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En 1929 el poeta Rafael Alberti publicó Sobre los Ángeles, libro delicioso donde encontramos una sorprendente galería de ángeles que rompen con la iconografía convencional: ángeles bélicos, ángeles de los números, el ángel sin suerte, el desengañado, el ceniciento, el presuroso, el envidioso, etc. Tres años antes de la publicación de este libro, el joven Borges se sorprendía de lo que él llamaba «el milagro de la supervivencia del ángel» con una reflexión que no queremos dejar de consignar: «La imaginación de los hombres ha figurado tandas de monstruos (tritones, hipogrifos, quimeras, serpientes de mar, diablos, dragones, lobizones, cíclopes, faunos, basiliscos, semidioses, leviatanes y otros que son caterva) y todos ellos han desaparecido, salvo los ángeles. ¿Qué verso de hoy se atrevería a mentar la fénix o a ser paseo de un centauro? Ninguno; pero a cualquier poesía, por moderna que sea, no le desplace ser nidal de ángeles y resplandecerse con ellos». («Historia de los ángeles», en: El tamaño de mi esperanza, 2.ª edición, Buenos Aires, Barral, 1993, p. 67. [La primera edición es de 1926]).

 

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Sobre el tema se pueden consultar, además del artículo de Marcone, los trabajos de Ildemar Chiampi («Realismo Maravilloso y Literatura Fantástica», en: Eco, n.º 2299, pp. 79-101; N. Sánchez («Lo real maravilloso americano o la americanización del surrealismo», en: Cuadernos Americanos, n.º 4, pp. 69-95) y Mario Vargas Llosa (García Márquez. Historia de un deicidio, Barcelona, Barral Editores, 1971).

 

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Nótese la oposición simbólica de actitudes en las respectivas contemplaciones: una está extasiada, la otra ejerciendo labores domésticas que podemos asociar -cómo no- con el lagrimeo artificial que produce la cebolla al ser cortada.