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1069. El potrillo de siete colores

ENTRE RÍOS


Señor comisario:
aquí me manda el sargento
que le haga este cuento.



Dice que éste era Dios y que tenía un chico para que le cuidara cinco yeguas que tenía. Todos los días lo mandaba a cuidar estos animalitos y le daba un poronguito di agua y un pedacito 'e pan. Salía a la madrugada y a la noche venía con las yeguas a las casas. Las encerraba áhi. Todos los días hacía lo mismo. Le daba el poronguito di agua y el pedacito 'e pan, y tomaba agua y comía pan todo el día y no se terminaba nunca. Y un día que le dice Dios:

-M'hijo, no te preciso má. Te voy a regalar las cinco yeguas -dice que le dice-. Vos te vas adonde Dios ti ayude. Yo ya no te puedo tené más.

Y bueno, él dice que le dijo.

-¿Por qué no me da el poronguito y el pedacito 'e pan, en vez de las yeguas?

Y entonce que le dijo que no, que le daba las cinco yeguas no más. Dice que le dijo que dos 'taban preñadas.

-Esa rosilla va tener un potrillito de siete colores y esa otra tostada va a tener uno más lindo que una flor. Pero vos no vaye a agarrá el más lindo que una flor. Agarrá el de siete colores.

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Y güeno se jue con las cinco yeguas.

Y por áhi, como a unos cuatro o cinco días tuvieron hijos las yeguas. Dice que uno de los potrillos era de siete colores y el otro era más lindo que una flor. El de siete colores dice que era todo arruinado, todo. Y el más lindo que una flor, que era más arpisto246, mas liberal247, más ligero y más potro malo. Él quiso agarrar el más lindo que una flor y no pudo porque dice que el potrillo que agarró, les pegó unos mordiscos y unas patadas a las yeguas y se las llevó. Y sigue él con el potrillo de siete colores no más. Y se jue con el potrillo. Marchó en el potrillito. Y di a ratos subía en el potrillito y di a ratos caminaba. Por áhi entraron a un monte y encontraron una pluma muy linda, que brillaba y parecía di oro. Y dice que la levantó. Y el potrillito que le dice:

-No la levante mi amo.

Y el muchacho si asustó y la tiró. Pero después que dice:

-Qué sabés animalito, vos -y la volvió a levantar.

-No sea porfiáu mi amo, no la levante que va a ser para nuestra perdición.

Y la llevó no más el muchacho.

-Bueno, mi amo, ya va a ver usté -le dice el potrillito.

Y el muchacho se puso la pluma en el sombrero y marchó.

Llegaron a un pueblo. Iba pasando el muchacho por la casa de un Rey que tenía una hija. Y la hija que 'taba en una ventana mirando pa la calle y ve que el muchacho llevaba esa pluma tan linda. Y entonce que va corriendo y le dice al padre:

-Papá, papá, mire ese mozo, qué linda pluma lleva. ¿Porque no lo llama y le sale a comprá?

Y el Rey dice que salió y lo llamó.

-Mozo, qué linda pluma ésa, ¿porqué no me la vende?

-Qué se la voy a vender, tome, se la regalo, para qué la quiero yo -dice que le dice.

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Y la muchacha que era de má regalona; la quería de má el viejo. Y que el muchacho sigue viaje. Se jue a una herrería. Pidió trabajo y le dieron trabajo.

Y como al mes que la muchacha le dice al padre:

-Papá, qué lindo sería si pudiéramo tené el pájaro dueño de la pluma. Cómo será de lindo.

Y entonce que dice:

-Qué, m'hija, ese pájaro habrá ido pasando por áhi y habrá perdido esa pluma. Quién sabe de ánde será.

-¿Por qué no lo manda a buscar a ese mozo? ¿Por qué no lo manda a llamar pa que busque el pájaro?

Y el Rey que dice:

-Qué lo va a encontrar. Quien sabe dónde andará el pájaro ése.

Y se puso a llorá la niña y que le dice:

-Usté no me quiere má a mí.

Tanto embromó que le dice:

-Bueno, lo voy hacer llamá.

Y depué dejó de llorar. Y lo mandó a buscar al muchacho el Rey y dice que le dice el muchacho:

-¿Qué quiere, señor Rey?

-Quiero que me traigás el pájaro dueño de esta pluma, que le dice.

-Qué lo voy a trair, quién sabe dónde 'tá el pájaro. Y güeno, voy a ver.

Y se jue ande 'taba el potrillo y que le contó al potrillo lo que le dijo el Rey y áhi le dijo el potrillo:

-¿Vio, mi amo? No le dije que esa pluma iba ser para nuestra perdición.

Y que le dice al muchacho:

-Pedile un pañuelo grande de algodón, sin pecar248.

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Y le dio el Rey el pañuelo, y marcharon los dos. Y se fueron lejo ande había un monte grande y que había unas piedras grandotas. Y que cuando iba cerca que le dice el potrillo:

-Bajesé, amigo, y vaye en aquellas piedras. Áhi hay dos moros y en el medio 'tá el pájaro de la pluma ésa. Vaye despacito, no haga ruido, que si lo oyen somos perdidos los dos. Y fijesé, diz que le dijo -si 'tá con los ojos abiertos y las alas caídas, arrimesé, y lu envuelve bien en el pañuelo que no vaye a aletiar. Si está con los ojos cerrados, no se vaye arrimar -que le dijo.

Y el muchacho jue, si arrimó, que 'taba con los ojos abiertos y las alas abiertas. Eso era que 'taba dormido. Y llegó despacito y envolvió el pájaro y disparó. Y al ratito no más mira pa atrás, y venían los moros; venían como una tormenta punta de piedra y fuego. Y ellos dispararon. Y venían cerquita, pero no los pudieron alcanzar. Y güeno, cuando 'taban a salvo, que le dice el potrillo:

-Güeno, d'esta nos salvamos, pero tuvimo gran peligro.

Y güeno, lo llevó al pájaro viejo249, ése, al Rey.

La muchacha 'taba lo más contenta y le dice al padre:

-¿Ha visto, papá, cómo lo encontró? -le dice.

Y áhi se jue el muchacho otra vez a trabajar. Y diz que como al mes se le antoja a la muchacha que el muchacho traiga las cinco yeguas y que le dice al Rey:

-Papá, qué lindo sería si este mozo trajiera las cinco yeguas que le dio el viejito.

Y dice que le dice:

-Pero, qué las va a tráir. ¡Quién sabe ánde andarán!

-Y así como trajo el pájaro puede tráir las yeguas.

Y ya sé puso a llorar ella y le decía que no la quería. Y entonce el Rey lo mandó llamar al muchacho. Y le dice el muchacho:

-¿Qué quiere, señor Rey?

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-Que me traigás las cinco yeguas que te dio el viejito cuando te juiste de la casa.

-¡Qué se las voy a trair! ¡Ande andarán!

-Así como trajiste el pájaro podés trair las yeguas.

-Y bueno -dice-, voy a ver, y jue a consultar con el potrillo.

Y el potrillo le dijo:

-Digalé que sí.

-Se jue y le dijo al Rey que sí las iba a trair a las yeguas.

Y se jueron los dos con el potrillo, y jueron lejo, lejo. Y dice que le dice:

-Vayesé, amigo. Vaya a tal parte. Áhi tan encerradas las yeguas en un corral. Tome este pelito pa que les pegue. Yo voy a pegar tres relinchos, pa que usté las saque. El potrillo más lindo que una flor está encerrau con las yeguas en un corral con un portón de fierro. Cuando yo pegue el tercer relincho, al último, va a pegar la pechada al portón y lo va tirar al suelo el potrillo más lindo que una flor. Usté tirelé este pelito, tirelé a partirlo, no le vaye errar.

Y se jue el muchacho y se puso al lado del portón de fierro. Y entonce el potrillo de siete colores pegó un relincho por allá, lejo. Y entonce, el potrillito más lindo que una flor levantó la cabeza y empezó a inquietarse. Entonce pegó otro relincho más cerca el potrillito de siete colores, y el otro les pegó unas patadas y unos mordiscos a las yeguas y las arrinconó en un rincón del corral. Y entonce ya pegó otro relincho más cerquita. Y el otro que vino con toda furia y le pegó un pechazo al portón y lo hizo mil pedazos. Entonce el muchacho le tiró con el pelito ése y se volvió una espada grandota el pelo ése y lo partió por la mitá. Entonce se vino el potrillo de allá y se llevaron las yeguas. Y áhi se las llevaron al Rey viejo.

Y ya llegaron y la muchacha 'taba contentísima con las yeguas. Y las echaron al campo.

-¿Viste papá cómo las trajo? ¿No te decía yo que las iba a trair?

Y se jue el muchacho ande 'taba trabajando.

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Y güeno, como al mes, dice que le dice la hija al Rey:

-Papá, ¿te acordás de aquel anillo que lo perdí en el mar cuando tenía catorce años? Este muchacho es capaz de trairlo.

-Pero, ¿vos sos loca? ¡Cómo lo va tráir! Adónde lo habrá lleváu el agua, adónde lo habrá enterrau en l'arena.

-Pero, qué no lo va a tráir. ¿Cómo trajo las yeguas y el pájaro? Que ni sabían ánde 'taban y los trajo.

Y ya se puso a llorar y a decir que no la quería. Bueno, y entonce lo mandó a llamar al muchacho otra vez.

Y el muchacho que dijo:

-Qué cosa que no me dejan trabajar tranquilo. ¿Qué será ahora?

-Vio, mi amito -que le dice el potrillo-, ¿no le dije que no levantara la pluma ésa y usté me dijo que yo no sabía nada? Eso es para que vea.

Y bueno, se jueron a la casa 'el Rey. Y le preguntó qué quería.

-Quiero que me traigás un anillo que perdió m'hija en el mar cuando tenía catorce años.

-Pero, ¡qué lo voy a encontrar! ¡Quién sabe cómo lo voy a tráir!

-Así como trajiste el pájaro y las yeguas.

-Y güeno, voy a consultar.

Y entonce le consultó al potrillo y que le dijo:

-Decí que sí y pedile al Rey un litro de leche y una sábana sin pecar y una pala.

Y güeno y se jue al Rey y le pidió todo eso y el Rey se lo dio. Y se jueron. Por allá, cerca del mar que le dijo:

-Cavá acá un pozo hondo, que te tape.

Y entonce cavó y cavó hasta que lo hizo del alto de él.

Y bueno, cuando estuvo que le dijo:

-Metete adentro. Y no vaye salir hasta que yo te llame, hasta que yo te pegue un relincho, si no somos perdidos los dos.

Y el muchacho se metió y se quedó adentro. Eran como las diez de la mañana y el agua le daba a la rodilla y el potrillito   —555→   no aparecía. Y a la una ya le daba a la cintura. Y él desesperado levantaba los talones y no veía nada. Y a las seis ya le dabas a los hombros y no aparecía el potrillo. Y el sol se entraba y no aparecía. Y ya cuando 'taba anocheciendo él que 'taba con l'agua al cuello y entonce sintió un relincho y áhi no más pegó un salto y salió. Y corrió ande 'taba el potrillo que venía ¡pobrecito!, con las tripas a la rastra.

-Bañame con la leche y envolveme con la sábana -le dijo.

Y güeno, lo bañó bien con la leche y lo envolvió con la sábana. Y bueno, que le dice:

-Agarre el anillo que traigo en la boca y envolvelo bien, que no se te vaye a perder.

Entonce lo agarró, lo envolvió bien y lo ató. Como a la media hora el potrillo se levantó, se sacudió y 'taba sanito. Entonce marcharon y jueron a la casa del Rey. Llegaron ya de noche. Y le entregaron el anillo al Rey y se lo dio a la hija. Y ella se lo ponía en los dedos y no le quedaba bien en ninguno. Y entonce el muchacho se jue a trabajá otra vez.

Después de un mes que le dice la muchacha al Rey:

-Papá, qué lindo sería si este mozo nos trajiera el poronguito de agua y el pedacito de pan que le daba el viejito.

-Pero qué lo va a tráir.

-Sí, lo puede tráir como trajo el pájaro, las yeguas y el anillo.

Y entonce ya se puso a llorar y el Rey lo mandó a llamar al muchacho. Y vino el muchacho y le dijo el Rey que tenía que tráir el poronguito y el pedacito 'e pan. Y él que dice:

-Qué lo voy a tráir si ni a mí me lo quiso dar. Pero voy a consultar.

Entonce el potrillito le dice que le diga que sí, pero si él le da un ojo de su cara y un ojo de la cara de la hija. Y güeno, va y le dice:

-Güeno, los voy a tráir al poronguito y al pedacito de pan con una condición: que usté me dé un ojo de su cara y un ojo de la cara de su hija.

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-No, no, entonce dejalo no más.

Y así se jue él tranquilo, el mozo.

Y güeno, al mucho tiempo le dice a la hija:

-M'hija, este mozo te ha tráido todas esas cosas que nadie en el mundo te la iba a tráir. ¿Por qué no te casás con él?

-Y güeno -le dijo la muchacha-, si usté quiere yo me caso.

Y el Rey lo llamó al mozo y le dijo que la hija se quería casar con él. Entonce él decía que era un pobre trabajador, que cómo podía casarse con la hija del Rey.

-No, no es nada. Vos le has tráido tantas cosas que ella quería...

Y le dijo que le iba a dar casa y mueble y le dio plata pa que compara ropa. Y se casó con la hija del Rey.

Y al caballito lo tenía en un galpón y lo cuidaba muy bien. Y un día le dice:

-Bueno, mi amo, yo soy un ángel que Dios me mandó pa que yo lo salve de todos los peligros que tuvo. El potrillo más lindo que una flor era el Diablo. Ahora yo me voy. Ya 'ta casau y tranquilo.

Y el potrillito se volvió una palomita y se voló, y el mozo se quedó llorando. Lo alcanzó a cazar de la solita y li arrancó la colita; por eso son colinchitos250 todos los angelitos.


Y planté una planta 'e poroto
para más después contarle otro.



Dora Pasarella, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1959.



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1070. El caballo de siete colores

NEUQUÉN

Éste era un viejo y una vieja que tenían tres hijos. Uno se llamaba Pedro, el mayor, el otro Juan y el otro Manuelito.

Tenían una sementera de trigo. Entonces mandó el padre a Pedro a cuidar la sementera en la noche porque había un animal cebado. Pedro se quedó dormido y el caballo entró y comió.

Al otro día mandó a Juan. A Juan le pasó lo mismo. Se quedó dormido y el caballo comió también igual.

Entonces Manuelito le dijo que lo mandara a él por ser el menor. El padre no quería y él se puso a llorar. Entonces le dijo el padre:

-Tus hermanos, los mayores no hicieron nada, y vos qué vas hacer.

Él se puso a llorar y le dijo:

-Voy no más, papá. Déme un lazo y una guitarra.

El padre le dio el lazo y la guitarra y le dijo que si no le traía el caballo lo azotaba.

Y se fue Manuelito pa la sementera y se puso a cantar con el lazo armao, en el paso que entraba el caballo. Cuando sintió el ruido dejó de tocar la guitarra. Entró el caballo y lo cazó. Era un caballo de siete colores.

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Le dijo el caballo a Manuelito:

-Largame.

-No te largo -le dijo Manuelito- porque mi papá me va castigar.

Entonces el caballo le dijo:

-Bueno, largame no más porque yo soy un ángel del cielo.

-No te largo -le dijo Manuelito- porque mi papá me va castigar.

-Bueno -le dijo entonces el caballo- si es así, llevame. Cuando tu papá me quiera pegar a mí, vos me largás. En los apuros que vos te viás yo te favorezco.

Manuelito ha llegao con el caballo. El padre se enoja con los otros muchachos y los castiga.

En la tarde los dos muchachos, Pedro y Juan, le pidieron la bendición al padre para salir a caminar. El padre se las ha dao. Al otro día se jueron.

Manuelito desde que se fueron los hermanos comenzó a pedir la bendición también al padre por ser hombre y por saber. Los padres no querían. Él se puso a llorar. Quería alcanzar a sus hermanos. A los tres días le dieron la bendición. Al dentro el sol alcanzó a sus hermanos. Entonces dijo Pedro, el mayor:

-¿Qué no es Manuelito aquel que viene allí, hombre?

Entonce Juan le dice:

-Qué va ser. Pedro le dice:

-Sí, es él.

Bueno, ya cuando los alcanzó les dijo:

-Buenas tardes, hermanos.

Ellos los saludaron muy tranquilos, pero ellos estaban con la idea de matarlo. Al otro día siguieron viaje. Llegaron a un monte. Ahí se dedicaron a vivir los tres.

Entonces Pedro y Juan salieron a cazar para vivir de la caza y Manuelito quedó cuidando la casa y que les tuviera qué comer y sin darle nada y le dijieron:

-Y si no nos tenís qué comer, te cortamos el cogote.

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Áhi dijo Manuelito:

-Caballito de siete colores, cuando vengan mis hermanos cerca, que se preparen tres ollas de comida de las mejores que haiga en el mundo.

En seguida estuvieron las ollas de comida.

Juan le dijo a Pedro:

-Qué vamos hacer con éste, la comida la tuvo sin darle ninguna cosa.

Juan le dijo:

-Mirá, parece que éste nos va a matar a nosotros antes que nosotros lo matemos a él.

Pedro le dijo que no.

Al otro día le dijo Pedro:

-Levantate, Manuel y vas a ir a buscar una vaca gorda que hay en el monte.

Había muchas fieras. Entonces, Pedro dijo:

-Lo van a tener que matar las fieras no más.

En la tarde Manuelito llegó con la vaca gorda. En la noche Juan le dijo otra vez a Pedro:

-Manuelito nos va a matar a nosotros.

Pedro le dijo que no. Le dijo:

-Mirá, allí hay una vieja bruja. Con ésa lo vamos hacer matar.

Al otro día, en la mañana, se levantó Pedro y Juan, y fueron a donde la vieja bruja y le preguntaron qué harían ellos para matar a Manuelito.

La vieja bruja les contesta que es la cosa más fácil, que le roben una prenda en la noche y se la lleven a ella. Entonces ella, con esa prenda, lo echaba al palacio del Rey en la misma noche.

Manuelito, cuando recordó251 al otro día, se encontró en la casa del Rey, no tuvo más que acordarse del caballito, y le dice:

-Caballito de siete colores, favoreceme.

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El caballo puso el lomo y lo sacó a Manuelito.

Al otro día, en la mañana, cuando recordó, Pedro miró a Manuel.

-Ya lo llevaron -le dijo a Juan.

Acababa de decirle, cuando Manuel se presentó en la puerta. Entonces le dijeron que hiciera juego.

Y volvió a decir Juan a Pedro:

-Éste nos va a matar.

Pedro le dijo que no.

-Tenimos que matarlo -volvió a decir Juan-. Hoy vamos a hacer una casa de puras pajas y le vamos a decir que duerma áhi, en esa casa, y con la misma vieja bruja y lo vamos hacer encender la casa.

Y en la noche, cuando estaba durmiendo, se recordó, y la casa estaba toda encendida, y él se acordó del caballo:

-Caballito de siete colores, favoreceme.

En seguida el caballito puso el lomito y lo sacó del fuego. Al otro día, en la mañana, cuando llegaron los hermanos, Manuelito les tenía el desayuno hecho. Y áhi le dijo otra vez Juan a Pedro:

-Éste nos va a matar.

Áhi ya supo Manuelito de una princesa, que el que le pegara con una manzana de oro en la frente, tres veces, en la frente, pasando a toda carrera a caballo, se casaba con ella. Entonces le dijo al caballito de siete colores:

-Que se presente un caballo más lindo que todos los del pueblo, una montura y una manzana de oro.

Entonces cuando pasó corriendo por la vereda de la calle de la princesa, le pegó el manzanazo en la frente y ¡zas! la princesa cayó de espalditas. La princesa dijo:

-Con éste me caso yo.

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Al otro día le volvió a pedir al caballito de siete colores:

-Otro caballo más lindo, otra montura y otro traje mejor que los que había en el pueblo.

Entonces los hermanos salían a cazar y lo tenían a Manuelito completamente destruido de ropa. Ahí fue cuando volvió a pasar por la calle y le pegó a la princesa otro manzanazo en la frente. La princesa dijo entonces:

-Con éste me caso yo.

Manuelito se fue entonces por donde estaban los hermanos cazando y áhi dijo Juan a Pedro, porque Juan lo conoció, po:

-¿Qué no es Manuelito aquel hombre?

-Qué va ser Manuelito, siendo que éste es un jutre252. Entonces le dijo Pedro:

-Si es él, nos vamos al tiro, y si no tiene la comida, lo matamos.

Cuando llegaron, Manuelito estaba con la ropa puesta que manijaba en la casa y con la comida en puntito.

Y áhi le dijo Pedro a Juan:

-¿No decías vos que era Manuelito el que venía?

Áhi le preguntó Pedro:

-¿Por dónde has andao vos, hoy?

-Por ninguna parte -le dijo Manuel.

Al otro día salieron a la caza Pedro y Juan. Entonces le dijo Pedro a Manuelito:

-Mirá, no te vas a mover de aquí de la casa, porque si nosotros te vimos por áhi, te vamos a matar.

Entonces Manuel le pidió al caballo de siete colores que le trajiera un caballo, y si los otros caballos eran lindos, éste que   —562→   fuera mejor, y otra manzana más linda todavía, mejor montura y mejor traje. Áhi dijo el Caballo de Siete Colores:

-Hoy te van a tomar preso, porque el Rey no sabe quién es el que le pega en la frente a la hija. Mirá, yo te voy a pedir un servicio, que cuando te casés vas en mí.

Y ya se fue Manuelito pal pueblo y pasó corriendo otra vez por frente 'e la princesa y le pegó con la manzana en la frente. Entonces dijo la princesa:

-Con éste me caso yo.

El Rey tenía policía por todas las entradas del pueblo. Tenía que saber quién era el que le pegaba a la princesa en la frente. Y ya lo tomaron a Manuelito y lo llevaron a donde el Rey. Y el Rey le dijo:

-¿Usté es el que le pegaba a mi hija en la frente?

-Yo, Rey.

-Palabra de rey no puede faltar: yo he dicho que el que le pegue a mi hija tres manzanazos en la frente, que se casaba con ella. Y ella ha dicho igual.

Entonces le dijo Manuelito que al otro día se casaba y se fue, pa que le dieran libertá.

Cuando salió del pueblo se juntó con el caballito de siete colores y le dijo el caballito:

-Tus hermanos te quieren matar a vos. Ahora vos los matás a ellos. Están en tal y tal parte. Ellos te van a atajar a vos para matarte, ya saben que sos vos el que se va a casar con la hija del Rey; tomá este revólver.

Y de áhi los mató a los hermanos y llegó a la casa donde lo tenían los hermanos. Entonces llegó el caballito de siete colores otra vez y ya hizo desaparecer el caballo en que andaba Manuelito y la ropa y la montura, y de áhi ya se quedó el caballito de siete colores con él.

En la noche le dijo:

-Mirá, yo soy un ángel del cielo. Así como vos no me dejaste castigar con tu padre, yo te voy a dar fortuna. Mañana cuando te casís, te voy a decir que me desensillís solo, que no te vea nadie.

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Al otro día se fue a casar Manuelito con la Princesa y ya cuando volvieron de la iglesia le pidió permiso al Rey para desensillar el caballo, fue a largarlo y le volvió a decir el caballito:

-Yo soy un ángel del cielo y que te hi favorecío en todo, y adiós, Manuelito.


Y se volvió una palomita y se fue.
Y se acabó el cuento.
Y pasó por un zapatito roto,
para que don... cuente otro.



Basilio Figueroa, 46 años. Chorriaca. Loncopué. Neuquén, 1952.



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ArribaAbajoNota

Entre todos los cuentos de animales protectores, el del caballo de siete colores es el más difundido. El pueblo tiene gran preferencia por él. En las numerosas versiones, el cuento con serva los motivos fundamentales del cuento tradicional, pero en casi todas amalgama motivo de otros cuentas, como el de los hermanos malos, el camino del cielo y otros.

Según los elementos esenciales, el héroe se ve envuelto en aventuras de gran peligro para su vida, pero en todas lo salva el caballo consejero. El caballo tiene poder mágico; en algunas versiones es un ángel que ha venido para salvar al héroe y cuando éste alcanza la felicidad regresa al cielo.

Está difundido en Europa y en América. Ver el estudio de Espinosa (III, p. 26 y sigs.) y el de Pino Saavedra (I, p. 406 y sigs.). Es el tipo 531 de Aarne, Aarne-Thompson, Boggs y Hansen.





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ArribaAbajo Diversos animales protectores. El toro. La zorrita

14 versiones y variantes


Cuentos del 1071 AL 1084


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1071. El hermano odiado

TUCUMÁN

Había una vez un matrimonio que tenía tres hijos. Y tenían una hermosa quinta con frutas. Y allí, en la quinta, tenían mucho daño. Y el padre dispuso mandar al mayor a cuidar la quinta.

Entonces, al día siguiente, fue a cuidar la quinta el mayor. Y llevó un libro para leer mientras cuidaba. Pero éste se había dormido. Cuando el padre fue a ver qué había de nuevo en la quinta y encontró al cuidador dormido, le dio una paliza y lo echó de la casa. Y ordenó a la madre que ni de comer le diera. Entonces mandó al otro y no le dejó llevar el libro. Pero éste llevó bolillas. Y jugaba en la quinta mientras cuidaba. Pero este juego lo cansó de jugar solo. Y luego se puso a dormir. Y cuando el padre vino lo encontró dormido al hijo. Y también hizo lo mismo que con el otro. Pero la madre les daba de comer a escondidas del padre.

Y entonces dice el más chiquito:

-Yo iré, papá, y lo pillaré al ladrón de la fruta.

Pero era tan chico que el padre no quería que fuera. Pero tanto insistió que mandó al niño. Y éste llevó dos hojas de pencas, y dijo:

-Las pondré a cada lado de mí. Así no me dormiré como mis hermanos y verá ese ladrón cómo lo voy a pillar. Conque cuando me quiera dormir, me hincaré las costillas y así no tendré sueño.

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Y así lo hizo. Y pilló al ladrón que era un semejante pájaro, que él casi no lo podía sostener. Entonces el pájaro le dijo:

-Mirá pequeño, soltame. Yo te salvaré de todo peligro de la vida y de las traiciones de tus hermanos. Soltame y yo no vendré más a la quinta de tu padre.

Y el niño dijo:

-No te soltaré porque papá me correrá de la casa si no pillo al ladrón.

-Entonces harás una cosa: Cuando venga tu padre y vea que me has trampiado, vos me sueltas y le dices que se te escapó, porque era un pájaro tan grande que no podías sujetarlo. Él ya verá.

Y así lo hizo. Cuando vino el padre cerca, aleteó tanto el pájaro, que quitó al niño y se voló. Pero el padre vio que el niño tenía al ladrón, pero que se le escapó, porque tenía unas fuerzas enormes. Y el padre creyó y llevó al niño en brazos por su buena acción. Ya que era el más pequeño y se había portado mejor que los otros grandes. Y al saber esto, los otros decidieron alejarse de la casa. Y odiaban al pequeño. Pero éste quería tanto a sus hermanos que no perdía un solo paso de ellos. Y cuando salieron de la casa, él los siguió. Cuando ya iban lejos, al ver los otros que el pequeño los seguía, intentaron traicionarlo. Y lo esperaron. Cuando llegó, lo ataron en un poste, bien atado de pies y manos de modo que no podía moverse. Entonces vino el pájaro que él largó y con el pico lo desató al niño. Y el niño le dio las gracias al pájaro. Y volvió a ponerse en camino y siguió a los hermanos. Cuando anduvo un rato y lo vieron, los hermanos lo esperaron para otra traición. Y cuando él llegó, lo agarraron y le cortaron la cabeza, las manos, los pies, las piernas, los brazos, y lo largaron en un pozo. Y se marcharon.

Entonces vino otra vez el pájaro. Y juntó los pedazos. Y lo formó al niño y lo sacó del pozo y lo hizo vivir. Y el pájaro le dijo:

-No sigas a tus hermanos que siempre te traicionarán.

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Pero al niño no le importaba nada y siguió otra vez a los hermanos, porque los quería mucho. Cuando éstos lo vieron, se asombraron y decían:

-Aquél será mi hermano -decía uno.

Y el otro decía:

-¡No, qué va a ser si lo hemos muerto! Y además lo hemos tirado en un pozo. Pero es tan parecido, que lo esperemos, y si es él, juntemos leña para quemarlo.

Y efectivamente era él. Entonces lo mataron. Lo hicieron pedazos y lo quemaron. Y después que todo quedó cenizas, se fueron.

Y vino otra vez el pájaro. Y encontró sólo las cenizas del niño. Y no sabía cómo formarlo. Pero andando encontró un hueso y del caracú y las cenizas lo formó al niño y le volvió a dar vida. Y el niño se marchó nuevamente tras los hermanos. Pero los hermanos habían estado trabajando en la casa de un rey y él llegó ahí, también a trabajar. Pero cuando los hermanos vieron al pequeño, trataron de hacerlo matar. Le dijeron al Rey que ese nuevo peón había dicho que él era capaz de ir y quitarle la frazada campanilla de oro de la bruja.

Entonces el Rey mandó inmediatamente a llamar al pequeño, y le dijo lo que le habían dicho y sin que el pequeño dijera nada, le dijo:

-Palabra de Rey no puede faltar, y usté me trae la frazada, sinó lo mato.

El pequeño salió muy triste y se fue en busca de la frazada. Anduvo mucho y llegó a una casa de una anciana. Y ella le dijo:

-La bruja no está, vaya y saquelé la frazada, no tenga miedo.

Y así lo hizo. Y trajo la colcha campanilla de oro para el Rey.

Los otros vieron que no le había hecho nada la bruja. Entonces le dijeron al Rey que el peón que había traído la colcha, también había dicho que iba a traer a la bruja. Y en el acto mandó al pequeño a traer a la bruja. Y le prometió que si traía a la bruja se casaría con la hija de él.

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Entonces el niño se marchó hacia la casa de la anciana y contó lo ocurrido. Entonces la anciana le dijo al niño que era difícil, porque la bruja lo iba a comer. Entonces el niño se fue y se encontró con la bruja, que al verlo, le dijo:

-¡Ah, gusanillo de la tierra, ahora te comeré!

Y mandó a un criado que lo atara. Y le dijo que hache mucha leña y encienda un fuego grande, y haga hervir un tarro grande para cocinarlo. Y que ella iba a la casa de la comadre a invitarla para la cena. Y cuando la bruja se marchó, el niño le hizo un trato al criado. Que él iba a hachar la leña, hasta que la bruja venga, y que lo desate. Y éste lo desató y se puso a trabajar. Entonces el pequeño le dijo al criado:

-Te ataré por si viene la bruja. Y así yo te hago todas las cosas.

Y el otro, que era flojo, dijo que sí y él lo ató. Cuando llegó la bruja, toda furiosa, no vio nada, mató al criado, lo cocinaron y lo comieron y el pequeño quedó de criado y la bruja, confiada en el criado, al día siguiente hizo una pajarera, y el pequeño le dice:

-Mama, venga, metasé en esta pajarera, a ver cómo queda para que así pongamos otros que vengan.

Y la bruja, confiada se entró. Y el pequeño cerró la puerta y se la llevó al Rey.

Entonces los hermanos no encontraron ya qué hacer, y ahora más, que se iba a casar con la hija del Rey.

Pero el pequeño le dijo al Rey:

-Mi Rey, esos dos peones que tiene han dicho que son capaces de apagar una casa ardida, sólo echando agua de las cuatro esquinas.

Entonce el Rey los mandó inmediatamente a apagar el fuego a los dos. Y éstos no pudieron apagarlo y se quemaron allí los dos, y quemaron a la bruja también. Y entonces el pequeño se casó con la hija del Rey y se acabó la traición para todos y viven felices hasta ahora comiendo perdices.

Jacinta Pérez, 27 años. Los Bulacio. Cruz Alta. Tucumán, 1952.

Variante del cuento tradicional El caballito de siete colores.



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1072. El chiquillo y los animales que lo ayudan

SALTA

Dicen que había tres chiquillos. Dos de los mayores querían desprenderse del menor. Entonces éstos, como andaban sin empleo, pensaron ir a pedirle trabajo al Rey.

Durante el camino, como no lo podían dejar al menor, los dos dice que si iban adelante, y en un trecho, así, han encontrado, éste, a un halcón que estaba destrozando una paloma. Y el hermano mayor que le dice:

-Eh, Chiquillo, ¿por qué no se la quitás a la paloma? Total te va hacer falta para que la comas más tarde.

-¡No! -dice-. ¡Pobre halcón, cómo habrá hecho él para cazar esa paloma! La 'tá comiendo así, con plumas.

Entonce, dice, le quitó la paloma, le ha sacado las plumas, ¿no?, y se la ha vuelto a dar. Entonce el halcón le dijo que eso lo iba a tener muy en cuenta, que cuando él se encontrara en algún apuro, que lo iba a ayudar.

Bueno. Siguen caminando y en eso uno de los hermanos, que ve un león que estaba destrozando un potro, con cuero y todo eso. Y que le dice:

-Chiquillo, ¿por qué no le quitás ese potro y llevás un pedazo de carne? A vos te puede hacer falta.

Y que dice:

-No -dice-, pobre animal, cuántos días estará sin comer.

Entonce también le ayudó al león quitandolé el cuero al animal, y se lo dio ya pelado.

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Siguen más allá y encuentran una pobre hormiga que estaba llevando un pedazo de pan, ¿no?, duro.

-¿Por qué no le quitás ese pedazo de pan? Te puede hacer falta.

-No -dice-, pobre hormiguita, quién sabe cómo lo está llevando.

Entonce le ayudó. Se lo destrozó bien, se lo dejó bien desmenuzado, ¿no?, y siguió camino.

Ya iban más cerca, dice, de la casa del Rey. Llegan allá y piden trabajo. Entonce el Rey que les dice, qué es lo que podían hacer, y ellos, los mayores, dicen:

-Nosotros -dice- tenemos un hermano, el Chiquillo, que dijo que podía alzar un trigal en veinticuatro horas. Que podía alzar un trigal que se perdiera de vista, de grande.

Entonce que les dice el Rey:

-¡Ah!, ¿sí? Bueno, está perfecto. Que venga ese Chiquillo para acá.

Y lo presentan y le dice el Rey, si era verdá que en veinticuatro horas podía levantar ese trigal, que era un trigal inmenso. Y le dice el Chiquillo que él no había dicho nada.

-¡Ah! ¡No! ¡No! Palabra de Rey no puede faltar.

Y le da plazo de veinticuatro horas porque sinó, de lo contrario, lo iban a matar. Y él, claro, lloraba desconsoladamente. Y en eso, la hormiga andaba andando por cerca de él, y le dice:

-¡Señor! ¡Señor!...

Y él no sabía de dónde salía esta voz. Y después, llorando, así agachado, mira hacia el suelo y la ve a la hormiga que lo estaba hablando, y que le dice qué lo que le pasaba.

-¿Y usté no sabe -dice- que yo tengo un plazo de veinticuatro horas para levantar ese trigal, porque sinó me matan?

-Bueno -dice-, andá y pedí un granero y pedí las bolsas, y no te aflijás porque en veinticuatro horas se va levantar esa cosecha.

Entonce él pide todas esas cosas y se las lleva a la hormiga. Entonces vienen todas las hormigas y se encargan de levantar todos los granos de trigo del trigal.

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Al otro día pasa revista el Rey y que ve las espigas del trigal. Estaban vacías completamente. Y dice:

-Pero, no puede ser que esté todo este campo desocupado.

Ve, se fija en los graneros y estaban todos completamente llenos de trigo. Dice:

-Bueno, está bien.

Entonce como los hermanos vieron que no lo mataban porque había levantado el trigal, van y le dicen otras mentiras al Rey. El Rey había perdido, hacía cinco años, un hermoso caballo de siete colores, y se le había escapado un loro que hablaba muy bien, que era un loro adivino. De eso estaban enterado los hermanos por comentario de la servidumbre. Entonce le dicen al Rey que el Chiquillo que había dicho él podía traerseló al caballo que se le había perdido hacía cinco años. Entonce lo hace llamar y le dice:

-¿Es verdá que vos podés pillar mi caballo de siete colores, que anda -dice- corriendo todos los días, a orillas del mar?

Nadie no lo podía pillar. Dice:

-No, mi Rey -dice-, yo no dije nada.

Dice:

-Ah, no -dice-. Sea que sí, sea que no, palabra de Rey no puede faltar.

Entonce lo comprometen a que tenia que ir a pillar ese caballo. Se vuelve, entonce, llorando desconsoladamente. Y no sabe qué hacer, ¿no? Y se retira así del castillo y se va a llorar otra vez de nuevo, al ver el daño que los hermanos le querían hacer. Y lo encuentra al león que se estaba paseando. Y le pregunta si qué lo que le pasaba. Que le dice:

-Y... ahora me dan como castigo, dice, para salvarme, que tengo que pillar un caballo de siete colores, que se pasea todos los días a la orilla del mar.

Y dice:

-No te aflijas. Vos me has ayudado en una oportunidá y ahora, dice, puedo ayudarte yo también. Ve y pedile el freno al Rey y me lo das, que yo le voy a pillar el caballo.

Hizo tal cual le indicó el león.

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El león siguió la pisada del caballo. Cuando el caballo se acercó a tomar agua, ahí lu ha pillado y le puso el freno. Después se lo entregó al Chiquillo.

El Chiquillo se presentó ante el Rey con el caballo. El Rey, claro, contento por todo eso. Y los hermanos tristes porque no podían hacerlo matar.

-Y bueno -dicen-, lo último que tenemos que hacer es ir y decirle al Rey que como se le ha perdido el loro, ése, adivino, que tanto lo quería, entonce que el Chiquillo lo puede pillar también.

Van y le dicen lo mismo al Rey:

El Chiquillo ha dicho que es capaz de traer al loro adivino que se le ha ido.

El Rey lo llama al Chiquillo y el Chiquillo niega. Entonce dice:

-No, palabra de Rey no puede faltar.

Y se va. Desconsoladamente pide qué comer para ir y buscar el loro adivino. Y camina un trecho largo y encuentra al halcón, ¿no? Él dice que estaba muy preocupado y le cuenta. Le pregunta cómo le iba. Le cuenta el problema en que estaba y le dice:

-Mirá, dice, no te aflijas, porque todos nos tenemos que ayudar. Andá y pedile al Rey la jaula donde dormía el lorito y el vino que tomaba el loro con el pan, y la bañadera, dice, adonde él se bañaba.

Llega él al castillo nuevamente y le pide todo eso al Rey. Y se va. Entonce se encarga el halcón de ir a buscar los loros. Llega a una aguada, donde hay agua. Entonce, dice, que se comenzaban a bajar los loros. Pero claro, ninguno hablaba. Y ya al último, ya cuando pensaba que ya no lo iban encontrar al loro adivino, venían cuatro loros. Se asientan ahí y ven la jaula. A ninguno le llama la atención, pero uno de ellos dice:

-Ah, qué hace aquí la jaulita donde yo sabía dormir. Y acá 'tá mi bañadera también donde sabía bañarme y el vino que sabía tomar.

Entonce el halcón va atrás y de repente lo hace asustar al loro, se entra a la jaula y le cierra la puerta.

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Bueno, así que se lo entrega al Chiquillo. Él se lo lleva al Rey y el Rey contento porque había conseguido todo eso. Y los hermanos tristes de que no podían hacerlo matar.

El Rey, entonces, lu hace casar al Chiquillo con su hija d'él en premio a todo eso, y a los hermanos, por mentirosos, los mandan a quemar en un horno caliente.

Teresita de Jesús Arroyo, 32 años. Salta, 1970.

La narradora es maestra de escuela.



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1073. José Chanchones

JUJUY

Diz que era un hombre pobre que se perdió en el monte. Y que vino y lo encontró un zorro. Y entonce le preguntó cómo se llamaba. Y él si había olvidau el nombre. Y el zorro le ha dicho:

-Yo te voy a poner nombre. Vos te vas a llamar José Chanchones.

Y lu ha llevau para la cueva d'él, para la casa, y le daba de comer gallinas. Y dice que el zorro no sabía qué hacer con él. Había un Rey cerca. Que el zorro tenía guardada una bolsita de illas253, que le llaman a la plata de antes, y una bolsita de esterlinas. Y se va al Rey y le dice que lo ha mandado José Chanchones que le preste un almudo254 para almudiar255 plata.

Y el Rey le dijo:

-¿Quién es ese señor que es tan ricacho que parece que tiene más plata que yo? -y le prestó el almudo.

Ha veníu el zorro a una zanjita, y puso las illas en las hendijas del cajón, y se fue a entregarlo. Y al otro día jue otra vez a que le prestase el almudo pa almudiar oro. Y otra vez sacó la bolsita de esterlinas, y lo jue a entregar con esterlinas en las hendijas. Entonce le dice el Rey:

-¿Qué señor es ése, tan rico, que quiero conocerlo?

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Y entonce recién el zorro ha ido pa la cueva a verlo a José Chanchones; lu había lavau bien y li había cortau esos pelos que tenía por todas partes. Y se jue otra vez para el Rey y le dijo que el señor ése si había caído a la acequia y si había mojado el único traje que había traído, y que le mandara todo para que pudiera venir. Y entonce el Rey sacó el mejor traje que tenía y zapatos, y le mandó. Y el caballo ensilado, el mejor caballo.

Y mientra que lo vestía el zorro al hombre, el Rey había preparado la casa y alfombrado hasta la calle. Que el Rey tenía una hija y la quería hacer casar.

Y entonce que el zorro lu ha lavau al hombre. Y que tenía una bolsa de harina y li ha puesto por todo el cuerpo. Y así lu ha cambiau, parecía otro. Y lo llevó haciendoló subir en el caballo, ¡Uta256, el zorro! Y lo llevó.

El Rey lo esperaba en la calle, con la hija. Que lo ha bajáu del brazo, del caballo. Y güeno, y lu ha invitau esa noche a cenar. Y ya le dijo que lo iba hacer casar con la hija. Y ya 'taban en el baile, después de la cena. Y bailaba con la hija del Rey este hombre. Y conforme iba bailando se le iba saliendo la harina. Y entonce, cuando se le acabó, vieron que era José Chanchones. Y entonce ya se ha enojáu el Rey.

Y el Rey lu hacía buscar al zorro por la picardía que li había hecho. Y bueno, como no lo encuentran al zorro, hizo pillar una mula bien arisca y lu ató a José Chanchones de la cola y lo largó. Todavía ha de andar atado de la cola de la mula.

Clementina de Alvero, 68 años. Tilcara. Jujuy, 1951.



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1074. El torito de astas de oro

JUJUY

Éste era un hombre de campo que tenía mucha hacienda. Era casado hacía muchos años y se lamentaba muchísimo porque no tenía ningún heredero. Y vivía en una comarca demasiado grande, y ésos eran los dominios de este hombre.

Lindaba el campo de este hombre con el campo de una mujer de un aspecto muy extraño. Todos los paisanos le tenían miedo, porque decían que era bruja.

Un día de ésos vino la mujer ésta a visitarlo, diciéndole de que ella se había enterado de que esperaba un heredero. Claro, el hombre se quedó asombrado de que eso se supiera. Ella dice que le habían dicho, pero se negaba a decirle quién le había dicho.

Entonce él le dice que no pasaba nada y cuando llegue el heredero a ella le iba a avisar.

Llegó a la casa, el hombre éste, y vio, con mucho asombro que la señora tenía en los brazos un niño, y le dice:

-Es nuestro hijo.

El hombre se puso como loco de gusto. Montó a caballo y alzó el niño en los brazos, diciendolé que todo lo que veía ahí, esos campos y esa hacienda iba a ser para él. Y en la alegría que tenía hablaba con el niño como si comprendiera y fuese grande.

Cuando vuelve a la casa, le dice la señora que hay un inconveniente muy grande. Que en toda esa comarca no hay una   —579→   persona quien pudiera ser la madrina del niño. Entonce él piensa en la mujer ésta que había venido a anunciarle la venida del niño. Y la señora horrorizada dice:

-¡Cruz Diablo! Cómo va a ser la bruja, la madrina de nuestro hijo.

Entonce el esposo la convence que la madrina no pueden ser las mujeres de los peones. Así que resuelven que ella sea la madrina.

Cuando el niño cumplió cinco años, el padre hace hacer un rodeo de todo el ganado que tenía y lo saca al niño para presentarlo a los peones, y le dice dirigiendosé al niño:

-Todo lo que ves aquí es tuyo. Tienes que administrar bien y ser bueno con esta gente.

Y entonce el niño dice:

-No, papá. Nada de esto quiero. Lo único que deseo es esta tamberita257 y la separa del grupo de la hacienda258.

Entonce el padre se alarma y piensa que porque es niño, no sabe lo que dice, pero que cuando sea grande tomará interés. Y el niño muy entusiasmado le pide que le haga hacer a la tambera una pesebrera lo mejor que pueda. Y el padre hizo lo que el niño le pidió.

Junto con la tamberita andaba siempre un gatito del niño. El niño sabía conversar con ellos, porque este niño entendía el lenguaje de los animales. Así que eran grandes amigos. Era la único que lo atraía, estar junto con estos animalitos.

Pasó el tiempo y la tambera tuvo un ternerito y el niño 'taba más contento con eso. Era todo para él.

La madrina se había enterado de esto, y como era bruja maligna, decidió venir a la casa de los compadres y hablar con ellos. Cuando llegó, el niño estaba durmiendo. La bruja no sabía que el gatito le contaba todo lo que ocurría al niño. Y viene y le dice a los compadres:

-Vea, compadre y comadre, he venido porque yo comprendo, como es el único hijo que tienen, y como yo soy la madrina,   —580→   estoy en el deber de ponerle sobre aviso de que mi ahijado se va a echar a perder. Se va a ir por detrás de ese toro que tiene.

Y los padres le preguntan que cómo se van a deshacer de ese torito que era todo para el niño.

Entonces les dice la bruja:

-Mi comadre que se ponga en cama diciendo de que está muy enferma, y que con el único remedio de que sanará será bebiendo un vaso de la sangre del corazón del torito.

Ella creía que con eso se arreglaba todo.

Entonce el gatito se va y le golpea la puerta al niño, y le dice:

-Abramé la puerta, amito.

Y el niño se levanta y le dice:

-Qué te trae por acá, mi gatito.

-Es una mala noticia -le dice-. Porque quieren matarle el torito. Dicen de que está enferma tu madre y de que tan solo sanará con la sangre del corazón del torito.

Bueno, al otro día cuando amanece, el padre viene, y tan pronto como llega, el niño le dice:

-No, mi padre, eso no harán. Ya sabe que lo quiero tanto al torito que si lo matan moriré yo.

Entonce el padre, porque lo quería tanto al niño, dice que no lo harán.

Bueno, la bruja sabe que no lo han muerto y decide venir. El afán de ella era hacerlo matar. Era de envidia porque los cuernos que le salían al torito eran de oro. Ella tenía dos toritos, uno de cuernos de plomo y el otro de plata, y ella no podía vivir de envidia, y lo quería hacer matar.

Bueno... Viene a la segunda noche y le dice al compadre que lo haga matar al torito y le digan al niño que se ha perdido o que lo han robado. El padre aceptó de que así sea, y quedan de que ante de que salga el sol van a matar al animalito.

Entonce el gatito, que 'taba escuchando, va y le dice al niño. Llama a la puerta, y le dice:

-Soy yo, mi amito.

  —581→  

Y entra y le cuenta:

-¿Sabes que ahora al amanecer van a matar a tu torito?

Y le cuenta todo lo que habían hablado la vieja bruja y el padre. El niño desesperado se echa a llorar.

Entonce le pregunta al gatito qué va a hacer. Él le dice que lo que tiene que hacer es ponerse en marcha inmediatamente. Y el niño dele llorar y no cesaba de llorar. Se viste, y claro, sentía dejarlos a los padres, pero tenía que salvar a su torito. Y el niño va y abre la puerta de su pesebrera, saca el torito y se van. Y el gatito le dice:

-Amito, no me deje. Si me quedo me van a matar.

Bueno... Iban los tres. Y mientras caminaban, el niño iba llorando. Entonce llegaron ya al bosque, donde era muy espeso. Habían caminado una distancia enorme y le dice el gatito al niño:

-Bueno, amito, me voy a quedar aquí, porque ya viene la llanura y no tengo qué cazar, en cambio aquí hay aves y güevos, y voy a poder sustentarme.

Eso para el niño fue más terrible, y lloraba más, sin consuelo. Y le dice que no se quede él porque lo van a venir a buscar. Y el niño siguió la marcha, siempre llorando.

Así caminaron mucho hasta que un día el torito le dice al niño:

-¿Sabes que viene el toro de astas de plata de tu madrina en nuestra busca?

Y le dice:

-Tienes que ser valiente porque voy a peliar con él. Las luchas serán muy grandes, pero de ti depende mi vida o muerte. Cuando yo esté peliando tienes que decir tres veces, sin equivocarte: ¡Ay!, ¡mi torito cuernos de oro qué es guapo! Y si llegas a equivocarte, yo voy a morir. Pero si muero, voy a seguir acompañandoté igual. Me sacas una lonjita de cuero desde la punta de la nariz hasta la cola, y ése será tu mejor arma.

Ya se sentía en el monte cómo bramaba el toro que venía a alcanzarlos. Entonce el torito cuernos di oro le dijo que se esconda para que no lo vea. Y le recomendó que no se vaya a equivocar.

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Y llegó el toro de la madrina, cuernos de plata, bramando. Lo esperó el torito cuernos de oro. El otro llegó y le pegó un cornazo y lo tiró lejos. Entonce el niño dijo: ¡Ay, mi torito cuernos de oro que es guapo! Entonce se paró el torito cuernos de oro y le pegó un cornazo al otro y lo hizo rodar lejos. Y volvió a decir el niño: ¡Ay!, ¡mi torito cuernos de oro que es guapo! Entonce le pegó y lo dejó destripado. Y a la tercera vez que dijo el niño: ¡Ay!, ¡mi torito cuernos de oro que es guapo!, lo mató.

El niño se bajó contento. Lo besaba y el torito estaba triste, y le dice:

-No estés contento, no. Yo sé que nos tenemos que separar, que te vas a equivocar. Porque, ¿sabes?, ahora tu madrina manda al toro de astas de plomo a buscarme. Ella ha dicho que he muerto al astas de plata, pero que al astas de plomo no lo voy a matar.

Y le avisó que ya estaba llegando el torito astas de plomo y que se esconda.

Y ya venía el otro toro bramando, escarbando, tirando la tierra con una furia terrible. Y el torito le recomendó al niño que no dejara de sacar la lonjita si se llegaba a equivocar.

Entonce llega ya el toro y le pega un cornazo al torito y lo tira, pero lejos. Entonces el niño dice: ¡Ay!, ¡mi torito cuernos de oro que es guapo! El torito se paró primero y le pegó un cornazo al otro y lo tiró en contra de unos barrancos. Entonce vuelve a decir el niño: ¡Ay! mi torito cuernos de oro que es guapo. Y el niño de contento, de alegre que estaba porque ya no le faltaba más que una vez para que gane el torito, cuando se vuelven a juntar los toros, dice: ¡Ay! ¡Ay!... y se olvidó. El otro toro se para y lo mata al torito. El niño se subió a un árbol. Y empezó a buscar al niño, el toro. Y empezó a cavar la tierra y a buscarlo al niño. Derrumbaba árboles y corría enloquecido. Y después se volvió bramando.

El niño, entonces, se baja de donde estaba y se queda junto al torito. Estuvo tres días. Sacaba la cortapluma para sacarle la lonjita y la volvía a guardar. Le parecía que le iba a hacer más daño y le echaba tierra en la herida; hasta que, con todo el dolor de su corazón empezó a sacar la lonjita desde la nariz hasta la punta de la cola. Y la guardó al bolsillo.

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Empezó a andar sin rumbo. Se hacía pedazo la ropa en las ramas y estaba descalzo, pero no le importaba nada.

Así anduvo mucho tiempo hasta que llegó a la casa de una viejita que tenía un pequeño rebaño de ovejitas. Entonce el niño le pide permiso para quedarse y la viejita le pide que se quede a vivir con ella. Le dice de que ella 'taba muy cansada y que necesitaba de alguien que le pastoriara las ovejitas, que estaba muy vieja. El niño decide quedarse. Y la viejita le dice:

-Te voy a hacer una alvertencia: que no vayas a querer ir a aquellos dominios adonde ves el pasto verde, porque es de un gigante, y te va a comer.

Y el niño le dice:

-'Ta bien, mama vieja. Haré lo que usté me dice.

Pero, lo primero que hace el niño, al otro día, es llevar el rebaño a ese lugar que le ha dicho la viejita que no lo lleve. Y cuando, 'taba sentado, al pie de un árbol, pastoriando las ovejitas, aparece el gigante y le dice:

-¡Oh! ¡gusanillo de la tierra! ¿qué hacés en pertenencia ajena? ¿Qué prefieres, tu vida o tu hacienda?

Y el niño responde:

-Mi vida y mi hacienda -a la vez que metía la mano en el bolsillo.

Saca la lonjita y se la tira al gigante, y le dice:

-¡Pillameló, guasquita259! -y la guasquita lo envuelve al gigante.

Entonces el gigante al sentirse atado por esa cuerda, le dice:

-No me matés, niño lindo, que te voy a dar este palacio y un caballo que bota cinco pesos.

Entonces el niño le dice:

-Suelte las llaves.

Y el gigante botó un manojo de llaves.

-Suelte las llaves que faltan -le dice.

  —584→  

Y el gigante botó otras llaves.

El niño le ordenó a la lonjita que lo mate, y lo mató. Y así quedó el niño dueño de un hermoso palacio de cristal y un caballo que botaba cinco pesos. Y el niño fue y vio el palacio y el caballo.

Al atardecer, cuando vuelve a la casa, la viejita le dice si no ha ido cerca del gigante, y el niño le dice:

-No, mama vieja, ni cerca de ahí.

Al otro día vuelve a salir el niño a pastoriar las ovejas. Y él se va más lejos. Y entonces llega otra vez al pie del árbol, cuando salió otro gigante de ahí, y le dice el gigante:

-Oh, gusanillo de la tierra, ¿qué haces en esta pertenencia ajena? ¿Qué preferís, tu vida o tu hacienda?

Y el niño responde:

-Mi vida y mi hacienda.

Saca la lonjita del bolsillo, la tira y dice:

-¡Pillameló, guasquita!

Y la guasquita se le envolvió en todo el cuerpo al gigante.

Entonces el gigante le dice que no lo mate, que le va a dejar un gran palacio y un caballo que bota diez pesos.

Entonces el niño le dice que suelte las llaves y el gigante le entrega un manojo, pero el niño sabe que tenía más llaves y se las pide. Se las da y el niño le pide a la lonjita que lo mate. Y la lonjita lo mata.

Y así quedó rico el niño. Tenía más fortuna que nadie.

Y volvió otra vez a la casa. Él la consideraba a la viejita como su propia madre.

Un día dice él de que va a ir a pasiar. Y va al palacio de cristal, saca la mejor ropa que había, y decide irse al pueblo. Y va montando el caballo que botaba cinco pesos. Cuando llega ve una aglomeración muy grande y se arrima a ver qué es lo que ha ocurrido, y ve sentada en una silla, en un trono, una niña muy hermosa. Y que los jóvenes más apuestos compraban naranjas. Y él, sin saber de qué se trata, compra también naranjas. Entonces uno de los que estaban le dice que esa niña era la hija   —585→   del Rey y que como 'taba en edá de casarse, el Rey había echado un bando, que el que tuviera mejor puntería de pegarle con una naranja en la frente se casaría con ella, que a la distancia que estaba era muy difícil pegarle.

Entonce el niño se para en los estribos, agarra una naranja, le tira y le pegó a la Princesa en la frente con tanta puntería, que la hizo caer de la silla. Que tan pronto como hizo así, el Rey lo vio y pensó que era un Príncipe muy hermoso y que sería rico. Y le gustó muchísimo. Y se alegró mucho de que tuviera esa puntería.

Él castigó el caballo y le hizo botar cinco pesos y todos se peliaban por recoger plata, y el niño se escapó.

El Rey dijo que postergaba la fiesta para la otra semana.

Al próximo domingo vino el niño en el caballo que botaba diez pesos. Y 'taba otra vez la niña sentada y todos querían probar la puntería. Bueno, viene él, agarra y compra naranjas nuevamente. Se para en los estribos y de una distancia el doble de más lejos, le tira y le pega a la niña con tanta puntería, que también la voltea de la silla. Entonce los guardias, que ya 'taban encargados por el Rey de agarrarlo, se prenden de las piernas del joven, pero el joven escapa y se quedan con una bota.

El Rey, al otro día mandó a buscar al dueño de la bota.

El niño se fue a casa de la viejita.

A todos los jóvenes le ponían la bota pero a nadie le calzaba. Anduvieron por todo el reino y los reinos vecinos, hasta que llegaron a la casa de la viejita, y le preguntaron si tenía un hijo. Y ella dijo que sí, que tenía un hijo que 'taba pastoriando las ovejitas.

Entonce ella avisó donde 'tá. Y lo encontraron al chango sobre el pasto. Los que iban decían que no podía ser ése el dueño de la bota, que cómo le iban a probar a ese sucio. Vinieron a la casa. Él fue adentro, se lavó, se arregló y salió con la bota calzada. Y entonces se dieron cuenta que era él el dueño de la bota y que era el Príncipe que habían visto. Y ahí no más lo llevan ante el Rey.

Y bueno, ya se ve con la Princesa y áhi no más se celebran las bodas.

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Y el Rey le dice que tiene ese palacio y él será el Rey. Y él le dice:

-Yo tengo donde vivir. Tengo tres palacios, uno de oro, que será para mi madre, uno de plata que será para vuestra majestá, y el de cristal que viviré yo con mi esposa.

Y entonce el Rey dice que cómo, si son de los gigantes. Y él dice que siempre han sido de él.

Y vivieron muy felices. Y él fue un Rey muy bueno porque era muy justo.

María Elsa Salas de Varela, 28 años. La Quiaca. Jujuy, 1952.

Excelente narradora.



  —587→  
1075. Juan del carnero negro

CATAMARCA

Dice que había una vez un matrimonio muy rico, pero muy miserable. Y como hay gente tan pobre que tiene tan muchos hijos, si había muerto un padre pobre, y al repartir los hijos, li habían dado un changuito260 a este matrimonio. Tenía muchas ovejas el hombre. Lu hacía dormir en el chiquero como perrito ovejero.

Siendo grande, el changuito, salía yutito261 por atrás de las ovejas. S'iba, dice, las cuidaba, gritaba. El viejo le enseñaba a que grite. Ya más grande cuidaba más. Cuando perdía una oveja, se descuidaba y le comía un león, lo castigaba cruelmente el hombre. Así iba viviendo hasta que un buen día, ya siendo chango, le dieron pa que le cubriera, un ponchito. Allá andaban los perros. 'Taba descansando. Llega un viejito en un burro:

-¡Ah!, ¡hijito!, vengo desesperado di hambre. ¿Pórque no me das ese cordero pa comelo?

-¡No! -dice- que tatita me va a sacar corto.

-Ve -que dice- carnialo al cordero, lo comamos, y decile al tata, si te quiere castigar, que ti hi dicho yo, que van a ser de virtú las ovejas. Que esta noche van a parir de dos las ovejas y di uno los corderos. Y tirá tu ponchito en la orilla de la quincha262,   —588→   y áhi se va a echar un corderito. Como van a ser tan muchos, el hombre es tan miserable, pero te lo va a dar. Ése cuidalo para vos.

Lo carniaron y lu asaron al cordero y lo comieron.

Li había dau, el viejito, una bolsita de cuero, que el chango la había guardau en el cinto. Claro, que el chango casi sólo lu había comíu al cordero, con semejante hambre que tenía, porque el viejo, dice, para no carniar las ovejas, cocinaba un locro y le echaba vaquitas de trigo. Y le daban a él lo que sobraba. Pero él mamaba de las ovejas, sacaba lechecita y tomaba. Y así vivía el pobre.

Había llegau a la casa con las ovejas y había echau de menos, el viejo, al cordero.

-¿Y el cordero?

-¡Ay!, dice, le guá contar.

Li había contau, Juan, que así se llamaba el chango.

-¡Que no paran las ovejas, ya vas a ver la calda263 que te guá pegar mañana!

Como de costumbre, el chango si había acostau.

Si había hecho la noche y ya si había sentíu el balerío de las ovejas. Dice que era un hervidero de corderitos. Los cojudos no les querían dar de mamar, dice, brincaban como que no sabían ser madre. ¡Qué gritos!

Ya había acudíu el viejo:

-Vieja264 -que dice- levantá, ve, 'tán pariendo las ovejas.

A los corderitos, dice, si habían puesto a hacer mamar hasta qui había clariau el día, dice.

Había ido, dice, Juan, a ver su poncho. Que estaba echau un corderito, chiquito. Él creía que ése era el corderito que le dijo el viejito.

-¡Ay!, ¡tatita -que dice- demeló este corderito!

-Bueno, hombre -que dice- crialo para vos.

  —589→  

Lo tenía en brazos. Lu había envuelto con el ponchito y lu había llevau cuando si iba a pastoriar.

Cuando se retiraba de la casa ya lu hacía mamar de cuatro, cinco, seis ovejas. Los otros corderitos quedaban en el chiquerito. Así que de tarde volvía y los hacía mamar a todos. Y él venía con su corderito. Le juntaba hojitas, le enseñaba a comer, a todo le enseñaba. Dice qui había crecido la doble de los otros hasta que ya 'taba del tamaño di un burro, el corderito. Áhi li había hecho una especie de montura con la lana; las de las patas la trenzaba y li había hecho riendas, lazo. Ya lo seguía el cordero. Y el cordero repuntaba las otras ovejas. Y se querían los dos, dice. Porque el único que tenía de compañero y con quien conversar. Le entendía en todo el cordero.

Un buen día, dice, ya siendo medio grande Juan, que le dice el hombre:

-Bueno, hombre, ahora 'tá muy mermada la hacienda, no tengo qué carniar, vamos a tener que carniar a tu cordero.

-¡No! -que le dice- mi cordero ¡no!

-¡Cómo no!, mañana lo vamos a carniar.

Había llorau Juan, dice, y esa noche si había ido. Había tomado rumbo, y s'iba, s'iba, y s'iba. Dice

-Voy ande Dios mi ayude. Con el cordero ande quiera mi hi de dar güel'ta.

Si había ido lejos, dice. Y había llegau en un pueblo. Si había arrimau a un río, dice, y si había bañado. Andaba sólo con pantalones, a media canilla, de esos de picote. Si había arrimau a un almacén y que li había preguntado, dice, al dueño, cómo podía hacer para comprar unas cosas. Y dice:

-¿Que tenís plata?

-No -dice.

Había sacau la bolsita que era la que li había dau el viejo.

Y que dice:

-Y que esto que no sirve pa que me dé.

-¡Oh!, ¡cómo no! -dice.

Li había vendíu un sombrero, el hombre, y que le dice:

-¿Y que usté no me puede escribir en el sombrero una leyenda?

  —590→  

-¡Cómo no!

-Pongamé: Juan del carnero negro.

Li había puesto la leyenda. Había comprau un pantalón, camisa, alpargatas. Si había vestíu bien. Y áhi si había quedau, dice. Había ido y lu había visto al sacerdote. Éste li había enseñau, li había dado una idea más o menos de lo que era el mundo, cómo era, y así.

Si había ido. Y si había llegado a la ciudá del Rey. Y qui iba el cordero medio de sobrepaso. Iba pasando por el palacio del Rey. Ya lu había visto la negra. Y dice:

-¡Amita! ¡Amita! ¡Viera!, áhi va un joven, dice, montado en un cordero, dice, medio de paso, dice. Ése le va hacer falta a mi amito pa que pelie con los gigantes.

Y vino el Rey y dijo:

-Llamemelón.

Y ha corrido la negra:

-Oiga, don hombre -que le dice-. Oiga, don hombre, paresé.

Si había dau güelta.

-¿Qué pasa? -había sujetau el cordero.

-Dice mi amito que vaya.

-Decile a tu amito que yo no soy criado de él -dice-, si me necesita que me busque.

Ya medio adoctorado el tipo.

-¿Y adónde si ha ido? Li has de ver dicho mal. Andá, corré, alcanzalo y decile que digo yo qui haga el favor de venir, que necesito conversar con él.

Y ha ido la negra y él ha dicho:

-¡Ah! -dice-, así si habla -dice.

Y él había entrado, y en el medio del patio de armas, dice, y los milicos quedaban mirandoló. Li ha hablado el Rey y le dice si quere trabajar para él.

-¡Cómo no!

  —591→  

Li había contado de la estancia, ésta, que li habían quitado los gigantes y que quería recuperarla.

-¡Cómo no! -que le dice-. Hagamén hacé una espada, dice, que tenga más o menos el metro, dice, mío, de largo, y filo para los dos lados, una buena empuñadura y yo los voy a batir a los gigantes.

-Bueno, hijo -dice-, si hacé así, todas las cosas van a ser a medias. Acá los hombres te van a acompañar.

Porque era el linde de la montaña. Así, para el otro lado era el pago de los gigantes. Ya no podían pasar éstos. Porque el Rey había hecho varias intentonas de ir con compañías y los gigantes lo liquidaron.

Si había ido. Había llegado al caserío. 'Taba todo dispuesto. Había vino en barriles, en fin, de todo lo que necesite el tipo.

Ya Juan había empezado a echar leña, había amontonado leña, había cortajiado, en fin. Había pillado una vaquillona, la había churrasquiado, dice, la había terminado. Había quedado un montón de güeso, así. Después los caraquiaba265, a los güesos. Y agarraba un barril de vino y lo secaba, y se ponía a trabajar. A remendar los corrales de palo a pique, hacer otras cosas.

En esos días, dice, que 'taba comiendo, y es que ve un individuo que viene, dice, viene pasando la copa de los árboles.

-¡Ah!, ¡gusanillo de la tierra, de dónde bueno por acá, comiendo mi hacienda! Acabó de comer pa comerte yo a vos.

-Vamos a ver, dijo un ciego -dice-. Esta hacienda no es tuya, dice, esta hacienda es mía y del Rey.

-Bueno, acabá de comer, porque es sagrado en nosotros, no podemos matar a un gusano comiendo.

Había acabado de comer, dice, había bebido el vino, si había limpiado la boca, las manos y lo salta al cordero, li había levantau las riendas y si habían juntado. Li había hecho un tiro, dice, con una faca, el gigante, dice, y el cordero si había esquivau, había pegau un salto y li ha pegau un bote en la rodilla. Cuando   —592→   había caído ya lu había cortado también. Y ya han empezau a peliar y peliar, y peliar y peliar, dice. Como a las dos o tres horas, ya lu había empezau a cortar, Juan, más y más. Ya los chorros de sangre corrían. Hasta que al último li había cortado la cabeza, dice, li había quedado agarrandosé en un hilo. Si había bajado Juan, ha sacado el lazo, li había atado de los pies y lu había ramiau con el cordero para una zanja que quedaba, así, como tres cuadras de la casa. Áhi lu había ultimau. Li había sacau del dedo un anillo, dice, que era como una albóndiga de grande y un pañuelo hermoso.

Había enlazado una vaquillona tierna y gorda y la había traído para el Rey para que pruebe la hacienda. Que ya hacía mucho, dice, que no comía carne de su estancia porque la tenía el gigante. Brava, la vaca. Había traido, dice, y ya lu habían visto del mirador.

-Ya viene, dice, Juan del carnero negro, y parece que trae una cosa atrás.

Que la vaca iba en parte de rodilla, en parte de costilla. ¡Qué iba a cabrestiar! A unos los había encarau ya, dice, en la plaza de armas, a los milicos. ¡Qué, la vaca brava! Dice que estaban casi todos arriba de los árboles, como todos tenían vestidos colorados... uniformes. Que si oiba el ruido de los sables arriba de los árboles. La vaca los tenía mal.

Sale el Rey:

-¡Qué es ese ruido, hijo! Juan, favorecelos.

Juan, en el carnero había hecho una pasada y había cortado los garrones de un tajo y ya la habían cueriado los otros. Contentos, todos ya, que estaban. Y habían corríu por leña.

-¡Pasá, hijo, hombre! -le dice el Rey.

Había pasado Juan y que dice:

-¿Qué querés vos, de servite? ¿Qué querís?

Ya si había dau cuenta que éste ya mandaba allá. Que le dice:

-Quiero mate.

-Bueno -dice-. -Andá, negra, cebá mate.

  —593→  

-No -dice-, yo quiero que me cebe una de tus hijas -dice.

Que le dice a la mayor:

-Andá, cebale mate.

-No, ¡qué se cre este chino!

-Yo menos -que dice la que sigue.

-Yo voy a cebar -que dice la shulca.

-No va dejar de ser lo que es, ojala que me cebe mate. ¿Qué se le va caer? -ha dicho Juan.

Había ido la shulca y li había cebado mate. Dice que había traído la pava y Juan le ponía al mate. Y mientras tanto le contaba la historia al Rey, que había sido este hombre muy grande, el gigante. -¡Éste se creiba que porque era grande me iba apabullar a mí! -dice-. En seguida, dice, lu hi cortau y lu hi mandado al hoyo.

-A ver, hijo -que dice el Rey.

Li había traido las orejas, que había señalado y han hecho las anotaciones y todo.

Cuando li había terminado de cebar mate la chica, ¡gracia!, dice, y había sacau el pañuelo con el anillo y li había regalado. La chica, dice, sin darse cuenta, li ha recibido y si ha ido adentro a ver. Y ya las otras:

-¡Qué ti ha dau! ¡Qué ti ha dau! -que le decían.

Cuando han visto el anillo, dice qui habían quedau maravilladas. Que era una obra de arte. Y el pañuelo una verdadera joya. Que estos gigantes habían sabido robar minas, estancias, tesoros, de todo, de todas partes, y usaban maravillas.

-¡Eh! -dice-. ¡Qué hermosura -dice el Rey-. Esto no conviene a vos, hija, esto mi andaría bien a mí, yo soy hombre.

-¡No! -que dice- cosa que uno recibe de regalo no se da.

Juan si había vuelto a la estancia.

Se levanta Juan en la estancia. Ya había arreglado los alambrados. Ya había echado la hacienda de este a otro lado. Marcaba, señalaba y comía su buena tambera y tomaba su buen vino, también. Al sábado siguiente, dice, ya había, dice, atado un novillo para traerlo para el Rey y estaba comiendo, dice,   —594→   un buen churrasco, y es que ve otro gigante qui había llegado, más grande y que le dice:

-¡Ah!, ¡gusanillo de la tierra! ¿de dónde vino éste acá, comiendo mi hacienda?

-La hacienda no es tuya -dice-. La hacienda es mía y del Rey.

-Bueno, acabá de comer para comerte yo a vos -dice.

-Y vamos a ver -que le dice.

-Oyís -que le dice-. ¿Nu has visto un joven que hará siete días que debe haber pasado por acá?

-¡Ah!, dice, seguro que es el que está durmiendo allá, en aquella zanja.

Si ha dado vuelta el gigante y ha ido y ha visto que estaba hinchado, áhi. Y di allá -dice- qui había vuelto embravecido.

-¡Ah! -dice-, ¡acabó de comer!

Habían vuelto a peliar encarnizadamente hasta que lu había muerto, Juan. Y había vuelto a llevar, otra vez la res para el Rey. Y había venido la otra hija a cebar el mate.

-Yo quiero que venga mi sirvienta -que dice.

También dice que li había sacado al gigante un pañuelo más hermoso que el anterior. Y li había regalado a la shulca. Y el Rey que dice:

-Para qué querís vos, dos, hija -dice-. Dame uno a mí.

-¡No!

Li había dejado la res, Juan, y si había vuelto a la estancia. Lo mismo había pasado con otro gigante más chico, que con los dos primeros, en la misma forma. Hasta que al final, el otro sábado dice, ya había venido la madre, la giganta. Dice que era una mujer tan enorme y que tenía los chiches266, dice, hasta el lau de las rodillas. Que para que no le estorben, que se los echaba al hombro. Dice:

-¿Nu ha visto tres jóvenes -dice- uno que debe haber venido hace tantos días, el otro tantos y el otro tantos?

  —595→  

-Son unos que 'tán durmiendo ahora en la zanja.

Si había ido la giganta y ya es que había venido bañada en lágrimas. Dice que lo quería comer al tipo. Juan 'taba comiendo en la mesa.

En eso que dice Juan:

-¡Quién va crer -dice- que yo pelie así con el cordero éste, dice; ahora me voy a tantiar a pie, que dice, a ver qué tal soy.

Y había acabau de comer, si había limpiado la boca y si había cuadrau. Ya que cuando ha veníu, la giganta que me li ha pegau con el chice, dice, di abajo y lu había hecho dar una vuelta por sobre de los árboles. Cuando había caido ya li había pegau la giganta, un pisotón en la cabeza, pero si había esquivau él, li había hecho daño, dice, pero ya áhi había 'tau el cordero. Había saltau en el cordero, dice, y si habían juntau, amigo. Si había hecho la noche y ya que 'taba muy herida la giganta. Muy herida ya, dice, que en todas partes le corría la sangre. Que le dice:

-Bueno, Juan -que le dice- ya se me vence la hora. No me doy por vencida. Si quieres, seguimo mañana -que le dice.

Y se le sentían los clamores, que iba y se caía, la giganta, que iba y se caía, que iba y se caía...

Había salido, Juan, bien temprano detrás da los pasos de la giganta y la había encontrado en un palacio enorme. Estaba la giganta y que le dice:

-Tomá las llaves -que le dice.

Saca di abajo de la cama un rimero de llaves, y que le dice:

-Tomá las llaves. Vas a ser dueño de todo este palacio. Todas las riquezas que encierra van a ser tuyas. No me matés. Nosotros somos los únicos que quedamos de nuestra raza. Y yo soy la única y la última mujer. Si me pierdo, se extinguirá nuestra raza, dice. Todavía, muy lejos, en el África, quedan hombres de nuestra raza y para ahí me iré a buscarlos.

Si había dado la vuelta, Juan, así, para salir y li había tirado un puñal la giganta, de la cama. Entonce el cordero li ha pegado el bote y lu ha atajau. Entonce ha pegau la vuelta   —596→   y la había rematau, Juan. La había sepultau y había comenzau a abrir las puertas, dice. Que había princesas, había riquezas, que era cosa de no narrar. Había dado la libertá a las que querían y a las que no, que se queden. Y si había vuelto llevando un regalo de joyas de lo mejor para la niña. Había llegado, li había avisado al Rey y lu había invitado para su palacio. Habían venido allá. Han revisado. Quedó maravillado el Rey con las riquezas.

Juan se casó con la niña y siguieron viviendo felices ahí.

El viejito quién li había dado el cordero había sido Dios, Nuestro Señor, que después se li había aparecido y li había dicho:

-Yo soy tu padre, hijo. Yo te he salvado porque has sido bueno y sincero, inocente -que dice-. Y el cordero -dice- ése es un ángel que te he mandado para que te salve.

Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.



  —597→  
1076. El muerto agradecido

La yegüita protectora


LA RIOJA

Éste que era una vieja y un viejo que tenían un hijo muy regalón. Un día se murió la vieja y luego el viejo, diciendo antes de morir a los servidores que tenía, que siempre lo cuidaran al joven como él lo había cuidado. Al siguiente día de haber fallecido el padre, los peones mandaron al joven a la leña y éste como había sido tan regalón de sus padres no sabía ni ponerle el freno a los burros y andaba en el potrero sin poder pillar ni uno solo. Cuando ya era mediodía iba pasando un señor y de verlo que no podía pillar los burros le pilló él y le aparejó. Lo hizo subir al burro y le indicó el camino de la leña. Luego que salió de la casa entró en un río y a un lado de la barranca vio un cajón con un cadáver.

Éste lo sacó y lo enterró lejos de donde no podía llevarlo la creciente. Este cadáver había sido de la madre de él. En lo que estaba afanado por enterrar el cajón, sintió que relinchaba una yegua y se fue a verla. Ésta estaba empantanada. Y buscó un palo y la empezó a sacarla del barro, hasta que la sacó. La yegua le dijo que no se vaya para la leña, que se vuelva en ella para el pueblo.

Por el camino encontró una pluma muy bonita y se bajó para alzarla. La yegua le dijo que no la alce, que por esa pluma iba a andar en muchos afanes. Pero éste no la obedeció y la alzó. Se la puso en la cinta del sombrero y siguió viaje. Cuando ya faltaba poco para llegar al palacio del Rey vio que uno de   —598→   los peones se entró para dentro y luego salió con el Rey. Lo hicieron pasar y le dijo el Rey, si por qué razón tenía esa pluma en el sombrero, que él era el que le había robado el pájaro de oro que se le había perdido a él, y que lo vaya a trair.

El joven le dijo que él la había hallado por el camino. El Rey no le quiso creer y le dijo que si no le traía el pájaro le iba a cortar la cabeza.

Entonces le dijo la yegua que se fueran a buscarlo, y ella, como era alma, sabía que una vieja bruja lo tenía, y también sabía en qué parte lo tenía y le dijo que le pida al Rey un carro con carne, otro con trigo y otro con agua.

El Rey le dio lo que le pidió, y el joven se fue. Por el camino vio unos pájaros que estaban muriendosé de hambre y le dijo la yegua que les dé toda la carne que llevaba.

Y el joven les dio. Siguió viaje. Más allá estaban unas hormigas muriendosé también de hambre y la yegua lo hizo que les diera todo el trigo que llevaba. Y más allá estaban unos pececitos muriendosé de sé, y la yegua lo hizo que le diera todo el agua. Ya iban llegando a la casa de la bruja y la yegua que lo iba guiando le dijo que no estaba la vieja, que entre a todo galope, que lo alce al pájaro y que se vayan al palacio. Y así lo hizo. Le llevó el pájaro para el Rey y éste le dijo que como él le había tenido el pájaro, él también le tenía una niña que se le había perdido y que la vaya a trair.

El joven tuvo que obedecer y se fue para donde estaba la yegua y le contó lo que le dijo el Rey. Y la yegua le dijo que la misma bruja la tenía a la niña y que se fueran. Y el joven subió y se fue. Y también le dijo la yegua que le diga a la vieja que si lo podía conchabar, para que así vean modos de sacarla a la niña que estaba abajo de siete llaves. Y así lo hizo. Llegó a la casa y le dijo a la vieja que si quería ocuparlo. La vieja le contestó que con mucho gusto, que estaba necesitando un peón. El joven se bajó.

Al otro día le dijo la vieja al joven que fuera a trasladar el trigo de un granero para otro hasta las doce. El joven se fue llorando y dijo:

-Si quiera las hormigas que les dí el trigo vinieran a ayudarme.

  —599→  

Y se empezaron a juntar las hormigas a ayudarle. Y antes de las doce trasladaron el trigo sin que quede un solo grano. Cuando fue a ver el trabajo, la vieja, se sosprendió al ver que terminó antes de las doce.

Al otro día lo mandó que regara un potrero de diez leguas con un balde sin asiento, y el joven se fue a regar. Hasta que llegaba al potrero ya no llevaba nada de agua, y dijo:

-Si quiera los peces que les di el agua vinieran a ayudarme.

Ya llegaron los peces y antes de las doce estaba regado todo. Y fue la vieja a ver y dijo que estaba bien.

Al otro día le dijo que se comiera mil vacas hasta el mediodía y el joven se fue y empezó a comer una y luego no más ya estaba lleno y no podía comer más, y dijo:

-Si quiera los pájaros que les di la carne vinieran a ayudarme.

Y comenzaron a llegar los pájaros y antes de mediodía comieron las mil vacas. Cuando fue a ver la vieja ya estaban los huesos no más, y le dijo al joven que no tenía más trabajo y que se quede a cuidar la casa hasta que ella vaya a invitar a su comadre para que coman un pichón. Y en cuanto la vieja salió se fue el joven a ver la yegua. Le contó lo que le había dicho la vieja, y la yegua le dijo que el pichón que iban a comer que era él. Y que vaya ligero y la saque a la niña y que se vayan. Y así lo hizo.

La sacó a la niña y subieron en la yegua y se fueron. En cuanto llegó la vieja y le halló el rastro que se iba ya, y fue a verla a la niña y no la halló, se vino por atrás de ellos. Al pasar un río la vieja iba alcanzandolós, y cuando pasaba el joven con la niña se cortaba la creciente y cuando iba pasando la vieja vino una ola y la tapó y la llevó.

Luego no más llegaron al palacio y la entregó a la niña. Pero el Rey ya hacía siete días que estaba haciendo quemar el horno para quemarlo al joven. La yegua le avisó y le dijo que le pida al Rey una sábana que no haya pecado y una guitarra y que le pida permiso para dar tres vueltas en la plaza, en ella. Cuando el Rey le dijo que lo iba a quemar porque le habían dicho que era brujo, él le pidió todo lo que li había dicho la yegua y le pidió permiso para dar tres vueltas en ella.

  —600→  

Éste le dio permiso y se fue a la plaza en la yegua. Dio tres vueltas y la yegua se bañó en sudor.

Entonces le dice la yegua que la secara con la sábana y cuando lo tiren al horno se envuelva en la sábana, con la guitarra en la mano.

En el acto se convirtió la yegua en una palomita blanca y se voló porque era el alma de la madre que venía a salvarlo. El joven, antes de que lo echaran al horno, hizo todo lo que le indicó la yegua. Al otro día, cuando los peones abrieron el horno para sacar las cenizas, estaba el joven más lindo de lo que era, tocando la guitarra.

El Rey tuvo envidia, hizo calentar el horno catorce días y se fue a la plaza en la yegua de él, con una sábana, y dio tres vueltas.

Apenas sudó la yegua la secó con la sábana y volvió a la casa. Se envolvió con la sábana, y con la guitarra en la mano lo tiraron al horno.

Y al otro día los peones estaban listos para bailar. Cuando abren el horno, ven que el Rey estaba hecho un carbón. Ese mismo día se casó el joven con la hija del Rey y se quedaron de dueños de todas las cosas del palacio.

Hicieron grandes bailes en celebración del casamiento. Ellos se quedaron bailando y yo me vine para acá.


Que pase por un zapatito roto,
que usté me cuente otro.



Francisca Córdoba, 65 años. El Horno. Vinchina. Sarmiento. La Rioja, 1950.

Variante del cuento tradicional El caballito de siete colores. Amalgama motivos de El muerto agradecido y de Animales protectores.



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1077. El toro negro y el gigante

LA RIOJA

Ésta que era una vieja que tenía dos criados, un negro y un blanco. El blanco no hallaba cómo hacer pa matar al negro. Le mentía una y otra vez a la vieja para que lo matara, y entonces la vieja, ya enojada, lo mandó al negro que fuera a pastoriar unas vacas, donde había dos toros, uno negro y otro bayo.

Se fue el negrito a pastoriar los toros, y entonces, en el campo, el negro se sentó en una piedra, muy triste. Vino el toro bayo y le dijo:

-¿Por qué está muy triste, amigo?

-Cómo no voy a estar triste si me han mandado que cuide estos animales y sé que el toro negro me va a comer.

El bayo le dijo:

-No se lo pierda cuidau, que yo lo salvaré.

Volvía siempre el negrito a las casas y no se moría. Entonce la vieja se dio cuenta que el toro bayo lo salvaba. Entonce la vieja le dijo al negro que lo traiga al toro bayo para carniarlo. Él se puso muy triste. Entonce el toro le dijo al negro que cuando lo desaten a él, que lo suba, y que se tenga bien para disparar.

Y así fue. Se disparó el toro con el negro encima y no lo encontraron más.

Fueron por un campo muy boscoso, y el toro bayo le dijo que en ese bosque tenía él que peliar con el lión. Si se salvaban, iban a seguir viaje y de lo contrario, que hiciera un lazo con su   —602→   cuero. Que sacara una tira del lomo y adonde se encuentre en peligro, que diga: Ayudame torito bayo, y él lo iba ayudar.

Lo comió el lión al torito bayo y el negrito hizo todo como le indicó el torito. El negrito se fue a rodar tierra con el lazo. Llegó a la casa de un rey y le dijo que lo ocupara. El rey lo ocupó para que le pastoreara unas vacas y le dijo que no las dejara ir para el sur.

El negrito pastorió varios días para el norte y un día se le había ocurrido dejarlas ir al sur, para ver qué había. Mientras estaba pastoriandolás se presentó un gigante y le dijo que qué hacía áhi, y él le contestó:

-Pastoreando las vacas.

-Ya te voy a comer -le dijo el gigante.

Y el negrito le contestó:

-No ha'i ser, amigo.

Áhi no más el gigante lo manotió y el negrito se le escapó y lo enlazó con el lacito. Y lo horcó enseguida. Vino la giganta y le hizo la misma operación. En esos instantes viene el rey y dijo:

-Pero amigo, ¿no le dije que no dejara ir a las vacas para el sur?

Y le contestó el negro que por qué. Y el rey le dijo:

-Hay unos gigantes que me comen las vacas.

Y el negrito le dijo que los había matado. Entonce el rey lo felicitó y le dijo que se casara con la hija de él, y que viviera en el palacio del gigante y áhi vivió el negrito.

Paulo Aballay, 75 años. Quebrada del Vallecito. General Roca. La Rioja, 1950.



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1078. El torito bayo

LA RIOJA

Éste qu'era un par de viejitos que vivían solos, nada más que con un criadito, que habían criau desde chico y que lo habían echau pa pastor de las cabras, vacas y ovejas que tenían. La vieja era bruja y lo había entrado a odiar al muchachito, y con el fin de matarlo no le guardaba comida o no le daba nada que coma en el día, y si le daba no era suficiente, cuanti más un pedacito de torta. El viejito era más bueno y un día pa las señaladas, le separó un ternerito, el más fierito, dandoseló al muchachito. El animal estaba enfermo y la vieja no dijo nada pensando que se le iba a morir y así quedaban bien sin hacer fuerzas.

El ternerito, que era bayo, se crió con todos los cuidados que le hacía el niño. Lo alzaba cuando no seguía a la madre, lo hacía mamar, le llevaba pastitos para que coma y nunca le pegaba, por lo que el animalito lo seguía y lo buscaba y le balaba. Juntos jugaban y al fin se puso gordo y grande, por lo que ya le servía para andar. El muchacho lo montaba en pelo y al trotecito llegaba en la tarde al corral, hora de encerrar la majada y demás haciendas.

La vieja entonces se enojaba y trató de matarlo a hambre al niño, y lo despedía todas las mañanas sin nada qué comer y le ordenaba que no saque la leche a las vacas o a las cabras.

Un día el niño no pudo más de hambre y se echó en una sombrita a llorar, y cuando estuvo allí vino el ternerito y lo halló dormido. Al resuello calientito del animal se despertó y el ternerito le preguntó:

-¿Qué le pasa, amigo? ¿Pórque está tan triste? ¿Qué tiene, hambre? Vea, no llore, detrás de mi orejita derecha tengo un   —604→   mantelito, saqueló y pidalé lo que quiera comer. Después de eso, lo dobla bien y lo guarda pa mañana.

El niño hizo cuanto se le ordenó, comió, bebió y guardó el mantelito para el día siguiente.

La vieja bruja dejó pasar unos días y pensando que alguien le daba de comer al niño, por lo que no se moría, quiso descubrir. Se hizo pájaro y siguió los animales asentándose en una peña para ver mejor. Se llegó la siesta y el torito bayo se le arrimó al niño y le dio de comer.

Bueno... y con esto el pájaro supo quién lo mantenía al niño. Cuando llegó al rancho lo buscó al viejo y le contó, y le dijo que había que hacer matar el ternero del muchacho.

Al día siguiente y con la intención de buscar algo que carniar, fueron muy tempranito al corral para elegir lo mejor. Salieron todos los animales, pues la carniada iba ser ese mismo día y aunque el chico lloraba y pedía que no le maten al torito bayo, la vieja enojada le ordenó que se calle y que lo lleve hasta donde lo iban a carniar.

Como era muy mansito, se le arrimó y mientras lo acariaciaba por última vez le dijo:

-No te pongás triste, si no me van a matar. Subime, agarrate bien y cuando yo pegue una arrancada, pedile la bendición a tu padre y a tu madre, que Dios nos ayudará.

Dicho esto, el chico lo montó y lo llevaba con pena, pero tranquilo. Cuando iban a llegar al bramadero, dio un bufido y una arrancada. El chico con el sombrerito en la mano se despidió de sus padres y siguieron al mundo a todo galope. Cuando fueron lejos, el torito quiso descansar. El niño se bajó, comió y le dijo que tenían que seguir viaje hasta donde se les haga la noche, porque tenía que peliar esa misma noche con la vieja bruja que los seguía.

Llegó la noche y le dijo al niño que se esconda bien en la copa de un árbol y que no tenga miedo, que a la medianoche iba a oír los balidos de un toro que vendría. El toro que era negro y con los ojos como de fuego iba a venir a peliarlo y ésa era la vieja, pero no lo iba a vencer.

  —605→  

El niño se trepó a un árbol y se escondió como pudo. Y a eso de la medianoche oyó desde lejos los bramidos de un toro que se venía. El toro negro llegó, pelió mucho con el torito bayo, pero cuando vino el alba fue como si se estremeciera la tierra y el toro negro se fue.

Al día siguiente siguieron viaje y le pasó la misma cosa. Ya el niño no tuvo tanto miedo como la primera noche.

Al tercer día el torito le dice al niño:

-Bueno, mi amiguito, éste es el último día que vamos a estar juntos. El toro negro nos persigue y esta noche me va a vencer y me va a matar. Usté escondasé bien, y al otro día, saque el mantelito y llevelé para que no pase hambre y para cuando usté se vea en apuros, haga de mi cuero un torzalito. Mañana vea bien, del lado que quede para arriba; vea donde me den los primeros rayos del sol; saquemé ese cuerito, sobelé y hágase un lacito. Debajo del mantelito va a encontrar un puñalito y ésas van a ser sus armas. Cuando usté se vea en peligro de muerte o sea retau a peliar, usté diga: maniameló, torzalito, y ya va a estar, y con el cuchillito se va a defender.

El niño lloró y se despidió de su torito que tanto quería y en la noche, cuando vino el otro toro, vio que echaba fuego por boca y nariz. Peliaron mucho, pero cuando vio que cayó al suelo el torito bayo, y que el otro toro lo buscaba, ni respiró de miedo. Por fin el toro se fue y a la madrugadita se bajó. Lo vio que estaba muerto, y hizo lo que el torito le dijo y con mucha pena se fue solito a rodar tierra.

Fue por áhi, y se ocupó con un señor que tenía hacienda. Se ocupó para pastorear las vacas. El patrón le entregó unas vacas flacas y le dijo que para el norte no vaya echar las vacas, que las echara para el sur no más y ojalá sea como sea, que no pase nunca para el norte.

El niño cuidó más de un mes las vacas, en un peladeral y creyendo que iban a morirse y sin tener miedo, quizo saber por qué no podía ir para el norte. Una mañana salió, y después de andar un rato... hizo dar vuelta al arreo y se fue al norte. Encontró unos potreros llenos di alfalfa y las vacas se quedaron pegaditas, y él se fue a conocer.

Anduvo un poco y divisó una casa, y se fue allá. Era la casa de unos gigantes. Vivían los dos, pero sólo estaba la giganta   —606→   y el gigante andaba por sus potreros. En cuanto llegó no más la giganta lo quiso pillar para echarlo a la olla, pero el niño se acordó de las palabras del ternerito y sacó su torzalito y se lo tiró a los pies y cayó la giganta maniadita. Y así pudo defenderse. En eso estaba cuando llegó el gigante y muy enojado porque halló hacienda en su potrero, lo quiso comer. Él le quitó el torzalito a la giganta que se murió del golpe, y se lo tiró al gigante que cayó al suelo y allí lo mató quedandosé dueño de la casa y de todos los potreros, animales, sacos con plata y cuanto había en él.

Se volvió para entregar las vacas y arreglar cuentas. El patrón le preguntó por qué se había demorado tanto y dónde había dado de comer a las vacas que habían vuelto tan llenas; pero el niño no le contó su historia. Le dijo que ya no trabajaba más y que se iba a ir, y que le pague lo que había ganado. Así fue, y el niño dueño de casas y campos vivió y vivirá y yo me vine a contar el cuento.

Pasó por un zapato roto que usté cuente otro.

Julia de Castro, 50 años. Carrizal. Famatina. La Rioja, 1950.