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«La publicación de la Enciclopedia Metódica, y varias conversaciones que he oído, así sobre aquella obra como sobre las Observaciones que ha publicado en París D. Antonio Cavanilles, me han hecho conocer mucho más la necesidad que tiene el público de ser instruido con más individualidad sobre el estado actual de nuestra literatura. Una Apología no es suficiente para esto. Las discusiones precisas en este género de escritos, los argumentos, la erudición con que se procura amenizarlos, ocupan mucha parte, y por muy bien trabajados que estén, nunca son tenidos más que por unas buenas defensas, en las que siempre se cree que tiene mucho influjo el patriotismo, espíritu de partido, etc...». (Ensayo, págs. 40-41.)

 

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Réponse à la question. «Que doit-on à l’Espagne?». Discours à l’Academie de Berlin dans l’assemblée publique du 26 Janvier l’an 1786, pour le jour anniversaire du Roi, par M. l’abbé Denina.

 

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Ya Sorrento (ob. cit., pág. 197) observa con extrañeza que el abate no recuerde a Ronsard. También observa la relativa inexactitud de algunas afirmaciones, ya que, por ejemplo, Santillana y Carlos de Orleans fueron contemporáneos.

 

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Denina completó su Réponse con unas eruditas Lettres critiques sobre la cultura española. La Réponse no se vio libre de enemigos y contradictores. Los ataques procedían, naturalmente, del lado francés, ataques que subieron de tono al publicar el abate un Ensayo sobre Federico el Grande. Denina redactó las citadas Lettres critiques, dirigidas a notables personalidades del mundo intelectual: Mirabeau, Mérian, Tedeschi, etc. En ellas puede seguirse paso a paso la postura del abate piamontés sobre la cultura y, concretamente, sobre la literatura española. También se encuentran en estas cartas, ecos de las polémicas de Masdeu, Lampillas, Andrés, etc.

 

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«Chi conosce tutto il discorso delle Vicende sente lo stato d’animo di un settecentista di fronte ai correnti problemi letterari e culturali; in primo luogo il problema della priorità o del primato di un’opera d’arte o di una letteratura; quella dell’omotonia tra arte e vita politica...; l’altro del concetto del perpetuo progreso dello spirito umano che veniva a trovarsi in contrasto col criterio della decadenza di una letteratura giunta a maturità; un quarto ancora, se il libero pensiero o la religione sia favorevole allo sviluppo delle arti. Così è che la critica del Denina sulla letteratura spagnuola appare quà e la impigliata in intricate reti». (Sorrento, ob. cit., pág. 188.)

 

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Cartas críticas para servir de suplemento al discurso sobre la pregunta «¿Qué se debe a España?», por el señor abate Denina, traducidas por D. Manuel de Urqullo, cónsul general de España en todo el círculo de la Baxa Sajonia, residente en Hamburgo. Madrid, en Plácido Barco López. MDCCLXXXVIII.

 

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No es de valorar tanto el que Forner no pasara de ser, como poeta, un aficionado correcto, como el que tuviere una exacta concepción de su clima literario, agravado por una extraordinaria finura de interpretación de las demás corrientes estéticas. A esto es a lo que probablemente alude Menéndez Pelayo al considerarle condenado al ahogo entre la roñosería espiritual de sus contemporáneos: «En el siglo de las elegancias de salón, tal hombre, aun en España, tenía que asfixiarse». (Heterodoxos, III, pág. 332). Pruebas de esta conciencia pueden ser, por ejemplo, estos juicios sobre la producción poética que conoció: «Murió la lengua, acabóse la poesía. En el siglo pasado todo fué exceso; en éste, todo es miseria. Antes, la rima era lo de menos en los poetas. Hoy no hay poeta si se le desnuda de la rima. Los ingenios fogosos del tiempo de Felipe IV se excedieron en el uso de las figuras y locuciones poéticas; los del presente, olvidadas locuciones y figuras poéticas, encadenan una prosa corrupta en el número de unos versos lánguidos, que son sólo versos porque tienen medida. No parece sino que la Naturaleza, cansada de desperdiciar ingenio en los poetas del siglo de Lope y Calderón, ha retirado la mano, negándole del todo a los del presente... Hacer versos hoy en España equivale a encadenar dicciones y cláusulas medio francesas; con esto está dicho todo». (Exequias, pág. 144).

Por todas partes la obra de Forner acusa una agresiva hipersensibilidad para todo lo que sea francés. Para él, la lengua española soportó valientemente el culteranismo y los martirios a que la sometieron los conceptistas. Pero «resistió vanamente los insultos de la caterva engalicada y contrajo, al fin, la enfermedad que le comunicaron». (Exequias, p. 115).

 

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«A queste idee i censori hanno osservato che il Forner ha voluto screditare la scienza e i suoi celebri cultori. Noi consentiamo col De Cueto che egli abbia piuttosto avuto in animo di sostencre l’importanza e l’utilità relative di essa e che l’espressioni troppo forti e generiche si possano spiegare col carattere della Oración Apologética; ma sta di fatto che lo spirito polemico nuoce allo scrittore e alla sua tesi. I grandi spagnuoli da lui menzionati, a cominciare da San Isidoro, non facevano di scienza e religione due cose in contrasto como l’apologista settecentesco mostra di fare. Lo stesso sentimento nazionale e patrio è maculato dallo spirito polemico. La patria non viene difesa e amata, come dire?, naturalmente e conseguentemente a tutto un ideale di vita, ma per un sentimento di esaltata reazione e quasi de ritorsione. Quindi potrebbe entrare in giuoco qualcosa d’interesato o di artificiale».

(Sorrento, ob. cit., pág. 240).

 

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«El héroe y su mundo, el hombre y las circunstancias. Esta fórmula es general a la novela, pero, desde el primer romanticismo, con el ideal del héroe pasivo, el mundo y las circunstancias van poniéndose en el primer plano y exigiendo para sí la atención preferente del novelista». (Amado Alonso, El modernismo en «La gloria de don Ramiro», Buenos Aires, 1942, pág. 174). Otros aspectos de las Sonatas son estudiados por A. Alonso en Estructura de las «Sonatas» de Valle-Inclán, publicado en Verbum, 1928, XXI, págs. 7-42. (Véase Bibliografía de Amado Alonso. Homenaje de sus discípulos. Buenos Aires, 1946).

 

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Véase el prólogo a la edición del Burlador, en Clás. Cast., II, pág. XXIII.