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ArribaAbajo El camino del cielo. La carta. El puente que lleva al otro mundo

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Cuentos del 1006 al 1021


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1006. La carta

SALTA

Dice que una vez un changuito101 se ha anoticiado que un señor necesitaba uno para que lleve una carta a una señora que vivía muy lejo. Como el changuito era muy alentadito y le gustaba el trabajo se ha presentado al señor. Entonce el señor le ha dicho que si no tenía miedo, que era muy chico, que le podía pasar algo. El changuito le ha dicho que él quiere ayudar a su mama y a su tata que eran viejitos, y que él está acostumbrado a andar por los cerros y por todos lados. Y que el señor le dice:

-Bueno, pero mirá, vos te vas a ir con este perrito -que le dice-. Vos lo tenís que seguir al perrito, que sabe bien el camino. Ande él vaya áhi tenís que ir vos.

-Sí, señor -que le dice.

-Vos vas a llevar esta carta, pero veás lo que veás, no quieras hacer nada. Vos, pande él va, vos vas. Si el perrito no se para, seguí no más. Ite, ite no más, veás lo que veás. Por donde pase el perrito vos vas a pasar.

-Sí, señor -ha dicho el changuito.

Bueno, le ha dado la carta y ha salido. Y el perrito ha ido adelante. Ha encontrado un río de agua. Parecía que no podía pasar, pero el perrito ha encarado y ha pasado y el changuito tras del perrito. Ha encontrado un río de leche. El perrito ha   —178→   pasado y el changuito di atrás. Ha encontrado un río de sangre. 'Taba muy asustado el changuito, pero ha pasado el perrito y di atrás no más él también ha pasado. Más allá encuentra una pelotera de perros que 'taban peliando, que parecía que ya se iban a matar. Y él había intentado separarlos, pero como el perrito seguía no más él tuvo que seguir igual. Más allá va y encuentra unos que 'taban ataus de la lengua con un alambre, que 'taban colgaus. ¡Uh!... Ya intentaba sacarlos, pero si acordaba que el señor li había dicho que por nada se quedara. Y el perrito seguía no más y él tenía que seguir. Más allá encuentra dos peñascos muy altos que se juntaban y chocaban. Y pasaba el perrito. Él no podía pasar y dice:

-Y... ¿qué hago? -decía-. ¡Cómo voy a pasar! Estas piedras me van aplastar...

Y cerró los ojos, si acordó lo que le dijo el señor, encaró... Y en ese momento se abrieron las piedras y pasó. Casi lo aplastan. Al ratito no más se dio cuenta que había llegau ande tenía que entregar la carta. Era un lugar muy lindo. Una casita rodiada de flores. Y cantaban los pajaritos. Y todo era lindo. Y llegó el perrito y se echó a la sombra de los árboles. Y salió una señora muy linda y le entregó la carta. Y la señora, cuando que había entregau la carta le dice, muy cariñosa:

-Pasá, changuito, quedate un rato.

-No -que dice-, tengo que volvé en seguida.

- No, quedate -le dice-, ya te vuá servir una cosita que comas, has andado muchas leguas sin comer. Te tenís que llenar y te vas.

Entonce agarra la señora, le sirve una tacita con leche y un pedacito 'i pan. Entonce cuando vio todo tan poquito, pensaba entre él, dice:

-Qué vuá hacé con esto. Di un trago lo como. Qué me vuá llenar.

Y lo recibió y empezó a tomar la leche y a comer el pedacito de pan. Y tomaba la leche y comía el pancito y siempre 'taba lo mismo, no se acababa. Bueno, se llenó y le sobró toda la leche y el pancito.

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-¿Por qué no dormís un ratito -le dice la señora- y te vas descansadito?

-No puedo, señora -le dice.

Pero 'taba tan cansado que se sentó y se quedó dormido. Bueno, lo despertó el perrito. Bueno, entonce, tenía que volver ya. Y se volvió con el perrito. Atrás del perrito siguió. Entonce, cuando volvió, encontró otra vez las piedras grandotas que se golpiaban, los que 'taban colgado de la lengua, el río de sangre, el río de leche, el río di agua. Tenía miedo de pasar, pero pasó todo bien. Al fin llegó onde 'taba el señor. Entonce le preguntó el señor:

-¿Entregastes la carta?

-Sí, señor. La señora me dio una tacita de leche y un pedacito de pan; comía y no se terminaba nunca. Y dormí un ratito.

Entonce le dice el señor, que era Dios:

-Esa Señora es Nuestra Madre, la Virgen María, por eso lo que te dio no se terminaba cuando comías. No has dormido un ratito, has dormido muchos años, pero allá todo es como un milagro. Mirá, vos eras un changuito y ahora sos un joven. Ya te vas a dar cuenta. ¿Qué has visto por el camino?

-Vi un río de agua muy grande. No mi animaba a pasar, pero pasó el perrito y pasé yo.

-Ésas son las lágrimas de las madres que lloran por los hijos. Tus dos hermanos mayores estuvieron por acá, llegaron hasta ese río, y tiraron la carta que les di, y volvieron y me querían engañar, me mintieron. ¿Qué más has visto?

-Vi un río de leche muy grande y también lo pasé con el perrito.

-Ésa es la leche que derramó la Virgen cuando se le perdió el Niño. ¿Y qué más has visto?

-Vi un río de sangre. Yo me asusté mucho, pero pasó el perrito y pasé yo.

-Ésa es la sangre que derramó Nuestro Señor por los pecadores. ¿Qué más has visto?

-Vi antes que todo unos perros que se peliaban y ya se mataban, pero no los pude separar.

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-Ésos son los hermanos malos y los hombres malvados que viven peliando con todos. ¿Qué más has visto?

-Vi unos colgados de la lengua. Me dio mucha lástima, pero tuve que seguir.

-Ésos son tres hermanos, mentirosos y intrigantes, que me quisieron engañar. ¿Qué más has visto?

-Vi dos peñas enormes que se golpiaban y saltaban chispas. Por un milagro pudo pasar el perrito y yo lo seguí.

-Ésas son las comadres que no se respetan como deben, que viven ofendiendosé. Eso es para ejemplo, que 'tan áhi. Bueno, has hecho muy bien el trabajo. Te tengo que pagar. ¿Qué querís más, un almú de plata o un Dios te lo pague?

-Un Dios te lo pague, señor, que dura siempre. La plata se gasta pronto.

Entonces el señor, que era Dios le dio un Dios te lo pague y le echó unas moneditas a unas alforjas que tenía el changuito. Y le dijo que se las llevara a sus padres. Y le dijo que el perrito que lo llevaba era el Ángel de la Guarda.

El changuito se fue. En el camino le parecía que las alforjas 'taban muy pesadas. Cuando llegó, salieron los viejitos a recibirlo muy contentos. Bajó él las alforjas y en lugar de las moneditas, las alforjas 'taban llenecitas de monedas de oro y de plata. Entonces se dieron cuenta de todo y tuvieron para pagar sus necesidades en toda la vida.

Y ése fue el premio de Dios al changuito bueno.

Miguel Balmaceda, 21 años. Rosario de la Frontera. Salta, 1970.

El narrador aprendió este cuento de su padre, que, como él, era oriundo de este lugar muy tradicional de Salta.



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1007. El camino del cielo

CATAMARCA

Era un padre que tenía tres hijos. Eran muy pobres y los hijos salieron a buscar trabajo.

Salió primero el mayor. Llegó a la casa de un señor que tenía grandes alfares102. Era Nuestro Señor. Le dio trabajo, lo conchabó. Le dijo que le tenía que llevar una carta a la madre que vivía en otra parte. Le dio una mula blanca. Le dijo que siguiera ese camino y le dijo:

-Llevá esta carta y ande se arrodille la mula vas a entregar la carta a una señora que es mi madre.

El muchacho caminó todo el día. No si arrodilló la mula. Entonce rompió la carta, la tiró y se volvió.

Llegó y le preguntó el patrón:

-¿Quí ha dicho mi madre?

-Nada ha dicho.

-¿Le entregastes la carta?

-Sí.

-Bueno, ¿qué querís que te pague: una carga de plata o un Dios te lo pague?

-Una carga de plata, señor.

Llegó a la casa, les ha entregado la carga de plata a los padres y en lugar de plata, ha sido todo carbón.

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Ha salido el segundo. Ha llegado también a los alfares, y el Señor lu ha conchabado para que le lleve la carta, y li ha dicho lo mismo qui al otro, y li ha dado la mula blanca.

-Llevá esta carta y ande se arrodille la mula entregá la carta a la señora que va salir, que es mi madre.

También ha caminado todo el día. Como no se ha arrodillado la mula, rompió la carta y si ha vuelto.

El patrón li ha preguntado si ha entregado la carta y él ha dicho que sí. Y li ha dicho:

-¿Qué querís que te pague: una carga de plata o un Dios te lo pague?

-¡Ah, una carga de plata!

Si ha ido y cuando ha queríu descargar la plata, todo se li ha hecho carbón.

Va el tercero, el shulco, que se llamaba Enrique. El Señor le encargó lo mismo y le dio la mula blanca, y le ha dicho:

-Vas a llevar la carta, Enrique, y todo lo que veáis en el camino me vas avisar a la vuelta.

Entonce tomó la carta, montó la mula blanca y si ha ido.

Cuando entró en el camino anduvo todo el día. Ya lejos entró en un monte. En el monte vio dos colgados de la lengua. Más allá 'taban muchos hombres que voltiaban un árbol muy grande. Después fue y encontró un río crecido, di agua. Si abrió l'agua y pasó la mula. Después encontró un río crecido, de leche. Si abrió y él pasó. Después encontró un río crecido, de sangre. Si abrió y él pasó.

Siguió otra parte del camino. Encontró unas virtientes de agua. Tenía mucha ser y si agachó a tomar agua. No pudo tomar porque l'agua 'taba hirviendo.

Siguió. Después encontró dos chanchos, peliando, que se 'daban tajiando. Tenía que pasar entre los chanchos y casi li agarraron el trasero a la mula, los chanchos.

Siguió. Más allá encontró unas vacas con unos semejantes aujeros en el lomo y unos pájaros encima, que las comían.

Siguió. Más allá encontró dos peñones que se daban unos contra otros.

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Siguió. Después encontró un alfar muy lindo, ande 'taban unas vacas secas103. Más allá, un potrero pelau y con vacas gordas.

Siguió. Llegó a un lugar, a una casa, y áhi si arrodilló la mula. Áhi salió una señora viuda y le recibió la carta. Y lo invitó que pasara. Y trajo un cordero chiquito y le dio a Enrique y él lo puso sobre el apero, en la mula. Le dio un pan. Enrique se sentó, puso una pierna sobre otra y se puso a comer el pan. Mientras él comía el pan sentía grandes melodías. Y él estaba embelesado en lo que sentía cantar. Y seguía comiendo el pan que no se le acababa nunca. Él estaba en el cielo y seguía comiendo el pan. Los que cantaban eran los ángeles.

Salió la viuda y le dice:

-Pero, hijo mío, ¿cómo no te vas? Hace mucho que estás aquí.

Y él le contesta:

-Pero señora, recién hi llegado.

Se entra la viuda y él siguió sintiendo cantar a los ángeles.

Volvió a salir la viuda.

-Enrique, fijate en el cordero que tenís áhi, que ti dau, cómo 'tá de grande y vos no te vas.

Ya 'taba astudo el cordero por el tiempo que había pasau. Él se fija y dice:

-¡Ah! -que dice-, qué dirá mi patrón que nu hi vuelto.

Claro, volvió y lo encontró al patrón esperandoló. Entonce le dice:

-¿Quí has visto en tu largo camino, Enrique?

Entonce él le dice:

-Lo primero qui hi visto cuando hi entrado en el monte, a dos que 'taban colgaus de la lengua.

Y él le dice:

-Ésos son tus hermanos que 'tán colgaus de la lengua por la mentira, que me tiraron la carta y me mintieron que la entregaron.

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-Después hi visto un gran árbol que lo bamboliaban por voltiarlo.

-Ésos son los demonios que voltian las almas.

-Después hi visto un río crecido de agua.

-Ésas son las lágrimas de las madres que pierden sus hijos.

-Después vido un río de leche.

-Es la leche que derramó la Virgen cuando perdió el niño.

-Después hi visto un río de sangre.

-Ésa es la sangre que nuestro Salvador derramó por los pecadores.

-Después hi visto un pozo lleno di agua. Tenía ser. Quise tomar y no pude porque 'taba hirviendo.

-Ése es el purgatorio.

-Después hi visto dos chanchos que si hacían pedazo, en el camino.

-Ésos son los malos compadres.

-Después hi visto dos peñascos que 'taban en el camino y se golpiaban.

-Ésas son las malas comadres.

-Después hi visto unas vacas overas con unos aujeros grandes en el lomo, y los pájaros encima, que las comían.

-Los pájaros son los ángeles que mueren sin bautismo, los duendes, que las molestan a las madres que los dejaron así.

-Y después vide un alfar florido y unas vacas secas de flacas.

-Ésas son las almas que 'tán en el infierno.

-Y después hi visto en unos peladares unas vacas gordas.

-Ésas son las almas que gozan de la gracia de Dios.

-Bueno, Enrique -le dice-, vos has estado dos años en la gloria y ti ha parecido un momento. Mirá el cordero que te dio la Virgen, es ya un carnero con las astas grandes.

Éste era Tata Dios. Le da un libro y le dice.

-Con este libro vas a tener la ciencia. Ya la Virgen te dio el pan que te va durar toda la vida. En este libro vas a tener todas las cosas en cuanto las pensís. Cuando te mande tu   —185→   padre a hacer algo ya va 'tar hecho. Bueno, ¿qué querís que te pague, un almú de plata o un Dios te lo pague?

-Pero, señor, un Dios te lo pague dura siempre y la plata se gasta.

Se despidió Enrique y se fue. Cuando llegó a la casa tenía las alforjas llenas de plata y le entregó a la madre que se puso muy contenta.

Enrique se ponía a ler todos los días el libro que le dio Nuestro Señor. Cuando el padre le mandaba que haga un trabajo, que siembre, que riegue, que vea las compuertas, al momento 'taba todo hecho por la virtú del libro. Y así han vivido muchos años muy felices. Yo 'tuve áhi y mi hi venido después para acá.

Ramona Virginia Villafañe de Coronel, 86 años. Ciudad de Catamarca, 1968.



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1008. La carta que Dios mandó a la madre

El camino del cielo


CATAMARCA

Dicen que había tres hermanos. Querían trabajar. Uno de ellos, el mayor, salió a buscar trabajo y que llegó a la casa di un viejito. Y que le dice el viejito:

-Yo te voy ocupar pa que vas a llevarme una carta a mi madre.

Después le dio de comer bien. Lo despachó y se fue.

De ahí que si había cansado en el camino, en la mitá del camino, y se volvió.

Le dice el viejito:

-¿Cómo ti ha ido?

-Bien.

-¿Has visto a mi madre?

-Sí.

-¿Qué ti ha dicho?

-No me dijo nada -que le dice.

-Qué querís que te pague, ¿diez cargas de carbón o diez cargas de plata?

-Diez cargas de plata. ¿Qué voy hacer con el carbón? No me beneficia nada a mí.

Bueno... Le dio las diez cargas de plata y se fue.

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Llegó a la casa. Les dijo a los padres que traía diez cargas de plata y cuando fueron a descargar eran diez cargas de carbón. Si ha ido el segundo y ha llegado a la casa del viejito.

-¿Quí andás haciendo, muchacho?

-Buscando trabajo.

-¿Querés llevarle una carta a mi madre?

-Cómo no.

-Tomá. Comé bien y andate, llevá esta carta a mi madre.

Si ha ido. Se fue un poquito más allá de que fue el otro. Se cansó. La tiró a la carta. Se volvió. Le dice el viejito:

-¿Cómo ti ha ido?

-Bien.

-¿La has visto a mi madre?

-Sí.

-¿Qué ti ha dicho?

-Nada, no mi ha dicho nada.

-Y bueno...

-Qué querís que te pague, ¿diez cargas de plata o diez cargas de carbón?

-Y, diez cargas de plata, qué vuá hacer con el carbón.

Llegó a la casa y cuando fue a descargar, todas las cargas en vez de plata eran de carbón.

Se fue el menor.

Bueno... Llegó a la casa del viejito buscando trabajo. Lo ocupó. Le dice:

-Te vuá ocupá, chico. Vas a llevar esta carta a mi madre. Montá el burrito y ande se hinque, áhi es.

-Sí, señor, si vuá ir.

Si ha ido. Ya lejos, ha llegado a un río de leche. Ha pasado. Ha llegado a un segundo río, un río de agua. Ha pasado. Ha llegado a un tercer río, un río de pus. Ha pasado. Ha pasado más allá. Ha encontrado dos colgados de la lengua. Ha ido más allá y ha encontrado dos piedras dandosé una con la otra. Ha ido más allá. Ha encontrado otras dos piedras dandosé la una con   —188→   la otra. Ha encontrado una vaca abajo di un árbol. El ternero arriba (la vaca abajo) voltiándole hojas para la vaca. Ha ida más allá. Ha encontrado unos alfalfares muy lindos con mucha hacienda flaca, muriéndose de flaca. Más allá ha encontrado un campo desierto con la hacienda gorda. Y ha ido más allá y llegó a una casa y si arrodilló el burrito.

Y llegó él. Era, parecía el cielo. Llegó. Se encontró con la señora. Le recibió la carta. Lo entró para adentro. Lleno de flores toda una inmensidá. Hermoso todo. Había muchos chiquitos. Todos acarriaban agua, dice, para el jardín. Parecía que esa señora era la madre de Dios. Estuvo un año, él, ahí, y creía que era un ratito. Que le dice la señora:

-Bueno, hijo, ya es propio que te vas. Llevá el contesto, dice, a mi hijo, y decile que estoy bien.

Se vuelve él, de allá con el contesto. Vuelve, a la casa del viejito, y el viejito le dice:

-¿Cómo ti ha ido, hijo?

-Bien.

-¿Qué ti ha dicho mi mama?

-Ya li ha mandau la carta. Aquí 'tá el contesto.

-¿Qué has visto en el camino?

-Hi visto un río de leche.

-Ésa es la leche qui has tomáu de tu madre cuando has nacido. ¿Qué más has visto?

-Hi visto un río de sangre.

-Ésa es la sangre que derramó tu madre cuando ti ha tenido. ¿Qué más has visto?

-Hi visto un río de agua.

-Ésas son las ládrimas que derramó tu madre para que vos te guíes en este mundo. ¿Qué más has visto?

-Hi visto un río de pus.

-Ésa es la pus que ha despedíu tu madre. ¿Qué más has visto?

-Hi visto unos dos colgados de la lengua.

-Ésos son tus hermanos. Están colgados por embusteros. ¿Qué más has visto?

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-Hi visto unas piedras dandosé unas con otras.

-Son las malas comadres. ¿Qué más has visto?

-Otras piedras que se daban unas con otras.

-Ésos son los malos compadres que pelian en esta vida. ¿Qué más has visto?

-Hi visto un árbol con un ternero arriba y una vaca abajo, voltiandolé hojas.

-Ése sos vos que estás ganando un peso para que coma tu madre. ¿Qué más has visto?

-Hi visto unos alfalfares de lindos, con una hacienda muy flaca.

-Ésa es la hacienda de los ricos. ¿Qué más has visto?

-Un campo muy pelado con la hacienda muy gorda.

-Ésa es la hacienda de los pobres. ¿Qué más has visto?

-Y nu hi visto más nada. Ya se arrodilló el burro y llegó a una casa muy linda, llena de flores, salivó la señora y me recibió la carta y me hizo quedar.

-Bueno, ahí es la gloria -dice-. Ahí es la mansión de la gloria. Áhi está mi madre. Todas esas criaturas qui has visto -dice- son los angelitos que están con ella ahí.

-Bueno, hijo, has hecho muy bien tu mandado. Qué querés que te pague, ¿diez cargas de plata o diez cargas de carbón?

-Y, diez cargas de carbón, no más -dice- plata no quiero.

-Bueno, hijo. Bien, sos un gran hombre. Ite con estos carbones. Buscate unas petacas, guardá el carbón ahí. Dentro de una semana destapalo y ya verás tu provecho.

Mientras de eso quedó rico con el carbón, que ganó porque se le convirtió en plata. Cuando abrió las petacas todo era plata. Los padres se pusieron muy contentos y todos quedaron muy ricos.

Rosario Pastrana de Gómez, 46 años. Fuerte Quemado. Santa María. Catamarca, 1968.

Mujer de pueblo, de este caserío rural. Ha concurrido a los primeros grados de la escuela primaria.



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1009. Los dos hermanos

LA RIOJA

Era un matrimonio viejito que tenía dos hijos. Cuando fue grande el primero, pidió permiso al padre para salir a buscar trabajo. Salió y se fue por un caminito. Anduvo muy lejos. Donde hacían cruz los caminos, se sentó a pensar cuál iba a tomar, y de áhi eligió el camino más angostito, más chiquito. Por áhi se había ido. Después que había caminado mucho, divisó un humito, lejos. Siguió caminando hasta que llegó a la casa de un viejito que vivía solito. Cuando llegó le dijo que si había trabajo para él. Le dijo el viejito que estaba, que le iba a dar trabajo, y después que estuvo un rato lo mandó que le vaya dar agua a un burrito que tenía en el jardín, por que al otro día tenía que viajar. Al otro día cuando amaneció, lo mandó que saque el burrito para que lo ensille, que primero lo ensille y recién lo enfrene. Le dio una carta para la madre que vivía lejos. Tenía que pasar por muchas partes peligrosas: primero por un río de agua caudaloso, después por medio de dos peñas que están chocando. Cuando llegue al río caudaloso le dijo que diga: En nombre del padre y del hijo, pasa borriquito si Dios te ayuda.

Entonces el muchacho se despidió, pidió la bendición y siguió viaje. Se fue y llegó a la orilla del río, pero no le dijo nada al burrito lo que el patrón le había ordenado. Agarró y lo aporrió bien al burrito porque no quería pasar, hizo tiras la carta que el viejito le dio y se volvió y le dijo al viejito que la madre no había tenido tiempo para contestarle. Por eso no le había mandado nada de carta.

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El viejito, cuando llegó, lo mandó que desensille y eche el burro al jardín, y áhi no más le dijo al viejito que ya no iba a trabajar más con él. Entonces el viejito, cuánto le iba a cobrar por el viaje, le dijo, y si quería un Dios se lo pague o un cinco104. Era por ver no más. Entonces el muchacho le cobró la plata. Después que le pagó se despidió y se fue. Este viejito era Dios. En la orilla del río caudaloso había tres árboles grandes y el viejito, con el poder que tenía, lo colgó al muchacho de la lengua para que no sea embustero.

Los padres del muchacho no sabían de la vida del hijo. Un día salieron para el pueblito a buscarse la vida y encontraron un almacén que nunca lo habían visto, y les causó curiosidá. Entraron y conocieron que era el hijo mayor. Contentos los padres lo hablaron con cariño, y les dijo que no los conocía, que no eran los padres de él, y los corrió:

-¡Salgan viejos mugrientos, llenos de arrugas! ¡No los quiero ver!

Entonces ellos se fueron llorando a la casa y le contaron al hijo menor que tenían. Éste había dispuesto salir también a buscar trabajo. Pidió que le dieran permiso para hacerlo, y siguió el mismo camino que el hermano mayor. Cuando llegó a la encrucijada hizo lo mismo que el mayor. Tomó el mismo camino y divisó el mismo humito, y se fue. Cuando llegó adonde estaba el viejito se arrodilló y le pidió la bendición. Entonces le dijo el viejito que pase para la cocina y que se vaya a servir lo que él quiera. Había toda clase de comidas preparadas ya. Después de comer rezó. Salió de la cocina y lo hizo pasar para una piecita para que se acueste en la cama que quiera él.

Descansó, se levantó y le dijo al viejito que si podía darle trabajo. Le dijo que estaba bien, que vaya a sacar al burrito del jardín y le vaya a dar agua lo mismo que le había dicho al otro hermano. Al otro día lo mandó que saque el burrito, lo ensille, y después recién le ponga el freno, hasta que él le escriba la carta que tenía que llevarle a la madre. Cuando terminó de escribir le dijo que tenía que pasar unas partes muy   —192→   peligrosas. Un río caudaloso y unas peñas que estaban chocando unas con otras. Cuando llegue a la orilla del río que diga: En nombre del padre y del hijo, pasá borriquito si Dios te ayuda. Y cuando llegue a las peñas haga la misma operación. Cuando le dijo todo esto, el joven le pidió la bendición. Se despidió y se fue. Cuando llegó a la orilla del río dijo:

En nombre del padre y del hijo pasá borriquito, si Dios te ayuda -y ya estuvo al otro lado.

Siguió el camino y cuando estuvo frente a las peñas le dijo las mismas palabras, y siguió viaje. Vio unos pastizales muy grandes y muy mucha hacienda que apenas se veía del pasto tan alto, tan alto que había, pero estaba muy flaca. Siguió viaje a un lugar donde había mucha hacienda gorda y ande no había qué coman. Estaba el suelo pelado, no más. Observó y siguió viaje. Cuando vio el humito y sintió una fragancia muy linda, vio la casa de la madre, de la viejita, rodeada de jardines. Llegó, la saludó a la viejita, le pidió la bendición y luego desensilló. La viejita lo mandó que le vaya a dar agua al burrito y cuando iba a hacerlo, sintió unas músicas muy lindas que no había sentido nunca. Volvió con el burro y la viejita lo mandó que lo echara en el jardín.

La viejita vivía solita. Lo mandó al joven a la cocina que pase a servirse lo que quiera. Una vez que comió el muchacho, le pidió permiso a ella para ir a escuchar un ratito esas músicas que había sentido. Ella le dijo que no, porque no iba a volver. Él siguió insistiendo que iba a ir un ratito, hasta que le dio permiso. Se fue y se paró en un baile que había mucha gente y músicas muy lindas. Allí bailaban viejitos, niños, de todo, y al lado de la puerta estaba una niña que la cerraba. De bien que estuvo se acordó que le habían dado permiso por un ratito y regresó muy apurado. Al llegar, le dijo la viejita:

-¡Ay, hijo! ¡A los diez años has vuelto!

Entonces el muchacho se quedó muy pensativo, porque había estado un rato. Estaba muy apurado por volverse adonde estaba el viejito. Quería que en ese momento lo despachara, entonces lo mandó que ensille hasta que ella escriba. Luego se despidió de la viejita, le pidió la bendición, y se fue.

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Volvió por donde había venido. Cuando llegó donde estaba el viejito le dice:

-¡Ay, hijo, a los diez años has vuelto!

El muchacho le entregó la carta que le mandó la madre. Luego desensilló y echó el burrito al jardín. El viejito lo mandó a la cocina para que se sirva lo que quiera. En seguida le dijo que no quería trabajar más y se iría donde estaban los padres. Entonces le preguntó que qué quería, si un Dios te lo pague o cinco centavos. El muchacho contestó que un Dios se lo pague. El viejito le preguntó si había visto por el camino en la orilla del río uno que estaba colgado de la lengua, que ése era su hermano, que él lo había colgado por embustero. También le dijo que esas dos peñas que estaban chocando era los malos compadres. La hacienda flaca en medio de los pastizales eran los que estaban en el purgatorio, y la gorda, que comía tierra, los que estaban en la gloria, y donde había ido a dejar la carta era la casa de la Virgen María. Entonces el muchacho le contó lo del baile, que había sentido unas músicas muy lindas, que fue un rato y la viejita le dijo que había demorado diez años. Le dijo que ésa era la gloria y era cierto que estuvo diez años, y esa niña que estaba en la puerta, que estaba en pena.

Se despidió del viejito. Se hincó y le pidió la bendición. Entonces el viejito sacó un cinco y le dio, le avisó que él era Dios y que nadie lo podía engañar. Le echó la bendición y se fue el muchacho por el mismo camino que había venido. Cuando fue llegando a la casa de los padres, salieron a encontrarlo y le dijeron:

-¡Ay, hijo! ¡A los diez años has vuelto!

Los padres estaban muy viejitos y pobres, faltos de todo. Los padres del muchacho tenían una caja de madera105 y el hijo la hizo limpiar bien. Que le saquen todo lo que tenía y en la noche echó lo que había ganado y se acostaron a dormir. Al otro día cuando se despertaron estaba la caja llena de dinero. Los viejitos muy asustados al ver esto, creían que el hijo había   —194→   robado ese dinero. El muchacho les avisó que Dios le había echado la bendición por eso era ese milagro. Entonces salieron a comprar todo lo que necesitaban para pasar la vida.


Pasó por un zapatito roto
llenito de porotos,
para que usté
me cuente otro.



Clara Leiva de Ormeño, 40 años. Pagancillo. General Lavalle. La Rioja, 1950.



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1010. La carta

LA RIOJA

Había una vez un matrimonio que tenía tres hijos. El mayor pidió licencia para ir a rodar tierra. Caminó unas cuantas leguas y se encontró con un viejito que estaba hachando madera en el campo. Áhi no más el viejito le dio trabajo al joven. Siendo ya las doce del día tuvieron hambre y se fueron a comer, pero como el viejito tenía una ollita muy chiquita, el joven pensó que no iba a llenarse con la comida de esa olla tan chica, pero les sobró; repitieron y todavía les obró.

Le dice el viejito:

-Mañana te vas a ir al potrero y me traes una mulita que hay allí.

Miró el joven y no encontró la mulita en el potrero, sinó únicamente un burrito. Se volvió a la casa del viejecito y le avisó, entonces le dijo el viejito:

-Si es ese animal, tráilo.

Trajo el burrito. Le ordenó que lo ensillase para que se vaya llevando una carta para una viejita. Y se fue.

Al poco caminar vio unas piedras que se abrían y se juntaban. Y anduvo otro trecho. Encontró un río de sangre. No pudiendo pasar el burrito, la echó a la carta en el río y se volvió a la casa. Cuando llegó le preguntó el viejecito qué le dijeron. Le contestó que nada. Le preguntó el viejito que si quería que le pague un almú de plata o un Dios te lo pague.

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-Quiero un almú de plata que es mejor que un Dios te lo pague.

Le dio y se fue a su casa.

Después vino el del medio que también pidió licencia para salir a rodar tierra. Se encontró con el mismo viejito y le dio trabajo. Siendo las doce tuvieron hambre y se fueron a la casa a comer. Viendo una ollita muy chiquita, pensó que no alcanzaría la comida, pero sin embargo, se repartieron, y todavía sobró.

Luego, después de comer, mandó a que le traiga una mulita que había en un potrero y la ensille, para que vaya a dejar una carta a una viejita que vivía lejos.

La trajo. Ensilló y se marchó el joven llevando la carta. A poco caminar vio unas dos piedras que se abrían y se juntaban. Caminó otro trecho y encontró un río de sangre y lo pasó. Y continuó caminando. Se encontró con un río de leche. No pudiendo pasar, abrió la carta, la leyó, y luego la rompió tirandolá al río. Se volvió a la casa del viejito, mintiendolé que había llegado y le preguntó:

-¿Qué te dijeron?

-No me dijeron nada -contestó.

-Bueno, ¿qué querés que te pague -le dijo-, un almú de plata o un Dios te lo pague?

Contestó:

-Un almú de plata. Qué voy hacer con un Dios te lo pague.

Le dio el viejito l'almú de plata y el joven se marchó despidiendosé muy agradecido.

Más luego vino el chulco. También salió a rodar tierra. Se encontró con el mismo viejito, le dijo que para dónde iba.

-A rodar tierra -le contestó el joven chulco.

-Bueno, ayudame a hachar esta madera.

-Cómo no -le contestó el chulco.

Cuando fueron las doce tuvieron hambre y se fueron a comer con el viejito. Viendo la ollita tan chiquita pensó el chulco que no iba a alcanzar, pero después se repitieron de esa misma ollita. En seguida lo mandó que vaya a un potrero y le traiga   —197→   un burrito que había, y lo ensille para que se vaya a llevar una carta a una viejita que estaba o vivía lejos de allí.

Ensilló y se fue con la carta. Desde lejos empezó a ver estas dos piedras que se abrían y se juntaban. Caminó otros pasos más y encontró dos hombres colgados de la lengua. Continuó su viaje y se encontró con el mismo río de sangre. Avanzó y pasó. Siguió el viaje y encontró un río de leche. Agatas pasó. Siguió el camino y se dio con un río de piedras. También lo atravesó. Hasta que por fin llegó a casa de la viejecita. Primeramente antes de llegar vio desde lejos dos potreros, uno lleno de alfalfa donde se encontraban unos toros muy flacos, y en el otro potrero que no había qué comer, los toros estaban muy gordos.

Llegó. Entonces la viejita le dijo que se baje para espulgarlo. Se bajó el chulco. Le entregó la carta. La viejita se puso a espulgarlo. Se durmió y cuando despertó le dijo la viejita que durmió un año y que era hora de irse. Se marchó el joven y llegó a la casa del viejito. Éste le preguntó cómo le fue.

-Muy bien -le contestó.

Le preguntó qué había visto en el camino.

-Primero -le dijo- vi unas dos piedras que se abrían y se juntaban.

-M'hijito, esas son las malas comadres del otro mundo.

-También vi dos hombres colgados.

-M'hijito, esos son tus hermanos que los colgué por embusteros.

-Más allá encontré un río con sangre.

-Ésa es la sangre que derramó tu madre para tenerte.

-Más allá encontré un río con leche.

-Ésa es la leche que tomaste vos.

-Y más allá encontré unos toros, en donde había alfalfa grande, los toros estaban flacos, y en donde no había qué comer, los toros estaban gordos.

-Estos toros flacos son los ricos avarientos. Los que están gordos son los pobres avenidos. La casita adonde habías llegado es la casa de la Virgen.

Entonces el viejito le preguntó con qué quería que le pague, si con un almú de plata o un Dios te lo pague. Contestó el joven   —198→   que qué haría con un almú de plata, mejor sería un Dios te lo pague, que eso le duraría más. Se despidió el joven y se marchó. Al verlo el viejito, lo hizo volver y le dio una virtú. Le entregó un mantelito y una palomita que se transformaba en mujer y le dijo que sería su esposa. Y así fue. Y se marchó.

Caminó muchísimo y llegó a la casa de unas tías que tenía. Cuando quería salir la guardaba a la palomita en un baúl. Las tías le abrieron el baúl y le largaron la palomita. Cuando volvió, la palomita le dijo al joven que otra vez que la deje sola se iba a ir, porque las tías de él eran brujas.

Volvió a dejarla por segunda vez y antes que regresara el joven volvieron a largar la palomita.

Cuando llegó el joven le dijo la palomita, si la quería ver, vaya a Los Tres Picos de Amor, a Las Tres Torres del Pabellón. Se jue la palomita y el joven la siguió corriendo por atrás. Después de andar unas leguas, llegó a una ciudad en donde vivían tres hermanas. Le hicieron volver al joven para que les haga una partición. Les hizo la partición y les preguntó si estaban conforme. Contestaron que sí. Caminó un trecho y lo hicieron volver para darle cada una una virtú. Una le dio un sombrero, para que cuando pase por la ciudá nadie lo vea. Otra le dio unas botas para que cuando lo vaya alcanzando el viento se ponga botas. Otra le dio un mantelito de virtú para que le pida lo que quiera.

Y se marchó. Caminó muchísimo y llegó adonde había unas casas. Preguntó si quedaba lejos los Tres Picos de Amor. Y le contestaron que faltaba poco. Continuó caminando y llegó hasta donde estaba su esposa, muy contento y tranquilo. La trajo y siguieron viviendo en su casita.

El viejecito y la viejita que lo encaminaron fueron la Virgen y Dios.


Pasé por un zapatito roto
que usté me cuente otro.



Rosa Cayo, 55 años. Los Francés. General Lavalle. La Rioja, 1950.

Al cuento de El camino del cielo o La carta se agrega un motivo de La esposa encantada o Los Tres Picos de Amores.



  —199→  
1011. Un Dios se lo pague

LA RIOJA

Éste qu'era un viejito y una viejita, según mi acuerdo. Quesque tenían tres hijos varones. Un día que 'staban muy pobres. L'ella no tenía nada pa comer. Y el hijo más grande, viendo esa pobreza, salió a rodar tierra. Cuando anduvo mucho se topó con un viejito de barba blanca y le preguntó pand'iba. Y le contó el muchacho. El viejo lo mandó a llevar una carta. Éste la tiró por áhi y se volvió y mintió que la había entregau. El viejo le dijo si qué quería ahora él, cien pesos o un Dios te lo pague.

El muchacho quería los cien pesos. Y el viejito se los dio, y se volvió el muchacho pa su casa. Y cuando llega allá el padre lo hartó a palos, porque sólo llevaba una carga de carbón.

Después salió a rodar tierra el segundo hijo. Y volvió con el mismo resultado. Pero después salió el más chico y se topó con el viejito, y cuando le dijo:

-¿Qué querís, los cien pesos o un Dios te lo pague? El changuito le contestó que quería un Dios te lo pague.

Entonces el viejito le dijo que tenía que hacer un largo viaje. Y le 'bía dau un burrito. Y le dijo qui ande s'hinque el burrito, tenía que entregar una carta pa una señora.

Salió el chico y cuando ya 'bía caminau un buen poco se le apareció un río de creciente clara. Y el burrito la 'bía cruzau no más. Más allá le apareció un río con creciente blanca. Y también la 'bía pasau con el burrito. Porque el viejito li había dau una espuelita de plata al changuito pa que lo espuelie al   —200→   burrito cuando encuentre un peligro. Más allacito no más se le apareció un río con agua color sangre y lo mismo lo 'bía pasau el changuito con su burrito, al que le hincaba la espuelita. Y más allacito había encontrau dos piedras blancas que estaban juntandosé y separandosé. Y cuando se habían separau li había hincau l'espuelita al burrito y había pasau no más. Y di áhi, había seguíu no más y había encontrau dos toros peliando. Quesque se juntaban y se separaban. En cuanto se 'bían separau ha pasau el changuito con el burrito. Y di áhi, más allá ha encontrau un potrero con alfalfa y llenito de vacas flacas, y lo había pasau. Más allá ha encontrau un potrero sin pasto y llenito de vacas gordas. Y 'bía seguíu no más hasta que el burrito s'hincau solito en una casita. Y había salíu una señora y le 'bía dau la carta. La señora le 'bía recibíu la carta y después que le 'bía dau de comer al changuito. Después se 'bía dormíu el changuito.

El burrito que 'staba atau se 'bía muerto y estaba los huesitos no más. El changuito había dormío un año. Y la señora lo despertó y le dijo que se vaya. Y le dio otra carta pal viejito. Cuando había queríu irse el burrito estaba muerto, los huesos no más. Entonces la señora le dio un carboncito bien negro y brillante pa que lo toque al burrito. Y cuando lo tocó al burrito con el carboncito, se paró y empezó a caminar.

Y ya no había encontrau nada hasta llegar al viejito. Y el viejito le preguntó al changuito si qué había visto. El changuito le contó todo. Entonces el viejito le dijo que la creciente clara, eran las lágrimas que su madre derramó cuando lo había teníu a él; la creciente blanca, la leche que había tomau de su pecho cuando el changuito era chiquito; el río con creciente de sangre era la sangre que la madre había derramau en el parto; que los toros eran los malos compadres que hacen mal con sus acciones, a la gente; que las piedras que se juntaban eran las malas comadres que se pasan hablando de los vecinos; que las vacas flacas del potrero con pasto, eran la gente mala que tenían plata y siempre estaban queriendo más, sin llenarse de una vez; que las vacas gordas en el potrero sin pasto eran la gente pobre y humilde que estaba conforme con lo poco que tenía, y que la señora que le dio la carta era la Virgen y el viejito era Tata Dios.

Entonces el viejito recibió la carta de la señora y le dijo que lleve el carboncito a su casa y se vaya. No le dio más porque   —201→   él había querido un Dios se lo pague no más. El changuito se volvió y al llegar a la casa del padre, al verle las manos vacías, lo castigó. La madre lo consoló. Y el chico le dijo que saquen todas las cosas de la pieza grande de la casa. Y cuando ésta quedó vacía, el changuito agarró el carboncito que le dio la señora y lo tiró adentro. Entonces toda la pieza se 'bía llenau di oro y plata. Quesqu'era muy mucha, que no la podían contar. Entonces el padre le 'bía pedíu perdón a su hijo y 'bía reconocíu que era bueno.

Y ha pasau por un zapatito roto para que usté me cuente otro.

Horacio Galleguillos, 52 años. La Cuadra. Famatina. La Rioja, 1950.

Trabajador de campo y minero.



  —202→  
1012. La carta

LA RIOJA

Que había una vez una señora que tenía tres hijos. Un día que le dice el mayor qu'él s'iba a ir a rodar tierra.

En el camino que se encontró con un viejito que venía en una burrita. El viejecito que le preguntó al joven si para dónde se iba. El joven le contestó que a rodar tierra.

Entonces el viejito le dijo que suba en la burrita de él y lleve una carta. Que en el camino iba a encontrar dos piedras que se abren y se juntan. Que cuando se abran las piedras pase por medio d'ellas. Que más allá iba a encontrar dos cabezas de vaca recién degolladas cad'una con el cuchillo que las degollaron y qu'él pase por sobre esas cabezas. Más allá qu'iba encontrar unos sauces grandes. Que cuando llegue allí la burrita s'iba hincar. Entonces iba a salir una viuda a la que tenía que entregar la carta, dar la vuelta una vez entregada la carta y regresar donde quedaba el viejito.

El joven se fue y el sol quemaba mucho, por eso antes de llegar a las piedras se bajó de la burrita y se acostó, sacó la carta y la leyó. De ahí no más dio la vuelta.

Cuando llegó donde estaba el viejito, éste le preguntó que qué había visto.

El joven le contestó que había visto muchas cosas.

Entonces que le preguntó el viejito que cuánto valía el viaje. El mozo contestó que valía un Dios se lo pague y que le llene los bolsillos de plata.

  —203→  

El viejo le llenó los bolsillos de plata y el joven se fue a un almacén a comprar comida. Pidió mucho que comer y cuando metió la mano al bolsillo para pagar tenía sólo tierra.

Después que le dice a la madre el hijo del medio que él también s'iba a rodar tierra.

En el camino se encontró con el mismo viejito y le preguntó para dónde se iba y el mozo le contestó que a rodar tierra.

El viejo le dijo que suba a la burrita y lleve una carta y le encargó lo mismo que al otro.

El joven llegó cerca de las piedras, se apeó, se acostó, sacó la carta y la leyó igual que el anterior. Después dio la vuelta y cuando llegó donde estaba el viejito, éste le preguntó que qué había visto y el mozo le contestó que muchas cosas.

El viejito le preguntó que cuánto valía el viaje y el joven le dijo que un Dios se lo pague y que le llene los bolsillos de plata. El joven se fue al almacén y pidió mucho que comer. Cuando metió la mano al bolsillo en vez de dinero encontró carbón. Después, que el hijo menor le dice a la madre que él también se va a rodar tierra.

Salió de viaje y se encontró con el mismo viejito. El viejito le dijo lo mismo que a los otros hermanos.

El mozo salió en la burrita, llegó a las piedras y cuando se arrimó se abrieron y pasó por medio de ellas. Más allá encontró las dos cabezas de vaca con el cuchillo y pasó por encima de ellas. Más allá llegó adonde estaban dos viborones peleando y pasó por encima de ellos. Más allá vio unas vacas flacas que comían en buen pasto. Más allá estaban unas vacas gordas donde no había qué comer. Llegó a los sauces grandes, y cuando llegó allí, la burrita se hincó. Entonces salió la mujer viuda y le entregó la carta. Áhi no más pegó la vuelta el joven.

Cuando llegó donde estaba el viejo, éste le preguntó que qué había visto. El joven le indicó todo lo que había visto. Entonces el viejito le dijo que las dos piedras eran sus hermanos (los del joven) que así iban a vivir, abriendosé y juntandosé. Las dos cabezas de vaca, eran sus hermanos que iban a vivir degollados. Los dos viborones que eran también sus hermanos que iban a vivir peliando. Las vacas gordas le dijo el viejo:

-Son los pobres que comen lo que hallan.

  —204→  

Y que las vacas flacas eran los ricos que teniendo qué comer, no comen.

Cuando le dijo esto, el viejito le dijo al joven que cuánto valía el viaje y el joven le dijo que un Dios se lo pague. El viejo le dio el Dios se lo pague y le echó un cinco en el bolsillo. Además le regaló una yegua con un bretal106 de plata y le dijo que el primer potrillo que tenga la yegua iba a ser muy bonito, pero que no vaya a ponerle el bretal y que s'iba a llamar Nipi Negro Overo. Que el otro potrillo que tenga la yegua iba a ser muy fiero107 y a ése le ponga el bretal y que s'iba a llamar Morcillo.

El muchacho se fue al almacén y pidió un cinco de comida. Cuando quiso pagar encontró los bolsillos llenos de plata y compró mucha comida.

La yegua parió el primer potrillo que era muy bonito. El muchacho lo quiso mucho y le puso el bretal. El potrillo se le disparó con el bretal. Después la yegua parió el potrillo fiero y como no tenía el bretal para ponerle, el muchacho le puso freno. El potrillo lo habló al muchacho y le dijo:

-No sabís a quién has puesto el bretal, ni a quién has puesto freno. El otro potrillo es el diablo y yo soy Dios.

El mozo entonces le preguntó al caballo fiero, de qué modo podría hacer para sacarle el bretal al otro. El caballo le contestó que solamente que monte en él para que lo lleve donde baja al agua el otro. Que cuando lleguen a ese lugar que lo ate bien en el bramadero108 que hay en un corral. Que él iba a relinchar y entonces el primero en bajar sería Nipi Negro Overo. Le dijo también que lleve un machete y que se ponga junto a la puerta del corral para que cuando entre Nipi lo desgarrone de un hachazo.

Hizó así el mozo y cuando entró el potro lo desgarronó, le sacó el bretal, montó en Morcillo, y huyeron perseguidos por las yeguas que bajaron con Nipi y eran los otros diablos, pero no pudieron alcanzarlos.

  —205→  

El joven se fue en su caballo hasta la casa del Rey. Cuando llegó allí, el Rey le pidió que le busque una cata109 que se le había disparado al campo. El joven le pidió una pluma que haya sido de la cata. El Rey se la dio y era colorada.

El joven le preguntó al caballo, si adónde podría hallar la cata. El caballo le contestó que él sabía donde bajaba a beber la cata junto con otras. Que para que pueda pillarla debía levantar en una mano la pluma para que se asiente allí la cata. Que cuando la cata se asiente, la agarre de las patas, se agarre firme y dispare en él. Cuando llegaron adonde bajó la cata, el joven hizo lo que le dijo el caballo, agarró la cata y disparó perseguido por las otras catas que eran los diablos, pero no los alcanzaron. El joven llegó a la casa del Rey, entregó la cata, pero el Rey le pidió que vaya a quitarle a los diablos una hija que le robaron.

El joven le preguntó al caballo cómo podía hacer y el caballo le contestó que lo llevaría donde estaba la niña. Que la niña estaba embarazada y que en cuanto vea la silla110 de él, que se iba antojar de montarlo. Entonces que el muchacho le conteste que sólo en ancas podría alzarla. Que cuando la niña monte, dispare y se agarre bien.

Todo sucedió como el caballo lo dijo: llegaron al lugar donde estaba la niña cautiva de los diablos, ésta se antojó de montar en Morcillo, pero el joven le aceptó que lo hiciera en ancas. Cuando montó la niña, el joven le dijo que se agarre bien por qu'iban a disparar.

Y así no más fue. La niña se agarró y el joven le apretó el galope, perseguido por los diablos, que no la pudieron alcanzar.

Llegó el joven a la casa del Rey, le entregó la niña y siguió adelante con Morcillo en busca de nuevos servicios para hacerlos.

Antonio Giménez, 60 años. Nollaco. Rivadavia. La Rioja, 1950.

Al cuento tradicional de El camino del cielo o La carta se agregan aquí motivos del cuento El caballito de siete colores.



  —206→  
1013. El camino del cielo

LA RIOJA

Eran tres hermanos pobres.

Un día dice la madre:

-Pero, hijos, qué hacimos aquí -dice- todos. Cómo pasamos la vida -dice-. ¿Por qué no va alguno de los mayores a buscarse la vida?

-¡Como no! -dice.

Entonce, dice el mayor:

-Echemé la bendición, madre, que me voy a rodar tierra -dice.

Sale. Toma un camino sin rumbo.

Por áhi va. Camina. Ya era tarde. Llega a la casa di un viejito, en un bosque.

-¡Oh! -que le dice-. ¿Cómo le va hijo? ¿Para dónde va?

-Voy en busca de trabajo.

-Yo le voy a dar -dice-. Pierda cuidau -dice-. Sientesé por áhi y descanse -dice-. Ya lo voy a cariñar111 un poco.

Bueno, llega el viejo. Le da una rayita de pan, muy delgadita y una ollita, que la ollita que cocinaba era de la cáscara di un güevo. Dice el otro, viendo lo que iba áhi:

-¡Eh!, qué, ¿para qué me da esto? -dice-. ¡Qué cosa! ¡Esto es muy poco!

  —207→  

Y agarra, ¿ve? Y le pega el tipo, a comer, a comer, a comer. No lo pudo acabar nunca.

-Bueno -dice-. Guardeló para mañana -dice-. Vaya a dormir. Vaya a dormir porque mañana lo voy a mandar -dice- temprano -dice-. Áhi tiene un freno y un pelero -dice-. Se va a la puerta del potrero. El primer animal que halle, en la puerta del potrero, a ése lo trae para que viaje.

-Bueno...

Se va al otro día bien temprano, el otro, a traer la bestia que lu habían mandau. Lo primero que se encuentra con un burro, en la puerta. Dice:

-¿Ve este burro?, ¡hijuna, gran puta! -dice-. Habiendo tantos caballos lindos, viene este burro.

Le pega unos azotes. Lo corre y se pilla un caballo.

Bueno... Y le dice... Viene de allá... Le dice:

-¿Ése ha 'stau en la puerta 'el potrero? -le dice el viejito.

-Ése -dice.

-Bueno. Tome esta carta -dice-. Ande se pare este caballo me va dejar esta carta.

Y toma un camino a lo que da. Ya cuando ha galopado un trecho largo, se encuentra con un río de sangre que daba miedo. Dice:

-No, no -dice-. Aquí me lleva. Aquí me vuelvo. No paso. Me vuelvo.

'Tuvo un rato... Agarra la carta, la tira.

-Qué -dice- le digo, que l' hi entregau, y listo.

Se vuelve. Entonce va y se vuelve. Y le dice el viejito:

-¿Ha dejau la carta?

-Sí -le dice.

-Muy bien -es que le dice.

-¿Cuánto quiere que le pague -dice-, un almú de plata o un Dios se lo pague?

-¿Qué voy hacer con un Dios se lo pague?; déme un almú de plata -dice.

-¡Cómo no! -le dice.

  —208→  

Le presta una bolsa y le mide el almú de plata, ¿no? Y le echa en la bolsa. La planta al hombro, y se va a la casa. De lejo que iba gritando:

-Mamá, madre, barra un rincón del rancho -dice- qui aquí va plata pa que pasen la vida.

Llega éste y vacia la bolsa. ¡Nada más que carbón!

-¡Ay! -que dice-, ésos se van a trair carbón, pa carbón aquí también hay -dice-, ¡para qué!

Y dice el menor, que sigue:

-Yo me voy a ir mañana. Que este maricón -dice- que va trai carbón, áhi.

Se va. Toma el mismo camino, ¿sabe? Llega a la casa del viejito y mira:

-¿Para dónde, hijo?

-Voy -dice- en busca de trabajo.

-Yo te voy a dar trabajo -dice-, pierda cuidau -dice-. Pase, sientesé -dice-. Descanse. Ya le voy hacer cariño -dice.

Va y trai también y le da la rayita de pan y la ollita de la cáscara del güevo.

-¡Ah! -dice-. ¡Qué voy a 'tar por esta comida! Yo no -dice-. Me voy a otro lado.

Y se li agachó:

-Coma, coma -dice.

No la acababa nunca. Cuchariaba él y movía el pan y no lo podía acabar nunca.

-Sirvasé -dice.

-Ya no puedo más.

-Bueno, dejeló pa mañana -dice el viejito-. Bueno, a dormir, usté -dice- mañana tiene que madrugar -dice-, lo voy a mandar -dice-. Áhi 'tá un freno, y un pelero. Se va ir -dice- a la puerta 'el potrero y el primer animal que lu encuentre, ése lo va traer -dice.

Este otro no vía las horas de que venga el día para ir. Entre oscuro que se va. Lo primero que se encuentra con el burro en la puerta 'el potrero. Dice:

-¡Ah, qué burro pícaro! -dice-. ¡Ya vas a ver!

  —209→  

Le puso otros guascazos. Lo corre. Dice:

Habiendo tantos caballos lindos, viene este burro -dice-, y más ligeros.

Entonce pilla un caballo y se va.

-¿Ése 'taba en la puerta 'el potrero? -dice.

-Éste -dice.

-Bueno -dice-, 'tá bien. Tome esta carta -dice-. Donde se pare el caballo entregue esta carta -dice.

Bueno... Toma el camino. Sigue y se va. Bueno, éste llega al río con sangre, ¿sabe? Y él quiere sujetar el caballo, y se dentra el caballo. Y cierra los ojos y pasa. Y dice:

-Aquí ya me lleva este río.

Él esperaba que lo dé vuelta, con caballo y todo este tremendo río. Y pasa. Cuando pasa el río, ya nu había hondo sinó que chapaliaba el caballo ¿no? Pasa al otro lado y abre los ojos y sigue.

Un río di agua qui hacía caballito112 en la orilla. Dice:

-No. Aquí no me meto -dice.

Con tiempo sujetó el caballo. Dice:

-¿Qué hago ahora? La tiro al agua y le digo que he andau -dice.

Se viene. Lo mismo. Llega de allá y le dice:

-¿Has entregau la carta?

-Como no. Sí, ya la hi dejau -dice.

-Bueno -que le dice-. ¿Cuánto quiere que le pague, un almú de plata o un Dios se lo pague?

-¿Qué voy hacer con un Dios se lo pague? -dice-, déme un almú de plata -dice.

Le da otra bolsa. Mide el almú de plata y le echa a la bolsa. Bueno. Sigue y se va tamién. ¡Contento! Dice:

-Ya va ver mi hermano, lo voy hacer pasar una vergüenza, pero grande.

  —210→  

Llega allá. De lejos no más iba gritando:

-¡Madre, aquí hay plata, no carbón como el que ha traido mi hermano! Aquí 'tá.

Y la viejita 'taba con flojera ¿sabe? Va y barre poco no más. Llega y dice:

-Eche áhi, hijo.

Vacea la bolsa. Otro alto de carbón.

-¡Ay! -que dice el shulco, que era un muchachito chico, que dice- vea la desgracia de los hermanos, dice, a trai carbón. ¿Con eso vamos a comer nosotros? -dice-. Yo me voy ir -dice-. Echemé la bendición, madre, que me voy a rodar tierra -dice-. Yo, si nu hallo plata, sin traile qué comer no vuelvo.

-Que no, que adónde va ir hijo, dice, tan chico.

-No, yo me voy. ¿Quí hacimos aquí?

Bueno, queriendo y sin querer, la viejita le echa la bendición.

Y sigue, se va lo mismo. Iba pasando. Dice:

-Allá debe ser ande han trabajau mis hermanos.

Lu había visto él. Llega.

-¡Oh, ánde va, hijo! -que le dice el viejito.

-En busca de trabajo, tata viejo.

-¡Ah, yo le guá dar, pierda cuidau, yo le guá dar trabajo!

Bueno... Dice:

-Bueno, quedesé -dice-. Descanse un poco -dice-. Áhi voy a cariñarlo -dice el viejito.

Si ha sentau un rato. Ya ha veniu él con la misma comida.

Que dice él:

-¡Ay!, siquiera algo -que dice-. Esto es pior que la casa di uno. No como nada -dice.

Ya 'taba conforme, ya, éste. Come, y come, y come y se llena. Dice:

-Ya no quero más.

-Sirvasé.

-No -dice- no quero más -dice.

  —211→  

-Bueno, guardeló pa mañana, m'hijo. Es una lástima que era chico, ¿no?

Entonce, le dice:

-Vaya, pongasé en cama, dice. Usté, mañana, va a tomar un freno y un pelero. Va a madrugar, y me va a trair el primer animal que halle en la puerta del potrero, dice. -Ése lo va trair, dice. -Y va venir para acá, usté, dice.

Bueno... Tamién se levantó oscuro, cuando venía el día, blanco ya. Que no podía dormir. Se levantó.

-H'i113 trair este animal temprano -dice.

Se va. Lo primero, el burro, áhi. Dice:

-¡Juna gran puta!, burro, ya vas a ver. Por intruso a vos te voy a llevar.

Áhi no más lu ha pillau al burro y se li ha acercau. ¡Madrecita!, un rescoldo el burro.

Llega a la casa. Entonce 'taba el viejito.

-Muy bien m'hijo -que le dice-. Tome esta carta, dice, ande se pare este burro, dice, áhi va entregar la carta.

-¡Como no!

Se da vuelta y parte el burro. ¡Madrecita! Cuando ya si ha dau cuenta, ya 'taba por el río de sangre, áhi, ya. Ha teníu un susto bárbaro. Si ha entrau. Ha cerrau los ojos y ya no tenía miedo. Y ya chapaliaba el burro en la sangre, ¿no? Y pasa. Más allá abre los ojos y dice:

-Ahora si hi pasau.

Y el burro no lo puede sujetar.

Y 'paf!, ya viene el río con agua, ¡amigo! que se daba vuelta. Dice:

-¡Aquí me lleva con burro y todo!, dice. -¡Qué hago ahora!

Ya lo quiso sujetar y el burro duro. Se li ha endureciu. Y así jue no más y lo dejó pasar. Pasaron.

  —212→  

Más allá, un río de leche. Dice:

-¡Vea la leche aquí! ¡Esto sí que es grande! ¡Más mucho! ¡Ah! -dice-, éste me lleva ya. Nu hay nada qui hacer. Áhi yo gua rodar, dice. -Yo no voy nada.

Y el burro, a lo que no lo puede dominar de las riendas, viene y se entra tamién. Pasa. Y se va.

Por áhi pasa otra. Y que estaban dos piedras allí, peñascos, así venían y se juntaban, y si abrían. Y por áhi pasaba el camino.

-¡Aquí! -dice-. Mi hi salvau de todas, menos de estas piedras -dice.

Tamién ha querido sujetar el burro. Ya se li ha pasado, dice, cuando si han separau. Ya pasa el burro y se vuelven a juntar.

-Ahora sí, dice. -Pueda ser que nu haiga más peligro y vamos allá.

Se junta con dos lenguas que estaban chirlo y chirlo, amigo, a los dos laus.

-¡Ah! -dice-, aquí me cortan estas lenguas, dice. -Aquí me terminan.

Lo que si abrían, chicotiaban. Lo que si abren, él quería sujetar, tenía miedo, ¿no? ¡Pah!, el burro iba pasando y no lo podía sujetar. Y pasa, y sigue, y sigue.

Y más allá, unas dos cabezas que se juntaban. Botaban llamas por los ojos, por las orejas, por las narices. Dice:

-Aquí me quemo, dice, nu hay nada qui hacer. Por éste me lleva el camino.

Bueno, en lo que va a pasar, si abre así, pasa. No le pasa nada a él. Bueno... Y sigue, amigo. Ya se vía un verde, unas fincas ¡de lindas! Y el carril comu una hebra d' hilo. Y el burro, amigo, no le mermaba, a todo escape. Entraba a las fincas. Comenzaba a ver unos animales gordos en unos peladeros que nu había nada que si agache, y pal otro lau en unos pastos florius unas vacas caéndose de flacas. Y va y llega a la casa di una viejita, ande había ¡de pajaritos! Y áhi golpia las manos y sale una viejita. Áhi se para el burro.

-Aquí tiene que ser -dice.

  —213→  

Bueno, golpia las manos. Sale la viejita.

Dice:

-Aquí traigo una carta.

-¡Como no, m'hijo! Bajesé -dice- hasta quí haga el contesto para mandarle. Bajesé.

No quería porque él quería volvé temprano.

Y dice:

-Bajesé, bajesé.

Áhi lo consiente. Lu ha conseguíu hasta que si ha bajau. Arrimesé a las piernas, a las rodillas, dice, m'hijo, descanse. Si arrima y se pone la cabeza ahí. Se duerme. Se despierta ya tarde. Pega un salto, se despierta. Y él dice:

-Ya es tarde. Despachemé. Mire, mi hi dormiu áhi un ratito.

-Hijo, ha dormiu años -que le dice.

Lo despacha, y parte.

-Ahora no tenga miedo, ya.

Si ha arreglau, li ha largau la rienda al burro. De todos los peligros qui había, él ya iba sin miedo. Hasta que al llegar, ya oscureciendo, llega a la casa del viejito.

-¡Ay!... -que le dice-. ¿Cómo li ha ido? ¿Ha entregau la carta? -que le dice.

-Sí, señor -dice-. Si la hi entregau -dice.

-Muy bien -que le dice.

- Hi demorau porque áhi hi dormiu un ratito -que le dice-. Ocho años, decí, hijo -dice-. Bueno ¿quí ha visto por el camino, hijo? -le dice.

-Mire, dice, ha pasado que en lo que ido me encuentro un río de sangre -dice.

-¡Ah! -que le dice-, ese río de sangre, dice, ése es lo que ha redamau tu madre por tus hermanos por embusteros. Y más allá, ¿quí ha visto?

-Un río de agua, dice, clarita l'agua.

-Ésas son las lágrimas qui ha redamau tu madre por tus hermanos por embusteros. Bueno... Y más allá, ¿quí ha visto?

  —214→  

-Un río de leche.

Ésa, es la leche qui ha derramau tu madre por tus hermanos, por embusteros. Más allá, ¿quí ha visto?

-Dos piedras, dice, que 'tán dando una con otra.

-Ésas son las malas comadres.

-Más allá, unas lenguas, dale chirlos -dice.

-Ésas son las testimonieras -dice-. ¿Y más allá?

-Unos que botaban juego por la nariz y por la boca.

-Ésos son tus hermanos por embusteros. Áhi 'tán. ¿Y más allá, quí has visto?

-Mucha hacienda, dice, hay. Mucha hacienda, dice. Hay muchos animales gordos en un peladero.

-Ésos son los pobres avenidos.

-Y otros flacos en pastos floridos.

-Ésos son los ricos avarientos.

-Y al final, dice, en la casa, habían ¡de pajaritos, flores, de todo! Y unos niñitos que cuidaban todo.

-Ésos son los angelitos, dice. Has visto a la gloria, dice.

Bueno...

-Ése es el polo114 -dice-. Bueno, vaya a dormir, mañana lo guá despachar -dice.

Bueno... Va. Al otro día temprano se levanta él y el viejito tamién.

-¿Qué quiere que le pague: un almú de plata o un Dios se lo pague?

Dice él:

-¿Qué voy hacer con un almú de plata? Déme un Dios se lo pague y listo, me voy -dice.

Bueno... Agarra el viejito y le dio una cajita, chiquita.

-Tome esta cajita y la llave -dice.

Ya se li había dehaparecido el viejito y no lu había visto más. Bueno... Recién, él saca la cajita. Cuando él saca la cajita   —215→   y deja de mirar y mira a los laus, 'taba en un palacio que ni un rey no lo tenía. Y esos bosques que eran, esas plantas frutales, amigo, todo, todo, todo.

Entonce que dice:

-Ahora, dice, voy, dice, y traigo mi madre.

Jue y trajo la madre y la trajo al palacio de él. Y 'tará viviendo, y yo mi hi veníu porque qué iba hacer yo allá, no mi iban a dar entrada, o sí, vaya a saber.

Eulogio Tejada, 68 años. Villa Unión. General Lavalle. La Rioja, 1968.