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ArribaAbajoPiel de oso. El trato con el diablo

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Cuentos del 953 al 954


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953. El trato con el mandinga

LA RIOJA

En un pueblo vivían dos hermanos, el mayor casado y el otro soltero.

El casado se encontraba en buena posición y era feliz con su familia; en cambio el soltero no conseguía trabajo y estaba pobre.

Cansado de su mala suerte, sale en busca del mandinga para que lo ayude, porque según le habían dicho era muy buen amigo.

Llega a un bosque y se encuentra con un hombre que vestía de color verde. Conversan y el joven le cuenta que ha salido en busca del diablo para que lo ayude. El otro le dice que él es, y qué desea. Le da a conocer su situación y el mandinga le promete ayudarle durante siete años, pero con la condición de que en este término no tenía que lavarse, peinarse, bañanarse, cortarse las uñas y el pelo, ni cambiarse el traje de color verde que le da él. Pero en cambio, cada vez que meta la mano al bolsillo sacará dinero. Si vive después de los siete años, el alma será de Dios, pero si muere antes, el alma será de él.

Se despiden y el joven que piensa aprovechar bien la ayuda, compra casas, fincas, animales, coches, pero a medida   —662→   que pasan los años se encuentra más solo, porque todos huyen al verlo.

Cuando cumple seis años, cierto día llega a un pueblo. Sentía mucho hambre, pues nadie quería darle de comer. Se acerca a un anciano que estaba sentado en la vereda de su casa, tan triste y preocupado, que ni se dio cuenta cuando el joven llegó cerca de él.

Lo saluda y le pregunta qué le pasa, cuál era la causa de su tristeza. Y el viejito le cuenta que se encuentra muy pobre y endeudado, que ni la casa donde vivía era de él ya.

El joven le dice que no se aflija, que él lo ayudará, pero que en cambio vaya en busca de alimento porque perecía de hambre. El anciano muy contento acepta y el joven agradecido le da dinero suficiente para que pague las deudas y viva tranquilo muchos años más. El viejito agradecido le dice que él tiene tres hijas, que si quiere casarse, él le da la que le guste. Llama a las dos mayores, pero éstas le tienen asco y miedo y no quieren saber nada. Llama a la menor y el padre le da a conocer el favor tan grande que le ha prestado el forastero. La schulca por complacer al padre acepta.

El hombre saca un anillo, lo parte por la mitad, hace quedar una parte y la otra se la da a la niña. Promete volver al año y si no viene es porque ha muerto. Se despide y se va.

Pasa el año, las hijas mayores no dejan de divertirse, en cambio la menor no sale nunca y sigue esperando al novio.

El joven cumple los siete años y se va al bosque en busca del diablo. Le agradece, entrega el traje, le pide que le haga cortar el pelo, las uñas, que lo laven, bañen, y le coloquen nuevas prendas de vestir. Siente que lo arreglan, pero él no ve a nadie. Y una vez listo, sigue viaje en coche y acompañado de varios amigos se va a la casa de la novia. Llegan y se encuentran que están en baile, reconoce a las dos hijas mayores, pero a la menor no la ve por ningún lado.

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Entra al interior de la casa y encuentra a su novia cebando mate. Le pide agua y deja caer en el vaso la mitá del anillo. La niña al tirar el agua siente que algo cae, busca y levanta la mitá del anillo que unida a la que ella tiene se forma el anillo entero.

Avisa a su padre la llegada del novio y con gran alegría empiezan los preparativos para realizar la boda. Las hermanas mayores sienten envidia de la menor, al ver lo buen mozo y rico que es el novio y recién se arrepienten de no haberlo acetado.

La ceremonia se realiza y en la noche, cuando los novios se retiran a la pieza donde van a dormir, sienten que golpean. El joven pregunta quién es y le contesta el mandinga, que venía a felicitarlo y a avisarle que en lugar de un alma, la suya, llevaba dos, las de las dos cuñadas de él, que acababan de matarse, una ahogada y la otra ahorcada, por envidia.

Lorenza de Arce, 70 años. Catuna. General Ocampo. La Rioja, 1950.

Aprendió el cuento de viejos campesinos del lugar. Buena narradora.



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954. El soldado sonajera

SAN LUIS

Había en la campaña un matrimonio, y este matrimonio era muy unido. Después de algunos años tuvieron cuatro hijos, tres varones y una niña. Esta familia era muy querida en el lugar.

Con los años, los hijos ya eran grandes. El mayor tenía veinte años y el último catorce. Que se llevaban dos años entre ellos.

Bueno... Por casualidá viene una guerra, adonde tuvieron que llevar mucha gente. Entonce vienen a llevarle los hijos varones a esta familia, pero como el padre era un hombre tan güeno, consiguió entregar un solo hijo, el mayor. Quedaron los otros dos varones y la niña.

Durante el tiempo que duró la guerra, como doce años, el hijo que jue a la guerra no se comunicaba con los padres. Nada supieron de él, por nadie. Durante estos años, vino la mala suerte que falleció la madre, y después de tres años, que falleció el padre. Entonce los hermanos abrieron el juicio sucesorio, y se repartieron entre los tres, dandoló por muerto al hermano soldado. Algunos de ellos se casaron.

Como a los trece años lo dan de baja al soldado. Viniendo el hermano con el sobrenombre de Soldado Sonajera, que le habían puesto en el ejército, porque era un genio muy   —665→   alegre y muy güen soldado. Y le habían dado permiso como güeno y como güen tirador, y le habían regalado la ropa y el fusil. Entonce llegó a su casa. 'Taban los dos hermanos, y no lo quisieron reconocer. Y no le dieron nada de la herencia, siendo que se habían encontrado muy bien los padres. Al verse despreciado se jue para otros lugares. A los tiempos, andaba muy pobre, con la ropa de milico284 toda hecha pedazo, y siempre con su fusil al hombro.

Sucedió que una vez había caminado mucho, y muchos días, y no encontraba trabajo. Un buen día que sigue un camino atravesando una quebrada. Iba muy cansado, y había un montecito a la orilla del camino, y se abre, y dentra al monte285, y se pone a dormir la siesta en una sombra muy linda que había. Serían más u menos como las cuatro, cuando se siente removido por una persona. Se sienta al momento y que ve a un hombre muy bien vestido, de negro, y le dice:

-Yo soy el diablo. ¿Y qué hacés acá, Sonajera?

-Acá 'toy durmiendo -quesque le dice él.

-¿Me vendís tu alma? Si me la vendís, no estarás más con esas hilachas y muerto di hambre.

Entonce el soldado se queda pensando un momento, y le dice:

-No vendo mi alma, busco trabajo.

Entonce le contesta el diablo:

-No vas a encontrar ningún conchabo. 'Tán lejos los pueblos. Vamos a hacer un trato y te compro el alma. Entonce le dice el soldado:

-¿Cómo es el trato?

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-Ahora -le dice el diablo- te daré la plata que quedrás por tu alma, y tendrás tres años para que la difrutís. Y pasados los tres años vendré yo para llevarte.

Entonce el soldado que era muy vivo le contestó así:

-Si durante los tres años yo me muero, no me podrás llevar. Así que si vivo, yo me quedaré con mi alma y vos te quedarás con lo que me has dado.

-Bueno -le dice el diablo-, a ver, vos que sos tan güen tirador, mirá -le dice- a distancia de dos cuadras viene un oso, tirale. Vamos a ver si sabís tirar. A ver si lo matás.

El soldado levantó l'arma, apuntó y le hizo un disparo tan certero que lo dejó muerto.

-Bueno -le dice el diablo-, veo que sos un soldado de primera, y tirador. Lo mismo. Ahora vamos hasta donde 'tá el oso.

Ya llegaron a donde 'taba el animal muerto, y le dice el diablo:

-Sacale el cuero.

Ya el soldado en un momentito le saca el cuero, muy bien.

-Bueno -le dice el diablo- ya veo que sos muy enteramente guapo286. Cerramos el trato. Tomá -le dice- este saco. Tiene tres bolsillos. Uno tiene esterlinas di oro, otro, patacones de plata, y el otro, níquel. Vos sacás el dinero que necesitás y nunca se te va acabar... Ahora, no tendrás más casa ni más abrigo que este cuero di oso, que vas a llevar. No te podís cortar el pelo, las uñas, ni lavarte la cara.

Bueno... Una vez de cerrar el trato, desapareció el diablo y quedó el soldado con una bolsa repleta de dinero.   —667→   Siguió su viaje. Después de haber caminado un día entero, encontró una casa. Se allegó, pidió que comer. Estuvo dos días descansando áhi. Le ofertaron cama, y les dio las gracias, porque tenía el cuero para dormir muy tranquilo. Se retiró, y al retirarse, metió la mano al bolsillo y les dejó un puñado de esterlinas di oro y otro puñado de plata. Los dueños de casa, que eran gente del campo muy pobre, no hallaban con qué agradecerle aquel regalo que les había hecho este soldado. Así pasó el tiempo vagando por el mundo, más u menos como un año. Al principio, en las casas ande llegaba lo recibían muy bien porque él les hacía regalos. Pero después del año, mucha gente le disparaban porque se le había criado el pelo, tenía las uñas muy largas y andaba muy mugriento, así que empezó a sufrir un poco. Cuando llegaba a una casa, por áhi, la gente le disparaba y se escondían. Pero él, con buenas palabras les hablaba cariñosamente. Conseguía amansarlos y que lo recibieran. Él les decía que no le tuvieran miedo, que era un hombre güeno, y que si él andaba así, era una promesa que tenía que cumplir durante tres años, que la había hecho durante la guerra, que si había estado muy enfermo, a punto de morir, por una herida que había recibido. Y a medida que él les conversaba, la gente volvía, y lo recibían en la casa. Y él les volvía a hacer regalos de dinero. Y él les pedía que hicieran promesa de que durante esos años no se muriera él. Y durante esos tres años, como la gente de la campaña era tan güena y devota, pedían a Dios y a los santos de su devoción que no se muriera él.

Una vez andando él, lo agarró una gran lluvia, y un gran temporal. Y se allega a una casa que encontró, y pidió alojamiento. La casualidá que había sido un hotel. El hotelero no lo quería recibir al principio, al ver un hombre que parecía un animal. Y le dijeron todos los que habían ido al hotel, que si recibía a ese hombre se iban a mandar a mudar. Lo tomaron por un animal, que andaba huyendo de la autoridá. Entonce él habla con el hotelero y le dice:

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-Mire, señor, la tormenta; no hallo donde irme. Yo soy un hombre güeno. Si usté me ve con esta vestidura, es por una promesa que tengo. Yo le pagaré bien lo que usté cobre y daré muy güena propina.

A medida que iba conversando, el hotelero le tomó un poco de confianza y le dijo:

-Bueno, amigo, le daré permiso en un galponcito al lado de la cocina.

-Bueno, amigo, 'tá muy bien.

Le pusieron una mesita, y este soldado, que era bastante comilón, pidió que le trajieran un pavo que había visto en una fiambrera, y unas botellas de oporto.

El hotelero quedó suspenso por un momento. Lo miró de pie a cabeza, y al verle la facha que tenía, le dice:

-Amigo, ¿sabe usté lo que cuesta eso?

Entonce Sonajera, que era muy vivo, le dice:

-Amigo, sirva sin miedo que yo pago lo que cueste.

Y mete la mano al bolsillo, Sonajera, y saca un puñado de esterlinas y las pone sobre la mesa. Y le dice:

-Aquí tiene para que se pague, y si falta dinero me lo dice.

Al ver esto, el hotelero más pronto que corriendo le trajo el pavo y las botellas de licor, y lo comenzó a servir como si juese un rey.

Después que comió todo y tomó, le dijo al hotelero:

-Amigo, falta para darle el resto.

-No, no -le dice el hotelero-, me ha dado demasiado. Me parece un poco tarde, le voy a hacer la cama.

-No -le dice el soldado-, yo no acostumbro cama. Con este cuero que tengo, me basta.

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Tendió su cuero en un rincón del galpón y se acurrucó como si juera un perro, muy tranquilo.

El hotelero jue y contó cómo era este soldado, y todos le dijieron que era muy sospechoso y que había que ponerle centinela, esa noche, para que lo vigilara. El hotelero les dijo que se vía que era güeno, sinó que cumpla una promesa.

Sonajera, bien comido y bebido, durmió como un lirón. Al otro día, a primera hora, pide café, desayuno, y pregunta al hotelero qué se le debe. Entonce el hotelero dijo que ya 'taba pago, y muy agradecido de lo que le dio demás. Entonce el Soldado dio las gracias por todas las atenciones que había recibido, y mete la mano al bolsillo y saca un puñado de esterlinas y otro puñado de patacones de plata, y le dice:

-Esto es de propia para los empleados que usté tiene. Y le dijo que si algún día volvía por áhi, no le tuvieran miedo y le dieran hospitalidá. Y se despidió muy contento. El hotelero no hacía otra cosa que conversar de este soldado tan rico que nadie sabía de dónde había salido.

Sigue andando este soldado, de pueblo en pueblo. Ya había salvado dos años y medio, y no moría. Lo que sí, que él sufría al llegar a algunas casas, porque disparaban al verle la facha.

Una vez, andando, llega de casualidá, que también lo pilló un gran torbellino, y llegó a una fonda a pedir alojamiento. Se lo negaron al principio, pero él sacó un puñado de oro y le contó al dueño que anda así porque había hecho una promesa. Le dio permiso que se quedara. Comió, y cuando le quisieron hacer la cama, él dijo:

-No, con este cuero me basta.

Tendió su cuero en un rincón y se quedó dormido profundamente. Serían como las cuatro de la mañana, cuando   —670→   se descolgó un aguacero, un torbellino con rayos y centellas. Se despierta Sonajera, se sienta en el cuero y está mirando cómo se descargaba la tormenta, cuando siente entre la lluvia y el viento unos lamentos y como llantos. Se levanta, pone toda su atención, y descubre que al lado, de la pieza de la par, era diande salían los lamentos. Se arrima, pone el óido por una rajadura de la puerta y devisa un hombre vecino de la fonda, que era un gran estanciero, que él era el que se lamentaba. Gólpia la puerta. El hombre sale, y él le dice:

-Soy el Soldado Sonajera. Vengo a ver qué le pasa. A ver si soy útil para servirle en algo. No me tenga miedo. El hombre cuando lo vio pegó un grito, pero él le dice:

-No se asuste, soy hombre como usté, sinó que tengo una promesa de ir en esta forma. Soy un hombre de güen corazón, vengo a ayudarlo.

Entonce al estanciero se le pasó el miedo, y lo hace pasar para adentro. Le pone una sía 4, y se ponen los dos a conversar. Entonce' el Soldado le dice:

-Cuentemé porque está tan afligido.

Entonce el estanciero le dice que él es el más rico de ese lugar, y que por malos negocios había fundido todo lo que tenía. Y que había hecho una hipoteca, y que no tenía cómo pagar, y que esa mañana misma iba a venir el martillero, y le iba a rematar todo, y lo iba a hechar de su casa. Entonce Sonajera, con sonrisa, le dice que no se aflija por eso, y que cuánto era lo que necesitaba. El estanciero no le quería decir, como lo vía en esa facha, pensaba que era un infeliz. Sonajera se dio cuenta que el hombre le desconfiaba y le dice de nuevo:

-Diga amigo lo que precise, que yo se lo puedo facilitar.

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Y el estanciero le dice:

-Son muchos miles, amigo, lo que yo preciso.

-'Tá bien -dice Sonajera-, eso a mí no me asusta.

Y mete la mano al bolsillo y empieza a echar puñados de esterlinas arriba de la mesa. Formó un montón como si juera di oro, y le dice:

-Diga, amigo, si 'stá bien. Cuente, y diga si algo le falta.

El estanciero lo miraba con unos ojos tamaños, que no le cabían en el cuero, al ver salvados los bienes que le iban a rematar. Ya contó el dinero, y lo que acabó, se paró y le dio un abrazo el estanciero y le dice:

-Mi güen amigo, yo no tengo conque pagarle. Veo que es un hombre de gran corazón y se lo agradezco en nombre de Dios. Todo esto sobra de lo que yo tengo que pagar.

-Bueno, bueno -le dijo Sonajera-. Le hí hecho un bien, y en todas partes que ando, hago todo el bien que puedo. 'Taba tan contento el estanciero, que le dijo que lo quería llevar a su estancia y presentarle su familia.

-Si es de su gusto lo acompañaré -dice el Soldado.

En eso ven que amanecía. El estanciero acomodó el dinero. Pagaron lo que debían y salieron.

-Tengo mi surke287, vamos, soldado -le dice el estanciero.

Ya 'staba listo el surke y emprendieron la marcha. Y ya llegaron a la estancia, y el estanciero le dijo que se quedara unos días a descansar. El estanciero tenía tres hijas hermosas. Sonajera que no era lerdo, dijo que bueno, y se   —672→   quedó por unos días. Después de una semana de estadía, Sonajera emprendió el viaje. Al despedirse Sonajera, y al darle el estanciero las gracias, le preguntó que si era soltero. Sonajera le dijo que sí, que era soltero. Entonce el estanciero le dijo que si no quería que le diera una de sus hijas. Él le dijo que con mucho gusto, pero que ninguna de sus hijas lo iba a querer así como andaba. El estanciero llamó a las tres hijas y les preguntó que cuál quería casarse con Sonajera. Las dos mayores dijieron que ellas no, y entonce la menor contestó:

-Usté, papá, me ha dicho que es un hombre de gran corazón, y por lo que ha hecho con usté, yo lo quiero.

Al Soldado Sonajera ya le había llenado el ojo la menor, así que al oír esto se puso muy contento y dijo que quería dejarle un recuerdo. Y mete la mano al bolsillo y saca un anillo, y saca una lima y lo corta al medio. Y le dice:

-Éste es nuestro compromiso -y le da la mitá a la niña. Y la otra mitá la guarda él.

Le dijo Sonajera que le falta un año de la promesa, y que después de eso volvería para cumplir su palabra. Y se jue. Ya se encontraba un poco cansado de la vida que hacía. Todos disparaban de él, pero como él era tan de buen corazón, que a todos ayudaba y les daba todo el dinero que necesitaban para que remediaran sus necesidades, todos rogaban por él.

Bueno... Por fin llegó un momento en que le faltaba nada más que un mes para encontrarse con el diablo. En esa fecha se jue a unas sierras, y áhi había visto unas piedras muy grandes, con unas rajaduras projundas. Y como ya llegaba el plazo, empieza a llenar las rajaduras con monedas di oro, para quedarse con algo, porque ya tenía que entregar todo al diablo. Echó muchísimo oro y tapó todo muy bien, con mucha paja. Y siguió su marcha al punto ande tenía que encontrarse con el diablo. A los tres días   —673→   llegó. Ya los 'staba esperando el diablo. En cuanto se encontraron, se saludaron, y le dice el diablo:

-¡Hombre, me ha embromado? Ha sido como un fierro de resistente para las tentaciones. Yo le he puesto muchas trampas, pero las ha resistido y no ha cáido, así que su alma anda con Dios. Usté ha sido muy vivo amigo. Ha salíu ganando. Entreguemé lo mío.

Sonajera le entregó el cuero de oso y el saco, y el malo le devolvió el fusil. Y se depidieron.

-Bueno -le dice el diablo-, en otra ocasión puede ser que los viamos.

-Bueno, amigo -le dice el Soldado Sonajera-, le falta una cosa. Me tiene que cortar el pelo y las uñas.

-Manos a la obra -dijo el diablo.

Y se puso a trabajar y le cortó muy bien el pelo y las uñas. Entonce cada uno se jue a su destino.

Se jue Sonajera a su escondite ande tenía el dinero. Sacó un poco y se dirigió para la ciudá. En la ciudá jue a una gran tienda, y se compró ropa de lo mejor. Se jue a una posada, y áhi quedó esa noche. Al día siguiente se jue a una gran fábrica ande vendían carruajes. Se compró unos arneses muy buenos y un carruaje lujosísimo. Se jue a una estancia y se compró cuatro caballos negros, de lo mejor que había. Volvió a comprar ropa, de todo, y se jue en su carruaje a su escondite. Cargó todo el oro y siguió viaje a la casa de la niña. Cerca de la casa, en una ciudá, llega a una peluquería y se hace afeitar y pelar de nuevo y se hace perfumar. El Soldado Sonajera era muy güen mozo, así que parecía un príncipe con tanto lujo como iba.

Sigue viaje y al día siguiente llega a la casa de la niña. Golpea las manos. Las primeras que salieron jueron las dos niñas mayores, lo que vieron este carruaje tan lujoso.   —674→   Entonce les dice él que era de otro pueblo y que si le podían dar alojamiento por ese día. Entonce salió el padre y lo vio y le dieron alojamiento. Lo atendieron muy bien. Lo invitaron a almorzar. Las dos niñas mayores no más salían, y se arreglaban cada cual mejor, presumiendo para ver la que caiba en gracia. Al fin, Sonajera, le pregunta al padre que si no tenía otra hija. Le dijo que sí, que tenía otra menor que anda por áhi, que hacía las cosas, y que no le gustaba salir cuando llegaba gente.

-Hagalá salir, señor -le dice-, que la quisiera conocer.

El señor le dijo que bueno, y jue y la llamó a la niña. Y como era obediente, condecendió y vino. Ya estuvieron conversando mucho. Las mayores, cuando vieron esto, se jueron a cambiar de traje y a arreglarse más para conquistar a este mozo tan rico. Sonajera le dijo a la niña que si podía casarse.

Ella le dijo que no, porque tenía un compromiso. Y entonce él le dice:

-Pero, la pueden engañar. ¡Cómo puede tener confianza! ¡Vaya a saber si el que usté espera vuelve más!

-No -le dice ella-, no creo que me engañe. Se trata de un mozo muy de buen corazón y serio.

Entonce el joven le pide a la niña un poco de agua. Sale la niña y le trae una copa di agua. El mozo se toma la mitá de l'agua. En la mitá que queda pone la parte del anillo que él tiene, y le devuelve la copa. La niña sale, y cuando se apercibe que hay una mitá de anillo, la saca y la mide con la de ella y ve que era el anillo del compromiso, y dentra corriendo, y lo abraza al padre y le dice:

-¡Papá! ¡Papá! ¡Éste es mi novio!

-¿Y cómo sabís? -le dice el padre.

-Aca 'tá la mitá del anillo.

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Entonce el padre lo abraza al joven y le dice:

-Veo que es un hombre de buen corazón y de palabra. Ha cumplido como manda Dios.

Y de ese momento se pusieron en preparativos para el casorio. Al oír bulla y alegría aparecen las otras dos hermanas. Querían morirse de ver cómo era el joven que ellas habían despreciado, tan güen mozo, tan simpático y tan rico. Y así jue que a los tres días, la menor y el joven se casaron. Hubo una fiesta muy grande y hermosa, y vinieron muchísima gente de todas partes, hasta de lugares lejos. Trajieron muy buenos músicos de la ciudá. La casa de este señor estanciero 'taba al pie de una loma, y atrás de la casa corría un río muy grande y hondo. El baile 'taba muy entusiasmado, y serían las dos de la mañana, cuando llega un señor muy bien arreglado montando una mula negra, y pide hablar con el señor Juan Gómez, éste era el nombre verdadero del Soldado Sonajera. Entonce el recién venido le dice:

-¿Me conoce?

-Si -le dice Sonajera-. Sos el diablo.

-Bueno, te vengo a dar las gracias por el negocio que himos hecho. Hi salíu ganando. En lugar de llevarme una alma, me llevo dos. Tus dos cuñadas se acaban de tirar al río y mueren ahugadas.

Sonajera dentró muy callado, para que pudieran seguir el baile, pero 'taba muy triste. Cuando se terminó el baile, al otro día, empezaron a buscar las dos niñas mayores, pero no las encontraban en ninguna parte. Como Sonajera ya lo sabía, mandó a unos piones a buscarlas al río, a ver si se habrían caido. A los tres días las hallaron en el río, lejos. Se hizo un gran entierro y todos rogaron para que Dios las perdonara.

El Soldado Sonajera, que ya se le decía por su propio nombre, señor Juan Gómez, vivió feliz y dichoso con su esposa, por muchísimos años.

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Al tiempo de despedirse, uno de los piones que 'taba en el baile, halló una cosa que brillaba. La alzó creyendo que era un brillante, pero era un poroto, para que usté me cuente otro.

Amador V. Olivera, 68 años. San Luis. Capital, 1947.

El narrador, hombre del pueblo, sabe muchos cuentos antiguos y tiene fama de tener una gran memoria y buen arte para decirlos.



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ArribaAbajoNota

Un joven o un soldado muy pobre hace trato con el diablo: durante siete años debe permanecer sin lavarse, peinarse, cortarse el pelo ni las uñas, a cambio de tener el dinero que quiera; si no lo cumple pierde su alma. El soldado debe usar como único traje una piel de oso. Pasa muchas penurias pero salva su alma y queda rico. Se casa con la menor de tres hermanas; las mayores lo despreciaron cuando lo vieron en su estado de abandono. Ya libre va en busca de la niña y en la noche de la boda las dos hermanas se matan, por envidia. El diablo busca al joven y le comunica que se lleva dos almas en lugar de una.

Es el Tipo 361 de la Clasificación de Aarne-Thompson.





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ArribaAbajoLos esposos sobrenaturales o encantados. En busca de la esposa perdida. La ciudad de los tres picos de amor

10 versiones y variantes


Cuentos del 955 al 964


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955. Cuerpoespín

JUJUY

Hace mucho, tres príncipes salieron a cazar en un monte grande. Y estos tres príncipes tomaron distintos caminos a ver cuál traía más presas a la casa.

Risulta que el más chico anduvo mucho y llegó la noche sin saber adonde 'staba. Se'bía perdido. Los otros llegaron al palacio sin el menor. El Rey s'enojó y los mandó de nuevo que lo encuentren.

Habían pasado dos días y el niño caminaba y caminaba sin poder salir. Comía ráices en el monte, pero una ser288 bárbara lo tenía mal. Una tarde sintió sonar l'agua que cáiba pa una lagunita y arrastrandosé llegó el pobre príncipe y s'echó de panza pa tomar. ¡Cuando se li apareció una serpiente! Él esperó. Iba a tomar otra vez y salía el bicho. Al fin habló la serpiente y dijo:

-Te dejaré tomar l'agua si me salvás. Yo soy una niña encantada y un valiente me puede salvar.

El niño ha dicho que güeno, que él es valiente, que le diga qué tiene qui hacer.

Le ha dicho la serpiente:

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-Al otro láu de la peña hay un aujero por donde vas a entrar. Pero no te vas a dejar ver con Cuerpoespín que te va a matar.

Tal cual, tomó agua y se jue.

Entró en el aujero y vio qui abajo había otro mundo. Empezó a andar pero no vía a nadies. Sólo una sombra andaba cerca d'él, y le servía de comer y hablaba con él. Un día le dijo la sombra que si venía Cuerpoespín y lu encontraba lo iba a peliar. Que lu iba a llevar a elegir armas y él tenía que elegir la espada más vieja y sucia, y cuando peliaran tenía que tirarle a cortar el talón porque áhi tenía la vida289. Y después le dijo que 'taba llegando, y lo escondió en un baúl.

Tal cual, llegó Cuerpoespín que era como un gigante muy malo y empezó a gritar:

-¡Pus!... ¡Pus!... ¡Olor a carne humana! Hay alguien aquí... Alguien ha veníu aquí...

-Pero, Cuerpoespín, quién va a venir aquí -ha dicho la sombra, que era la niña.

-No, no, hay alguien aquí -ha dicho y se puso a buscar hasta que lo encontró al Príncipe en el baúl.

Ya li ha dicho que di ande ha llegau, y lo ha convidau a peliar.

Tal cual, lo llevó a un cuarto y li ha dicho que elija espada. Había espadas muy lindas y nuevitas, pero él eligió una vieja y sucia.

Y se pusieron a peliar. Han peliado un día entero y han seguido otro día más con las dos noches. Y se sentaron a descansar y ha dicho Cuerpoespín:

-Ávida, vino añejo de cinco años.

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-Yo también -dijo el joven.

Corrió la sombra y trajo el vino, y le dio vino con agua a Cuerpoespín y al joven vino puro.

Han vuelto a seguir peliando todo el tercer día y la noche, y ya estaba muy débil Cuerpoespín y ha dicho:

-Ávida, vino añejo de tres días.

-Yo también -dijo el príncipe.

La sombra le dio lo mismo, el vino con agua a Cuerpoespín y vino puro pal joven.

Han vuelto a seguir peliando, y al fin al cuarto día le cortó el talón y cayó muerto Cuerpoespín. Y de ese lugar empezó a crecer un naranjo. Vino la sombra y le dijo al joven que tiene que cuidar toda la noche ese naranjo para que los pájaros no lo coman, y así podía irse a vivir con ella lejos en un palacio.

Llegó la noche. A cada rato venían los pájaros. Ya se iba durmiendo y venían otra vez. Así estuvo hasta que ya a la mañana, pobrecito, cansado se durmió, no resistió. Al rato llegó la niña, desencantada ya. Era linda como ninguna.

A lo lejo se divisa una nubecita que venía a llevarla a la niña. Y ella lo empieza a despertar al joven.

-Joven... joven... joven... Despierte, vamos -decía la pobre niña.

El joven seguía durmiendo. No había caso de despertarlo. Al fin llegó la nubecita y la levantó. Ella en el apuro, sólo le dejó un pañuelo con su nombre, María, pa que se acordara de ella.

El joven durmió tres días. Cuando se dispertó no halló nada, todo era campo. Echó a andar a buscar a la niña, nada. Todo era inútil. Siguió caminando. Llegó a la casa di una vieja bruja y le preguntó ande era el reino de la niña encantada. No sabía esta vieja, pero le dijo que su compadre, el Viento, podía saber. Lo llevó pa la casa del compadre   —684→   Viento. Era un viejo largo y flaco. Éste tampoco 'bía sabíu.

-Pero te voy a llevar pa mi amiga Zonda290, tal vez sepa -li ha dicho el Viento y lu ha empezáu a arrastrar al pobre joven.

Cuando ya iban llegando a la casa de la Zonda, ha salíu ésta con las mechas cáidas, y se pusieron a peliar. El pobre joven andaba de un lau pal otro hasta que al fin si han entendíu. Después de darle tantos golpes la Zonda tampoco 'bía sabíu, pero lo llevó pal Rey de los Pájaros, como tenía tantos sirvientes, a lo mejor podía saber. Este rey sacó una corneta y empezó a llamar. Llegaron muchos, muchos pajaritos, pero ninguno sabía nada. Faltaba solamente un águila vieja. Al fin llegó con la nueva que 'bía conocíu una ciudá muy linda en donde se estaba por casar una princesa que 'bía siu desencantada y que se llamaba María. El Rey le ordenó que lo llevara al joven.

El joven subió sobre las alas del bicho, con un cordero encima pa comer en el camino. Anduvieron un día entero y l'águila se comió el cordero. Al día siguiente, dijo el bicho:

-Tengo hambre.

-No hay carne -le dijo el joven.

-Cortate de tus piernas y dame.

-Se cortó sin decir nada y le dio.

Al mediodía volvió a decir:

-Tengo hambre.

-No hay carne -dijo el joven.

-Cortate de las ancas y dame.

Así lo hizo el joven sin decir nada.

Cuando estaba oscureciendo vieron cómo brillaba pa abajo. Es que estaban llegando a la ciudá. Bajó el bicho y le dijo al joven:

  —685→  

-Pegame en la nuca y te devolveré las carnes.

Tal cual, así hizo y volvió a tener toda su carne. Después le dijo:

-La última pluma del ala sacala. A ella le podís pedir lo que quieras que es de virtú -y se jue l'águila.

Lo primero que hizo al otro día, pidió a la pluma de virtú que lo volviera bien viejo, tal cual. Se echó una bolsita al hombro y se jue al palacio a pedir limona291. Salió la princesa María a atenderlo. Lo hizo quedar al viejito pa que coma y después lo despidió. Salió contento porque al fin encontraba a la niña encantada.

Al otro día eran las bodas en el palacio. Pidió otra vez a la pluma de virtú que lo volviera viejo, tal cual. Fue a la iglesia y se sentó en el primer banco. Ya llegaron los novios y apareció el cura. Pero el viejo sacó el pañuelo con el nombre de María y lo pasó por las narices. Al verlo María la conoció a la prenda y se desmayó. Quedó entonces pal otro día el casamiento.

Llegó otra vez el momento que llegaron los novios y el cura, y él ocupó otra vez el mismo banco. Pero ya no venía viejo, estaba tal cual era, bien simpático como ninguno y buen mozo. Sacó el pañuelo y se pasó por los ojos. Al verlo la niña s'hizo la desmayada. Entonces el novio se enojó y se jue. Entonce María ha corrido y lo ha abrazado al joven porque sabía quien era. Entonce la niña le dijo al Rey y a todos que ese joven la ha desencantado, esponiendo la vida, y que era su novio verdadero.

Se casaron, fueron felices y yo me vine pa mi casa.

Manuel Romero, 84 años. La Candelaria. Ledesma. Jujuy, 1953.

Buen narrador.



  —686→  
956. La niña encantada

CATAMARCA

Era un niño que vivía con la madre. Y falleció la madre. Y después, el niño éste decidió viajar, salir di áhi, buscar otro destino. Anunció que quería irse. Que dice:

-Yo, a la tarde, estaré por allá, bien lejo...

Entonce este niño, este joven, se llegó hasta donde él pensaba que devisaba, así, a lo lejo. Llegó. Entonce este joven llegó áhi. Se encontró con una hermosa ciudá que no tenía ningún viviente. Era por un lado, unos potreros llenos de hacienda. Y en esta ciudá, recorría él por las calles. Y él no encontraba a nadie. De tanto recorrer las calles, que dice:

-En esta ciudá nu hay nadie. Seré el dueño yo.

Escogió éste la mejor yegua que había y entonce, éste, ensilló el animal. Fue, lu acomodó y se volvió. Y en la pieza que estaba él, ya 'taba listo todo. Ya 'staba listo el baño, ya 'staba lista la mesa puesta para comer. Bueno. En seguida ya 'staba lista la cama donde ir a dormir. Estaba este niño y tenía una guitarrita. Dice que 'taba en el silencio de la noche y se recordó, este, pensando, este, en fin, lo que pasaba y lo que iba pasando. Y se puso a tocar la guitarrita. Tocó dos o tres piezas sintiendo que lo acompañaban. Y seguía cantando. Él no podía tomar la distancia de donde   —687→   salía la voz. Por fin, últimamente, tomó el oído de donde salía esta voz, porque él no lo veía, no veía a nadie. Sentía que a él lu acompañaba a cantar, pero no veía a nadie. Entonce, él lo que hizo, se fue y así en la esquina de la paré había un aujerito. Y que había síu una viborita que salía de ahí. Le dice:

-¡Ah!, víbora -que le dice- linda, qué hacés aquí -que le dice-. Que te quiero sacar.

-¡Ah, no! -que le dice-. Vos para que me saquís di aquí, te cuesta mucho -que le dice-. Porque si sos capaz de sacarme de aquí, harás lo que yo te digo.

Entonce le dice él:

-Pues bien, soy capaz de hacerlo.

-Bueno -que le dice-. Yo soy una niña encantada -que le dice.

-Si sos capaz, vas a ir mañana al patio de la casa, mañana a mediodía. Va 'tar un toro y te va embestir. Te haga lo que te haga; te puede corniar, te puede matar; te haga lo que te haga, pero nunca digas ¡ay!

Entonce le dice el niño que era capaz.

Bueno, al mediodía del otro día se fue al patio. Ya vino el toro y lu agarró a este niño a cornazos de todas maneras hasta que lo liquidó pero él no dijo ¡ay!

Entonce, este niño, por la noche, se encontró en la cama ya. Y li habló la niña. Ella se encontraba en la cama. Le dice que se levante. Se levantó el niño y entonce ya 'staba la mesa puesta. Él comió. Entonce empezó otra vez a agarrar la guitarrita y empezó a cantar. Y empezó a oír esta voz que lu acompañaba. Y la devisó a la viborita. Dice que 'staba hasta arriba de los pechos ya cristiano, y para abajo, víbora. Que le dice:

-¡Ah!, ¡viborita, salí!

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-¡Ah, no! -le dice- te faltan dos pruebas para que me saqués; pero si sos capaz, mañana a las doce te vas a ir al patio. Áhi va venir un tigre. Te haga lo que te haga no digas ¡ay!

Bueno, entonces al otro día a mediodía se jue al patio y salió el tigre. Y lu agarró y lo dehizo y él no dijo ¡ay! En la noche se encontró otra vez en la cama.

Se levantó, comió y la miró así a la viborita. Y entonce vio que 'staba hasta la cintura niña. Él la quiso sacar. Entonce la viborita le dijo que le faltaba una prueba. Entonce la viborita le dio un anillo y un pañuelo al cuello. Y le dio una varilla, que esa varilla le iba a servir cuando vaya al patio. Le dijo que en el patio hay una planta de naranjo con naranjas. Le dijo que iban a venir unas hermosas niñas, mejor que la viborita. Que le iban a pedir una naranja y que él, con la varilla, las amenazara. Y así fue.

A mediodía vino una niña muy linda y le decía:

-Niño lindo, dame una naranja que vengo muerta de ser.

Entonce el niño la amenazó con la varilla y se alejó.

Y vino otra y le decía:

-Niño lindo, dame una naranja que vengo muerta de ser. Yo soy la viborita.

Y entonce él creyó y le dio la naranja. Entonce, lo que le recibió la naranja, quedó en la nada todo. Todo quedó dehaparecido. Él quedó al campo. Entonce pensó él de seguir viajando.

Viajó varios meses. Al pasar un día por una ciudar, se llegó a un zapatero. Y entonce le dijo al zapatero si le podía arreglar las botas. El zapatero le dijo que no podía porque estaba invitado a un cambio de anillo de una niña de esa ciudar. Entonce le dijo el niño, éste, si quería que   —689→   lo distrajera con la música de él. El zapatero le dijo que sí. Empezó a tocar. Los clientes del zapatero y los que pasaban por la calle se detenían bailando porque tocaba divinamente. Entonce el zapatero lo invitó de parte de él al cambio de anillo que había. Entonce el niño le dijo que no porque él estaba muy mal vestido. El zapatero le dijo que no importaba, que lo que importaba era la música de él.

Se fueron los dos. El zapatero lo llevó al niño éste. Al llegar a la casa lo presentó. Entonce el público le pedía que tocara la música y cantara. Entonce el niño, éste, empezó a tocar. Y todos lo aplaudían y hasta la misma señorita que estaba de cambio de anillo lo felicitaba. Ya esta niña se fijó en el anillo que tenía y ya 'taba segura que era el niño que la sacó de encanto.

Mientra 'taban en la fiesta la niña pidió a todos los de la reunión que contaran algún pasaje que les había pasado. Entonce varias personas empezaron a contar. Entonce le tocó al niño.

El niño contó todo lo que a él le había pasado. Que él había encontrado una ciudá y una niña encantadas y las había dehencantado, que por una equivocación las había perdido. Que por eso él andaba sin rumbo en el mundo.

Le tocó a la señorita novia. Entonce ella les pidió a todos de que le dieran la razón y dijo que ella había tenido una llave y la perdió. Y que se hizo de otra llave.

-Y ahora la encontré a la vieja -dice-. Digamén todos con cuál me quedo.

Entonce todos le decían que se tenía que quedar con la vieja y golpeaban todos las manos.

Entonce la niña se levantó y lo tomó al niño músico de la mano y ella dijo:

-Éste es mi esposo. Él me salvó del encanto y salvó a la ciudá encantada ande tenimos que ir a vivir.

  —690→  

Entonce la fiesta fue para el casamiento de los dos y después se fueron a la ciudá, ande los recibieron todos los que ahí vivían muy felices.

Juan Eloy Reales, 75 años. Loro Huasi. Santa María. Catamarca, 1968.

Comarcano muy buen narrador.



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957. Condipobre

CATAMARCA

Condipobre era un hijo del cerro. No conocía ninguna clase de persona, únicamente que a la madre. Vivía de la caza, él y la madre. Era un hombre que para las boliadas no había otro igual. Podía ser el ave más pequeña, basta para voltiarla tirando las boliadoras. Y para el lazo, no había ciervo que se vaya. Pero transcurrió tantos años de cazar, que salió una mañana y ni un pájaro no ha visto volar. Entonces, como corrió la liebre292, que se morían de hambre él y la madre, al día siguiente volvía a salir sin conseguir nada para comer, resuelve irse a otros campos más lejanos. Y la mala suerte fue que se le murió la madre. Al encontrarse solo, ensilló su bayo, su caballo bayo, y caminó todo ese día sin encontrar nada que comer. Y el tipo llevaba tres días corriendolá. Al entrar en un pajonal se levantó una llama293, el animal. Cuanto se levantó, él la ató con las boliadoras, y luego, poniendolé el lazo en el cogote, se llegó. Y al sacar el cuchillo para carniarla, le dijo la llama:

-¡No me mate, Condipobre!

  —692→  

Entonces, Condipobre desconfía por el hambre que tenía. Montó a caballo y le sacó el lazo. Dio un galope tendido la llama y volvió hacia Condipobre, y le dijo:

-No me mate, Condipobre, le daré una virtú.

Se sacudió la llama, y voltiando una aspita que le dijo:

-Tomá esta virtú, Condipobre. Con esta aspita tendrás lo que vos quieras.

Y le dice:

-¿Ves aquel monte, Condipobre? Hay un lago en el centro del monte. En la orilla del lago hay un árbol seco. Áhi bajan tres palomas qui andan en sus primeros encantos. Dos se largan primero, pero vos no te emocionés, porque al largarse, se revolcarán y se convierten en dos niñas. Y la última es muy desconfiada. Tienes que esconderte en la parte que no te vean, porque ésa es la sulca, y para ella bañarse, da vuelta antes todo el monte, y ve que no vuele ni un pájaro para bajar a bañarse. Una vez de bañarse, llegá y tomale la ropa. Y no se la entregués hasta mientras no te dé palabra de casamiento. Porque ella tiene un tiempo fijado para volar. Pasando de las ocho ya no puede volar y tendrá que ser tu fiel compañera. Ella tiene un rol y ésa es la virtud que tiene ella.

Ésta es la explicación que le dio la llama y entonces Condipobre dejó en un punto muy lejos su caballo y se fue al lugar donde le dijo la llama. Y se escondió en el hueco de un árbol. Llegaron las tres palomas, se asentaron dos en el árbol y la otra siguió volando. Se largaron a orillas del lago, convirtiendosé las blancas palomas en dos niñas. Y Condipobre, desde el hueco del palo, no veía la hora, ansioso, de tomar las ropas a las dos, de ver esas blancas carnes en comparación de las de él. Pero como se recordaba de lo que le dijo la llama, estaba sufriendo hasta que se vayan. Luego se fueron y llegó la otra paloma, o sea la sulca, y se asentó en el árbol. Y se largó. Cuando se convirtió   —693→   en niña, pegó el salto y se zambulló al agua. Cuando se levantó del agua, Condipobre ya tenía la ropa. Entonce le dijo ella:

-¡Entreguemé la ropa, Condipobre!

-Si me da la palabra de casamiento se la entrego.

-No, Condipobre. Pida lo que quiera que le daré. Si quiere, le daré una virtú.

-Déme la palabra de casamiento -le dijo Condipobre.

-¡No, Condipobre!

Y llegaron las ocho, y a esa hora perdía el poder. Y le dijo la niña a Condipobre:

-Soy tu fiel compañera.

Y Condipobre, ansioso, la tomó de la mano y le entregó la ropa. Pero él desconfiaba. No quería largarla de la mano para que ella se vista. La tomó de la mano y se fueron al lugar donde había dejado el caballo. Llegó y ensilló, y puso las boliadoras, el lazo y el cuchillo en la cintura. Y la alzó en las ancas. Y volvió hacia su rancho donde había muerto su madre. Llegó la noche y le dijo:

-¿Qué comemos, Condipobre?

Y no se encontró nada que cazar. No había qué comer. Entonces, ella le pidió a la virtú que le traiga los mejores manjares, y el vino y mesa para comer. Comieron y luego se acostaron y él le dio la espalda, porque era un hombre que no conocía más mujer que a la madre. Transcurrió un tiempo de vivir en esos lugares, y le dijo a Condipobre:

-Tendremos que llegarse a un pueblo. Allí donde haiga un juez, para que nos case, y luego haremos un palacio.

Y se fueron al pueblo más cercano y se casaron. Ella le dio un anillo y un pañuelo con unas iniciales de oro. El pañuelo era blanco y en las iniciales decía: Soy de la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre el viento ni   —694→   nace el sol -decía el pañuelo. Y del otro lado: Me llamo Blanca Azucena, desgracia mía y suerte tuya.

Transcurrieron unos años en el pueblito que se casaron y le dijo:

-Tendremos que irnos allí adonde viva un rey y haremos al frente de la casa del rey un palacio. Se fueron al pueblo en donde vivía el rey. Hicieron frente a frente el palacio de ellos. Al frente del balcón tenía unas rejas enchapadas en oro y Blanca Azucena en las mañanas, pensativa, se ponía las manos sobre el balcón. Y la miraban las hijas del rey, y las esclavas. Y las esclavas decían:

-¡Tan linda la niña del frente!

Entonces, sintió una de las hijas del rey, y le dijo al padre que las esclavas estaban locas por esa mujer del frente. Entonces el Rey mandó sus vasallos a preguntar con qué orden se hizo ese palacio y quién eran los que vivían. Entonces le contestó Blanca Azucena que si quería saber, que venga él personalmente. Vino el Rey. Y ella le dijo que viniera personalmente para que sepa quién es ella, y la hija de quién era. Entonces ella le dijo:

-Yo soy hija de un rey. Soy de la Ciudad de los Tres Picos de Amores, adonde no corre viento ni nace el sol. Hemos sido tres hermanas que teníamos un poder para volar, y pasando de la hora del poder, no podíamos volar. Y me estuve bañando en un lago adonde siempre lo hacíamos. Y en ese lugar se hizo dueño de mis ropas un hijo del campo que lo conocían por Condipobre. Y él es mi fiel compañero. Y le dice ella al marido:

-Mirá, Condipobre, por más cariño que me tengas, no me asustes, porque si me asustas me volveré paloma y volveré a mi casa, porque la virtú me permite.

Entonces, Condipobre, al día siguiente, como le gustaba tanto el campo, ensilló el caballo y se fue. De allá vino a la   —695→   tarde y Blanca Azucena estaba limpiando unos cuadros, y vino Condipobre y la abrazó de atrás, y le dice:

-¡Blanca Azucena!

Y ella se asustó y se convirtió en paloma, quedando Condipobre con los brazos amarrados. Y la paloma salió por frente del balcón. Y con los ojos llenos de lágrimas, Condipobre miró hasta donde se perdió de vista la paloma. Ensilló el caballo y le dijo a la virtú:

-Quiero que me digas dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre el viento ni nace el sol.

Le contestó la virtú, que en los años de vida que tenía, nunca había sentido nombrar esa ciudá. Él se puso a llorar y le dijo:

-¡Quiero que desaparezca este palacio!

Y se desapareció. Montó el caballo y se fue hacia la dirección que voló la paloma. Caminó todo ese día sin comer. No hacía nada más que llorar. Caminó toda esa noche. Tarde lo venció el cansancio y se quedó dormido. Cuando se ha despertado, volvió emprender el viaje. Caminó todo ese día y en la noche llegó a la casa de una viejita. Y le dijo la viejita:

-¿Quí andás haciendo, hijo?

Y él le dice:

-Quiero que me diga dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre el viento ni nace el sol.

-Hijo -le dijo la viejita-, en los años de mi vida hi sentío nombrar esa ciudad.

Tomó agua y siguió en dirección que pensaba que podía quedar la Ciudad de los Tres Picos de Amores. Los ojos llenos de lágrimas, decía, resuelto, hasta conseguir a Blanca Azucena. Caminó toda esa noche y al otro día, en la tarde, llegó a la casa de una viejita. Pidió agua y preguntó:

  —696→  

-Quiero que me diga dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre el viento ni nace el sol.

Y la viejita le dijo que en los años de vida que tenía nunca había sentido nombrar esa Ciudad. Emprendió la marcha y le dijo la viejita:

-No se vaya por áhi. Por áhi hay tres gauchos que a quien encuentran lo matan, porque no hallan jueces que los arregle por los que ellos pelean. Ellos no pelian por vacas, ni por caballos, ni por plata. Sólo pelian por un sombrero, un capote viejo, y un par de botas viejas. Pero, usté se pone las botas y corre más fuerte que el viento. Y se pone el sombrero y a usté no lo ve nadies. Y si usté halla un muerto, le pone el capote y lo hace vivir.

Entonces dijo Condipobre:

-Emprenderé mi marcha por áhi.

Caminó esa noche. Y al otro día, a la madrugada, se sentían lo que alegaban por peliar. Y entonces se encontró con los tres gauchos. Y le dijo uno de los gauchos:

-¿Pa dónde va amigo?

-Voy en busca de Blanca Azucena.

Y entonces le dijo Condipobre quiénes eran los que venían por peliar. Y le dijo uno de ellos:

-Nosotros, porque peliamos por unas herencias. Nosotros no peliamos por plata, ni por vacas, ni por mulas, sinó por un capote viejo y un par de botas viejas y un sombrero viejo. Por esas tres prendas peliamos y no hay juez que nos arregle.

Entonces le dijo Condipobre:

-Me creo de que ustedes nunca han medido sus caballos y podimos hacer una carrera. Para el que llegue primero, sea el capote, para el segundo las botas y para el tercero, el sombrero.

  —697→  

Entonces dijo un gaucho:

-Al cabo himos encontrado al juez que nos va arreglar el asunto.

Y los otros dos han dicho lo mismo.

Entonces se fueron los gauchos al lugar de adonde iban a largar. Y ellos tenían que igualar. Y el juez iba a ser rayero. Les dijo Condipobre:

-Cuando yo haga tres bajadas con el pañuelo -que era el que le había dejado la señora- parten, no más.

Largan la carrera.

Y mientras tanto, ellos, iban alegando las prendas. Entonces se colocó la botas, Condipobre, lió bien el capote, y cuando venían corriendo, se puso el sombrero y desapareció. Entonces, los gauchos se pusieron a peliar, porque uno decía:

-¡Que vos tenís la culpa!

Y el otro:

-¡Porque vos li has avisado!

Y se quedaron peliando, y Condipobre estaba mirándolos peliar. Y luego emprendió la marcha. Y comenzó a correr con las botas. Corrió hasta donde no había más tierra. Y llegó a la orilla del lago, a un ranchito, a donde estaba llorando una niña. Y le dijo Condipobre:

-¿Porque llora, niña?

-¡Cómo no voy a llorar -le dijo la niña- si murió mi madre!

Le dijo Condipobre:

-No llore, niña. Traiga la pava294, tomemos mate.

  —698→  

La niña, llorando, se fue hacer hervir la pava con agua para dar mate al forastero. Cuando la niña se fue, Condipobre tapó la viejita muerta con el capote, y mientras la niña llorando cebaba mate, apareció la madre viva.

Le dijo Condipobre:

-Quiero que me diga adónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.

La viejita le dijo que en los años de vida que tenía, nunca había sentido nombrar dicha Ciudá.

-Pero, hijo -le dijo-, tengo cuatro hijos, que son tan andariegos, que si no saben ellos, no hay más quién sepa. Yo soy la madre de los cuatro vientos, pero usté tendrá que esconderse, porque mis hijos son muy malos. Ya están llegando.

Y llegó el del norte. Venía doblando los árboles. Entonces la viejita lo habló al hijo, al Viento Norte, y le dijo:

-Este señor es el que me dio vida, y quiere saber dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.

Entonces él le contestó que el recorrido de él era muy largo. Que atraviesa mares y tierras, y nunca había sentido nombrar esa ciudá.

Vino el hijo del naciente, y le dijo la señora:

-Por este señor tengo vida, y él quiere saber dónde queda la Ciudad de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.

Y también le contestó lo mismo, de que en los años de vida que él tenía, no había sentido nombrar esa ciudá.

Llegó el viento del poniente y con él ocurrió lo mismo, no sabía nada.

  —699→  

Vino el viento del sur y le dijo la señora a Condipobre:

-Escuendasé bien, porque este hijo es muy malo. Viene voltiando los quebrachos.

Entonce le dice Condipobre:

-Pierda cuidado, señora.

Entonces, la señora apaciguó al hijo, y le dijo:

-Este señor me dio vida y quiere saber adónde queda la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol.

Entonces le dijo el hijo, el Viento Sur, que el recorrido de él era muy largo y que él la había oído nombrar.

Que dice:

-Hay una vieja muy floja. Cuando yo voy la jodo. Ella está meta madejar hilo a la orilla del fuego. Le soplo el fuego y le hago quemar las patas, y ella dice:

-¡Tuy!, ¡Tuy!, Ciudá de Tres Picos de Amores, donde no corre viento ni nace el sol.

-Pero usté no va a llegar. Tengo quince días de recorrido, corriendo de día y de noche.

-Y, si usté me quiere acompañar -le dice Condipobre.

Entonces, el hijo de la señora, el Viento Sur, por el favor recibido, dijo que sí lo iba a acompañar.

Condipobre se puso las dos botas, llevó el capote y comenzaron a correr. Y comenzó a aumentar la furia el viento. Y Condipobre a correr con sus botas. Cuando corría con todo lo que daba el viento, el viento le dijo a Condipobre:

-¡Esperemé, compañero!

Condipobre se sacó una bota para poder igualar al compañero. Y en la mitad del camino le dijo el viento:

-¿Lleva cuchillo, compañero?

-No -le dijo Condipobre.

  —700→  

Entonces, el viento sacó un cuchillo, y le dio y le dijo:

-Cuando lleguemos al rancho y la vieja diga ¡tuy!, Ciudá de los Tres Picos de Amores, donde no corre viento ni nace el sol, usté le va ejecutar dónde queda esa Ciudá.

Vino el viento y le pegó un soplido, y la vieja dijo: ¡tuy! Volvió a dar otro soplido, el viento, con más rabia, para que diga, y la quemó. Y entonce dijo:

¡Este viento que no deja de joder, ni trabajar deja y la quema a uno!

Volvió con más fuerza el viento y le derrumbó la cocina y le echó unas brasas a los pies, y dijo: ¡tuy! Ciudad de los Tres Picos de Amores, donde no corre viento ni nace el sol. Y apareció Condipobre y le dijo:

-Quiero que me diga, señora, adónde queda esa Ciudá.

Y la señora le dijo:

-¡Di adónde ha salido este atrevido!

-Me dice, o si no la mato -le dijo Condipobre y sacó el cuchillo.

La señora le dijo que ése es un refrán, pero soy madre de todas las aves del mundo y les voy a preguntar, si no saben mis hijos nadies puede saber.

Se jueron hacia unos árboles que se perdían de vista de tan larga distancia que tenía la arbolada. Y comenzó a preguntar, la señora, de la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol. Y preguntando estuvo tres días. Y ninguna solución le daban hasta terminarse, las aves. Ninguna solución le daban y dijo la señora:

-Me falta una águila vieja, que ella anda por una ciudá, que la tratan muy bien porque no hay otra ave de esa. Ya hace como dos meses que no viene.

  —701→  

Cuando estaba diciendo la señora, llega el águila, y le dijo la señora:

-¿Por dónde has andado pícara, sinvergüenza?

-Por la Ciudá de los Tres Picos de Amores, en donde no corre viento ni nace el sol. Hay unos novios.

-¿Y quiénes son? -le dijo Condipobre que le pregunte la señora.

Y ésta le preguntó, y le dijo:

-Se casa Blanca Azucena, pero según ella, dice que es casada en otro lugar. Y ella piensa que una vez de ir al juez a casarlos, va hacer el certificado que ella es casada.

Y le dice la señora:

-¿Y cuántos capones necesitás para poder llegar, que este hombre tiene que llegar hasta ese lugar?

-Tendré que comer unos seis.

-¿Y cuántos necesitás para llevar?

-Seis.

Al otro día, a la madrugada, le dio de comer y luego le prepararon los capones para que lleve. Le colocaron los capones en el cogote. Y le dijo el águila a Condipobre:

-Aquí se va acomodar, señor, para que no me interrumpa el vuelo.

Entonces subió el señor, y le dijo el águila:

-Usté va cerrar los ojos y cuando yo le diga mire, va a mirar.

Remontó vuelo el águila y le dijo:

-¡Qué grande parece el mundo, parece del grandor de una peseta! Pase un capón para que comamos -dijo el águila.

  —702→  

Al rato pidió otro. Comió ése y pidió otro. Comió tres al hilo.

-¡Cierre los ojos! -le dijo el águila a Condipobre y voló un rato.

Y entonces le dice:

-Abra los ojos. ¿Qué le parece el mundo?

-Más chico que una peseta.

-Pase una mitá de capón.

Y luego pidió otra mitá del capón.

-Cierre los ojos -le dijo, y remontó vuelo.

Y le preguntó qué parece el mundo.

-Muy chiquito aparece -le dijo.

-Condipobre, pase otra mitá de capón -le dijo el águila.

Y luego pidió la otra mitá y siguió el vuelo. Y le dijo el águila:

-Yo creo que no vamos a llegar; una vez que me fallen las alas, hechos ceniza vamos a quedar. Abra los ojos, vea aquel cerro, aquel cerro dorado que tiene tres picos. Ésa es la Ciudá. Yo creo que no vamos a llegar, compañero, porque estoy pasada de necesidá.

Condipobre sacó el cuchillo y se descoyuntó la pierna y le dio que coma. Llegó el águila, agarrandosé del pico en una piedra del cerro y Condipobre, agarrandosé del cogote del águila hasta poder subir al cerro. Subió Condipobre y luego subió el águila, y le dice el águila:

-Yo creía no vivir más.

Entonces le dice el águila a Condipobre:

-¿Ve ese palacio adonde rinden honores todos los militares y adonde están todos los pobres? Áhi es la casa de Blanca Azucena. Ahora ya vamos nosotros.

  —703→  

Entonces le dijo Condipobre:

-¿Y qué me hago rengo?

El águila la volvió295 a la pierna que había comido y lo curó a Condipobre. Se la puso bien pegada a la pierna. Entonces Condipobre pidió a la virtú que lo haga un viejito chistoso y canoso, y se fue. Llegó al palacio y miraban, desde los balcones, y decían:

Otros opinaban que podría ser un santos. Entonces se llegó hasta la guardia y les dijo un chiste. Y dijieron de arriba, del balcón:

-Hagan pasar ese viejito.

Y Blanca Azucena ya creía que podía ser Condipobre, su esposo, pero no confesaba nada. Entonces, cuando entró a donde estaba el baile, se dijo un chiste y le causó mucha gracia al Rey y toda la concurrencia, y dijo el novio:

-Que baile el viejito.

Y todos aplaudieron.

-Que baile con la novia.

Salió a bailar una zamba, y cuando dio la vuelta, sacó el pañuelo el viejito, y le hizo ver el pañuelo a la novia.

En la segunda parte, la novia le pegó un beso en la frente.

Entonces dijo la novia al Rey:

-Permita una palabra, papá.

Entraron a la pieza y el novio quiso acompañarlos, y le dijo la novia:

-Usté se queda, que son cosas particulares.

  —704→  

Entraron a la pieza y le dijo:

-Padre, yo no me caso.

-¿Por qué no te casas, hija?

-Porque me creo tener marido vivo, y está presente, y ese viejito chistoso que está presente, ése es mi marido. Pero no es viejo, él es joven.

Entonces dijo el Rey:

-Hacelo pasar.

Lo hizo pasar y le dijo el Rey:

-¿Quién es usted?

Y él le contestó:

-Yo soy Condipobre, el fiel compañero de Blanca Azucena.

Entonces el Rey dijo:

-Tendremos que festejar el conocimiento del yerno.

Y dijo Condipobre, que él en seguida iba a volver.

Y le dijo a ella, que frente a los balcones, que lo iba a ver cuando vega vestido de militar.

Se fue y le decían a Condipobre:

-No te vayas, viejito. Andate a la cocina. Allá hay carne asada, empanadas.

Y el viejo se fue sin dar importancia a lo que decían.

Se fue Condipobre al lugar donde dejó el águila, llegó y le dijo:

-Usté no volverá más a sus tierras. Lo que quiera va a tener.

Y en seguida se llega hasta los balcones y pidió a la virtú de tener un caballo que sobresalga de los que tiene el   —705→   Rey y una espada de oro. Y el mejor uniforme militar y la mejor montura.

Y se fue. Allí, en el balcón, estaban las que iban a ser cuñadas, y dele charlas. Entonces Blanca Azucena lo vio aparecer al militar y habló al padre y le dijo que si dan honores al militar que venía. Rindieron honores y entró hacia la galería que se encontraba el Rey, adonde estaba toda la concurrencia de los novios. Entró el militar hasta bajo de la galería y Blanca Azucena lo tomó de la mano. Cuando bajó y le pegó un beso en la frente y les dijo:

-Éste es mi marido.

Entonces el novio se pegó un tiro. Y dijo el Rey:

-Saquen el cadáver, que todos los gastos van a mi cuenta. Y sigamos festejando el acontecimiento -al conocer al nuevo yerno.

Francisco Salas, 35 años. La Guardia. La Paz. Catamarca, 1952.

El cuento contiene motivos nuevos para nuestra narrativa.



  —706→  
958. La Ciudad de Tres Picos de Amores

LA RIOJA

Éste era un joven que se le había muerto la madre. Quedó solo y triste y no hallaba ni sabía qui hacer. Ensilló su caballo y dejó las llaves a un negro que tenía en la casa por las dudas qui algún día vuelva.

Se fue y llegó a una casa donde estaba abierto el portón y golpió la puerta. Y salió una sombrita que era la dueña de casa y que estaba encantada. Lo hizo pasar para adentro y durmió ahí. Después lo llevó al comedor y le dijo la sombrita que estaba encantada, que su padre la encantó porque no se quería casar. Él le dio un anillo y ella le dio un pañuelo y le dijo que la vaya a buscar a la Ciudad de los Tres Picos de Amores.

Y se fue el joven. Y llega a un rancho que era la casa de la madre del Viento Sur, y le dijo la vieja que no se arrime. Y él no dijo nada. Y después le dijo la vieja que lo iba a esconder. Hizo un hoyo en la cocina y lo enterró.

Cuando vino el viento que le decía a la vieja:

-¡Pus! ¡Pus! Carne humana jiede.

Y la vieja le dijo que era un joven que preguntaba por la Ciudad de Tres Picos de Amores. El viento dijo que tanto andar no ha sentido decir de esa ciudá y le dio unas botas para que camine con gran velocidá.

  —707→  

Y luego no más llegó a la casa de la madre del Zonda296 y le dijo lo mismo. Y después llegó a la casa del Rey de los Pajaritos y le dijo el Rey que iba a llamar con una flauta a todos los pájaros para preguntarles. Los pajaritos le dijieron que ellos no sabían y que faltaba el águila real, que la espere que ya iba a venir. Y llegó en seguida y le dijo el Rey si por qué si había demorado. Y le dijo l'águila que venía de la Ciudad de los Tres Picos de Amores y que hacía tres días que la Blanca Josefa se estaba por casar. El joven le dijo que lo lleve y el águila le dijo que bueno, pero que tenía que llevarle mucho que comer y darle la libertá para toda la vida. El Rey se la dio y les entregó un cordero que luego se terminó porque el águila comía todo el camino. Y emprendieron el viaje alzándolos al cordero y al joven. Cuando acabó el cordero, decía que tenía hambre y le comió al joven los brazos y las piernas. Y ya 'bían llegado, y cuando abrió los ojos el joven estaba sentado en un mortero, tras la casa, y lo dejó al joven. Y se fue a buscar en la cocina qué comer y le pidió café y le trajo para el joven que estaba muy triste porque no podía dentrar porque le faltaban las piernas y los brazos, y le dijo que se los iba a entregar. Y le entregó las piernas y los brazos y se los pegó al cuerpo como las tenía antes. Y fue a la cocina con l'águila. Entonces lo había visto la Blanca Josefa y les pidió que se lo llevaran a donde estaba ella, que quería conocerlo. Y al llegar el joven donde ella estaba, salió a relucir el anillo y el pañuelo, y le dijo al Rey la niña, que ése era el novio de ella, porque él la desencantó. Y se casó con él y duró tres días la fiesta. Y a los tres días le dijo el águila al joven que ya lo iba a dejar porque ella no era águila sino un ángel. Y se hizo una palomita blanca y se voló.

Laurinda Cerezo, 60 años. El Horno. Vinchina. Sarmiento. La Rioja, 1950.

Campesina. Buena narradora.



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959. Los Tres Picos de Amor

LA RIOJA

Éstos eran unos novios que se habían peleado y la niña le dejó una carta, debajo de la almohada del novio, en la que le decía que ella se iba a la Ciudad de los Tres Picos de Amor.

El novio estaba muy afligido porque no sabía dónde quedaba esa ciudad. Salió a buscar datos sobre ella. En el camino encontró tres negras que estaban peleando para saber cuál era más linda. Cuando pasó el joven le preguntaron y él les dijo que no se peleen, que todas eran lindas y así no disgustaba a nadie. Para pagarle la bondad de él, las negras decidieron darle una virtú. Una le dio la virtú de ser más ligero que el viento, la otra de que se transforme en viejo cuando él quiera, y la otra que se haga invisible.

Se despidieron y siguió su camino. A lo dejos divisó una luz en un rancho y se encaminó hacia él. Golpió la puerta y salió una viejita. Que era la madre del viento. Lo hizo entrar y le dijo que se vaya rápido porque su hijo era muy malo y lo iba a matar. Estaban conversando cuando sintieron que venía el viento. La viejita no hallaba donde esconderlo y lo metió en un baúl. Entró el viento enojadísimo, dando vuelta lo que encontraba y gritando:

-¡Carne humana! ¡Carne humana!

  —709→  

La madre le decía que no había nada hasta que se calmó y se sentó a la mesa. Cuando estaba calmado se lo podía hablar, y aprovechó la viejita para decirle que había un joven que había venido en su busca. Salió el joven del baúl y se acercó al viento que le preguntó qué quería. El joven le dijo que andaba buscando datos de la Ciudá de los Tres Picos de Amor. El viento le dijo que él había andado, pero que no podía llevarlo, pero que los pájaros podrían conocer y llevarlo. Comenzó a tocar una flauta y empezaron a llegar animales de todas direcciones, pero ninguno conocía el lugar. Faltaba el águila que llegó al último y justificó la demora diciendo que había estado en la Ciudá de los Tres Picos de Amor, y que había un casamiento. El viento le preguntó si podía llevarlo al joven y el águila contestó que sí, pero con la condición que llevaría tres corderos. El viento dijo al joven que en una casita que se veía a lo lejos vendían corderos, pero que tenía que salir al amanecer. Él saldría por detrás y si lo alcanzaba lo iba a matar.

Al amanecer salió el joven y con la virtú que le dio una de las negras fue más veloz que el viento y llegó antes que él. Más tarde llegó el viento diciendolé que había sabido correr más que él. Compraron los corderos y volvieron a donde estaba l'águila. Subió en las alas del águila llevando los corderos. A poco andar le pidió un cordero, después otro. A la mitá del camino le pidió el tercer cordero, pero el joven sólo le dio la mitá, luego la cuarta parte y por último lo que le quedaba. Cuando le pidió más le contestó que ya nada le quedaba. El águila le dijo que se corte una pierna y le dé o sinó se lo comía a él. Así lo hizo el joven. Y le volvió a pedir, y luego le dio la otra pierna.

Llegaron a la ciudá y el águila le dijo que se baje, pero el joven le contestó que no podía porque no tenía las piernas. El águila le dijo que le corte una pluma y le saque una pierna. El joven le dijo que no podría bajarse porque   —710→   tenía una sola pierna. Le cortó otra pluma, y le sacó la otra pierna. Se las pegó y se bajó, dandolé las gracias.

A poco andar se encontró un viejito con el que se puso a conversar, preguntandolé las novedades del pueblo. El viejito le contó que había un casamiento. Y el joven le dijo que fueran juntos, pero antes se había convertido en anciano. Fueron al casamiento y el joven, que ahora estaba convertido en viejo, conservaba un anillo de la niña y esa noche se lo puso.

Cuando estuvieron en la fiesta, el viejito vio que la novia era la joven que buscaba y trataba por todos los medios que le viera el anillo. Para ello sacaba a cada momento el pañuelo y se limpiaba la nariz. La niña vio el anillo y se acercó al viejito preguntandolé de dónde había sacado ese anillo. Él le contestó:

-Lo he hallado.

Cuando la niña le preguntaba dónde, él le respondía:

-Me lo han dado.

Y así siguió contestando sin que le diera más noticias. Se sentaron a la mesa y el viejito se puso el sobretodo que lo hacía invisible y se metió bajo la mesa.

Mientras comían él les decía que le dieran algo, pero por más que buscaban no encontraban nada. La niña que presentía que era el joven, no quiso casarse.

Al otro día estaba la niña en la puerta y vio pasar a un joven en un caballo blanco, al galope, y le arrojó cinco naranjas a los pies, siguiendo al galope.

La niña que ya no duda quién era, les dijo que ella se iba a casar con el joven de las naranjas y todos salieron a buscarlo. Mientras tanto el joven se convirtió en viejo y   —711→   cuando la niña le preguntó si no había visto un joven en un caballo blanco, le contestó que no. La niña enojada lo retó. Al día siguiente volvió a pasar en caballero, pero se arrojó a los pies de la niña, que lo abrazó llena de alegría. Se casaron y fueron felices y comieron perdices.

Juan Maldonado, 39 años. Paso San Isidro. General Lavalle. La Rioja, 1950.

Buen narrador.



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960. Donde ni viento corre

SAN LUIS

Había una señora que tenía tres hijos. El mayor se fue a trabajar. Iba por allí y andaba con sé, que no encontraba donde tomar agua. Y por allí encontró junto de una piedra grande una vertiente con una agua clarita. Y se agachó a tomar agua. Y salió debajo de la piedra una víbora y le tiró un picotón. Y él se retiró y le tiró una pedrada. Y la víbora se metió debajo la piedra. Y él se volvió agachar a tomar agua y la víbora le volvió a tirar otro picotón. Así que no lo dejaba tomar agua. Le tiraba piedras y le tiró con el cuchillo. Y dio en contra la piedra y la víbora se escondía debajo la piedra y le cansó y no lo dejó tomar agua. Así que se tuvo que ir sin tomar agua porque la víbora no lo dejó.

Después vino el hermano que seguía y le pasó lo mismo. Tampoco lo dejó tomar agua la víbora. Y se tuvo que ir sin tomar agua.

Después dispuso el hermano más chico salir a buscar trabajo. También llegó a la vertiente junto a la piedra grande. Y él andaba con mucha sé. Y se sacó el sombrero297 y se   —713→   dispuso a tomar agua, pero la víbora le tiró un picotón y él se retiró. La víbora se metió debajo de la piedra y él le dijo:

-No me piques, viborita, dejame tomar agua.

Y se volvió agachar. Y así la tuvo hasta que la cansó y lo dejó tomar agua. Y ella se transformó en una chica y le dijo:

-Mirá, yo soy una chica, pero sinó que me tienen encantada acá, hecha una víbora. Así que si vos me querés salvar, te vas en aquellas casas que se ven allá y te tienes que quedar allí, sientas lo que sientas y te hagan lo que te hagan, vos tenís que aguantar sin decir palabra. No vas a ir a hablar, porque vamos a ser perdidos los dos. Y si me salvás yo me voy a casar con vos. Bueno, andá. Yo voy a ir todas las mañanas a verte.

Bueno, el muchacho se fue y se quedó allá. Y esa noche, cuando se acostó, vinieron unos y lo hablaron. Lo tomaban de los cabellos y le quitaban las colchas. Lo tiraban al suelo y él no hablaba nada.

Al otro día fue la chica y conversaba con el joven.

Y llegó otra noche y vinieron y lo agarraron al muchacho y lo tiraban para arriba, le tiraban el cabello, le pegaban, lo mordían, lo chuciaban, pero él no habló nada.

Al otro día, vino otra vuelta la chica y le dijo que cómo le había ido. Él le dijo que venían siempre personas que él no podía distinguir y le hacían de todo, pero que él no hablaba.

-Bueno -le dijo- te queda una noche más.

-Sí, me voy a quedar -le dijo el joven.

-Aguantá, que ya los vamos a salvar.

Bueno, se llegó otra noche y empezaron a llegar gente, en la oscuridá y le hacían lo mismo. Lo tiraban para arriba,   —714→   le tiraban los cabellos, le pegaban, lo sacudían, y él nada. Se cansaron de hacerle cosas y cuando se quisieron ir, a la madrugada, le cantaron un verso. Y él se había quedado medio dormido, y les contestó ¡muchas gracias!298 Así que habló. Perdió la prueba que tenía que hacer.

Bueno... Vino al otro día temprano la chica y le dijo al muchacho:

-Sé que te ha ido mal, has hablado. Estamos perdidos. Así que me va llevar mi madre. Así que si me querís, me seguís. Mañana temprano vamos a tomar este camino.

Se pusieron muy tristes los dos y se despidieron. Él le dijo que la iba a seguir hasta el fin del mundo.

Y la madre la llevó más lejos. Y el joven la siguió a la distancia por el mismo camino.

Por allá, en el camino, encontró un viejito. Le preguntó qué andaba haciendo, y él le dijo que iba siguiendo una chica. Y le conversó lo que le había pasado del principio hasta el fin. Le dijo todo.

-Bueno -le dijo el viejito-, tomá, te voy a dar estas dos virtudes, este sombrero y estas botas. Cuando te pongás el sombrero, no te va a ver nadie. Y cuando te pongás las botas, vas a poder correr más que el viento.

Bueno, tomó las virtudes que le había dado el viejito, se las agradeció mucho, y se fue. Cuando quería que no lo viera nadie, se ponía el sombrero. Cuando quería andar ligero, se ponía las botas y corría más ligero que el viento. Y así llegó al pueblo que vivía la señora y la chica. Y se quedó en el pueblo y él puso una casa de negocio en la otra esquina donde vivía la madre de la chica.

  —715→  

Entonce él se ponía el sombrero cuando iba la señora y la hacía atender con otro. Cuando venía la chica, se lo sacaba. Bueno, pero la señora malició y dispuso de irse a otro lado, muy lejo. Entonce un día, le dijo la chica que la llevaban muy lejo, a un lugar que se llamaba Donde ni Viento Corre. El muchacho le dijo que la iba seguir.

Bueno, dispuso el muchacho de seguirla, y se puso en camino, pero en todos lados le dijieron que ese lugar estaba muy lejo. Pero él siguió no más. En parte se ponía el sombrero y las botas y adelantó mucho camino. Seguía y iba y preguntaba de ese lugar, Donde ni Viento Corre. Nadie le daba noticia dónde era ese lugar y anduvo muy mucho. Por allá que dio con una viejita y él le preguntó de ese lugar. Y la viejita le dijo que ella no sabía, que quien podía saber era en El Reino de las Águilas. Como ellas andaban tanto y por tantos lugares, podían saber.

Bueno, se fue al lugar donde se encontraban las águilas y preguntó si no sabían dónde era ese lugar que se llamaba Donde ni Viento Corre.

Bueno... El Rey de las águilas le dijo:

-Yo tengo muchas águilas en el reino, que las mando para diferentes puntos. Pueda ser que alguna sepa.

Y pegó un silbido el rey de las águilas y empezaron a llegar las águilas. Y él les empezó a preguntar de ese lugar, Donde ni Viento Corre, y ninguna supo dónde quedaba, ninguna había llegado a ese lugar.

-Bueno -dijo el Rey de las águilas-, no falta más que la águila vieja. Es la única que los puede dar noticias, pero ella tarda un poco más porque es muy vieja, pero luego llegará. Como que fue así, y llegó. Le preguntaron por el lugar que se llamaba Donde ni Viento Corre y ella dijo que no sabía y que el único que podía saber era el Viento Norte. Y se fueron a buscarlo y le preguntaron que si no sabía dónde quedaba el lugar Donde ni Viento Corre.

  —716→  

-Mire -les dijo el Viento Norte-, yo he andado muy mucho, por muchas partes, y no he sentido nombrar ese lugar. Miren, el único que puede saber es mi compadre, el Viento Sur.

-Bueno, vamos para allá -dijieron y se fueron.

Y se fueron a la casa del Viento Sur y le dijieron que allí iban a buscarlo a ver si les daba noticias dónde quedaba el lugar Donde ni Viento Corre.

-Mire -les dijo el Viento Sur-, yo no sé pero conozco una vieja que cuando yo voy y la embromo y la hago enojar, me insulta y me dice «ahorita me voy a ir para el lugar Donde ni Viento Corre», así que ella ha de saber. Mire -le dice al muchacho-, los vamos a ir juntos y yo la hago enojar hasta que diga que va ir a Donde ni Viento Corre. Y usté está escondido y cuando la vieja diga así, usté le sale y la esige que le diga dónde es ese lugar.

-Bueno -le dijo el muchacho.

-Usté sale esta noche para que adelante el camino -le dijo el viento.

-No -le dijo el muchacho-. No tenga miedo. Yo voy a salir junto con usté y vamos a llegar juntos.

Al otro día vino el viento y le dijo:

-Vamos.

-Bueno -le dijo el muchacho-, salgamos.

Y el muchacho se puso el sombrero y las botas y le pegó andar. Anduvo muchas leguas y se puso a esperarlo al viento. Y cuando llegó el viento él estaba sentado, esperandoló. Se había sacado las botas y el sombrero. Y llegó el viento y le dijo que cómo ha venido tan ligero.

Bueno, y volvieron a seguir caminando. Y el muchacho se puso el sombrero y las botas y corrió más ligero que   —717→   el viento y lo esperó cerca de la casa de la vieja. Bueno, llegó el viento y le dijo al muchacho:

-Allá, en aquel rancho vive la vieja, así que usté trate de llegar, que no lo vea la vieja. Yo voy a llegar fuerte, apagandolé el juego echandolé ceniza a las ollas. La voy a molestar tanto hasta que diga que se va ir Donde ni Viento Corre, y usté la agarra y la esige que le diga dónde es ese lugar.

-Bueno -le dijo el muchacho.

Se jueron los dos juntos.

El muchacho se puso el sombrero que no lo vían y se fue adonde estaba la vieja, y se puso cerquita de la vieja. Y en eso llegó el Viento Sur y empezó a desparramarle el juego y a echale ceniza en las ollas. Y la vieja se enojaba. Y tanto la embromó el viento, que dijo la vieja:

-¡Este viento maldito que me embroma tanto! Ahorita me voy a ir para el lugar Donde ni Viento Corre.

Y ahí salió el muchacho sacandosé el sombrero y la tomó del brazo a la vieja y le dijo:

-Ahora me tiene que decir donde está el lugar Donde ni Viento Corre.

Y la vieja le dijo que ella no sabía, pero la esigía tanto que le tuvo que decir dónde era. Él le contó que iba en busca de una niña que estaba encantada y que la habían llevado ahi. Entonce ella le dijo:

-Vaya allá, aquel pueblito que di aquí se ve el humito. Ahi, a la entrada, hay una casita de dos pisos. Ahi vive la niña que usté busca. Ella está en el piso di arriba.

Le dio las gracias el muchacho a la vieja, y se fue. Llegó el muchacho y de lejo lo vido la chica. Se puso el sombrero el muchacho y entró donde estaba la chica. Conversaron un buen rato. Él se había sacado el sombrero para   —718→   que lo viera bien. Se puso el sombrero y se fue. Así pasó un tiempo. Todos los días venía el muchacho y conversaban hasta que un día la chica le dijo que por él ya si había terminado el encanto. Y se fue la chica con él, se casaron y se volvieron a los pagos de ellos.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

El narrador aprendió este cuento en El Saladillo, de su padre, que era un gran narrador.



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961. Los Tres Picos de Amor

SAN LUIS

Éste era un rey muy rico. En un campo de la estancia del Rey había entrado un bicho muy grande y muy malo, y a todos los que entraban al potrero los comía. Y al Rey le comía un animal todos los días. Bué. El Rey no hallaba cómo hacer para matar ese bicho. Había un hombre vecino del Rey que decía que era muy corajudo. El Rey lo mandó a llamar y le dijo que se preparara para que juera a pelear con ese bicho, a ver si lo mataba. Y le dijo que viniera al otro día, que pensara cómo podía hacer para matarlo. El hombre se jue muy triste para la casa d'él. Entonce la señora del hombre, cuando lo vido que iba tan triste, le preguntó que qué le pasaba. Él le dijo:

-¿Qué te parece, che vieja? Me ha dicho el Rey que tengo que matar el bicho que anda en el campo d'él.

La señora le dijo que no se asustara, que ella le iba a ayudar. Que juera y le dijiera al rey que le hiciera hacer una jaula, todo de fierro, con dos puertas, y que juera automática. Cuando se entraba por una puerta, que se abrieran las dos; y cuando saliera por la última, que se echaran llave las dos. La jaula tenía que tener una cuadra de largo porque el bicho era muy grande, y tenía que caber el bicho en la jaula. Bué... y que le dijiera al Rey que le diera el caballo más ligero que tenía y que le hiciera llegar la jaula   —720→   a la puerta del potrero ande entreba el bicho. Bué... El Rey l'hizo hacer la jaula, se la hizo llevar y le dio el caballo más ligero. El hombre se jue un poco asustado. Lo único que le advirtió la señora propia, que cuando viniera de vuelta y ella le preguntara cómo le había ido, que dijiera él:

-Mal y bien. Que no juera a decir bien, primero, porque si decía bien, ella era perdida. El hombre se jue al potrero. Cuando lo vido al bicho, áhi no más pegó la vuelta y se disparó, y el bicho lo sacó corriendo. Ya lo venía alcanzando y tuvo la suerte, junto con lo que ya le agarraba la cola del caballo, de entrar a la jaula. Se abrieron las dos puertas y cuando salió por la última se cerraron las dos y el bicho quedó encerrado adentro 'e la jaula. Él se bajó y sacó su cuchillo, y de ajuera de la jaula le comenzó a pegar hasta que lo mató. Entonce jué para las casas del Rey y le dijo que ya había hecho lo que él lo había mandado. El Rey muy contento le dijo que se juera a la casa d'él muy tranquilo, y le dio mucho dinero. Al otro día cuando iba llegando a las casas d'él, salió la señora y le preguntó cómo le había ido, y él le contestó:

Mal, y bien. Al otro día muy temprano el Rey lo mandó a llamar otra vez y le dijo que tenía que traerle el tigre más malo que había vivo, a la casa d'él. El hombre se jue a la casa llorando y le dijo a la señora lo que le había ocurrido con el Rey. La señora le dijo que ella lo iba a ayudar, que no se apurara y que le pidiera al Rey un rollo de serpentina, para que con eso lo trajiera enlazado al tigre. Se jue a la casa del Rey y le pidió la serpentina y se jue a los campos. En eso que andaba sintió los bramidos de un tigre, y ése era el tigre más malo que había. Él armó una armada de serpentina, y la señora le había dicho que cuando viniera el tigre que le dijiera:

-¡Chisto, caballito!, ¡Chisto, caballito!

Y que se le comenzara a arrimar despacito, y que no le tuviera miedo al tigre. Llegó el hombre y se juntó con el   —721→   tigre. Sacó la serpentina y lo comenzó a chistar. El tigre comenzó a bramar y bramar y él lo siguió chistando y se comenzó a allegar despacito hasta que le puso la serpentina en el cogote, y lo trajo tirando hasta las casas del Rey. El Rey no se hallaba qué hacer, y así cuando vido que el hombre tráiba el tigre tirando con un papel de serpentina, le dijo al hombre que le pusiera unas cadenas y que lo atara bien y que se juera para las casas d'él. Cuando anduvo una cuadra de las casas, sintió un ruido: era el tigre que cortó las cadenas y comenzó a matar a todos en la casa del Rey. Al Rey jue el primero que mató, y el hombre comenzó a mosquetear. Entonce se jue contento porque no lu iba a molestar más el Rey. Cuando llegó a las casas iba muy contento. Le dice la señora:

-¿Cómo te ha ido?

Y él, de contento, le dice:

Bien, bien!... Se equivocó. La señora no le dijo nada. Pidió agua él para tomar, y se sentó muy contento, pero la señora quedó muy triste.

-Bueno -le dijo-, che viejo, ahora yo tengo que irme, porque vos no te acordaste que tenías que decir cuando yo te preguntaba que cómo te había ido, mal, primero.

Y la señora le dijo que si la quería ver a ella que la juera a buscar a Los Tres Picos de Amor. Y se hizo una palomita y se voló. El hombre la quedó mirando hasta que se vido chiquita, chiquita, y no la vido más. Él estuvo un tiempo solo, y un día dispuso de irse. Perdido por perdido, puede ser que alguno le diera noticias di adonde eran Los Tres Picos de Amor. Anduvo como dos años caminando de a pie. Un día, en un camino, encontró tres hermanos que estaban discutiendo por una herencia. La herencia era un par de botas que poniéndoselas uno, era más ligero que el viento; por un sobretodo que poniendoseló hacía vivir los muertos, y por un sombrero que poniendosé ese sombrero, no lo vía nadie. Entonce le dijo el hombre que si querían   —722→   que él les iba a repartir la herencia. Los muchachos acertaron. El hombre les dijo que se jueran a una distancia de 500 metros y que corrieran una carrera, qu'él iba a ser el vedor, y que el que ganara iba a elegir de las prendas. Cuando los muchachos se jueron a largar la carrera él les hizo seña de que largaran. Los muchachos largaron, y él se puso el sombrero. Y los muchachos pasaron y no lo vieron. Corrieron hasta quén sabe dónde. Él se puso las botas, alzó el sobretodo y se jue. Corría más ligero que el viento. Muy tarde llegó a una casita adonde había una viejita. Llegó y la saludó y ella le dijo que era la madre de Viento Sur, y que Viento Sur era muy malo y que si venía y lo hallaba áhi, lo iba a matar. Él le dijo que iba a hacerle una pregunta:

Que si no sabía su hijo, adónde quedaban Los Tres Picos de Amor.

La viejita le dijo que lo esperara, que en seguida iba a venir. El viento sur tenía una hermana que también estaba áhi en la casa. Cuando estaba áhi el hombre conversando con la viejita y la niña, la viejita cayó muerta. Entonce la niña se largó a llorar desesperada. Entonce el hombre le dijo que no lo juera a hacer aporrear con el hermano, que él le iba a hacer vivir la madre. Entonce la tapó con el sobretodo, y al ratito vivió. Al rato llegó Viento Sur y lo quería matar. Entonce le dijo la hermana lo que había ocurrido en ese momento. Entonce Viento Sur lo comenzó a conversar. Entonce el hombre le dijo que él andaba en busca de Los Tres Picos de Amor y que si él no sabía ánde quedaba. Viento Sur le dijo:

-Yo he andado mucho pero no sé adónde es eso; mi compadre Viento Norte, tiene que saber. Si no sabe él no lo sabe nadie, porque él tiene toda clase de bichos y los manda pa todos lados.

Bué... Viento Sur le dijo que al otro día lo iba a acompañar hasta la casa del compadre y que él lo iba a recomendar. Viento Sur le dijo que cómo iba a hacer para ir él tan   —723→   ligero. Él le dijo que no se apurara, que tal vez iban a andar medio di acuerdo. Al otro día temprano tomaron viaje. Cuando Viento Sur llegó, el hombre ya hacía una hora que estaba áhi. Viento Sur llegó a la casa del compadre y le dijo que ese hombre que venía con él, venía a hacerle una pregunta, que como él era tan andariego, que podía saber ánde quedaban Los Tres Picos de Amor. Viento Norte tampoco sabía, pero llamó a todos los bichos que él tenía y les comenzó a preguntar, y ninguno sabía. Después, se acordó él, que faltaba un águila renga, vieja, muy andariega, y que a lo mejor ésa sabía. Al rato no más llegó l'águila vieja y la llamaron y le preguntaron si no sabía ande quedaban Los Tres Picos de Amor. L'águila renga dijo que sí, que de allá venía, y que tenía que irse en seguida, porque al otro día había un casamiento, y era convidada ella. Que se casaba una niña que era forastera de ese pago. Entonce Viento Norte le ordenó que tenía que llevar ese hombre allá. Al rato no más l'águila renga lo habló para ajuera y le dijo que le pidiera a Viento Norte un cordero para el viaje, para comer. El hombre lo pidió y se lo dieron. El hombre alzó el cordero y subió en l'águila. L'águila subió volando y se jue. Viajaron toda esa noche y al otro día, y ya se le iba acabando la carne del cordero. L'águila le pedía a cada rato carne para comer. Y ya se le terminó el cordero, y no podían salir a tierra; iban sobre el mar. L'águila le comenzó a pedir carne y él ya no tenía; entonce se cortó un pedazo de la pierna y le dio al águila. Ya faltaba poco para salir a tierra cuando le pidió más carne. Ya amenazaba caer al agua de hambre, el águila. Entonce él se cortó de la otra pierna otro pedazo de carne y se la dio al águila. Entonce ya salieron a tierra. Cuando se asentó el águila al suelo, a él no le faltaba nada de las piernas, le había crecido otra vez la carne. Bué... Llegaron a las casas ande era el casamiento. L'águila renga era muy amiga de todos. El hombre, el único recuerdo que tenía de su esposa propia, era un pañuelo de bolso, que se lo había bordado ella. Los novios ya estaban en la mesa. Llegaron ellos y se sentaron también en la mesa. Entonce la novia   —724→   que era la esposa del hombre, lo comenzó a mirar. Ya lo estaba conociendo, cuando le alcanzó a ver el pañuelo que ella misma había bordado. Entonce pidió la palabra y ante todos dijo que la dejaran hablar. Entonce ella se paró y les dijo que ese hombre que había llegado con l'águila renga era el marido propio de ella, y corrió y lo abrazó. El novio quedó más sosprendido porque no sabía qué hacer. L'águila renga se encargó de traerlo al hombre que llevó a esos pagos al otro día junto con la señora propia. Y nu es más.

José Chaves, 26 años. San Martín. San Luis, 1939.

El cuento es variante del cuento tradicional.