Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoCapítulo LVIII

Del valle de Cañete


Prosiguiendo la costa adelante, a siete leguas andadas entramos en el valle ancho y fertilísimo, llamado Guarco, de los indios, y de nosotros Cañete, por un pueblo que en él se fundó llamado Cañete, de españoles, respecto del marqués de Cañete el viejo, de laudable memoria, que fue quien le mandó poblar; tiene puerto, aunque no muy seguro. Las tierras deste valle son muy apropiadas a trigo, maíz, y es cosa no acreedera lo que acude por hanega. Son bonísimos para viñas, olivares y para los demás árboles frutales y mantenimientos, así de la tierra como nuestros; no tiene   —149→   río que por medio del corra; riégase con dos acequias sacadas desde el tiempo de los Ingas, grandes, del río de Lunaguaná, y el agua es buena; es abundante de ganados nuestros y de crías de mulas muy buenas; aquí no hay uno ni algún indio natural; tiene una fortaleza que guarda el puerto fácilmente. El pan de aquí es de lo bueno del orbe, por lo cual ya es proverbio: en Cañete toma pan y vete, porque como no hay servicio de indios en el mesón y muy poco recado para los caminantes, no se puede parar mucho en el pueblo. Parte términos con este valle otro (yo lo he atravesado) de más de tres leguas de ancho y siete de largo, todo acequiado, de fertilísimo suelo, si lo hay en el mundo: el cual no se labra por se haber perdido una acequia, con que todo se regaba, que hizo sacar el Inga a los naturales, del río de Lunaguaná. Derrumbose un pedazo de una sierra sobre ella y cojó la toma, y nunca más se ha abierto, que si se abriese, sólo aqueste valle era poderoso a sustentar la ciudad de Los Reyes de trigo e maíz; y aunque algunos Virreyes han pretendido desmontar la toma, no se atreven por ser necesarios más de 50000 pesos. Yo conozco quien daba orden cómo se sacase el acequia, limpiase y desmontase, sin que a Su Majestad, ni a indio, ni a español le costase blanca, aunque se gastaran 100000 pesos, y era ésta que el Virrey, la renta de los indios que vacasen y se habían de encomendar en beneméritos, como su Majestad lo manda, que encomendase a los indios, pero que la renta de un año o dos la aplicase para esta obra, y desta suerte juntara la cantidad de plata necesaria, y al encomendero no   —150→   se le hiciera muy pesado, porque como había estado años sin encomienda, teniéndola ya cierta, y la posesión, de muy buena gana, la tomara, y dos años en breve se pasan, y cuando esto se quisiese moderar, para que el encomendero tuviese con qué comer, le diesen el tercio o cuarto de la renta; lo demás, se aplicase para la dicha acequia. Tratose este medio con el ilustrísimo señor arzobispo destos reinos, y pareciole bien; tratolo con don Martín Enríquez, a la sazón Visorrey, y aunque no le pareció mal, respondió que las mercedes que había de hacer en nombre de Su Majestad no las quería aguar con aquella carga, y fue respuesta de ánimo generoso, y correspondiente a la magnanimidad de nuestro católico rey, y así se quedó hasta hoy, y se quedará si este medio no se toma, porque no hay hombre a quien, aunque le den todo el valle por suyo, se atreva a gastar tanta plata, y desta suerte se desmontaba y abría la acequia, y sacada, cuando su Majestad quisiera vender aquellas tierras, sacara mucha más plata, lo cual es necesario hacerse, porque la gente se va multiplicando, y todos nos habemos de ocupar en cavar y arar, y que a los que se les hiciese merced, con esta carga la tomarían. Es cierto yo conocí un pretensor y benemérito en este reino que vacando un repartimiento lo pidió con esta condición: que por cinco años los tributos se cobrasen para Su Majestad, y pasados fuesen suyos; dióselo el conde de Nieva, pasáronse los cinco años y él vivió gozando su renta más de otros quince, y a muchos pareció disparate; pues con esta condición pidió estos indios, mejor los aceptara el que se los diera por   —151→   un año o dos con esta carga, y es así que, desde este tiempo acá, digo desde que se trató deste medio, han vacado muchos y muy buenos repartimientos, con que se hobiera sacado la acequia aunque se gastaran en ella ducientos mil pesos; a dicho de los oficiales no son necesarios 60000.

El valle de Lunaguaná, por donde pasa este río, dista un poco más la tierra adentro cuatro leguas deste valle; es angosto pero abundante de mucho y muy buen vino, y frutas nuestras y de la tierra; aquí se han conservado los indios un poco más que en los otros valles; con todo eso se van apocando.




ArribaAbajoCapítulo LIX

Del valle de Chincha


Síguesele a este valle de Lunaguaná el de Chincha a pocas leguas, muy ancho y espacioso, sino que le falta agua. Cuando los españoles entraron en este reino había en él 30000 indios tributarios; agora no hay seiscientos, y porque no tiene agua suficiente para que todos pudiesen labrar la tierra, el Inga, señor déstos los tenía repartidos desta suerte: los 10000 eran labradores, los diez mil pescadores, los 10000 mercaderes. Los pescadores no habían de labrar un palmo de tierra: con el pescado compraban todo lo que les era necesario para sustentar la vida. Los labradores no habían de entrar a pescar: con los mantenimientos compraban el pescado, y entre estos labradores había algunos   —152→   oficiales buenos plateros, y el día de hoy han quedado algunos. Los mercaderes tenían licencia de discurrir por este reino con sus mercadurías, que las principales eran mates para beber, muy pintados y tenidos en mucho, hasta la provincia de Chucuito, que en el Collao no se había de entremeter el uno en el oficio del otro, no debajo de menor pena que de la vida. Con este concierto se sustentaban en el valle tanta cantidad de indios varones con sus casas, que por lo menos, chicos e grandes, habían de ser más de 100000; el día de hoy no se hallan en él 600 indios casados, lo cual causa mucha compasión; la disminución han traído las borracheras; son dados mucho a ellas, las cuales les abrasan las entrañas; particularmente hacen la chicha de maíz entallecido, que es puro fuego, y no se contentan con ella, sino águanla con vino nuevo: añaden fuego a fuego, y borrachos caen en el suelo; pasa el fervor del sol por ello, calor en el cuerpo exterior; fuego en las entrañas, interior, háceselas ceniza; mueren los más súpitamente, y desta suerte se han acabado y consumido y los pocos que quedan se consumirán. Acuérdome que tratando con un Oidor de Su Majestad que se pusiese algún remedio y castigo en esto, respondió que no había leyes de emperadores, ni de los Virreyes de España, que a los borrachos diesen castigo, ni se señalase. Fundados los que gobiernan en esto, no se ha puesto remedio en cosa que tanto convenía, y es de tal manera el menoscabo de los indios en todos los valles de los Llanos, que de aquí a pocos años no habrá algunos, ni se caminará por ellos.

  —153→  

Los indios deste valle les ha cabido en suerte por la mayor parte religiosos nuestros varones muy esenciales que les doctrinasen, y entre ellos dos grandes siervos de nuestro Señor, y aun tres: el primero el maestro fray Diego de Santo Tomás, de quien habemos comenzado a tratar, que en este valle doctrinándolos gastó lo mejor de su vida con admirable ejemplo y obras y después fue primer obispo de los Charcas. El segundo fray Melchior de Los Reyes, varón, cierto, apostólico, gran siervo de Dios, libre de todo vicio, que es contrario a la predicación del Evangelio; paupérrimo, castísimo, abstinentísimo, varón de grandes partes. El tercero, el venerable fray Cristóbal de Castro, el cual, aunque no era tan docto como los dos referidos, no le hacían ventaja en religión y caridad para con los indios; todos tres grandes lenguas. A este padre fray Cristóbal, cuotidianamente, y aun hasta que murió el ilustrísimo fray Hierónimo de Loaysa, porque conocía la entereza de su vida, le ocupaba en visitar todo su arzobispado, por lo cual los indios le llamaban el hermano del señor arzobispo; todos tres acabaron loablemente. Otros religiosos han tenido los indios deste valle, pero no de tanto nombre. Pero paréceme se puede argüir diciendo: si estos indios tuvieron religiosos tan esenciales, ¿cómo se hizo tan poco fruto en ellos? a esto responderé dos cosas: la primera, que estos indios y todos los demás reciben muy mal las cosas de la fe, y esto por sus pecados y por los nuestros, y como es gente que se ha de gobernar, con mucho castigo, faltándoles el gobierno del Inga, que por muy leves cosas mataba a los delincuentes e inocentes,   —154→   gobernándolos como a hombres de razón y políticos, no viendo el castigo, no acudían sino cual o cual cosa de virtud; y para confirmar esto diré lo que pasó al padre maestro fray Domingo de Santo Tomás en la ciudad de Los Reyes. Este padre maestro, siendo provincial fue a España a un capítulo nuestro general, donde todos los provinciales se habían de hallar; volvió; llegado a nuestro convento de Los Reyes viniéronle a ver muchos indios de los de Chincha, de los principales. A uno dellos preguntole la doctrina; no la supo, o no quiso responder; díjole el padre maestro: Pues cómo, ¿no te enseñé yo la doctrina cristiana, y la sabías muy bien? respondió el indio: Padre, enseñándosela a mi hijo se me ha olvidado. He dicho esto para que se vea la calidad desta gente.

Lo otro es lo que acabé de decir, que como les faltó el rigor y castigo del Inga, facilísimamente se vuelven a sus malas costumbres y inclinaciones, y borracheras, y no hay otro Dios sino su vientre, y mientras no se les castigare con mucho rigor, no se espere enmienda, sino su total disminución y destruición, y lo mismo, aunque no tanto, en los indios de la Sierra.

Los indios, particularmente los señores, eran riquísimos de oro, y los que agora son señores, creo lo son: tiénenlo enterrado, y hay en este valle muchas guacas en algunas de las cuales españoles han cavado, mas han sacado dellos tierra y plata de la bolsa. Cuando andaba la grita dellas, como arriba dijimos, un curaca, el principal deste valle Chincha, dijo al padre fray Cristóbal de Castro   —155→   (teníanle en gran veneración por su cristiandad y ejemplo), que si quería, le daría tanto oro y plata que cargase un navío; el buen religioso díjole: un hábito roto me basta, sácalo para ti y para tus hijos, que eso es vuestro, e yo no lo truje de Castilla, ni me es necesario; y por importunación del curaca no quiso recibir más de mi cáliz de oro para la iglesia, el cual tiene hoy, y es el primero, que vi en este reino, bastante argumento de su ninguna cobdicia; si lo sacaron o no, no lo sé; lo más cierto es hasta hoy estar enterrado y oculto. A cinco o seis leguas llegamos al valle de Yumay, de las mismas calidades del de Chincha, no tan espacioso; no fue tan poblado, y en él hay muy pocos naturales; pasa por él un río caudaloso, que pocas veces se vadea.




ArribaAbajoCapítulo LX

Del valle de Pisco


Seis leguas adelante llegamos al valle de Pisco, ancho y espacioso, con puerto y agua bastante, sacada en acequias del río de Yumay; fue poblado de muchos indios; hanse consumido como los demás de los Llanos y por las mismas razones. Es abundante de todo mantenimiento y de muchas heredades, donde ya casi está fundado un pueblo de españoles; abunda también en pescado; entre este valle y el Ica puso Dios aquellas hoyas que llamamos de Villacori, muy mayores que las que dijimos   —156→   haber en Chilca, donde se da mucho vino, granada, membrillo, higos, melones y demás fruta, sin riego alguno, ni del cielo ni de la tierra; hay en estas hoyas algunos jagüeyes de agua razonable, porque por la mayor parte es salobre; vemos aquí hoyas donde se plantan 4000 cepas, y es cosa de admiración que en medio de unos médanos de arena muerta pusiese Dios estas hoyas tan fértiles. En estos arenales de Villacuri desbarató el tirano Francisco Hernández Girón al capitán Lone Martin, y es fama algunas noches oírse pífanos y atambores y grita de batalla, tropel de caballos con cascabeles, que pone no poca grima.

Por estos arenales no se puede caminar sin guía yendo23 o viniendo a Ica y de noche, por los muchos calores, y los indios de guía, oyendo estas gritas y voces animan a los españoles, diciéndoles que el demonio por espantarlos causa aquellos temores.




ArribaAbajoCapítulo LXI

Del valle de Ica


Otras seis leguas dista el valle anchísimo y largo de Ica, doce leguas de la costa de la mar, pobladísimo de muchos algarrobos muy gruesos, con un río no muy grande, con muy buena agua, y fuera mucho mayor si no se trasminara por todo el valle; por lo cual las heredades que hay en este valle,   —157→   muchas y muy buenas, de viñas y demás mantenimientos, no tienen necesidad de mucho riego. El vino, que aquí se hace alguno, es muy bueno, de donde, porque en el mesón del pueblo no hay tanto recaudo para los caminantes, ya es común sentencia: En Ica, hinche la bota y pica. Fundose aquí un pueblo de españoles; algunos dellos son ricos de viñas y chácaras, sus casas llenas de todo mantenimiento. Era valle de muchos indios; agora no hay sino dos o tres pueblos dellos; vanse consumiendo como los demás destos Llanos y por las mismas razones.

Todos los Llanos y la tierra que se habita desde las vertientes de la sierra y cordillera nevada, hasta lo último del reino de Chile, es grandemente combatida de temblores de tierra, y este valle lo es mucho; ya dos veces lo ha derribado un temblor de tierra, y la iglesia del convento de San Francisco, que era buena, dos veces ha dado con ella en el suelo, lo cual desanima mucho para que aquel pueblo no pase muy adelante.




ArribaAbajoCapítulo LXII

Del valle de Guayuri


De aquí al vallecillo de Guayuri se ponen quince leguas de despoblado y sin agua; a las cinco leguas, a la salida del valle de Ica, solía haber un jagüey y una ventilla; cegolo un temblor y despoblose la venta. Guayuri es muy angosto, de poca   —158→   agua, pero buena; plantáronse en él solas dos viñas; no hay espacio para más; la una de 500 cepas y la otra de 1.500; cargan tanta uva y dellas se saca tanto vino, que si no se ve no se puede creer; de las 500 se cogen 1.500 botijas de vino, y de las otras, 4000; fuera desto, danse muy bien nuestros árboles fructales, grandes membrillos, higos y melones y otras legumbres. El vino es el mejor de todo el reino.




ArribaAbajoCapítulo LXIII

Del valle de la Nasca


Saliendo deste vallecillo, a nueve leguas adelante, entramos en el gran valle de la Nasca, muy ancho y largo; fue muy poblado de indios; agora le faltan, por las causas arriba dichas; es fértil, como los demás destos Llanos, de vino y demás cosas. El cacique dél fue siempre tenido en mucho de los indios y de los españoles.

Por este valle y el de Chincha, así por la multitud de los indios como por la fertilidad, cuando alguno de los antiguos pretensores, por sus servicios, quería encarecerlos, decía: Chincha o Nasca o nada, lo cual ha quedado como en proverbio. Es falto de agua, al invierno, que es el tiempo que en la Sierra no llueve, y acá el de las garúas; pero al verano, que es el tiempo de las aguas en la Sierra, es río grande y aun peligroso. Hame sucedido llegar a este valle en tiempo que en la madre del río no se hallaba una gota de agua, y un solo día   —159→   que allí holgué, a otro pasé el río por tres brazos; aprovéchanse los indios, para el tiempo de la seca, de pozas hechas a mano, a trechos, y en lugares altos, como estanques grandes de agua, de las cuales sacan acequias para comenzar a sembrar y sustentarse dellas hasta que viene el río; dista de la mar más de catorce leguas, todas arenales y sin aguas. Con todo eso en carretas llevan el vino al puerto, que es seguro.




ArribaAbajoCapítulo LXIV

De otros valles siguientes


Quince leguas se ponen desde este valle a Acari, de despoblado, grandes arenales y sin agua, si no es en una pequeña quebradilla, muy angosta, a las siete leguas, de muy poca agua, gruesa y cenagosa. Es Acari buen valle y de las calidades de los demás; había en él muchos indios; hanse consumido, como los de los otros valles y por las mismas causas. Desde donde a Ariquipa (que dijimos ser casi sierra) hay catorce leguas de despoblado, sin agua y arenoso; luego se sigue el valle de Atico, estrecho y no tan abundante como los demás. Luego el de Ocaña, angosto, pero de buenas fructas y viñas y abundante de maíz. Los indios son pocos y se van disminuyendo.



  —160→  

ArribaAbajoCapítulo LXV

Del valle [de] Camaná


Síguese a éste, ocho leguas adelante, el valle de Camaná, de las mismas calidades de los pasados, donde se fundó un pueblo de españoles; su trato es vino, pasa, higo, de lo bueno deste reino; es abundante de pescado; el puerto es playa; pasa por él un río grande que pocas veces se deja vadear. El año de 604, víspera de Santa Catalina mártir, lo destruyó casi todo un temblor de tierra. Desde aquí a Arica y aun hasta Chile, ya fenecieron los valles grandes y fértiles y se siguen vallecillos angostos y no de las calidades de los pasados; por eso haremos dellos poca memoria. Desde aquí nos comenzamos a meter la tierra adentro, caminando para la ciudad de Arequipa, distante dél veintidós leguas y más, en las cuales hay dos valles, uno llamado Ciguas, de muy buena agua y mejor vino; ya casi sin indios, por se haber consumido, como habemos de los demás referido. Cinco leguas adelante entramos en el valle llamado Víctor; éste es más ancho y donde los más de los vecinos de Arequipa tienen sus heredades; cogen mucho vino y muy bueno, que se lleva al Cuzco, 65 leguas, y a Potosí, más de 140, y se provee todo el Collao.

Esta ciudad fue los años pasados de mucha contractación, hasta que don Francisco de Toledo, visorrey   —161→   destos reinos, le quitó el puerto y lo pasó a Arica; digo mandó que todas las mercaderías que se desembarcaban en el puerto de Arequipa para Potosí se desembarcasen en el puerto de Arica, por lo cual la contractación ha cesado, porque no llega allí navío, sino el que forzosamente va fletado para el puerto de aquella ciudad, con mercaderías para ella misma o con algún balumen, hierro, jabón, aceite y otras cosas así llamadas, para el Cusco, de donde se lleva por tierra con carneros. Los navíos surgen más de una legua en el mar, lejos de la Caleta, donde se embarcan y desembarcan, que dista de la ciudad diez y ocho leguas no de muy buen camino y faltísimo de agua, y es cosa de admiración que con surgir tan en la mar, en aquel paraje, nunca hay tormenta ni los navíos han garrado, y aunque es así que en el tiempo del ivierno, que es en el de las garúas, anda la mar tan brava, que no se puede entrar ni salir de la Caleta, la mar donde el navío tiene echadas sus anclas no se alborota.

Después de entrado el batel en la Caleta, la mar es llanísima, y, es tan angosta que se recogen los marineros los remos de una parte y otra porque no se hagan pedazos con las peñas, hasta que se abre un poco más, y así llegan a tierra o salen a lo ancho; pero en cualquier tiempo es peligroso entrar o salir della si los marineros no bogan con mucha fuerza. Tiénese este cuidado en comenzando a entrar en lo peligroso: que viendo venir la ola de tumbo, antes que quiebre se dan mucha priesa a bogar, porque la ola no quiebre en el batel, porque si en él quiebra, lo aniega y se pierde sin remedio.   —162→   Conocí en este puerto un hombre extranjero, residente en él, el cual tenía ya tanta experiencia y conocimiento cuándo se podía desembarcar y vertir a tierra, que en surgiendo el navío levantaba una banderilla blanca, y si no, los marineros no venían hasta verla. Empero en cualquier tiempo, como sean aguas vivas, por tres días antes y tres después es muy peligroso desembarcar. Tiene este asiento poca agua; una fuentecilla hay en él, que para deshacer la piedra de los riñones es muy aprobada. Es combatido de muchos temblores de tierra, y lo que más admira, que la mar también tiembla.




ArribaAbajoCapítulo LXVI

De la ciudad de Arequipa


Volviendo a la ciudad de Arequipa, es del mejor temple deste reino, por estar fundada a la falda de la sierra, de buen cielo, aunque un poco seco; dentro del pueblo se dan muchas uvas, y todas las frutas nuestras, el particular peras no mayores que cermeñas; son malsanas; en conserva son buenas: El agua del río es malsana por ser crudia; desciende de la tierra, y pasa por lugares salitrosos. Fundose al pie de un volcán llamado de Arequipa, a cuya causa, y por ser la tierra cavernosa, es combatida por frecuentes terremotos, y tantos, que acaesce, tres o cuatro veces temblar al día, otras tantas a la noche, unas veces con más violencia que otras. Los años pasados, gobernando don Francisco   —163→   de Toledo, sucedió uno, y tal que arruinó toda la ciudad; a nuestro convento echó todo por el suelo, sin quedar celda donde se pudiese vivir, ni donde poder decir misa; las casas que no cayeron quedaron peores que si totalmente dieran consigo en el suelo. Hase tornado a edificar, aunque mal; es faltísimo de madera para edificios. Cuotidianamente la puesta del Sol es muy apacible por la diversidad de arreboles en los celajes a la parte del Poniente. Comiénzanse a plantar olivares, y son bonísimas las aceitunas; es abundante de pan, vino y carnes y demás mantenimientos, y todo de riesgo; llueve poco y no con mucha tempestad.

Los indios deste asiento, que son en cantidad, usan del trébol en lugar de estiércol, con lo cual los maíces crecen y multiplican mucho; siémbranlo de propósito, y maduro lo cogen y entierran en la tierra que han de sembrar; fertilízala mucho, en lo cual nosotros no habemos advertido, y la razón lo dice: porque el trébol es calidísimo; y antes, aunque sus chácaras estercolaban con otras cosas, no eran tan fértiles; críanse gran cantidad de pájaros dañosísimos al trigo ya granado; el enemigo es muchos muchachos con voces y hondas ojearlos, y no aprovecha tanto como quisiéramos. Porque no haya cosa sin alguacil, si no fuera tan combatida de temblores hobiera crecido mucho. Sustenta cinco conventos: Santo Domingo, San Francisco, San Augustín, la Merced; los Teatinos, que aunque llegaron tarde, tienen el mejor puesto. Los vecinos viejos eran ricos; sus hijos son pobres, porque no siguen la prudencia de sus padres, y los nietos de los conquistadores y vecinos serán paupérrimos.   —164→   El año de 604 otro temblor lo destruyó; el mismo que a Camaná.




ArribaAbajoCapítulo LXVII

Del puerto Arica


Desde esta ciudad al puerto, o por mejor decir playa de Arica, hay más de cuarenta leguas, en el camino de las cuales hay algunos valles angostos, donde se dan las cosas que en los demás, pero no en tanta abundancia, por ser estrechos; viven en ellos algunos españoles que allí tienen sus haciendas, donde como mejor pueden pasan su trabajo. La Playa de Arica es muy grande y muy conocida por un morro (así lo llaman los marineros) blanco, que desde muchas leguas en la mar se parece. Es blanco por respeto de los muchos pájaros que en él vienen a dormir, cuyo estiércol le ha vuelto tal. Es valle muy angosto, y de poca agua, y no muy buena. En la misma playa, junto al cerro, cuando es baja mar, y baja poco, se muestran dos o tres manantiales de agua dulce y buena, y en creciendo la mar los cubre; han sido para poco los corregidores en no haber hecho cavar y limpiar un poco más arriba a donde la marca no llega: hobieran descubierto aquellas fuentes y tuviera el pueblo buen agua. Desta playa hizo don Francisco de Toledo, siendo Virrey, puerto (como arriba dijimos) para las mercaderías y azogue (que va a Potosí; la ocasión que tuvo para quitar la contratación   —165→   de Arequipa y pasarla a Arica fue acrecentar los derechos a Su Majestad de las ganancias de los mercaderes, diciendo que, aunque ya los hobiesen pagado en Lima, porque las mercaderías las sacaban de un puerto a otro, habían de pagar los de las ganancias; hacia este reino tres: el de Los Reyes por todo el distrito de las apelaciones para el Audiencia: el de las Charcas por el suyo, y el de Quito por el suyo; y porque si en Arequipa, que es distrito de la Audiencia de Los Reyes, se desembarcaran las mercaderías de las ganancias, por ser dentro de un mismo reino, no se debían derechos (creo son dos y medio por ciento), pasó la contratación a Arica, y puso allí Casa Real y oficiales. Los mercaderes fuéronse a la Audiencia de Los Reyes por vía de agravio, trujeron pleito con el Rey; condenáronle por dos sentencias, declarando la Audiencia no deber derechos, teniendo por todo un reino y sólo de Quito a todo el distrito de los Charcas; sacaron los mercaderes su ejecutoria, notificáronla a los oficiales reales (y en ella como presidente firmó el Virrey don Francisco de Toledo), los cuales escriben al Virrey la notificación, y que allí viene su firma si han de cobrar o no; respondioles que cobre de las ganancias los derechos señalados, y que si allí firmó fue como presidente, que lo demás mandaba como gobernador, y así se ha quedado hasta hoy y se cobran los derechos como se impusieron. Por esta razón se ha poblado aquesta playa y es frecuentada de navíos que llevan allí las mercaderías y los azogues de Su Majestad para Potosí.

Reside allí el corregidor cuotidianamente y es   —166→   necesario, porque en este pueblo (helo visto tres veces) viven de todas las naciones que sabemos; aquí hay griegos, frisones24, flamencos, y ojalá no hobiese entre ellos algunos ingleses y alemanes, luteranos encubiertos, y siendo como es escala donde los navíos que vienen de Chile paran, y los luteranos, que desde el año de 78 acá han entrado, que han sido tres piratas ingleses, han venido a reconocer y han surgido en él, ¿cómo dejan vivir allí tanto extranjero? hay más de 150 hombres, y no creo son los cuarenta meros españoles, esto ya es tratar de gobierno; cesemos, porque acá se recibe mal.

No se puede desembarcar en él si no es en una caletilla donde no pueden entrar ni salir dos bateles juntos, sino uno a uno, y es necesario saber la entrada por unos peñascos que a una y otra mano tiene, en los cuales asentándose los bateles fácilmente se trastornan. Los navíos surgen más de tres cuartos de legua desta caletilla. Vemos en él una cosa admirable: que ningún navío puede llegar al surgidero, si no es de medio día para abajo, hasta las cinco de la tarde, porque en todo tiempo la marea del aire comienza a las nueve de la mañana, y cuando son las cinco ya ha cesado. Puesta una atalaya sobre este morro, como ya la hay, descubre más de diez leguas de mar, por una parte y por otra, y antes que llegue cualquier vela al puerto, de más de seis leguas ya le ha descubierto, por lo cual de noche pueden dormir segurísimos que enemigo no entrará en él; hay en él cuatro o cinco   —167→   piezas gruesas de artillería muy buena, que alcanzan una legua y más, bastante para defender la entrada al enemigo. Tres leguas el valle arriba se dan muchas uvas y buen vino y frutas de las nuestras muy buenas. El trigo, maíz y harina se trae de fuera parte, y por esto sale caro. Al tiempo del verano es abundante de pescado, y bueno. Es muy enfermo; siempre hobo en él pocos indios; agora no creo hay seis.




ArribaAbajoCapítulo LXVIII

De los demás valles hasta Copiapó


Desde aquí se va prolongando la costa derecha al Sur, con algunos valles angostos en ella, y despoblados, de quince y más leguas; el camino, arenales, y pasadas creo sesenta leguas, luego se entra en el valle de Atarapacá; éste solía ser muy buen repartimiento y rico de minas de plata, de donde se camina por un despoblado de ochenta leguas hasta Atacama, por el cual sin guía no se puede caminar. Los indios de Atacama han estado hasta agora medio de paz y medio de guerra; son muy belicosos, y no sufren los malos tratamientos que algunos hombres hacen a los de acá del Perú; no dan más tributo de lo que quieren y cuando quieren. Al tiempo que esto escribo dicen se ha domado un poco más. Es fama ver en su tierra minas de oro riquísimas, y a su encomendero, que es vecino de Los Charcas, Juan Velázquez Altamirano,   —168→   a quien han tenido mucho amor, dos o tres veces le han inviado a llamar para descubrirse; las más en llegando allá se arrepienten, y no se les puede apremiar; esto el mismo encomendero me lo dijo.

Desde aquí se entra luego en el gran despoblado de 120 leguas que hay de aquí a Copiapó, que es el primer repartimiento del reino de Chile; el camino es de arena no muy muerta, y en partes tierra tiesa, en este trecho de tierra hay algunas caletillas con poca agua salobre, donde se han recogido y huido algunos indios pescadores, pobres y casi desnudos; los vestidos son de pieles de lobos marinos, y en muchas partes desta costa beben sangre destos lobos a falta de agua; no alcanzan un grano de maíz, no lo tienen; su comida sola es pescado y marisco. Llaman a estos indios Camanchacas, porque los rostros y cueros de sus cuerpos se les han vuelto como una costra colorada, durísimos; dicen les previene de la sangre que beben de los lobos marinos, y por esta color son conocidísimos.

Volviendo al camino, unas veces es por la playa, otras a tres, cuatro y seis leguas y más la tierra adentro, a causa de los muchos peñascos que hay en la costa, a donde proveyó Nuestro Señor, sus jornadas de seis y siete leguas y la que más de ocho, de vallecillos muy angostos, con agua no muy buena y leña delgada y alguna yerba; no es camino que sufre mucha compañía ni de hombres ni de caballos; camínanse estas 120 leguas de Atacama a Copiapó en veinte días, dos más o menos, si las nieves no lo impiden, porque en algunas partes se mete el camino hacia la cordillera, donde   —169→   por junio, julio y agosto suele nevar; el matalotaje de los caminantes es biscocho, queso y tocino; los indios de guía, que son dos, se pagan primero que se pongan en camino, doce pesos a cada uno; llevan galgos y porque no se les despeen, con sus zapatillas, con las cuales cazan venados y guanacos, y son tan diestros en esto, que como lo columbren es cierto le han de cazar; desta carne, que es buena, se sustentan.

Este camino pocas veces se anda, porque si no es algún desesperado o fugitivo homiciano no se pone a tanto trabajo.

Caminando por aquí se llega a un río que en la lengua de los indios se llama Anchallullac, que quiere decir río gran mentiroso, porque verémosle correr particularmente a la tarde y parte de la noche, y si luego no se toma el agua necesaria y da de beber a los caballos, dende a poco rato no hay gota de agua, y no es río pequeño.

La causa es que con el calor del sol se derriten las nieves de la cordillera Nevada, y corre el agua a la tarde y parte de la noche, y cuando resfría a la noche cesa la corriente; por lo cual los que piensan a la mañana hallar agua, hállense burlados y la madre del río seca. Hay otro río, que como viene corriendo el agua se va cuajando en sal. Por esta parte se mete mucho la mar hacia la cordillera, y en los tres meses dichos hace mucho frío y suelen caer nieves.

Los indios, pocos que habitan en las caletillas desta costa desde Arica a Copiapó, que es el primer pueblo del reino de Chile, salen a pescar en balsas de cueros de lobos marinos llenos de viento;   —170→   cósenlos tan fuertemente que no les puede entrar gota de agua; la costura está para arriba y el ombligo en medio de la balsilla, en el cual cosen una tripilla de dos palmos de largo, por donde la hinchan, y luego la revuelven o tuercen y enroscan. Cuando sienten que la balsilla está floja, desenroscan la tripilla y tornan a hinchar su balsa, usando de canaletes por remos, y no sufre cada balsilla, sino una persona; la que sufre dos es muy grande; entran la mar adentro, en ellas, seis leguas y más.

En medio deste gran despoblado de Atacama a Copiapó hay un cerro muy conocido, llamado morro Moreno de los marineros, al cual llegando por tierra parece ser el que divide los términos del Pirú de los de Chile, y comenzar los de Chile, otra nueva región.

Aquí casi fenecen los arenales y la tierra es ya dura, pero inhabitable por ser muy seca, sin aguas de leña, más de la que habemos dicho; desde este morro comienzan a ventar a su tiempo los Nortes, que es de mediado abril hasta noviembre, unas veces un poco más temprano, otras más tarde, y en este tiempo, no cada día, sino a veces, porque el Sur es el que más reina, y desde Payta hasta este morro en la mar, a lo menos en la costa, muchas, y la mar adentro no alcanzan Nortes.

En la sierra del Perú corren y muy recios desde este morro ya vientan, y mientras más nos vamos llegando al polo Antártico, más vehementes. Como diremos tractando del reino de Chile, sucede una cosa, cuya causa no se alcanza, y la he visto dos veces que de Chile por mar he bajado a la ciudad de Los Reyes, y es: que en llegando   —171→   al paraje del morro Moreno, el vino que de Chile se saca, aunque sea añejo, lo hay muy bueno, da vuelta y se pone turbio y de tal sabor que no se puede beber, y desta manera persevera más de seis meses; después vuelve a su natural.

Esto, a los que no lo han experimentado les parecerá fábula; no lo es, sino que es mera verdad. Por lo cual, aunque los navíos se hallen con alta mar, viendo vuelto el vino, conocen llegar al paraje de morro Moreno, y luego poco a poco van declinando a tierra, si han de hacer escala en Arica.

Este viaje por mar del puerto del Callao a Chile, agora veinte años, solía ser muy tardío, porque no hacían cada día más que dar un bordo a la mar, otro a la tierra y surgir en la costa, y así están toda la noche, a cuya causa tardaban un año y más en llegar a Chile; conocí en aquel reino un español, que embarcándose sus padres, para aquel reino, se engendró y nació en la mar y tornó su madre a se hacer otra vez preñada, y no habían llegado al puerto de Coquimbo; agora se navega en veinticinco días y a lo más largo treinta, porque en saliendo el navío del puerto del Callao se arrimarán el bordo a la mar quince días y más, y luego vuelven sobre la tierra otros tantos, y se hallan en el puerto, algunas veces adelante del puerto en cuya demanda navegan. La primera vez que fuí a Chile, agora 27 años, no tardamos en llegar al puerto de Coquimbo más que veintidós días en solo dos bordos, que fue el mejor y más breve que se ha hecho; y esto cuanto a la descripción25 de la   —172→   costa del Pirú desde Puerto Viejo a Copiapó, en toda la cual costa hay muy pocos puertos, y esos no muy seguros, que es la fuerza, destos reinos. Agora volvamos a las ciudades deste nuestro Perú por el camino de la Sierra, y luego trataremos de la calidad de los indios della y sus costumbres.




ArribaAbajoCapítulo LXIX

De la ciudad de Quito


La ciudad de Quito es pueblo grande, cabeza de Obispado, y donde reside una Audiencia real; su comarca es fértil, así de trigo como de maíz y demás mantenimientos de la tierra y nuestros, abundantísima de todo género de ganados mayores o menores; dista de la línea Equinocial un tercio de grado, y con distar tan poco es muy fría y destemplada, lluviosa, que casi todos los meses poco o mucho llueve, y a su tiempo, que es desde diciembre a abril, es de muchas aguas, muchos truenos y rayos; oí decir a los conquistadores, que cuando venían conquistando la tierra desde Riobamba a Quito, que son veinticinco leguas, mataban los caballos y se metían dentro para guarecerse del frío, porque, desde Guayaquil se subieron a la sierra, a donde hay páramos bastantemente fríos y destemplados; agora parece se han moderado los tiempos.

Fundaron la ciudad entre cuatro cerros; los de la parte del Septentrión son altos, los otros pequeños;   —173→   dentro del mismo pueblo se da maíz y legumbres, muchas y muy buenas, duraznos, membrillos y manzanas, que no se pensó tal se dieran en ella.

Hase augmentado mucho esta ciudad; reside en ella la Audiencia real; tiene muchos indios en su comarca, y las tierras muy abundantes, los campos llenos de ganados mayores y menores, de donde basta la ciudad de Los Reyes, que son más de trescientas leguas, traen ganado vacuno, y aun carneros.

Lo que han multiplicado yeguas y caballos parece no creedero. Hay fundados en esta ciudad conventos de todas órdenes y un monasterio de monjas.

Nuestros religiosos tienen provincial por sí, y los del glorioso San Francisco, divididos desta provincia del Perú; los padres de San Agustín y Teatinos subjetos a los provinciales de los Reyes.   —174→   El convento seráfico de San Francisco fue el primero, y la ciudad se fundó en día de San Francisco de Quito. Esta sagrada religión, como más antigua, comenzó a doctrinar los naturales con mucha religión y cristiandad, donde yo conocí a algunos religiosos tales, y entre ellos al padre fray Francisco de Morales, fray Jodoco y fray Pedro Pintor. El sitio del convento es muy grande, con una plaza de una cuadra delante dél, a donde encorporado con el convento tenían agora cuarenta y cuatro años un colegio, así lo llamaban, do enseñaban la doctrina a muchos indios de diferentes repartimientos porque a la sazón no había tantos sacerdotes que en ellos pudiesen residir como agora; además de les enseñar la doctrina les enseñaban también a leer, escribir, cantar y tañer flautas; en este tiempo las voces de los muchachos indios, mestizos, y aun españoles, eran bonísimas; particularmente eran tiples admirables.

Conocí en este colegio un muchacho indio llamado Juan, y por ser bermejo de su nacimiento le llamaban Juan Bermejo, que podía ser tiple en la capilla del Sumo Pontífice; este muchacho salió tan diestro en el canto de órgano, flauta y tecla, que ya hombre lo sacaron para la iglesia mayor, donde sirve de maeso de capilla y organista; deste he oído decir (dese fe a los autores) que llegando a sus manos las obras de Guerrero, de canto de Órgano, maeso de capilla de Sevilla, famoso en nuestros tiempos, le enmendó algunas consonancias, las cuales venidas a manos de Guerrero conoció su falta. Esto no lo decimos sino por cosa rara, y porque no ha habido otro indio semejante en estos reinos.

Combaten a esta ciudad, y toda su comarca, grandes y violentos temblores de tierra, a causa de que la ciudad a la parte del Septentrión tiene uno o dos volcanes, y el uno dellos que casi siempre humea; toda aquella provincia tiene muchos, tantos, que en lo restante del Perú no se ven sino cual o cual allí a cada paso. Los años pasados, debe hacer 23 ó 24, salió tanta ceniza deste volcán cercano a la ciudad, que por algunos días no se vía al sol, y el pueblo, campos y pastos llenos de ceniza, por lo cual todos los ganados se venían a la ciudad a buscar comida bramando. Hiciéronse procesiones y de sangre; fue Nuestro Señor servido proveer de algunos aguaceros que limpiaron la ceniza,   —175→   y se descubrió la yerba para el ganado. En este tiempo la ciudad era combatida de frecuentes temblores y muy recios, de tal manera que pensaban ser las señales últimas del día del Juicio; reventó este volcán, y declinó a la mar del Sur; arruinó algunos pueblos de indios y se los llevó el agua que salió dél, y porque por esta parte del Septentrión no dista muchas leguas el volcán, de la mar del Sur, hacia el paraje de Puerto Viejo, bahía de Caraques y de San Mateo, alcanzó parte desta ceniza, que el viento la llevaba, y en alta mar en el mismo paraje los navíos que en aquella sazón navegaban viniendo de Panamá a estos reinos, veían la claridad de la lumbre del volcán.

Oí decir a persona fidedigna que entonces se halló en Quito, que salieron muchas personas, y entre ellas ésta, a ver una laguna junto al volcán, que ardía como si fuera de tea.

El edificio de la iglesia mayor es de adobe, la cubierta de madera muy bien labrada; labrola un religioso nuestro, fraile lego, de los buenos oficiales que había en España. En medio de la plaza hay labrada una fuente muy buena y de muy buena agua, y en la plaza de San Francisco otra; las casas para sus huertas no tienen necesidad de acequias; el cielo les da abundantes pluvias, y a las veces no querrían tantas.



  —176→  

ArribaAbajoCapítulo LXX

De la provincia de los quijos


A la parte del sur desta ciudad demora la provincia llamada de los quijos, o por otro nombre de la Canela, por se hallar en ella y de allí se trae ya por estas partes tan buena y mejor que la que viene de la India, porque, como más fresca, pica y quema más. Hay en esta provincia tres ciudades de españoles; es tierra cálida y lluviosa, y en ella un río muy grande; los indios no son tan bien agestados como los de por acá; es gente pobre; los años pasados, gobernando don Francisco de Toledo, al fin de su gobierno se quisieron alzar y lo hicieron; mataron algunos españoles, y creo dos religiosos nuestros; estaban concertados con los de Quito, y si no se descubriera el alzamiento en Quito, fuera el daño muy mucho mayor, y cómo en Quito se descubrió fue desta manera: para el servicio de las ciudades hay señalados indios que se reparten finitos en número como jornaleros, porque sin esto no se podrían sustentar las ciudades; señálaseles por cada día un tanto por su trabajo, que se les paga infaliblemente; estos indios repártense por los repartimientos, rata por cantidad, y vienen a sus tiempos algunos curacas de los menos principales, a los cuales si algunos de los indios jornaleros faltan, o se huyen (no los pueden tener atados), les echan los corregidores o alcaldes   —177→   en la cárcel, y veces azotan y trasquilan (si es bien hecho o mal esto, no me entremeto en ello); sucedió que a uno destos curacas le faltaron o se le huyeron parte de los que había de dar, la justicia enviole a llamar con un indio lengua; trújole; el pobre curaca veníase afligiendo, temiendo los azotes y cárcel el indio lengua, que le llevaba preso y sabía del alzamiento, consolole diciendo: No tengas pena, que para tal día nos habemos de alzar y matar todos estos españoles y quedaremos libres, y los quijos han de hacer lo mismo; sucedió (Nuestro Señor lo ordenó así) que iban en pos de los indios acaso dos españoles, a los cuales no vieron los indios; oyeron y entendieron lo que el indio lengua dijo; callaron su boca y fueron siguiendo los indios; llegados delante de la justicia, declararon lo que oyeron; la justicia prende al indio, pónele a cuestión de tormento, declaró la verdad, y los conjurados; hicieron26 justicia de algunos; a los quijos no pudieron avisar por ser corto el tiempo. Los quijos, no sabiendo lo que pasaba en Quito, y entendiendo que no faltarían, alzáronse al día señalado, y hicieron el daño que habemos dicho. Pero castigáronlos, y el día de hoy sirven pacíficos como antes.



  —178→  

ArribaAbajoCapítulo LXXI

De Ríobamba y Tumibamba


Saliendo de la ciudad de Quito, por el camino real del Inga, para venir por acá arriba, a 25 leguas desta ciudad llegamos al valle llamado Ríopampa, antes del cual hay cinco pueblos de indios, buenos. Este valle no tiene una legua de largo, poco más; de ancho no alcanza a media legua; no era poblado de indios, pero muy fértil de pastos para ganados; aquí comenzaron dos o tres españoles que conocí en él a hacer sus estancias de ganados; multiplicaban admirablemente, lo cual visto por otros, se metieron en él, y agora es un razonable pueblo de españoles, rico de todo género de ganados y de trigo; es falto de leña, y algún tanto destemplado, porque hace frío; en el mismo asiento del pueblo nacen unos caños de agua buena, que como sale debajo de tierra son templados.

En este valle y pueblo (creo gobernando don Francisco de Toledo) andaba un hereje luterano, extranjero, en hábito de pobre y sustentábase de limosnas que como a pobre le hacían, y en este estado vivió tres u cuatro años, que sin duda debía esperar algunos otros de su secta, y como se tardaron, un día de fiesta, estando la iglesia llena de gente oyendo misa, el impío luterano arriba, junto a la peana del altar mayor donde el cura decía misa, así como el sacerdote consagró la hostia y la   —179→   levantó para que el pueblo, consagrada, la adorase, le levantó, y con un ánimo endemoniado la quitó con sus manos sacrílegas de las manos del sacerdote y la hizo pedazos; echando mano a un cuchillo carnicero que tenía escondido, creo hirió livianamente al sacerdote; el pueblo, viendo esta maldad sacrílega, admirado, los que se hallaron más cerca se levantaron, las espadas desnudas, y llegando al luterano le dieron de estocadas y mataron, sin advertir que fuera muy mejor coger lo vivo a manos y echalle en una cárcel a muy buen recaudo y dar aviso a los inquisidores que residen en la ciudad de Los Reyes, para que supieran dél qué fue la causa de su hecho endemoniado y si por ventura había otros como él en el reino; empero en semejante caso ¿qué católico puede tener reportación?

Otras 25 leguas adelante entramos en el valle, muy espacioso y abundante, llamado Tumipampa, donde ningunos naturales dejó el Inga, porque cuando iba conquistando estos reinos, llegando aquí le hicieron mucha resistencia, pero, vencidos a los que dejó con la vida, que fueron pocos, los trasportó por acá arriba. En el valle de Jauja, que dista déste más de 300 leguas, puso algunos pocos, descendientes27 déstos; llámanse cañares, y este valle está casi en medio de la provincia. Corren por él dos ríos en tiempo de aguas, grandes, y no distando mucho el uno del otro; en el uno se crían peces, en el otro ninguno.

Antes de llegar a este valle, una jornada o dos,   —180→   vivía, con un apacible asiento, el señor desta provincia de los cañares, en su pueblo formado, el cual, cuando Guainacapac, que fue el más poderoso señor destos reinos y penúltimo dél, conquistaba la tierra, llegando aquí los cañares le vencieron en batalla campal y prendieron, e preso lo pusieron en un pozo poco hondo; yo he visto el lugar; de donde, sacándole una mujer suya con una faja que las indias se ceñían, llamada chumbi, de noche, los cañares, borrachos, le puso en libertad; volvió a rehacerse y vino con tan poderoso ejército sobre esta provincia, que, no se hallando los cañares, poderosos para resistirle, le inviaron 15000 niños con ramos en las manos, pidiendo paz; el cual a todos los mandó matar, y haciendo grandes crueldades y muertes a los cañares despobló este valle Tumipampa, y al pueblo del gran señor de los cañares, que era el principal, donde le tuvieron preso, le dejó con tan pocos indios, que, agora 43 años, no eran ochocientos los vecinos, y al presente tienen muchos menos.

Son estos cañares hombres muy belicosos y muy gentiles hombres, bien proporcionados, y lo mismo las mujeres; los rostros aguileños y blancos; son muy temidos de todos los indios del Perú, grandes enemigos de los Ingas; sucedió así: que cuando se alzó toda la tierra contra los españoles, a pocos años después de conquistada, y muerto el señor della, Atabalipa, tuvieron los indios serranos y Ingas cercada la ciudad de Los Reyes, y en no poco estrecho, y en el valle de Jauja mataron más de treinta españoles, y en otras partes los que podían haber, y al Cuzco también cercaron. Un vecino, de Quito   —181→   (conocilo), llamado el capitán Sandoval, encomendero, si no de toda esta provincia, de la mayor parte della, sabiendo el aprieto en que estaban los nuestros, juntó cuatro o cinco mil indios cañares y vino en favor de los españoles. Púsose en camino con ellos, y prosiguiéndolo, sabido por los indios cercadores que venían los cañares contra ellos, alzaron el cerco, y los cercados, saliendo contra ellos, les hicieron volver a sus tierras, y desde entonces hasta hoy no se han atrevido a se rebelar, aunque lo han procurado.

El día de hoy, donde hay fuera de sus tierras cañares, las justicias se sirven dellos así para prender indios fugitivos como españoles facinorosos; sácanlos de rastro, aunque se metan en el vientre (como dicen) de la ballena.

En este valle Tumipampa, comenzaron a hacer sus estancias algunos españoles de todo género de ganado, el cual ha crecido y multiplicádose tanto, que él solo es poderoso a dar carnes a lodo el Perú, lo cual he visto; se fundó en él un pueblo de españoles, y bueno, rico destos ganados, donde muchos millares de novillos se sacan y vienen a Los Reyes para el sustento desta ciudad; pues la abundancia de ganado ovejuno, porcuno y caballuno parece no tener número, y los caballos e yeguas valen tan poco, que se compran a cuatro o cinco pesos, escogidos, que son a 32 ó 40 reales; llámase la ciudad Cuenca; el temple es bueno, donde se dan las fructas nuestras, si no son uvas. Sustenta tres conventos, no de muchos frailes: Santo Domingo, San Francisco y San Augustín, habrá que se fundó treinta años.



  —182→  

ArribaAbajoCapítulo LXXII

De la ciudad llamada Loja


Prosiguiendo el camino adelante, del Inga, a 35 ó 40 leguas entramos en el valle donde la ciudad de Loja se fundó, llamado en la lengua del Inga Cusipampa, que es tanto como decir: valle de placer, y así lo es realmente; es alegrísimo, de grata arboleda, por medio del cual corre un río de saludable agua; casi en todo el año se siembra y cógese el trigo y maíz; uno en un mismo tiempo está en berza, otro se riega; en otras partes aran para sembrar; no es muy ancho el valle, pero bastante para sustentar la ciudad, que no es muy pequeña; tiene muchos indios de encomienda, la comarca fértil e más templada, que la de Quito, y más lluviosa; en su distrito caen las minas de oro que llaman de Caruma; sustenta tres monasterios de las Órdenes mendicantes, aunque no de muchos religiosos; el nuestro es el más antiguo.

Desta ciudad, declinando al Oriente la tierra adentro, se camina a la ciudad de Zamora, y gobernación que llamamos de Salinas, donde hay tres o cuatro pueblos de españoles, algunos dellos ricos de oro; particularmente lo fue, y agora no le falta a Zamora, en cuyas minas se hallaron dos granos, uno que pesaba 1.600 pesos, y otro la mitad, 800.

Para ir a esta gobernación se pasan uno o dos páramos despoblados y muy fríos; los cuales pasados,   —183→   lo demás es tierra muy cálida, montuosa y de muchas aguas del cielo, llena de sabandijas ponzoñosas.

A esta provincia no he visto, por eso trato brevemente della.




ArribaAbajoCapítulo LXXIII

De la provincia de Cajamarca


Saliendo desta ciudad y valle por el camino real del Inga, de la Sierra, hasta llegar a la provincia de Cajamarca, no sé las leguas que hay, ni las particularidades del camino; no lo he visto; la ciudad de Loja, sí vi, porque viniendo de Quito para la ciudad de Los Reyes, desde la de Loja bajamos a Tumbez, por un camino, mejor diré sin camino, íbamoslo abriendo; haría dieciséis años no se caminaba por él, y desde entonces no se ha caminado, ni bajado a Tumbez otra vez, y porque a nuestro intento hace poco, no tractaré dél. Lo que he oído desta ciudad a Cajamarca, que quiere decir tierra o provincia de espinas o cardones espinosos, es que por la mayor parte el camino es áspero, de muchas piedras, cuestas y de algunos despoblados, hasta llegar a esta provincia, donde fue preso Atabalipa, señor de todos estos larguísimos reinos, desde Pasto, 40 leguas más abajo de Quito, hasta la ciudad de Santiago de Chile y aún 18 leguas más adelante y todo el reino de Tucumán; en esta provincia se enseña (no lo he visto)   —184→   el lienzo ancho y largo de pared con quien dieron los indios del ejército de Atabalipa en el suelo, huyendo de un caballo y caballero, empujándoselos unos a los otros.

Es bien poblada esta provincia de indios y abundante de todo mantenimiento, porque aunque es por la mayor parte fría, tiene algunos valles templados donde se coge mucho maíz y trigo, y en los altos, abundante de papas, que son como turmas de tierra, empero, de mejor nutrimiento. Los padres de San Francisco la han doctrinado desde el principio y la doctrinan con mucho ejemplo de cristiandad y religión.




ArribaAbajoCapítulo LXXIV

De la ciudad de Chachapoyas


A las espaldas de Cajamarca, la tierra adentro, caminando hacia el Oriente, se fundó la ciudad llamada comúnmente Chachapoyas, a los principios rica de oro y poblada de gente más bien dispuesta que la del Perú, más gallarda y de mejor disposición, pero grandes ladrones. Es región más cálida que fría, los valles son cálidos, lluviosos y con abundancia de víboras y otros animales sucios y ponzoñosos; oí decir a un portugués que había residido en el Brasil y sabía un poco de la lengua de aquella tierra, que viviendo en un valle déstos salieron allí unos indios, y conociéndoles por el traje, y pareciéndole eran del Brasil, les habló en la   —185→   lengua de aquella tierra, y le respondiendo en ella, preguntándoles de dónde eran y venían, le dijeron ser del Brasil y que acaso se habían entrado la tierra adentro huyendo de sus enemigos, y habían aportado allí no siguiendo camino, sino do la ventura les guiaba, que yo seguro anduvieron más de 900 leguas y pasaron ríos muy caudalosos, a los cuales no temen por ser grandes nadadores. En la provincia de Bracamoros, que está más hacia el Norte, se fundó otra ciudad llamada Jaén; no tiene mucho nombre, porque no es más que abundante de comida: es el paraíso de Mahoma; tiene las calidades la tierra que la de los Chachapoyas.




ArribaAbajoCapítulo LXXV

De la ciudad [de] Guánuco


Volviendo, pues, a nuestro camino por la sierra adelante desde Cajamarca, dejándolo a mano derecha llegamos a la ciudad de Guánuco, nombrada de los Caballeros porque se pobló de hombres muy nobles.

Esta ciudad tiene buena comarca, y muchos indios de repartimiento; no la he visto, pero sé lo que voy diciendo por relación y tracto de los que en ella han vivido; es fértil y abundante. En el mismo pueblo se da todo el año higos, naranjas, limas, unos están recién nacidos, otros un poco más gruesos, otros maduros; danse muy bien membrillos y manzanas, con las frutas de la tierra. Es   —186→   el temple ni caluroso ni frío, y más declina al calor. Es abundante de muchas carnes, a causa de tener en su distrito muy buenos pastos. Los edificios buenos; de medio día para abajo, en el verano, son tan recios los vientos, que no se puede andar por las calles.

Sustenta monasterios de todas Órdenes bastantemente, no de muchos frailes. El que más tiene hasta doce. De aquí salieron el capitán Serna y Juan Tello, los cuales teniendo rendido a Francisco Hernández Girón, que fue tirano, llegó el capitán Juan de la Serna, echole mano y prendiole y llevose la honra de la prisión; con lo cual se acabó aquella rebelión, y desde entonces acá, que han pasado más de 42 años, no ha sucedido otra ni se espera sucederá, si Nuestro Señor por nuestros pecados no nos quiere castigar, porque las cosas ya están tan bien asentadas, y tanta justicia en el reino, que los españoles no quieren sino ganar de comer. Saliendo desta ciudad y volviendo al camino real, a 30 leguas andadas entramos en el valle de Jauja, donde al presente escribimos este breve compendio, uno de los mejores y más poblados deste Reino; es abundantísimo de trigo, maíz y otros mantenimientos de la tierra, y carnes. Pasa por medio dél un río grande y caudaloso, al tiempo de las aguas, pero el más desaprovechado del mundo, porque no se puede sacar dél una sola acequia para regar los sembrados; lleva pescado y bueno; susténtanse en él trece pueblos de indios, los siete por la una banda y los seis por la otra, poblados con sus cuadras, las iglesias de adobes y tejas, adornadas de razonables ornamentos. Vanse diminuyendo   —187→   estos indios, a lo menos los varones, por estar tan cerca de Guancavilca; la causa diré en el capítulo siguiente. Cásanse en algunos pueblos pocas indias solteras, en particular en el que agora resido doctrinándolos, llamado Chongos, porque dicen que si, casados, los maridos las han de tractar mal, como lo hacen estando borrachos, que, más quieren su libertad y buen tractamiento, y es así, que como para los indios varones no hay castigo por las borracheras, ni por estos malos tractamientos, que a veces llegan a matar las mujeres, como soy testigo, no hay de qué maravillarnos. Tiene de largo este valle nueve leguas tiradas, y por lo más ancho dos; es falto de leña, que si la tuviera ya se hobiera poblado en él un pueblo de españoles; es templado, aunque no sufre naranjos ni limones; danse algunos membrillos y duraznos, y de las legumbres nuestras algunas.




ArribaAbajoCapítulo LXXVI

De la villa de Oropesa, llamada por otro nombre Guancavilca


Cuatro jornadas deste valle, no may grandes, se descubrieron, creo en tiempo que gobernaba el Marqués de Cañete, de buena memoria, o al fin deste gobierno y principio del Conde de Nieva, las minas que llaman del azogue, en un valle llamado Guancavilca, asaz fría, porque está en medio de la cordillera de las Sierras Nevadas que atraviesan   —188→   todo este reino de Perú y Chile, hasta el estrecho de Magallanes, a donde se pobló un pueblo de españoles gobernando don Francisco de Toledo, por cuyo respecto se nombró Oropesa, con título de villa. Descubrieron estas minas unos indios de la encomienda de Amador de Cabrera, vecino de Guamanga, en cuyo distrito se hallaron, de donde sacó y se vio prosperísimo en riqueza; no murió con tanta, y su mujer y hijos agora padecen necesidad. Al principio repartiose el cerro en minas a hombres particulares, como si fueran minas de plata; ellos las labraban pagando su quinto al Rey; después acá, Su Majestad, y justísimamente, las quitó y aplicó para sí; sólo dejó con propiedad de su mina al descubridor, Amador de Cabrera, ya sus herederos.

Arrienda estas minas Su Majestad a cierto número de españoles, con condición que todo el azogue que sacaren lo metan en el almacén, y Su Majestad les paga el quintal a cuarenta pesos ensayados; Su Majestad les reparte, indios de los comarcanos, pagádoles su trabajo los arrendadores conforme a lo que el Virrey señala. Este cerro, de azogue ha sido la vida deste Perú, porque si no se hobiera descubierto, fuera el más pobre y más costoso del mundo. Con los azogues ha revivido, porque toda la plata que en Potosí y en Porco se saca, como tractando dellos diremos, es por azogue y con azogue. Los que comenzaron a labrar el azogue fueran poderosísimos de plata si tuvieran juicio para guardar y gastar; faltoles, y el día de hoy   —189→   están alcanzadísimos, porque como el azogue se va en humo, así sus riquezas se han resuelto en él. Que haya uno solo que se entienda está rico, aunque lo disimula, no es contra lo que decimos, porque una golondrina no hace verano. Solíase labrar el cerro, como dicen, a tajo abierto, y labrándolo así no era dañoso a la salud de los que entraban a labrar y quebrar el metal; de pocos años a esta parte, no creo son ocho, labran por socavón, lo cual es la total destruición de los miserables indios; que a labrar en tierra, al socavón no le hicieron respiraderos para que por ellos el humo o polvillo del metal exhalase; todo aquel humo entrase por la boca, ojos, narices y orejas de los indios, el polvo del azogue es azogue y el humo del azogue es azogue; salen los pobres azogados, no los curan; luego viénense a sus tierras, así enfermos; ninguno escapa que venga enfermo de Guancavilca; viven seis y ocho meses y un año y año y medio, con gran apretamiento de pecho, y así enferman y acaban la vida.

Esta es la causa de la diminución destos naturales y de los que se habían de multiplicar dellos; yo confieso verdad, que en dos años que vivo en este pueblo de Chongos, los más que llevo enterrados son deste azogue. Avisamos dello, no creo se nos da crédito, y lo que es deste valle es de los demás que de más cerca y lejos van a trabajar a las minas, y desto son testigos también los repartimientos de Guamanga, y en particular el del primer descubridor, era uno de los buenos del reino, del Cuzco para abajo; agora está menoscabadísimo. Que si al socavón hobieran hecho sus respiraderos,   —190→   se labraran las minas como antes, no padecían este detrimento la vida de los naturales, lo cual viendo los miserables huyen por no ir a Guancavilca, como es justo se huya de la muerte.

No se puede dejar de creer, sino que si Su Majestad deste menoscabo de sus vasallos fuese informado, que mandaría, o cesar la labor, o que se labrase como antes, porque el rey sin vasallos es como cabeza sin miembros, sin pies, sin manos, sin ojos, etc., y quien tanto cela el bien destos pobres, con tanto amor y cristiandad, no es posible no lo mandase remediar, y aun castigaría a quien no lo pusiese luego en ejecución.




ArribaAbajoCapítulo LXXVII

Del asiento de Minas Choclococ[h]a, por otro nombre Castrovirreina


Quince leguas, declinando a los Llanos, deste cerro Guancavilca dista un cerro de minas llamado Choclococha, al pie del cual, porque se descubrió y pobló gobernando el marqués de Cañete, don García de Mendoza, por ser casado con la ilustrísima señora doña Teresa de Castro, que a estos reinos trujo consigo, le pusieron por nombre Castrovirreina, asiento frigidísimo más que Potosí; no es tan rico con mucho.

Este cerro también ha consumido parte de los indios que se repartieron para la labor de las minas; porque aunque la labor de las minas de plata   —191→   no consuma la vida como la del azogue, porque los indios repartidos vienen por tierras frigidísimas, y aquel asiento lo es, y primero que hicieron casas donde guarecerse de las nieves y aguas del cielo, el temple desabridísimo y malo los hacía enfermar y morir como han muerto muchos; ya esto ha cesado con el reparo de las casas.




ArribaAbajoCapítulo LXXVIII

De la ciudad [de] Guamanga


Volviendo al camino real (es necesario hacer estas digresiones por no volver a ellas) desde Jauja a la ciudad de Guamanga ponen 36 leguas, no de muy buen camino, en el cual no hay pueblo ninguno de indios, sino cinco tambos con servicio de naturales para los pasajeros, donde se halla recado de pan, vino, maíz y carnero, y caballos de alquiler de jornada en jornada, como ya casi en todos los tambos, que son ventas, desde Quito a Potosí, y aun más adelante. Cinco leguas antes de llegar a esta ciudad entramos en el valle llamado Assangaro, donde casi todo el año hay uvas para vender, respecto de tener allí cerca una viña de mi vecino de Guamanga, de donde se proveen, y a una legua, poco más, hay un ingenio de azúcar deste mismo vecino, y muy bueno. Dos leguas más adelante de Assangaro es el valle llamado Viñaca, en el cual hay algunas viñas muy buenas que dan buen vino, y parece adivinaron los indios llamándolo   —192→   así Viñaca, por lo que en él se ha plantado de viñas; es caliente mucho, aunque a su tiempo hiela, no mucho, y el río arriba a mano izquierda, por una parte y otra del río, se han plantado y plantan viñas.

La ciudad de Guamanga es de buenos edificios y son los mejores del reino; particularmente las portadas de las casas son muy buenas, de piedra, que la tienen junto al pueblo y la sacan cuan grande quieren, y la cal no está lejos, los monasterios, que son tres, Santo Domingo, San Francisco, La Merced; las tienen buenas, donde en cada convento se sustentan de ocho a diez religiosos; es falta de agua, porque es falta de río; empero tiene una muy buena fuente en medio, de la plaza y de muy buena agua.

Cuando los conquistadores vivían era pueblo muy rico; agora no lo es tanto por haber quedado en poder de nacidos en ella. La comarca es muy buena y abundante de mucho ganado de toda suerte, y no menos de pan y demás mantenimientos, así nuestros como de los que había en la tierra. El temple es el mejor de los que yo he visto de Quito a Chile; llueve poco, tiene su aguacil, que son pedriscos a la entrada de las aguas, y aun algunos rayos.

Había en este pueblo la mejor casta de caballos del reino; ya se ha perdido por la negligencia de los que con ellos quedaron. No sé yo si en lo descubierto se hallará mejor temple ni más sano para fundar una Universidad, porque ni el calor ni el frío impide en todo el año que no se pueda estudiar a todas horas. Yo tuve casi concertado con un hijo   —193→   de un vecino, hombre principal, fundase con su hacienda en nuestra casa un colegio con que ennobleciese su ciudad; sacome la obediencia para este asiento y quedose. Fuera obra heroica y de gran provecho para todo el reino, la ciudad se augmentara y de todo el reino acudieran a oír Teología, porque los nacidos en la sierra corren mucho riesgo de su salud en Los Reyes. Por maravilla alcanza aquí temblor de tierra, y cuando llega viene tan cansado, que casi no se siente; la comarca es rica de todo género de minerales, por una parte y por otra.

Edificó aquí un vecino desta ciudad, llamado Sancho de Ure, gran cristiano y no menos su mujer y casa, cuyo nombre corresponde con los hechos, porque Sancho es o quiere decir Santo; edificó, digo, un convento de monjas de Santa Clara a su costa, con una iglesia, la capilla mayor de bóveda, el cuerpo de la iglesia bueno, y es el mejor del pueblo; dejoles renta bastante, la cual con las que han entrado se ha augmentado y crecido. Puso en él cuatro hijas, que todas profesaron; las tres viven hoy, religiosas muy principales y de mucha cristiandad y gobierno. El fundador no tenía mucha renta de indios, aunque tenía haciendas; oí decir en aquella ciudad que mientras edificaba el convento le proveyó Nuestro Señor en una mina que labraba bastante plata para el edificio, el cual acabado cesó la veta, y aun las demás del cerro, porque el día de hoy nadie labra en él.

Fue dichoso este fundador en hijos, porque tuvo muchos, once: los seis varones, las cinco mujeres; de los varones los cuatro son religiosos de la Orden   —194→   del Seráfico San Francisco; los tres muy buenos predicadores, así para españoles como para indios, que todos cuatro viven hoy con gran ejemplo de cristiandad y virtud, a quien la Orden les ha encomendado oficios honrosos y han dado muy buena cuenta dellos.

Al fundador deste convento le dio Nuestro Señor una muerte cual fue su vida, porque demás de la obra famosa deste monasterio, era hombre de mucha oración y diciplina, y sin esto su mujer le era bonísima compañera, la cual, aunque le vio expirar, no hizo los extremos ni tragedias que otras suelen hacer, sino con el semblante alegre ella propia le amortajó, puso en el ataúd, y en su casa aquel día no se vieron lágrimas ni voces, sino un silencio, una tristeza subjecta a la razón y muchas gracias a Nuestro Señor y conformidad con su voluntad, y si lágrimas hobo, fueron piadosas y cristianas; murió esta señora como vivió, con gran satisfación de su vida.




ArribaAbajoCapítulo LXXIX

Del río y caminos de Guamanga al Cuzco


De la ciudad de Guamanga dista la del Cuzco sesenta leguas, si no son 70, divididas en doce jornadas; el camino es malo y destemplado, porque en algunas jornadas hay dos temples diferentes; salimos de uno templado y llegamos a dormir adonde hace un frío incomportable, como saliendo   —195→   de Guamanga y parando en los Tambillos de Illaguaci; otras veces salíamos de lugares fríos y a tres leguas bajábamos a hornos encendidos, valles calidísimos, y luego subíamos a temple frío, cual es la jornada de Villcas a Uramarca, y desta suerte es casi todo el camino. En esta distancia encontramos con tres ríos grandes en valles calidísimos: el primero es el de Villcas, a 16 leguas de Guamanga; en tiempo de aguas, poderoso, pásase por puente de creznejas; en tiempo de seca se vadea, y esto como deja el vado, unas veces lo deja pedregoso, otras no con tantas piedras, y cada año se muda el vado, no se puede hacer en él puente de cal y canto por no haber cómodo para ello. El agua es gruesa y cálida como las demás de Guamanga al Cuzco, que la quel (sic) arroyo es de buena agua.

Pasado este río, dos jornadas adelante, entramos en el valle de Andaguailas, templado, donde se da maíz y trigo; es bien poblado de indios, abundante de ganados nuestros y de la tierra. También aquí se van apocando los indios, por dos vías, la una por Guancavilca y la otra porque de aquí sacan indios para labrar en los Andes del Cuzco las chácaras de coca, y dales allí una enfermedad en las narices que se les ponen como una trompa muy gruesa y colorada, de que algunos mueren, fuera de las enfermedades que allá les dan mortales, como diremos en su lugar. Más adelante se sigue el valle nombrado Amancay por unas flores olorosas blancas que en él nacen en abundancia, así llamadas. Este río nunca se vadea; tiene puente de cal y canto, mandada hacer por el buen marqués de Cañete, de felice recordación el primero.

  —196→  

Aquí hay, por ser templado, uno o dos trapiches donde se hacen buenas rosas de azúcar. Más adelante llegamos al río de Aporimac; éste también no se vadea; pásase por una puente de creznejas asaz larga y angosta, donde hay cantidad de mosquitos zancudos cantores, amicísimos de beber sangre humana, y no menos cantidad de los rodadores, tan sedientos como esotros; hay agua gruesa y muy cálida; todos estos tres ríos se juntan con el de Jauja y otro que pasa cuatro leguas del Cuzco, por el valle de Yucay, no menor que cualquiera déstos, y hacen aquel grande y famoso río del Marañón, que desemboca en la mar del Norte con 80 leguas de boca. Es el mayor río del orbe.

Prosiguiendo nuestro camino adelante, cuatro leguas antes de la ciudad del Cuzco entramos en el valle de Xaquixaguana, donde fue desbaratado el tirano Gonzalo Pizarro y sus valedores, sin rompimiento de batalla, por el gobernador licenciado Pedro de la Gasca y demás servidores de Su Majestad. Valle ancho y largo, donde hay dos o tres pueblos de indios, apartados un poco del camino real; es más frío que templado, aunque se da maíz en él y trigo; empero, si acierta a helar un poco temprano, arrebátase el hielo al maíz; el trigo sufre más, y por eso no le hace tanto daño.

Es abundante de ganado del nuestro, de todo género. Las aguas son malas, gruesas y salobres.



  —197→  

ArribaAbajoCapítulo LXXX

De la ciudad llamada el Cuzco


De aquí a la ciudad de El Cuzco ponen cuatro leguas buenas.

Era el asiento principal de los reyes destos larguísimos reinos, a quien llamaban Ingas. El sitio es malo y las aguas malas; fundaron aquí su ciudad los españoles en el mismo lugar donde la tenían fundada los indios, que es al principio del valle, el cual, en esta parte, es angosto, aunque más abajo, como va corriendo casi al Oriente, se ensancha un poco más. Siémbrase en él trigo e maíz de riego y dase bien si los hielos no acuden temprano. Parte desta ciudad está fundada en una ladera, y aun la mayor parte; no la dividieron los fundadores por cuadras, como las demás deste reino, ni tiene calle derecha ni proporcionada, porque no quisieron los españoles romper los edificios de piedra que en ella hallaron, no siendo muy aventajados; hállanse en ellas muchas calles muy angostas, que apenas pueden ir dos hombres de a caballo a las parejas, a cuya causa en ivierno es muy sucia y lodosa. Pasa por medio della un arroyo de poca agua al verano y aun al ivierno, si no es por alguna gran avenida que luego cesa, por tener su nacimiento muy cercano; este río es sucio y de mal olor; hanle hecho sus alcantarillas para pasar de unas calles a otras. El Inga   —198→   le tenía tan bien acanalado y recogido con una muralla de piedra, por una parte y por otra, y por donde corría el agua, enlosado, que ni se divertía a otra parte, ni paraba cosa en él. Agora con el buen gobierno de los nuestros se derrama por muchas partes y anega no poca parte del valle, y la huerta de nuestra casa corre riesgo, porque rompiendo el río el reparo y no reparándolo, se le ha llegado mucho. Gobernando los Ingas, en cayéndose una piedra, se ponía luego otra o la misma en su lugar, porque el daño no pasase adelante.

Las casas de los españoles, por la mayor parte son sombrías, tristes, si no es la del capitán Diego de Silva, que la labró alegre. Es pueblo muy rico, por la gran cantidad que tiene de indios de encomienda.

Los vecinos antiguos todos lo fueron: sus hijos, agora, tienen abundancia de deudas y no les alcanza la sal al agua; gastan sin orden y sin discreción. Sustenta cinco monasterios religiosos y uno de monjas de Sancta Clara.

Nuestra casa es la que antiguamente se llamaba gobernando los Ingas, la Casa o Templo del Sol, a quien adoraban por principal de todos sus dioses falsos. Conforme a lo que los indios edificaban, es bueno el edificio; la piedra es parda y labrada, y tan juntas unas con otras, que parece no tener mescla alguna, y tiénela, y es de plata delgadísima, la cual no sale fuera de las junturas de las piedras.

La piedra, es durísima y el edificio fijísimo, que para romperlo se pasa mucho trabajo. Permanece en nuestro convento una pila grande desta piedra,   —199→   ochavada por de fuera, que de hueco debe tener, por cualquiera parte que la midan, más de vara y media, y de fondo más de vara y cuarta. A esta pila hinchian con cantidad de chicha, escogida de la que el Inga bebía, para que bebiese el Sol, y lo que en ella se embebía creía esta gente bárbara que el Sol lo bebía; cubría la boca desta pila una lámina de oro, en la cual estaba el Sol esculpido. Cuando los españoles entraron en esta ciudad le cupo en suerte a uno de los conquistadores, que yo conocí, llamado Mansio Sierra, de nación vizcaíno y creo provinciano, gran jugador; jugó la lámina y perdiola: verificose en él que jugó el Sol.

Sustenta nuestro convento 25 religiosos, y dende arriba; vase poco a poco edificando como los demás; está casi fuera de la ciudad; los demás, dentro. La huerta de nuestra casa era la Huerta del Sol, y la tierra della dicen fue traída en hombros de indios del valle de Chincha, por muy buena; venían a su tiempo todos los indios a labrarla, vestidos de riquísimos vestidos, y aún permaneció por algunos años, e yo vi una vez que se juntaron los más de los ingas y por sus cuarteles la labraron y desmontaron con gran alegría, y ésta fue la última vez, porque se tenía por inconveniente y con mucha justicia se les vedó.

Lo que en esta huerta se sembraba eran unas cañas de maíz, todas de plata, las mazorcas de oro; éstas no han parecido, ni se sabe dónde están; será la huerta poco menos de media cuadra; tiene un pilar donde caen dos caños de agua, el uno un poco salobre, el otro algo mejor. No se sabía de   —200→   dónde o por dónde venía el uno, hasta que el río, con una avenida grande se llevó dos o tres losas, a lo menos las sacó de su lugar, por debajo de las cuales venía encañada el agua a la Huerta del Sol.

Es fama haber en nuestra casa gran mina de oro enterrado, pero no se sabe dónde; unos dicen, y aún se tiene por lo más cierto, que en la capilla mayor; otros, que en la huerta; han cavado en muchos lugares, pero hasta hoy no se ha hallado cosa alguna. Don Carlos Inga salía a este partido: que le dejasen cavar debajo del altar mayor, y de lo que sacase daría tanta parte, y si no hallase cosa alguna, tornaría a reedificar lo derribado, a su costa, de la misma manera que antes estaba. No se le admitió el partido, y así quedó.

El monasterio más rico es el de Nuestra Señora de las Mercedes, y el que tiene mejor sitio, por ser en medio del pueblo y en una de tres plazas, aunque los padres Teatinos se pusieron en la plaza que está delante de la iglesia Mayor y bien junto a la Merced.

El de San Francisco tiene plaza y bien grande; sustenta más de treinta religiosos; ya está acabado. El de San Augustín se va edificando. Sustenta veinte religiosos.

El temple es frío y desabrido, y luego que los españoles poblaron, no se criaba ningún niño mero español; ya se crían, y en cantidad. Al verano, que es cuando no llueve, desde mediado abril hasta noviembre, es más frío, que lo restante del año al tiempo de las aguas, aunque en este tiempo hay bastante frío y en un día se hallan tres temples: unas veces, antes que venga el agua mucho calor,   —201→   arde mucho el sol; en comenzando a llover, frío; en acabando, mucho más, porque como viene el aire de tierra mojada y fría, por cualquier parte que venga viene más frío, lo cual causa mucha destemplanza en los cuerpos. En el tiempo de las aguas es muy lodoso y sucio, y de mal olor, porque como las más de las calles sean angostas y el concurso de pasearlas mucho, así de indios como de españoles, no se puede evitar este inconveniente. Después de la ciudad de Los Reyes y Potosí es el mejor pueblo destos reinos a la redonda; hay seis o siete perroquias de indios que bastecen a la ciudad; el valle es muy poblado de muchas chácaras, fuera de que la comarca es muy fértil.

Esta ciudad es cabeza de obispado, y lo era de todo el reino, y aunque así se nombra en los contractos y escripturas que se hacen en ella, va perdiendo este título, porque la de Los Reyes se lo lleva con la asistencia del virrey, Audiencia, y Santa Inquisición, y otras calidades.

La iglesia Catedral es paupérrima en edificios, aunque en renta es la más aventajada de todas las Indias; hay muchos templos en pueblos de indios, muy mejores; la causa porque no se haya edificado no la sé; algunos echan la culpa a personas ya muertas, otros a vivos; no me quiero entremeter en esto.

Ha muchos años, cuando no tenía tanta renta, que se comenzaron a traer materiales, juntáronse muchos, y en la plaza hay no poca cantidad de cal y arena mezclada, ya perdida con el tiempo; así se ha quedado. En ornamentos es rica, pero en lo que más florecía era en la celebración de los divinos   —202→   oficios, viviendo el chantre primero que en ella hubo, porque todas las Horas se cantaban cada día, y el Oficio menor de Nuestra Señora; a media noche no se sigue el coro por la destemplanza del frío en todo tiempo, y aunque es así que en España los fríos son mayores y se sigue el coro a media noche, es de otra calidad el uno quel otro: el de España es frío húmido; el nuestro, en todo el reino donde lo hay, es frío y seco, muy contrario a la salud corporal.

Carece esta ciudad de leña, por lo cual no ha crecido más; yo la he visto repartir como carne en la carnecería; ni tiene de donde le venga, ni carbón. De cuando en cuando le alcanzan temblores de tierra, y recios, y a las veces son tan vehementes los truenos, que parece temblar los cielos.

Junto a la ciudad, saliendo della caminando para el Collao, hay una fuente de agua salada, clarísima y abundante, la cual recogida en un estanque grande que desde el tiempo de los Ingas está hecho, se reparte por la tierra, en contorno del estanque, la cual dentro de pocos días se vuelve sal blanquísima.

La tierra en que cae se dividió por chácaras (que así se llaman) por los vecinos de indios y conventos. Tenemos allí nosotros nuestra chacarilla. Hacen los indios desta sal mil pajaritos, leones, tigres y otros animales, y así la venden.

Un poco más adelante entramos en el llano donde se dio la batalla nombrada de las Salinas, por ser cerca déstas, entre Hernando Pizarro, o por mejor decir, por parte del Marqués Pizarro, y don Diego de Almagro; fue la primera que hobo entre   —203→   españoles, y don Diego de Almagro y los suyos fueron vencidos; fue bien reñida, pero tratar della no hace a nuestro propósito. Y esto cuanto a la ciudad del Cuzco.




ArribaAbajoCapítulo LXXXI

De los Andes del Cuzco y Coca


Muchas cosas hacen a esta ciudad muy rica: los muchos indios de repartimientos; los que tiene en contorno del pueblo; la contractación de los mercaderes; pero lo que más le enriquece es la contractación de la coca, que comen los indios; esta coca es un arbolillo pequeño que no se levanta del suelo cuando mucho una vara, las ramas delgadas, la hoja casi como de zumaque, aunque es más ancha; otra hay más pequeña, pero désta no tractamos. Esta coca no se da sino en tierra muy cálida y lluviosa; siémbrase a mano; tres o cuatro jornadas del Cuzco, hay una tierra llamada los Andes, donde hay estas chácaras de coca, con las cuales los vecinos y muchos otros han enriquecido, porque se sacan destos Andes, para Potosí particularmente, cada año más de 60000 cestos de coca, que cada uno debe pesar de 20 a 25 libras; sácanlos en carneros de la tierra y lleva un carnero cuatro, y cinco, y por la mayor parte cinco. Desde Potosí vienen al Cuzco con las barras de plata a comprar esta coca. Vale el cesto, cuando menos, tres pesos, que es imaginación, o tiene esta hoja en sí   —204→   alguna virtud de sustentar, lo cual parece falso; pero los indios, si han de trabajar, y no traen un poco della en la boca, o han de caminar, luego se desmayan, y como la lleven, trabajan y caminan todo el día, si no es cuando se sientan a comer, que brevemente cuncluyen.

Estos Andes donde se da es tierra calidísima, muy lluviosa, llena de mil género de sabandijas ponzoñosas, que en las mismas chácaras se crían y hacen no poco daño, y la picadura es irremediable, hasta agora, que de pocos años se ha hallado el remedio, y es el más fácil del mundo y más manual. Uno de los primeros que lo supo fui yo, y lo enseñó un perro. Pasó así: que andando a caza de perdices un soldado gentilhombre, arcabuz, llamado Pedro Ruiz de Ahumada, a un perro suyo picole una víbora en el hocico; hinchósele la cabeza como una bota; viniéndose ya tarde para su casa, que era en el campo, el perro veníase así tras de su amo, pero en viendo un arroyo de agua que cerca de la casa corría, fuese a toda furia para el agua; el amo, pensando que la rabia de la muerte lo llevaba, parose; viole poner la cabeza en el agua; dejole el amo por muerto, pero ya que quería cenar, entra el perro sano y bueno y halagando a su amo. Venido al pueblo, luego me lo dijo: esto era en la ciudad de La Plata; sabido, escrebí a un religioso nuestro que residía en una doctrina en un pueblo de indios cinco leguas de la ciudad, donde se crían cantidad dellas, que hiciese la experiencia en dos perros; hízola, y a uno echó en mi estanque de agua, al otro dejole fuera; el que fue lanzado en el agua, al cabo de media hora que   —205→   en ella estuvo saltó el pretil, sacudiose y comenzó a retozar con otros perros; el que no fue lanzado, dentro de pocas horas murió. De suerte que en picando la víbora habemos de buscar el agua: si es corriente es mejor, si es embalsada no es inconveniente, y poner el pie o la mano en el agua, de suerte que sobrepuje un jeme el agua a la picadura, y dejarlo estar allí espacio de una hora, y no es necesario más cura.

Los indios han enseñado otra manera de curar, y es ésta: toman la víbora que picó, y aunque sea otra no creo es inconveniente; córtanle tres o cuatro dedos de la cola y échanla a mal; luego de allí junto cortan cantidad de tres dedos en ancho, quitan la piel, y tres veces en tres días continuos dan de comer aquella carne al herido, acuéstanlo, y abríganlo; suda, guarda dieta, y no es necesario más cura; desta suerte curaron en una chácara dos leguas de la ciudad de La Plata a una ama suya unos indios del Río de Plata que con ella vinieron, y su marido e yo propio se lo pregunté y me dijo que desta suerte la curaron no haría dos meses.

Matar la víbora que picó (principalmente si es de las que llamamos y son de cascabel, porque cuantos años tienen tantos cascabeles les nacen en las colas, y cuando van deslizándose por el suelo van haciendo ruido como si llevasen cascabeles), no es dificultoso, porque son torpes en andar, en picar velocísimas; no la han pisado cuando vuelve a picar, cuyos colmillos son más agudos que alesnas; helas visto grandes y gruesas como un grueso brazo.

  —206→  

En el Brasil hay cantidad destas sabandijas, y como ya se comunican aquellos dos reinos, es fácil saber lo que en ellos sucede; sucedió pues así: que una víbora picó a un portugués en un pie y le pasó unas botas de baqueta que llevaba calzadas; murió de la ponzoña de la víbora, hízose almoneda de sus bienes; las botas, comprolas otro portugués, y calzándoselas murió; torna otro a comprarlas y cálzaselas; murió también; viendo esto los médicos advierten que la causa de la muerte de los dos fueron las botas rotas con la picadura o diente de la víbora, quemáronlas y no las compró más portugués alguno, y así cesó la muerte dellos; la fe desto y crédito dese a los que lo refirieron; no vi, oílo por cierto. Estos Andes del Cuzco son fértiles destas víboras, y de culebras que llaman bobas; éstas son muy grandes y muy gruesas; no hacen daño, si no es cuando, como dicen, andan en celos. Porque en aquellos Andes sucedió lo que diré: tres soldados volvíanse a sus casas de las chácaras de la Coca, a pie; no es tierra para caballos. El uno quedose un poco atrás a cierta necesidad corporal; acabada siguió su camino sólo, pues los compañeros iban un poco adelante; prosiguiéndolo, ve atravesar una culebra destas que tienen de largo más de 16 pies y gruesas más que la pantorrilla de un hombre, silbando, y otra culebra en pos della, de la misma calidad; la postrera, viendo a nuestro soldado, cíñele todo el cuerpo, y la boca encaminaba a la garganta; el pobre que se vio ceñido y la boca de la culebra cerca de su garganta, con ambas manos afierra de la garganta de la culebra con cuanta fuerza pudo,   —207→   no dejándola llegar a su garganta; la culebra, sintiéndose apretada de las manos del soldado, apretábale con lo restante de su cuerpo fortísimamente, de suerte que le hizo reventar sangre por la boca, ojos, narices y orejas; el pobre, viéndose de aquella suerte, gemía; no podía gritar, sino bramar.

Los compañeros, pareciéndoles tardaba, pararon un poco, oyendo los bramidos; vuelven corriendo en busca de su compañero, halláronle de la suerte que le habemos pintado. Uno sacó una daga que traía en la cinta y metiéndola entre el sayo y la culebra la cortó; luego aflojó la culebra hechas dos partes, y acabáronla de matar. El soldado quedó como muerto; lleváronle y albergáronle; volviósele la color del rostro y cuerpo amarilla como cera; vínose al Cuzco, y dentro de tres meses murió. Oí esto a hombres que le conocieron.

Era este soldado vizcaíno; otro por ventura no tuviera tanto ánimo a echar mano a la culebra de la garganta con ambas manos.

En estos Andes no hay indios naturales; llevan, para el beneficio de la coca, del distrito del Cuzco, indios bien contra su voluntad, porque es llevarlos a la casa de la muerte, como dijimos tractando del valle de Andaguaylas y su menoscabo.

Religiosos nuestros lo han contradicho y predicado contra ello, viendo la diminución de los naturales que allá entran; pero como es interés de diezmos y de otros particulares, creo hallan aún entre otros religiosos valedores. Vase disminuyendo esta contractación, porque los indios ya más quieren pan y vino que coca.

La tierra es muy contraria a la salud de los pobres   —208→   indios y aun a la de los españoles, sino que a nosotros no nos da la enfermedad de las narices como a los indios; es tierra llena de montaña calurosísima, como habemos dicho, y abundantísima de lluvias. Pero el interés la hace habitable por más indios que en ella perezcan, lo cual debían considerar y aún remediar los que nos gobiernan.




ArribaAbajoCapítulo LXXXII

Prosíguese el camino del Cuzco a Vilcanota


Volviendo, pues, al camino Real, y pasando del llano do fue la batalla de las Salinas, va corriendo el valle del Cuzco, ensanchándose un poco más; si le queremos prolongar hasta la rinconada llamada Mohina, terná de largo poco menos de cinco leguas, por medio del cual, el río los Ingas llevaban acanalado, de suerte que no declinaba a una parte ni a otra; agora, por el descuido de los nuestros, con mediana avenida aniega la mayor parte del valle a mano derecha y siniestra, como lo he visto y pasado con no poco riesgo, compelido por la obediencia, con la cual en medio del ivierno caminaba. Fenecido este valle, diez leguas más adelante llegamos al pueblo e valle de Quiquejana; la mitad del pueblo fundado de la una parte del río, la otra mitad de la otra; es río grande y pocas veces se vadea, de gruesa agua; pásase por puente de criznejas, sin riesgo alguno. Luego proseguimos nuestro camino para el Collao el río arriba,   —209→   pasando por muchos pueblos de indios que a la mano izquierda dél hay poblados; a la derecha uno solo, o cuando mucho dos, hasta llegar a su nacimiento, que es una laguna llamada Vilcanota, que se hace de nieves que corren de un cerro, alto e nevado, antes de la cual hay unos baños de agua caliente, que de lejos no parece sino que hay allí cantidad de fuegos; tanto es el vapor como humo que de los manantiales sale, y tan caliente el agua, que no se puede poner la mano en ella; hierve a borbotones, y en muchas partes; confieso que la primera vez que vi tanto humo imaginé había allí muchos indios y fuego; es lugar muy frío. Esta agua, si es de piedra azufre, es singularísimo remedio para el mal de ijada e piedra; bebiéndola calente cuanto se pudiere sufrir, deshace la piedra de los riñones y límpialos: es experiencia hecha, y si se trae y se vuelve fría hase de callentar y beberla caliente como está dicho, y tiene el mismo efecto; ya se puede decir que de historiador me he vuelto médico; no es inconveniente tractar en historia, o descripción de tierras, las cosas provechosas que en ella se hallan para la salud de los hombres.

Volviendo a nuestra laguna Vilcanota, que terná en torno, o será tan grande como seis cuadras, es digno de encomendar a la memoria lo que en ella hay.

Este asiento es muy alto y muy frío; la laguna y camino Real entre dos cordilleras nevadas. Vierte a dos partes; el un desaguadero a la mar del Norte, que es el principio deste río grande de Quiquejana, el cual juntándose con el de Apurimac,   —210→   Amancay, Vilcas, Jauja y otros, hace el famosorio del Marañón, que dijimos desembocar en la mar del norte con ochenta leguas de boca. La otra vertiente o desaguadero hace el río que llamamos de Chungara y Ayaviri, que entra en la laguna de Chucuito, y ésta desagua por una parte, como diremos, a la mar del sur.

Un poco más adelante, como media legua, vemos una pared de piedra de mampuesto que corre desde la nieve del un cerro al otro atravesando el camino Real. Esta pared dicen los viejos se hizo por orden y concierto de paz entre los Ingas y los indios del Callao, los cuales trayendo guerras muy reñidas entre sí, vinieron en este medio: que se hiciese esta pared en el lugar dicho, de un estado de un hombre, no muy ancha, la cual sirviese como de muralla para que ni los Ingas pasasen a conquistar el Collao ni los Collas al Cuzco; rompieron por su mal los Collas las paces y quisieron conquistar a los Ingas, mas los Ingas revolviendo sobre ellos los conquistaron y no pararon hasta Chile. Esta pared se ve el día de hoy descender desde la nieve del un cerro, y atravesando el valle y camino Real sube hasta la nieve del otro.



  —211→  

ArribaAbajoCapítulo LXXXIII

Prosigue el camino al Collao


Puestos en este paraje28 de Vilcanota luego comenzamos a bajar (aunque la bajada no es agra, que casi no se siente) hasta el tambo de Chungara, donde en todo el valle se apacienta copia de ganado vacuno, y a la mano derecha no poco ovejuno y ganado de la tierra. Este tambo es muy frío, y desde aquí a la provincia de los Charcas ya no se da maíz, sino papas y quinua, y ha de ser muy buen año, porque si los yelos se anticipan las papas corren riesgo; la quinoa mejor lo sufre. De aquí vamos al primer pueblo del Collao, llamado Ayavire, asaz ventoso y frío, pueblo grande y rico de ganado de la tierra, como lo son los demás desta provincia de Ayaviri. Siete leguas adelante llegamos al pueblo llamado Pucará, también pueblo grande, famoso porque aquí se desbarató el tirano Francisco Hernandes Girón; cegole Nuestro Señor, como andaba en deservicio suyo y de su Rey, porque si se tuviera diez días más, que no saliera del sitio y fuerte donde estaba, siendo señor de las comidas y teniendo agua y leña, no se les podía quitar, y el sitio suyo inexpugnable, y servicio de los indios, que le obedecían por ser de su encomienda; era imposible el real del Rey sustentarse,   —212→   habíase de deshacer por falta de mantenimientos. Salió una noche a dar en el campo de Su Majestad, pero avisado por un soldado que aquella noche se vino al servicio de su Rey, levantose el campo de donde estaba, dejando las tiendas armadas, y púsose en escuadrón en una hoya donde el tirano no le pudo ver; llegó a las tiendas, desbaratose en ellas, y viéndose desbaratado, recogiose con hasta 160 soldados descontentos, y a pie y por tierra fragosa y frigidísima tomó la vuelta de Quito; pero llegando al valle de Jauja, o poco más adelante, salieron a él dos capitanes de la ciudad de Guánuco y lo prendieron, y a los pocos que con él iban, como dejamos dicho tractando del valle de Jauja; los demás ya se le habían quedado cansados y sin armas; trujéronle a la ciudad de Los Reyes, donde como a tirano y traidor a la Corona Real, le cortaron la cabeza y la pusieron en el rollo en medio de la plaza en una jaula de hierro a vista de todo el pueblo, con su letrero que decía: esta es la cabeza del tirano Francisco Hernández.




ArribaAbajoCapítulo LXXXIV

De la laguna de Chucuito


Pasando adelante por el camino Real, a pocas jornadas de aquí, no son ocho, damos en la laguna de Chucuito. Es la más famosa del mundo mayor, muy poblada por una parte e por otra. Tiene en torno, y si hablamos como marineros, de boj,   —213→   ochenta leguas y cuarenta de travesía; casi a la playa della son las poblaciones; los vientos causan en ella tormentas como en la mar, y aún más ásperas, por no tener puerto fondable. Lo que sirve de puerto son totorales, que son una juncia gruesa como el dedo y más; aunque allá dentro (digamos en alta mar) se hunda con vientos y tempestades, en llegando a la totora la ola, cesa toda la tormenta; el agua es muy gruesa, nadie la bebe, con no ser tan salada como la de la mar; es abundante de peces por la una y otra costa. Algunas veces se mete la tierra adentro, pero porque el camino Real del Inga iba muy derecho no lo torcía, antes por medio de la ensenada, más o menos conforme a la derecera del camino, se proseguía, hechas a mano unas calzadas derechas como una vira, y a trecho sus ojos llanos, por los cuales corría el agua. Hay calzada de dos leguas y más, a lo menos, por el otro camino, llamado de Omasuyo; también las hay menores, conforme a como es la ensenada; pero ya muchas dellas por esta parte se han perdido por descuido de nuestras justicias, y se rodean en partes de más de dos leguas, en otras menos, y ver aquellas calzadas y caminos derechos perdidos es compasión.

El remedio al principio era fácil, agora es irremediable. Casi a la orilla, o costa, y un poco más adentro, a legua y más, tiene sus islas pequeñas en donde vivían indios pescadores llamados en ambas provincias Uros.

Estos no comían jamás maíz, lo cual de fuera parte se traía, ni otra cosa sino pescado, y la raíz desta totora, que es muy blanca, fría y desabrida;   —214→   gente barbarísima, con lengua diferente de los demás de la tierra firme y la del Inga; muy raros la entendían, ni sabían, por lo cual dificultosamente recibían la fe; decían eran como puercos, pues comían totora como ellos; ya son un poco más políticos, después que los redujeron a pueblos sacándolos de las isletas de la laguna; van a Potosí a trabajar a sus tiempos, y hacen sus mitas en los tambos, que es decir sirven en ellos y dan recado, que es regularmente por noviembre, pero malo, porque son faltos de carneros para las cargas e para lo demás necesario, aunque se les paga conforme al arancel. Diré lo que me sucedió con uno déstos: yo bajaba de la ciudad de La Plata por orden de mi perlado a la de Los Reyes por este mismo mes, y venía a la ciudad de Arequipa; llegué a un tambo donde servían estos Uros, habiéndome de partir pedí uno o dos carneros de carga; diéronseme, y un indio que los llevase y volviese; llegando, al otro tambo, pagando su trabajo y de los carneros al Uro, díjome: Padre, cómprame un real de pan. Yo le respondí: ve tú a comprarlo. Respondió: no me lo dará el indio tambero, porque me conoce, soy Uro. Repliquele: Pues tú Uro, ¿ya sabes comer pan? Respondió: sí padre, después que servimos en los tambos. Hales aprovechado la reducción para que coman pan y beban vino, y para la doctrina ha sido lo principal. Pero verlos antes que amanesca en sus balsas de totora, casi desnudos y navegar y pescar y meterse tres y cuatro leguas y más, por una parte es para dar gracias a Dios, por otra se les tiene mucha lástima, porque caminamos por tierra muy arropados,   —215→   no nos podemos valer de frío y estos, desnudos en el agua no lo sienten, o si lo sienten lo sufren no con tanta pesadumbre como nosotros. Lo que no vi en la mar del Norte, ni en esta del Sur, vi en esta laguna: fue una manga de agua, la cual vista me admiré mucho; no había visto otra; en la compañía caminábamos cuatro o cinco de conformidad; venía un piloto que huyendo de la mar quiso ver a Potosí, pero volviéndose a su inclinación natural, no le había parecido bien la tierra, y volviose; preguntele qué era aquello; entonces me dijo: aquella se llama manga de agua, y si cae en navío sin puente, sin remedio le anega, y de noche son muy peligrosas, porque no las vemos; de día huimos della como de la muerte; cae de lo alto de las nubes hasta el agua; al viso parecía tan gruesa como un mastil muy grueso de una carraca, y como va descargándose va adelgazando, a la cual, delgada, el viento la pone como un arco hasta que totalmente la nube se queda sin agua; todo esto vi entonces. He dicho esto para probar las tormentas que aquí se padecen; por lo cual, y porque no hay puertos, no se puede navegar con bergantines; uno se hizo e se comenzó a navegar en él, pero con una tormenta se perdió y nunca más se ha hecho otro, ni intentado hacerle. Los indios en sus balsas también usan y se aprovechan de velas conforme a como la balsa la sufre.



  —216→  

ArribaAbajoCapítulo LXXXV

De los pueblos que hay en esta provincia de Chicuito


Tomó la denominación esta29 laguna acerca de los españoles, llamándola la laguna de Chucuito, por razón de una provincia así llamada Chucuito, la más rica del Collao, cuya cabeza es un pueblo así llamado, fundado casi a la playa desta laguna por la una parte, y por la otra sobre un cerro no agrio de subir. Aquí reside, a lo menos tiene su casa, el curaca principal y la justicia, con título de gobernador. Los pueblos subjectos son: a dos leguas, Acora; a tres, Hilavi; a Juli, cuatro; otras tantas a Pomata, y cinco a Cepita, que todas son 18 leguas. Son grandes y ricos de ganados de la tierra, y de los nuestros no hay falta. Nuestra sagrada religión la tuvo a su cargo desde el principio que se redujeron a la Corona Real de Castilla, para la doctrinar, en cuya doctrina se ocupó muchos años augmentando siempre el número de los religiosos, conforme a como nos augmentábamos.

Hobo en ella, ocupados en este oficio evangélico, muchos y muy buenos, y entre ellos el padre fray Melchior de los Reyes, de quien en breve dejamos hecha mención; el padre fray Augustín de Formicedo, que hoy muy viejo vive; el padre fray Domingo   —217→   de Narváez30, cuyo cuerpo dijimos, enterrado en el Convento de nuestro padre Santo Domingo de los Reyes, en el capítulo pasados siete años se halló entero y los hábitos sin lisión; el padre fray Miguel Cerezuela, y el padre fray Domingo de la Cruz, a quien un demonio perseguía de día y de noche, con otros muchos grandes religiosos y grandes lenguas de la que llamamos Aimará, que es diferente de la general de los Ingas, más abundante y más galana; contrabajos, artes, vocabularios, cartapacios y sermones otros el día de hoy triunfan, como si ellos lo hobieran trabajado; quitola a la Orden don Francisco de Toledo, residiendo en ella treinta religiosos; si con Justicia o con pasión, ya ha dado cuenta a nuestro Señor dello; diola primeramente a clérigos; después el pueblo mayor, qu'es Juli, dio a los padres de la Compañía. Pero cuánta diferencia haya (no tracto de los padres de la Compañía, que hacen su oficio religiosamente) del un tiempo al otro, del concierto y ornato de los templos y servicio del altar, los ciegos que pasan por el camino lo ven. Hallábanse en estos pueblos 20000 indios tributarios; agora no sé si hay tantos, porque se han huido muchos (fama es más de 6000) a una provincia de infieles y de guerra de los Chunchos, dejando sus mujeres, hijos, casas y haciendas. Por qué causa no es de mío decirla en este lugar; en otro, si me viese sin ningún temor de mal subceso humano, creo lo diría.

En el pueblo de Juli, digo en su término, no   —218→   lejos, descubrió un indio una veta de plata rica; quiérensela quitar diciendo que el indio no puede tener mina de plata; el procurador del indio apeló para la Real Audiencia de la ciudad de La Plata (yo estaba a la sazón en ella); quítansela; perdiose la veta hasta hoy, no sé en qué se pueda fundar que yo, en mi tierra, como el extraño, no pueda tener mina, principalmente descubriéndola yo.




ArribaAbajoCapítulo LXXXVI

Del pueblo [de] Copacabana


Desde Pomata, tomando el camino sobre mano izquierda, dejando el Real a la mano derecha, ocho leguas dista el pueblo Copacabana, a donde se redujeron muchos indios que de diversas provincias deste Perú vivían en una isla de la laguna, dos leguas deste asiento y tierra firme, una por mar, otra por tierra; llámase esta isla Tiquicaca, donde era el más famoso adoratorio que el demonio en todos estos reinos tenía, y para su servicio mandaba que de las más provincias dél que señalaba le sirviesen allí indios; solos unos exceptaba, llamados puquinas, que viven la mayor parte en el camino de Omasuyo, que es de la otra parte de la laguna, por ser gente como de suyo es muy sucia, más que otra destos reinos, como si el demonio fuera muy limpio; antes que estos indios se redujesen y se deshiciese aquel famoso y falso adoratorio, todavía el demonio por los pecados déstos,   —219→   aunque ocultamente, era reverenciado y obedecido, para comprobación de lo cual diré lo que un religioso nuestro me refirió le había pasado no ha 25 años, viviendo en un pueblo y doctrinándolo, llamado Tarama, distrito de la ciudad de Guánuco, siete leguas del primer pueblo del valle de Jauja, llamado Butun Jauja, que es decir el gran pueblo de Jauja.

Sucediole, pues, que estando en esta doctrina llegó a él un fiscal della, indio, y díjole: Padre, aquí está un Cacha, que es un mensajero, de Tiquicaca; el religioso, aunque no había vivido por allá arriba, tenía noticia deste adoratorio, y luego advirtió a lo que podría ser; dijo al fiscal: tráemelo aquí. Trújoselo. Era un indio bien dispuesto; llegó a guisa de caminante, la manta ceñida; preguntole: ¿De dónde eres, hijo? Responde: de la isla Tiquicaca. Replicole: ¿Dónde vas? Respondió: A Quito. (Hay desde Tiquicaca a Quito más de quinientas leguas.) ¿Quién te envía? Responde: El Apo, que es el señor de Tiquicaca. Bien entendió el religioso que el que le inviaba era el demonio. ¿Así te envía? pues yo os doy mi palabra que no habéis de ir allá y que os tengo de castigar por el mensaje. Del demonio sois mensajero. Respondiole el indio: Padre, yo tengo de ir. El padre: No iréis; yo os azotaré y tresquilaré primero y echaré en la cárcel. Responde el indio: Padre, los azotes y tresquilarme, no lo quitará Tiquicaca; mas dejar de ir no lo impidirás. Viendo esto el religioso, ¿qué había de hacer? Mándale azotar y tresquilar, a la justicia, por mensajero del demonio, y que lo echen en la cárcel, en el cepo, y   —220→   toma la llave de la cárcel y cepo; a la mañana va a ver su indio allá en la cárcel; él va a buscar el indio; el cepo hallolo cerrado, pero el indio nunca más le vio. ¿Este fue indio o demonio, que no pareció más?

El religioso que esto me dijo, y a otros muchos, en la ciudad de Los Reyes, se llama fray Juan de Torrealba, que agora vive en España, hombre de mucha verdad, y no tenía para qué fingirlo.

Para deshacer este adoratorio, que llamamos guacas, fue acertadísimo sacar los indios de aquella isla y poblarlos en la tierra firme, a la lengua casi del agua, en un cerro no alto, llamado así Copacabana. Este pueblo tenía a su cargo un clérigo gran lengua de la Aymará y de la Quichua; así se llama la de los Ingas, llamado el bachiller Montoro; la iglesia es buena; hiciéronla religiosos nuestros, porque este pueblo y otro que dista deste una breve legua, llamado Yunguyo, se encorporaron, cuanto a la doctrina, con la provincia de Chucuito. El buen clérigo mandó hacer a un indio una imagen de bulto, que colocó en la iglesia, al lado de la Epístola, en un altar, por sí; intitulola de la Purificación; yo la he visto tres o cuatro veces; tiene de largo, sin la peana, una vara y cuatro dedos; salió hermosa de rostro, con su Niño Jesús entre los brazos, y aunque es así (como luego diremos) que los indios tienen poca fée o ninguna, algunos hay en quien Nuestro Señor la ha infundido. Estos son pocos.

En aquel pueblo había un indio casado que a su mujer daba mala vida y aborrecía grandemente;   —221→   ella era buena cristiana y devota de aquella imagen de Nuestra Señora; el marido, persuadido del demonio, sacola al campo para ahorcarla; echole la soga a la garganta y quísola ahorcar; la india, muy de veras se encomendó a Nuestra Señora, y teniéndola ya su marido para lanzarla de un árbol abajo, apareciósele Nuestra Señora en figura de aquella imagen; el indio deja la mujer e pone pies en polvorosa, mirando para atrás, lleno de temor; la india quedó libre hallándose en el suelo, la cual también vio a Nuestra Señora en su favor; vínose a la iglesia, hincose de rodillas delante del altar de Nuestra Señora, dándola gracias; da noticia deste milagro al clérigo, hácese la averiguación, traen al marido, confiesa la verdad, que todavía estaba temerosísimo; llámase al corregidor de aquel partido, que a la sazón era don Jerónimo Marañón, convocáronse los clérigos comarcanos, hízose una solemne procesión con los indios del pueblo y otros que acudieron y algunos españoles que por allí se hallaron; luego se comenzaron a multiplicar milagros, que pintaron en las paredes de la iglesia; hízose libro pero algún luterano oculto que por allí pasó lo hurtó, más no pudo hurtar la memoria dellos, que como eran frescos no se habían y tornáronse a escribir.

Los milagros han sido muchos y notables, de los cuales escrebiré dos aquí, que oí al mismo bachiller Montoro: el uno fue que habiendo falta de aguas para las comidas, los indios determinaron hacer una procesión a instancia deste sacerdote, sacando la imagen de Nuestra Señora, y para esto la parcialidad   —222→   que llaman Hañan saya31, que es la más principal, tractolo con la menos principal, llamada Urin saya32, ésta no quiso venir en ellos; los Hañan sayas hacen su procesión; fue Nuestro Señor servido, para confundir a estos indios de poca fe, que, con tener las chácaras juntos, parten linderos, lloviese en la de los Hañan sayas y no en las de los Urin sayas. El otro fue: dos indios, marido y mujer, trujeron de más de cuarenta leguas un hijo solo que tenían contrecho, a Nuestra Señora que se lo curase; en abriendo la puerta de la iglesia por la mañana, tomaban su hijo, que ya sabía hablar, tenía de siete a ocho años, y ponían delante del altar de Nuestra Señora; desta suerte le ponían por espacio de diez o doce días; sucedió que el niño un día comenzó a hablar con la imagen de Nuestra Señora y decirla: Señora, ya ha muchos días que mis padres me ponen aquí delante Vos, para que me sanéis, y no me sanáis; la comida ya se les ha acabado, y están lejos de nuestra tierra; sáname ya, Señora, y si no, volverémonos a nuestra tierra; dicho esto se levantó el niño sano y salvo, como si no hobiera padecido lesión alguna, y salió a buscar a sus padres que fuera de la iglesia en el patio o cementerio della estaban.

Volviéronse con su hijo a sus tierras. Las palabras del niño, los demás que allí se hallaron las refirieron. A la fama desta imagen y milagros concurrían en romerías desde el Cuzco, que son más de cien leguas, y desde Potosí, que hay otras tantas,   —223→   muchas personas, y las que no enviaban sus limosnas aventajadas; de suerte que si se hobiera tenido un poco más de cuidado fuera riquísima la capilla. Arden delante del altar tres lámparas muy grandes y muy bien labradas, que personas particulares han enviado para el culto de Nuestra Señora; coronas tiene muchas; anillos con piedras riquísimas; quitose la doctrina al clérigo poco antes que muriese, y diose por orden de Su Majestad e buena diligencia que se dieron, a los padres de San Augustín, donde tienen un priorato. Ya los milagros no son tan frecuentes, por nuestros pecados, y aún no han cesado los que con las medidas de la imagen se han hecho: el contador Garnica, quebrado, ciñéndose la medida sanó. Los hechos no es de mío escrebirlos, porque piden un libro entero. Los Padres Augustinos ternán cuidado dello.

Fue Nuestro Señor servido, para confusión del demonio y para alumbrar a estos miserables, que cerca de aquel lugar donde con tanta reverencia el demonio era adorado, allí se hiciesen muchos milagros por Nuestra Señora a gloria de Su Majestad y de su Madre sacrosanta.

No creo hay cibdad, en lo que he visto de la de Los Reyes y Potosí, donde no haya capilla de Nuestra Señora de Copacabana, y en pueblos de indios hay no pocas desta advocación, y en algunos se dice se han hecho milagros, como es en Pucarani, ocho leguas de la ciudad de la Paz; el indio que hizo esta imagen, aunque ha hecho otras, ninguna ha sacado como ella; ha sido llamado a muchas partes y las ha hecho33, y estando en la   —224→   ciudad de La Plata le llamó el presidente de la Audiencia para conocerle, el licenciado Cepeda, y diole silla, diciendo: Quien hace imagen de Nuestra Señora que obra milagros, merece se le dé silla delante de un Presidente.