Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoLibro VI


    En otro tiempo Atenas la primera,
Ciudad famosa, descubrió los frutos
A los mortales desafortunados,
Y les dio nueva vida, y les dio leyes,
Y la primera dio dulces consuelos  5
Contra las desventuras de la vida;
Cuando produjo al mundo el varón sabio
De cuya boca la verdad salía,
Y de cuyas divinas invenciones
Se asombra, el universo, y cuya gloria,  10
Triunfando de la muerte, se levanta
A lo más encumbrado de los cielos.
   Porque viendo este hombre que ya habían
Todo lo más preciso los mortales
Para vivir y conservar la vida;  15
Que tenían riquezas abundantes,
Y honor, y gloria, y bien nacidos hijos;
Pero que no dejaban de angustiarse
Y gemir como esclavos en prisiones,
Llegó a entender que todo el mal venía  20
Del mismo vaso, que teniendo vicio
Malea lo que se echa más precioso:
Ya porque permeable y sin asiento
No se llena por mucho que se le eche,
Ya porque el interior todo emporcado,  25
Con su negro veneno inficionaba
Cualquier cosa en el vaso contenida.
   Limpió, pues, los humanos corazones
Con la verdad; les limitó el deseo,
Les curó sus cuidados y temores,  30
Y declaroles la naturaleza
Del sumo bien, a que aspiramos todos,
Y el camino más fácil y más corto
Para llegar a él derechamente;
Y demostroles cuáles son los males  35
A que sujeta a los mortales todos,
El poderío de Naturaleza,
Y que asaltan al hombre acometiéndole,
O por acaso o necesariamente,
Según Naturaleza dispusiera:  40
Les dijo por qué lado debe el alma
A sus asaltos resistir invicta,
Y probó cuán en vano ella fomenta
De ordinario en el fondo de sí misma
Las zozobras de tristes aflicciones:  45
Así como los niños temerosos
Se recelan de todo por la noche,
Así nosotros, tímidos, de día
Nos asustamos de lo mismo a veces
Que despavorir suele a los muchachos.  50
Preciso es que nosotros desterremos
Estas tinieblas y estos sobresaltos,
No con los rayos de la luz del día,
Sino pensando en la Naturaleza:
Mi voz la cantará con nuevo aliento.  55
   Y como te enseñé que el edificio
Del Mundo era finible, y que tenía
Principio el cielo, y que los seres todos
Que nacen y nacieron es preciso
Que necesariamente se disuelvan,  60
Oye lo que me falta descubrirte,
Puesto que la esperanza de mi triunfo
Me animó a que subiese sobre el carro
Brillante de la gloria, y nuevo aliento
Me han dado los obstáculos que había.  65
   Y los demás fenómenos que observan
En el Cielo y la Tierra los mortales
Tienen suspensas con pavor sus almas,
Las humillan con miedo de los dioses,
Y las tienen cosidas con la tierra,  70
Puesto qué la ignorancia de las causas
Los fuerza a sujetar Naturaleza
Al imperio de dioses y a ponerles
En sus manos el cetro, y se imaginan
Que algún poder divino hace las obras  75
Cuyo primer resorte ellos ignoran:
Porque los que estuvieren persuadidos
De que los dioses viven descuidados,
Si no obstante se admiran de las causas,
En especial de aquellas apariencias  80
Que encima de nosotros se descubren
En la región etérea, nuevamente
Caen en su inveterado fanatismo,
Y nos ponen tiranos inflexibles,
A quienes para colmo de miseria  85
Les conceden poder ilimitado;
Ignorando qué cosa existir puede,
Cuál no puede, y los límites precisos
Que la Naturaleza ha señalado,
En fin, a la energía de los cuerpos,  90
Por lo que más y más se descaminan.
    Si no desechas semejantes yerros
Teniendo por indignos de los dioses
Y ajenos de su calma estos cuidados,
Vendrán a tu presencia de continuo  95
Estas santas deidades resentidas;
No porque capaz sea de enojarse
La majestad suprema de los dioses,
Y deseen coléricos vengarse
Con ejemplar castigo de los hombres;  100
Sino porque estarás muy persuadido
Que en el seno de un plácido reposo
Revuelven las venganzas en su pecho;
No entrarás en los templos de los dioses
Con pacífico pecho, ni es posible  105
Que aquellos simulacros emanados
De sus augustos cuerpos te presenten
Sus divinas imágenes con calma;
¡Ya ves cuán triste vida te amenaza!
   Aunque sabiduría por mis labios  110
Te ha explicado verdades infinitas
Para alejar de ti tan dura suerte;
Otras muchas me faltan todavía,
Y tengo yo además que engalanarlas
Con lindos versos; tengo que explicarte  115
Los diversos fenómenos del cielo:
Cantaremos también las tempestades,
Y las causas y efecto de los rayos,
Porque, supersticioso, neciamente
En regiones diversas no repartas  120
El cielo para ver, todo temblando,
De qué parte salió el alado fuego,
O hacia dónde tiró precipitado,
Y cómo por las tapias se introduce,
Y cómo sale de ellas victorioso:  125
Pues todos son efectos naturales,
Que atribuyen los hombres a los dioses
Porque no pueden penetrar las causas.
Calíope, diestra musa, que a los hombres
Alivias, y recreas a los dioses,  130
Ven a instruirme tú de mi corrida
Hacia la ruta de carrera ilustre,
Para ceñir, guiándome tú ahora,
De corona inmortal mi sien gloriosa.
   Tan sólo se estremecen con el trueno  135
Las azuladas bóvedas celestes,
Cuando agitadas por contrarios vientos
Se chocan mutuamente etéreas nubes
Por las altas regiones remontadas;
Pues no viene el tronido de aquel lado  140
Que hay sereno en el cielo: pero cuando
Las nubes condensadas se amontonan
En una parte, allí con mayor fuerza
Suele sentirse el tormentoso ruido.
   Además, que no pueden ser las nubes  145
De una masa tan densa como piedras
Y vigas; ni tampoco tan sutiles
Como la niebla y humo, pues debieran
Caer en fuerza de su mucho peso
En el caso primero como piedras;  150
Si tuvieran la misma consistencia
Que tiene el humo, no pudieran ellas
Contener los granizos y las nieves.
   En la inmensa llanura de los aires
Hacen también un ruido semejante  155
Al de los grandes lienzos que se agitan
Por entre las columnas y las vigas
De nuestros coliseos; otras veces,
Rasgadas por la furia de los vientos,
Imitan el sonido delicado  160
Que hace roto el papel entre los dedos,
Como en el trueno puedes observarlo;
O el ruido de un vestido que hay colgado,
O de una hoja volante que los vientos
En fuerza de sus golpes repetidos  165
Agitan y remueven por los aires.
   También sucede a veces que las nubes
En lugar de chocarse por delante
Se comprimen de lado, y van raspando
Por medio de encontrados movimientos  170
Lo largo de su cuerpo, de do nace
Aquel sonido seco que magulla
Los oídos, y dura mucho tiempo,
Hasta que se ven libres de aquel lazo.
Otra causa hay también por la que el trueno  175
Nuestro mundo conmueve en ocasiones
Con estremecimientos tan horribles
Que parecen las bóvedas del Mundo
Por todas partes reventar deshechas
Con repentino golpe; cuando entrado  180
De pronto el huracán impetuoso
En medio de las nubes allí brega:
Rápido torbellino que condensa
La nube con esfuerzos redoblados,
La estrecha por los lados, y la ahueca;  185
Pero cuando por fin abrieron paso
Su impetuosidad y su violencia,
Con horrible estampido sale el viento:
No es maravilla, cuando el mismo ruido
De un estallido igual da muchas veces  190
Una simple vejiga llena de aire.
También puede explicarse de otro modo
Aquel ruido que excitan en las nubes
Los vientos; porque vemos de ordinario
Que las nubes presentan superficies  195
De ramificación larga e incierta:
Luego deben hacer el mismo ruido
Que las hojas y ramas de una selva
Cuando son de los cierzos agitadas.
   Puede también la furia de los vientos  200
Reventar una nube si la embisten
Directamente con furioso aliento:
La experiencia nos dice cuánta fuerza
Debe tener su soplo por arriba,
Cuando aquí bajo, siendo más suave,  205
Echan a tierra el árbol más erguido
Y arráncanle de cuajo fácilmente.
Hay también en las nubes como olas
Que deben, estrellándose con furia,
Producir un murmullo tan profundo  210
Como el que hace un gran río y océano
Cuando es por las tormentas agitado.
   También del rayo los ardientes fuegos,
Cuando de nube en nube van cayendo,
Quizá vienen a dar en nube acuosa,  215
Donde mueren con ruido semejante
Al chirrío del hierro caldeado,
Cuando rápidamente le metemos
Desde la misma fragua en agua fría:
Pero si árida nube coge al rayo,  220
Se inflama de repente con gran ruido:
De esta manera el fuego provocado
Con torbellino de furiosos vientos
Se extiende por los montes coronados
De laureles al punto consumidos:  225
No hay cuerpo combustible que devore
El fuego con un ruido más terrible
Que el árbol consagrado al dios de Delfos.
   Por fin, el hielo haciéndose pedazos,
Y el granizo cayendo hacen retumben  230
Las nubes a lo lejos, cuando el viento
Las junta y amontona semejantes
A las montañas, y por fin quebradas
Caen en tierra revueltas con granizo.
   También relampaguea si las nubes  235
Arrojan mucha ignífera semilla
En fuerza de su choque, a la manera
Que sacudiendo un pedernal con otro,
O dando con un hierro, se ve entonces
Brillar la luz y chispear de lejos:  240
Y el relámpago ya vieron los ojos
Cuando llegan los truenos al oído;
Porque hieren mas pronto los objetos
La vista que el oído, como puedes
Observando tú mismo, si te pones  245
A ver cortar al leñador las ramas
Superfluas de algún árbol con el hacha;
Pues le verás primero dar el golpe
Que llegue a tus orejas el sonido:
El relámpago vemos asimismo  250
Antes que percibamos el sonido,
Siendo uno y otro a un tiempo y siendo hijos
Del mismo choque y de la misma causa.
   También explicaré de otra manera
Por qué de rauda luz bañan la tierra  255
Las nubes y sus fuegos tembladores
Hacen brillar durante la borrasca.
Luego que el viento acometió a la nube,
Y agitándola siempre, como dije,
Logró ahuecarla, y recogerla al centro,  260
Con movimiento rápido se inflama,
Porque vemos nosotros abrasarse
Todo cuerpo movido con presteza,
Y aun la bala de plomo derretirse,
En un gran trecho, cuando el remolino  265
Inflamado rasgó la obscura nube,
Desparrama sus fuegos de repente
Lanzados de la nube con esfuerzo,
Obligando a cerrar los ojos: luego
Óyese él estampido, que la oreja  270
Hiere más tarde que la luz los ojos:
Todos estos efectos ciertamente
Suponen nubes densas, que arrojadas
Sean también con ímpetu admirable.
   No dejes engañarte de tus ojos,  275
Que no te enseñan más desde aquí bajo
Que la extensión y anchura de las nubes
Más bien que el grueso de ellas y su altura.
   Para desengañarte, considera
Las nubes parecidas a unos montes  280
Que los vientos trasponen por los aires
En dirección contraria: o si los vientos
Yacen en sus entrañas sepultados,
Verás amontonadas estas nubes
Unas sobre otras por los altos montes,  285
Apretarse entre sí por las alturas.
Entonces podrás tú formar idea
De sus masas enormes; ver en ellas
Especies de cavernas fabricadas
En rocas suspendidas, y los vientos,  290
Cuando llenan su centro dando muestras
De tempestad, se indignan en las nubes
Al verse dentro de ellas encerrados,
Como lo hacen las fieras en sus jaulas:
Resuenan a lo lejos sus bramidos,  295
Por todas partes quieren escaparse,
Desprenden de la nube unas semillas
De fuego, que amontonan y revuelven
En lo interior de sus ardientes hornos,
Hasta que ya por fin rasgan la nube  300
Y en torrentes de luz huyen los vientos.
   Los rápidos relámpagos que vuelan
Hacia la tierra, fuegos transparentes
Más brillantes que el oro, tal vez deben
Su nacimiento a la substancia misma  305
De las nubes, que dentro de sí encierran
Precisamente una abundante copia
De moléculas ígneas; en efecto,
Cuando ningún humor tienen las nubes,
Por lo común es su color brillante  310
Así como la llama; porque debe
También la luz del sol precisamente
Comunicarlas infinitas partes
Para estar encendidas de este modo
Y hacerlas brotar fuego: cuando el viento  315
Amontonó estas partes en un sitio,
Y comprime la nube fuertemente
Por donde ellas están amontonadas,
Exprime de la nube estas semillas
De fuego, las esparce, y las obliga  320
A arder con los colores de la llama.
   También relampaguea si las nubes
Están enrarecidas; cuando el aire
Agitando la nube dulcemente
Sus partes va ensanchando y disolviendo,  325
Es preciso que caigan por sí mismas
Las semillas de fuego causadoras
Del relámpago entonces sin estruendo,
Sin destrucción y sin cansar terrores.
   Además, los efectos de los rayos  330
Dicen cuál sea su naturaleza:
Las señales que dejan en los cuerpos
Que consumieron, los vapores densos
Del azufre que exhalan nos demuestran
Que son de fuego, no de aire o de agua:  335
Abrasan además las fuertes torres,
Y con rápida llama hacen cenizas
Los edificios: la Naturaleza
Este fuego voraz formó de intento
De sus fuegos más vivos y sutiles:  340
Ninguna cosa puede resistirle;
Por medio de las casas pasa el rayo
Con tanta valentía y ligereza
Como el grito y la voz; él atraviesa
Las peñas y metáles; cobre y oro  345
Derrite en un momento, y de repente
Disipa el vino sin lesión del vaso,
Porque tal vez llegando a introducirse
Su calor fácilmente en las paredes
Del vaso, las afloja y enrarece  350
Y echa por todas partes los principios
Del vino adelgazándolos primero,
El mismo Sol hacerlo no podría
En todo un siglo; tanta es la ventaja
Del poderío activo de los rayos.  355
   Ahora te explicaré sin digresiones
Cómo se forma el rayo, y cómo adquiere
Una fuerza capaz de hender las torres,
Derribar casas, arrancar las vigas,
Demoler las memorias de los hombres  360
Y dejar a los mismos hombres muertos,
Sin vida echar por tierra los ganados,
Y muchas destrucciones semejantes.
   De las nubes espesas y apiñadas
Por las altas regiones nace el rayo:  365
Ninguno viene de sereno cielo,
Ni las nubes ligeras los despiden;
Como nos lo declara la experiencia
Cuando vemos cubrirse la atmósfera
De espesas nubes en aquel momento  370
En que la tempestad prepara el rayo:
Parece que han salido las tinieblas
Del Aquerón, a un tiempo, obscureciendo
La cavidad inmensa de los cielos;
Nos cubre horrible noche con su manto;  375
Pende el terror encima de nosotros.
   También alguna vez la negra noche,
Como río de pez que descendiese
Del cielo por el mar, sobre sus ondas
Cae tan precipitada, y a lo lejos  380
Derrama las tinieblas; tras sí arrastra
La tempestad, preñada de huracanes,
De rayos y de fuegos y de vientos
Tan furibundos, que en la tierra tiemblan
Los hombres y se meten en sus casas.  385
Es creíble que tengan mucho cuerpo
Las nubes borrascosas que se forman
Sobre nuestras cabezas; pues la Tierra
En noche obscura no se sepultara
Si multitud de nubes por encima  390
Toda la luz del Sol no la robaran;
Las lluvias abundantes no podrían
Hinchar los ríos o inundar los campos,
Si no estuviera la región etérea
Llena toda de nubes elevadas.  395
   Fuegos y vientos hay por todas partes,
De cualquier lado truena por lo mismo,
Y salen los relámpagos: ya he dicho
Que tienen mucha ignífera semilla
Todas las nubes en su centro hueco:  400
Que los rayos del Sol y sus ardores
Las aumentan también precisamente.
Cuando el viento amontona en su paraje
Todas aquellas nubes, saca de ellas
Infinitas moléculas de fuego,  405
Con las cuales él mismo se revuelve:
El remolino entonces prisionero
En la nube se agita, y allí aguza
El rayo en medio de esta fragua ardiente.
El viento, pues, se enciende de dos modos:  410
Por actividad propia, o por contacto
De fuego: y cuando ya de esta manera
Se encendió él a sí mismo, o recibiera
La impresión de la llama, presto el rayo
Rompe la nube; entonces de improviso  415
Luces resplandecientes va esparciendo
Por todas partes, y hórrido estallido
Se deja oír, como si caminaran
Sobre nosotros rotas de repente
Las bóvedas del cielo: todo el Globo  420
Retiembla entonces, y de polo a polo
Por todo el firmamento corre el trueno:
Porque a la vez se agitan y retumban
Todos juntos entonces los nublados,
Y de este general sacudimiento  425
Nace una lluvia tan copiosa y fuerte,
Que parece que quiere convertirse
En agua todo el cielo, y que de nuevo
Se va a anegar la Tierra con diluvio:
Tanto asusta el sonido de las nubes  430
Que se rompen a un tiempo, y de los vientos
Que braman agitados, y del rayo
Que reluce volando por los aires.
   También un viento externo e impetuoso
Viene a caer sobre una nube espesa  435
Do está el rayo formado, la que abierta,
Deja caer de pronto el torbellino
De aquel fuego que rayo le llamamos:
Esto también sucede a otros nublados
Según las direcciones de los vientos.  440
   Puede también acontecer a veces
Que, sin estar el viento aún encendido,
Sin embargo se inflame en largo trecho;
Que en su misma carrera se despoje
De aquellos elementos más groseros  445
Que no pueden pasar por la atmósfera,
Y que del aire mismo tome al paso
Las más finas moléculas, que le hagan
Inflamarse volando envuelto en ellas:
Como bala de plomo se escandece  450
En su carrera cuando va dejando
Los principios más fríos en el aire,
Y semillas de fuego en él recoge.
    La inflamación, en fin, puede que nazca
Del mismo choque; cuando el viento frío  455
Sin fuego azota, entonces por ventura
Saca la violencia de su golpe
Moléculas de fuego de sí mismo
Y del cuerpo chocado, como cuando
Un pedernal herimos con el hierro  460
Salen las chispas, y aunque el hierro es frío,
Sabe la colisión sacar semillas
Refulgentes de llama; pues lo mismo
Debe encender el soplo de los vientos
Los cuerpos que sacude, si inflamable  465
Es la naturaleza de estos cuerpos:
Sin ser un temerario no se puede
Enteramente asegurar que el viento
Tan rápido bajando desde arriba
Sea del todo frío; y si en su curso  470
No se inflamó, debe llegar al menos
Entibiado y revuelto en algún fuego.
   La rapidez del rayo y golpe fuerte
Y su caída violenta nacen
De su natural ímpetu: encerrado  475
En las nubes, y allí, cobrando fuerzas,
Con nuevo brío intenta salir de ellas;
Cuando el nublo no puede resistirse
A este aumento de ímpetu, se escapa
Con una prodigiosa ligereza  480
El fuego destructor, como las piedras
Lanzadas por las máquinas terribles.
   Junta también a esto ser el rayo
De finos y sutiles elementos;
Y con esta figura no es tan fácil  485
Hacerle resistencia, pues se cuela
Y sé insinúa, por lo más estrecho:
No puede cuerpo alguno con su choque
Detener su raudísima carrera.
Además de que todo cuerpo grave  490
Por natural impulso tiende abajo;
Pero si la impulsión se junta al peso,
Su rapidez se dobla, y se acrecienta
Aquel ímpetu suyo de contado.
El rayo así con estas fuerzas dobles  495
Debe quitar del medio en un instante
Cualquier estorbo que se encuentre al paso,
Y proseguir su marcha sin pararse.
   En fin, la longitud de su caída
Más y más acelera el movimiento,  500
Que siempre va creciendo; y aumentando
Su ímpetu, vigora los ataques,
Sus divergentes átomos juntando
Y dirigiendo todos sus esfuerzos
Hacia el punto común a donde corre.  505
   También quizá viniendo hacia nosotros
Quita de paso el rayo al aire mismo
Corpúsculos que puedan darle fuerza
Y acelerar su golpe impetuoso.
   Hay muchos cuerpos que penetra el rayo  510
Sin daño alguno de ellos, porque encuentra
Conductos que atraviesa velozmente:
Hay otros que destruye y descompone,
Por que viene a atacar directamente
Las moléculas que unen su tejido:  515
Él con facilidad derrite el cobre
Y hace que hierva el oro en un instante,
Porque de átomos lisos y sutiles
Se forma el rayo, los que fácilmente
Dentro de estos metales se introducen,  520
Y desatan sus nudos al momento
Y todas sus lazadas desaprietan.
   En el Otoño y en la Primavera,
Cuando se abren las flores por los campos,
El palacio encumbrado de los cielos  525
De fulgentes estrellas se estremece
Por todas partes más a la continua:
Se estremece también toda la tierra,
Porque en Invierno faltan muchos fuegos,
Y los vientos se calman en Estío,  530
Y las nubes no tienen tanto cuerpo.
En estaciones medias, pues, concurren
Todas las varias causas de los rayos:
Vienen a ser los límites comunes
Do el frío y el calor se están tocando  535
Agentes necesarios de los rayos,
Que entrambos introducen la discordia
En la naturaleza, y con gran ruido
El fuego encienden de las tempestades
Y enfurecen el aire con los vientos:  540
Porque el fin del Invierno y el principio
De Estío son los que hacen el Verano:
Por lo cual deben el calor y el frío,
Principios entre sí tan encontrados,
Luchar y revolver todas las cosas:  545
El Otoño, que forma la salida
Del Estío y la entrada del Invierno,
Debe observar las riñas y pendencias
Del frío y del calor; guerras del año
Pueden llamarse entrambas estaciones:  550
No es extraño que se hagan muchos rayos
Entonces, y que el cielo se alborote
Con tempestades, porque la discordia
Está continuamente fomentada
Con llamas y con vientos y con nublos.  555
   Así se indaga la naturaleza
Del ignífero rayo y sus efectos;
No consultando vanas predicciones
De los toscanos para hallar indicios
Del secreto consejo de los dioses:  560
O de dónde salió el alado fuego,
O hacia donde tiró precipitado,
De qué modo se entró por las paredes
Y cómo sale de ellas victorioso,
O qué daño presagia su caída.  565
   ¿Por qué, si Jove y las demás deidades
Estremecen las bóvedas celestes
Con sonido terrífico, y arrojan
Los rayos por do quiera que les place;
Por qué de parte a parte no dividen  570
El pecho del malvado que se entrega
A odioso crimen descaradamente,
Y las llamas del rayo vaheando
Dan a los hombres documento horrible?
¿Por qué más bien revuelven en sus llamas  575
Al inocente a quien maldad no arguye,
Y a quien súbitamente le circunda
El fuego celestial en remolino?
¿Por qué, además, emplean su trabajo
Contra las soledades vanamente?  580
¿Es por ejercitar mejor sus brazos,
O por asegurar mejor sus golpes?
¿Por qué sufren se emboten en la tierra
Los que despide el padre de los dioses?
¿Por qué de ellos él mismo se despoja,  585
Y para sus contrarios no los guarda?
   En fin: ¿por qué no lanza Jove el rayo
Y nunca mueve tempestad de truenos
Cuando hay serenidad por todo el cielo?
¿Cuando acaban las nubes de formarse,  590
Monta entonces en ellas por ventura,
Por dirigir sus tiros más de cerca?
¿Por qué razón contra la mar asesta?
¿Por qué hiere las ondas, estas masas
Líquidas, estos cuerpos fluctuantes?  595
   Si quiere nos guardemos de los rayos,
¿Por qué no deja verlos desde lejos,
Y si quiere cogernos descuidados
¿Por qué truena de modo que podamos
Evitarlos? ¿A qué son los retumbos,  600
Tinieblas y murmullos que preceden?
   ¿Puedes tú concebir que los dispare
Al mismo tiempo por distintas partes?
No puedes refutarlo, sin que niegues
Una experiencia tan frecuente y cierta.  605
Es preciso que pueda caer el rayo
Al mismo tiempo por distintos lados,
Como vemos que llueve y caen las lluvias.
   ¿El rayo asolador por qué derriba,
En fin, los templos santos de los dioses,  610
Estas habitaciones suntuosas,
Y rompe sus estatuas bien labradas,
Y roba a sus imágenes el culto
Con golpe violento? ¿Por qué ataca
De ordinario los sitios elevados,  615
Y vemos en las cumbres de los montes
Más bien que en otra parte sus vestigios?
   Por lo que te he explicado de los rayos
Es fácil conocer de qué manera
Sobre la mar se arrojan desde arriba  620
Los tifones, que présteres clamaron
Los griegos atendiendo a sus efectos.
Por qué bajan a veces desde el cielo
Sobre la mar como en columna larga,
Y todo alrededor bullen las ondas  625
Agitadas con soplo impetuoso;
Y las naves entonces sorprendidas
Por el vertiginoso meteoro
Están expuestas al mayor peligro:
Y la causa es que el viento algunas veces  630
No teniendo potencia suficiente
Para romper la nube que ha embestido,
La baja poco a poco hacia las aguas
Como columna echada desde el cielo,
O más bien como masa disparada  635
De arriba abajo por robusto brazo,
La cual sobre las ondas se extendiese:
Cuando rasga la nube, el viento se entra
Con ímpetu en la mar, y en ella excita
Un hervor increíble; porque entonces,  640
Sin cesar agitándose la manga,
Baja a la par la nube, que se presta
A cualquier movimiento de la bomba:
Y así que la extendió sobre las aguas
El vértice de pronto se zabulle.  645
Hace toda la mar un hervidero,
Mueven sus olas espantoso ruido.
   El mismo torbellino que en el aire
Juntó los elementos de la nube,
Se envuelve algunas veces dentro de ella,  650
Imitando las mangas por la tierra;
Y cuando al suelo se bajó la nube,
Rasgándose, vomita de su cuerpo
Un remolino, un huracán furioso.
Mas siendo estos fenómenos muy raros  655
A causa del obstáculo que oponen
En la tierra a los vientos las montañas,
Deben ser más frecuentes en los mares,
Que son tan extendidos y patentes.
Los nublados se forman cuando muchos  660
Angulosos corpúsculos, volando
Sin cesar en la atmósfera, se juntan
Entre sí de repente, y se condensan
A pesar de sus débiles uniones:
Sólo son al principio nubecillas;  665
Empero todas juntas apiñadas,
Y entre sí reunidas, van creciendo,
Y los vientos las llevan de manera
Que nace de ellas tempestad furiosa.
   Y cuanto más vecinas a los cielos  670
Tienen también sus cumbres las montañas,
Tanto más una niebla amarillenta
Y una especie de humo siempre espeso
Las obscurece; porque cuando empiezan
A tomar consistencia los nublados,  675
Sin que puedan aún verlos los ojos,
Los vientos los conducen y aglomeran
Sobre la cima de elevado monte:
Cuando, por fin, después se reunieron
En mucho mayor número apiñados,  680
Condensados los vemos elevarse
Desde la húmeda cumbre por los aires:
Puesto que la razón y la experiencia
Dicen ser el teatro de los vientos
Aquellos sitios que hay más elevados.  685
   Además quita la Naturaleza
También muchos corpúsculos de encima
De todo el mar, como nos lo declaran
Las ropas que tendemos en la playa
Poniéndose mojadas: luego es claro  690
Que contribuyen las emanaciones
De este salado fluido agitado
Al acrecentamiento de las nubes.
   Vemos también que de los ríos todos
Y de la misma tierra se levantan  695
Unas nieblas y cálidos vapores
Cuyas exhalaciones se remontan
Por el aire, y los cielos obscurecen,
Y con sus reuniones insensibles
Forman espesas nubes; pues las olas  700
De la substancia etérea las empujan
Por la parte de arriba, y condensadas
Cubren casi las bóvedas azules..
   Puede también que vengan de otros mundos
A reunirse en éste aquellos cuerpos  705
Que forma los nublados y tormentas:
Porque te he dicho que es innumerable
El número de átomos, y el todo
Ser también profundísimo: no ignoras
De cuánta ligereza están dotados  710
Los átomos, y cuán rápidamente
Suelen correr espacio inmensurable;
Por lo que no es extraño, que al momento
Cubran la tempestad y las tinieblas
Colgadas en el aire mar y tierra,  715
Y las montañas; pues los elementos
Encuentran siempre entradas y salidas
Por donde quiera en todos los conductos
Del éter, y por todas las lumbreras
Del mundo, por decirlo de este modo.  720
   Ahora te explicaré cómo se aumentan
Las aguas de la lluvia en nubes gruesas,
Y cómo desde allí caen en la tierra.
Y es preciso ante todo persuadirte
Que se levantan con las mismas nubes  725
Infinitas moléculas de agua
De todo cuerpo, y a la par se aumenta
Con la misma substancia de la nube,
Del mismo modo que el sudor, la sangre,
Y cualquiera otro líquido del cuerpo  730
Crece a la par que todos nuestros miembros.
Los nublados a veces también cargan
De las aguas marinas, semejantes
A vellones de lana suspendidos
Cuando son conducidos por los vientos  735
Sobre la superficie de los mares;
También de todo río se levanta
El agua hacia las nubes; pero cuando
Estas semillas de agua, acrecentadas
De todas partes con emanaciones  740
Tan grandes y diversas, se juntaron
Y las condensa el soplo de los vientos,
Entonces determina su caída
Doblada fuerza; la presión de vientos
Y la copia de nubes apiñadas,  745
Las cuales gravitando unas sobre otras
Hacen caer las lluvias dilatadas.
   Cuando además los vientos enrarecen
Los nublados, o cuando son disueltos
Por el calor del Sol, que hiere encima,  750
Humor pluvioso entonces van soltando,
Y corren gota a gota como cera
Que se va derritiendo puesta al fuego.
Es copiosa la lluvia si las nubes
Experimentan esta doble fuerza,  755
La presión de su peso y de los vientos;
Y suele durar mucho, y encerradas
Suele tener las gentes en su casa,
Cuando están muy espesos los nublados,
Y cuando unos sobre otros se amontonan,  760
Y se derraman hacia todas partes,
Cuando toda la tierra restituye,
El mismo humor con sus exhalaciones.
   Cuando entre obscura tempestad embiste
Con sus rayos el Sol lluviosa nube  765
Que en frente de sí tiene, se descubren
En medio de las nubes tenebrosas
Los colores del Iris variados.
   De otros meteoros que se forman
Y crecen combinados en las nubes,  770
Como la nieve, vientos y granizo,
Las escarchas y el hielo que endurece
Las aguas, y refrena la corriente
De los ríos, es fácil que comprendas
Sus efectos y causas si entendieres  775
Las propiedades de los elementos.
   Pon atención en conocer la causa
Ahora de los temblores de la tierra;
Y debes persuadirte, sobre todo,
Que el globo interiormente como fuera  780
Está lleno de vientos, de cavernas,
De lagos, precipicios y peñascos,
De rocas y de ríos escondidos,
Cuya corriente impetuosa arrastra
Las peñas sumergidas en su madre:  785
La razón, pues, exige que la tierra
Se asemeje a sí misma en todas partes.
   Supuestas de antemano estas nociones,
Tiembla la tierra por su superficie
Con motivo de haberse desplomado  790
En su interior grandísimas cavernas,
Que viene a demoler por fin el tiempo;
Como que enteros montes se arruinan,
Cuyo sacudimiento pronto y fuerte
Extiende los temblores a lo lejos:  795
Cuando un carro que no es de mucho peso
Hace temblar todos los edificios
Que están al paso, no retiemblan menos
Todos los sitios del contorno cuando
Arrastran los corceles arrogantes  800
Las llantas de las ruedas bien herradas.
   También puede caer al cabo de años
Una masa disforme de la tierra
En un lago vastísimo, y el orbe
Vacilar tal vez puede con motivo  805
Del movimiento que excitó en las aguas,
Así como en el suelo no está inmóvil
El vaso lleno de una agua agitada
Hasta ponerse toda en equilibrio.
   Cuando, además, el viento recogido  810
Entre las cavidades interiores
De la tierra se arrojó violento
Sobre una parte, y con sus fuerzas todas
Hace presión en las cavernas
Inclínase la tierra hacia la parte  815
Donde el viento dirige sus esfuerzos,
Y las casas entonces que hay encima
Inclínanse también cuanto más altas,
Cuanto más se avecinan a los cielos,
Y perdiendo el nivel salen las vigas,  820
Y amenaza venirse todo al suelo.
Y temen presumirse si ha prescrito
Naturaleza un paso a la ruina
Y destrucción total del mundo entero,
Cuando ven su gran mole pronta a hundirse.  825
Si los vientos aliento no tomasen
Nada capaz sería de enfrenarlos,
Ni detener su furia destructora;
Mas como se sosiegan alternando,
Y vuelven al ataque nuevamente,  830
Y se ven rechazados con ventaja,
Amenaza la tierra desplomarse;
Ella se inclina y otra vez se alza;
Y pierde el equilibrio, y con su peso
Otra vez le recobra: por lo mismo  835
Toda cosa vacila más o menos
Según su elevación, pues las más bajas
Casi no sienten el temblor de tierra.
   También pueden causar estos temblores
Un viento impetuoso, un grande soplo  840
De fuerza introducido de repente,
O nacido del seno de la tierra,
Que después que se entró en las cavidades
Del globo, con tumulto anticipado
Entre inmensas cavernas va bramando  845
Y se revuelve mucho y no se escapa
Por fuera de la tierra hasta que la abre
Y con su gran violencia la divide,
Y forma en ella abismos anchurosos;
De esta manera fue Sidón tragada,  850
Obra de tirios, y en Peloponeso
También Egina. ¡Ay, cuántas ciudades
Esta erupción furiosa de los vientos
Y el temblor de la tierra han destruido!
¡A cuántas los horribles terremotos  855
Han hundido debajo de la tierra,
Y con sus ciudadanos juntamente,
Cuántas otras los mares sepultaron!
   Pues si el viento no llega a romper fuera,
Su soplo impetuoso se divide  860
Por todos los conductos de la tierra
Y en sus entrañas férvidas excita
Un temblor general, del mismo modo
Que cuando se introduce por los miembros
Interiormente el frío, y los sacude,  865
Nos hace tiritar a pesar nuestro:
Con un doble terror vagan las gentes
Por la ciudad entonces asustadas,
Pues sobre su cabeza ven la muerte,
Debajo de los pies también la temen:  870
Temen que caiga derrumbado el techo,
Temen disuelva la Naturaleza
Las bóvedas del globo de repente,
De par en par abriendo estos abismos
Anchurosos, queriendo trastornada  875
Con sus mismas ruinas rellenarlos.
Por lo cual, aunque vivan persuadidos
De ser incorruptibles cielo y tierra,
Y destinados a existencia eterna,
La vista de un peligro tan urgente  880
Introduce pavor y desconfianza
En sus almas a veces, y les hace
Temer no huya la tierra en un instante
Con dirección al báratro profundo,
Y que el gran todo caiga detrás de ella,  885
Y que no reste más de todo el mundo
Que un cúmulo confuso de ruinas.
   Ahora debo explicar precisamente
Cómo la mar no sabe qué es aumento.
Admíranse de que la mar no aumenta  890
Su volumen jamás con tantas aguas
Como corren a ella y tantos ríos
Como por todas partes desembocan:
Junta las tempestades y las lluvias
Que sobre mar y tierra caen a un tiempo  895
Además de sus propios manantiales;
¿Dejarán, sin embargo, de admirarse
Si consideran que estas aguas juntas,
Con el mar extendido comparadas,
Viene a ser apenas una gota?  900
   Roba el calor del sol una gran parte,
Pues vemos secan sus ardientes rayos
En un instante la mojada ropa:
Será su acción más fuerte y más activa
Sobre la faz inmensa de los mares  905
Aunque el sol tome una porción muy corta
De cada sitio de por sí, no obstante,
Debe robar en extensión tan grande
Cúmulo inmenso de marinas aguas.
   Cuando con furia el mar barren los vientos,  910
Se llevan tras de sí gran parte de agua;
Porque es frecuente a veces en la noche
Ver que se ponen secos los caminos
Y endurecido el lodo con su soplo.
   Además, te enseñé que los nublados  915
Atraen a sí las aguas de los mares,
Y por la haz de la tierra las esparcen
Cuando llueve sobre ella, y cuando llevan
Los vientos por la atmósfera las nubes.
Por fin, supuesto que es la tierra un cuerpo  920
Poroso, que la mar contigua ciñe
Por todas partes, recibir no puede
El mar en sí las aguas de la tierra
Sin que reciba aquésta al mismo tiempo
Las saladas del mar, que ciertamente  925
Se filtran por el seno de la tierra,
Y se recogen y se juntan todas
Donde tienen los ríos nacimiento,
Y fluyen dulcemente por la tierra,
Por donde, una vez rota, facilita  930
Que con líquido pie corran las aguas.
   Explicaré al presente por qué causa
Vomita a veces Etna por sus bocas
Las llamas en espeso torbellino:
La tempestad de fuego, dominando  935
Con estrago en los campos sicilianos,
No hizo mirar a los vecinos pueblos;
No volviendo la vista a los torrentes
De chispas y de humo, que cubrían
La atmósfera: a la vez, les daba pena,  940
De pávido cuidado hinchiendo el pecho,
Esperando los nuevos infortunios
Que la Naturaleza preparaba.
   Si de tales fenómenos deseas
Tener conocimiento, es necesario  945
Que des una ojeada vasta y grande
Sobre Naturaleza, y que sus partes
A la vez consideres todas juntas,
Acordándote siempre que el gran todo,
Es infinito, y que supone poco  950
El cielo comparado al universo;
Y que es el hombre imperceptible cosa
Si se compara con el orbe entero.
Si tú penetras bien este principio,
Si te convence una verdad tan clara,  955
Ya no te admirarás de muchas cosas.
   ¿Se admira acaso alguno de nosotros
Si le abrasa a cualquiera ardiente fiebre,
U otra cualquier enfermedad aguda
Se extiende por sus miembros doloridos?  960
Porque se hinchan los pies en un instante,
El más vivo dolor coge los dientes,
Y ataca alguna vez los mismos ojos:
De San Antón el fuego va creciendo,
Y extendiéndose abrasa todo el cuerpo,  965
Sin admirarse, porque se conocen
De muchos cuerpos las emanaciones:
Y las exhalaciones de la tierra
Y el aire infecto son muy suficientes
Para dar ser y rápidos progresos  970
A las enfermedades más terribles.
Así se ha de creer que este gran todo,
Como infinito, suministra al cielo
Y a la tierra los átomos capaces
De estremecer el globo de repente,  975
De recorrer en raudo torbellino
El mar y tierra, y de lanzar por Etna
Copiosos fuegos, de inflamar el cielo:
El mismo cielo si puede inflamarse
Tan fácilmente como caen las lluvias  980
A mares en la tierra cuando llegan
A juntarse en la atmósfera las aguas.
   Pero me dirás tú que estos incendios
Son muy considerables: lo confieso;
Así como parece grande un río  985
A quien no vio jamás otro más grande:
Y así un árbol, un hombre y todo cuerpo
De la especie que quieras son disformes
Para aquél que no ha visto otros mayores:
Cuando nada suponen estos cuerpos,  990
Aunque juntes el cielo, mar y tierra,
Si con el Universo se comparan.
   Pero expliquemos ora de qué modo
La llama enfurecida en un instante
De las vastas hornazas de Etna sale.  995
Lo primero, está hueco todo el monte
Por su parte interior; sobre cavernas
De pedernales casi está fundado:
Así que, las cavernas todas tienen
Vientos y aire, no siendo otra cosa  1000
El viento más que el aire conmovido:
Y cuando este elemento furibundo
Llegó a inflamarse, y ha comunicado
Su ardor a los peñascos y a la tierra,
En torno de la cual sin cesar gira  1005
Y saca de ellos con veloces llamas
Fuego devorador, él se levanta
Y se arroja derecho por las bocas
De la montaña, y a lo lejos echa
La llama y la ceniza, y sale envuelto  1010
Entre humo espeso y negro, y juntamente
Lanza piedras de peso extraordinario:
Sin que te quede duda ser efectos
Del ímpetu furioso de los vientos.
   En gran parte la mar, además, baña  1015
Las faldas de este monte, y las azota
Con sus olas, y luego se retira:
Por debajo de tierra las cavernas
Desde la misma mar se comunican
Con las altas gargantas de este monte:  1020
No podemos dudar que entran los vientos
Por estas bocas, y que se dirigen
Soplando interiormente hacia la cumbre:
Y por esto se ven volar las llamas,
Y van a dar muy lejos los peñascos  1025
Y las nubes de arena se derraman:
Hay en la cima unos embudos anchos
Por do escapan los vientos, que los griegos
Cráteres llaman, a los que nosotros
Llamamos las gargantas o las bocas. l  1030
    Para algunos fenómenos no basta
Dar una explicación; antes precisas
Son otras muchas, para hallar alguna
Entre ellas verdadera; por lo tanto,
Si ves tú desde lejos el cadáver  1035
De algún hombre tendido sobre el suelo,
Es preciso decir todas las causas
De la mortalidad para que sepas
La causa de la muerte de aquel hombre;
Porque no puedes decidir si ha muerto  1040
De muerte dada a hierro o por el frío,
O por enfermedad o con veneno:
En general sabemos que él ha muerto
Por una de las causas que he nombrado;
Mas sólo los testigos oculares  1045
Pueden decir la causa verdadera:
Así también estamos indecisos
Sobre muchos fenómenos que vemos.
   Crece el Nilo y rebosa por los campos
En el estío, siendo el solo río  1050
Que hay en todo el Egipto, y va regando
Las campiñas en medio de calores;
O bien porque reinando en el estío
Etesios vientos, soplan aquilones
Contra el embocadero y la corriente,  1055
Y su curso retardan y recrecen
Las aguas, y se llena todo el río,
Y le hacen que se pare; ciertamente
El soplo de estos vientos se dirige
Contra el curso del río, porque vienen  1060
Etesios vientos de constelaciones
Frías del polo boreal, y el Nilo
Tiene su nacimiento en las regiones
Del Mediodía, en los ardientes climas
Que el sol visita en medio de su curso,  1065
Entre los hombres negros y tostados.
   Grandes bancos de arena tal vez forman
Al agua un dique en el embocadero
Cuando el mar agitado con los vientos
Hacia adentro la arena va metiendo,  1070
Por lo que es menos libre su desagüe,
Y la madre está menos inclinada,
Y se refrena el ímpetu del río.
   Por fortuna quizá en su nacimiento
Las lluvias son también más abundantes  1075
En aquella estación en que las nubes
Juntas al Mediodía son llevadas
Por los vientos etesios a aquel lado,
Las cuales se amontonan apiñadas
Sobre la cumbre de elevados montes  1080
Y la presión del peso las esparce.
   Tal vez puede venir esta creciente
De los montes alzados de la Etiopía,
Cuando el sol, abrasando con sus rayos
A la naturaleza, hace que bajen  1085
Las nieves derretidas a los campos.
   Al presente diré qué cosa sean
Aquellos sitios y funestos lagos
Que se llaman avernos; este nombre
Al principio les dieron con motivo  1090
Del efecto que causan, porque matan
En general las aves; cuando vienen
Volando por encima de estos sitios
Directamente, de volar se olvidan
Y, perdiendo sus alas los resortes,  1095
Torciendo la cabeza caen sin fuerzas
Precipitadas en la tierra, o agua,
Quizá conforme a la naturaleza
De aquel averno que las da la muerte.
   Cual es el que hay en Cumas y en Vesubio:  1100
Fuentes cálidas son las que vaporan
Un humo espeso; y otro semejante
Hay también en los muros atenienses,
En el remate de la ciudadela,
Cerca del templo de tritonia Palas:  1105
Do las roncas cornejas jamás llegan
Aunque las brinde el humo de las aras.
Huyen tan azoradas las cornejas,
No los vivos enojos de Minerva,
Que con su vigilancia provocaron,  1110
Según lo cantan los poetas griegos;
Antes bien los vapores de este sitio,
Muy suficientes para hacer se vuelvan,
También cuentan que en Siria hay otro averno
Do los mismos cuadrúpedos no pueden  1115
Sus pasos dirigir sin que al momento
Los haga el vaho caer muertos en tierra,
Así como si fueran conducidos
A inmolarlos a dioses del Infierno.
Efectos naturales, pues, son todos,  1120
Y se puede atinar bien con sus causas
Sin presumir que sean estos sitios
Mucho más bien las puertas infernales
Por do los dioses del obscuro imperio
Atraen quizá las almas de los muertos  1125
Sobre la orilla de Aquerón; conforme
A la opinión común de que la simple
Aspiración de los ligeros ciervos
Saca de sus guaridas las serpientes.
   Recuerda la doctrina que he inculcado,  1130
A saber, que la tierra en sí contiene
Un número muy grande de elementos
Configurados de distinto modo:
Que hacen vivir al hombre muchos de ellos;
Que otros engendran las enfermedades  1135
Y aceleran su muerte: también dije
Más o menos análogos ser todos
A conservar diversos animales
Según sus diferentes contexturas
Y su naturaleza muy diversa  1140
Y elementales configuraciones:
Entran muchos hiriendo los oídos;
Despidiendo otros un olor ingrato,
Con gran molestia hieren el olfato;
    Otros evita el tacto, otros la vista,  1145
Y son otros al gusto desabridos:
La experiencia te enseña cuantos cuerpos
Producen en el hombre sensaciones
Ingratas y molestas y penosas.
   Hay árboles que tienen una sombra  1150
Cargada de moléculas dañosas,
La cual causa dolores de cabeza
Muy fuertes a cualquiera que se tiende
Debajo a descansar sobre la hierba.
Del Helicón en la elevada cumbre  1155
Hay un árbol también que mata al hombre
Con el olor infecto de sus flores:
Y nacen todas estas producciones
De la tierra, porque ella en sí contiene
Gran copia de semillas combinadas  1160
De modos infinitos y diversos,
Con cuyas secreciones alimenta
Cada individuo de por sí la tierra.
   Y recién apagada la luz echa
Un olor de su pábilo, que afecta  1165
Desagradablemente nuestro olfato,
Adormece los hombres y los tumba
Como si padecieran la epilepsia:
Y se cae la mujer adormecida
Con el olor subido del castóreo;  1170
Y la obra delicada se desliza
De entre sus tiernas manos si lo huele
Al tiempo de pagar menstruo tributo:
Además también hay otras substancias
Que aflojan el sistema de los miembros  1175
Y el alma recogida bambolean:
En fin, si te estuvieres mucho tiempo
En un baño caliente, o te sumerges
En el mismo saliendo de la mesa,
¡Cuánto no hay que temer el que te caigas  1180
En medio de las aguas sin sentido!
Y el activo vapor de los carbones
¡Qué pronto se introduce en el cerebro
Si no bebemos agua de antemano!
Golpe de muerte da el olor del vino  1185
A aquel hombre que tiene consumidos
Todos sus miembros en la ardiente fiebre.
¿No ves también cómo en la misma tierra
Nace el azufre y el betún que exhalan
Un olor penetrante? Por fin, cuando  1190
Con el hierro en la mano van los hombres
Rasgando las entrañas de la tierra
Para buscar las venas de oro y plata,
¿Qué vapores no salen de la mina?
¿Qué olores tan mortales no se exhalan  1195
De este rico metal que yace en ella?
¿No ves la cara y tez descolorida
De los míseros que andan condenados
Por la ley a trabajos tan penosos?
¿Cuán en breve perecen no has oído  1200
Y cuán corto es el plazo de su vida?
Así, es preciso que la tierra exhale
Todos estos vapores esparcidos.
Por fuera en las llanuras de los aires.
   Así deben también avernos sitios  1205
Echar de sí mortíferos vapores
A las aves; los cuales se levantan
Desde la misma tierra por los aires,
Y parte de la atmósfera envenenan,
Y cuando llega allí volando el ave,  1210
La ponzoña invisible la entorpece
Allí su movimiento, y cae derecha
Donde el vapor dirige su caída;
Do, ya precipitada, el mismo tufo,
Entonces más activo lanza fuera  1215
De sus miembros los restos de la vida;
Porque el primer ataque solo excita
En el ave unas ciertas convulsiones;
Pero ya que una vez están caídas
Las aves en las fuentes ponzoñosas,  1220
Allí el último aliento de la vida
Exhalan de ponzoña circundadas.
Puede también que estas exhalaciones
Enrarezcan la masa de aire puesta
Entre la tierra y aves, de manera  1225
Que esté casi vacío aquel espacio:
Cuando vienen volando por encima
De estos sitios las aves, al momento
En medio del vacío inútilmente
Mueven las alas, ni su esfuerzo ayuda  1230
Alguna reacción, porque, no hallando
Mas apoyo en el aire, y no pudiendo
Sostenerse en sus alas, las obliga
Con su peso a caer naturaleza;
Y ya tumbadas dentro del vacío,  1235
Por los poros del cuerpo echan el alma.
   Está más fría el agua de los pozos
En el estío porque enrareciendo
El calor a la tierra, prontamente
Disipa por los aires las semillas  1240
De fuego que tal vez en sí contiene.
Cuando más caldeada esté la tierra,
Tanto más fría debe estar el agua
Escondida en su seno; y al contrario,
Cuando aprieta, condensa y une el frío  1245
Toda su superficie, debe entonces
Por esta, comprensión hacer que se entre
En lo hondo de los pozos todo el fuego
Que haya diseminado por la tierra.
   Junto al templo de Ammón hay una fuente  1250
Que está helada entre día, según dicen,
Y caliente de noche: mucho admiran
Los hombres esta fuente, y se persuaden
Que oculto el sol debajo de la tierra,
La calienta al instante que la noche  1255
Cubre la tierra con terrible sombra:
Pero esta explicación es muy contraria
A la filosofía verdadera:
Porque si el sol, que tanta fuerza tiene
Sobre nuestras cabezas levantado,  1260
Por contacto inmediato no ha podido
Siquiera calentar la superficie,
¿Cómo debajo de los pies podría
Por medio de una masa tan espesa
Como la tierra hacer hervir el agua  1265
Y en ella introducir su ardiente fuego,
Cuando el ardor apenas de sus rayos
Penetra las paredes de las casas?
¿Del fenómeno, pues, cuál es la causa?
Es que la tierra está más esponjosa  1270
Y que en ígneas semillas más abunda
Junto a la fuente que por más afuera:
Cuando en sus sombras húmedas la noche
El orbe sepultó, la tierra al punto
Que cerca el manantial se va enfriando,  1275
Y encógese como si la apretaran
Con la mano, de modo que en la fuente
Exprime las partículas de fuego
De que ella esta impregnada, y comunica
Al agua aquel calor que experimentan  1280
El tacto y paladar: cuando los rayos
De sol nacientes de seguida abrieron
Los poros de la tierra, y su tejido
Enrareció la mezcla de sus fuegos,
Se vuelven a su asiento primitivo  1285
Las partículas ígneas, y se cuela
Todo el calor del agua por la tierra:
Fría está así la fuente por el día.
   Por otra parte, herida el agua entonces
Por los rayos del sol, y enrarecida  1290
Con sus trémulos fuegos, es preciso
Exhale los corpúsculos de fuego
Que ella contiene, así como despide.
Las moléculas, frías otras veces,
Y deshace los hielos que la ataban  1295
Y como prisionera, la tenían.
   También hay una fuente de agua fría
Sobre la cual, echando alguna estopa
Se enciende y echa llamas de repente,
Y una tea se prende de este modo,  1300
Y va luciendo en medio de las aguas
Por do su luz nadante el aire impele:
Sin duda porque el agua de esta fuente
Contiene en sí muchísimas semillas
De fuego, y es preciso que reciba  1305
De aquella tierra que es como su lecho
Un montón de partículas de fuego,
Que subiendo a lo alto se derraman
Por toda el agua, y por defuera a un tiempo.
Se exhalan, y se esparcen por los aires;  1310
Pero no son tan vivas las semillas
Que puedan calentar la misma fuente.
   Una impulsión secreta determina
Todas estas moléculas dispersas
A salir pronto fuera y congregarse  1315
Por encima del agua: de este modo,
El agua dulce de la fuente Aradia
Corre y aparta las saladas ondas
De alrededor: y en otras muchas playas
Ofrece el mar recursos semejantes,  1320
Gratos a los sedientos marineros,
Manando el agua dulce entre saladas.
Pues por un mecanismo semejante
Las partículas ígneas salir pueden
Entre las ondas, y lanzarse fuera  1325
Para encender la estopa: luego que ellas
Allí están reunidas, y se pegan
A la substancia de la tea, al punto
Se prenden fácilmente, porque tienen
Gran número de partes inflamables  1330
Las estopas y teas por su parte.
¿No ves cómo la lámpara que acaba
De morir, si la arrimas a otra que arde,
Antes de ser tocada arde de nuevo?
Pues lo mismo sucede con la tea:  1335
Ahora no trato yo de muchos cuerpos
Que se inflaman de lejos con la misma
Impresión del calor, antes que llegue
A tocarlos de cerca el mismo fuego:
Luego de aquella fuente los efectos  1340
Pueden ser explicados, de este modo.
   Empezaré tratando yo al presente
Por qué ley natural al hierro puede
Atraer esta piedra que los griegos
Magnética llamaron en su lengua;  1345
Por qué tienen el nombre de Magnesios
Los pueblos y el país donde se encuentra.
Admíranse los hombres de esta piedra,
Porque viene a formar una cadena
De pendientes anillos unos de otros;  1350
A veces se ven cinco y más anillos
Que van en línea recta descendiendo,
Y los agitan los suaves aires,
Y uno debajo de otro asido cuelga;
Y ellos se comunican mutuamente  1355
La virtud atractiva de la piedra:
Tanto su actividad llega a extenderse.
   Antes que estos fenómenos explique
Tengo yo que sentar muchos principios
Pata decir la causa verdadera:  1360
Sólo podemos arribar a ella
Por medio de grandísimos rodeos:
Presta, pues, atención a mis palabras.
   Debes tener presente desde luego
Que todos cuantos cuerpos vemos lanzan  1365
Perpetuamente unos derramamientos,
Unas emanaciones que nos hieren
Los ojos, y producen en nosotros
La sensación de ver; y los olores
No son más que continuas emisiones  1370
De ciertos cuerpos: como emana el río
De fluidos, y emanan los calores
Del sol, y de la mar la sal que roe
Los edificios que hay en las riberas:
Cuando nos paseamos en la playa  1375
De continuo nos zumban los oídos,
Y un salino vapor entra en la boca
Hiriendo el paladar jamás miramos
Preparar el ajenjo sin que al punto
El amargor sintamos: luego envían  1380
Todos los cuerpos siempre emanaciones
De toda especie, las que se dirigen
A todas partes sin reposo alguno
Y sin cesar jamás, pues de continuo
Tenemos sensaciones, y podemos  1385
Ver, y oler y oír a cada instante.
   Te volveré a traer a la memoria
Lo porosos que son todos los cuerpos;
Un principio que ya te he demostrado
En el Canto primero del poema,  1390
Que nos da a conocer muchas verdades;
Mas sobre todo explica de tal suerte
El fenómeno extraño que pretendo,
Declararte ahora mismo, que no puedo
Prescindir de probarte nuevamente  1395
Que de todos los cuerpos conocidos
No existe uno siquiera que no tenga
Su tejido mezclado con vacío.
   Las bóvedas chorrean en las grutas
Un humor que destilan gota a gota:  1400
Mana el sudor por todo nuestro cuerpo:
Crece la barba y pelos en los miembros:
Repartido el sustento por las venas,
Sostiene y acrecienta los extremos
De nuestro cuerpo, y aun las mismas uñas:  1405
También sentimos que el calor y frío
Penetran por el cobre, y por la plata
Y por el oro su impresión sentimos
Cuando tenemos una copa llena:
Por último, atraviesan los sonidos  1410
El espesor de la pared, y se entran
Por ellas el olor, calor y frío;
Traspasan aun de hierro la coraza
Que ciñe todo el cuerpo del guerrero:
Vienen de fuera las enfermedades  1415
Casi por lo común; y los contagios
Que nacen de la tierra, o en el aire,
Así como se forman se disipan,
En un instante porque no hay un Cuerpo
Que no encierre vacío en su tejido.  1420
Añádase que las emanaciones
De los cuerpos no tienen todas ellas
Unas mismas sensibles cualidades
Ni igual analogía con los cuerpos
Sobre los cuales obran: ante todo,  1425
El sol cuece la tierra y la deseca,
Mientras derrite el hielo y con sus rayos
Hace que corran de los altos montes
Nieves amontonadas, y liquida
Con su mismo calor, en fin, la cera:  1430
También disuelve el fuego cobre y oro,
Mientras contrae y encoge carne y cueros:
A la verdad, el hierro caldeado
Adquiere un nuevo grado de dureza
Cuando le echan en agua; y al contrario,  1435
Endureciendo el fuego carne y cuero,
El agua los ablanda; el acebuche,
Cuyo amargor es insufrible al hombre,
Es para las cabrillas más sabroso
Que el néctar y ambrosía. Por fin, huye  1440
La mejorana el cerdo de ordinario,
Y teme toda clase de perfumes,
Porque son el veneno más activo
Para el cerdoso puerco los que a veces
Parece que nos vuelven a la vida:  1445
Por el contrario, empero, siendo el cieno
La misma suciedad para nosotros,
Parece a los marranos lo más limpio,
Do se revuelcan todos sin hartura.
   Aún me falta sentar otro principio  1450
Antes que empiece a hablar de lo que he expuesto,
Y es que, teniendo muchos intersticios
Todos los cuerpos, no deben aquéllos
Ser entre sí del todo semejantes;
Antes debe tener cada uno de ellos  1455
Naturaleza y usos peculiares:
Porque los animales ciertamente
Tienen varios sentidos, y cada uno
Tiene su objeto propio: los sonidos
Por sus propios conductos se insinúan;  1460
Los sabores y olores van por otros
Que tienen ciertamente analogía
Con su naturaleza y su tejido:
Además, hay también emanaciones
Que penetran las piedras, y otras pasan  1465
Por la madera, y otras por el oro,
Y algunas por la plata y por el vidrio,
Porque los simulacros se introducen
Por los poros del vidrio, y se insinúa
El calor en los poros, de oro y plata:  1470
Y hay corpúsculos que entran más ligeros,
Y otros más tardos, por el mismo cuerpo.
Arriba dije que estas diferencias
Son una consecuencia necesaria
De la infinita variedad que ha puesto  1475
Y ha establecido la Naturaleza
Entre los intersticios de los cuerpos.
   Con tanta solidez establecidas
Todas estas verdades proemiales,
Es fácil explicar lo que buscamos,  1480
De suyo descubriéndose la causa
De la atracción del hierro: desde luego
Es preciso que emanen de continuo
De la misma substancia de la piedra
Infinitos corpúsculos, o sea,  1485
Un activo vapor que con sus golpes
Dé raridad a aquel aire que media
Entre el imán y el hierro: cuando encuentran
Este espacio intermedio ya vacío
Se dirigen a él en el momento  1490
Los principios del hierro muy unidos,
Por lo que todo el cuerpo del anillo
Sigue la misma dirección: no hay cuerpo
Que tenga los principios más trabados
Que los del hierro, este metal tan firme  1495
Que casi es al calor inaccesible.
No es maravilla, como dije antes,
Que la tendencia de sus elementos
En número copioso hacia el vacío
Arrastren tras de sí todo el anillo:  1500
Así es en realidad, y siempre avanza
Hasta que toca con la misma piedra
Y se une con compases invisibles:
Obra el imán en todas direcciones
El vacío se forma en todas partes,  1505
Bien hacia arriba, bien lateralmente;
Los anillos vecinos al momento
Se inclinan al espacio enrarecido,
Conducidos de choques exteriores,
Pues su misma tendencia no podría  1510
De esta manera unirlos en el aire:
Otra causa hay también que favorece
A aquesta dirección, y que acelera
El movimiento: y es que, apenas
El aire se enrarece, y el vacío  1515
Por la parte de encima del anillo
Llega a formarse, en el momento el aire
Inferior, sacudiendo en el anillo,
Le impele por detrás en cierto modo,
Porque todos los cuerpos son batidos  1520
Sin cesar por el aire que los cerca:
Pero en esta ocasión hacen los golpes
Avanzar el anillo, porque arriba
Hay un vacío para recibirle:
Cuando el aire que digo se ha esparcido  1525
En los poros del hierro y se ha insinuado
Hasta sus más sutiles elementos,
Los impele y los hace que adelanten
Como el viento las velas y la nave.
   Deben, en fin, tener todos los cuerpos  1530
El aire en su tejido, porque todos
Son porosos, y el aire de continuo
Los rodea y los toca; pues metido
Este fluido sutil dentro del hierro,
Se agita con continuo movimiento,  1535
Y por esto sacude en el anillo
Y por dentro sin duda le menea,
Y ya con él se inclina hacia el vacío
Al cual todas sus fuerzas encamina
   También sucede alguna vez que el hierro  1540
Se aparta del imán: algunas veces
Le huye y le sigue alternativamente:
Hierro de Samotracia y limaduras
He visto yo saltar y revolverse
En un vaso de cobre si acercaban  1545
Esta piedra de imán por el asiento;
El hierro parecía que impaciente
Huía de la piedra: hace que nazca,
Tanta discordia el interpuesto cobre,
Porque sin duda, las emanaciones  1550
Del cobre entonces se apoderan antes
Y poseen del hierro los conductos:
Las del imán, que vienen en seguida,
Todos los pasos hallan ocupados,
Y no pudiendo entrarse como antes  1555
Con precisión se arrojan sobre el hierro,
Y chocan con sus olas el tejido
De este metal: la piedra así repele,
Y agita por el cobre el mismo cuerpo,
que sin este obstáculo se uniera.  1560
    No debes extrañar que no produzcan
El mismo efecto las emanaciones
De piedra imán sobre los otros cuerpos;
La pesadez de algunos, como el oro,
Los tiene inmobles; y otros, como el leño,  1565
Tienen poros muy anchos, por los cuales
Pasan emanaciones sin tocarlos
Y sin causar agitación en ellos:
Entre estas dos especies tiene el medio
El tejido del hierro, al cual impelen  1570
De esta manera las emanaciones
De piedra imán cuando impregnado se halla
De unas ciertas partículas de cobre.
   Sin embargo, el fenómeno que explico
No es tan extraño en la naturaleza  1575
Que no pueda citar otras uniones
Tan íntimas como éstas: ves trabarse
Por medio sólo de la cal las piedras,
Y la cola de toro une las tablas
Tan fuertemente, que antes faltarían  1580
Las vetas y las partes esenciales
De la madera que esta unión faltase:
Gusta el vino mezclarse con el agua;
La pez no puede hacerlo con su peso,
Ni con su levedad puede el aceite:  1585
Se identifica tanto con la lana
La púrpura, que no puede quitarse
De modo alguno su color, aun cuando
Se intente renovarle a fuerza de agua,
Aun cuando todo el mar quiera lavarle  1590
Y con todas sus aguas desteñirle:
El oro se incorpora con la plata
Con la ayuda del fuego, últimamente,
Y une el estaño cobres diferentes:
¿Y cuántas otras mezclas encontrara  1595
Tan íntimas como ésta si quisiera?
¿Pues, cómo no? porque no necesitas
De tantas menudencias, y no es justo
Que emplee en esto yo un trabajo inútil:
Réstanos abrazar en un principio  1600
Muchos hechos a un tiempo: si dos cuerpos
Se encuentran con tejidos tan opuestos
Que a los huecos del uno correspondan
Eminencias del otro, su juntura
Es muy perfecta: así pueden juntarse  1605
Con especies de anillos y de anzuelos,
Como sucede en el imán y el hierro.
   Ahora voy a explicarte yo la causa
De las enfermedades contagiosas;
De estas plagas terribles, que derraman  1610
Sobre hombres y ganados de repente
La mortandad. Primero enseñé arriba
Que en la atmósfera había una gran copia
De corpúsculos, que unos dan la vida,
Enfermedad y muerte engendran otros:  1615
Cuando da ser Acaso a los postreros
El aire se corrompe y se inficiona:
La enfermedad activa y pestilente
O de clima extranjero es transmitida
Por la vía del airé, como nubes  1620
Y tempestades, o del mismo seno
De la tierra se engendra, cuando han sido
Corrompidos sus húmedos terrones
Con el calor y lluvias desregladas.
   ¿No observas tú que la mudanza de aire  1625
Y la del agua la salud atacan»
Del hombre que está lejos de su patria?
Porque allí encuentra un aire diferente
Del que ha solido respirar en casa.
¿Por ventura, no encuentras diferencia  1630
Entre la inglesa atmósfera y Egipto,
Por do el eje del mundo se ladea?
¿Y no difieren entre sí los climas
Del Ponto, y el que llega desde Cádiz
Hasta los pueblos negros y tostados?  1635
Como estas cuatro plagas se hallen puestas
A cuatro vientos, como estén situadas
Bajo de cuatro climas diferentes,
En situación tan sólo no difieren,
Sino también en el color y forma  1640
De sus habitadores, y parece
Que están sujetos a distintos morbos.
   Es una enfermedad la elefancía
Que nace hacia las márgenes del Nilo,
No en otra parte, en medio del Egipto:  1645
En Ática, las piernas adolecen,
Y los ojos enferman en Acaya,
Y otras tierras atacan otros miembros;
Del aire nacen estas diferencias:
Porque si el aire de extranjero clima  1650
De peligrosa cualidad dotado
Se muda y va viniendo hacia nosotros,
Se arrastra lentamente como nube
Altera y muda todas las regiones
De la atmósfera por donde camina:  1655
Cuando llegó a la nuestra últimamente
La corrompe, y así se la asimila
Y nos la hace contraria: se derrama
Este nuevo contagio y pestilencia
Al punto por las aguas, y se pega  1660
A las mieses y humanos alimentos
Y a la comida pastos de ganados;
O se queda colgado algunas veces
Su contagio en el aire, y no podemos
Respirar este fluido mezclado  1665
Sin sorber su infección al mismo tiempo.
Coge la pestilencia de ordinario
Lo mismo al buey que a la balante oveja:
¿Pué importa que nosotros nos vayamos
A otro clima mal sano y enfermizo  1670
A una atmósfera nueva; que nos traiga
Naturaleza un aire pestilente
Y extranjeros corpúsculos que puedan
Con su pronta irrupción darnos la muerte?
   Unas enfermedades de esta especie,  1675
Causadas por mortíferos vapores,
En los pasados tiempos devastaron
Los campos de los términos Cecropios,
E hicieron los caminos soledades,
Dejaron la ciudad sin pobladores;  1680
Porque naciendo en lo interior de Egipto,
Después de atravesar vastos espacios
De aire y de mar, por último se echaron
Y sobre el pueblo de Pandión cayeron:
Todos los habitantes a millares  1685
Se rendían al morbo y a la muerte:
La enfermedad cogía la cabeza
Con fuego devoraz, y se ponían
Los ojos colorados y encendidos;
Estaba la garganta interiormente  1690
Bañada de un sudor de negra sangre,
Y el canal de la voz se iba cerrando
En fuerza de las úlceras; la lengua,
Intérprete del alma, ensangrentada,
Débil con el dolor, pesada, inmóvil,  1695
Áspera al tacto: cuando descendía
Después aquel humor dañoso al pecho
Desde las fauces, y se recogía
Alrededor del corazón enfermo,
Entonces los apoyos de la vida  1700
A un tiempo vacilaban, y la boca
De adentro un olor fétido exhalaba
Como el de los cadáveres podridos;
Y las fuerzas del alma se perdían,
Y con su languidez tocaba el cuerpo  1705
En los mismos umbrales de la muerte.
Se juntaba a estos males insufribles
Una congoja de inquietud perpetua
Y una queja revuelta con gemidos,
Y sollozar perenne noche y día,  1710
Que sin cesar los nervios irritando,
Envarando los miembros, desatando
Las articulaciones, consumían
A los que sucumbían ya cansados
A la fatiga. Las extremidades  1715
De sus cuerpos no obstante parecían
Estar no muy ardientes, ofreciendo
Tibia impresión al tacto: al mismo tiempo
Estaba colorado todo el cuerpo,
Con úlceras así como inflamadas,  1720
Como si hubiera sido derramado
Fuego de San Antón sobre sus miembros.
   Un ardor interior los devoraba
Hasta los mismos huesos, y la llama
En su estómago ardía como hornaza:  1725
La más ligera ropa los ahogaba;
Al aire y frío expuesto de continuo,
Unos a helados ríos se tiraban
A causa de aquel fuego en que se ardían,
En las aguas más frías zabullendo;  1730
Desnudo el cuerpo se arrojaban otros
En hondos pozos; con la boca abierta,
Ansiosos de beber, a ellos venían,
Y su insaciable sed no distinguía
Las aguas abundantes de una gota  1735
Cuando sus cuerpos áridos metían:
Ningún descanso el mal les otorgaba;
Tendido estaba el cuerpo fatigado;
La medicina al lado barbotaba
Con temor silencioso: revolvían  1740
Noches enteras sus ardientes ojos
A un lado y otro sin probar el sueño.
Y muchos otros síntomas mortales
Se notaban también además de éstos:
Alma agitada de temor y pena  1745
Sobrecejo furioso y hosco rostro,
Los oídos inquietos con zumbidos,
Viva respiración, o fuerte y lenta,
Cuello bañado de un sudor brillante,
Poca saliva como azafranada  1750
Y cargada de sal de sus gargantas
Con fuerte tos apenas arrojada.
Se aticiaban los nervios de las manos,
Los miembros tiritaban, y subía
El frío de la muerte poco a poco  1755
Desde los pies al tronco: últimamente,
Al acercarse el tiempo postrimero
Tenían las narices encogidas
Y su punta afilada, ojos hundidos,
Huecas las sienes, la piel fría y ruda,  1760
Los labios abultados, resaltaba
Tirante frente; a poco fallecían:
El sol octavo o nono los veía
Las más veces lanzar su último aliento.
Mas si alguno escapaba de la muerte,  1765
Como a las veces sucedía, en fuerza
De secreciones de úlceras malignas
Y de negros despeños, sin embargo,
La misma podre y muerte le aguardaban,
Aunque más tarde: sangre corrompida  1770
De su nariz corría en abundancia,
Con dolores muy fuertes de cabeza;
Todas las fuerzas, toda la substancia
Del hombre así llegaban a perderse.
Si no salía el mal por las narices,  1775
Y si no ocasionaba esta hemorragia,
Atacaba los nervios, se extendía
El morbo por los miembros, y cogía
Hasta las mismas partes genitales:
Y unos, temiendo la cercana muerte,  1780
Vivían por el hierro mutilados
De su virilidad; privados otros
De manos y de pies, quedaban vivos;
Y perdían, en fin, otros la vista:
Tan poderoso miedo de la muerte  1785
Cogió a estos infelices, y hubo algunos
Que perdieron del todo la memoria
Y aun a sí mismos no se conocían.
   Aunque en tierra yacían insepultos
Montones de cadáveres, las aves  1790
Y voraces cuadrúpedos huían
Su hedor intolerable, y no tardaban,
Si los probaban, en perder la vida:
Las aves, sin embargo, no salían
Impunemente por aquellos días,  1795
Ni dejaban las fieras alimañas
Las selvas por la noche; casi todas
Sucumbían al morbo y fenecían:
Principalmente los leales perros
En medio de las calles extendidos  1800
Enfermos daban el postrer aliento,
Que arrancaba el contagio de sus miembros.
Precipitadamente arrebataban
Sin pompa los cadáveres: no había
Allí un seguro y general remedio:  1805
La pócima que había prolongado
La vida a unos, a otros daba muerte.
   Pero allí lo más triste y deplorable
Era que algunos de estos infelices
Que se veían presa del contagio  1810
Se despechaban como criminales
Condenados a muerte, se abatían,
Veían siempre a par de sí la muerte,
Y en medio de terrores perecían.
Multiplicaba empero las exequias  1815
Principalmente el ávido contagio,
Que no cesaba ni un instante solo
De irse comunicando de uno en otro;
Porque aquéllos que huían las visitas
De dolientes amigos por codicia  1820
De la vida o por miedo de la muerte,
Víctimas insensibles perecían
Dentro de poco tiempo, abandonados,
Necesitados y menesterosos,
Como lanar ganado y como bueyes:  1825
Mas los que no temían presentarse
Al contagio y fatiga se rendían,
Viendo que el pundonor y tiernas quejas
De amigos moribundos precisaban
Entonces a llenar estos deberes.  1830
Porque el más virtuoso ciudadano
Acababa la vida con tal muerte:
Y después de enterrar la muchedumbre
De sus prendas más caras, se volvían,
Fatigados de llantos y gemidos,  1835
A encamarse, muriendo de tristeza:
Por fin, en estos tiempos de desastre
Muertos o moribundos, o infelices
Que los lloraban, sólo se veían.
Además, ya pastores y vaqueros  1840
Y el fuerte conductor del corvo arado
Enfermaban también, y los buscaba
La contagión dentro de sus cabañas,
Y allí los daban muerte inevitable
La pobreza y el morbo: se velan  1845
A veces los cadáveres tendidos
De los padres encima de los hijos,
Y los hijuelos el postrer aliento
Sobre padres y madres exhalaban.
El contagio en gran parte provenía  1850
De la gente del campo, que a millares
A la ciudad enfermos acudían:
Todos los sitios públicos y casas
Estaban llenos; por lo mismo entonces
Con más facilidad amontonaba  1855
Apiñados cadáveres la muerte.
Muchos de sed morían en las calles;
Y después de haber otros arrastrado
Hacia las fuentes públicas sus cuerpos,
Sin vida allí quedaban extendidos,  1860
Ahogados al sentir la gran dulzura
Que les causaba el agua que bebían:
Y las calles estaban ocupadas
De unos lánguidos cuerpos medio muertos
Hediondos y sucios y andrajosos,  1865
Cuyos miembros podridos se caían:
La piel sola tenían sobre el hueso,
En la que ya las úlceras y podre
Habían producido el mismo efecto
Que hace la sepultura en el cadáver.  1870
   La muerte, en fin, llenó de cuerpos muertos
Todos los templos santos de los dioses,
Y estaban de cadáveres sembrados
Todos los edificios de deidades;
Los hicieron posadas de finados  1875
Los sacristanes: importaba poco
La religión ya entonces y los dioses,
Porque el dolor presente era excesivo.
Y se olvidó este pueblo en sus entierros
De aquellas ceremonias tan antiguas  1880
Que en sacros funerales se observaban:
Andaba todo él sobresaltado,
Y en este general abatimiento
Cada cual enterraba a quien podía:
Y la necesidad y la indigencia  1885
Horrorosas violencias inspiraron;
Porque algunos gritando colocaban
A sus parientes en la pira ajena,
Y poniéndola fuego por debajo,
Con mucha sangre a veces pendenciaban  1890
Antes que los cadáveres soltasen.