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985. La niña perdida

LA RIOJA

Había una vez una señora que tenía una hija muy güena, como de quince años y era muy linda. La mamá le regaló una muñeca para que juegue y aprienda a coser. La niña muy contenta con su muñequita estaba en el patio de la casa haciendolé un vestido, cuando siente que la llama su mamá desde la cocina. Va y cuando güelve, ve que un gavilán se lleva en el pico a su muñequita. Llora y sigue al gavilán, pero el gavilán da tantas güeltas que la niña no puede alcanzarlo, y sigue por detrás.

Caminó tanto que sin darse cuenta salió al campo y ya se 'staba haciendo de noche y perdió de vista al pájaro con su muñeca. Cansada, con miedo y con hambre, no sabiendo cómo volver a su casa, se quedó dormida. Mientras tanto su mamá la busca por todos lados y así varios días. Después, como no la encontró, la pobre señora enfermó y se murió de pena.

María, que así se llamaba la niña, al despertarse al otro día temprano siguió por un caminito creendo llegar así a su casa, pero llegó a otra casita chica. Entró. No había naides. Fue a la cocina, y comu había cosas para preparar la comida, se puso a cocinar. Después comió ella un poco y el resto guardó en la olla, sobre el fogón.

Al ratito sintió unos pasos y pensó que eran los dueños de la casita y se escondió debajo de una batea. Llegaron dos hermanos apurados a cocinar y como encontraron la comida hecha, la comieron... y después buscaron a la persona que debió hacerla.   —74→   No la encontraron. Así pasaron varios días, hasta que un día vieron que salía un pedacito de trapo colorao debajo de la batea. La levantaron y hallan a la niña escondida. Ésta se asustó y quiere disparar, pero los mozos le dicen que se quede con ellos, para cocinar y hacer todas las cosas de la casa, que ellos iban a trabajar para todos.

La niña se quedó. Los mozos le dijeron también que a veces va un gato negro y pide carne, que le dé toda la que quiera porque sinó el gato le va orinar el fuego y lo va apagar para siempre. La niña así hizo, pero un día no quiso darle la carne al gato porque había muy poquita. Entonces el gato se enojó y le orinó el fuego. El fuego se le apagó y la niña no pudo prenderlo con nada, y no cocinó.

Asustada se fue a una casita que parecía muy lejos a pedir unas brasitas. Cuando llegó allí, salió una niña y le dijo que se vaya, porque su madre iba a llegar y era muy mala. Le dio las brasitas, una auja, un peine y un espejo, y le dijo:

-Vaise ligerito, niña, porque mi madre la va perseguir. Cuando vaya llegando tire para atrás cualquiera de esta tres cosas que le doy y dispare.

Cuando llegó la vieja, que era una bruja de las malas, dijo:

-¡Pus!... ¡Pus!... ¡Pus!... Carne humana güelo... ¿Quién ha andao pu acá?

-Naides, mamá -le dice su hija, pero la bruja salió corriendo a pillar a María, para comerla cruda.

María iba a las carreras. Cuando ve que ya la alcanzaba la vieja bruja, tira para atrás el peine y se levanta un bosque tan tupío que naides puede pasar. Pero la bruja pisó y rompió las ramas y pasó no más. Ya la iba pillando otra vez a María, cuando ésta se da güelta y le tira la auja, y se levantó un pencal tan grande que naides puede pasar. Pero la bruja quebra las pencas y pasó no más. Otra vez la vieja va pillando a María y ésta le larga el espejo. Entonces se formó un río tan hondo que naides puede pasar. La bruja se metió al agua, ya la iba llevando y se volvía a enderezar. Así estuvo un güen rato hasta que pasó no más. Mientras tanto María ya iba llegando a su   —75→   casita. Cuando la bruja la va a pillar, abre la puerta y salen los dos perros que tienen los mozos, la atropellan a la vieja, la despedazan y la matan.

La vieja derramó mucha sangre que se hundió rápido en la tierra. Los mozos enterraron a la bruja lejos y bien hondo. Al otro día, donde se derramó la sangre de la bruja, salió un gran cebolar y los mozos dijeron a la niña que no cortara para la comida. María así lo hizo por un tiempo, pero un día que no tuvo verduras cortó unas hojitas de cebolla y echó a la comida. Llegaron los mozos y sin saber esto comieron, y al minuto se volvieron bueycitos muy bonitos. La niña sufrió y lloró mucho su desobediencia, y pasó muchas miserias porque no tenía quién trabaje para darle de comer. Ella cuidaba a los bueycitos y les daba agua. Y un día pasó por allí un arriero y le gustaron los animales. Los quiso comprar, pero María no los quería vender. El arriero que era Tata Dios, la convenció al fin y le dijo que él era arriero de un Rey y que allí llevaría los bueycitos y a ella también para que no sufra más. Así pasó. El arriero cumplió su promesa a María. Le perdonó su desobediencia y la llevó al palacio de un Rey muy bueno. El Rey se enamoró de María y se casó con ella y viven muy felices, comiendo perdices...

Ángel Balverdi, 45 años. Los Sarmientos. Chilecito. La Rioja, 1950.

El narrador aprendió el cuento de la madre.

Variante del cuento tradicional.



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986. Los dos toritos de plata

LA RIOJA

Éstos eran dos viejitos que tenían una sola hija, muy regalona.

Un día, el viejito le compró una muñeca a la niña. La niña se fue a jugar debajo de un algarrobo. En eso que 'staba áhi, vino un carancho, le quitó la muñeca y se la llevó en el pico. La niña corrió para quitarselá. El animal se asentaba en un árbol y le gritaba:

-¡Tras, patrás32!

Cuando la niña llegaba se volvía a volar. Y así la niña lo siguió hasta muy lejos, sin poder alcanzarlo. Cuando se quiso dar cuenta, ya no sabía volver a su casa, 'staba perdida.

Anduvo mucho, y ya 'staba muy cansada. En eso se paró y miró a lo lejos un humito. Se fue para ese lado, y llegó a una casita. Cuando llegó no vio a nadie, no había más que un perro y un gato. La niña tomó agua, porque ya se moría de sé. Vio que en la cocina había juego y 'taba la comida puesta, y se puso a cocinar para ella, el perro y el gato.

Al mediodía llegaron dos jóvenes que eran los dueños de casa. Se alegraron mucho de encontrar a una niña tan bonita, tan guapa33. Le preguntaron cómo 'taba áhi, y ella les contó todo.   —77→   La llamaron de hermanita y le dijeron que se quedara con ellos, a cuidarlos y a vivir áhi. La niña puso la mesa y les sirvió la comida. Ellos se pusieron muy contentos de tener una hermana así, que la había mandado Dios.

Al día siguiente, antes de salir para el trabajo, los jóvenes le dijieron a la niña todo lo que tenía que hacer. Le dijieron que le dé carne al perro y al gato, y que no le vaya a pegar al gato porque iba a orinar el juego, y que en ese lugar no hay de dónde sacar juego si se apaga.

La niña hizo todo el trabajo. Por áhi el gato molestó. Ella se olvidó lo que le dijieron y le pegó. El gato, enojado, le orinó el juego, y el juego se apagó.

La niña se puso a andar sin rumbo para ver si encontraba a dónde pedir juego. En eso llegó a una casita y encontró a una niña sola. Esta niña era hija de una bruja. La niña le dio un poco de juego, y le dijo que se fuera corriendo porque si la madre la encontraba allí la comería. Le dio unas tijeras y un atado de ceniza para que le tire a la bruja si la quería alcanzar. La niña se fue corriendo.

En eso que iba por áhi cerca no más, sintió un trueno, miró, y vio una nube negra que la seguía y ya la alcanzaba. Cuando ya la tenía cerquita se dio cuenta que era la vieja bruja, y le tiró las tijeras. De las tijeras se formó un enorme cerro que no la dejaba pasar.

La niña ya iba lejos. Pasó, por fin, la bruja el cerro y ya la iba alcanzando otra vez cuando la niña le tiró el atado de ceniza. La ceniza se hizo una gran neblina, una cerrazón tan oscura que la vieja no vía nada y no podía pasar. En ese tiempo la niña pudo llegar a la casa.

Después de mucho orillar, la vieja pudo pasar. Llegó a la casa donde ya la niña había hecho juego, y ella no pudo hacer nada. Entonce le echó una maldición y orinó ajuera. De los orines de la bruja salió un gran cebollar.

Más tarde llegaron los jóvenes, y la niña no les dijo nada. Los jóvenes, cuando vieron el cebollar tan lindo, cortaron cebolla y le echaron a la comida, sin decirle nada a la niña, y ella no los vio.

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La niña puso la mesa y les sirvió la comida. Al momento que los dos jóvenes probaron el primer bocado de comida, se transformaron en dos toritos que tenían el cuerpo de plata y las astas de oro.

La niña, cuando vio esto, se puso muy triste y lloró mucho. Como una hermanita se puso a cuidarlos. Todos los días los llevaba al campo y los volvía por la tarde. Una vez, se le ocurrió pasar con sus toritos por frente de la casa del Rey. La vio un pión, y fue a contarle al Rey que una niña muy linda cuidaba unos toritos de plata con astas de oro. El Rey la hizo llamar. Cuando la vio se enamoró de la niña, y le dijo que le venda los toritos o que se case con él. La niña le dijo que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa menos a vender sus toritos.

-Palabra de Rey no puede faltar -le dijo- y usté se tiene que casar conmigo.

-Bueno -le contestó la niña.

Se casaron. Al poco tiempo tuvo un niño muy hermoso.

El Rey tenía una negra criada que se quería casar con él, y le agarró mucha rabia y envidia a la niña. No sabía cómo hacer para matarla. Un día la 'staba peinando, después que le había lavado la cabeza, y le clavó una alfiler en la corona. La alfiler 'staba embrujada, y la niña se hizo una palomita y se fue volando a las montañas34.

La negra envidiosa, cuando volvió el Rey, lo esperó muy arreglada y compuesta, y le dijo que del dijusto que le había dado la criada, que se había ido, se había puesto así tan quemada, pero que ya se le pasaría. Se hizo pasar por la señora de él. El Rey estaba muy triste con lo que había pasado, y esperaba que la señora se compusiera. Nadie sabía nada, pero ya el palacio del Rey no era lo de antes.

Un día la negra mandó a que hicieran trabajar a los toritos, a que acarriaran cal y arena. Al niño casi ni lo cuidaba, pero adelante del Rey se hacía la que era la madre.



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El jardinero del palacio vio un día que se asentó una palomita, y que cantando lo hablaba. Él le contestaba:

-¿Qué hacen mis toritos?

-Tirando cal y arena.

-¿Qué hace el Rey?

-Chanceando con su mujer.

-¿Qué hace mi niño?

-En ratos llora y en ratos calla.

-Llora, llora niño porque tu madre anda por las montañas.

Y todos los días venía la palomita y preguntaba lo mismo, y cantaba muy triste, y se volaba.

El jardinero le contó al Rey. Al Rey le intrigó mucho eso y le dio orden al jardinero que de cualquier manera la agarrara. El jardinero la pilló y se la llevó al Rey. El Rey la hizo guardar.

Cuando vio esto, la negra se enojó y pensó que la iba a descubrir. Fue, sin que nadies la viera, y la echó en un cántaro con arrope para que se áugue.

Por una casualidá vino el Rey y vio a la palomita casi augada y la sacó. La lavó bien, y cuando la 'taba lavando vio que tenía una alfiler en la cabeza. Con mucho cuidado le sacó la alfiler, y en el momento se transformó en la señora que era, más linda todavía que antes. El Rey se quería morir de alegría y lloraba de contento. Entonce la señora le contó toda la maldá de la negra y cómo había sufrido ella, y cómo sufría el niño y cómo sufrían los toritos. Y corrió y lo alzó al niño, y fue a ver a los toritos, y los toritos le lambían las manos y refregaban en ella la cabeza.

El Rey descubrió la brujería de la negra, y muy anojado la mandó a quemar en un horno encendido, y hizo que aventaran las cenizas.

Todos en el palacio 'staban muy contentos. Y el Rey y su señora fueron muy felices y vivieron muchos años.

Daniel Pereyra, 100 años. Chilecito. La Rioja, 1946.

El narrador, a pesar de su edad, conserva una admirable lucidez mental y sus aptitudes de gran narrador.



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987. La palomita

SAN JUAN

Que era un matrimonio, un rey y una reina que tenían un hijito y que vivían muy felices. Ellos tenían una criada negra que le tenía mucha rabia a la Reina.

Una vez, el Rey se jue de viaje.

Un día 'taba la negra peinándolá a la Reina, y entonces le enterró un alfiler en la cabeza. La Reina se volvió paloma y se jue volando. Pero al día siguiente volvió, y siguió viniendo todos los días. Cuando lo vía al hijito que lloraba y preguntaba por su mamita, ella le decía:

-Llora, llora, niño, que tu madre anda por las montañas.

Cuando volvió el Rey, la negra si había vestíu igual que la Reina y si había peinau igual. Cuando le preguntaba el Rey porque 'taba tan negra y fea, ella le decía que porque había trabajao mucho al sol.

La palomita venía todos los días al jardín, hasta que un día la vio el Rey y les dijo a los piones que le pillen esa palomita, que a él le gustaba mucho. Los piones no la podían pillar, y entonces el Rey puso cola en la rama que si asentaba la palomita y la pilló. Entonces la puso en una jaula di oro. A la noche, la negra se levantó, y la echó en unos cántaros di arrope que li habían traído al Rey, pa que si augue.

La palomita empezó a aletiar y el Rey se levantó, la sacó y se puso a lavarla con mucho cuidado. Cuando la 'taba secando, se dio cuenta que tenía un alfiler en la cabecita, y con la punta   —81→   di un cuchillo que él tenía, se la sacó. Entonce se volvió la Reina que era y le contó todo lo que había pasado con la negra. Entonces el Rey ordenó que la quemaran viva a la negra. Los reyes volvieron a ser felices.

Zapatito roto, que usté me cuente otro.

Víctor Riveros, 80 años. Ullún. San Juan, 1952.

El narrador ha olvidado los motivos iniciales del cuento.



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988. La niña perdida

SAN JUAN

Éste que era una vez... Había una niña que tenía una catita. Y vino una cernícala35 y le llevó la catita, y ella se jue atrás de la cernícala porque la quería mucho a la catita. Y anduvo mucho, mucho, y al fin se perdió. Ya cuando iba perdida, entre los campos, vio un ranchito y entró. No había naide, pero había de todo lo necesario para hacer la comida, y ella se puso a hacer la comida. Y luego vio que venían tres mozos. Y no sabía qué hacer. Vio que había una batea y se metió abajo de la batea. Estos mozos eran tres hermanos muy unidos, güérfanos, que vivían juntos. Y cuando llegaron los mozos entraron a la cocina y vieron que estaba la comida hecha. Y como había una bruja cerca de la casa de ellos, pensaron que podía ser ella que los quería embrujar. Pero no se quedaron con eso y se pusieron a buscar. Entonces uno vio un trapito colorao y les preguntó a los otros:

-Hermanos, ¿una vez que murió nuestra madre, quedó algún trapo coloreo?

Y ellos dijieron que no.

-Pues, acá hay uno -dijo y levantó la batea.

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Y áhi salió la niña, que era muy bella, y se hincó llorando y les pidió perdón, y les contó todo lo que le había ocurrido. Y ellos dijieron:

-Somos tres hermanos, pero ahora seremos cuatro. Usté se tiene que quedar a vivir con nosotros.

Al día siguiente le hicieron ver todo lo que tenían, y le dijieron cómo trabajaban ellos. Le dijieron que había en la casa una gata muy pícara, que la iba a molestar mucho, pero que ella no le juera a pegar con el cuchillo, porque le iba apagar el juego y no iba a tener conque hacer de comer. Entonces los mozos se jueron al trabajo.

La niña se puso a preparar la comida. Entonces se jue a buscar leña y vio, en donde siempre dormía la gata, una planta muy linda de cilantro y le echó a la sopa.

Cuando vinieron los hermanos comieron y se volvieron güeyes, todos. Pero ellos tenían una señora amiga que era muy güena y que sabía curar las brujerías. La gata era la bruja que vivía cerca y los había embrujau con el cilantro. Entonce la señora les dio de comer de un yuyo que ella tenía. Entonce los hermanos y la niña se golvieron otra vez gente, y vivieron felices.

Emilio Giménez, 58 años. Ullún. San Juan, 1952.

Campesino muy rústico.

Es el único cuento de este tema en el cual se cambia el motivo tradicional de la muñeca por el de una cotorra. Está, además, inconcluso.



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989. La palomita

SAN LUIS

Era una niña que le gustaba mucho jugar a las muñecas. Un día la madre la manda a esta niña que vaya a buscar agua. Cuando la niña viene de vuelta encuentra que un pájaro grandote le lleva la muñeca más linda que tenía. Ahí no más deja el balde36 con agua y lo sigue. Y se va no más. Sigue días y días por los campos. Ya ha caminado mucho, cuando encuentra una casita sola, en el medio del campo. Entonces llega y dice:

-¿Qué hago acá?

Se pone a arreglar todo en la casita y a hacer de comer. Cuando siente que llega alguien, corre y se escuende abajo de una batea. Eran ya las doce37 y llegan dos jóvenes.

Llegan los jóvenes y ven la comida hecha. Entonces dicen:

-¿Quién habrá venido a hacerlos de comer?

Empiezan a buscar y ven un trapito rosa que sale de abajo de la batea. Levantan la batea y encuentran una niña muy linda. Entonce la niña les cuenta cómo se había perdido y había venido a dar áhi. Y de ese momento trataron de respetarla y le pidieron que se quedara y fuese como una hermana para ellos.

Se quedó la niña, y los cuidaba a ellos como hermanos y ellos la querían como a una hermanita menor. Eso sí, le recomendaron que por nada del mundo le fuera a pegar a un gato   —85→   negro que tenían en la casa. Le dijeron que si le pegaba a ese gato, le iba a apagar el fuego, y que iba a tener que ir a pedir fuego a la casa de una vecina que era bruja.

Un buen día, la niña se enoja con el gato porque todo le comía, que era muy dañino este gato. Se olvida ella de la recomendación de los hermanos, y le pega. El gato, en un descuido, va y le apaga el fuego. La niña no tenía fósforos y se fue a pedir fuego a la casa de la bruja.

La hija de la bruja, que era una chica como ella, le da fuego. Le dice que tenga mucho cuidado, que no la vea la madre porque la va a comer, y le da un peine y un puñado de ceniza, y le dice:

-Si madre te llega a ver, te va a comer, y si te llega a alcanzar, tirale con esto, para que no te haga nada.

La niña se va, pero en seguida no más, llega la bruja y dice:

-¡Puf! ¡Puf!, olor a carne humana, ¿quién ha venido?

-Nadies38 -que le dice la hija.

La bruja se da cuenta que ha estado alguien y la sigue al rastro, a la niña. Ya cuando la alcanza, ella le tira el peine. Se hace un pencal muy grande, que no puede pasar la bruja. Tanto orilló, que al fin pudo pasar. La siguió a la niña, y ya la alcanzó otra vez. La niña, entonces, le tira la ceniza, y se vuelve una neblina que no se ve nada. No podía pasar la bruja ni sabía por dónde agarrar, pero al fin pasó.

Mientras tanto la niña llega a las casas y se encierra en una pieza. La bruja llega, la quiere convencer para que salga la niña y lo que ve que ésta no le atiende, va para atrás de la casa y por áhi orina. De áhi nace un cebollar muy lindo. Al fin se va la bruja.

Cuando la niña se dio cuenta que no tenía ningún peligro, sale. Hace fuego y hace el almuerzo. En eso que 'taba esperando que lleguen los mozos, va para atrás de la casa y encuentra un cebollar lindísimo. Y es que dice:

-¿Cómo no me habrán dicho mis hermanos que acá hay un cebollar para sopa?

Corta ella unas plantas y le echa a la comida.

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Vienen los jóvenes a almorzar. Se ponen a comer, y a la primera cucharada que prueban se vuelven bueyes. La niña no sabe qué hacer. Se asusta y llora, y dice que sus hermanitos se han vuelto bueyes.

Poco a poco la niña se va acostumbrando a ver a sus hermanitos así. Los cuida de toda forma y los saca al campo y los lleva al agua, y a las doce, al reposo, debajo de los árboles o de la galería de la casa.

Un día está cuidando los bueyes en el campo, y la ve un campero, y se le llega y le pregunta:

-Señorita, ¿qué anda haciendo?

Ella le contesta:

-Yo ando cuidando estos bueyes, que son mis hermanitos.

Entonces el campero, cuando llega al palacio del Rey, le conversa al Rey que ha visto una niña tan bonita como no hay otra, y que anda cuidando en el campo a unos bueyes que son sus hermanos.

El Rey mismo fue a ver a esta niña y se enamora de ella. Le dijo que se quería casar con ella. Y ella le dice que sólo se casa con la obligación de que tiene que llevar sus bueyes y cuidarlos muy bien. Y él dice que cómo no.

Se casó la niña con el Rey, y al año tuvo un niño varón.

El Rey tiene en el palacio una sirvienta criada, que era la que cuidaba a su señora, la Reina, y al niño. Con ella la dejó el Rey a la Reina una vez que tuvo que irse por unos meses de viaje. Esta criada le tenía mucha envidia a la Reina porque era tan bonita y porque se había casado con el Rey. Esta sirvienta era bruja.

Ya cuando quedaron solas, que le dice la criada del Rey a la Reina, que si quería que le revisara la cabeza39. Ella le dice que no, pero al fin, tanto le insiste, que le dice que bueno. En eso que le 'taba revisando la cabeza le clava en la cabeza una alfiler con una palomita, y la Reina se hace una palomita y sale volando.

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Vuelve el Rey y no encuentra a la señora. La criada se acomoda con la ropa y con todo lo que era de la señora y lo engaña al Rey, que era ella la Reina. Y al fin se consintió el Rey y creyó que su señora de dijustada con la criada que se había ido, 'taba así, tan distinta y fea.

Un día 'tá el campero regando las plantas, y se asienta una palomita y le pregunta:

-¿Qué hace el Rey?

-Áhi 'tá haciendo y deshaciendo con su mujer.

-¿Qué hace el niño?

-El niño 'stá en la cuna.

-¿Y los bueycitos?

-Los bueycitos 'stán llevando cal y canto para el palacio del Rey.

Y entonces la palomita, muy triste, se voló.

Entonces el campero le dice al Rey que ha venido una palomita y le ha hecho estas preguntas. Entonces el Rey, muy intrigado, le ordena que le ponga pega40.

Viene al otro día la palomita y le hace las mismas preguntas al campero. Cuando se quiere volar, dejó un zapatito pegado. Más intrigado, el Rey, le ordenó al campero que le ponga más pega.

La palomita vino, al otro día, le hizo las mismas preguntas, y cuando se voló dejó otro zapatito pegado.

Al día siguiente ordenó el Rey al campero que le ponga más pega. Y el campero puso mucha pega, y cuando vino la palomita y se quiso volar, no pudo, se quedó pegada. La agarró el campero y se la llevó al Rey.

La criada que se enojaba muchísimo porque el Rey tocaba ese bicho cochino, pero el Rey no le hacía juicio.

'Taba el Rey acariciándolé la cabecita a la paloma y áhi le encuentra una alfiler clavada. Se la saca, y en el momento se vuelve la esposa de él. Lo abraza y corre adonde están el niño y los bueyes.

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Ya se entera el Rey de cómo ha pasado todo, y ordena, enojado, que encierren los potros más malos que haiga, y que aten a la criada en las patas de los animales para que la maten, por la hazaña que había hecho con la Reina.

Y la ataron a la criada a cuatro potros. Los potros la despedazaron a la criada.

Y el Rey se quedó a vivir muy contento con la señora y el hijito.

Y así termina el cuento.

Magdalena Bastilla de Muñoz, 23 años. El Durazno. San Luis, 1939.

Aprendió el cuento de la madre, excelente narradora. Ha concurrido a la escuela primaria.



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990. Los güeycitos

SAN LUIS

Era un matrimonio que tenía tres hijos, dos chicos y una mujercita.

Una vez que los chicos 'taban jugando cerca de las casas, vino un pájaro grande, y se asentó en un gajo de un árbol, cerca di ande 'taban los chicos. Y cuando vio el pájaro que los chicos se descuidaban, le robó la muñeca de la chica y la alzó en las patas. Y se jue volando. Entonce, la chica desesperada porque le llevaban la muñeca que tanto quería, lo siguió mirando adonde iba el pájaro, para ver si voltiaba la muñeca. El pájaro se paró en un árbol, y la chica corrió hasta que 'stuvo cerquita. El pájaro se voló y se asentó más allá. La chica volvió a correr hasta ese lugar, y cuando iba llegando, el pájaro se voló y se asentó un poco más allá.

Así, la chica corría y corría, y el pájaro se iba asentando en otros árboles.

Así pasó todo el día, y la chica que corría, sin mirar para atrás, 'taba en el medio del campo, muy lejos de las casas de ella. Cuando se hizo la noche, el pájaro se asentó en un árbol, y áhi se quedó. Entonce la chica se quedó en el tronco, llorando y diciendolé al pájaro que le largara la muñequita.

Por fin, la pobrecita, de estar tan cansada, con hambre y perdida, se quedó dormida. Se despertó al otro día cuando 'taba saliendo el sol. Miró para arriba y vio al pájaro que 'taba con la muñeca en las patas. Entonce el pájaro se voló llevando la muñequita, y la chica salió coriendo atrás d'él gritandolé que le entregara la muñequita.

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Así pasó todo el día, y se volvió a quedar dormida en el tronco di un árbol que se asentó el pájaro.

Así pasaron muchos días, hasta que al fin llegaron a un ranchito que había en el campo y 'taba solo. El pájaro largó la muñequita en el medio del patio y siguió volando. La chica agarró la muñequita, muerta de gusto y llorando de contenta. Entonce ella se dio cuenta de que 'taba perdida, y que en el ranchito no había nadie.

Con la muñequita en los brazos principió a ver en la casa todo lo que había. Adentro 'taban dos camitas igualitas, a la par. Había dos sillas igualitas, y de todo había dos cosas iguales. Jue a la cocina y en el juego vio que en la ollita se 'taba cocinando la comida. Entonce vio que debía haber gente en la casa y quedó más tranquila, pero siempre con miedo. Vio que había dos platos y dos servicios, cuchara, cuchillo y tenedor igualitos.

La chica atizó el juego, le echó leña y cuidó la comida y lavó los platos. Y jue y tendió las camas.

Se puso en un rinconcito, se hincó, y se puso a rezar para que Dios la ayudara, ya que 'taba solita y perdida. Y lloraba pensando que sus padres andarían buscandolá.

A eso de las doce del día oyó un tropel. Ella, asustada, no sabía adónde esconderse, y se metió abajo de una bateya41 que 'taba en el patio, y la puso boca abajo.

En seguida llegaron dos mozos tan igualitos, que de ver uno, era 'ver el otro. Éstos se bajaron y entraron adentro, y vieron que alguien había andado en la casa porque las camitas 'taban tendidas y la comida 'taba ya echa, y los platos lavados.

Entonces principiaron a buscar en toda la casa a ver si encontraban a alguien, porque por áhi cerca no vivían más que ellos, y no sabían de dónde podría haber venido alguien a la casa. Cuando, de repente, ven un trapito muy bonito que salía de abajo de la bateya. Y corrieron y levantaron la bateya, y se encontraron con una chica que tenía en los brazos una muñeca y que era tan linda como la muñeca.

Ellos muy contentos de ver una niña tan linda y con cara de tan buena, que lloraba asustada, la consolaron y le dijieron que   —91→   les contara cómo 'taba áhi. La chica les contó lo que le había pasado y cómo se había perdido. Ellos le prometieron que la cuidarían y que ella sería su hermanita. La llevaron para adentro y se hincaron ante la Virgen; le juraron que ella sería su hermanita y le agradecieron a la Virgen porque les había dado esa dicha tan grande, a ellos que vivían solitos sin que nadie los cuidara y los atendiera.

Estos mozos eran meízos42. Eran tan igualitos, y ninguno hacía una cosa sin que la hiciera el otro al mismo tiempo. Comían al mismo tiempo, se sentaban y se levantaban al mismo tiempo, caminaban y se vestían al mismo tiempo. Trabajaban en el palacio del Rey de esos lugares.

Pasaron algunos años, y los meízos y la hermanita vivían muy contentos. La niña los cuidaba, les hacía la comida, les lavaba y les remendaba la ropa. Con lo que ellos ganaban no les faltaba nada.

Una vez, el Rey ensilló su caballo y salió a pasiar por el campo, y se le antojó conocer la casita de los meízos. Llegó muy despacito a la casa. La chica, que era una mocita muy donosa, 'taba lavando la ropa y no lo oyó, cuando de repente siente que le dicen:

-¡Buenas tardes, niña! Y su mamá, ¿qué hace?

La niña se da vuelta ligero y ve un mozo muy lindo, a caballo, como ella nunca había visto otro. La niña se asustó mucho, se impresionó, y corrió. Se entró adentro y cerró la puerta.

El Rey se volvió para su palacio, y iba dando vueltas para atrás, pensando quién sería esa niña tan linda como jamás había visto otra en todo el mundo. El Rey era soltero y se había enamorado de la niña. Los criados del Rey le dijeron que esa niña era hermana de los meízos.

El Rey pasó todo el día muy pensativo; no hacía otra cosa que pensar en la niña hermana de los meízos. Al terminar el día, cuando los piones se tenían que retirar, los llamó a los meízos, el Rey, y les dijo:

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-Les doy la plata que ganen en un mes y les doy permiso para que se queden a descansar en su casita.

Los despidió muy amable y les dijo que los iba a ir a visitar. Los meízos no sabían qué hacer. No sabían porque el Rey les hacía esa gracia.

Se jueron a su casa y nada le dijieron, al momento, a la hermanita. Pero, cuando 'taban comiendo, la niña les principió a contar lo que le había pasado. Les dijo que llegó un mozo muy lindo a caballo, en un caballo grandote y de montura chapiada, que ella no lo había sentido, que ella 'taba lavando, cuando oyó que le dijieron:

-¡Buenas tardes, niña! Y su mamá, ¿qué hace?

Y que ella se asustó, se dio güelta y se metió adentro y cerró la puerta.

Los meízos se quedaron tan impresionados, y se dieron cuenta que era el Rey, y que seguramente 'taba enamorado de la niña, y que se iban a quedar sin la hermanita que querían tanto, que pararon de comer, y al seguir comiendo, se descuidaron, y uno echó primero la cucharada a la boca que el otro. En el mismo momento quedaron convertidos en güeyecitos. La niña se llevó un susto muy grande y se puso a llorar. Los güeycitos, también muy tristes, le dijieron:

-¡No te asustís, hermanita, que somos los mismos! Vamos a vivir juntos y te vamos a defender, y vos nos vas a cuidar.

Y así pasaron unos días, hasta que vieron venir al Rey vestido de gala. Le causó mucha sorpresa ver a los meízos convertidos en güeyes. La niña le explicó que por distraídos habían comido uno a destiempo del otro. El Rey venía a pedir la mano de la niña para casarse con ella, y a los hermanos su permiso. La niña se sorprendió tanto que no contestó nada. Tanto insistió el Rey, que ella le dijo que le contestaría después. El Rey se jue. No quería hacer uso de su poder sinó que la niña hiciera su voluntá.

La niña conversó con sus hermanos. Ellos le aconsejaron que se casara con el Rey, que era una suerte muy grande que él la quisiese hacer reina. Ella les prometió que los llevaría al palacio y nunca los abandonaría.

  —93→  

El Rey, a los pocos días, volvió para saber la contestación. La niña le dijo que se casaría con la condición de que llevaría los güeycitos y que él tenía que prometer que no los iba a hacer trabajar nunca. El Rey dio su palabra de que se haría todo lo que la niña pedía, y se jue. Al día siguiente vino con una gran comitiva. En un coche muy grande y hermoso iban él y la niña, y al lau los güeycitos. Una vez en el palacio, hicieron el casamiento con una fiesta que duró muchos días. Los güeycitos, los hermanitos de la niña, quedaron muy cómodos en un galpón muy bien arreglado.

La Reina y el Rey vivieron muy felices más de un año. La Reina tuvo un niño varón. El Rey 'taba muy contento y cada vez la quería más a su esposa.

Cuando el niño tenía un año y medio, más u menos, le pasó una desgracia a la Reina. Tenían una negra muy envidiosa, que le tenía envidia a la Reina, porque era tan linda, y ella quería ser alguna vez reina. La negra principió a buscar una trampa para hacer desaparecer a la Reina sin que la descubrieran, y en eso encontró el remedio. Una vez que el Rey con su comitiva salió a recorrer todos los dominios, y que se demoraría un tiempo, quedó la Reina en la atención de la negra perversa. Un día le dijo:

-Mi señorita, ¿no quiere que la espulgue? También la voy a peinar y arreglar el pelo.

La Reina que 'taba tan inocente de las picardías de la negra, le dijo que güeno. La negra le hurgó el pelo un rato, para entretener a la Reina, y cuando terminó de peinarla, le clavó en la cabeza con tanta fuerza un alfiler de palomita, que le enterró entero el alfiler. Entonce la Reina se hizo una palomita, y tomó vuelo al campo.

La negra corrió a la pieza de la Reina, se lavó y se jabonó con los jabones de olor, se puso todos los polvos y perfumes de la Reina y sus vestidos más lujosos. Se sentó en el rico sillón de la Reina sin hacer notar a nadie que 'taba sola.

Al otro día temprano se levantó y se largó a hacer juego y a hacer la comida. Se puso a hacer una leche para el nene chico que lloraba di hambre, porque todavía lo criaba la madre. Más tarde vino uno de los negros, llamó a la puerta de la Reina y   —94→   con el respeto de siempre, preguntando si algo se le ofrecía a la Reina. Ella le contestó si todavía no había venido la negra sirvienta, que a la tarde se jue y no volvió, y que como los otros negros habían estado de fiesta, que ella había tenido que andar en la cocina y que se había quemado, y que se le había secado la leche para el nene. Todos se pusieron muy afligidos de lo que le había pasado a la Reina, por esa negra bandida.

El Rey volvió al otro día. Salió la negra llorando y contandolé que la negra sirvienta que tenía se le había mandau a mudar43, y que del dijusto que tuvo y que había tenido que ir a la cocina, se había quemado y no tenía leche para el nene. El Rey se puso furioso con la negra que le había hecho eso a la Reina, y que por ella la Reina 'taba tan negra, de quemada, y el niñito flaquito y que lloraba di hambre todo el día.

El Rey quedó muy triste, y no sabía qué hacer. Todo el día andaba pensativo.

Un día le dijo la negra que se hacía la Reina, que había dispuesto hacer trabajar los güeycitos, porque 'taban muy gordos y pensaba que les podía hacer mal 'tar sin hacer nada, y podían morirse. El Rey no dijo nada, puesto que ella lo ordenaba y eran sus hermanos. Y ya mandó a los piones, a que pusieran a los güeycitos a un trabajo muy pesado, de acarriar cal y piedra de arriba di un cerro.

Una tarde, el Rey salió a caminar por los jardines, y se puso a conversar con el hortelano, preguntandolé cómo le iba en sus trabajos. Después de haber conversado un rato con el Rey, el hortelano le contó que hacía unos días que venía una palomita blanca, muy bonita, y se asentaba en un poste del jardín y se ponía a conversar con él. El Rey se interesó mucho y le preguntó al hortelano cómo era la conversación. Y el hortelano le dijo que hablaba la palomita, y él le contestaba en esta forma:

-¿Qué hacís hortelano?

-Cuidando flores para oler.

-¿Qué hace el Rey?

  —95→  

-Jugando y chanceando con su mujer.

-¿Qué hacen los güeycitos?

-Tirando cal y piedra di arriba 'el cerro.

-¿Qué hace el niño?

-A ratos llora y a ratos calla.

-¡Llora, llora niño de mis entrañas, que tu madre anda por las montañas!44

Y le dijo que al decir la última palabra, se voló.

El Rey se puso muy intrigado, y le pidió al hortelano que se fijara mucho si volvía esa palomita y que le pusiera pega y la agarrara. Y así lo hizo. Al día siguiente volvió la palomita y con voz muy triste le volvió a preguntar al hortelano, lo mismo del día anterior, y el hortelano le contestó en igual forma:

-¿Qué hacís hortelano?

-Cuidando flores para oler.

-¿Qué hace el Rey?

-Jugando y chanceando con su mujer.

-¿Qué hacen los güeycitos?

-Tirando cal y piedra di arriba 'el cerro.

-¿Qué hace el niño?

-A ratos llora y a ratos calla.

-¡Llora, llora niño de mis entrañas, que tu madre anda por las montañas!

Y se jue a volar, pero quedó pegada de las patitas. Entonces el hortelano corrió, y con todo cuidado la agarró, la sacó y se la llevó al Rey.

El Rey al ver una palomita tan preciosa la envolvió en un pañuelo de seda, y la tenía en las faldas, acariciandolá. Cuando vino la negra, al verla se puso lívida, y furiosa le dijo al Rey que para qué tenía ese bicho arqueroso áhi, y que debía largarlo, que ese animal debía ser brujo.

Pero el Rey no le hizo juicio y siguió acariciandolá y sobandolé el cuerpito. Cuando le empezó a pasar los dedos por la cabecita,   —96→   le notó el bordito; le sopló las plumitas para ver qué era. Le encontró la cabeza de un alfiler que era en forma de palomita y se la sacó de un tirón para que no sufriera. Y al momento, la palomita se convirtió en la Reina, sentada en las faldas del Rey, y que se puso a llorar de alegría.

El Rey se puso tan contento que no sabía qué hacer, y la abrazó a la Reina, también llorando. La Reina, entonce, contó lo que había pasado con la negra y corrió a agarrar a su hijito, y a darle de mamar. Y se jueron los dos ande 'taban los güeycitos trabajando y la Reina los abrazó. Los güeycitos le lambían las manos y lloraban. Inmediatamente los sacaron di áhi y los llevaron a su antigua casa y los atendieron como antes.

La negra, cuando se vio perdida, se quiso disparar, pero la agarraron los otros negros. El Rey dio orden que le tuvieran cuidado. Al otro día la ataron de las manos y de las piernas a cuatro potros chúcaros45, y los largaron al campo. Así la despedazaron y perdieron sus cuartos, por los montes46 para castigo de su brujería y su maldá, porque era bruja la negra.

Se hicieron grandes fiestas. Y el Rey, la Reina, el niño y los güeycitos vivieron muy felices muchísimos años.

Yo me vine para acá para contarle este cuento.

Severo Alcaraz, 66 años. La Cañada. Capital. San Luis, 1939.

El narrador es un viejo campesino con cierto grado de cultura, dentro de la rusticidad del medio.



  —97→  
991. La palomita

SAN LUIS

Que había una niña que no si ucupaba más que de jugar a las muñecas, no más.

Bué... Que un día vino un pájaro y le llevó la muñeca a la niña. Y que cuando le llevó la muñeca, la niña se jue lejos siguiéndoló. Al cair la tarde el pájaro le dejó cair la muñeca y ella siguió.

Bué... Se jue por los campos y se perdió.

Ya cuando anduvo tres días llegó a unas casas47 que encontró solas. Ya vido qui áhi vivía gente. Y se puso a limpiarla y hizo de comer. Que en esa casa vivían dos jóvenes.

Como a las doce llegaron los jóvenes y la niña si había escondíu abajo de una batea. Y vieron que 'taba todo arreglado y la comida hecha. Y empezaron a buscar. Y que uno dice:

-Allá hay un trapito bonito, abajo 'e la batea. Lo voy a agarrar para limpiarme las manos.

Va y lo tira -que era el vestido de la niña- y en eso dan güelta la batea y ven una niña muy bonita. Ella les conversó de qué manera había veníu a las casas. Y allí se quedó.

La niña era muy güena y guapa48 y los jóvenes la querían como a una hermana verdadera.

  —98→  

Entonce los jóvenes le alvirtieron que áhi tenían un gato, que no le juera a pegá porque l'iba apagá el juego. Y que tenía que ir a pedir juego a la única vecina qui había cerca, qu'era una mujer mala.

Un día, que se olvida lo que le habían dicho los hermanos, y viene y le pega al gato. Y el gato le apagó todo el juego. Y tuvo que ir a pedí juego. Y ella jue a pedí juego a la casa de la mujer mala y encontró sola a la hija de la mujer. Y que le dio juego y que le dijo que se juera ligerito ante que llegara la madre porque era muy mala. Entonce se jue la niña. Pero áhi no más llegó la madre y preguntó que quién había veníu. Y la niña le dijo que nadie.

-Sí, qui ha veníu -que le dice enojada.

Y al fin, la niña le tuvo que decí la verdá. Entonce que salió a alcanzala. Y que ya la iba alcanzando y que le tiró un poco de ceniza que llevaba con el juego, y que áhi s'hizo una neblina que agata49 podía andar.

Después de mucho trabajo llegó no más ande iba la niña. Y le tira entonce una tijera y s'hizo un pencal. La vieja anduvo, anduvo, y al fin lo pasa. Y siguió. Llegó a las casas cuando ya la niña había hecho juego y no le podía hacer nada. Entonce orinó atrás de las casas y se volvió. Ande la mujer mala orinó, brotó un cebollar muy lindo.

Sale un día la niña para atrás de la casa y ve este cebollar y dice:

-¡Cómo no me habrán dicho mis hermanos que tenimos un cebollar tan lindo! -y cortó y l'echó a la comida.

Y vinieron los jóvenes a las doce y se pusieron a almorzá. En cuantito s' echaron la comida a la boca s'hicieron güeycitos. La niña se puso a llorar y no sabía qué hacer. Y lloró mucho, pero al fin se consoló y se quedó a cuidar los güeycitos. Los sacaba al campo a comer y los traiba a la tardecita.

Un día la ve un negro esclavo del Rey y va corriendo y que le dice al Rey -el negro que era muy autero50- que áhi andaba por los campos una niña cuidando unos güeycitos. Y que el Rey   —99→   la mandó llevar a la niña con güeys51 y todo. Que la niña no quería ir, pero al fin jue. Y al Rey le gustó tanto que se casó con ella. Al año tuvo un niño varón, muy lindo.

A los güeycitos los tenía muy regalones cuidandolós, bajo techo.

Al tiempo, el Rey tuvo que ausentarse por juerza. La niña no quería quedase, pero no tuvo más remedio que quedase. Se quedó con una negra sirvienta.

Un día, la niña se sube arriba de un árbol, y abajo era un arroyo. La negra se jue al agua, y miró en l'agua la cara de la Reina y creyó qu'era la d' ella, y que dice:

-¡Yo que soy tan güena moza puedo ser la Reina!

La negra alzó l'agua y se jue a las casas. La encontró a la Reina muy triste y que le dice:

-¿Quí hace mi amita, tan triste? Venga, yo la voy a espulgar para que se entretenga un poco.

Y que la negra se pone a espulgarla y le clavó una alfiler embrujada, y que la Reina s'hizo una palomita y se voló.

La negra se vistió con los vestidos de la Reina. Al niño casi ni lu atendía, y mandó que los hicieran trabajar en el trabajo más pesado a los güeycitos.

Cuando viene el Rey le dice que si ha puesto así porque ha teníu un gran dijusto, que la negra l'ha dejau sola. El Rey se puso muy triste por eso.

A los días, el negro hortalicero52 le dice al Rey que todos los días venía una palomita y hablaba y le preguntaba por él y por el niño, y por los güeycitos. Y que él tuvo mucha curiosidá y le preguntó qué decía; y que el hortalicero le dijo lo que decía.

La palomita venía todos los días y le decía:

-¿Qué hace el Rey?

Y él le decía:

-Jugando y chanciando con su mujer.

  —100→  

-¿Qué hace el niño?

-De ratos llora, de ratos calla.

-¡Ay, hijo de mi alma,
así llora tu madre por las montañas!
¿Qué hacen los güeycitos?

-Ahí 'tán los güeys,
tirando cal y canto
pa los palacios del Rey.

Entonce jue y puso pega-pega arriba di un montecito ande venía todos los días y si asentaba, la palomita. Ya vino ese día y empezó a hablar con el hortalicero:

-¿Qué hace el Rey?

-Jugando y chanciando con su mujer.

-¿Qué hace el niño?

-De ratos llora, de ratos calla.

-¡Ay, hijo de mi alma,
así llora tu madre por las montañas!
¿Qué hacen los güeycitos?

-Ahí 'tán los güeys,
tirando cal y canto
pa los palacios del Rey.

Y se jue a volar la palomita, y se quedó pegada. Y áhi no más la agarraron y se la pasaron al Rey. Y el Rey la comienza a acariciar, a tantiar la cabecita. Y va y l'encuentra un alfiler y se lo saca y áhi no más s'hizo una niña como ante, pero más bonita todavía.

Entonce la niña le contó todo como había pasado y corrió a ver su hijito y hizo trair a los güeycitos. Todos 'taban muy contentos y el Rey y la Reina lloraban di alegría.

El Rey hizo trair cuatro potros y hizo que la ataran a la negra de las manos y los pieses en los potros y los largaron al campo. Y la mataron, la descuartizaron los potros a la negra bruja.

Y ellos vivieron felices muchos años.

Isabel Vega de Tobares, 60 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1939.

La narradora sólo lee y firma, no sabe escribir. No ha salido nunca del lugar.



  —101→  
992. La Reina Mora

SAN LUIS

Había una vieja que era viuda y vivía con la única hija que tenía, la que era regalona en extremo. A nada la sabía mandar, y la niña jugaba todo el día a las muñecas. Si a algo la mandaba, hacía todo como quiera53 y rápidamente ya estaba nuevamente con las muñecas. Tenía todas sus muñecas en la costa de un cerco de rama; otras veces las llevaba a un corral, y otras, detrás de la casa54, y allí formaba las casitas de las muñecas.

Un día, que había llevado a sus muñecas un poco lejos de la casa, sintió que la madre la mandaba a hacer un quehacer. Fue, lo hizo, y al volver vio que un pájaro grandote volaba llevandolé la mejor muñeca. Como voló bajito y se asentó en un árbol cercano, ella corrió para quitarle la muñeca. Cuando ella llegó, el pájaro volvió a volar. Así siguió, sin darse cuenta, todo el día. Cuando se quiso volver, estaba perdida en el medio del campo. Siguió andando sin saber adónde iba.

Anduvo mucho, hasta que por casualidad dio con el rial55 de unos mozos trabajadores del monte56. Estaba mirandolós de lejos, no se animaba a hablarlos, cuando ellos la vieron y la   —102→   invitaron a pasar, diciendolé que eran buena gente, que no les tuviera miedo. Llegó la niña y les contó lo que le pasaba. Los mozos no la podían llevar a su casa porque no conocían ese lugar. Ellos le propusieron que fuera a vivir con ellos, que la iban a querer como a una hermanita, y que ella los cuidara, les cocinase la comida y les lavara la ropa. Aceptó la niña y ellos la llevaron a su casa.

Cuando ya la niña estuvo en la casa, le dijeron lo que tenía que hacer, y únicamente le recomendaron que tuviera cuidado con un gato negro que había en la casa. Que lo tratara bien por que de lo contrario le iba a apagar el fuego. Todo fue muy bien, y vivieron muy contentos como verdaderos hermanos.

Un día que la niña cortaba la carne para preparar una carbonada57, el gato le comía la carne. Ella lo ahuyentaba de mil modos a fin de no pegarle, pero el gato volvía a comerle la carne. La niña se impacientó tanto, que se olvidó de la recomendación y le pegó con el cuchillo de plano. El gato desapareció. Cuando la niña hubo preparado todo, se fue a la cocina a poner la olla y se asustó al encontrar el fuego apagado. Recién58 se acordó de lo que le dijeron los hermanos. No tenía nada con qué encender el fuego. Desesperada, salió para buscar en alguna casa vecina unas brasas. Después que anduvo un rato, llegó a una casa. Por sobre unas paredes viejas vio a una niña y le pidió fuego.

-Vea -le dice la otra niña-, yo se lo voy a dar, pero tiene que salir con muchas precauciones, porque mi madre es bruja y la perseguirá corriendo, si se da cuenta. Para su salvación, le doy este peine y este espejo. Si mi madre la corre, sin mirar para atrás, le tira el peine. Si la vuelve a alcanzar, le tira el espejo, hasta que llegue a su casa. De ninguna manera vaya a mirar para atrás.

La niña de la casa le dio un tizón con fuego a la otra niña, y le dijo:

-¡Corra! ¡Corra!

  —103→  

Al tiempo que salía la niña la vio la vieja bruja y la sacó corriendo, llamandolá y ofreciendolé muñecas, trapitos bonitos59, y otras cosas. Pero la niña siguió corriendo. Cuando ya la iba alcanzando, la niña le tiró el peine, y se hizo un garabatal60 enorme, que la vieja no podía pasar por semejante espinal. Al fin pudo salir la vieja, que sólo le habían quedado las ropas de la cintura para abajo. Corrió la vieja más ligero; cuando ya la iba alcanzando a la niña, ésta le tiró el espejo. Entonce se formó un gran lago. La vieja anduvo y anduvo, no podía pasar porque el lago era muy hondo, pero, al fin pasó. La niña alcanzó a llegar a su casa, entró y trancó la puerta por dentro. La vieja, cuando vio que la niña se había encerrado, comenzó a llamarla, pero ella no la atendió. Al fin, cansada de perseguirla, determinó volverse, pero antes le quiso hacer todo el mal que pudo. Fue atrás de la casa y echó dos miadas. De una nació un hermoso cebollar y de la otra una gran planta de orégano.

Ya cuando vio la niña que la vieja se había mandado a cambiar61, salió de su encierro. Hizo fuego de nuevo y se puso a preparar la comida muy apurada porque faltaba muy poco para que llegaran los hermanos. Vio las plantas de cebolla y de orégano, tan lindas, y que dijo:

-¿Y por qué no me habrán dicho que tenían cebollas y orégano, mis hermanos?

Y cortó de las dos plantas, picó y le echó a la comida.

Ya llegaron los hermanos y se pusieron a comer. En cuanto probaron la comida se convirtieron en dos bueycitos62. Ella se afligió mucho, se puso a llorar, pero al fin tuvo que conformarse y seguir su vida. Siguió viviendo con los bueycitos y cuidandolós lo mejor que podía.

Un día que andaba pastoriando a los bueycitos, se le aparece un rey, que era vecino de su campo, y que la había visto muchas veces sin que ella lo viera. Le propuso que se casara con él, pero   —104→   la niña no se animaba a aceptar. El rey se fue, pero volvió muchas veces, siempre insistiendo en su pedido. Al fin la niña dijo que sí.

El rey hizo una gran fiesta, se casó con la niña y la llevó a su palacio, siendo ella desde entonces la reina de ese lugar. La niña se había llevado los bueycitos y el rey le dio su palabra que los cuidarían muy bien.

El rey había tenido antes una mujer, así no más63, sin casarse, que la llamaban la Reina Mora, porque era negra, y ella quedó, después del casamiento, de sirvienta. Ésta se puso muy celosa y no la podía pasar a la esposa verdadera del rey.

Pasó un año y la esposa del rey tuvo un hijo varón.

Una vez tuvo que irse el rey por unos días a otro reino y la negra aprovechó esta oportunidad para vengarse. Se ofreció para espulgarla, a la reina. Ella se negó al principio, diciendo que no tenía comezón ninguna, pero la negra insistió en que la espulgaría para que pasara el rato dejandosé escarbar el pelo. La reina se dejó espulgar, y sin darse cuenta se quedó dormida. Entonces la negra le clavó en la corona un alfiler de esos que terminan en una palomita. Como la negra era bruja, le puso una untura al alfiler, y lo preparó para que le hiciera mal a la niña. La reina se despertó. En el mismo momento se convirtió en una palomita y salió volando.

La negra, al hallarse sola y dueña, de su situación, trató de aparentar que era la reina y de hacerse pasar por ella, y engañar al rey. Así se arregló lo mejor que pudo, se pintó y se almidonó, y se puso la mejor ropa que tenía la reina. Tomó al niño y trató de tenerlo y tratarlo como si fuera la reina.

Cuando llegó el Rey, la negra, llorando, le dijo que del dijusto64 que había tenido con la negra sirvienta que se había mandado a cambiar, y con lo que había tenido que ir a la cocina, se había quedado en esa forma. El Rey se afligió mucho, y esperó que todo se arreglara. A la noche, el niño lloraba sin parar, de   —105→   hambre. La negra se hacía la que no se daba cuenta de nada, pero el Rey estaba cada vez más pensativo.

Al otro día, trabajando el jardinero del Rey en los jardines del palacio, suspendió su trabajo para ver una palomita que llegaba y le hablaba de esta forma:

-¿Qué hace el Rey?

-Está durmiendo con su mujer.

-¿Qué hace el niño?

-De a ratos llora y de a ratos calla.

-¡Llora, llora criatura,
de tu madre la desventura!

Se quedó muy sorprendido de esto el jardinero, y cuando fue a almorzar se lo contó al Rey. El Rey en seguida entró en sospechas de que allí había un misterio. Entonces le encargó al jardinero que tratara de cazar a la palomita, y le dio pega-pega para que le pusiera en el árbol que se asentaba. El jardinero cumplió con todo lo que le ordenó el Rey.

Al otro día, cuando estaba trabajando el jardinero, llegó la palomita y le volvió a hablar de la misma manera:

-¿Qué hace el Rey?

-Está durmiendo con su mujer.

-¿Qué hace el niño?

-De a ratos llora y de a ratos calla.

-¡Llora, llora criatura,
de tu madre la desventura!

La palomita se había asentado en la rama con pega-pega, y al quererse volar, se pegó, pero dejó pegados unos zapatitos y se fue.

El Rey, al saber esto, se sintió más intrigado, y le recomendó al jardinero que pusiera doble cantidad de liga. Así lo hizo el jardinero que también quería cazar aquella palomita tan bonita. Al día siguiente volvió la palomita, y se asentó en la misma rama y volvió a hablar al jardinero, y éste a contestarle:

-¿Qué hace el Rey?

-Está durmiendo con su mujer.

-¿Qué hace el niño?

  —106→  

-De a ratos llora y de a ratos calla.

-¡Llora, llora criatura,
de tu madre la desventura!

Al quererse ir se volvió a quedar pegada, pero dejó unas mediecitas y se fue.

El Rey cada vez más intrigado con esto, le dijo al jardinero que pusiera pega-pega más fuerte. Así lo hizo el jardinero. Al otro día llegó la palomita y cada vez con voz más triste, repitió las mismas preguntas, y el jardinero le contestó de la misma manera:

-¿Qué hace el Rey?

-Está durmiendo con su mujer.

-¿Qué hace el niño?

-De a ratos llora y de a ratos calla.

-¡Llora, llora criatura,
de tu madre la desventura!

Esta vez quiso volar, y por más esfuerzo que hizo, no pudo. El jardinero la tomó con mucho cuidado y se la presentó al Rey.

La negra, que había abandonado al niño y estaba a punto de hacer matar a los bueycitos, no sabía qué hacer. Le decía al Rey que largara esa palomita inmunda, que tenía que ser alguna brujería. Gritaba, lloraba y tiraba todas las cosas.

El Rey no la atendía y la acariciaba a la palomita. Le pasaba la mano por la cabeza, cuando notó un bordito. Vio que era un alfiler de la palomita. Se lo sacó, y en el momento la palomita volvió a ser la Reina, más joven y más linda que antes. Abrazó al Rey, fue, agarró al niño y ordenó que en el acto le trajeran a los bueycitos, sus hermanos. A los bueycitos se le caían las lágrimas de ver a la niña, y le pasaban la lengua por las manos. El Rey, y toda la gente del palacio, estaban locos de contentos de volver a tener a la Reina que era tan buena.

La negra quiso dispararse, pero no pudo. El Rey mandó que la agarraran, que trajeran cuatro potros de los más chúcaros65 y que la ataran de los pies y las manos a cada uno, para que la   —107→   descuartizaran. Así lo hicieron, la ataron a la negra a los cuatro potros, y los largaron al campo. Los potros la despedazaron y se alzaron al monte. Así castigaron la maldad de la Reina Mora.

El Rey y la Reina se quedaron a vivir muy contentos y felices, por muchos años.

Luis Jerónimo Lucero, 50 años. Nogolí. H. Yrigoyen. San Luis, 1960.

Gran, narrador.



  —108→  
993. La niña que jugaba a las muñecas

NEUQUÉN

Era una niña muy buena, que quería mucho a sus muñecas. Era en el campo.

Los padres siempre le decían:

-No te alejes muy lejos de la casa con tus muñecas porque te vas a perder.

Un buen día, ella salió de la casa a jugar con sus muñecas y vino un jote. Andaba un jote revolotiando y le alzó la muñequita y se la llevó. La nena en lugar de volver para la casa siguió al jote con su muñeca para quitarselá. Y ya ella siguió y siguió y se perdió de su casa, que no volvió más.

Esa noche se quedó alojada arriba di un árbol. Al otro día a la mañana, cuando salió el sol y ella de arriba miró, muy lejo vio un humito que salía y se fue para donde estaba el humo. Llegó a la casita que era un ranchito y había solamente una olla hirviendo en el fuego y no había nadie. Habían dos camas. Y ella agarró y hizo las camas y limpió, y hizo la comida. Entonce hizo pan, lo coció.

Ya eran las doce cuando llegaron dos jóvenes. Caminaban al mismo paso los dos. Hablaban al mismo hablar. Y llevaban la cuchara al mismo compás, de los dos hermanos.

Cuando estos hermanos llegaron a la casa, encontraron su casa limpia, su ranchito limpio, se azoraron. Entonce buscaban.

-¿Quién será? ¿Será la madre de Dios que ha venido? ¿Quién será?

  —109→  

Y ella se escondió abajo de una batea.

La andaban buscando. Ella andaba con un vestidito floriado. Vieron el pedacito, y entonce levantaron la batea, y era la niña. Ella pidió:

-¡No me maten, por favor, que ando perdida!

Entonce los jóvenes estos le dijeron:

-No, hermana. Vas a ser la hermana de nosotros que estás en la casa. Sos una hermana para nosotros.

Esta chica se quedó áhi, con estos dos muchachos. Estos muchachos iban al trabajo. Venían al mismo paso los dos. Llegaban, comían al mismo tiempo los dos.

Bueno... Ya hacía mucho tiempo, y trabajaban en la casa de un rey soltero. Entonce el Rey se fue un día a caminar por el campo y llega a la casa, y la vio a esta niña y se enamoró de ella. Y se la llevó a la chica. Y los hermanos, estos dos hermanos se volvieron bueycitos los dos.

Ella, cuando ella estaba con el Rey en el palacio, los acariñaba mucho a los bueyes y le decía siempre:

-No los hagas trabajar mucho a estos bueycitos.

-No, ellos trabajan a la voluntá de ellos.

Bueno, 'tuvo mucho tiempo áhi. Y tenían una negra de sirvienta.

El Rey se fue a pasiar, al campo, a andar. Y viene la sirvienta y le dice:

-Mire, patroncita, unté es tan bonita, ¿quiere que la peine?

Y la señora, la Reina, le dice:

-No, m'hija, no.

Y entonce, claro... La señora había tenido un niño del Rey. Entonce lo tenían en la cuna.

Y agarra ella, y le dice que bueno, tanto que le esigió la negra. La negra la peinó y le clavó un alfiler de esas cabecitas de palomita que habían antes, en la corona, a la Reina. Y se volvió una palomita y se fue al campo. La negra era bruja.

Bueno... Y después, cuando llegó el Rey, el Rey intranquilo porque la vía que era la negra, y la negra le contestaba   —110→   de que había estado mucho al sol, y si había puesto negra. Pero, él no creó mucho. No confiaba, que algo había pasado. Y el nene lloraba en la cuna. Y ella hacía como madre. Y la vía a la negra, que era como hijo de ella, como la madre no estaba.

Bueno. Hacía como ya do, tre día. Y le dice un día el hortelano:

-Mire, mi Rey, viene una palomita y se para en ese poste del alambre y dice:

-¿Qué hará el Rey mago con su reina mora?

-Yo por los tristes campos, a veces canto y a veces lloro.

-El nene llora en la cuna y el Rey se amura66 con la negra.

El hortelano le dijo al Rey. Entonce el Rey le dice:

-Mirá, vos vas a llevar emblea67 y le vas a poner; y agarrás la palomita sin lastimala, lo más cuidado que puedas.

Bueno. Llega la palomita un día. Se para en el poste otra vez y dice:

-¿Qué hará el Rey mago con su reina mora?

-Yo por los tristes campos, a veces canto y a veces lloro.

-El nene llora en la cuna y él se amura con la negra.

Y entonce quiso volar la palomita y se quedó pegada. Y la agarró y la llevó. Y se la llevó al Rey. Entonce el Rey fue y se fue adentro del baño. Y le empezó a cariñala. Le empezó a buscale y le encontró una alfiler en la cabecita, que la negra le había embrujado con el alfiler para volverla palomita. Se lo sacó y se volvió su señora, como era ella, pero desnuda. Él fue y le trajo ropa y le puso. Y entonces fue ella, y le dice el Rey:

-¿Cómo fue esto?

Ella dice:

-No, fue la sirvienta, que me dice que me peinaba y me ha puesto l'alfiler, 'onde mi volví un pajarito, y me fui al monte. Entonce el Rey agarró y hizo matar a la negra. Trajo una manada de yeguas y agarró los potros más ariscos que había,   —111→   con los piones, y la ató de un pie a cada caballo. Y fueron dos caballos, y los largó al monte que se matara la negra.

Y vivieron felices muchos años. Y se acabó el cuento.

Ana Rosa Chandía, 67 años. Catán-Lil. Neuquén, 1970.

Campesina analfabeta.



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994. La palomita

NEUQUÉN

Tuvo una niña una chica. Y entonces cuando la tuvo la jue a tirá a una vereda.

Entonce una mañana, cuando se amaneció el día andaba una aguilita arriba, arriba. Y la aguilita crió68 que era un chivito. Se descolgó de arriba y llegó onde69 'taba la criaturita. Y agarró y la alzó. Y se la llevó al árbol onde ella 'taba. Y ella no la comió, la crió a la criaturita. Entonce ella pa podé70 criala, cuando se descuidaban en las casas dentraba y llevaba de un todo pa criar su criaturita.

Ella la crió. Ya 'taba niña, ya. Entonce ella pa podé mantenela salía a la casa 'e los reyes y sacaba lo que había. Y cuando ella llegaba onde 'taba el árbol ella se deja quer71. Cuando llegaba al tronco 'el árbol, le decía:

-Blanca Bella,
baja tus trenzas
para subir por ellas.

Entonce la niña le largaba las trenzas hasta el tronquito y ella subía al árbol. Y la niña le decía:

-Me falta sal, o esto otro, mamita.

Y ya salía en el momento a buscarlo.

  —113→  

Entonce una vez salió la aguilita. Entonce jue a la casa del Rey. Catió72 que tuvieran todo adentro. Ella entró. Entonce la pillaron. Si había levantao ropa de las princesas. La vio el Príncipe que se llamaba Manuelito. Manuelito tenía un caballo que andaba, un tranco, una legua. Entonce lo ensilló Manuelito y siguió l'aguilita. Entonce despué de andar harto73 llegó al árbol. Y vio que l'aguilita decía:

-Blanca Bella,
baja tus trenzas
para subir por ellas.

Y subió l'aguilita pa arriba. Y entonce la niña dijo:

-Una olla me falta, mamita.

Y ya salió a buscar una olla. Entonce el Príncipe que 'staba catiando se jue al árbol. Y entonce le dijo:

-Blanca Bella,
baja tus trenzas
para subir por ellas.

Y le bajó las trenzas. Y cuando ella sintió el peso le dijo que se largara. Pero el Príncipe si hacía liviano agarrandosé del árbol pa llegar onde 'taba la niña. Y cuando lo vio la niña le dijo:

-¿Qué anda haciendo por aquí, cuando aquí ni pájaros habitan?

Y dice:

-Si mi mamita lo merece pillar, lo va a matar mi mamita, y a mí también. Mejor que se vaya.

Y él le contestó:

-Yo la llevo, entonce.

El Príncipe si había enamorado perdidamente de la niña. Que no había otra más bonita en el mundo.

Y entonce dice ella:

-Mejor que me vaya porque mi mamita me a va matar. Me va matar porque va hallar olor. Mejor será que me vaya.

  —114→  

Y se bajó del árbol y se jue con el Príncipe. Y entonce llegaron onde 'taba el caballo que tenía él, que andaba un tranco, una legua.

Subió al caballo el Príncipe y la niña subió al anca. Anduvieron mucho y llegaron a una laguna. Y asentó en la laguna. Y la hizo subir a un árbol y en el árbol había un palo como un asiento. Y áhi la dejó sentada. La niña era muy linda, harto linda. Y él se jue a la casa del Rey.

Llegó el Príncipe al palacio y le dijo a la Reina y a las hermanas que tenían que arreglarse muy bien porque él traía una niña muy linda, y que s'iba a casar con ella. Entonce ellas se arreglaron.

Tenían una negra sirvienta y entonce la mandaban con unos cántaros de esos con orejitas a trer74 agua de la laguna. Y la negra sacaba agua de onde 'taba el árbol con la niña. Y cuando la negra sacaba agua se vía75 la cara de la niña, y la negra creía que'era ella.

-Tan bonita yo y acarriando agua. Y las princesas tan feas que parecen indias.

Era una negra mora. Y áhi tiró los cántaros. Y rompió los cántaros y jue al palacio diciendo eso. Y la mandaron otra vez al agua con unos nuevos cántaros.

Y volvió a decir cuando vio la cara de la niña en l'agua:

-Tan bonita yo y acarriando agua.

Y entonce le habló la niña:

-¿Qué hacís, negra? No hagás tiras76 los cántaros. Soy yo la bonita que se ve en l'agua.

Y entonce la negra agarró y los dejó a un lao. Entonce la niña se bandió para onde 'taba la negra. Y entonce ya llegó y le dice que 'taba esperando al Príncipe pa ir al palacio y casase con él.

Entonce la negra le dijo:

-Mire, allá son muy delicadas. Tiene qu'ir muy limpiecita. ¿Quiere que le mire la cabeza?

  —115→  

Y tanto porfió la negra con despulgarla77 hasta que la hizo agacharse. Y entonce ella la comenzó a despulgar. Y entonce ella se quedó que se dormía en la falda de la negra. Entonce la negra le prendió un alfiler en cada sienita78. Y otra en la coronita. La negra era bruja. Y entonces ella se volvió palomita. Y entonce ella pegó un volido y la negra quedó en el palo.

Y entonce vino el Príncipe a llevala. Y áhi se encontró con la negra. Y él estrañao le preguntó pórque 'taba tan cambiada. Y entonce le dice ella que porque el sol la ha quemado, pero que ya iba a volver a ser como ante.

Y entonce el Príncipe la lleva al palacio, pero queda pensativo, porque algo raro le parecía todo. Y áhi vivían en el palacio. Un día viene el hortelano y le dice al Rey que todo los días viene una palomita y le pregunta de él. Y que ve que está muy triste, que da lástima oíla.

Y entonce el Rey le ordenó que la pille.

Al otro día la pilló el hortelano y se la trajo al Rey. La negra se enojaba muchísimo y decía que esa paloma debía ser bruja. El Rey le acariciaba la cabecita, y le tocó una alfiler y se la sacó. Entonce la palomita se hizo la cabeza de la Reina. Le sacó otra y se hizo hasta la mitá. Y le sacó la otra de la coronita y se hizo toda entera la Reina. Entonce ella le contó al Rey todo lo que pasó.

El Rey 'taba harto contento y la Reina, y toda la gente también.

Entonce el Rey mandó que la mataran a la negra que la ataran a cuatro potros y la largaran al campo. Y así la descuartizaron.

Y ellos quedaron muy felices y estarán viviendo todavía.

Clara Rosa Salazar, 33 años. Ranquilcó. Neuquén, 1954.

La narradora es descendiente de familias chilenas. Su pronunciación rústica es la de los campesinos de la región, pero conserva rasgos del habla de Chile, de la región fronteriza.

Variante del cuento tradicional.



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995. El hortelanito del rey

NEUQUÉN

Éste era un rey y una reina que vivían muy felices en un palacio, porque eran muy ricos estos reyes.

Tenían muchísimos lacayos y para el servicio de la Reina, esclavas. Bué... Además de los esclavos tenían algunos sirvientes de confianza.

Sucedió que el Rey tenía que ir a la guerra con los moros. Porque tenían guerra con los moros. Se preparó con mucha pena porque hacía poco tiempo que se había casado con una princesa muy linda y muy buena. Y él temía que si el enemigo avanzaba le tomaran el castillo y le sacaran todo.

Y de común acuerdo la llevó a la Reina a un bosque solamente con una mucama de mucha confianza. Le llevó ropa y comida. Seguramente tendría en el bosque alguna casita. Pero él no dijo a nadie que la había escondido. Y él se preparó con todo su ejército y partió a la guerra.

Toda la gente del reino al no ver la Reina pensaba que se había marchado con él.

Duró la guerra mucho tiempo. Los enemigos eran muy valientes y perdía el Rey en cada combate muchísimos hombres.

Pasó el tiempo y la Reina 'taba aburrida de estar encerrada en el bosque. Y le dijo a la doncella que se iba a dar una vuelta por el bosque. Y la doncella le decía que no, porque podían verla y correr la noticia que estaba ahí. La Reina le dijo que iba a tomar todas las precauciones y que para más seguridá se iba a esconder en la copa de un árbol.

Así lo hizo tres días seguidos. Salía a dar un paseíto y se escondía en la copa de un árbol. Y abajo del árbol corría un arroyito   —117→   con agua muy clara. Y en el agua del arroyo se miraba la cara de la Reina que era muy hermosa.

Desde el Palacio del Rey, todos los días venía una negra a buscar agua con dos cántaros, en el mismo lugar del arroyo donde estaba el árbol en el cual se escondía la Reina. La Reina la observaba que se miraba en el agua y decía:

-¡Tan bonita yo y acarriando agua!

El último día al verse tan bonita tiró los cántaros lejos y los hizo mil pedazos. La Reina al ver la negra que creía que era ella la bonita, le dio risa. Y empezó a reírse a carcajadas. Al oír las carcajadas la negra miró y vio a la Reina. Y la negra le dijo que bajara y la Reina le dijo que no podía. Y ella le dijo que subía y la bajaba. Y la Reina le contó que no podía bajar porque el Rey la había dejado escondida. Le confió el secreto y le contó todo donde vivía. Y la Reina le dijo que ella la podía llevar a la casita donde ella estaba. La negra le dijo que bueno, porque era bruja. Y pensó en seguida en matar a la Reina o transformarla en algún pájaro para quedar ella como reina.

Y se fue con la Reina a su escondite. Al llegar le dijo a la doncella todo lo que le había pasado. Y la negra le prometió serle fiel y ayudarla y se quedó con ella.

La doncella le dijo a la Reina:

-Amita, usté se va arrepentir de haber traído la negra.

Ella le dijo que no, que en fin, la había traído para que le hiciera compañía.

La negra se dedicaba a observar dónde tenía la ropa, cómo se vestía, cómo comía, en fin, no le perdía pisada. Y un día le dijo:

-Amita, tan hermoso cabello, tan bonita que es usté, ¿por qué no vamos al jardín y yo la peino?

Entonce, la Reina que era muy buena, y no creía que hubiera nadie en el mundo que fuera capaz de hacer mal. Y así lo hizo.

Se fue al jardín, llevó tualla79, un peine y una silla para que la negra la peinara. Y la empezó a peinar muy despacito, muy   —118→   despacito. Y como era bruja le clavó dos alfileres y la transformó en paloma, Y muy ligero agarró y se puso toda la ropa de la Reina y se empolvó -porque era negra, negra- y como había estudiado los modales de ella, llamó a la doncella, empezó a gritar:

-Juanita, ¡pronto!, la negra se ha ido. Tenías razón en decirme que la negra era mala. Y se ha ido. Y me tuvo atada al sol y me he quemado. Y ahora nos va a delatar dónde estamos.

Y le dijo que le preparara la cama porque estaba muy descompuesta por el dijusto muy grande que le había hecho pasar la negra.

Mientras tanto la guerra había terminado y contento volvía el Rey a buscar a su esposa que la tenía escondida. Y justo se fue a buscarla a la casita del bosque. Al verla se sosprendió80 que estuviera tan negra y tan distinta. Y la negra le dijo entonces:

-El sol y el aire me han quemado lo que no estoy acostumbrada a estar fuera del palacio.

Pero el Rey siempre estaba con la duda. Y le preguntó el Rey a la doncella qué había pasado. Y la doncella le contó que la Reina había ido con una negra del palacio y que después había aparecido transformada.

El Rey estaba muy apenado y dudaba de que fuera la Reina. Y lo mismo se la llevó al palacio.

Ya en el palacio, el hortelano del Rey que era una persona de mucha confianza del Rey, veía llegar todos los días al palacio una palomita a eso de las diez de la mañana. Entonce le decía la palomita:

-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?

Y el hortelanito le dice:

-A veces canta y a veces llora.

Y ella le decía:

-Mientras ando yo por el campo sola.

  —119→  

Y así muchos días pasó. Y la palomita todos los días a la misma hora iba y hablaba con el hortelano:

-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?

-A veces canta y a veces llora.

-Mientras ando yo por el campo sola.

Entonces el hortelano le contó al Rey. El Rey le dijo que tenía que pillar a la paloma de cualquier manera. Y el Rey le dijo a la negra. Entonces la negra le decía que tenía repugnancia a las palomas vivas, y que la quería comer en una cazuela. Y el Rey delante de la negra le dijo al hortelano que la tenía que pillar sin tocarle ninguna plumita y que si no le cortaba la cabeza.

La negra lo quiso sobornar al hortelano para que matara a la paloma, pero le dijo el hortelano que él iba a obedecer al Rey. El hortelano le echaba miguitas de pan y trigo a ver si bajaba a comer, pero la palomita siempre se posaba en el mismo palo y le decía:

-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?

-A veces canta y a veces llora.

-Mientras ando yo por el campo sola.

Todos los días el Rey le preguntaba al hortelano de la palomita. Y el hortelano le decía que no la podía pillar. Y él ordenó entonce que le ponga pega-pega en el palo que se asentaba. Y al otro día la palomita vino, se posó en el palo y le preguntó al hortelano lo de todos los días:

-Hortelanito del Rey,
¿qué hace el Rey con su negra mora?

-A veces canta y a veces llora.

-Mientras ando yo por el campo sola.

Y en cuanto se quiso volar no pudo. Y el Rey estaba observando. Y ahí no más se quiere ir a ver. Y la negra lo sujetaba, que no vaya. Y como él no la atendía, le dio un ataque y se cayó. Y él la dejó tirada en el suelo y se fue donde estaba el hortelano con la paloma. Y el hortelano se la dio al Rey. El Rey la encontraba   —120→   una palomita tan preciosa, que le comenzó a sobar la cabecita, por las alitas, por todas partes. Y en la cabecita, con el dedo, la comenzó a hurgar y le encontró una alfiler. Y le dijo:

-¡Pobrecita! ¡Miren el alfiler que tiene! ¡Por eso es que habla!

Y le sacó el alfiler. Y se transformó a la mitá de la princesa. Y entonce él le siguió buscando y le encontró el otro alfiler. Y le sacó el otro alfiler y se transformó en la princesa, en la Reina. Y el Rey estaba loco de contento. Y se abrazaron los dos llorando de alegría.

Y la negra se quiso disparar, pero la gente del palacio no la dejó salir. Y la tenía presa.

Entonce, la Reina, claro, le contó todo cómo había sucedido al Rey. El encuentro con la negra y cómo la había transformado en paloma. Entonce el Rey dijo que a la negra había que matarla. Pero la Reina, que era muy buena, dijo que no la mataran, pero que la llevaran muy lejos. Tenían el horno preparado para echar a la negra, pero la Reina dijo que ella la perdonaba y quería que todos la perdonaran. Y la dejaron muy lejos. Y todavía andará por ahí.

Y ellos fueron muy felices. Tuvieron muchos hijos, todos muy buenos.


Y se terminó el cuento
con sal y pimiento
porque todos estaban muy contentos.



Celia Álvarez de Casado, 51 años. Ranquilcó. Neuquén, 1954.

Gran narradora.

La narradora ofrece un ejemplo del habla culta de la región. Oyó el cuento a sus padres, que se establecieron en Chos Malal a principios de este siglo y procedían de Mendoza.



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ArribaAbajoNota

Nuestro cuento, llamado generalmente La Palomita, tiene gran difusión en las provincias más conservadoras del país. Sus numerosas versiones mantienen unidad de motivos, en esta gran zona, del tipo recreado

en nuestra tradición Estos motivos, entre otros, son los siguientes:

Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

A. Una ave de rapiña arrebata a una niña, mientras juega, una de sus muñecas. La niña la sigue. Se pierde en los campos. Llega a la casa de dos jóvenes hermanos, humildes trabajadores, que la adoptan como hermana.

B. Una bruja la persigue. Ella se salva, pero, por los hechizos que ésta dispone en verduras que la niña usa en la comida, los hermanos se convierten en bueyes. La niña se consagra a cuidarlos.

  —122→  

C. El Rey de la comarca descubre a la niña; se enamora de su belleza. Se casa con ella y al año tienen un niño.

D. Una negra esclava, bruja, en ausencia del Rey, con engaños le clava a la niña un alfiler en la cabeza y la convierte en paloma.

E. El Rey regresa y la negra simula ser la Reina, descuida al niño y hace trabajar a los bueyes.

F. La palomita regresa del campo y todos los días entabla un diálogo con el hortelano, en el que pregunta por el Rey, el niño y los bueyes.

G. Enterado el Rey ordena al hortelano que atrape a la palomita. Descubre entonces el sortilegio, le arranca el alfiler, la niña recupera su forma humana y la negra es castigada. Generalmente es atada a cuatro potros y descuartizada.

En algunas versiones figuran otros motivos como el de la fuga mágica y el de la negra que ve en el agua la cara de la niña y cree que es la suya, del cuento español.

Nuestro cuento es el Tipo 408 de la clasificación de Aarne-Thompson. Tiene el nombre de Las tres naranjas en versiones europeas. El motivo de las naranjas mágicas excepcionalmente se conoce en nuestra narrativa (cuento 977).