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ArribaAbajoEl niño y el gigante. El niño y la bruja. Los hermanos malos

14 versiones y variantes


Cuentos del 929 al 942


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929. El Chiquillo

SALTA

Que había una viejita. Vivía en el campo. Tenía mucha hacienda. Ella desiaba tener siquiera un hijo. Tenía tantos bichitos y no sabía si se muere para quien los deje.

Una tarde que salió a reunir la tropa, y estando áhi, siente llorar una guagüita chico, en un cerro. En la faldita era. Entonci la viejita corrió y lo levantó. Y había siu varoncito el chico. Y ella no sabía qué le iba a dar de mamar. Y tenía una cabra que tenía leche y lu hizo mamar. Y lo crio en la cabra. Y le han llamado Chiquillo. Se crio ligero, la guagua, rápido. Durante un mes ya había siu grande. Ya ha estau bien con ella, y ella lo quería bien mucho. Y le dijo la viejita:

-Cuando yo muera esta tropa es para usté.

Y él no quiso, y solamente a la cabra, que la llamaba mamá, y a la viejita abuelita.

-Si mi mamá tuviera un cabrito, eso sí era para mí -ha dicho el muchacho.

Así andando, la cabra tuvo un chivito. Ése lo crio él. Él lu hablaba al chivito y el chivito lo comprendía. Ya lo crio el chico, grande ya. Lo enseñaba de tirar, de montarlo como un caballito. Y después ya le dijo a la viejita:

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-Bueno abuelita, ya me voy a buscarme la vida. Yo no necesito esta hacienda.

Lloraba la viejita. Le dijo que no se vaya. Y bueno, el chico se dejó estar. Un año se dejó estar. Ha veníu el año y el chico le dijo que le eche la bendición, qu'él se va. Y bueno, la viejita lloró, y ha dicho:

-Y bueno, hijo, andate, qué se vamos hacer.

Y bueno, se ha ido con su chivo. Ese día se fue todo el día. Esa noche durmió en un campo. Y al otro día tomó el viaje, otra vez. Ese día encontró unos dos arrieros que estaban cruzando, y di áhi si ha acompañau. Él con su chivo. Les preguntó si adonde se van esa tarde. Ellos le dijeron:

-Allá hay un puesto de un estanciero, áhi se vamos a quedar.

Entonci el Chiquillo que le dice:

-No, áhi no se vamos a quedar porque áhi vive una vieja bruja.

Y bueno, han teníu que ir áhi porque no tenían ande ir. Y entonci ha dicho el Chiquillo:

-Bueno, yo los voy a salvar.

Y bueno, si han ido. Tarde han llegau al puesto, esi. Entonci, tenía la vieja tres hijas. Y bueno, han llegau. Los ha recibíu bien ella. Y bueno, el Chiquillo que les decía que no se metan mucho en la casa, porque ésta come gente. Y ellos no lu han créido al Chiquillo. Y el Chiquillo no se metía a la casa. No quería comer la comida. Siempre ajuera no más. Y entonci le dice a la vieja que le prieste una cuchilla para componer su riendita, que si li ha pedaciau. Y la vieja li ha prestau el cuchillo. Y bueno, y otra vez le ha pediu una tijera pa cortar las uñas. Y bueno, li ha vuelto a pedir un peine pa peinarse. Y bueno, li ha prestau todo. Él si ha preparau, sabía que l'iba hacer falta.

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Y ya los han llamado a la cena. Y el Chiquillo no quiso entrar. Que él ha comido ajuera, alguna cosita como pan y queso.

Después de la cena ya los han invitado a la cama, que duerman los jóvenes cada uno con una hija de la vieja. Pero el Chiquillo no quiso dormir. Y entonci les avisó a sus compañeros que esa noche los va a carniar la vieja bruja. Y el Chiquillo les ha dicho:

-Ustedes han comido la comida con cabeza de gente.

Los compañeros que no le han llevado la corriente al Chiquillo.

-Y bueno, pero la vieja les va a poner corona de oro a ustedes, para que sepa que son ustedes, para carniarlos.

Y bueno, entonci, se han dormido, entonci.

Él ha entrado y las coronas las ha colocado a las niñas. Y salió él. Que no lo habían sentido. Y bueno, la vieja se ha levantado a la media noche y va y toca las cabezas con coronas de oro y las carnia a las hijas. Y él 'taba mirando ajuera. Él no dormía. Después, cuando la vieja ya se ha acostado, ha vuelto a entrar y los ha despertado a los compañeros y les ha dicho él:

-¿Han visto, que li hi dicho yo? En vez de carniar a ustedes ha carniau a las hijas que 'taban con las coronas de oro. Esas coronas han sido señas para carniar a ustedes, por eso yo se las hi cambiau. Bueno, compañeros, vamos. Cuando la vieja vea lo qui ha hecho nos va a comer.

Y así han tomado di andar. Y bueno, ya si amanecieron en un campo lejo, ya. Y les ha dicho el Chiquillo que ya viene la vieja, que ya ha visto a las hijas muertas. Que la vieja tiene una chancha mora que tranquea ocho leguas. Él la ha dejado desgarronada, pero anda renga. Y les ha dicho:

-Ya viene la vieja. Ya viene cerca, compañeros.

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Entonci él ha agarrado y ha tirado el cuchillo para atrás. Y áhi si han formado unos peñascos que no puede pasar la vieja.

Y ya ha dicho el Chiquillo otra vez:

-Ya pasó la vieja, y se viene otra vez.

Bueno, ha agarrau la tijera y la ha tirau para atrás. Si ha formau una montaña que no podía pasar la vieja. Y el Chiquillo que ha vuelto a decir:

-Y bueno, ya anda otra vez la vieja y ya pasó y se viene cerca otra vez.

Bueno, agarró el peine y lo ha tirado otra vez para atrás. Y se formó un cardonal242 que nadie pasa. Y bueno, tarde ya pasó la vieja. Y el Chiquillo ha dicho:

Bueno, compañeros, ya no tengo conque salvarlos. Ya viene cerca la vieja otra vez. Y bueno, la vieja viene ahicito, vamos a tener que subir en un árbol. Que ustedes suban adelante y yo atrás. Tienen que ir subiendo adelante hasta el último.

Ya llegó la vieja con una cajita243 y una bolsa. Y que tocaba la cajita. Y el chiquillo les dijo que no tienen que mirar para abajo nadie porque la vieja los hace cáir: y los va embolsar y los va a llevar. Y comenzó la vieja tocando y diciendo:

-¡Chilique! ¡Chilique, muchaco!

Y uno que si ha mirau para abajo y ha caído en la bolsa. Y la vieja lo ha embolsau y lo ha atau. Y siguió tocando y cantando:

-¡Chilique! ¡Chilique, muchacho!

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Y miró el segundo y ha caído, y la vieja lo ha embolsado. Y bueno, el Chiquillo ha quedado en el árbol. Y al no poder hacer bajar el Chiquillo subió la vieja al árbol. Y se iba subiendo el Chiquillo más arriba y ella por atrás, subiendo también. El Chiquillo se subía hasta el último cogollo del árbol. Y pegaba un salto para abajo. Agarró del suelo la cajita y la tocaba él y cantaba:

-¡Chilique! ¡Chilique, viejita!

Y se cayó la vieja en el costal y lu ató el Chiquillo y los desató a los compañeros. Y les dijo:

-Juntemos leña y le metemos juego a la vieja.

Y bueno, han juntado leña y li han metido juego a la vieja, y la han terminado áhi.

Heriberto Yapura, 48 años. Luracatao. Molinos. Salta, 1955.

El narrador es oriundo de este lejano y apartado lugar de Salta. Ha concurrido a la escuela primaria del lugar.



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930. El Chiquillo

TUCUMÁN

Había una vieja y un viejo que tenían tres hijos.

Y era muy pobre este hombre. Se sostenía pescando y vendiendo leña.

El hermano mayor y el del medio lo aborrecían muy mucho al shulca244. No lo querían.

Un día, que dice el mayor:

-Déme la bendición padre, que me voy a rodar tierra.

Y dice el del medio:

-Déme a mí también la bendición, me voy con mi hermano a rodar tierra.

Los padres no querían que se jueran, pero les dieron la bendición y ellos se jueron.

Se iban yendo los dos hermanos y que entonce dice el shulca:

-¿Qué me quedo haciendo yo si se van mis hermanos?

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Y que le dice el padre:

-Pero, ¿para qué te vas, si te aborrecen tus hermanos?

-Nu importa, me voy no más.

Le pidió la bendición a los padres y se jue. Los alcanzó y áhi no más, le pegan una soba y al último uno de los hermanos le dice al otro:

-Dejalo, lo llevemos, tal vez para algo nos sirva.

Entonce se iban yendo. En lo que iban encuentran tres caminos. Que se pararon y no sabían qué camino seguir. Entonce que dice el Chiquillo:

-Este camino va para una vieja bruja; éste pal palacio del Rey y éste pal Comegente.

Y entonce que dice el mayor:

-¿De ande sabís vos? Vamos por éste que dice que va pal Comegente.

Entonce que siguieron por el camino éste, y encuentran un trabajo muy grande. Una loma la 'taban cortando. Pero áhi no había trabajadores. Entonce que dice el mayor:

-Se quedemos a trabajar aquí.

Entonce que le dice el Chiquillo:

-Allí viene el Comegente en su mula cortando los aires.

Apenas acabó de decir, ya llegó el Comegente en la mula y que los conchabó para que trabajaran.

Que trabajaban los dos mayores y el Chiquillo que se echó lejos, que no quería trabajar:

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Entonce que dice el Comegente:

-Ahora 'toy bien, tengo piones muy guapos245. Vení, Chiquillo, andate pa las casas, llevale este papel a mi señora pa que tenga de comer pa los piones.

Entonce subió el chiquillo en la mula y se jue. La mula s'iba sola, derecho a las casas. Y le dice a la señora:

-Dice el señor que cocine mucho pa los piones nuevos, pero que no cocine carne 'i gente sino carne 'i vaca246.

-De ánde sabría éste que nosotros comimos carne 'i gente -que dice.

El Chiquillo dio el mensaje muy rápido y se volvió.

A las doce, les dice el Comegente:

-Bueno, vamos a comer y a descansar un poco en las casas.

Él salió en la mula y los otros iban por atrás. Y en lo que iban por el camino le dice el Chiquillo al del medio:

-No vas a comer, que te van a dar carne de gente.

Ya medio le entró a creer, pero el mayor no creiba nada.

Entonce les dice el Chiquillo:

-Ve, ahora a la tarde ya no va querer que trabajen y les va a decir que son muy guapos y que esta noche los va a hacer dormir con tres hijas que tiene. Se vamos a acostar con las hijas, pero no se vayan a dormir. Los quieren matar. Las hijas tienen una navaja en el pecho y los van a matar. No se vayan a dormir.

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Cuando llegaron a la casa les ofrecieron comida. Los hermanos mayores comieron pero el chico no quiso comer. Se jue abajo de una ramada, agarró un palo y comenzó a pichaniar247 algarroba pa comer y les dijo que él no sabía comer.

Entonce el Comegente que les dice:

-'Tá muy caluroso, se vamos a dormir. Son ustedes muy guapos. No van a trabajar esta tarde. Y esta noche van a ir a dormir con tres hijas que tengo.

El mayor ya no vía las horas que pudieran ir a dormir, pero el del medio ya comenzó a entrar en el aro.

Llegó la hora de acostarse a la noche. Se jueron a dormir los tres. El Chiquillo no quiso dormir, se quedó dandosé güeltas y tosiendo hasta que los dominó el sueño a las niñas, y áhi les metió la mano con cuidadito en el pecho y les sacó la navaja, y con esa navaja las mató a las tres. Y áhi los despertó a los hermanos y les dijo que él se iba, que había matado a las tres niñas, y qué lo siguieran si querían. Y entonce, los que las vieron muertas tuvieron que salir y salieron corriendo por atrás del Chiquillo.

Caminaron hasta la orilla de la mar y se embarcaron, y junto con lo que se embarcaron llegó el Comegente y les dijo:

-¡Ah, chico valiente, me has muerto mis tres hijas! ¿Cuándo volverís?

-Algún día hi de volver -le contestó.

Y pasaron a otro reino, a una ciudá de un rey.

Llegaron y buscaron trabajo. Se ocuparon con el Rey.

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Y áhi vivían trabajando hasta un tiempo. Que se portaban muy bien y el Rey había teníu tres hijas y comenzaron a noviar con las hijas.

Los hermanos mayores no lo querían al menor; sobre todo el mayor no lo quería. Entonce, un día, el mayor, lo denunció al menor y le dijo al Rey:

-Mi hermano menor si ha dejau decir que es capaz de robar la colcha de campanillas de oro que tiene el Comegente.

-¿Y cómo? -dice el Rey-, esa colcha es mía. Me la tiene que trair cueste lo que cueste.

Ya lo hicieron llamar y viene el chico. Entonce que le dice el Rey:

-Que vos ti has dejado decir que sos capaz de trair la colcha de campanillas de oro que me robó el Comegente.

-Nu hi dicho nada.

-Bueno, has dicho o nu has dicho, pena la vida si no me lo trais. Ahora -que le dice el Rey- pedí lo que necesités y decí el tiempo cuando vas a dir.

-Bueno -que le dijo el chico- déme plazo de una semana. No necesito nada.

Entonce se embarcó y pasó al pueblo del Comegente. Que el Comegente tenía un loro adivino, y que dice el chico:

-¿Qué puedo comprarle al loro adivino para hacerle callar? Le voy a comprar pasas de uva para que no me denuncie. Y me vo y a ir despacito, apenas tizne la oración pa entrar a la casa.

Y compró las pasas y se jue. Comenzó a entrar con cuidadito hasta ande 'taba el loro. El loro 'taba en una galería. Y que lo sintió el loro y que le dice:

-Ah, chico valiente, ya sé a qué venís. Venís a buscar la colcha, la colcha 'i campanillas di oro que mi amo le robó al Rey. Ahora li aviso.

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-No le digás nada. Ti hi traido una cosa muy rica para vos -y le dio una pasa.

El loro la prueba a la pasa y le gustó mucho.

-Dame las demás -le dice el loro, hablando despacito para que no lo sienta el amo.

Y ya le entregó todas. Y entonce que le dice:

-Mirá, en aquel bául 'tá la colcha campanillas di oro. Sacá la colcha despacito y con olgodón liá las campanillas. Mi amo va a decir: ¿Quién anda? Y le vas a decir: el gato. Y vos te metís abajo 'el catre y di áhi mirás.

Y así pasó como había dicho el loro. Y al rato se volvió a dormir el Comegente y el Chiquillo tiró la colcha hasta que la sacó. En eso que la sacó tomó corriendo y se mandó a mudar. Se levantó el Comegente y levantó la tapa del bául y ya no sonaron las campanillas. Y que le dice al loro:

-¿Quién mi ha robau la colcha de campanillas di oro?

-El chico valiente -le dice el loro.

-¿Y lu alcanzaré?

-Sí, lu ha de alcanzar.

Y salió en la mula, el Comegente, y llegó a la orilla del mar. Él que se embarcó, llega el Comegente y que le dice:

-¡Ah, chico valiente! Mi has muerto mis tres hijas y mi has robado la colcha 'i campanillas di oro. ¿Cuándo volverís?

-A llevarte a vos hi volver.

Se llegó y le entregó la colcha al Rey. Y se jue a la casa.

Ya lo que el mayor vido esto, que más rabia le tenía al shulca. Y que jue y le dijo al Rey que el hermano menor si había dejau decir que si lo mandaba a trair el loro adivino que se lo iba a trair.

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Entonce que el Rey lo vuelve a hacer llamar al menor y que le dice:

-¿No, que ti has dejado decir que si te mandan a trair el loro adivino, lo vas a trair?

Le dijo que él no había dicho nada.

-Bueno, digás o no digás, lo tenís que trair; tenís plazo di una semana. Pena de la vida lo tenís que trair.

Ya los otros hermanos se casan.

Entonce que él le dice a la novia que 'tá mal con ese trabajo que li ha dado el Rey. Y entonces le dice:

-Te voy a dejar una esperanza. Cuando este naranjo esté verde, es que me va bien. Cuando el naranjo brote y redame todas las hojas, quede pelau, es que me va mal. Y cuando comience a brotar a azariar248, es porque 'toy bien otra vez.

-¿Y por qué me decís eso?

-Porque como el loro es adivino y sabe que lo voy a trair a él, me ha de denunciar al Comegente y el Comegente ya va 'star pronto para pillarme.

Y entonce ya se jue nomás.

Ya llegó y no esperó que cierre la oración porque ya sabía lo que le iba a pasar. Y así pasó. El loro li avisó todo al Comegente y le dice:

-Usté se pone al lado de la puerta y cuando el chico se estire a agarrarme, usté lo agarra a él.

Llegó el chico valiente y que el loro le dice:

-¡Ah, chico valiente!, ¿a qué venís?

-A llevarte a vos -le dice.

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Entonce él que se estiró para agarrar el loro y el Comegente lo pilló de los puños.

-Ahora me vas a pagar las hechas y las por hacer -le dice el Comegente.

-Estoy en sus manos -le dice el Chiquillo.

Y entonce que el Comegente no sabía adónde ponerlo hasta que amaneciese ese día. Que habla determinau comerlo con un amigo. Y que entonce al frente de la casa había hecho un aujero y áhi lu había enterrau con manos y todo. Sólo le quedaba ajuera la cabeza.

Entonce que le dice el Comegente a la señora:

-Vos calentá l'agua en la paila grande. Yo voy a ir a buscar a mi compadre. Que l'agua esté hirviendo con todos los mistos249 cuando yo vuelva. Lo vamos a carniar con mi compadre y lo vamos a comer.

Y mientras tanto el naranjo amaneció pelau, las hojas en el suelo. Y entonce la niña se puso a llorar.

La señora del Comegente preparó todo. Pero, en eso no podía hachar un palo de leña, y le dice el Chiquillo:

-Pero, señora, usté no puede hachar leña, ¿por qué no me saca aunque sea una mano para que yo le hache la leña?

Ella le dehenterró250 las manos y él le hachó la leña. Y le trajo más leña y en eso que hachaba le pegó con l'acha a ella y la mató.

Mientras tanto el naranjo se comenzó a restablecer.

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Él salió del aujero. Entonce l'agarró a la vieja y l'echó a la paila. Y lu agarró al loro y lo llevó. Y entonce comenzó a correr hasta que llegó al mar. Y se dejó estar esperando al Comegente.

El Comegente llegó a las doce a la casa y en la puerta li había dejau el Chiquillo los pechos de la mujer en unas estacas. Entonce vio lo que li había hecho, y le dice al compadre:

-Me voy a ver si lu alcanzo.

Y entonce llegó al punto y lu encontró ya en el mar al Chiquillo, y le dice:

-¡Ah, chico valiente! Me has muerto mis tres hijas, mi has llevado la colcha 'i campanillas di oro, me robás el loro adivino y mi has muerto mi vieja. ¿Cuándo volverís?

-A llevarte a vos hi de volver ahora.

Llegó al reino y le entregó el loro adivino al Rey.

El naranjo que 'taba azariando y lleno di hojas, y la niña muy contenta.

Y bueno, este chico ya se enojó con el hermano mayor y va y le dice al Rey:

-Mi hermano mayor ha dicho que si carga un horno y lu echan adentro, si lindo y joven es, más lindo y joven va a salir.

Y entonce lo llama al mayor el Rey y le dice:

-Ti has dejado decir que si cargan el horno y te echan al horno caliente vas a salir más lindo y joven de lo que sos. Pena de la vida si no lu hacís.

Y el hermano mayor decía que él nu había dicho nada y se desesperaba, pero el Rey ordenó que se cumpliera nomás. Prendieron el horno y lu echaron al horno y lo sacaron carbón.

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Entonce recién se casó el hermano menor con la hija menor del Rey. Y hicieron una gran fiesta y todavía están bailando. Yo también hi andau y hasta el saco y el sombrero hi perdíu machau251, áhi.

Justo Faustino Segura, 64 años. Amaicha del Valle. Tucumán, 1951.

Oriundo de la región. Buen narrador.



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931. El Chiquillo

CATAMARCA

Éste era un viejo y una vieja. Y tenían tres hijos. Y ya cuando ya 'taban grandes los hijos, los dos mayores, ¿no?, que dicen:

-Mamá, nos vamos a ir a rodar tierra, a trabajar, a buscar en qué trabajar, ya que aquí no se consigue nada. ¡Tamos tan pobres!

-Y bueno.

-Dénos la bendición que nos vamos a rodar tierra -que le dicen.

Bueno. Les da la bendición a los mayores.

-Y yo tamén quero irme a rodar tierra, tamén con mis hermanos -dice el menor.

-No, no, vos sos muy chico. Vos no podés ir porque sos muy chico todavía -dicen los viejos, y los hermanos también.

-No. Yo me quiero ir con ustedes. Yo tamén me voy a ir. Démen la bendición.

Los viejos no le querían dar la bendición porque era muy chico, muy joven todavía.

-Pero, no, que yo me voy a ir aunque no me den la bendición, que yo me voy a ir.

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Tuvieron que darle la bendición los viejos, pero los hermanos no querían llevarlo. Le pegaban, lo corrían, lo hacían que se vuelva. Y él volvía a alcanzarlos. Volvían a pegarle y hacerlo que se vuelva, y los volvía alcanzar de nuevo.

-¡Ay! -que les dice- pero dejemén ir, hermanos.

Ya como 'taban muy lejos ya, dicen:

-Bueno, lo dejemos -que le dice uno al otro- lo dejemos, total ya 'tá muy lejos para que se vuelva. Lo llevemos.

Y lo llevan. Pero, no lo querían. Le pegaban por cualquier cosa. Lo retaban.

-Que sos un intruso, que de intruso ti has venido, que en vez de 'tar acompañando a los padres, te venís a andar con nosotros -le decían.

Y por fin habían ido, habían caminado tanto. Llegaron cansados. Encontraron una casa en el campo y llegaron, cansados. Que había sido de un gigante que era casado con una vieja bruja. Y estos comían carne humana, comían la gente. Y tenían unas hijas, tres hijas tamén tenían ellos, el gigante con la bruja y una negra252. Y bueno, que dicen:

-Los vamos a comer a estos qui han venido.

Les dieron de comer. Les dieron cama, tamén. Y los hicieron acostar en una sola cama a las hijas de ellos con los muchachos éstos. Y que dicen:

-Para diferenciarlos, porque muy temprano, de noche no más los vamos a matar para comelos mañana, les vamos a poner a las niñas unas gorras muy lindas.

Entonce el chico, si había dado cuenta. Los otros no si habían dado cuenta nada. Que estos habían ido y les habían puesto unas gorras muy lindas, muy bien adornadas a las chicas para diferenciarlas de ellos. Y en la noche, cuando   —536→   ya si habían dormido todos, se levantó el chico y les sacó las gorras, y se puso él una y les puso a los hermanos las otras. Y las dejó a las chicas sin gorras. Bueno... En la noche, ya cerca del alba, no dormía, 'taba cuidando, cuidando no más. Y han ido éstos y las han muerto, creyendo que eran los muchachos, las han muerto a las hijas. Bueno... Entonce si ha ido y los ha despertado a los hermanos.

-Vamos, vamos, vamos...

Las han muerto y los han dejado a las niñas.

-Vamos, vamos, vamos. Aquí 'tamos mal. Vamos.

Y si han ido. Han ido. Que había un río muy grande. Tenían que pasar un río, por dentro l'agua, seguro, porque no había puente, no había nada. Y bueno, pasaron. Agatas253 lo pasaron al río. Y se fueron. Llegaron a un palacio di un rey.

Y el gigante con la vieja bruja cuando se levantaron, ¡ay! se dieron cuenta que eran las hijas las que las habían muerto, que dicen:

-¡Miren lo que nos han hecho estos bandidos!

Y se iba el gigante hasta el río. Que no lo podía pasar él, al río. Que decía:

-¡Ay! ¡qué bandidos! ¡Si yo pudiera pasar el río los seguiría y los mataría! Vea lo que nos han hecho. Nos han muerto nuestras hijas.

Bueno... Pero es que ya no había caso. Ya se habían ido éstos. Habían llegado a la casa de un rey allá. El Rey tenía tres hijas. Y dice que les habían dado trabajo a los grandes, que al chico no le daban porque era muy joven, muy chico, no podían darle trabajo, no había trabajo para él. Y él decía:

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-Y que déme trabajo que yo puedo trabajar en cualquier cosa.

-Bueno, le vamos a dar trabajo para que le dé de comer a unos chanchos que tenimos.

Y le dice:

-Bueno, vamos a trabajar.

Llevaba la comida, l'echaba a los chanchos.

Y un día se pone una de las gorras para ir a dale de comer a los chanchos. Y el Rey éste tenía una negra, también, esclava, áhi. Y es que va y le dice a una de las niñas:

Niña, viera el Chiquillo, tiene una gora254 ¡de bonita! Por qué no le pide la gora. Comprelé la gora. Que si se la pone él, para usté le va quedar muy bien esa gora. ¿Para qué se va poner él esa gora? Y dice:

-Bueno, andá decile si me quere vender la gorra que me la venda.

Bueno...

-Que yo quiero hablar con ella. Que yo no le puedo vender la gorra, éste, por intermedio de vos. Que ella hable. Que me deje entrar donde ella está para que me compre la gorra. Que le voy a vender pero si me deja entrar donde ella está.

La negra le dice y la niña le contesta:

-¡Ah! ¡Qué atrevido! No. Cómo lo voy hacer entrar aquí donde estoy yo. No. Decile que no.

-Pero, señorita, qué tene, ¿qué tene que lo haga entrar un ratito para que le compre la gora? Viera qué gora más bonita. Que, señorita, que comprelé la gora:

-Bueno, decile que entre.

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Y que le dice:

-Bueno, que venga para que le venda la gora.

-¿Y cuánto me va a cobrar por la gorra?

-Señorita, yo no le vendo por oro ni por plata.

-¿Y por qué, entonces?

-Por un buen gusto.

-¿Pero qué gusto?

-Que le quero tocá la pantorrilla.

-Pero ¡qué atrevido! ¡Qué sinvergüenza! ¡Qué se cre! ¡Que se mande a cambiar!

-Pero, señorita, que tene, que tene. Nadie va a saber. Yo depué le voy a lavar bien le voy a lavar, le voy a limpiar bien.

Y le deja que toque la pantorrilla y le da la gorra. Y se va.

Después que viene, al otro día. Se pone otra gorra más linda. Si había puesto la más fea. La otra es más linda. Ya va la negra para la otra niña. Que le dice:

-Señorita, viera ¡qué gora tiene el Chiquillo! Y di que no quere vendela. Por qué no le compra usté. Yo le guá hacé que le venda.

Y va y le dice:

-Bueno, decile que me venda. Que me cobre lo que quiera pero yo le voy a pagar.

-No, no. Yo no le vendo la gorra. Es para mí.

-Y que no, por qué no le vende a la señorita, que para qué queré vos esa gora. Para andar dando de comer a los chanchos. Esa gora queda lindo para la señorita.

-Bueno, decile que le vendo, pero que yo tengo que conversá con ella. No lo vendo por intermedio de vos.

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Y va y le avisa.

-¡Pero no faltaba más! ¡Qué atrevido! ¡Qué se cré que lo voy hacer entrar a mi aposento! ¡Que no, que no crea!

-Pero, señorita, que es muy bonita la gora. Que tiene que venga un momentito, nadie va saber. Su padre no va saber. Yo lo voy hacer entrar en escondida.

-Bueno, decile que venga.

Y va y entra. Y dice:

-¿Cuánto pide por la gorra?

-No, no la vendo por oro ni por plata.

-¿Y entonce qué quiere?

-Yo quiero tocale la rodilla.

-¡Pero qué atrevido! ¡Qué sinvergüenza! Mandesé a cambiar di aquí.

Y que la negra le dice:

-Pero, señorita, ¿qué le va hacer? Que yo la vua lavar bien depué. Que és una gora mu bonita. ¡Cómo la va a dejar!

Bueno, almite que le toque la rodilla y se va.

-¡Ay! ¡Qué bonita la gora, señorita! ¡Cómo le queda de bien!

Bueno. Y se va el Chiquillo. Sigue andando.

Por ahí se pone otra más linda, la última.

Y que le dice la negra:

-¡Ay!, señorita -a la otra niña más jovencita-, señorita, que vea. El Chiquillo tiene una gora mu bonita. Ya las otras niñas ya han comprado. Falta usté no más que le compre. Y ésta es má bonita que las que han comprado las otras señoritas. Comprelá unté.

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-¡Oh!, ¡dejame de molestar. Qué voy a comprar una gorra! ¡Qué!

-Sí, ¡pero es muy bonita! ¡Viera qué adornos más bonitos tiene! Piedras preciosas tiene la gora. Comprelé, comprelé.

-Pero, dejá de molestar, negra, no quiero comprar.

-Pero qué tiene que le compre si es muy bonita. ¡Cómo le va quedar de bien a usté!

-Bueno, andá preguntale si me quiere vendé la gorra y si cuánto pide.

Entonces que le dice.

-Sí, pero yo tengo que hablar con ella, yo no te la voy a vender a vos. Tengo que ir adonde ella está, para conversar con ella, para venderle; para que tratemos.

Y va y le avisa la negra.

-Pero ¡no faltaba más! ¡Qué atrevido! No, no, no lo dejo entrar.

-Pero, señorita, ¿qué tiene? Si es tan bonita, la gora. Pero si viene un ratito y ya se va. Nadie lo va ver, yo lo voy hacer entrar en escondida.

-Que no, que no. No quiero que entre ese hombre.

-Pero si es el Chiquillo, ese muchachito chico que le da de comer a los chanchos. Si es un muchachito, si no es un hombre grande.

-Bueno, decile que venga.

Ya ha venido.

-Bueno, que cuánto me va cobrar por la gorra. Bonita es la gorra, pero que cuánto me cobra.

-Yo no lo vendo por oro ni por plata sino por un buen deseo.

-¿Y qué deseo és?

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-Que le quero tocar la tibia.

-¡Ah!, ¡qué atrevido! ¡Qué atrevido! ¡Que mandesé a cambiar di aquí! Tan insolente. Que yo no le voy a permitir que me venga a faltar el respeto aquí. Entó la negra le dice:

-Pero, señorita, qué tiene, qué tiene, yo lo vuá a lavar depués, mu bien. Que nadie va a saber. Comprelé la gora.

La había hecho consentir. Se compra la gorra.

Y se va el Chiquillo. Y bueno, ya cuando los hermanos lo vían que entraba y salía de ahí, de los aposentos de las señoritas, ya si habían puesto medio avispados, que dicen:

-¿Qué anda haciendo éste entrando a los aposentos de las señoritas? Es capaz, de atrevido, de andarles faltando el respeto a las señoritas. ¿Y cómo ellas lo dejan entrar?

Que habían empezado a escuchar. Y es que le dicen:

-¿Qué has andado haciendo?

-Y ellas me han invitado que vaya -que dice.

Él también se alababa.

-Me han invitado que vaya. Yo las he visitado. ¿Qué tiene de particular?

Ya le han empezado a tomale envidia. Él, que siendo un chancherito, que era, quesque si iba a meter en las piezas de las señoritas y quesque por qué. Entonces que lo habían delatado al Rey, que dice que el Chiquillo se había dejado decir que era capaz de ir y robale el loro adivino al gigante. Nunca dijo el Chiquillo. Era mentira pero ellos li habían tomado envidia y para que lo maten por ahi, sabiendo que el gigante lo iba a matar.

Entonce el Rey que lo llama y le dice:

-Vos que ti has dejado decir quesque sos capaz de traer el loro adivino del gigante.

  —542→  

-Que no, señor Rey, que no Majestá. Yo no, yo no le he dicho nada, porque yo no soy capaz. Qué voy a ser capaz. Yo no he dicho nada.

-Que sí has dicho. Y ahora tienes que traer el loro adivino.

-Que no, que yo no soy capaz, que cómo voy a traer ese loro adivino.

-No, no, no. Palabra de Rey no puede fallar. Y tenés que ir a traerlo, si no te voy hacer cortar la cabeza.

-¡Ay! -que dice-. Bueno, voy a tener que ir.

Entonce había ido y había comprado vino, un vino dulce, y había comprado pan. Y se va.

Y ya cuando iba llegando, como era adivino el loro, sabía que iba el Chiquillo y empezó a decir:

-Amo, anda el Chiquillo; amo, anda el Chiquillo.

Pero él iba de noche, cuando 'taban durmiendo los viejos, el gigante y la bruja.

-Cayate, cayate, te voy a dar vino con pan.

-¿A ver?

Le da un pedacito.

-¡Ay! ¡qué rico! ¿Tenís más? Dame más.

Ya no podía más:

-Amo, anda el Chiquillo. Anda el Chiquillo.

-Cayate, cayate. Tomá, tomá.

Hasta que lo había podido pescar al loro y lo lleva. Y el loro grita:

-Amo, me lleva el Chiquillo. Amo, me lleva el Chiquillo.

Ya si había levantado el gigante, pero el Chiquillo ya había pasado el río. Pasando el río ya no li hacía nada el gigante. El gigante que no podía pasar el río. Y que dice:

  —543→  

-¡Ah! ¡bandido, gusanillo de la tierra, algún día has de volver!

-Tal vez que sí, tal vez que no, tal vez que por vos también -que le dice el Chiquillo del otro lado.

-¡Uf! -que dice-. ¡Algún día te vas a volver!

-Si, tal vez que por vos también -y que se disparaba el Chiquillo.

Había llevado el loro adivino allá. Se lo ha dado al Rey.

Claro, los otros si habían puesto más envidiosos de ver cómo hacía esa proeza de llevar el loro con semejante gigante tan malo.

Que tenía un caballo de siete colores. Ya lu habían delatado otra vez en el Rey que había dicho el Chiquillo que era capaz de robarle al gigante el caballo de siete colores.

Y ya lu había vuelto a llamar el Rey y le dice:

-¿Pero que vos te has dejado decir que sos capaz de traerme el caballo de siete colores del gigante?

-No, no señor, yo no lo hi dicho. Yo no soy capaz. Cómo voy a ser capaz. No, yo no hi dicho nada de eso.

-No, no, no. Tenés que traerlo. Palabra de Rey no puede faltar. Y vas a traerlo si no ti hago cortar la cabeza.

-Bueno, yo voy a ver si puedo, pero no me comprometo porque no soy capaz.

Y se va.

Va allá y nu hallaba qué hacer. Y claro, ya el caballo era más difícil. Estaba en las caballerizas, pero, claro, parece que no estaban cerradas. ¡Ay!, y empieza a andar por áhi, ya cuando se hizo la noche, y nu hallaba qué hacer. Hasta que ya había podido entrar a las caballerizas. Y li ha empezau a dar pastito al caballo, par engañarlo así, hasta que había podido subilo al caballo. Y había empezado a   —544→   arrialo despacito, despacito, hasta que lo sacó. Ya una vez que pasó al otro lau del río, ya le gritó:

-Gigante, te llevo el caballo, te llevo el caballo de siete colores.

Áhi se levantó y corrió, pero ya no podía pasar el río.

-¡Bandido! si has de volver, gusanillo de la tierra, si has de volver.

-Si, tal vez que sí, tal vez que no, y tal vez que no, y tal vez que por vos también.

Y si ha ido. Y le lleva el caballo de siete colores al Rey.

-¡Ay! -que dice el gigante- este Chiquillo me va volver pobre. Ya me llevó el loro y ahora me ha llevado el caballo de siete colores.

Y andaba cuidando. Andaba buscando cómo pillarlo al Chiquillo. Buscandoló siempre que andaba, buscandoló.

Entonces que dicen los otros hermanos, ya que lo veían que andaba, claro ya el Rey, con esto, ya lo apreciaba más que a ellos. Se pusieron más envidiosos y dicen:

-Vamos a decirle al Rey que ha dicho que le va a traer la colcha de campanillas de oro que tiene el gigante.

-Que vos te has dejado decir -dice el Rey- que vas a traer la colcha de campanillas de oro que tiene el gigante.

-¡Ay! señor, yo nu hi dicho nada. Cómo voy a traer una colcha. Con eso se tapan ellos. Cómo lo voy a traer. No, nu hi dicho.

-No, no, no. Palabra de Rey no puede faltar.

Al Rey ya también li había gustado que le esté llevando las cosas.

Bueno, va. Y no sabía cómo hacer para sacarle la colcha. Y va y después que se duermen éstos, se entró despacito y se dentró bajo la cama. Y empezó a tirar di un lado.

  —545→  

-Pero, ché -que le decía la vieja bruja- dejá de tirar la colcha, me dejás destapada.

-Que si yo no te lo tiro.

Ya la tiraba del otro lado, la del gigante.

-Dejame de tirar la colcha, que me dejás destapado -decía el gigante.

Y ya le tiraba del otro lado, y del más de la vieja. Hasta que ya que dice:

-Pero, dejá de molestar... Quesque no dejás dormir... Dejá de tironiar la colcha...

-Pero si yo no la tiro.

-Que sí, qué vos la 'tás tirando. Hasta que, tanto que molestaba, dice:

-Si ha de ser el gato. El gato ha de ser que anda tirando, jugando.

Hasta tanto que se enoja el gigante.

-Tomá, tapate vos -que le tira así la colcha para allá. Cae para el lado, para el piso cae.

Entonces, rápido lo alza y sale despacito, corriendo. Despacito, sin hacer ruido, que no hagan ruido las campanillas, porque las campanillas tienen una sola cosa, que hacían ruido. Y bueno, cuando ya ha pasado el reo recién li ha hecho ruido con las campanillas. ¡Ay!, recién se da cuenta el gigante:

-Fue el Chiquillo que nos ha vuelto a hacer picardías.

Recién se levantó y corrió. Pero el otro ya estaba para el otro lado riendosé de él.

-¡Ah!, ¡gusanillo de la tierra, tal vez hi de verte por estos lugares!

-Tal vez que sí, tal vez que no, y que tal vez por vos también.

  —546→  

-¡Ay!, ¡bandido! Me vas dejando pobre, que ya no me vas a dejar nada. Ahora te vamos a pillar.

Y los hermanos se ponen más envidiosos y le dicen al Rey que el Chiquillo se ha dejado decir que es capaz de traer el entierro255 que tiene el gigante.

Y bueno y va, éste y el Rey le dice que vuelva a ir a buscarle un entierro que tenía el gigante por áhi.

-Que te has dejado decir -le dice el Rey- que vos vas a traer un entierro que tienen de joyas y de piedras preciosas el gigante.

-Que yo nu hi dicho señor. Que cómo yo voy a traer eso, que ni sé dónde están, ni nada.

-Que sí qui has dicho.

Bueno... Viene, se viene el Chiquillo, y va y lo pilla el gigante. Lo pilla y lo ata. Lu atan para carnialo y matalo.

Que la vieja que 'taba enferma había quedado en la cama. Y el gigante que dice:

-Voy a ir a invitar unos compadres que tengo para que lo comamos.

Y los viejos tenían una negra esclava. Y le dice el gigante:

-Mientras yo voy, hachá la leña, hasta que vuelva y iteló cocinando. Hacé fuego para que lo cocinés, hasta que vuelva de invitá los compadres.

Entonces que la negra se pone a hachar.

'Taba él atado. Bien atado de las dos manos y de los dos pies, que 'taba atado. Y es que le dice... No podía hachar los troncos muy gruesos, la negra. Que le dice:

  —547→  

-Desatame, yo te lo voy hachar. Desatame una mano, te lo voy hachar.

-Bueno -que le dice- lo voy a desatar.

Le desata una mano. 'Taba hirviendo ya la caldera, donde lu iban a cocinar.

Y le dice:

-¡Ah!, ¡pero no puedo! No ves que estoy con los pies juntos, no puedo. Desatame un pié también.

Bueno. Y le desata el pie. Ya con la mano y el pie... Con una mano, ya con el pie afirma, y ya empezó a hachar.

-Pero como nu estoy bien, no puedo hachar. Tenelo vos al palo.

Si agacha la negra a tenele y áhi le da un golpe y la mata. Y la tira dentro la caldera. Y se desata con la otra mano, y ya se desata el pie, y se dispara. Se va. Y en eso el gigante, que dice:

-Qué negra más guapa, ya lu está haciendo hervir al Chiquillo.

Y di áhi cuando va y ve que era la negra la que estaba hirviendo, dice:

-¡Ah! ¡Chiquillo!

Ya corre... Ya lo estaba esperando el otro del otro lado del río.

-¡Che, gusanillo de la tierra, si has de volver!

-Tal vez que sí, tal vez que no, tal vez que por vos también.

Y se dispara, se va. Y no lleva las joyas porque no sabía dónde encontrarlas. Causa de eso s'hizo pillar porque no sabía donde estaban.

  —548→  

Y allá dice el Rey:

-¿Por qué nu has traído? ¡Que te voy a cortar la cabeza! Ahora, si vos no lo traés al gigante...

Porque el gigante que le hacía muchos perjuicios al Rey. Quesque era muy malo. Y que quería que lo lleve, al gigante.

Bueno, que le dice:

-No, que como voy a traer yo ese gigante... Nu habrá ninguna forma. Y que no.

Le dice:

-No, vos me traés el gigante. Palabra de Rey no puede faltar. Y si no lo traés te he de cortar la cabeza.

Y bueno, se va. Que nu hallando qué hacer, que dice:

-¿Qué puedo hacer?

Y va y que busca un herrero y que le dice:

-Vengo que me haga un carro. Que me trabaje un carro de hierro. Bien hecho, con puertas bien aseguradas.

Y bueno... Es que le dice al Rey:

-Bueno, ahora me va dar unos bueyes, usté, para tirar este carro. Y voy a buscalo al gigante.

Se viene. Y el gigante andaba en busca del Chiquillo. Andaba por áhi, buscando. Lo ve que viene éste.

Se pinta de negro, bien negro se pinta. Negro retinto, el Chiquillo. Y se viene en el carro.

-¡Oh! ¿Qué anda haciendo por estos territorios? -que le dice el gigante.

-Ando buscandoló al Chiquillo -que le dice.

-Mi han dicho que es muy valiente, quesque hace proezas muy grandes. Y por eso yo lo quiero pillar para metelo en este carro.

  —549→  

-¡Oh! ¡Sí! Yo lo voy a ayudar. Si a mí me ha hecho muy muchos perjuicios. Mi ha dejado muy pobre. Yo le voy ayudar a encontralo a ese Chiquillo. Ese es un bandido. Vamos a tenerlo que matar.

-Bueno -que le dice- pero yo tengo este carro para encerrarlo. Y mi ha dicho que tiene una fuerza enorme. Yo quiero ver si este carro es bueno, competente, firme para encerrarlo. Y usté lo puede probar -que le dice- usté como es un hombre tan grande y fuerte...

-Sí, sí -que le dice.

-Entresé en el carro y yo le vuá cerrar la puerta... Haga mucha fuerza, grite, a ver si le resiste el carro a usté, al Chiquillo también le va resistir.

Bueno... Lo hace consentir.

El gigante se entró en el carro y cierra bien las puertas y le dice:

-¡Oh! ¡Así te quería pillar! Yo soy el Chiquillo. ¿No te dije que tal vez que si volviera por vos también?

¡Ay! Que había bramado el gigante allá y que gritaba:

-¡Qué bandido! ¡Que cómo mi has engañado!

Y lo lleva. Y allá que sale el Rey muy asustado cuando ha sentido estos gritos dentro 'el carro.

-¡Ay! -que dice.

-Bueno, bueno -que le dice el Chiquillo-. Si ahora, usté no me da su hija para casame, la más joven, lo voy a largar pa que los coma a todos.

-Que no, quesque por favor que no lo largués, le dice el Rey. ¡Que sí! ¡Que sí te voy a dar mi hija! Y te voy a dar todo lo que querás vos. No lo largués.

Y áhi si había muerto el gigante.

  —550→  

Habían teníu qui hacer fuego al carro y quemalo al gigante adentro, para que no salga a comerlos a todos. Porque le tenían muy mucho miedo. Y áhi se casó, y se quedó en lugar del Rey, dueño de todo el Chiquillo. Y se quedaron los hermanos pero no lo molestaron más.

María Adela Oviedo de Nieva, 68 años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.



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932. El Chiquillo

CATAMARCA

Éste era que había una vieja que le pedía a Dios que le diera un hijo. Y siempre le rogaba esta gracia.

Un día sintió la vieja que se le estaba hinchando un tobillo. Y esta hinchazón iba cada vez más grande, hasta qui un día se le abrió l'hinchazón y saltó un muchachito con sombrero. A los pocos días no más ya era como un grande y hablaba de todo. La acompañaba a la viejita y li ayudaba en todo.

Un día, le pidió a la viejita que le comprara dos cabritos. A un cabrito lo carnió y lo cuerió, y con el cuero hizo un lazo. Al otro cabrito lo amansó como caballo, para andar. Y andaba en el cabrito que era su caballito, que le servía para montar.

Un día le pidió la bendición a la madre, que era la viejita, y le pidió permiso pa salir a rodar tierra.

La viejita se puso a llorar muy triste, pero le dejó, al fin, salir a rodar tierra.

Se jue el muchachito y anduvo mucho. Andando y andando llegó a la casa de un hombre que era muy rico y le pidió que le diera trabajo. Al verlo, el hombre, le dijo que era muy chico y que no podía servir para nada. Entonce el   —552→   chico le dijo que lo ocupe siquiera para alcanzarle juego a los piones. Entonce el hombre rico decidió ocuparlo.

Un buen día, ningún pión pudo voltiar unos árboles muy grandes, y entonces el chico pidió el hacha y los derrumbó a los árboles en un momento. Los piones le empezaron a tener envidia, y le dijieron al patrón que lo mande para el cerco en donde estaba el toro astas de oro, que comía la gente, porque ya se vía que ese niño no era alma de esta vida. Y así lo hizo, para que lo coma al chico el toro.

El niño jue ande 'taba el toro. Tenía que silbar tres veces para que aparezca el toro. El chico silbó tres veces. Entonce vino el toro de astas di oro y al verlo al chico se enfureció. El chico si arrimó y lu enlazó con el lazo de cabrito. Y el toro se quedó como amansao, y el chico lo llevó a la casa de la madre.

Cuando lo vio llegar al chico con el toro asta de oro, la viejita si asustó mucho. El chico lo voltió al toro, lo carnió y le cortó las astas di oro. Y áhi le tiró las astas a la viejita pa que le sirvan de taza. Y así ha tenío la viejita dos tazas di oro.

Ya se le cumplió el plazo que tenía que irse para el otro mundo porque era un ángel, y le dijo a la madre que se iba a trabajar. La madre no quería que se vaya y lloraba sin consuelo, pero no podía quedarse. Pasaban tres pasajeros por frente de la casa y se acompañó con ellos que iban en busca de trabajo. Eran tres jóvenes y se jueron muy contentos con el Chiquillo. Ellos le empezaron a llamar así, Chiquillo.

Después de andar mucho, llegaron a la casa de una vieja que era bruja y que tenía la costumbre de comer a la gente que se alojaba en su casa. Llegaron y pidieron para apiarse allí. La vieja los recibió muy contenta y les dio alojamiento con mucho gusto.

En la noche, les puso cama a los tres jóvenes y les dijo que iban a dormir con las hijas de ella, porque tenía poca   —553→   comodidá. Al Chiquillo, como era chico, le dijo que podía acomodarse por áhi en su apero256.

El Chiquillo se quedó en la cocina, a la orilla del juego y los jóvenes y las hijas de la vieja se jueron a dormir. Cuando se durmieron, jue la vieja despacito y les puso unos bonetes blancos a los jóvenes pa degollarlos. El Chiquillo, como era ángel, conocía las intenciones de la vieja.

Al rato, le dijo a la vieja que se iba a ir a acostar, y que le preste un poncho257 porque tenía frío y un peine, pa peinarse. La vieja no lu atendía, pero después de fregonarla258 un rato se lo dio.

El Chiquillo tendió su aperito y si acostó, pero no se durmió. En cuanto se durmió la vieja, el Chiquillo se levantó despacito, les sacó los bonetes a los jóvenes y se los puso a las niñas.

A la media noche se levantó la vieja y jue y tocó a los que tenían bonete y crendo que eran los paleros, las degolló a las hijas.

Al rato el Chiquillo jue, los despertó, les contó lo que pasaba, y entonce ensillaron y salieron rápido.

Al día siguiente la vieja se levantó muy tempranito y se jue a decir a las hijas que se levantaran a hacer hervir l'agua para cocinar la carne humana que tenían para hacer un banquete. Las llamó varias veces, y viendo que no contestaban y no se levantaban, se arrimó a verlas y las encontró degolladas. Entonces se puso furiosa y se dio cuenta que el Chiquillo era el que la había descubierto y había salvado a los viajeros.

  —554→  

La vieja ensilló una chancha que tenía, más ligera que el viento, y salió a perseguirlos a los jóvenes. Pronto no más ya los iba alcanzando. Y cuando lo iba pillando al Chiquillo, el Chiquillo le tiró el poncho y se formó un mar. Áhi se quedó la vieja, pero empezó a procurar pasar. Le costó pasar y en ese tiempo adelantaron camino los viajeros. Pero al rato ya los iba alcanzando otra vez. Entonces el Chiquillo le tiró el peine y se formó un pencal que le costó pasar, pero al fin pasó. Al rato ya los iba alcanzando otra vez. Entonce no tuvieron más tiempo que subirse en un árbol. Llega la vieja y no podía verlos. Por fin los devisa y empieza a husmear el aire. Y empieza a decir.

-¡Pus, pus, olor a carne humana!

Y entonce la vieja se había puesto abajo del árbol y había abierto un bolsón, y decía:

-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!

-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!

Y uno de los pasajeros miró para abajo y cayó adentro de la bolsa. El Chiquillo les había dicha que no miraran para abajo, pero no pudieron resistir. Entonce la vieja vuelve a decir:

-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!

-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!

El Chiquillo les dice que no miren, pero otro miró y cayó adentro de la bolsa.

Y vuelve a decir la vieja:

-¡Tuquí, tuquí,
caete aquí!

  —555→  

Miró el último y cayó también adentro de la bolsa.

Entonce se bajó el Chiquillo, le quitó la bolsa a la vieja, los sacó a los compañeros y la metió a la vieja en la bolsa. Ya agarró a la bolsa y la puso encima de la chancha. La cosió y la largó a la chancha. Salió disparando la chancha con la vieja bruja encerrada en la bolsa.

Después de salvar a los pasajeros, el Chiquillo se hizo una palomita y se voló pal cielo.


Entré por un zapato roto,
y que usté cuente otro.



Celia Arévalo, 18 años. Guayamba. El Alto. Catamarca, 1951.



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933. El Chiquillo

CATAMARCA

Dice que había un señor que tenía tres hijos. El mayor, el menor y el Chiquillo, juguetón, inquieto. Los dos mayores, dice, de ver la pobreza en que vivían salen a rodar tierra. Y el Chiquillo dice.

-Llevemén. Yo les voy a servir, dice. Lo que ustedes quieran voy hacer, dice. Llevemén.

-¡No! ¡Cómo te vamos a llevar! Que va a ser para estorbo, en fin.

No lu habían querido llevar. Si habían ido.

Esa noche si había disparau el Chiquillo y se les había echau por atrás.

Habían ido lejos, dice, los hombres y ya lu habían visto al Chiquillo, al otro día. Había caminau toda esa noche y al otro día los había alcanzáu. Lu habían castigado pero ya no había cómo volverlo.

Habían llegado, dice, a una casa grande. Salió una señora con tres chicas hermosas, a cual más linda. Les habían dado de comer, arroz blanco, dice. Y después, que les dice la señora:

-Acá es costumbre que cada uno de los jóvenes tiene que dormir con mis hijas.

  —557→  

Los había hecho acostar, al mayor con la hija mayor, al menor con la menor y al Chiquillo, con la shulca.

Más tarde, cuando si habían dormido los hermanos, había ido la vieja y les había colocado un gorro di oro a cada una de las niñas.

Si había levantau el Chiquillo, les había sacau el gorro a las niñas, si había puesto él uno y les había puesto a los hermanos los otros.

Más tarde es que había venido la vieja, los cazó del jopo y les metió ¡taj! con un machete a los que no tenían gorro. La había decapitado a las tres hijas, crendo que eran los jóvenes.

El Chiquillo, ¡chis! ¡chis! que les dice:

-Levanten, dice, ve, la vieja las ha degollado a las chicas creyendo que somos nosotros. ¡Disparen!

Se levantaron con cuidadito y si habían disparáu.

Dice que había un río que era límite, para el otro lado los dominios de un rey católico y para acá los dominios que había establecido la vieja bruja. Cuando iban llegando que dice:

-¡Apuremos!, ya viene la vieja bruja -que dice el Chiquillo; y es que la vieja, cuando si había recordado, había visto las hijas degolladas y que dice:

-¡Ah!, ¡Chiquillo pícaro!, esto es culpa de él.

Había tenido un chancho, dice, lu había sacado de la pesebrera, había subido en el chancho, y agarró una espada grandísima y los siguió.

-Ya viene la vieja, corramos -dice el Chiquillo.

Habían corrido, si han metido al agua y han pasado, han pasado el río.

-¡Ah, Chiquillo! -que dice-. Si volverás.

  —558→  

-Tal vez que sí,
tal vez que no,
tal vez por vos.

Si habían ido. Y ha vuelto la vieja, llorando, muy triste. Había quedado, dice, sin hijas, pero para no desperdiciarlas, dice, las había hecho hervir. Tenía fiambre para rato, como bruja.

Siguieron y llegaron al palacio de un rey y pidieron trabajo. Les dieron trabajo y al Chiquillo lo pusieron a cuidar los gansos.

El Rey tenía una hija y la Princesa se empeñó en hablar con el Chiquillo que era muy lindo y educado.

Y bueno, en eso, ya la niña si había enamorado del Chiquillo y él de ella. Pero como no correspondía un noviazgo entre un cuidador de gansos y una princesa, los vigilaban. Ya la niña pasiaba casi todos los días por áhi. Conversaba con el Chiquillo.

Ya los hermanos del Chiquillo, celosos, que le dicen al Rey que el Chiquillo ha dicho y si ha dejado decir, que era capaz de ir y robarle la colcha campanillas di oro de la vieja bruja.

Lo llama el Rey, y se lo dice.

-No, nunca hi dicho -le dice el Chiquillo.

-Diga o no diga, dice, palabra de Rey no puede faltar.

Si había ido el Chiquillo muy triste. Si había sentau a llorar en la orilla del río. En eso dice que había veníu, dice, una viejita, dice, vestida de luto.

-¿Porque lloras, hijito?

-Vea lo que me pasa -dice-. Que mis hermanos li han dicho al Rey esto y esti otro. ¡Y qué lo voy hacer!

-Ve -que le dice-, yo te voy a enseñar cómo vas hacer. Tomá -que le dice. Le había dado un pedazo de pan y unas   —559→   galletas riquísimas y una botella de vino dulce-. Ve, la vieja tiene un loro adivino. Vos vas a ir... -y li ha dado todas las instrucciones cómo iba hacer.

Si había ido el Chiquillo. Había entrado.

-¡Ve! -que dice el loro-, ¡el Chiquillo!

Ya corta el Chiquillo el pan. Había echau el vino y había sopau el pon y las galletitas. Li hacía señas:

-¡Tomá!

-¿Qué es?

-Son galletitas dulces sopadas en vino dulce, probá.

Le saca un poquito di azúcar y li había echau en el vino.

-Vengo a robarle la colcha de campanillas di oro a la vieja.

-Yo le guá avisar a la vieja -dice.

-No, si li avisás a la vieja, me va a matar. ¿Y qué vas a remediar vos?

-Pero, sinó me va matar a mí la vieja, lo mismo.

Lu había hecho machar al loro y si había callau.

-Bueno, entrá.

Había entrau el Chiquillo. Dice que la vieja tenía un gato muy juguetón. Le gustaba ir a jugar con las campanillas di oro de la colcha.

Dice el loro:

-Ve, en aquella pieza hay una bolsa con lana. Andá sacala a la bolsa y metela por la cabecera o por los pies de la cama, bajo la cama, y empezá a sacar lana y envolveles los badajitos. La vieja tiene un gato, va crer que el gato 'tá jugando.

Li había envuelto los badajitos y li había dejado uno que sonaba.

  —560→  

-¡Mishi! -que dice la vieja y lo corre al gato-. ¡Pero no me va dejar dormir este mischi, caramba!

Y entre todos los badajos li había dejado unito, ¿no? Y cada momento lu hacía sonar, y cada momento lu hacía sonar al badajo.

-¡Ay!, ¡esti animal! -dice- no me va dejar dormir -y ha sacau la colcha y la había tirau allí lejos, la vieja.

Lo que esperaba el Chiquillo, dice. Había salido con cuidadito, li había envuelto la lana al último badajito, la había sacau a la colcha y había salíu disparando. Dice:

-¡Chau!, Mamerto -al loro.

-Dispará porque ya le guá avisar a la vieja.

'Taba medio machau el loro, dice. Pegaba unos gritos. Lu había dejau que se retire un poco el Chiquillo, y dice:

-Pij...259 dice. ¡Vieja! ¡Vieja loca, dormilona! ¡El Chiquillo lleva la colcha de campanillas di oro! ¡Y vos durmiendo! Ya 'toy ronco tanto gritarte.

Y ha salíu, dice, la vieja como bala. Había sacau un chancho, y si había subíu.

Dice que el Chiquillo si ha apurao y antes que lu alcance si ha metíu en el río.

-¡Ah, Chiquillo! -que dice-. Mi has hecho matar mis tres hijas y ahora me llevás la colcha campanillas di oro. ¿Si volverás?

-Tal vez que sí,
tal vez que no,
tal vez por vos.

Si había ido...

  —561→  

Había desenvuelto los badajos y li había dado la colcha al Rey. La había hecho extender el Rey. Que se acostaba y se daba vueltas. ¡Tilín!, ¡Tilín!, sonaban las campanillas. Chocho el Rey ya no se quería levantar de la cama.

Había pasado poco tiempo; los hermanos, más celosos por el favor de la Princesa y del Rey hacia el Chiquillo, porque lu habían trasladado para director de los cuidadores de gansos. Ya tenía puesto directivo. Ya le dicen al Rey qui había dicho el Chiquillo que era capaz de ir y robarle el loro adivino a la vieja bruja.

-Que nu hi dicho -dice.

-Que diga u no diga, palabra de Rey no puede faltar.

Si había ido...

Lo mismo había venido la señora, y dice:

-Andá, llevale mucho pan, mucha azúcar y mucho vino al loro. Hacelo machar y convencelo.

Bué...

El loro:

-¿Qué es lo que quiere decir eso, Chiquillo?

Ve, un atau así de cosas li había llevau.

-¡Tomá!

Que le daba galletas con azúcar y vino. Y meta vino y galletitas y pan, y todos los manjares para un loro.

-Vamos, hombre, qui aquí la vieja ni de comer te da. Ve las mazorca de maíz duro que te da. Allá en el palacio vas estar como un rey. Allá vas a comer galletas finas, vas a tomar vino, vas a vivir bien, y al fin vas a botar esas lagañas, esas plumas fieras que tenís. Allá vas a remozar, hombre. Que esta vieja ni de comer te da, ¡esta pícara!

-Y cierto es -dice-. ¿Pero, no nos alcanzará?

-No -dice-, no nos hái di alcanzar.

  —562→  

-Bueno, vamos -que dice-. Pero yo le tengo que gritar a la vieja y avisarle porque ese es mi deber, mi juramento.

Han ido un trecho y ya ha gritado el loro:

-¡Vieja!... ¡El Chiquillo me lleva! ¡Ya mi has de favorecer!

Ya había ensillau la vieja el chancho.

Y dice que ya el Chiquillo había disparau más juerte.

-¡Vieja! ¡Favoreceme! El Chiquillo me lleva.

La vieja había llegau al río y ya no podía seguir. El Chiquillo había entrau al río, y le dice la vieja:

-¡Ah!, Chiquillo, mi has hecho matar mis tres hijas, mi has robau la colcha campanillas di oro y me llevás el loro adivino. ¿Si volverás?

-Tal vez que sí,
tal vez que no,
tal vez por vos.

Habían llegau al palacio, dice, y el Rey admirado con el loro porque adivinaba todo.

A los pocos días, ya los hermanos, que dicen que el Chiquillo había dicho que era capaz de llevarla a la vieja bruja para que salven toda esa comarca, dice, rica, a favor del Rey.

-Que nu hi dicho.

-Que diga o no diga, palabra de Rey no puede faltar.

Lu había mandau.

Si había ido y si había sentau a llorar.

Había veníu, dice, la mujer ésta, que siempre le salía, la viuda, tapada con un manto, y que dice:

-Ve, esta vieja cuando joven ha teníu un hermano, que casi lu ha muerto a pesadumbre. Y era carpintero. Y si ha   —563→   ido hace más de veinte años y nu ha vuelto, dice. Vení, yo te guá pintar y vos te vas a ir con estas herramientas de carpintería y vas a llegar a la casa.

Li había dado las instrucciones cómo iba hacer.

Si había ido el Chiquillo, de barbita, patilla, un hombre como de sesenta años.

Había llegado y ha salido la vieja ya...

Claro, la mujer ésta li había explicado cómo iba hacer.

Había ido él con las maletas de las herramientas y todo...

-¡Oh!, ¡hermana! -que le dice- ¿ti acordás de mí? Yo soy José, tu hermano, que vive -que le dice.

-¡Hermano querido! -que le dice-. ¡Tantos años! Si habré sufrido -dice-, lo que te boté de la casa. Si habré llorado añorando que vuelvas algún día para que me perdonés.

Si había hincado la vieja.

-Sí, te perdono todo el mal que mi has hecho. Yo ya me he jubilado -dice-. Ya me he retirado en una ciudá muy lejana -dice-. He sido carpintero. Y vengo -dice-, a pasar los últimos días con vos. Y vengo porque quiero hacerte un cajón digno de vos, para que tengás el descanso eterno.

-¡Ay!, ¡hermano! -dice-. Voy a ir a preparar una comidita.

Él, mientras tanto, había pasado. Había voltiado un árbol, había hecho las tablas y había empezado a fabricar el cajón. Mientras tantos los tornillos los había asegurado bien asegurados. Era una madera gruesa.

-¡Ya 'tá! -que le dice al otro día-. Vení, medite, hermana. A ver si vas a poder descansar tranquila.

Había entrau la vieja.

-A ver si no te aprieta la tapa -le dice.

  —564→  

Y li había empezau a ceñir unos tornillos. Cuando ya le faltaba poco, ya li había ceñíu con fuerza.

-Ahora ¡sonó!, ¡vieja pícara!

-¡Aj!... -que gritaba la vieja.

La había llevau, dice, al hombro. Que gritaba la vieja. Había llegau al palacio y todos gritaban:

-¡Ya la trae a la bruja, el Chiquillo!...

Habían hecho una pila de leña y la habían quemau en plaza pública y habían tirado las cenizas al viento.

Y entonces que le dice esta mujer al Chiquillo:

-Ve -que le dice-, yo soy -dice-, la Virgen, que te he querido ayudar. Y tus hermanos te van a fundir. Decile al Rey que ellos han dicho que son capaces de meterse en un horno ardiendo, y así vas a terminar vos con tus sufrimientos y te vas a casar con la hija del Rey.

Dicho y hecho. Li había dicho al Rey. Los ha llamado a los hombres, y han dicho que ¡no!, que nu han dicho nunca.

-Diga o no diga, palabra de Rey no puede faltar -dice.

Los han hecho meterse en el horno. De más está decir que habían quedau cenizas.

El Chiquillo si había casado con la Princesa y había quedau a vivir feliz en el palacio de la bruja.

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.

Excelente narrador.



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934. El Chiquillo

LA RIOJA

Ésta que era una señora que tenía tres hijos.

El más grande pidió la bendición y se fue a rodar tierra, como ser hoy día, salió de mañana.

El del medio también pidió la bendición y se jue el mismo día después de doce.

El más chico, que le llamaban el Chiquillo, le pidió permiso a la madre. Ella no le quería dar porque era muy chico. Al fin le dio y salió al otro día, también a rodar tierra.

El chico iba prevenido de bastimentos pal viaje. Los otros no llevaban nada.

Los grandes no lo querían al chico, que, era el más güeno y le tenían envidia.

El chico ha llegado adonde 'tán los hermanos. En el momento que los alcanzó a los hermanos, le pegaron una zumba de palos al chico y lo han mandado que se vuelva a la casa. Y le han quitado todo lo que llevaba.

Se quedó el chico llorando. En la tarde siguió el camino. Al día siguiente los alcanzó otra vez. Y el hermano mayor le pegó un palo y lo dejó muerto.

  —566→  

Cuando volvió a ser el primitivo, columbró que unos animales que se llamaban caraguayes260 cortaban con los dientes unos bichitos y le ponían en la nariz. Claro, él se fijó con mucha atención por un bajo, y cuando echaron de ver que estaba vivo se retiraban. Él se levantó y siguió el camino tras de los hermanos.

Los alcanzó a los hermanos llegando a un palacio de una vieja bruja y lo dejaron que fuera con ellos. La bruja aquélla, cuando llegaron, tuvo un gran gusto porque ella se mantenía con carne humana.

Cuando llegaron, la bruja los acarició261 a los hermanos mayores. El más chico no quiso comer nada.

Y en la tarde, la bruja se jue a la cocina a conversar con la negra que tenía. Y el chiquillo les estaba oyendo todo lo que conversaba, y lo que decía la bruja:

-¡Ah, hija, qué pichón se vamos a comer! Ya 'tá todo arreglado para ponerles señas y matar a los tres.

Él se retiró oyendo todo.

La vieja bruja tenía tres hijas.

En la noche les hizo las camas para los tres con las tres niñas. A los jóvenes les puso gorras de papel y a las niñas gorras di oro.

Muy bien. El Chiquillo no dormía. En cuanto se durmieron les cambió las gorras. A las niñas les puso las de papel, y a los jóvenes las di oro.

Cuando la bruja vio que 'taban bien dormidos, se levantó y los mató, pero en lugar de matar los jóvenes, mató las hijas.

  —567→  

El Chiquillo era muy ardiloso262. En el momento que sintió que la vieja 'taba durmiendo, recogió los gorros y se los metió al seno. Recordó los hermanos para tomar viaje y les dijo que la vieja bruja había muerto las hijas por matarlos a ellos.

La vieja bruja, esa noche, les había dicho cuál era el camino que tenían que tomar pa ir a la ciudá del Rey.

Estos tomaron por ese camino y jueron a dar a un río que tenían que pasar en balsa.

El Chiquillo, tenía con qué pagar y los otros no conocían ni medio. Allí pagó el Chiquillo por los tres y pasaron. Cuando acababan de pasar, oyeron la voz de la vieja bruja que los gritaba.

La vieja bruja tenía un loro adivino. Y el loro adivino ya si había enronquecido gritando a la vieja y diciendolé que el Chiquillo le había hecho matar las hijas y que ahora se disparaban. 'Taba redormida, pero al fin se recordó y salió disparando, a ver si los alcanzaba.

Y al llegar allí, a la orilla del río, los vio que habían pasado y gritó:

-¡Ah, pícaro Chiquillo! Mi hicistes matar mis hijas y me llevás mis tres gorras di oro. ¿Si volverís?

-Tal vez que sí, tal vez que no,
tal vez que vuelva también por vos.

Tomaron los tres el camino y se fueron a la ciudá del Rey. En el camino, el mayor lo tuvo por matar otra vez al Chiquillo, por las gorras di oro, y el del medio no lo dejó.

Y hallaron allá al Rey. Y los conchabó para que trabajen en la finca a los mayores, y al Chiquillo para que cuide gallinas, pavos y gansos, y cuantas aves tenía.

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Un día, el Chiquillo, halló un pedazo de peine, porque no lo tenía. Se peinó bien, se lavó y se puso la gorra di oro, y se subió en un palo y se puso a cantar.

Lo vido la negra que la atendía a la Princesa, y va, le cuenta a la Princesa. Y le dice la Princesa:

-Andá, y dile al Chiquillo que me venda la gorra di oro.

Y que la negra le dijo al Chiquillo.

Y el Chiquillo le contestó:

-Andá y dile a tu señorita que la gorra no la vendo por ninguna plata, que la tengo para formar un compromiso.

Y se jue la negra y le avisó a la señorita, y le dice que lo llame a ver qué compromiso quería. Y entós le dijo el Chiquillo que él necesitaba de formar tarde o temprano un hogar, y que quería ser casado.

-¡Ah! -le dijo la Princesa-, esto habrá que pensarlo. Pero si gustas, dejame la gorra.

El Chiquillo se la dejó. A los tres días formó otro argumento con la otra gorra. Y la negra lo vido que andaba con la gorra y le avisó a la señorita. Y la señorita la mandó que lo llame. Y el Chiquillo fue ande ella estaba. Y le dijo la señorita, qué es lo que quería con tanta gorra. Y el Chiquillo le dijo que lo que tenía pensado no lo escusaba.

-Bueno -le dijo la Princesa-, estoy en veremos, pero en seguida te daré el contesto.

Muy bien. A los tres días después, hizo la misma cosa con la última gorra, que era la mejor. Y lo vido la negra y le dijo a la Princesa, y lo hizo llamar ella.

Bué... Llegó allá el Chiquillo.

-¿Me das la gorra? -le dice la Princesa.

-Se la doy si me da el contesto que lo tiene para pensar.

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-Muy bien -le dijo la Princesa-. Seré casada con voz y de hoy en el día, yo te salvaré en todo, porque vas a tener que pasar muchas penurias.

Los hermanos 'taban siempre envidiosos, y el hermano mayor, a los cinco días, va y le dice al Rey que el Chiquillo se había dejado decir que él era capaz de robarle la borrega de lana di oro de la vieja bruja. Lo llamó el Rey y le dijo:

-Vos, ¿que ti has dejado decir que sos capaz de robarle a la vieja bruja la borrega de lanas di oro?

-No lu hi dicho -dice el Chiquillo.

-Lu haigás dicho u no lu haigás dicho, vos me tráis la borrega de lana di oro, si no la tráis te corto la cabeza.

Salió el Chiquillo llorando y se jue ande 'taba la Princesa, y le contó lo que le pasaba.

Entós le dice:

-¡Cómo! ¿Un hombre tan lindo como vos llorando por tan poca cosa? Aprontate, y yo te daré un buen vino para el loro adivino, que tiene la vieja bruja. Hacelo amigo y dale vino pa que no te acuse.

Y la Princesa sacó un sombrero, y se lo pone en la cabeza, y le pregunta al Chiquillo si la vía, y le dijo él que no. Era un sombrero que hacía invisible. Y le dice:

-Cuando te pongás este sombrero, serás honesto, no andarás en nada fuera de tu trabajo, para que no pierda la virtú y no te vea la vieja bruja. Llevate esa piola para que le pongás a la borrega.

Salió de viaje y llegó a la casa de lia vieja bruja. Con el sombrero nadie lo vía. El loro, como era adivino, sabía que 'taba áhi. Y le ofreció vino. Y él le dice:

-Ya le voy a gritar a la vieja bruja que 'tás acá.

-Tomá vino y callate -le dice al loro.

  —570→  

Lo probó al vino el loro y le dice:

-¡Qué rico! ¡Dame más! ¡Dame el jarro lleno!

Lo halló tan rico que se acabó el jarro de vino el loro.

-¿Ande 'tá la borrega? -le pregunta el Chiquillo.

Y el loro le dijo ande 'taba y a la hora que tenía que sacarla para que la vieja no la vea.

-Ponele la piola a la cordera y tirá, que ella irá a la par tuya. Y siempre que vengás, le gritás a la vieja bruja después que estés al otro lado del río, porque ella no puede pasar el agua.

Y el Chiquillo la sacó a la cordera y disparó. Cuando ya había pasado el río en la balsa, llega la vieja bruja y le dice:

-¡Ah, Chiquillo pícaro!, me hicistes matar mis hijas, me llevastes mis tres gorras di oro y me llevás mi borrega lana di oro. ¿Si volverís?

Y él le dice:

-Tal vez que sí, tal vez que no,
tal vez que vuelva también por vos.

El Chiquillo se fue a la ciudá y entregó al Rey la cordera de lanas di oro. Y fue recompensado con dos cargas de plata. Y le dio para que esté, un cuarto con toda comodidá.

Y él pasó ande 'taba la Princesa. Y ella le dice:

-¿Has visto lo que es ser hombre? Ya te harís hombre a juerza de mí.

En seguida, como a los cinco días, lo volvió a malquistar el hermano. Le dijo al Rey que el Chiquillo si había dejado decir que era capaz de tráir la colcha de campanitas di oro que tenía la vieja bruja.

Y el Rey lo llamó, y le dijo que él si había dejado decir que era capaz de tráir la colcha campanitas di oro que tenía   —571→   la vieja bruja, y que juera u no así, le cortaba la cabeza si no la tráiba. Y él no le dijo nada al Rey.

Consultó con la niña y se aprontó con todas las cosas necesarias para el loro adivino.

Y se jue. Pasó el río en la balsa, el sol dentró, y llegó en la noche a la casa de la vieja bruja. Le llevaba vino y pan dulce al loro. Y el loro le preguntó:

-¿Me trais vino?

-Vino y pan dulce -le dice-. Vengo a llevar la colcha de campanitas di oro.

Y el loro le dice:

-Pero qué antojos tiene el Rey. Cómo haremos para sacar la colcha de campanitas di oro. Hay qui hacer un buen trabajito. Ponete el sombrero. Yo le voy a gritar a la vieja que aquí andás. Y áhi le ponés el pie cuando pase pa que se caiga y vos corrís a sacar la colcha, mientras ella busca por acá.

La vieja, tanto buscar por todos lados se cansó y se jue a la cama, y se durmió como muerta.

El Chiquillo puso la colcha en un pañuelo y disparó.

-Se vamos, se salimos -dijo, y se jue.

El loro se chupó y se durmió también. Y cuando vino el día comenzó a gritar:

-¡Vieja! ¡Vieja! El Chiquillo ti la llevau la colcha de campanitas di oro.

Se levantó como loca, la vieja, y tomó pal lau del río, y áhi le grita al Chiquillo:

-¡Ah!, ¡Chiquillo pícaro, mi has hecho matar mis hijas, mi has robau las tres gorras di oro, mi has llevau la cordera de lanas di oro y ahora me llevás la colcha de campanitas di oro! ¿Si volverís?

  —572→  

-Tal vez que sí, tal vez que no,
tal vez que vuelva para llevarte a vos.

Y el Chiquillo jue y le entregó al Rey la colcha campanitas di oro, y el Rey lo recompensó con dos cargas más de plata.

Y se jue, inmediatamente a ver a la Princesa y ella le dice que vea que cada vez se porta más como un hombre valiente. Que así tiene que ser.

A los pocos días el hermano le dice al Rey que el Chiquillo si ha dejado decir que es capaz de trair el caballo de siete colores que tiene la vieja bruja. Y lo llamó el Rey y le dice:

-¿Vos ti has dejau decir que sos capaz de trair el caballo de siete colores que tiene la vieja bruja?

-Yo no lu hi dicho porque el caballo de siete colores 'tá bajo siete llaves.

-Pensalo vos, y decime en seguida porque si no lo trais te corto la cabeza.

Se vido con la niña y le contó lo que le pasaba. Y la niña le dijo que le pida al Rey que li haga hacer siete llaves máistras, y se vaya. Así lu hizo el Chiquillo.

Llegó a la casa de la vieja bruja y lu habló al loro y le dio vino y pan dulce. Y ya le dijo el secreto di ande 'taba el caballo de siete colores y que tenía que abrir cada puerta con una llave sin equivocarse. Y le dijo:

-Subilo despacio, no lo apurís, porque cada tranco es de una legua. Que vaya al tranco, y lu hacís pasar el río en la balsa.

Y el Chiquillo hizo todas las cosas con mucho cuidado. Y abrió las siete puertas, y subió en el caballo y salió al tranco. Al poco rato 'tuvo en la orilla del río y lo pasó al caballo en la balsa. Áhi la esperó a la vieja bruja.

  —573→  

A la madrugada el loro empezó a gritar y a decirle a la vieja bruja que el Chiquillo le ha llevado el caballo de siete colores. Y salió como loca, la bruja y plegó a la orilla, y le dice:

-¡Ay, Chiquillo pícaro, que mi has hecho matar mis hijas, mi has robado mis tres gorras di oro, mi has llevado la cordera de lanas di oro, la colcha ele campanitas di oro y ahora me llevás el caballo de siete colores! ¿Si volverís?

Y él le dice:

-Tal vez que sí, tal vez que no,
tal vez que vuelva para llevarte a vos.

El Chiquillo le llevó al Rey el caballo de siete colores y el Rey lo recompensó con cinco cargas de plata.

Se jue a ver a la niña y los dos se pusieron muy contentos de que el Chiquillo pudo salvar la vida, otra vez.

Cuando volvió, ya el hermano lo haba malquistado. Y li había dicho al Rey que el Chiquillo se había dejado decir que era capaz de trair el loro adivino de la vieja bruja.

Y lo llamó el Rey y le dijo:

-Hombre, ¿qué ti hais dejau decir que sos capaz de trair el loro adivino de la vieja bruja?

-No, no lu hi dicho, pero si puedo lo traigo -le contestó.

El Chiquillo jue ande 'taba la niña, aprontó lo necesario, y agarró y se jue.

Como llegó ande 'taba el loro, le dio el pan dulce y el vino, y le dijo que lo venía a llevar a él. Entonce le dijo el loro:

-Agora te va a pillar la vieja bruja, pero no tengás miedo. Yo le tengo que decir que estás. Te va amarrar en un palo y la va a dejar a la negra sirvienta que tiene, que te mate. Y la negra se va a poner a hachar leña. No tiene cuasi   —574→   juerza. Y vos decile que te desate una mano para ayudarle a hachar. Ella te va a desatar, y como el palo es tuerto, vos hachalo y hacelo que salte pal lau 'e la negra, y así la vas a matar. Te desatás y me llevás a mí.

Y así pasó todo como le dijo el loro. Y el Chiquillo, cuando mató a la negra, agarró al loro adivino y se disparó. La esperó a la bruja del otro lado del río.

Cuando volvió la vieja bruja para comer al Chiquillo, se dio cuenta lo que había pasado y corrió al río. Y áhi le dijo al Chiquillo:

-¡Ay! ¡Chiquillo pícaro, mi has hecho matar mis hijas, mi has robado mis gorras di oro, mi has llevado la cordera de lanas di oro, la colcha de campanitas di oro, el caballo de siete colores, y ahora me llevás el loro adivino! ¿Si volverís? Él le dice:

-Tal vez que sí, tal vez que no,
tal vez que vuelva para llevarte a vos.

Le lleva el loro adivino al Rey, y el Rey como ya no halla qué darle, le promete la mano de la Princesa. El Chiquillo loco de contento la va a ver a la niña y le cuenta todo.

A los pocos días lo vuelve a malquistar el hermano al Chiquillo, y le dice que se ha dejado decir que es capaz de trair a la bruja.

El Rey lo llama y le dice, que haiga dicho u no haiga dicho, tiene que trair la vieja bruja en el plazo de seis días.

Se va ande 'tá la niña y ella le dice que le pida al Rey que le haga dos cajas grandes, que se abran con llave y se cierren de un golpe. Y le dice que las tiene que llevar en un carro, y que él se pinte de negro, como que las anda vendiendo, y que le diga que lo manda el compadre. La vieja tenía un compadre negro que quería mucho.

Y va y llega el Chiquillo con el carro y las dos cajas a la casa de la vieja, bien pintado de negro.

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-¡Güen día, mama vieja! Aquí me manda su compadre pa que compre estas cajas. Él ya compró dos. Y si no tiene plata se las puedo fiar.

La vieja se puso muy contenta de ver estas cajas tan lindas y tan grandes.

-¡Y puede caber una persona! -dice.

Y áhi se acomodó, y el Chiquillo le largó la tapa y la dejó encerrada, y la llevó.

Y la llevó al Rey. A la bruja la quemaron con caja y todo y se libró todo el mundo de esta bruja que era muy mala.

Y a los ocho días se casó el Chiquillo con la Princesa y el Rey lo coronó de Rey.

Y el Rey hizo trair ocho potras y los hizo atar a los hermanos malos, que los despedacen los potros.

Y ahí quedó el Chiquillo y la Princesa contentos y ricos por donde los busquen.

Lázaro Alvarado, 86 años. Vinchina. La Rioja, 1951.

Muy buen narrador.