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En Erasmo y España, trad. de A. Alatorre (México, Fondo de Cultura Económica:; 1950), t. II, cap. XIV, pp. 382-92.

Sobre esta influencia ha insistido José Luis Abellán, El erasmismo español. Una historia de la otra España (Madrid, Espejo, 1976). Véase el cap. titulado «El Mito de Christo: A. Los teólogos», pp. 169-203.

 

22

Ricardo G. Villoslada, «Rasgos característicos de la Devotio moderna». Manresa, 28 (1956), 315-50.

Erasmo coincide, además, con la Devotio en un «Cristocentrismo práctico» y en el anhelo de la paz, como summum bonum. Estas dos cualidades también se dan en Fray Luis. ¿Influencia de Erasmo? ¿Reminiscencia de la Devotio moderna? ¿Coincidencia de ambos factores?

 

23

Ed. cit., t. II, p. 754.

 

24

Ibid., t. II, p. 753.

 

25

Fray Luis tradujo admirablemente estos versos:


«¿Qué se hizo aquel donaire,
aquella tez hermosa? ¿Dó se ha ido
del movimiento el aire?
¿Aquélla, aquélla, dó ha desaparecido,
aquella en que bullía
Amor, que enajenado me tenía?»

(Vv. 25-30. Ed. cit., t. II, p. 948)                


 

26

De imitatione Christi, lib. I, cap. 3, 5. Ed. cit., p. 11.

 

27

Cap. 31, 30-31, ed. cit., p. 1095. Este versículo, que hemos citado, lo parafrasea Fray Luis en el cap. 19 de La perfecta casada. Cf. también Eclesiástico, 9, 8-9: sobre los peligros que lleva consigo la belleza.

 

28

I San Pedro, 3, 3-5. Ed. cit., p. 2028. Es cita que recoge Fray Luis en el cap. 11 de La perfecta casada, donde se critica la atención excesiva al aderezo y maquillaje en la mujer. Sobre este mismo tema, cf. San Pablo, I Timoteo, 2, 9-11-

 

29

Ed. cit., t. II, p. 754.

 

30

El texto más famoso de Horacio es aquel que dice:


«... Dum loquimur, fugerit invida
aetas; carpe diem, quam minimum credula postero»


(Odas, I, 11, vv. 7-8)                


Cf., además, Odas, I, 4 (en particular, vv. 9-10); I, 9; II, 11; IV, 7; Epistulae, I, 4. Y en el Epodon II, el famosísimo Beatus ille, ¿no hay una invitación al goce del presente?

El tema se aviene muy bien con el temperamento de Tibulo, cf., por ejemplo, Carmina, I, 1 (véase la ed. de E. Otón Sobrino. Erasmo, textos bilingües. Barcelona, Bosch, 1979), vid. vv. 45-46, donde el carpe diem se diluye en otro tópico muy relacionado con él: el Beatus ille.

En lo que concierne a Garcilaso, cf. Rafael Lapesa, La trayectoria poética de Garcilaso (Madrid, Revista de Occidente, 1948), pp. 160-61.

En nuestro Siglo de Oro aparece el tópico con gran frecuencia. Véanse estos versos de F. de la Torre, en parte, ya citados anteriormente: «Agora que el Oriente / de tu belleza reverbera... / [...] / antes que la dorada cumbre de reluzíentes llamas de oro / húmida y argentada / quede... / [...] / goza, Filis...» (Odas, 1, vv. 16-26, ed. cit., p. 7).

Los versos finales de la oda guardan el eco inconfundible de Garcilaso:


   «[Noche de nieblas] marchitará la rosa
purpúrea, y la açuzena
nevada mustia tornará de amena.»


(Ibid., vv. 28-30, p. 8).                


Para el tópico en Góngora, cf. A. Carballo Picazo, «El soneto Mientras por competir con tu cabello». Revista de Filología Española, 47 (1964), pp. 379-98.

Incluso encontramos el tema en Calderón, en El gran teatro del mundo. Dice el rico:


«De nuestra vida gocemos
el rato que la tenemos,
dios a nuestro vientre hagamos.
¡Comamos, hoy, y bebamos,
que mañana moriremos».


(Vv. 1166-70. Autos Sacramentales. Ed. de Ángel Valbuena Prat, 5.ª ed. Clás. Cast., 69, Madrid, 1967, p. 109).                


Pero toda la obra calderoniana es una refutación de esta manera de pensar: lo importante es obrar bien, aun a costa de sacrificios y dolores.

No me ha sido posible consultar el libro de Blanca Gonzales de Escandón, Los temas del «Carpe diem» y la brevedad de la rosa en la poesía española (Barcelona 1938).

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