Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

1

La idea de mapa nos surge del libro de Alberto Manguel y Gianni Gaudalupi Guía de los lugares imaginarios publicada por Alianza en 1992. En el Prólogo, Manguel relata que el libro comenzó a escribirse una tarde de 1977, cuando los dos autores intentaron orientar a los viajeros por los laberintos de Selene, la ciudad vampiro de Paul Féval. Surgió la idea de componer así un diccionario turístico de lugares ficcionales.

 

2

La relación y vecindad entre la utopía y el relato de viajes ha sido estudiada por diversos investigadores. Al respecto señala Moreau, uno de los especialistas en el tema: «La utopía roza todos esos géneros [viaje imaginario, viaje satírico, mito, ciudad ideal restauradora], a tal punto que, a veces, se ha podido declararlos indiferenciables. Sin embargo, es preciso intentar diferenciarlos, porque sólo trazando rigurosamente las líneas de demarcación que la separan de sus vecinos, como se han trazado las que la separan de sus "ancestros" nos aproximaremos con la mayor exactitud posible al hecho esencial de la utopía». Bioy hibrida los dispositivos diferenciadores de los que habla Moreau y desordena la información por lo tanto, apunta a una mayor entropía. Cfr. Pierre-François Moreau, La utopía. Derecho natural y novela del Estado. Buenos Aires: Hachette. 1986. 101.

 

3

A propósito, Blas Matamoro realiza un recorrido sumamente interesante por las «muchas islas del mundo de la fábula» hasta llegar a la de Morel. Cfr. Blas Matamoro, «Archipiélago» en Adolfo Bioy Casares, Premio «Miguel Cervantes» 1990. Barcelona: Editorial Anthropos / Ministerio de Cultura, 1991. 81 a 95.

 

4

Sergio Cueto analiza con acierto los rasgos del malentendido que «acaso constituye el secreto de la relación amorosa» y que funcionan alegóricamente en la novela de Bioy. El axioma quevediano de «amor constante más allá de la muerte» se resemantiza en la máquina de Morel: «Por eso al final el narrador se filma, lleva su amor hasta la muerte, hasta más allá de la muerte, como si en esa transgresión se abriera la infinitud de amar». Cfr. Sergio Cueto «Discurso sobre el amor (al margen de La invención de Morel), Paradoxa» Año X / N.º 8, Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 1996, 7 a 12.

El inventor de una máquina que vence a la muerte es una imagen que resume con acierto el impulso vital del hombre frente a la certeza del fin. Excúsenme la anécdota pero no puede dejar de recordar que mi hijo menor, Nicolás de cinco años, hace aproximadamente un año se despertó una mañana con la seguridad de que él podría construir «una máquina que volviera el tiempo para atrás». De esta manera, sus abuelos, sus padres y aun aquéllos que él no había conocido pero que la tradición familiar le cuenta estarían «vivos para siempre». Le contesté que tal vez eso fuera posible y le conté la novela de Bioy. Me dijo que esa máquina no servía porque de esa manera «no se podía pedir nada a esas personas».

 

5

Completamos la cita: «...no hay campo propio de la ficción. De hecho todo se puede ficcionalizar. La ficción trabaja con la creencia y en este sentido conduce a la ideología, a los modelos convencionales de realidad» (op. cit., p. 17).

 

6

«Si llega a captarse así y si llega a fundamentar lo suyo, sin enajenación ni alienación, en una democracia real, surgirá en el mundo algo que a todos nos ha brillado ante los ojos en la infancia, pero donde nadie ha estado todavía: patria». Esta afirmación a un tiempo, utópica y poética, no es de la novela de Piglia, pero podría serlo. Se trata de Ernst Bloch que postula su utopía social. (Bloch, 1977, p. 23).

 

7

Transcribimos el fragmento de la novela: «Ahora bien, he pensado hoy: ¿Qué es la utopía? ¿El lugar perfecto? No se trata de eso. Antes que nada, para mí el exilio es la utopía. No hay tal lugar» dice Osorio. Y más adelante aclara: «La utopía de un soñador moderno debe diferenciarse de las reglas clásicas del género en un punto esencial: negarse a reconstruir un espacio inexistente», Osorio decide colocar la utopía en el tiempo porque como hombre del siglo XIX desecha la alternativa en el espacio para apostar al desafío del tiempo futuro. Lo sabemos «las utopías tienen horarios» (Bloch). Lo sabe Piglia que en La ciudad ausente retorna la idea que descarta Osorio y construye la isla. Cfr. Respiración Artificial. Buenos Aires: Seix Barral, 1994. p. 77-79.

 

8

Pierre-François Moreau en La utopía. Derecho natural y novela del Estado, señala que Gabriel de Foigny en su Tierra Austral inventa un lenguaje que es «solamente uno de los tres sistemas de comunicación [...]. Su lengua no es solamente extraña; también es simple y bien hecha, y tan bien hecha que revela mejor que la nuestra la naturaleza de las cosas. Lo extraño, es, pues, signo de superioridad». En la extrañeza de ese lenguaje reside también la crítica política de la utopía a los modos de representación de una sociedad. Cfr. Buenos Aires: Hachette, 1986. p. 55-56.

 

9

Dice Piglia: «Los espías y los poetas escriben en una lengua cifrada. El más complejo de los sistemas de cifrado trabaja con permutaciones lineales del alfabeto (en lugar de A pone B, en lugar de C pone D). A menudo, sin embargo, estas modificaciones son arbitrarias». En esta frase resume la ficción de la isla y deja ver su política acerca de la literatura. Cfr. «La cita privada» Crítica y ficción, op. cit. 76.

 

10

Al respecto, una cita para completar: «Los márgenes, los territorios, los asentamientos de ficción, todo esto clama por viajeros metafóricos».