21
Véase Carta II, en Biblioteca de Autores Españoles, XXXII, pág. 55. Entre los amigos de que, en su carta, piensa Mendoza rodearse cuando se aparte del mundo, suena Cetina, como conocido de él y de Boscán, y el grueso señor Dural, también recordado por Garcilaso en la epístola citada arriba.
22
Lo hizo en la égloga Nemoroso, págs. 215-238, tomo I de la edición Rodrigues Lapa. La parte última de la égloga, lamentación de Salicio, es una sentidísima elegía por la muerte de Garcilaso.
23
Puede verse en la edición de Navarro Tomás, Clás. Cast., III, pág. 271.
24
El tiempo del gobierno de Acuña en Querasco (1544-1546) coincide con la embajada de Mendoza en Venecia (1539-1547). Posteriormente, cuando en 1553 Acuña marcha de Bruselas a África para resolver el dificilísimo asunto de Turris Annibalis, está reciente la ruidosa caída de Mendoza como embajador en Roma y gobernador de Siena. Finalmente, los dos capitanes pasan largo tiempo juntos en Granada, donde Acuña reside con su mujer, Dª Juana de Zúñiga, y donde Mendoza paga con destierro ciertos incidentes cortesanos.
25
La epístola puede leerse en Biblioteca de Autores Españoles, XXXII, pág. 44. «En la Epístola a Don Diego Hurtado de Mendoza se muestra unido al Embajador, primero por humilde servitud, y después por clara amistad y entusiasta admiración, llegando a expresarle así su cariño.
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Parece que la epístola fue escrita en 1543, después del asalto y toma de Dura (24 de agosto de 1543), después de la muerte de Boscán y después de que D. Diego había abandonado el Concilio de Trento.
La epístola tiene dos partes principales, bien señaladas: una se dedica a referir episodios de la campaña del César contra los franceses; otra, una descripción de la corte, en el tono pesimista que había de ser superado por el autor de la Epístola moral a Fabio.
Que Cetina había frecuentado la casa de Mendoza en Venecia, se deduce de la petición que le hace de un cuadro de Tiziano:
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Palabras que permiten pensar en que Mendoza poseyó el famoso cuadro de Flora, orgullo de la Galería de los Oficios de Florencia.
Y también probaría la intimidad de los dos poetas la alusión final de Aretino:
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(González Palencia y E. Mele, ob. cit., pág. 330.) |
26
Acuña muere en Granada, en 1580. Sus poesías son editadas por su viuda Dª Juana de Zúñiga, en Madrid, 1591.
27
Es embajador cerca de Enrique VIII de 1536 a 1538. Las negociaciones fracasaron. En ellas se pretendía el casamiento de María Tudor con el infante portugués Don Luis. El propio Enrique VIII pensó, durante algún tiempo, casarse con Margarita, duquesa de Milán, sobrina del Emperador, Después de varias alternativas, no se realizó boda alguna.
28
Se podrían espigar en la obra de Castillejo, testimonios curiosísimos que revelan la hostilidad con que el espíritu tradicional acogió la reforma italianizante. Castillejo habla de la nueva herejía.
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Castillejo hace hablar a los viejos poetas -Mena, Naharro, Garci Sánchez, Manrique, Cartagena-, que exponen sus opiniones sobre la revolución poética. Para la idea nuestra son excepcionalmente interesantes estos dos sonetos del propio C. de Castillejo. En uno, ya muertos
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En otro, Castillejo dice que «por buena criança» se encargó a un trovador que escribiese un soneto laudatorio:
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Ambos sonetos, como el total de la composición en que van insertos, se citan por Obras de Cristóbal de Castillejo, II, edic. Domínguez Bordona, Clas. Cast., LXXIX, página 226 y sigs.
29
Una de las pruebas de la poca consistencia de la frontera entre las escuelas la hallamos en el libro de Lasso de la Vega Argüelles, uno de los primeros historiadores de la escuela sevillana. Allí se estudian poetas del tipo de Figueroa, Medrano, La Torre (Lasso de la Vega, Escuela poética sevillana, Madrid, 1871).
30
Para Lomas Cantoral véase Alonso Cortés, en Revista de Filología Española, 1919, VI, pág. 375 y sigs. Aún no hay edición moderna de este escritor. Igual sucede con Laínez, manuscrito en la Biblioteca Nacional de París. Puede verse Schevill, Laínez, Figueroa y Cervantes, en Homenaje a D. Ramón Menéndez Pidal, I, pág. 425. Sobre F. de Medrano, v. Rodríguez Marín, Nuevos datos biográficos en Boletín de la Academia Española, 1920, pág. 513.