiendo el muchacho le cayeron unas gotas di agua en la cara, así que se despertó el muchacho y miró para arriba. Y arriba del monte 'staba una niña llorando. Entonce le preguntó el muchacho:

-¿Pórque llora, niña?

Entonce la niña le dijo:

-Cómo no voy a llorar, si mi han puesto acá para que me coma la serpiente de siete cabezas. Así es que vayasé usté; ya falta poco para que venga.

-No -le dijo el muchacho-, yo la voy a salvar.

Al rato no más llegó la serpiente, y entre los perros y el muchacho la mataron. El muchacho le cortó las siete lenguas   —475→   a la serpiente y la niña le dio un pañuelo de seda y un anillo, y áhi ató las siete lenguas y el anillo. El muchacho le dijo a la niña que no hablara con nadie de eso, que él ya volvería, y se fue con la hermana y los perros. La niña quedó sola.

Después el Rey, padre de la niña, mandó a un negro a la leña, y que pasara por donde 'staba la niña a ver si la había comido la serpiente.

Bueno, llegó el negro al monte, y vido la serpiente, y se bajó con l'hacha y le cortó las siete cabezas y las tiró al carro y alzó a la niña, y se fue, y le dijo al Rey que se tenía que casar con la hija d'él. La niña no hablaba nada. Y ya el Rey tuvo que decir que sí.

Bueno, y ya llegó el día de la boda. Y ya 'staban todos los convidados en la mesa servida, y la niña y el negro en la cabecera.

Y entonce el muchacho le dice al Perro Lión:

-Andá a ver si se hace la boda de la niña que salvamos nosotros.

Así que se fue y entró ande 'staba toda la gente comiendo, y todos sacaron los revólver para matarlo, y entonce hizo seña la niña que no lo mataran y todos lo dejaron, y el lión se fue hasta donde 'staba ella, y lo acarició la niña. Y luego el negro cortó un brinde y se lo dio a la niña, y la niña se lo dio al Perro Lión. Y la niña cortó un brinde y se lo pasó al negro, y cuando el negro fue a comerlo, el Perro Lión le pegó un chirlo al negro que lo echó al suelo y luego le pegó un golpe a la mesa y echó al suelo todo lo que había.

Bueno, y desapareció el perro, y al negro lo llevaron a la cama, y dejaron la fiesta para el día siguiente. A la noche siguiente le dijo el muchacho al perro Tigre:

-Andá vos agora y hacé lo mismo que hizo el Perro Lión.

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Bueno, ya 'staba la mesa puesta cuando entró el Perro Tigre. Todos lo quisieron matar, pero la niña hizo seña para que no lo mataran. Y se fue el Perro Tigre hasta que llegó ande 'staba la niña. Y el negro cortó un brinde y lo pasó a la niña, y la niña se lo dio al Tigre. Y la niña le pasó otro brinde al negro, y cuando fue a echarlo a la boca, el perro le pegó una sola cachetada que lo dejó muerto por un rato, y el Perro Tigre se disparó.

Así que la fiesta volvió a quedar para la otra noche. A la otra noche el muchacho le dijo al Perro Mano:

-Andá vos, agora.

Y fue el Perro Mano y hizo lo mismo. Cuando entró el Perro Mano, ya 'staba la mesa servida y todos lo quisieron matar, pero la niña pidió que no lo mataran. Cuando la niña le dio el brinde al negro, el perro le pegó un chirlo que le sacó las carretillas. Y le pegó un golpe a la mesa, y hizo todo pedazos. Entonces ordenó el Rey que lo siguieran al perro, y lo trajieran preso al dueño de los perros y a los perros también. Y así que siguieron al perro, y le dijeron al muchacho que decía el Rey que se presentara con perros y todo. Y contestó el muchacho que le dijeran al Rey que decía él que así no podía ir él, que viniera el Rey a la casa d'él. Entonce el Rey le mandó rogar que fuera.

-Bueno -dijo el muchacho-, y se fue.

Cuando llegó le dijo al Rey que qué quería con él. El Rey le dijo:

-Mire amigo, lo hi hecho llamar porque sus perros me han hecho un gran perjuicio: me han roto las mesas y le han sacado las carretillas al novio de m'hija, que él había salvado; el mató la serpiente de siete cabezas.

-No -le dijo-, yo la hí salvado con mis perros. Mire, hagalé buscar las lenguas a las cabezas.

Así que se las hizo buscar y las cabezas no tenían lenguas. Entonces él sacó el pañuelo y l'enseñó las lenguas.

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Y luego le dijo la niña:

-Sí, padre, éste es el hombre que mi ha salvado. Este pañuelo es mío, y él tiene un anillo mío.

Así que el Rey no tuvo más remedio que convencerse, y lo hizo matar al negro por embustero.

Y el muchacho se casó con la niña.

Bueno, la primer noche que se casó, la hermana del muchacho le dijo que ella le iba a acomodar la cama, y en un descuido le puso l'alfiler. Y cuando el muchacho se acostó se le clavó en la cabeza y se murió al otro día. Lo velaron, lo encajonaron y lo fueron a enterrar. A los perros los encerraron en una enorme jaula de fierro. En eso salió una sirvienta y les dijo:

-¡Pobres perros! ¡Si sabrán que el dueño está muerto!...

Entonce el Perro Mano entró la mano por las rejas, y pegó una estirada. Las hizo pedazos, y salieron y se fueron al cementerio. Cavaron la sepoltura, y sacaron el cajón, le hicieron pedazo y lo sacaron al muchacho. Le buscaron por todo el cuerpo y le sacaron l'alfiler. Y vivió el muchacho y lo llevaron para las casas, y le dijeron los perros:

-Mirá, ya t'himos salvado. Nosotros somos ángeles de la guardia, y hasta agora no más te vamos a acompañar. Sólo, si, tenís que separarte de tu hermana -y se fueron.

El muchacho corrió a la hermana de la casa, y vivió tranquilo con su esposa, la hija del Rey. Y todavía 'starán viviendo.

Julián Aguilera, 39 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1945.

En el cuento hay interpolaciones de motivos de otros cuentos, como el de la serpiente de siete cabezas.



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922. Cadena de Oro y Cadena de Plata

SAN LUIS

Que había una vieja que tenía arte223 y que vivía a la oría224 de la mare225. Esta vieja tenía un hijo mocito. Tenía una gran majada de cabras. Y esta vieja hacía cuidar la majada con el hijo a la oría de la mare. Y este muchacho se crio, s'hizo un joven, y hasta se le puso rabioso, y se llevaba mal con ella.

Y una vez, cuidando este muchacho las cabras, le salió nuestro amo226 a la oría de la mare, como un viejito. Le salió con unos dos perros, muy bonitos los perros. Entonce el muchacho le dijo que se los vendiera. Entonce le dijo él:

-Vea, m'hijo, los perros no son para venderlos, son muy regalones miño227.

En tanto istalo228 el muchacho, le dijo el viejito que se los vendía, que le diera sesenta cabras, le dijo.

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-Bueno -le dice-, antes di andar contando, hagamos un corte, m'hijo, si ya hamos229 tratado por estos perritos.

Le entregó los perros él. Uno se llamaba Cadena di Oro y l'otro se llamaba Cadena 'e Plata.

-Bueno -les dice a los perros-, ustedes se van a ir con este joven.

Agora él hizo el corte de las cabras y las pasó pal otro lado de la mare.

En la tarde, echa de menos las cabras, la magre. Que le faltaba una tropilla de cabras. Qu'él le dijo que no sabía ande si habían perdido las cabras.

-¿Y di ande sacáis esos perros? -le dice al hijo.

-A mí me los ha regalau un viejito a los perros -le dice él.

Este muchacho comenzó a andar mal con la magre y se le comenzó a ir a pasiare230 a una vecina, distancia de una legua. Y tenia una niña la señora aquea231, y él la solicitó para casarse. Bueno, la señora le dio la niña al joven para que se casara.

La madre del joven no era gustosa que se casara el joven con esta niña. Pero al fin el joven ése se casó no más con la niña y no le avisó a la magre232. Y viene por áhi un vecino y le dice:

-Mañana se casa su hijo.

Y áhi no más arma viaje la vieja y se va al baile.

  —480→  

Cuando jue ella, en la tarde, ya si habían casado los jóvenes. El joven andaba siempre con sus dos perros.

Cuando jue ya tarde, la magre de la niña dice que les iba a tender la cama a los novios para que se vayan a acostar. Entonce la magre del joven dice:

-Yo tenía dicho que cuando m'hijo se casara hi dir a tenderle la cama yo.

Y le dijieron que güeno. Y como la madre del joven tenía arte, era bruja más o menos, le puso un cormillo envenenau del lau que regulaba que s'iba acostar la niña.

Y ya se jueron a acostar los jóvenes. No viene y toca la casualidá que el joven se quiso acostar d'ese lau. Y al poco rato no más se murió el joven y naide sabía deque.

Y áhi lo velaron. Y áhi 'taban los perros que no se movían. Al otro día lo llevaron a enterrarlo en el pantión233. Cuando lo llevaron a enterrarlo los perros lo vieron pal lau que lo llevaron. Pero áhi los agarraron a los perros y la señora se los vendió al comisario d'ese pueblo.

El comisario que 'taba muy contento con estos perros tan lindos, los encerró muy bien con llave. Al día siguiente los perros li habían desaparecido. Los buscaron por todas partes y no le hallaban ni el rastro, como si hubieran salido volando.

Los perros si habían dentrau al pantión, habían cavau y lu habían sacau al finau. Li habían lambido l'herida adonde se li había clavau el cormillo, y se lo sacaron al cormillo.

Y lo encontraron sentau al joven a donde lu habían sepultau y los perros a la par d'él. Áhi no más lo trajieron a la casa de la esposa, ande había síu cavau. Entonces los perros   —481→   hablaron y dijieron que ellos eran unos ángeles, que Dios se los había dau al joven para que lo salvaran, porque Nuestro Amo sabía lo que iba a pasar, y que como ya no los necesitaba el joven, ellos se iban.

Domingo Gatica, 73 años. Monte Carmelo. Belgrano. San Luis, 1951.

Campesino rústico que conserva un antiguo modo de hablar comarcano.



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923. Los niños perdidos

SAN LUIS

Que era un viudo que tenía dos hijos, varón y mujer. Y que había una mujer bruja que s'interesaba de casarse con el viudo.

Y entonce trataba de engañar a los chicos, y muchas otras cosas.

Y ya los chicos la querían y vían que era tan buena, que le comenzaron a decir al padre que pórque no se casaba con esa señora tan buena.

-Casesé, casesé, papá, es muy buena ella -le decían los chicos.

Bueno, por el pedido de los chicos, que le pedían tanto, se casó el padre.

A los pocos días no más la mujer se puso muy mala y los trataba muy mal a los chicos, y entonces le pidió al marido que los llevara a unas montañas234 muy espesas, que había muy lejos de áhi. Y bueno, el padre ya no podía vivir y dispuso un día de llevarlos. Y ya le dijo a la niña:

-Bueno, hija, mañana te vas a levantar temprano y vas a tostar mucho máiz.

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Y ya les dijo a los dos hijos que los iba a llevar lejo, lejo.

Entonce al otro día se levantaron muy temprano. Y ensilló el padre el caballo. Y los chico se llenaron el bolsillo de máiz tostado y salieron con el padre. El padre los llevaba al chico por delante y a la chica en las ancas.

Cuando iban por el camino, la chica, por un instinto que Dios le daría, fue tirando florcitas de máiz por todo el camino.

Ya los dejó a los chicos, el padre, en las montañas más espesas y se volvió. Esa noche cuando 'staban cenando, entonce dice la mujer:

-Gracias a Dios -que dice-, que cenamos a gusto, que no 'stán esos perros muertos di hambre.

Entonce los chicos se asoman y dicen:

-Acá 'stamos.

Se devolvieron ellos por las florcitas de máiz tostado.

La mujer lo había convencido al marido que los chicos eran insoportables de malos.

Ya le había dicho otra vez a la chica, el padre, que se levantara temprano a tostar máiz, que los iba llevar lejos. Al otro día los subió a caballo. Entonce la llevó a la chica por delante y al chico en l'anca. Entonce el chico no alvirtió de tirar nada. Entonce no se pudieron devolver y quedaron perdidos en la montaña.

Caminaban y caminaban y no sabían ande iban. Ya cuando iban muy lejo, y ya se morían di hambre, se les presenta una señora viuda que era la Virgen, y que les dio agua y pan.

Después, que siguieron, y más allá se les presienta una liona con tres liones chicos. Ellos créian que era una perra con perritos. Entonces dicen:

-Quitemolé uno.

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Y le quitaron un cachorrito. Y pensaban ellos cómo ponele nombre, y le pusieron Collar di Oro.

Bué... Después caminaron, y encontraron una tigra con cachorritos. Tamén pensaron que eran perros y le quitaron un cachorrito y le pusieron Garbanzo Amigo. Después seguían no más ellos caminando. Encontraron una perra con hijos. Le quitaron uno y le pusieron de nombre Ayudame que estoy perdido.

Y siguieron caminando. Muy lejo que divisaron un humito. Y de tanto andar, encontraron la casa di ande salía, qu'era la casa 'el diablo. Y se allegó el chico y la chica quedó con los perros. Entonce el diablo le dijo al chico que lu iba a comer.

-Dejemé pegar tres gritos y después comamé -le dijo el chico.

Le contestó el diablo que pegara veinte gritos si quería.

Y le pegó el grito a los perros: ¡Collar di Oro! ¡Garbanzo Amigo! ¡Ayudame qu'estoy perdido!...

Entonce los perros 'stuvieron al momento, y se fueron a matarlo al diablo. Entonce le pidió al chico por favor que no lo matara, qu'él l'iba a decir ande tenía la vida. Entonce el chico lo perdonó y lu encerró en un cuarto. Después vino la chica a las casas, y él le dio la llave del cuarto ande 'staba el diablo. El diablo le había dicho que si no lo mataba le iba a dar todas sus riquezas.

Al día siguiente el chico se fue al campo a ver l'hacienda, y le encargó a la chica que no le fuera a abrir ese cuarto. Y ¡claro!, la chica tenía curiosidá y decía:

-¿Por qué mi hermano no quedrá que abra ese cuarto?

Entonce, como quedó con las llaves, abrió el cuarto, y entonces se sosprendió de encontrar un hombre muy feo,   —485→   de orejas grandes. Entonce le dijo el diablo que no se sorprendiera, que no le iba a hacer nada. Y entonce salió y dispuso de ir a buscar al chico al campo. Y lo buscó y lo encontró y le dijo que en busca d'él iba. Entonce lu iba a matar, pero el chico gritó: ¡Collar di Oro! ¡Garbanzo Amigo! ¡Ayudame qu'estoy perdido!

Y entonce 'stuvieron al momento los perros y lu agarraron al diablo para matarlo. Y el diablo pedía por favor que no lo mataran. Y ya 'staba moribundo, y dijo ánde tenía la vida. Dijo que tenía que ir al campo a buscar un toro di aspas di oro, que era muy bravo. Que tenía que matarlo al toro, y adentro de la panza del toro había una gaviota, y di áhi salía una paloma, y adentro, la paloma tenía un güevo, y en el güevo tenía la vida el diablo.

Y el muchacho se fue, y con los perros mató el toro, y salió la gaviota. Y la abrió y salió la paloma. Y agarró la paloma y le sacó el güevo. Y se vino a las casas ande 'staba el diablo ya moribundo y se lo tiró por la cabeza. Lo rompió y se murió el diablo. Y ya se volvió a las casas ande 'staba la chica, y li hablaron los perros y le dijieron que ellos eran unos ángeles que habían venido para salvarlos, y que ellos quedaban bien ricos y en un lindísimo palacio, los dos hermanitos. Y se despidieron de los chicos y se hicieron tres palomitas, y se volaron.

Javiera de Becerra, 40 años. Piedra Blanca. Junín. San Luis, 1951.

Lugareña que no ha salido del lugar. Aprendió el cuento de la madre, que era muy buena narradora.



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924. Los magos moros

SAN LUIS

Ésta era una señora criolla que tenía un hijo, y era viuda. Esta señora se dentró a vivir con un gigante. Ella tenía escondido al gigante, de miedo del hijo. El gigante empezó a hacer lo posible pa matar al hijo o hacerlo matar. El hijo vivía en casa aparte y todos los días venía a ver cómo estaba la madre. La madre siempre le decía que estaba bien, y el hijo se iba contento. Un día, el gigante le dice que le diga que está enferma, y el dotor le ha recetau que con las barbas de los magos moros negros, iba a sanar, que seguro que los negros lo iban a matar.

Ya llegó el hijo y le preguntó cómo había amanecíu.

-Mal, hijo -que le dice-, 'toy enferma, y un dotor que pasaba me vido, y que dijo que sólo con un tés de barbas de los magos moros negros me voy a poner güena.

- ¡Ah! -que le dijo el hijo-, yo por mi madre muero, ánde haiga que ir, voy a ir -y se jue.

En lo que iba en el viaje, que pasa por el puente de las casas del Rey, y el Rey lo divisa y lo manda a llamar.

-¿Ande va, mi amigo? -que le dice.

El joven le cuenta que va a buscar las barbas de los magos moros negros.

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-¡Ah!, pero eso es muy difícil -que le dice.

-¡Ah, Majestá! es remedio pa mi madre, y por mi madre muero.

Entós, él que le dice que él lo va ayudar pa que los magos moros no lo maten. Y áhi l'hizo dar un güen caballo y una espada que cortaba un pelo en el aire.

-Cuando llegue -que le dijo-, saquelé el freno al caballo, que le va ayudar a peliar, y usté largue golpes con la espada a todos laus, pero no se descuide que estos hombres son muy malos y brujos. Y se jue. Cuando llegó -que anduvo muchísimo- le salieron los moros a matarlo, porque el que llegaba áhi, era muerto. Entós él le sacó el freno al caballo, y entraron a peliar. Y peliaron y peliaron hasta que los mataron a todos. Áhi no más sacó las barbas y se alzó, porque estos moros podían volver a vivir. Cuando va pasando por la casa 'el Rey, le sale el Rey y le pregunta como le ha ido. Le dice que bien y que trai las barbas de los magos moros. Entós que le dice que le preste pa ver como son las barbas, y se va pa adentro. Entós él guarda las barbas de los moros y le da barbas de un chivato negro. Que eran igualitos. El mozo entrega el caballo y la espada, y se va. Ya llegó y le dio a la madre las barbas.

Las barbas eran pa que el gigante tomara un tés y le dieran una juerza como nadies tenía pa matar al hijo de la señora. Ya tomó el gigante el tés, y antes de darle juerza lo debilitó, y que no sabía por qué.

-Agora le vamos a mandar un peligro pior -que le dice a la madre. Y ya le explicó que si haga la enferma y le pida las barbas de los magos moros rubios.

Al otro día viene el mozo y saluda a la madre y le pregunta cómo está.

-¡Ay, hijo! -que le dice- 'stoy pior. Estas barbas no mi han hecho nada. Un dotor que pasó me recetó un tés de las barbas de los magos moros rubios.

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-¡Cómo no! -que le dice- yo se las voy a trair. Yo por mi madre muero -y se jue.

Bué... Se jue otra vez. Volvió a seguir el mesmo camino. Cuando va pasando por las casas del Rey, le vuelve a salir éste, y le pregunta ánde va, y le oferta el caballo y la espada. Y le dice que si los otros moros eran malos, éstos eran el doble; que tuviera cuidau, que le quitara el freno al caballo y peliara sin descansar porque lo iban a matar. Se jue.

Ya le salieron los moros, que vivían lejísimo, y lo querían matar. Le boliaron el caballo y lo llevaron muy mal. Pero, en una de ésas logró voltiar uno, y después mató otro, y hasta que al fin mató a todos.

Ya como quedó de a pie, sacó las barbas de los moros y agarró a caminar, apurau, porque estos moros resucitan. Y ya resucitaron los moros y lo comenzaron a seguir. El Rey que ya 'staba sabiendo todo -porque era un ángel que lo ayudaba- le mandó caballo pa que volviera. Ya cuando los moros lo llevaban cerquita, llegó el pión con el caballo y pudieron escapar.

Ya llegaron a las casas del Rey, y salió el Rey y le pidió las barbas pa verlas. Y ya guardó él las barbas de los moros y que se las cambió por la de un chivato rubio. Bien rubio que era el chivato.

Y ya se jue y llegó a la casa de la madre y le dio las barbas, y se despidió, y se jue. La madre le dio el tés al gigante, y en vez de juerzas, que más se debilita el gigante.

Ya volvió al otro día, y que le pregunta a la madre como está.

-Mal no más -que le dice.

En ese momento él se acordó que en el medio 'el campo vivía una curandera que él había óido nombrar y sin decir palabra se dio güelta y se encaminó para allá. La madre que   —489→   lo llamaba, pero él que no atendía. Ya cuando llegó le contó a la curandera, que era viejita, y le pidió por favor que le diera un remedio pa la madre. La curandera le dijo:

-Pero, m'hijito, ¡si tu madre está muy sana!

Entonce le dice que lo que tenía es que tenía un gigante que se había dentrau a vivir con ella, y que lo quería hacer matar a él. Entós él se volvió enojadísimo a la casa de la madre, y dentró y se agarró a peliar con el gigante. El gigante que 'staba sabiendo todo lo que pasaba porque era adivino, y que 'staba temblando.

Y ya peliaron, y que al fin el mozo lo partió con la espada que le había dau el Rey. Y el gigante quedó muerto áhi. Y él se despidió de la madre para nunca más volver. Y él se jue, y nosotros los vinimos para acá.

Bonifacio Rodríguez, 56 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1945.

Campesino rústico. Buen narrador.

Variante y nuevo desarrollo del motivo de la hermana infiel en la madre traidora.



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925. La vieja giganta y los niños perdidos

SAN LUIS

Ésta era una vieja giganta, que era bruja. Tenía esta giganta una cucha235 y áhi encerraba los chicos que llegaban a su casa y los hacía engordar con carne de perro. Después que 'staban gordos los sacaba y los carniaba.

Una vez, dos hermanitos, un varón y una niña, andaban perdidos en el campo y cayeron a la casa de la giganta. La giganta los tenía con engaño y los mandó a buscar leña. Se encontraron con un viejito muy anciano, y les dio una colita de quirquincho a cada uno. Les dijo que cada vez que la giganta los llamase, se pusieran esa colita güeca, de quirquincho, en el dedito gordo.

La giganta, cuando ya los había tenido un tiempo, a los chicos, los llamaba y les tocaba el dedito gordo de la mano, para ver si habían engordau como para hacer un buen asau. Cuando 'staba duro el dedito, 'taban tuavía flacos.

Los llamaba todos los días, a los chicos, y les tocaba el dedito, y siempre 'staba duro. La giganta les daba muy bien de comer, pero nunca se les ponía el dedito blando. Pasó mucho tiempo y al fin la giganta determinó comerlos flacos, no más, ya que no los podía engordar, porque tenían siempre   —491→   los deditos duros. Claro que era la colita de quirquincho, que ella tocaba.

Entonces los mandó a ellos mismos a juntar la leña para hacer juego y asarlos. Cuando andaban juntando la leña, muy contentos, inocentes de lo que les esperaba, se les apareció el viejito. Ellos le dijieron que la giganta los había mandado a acarriar leña. Entonce el viejito les dijo que cuando la giganta hiciera el juego, y los mandara a soplar el juego, que la chica dijiera que no podía porque tenía una espina en la boca, y el chico que no podía porque tenía las rodillas lastimadas. Y que entonce, cuando la giganta se agachara a soplar ella, el juego, que la empujaran entre los dos, y l'echaran al medio 'el juego. Que si no l'echaban, ella los iba a comer a los dos.

Los hermanitos volvieron a la casa de la giganta bruja, y ella hizo con la leña una jogata grandota. Entonce les dijo que soplen. La niña dijo que no podía, que tenía hincada una espina en la boca, y el varoncito le dijo que no se podía arrodillar, para soplar, porque tenía lastimadas las rodillas. Entonce, la giganta enojada, se agachó para enseñarles cómo se sopla el juego, y áhi se pusieron ellos uno de un lau y otro del otro, y la pecharon236, y l'hicieron cair en el medio 'el juego. Y así se salvaron ellos.

Después se les apareció el viejito, y les dijo que era Tata Dios237, que había venido para protegerlos.

Así se salvaron los dos hermanitos y se quedaron a vivir en la casa de la giganta que era muy rica.

María Angélica Lucero, 21 años. La Carolina. San Martín. San Luis, 1939.

La narradora, campesina, trabaja como criada.

Variante del cuento tradicional; faltan motivos.



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926. El Vello Colorau

SAN LUIS

Había una vez un hombre muy viejito que había quedau viudo. Le habían quedau dos chicos, un chico y una chica. El viejito se ocupaba en cazar animalitos del campo. Que era de muy buena puntería, que no perdía tiro nunca. Tenía un güen rifle. Y el chico había aprendíu a tirar, y si bien sabía tirar el padre, él sabía tirar mejor todavía. Y llegó una vez que se enfermó el viejito, y cayó a la cama. Entonce lo llamó al hijo varón y le dijo:

-Mirá, hijo, yo me voy a morir, hacete cargo de tu hermana y de todo lo que es mío.

Y murió el viejito. Vivieron poco tiempo áhi, en la casita, los chicos. Y ya nu había quedau casi qué cazar. Los bichos del campo habían quedau muy escasos. Y como ellos vivían de la caza, d'eso se mantenían, dispusieron de irse a otro lado. Cargaron el caballo con todas las municiones que tenían, y todo lo poquito que tenían, porque eran muy pobres, y una bolsita de sal. Y se jueron. Anduvieron mucho tiempo, y no podían cazar.

Tanto anduvieron ellos hasta que dieron con una montaña238 muy grande. Desensillaron el caballo y le dijo el hermano varón a la hermana mujer:

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-Quedate acá no más, vos, y yo voy a ir a cazar por la montaña. Ya vengo.

Y en eso la chica hizo fuego, sacó de los aperos unos cueros y se recostó. Y él se metió pa dentro de la montaña. En eso, al poco andar, salió una gama, y le pegó un tiro y la mató. Y en eso vino un gigante y le dijo qué andaba haciendo en ese campo, que lu iba a comer. Entonce él le empezó a pegar tiros. Le pegó cinco tiros. Cuando ya no pudo más, que cayó el gigante al suelo, el chico le cruzó los brazos. El gigante le dijo que no lo matara, que l'iba a regalar el palacio que tenía él. Entonce le dijo que bueno, que lo llevara. Y lo llevó a un palacio muy lindo y le entregó todas las llaves. El muchacho lo llevó al gigante a una pieza sola y lo ató en el techo con unas cadenas. Y salió, le echó llave, y apartó esa llave, y la guardó en el bolsillo. Entonce se jue a traerla a la hermanita.

-Y, che, hermanita -que le dice-, Dios nos ha mandado un palacio muy lindo para nosotros, así que vamos a vivir tranquilos.

Entonce vino la chica, y vivieron áhi. Y ya le mostró todas las llaves para que viera que era de ellos. La niña le dijo que cómo hizo para hacerse dueño de ese palacio. Entonce, un día, dijo el hermano:

-Voy a salir al campo, como todo es miño, para reconocer todo lo que es miño.

Entonce la chica, lo que quedó sola, empezó a abrir las puertas y a ver todo lo que había en las piezas. Y así recorrió todas las piezas, menos dos que estaban cerradas y no podía abrir con las llaves del hermano. Entonce le dice al hermano, un día:

-Che -le dice- ¿y las llaves de osas otras piezas, que no las puedo encontrar?

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Le dice él:

-¿Para qué las querís? Alguna de ésas han de ser -y así la tenía engañada.

Una llave era la de la pieza que él tenía al gigante, y otra llave era que no lo había entregado el gigante, y él no se había dado cuenta. Una vez se cambió de ropa el muchacho, y se olvidó de la llave que tenía escondida en el bolsillo. Entonce la chica se la encontró. Esperó que saliera no más, el muchacho al campo, y se puso a probar la llave en qué puerta andaba, y dio con la puerta de la pieza que 'staba atado el gigante. Cuando entró, la muchacha se asustó, miró pa arriba, y lo vido, y se asustó. Entonces le habló el gigante y le dijo que no se asustara, que él era un hombre bueno, que le desatara di áhi y que lo curara, que le tuviera lástima. Entonce lo desató, lo hizo bajar, y lo curó. Bué... Entonces le dijo que saliera, que cerrara la puerta, que echara llave, y que no le fuera a decir al hermano que ella había entrau áhi. Al poco rato ya llegó el muchacho del campo. Ella ya tenía la comida lista. Comieron, tomaron mate y se acostaron a dormir la siesta. Después, vuelve a salir al campo el muchacho, otra vez. Se jue la chica a la pieza ante 'staba el gigante. Le llevó comida, le llevó agua, le llevó más remedios. Y después, volvió a cerrar la puerta y salió. Así siguieron varios días. Así como salía el hermano, ella s'iba ande 'staba el gigante a darle de comer y curarle. Por fin, un día le dijo el gigante a la chica:

-Mirá -le dice-, este palacio es miño, y el que a mí me ha estropiau tanto es tu hermano, y a vos te había engañau. Y tu hermano es muy malo, así que tendremos que tratar cómo tenimos que hacer para hacerlo matar, para que quedemos los dos dueños de acá.

Entonce le preguntó la niña qué cómo podría hacer para hacerlo matar. Él le dice:

-Mirá, mañana a las doce, cuando venga, te hacís l'enferma, y le decís que ha venido una curandera, y te ha dau   —495→   un remedio. Que con lo que podía sanar, es con l'agua de Las dos Peñas que de acá queda distancia de cien leguas. De allá, tené la seguridá que no va a venir más, y así quedamos tranquilos nosotros.

Entonce, cuando echó de ver que ya iba a llegar el hermano, se acostó y se hizo la muy enferma. Entonces, cuando llegó el hermano que le dijo:

-¿Qué te pasa, hermana?

-'Toy muy enferma y ha venido una curandera y me ha dado que sólo con l'agua de Las dos Peñas voy a sanar, y queda muy lejo, quedan cien leguas de acá.

Que dijo el hermano:

Si es eso no más, no es nada, me voy a ir ya no más.

Y agarró un par de caballos y se jue. Y empezó a galopar y galopar sin rumbo, porque él no sabía ánde preguntar, ni ánde quedaban Las dos Peñas. En eso devisó un humito, lejo, muy lejo, y tomó en esas direcciones. Y galopó y galopó, hasta que llegó a una casita, a una de esas casitas antiguas, la mitá enterrada en el suelo. Y llegó a la casa y salió una muchacha de pelo largo, que se llamaba Jorgina, y lo invitó a que se bajara. Y él le dijo que no, que 'él iba preguntando dónde quedaba el camino que iba para Las dos Peñas. Entonce le dijo que se bajara, que el padre de ella le iba a dar noticias, que era una persona ciega, pero que conocía por muchos puntos.

-Sí -le contestó el viejito de allá adentro-, yo conozco, yo le voy a dar noticias.

Se bajó y pasó p'ande 'taba el viejito. Entonce le dijo el viejito:

-Buenas tardes, amigo, ¿qué anda haciendo por acá?

Y él le dice...

-¿Y usté piensa de ir allá? El que va allá no vuelve más. Así es que es mejor que se vuelva, amigo.

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-No puedo volverme. Lo que quero es salvar mi hermana, y me han dicho que sólo con esa agua se puede salvar.

-Pero no, amigo, vuelvasé -le dijo el viejito- que va a ser perdido usté y su hermana.

Y ya le dijo el muchacho:

-Vuelva o no vuelva, yo voy a ir. Yo voy a hacer la deligencia pa salvar mi hermana.

-Bueno -que le dice-, tanto entusiasmo y tantas ganas que tiene d'ir, yo lo voy a ayudar. Mire, amigo -le dice el viejito-, Las dos Peñas son dos piedras muy grandes que se abren y se juntan, y cuando sienten que anda alguno, pegan un brinco y se pegan un golpe que saltan piedras, distancia de una legua alrededor, y no queda nadies vivo. Pero -que le dice-, yo le voy a prestar un caballo y un frasco, y se va a ir en seguida, después que cene, y le pega galope que el caballo lo va a llevar allá. Va a llegar mañana a las once. Las peñas van a estar abiertas. No tenga miedo, llegue no más usté; meta el frasco, saque l'agua, y aprete las piernas qu'el caballo va a disparar como el viento.

Bue... Así que salió este mozo, y le pegó galope como le había dicho el viejito. Justamente llegó a las once. 'Taban abiertas las peñas. Y llegó no más, y metió el frasco, y pegó la vuelta, y le apretó las piernas al caballo, y salió disparando. En eso pegaron un bramido las peñas y se juntaron justamente cuando salió de la legua, que 'taba marcada. Las piedras que saltaban, le pasaban por la cola del caballo, pero alcanzó a salvarse. Y jue y dio con la casa del viejito. Y el viejito le dijo:

-Güenas noches, amigo, ¿cómo le ha ido?

-Bien señor, acá traigo los remedios que iba buscando.

-Bueno -le dijo- déle el remedio a Jorgina, que se lo acomode, y venga y cene.

  —497→  

En lugar de arreglarle la niña l'agua que traía, le acomodó otra agua cualesquiera. Y se jue él para la casa de la hermana.

Entonce le dijo el gigante a la niña:

-¿Sabís una cosa? Tu hermano se ha salvado -que era adivino éste- así que poneme ande 'taba no más.

Llegó el muchacho a la casa y le trajo l'agua. Cuando le dio l'agua a la hermana, sanó.

Así que pasaron unos dos o tres días más, le dijo el gigante a la niña que se volviera a hacer la enferma, y que le dijiera al hermano, que había pasau la curandera y le había dicho que sólo con la grasa del toro negro podía sanar. Tal hizo ella.

-Bueno -le dijo el hermano-, si es eso no más, en seguida voy a buscarla.

-No, hermano, qué te vas a ir, si dicen que ese toro es muy malo, que el que va áhi no vuelve más...

-No -le dijo el hermano-, me cueste lo que me cueste, me voy a ir.

Y agarró un par de caballos y se jue. Que pensó el muchacho:

-Mejor me voy por otro lau, no me voy a ir por la casa 'e mi amigo, porque no va a querer que vaya.

Y galopó toda la tarde. Cuando quiso hacerse la noche, dio con la casa del viejito, otra vez.

-Güenas tardes, niña -le dice a Jorgina, que salió cuando él llegó.

-Güenas tardes, joven. Bajesé.

Se bajó, y pasó ande 'taba el viejito a saludarlo. Y le dice el viejito:

-¿Cómo le va, amigo? ¿Ya 'tá de vuelta, acá?

  —498→  

-Sí señor -le dice-, en busca de que me dé noticias del camino del toro negro.

-Ni se disponga, amigo, de allá no va a volver más.

-Yo voy a ir no más -le dice- vuelva u no vuelva, quero salvar mi hermana.

-Bueno, amigo, cambie el caballo, yo le voy a prestar mi caballo y una espada. Va a llegar mañana a las once, allá. Cuando llegue, el toro va a 'star echau, los ojos abiertos, y es que 'stá durmiendo. Llegue y trate de cortarle la bola de grasa del cogote, áhi 'tá la grasa que usté busca. Una vez que le corte la grasa, pegue la vuelta y dispare.

Bué... El muchacho agarró y cambió caballo, y ensilló el caballo blanco que le prestó el viejo, y se fue. Caminó toda la noche. Al otro día a las once y media recién llegó ande 'taba el toro.

Y 'taba el toro echado, con los ojos abiertos, que a él le daba miedo verlo. Y llegó no más, y le buscó la parte del cogote que le había dicho y le cortó. Y pegó la vuelta y se alzó a caballo. El caballo corría más juerte que el viento, y sin embargo, ya lo alcanzaba el toro. Pero, salió no más del peligro. Para la noche, llegó como a las diez a lo del viejito. Entonce le dice el viejito:

-¿Cómo le ha ido, amigo? Bajesé.

-Bien, señor, acá traigo lo que iba a buscar.

-Deseló -dice- a m'hija, que se lo acomode.

Y jue la niña, y en vez de acomodarle esa grasa, le acomodó una grasa de vaca, y dejó la del toro para ella. Bueno... cenó y se fue para la casa de él. Se despidió muy agradecido del viejito.

A todo esto le dijo el gigante a la niña:

-Mirá, tu hermano se ha vuelto a salvar, así que volveme a encerrar en la pieza que 'taba.

  —499→  

Llegó al otro día, el muchacho, a la casa d'él. Y le dice a la niña:

-Güenos días hermana, ¿cómo le va?

Y ella le dice:

-'Toy mal todavía, hermano.

Agarró y la flotó bien flotada con la grasa. Al ratito 'stuvo sana.

Y siguieron otros días más y anduvieron muy bien. Un día le dijo el gigante a la niña:

-Mirá, para que 'stemos tranquilos, hay que buscar no más cómo hacerlo matar a tu hermano. Hacete la enferma, y decile que ha pasado la curandera y que ha dicho que sólo con un tés de la barba del Vello Colorau vas a sanar. El Vello Colorau es un hombre muy malo, que no lo puede dominar nadies. Han ido ejércitos enteros a tomarlo y los ha matau, y él ha quedau vivo.

Así que cuando vino del campo, el muchacho, 'taba en cama la hermana, y le dijo que 'taba muy mal ella; que había pasau la curandera y que le había dicho que sólo con la barba del Vello Colorau podía curar ella.

-Si es eso, no más, hermana, me voy a ir a buscarlo.

-No, hermano -le dijo-, ya te has mortificado mucho por mí.

-Nu es nada, t'hi salvado dos veces, te quero salvar tres.

Agarró los caballos y se volvió a ir. Y se fue por otra parte. No quería ir por la casa del viejito. Galopó toda la tarde. Al oscurecer llegó a la casa del viejito otra vez.

-Güenas noches -le dijo el muchacho a la niña.

-¡Oh, joven!, bajesé. ¿Di ande sale? ¿Siempre con enfermos?

-Sí, es mi hermana, tengo que tratar de salvarla.

  —500→  

Y se jue a saludar al viejito.

-Güenas noches, amigo. ¿Anda en busca de remedios?

-Ahora ando en busca de la barba del Vello Colorau.

-No, amigo, agora ya no lo puedo ayudar; si a ese hombre no lo puede nadie. Si ha muerto cientos de hombres, y a él no lo pueden tomar.

-No -le dice-, si no me puede ayudar, voy lo mismo, tengo qu'ir.

-Bueno -le dice-, perdido por perdido, le voy a hacer la última ayuda. Ensíe mi caballo blanco, tome esta espada bien cortadora y se va a combatirlo como pueda. Sólo si, cuando 'sté combatiendo con él, nunca tenga el caballo con freno.

Bueno, entonce siguió viaje el muchacho. Caminó ese día todo el día, y la noche, toda la noche. Al otro día, a la entrada 'el sol, lejazo, vido la seña ande le habían dicho que empezaba el campo del Vello Colorau. Fue, llegó a la tranquera, abrió la tranquera y entró. De allá de las casas lo devisó el Vello Colorau y se vino bufando, a matarlo.

-¿Qué andás haciendo gusanío 'e la tierra? -le dijo.

Era un hombre grandote, la barba bien colorada, por eso lo llamaban Vello Colorau.

Entonce le contestó el muchacho:

-Vengo a peliarlo a usté.

-¿Que me vas a peliar vos a mí? Vos sos un gusanío 'e la tierra para mí. Yo hi matau ejércitos enteros, grandes cantidades de hombres, y a mí no me han hecho nada. ¡Qué me vas a hacer vos!

-No importa, yo lo quero peliar -le dijo el muchacho.

Entonce, de verle el coraje del muchacho, lo envitó pa las casas. Entonce lo envitó con mate, y lo envitó a cenar. Después lo empezó a aconsejar que no lo peliara; que de   —501→   todas maneras lo iba a matar. Entonce le dijo que no importa, que no le peliaría si le daba un pedacito de la barba. Entonce le dijo que no, porque el hombre que le cortaba la barba lo iba a hacer esclavo d'él para toda la vida. Entonce le dijo que él lo iba a peliar no más.

-Bueno -le dijo-, éstas no son horas de peliar, éstas son horas de dormir.

Se acostaron a dormir. Al otro día bien temprano se levantaron, tomaron el desayuno y le dice el Vello Colorau que no lo peliara, que se juera tranquilo que iban a ser amigos.

Le dijo el muchacho que de la única manera que no lo peliaría, si le daba un pedazo de barba. Que dijo el Vello Colorau que no, que fueran no más a peliar. Y se fueron a la cancha que tenía de peliar el Vello Colorau, y se bajaron, y los dos le sacaron el freno al caballo, y se pusieron a peliar. A medida que iban peliando ellos, los caballos también iban peliando. Peliaron ese día todo el día, y no se podían pegar ni uno ni otro. A entradas del sol, le dijo el Vello Colorau:

-Bueno, amigo, ya no es hora de peliar, vamos a descansar.

Se fueron a tomar mate. Mientra 'taban tomando mate, empezó a aconsejarlo el Vello Colorau que no peliara más, que se juera, que iban a ser amigos siempre. Le dijo el muchacho que si no le daba un pedazo de barba, lo peliaba no más.

Bué... Durmieron esa noche, y al otro día bien temprano se fueron a peliar. Y tanto peliaron hasta que a eso de las once, tuvo suerte el muchacho y le cortó un pedazo 'e barba. Entonce le dijo el Vello Cólorau que ya no podía peliarlo más, que era su esclavo y que era dueño de todo lo que tenía. Y agarró y siguió viaje el muchacho con el pedazo de barba. Llegó a la casa del viejito. Le dio las   —502→   güenas noches. Le preguntó cómo l'iba yendo, el viejito. El muchacho le contestó que muy bien, que áhi traía las barbas. Y él le dice que se las dé a la niña pa que se las acomode bien, pa que no las perdiera. La niña fue y las guardó, y se jue al corral de las chivas y cortó la barba a un chivato, y la acomodó, y se las dio al muchacho. Cenó el muchacho y se jue.

El viejito que le dijo:

-Acá le voy a regalar ese cabaíto zaino. Si alguna vez le pasa cualesquiera cosa, si 'stá enfermo u lo quieren matar, pida que lo corten en pedazos, lo echen en una bolsa, lo aten arriba del caballo, y lo larguen.

El gigante ya 'staba sabiendo que ya venía de nuevo el joven. Cuando llegó le dio el tés a la hermana. Y sanó. Y siguieron otros días viviendo tranquilos.

Entonce le dijo el gigante, un día, a la hermana:

-Mirá -le dice-, no hay más remedio que lo voy a tener que matar yo. Tomá -le dice- esto -y le da una piolita-. Cuando venga se la das y le decís a que no es capaz de cortarla de una sola estirada.

Cuando vino el hermano, comió y se acostó a dormir la siesta. Después vino la hermana y le dijo:

-Mirá, hermano, ¿a que no me cortás esta piolita de una sola estirada?

Y él le dice:

-Pero, hermana... ¡qué no voy a ser capaz! Pasala.

Y cuando fue a pegar l'estirada se le formaron unas cadenas muy gruesas, y quedó bien maniado de las dos manos. Entonce jue la chica y le abrió la puerta al gigante. Entonce vino el gigante y le dijo al muchacho:

-Agora te voy a matar, me vas a pagar las que me has hecho.

  —503→  

Entonce le dice el hermano a la hermana.

-¡Ah! ¡Que habías sido ingrata! ¡Mirá la traición que mi has hecho! Ya que me has hecho esta traición, te voy a hacer un pedido. No quero quedar ocupando tierra, acá. Agarrá, despedazame bien, y echame en una bolsa y atame sobre ese caballo pa que me desparrame por el campo.

Agarró el gigante y lo mató. Entonce dijo la hermana:

-Ya que lo himo matau, le vamos a hacer el gusto a mi hermano.

Agarraron y lo descoyuntaron, lu echaron en la bolsa y lo ataron sobre el cabaíto. Entonce salió retozando el caballo, saltó la puerta, saltó cercos, alambrados y jue a dar a la casa del viejito. Cuando lo devisó la niña, que dijo:

-Papá, el cabaíto viene con una bolsa llena de sangre.

-Bajelá, hija -que le dice el viejito-, ése que viene áhi es mi amigo.

Entonce la bajó, la niña, y la puso en una mesa.

Le dice el viejito a la niña que lo armara bien armadito. Una vez que 'stuvo armau, l'echó l'agua de las dos peñas, y lo empezó a flotar con la grasa del toro negro, y a darle teses de la barba del Vello Colorau. Y en seguida vivió el muchacho. Entonce pasaron dos o tres días, y todos los días le hacía el mismo remedio. Entonce le dijo el viejito, un día:

-Mire, amigo, si agora se siente bien, se puede ir a visitar a su hermana, sólo sí, tiene que matarla por la traición que le ha 'stado haciendo. En seguida pasa al gigante. Hagaló sufrir en toda forma ante de matarlo. No lo termine de matar hasta que no le dé una llave que no le entregó la primera vez. Cuando le dé la llave, lo termina de matar. Y busca la piecita ande anda bien la llave, y áhi dentro hay un lavador con agua cristalina, muy clarita, y adentro 'el agua hay dos ojos. Los envuelve en este pañuelo 'e mano,   —504→   y sale ligerito, y sube a caballo y se viene, y no vaya a mirar para atrás.

Entonce se jue el muchacho ande 'staba el gigante. Salió la hermana en cuanto lo devisó y le dice:

-¡Oh, hermano! ¿Di ande salís?

Y jue a abrazarlo. Entonce le dice él:

-¡Retirate, hermana traidora!

Y de un solo agarrón que le dio le cortó un brazo para un lau, y otro para otro. Y así la despedazó, la mató. Después jue ande 'staba el gigante y le dijo:

-Agora yo te voy a matar, y te voy a enseñar cómo se mata, si maniau o desmaniau.

Al poco andar le cortó un brazo, una pierna, una oreja. Le pidió el gigante que no lo hiciera sufrir tanto, que lo matara en seguida. Entonce le dijo él, que sí, que lo iba a matar, pero que le entregara la llave que no le había entregau la primera vuelta. Entonce el gigante se la entregó. Cuando se la entregó, lo terminó de matar. Fue y buscó la pieza y la abrió y entró. Cuando entró, con lo primero que se encontró jue con un lavatorio grande y con los ojos. Los envolvió bien, en el peñuelo que le había dau el viejito, y jue y subió a caballo, ligerito. Cuando subió, sintió un bramido, y que se aniblinó todo, para todos lados. Y subió a caballo y siguió, pero, empezó a desconocer todo, que no sabía para dónde seguir. En seguida dio con un pueblo muy bonito. Él no quería entrar al pueblo, pero el caballo porfiaba y porfiaba para entrar al pueblo, y entró. Y llegó el caballo a la puerta de una casa muy bonita que había. Y de áhi no podía sacar el caballo, no quería caminar para ningún lado. Entonce golpió la puerta para preguntar ande 'staba. Entonce salió una niña muy donosa y bien vestida, que había síu Jorgina, la hija del viejito. Áhi no más lo hizo pasar, recontenta, y lo hizo pasar pande 'staba el viejito. Entonce él le entregó los ojos que traía. En seguida   —505→   se jue a una pieza, el viejito, y se puso los ojos. Entonce le dijo el viejito al muchacho:

-Vea, amigo, yo lo hi salvau de unas güenas, y usté me ha salvau di otras. El gigante me sacó los ojos para tenerme en este pueblo encantau, y agora m'hi juntau con lo que es miño. Así es que para mejor compañía, se va a quedar usté conmigo.

Y el viejito había síu Dios. Y el muchacho quedó muy agradecido del viejito y el viejito del muchacho, y quedaron para siempre viviendo juntos.

Julián Aguilera, 42 años. El Saladillo. Pringles. San Luis, 1945.

Aprendió este cuento y muchos otros de su padre y de los viejos del lugar.

En el cuento figura el motivo de la hermana traidora.



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927. Los niños abandonados y la hermana mala

CORRIENTES

Era un señor que jue a largar dos chicos, dos hijos, en el disierto. Era un casal, un gurí239 y una guaina240. Y le largó en el disierto porque era muy pobre y no tenía para mantenerle. Y lo chico no sabía nada.

Y lo chico llevaron do paquete de maní, comiendo. Y caminaron una barbaridá y ahí llegaron al disierto.

Y en un descuido, le dejó el padre a los hijos en el monte. Y dice que la criatura le llamaban y no le encontraban en el monte. Y dice que la guainita le dice al gurí:

-Vamo a buscá la cáscara de maní y así vamo a seguir el camino.

Y así se volvieron y jueron a las casas.

Y entonce el padre ha dicho que lo va a llevar otra vez sin maní, ni nada. Y dice que le llevó otro día con engaño y le dejó. Y ahí dice que se perdieron en el monte. Y ello lloraba y no sabía qué hacer. Y ahí que venía una palomita y le decía a la nena que saliera un poco por el lado del este.

  —507→  

Y salió la nena con el hermano y encontró un ranchito. Y en el ranchito 'taba una viejita. Era una viejita tuerta que 'taba haciendo torta frita. Y dice que la chica se puso por atrás de ella robandolé tortas, del lado que era tuerta.

Y dice que la ve la viejita y la pilla a la guainita que le 'taba robando torta. Y va y dice que la agarra a ella y la encierra en una pieza.

Y le dice la viejita que ella tenía que engordarse para bailar ande se junta la leña, a la puerta de un horno. Y dice que lo encerró a lo do hermanito. Y ahí lo engordaba para matale y comelo.

Y dice que le hacía sacar un dedito para ver si 'taban gordos. Y ellos habían agarrado un ratoncito, y le pasaban por la hendija de la puerta la cola del ratón. Y dice que decía la vieja:

-'Tan flaquitos todavía mis nietos.

Y va un día y dejan ir al ratoncito. Y le dio, dice, el dedito. Y dice que la vieja le dice:

-Bueno, van a salir ajuera.

Ya vio la vieja bruja que 'taban gorditos, que los podía comer.

Bueno, ahora ustede van a juntá leña.

Y los chicos andaban en el monte juntando leña. Y dice que va una palomita y les dice a los chicos que la vieja les va decir que bailen en la boca del horno, cuando el horno esté caliente, y que ellos le dijieran que ellos no sabían bailar, que baile ella primero. Y que cuando ella baile, que ellos muy ligero la empujen y la tiren en el horno, porque la vieja los va a tirar a ellos; y que iban a salir dos perros del pecho de la vieja para compaña de ellos.

Y dice que así hizo la vieja. Hicieron juego, calentaron el horno, y cuando 'taba bien caliente, les dijo que bailen. Y   —508→   ellos dijieron que no saben, que baile ella primero para aprender. Y va la vieja y empieza a saltar en la boca del horno. Y áhi, dice, la empujan y le cierran la puerta del horno. Y güeno, y cuando se quemó la vieja abrió el horno y salió los dos perros.

Y dice que ello le pone nombre a los perros, Rompeviento uno, y Cortafierro, otro. Y ahí dice que siguieron a rodar mundo con los dos perros.

Y caminaron mucho. Y bueno, y llegaron a un monte los dos chicos con los dos perros.

El hermano la dejó a la hermana con los dos perros y él se va a cazar pajaritos para ellos comé, que no tenían qué comé.

Y cuando la niña 'taba sola, viene ahí un muchacho y le habla a ella. Y le dice que le iba a matá al hermano para que vivan ello junto. Y va la hermana y dijo que sí.

Agarra él unas lanas y le pone en el oído de lo perro para que no oiga si le llama y les había atado muy bien. Y llegó el hermano, y el muchacho dice que le quería matá al hermano, y el hermano gritó:

-¡Tuca241, Rompeviento! ¡Tuca, Cortafierro!

Y dice que escapó los dos perros y le mató al muchacho. Y bueno, y ahí salieron rodando mundo de nuevo. Cuando fueron lejo, dice que le dice la hermana:

-Tengo sé de tomar agua.

Y ahí va él, dice que había un pozo muy hondo. Y él hizo invención y sacó l'agua en el sombrero. Y dice que cuando está sacando l'agua, va ella y lo empuja y le echa en el pozo. Y ahí va lo perro, y entra en el pozo y le salva a él. Y ahí   —509→   sale del pozo él y le dice a la hermana que es ingrata, que ella le quiere fundile a él.

Y va un día y dice que 'taba durmiendo él, otra vez. Y ella le hincó con una espina muy ponzoñosa y él se muere.

Y quedó ella sola con lo do perro. Y despué dice que se sube a un árbol. Y ahí se baja ella del árbol y se cae, y se hincó con una espina en los pies, como la espina ponzoñosa que le hincó al hermano, y muere ella también. Eso lo hizo lo perro.

Y lo dos perro se hacen una palomita y se vuelan. Eran do ángele que vinieron a protegé a los güerfanos, ésos.

Anselmo López, 42 años. Paso de los Libres. Corrientes, 1952.

Lugareño muy buen narrador.

Variante regional del cuento tradicional.



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928. Los dos hermanos

SANTA FE

Era en tiempo de la antigüedá. En un pueblito que estaba muy lejos, habían dos niños, un niño y una niña que habían quedado huérfanos. La niña era muy linda. Un día desapareció la niña. Todos los del pueblo la salieron a buscar. No aparecía por ningún lado. Decían que un hombre raro aparecía a veces por ahí que robaba cosas de valor y que nadie lo podía seguir y agarrarlo porque se desaparecía como brujo y que él podía haber llevado la niña. El hermanito quedó muy triste y un día dice:

-Yo no soy cobarde. Yo voy a buscar a mi hermana. La buscaré hasta el fin del mundo. Si no la encuentro no vuelvo.

El niño se fue. Empezó a trotar mundo. Caminó y caminó. Pasaban los días y las noches y no encontraba ninguna noticia. Seguía andando por los bosques y por los poblados. Se alimentaba de frutas de lo que encontraba en el campo. Y después de un tiempo que andaba, una nochecita, vio entre el monte una lucecita. Divisó una luz y siguió hasta que encontró unas casitas muy chiquitas. Llegó y vio que vivían unos enanitos negros. Eran tan chiquitas las casitas que el chico tenía que entrar en cuatro pies. Entonce lo recibió el enanito que mandaba y le preguntó al niño qué le pasaba. Se sorprendió de ver que un niño había llegado a ese lugar   —511→   tan lejos. Eso era otro mundo. El enano tenía 140 años. El niño desconsolado le contó lo que le pasaba con su hermana. Entonce el enano le dijo que él lo ayudaría hasta donde él podía. Le indicó el camino para llegar al país verdadero de los enanos. Le dijo que ahí vivía su padre que tenía 180 años, y que no había cosa que él no supiera y no la remediara. El niño pasó la noche con estos enanos, comió bien, durmió bien, y con las indicaciones del viejito enano, tomó el camino. El viaje fue muy penoso porque le tocó atravesar montañas, pantanos, y defenderse de los animales salvajes. Después de mucho andar, divisó muchas, muchas luces. Entonce el chico, contento, calculó que era el país de los enanos. Y llegó y golpió las manos y un enjambre de enanitos salieron a recibirlo y gritaban:

-Abuelo, abuelito, corré, mirá qué hombre grande que viene.

Entonce el viejito, sin asombrarse lo recibió y le hizo las mismas preguntas que le hizo su hijo, el otro enano viejo. El chico le contó la historia de la hermanita que le habían robado. Entonce el enano, que sabía todo lo que pasaba por que era adivino, le dijo:

-Sí, a tu hermana te la robaron. Te la robó el mago que vive muy lejos de aquí. Hay que andar un camino largo y hay que cruzar un río que siempre está muy crecido.

El chico se puso a llorar creyendo que él no podría llegar a ese lugar, y que nunca más la vería a su hermana. Entonce el viejito enano, que era muy bueno, le dijo:

-No te preocupes ni llores que yo te voy a dar todo el poder para que puedas cruzar el río y llegar adonde está tu hermana y para que se la quites al mago.

-Pero, cómo voy a hacer, abuelito, para cruzar el río.

Entonce el viejito enano le dijo:

-Tomá, yo te voy a dar el poder para cruzar el río y tenés que decir: «Plumita, plumita, volveme gaviota y haceme   —512→   volar hasta que cruce el río». Además, a esta plumita guardala bien porque con ella te podés transformar en lo que te haga falta. Así engañarás al mago y podrás recuperar a tu hermanita. En eso, como los enanitos habían oído su conversación y que había tenido que viajar mucho, le prepararon una canasta con los mejores manjares para él y para su hermanita. El niño se fue muy agradecido por el camino que le señaló el viejito enano.

Después de caminar muchos días, llegó, el niño, al río. En seguida le pidió a la plumita que lo transformara en gaviota y cruzó el río. Después siguió el camino, que le dijieron, que era muy largo y feo. Al tiempo divisó un hermoso palacio, el palacio del mago. Escondiendosé entró en el palacio y vio a la hermanita en una ventana. Se llegó y golpió la ventana. La hermanita se llevó una gran sorpresa y corrió y le abrió. Se abrazaron y ella llorando le dice:

-Disparate, hermano, porque si viene el mago te mata.

El niño que era muy valiente, le dice:

-No, yo no me voy sin llevarte a vos.

-Mirá -le dice la niña-, es imposible porque el mago tiene todo vigilado. Ahora viene y te mata.

-No te preocupes, cuando llegue no me va ver y yo me arreglaré para llevarte. ¿Le gusta el vino al mago?

-Le gusta mucho el vino -le dice la hermana- y toma mucho.

-Bueno, tomá -le dice y le da un polvo-. Echale esto en el vino y se va quedar dormido y nosotros nos vamos. Y no se va a despertar más, no tengás miedo.

En eso sintieron muchos ruidos. Estaba llegando el mago. Entonce el chico le dijo a la plumita:

-Plumita, volveme mosquito.

Se volvió mosquito y se puso en un rincón.

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Llegó el mago muy enojado y preguntando quien había venido. La niña dijo que nadie. El mago miraba por todos lados y decía que había olor a carne humana. Como estaba puesta la mesa, la chica empezó a servir. En un descuido le echó el polvo al vaso del vino del mago. El mago lo tomó y quedó muy dormido. Y con ese sueño se murió.

El chico volvió a ser chico. Entonce le dijo que busque las cosas de oro quí había robado el mago para llevarlas, pero sólo pudieron llevar algo, que no tensan fuerzas para todo. Tomaron el camino y llegaron al río y pasaron el río, porque con la plumita se hicieron gaviotas y volaron. Llegaron al reino de los enanos y les dejaron todo los regalos. Siguieron caminando y llegaron a su pueblo. Cuando llegaron, todos salieron corriendo. El niño contó la historia y todos le hicieron una gran fiesta porque él había salvado a la hermana y a todos del mago que era un gran peligro para el pueblo.

Héctor Maritano, 57 años. San Genaro Norte. Santa Fe, 1961.

El narrador dice que oyó contar este cuento al padre, que era italiano, pero que vino de niño al país, y también lo oyó a un viejo criollo.



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ArribaAbajoNota

Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

Nuestro cuento de los niños abandonados y perdidos en el bosque tiene gran difusión en el mundo occidental en donde se han documentado numerosas versiones. Aquí reunimos, además de las versiones que conservan los elementos fundamentales del cuento tradicionalmente conocido, otros que consideramos variantes.

Las versiones completas desarrollan los siguientes motivos:

A. Dos huérfanos, un niño y una niña son abandonados por el padre en un lugar   —515→   solitario y lejano por imposición de la madrastra. Siguiendo unas huellas dejadas en el camino, los niños vuelven a la casa y son nuevamente abandonados.

B. Llegan a la casa de una bruja que los engorda para comerlos. Se salvan arrojando a la bruja al horno en el que ellos iban a ser asados.

C. Como una gracia divina adquieren perros de condiciones sobrenaturales.

D. Entran en los dominios de un gigante. El joven lo toma prisionero. La hermana lo traiciona con él y tratan de matarlo.

E. Después de difíciles aventuras y con la ayuda de los perros, el joven se salva y castiga al gigante y a la hermana con la muerte.

F. Los perros, que son ángeles, se transforman en palomitas y se vuelan dejando al joven muy feliz.

El cuento tiene interpolaciones de otros cuentos y de motivos diversos. En sus versiones típicas conserva las características del cuento N.º 15 de Grimm, de Hänsel y Gretel; es el Tipo 327 para la clasificación de Aarne-Thompson y la de Boggs. Ver el estudio de Espinosa, II, pp. 427-431.