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Datos para la historia de las letras gaditanas (1930-1960)

José Antonio Hernández Guerrero



Para conocer los caracteres que definen los movimientos literarios que se suceden en Cádiz a partir de los años treinta, resulta imprescindible el estudio de las diferentes revistas poéticas surgidas en la capital y en algunas otras ciudades de la provincia1. Según Guillermo de Torre, la historia de la literatura no se puede hacer sin conocer las revistas literarias de la época que se estudia2. Tal afirmación posee especial validez en el período de las Letras Gaditanas que vamos a tratar en este trabajo. Algunas de estas revistas fueron punto de partida, embriones, de posteriores obras de nuestros poetas, y órganos de expresión -a la vez que de cohesión- de grupos con credos estéticos diferentes.






ArribaAbajoLa Revista Poética «Isla»

El grupo fundacional


Don Carlos María de Vallejo, tras su largo viaje por América y Europa, inicia en su domicilio una serie de reuniones con algunos amigos poetas gaditanos3. En la primera presentó los originales de sus dos nuevos libros4 y leyó un romance a Cádiz, compuesto en el recorrido de Madrid a esta capital.



«Hercúlea Puerta de España,
cimera de altivo airón;
Atlántida insumergible,
casco de antiguo galeón.
Por insignia capitana,
escoba en palo mayor,
barriste un día los mares,
rival de la rubia Albión.

Por la Torre de Tavira,
asomas tu ojo avizor.

Granito de sal morena
que no lo derrite el sol;
salinera y salerosa,
salinoso es tu sabor».
[...]5

El grupo de contertulios es muy reducido: José María Pemán, que ya había publicado varios libros de poesía, novelas, cuentos, ensayos y teatro6; Rafael de Urbano, nacido en Cádiz y empleado en el Banco Hispano-Americano, autor de una novela, Más fuerte que el amor, y de varios artículos y poemas aparecidos en el Diario de Cádiz; José F. Díaz de Vargas, estudiante gaditano; Álvaro Arauz, que componía una «poesía popular y andaluza de ancha vena "jonda" que salta y se quiebra en el aire, plasmada en soleares, polos y cañas, saetas, seguidillas, malagueñas..., en coplas como para cantar a la guitarra en noches de sentimiento y de pasión...»7. También asiste Pedro Pérez-Clotet, un poeta de Villaluenga del Rosario y Doctor en Derecho. En 1929 ya había aparecido su primer libro de poemas, Signo del Alba8. Este último ofrece una iniciativa: crear una revista poética y editar una colección de libros encabezada con Los Maderos de San Juan, de Carlos María de Vallejo. La idea, e incluso el nombre -Isla-, son acogidos con entusiasmo. Todos se comprometen a presentar trabajos y a pedirlos a poetas amigos. Rafael de Urbano se encargó de reunir los originales para enviarlos a Pérez-Clotet, responsable único de la confección y de la financiación9. Tras esta primera reunión, no se volvieron a celebrar otras para tratar de la revista, cuya orientación, en su contenido y estilo, siempre dependió en exclusiva de su director10.

El primer número apareció en 1932. Tras la declaración de principios y de intenciones, se incluyen, además de los trabajos realizados por los miembros del grupo inicial, las colaboraciones de dos poetas hispano-americanos y de tres castellanos.

El primero en enviar sus poemas fue Julio J. Casal, paisano y amigo de Carlos María de Vallejo. Este poeta ya había publicado un libro, Árbol, de corte vanguardista, y una Antología de la Poesía Uruguaya en 192011; era director de la revista poética Alfar, de la Coruña. También se recibió un original de otro poeta de Montevideo: Álvaro Armando Vasseur (1878), escritor de ascendientes franceses que, a los veinte años, era ya colaborador del Mercurio de América, de Buenos Aires, y fue uno de los introductores del simbolismo poético en Latinoamérica.

De Castilla llegaron tres trabajos para el número primero: Ricardo Gullón (1908), natural de Astorga, mandó, desde Madrid, donde estudiaba la carrera de Derecho, una cuartilla de prosa poética y la noticia de la próxima aparición de otra revista hermana: Brújula12. Teófilo Ortega (1927), contesta desde su rincón provinciano de Palencia con un trabajo en prosa -«El castigo»- que al año siguiente integraría en su libro En torno a «Brand» de IBSEN. José María Luelmo, poeta vallisoletano postultraísta y director de A la Nueva Ventura, quien, ya anteriormente, se había lanzado por dos veces a la aventura de las revistas poéticas (Meseta en 1928 y DDOOSS, en 1931) responde a la invitación con un poema. El número se cierra con un romance de Fernando Villalón, amigo y compañero de Pérez-Clotet y que «con nosotros estaría, si, al no malograrlo los cuernos de su enfermedad, aún palpitase, en impetuosa vitalidad, su aliento joven, lleno de anhelos hacia una nueva estética»13.




ArribaAbajoOtros colaboradores gaditanos

A la relación inicial de poetas gaditanos debemos añadir los nombres de otros escritores que también colaboraron en la primera época de la revista. Vicente Carrasco (1907), joven médico que escribía poesía desde su niñez y ya había publicado varios poemas en La Esfera, una revista que editaba «Prensa Gráfica», logró que su firma apareciera a partir del número dos14.

Juan Ruiz Peña (1915), jerezano, se incorpora a partir del número seis y está presente hasta la desaparición de la revista. En 1936, a los veinte años, fundó y dirigió, con Francisco Florido, la revista sevillana Nueva Poesía.

Manuel de Falla (1876-1946), amigo personal de Pérez-Clotet, envió su primera colaboración en el año 1935. Apareció en el número 7-8. Se trata de la reproducción del manuscrito original de «Fanfare», obra corta para tres trompetas, cuatro trompas, timbales y tambores. Con las obras escritas «Para la tumba de Debussy», «Para la tumba de Dukas» y «Pedrelliana», integra su serie de homenajes. Está dedicada a Enrique Fernández Arbós (1863-1940), violinista, director de orquesta y compositor, nacido en Madrid. En este mismo número de la revista, se transcribe una carta que Falla dirige a Pedro Pérez-Clotet y una nota firmada por el director de la revista15. El músico gaditano volvió a colaborar en la segunda época de Isla. El número diecisiete, año 1939, está encabezado por las «Notas sobre Ravel» que aparece en la primera página. Falla dedica el artículo a Roland Manuel y a Maurice Delage.




ArribaAbajoSus efectos aglutinadoresy expansivas

Sale el cuaderno número uno con ánimos renovadores y propósitos universalistas. Se envía a todas las demás revistas poéticas y las respuestas de éstas no se hicieron esperar. Se creó una corriente intensa de intercambio de revistas y de colaboraciones de poetas. En la sección de «Revistas Recibidas», que figura en todos los números de la primera época, se puede apreciar fácilmente el grado intenso de comunicación al que se llegó. La mayoría de poetas se integraba en grupos reducidos que, superando dificultades, lograban sacar adelante revistas portavoces de su arte e inquietudes. Este fenómeno provocó la alegría de Rafael de Urbano que escribió lo siguiente en La Verdad, de Murcia: «Tras Isla van apareciendo nuevos nombres y nuevos esfuerzos. En el mapa que tenemos frente a nuestra mesa de trabajo, van clavándose de mes en mes desde entonces banderitas de entusiasmo: Cádiz, Madrid, Barcelona, Tenerife, Albacete, Zaragoza... Registremos el intento de resurrección de Mediodía, en Sevilla. Día a día los nombres nuevos con que vuelan estas revistas se afianzan más y más en sí mismos, porque llevan ilusiones, esfuerzos, tanteos, ensayos, ¡alegría de hoy!»16 . Gracias a la revista Isla, el grupo de poetas gaditanos se da a conocer en los ambientes literarios nacionales e hispano-americanos y aquí llegan las firmas y corrientes más representativas. Los setenta poetas que, además de los gaditanos, escribieron en la primera época de Isla eran responsables o colaboradores asiduos de otras importantes revistas poéticas, como Mediodía (Sevilla, 1926); Papel de Aleluyas (Huelva, 1927); Nueva Revista (Madrid, 1929); Los Cuatro Vientos (Madrid, 1933); Brújula (Madrid, 1932); Hoja Literaria (Madrid, 1932); Pliegos Recoletos (Madrid, 1933); Frente Literario (Madrid, 1934); Tarea (Madrid, 1934); Clamor de la Verdad (Orihuela, 1934); El Gallo Crisis (Orihuela, 1934); Alfil (Valencia, 1933), etc...17




ArribaAbajoLa segunda época

El comienzo de la Guerra Civil marca la raya de separación entre las dos épocas totalmente distintas de Isla. La variación en su presentación (formato, papel, caracteres, etc.) -consecuencia, en parte, del cambio de imprenta-18 es, sobre todo, la expresión sensible de contenidos y estilos diferentes. Desaparecen totalmente los integrantes del grupo inicial: José María Pemán, miembro de la Real Academia Española de la Lengua desde Marzo de 1936, estaba excesivamente ocupado en viajes y actividades literarias.

Carlos María de Vallejo, al que se le despidió en el número 2-3 de la revista, porque el «azar de su carrera lo llevaba a Valencia». Rafael de Urbano abandonó Cádiz para trasladarse a Madrid en 193519. Vicente Carrasco salió de Cádiz el 5 de julio de 1936, días antes de que saltara el Movimiento, para hacer un viaje de turismo por toda Europa. A su vuelta pasó la frontera catalana y se quedó en Valencia como responsable de los servicios médicos de Seguridad y Asaltos.

La nómina de colaboradores también experimenta un cambio sustancial. De los setenta y seis poetas que escribieron en la primera época, sólo dieciocho, además del director, lo hacen también en la segunda. Pérez-Clotet, tras conocer la noticia del Alzamiento y temiendo que los republicanos de Villaluenga lo detuvieran, decidió cambiar de domicilio. Se trasladó a Jerez de la Frontera coincidiendo con el momento en el que nacía la revista Cauces, cuyos animadores pasaron a integrar la nueva nómina de Isla. El resto de colaboradores también se agrupa alrededor de revistas como, por ejemplo, Hojas de Poesía y Nueva Poesía, de Sevilla, Escorial, de Madrid, Arte Joven, de Alicante, etc.

Los caracteres que, a partir de este momento, van a definir a la segunda época de Isla, sobre todo su entusiasmo patriótico, su compromiso político con las tendencias e intereses de la derecha y su sentido religioso de signo católico, la configuran como adelantada y pionera de la «generación del 36»20. Como dato ilustrativo podemos reproducir el siguiente poema:




Los ángeles en la trinchera


Han bajado los ángeles
a verter en la trinchera,
camisa azul de España
con los pies en el barro
y el alma en las estrellas.

Bengalas trazadoras
rubricaban el cielo
y tocaban su bombo
de muerte los morteros;
las balas explosivas
sus platillos siniestros.

La murga del combate:
ardiente olor de fuego.
(Mañana dirá el parte:
«ligeros tiroteos»).

Han bajado los ángeles
para darte un abrazo,
camisa azul de España,
malabarista impávido
que juegas con parábolas
y con bombas de mano.

Los ángeles dormidos
de los versos del alba,
contigo, en la trinchera,
camisa azul de España.
Despiertos y contigo
en la noche enfangada
de pólvora y de lluvia
de gritos y de balas.
¡Ángeles, ya, de guerra!,
camisa azul de España.21

La segunda época empieza con el número diez y termina con el veinte en el año 1940. En esta fecha Pérez-Clotet vuelve de nuevo a Villaluenga del Rosario, desde donde hizo gestiones administrativas para prolongar la existencia de la revista22. En correspondencia epistolar entre José Sanz Díaz, de la Subsecretaría de Prensa y Propaganda del Ministerio de la Gobernación, y Pedro Pérez-Clotet, aquel expresaba: «Parece que va a haber algunos cambios importantes en esta Dirección General, y conviene que aplaces un tanto la nueva instancia de Isla, para ver cómo se enfoca la cosa»23.




ArribaAbajo«Cauces»

Jerez de la Frontera, centro económico de la provincia de Cádiz, ha intentado en repetidas ocasiones convertirse también en foco de cultura. Gracias a la ayuda de firmas comerciales, en los años de la guerra civil y en los que la sucedieron de inmediato, se organizaron diferentes actividades culturales y aparecieron varias revistas poéticas.

En el mes de junio de 1936, nace en esta ciudad Cauces. Francisco Montero Galvache, la ofreció como portavoz de la poesía de Andalucía Occidental y consiguió ayuda económica de la firma comercial «González Byass». Salvo raras excepciones, aparecía mensualmente y llegó a publicar un total de 62 números (sin contar los once que, dirigidos por José de las Cuevas, vieron la luz en Sevilla).

Fanny Rubio afirma que Cauces vivió en parte al amparo de la revista Isla y, en concreto, gracias a la ayuda de Pérez-Clotet24. Este poeta colaboró en todos los números y en algunos, incluso, hasta con dos composiciones. El grupo directivo de Cauces estaba integrado por el médico jerezano José Hernández-Rubio y por los hermanos Francisco y Pedro Montero Galvache. Los tres firmaron el «Lema», que terminaba con estas palabras:

«Hoy, como en los albores del Renacimiento, la atmósfera del Arte está cargada de vaguedades y asomos de evoluciones indecisas y errantes. Nos angustia como nunca, el constante y nobilísimo anhelo de renovar: digno y encendido afán de romper viejos moldes, conservando la esencia, y hallar otras rutas más amplias y luminosas.

Cauces, en esta hora de inquietudes, no aspira a descubrir nuevas fuentes de inspiración, porque sabe que las fuentes de la Poesía son eternas, como la Belleza que las crea: Sólo quiere iluminar las sendas que conducen al cielo de las normas increadas.

La Poesía es, por esencia, íntima; por sustancia, externa; entendiendo por esencia, espíritu; por sustancia, la carne del verso. Queremos que nuestro vuelo sea de esencia ungida de alba en los surcos: que así, el afán será más puro y radiante. Con toda la intimidad de nuestros sueños vamos a abrir, con el grato recuerdo formativo de los cauces de la antigüedad clásica, los cauces nuevos y gozosos que precisan las evoluciones y esperanzas del momento que vivimos.

Ya en pleno campo, con toda la ilusión de nuestro aliento, cantaremos a las fuentes eternas del Arte y la Poesía, las sendas abiertas sobre esa tierra que, encendida de promesas, comienza de nuevo a florecer».



Lanzaron el primer número con la ayuda del impresor Manuel Martín. Federico García Lorca, José María Pemán -que también ejercía sobre la revista notable influencia-, Pedro Pérez-Clotet y Julián Pemartín completan las firmas de este primer número. El segundo número, julio de 1936, estuvo dedicado a Garcilaso:

«Mil novecientos treinta y seis nos brinda un nuevo motivo de exaltación de nuestros valores: en octubre hará cuatro siglos que murió en las cercanías de Fejus, Garcilaso de la Vega [...]. Cauces dedica este número para buscar en su obra la semilla que nos sirva de alimento y estímulo en esta tarea espiritual».25



La defensa del clasicismo es uno de los caracteres más permanentes a lo largo de toda su historia. Como ejemplo significativo nos puede servir el poema de José María Pemán, que apareció en el número siete.




Clasicismo


   Un último crepúsculo resbalará sus lentas
grosellas exprimidas, sobre los vidrios tristes
de cien ojos de toros en la marisma azul.
    Cerraré mis sentidos a las embalsamadas
tentaciones de ensueño de los nardos de abril.

   Me arrancaré del alma las últimas espinas
dolientes del folklor.
    Escupiré muy lejos los huesos de las verdes
aceitunas gitanas de Lorca del romance
de la guardia civil.
    Y colgaré de un sauce la triste pluma ilustre
del grande y venenoso
Fernando Villalón.

   Y limpio ya y desnudo de todo casticismo,
absuelto y redimido de toda tentación,
me elevaré, volando -seguido del asombro
de cien ojos de toros en la marisma azul-
hacia el segundo cielo sin noche ni mañana,
donde perfecta y clara, con perfección de número,
más allá del esfuerzo de todas las metáforas,
idéntica a ti misma, me esperas, sola, tú.

Cauces también dedicó números extraordinarios a Rosalía de Castro, Unamuno y al General Franco.

La revista, haciendo honor a su nombre, facilitó el acercamiento y la comunicación de poetas.

«El intercambio de periódicos llegados a mi casa -nos dice su director- lo prueba. Hicimos buenas amistades americanas, sobre todo, con El Siglo, de Bogotá; La Prensa, de Buenos Aires, etc. Intervenían en la confección de Cauces todos los corsarios, compañeros de movilización y, en general, cuantos viajaban desde los frentes de Córdoba y Málaga, hasta Sevilla y alrededores. Yo tengo todavía mis dudas sobre si el editorial a Unamuno lo hizo el viejo maestro o no».26



A partir del año 1938 se fueron acercando a Cauces otros poetas: Adriano del Valle colaboró con escritos en verso y prosa;

José María Pemán publicó un fragmento de su «Poema de la bestia y el ángel», así como «Canto libre»; Montero Galvache, entusiasmado por los «triunfos», entonaba su «Canto a las bayonetas»:



   ¡Las bayonetas, madre!―
      Ya vienen hacia el pueblo
con su bravo cortejo de soldados marciales,
con su andar de saetas en la noche desnuda,
con su garbo de gesta, todo blanco y azul.

   ¡Las bayonetas, madre!―
       Son las cintas sagradas
que cercaron las sienes del camarada muerto.
Y el cínculo (sic) de espanto que consumió la sangre
en las venas ahogadas del que sufrió el martirio.

   ¡Las bayonetas, madre!―
       ¡Tanto tiempo esperándolas
en los amaneceres de la tierra sin vida.
Por los claros contornos de los pueblos hermanos,
en la furia sangrienta que arrebató la cruz
de aquellas manos tuyas, cercenadas y azules,
que no pueden unirse para aplaudir su paso,
aunque sientas la fiebre del afán en los ojos!...

   ―¡Son las antorchas, madre!―
       Cabalgata de acero
por caminos de sangre, de sudor y de polvo,
y que rasga la noche con sus puntas enhiestas
arrancando a la Muerte sus laureles de frío.

   ¡Antorchas de la Vida!
[...]27

Esta revista posee los rasgos culturales y estilísticos de los años de guerra y postguerra y puede servir de muestra elocuente de las revistas poéticas que surgieron durante la «cruzada». Entre otros caracteres destacan los siguientes: Los esfuerzos por presentar la existencia humana con un optimismo entusiasta que se apoya en la protección divina; se tiene la seguridad de que Dios distingue con el laurel de la palabra a sus «escogidos»28. Los poetas exaltan la individualidad del hombre, su soledad y su angustia como búsqueda eterna. El dolor y, sobre todo, la muerte por la patria son interpretados como triunfos definitivos.




Voz desde la tierra


«Somos los muertos. Somos los muertos que levantamos
nuestras voces obscuras desde el centro de la tierra.
Caímos por la gracia de un ideal, al aire
le dimos nuestro amor, no de derrota.
...
Si llegase el frío del olvido a una tumba,
se perdería la ruda cosecha del esfuerzo.
Todo sería maldito. El ave y la victoria.
Se apagaría la antorcha sagrada de la Idea.
Somos los muertos de España que alzamos
nuestras voces obscuras del centro de la tierra.
Caer por la gloria de España no es caer. No se apagó
en nosotros la luz. ¡A vosotros, los vivos,
os pasamos la antorcha!»29

Esa «antorcha sagrada de la Idea» representa la síntesis de valores, el modelo de patria, por el que luchan los soldados y los poetas. En términos generales podemos decir que los poetas del bando nacional reflejan en verso conceptos análogos a los vertidos en los primeros manifiestos del Ejército alzado en armas y que sirven de fundamento ideológico, de racionalización justificante de la guerra: España, perdido su camino por influencia de las doctrinas nocivas llegadas del Este de Europa, va al desastre material y moral. Para recuperarlo, hay que volver a la tradición de los mayores, a los modelos trazados por los héroes, mártires, santos, teólogos, capitanes y misioneros de las épocas doradas. Veamos cómo se expresa el poeta gaditano Miguel Martínez del Cerro:




Hagamos una España...


«Una España yo quiero igual que aquella España
que hace doscientos años se nos quedó dormida...
Una España perfecta y generosa, compendio
de constantes trabajos y supremas conquistas.

Una España, como ella, fecunda y bienhechora
y, como ella, odiada y combatida;
hecha con sueños de virtud y amores
y con rigor de esfuerzo y disciplina...

¡Capitanes de Flandes, marinos de Lepanto,
héroes y misioneros de las Indias,
maestros de Alcalá y de Salamanca,
pintores y escultores de Sevilla!

¡Teólogos de Trento, artesanos del Escorial,
poetas que cantabais al Dios Eucaristía,
santos los que sentisteis y enseñabais
las leyes interiores de la mística!...

¡Todos los que gozasteis de aquel afán eterno,
todos los que sentisteis aquella inquieta vida,
dadnos vuestras espadas y vuestras claras plumas,
vuestra fe, vuestro esfuerzo, vuestras rimas...
y venid con nosotros en afán de combate
a sentir nuestra empresa y a gozar nuestro día!...

Españoles de hoy. Santos y mártires;
héroes de independencia y de reconquista.
Españoles de hoy. En el reloj del tiempo
la hora sonó de la inmortal consigna:
¡Hagamos una España como la España aquella
que hace doscientos años se nos quedó dormida!»30

Un poeta y estudioso jerezano, Juan Ruiz Peña (1915), catedrático entonces de Literatura en el Instituto de Algeciras, se preguntaba qué rasgos deberían definir al escritor español de la hora: «Debe tener un hondo y grave sentido español, a la par que una gigantesca y renovadora ansia universal»31. También afirma que debe considerarse continuador de las pautas artísticas trazadas por los clásicos -Arcipreste de Hita, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Cervantes, Quevedo- y de las líneas que han seguido los más próximos en el tiempo -Bécquer, Unamuno, Antonio Machado, Gabriel Miró, Valle-Inclán, Jorge Guillén-. No se trata, sin embargo, de una mera vuelta al pasado,

«porque retorno implica casi siempre retroceso. Y de eso no nacería sino un marmóreo, frío neoclasicismo. Y tanto lo neoclásico como lo parnasiano tienen una nimia valorización en arte. Son estilos de almas embalsamadas. La nueva generación de 1939 ha de tener propia personalidad, acento inconfundible, impulso original».32



El poeta jerezano elabora también una relación de los que él juzga valores representativos de la nueva generación poética: Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Manuel Diez Crespo, Pedro Pérez-Clotet, Dionisio Ridruejo y Migue] Hernández (por entonces encarcelado ya), «autor del libro El rayo que no cesa, el mejor libro de poeta joven, extraordinario poeta de imaginación y aguda sensibilidad».33

En la «Página de Honor» de cada número se suele reproducir poemas de autores ilustres, a juicio de la dirección de la revista, como, por ejemplo, Gerardo Diego, Luis Rosales, Ramiro de Maeztu, la Condesa de Pardo Bazán, etc... En el número 22, la «Página de Honor» trae el siguiente texto:

«Cuartel General del Generalísimo
Estado Mayor
Parte Oficial de Guerra Correspondiente
al Día de hoy, 1º de Abril de 1939

En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.

Burgos, 1º de Abril de 1939. Año de la Victoria.

El Generalísimo,

FRANCO».



En el número de Enero de 1940 se realizó un balance de las publicaciones españolas aparecidas durante el año anterior. Resulta significativo que se destaquen Santa Teresa de Jesús, síntesis suprema de la Raza, del P. Silverio, la serie titulada «La España Imperial», el ensayo de Carlos Arauz de Robles, La vuelta al Clasicismo, y, en la colección «Poetas de España», Horas de Oro, de Manuel Machado34.




ArribaAbajoLa tertulia de «Las Cortes»

En la segunda mitad de los años cuarenta, se formó en Cádiz un grupo integrado por poetas muy jóvenes, animados de un espíritu de búsqueda y renovación. «Coincidiendo con otros brotes geográficos, aparecen aquí los primeros síntomas de algo nuevo, de algo que se insinúa con un vigor joven y auroral»35.

El contenido de las reuniones y hasta el ambiente que se respiraba nos lo cuenta con detalle y gracia el animador y promotor de las reuniones, Fernando Quiñones:

«Todo empezó sobre 1947 y en "Las Cortes", una vieja taberna gaditana, inmediata al caserón insigne donde, con el de la Constitución, se juró en Cádiz un espíritu liberal que ya no habría de abandonar. Teníamos diecisiete, dieciocho años, y éramos y hacíamos cosas muy distintas. Pero cada jueves, a las once de la noche, nos juntábamos allí, con el que suscribe, Felipe Sordo Lamadrid, Serafín Pro Hesles y Paco Pleguezuelo. Nos leíamos los "descubrimientos" de la semana y para postre, ansiosamente, nuestros escritos. En aquellos contubernios, que entonces se nos antojaban distinguidamente furtivos, sobrenadaban, de los años colegiales, Espronceda, Zorrilla, Darío, los aún vivos Marquina y Manuel Machado».36



Fernando nos describe también el momento, para ellos clave, en el que realizan el feliz descubrimiento de los «poetas del 27»:

«Cierta noche alguien, no sé quién, llegó como loco con unos romances: habíamos encontrado a Lorca y a su leyenda. Otra, tres breves canciones, una de las cuales comenzaba: "No pruebes tú los licores", fueron degustadas cinco, diez, quince veces; eran de un poeta no oído, ¡y gaditano!, que se llamaba Alberti y andaba por América... Unos versos "raros", turbadores, en el primer número de Ínsula que vimos, inflamaron largas, encendidas discusiones: Vicente Aleixandre nos acercaba para siempre las nuevas formas de la poesía».37



Parte del tiempo de estas reuniones se dedicaba al comentario y discusión de los poemas de sus componentes y, en ocasiones, hasta celebraban certámenes reñidos entre ellos.




ArribaAbajo«El Parnaso»

Al objeto de dar a conocer entre los amigos sus composiciones, pensaron en la posibilidad de sacar una revista. Las dificultades, principalmente económicas, eran excesivas. No tuvieron más remedio que conformarse con que saliera mecanografiada y sólo el nombre -El Parnaso- con caracteres impresos. Se confeccionaba y copiaba en una gestoría cercana a la Catedral. El primer número apareció en 1948 y el último, el treinta, en el año 1950. El grupo inicial se amplió gracias a una llamada del semanario gaditano La Voz del Sur, que convocó a los poetas de la provincia para celebrar unas tertulias literarias. Además de los integrantes de El Parnaso, acudieron otros poetas de Cádiz capital, como Pedro Ardoy, y también vinieron algunos del resto de la provincia: José Luis Tejada, del Puerto de Santa María; Pilar Paz Pasamar y José Manuel Caballero Bonald, de Jerez de la Frontera; José Luis Acquaroni, de Sanlúcar de Barrameda y Julio Mariscal, de Arcos de la Frontera.




ArribaAbajo«Platero»

En estas tertulias se logró crear un clima de amistad. La confianza en sus propias posibilidades aumentó las esperanzas de alcanzar nuevas metas. La nómina de colaboradores de El Parnaso creció de tal manera, que se pensó en cambiar el formato e, incluso, el nombre. Se aceptó el título definitivo de Platero. La revista, totalmente renovada en su contenido, siguió saliendo escrita a máquina hasta el número diez que, por fin, sacó su vestido nuevo. Gracias a la subvención que concedió el gobernador civil, Carlos María de Valcárcel, Platero, con el subtítulo «Verso y Prosa», y la aclaración «segunda época», pasa por las prensas en enero del 51. El último número impreso, el 24, se publica en 1954.

El apoyo oficial que, por supuesto, no era suficiente, se completaba con otras ayudas económicas como, por ejemplo, el cheque que envió Juan Ramón Jiménez y que, por cierto, se gastaron los miembros del grupo en los toros del Puerto. Cuando estaban apurados, acudían a Pedro Pérez-Clotet que solía responder con una carta de aliento y con un giro postal. El número cinco de Platero recoge la noticia de la protección otorgada por la Delegación Nacional de F.E.T. y de las J.O.N.S. que evitaba su muerte prematura, «ya que en un reciente "golpe de Estado" oficial, conseguido se han el mantenimiento y la continuidad de la revista»38.

Gracias a esta revista, Cádiz, tan alejado geográficamente, establece relaciones recíprocas con los centros donde se «cuecen» las nuevas corrientes literarias. Podríamos destacar como ejemplo, los fragmentos del «Diario» de Carlos Edmundo de Ory, que salieron en varios números de Platero39.

La nómina de colaboradores es muy extensa. Como más representativos citamos a Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, José María Pemán, entre los ya consagrados. Una muestra ilustrativa puede ser el poema «Paloma ofendida», del poeta de Moguer.



   «Por las peñas te oigo anhelar
pisando hacia arriba.
Sube, no soy duro,
paloma perdida.

   ¿Te troncharon las cóncavas alas?
¿No puedes abrirlas?
¡Voy, no soy torpe,
paloma dolida!

   Con tus ojos detienes el sol
y paras la brisa.
¡Vente, no soy tardo,
paloma rendida!

   En mi boca te aguarda tu sed,
tu sed que es la mía.
Entra, no soy seco,
paloma ofendida».40

De los más jóvenes, las firmas más repetidas fueron las de Luis Rosales, Camilo José Cela, Luis Felipe Vivanco, José Antonio Muñoz Rojas, José Hierro, Eugenio de Nora, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, Carmen Conde, García Baena, Ricardo Molina, Carlos Salomón, Luis Gómiz, Blas de Otero, Aquilino Duque, Juan Collantes de Terán, Jesús de las Cuevas, José Luis Cano. Un ejemplo representativo de sus líneas más predominantes lo encontramos en el poema «En la inmensa mayoría», de Blas de Otero:



   «Podrán faltarme el aire,
el agua,
el pan.
Sé que me faltarán.

   El aire que no es de nadie,
el agua que es del sediento,
el pan...
Sé que me faltarán.

   La fé, jamás.

   Cuanto menos aire, más.
Cuanto más sediento, más.
Ni más ni menos. Más».41

Además de algunos autores teatrales -Buero Vallejo, Antonio Gala, José Rodríguez Méndez-, también tendríamos que reseñar las traducciones de Valery, Rimbaud, Conglellow, Mallarmée, Peter Quennell, Shelley, T. S. Elliot, Paul Eluard y Pierre Jean Jouve, realizadas por Pleguezuelo, Campuzano, Caballero Bonald, Carlos Edmundo de Ory y Vicente Fernández de Bobadilla. Se llegaron, incluso, a publicar algunos poemas inéditos y póstumos de Fernando Villalón y de Pedro Salinas.

Desde Iberoamérica llegaron también algunas colaboraciones: Eduardo Carranza, Fernández Spencer, Cote Lamus, Cajina-Vega, Juan F. Gutiérrez, etc. Entre los ilustradores destacan José Caballero, Ramón Gaya, Carlos Lara, Mampaso, Capuleto, Del Moral, Moreno Galván y Álvarez Ortega.

Platero significó algo más que una revista literaria; constituyó una llamada al encuentro cordial y un espacio de amistad para los poetas gaditanos. Cualquier hecho servía de pretexto válido para una «reunión».

«Algunos rasgos de aquel "temps perdu", son las alegres noches de vagabundeo, vino, versos y cante, pasadas en unión de cuanto poeta español o extranjero caía por Cádiz, que eran muchos, y nos visitaba, que eran todos; las lentas atardecidas en el chalet de Pilar Paz; las filas de botellas que el administrador, Felipe Sordo, contabilizaba harto expresivamente sobre el libro mayor».42



La vida del grupo fue intensa y movida. Se crearon premios (Platero y Camilo José Cela), que estimularon las creaciones poéticas, y se hizo posible que un río de revistas y libros corriera por Cádiz. La multiplicación de lecturas, conferencias y presentaciones de obras y autores contribuyó eficazmente a elevar la densidad del ambiente cultural gaditano.

El año 1954 empezaron las penas de Platero. Fernando Quiñones escribía:

«Esta vez, a lo que íbamos, es a que el burro se muere. Sí, don Pedro, Platero [...]. El Gobierno retira sus pesetas... Que muchos gastos, que lo siente mucho. Que las retira. El Excelentísimo Ayuntamiento de la Villa ama la pesca del atún, vela por el ornato del alumbrado (cuando vela), manifiesta una decidida, una plausible inclinación por los homenajes funcionariales. La poesía, el arte, el nombre de Cádiz rodando por España, y Francia, y Portugal, y Suiza, y Alemania, Inglaterra, Italia, etc., a lomos de la revista, ¡bah! Empiezan por que no saben lo que la revista rueda. Siguen por ignorar quién es Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Eugenio Montes. Y concluyen, con una delicadeza fragante, por creer que yo, que nosotros, hacemos Platero en calidad de poetitas o escritorcetes locales que quieren ver sus cositas en los papeles, ¡mal rayo los parta! ¡Con lo que nos importará tal!».43



El número 25 de la revista ya no salió.




ArribaAbajoLa Escuela Poética de Arcos de la Frontera

El pueblo y el marco en el que está situado podrían explicar, al menos parcialmente, la larga e intensa tradición poética de Arcos. Sobre una peña amarilla y quebrada, se destaca una corona de casas blancas, que se alinean apretadas y miran al vacío. El pueblo está ceñido -abrazado- por el río Guadalete que riega su valle con generosidad. Uno de sus poetas nos lo canta así:




En Arcos, mitad verdad, mitad sueño


   «Vieja Peña, pueblo mío,
milagro de arquitectura;
piedra en vuelo hacia la altura,
en vilo sobre el vacío.
¡Oh qué abrazo azul, el río
que te ciñe y te libera!
La tarde, por la ribera,
le rueda al sol su aro de oro
y ángeles cantan a coro
bajo un arco sin frontera.

   Aquí está el río tendido
como un perro al sol; arriba,
alzado en piedra, en cal viva,
el pueblo, el tiempo dormido.
Aquí tiene el buitre el nido
bajo la planta del hombre.
La sombra aquí -no os asombre-,
la luz aquí es blanco empeño,
mitad verdad, mitad sueño:
aquí mi vida y mi nombre.

   Alta la luna; colgada
de su cielo, las estrellas.
Sobre el pueblo tiemblan, bellas,
como palomas posadas
las casas arracimadas.
El viento caracolea
bajo la noche y pasea
a caballo de una nube.
Arcos, sonámbulo, sube
a Dios, desde su azotea».44

La belleza del paisaje constituye una continua llamada a la contemplación serena y a la creación artística.

«Arcos ha sido siempre un enorme taller literario. Lo difícil en Arcos es, precisamente, no escribir o pintar. El paisaje, el aire, la historia, hostigan como látigo».45



Si nos limitamos al siglo actual, tenemos que mencionar, en primer lugar, a Higinio Capote Porrúa (1904-1954), pintor, poeta, ensayista, conferenciante y profesor de Literatura46. Fue compañero y amigo de varios poetas del 27, en especial de Pedro Pérez-Clotet y de Luis Cernuda. Las conclusiones a las que llega el profesor López Estrada, a partir de la lectura de la correspondencia cruzada entre ambos, resultan evidentes:

«Uno de sus buenos amigos (de Cernuda) fue Higinio Capote Porrúa. Lo mismo que Cernuda, fue hombre de sensibilidad a flor de alma, pintor y poeta, y que dedicó su vida a la enseñanza de la literatura en los Institutos de Jerez y de Sevilla. Por el tono de las cartas se echa de ver que la amistad entre los dos tiene la certeza de los afectos juveniles, resultado de haber leído y comentado muchos libros, de haberse franqueado luego la propia obra de creación. Tanteos, dudas, papeles rotos, el ácido gusto del poeta temprano, inmaduro, y el presentimiento de un camino por delante en el que la literatura sea pasión de por vida. Y junto con esto, las cartas muestran ya en la ausencia la comunidad de empeños, las oposiciones, los libros, las críticas y cuestiones menudas».47



Rafael Pérez Mayolín (1908-1975) fue un divulgador entusiasta de los valores históricos, naturales, artísticos y, sobre todo, paisajísticos de su pueblo natal. Escribió principalmente en periódicos y revistas. Desde muy joven comenzó a colaborar en los periódicos locales El Eco de Arcos, Juventud y Diario de Arcos (del que fue redactor jefe). Ganó varios premios literarios y entre sus obras podemos destacar una novela corta, El lance del aceñero Prudencio y un trabajo histórico, Huellas de la Orden Hospitalaria en Arcos. En la Antología de Poetas de Arcos de la Frontera, se recoge una colección de poemas suyos.

Los hermanos de las Cuevas -José (1918) y Jesús (1920), nacidos en Madrid «por pura casualidad», como escribía Pérez-Embid en el prólogo de una de sus obras, son descendientes de andaluces, vivieron desde su niñez en Arcos y son dos cantores de Arcos y de la Sierra Gaditana. Han escrito abundantes ensayos, novelas y poemas48. Colaboraron en las revistas Isla, Cauces y en los periódicos ABC, El Español, La Estafeta Literaria, Fotos, Semana, Domingo, Blanco y Negro, etc. Han pronunciado numerosos discursos, pregones y conferencias y poseen una nutrida colección de títulos, premios y galardones49.

José nos explica así los caracteres que definen a la escuela poética de Arcos:

«En la lista de los hijos ilustres de la ciudad hay centenares de nombres que han escrito sus libros lentamente, sin prisas, con un sentido de orden, de probidad literaria que conmueve. Esto se llama oficio, o, si queréis mejor, preceptiva, y constituye una de las características de la "escuela de Arcos". No creo que en ningún pueblo andaluz se hayan escrito más sonetos laboriosos y honrados. No creo se haya trabajado la prosa más artesana-mente. Y, finalmente... la otra característica del taller de Arcos es la felicidad. Siempre han vivido en Arcos escritores felices».50



A veces, también se incluye en la «Escuela de Arcos» a Pedro Pérez-Clotet. Creemos que la razón, además de la proximidad geográfica de su pueblo, puede estar en las frecuentes estancias desde su niñez y en la amistad que le unía con los poetas arcenses. Pasó muchos veranos en casa de su compañero del colegio del Puerto de Santa María, Pedro Sánchez. Algunos poemas, especialmente los que tienen como tema el río, están inspirados en Arcos.




ArribaAbajo«Alcaraván», un grupo y una revista.

La idea de formar un grupo nace en el verano de 1949. Seis paisanos, amigos de la poesía, deciden crear un espacio común donde exponer, comentar y discutir sus poemas. Julio Mariscal Montes (1922-1977) era el mayor. Contaba veintisiete años de edad, ejercía su profesión de maestro nacional y era uno de los asistentes asiduos a las reuniones del grupo Platero. Antonio Murciano, siete años más joven que Julio, colaboraba con él en actividades literarias casi desde la niñez.

«Antonio y Julio pasaban horas y horas leyéndose sus poemas, buscando el uno en el otro la comunicación, la comprensión precisa».51



Antonio Luis Baena (1932) y Cristóbal Romero (1931), jóvenes estudiantes, mostraban ya gérmenes de vocaciones literarias que siguieron caminos distintos. Juan de Dios Ruiz-Copete y Carlos Murciano (1931) se integraron desde el principio al grupo y, aunque aparentemente los menos entusiastas, serían con el tiempo los más entregados a la tarea literaria. A partir del segundo número de la revista se sumaron también al grupo Manuel Capote Benot (1933) y Eduarda Vázquez.

Decidieron, naturalmente, hacer una revista pero a condición de mantener el carácter de «colectivo». Todo se discutía y se votaba: todos y cada uno de los poemas y, por supuesto, el nombre de la revista -Alcaraván-, que fue sugerido por Julio Mariscal. Se propusieron también, Stilo y Numen.

El 15 de agosto de 1949 fue la fecha de su primera aparición. Se editaba mecanografiada y, gracias al papel carbón, la «tirada» era de 20 a 25 ejemplares. Su manifiesto decía así:

«Bajo este sol del estío andaluz, sale el primer número de nuestro Alcaraván. Nosotros sabemos que en Arcos, como en la mayoría de los pueblos, existen personas que, aparte de sus ocupaciones habituales, tienen aficiones literarias. Alcaraván tiende a ser el lazo cordial que los una bajo el pabellón de la misma inquietud: la Poesía. Conocemos la tragedia de esos hombres jóvenes o viejos, del trillo o de la oficina, del mostrador o del bufete que, tras unas jornadas agotadoras, escriben versos a la rubia muchachita de enfrente, al río cargado de paisaje, a la ciudad que sólo su fantasía conoce: versos que nadie leerá, cuyo destino es olvidarse dentro del cajón de la cómoda, de amortajarse entre las inefables páginas del libro preferido. Alcaraván es de vosotros, está escrito para vosotros y acogerá en su seno lo mejor de cada uno, sin distinción de ocupaciones ni diferencias sociales, porque para llegar hasta él, sólo se exige un manojo de versos como carta de presentación. Así, pues, vosotros, los que aún no vinisteis por un pudor equivocado, por un absurdo complejo de inferioridad, sabed que aquí no hay "maestros", que todos nos medimos por el rasero de una misma ilusión, y llegad hasta nosotros. Nos reunimos los sábados. Allí nos leeréis vuestros trabajos, os daremos a conocer los nuestros y pasaremos juntos unas horas de intimidad, que nos ayudarán a seguir enfrentándonos con la terrible prosa de la semana».52



Al principio, y a pesar de la generosa llamada, sólo contaron con los trabajos originales de los contertulios. Progresivamente se fueron animando otros y así, por ejemplo, Juan Carrasco de la Villa, director de una sucursal bancaria local, entregó varios poemas inéditos. Después, sus páginas se vieron favorecidas por los versos de Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, José María Pemán, Juan Alcaide, Celia Viñas, Carmen Conde, Ricardo Molina, Leopoldo de Luis, Juan Ruiz Peña y Pedro Pérez-Clotet.

A pesar de su tirada restringida, Alcaraván llegó a «sonar» de tal manera, que López Gorgé se atreve a afirmar que es «la revista de poesía más simpática y esforzada que conoce de las letras españolas». Y añade: «Ignoro la tirada real de esta revista. Pero imagino que tuvo que rebasar los trescientos -quizás los cuatrocientos- ejemplares, dada la simpatía y el interés con que era acogida en todos los medios literarios»53.

Salieron 32 números -vuelos- que recogieron las líneas poéticas predominantes en aquellos años cincuenta: realista, social, religiosa...




ArribaAbajoOtras actividades del grupo

En 1953, el grupo decide crear el premio «Alcaraván» de poesía. El primero que lo consiguió fue el poeta cordobés Antonio Pérez Almeda, con su composición «El pájaro infinito». Estaba dotado con mil pesetas, cantidad donada por un comerciante anónimo de la localidad. El premio se convoca por segunda vez en el año 1965 y fue ganado por el poeta uruguayo Cándido Belando Viola. A partir de entonces, el patrocinador ha sido el Ayuntamiento de Arcos, que, progresivamente, lo ha ido incrementando. Aparte de dos breves interrupciones -en 1964 y 1966- este premio, que se falla la noche del 5 de agosto, festividad de Nuestra Señora de las Nieves, patrona de Arcos, ha sido concedido a numerosos poetas españoles y sudamericanos54.

En 1956 nace la colección de libros «Alcaraván». El primer título fue Poemas tristes a Madia, de Carlos Murciano y, el último, que hace el número 26, Al paso de los días, de Guillermo Sena.

Especial atención merece la Antología de Poetas de Arcos de la Frontera. Esta selección de composiciones de poetas paisanos coetáneos constituye una prueba palpable de la densidad poética de la Sierra Gaditana. Los poetas integrados en la Antología son los siguientes: Higinio Capote (1904-1954), Rafael Pérez Mayolín (1904-1975), Jesús de las Cuevas (1920), Ramón Vázquez Orellana (1924), Julio Mariscal (1922-1977), Cristóbal Racero (1926), Juan de Dios Ruiz-Copete (1929), Antonio Murciano (1929), Cristóbal Romero (1931), Carlos Murciano (1931), Antonio Luis Baena (1932), Manuel Capote Benot (1933).

El número treinta y dos es el último vuelo de la revista Alcaraván. A partir del año 1957 se hace imposible la continuidad de reuniones periódicas. Los quehaceres profesionales han alejado a algunos de sus miembros. Pero, no podemos decir que el grupo se haya desintegrado totalmente. Alcaraván aún no está muerto porque su aliento y su pulso se mantienen gracias a la publicación intermitente de obras de poetas andaluces y a la convocatoria y concesión del premio de poesía.




ArribaAbajo«Madrigal»

A raíz de las Justas Literarias celebradas en Puerto Real en honor de sus fundadores, los Reyes Católicos, el año 1951, unos cuantos poetas y escritores de la localidad deciden fundar el «Grupo Madrigal» para patrocinar todo cuanto contribuyera a aumentar la cultura en Puerto Real. Madrigal -nombre tomado del lugar donde nació Isabel la Católica- tuvo en seguida su Boletín, abierto a toda clase de estilos y tendencias, con una sola condición -según palabras de su director Eduardo Gener Cuadrado55: «No macular la dignidad literaria ni la moral»56. Además del director, formaban el grupo y el consejo de redacción de la revista, Paula Contreras, Juan Antonio Campuzano y Ángel Carlier. Ejerció las funciones de director técnico, Francisco Gómez, por entonces jefe de redacción del Diario de Cádiz.

La revista comenzó a imprimirse en una pequeña imprenta de Puerto Real. En su confección y financiación colaboraban animosamente todos los madrigalistas. A pesar de las dificultades, comunes a todas las revistas poéticas, logró publicar cincuenta y dos números desde 1952 a 1961. Además de los integrantes del grupo y de los componentes de otras revistas de la provincia -Platero, Alcaraván, Caleta...- en la amplia nómina de sus colaboradores destacan los nombres de Pedro Pérez-Clotet, José María Pemán, Leopoldo de Luis, José García Nieto, Rafael Laffón... etc. En la actualidad, el grupo continúa su labor con el mismo espíritu entusiasta y, prácticamente, con idéntico equipo que en sus comienzos.




ArribaAbajoOtras publicaciones gaditanas


ArribaAbajo«Caleta»

Esta revista poética empieza a publicarse en 1953. Su director y fundador, José Manuel García Gómez, logró convertirla en lugar de encuentro de poetas gaditanos de diferentes generaciones, como José María Pemán, Pedro Pérez-Clotet, Miguel Martínez del Cerro, José Luis Tejada, Pilar Paz Pasamar, Antonio y Carlos Murciano, Fernando Quiñones. Sus apariciones son intermitentes y el último número salió en el año 1976 y está dedicado a los poetas Pedro Pérez-Clotet y Miguel Martínez del Cerro, ambos amigos personales del director de la revista.




Arriba«Arrecife»

Leonardo Rosa Hita, nacido en Cádiz el 4 de marzo de 1932, fundó y dirigió tres revistas: Axati, Tarayal y Arrecife. Esta última fue la que alcanzó una mayor duración. Se publicaron catorce números -travesías- entre 1958 y 1960. Los tres primeros salieron mecanografiados y los once restantes fueron impresos en diferentes tipografías.

La nómina de colaboradores es abundante y variada. En sus páginas aparecieron poemas de gaditanos: Leonardo Rosa Hita, Juan Antonio Sánchez Anés, José Egido, Fernando Quiñones, José Luis Tejada, Pilar Paz Pasamar, Antonio y Carlos Murciano, Antonio Luis Baena, Felipe Sordo Lamadrid, Diego Navarro Mota. Llegaron varias colaboraciones de Hispano-América: de Cuba, Dulcila Cañizares Acevedo, Rita Geada y Rene Ariza; de Argentina, Nélida Aurora Oviedo y Ariel Canzani; de Venezuela, Mario Ángel Marrodán; y de Chile, Luis Espinosa Aliaga. Un francés -Henri Delescoet- y dos portugueses -Helder Martins da Cruz y Jonás Negalhd- también publicaron sus versos. Entre los ya consagrados, podemos destacar a Gabriel Celaya, Jiménez Martos, Gloria Fuertes y Rafael Guillén. Terminamos el trabajo con la mención de varias revistas que, animadas de las mismas intenciones, tuvieron una vida más corta. Con el nombre de Thalasa, Juan Antonio Sánchez Anés y Pablo Sánchez Pías, lanzan en 1955 unos pliegos mecanografiados. De Gárgola, dirigida por Francisco Gómez Carrasco, jefe de redacción del Diario de Cádiz, sólo aparecen dos números, en 1966. El Gorrión, editado por Francisco J. Bahone y Antonio Barrientos, llegó hasta el número tres, entre septiembre de 1958 y enero de 1960. En Jerez de la Frontera renace la tradición de revistas poéticas con Ánfora, en 1965. Por estos mismos años, Rodrigo de Molina dirige Jerez y el Rocío, de la que sólo aparecieron cuatro números. Finalmente, en 1959, se fundó Atalaya, revista mecanografiada que alcanzó diez números.







 
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