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Cuando hablo de la «realidad» en las novelas maduras de Pérez de Ayala lo hago en el sentido apuntado por el propio escritor: «La realidad artística -nos dice- es una realidad superior de la cual participamos con las facultades más altas del espíritu, sin exigir el parangón con la realidad que haya podido servirle de modelo o inspiración; antes al contrario, rehuimos ese parangón, que anularía la emoción estética y concluiría con la obra de arte o la reduciría a un tedioso pasatiempo». («La realidad artística», en Las máscaras, O. C., III, página 186.) En otro lugar, nos aclara: «La obra de arte como actividad humana se alimenta con elementos tomados necesariamente de la actualidad, pero no los elementos transitorios, sino ciertos otros elementos que, sin dejar de ser actuales, son constantes, permanentes. El problema doble, ínsito a la obra de arte, lo había denunciado ya, Platón, desentrañar lo uno en lo múltiple y la continuidad en el cambio» (Más divagaciones literarias, O. C., IV, pág. 1123).

 

432

J. J. Macklin, en su art. «Tradición literaria en La luz de domingo», Ínsula, núms. 404-405 (julio-agosto, 1980), pág. 6, ve como el tema común de las tres novelas la «búsqueda

frustrada de una realidad inasequible».

 

433

Pérez de Ayala tenía precisamente treinta y cinco años cuando escribió El sendero innumerable.

 

434

O. C., II, pág. 228.

 

435

Ibíd., pág. 593-594.

 

436

Ibíd., pág. 603.

 

437

Ibíd., pág. 605.

 

438

Ibíd., págs. 608-609.

 

439

Ibíd., pág. 609.

 

440

Ibíd., pág. 607.