21
N 3, 21, 2; p. 561 A. Para la denudatio en general, véase Osuna, Tercer Abecedario Espiritual, Tratado VI, capítulos 2 y 3; allí figura una impresionante ristra de sinónimos; complétese con H. Hatzfeld, pp. 85-86; J. Orcibal, pp. 38-40.
22
Respectivamente,
en De posteritati
Caini; Comentario a Juan, II, 28; y Vida de
Moisés; me remito a lo dicho en el capítulo I y
al trabajo de M. Diego. Se pregunta Louth en qué se
diferencia la oscuridad de estos Padres con la «noche»
de San Juan, para contestarse que «perhaps it is, but if so, what we have
here is... a difference of perspective... It his the contrast we
have noted already between St. John's more introspective,
experiential approach and the objective, theoretical character of
Patristic theology ... It is only a purified love that can attain
God -so Gregory [de Nisa]; it is only in being purified that the
loving soul is prepared for union with God- so St. John of the
Cross»
(p. 186). Según deduzco de
sus palabras, vale decir, a grandes rasgos, que la
purificación de los Padres se da in acto, mientras que la de San Juan de
la Cruz es in
fieri.
23
Cuya fuente es Hugo de San Víctor; véase PL, CLXXV, cols. 117 B-l 18 C yll39B-1142C.
24
Digo supuesta
porque «nada tiene de extraño que
una noche oscura resulte clara o iluminada por un acontecimiento
venturoso, o por la presencia del ser amado. Esto se da con
frecuencia en la poesía religiosa»
(D.
Ynduráin, ed. cit., pp.
206-207, donde ofrece bastantes paralelos, incluidos Garcilaso,
Cetina, Figueroa y otros).
25
Summa, I-II, q. 22, a. 3; q.
26, a. 3: «subiectum
charitatis non est appetitus sensitivus, sed appetitus
intellectivus, qui est voluntas»
; lo
comenta ampliamente -antes lo hemos visto- fray Luis de León
en la quaestio
de su De
chraritate a partir de la de Santo Tomás.
26
S 3, 16, 5;
p. 578 B, la cursiva es
mía; también las traía a colación el
carmelita en el «Prólogo» a
Subida-Noche, en ocasión de comentar las
dificultades con que van a encontrarse algunos principiantes; lo
repetía en el primer libro de la Subida (1, 13, 5)
y lo aplicaba a la purgación de la memoria: «imperfecciones siempre las hay si pone la
memoria en lo que vio, tocó, olió y gustó,
etc.; en lo cual se le ha de pegar alguna afección, ahora de
dolor, ahora de temor, ahora de odio, o de vana esperanza y vano
gozo y vanagloria, etc.»
(S 3, 3, 3).
27
Aunque recogido por más de un Padre oriental, como Orígenes, Selecta in Salmos (en PG, XII, 1085 b, etc.); Gregorio de Nisa, Vida de Moisés (II, XXII, 24), o incluso occidental, como San Ambrosio, De bono mortis (III, 10; V, 6, etc.); véanse K. Rahner, op. cit., pp. 126-128; A. Louth, pp. 84-85 y 102-103; P. Courcelle, Connais-toi toi-même. De Socrate à Saint Bernard, Études Augustiniennes-CNRS, París, 1975, 3 tomos, II, pp. 328-329 y 340.
28
Claro está
que hay que diferenciar «la
[escolástica] operación de la voluntad... y su
[aristotélico] sentimiento»
, como el propio San
Juan indica en la carta 13 (de 14 de abril de 1589, que
algún estudioso ha querido ver como borrador de la parte que
falta al comentario a la Subida): «por la operación [de la voluntad] se une
con Dios y se termina en Él, y no por el sentimiento o
aprehensión de su apetito que se asienta en el alma como fin
y remate»
(ed. cit., p. 375). Vale decir: el apetito, el
sentimiento nos mantiene en nosotros mismos; el amor, la
caritas, la
voluntad como operación nos lleva más allá de
nosotros mismos. Además, cualquier apetito, cualquier
«afición y gozo de las cosas» altera e inquieta
el alma; no así Dios, que, de la misma forma que no tiene
imagen o aprehensión distinta, tampoco es objeto de
ningún apetito, gusto o gozo concreto o distinto; ni, claro,
tampoco se le puede amar sub specie de ningún sentimiento
«natural».
29
C 8, 3, p. 724 A; véase también V. García de la Concha, Filología y mística: San Juan de la Cruz, «Llama de amor viva», discurso de ingreso en la RAE, RAE, Madrid, 1992.
30
Amores de Dios y el alma, ed. A. C. Vega, Madrid, 1956, p. 61.