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ArribaAbajoCapítulo LXVII

De los gobernadores que ha habido el Tucumán desde el Marqués de Cañete acá


Los gobernadores que en esta provincia de Tucumán he conocido, el primero fue el general Francisco de Aguirre, que por Su Majestad la gobernó y acabó de allanar; varón para guerra de indios, bravo; vecino de Coquimbo, contra el cual ciertos soldados, y creo uno o dos pueblos, se le amotinaron, tomando por cabeza a un Fulano Berzocana, soldado valiente, los cuales le prendieron; pero viniendo al Audiencia de La Plata envió el Audiencia un juez y hizo justicia del Berzocana y otros, y concluidos sus negocios en el tribunal del Audiencia y del reverendísimo de aquella cibdad, volvió a su gobernación; después por orden de la Santa Inquisición salió a Los Reyes, de donde volvió a su casa a Coquimbo48 y en Copiapó,   —240→   pueblo de su encomienda, acabó la vida, dicen trabajosamente.

Subcediole Fulano Pacheco, que salió bien de su gobernación; digo en paz, porque los tres que se siguen acabaron como diremos. A Pacheco le subcedió don Jerónimo de Cabrera, hermano de don Pedro Luis de Cabrera, a quien el Marqués de Cañete, de buena memoria, embarcó para España, como arriba declaramos. Don Hierónimo era muy diferente en trato y condición de su hermano, muy noble, afable, con otras muy buenas calidades de caballero. Amplió aquella gobernación, porque pobló la cibdad de Córdoba y conquistó los indios de su comarca. En su tiempo comenzaron a comunicar los del Paraguay con los del Tucumán y los de Chile.

Subcediole un caballero de Sevilla, Pedro de Abreu, dicen deudo suyo, empero enemigo capital, que desde España andaban encontrados los deudos de don Hierónimo con los de Pedro de Abreu, porque con don Hierónimo nunca había tenido Pedro de Abreu que dar ni que tomar, ni le conocía; hóbose rigurosamente con don Hierónimo en la residencia, o con testigos falsos, o sin ellos, le cortó la cabeza por traidor, diciendo tractaba de alzarse con la provincia y tiranizarla, lo cual confesó don Hierónimo, dándole tormento sobre ello; oí decir a un Oidor de La Plata habérsele hecho mucha injusticia, pero quedose degollado; sus hijos siguieron la causa y no fue dado en el Audiencia por traidor, por lo cual les volvieron los indios de encomienda y demás haciendas.

A cabo de pocos años a Pedro de Abreu subcedió   —241→   el licenciado Lerma, el cual, procediendo en la residencia contra Abreu, le degolló. El licenciado Lerma, de los de Tucumán, unos le alaban, otros le vituperan; en cosa de justicia le tenían por buen juez; en otras, como desmandarse con palabras muy afrentosas contra los vecinos en presencia dellos, era demasiado. Este licenciado Lerma pobló a Salta, cosa muy importante para la quietud de Calchaquí; ya desto tractamos, y por quejas que habían ido contra él al Audiencia, yendo con socorro y de su hacienda a Salta para los que allí estaban, le encontró al alguacil mayor de los charcas, que por orden del Audiencia le iba a prender y traer preso y que el gobierno quedase en los alcaldes, lo prendió y trujo a la cibdad de La Plata; el cual en seguimiento de su causa fue a España y miserabilísimamente y paupérrimamente murió en la cárcel de Madrid, sin tener con qué se le dijese una misa, y por amor de Dios pidieron a la puerta de la cárcel, allí puesto su cuerpo, para enterrarlo, a lo cual acertando a pasar por allí un religioso nuestro que de estos reinos había ido a los negocios desta provincia, llamado el Presentado, fray Francisco de Vega, que le conocía, preguntando quién era el difunto y diciéndole qu'el licenciado Lerma, ayudó bastantemente para que le enterrasen. Todas estas particularidades, parecerán menudas, he dicho para que se vean los fines desdichados destos tres gobernadores, y que es verdad: matarás, y matarte han, etc.

Al licenciado Lerma le subcedió Juan Ramírez de Velasco, caballero bien intencionado, el cual pobló dos pueblos de españoles en las faldas de la   —242→   cordillera vertientes a Tucumán, el uno donde fue poblado los años pasados la cibdad de Londres, y se despobló por no se poder sustentar, a causa de ser los indios muchos y muy belicosos; el otro más adelante, a la misma falda de la cordillera; es tierra fértil y que produce abundancia de oro y plata; los indios agora no son tantos, por lo cual han sido fáciles de reducir; hanse consumido en guerras civiles unos con otros; el Inga los tuvo subjetos, y por la falda desta cordillera llevaba su camino Real hasta Chile; servíanle y tributábanle oro en cantidad, y de allí se lo traía aca al Perú; su capitán, con la gente de guerra, estaba en un fuerte recogida, y no salía dél sino era cuando algunos indios se le rebelaran; reducidos y castigados, volvíase a su fuerte; este caballero es bien49 intencionado, dócil y que fácilmente recibe la razón y se convence; creo no le subcederá lo que a los sobredichos. Tomole la residencia don Fernando de Zárate, caballero de hábito, vecino de La Plata y muy rico y de bonísimo entendimiento; no sé hasta agora más dél.

En esta provincia hay algunos religiosos del Seráfico San Francisco, y en todos los pueblos tienen, desde Salta a Córdoba, conventos pequeños de uno o dos religiosos; sólo en Santiago del Estero se sustentan cinco o seis muy escasamente.

Pasando yo por esta provincia (y esto me compelió ir por ella a Chile) hallé seis o siete religiosos nuestros, divididos en doctrinas; uno en una desventurada casa en Santiago; más era cocina que   —243→   convento; es vergüenza tratar dello, y teníanle puesto por nombre Santo Domingo el Real; viendo, pues, que no se podía guardar ni aun sombra de religión en él, los saqué de aquella provincia; es cosa de lástima haya ningunos religiosos en ella, porque un solo fraile en un convento, y en un pueblo, ¿qué ha de hacer? un ánima sola, decimos, ni canta ni llora, y más en tiempos tan miserables donde las cosas van tan de caída. De Nuestra Señora de las Mercedes hay cual o cuales religiosos, y esto de la provincia de Tucumán.




ArribaAbajoCapítulo LXVIII

Del reino del Paraguay


A la parte del Oriente de toda la provincia de Tucumán demora (hablando como marineros) el Río de la Plata; no sé la causa por qué le pusieron este nombre; en él no se ha hallado una puncta, ni de oro; acá llamámoslo el Paraguay; no le he visto, mas quien ha atravesado a todo Tucumán puede decir lo que della ha oído a españoles que cada día salen a ella. Tiene algunas cibdades y grandes; la mayor y más principal se llama la Asumptión, cabeza de aquel reino, con mucha gente, los más allí nacidos, mestizos y mestizas; los españoles meros son pocos. Abundante de mucho mantenimiento, caña dulce, cosas de azúcar muchas y muy buenas; vino bonísimo; fundada a la barranca del río, que en muchos géneros y muy   —244→   buenos de pescados es fértil, donde todos los allí nacidos, así varones como mujeres, desde niños se enseñan a nadar y nadan galanamente, y no es falta que las mujeres lo sepan, porque Platón en su República quería que las mujeres supiesen pelear. La segunda cibdad el río abajo, según dicen 150 leguas, se fundó en nuestros días por el capitán Juan de Garay, de nación vizcaíno, hombre nobilísimo y muy tenido de los indios, llamada Sancta Fe; conocilo y tractelo en la cibdad de La Plata. El capitán Juan de Garay, viviendo en la Asumptión, donde era vecino, en cabildo pidió le diesen algunos mestizos, allá llamados montañeses, y pocos españoles, que él quería aventurarse e irse el río abajo con ellos, llenos de chiriguanas caribes (y todos lo son, unos comen carne humana, otros no) a descubrir la tierra y ver si podía dar con la comarca de Tucumán, para comenzar a tener comercio con ella y con el Perú, y no estuviesen allí acorralados viviendo como bárbaros; porque si Nuestro Señor le diese ventura de comunicarse con Tucumán. Y de allí con el Perú, entrarían unos y saldrían otros y les vernía quien les predicase, porque había muchos años no oían sermón; diéronle la gente que pidió, y en barcos o bergantines echose el río abajo; tuvo en el camino, por ir siempre a la ribera, muchos recuentros con los indios, que algunos dellos tienen esta calidad: cuando quieren que nadie entre en su tierra, so pena de la vida, toman un calabazo grande, y pasado con dos flechas o tres y muy embijado, cuélganlo de un árbol; cuando no quieren hacer mal a los que entran en su tierra cuelgan una garza   —245→   blanca, muerta, de un árbol. No es mal aviso para los comarcanos.

El capitán Juan de Garay, prosiguiendo su viaje, hallando buen sitio y comarca desembarcó en tierra y pobló esta cibdad de Santa Fe; con los indios no tuvo mucha dificultad en conquistarlos, y llanos, determinó caminar al Occidente la tierra adentro, por donde los indios le guiaban, diciendo haber españoles, siguiolos. A la sazón también de la cibdad de Córdoba había salido otro capitán con gente hacia el Oriente, en busca del Río de la Plata, que también los indios decían había un río caudalosísimo por aquella parte, poblado de indios, el cual los nuestros entendían no podía ser otro que el de la Plata, como lo era; fue Dios; servido que los unos y los otros se encontraron, recibieron y hablaron amigablemente, y desde entonces se comunica el Río de la Plata con Tucumán y Tucumán con el Río de la Plata. De Santa Fe a Córdoba no hay más distancia de sesenta leguas, llanísimas, las treinta sin agua, si no es en medio del camino un pozo muy hondo; empero de allí sacan agua para las personas y los caballos y bueyes; el día de hoy se frecuenta mucho este camino, y traen de Santa Fe bonísimo vino, y de la Asumptión, porque como vienen el río abajo llegan en breve a Santa Fe, y muchas cosas de azúcar y conserva bonísimas, como se hacen en Valencia.

Estando yo en Córdoba llegó allí un mercader con tres o cuatro carretas cargadas de vino bonísimo y conservas, y le compré dos arrobas para mi viaje de allí a Chile, a quince reales de a ocho el arroba, y pasó con ello a Santiago del Estero, y   —246→   estuvo determinado ir a Chile, donde las conservas y azúcar vendiera muy bien. Salieron de la Asumptión pocos años ha, no son ocho, a poblar el río llamado Bermejo, donde sin dificultad los indios, que son muchos, se redujeron; son los más ingeniosos que se han hallado en estas partes; tienen buenas casas, a dos aguas; hacen arcos de madera de medio puncto, como si a compás los sacasen; vi en Santiago del Estero una muchacha que, sin haber tomado aguja en su vida en la mano, labraba como si desde que nació se hubiera criado labrando.

El Río de la Plata, antes de llegar a este río Bermejo, en el camino hace un salto que por debajo dél es el camino real, por donde pasan a caballo y las carretas sin riesgo alguno; más arriba están poblados, y de antiguo, dos pueblos de españoles que ha muchos años no tienen sacerdote, fundados en tierra calidísima; los hombres allí andan y traen las caras amarillas como los de Santa Marta en el reino de Tierra Firme.

Solíase caminar desde el Brasil al Río de la Plata en el paraje de la Asumptión (digo, venía el camino a salir frontero o poco más arriba de donde está poblada la Asumptión), distancia de docientas leguas, por tierra poblada y no mal camino; yo he visto hombres en la provincia de la Plata que desde el Brasil, con otros, vino hasta Asumptión, agora no se camina; los indios han cerrado el camino por los malos tractamientos de los nuestros.

Es la provincia del Río de la Plata abundantísima de todo género de mantenimientos, así de la tierra como nuestros, y para cañas de azúcar fertilísima;   —247→   antes que entrara allá un Andrés Martín, que conocí en la cibdad de La Plata, no se aprovechaban ni hacían miel de las cañas, sino del azúcar que reventaba como resina dellas, agora de todo se aprovechan; si como es abundante y fértil de mantenimientos lo fuera de oro o plata, era la mejor provincia del mundo, pero Nuestro Señor no puso el oro ni la plata sino en tierras inhabitables; el oro por la mayor parte por el calor y la plata por el mucho frío, porque los hombres se contentasen con poco; mas la soberbia humana y cobdicia, lo inhabitable, como haya oro o plata, lo hace habitable.

Es la tierra abundante del mal francés, y proveyoles Nuestro Señor del palo que llaman sancto, en mucha cantidad; hay pocos médicos; púrganse de las demás enfermedades con el agua de un pescado que en ella cuecen, y el pescado sirve como gallina el día de la purga, aunque tienen abundancia dellas. Los indios son todos chiriguanas, más tractables que los de la provincia de los charcas, no comen carne humana, pero hablan la misma lengua; son así bien dispuestos y valientes; son grandes holgazanes, como los demás, y la fertilidad de la tierra50 les hace no acudan a las cosas de la fe como les era necesario. Admirado desto, diciéndomelo un padre de San Francisco que salió de aquella provincia a Esteco, estando yo allí y visitándolo, me dijo no me admirase, porque en apretando a los indios un poco a la doctrina, con sus mujeres y hijos se van veinte leguas y más de   —248→   la cibdad, y tan buena tierra hallan allí y tan fértil como en la cibdad o en sus pueblos, y como uno déstos tenga una víbora de cascabel que comer, tiene muy buena comida y cena, y no ha menester más, las cuales fácilmente las cazan, y no las tomen, que no temerlas parece barbaridad. Castigaron los viejos conquistadores y criaron en mucha policía a los montañeses y a los meros españoles, como a ellos los criaron sus padres. Ningún muchacho había de hablar, ni cubrir cabeza, ni sentarse delante de los viejos, aunque tuviesen barbas, ni los viejos al más estirado llamaban sino tú, cuando mucho un vos muy largo. A los montañeses enseñaban primero a leer, escribir y contar; luego les daban oficio, y a lo que más se inclinan es a herreros, y son primísimos oficiales; son grandes arcabuceros, flecheros y nadadores, recios hombres a caballo; andando en la guerra, luego quitan las calzas y zapatos y desnudan los brazos; ya han perdido esta policía, muertos los viejos, y son la gente más mentirosa del mundo, y como un hombre no tracte verdad, no le pidan honra. Esta provincia tiene muchos árboles de la tierra, fructales, más que Tucumán, y mejor madera para las casas, y el temple, como el río va declinando más a la mar, se va subiendo a este nuestro palo, y así es más fresco. Sancta Fe está en treinta grados y Buenos Aires en treinta y siete, donde yela y nieva como la altura lo pide.



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ArribaAbajoCapítulo LXIX

Del puerto y pueblo de Buenos Aires


El puerto de Buenos Aires, de pocos años a esta parte se ha tornado a poblar, respecto de la contratación que hay del Brasil con el Río de la Plata y Tucumán; dicen distar de la boca del río treinta leguas, o pocas menos. No tiene servicio de indios, que si lo tuviera hobiera crecido mucho, y por esta razón se despobló este pueblo de Buenos Aires lo mismo que la fortaleza llamada de Gaboto. Tiene el río por aquí más de tres leguas de ancho, y la boca más de diez; cuando se despobló no pudieron los españoles traer consigo particularmente los caballos y yeguas sin que dejasen algunos.

Este ganado se ha multiplicado tanto en aquellos llanos que, a los chapetones les parece montañas de árboles, y así cuando caminan y no hay un arbolillo tamaño como el dedo papalino, viendo las manadas dicen: ¿Pues aquella no es montaña? vamos, allá a cortar leña, y son las manadas de los caballos y yeguas. Salen a caza dellos como a venados; están gordos, que al primer apretón quedan estancados; a los que son potros atan, doman y hacen los caballos: he visto en Córdoba muy buenos caballos destos. Pero con ser este paraje a su tiempo muy frío se crían muchas víboras. Los venados en todo el Río de la Plata son muy grandes y no de menores aspas; las pieles curan y hacen dellas   —250→   cueras que parecen de ante, y algunos por de ante las venden. En el camino de Córdoba a Buenos Aires, y desde Santa Fee por tierra, es necesario ir muy apercebidos de armas y arcabuces, y en las dormidas velarse, porque salen algunas veces indios cazadores de venados, y fácilmente se atreven contra los nuestros; sus armas son arco y flecha, como los chiriguanas, y demás desto usan de unos cordeles, en el Perú llamados aillos, de tres ramales, en el fin del ramal una bola de piedra horadada por medio, por donde entra el cordel; estas arrojan al caballo que va corriendo, y le atan de pies y manos con la vuelta que dan las bolas, y dan con el caballo y caballero en tierra, sin poderse menear, destos aillos usan para los venados; pónense en paradas, y como va el venado corriendo lo ailla fácilmente.

De la otra parte del río hay una provincia de indios llamados charrucas, no muy bárbara en algunas cosas; son hombres que guardan palabra y quieren se le guarde. Traen continuamente guerra con otros indios comarcanos chiriguanas, aunque no caribes, y la guerra es sobre las comidas. Los chiriguanas no labran la tierra, sino cuando están maduras las sementeras júntanse en cantidad, y con mujeres y hijos cogen lo que no sembraron. Los charrucas, de un navío que dio a la costa en la cual habitan, cativaron a dos españoles, uno ya hombre y otro muchacho, que con su padre venía, de edad de ocho años. Los demás todos perecieron en la costa y se perdieron con los demás navíos en que venía por marqués Juan Ortiz de Zárate, de una tierra que prometió descubrir muy poblada   —251→   al rey Felipe Segundo, de inmortal memoria, el cual antes que cumpliese lo prometido murió cerca de Buenos Aires en una isla llamada Santa Caterina, por lo cual no cumplió lo prometido, ni cumpliera, por no haber las poblaciones que imaginaba. El marqués Juan Ortiz de Zárate fue vecino de la cibdad de La Plata, a quien conocí en el Perú cuando se iba a España muy rico, a donde llegó en salvamento, y llegado a corte trató hacer este descubrimiento, con que Su Majestad le hiciese gobernador del Río de la Plata y marqués de más de 30000 indios que había de conquistar, y poblar tres o cuatro cibdades a su costa. Empero, como fue edificio sobre arena, o por mejor decir, imaginación, así paró todo. El muchacho arriba dicho, ya hombre de 22 años, por más, me dijo lo que referiré, al cual halló quince leguas de Santiago del Estero, cuando yo iba a Córdoba, y le llevé comigo dándole de comer y caballo hasta aquella cibdad. El pobre muchacho cautivo servía a su amo de traerle leña, agua, trabajar en la chácara y en lo que le mandaba.

Desta suerte sirvió más de catorce años, o pocos menos; certificome que hasta entonces sus amos convidándole con mujeres, y aun con sus hijas, Nuestro Señor le había hecho merced que con infiel no se había ensuciado ni con otra. Éste, viendo el daño que los chiriguanas (nombraba la nación, que no me acuerdo, por eso los nombró chiriguanas) hacían, un día que todos los más de los charrucas estaban muy tristes porque los otros indios les habían llevado las comidas, dijo que si le daban licencia él vendría a Buenos Aires y pediría   —252→   favor a los españoles, los cuales lo darían luego, y con ellos se podían vengar y destruir a sus enemigos: sobre esto hubo entre los charrucas muchos dares y tomares, y los más eran de parecer no le diesen licencia; finalmente se la dieron y él les dio su palabra de volver a su amo pasado el invierno, porque estaba desnudo y había de buscar con qué vestirse. Salió a Buenos Aires; trató con el capitán y cabildo a lo que venía; prometiéronle al tiempo favor, y con esto despachó a dos indios que con él vinieron, tornando a dar su palabra que con los españoles o sin ellos, teniendo salud, no dejaría de volver. En Buenos Aires no halló cómo vestirse; venía a Santiago del Estero a buscar limosna para su vestido, y encontrándole yo le persuadí se volviese conmigo, pues sabía el camino, que yo le ayudaría de mi pobreza y le haría la costa; hízolo así, y vino conmigo hasta Córdoba, y es cierto que le persuadía yo, si no había jurado (decía que no) que se quedase por acá, y siempre me dijo no dejaría de volver, o con los españoles, o sin ellos, porque entre aquellos indios es gran falta faltar la palabra, y más porque a los de Buenos Aires les convenía tener amistad con los charrucas, y desde Córdoba en la primera ocasión se volvió; lo que ha subcedido no lo sé, y preguntándole de cosas particulares de aquellos indios, me decía que los viejos de cuando en cuando junctaban los mozos y les avisaban no hiciesen agravio ni mal a nadie, no fuesen holgazanes y viviesen de su trabajo. Es entre estos indios gran maldad el adulterio; empero conciértanse con el marido, y fácilmente da licencia a su mujer que vaya a servir por tantos días al   —253→   que se la pide; esta es mucha ceguera, y no nos habemos de espantar que hombres sin lumbre de fe no tengan el adulterio, con esta condición, por51 pecado, ni infamia.




ArribaAbajoCapítulo LXX

De la Provincia de Cuyo, en términos de Chile


De la cibdad de Córdoba al primer pueblo de españoles del reino de Chile, desta parte acá de la cordillera, llamado Mendoza, hay cien leguas tiradas, todas despobladas y llanas, camino carretero, en el cual hay algunos ríos, al tiempo de las aguas, grandes. Al río de Córdoba llaman el Primero; al que sigue, Segundo; al otro, Tercero; al otro, Cuarto, y al último, Quinto; Tercero, Cuarto y Quinto son de bonísimas aguas. El Tercero y Cuarto, poblados de indios apartados del camino real, llamados comechingones, bien dispuestos y valientes, subjetos a la cibdad de Córdoba; sirven cuando quieren; cuando no, izquierdean. En los términos desta cibdad, a lo menos. Cuando yo pasé por ella, no había más sacerdotes que un cura clérigo, y un fraile de San Francisco en su conventillo, gran conjurador de nublados; los indios subjectos no sabían qué cosa era Ave María, ni Pater noster.

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En el río Quinto hay indios de guerra que no se han reducido; aquí hallé tomillo salcero, y sólo este de todos estos ríos entra en el Río de la Plata; los demás se empantanan y hacen unas lagunas grandes donde se cría mucho pescado y aves de diferentes géneros en gran abundancia; los llanos abundantísimos de pastos, que si como desto son fértiles lo fueran de aguas y ríos, creo, fuera la más fértil tierra del mundo. Críanse en ellos todas las sabandijas que habemos dicho arriba, con muchos venados, vicuñas y guanacos, perdices y otros pájaros y avestruces. Vimos una cosa que nos admiró: llegamos a un arroyo a sestear, donde pensamos no hallar agua; acaso había llovido y hallámosla; llevaron los bueyes a beber, que eran más de sesenta, porque llevamos doce carretas; entre los bueyes, saliéndose de beber, metiose una cierva que había llegado a beber, pero bebió tanto, que a manos la tomaron los indios; cuando la vimos con tanta barriga, pensamos estaba preñada y por eso no había escapádose corriendo; ábrenla, y toda era agua; admirados, preguntamos a los indios de qué procedía aquello, respondiéronnos que al tiempo del verano los venados beben de una vez para ocho y diez días, por la falta de las aguas, y así aquella cierva había bebido tanto. Hay en este camino algunos indios de guerra, pocos, en la Rinconada, términos de Córdoba, y en la puncta de los Venados, términos de Chile; empero pocas veces salen a hacer daño, porque luego son castigados por los nuestros, como se hizo poco antes que por esta Rinconada pasásemos. Nosotros un o ningún indio vimos, y si como dicen se ha poblado la puncta de los   —255→   Venados, no hay que temer, ni antes lo había, como no les hiciesen daño. En este camino hay despoblados sin agua de a quince y más, de la puncta de los Venados adelante, y casi uno tras otro, y si ha llovido no hay falta de agua; por el camino hay unas hoyas hechas a mano por los indios que allí habitaban, donde se recoge el agua; hallámoslas llenas, y el agua muy sabrosa y fría, con ser más de mediado diciembre, donde los calores son crecidos. Salimos de Córdoba a primeros de diciembre, y llegamos con nuestras carretas a Mendoza, dos días antes de Navidad, antes de la cual corre el río de aquella cibdad, que en este tiempo es muy grande y extendido, augméntase de las aguas que corren derretidas de la sierra Nevada, y ensánchase tanto, que debe tener más de tres cuartos de legua de ancho, en brazos; pasámosle por 37, unos con más agua que otros, y de piedra menuda; si en un brazo se juntara, era imposible vadearle; yo hobiera de correr un poco de riesgo en un brazo, que acertó a ser el mayor; iba delante; echéme al agua; el caballo era bueno, que desde la cibdad de Los Reyes casi caminé en él; tenía buen camino; sacome en paz, pero no era tanta el agua que nadase; los que venían en pos de mí bajaron más abajo y pasaron más fácilmente, y las carretas sin mojarse cosa de las que en ellas venían. Pasado el río, a medio cuarto de legua está la cibdad de Mendoza.



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ArribaAbajoCapítulo LXXI

De la cibdad de Mendoza


Fundó esta cibdad el general Juan Jofre, vecino de la cibdad de Santiago de Chile, por orden de don García de Mendoza. que es agora Marqués de Cañete y fue Visorrey destos reinos, de quien habemos tractado, en una provincia llamada Cuyo; no se pasó mucho trabajo, ni hobo batallas con los indios para reducirlos, porque ellos mismos vinieron a Santiago de Chile a pedir a don García de Mendoza les enviase españoles y sacerdotes porque querían ser cristianos; fue el general Juan Jofre con soldados que habían quedado sin suerte después de llano Arauco, y pobló esta cibdad, a quien llamó Mendoza por respecto del gobernador; otro pobló veinte legoas más adelante, al norte, llamado San Joan de la Frontera, en el mismo paraje que Mendoza, a las vertientes destas sierras nevadas; la cibdad es fresquísima, donde se dan todas las fructas nuestras, árboles y viñas, y sacan muy buen vino que llevan a Tucumán o de allá se lo vienen a comprar; es abundante de todo género de mantenimiento y carnes de las nuestras; sola una falta tiene, que es leña para la maderación de las casas; los indios comúnmente se llaman guarpes, mal proporcionados, desvaídos; las indias tienen mejor proporción; es la gente que más en breve deprende nuestra lengua y la habla de cuantas hay en el mundo; las indias que se crían entre nosotros   —257→   hilan el lino tan delgado como el muy delgado de Vizcaya; los indios grandes ladrones y no menos borrachos; a nuestra costa nunca se ven hartos; a la suya comen poco, como los demás del Perú; de sus juegos, grandes tahúres; en sus tierras andan medio desnudos, y cuando les dan de vestir por su trabajo, luego lo juegan unos con otros; cuando están junctos se alaban de lo que han hurtado a los españoles; así son los deste Perú, que se alaban de que nos han mentido y engañado y hurtado lo que pueden, y lo cuentan como por gran hazaña. Es abundante toda la provincia de víboras y demás animales ponzoñosos, y de las hitas, importunísimas, grandes y pequeñas; las mismas calidades tiene San Joan de la Frontera. De ambos estos dos pueblos, de cada uno por su camino, salen indios todos los años para ir a trabajar a Chile; los de San Joan a Coquimbo y los de Mendoza a Santiago, del cual trabajo pagan a sus amos parte del tributo, y a ellos se les da el cuarto; en su tierra no tienen de qué tributar. Es gente poca, subjecta a sus curacas, y bárbara; túvolos el Inga subjectos, y algunos hablan la lengua del Perú, general, como en Tucumán, si no es en Córdoba, donde no alcanzó el gobierno del Inga.




ArribaAbajoCapítulo LXXII

Del camino de Mendoza a Santiago de Chile


Desde estos dos pueblos (como habemos dicho)se camina para el reino de Chile, de cada cibdad   —258→   por su camino, por donde se pasa la cordillera Nevada, que es la misma que llamamos en el Perú Pariacaca, y si no se aguarda a tiempo que las nieves sean derretidas, es imposible, so pena de quedarse helados. Comiénzase a pasar casi a mediado noviembre, y dende en adelante hasta fin de marzo, y pocos días de abril, porque luego se cierra con las nieves; yo la pasé a fin de diciembre sin alguna nieve; tómase el camino desde Mendoza a Santiago, que son cincuenta leguas, y andase en ocho días por sus jornadas, todas despobladas, si no es la última; pasadas dos jornadas, que estamos ya a las vertientes de las faldas de la cordillera, encontramos a mano derecha el camino Real del Inga; dejelo a mano derecha antes de llegar a Salta siete o ocho jornadas, y a la misma mano le hallé, el cual vamos siguiendo casi hasta Santiago de Chile; el camino no es malo, ni tiene despeñadero, ni es de mucha piedra; en las dormidas no faltan pastos para los caballos, ni leña; en hallando el camino del Inga vamos subiendo un valle arriba hasta nos poner al pie de la cordillera que habemos de doblar, antes de la cual, pocas leguas, no creo son cuatro, hay una fuente famosa que terná52 de largo más de treinta pasos, toda de yeso, por debajo de la cual pasa el nacimiento del río de Mendoza.

Esta fuente Nuestro Señor allí la puso; será de ancho más de tres varas; fui a verla de propósito, porque está del camino Real un tiro de arcabuz apartada, y como el río no llevaba agua, no pasamos   —259→   por ella. Puestos al pie de la cordillera, donde se hace noche al reparo de unos peñascos grandes, saliendo dellos, luego casi se comienza a subir la cordillera, que no tiene una legua de subida, no agria, antes arenosa y fofa, por las nieves que tienen quemada la tierra, las cuales derretidas y seca la tierra queda casi como arena muerta. Lo alto de la cordillera que encumbramos no tiene medio cuarto de legua de llano, por lo cual en llegando arriba y comenzando a abajar, todo es uno. Por muchas partes en este reino he atravesado esta cordillera, pero por ninguna es tan buena en tiempo de verano; en ivierno ya he dicho, por las nieves, no se camina. El bajar no es dificultoso ni malo, más de que es más larga la bajada que la subida; por este camino que voy siguiendo, de cuando en cuando, a trechos, damos en unas mesas llanas, como descansaderos, y como bajamos se va moderando el tiempo hasta llegar a la dormida, siete leguas buenas, que llaman El Camarico, pero no hallaréis de comer si no lo lleváis.

De unos ojos de agua que están a dos leguas o tres encumbrada la cordillera, nace el río del valle de Quillota, por la ribera del cual vamos prosiguiendo nuestro camino, pasándolo por poca agua, después destos ojos de agua, el cual desde su nacimiento corre por muchos peñascos, y como va bajando se va haciendo mayor y augmentando con otros arroyos que se le llegan, de suerte que al Camarico no se puede vadear, no tanto por el agua que en este tiempo lleva, cuanto por las piedra grandes; vadéanle los caballos descargados, y con riesgo de se quebrar las piernas; este río ya   —260→   grande a cuatro leguas más abajo, o poco menos, del Camarico, s'ensangosta mucho entre dos cerros, que no debe ser la angostura de cuatro varas en ancho, por donde todo él pasa acanalado. En esta angostura hizo el Inga una puente, que hoy vivo con este nombre, la Puente del Inga, pero para pasar por ella es necesario ir el hombre confesado; para bajar ha de ser por una peña tajada, y para subir lo mismo, tan tajada que se pasa desta manera: a pie con alpargates, porque no se deslice el pasajero, atadas a la cintura unas sogas, una adelante, otra atrás; la trasera tienen los que quedan atrás, y vanla largando poco a poco, porque el que pasa no resbale y dé consigo en el cárcabo del río, y en pasando arrojan la soga delantera a los que están de la otra parte; estos indios pasan más liberalmente que nosotros, sin estas sogas, porque parecen tienen diamantes en las plantas de los pies, y así le alzan arriba, de suerte que el pasajero lleva dos sogas atadas a la cintura: una delante para subir, otra detrás para descendir, y por aquí pasan y han pasado mujeres y ninguna se ha despeñado; yo no pasé por esta puente, sino por otra de madera que se había hecho poco más arriba, mas dende a breve tiempo la mandó el Gobernador quemar, porque no se le huyesen los soldados a la provincia de Cuyo, permaneciendo aquella puente. Ya pasada esta cordillera, no hay animal ponzoñoso en todo lo descubierto de Chile, y es tan limpia tierra cuanto de las vertientes a Tucumán es sucia. Desde esta puente a Santiago se camina en tres días, ya por tierra apacible y fértil.



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ArribaAbajoCapítulo LXXIII

Prosigue el camino de Copiapó a Coquimbo


Esto en breve he dicho, cuanto ha sido posible. Habemos de volver al otro camino de Chile que corre por la costa, hasta llegar a la misma cibdad de Santiago. Dijimos que Morro Moreno era como término del Perú y Chile, dividiendo los linderos, desde donde vientan nortes, y mientras más arriba más recios. El primer pueblo de la juridición de Chile es uno de indios, en el valle llamado Copiapo, y el pueblo así se llama, donde los que vienen cansados del largo despoblado de Atacama descansan y se rehacen; es valle angosto y pequeño; el río, fértil de mantenimientos, y se dan en él cañas dulces de donde el amo saca buena miel. Nunca tuvo muchos indios; agora tiene menos; fueron belicosos y lo son, por ser casi parientes de los de Calchaquí, mas como se han apocado, también sus fuerzas; los pocos, poco pueden. De aquí a Coquimbo ponen sesenta leguas a arbitrio de buen varón, todas despobladas, si no es un valle llamado el Guasco, diez leguas de Coquimbo, de pocos indios. El valle, fértil y para viñas bueno, cuyo vino es muy bueno; todo el camino hasta este valle es falto de agua; hay en las dormidas jagüeyes de agua salobre, pero a falta, bebedera. Del Guasco en día y medio se ponen en Coquimbo los que van de espacio.



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ArribaAbajoCapítulo LXXIV

De la cibdad de Coquimbo


La cibdad de Coquimbo es la primera del reino de Chile, puerto de mar capacísimo; el surgidero a dos leguas del pueblo, y seguro; carece de agua y de leña, todo se lleva en carretas. Fundose sobre una barranca, no media legua de la playa, donde la mar es de tumbo; es el mejor temple que creo hay en el mundo, porque ni hace frío ni calor, en ningún tiempo, que sea penoso; cuando el ivierno llueve tres veces, es milagro. El río, de bonísima agua, que riega la campiña, dende se dan todas las fructas nuestras viñas y aceitunas, en unas partes mejores que en otras; no son tan gruesas como las de los llanos del Perú, pero muy buenas, mayores que la manzanilla grande de España; si en esta tierra lloviera, abundara en ser riquísima de oro, porque diré lo que allí me afirmaron, y no es fábula; en los vientres de las lagartijas se halla oro, y descubriose desta manera: un indio de aquel pueblo pagaba muy descansadamente su tributo, seis pesos en oro cada año, sin ir a las minas, ni trabajar sino en su chacarilla y casa; apretáronle de dónde sacaba su tributo; dijo que de las lagartijas del campo, y es así que llegando el tiempo de pagarlo, se iba a caza de lagartijas al campo, no lejos de la cibdad, y abriéndolas sacaba cuatro o cinco tomines de oro (y si no me engaño) estando   —263→   en aquella cibdad me enseñaron el indio, y no es milagro, porque el oro no se criaba en las barrigas de las lagartijas, sino, como de tierra se mantengan, a vuelta della comen algunos granillos de oro. Las minas que a poco más de quince leguas desta cibdad se labran, de oro, desde el tiempo del Inga, por una perdiz se descubrieron; y esta es tradición: llegando el capitán general del Inga que iba conquistando, cerca destas minas, que se llaman Andacollo, y asentando su real, trujéronle unas perdices, que son muy buenas, en cuyos papos hallaron unos granillos de oro (los indios de Chile no conocían oro ni plata); trujéronselo al capitán general; preguntó donde habían muerto aquellas perdices. Respondiéronle: en aquel asiento; mandó lavar y lavar; sacó mucha cantidad, y perseveró en esta riqueza muchos años, aun en tiempo de los españoles, y hoy persevera no en tanta cantidad; es muy fino, porque sube de la ley; este asiento sólo se labra en los términos desta cibdad un poco adentro de la cordillera, donde hace muy buen frío, y labran en él todos los años nueve meses pasados de ducientos y cincuenta indios, y cada año se sacan 75000 y 80000 pesos, sin lo que los indios aplican para sí; y en tres meses que dejan holgar aquella tierra, se torna a criar y producir otro tanto oro, lo cual a los que no lo han visto les parecerá fábula, y es verdad lo que habemos dicho.

Esta cibdad es abundante de pescado muy bueno; péscanse algunos atunes, no andan en cuadrillas como en España, sino de uno en uno; sale el indio pescador en busca dél, dos y más leguas   —264→   a la mar con su balsilla de cuero de lobos; lleva su arpón, físgale, dale soga hasta que se desangra; desangrado le saca a la costa; vienen desde Arica a este puerto, que son más de 250 leguas costa a costa, barcos a hacer sus pesquerías de tollos, que son muy buenos y en cantidad; lizas y corvinas. He visto en este puerto cuatro barcos de pescadores venidos de Arica, poco menores que bergantines. Por cima del pueblo pasa una acequia grande de agua para todas las casas de la cibdad, y para regar las haciendas que están cerca dellas; las casas tienen sus huertas dentro, con naranjos, limos, membrillos, etc. Los vecinos viejos ya se han acabado y los hijos son como los del Perú; los vecinos desta cibdad son afables y bien partidos; no tienen las condiciones que los de puerto. Es pueblo de mucha recreación, por la caza de perdices, y de pesca en unas lagunas juncto a la mar, do se crían lizas y otros peces, y patos de agua; los indios pescan graciosamente: unos con volantines arrojadizos, en los53 cuales empalman los anzuelos grandes, y en ellos el cebo, que sacan de las conchas, atado con un hilo; arrójanlo cuanto pueden en la mar, ellos en el rebalaje de las olas a la rodilla, el volantín atado a la muñeca, y no parece si no que ven el pece que pica, y con la mano derecha dan un golpe en el volantín, y luego halan; pescan desta suerte lizas grandes, corvinas, y tollos, y lenguados. Vi una vez a un indio así pescar, y el pece que picó debía ser grande, porque se llevaba al indio al tumbo de la ola; quiso Dios se rompiese el volantín;   —265→   si no, corría riesgo de ahogarse; no tenía con qué cortar el volantín. Otros entran casi hasta la ola donde quiebra, con sus fisgas de tres harpones, y en el tumbo de las olas vemos las lizas y demás peces; arrojan la fisga, y es cosa de ver qué ciertos son a dar en el pece; luego halan a fuera y sacan su pescado. Aquí se descubrieron minas de cobre de lo bueno del mundo, lo cual se trae a Los Reyes, y dello se ha labrado el artillería para la defensa del puerto, para armar las galeras y demás navíos de armada.

De esta cibdad para Sanctiago hay dos caminos: uno por la sierra, que se sigue en tiempo de aguas; otro casi por la costa de la mar; ponen 65 leguas de camino; en esta distancia hay tres valles muy buenos y fértiles; el primero se llama Limari, el río no pequeño, buen agua, buenas viñas y mejor vino. El segundo se llama Choapa, más ancho el río, mayor y más fértil, en el cual hasta agora no han plantado viñas; aquí hay un poblezuelo de indios, de los que allá quedaron del ejército del Inga; es abundante de pescado. El nacimiento deste río es de oro, y en tiempo que se derriten las nieves es muy grande; más adelante es el valle de Quillota con otro río no de tan buenas aguas; es el que dijimos pasarse por la puente del Inga, mayor, y que no todas veces se deja vadear; aquí se da mucho maíz, trigo y demás mantenimientos, y el cáñamo muy crecido, donde hay otro poblezuelo de indios; debe distar de Santiago 22 leguas, las más llanas, que al ivierno son trabajosas de caminar, porque se empantanan y parece el campo una mar, empero, como la tierra es recia, no hay   —266→   mucha ciénaga; si no son en estos tres valles, no hay casas donde hacer noche; hácese debajo de arrayanes más crecidos que los de España, porque dellos se sacan vigas para enmaderar.

A su tiempo hay muy buenos pastos para los caballos, y en estos campos se criaba abundancia de ganado vacuno, y era tanto la primera vez que por allí pasé, agora veinticuatro años, que se nos venían los toros a las dormidas, todo hecho cimarrón; no se conocía cuyo era en los términos de Coquimbo, que corren hasta el valle de Choapa; agora no hay ninguno, porque los vecinos de Coquimbo lo han consumido matando con dejarretaderas; cual más podía, más mataba, sacaban el sebo y hacían cecinas, todo lo cual embarcaban para Los Reyes; en lugar deste ganado se crían al presente abundancia de perros cimarrones. Cerca del valle de Choapa, gobernando don García de Mendoza a Chile, se descubrieron en este camino real las minas de oro que llamaron del Spíritu Sancto, riquísimas, de donde los vecinos de Santiago y Cochimbo sacaron millares de pesos; acabáronse temprano y los vecinos no sé qué hicieron de tanto oro; si sé: gastaron sin discreción y vinieron a quedar pobres, y sus hijos mucho más.




ArribaAbajoCapítulo LXXV

De la cibdad de Sanctiago


La cibdad de Sanctiago, cabeza de obispado, y al presente del reino de Chile, se fundó por el gobernador   —267→   don Pedro de Valdivia en demasiado llano, en un sitio nombrado de los indios Mapocho, a la ribera de un río, al ivierno grande y peligroso para la cibdad; al verano, que es al revés de España, se pasa de piedra en piedra; ni tiene barranca, ni madre, por lo cual se ensancha, y siempre para la cibdad, la cual si no repara se la ha de llevar, como ya estuvo a pique dello. Es abundantísima de todo género de mantenimientos, de vino y fructas de las nuestras, bonísimas, almendras y aceitunas, si estos dos árboles, y ninguno otro de los nuestros no tuvieran contrario, porque el almendro comienza a florecer en medio del ivierno por julio, al principio cae un yelecillo, arrebátale la flor; y el aceituno, al tiempo que está en flor suele venir una niebla que se la abrasa; todos los otros árboles nuestros no padecen54 detrimentos, ni los naranjos ni limos, que se dan dentro y fuera de la cibdad. También suelen venir algunos yelos sobre las viñas, a las cuales cuando están en cierne no le son buenos amigos.

Dista esta cibdad de la cordillera tres leguas, y con todo eso el calor a su tiempo de día, y de noche es crecido, y el frío en el suyo; a este tiempo suelen venir algunas borrascas de nieve tan buenas como en Salamanca, con tanto norte, que arrancan los árboles de cuajo, y a los que no, con la mucha nieve que cae sobre ellos los desgaja; es pueblo lluvioso desde mediado abril, que comienzan las aguas cuotidianamente, hasta agosto; unos años son más, otros menos, como en todos los reinos,   —268→   que es cuando comienzan los nortes, los cuales en este reino son recísimos, y mientras más arriba, más vehementes, y al principio son poco menos que pestilencia; traen mucho catarro y dolor de costado consigo, y asimismo en todo el Perú, como actualmente lo expirimentamos en este valle de Jauja, donde escribimos esto; tres meses no ha dejado de correr y nos ha traído el sarampión a los niños, y viejos, e mozos, y a las viejas bastante catarro, con el cual se ha llevado no pocas. Los vecinos y moradores todos tienen sus viñas, cual mayor, cual menor, y tierras de pan, donde cogen trigo, maíz, garbanzos, lentejas, melones y las demás legumbres, de suerte que no hay plaza donde se venda cosa alguna, ni pulpería; las camuesas y manzanas que se dan, parece no creíble; con ellas se engordan los cebones55. El que no las tiene, con enviar una carreta a casa de su vecino se la darán de balde, y así se hace. Un buen hombre portugués, un poco fuera de la cibdad, aunque agora ya están dentro, plantó cuatro cuadras, unas frontero de otras, todas de camuesos y manzanas, que al tiempo de la fructa entrar en ellas es entrar en una casa de olores, y no le sirven más que de perderse, y darlas a carretadas. La comarca desde las tejas de la cibdad es abundantísima de todo género de ganado: en los campos hatos de yeguas cimarronas, de donde cada año sacan no pocos caballos para la guerra, algunos salen bonísimos; fuera desto hay crías de caballos; los mejores son de Alonso de Córdoba, que también la tiene   —269→   de mulas que envía a Potosí, y aprueban muy escogidamente; allá no se usan, porque la tierra es cenegosa, particularmente de la cibdad de Chillán adelante.

Todo este reino es faltísimo de sal, desde Coquimbo a Osorno y Chilué; llévase en navíos de acá del Perú y es una de las mejores mercaderías; vale en Santiago de Chile una hanega de sal, doce pesos de oro de veinte quilates, que es el de contracto. Aunque proveyó Dios en el distrito desta cibdad, doce leguas della, una laguna que es común, donde debajo del agua (no es fábula) se cría la sal, y en el verano a tal tiempo se desacota, a donde van los indios, y vecinos envían sus carretas y traen la que pueden; andan los indios que la sacan, en el agua hasta la rodilla y con las manos sacan la sal, que en unas seras de paja echan; es negra, empero para guisar de comer y salar cecinas es bastante. Si el año ha sido lluvioso56 hay poca sal; si un poco seco, hay mucha; empero la sal del Perú siempre tiene su precio. Cae también al verano a la redonda de Santiago el rocío sobre ciertas yerbas, el cual cuajándose en ellas se vuelve sal, como el rocío sobre los sauces se vuelve maná; esta es muy poca; los indios cogen estas yerbas en unas mantas, sacúdenlas y la sal despídese dellas; es como cosa de fructa. Truena poco y llueve muy suavemente, tres y cuatro días sin cesar; miramos a la parte del sur si comienza a aclarar un poco, y si aclara, la serenidad es cierta; es muy lodosa, por ser fundada en tanto llano, y porque el servicio   —270→   es de carretas, y por el consiguiente, en el verano es de mucho polvo. Sustenta cinco conventos: el nuestro con casi treinta frailes y estudio; el de San Francisco, con otros tantos; la Merced, seis o siete los que tienen San Augustín y los padres de la Compañía no lo sé, porque se fundaron después que yo salí de aquel reino. Sustenta también otro monasterio de monjas subjetas al Ordinario; la Orden que profesan son de las de la Encarnación de Los Reyes; debe tener veinticinco monjas de velo. La gente de la cibdad es muy afable y bien partida, y la que sustenta y ha sustentado de cuarenta años a esta parte la guerra contra Arauco, que si no, ya se hobieran despoblado algunas cibdades de las de arriba, en particular la Conceptión. Los campos son abundantes de madera y muy buena, roble y otra que llaman Canela, porque huele un poco a ella y los polvos hacen estornudar bastantemente; acipreses en la cordillera muy gruesos, muy altos, y olorosísimos; yo fui a cortar unos pocos para nuestro convento, doce leguas del pueblo, y corté aciprés y acipreses, que cuatro indios hacheros cortando uno solo, no se vían el uno al otro; tráense ajorro; de aquí se proveen los mantenimientos y pertrechos para la guerra. Sobre esta pobre cibdad cargan las derramas a nunca pagar, sin perdonar a viuda ni huérfana. Es de cuando en cuando molestada de temblores vehementes, y es cosa no creíble; las casas cuyos cimientos son sobre la tierra no padecen detrimento con ellos; las que los tienen fondos, éstas corren riesgo y se abren; los temblores no son de vaivén como los deste reino, sino como saltando para   —271→   arriba, y son más peligrosos. Conócese fácilmente cuando ha de venir el temblor: si a la puesta del sol dos horas antes, a la parte de la mar hay una barda (así la llaman los marineros) de nubes, que corre Norte Sur, es cierto aquella noche o otro día el temblor. Uno vi en esta cibdad: más miedo me puso que los que he visto en este reino.




ArribaAbajoCapítulo LXXVI

De las demás cibdades de Chile


De la cibdad de Santiago, de quien acabamos de decir, a la cibdad de la Concepción, ponen setenta leguas de las buenas; todo el camino es fértil para ganados de toda suerte, para trigo y maíz y demás legumbres, y viñas, en el cual camino encontramos con algunos ríos malos de vadear, y vienen crecidos al verano con mucha agua que se derrite de las nieves de la cordillera, como son Maipo, Cachapoal, Maule, Ñuble, el río de Itata; los cuales al ivierno llevan poca agua y los arroyos cuyos nacimientos no es de las sierras nevadas, traen mucha agua. Esta cibdad de la Concepción es puerto de mar, con abundancia de pescado, y seguro, si no es cuando reina norte en el ivierno, y muchas veces en el verano, porque ningún mes hay en todo este tiempo que no viente poco o mucho, y siempre trae agua, la cual azota las paredes57   —272→   de las casas, y es necesario, por ser de adobes o tapias, aforrarlas con alguna cosa que del agua las defienda. Su asiento es sobre una ciénega junto a un arroyo pequeño. Poblose aquí, porque la guerra no ha dado lugar a otra cosa, y los vecinos, tuviesen agua seguramente; en tiempo de paz, antes de la muerte del gobernador don Pedro de Valdivia, fue muy abundante de naturales, los cuales se han consumido con la guerra de más de 54 años a esta parte, y con matarse los unos a los otros como fácilmente lo hacen, así en las borracheras como con ponzoña, sin que se les castigue nada. Repartimientos de seiscientos indios tributarios y más no tienen hoy veinte indios, y así al respecto. Es abundante de todas comidas el suelo, y de oro, si hay quien labre la tierra y lo saque; junto al pueblo están las viñas, y se hace vino, aunque no tan bueno como el de Sanctiago, porque la uva no madura a ponerse dulce. Los edificios son pobres respecto de la guerra continua, y bajos respecto de la vehemencia de los vientos. El ivierno es asperísimo, con nortes y lluvias; el verano es templado. Agora cuarenta años se retiró la mar, y después salió con tanta furia y bramidos que casi anegó todo el pueblo, y luego sucedieron terremotos muy frecuentes, que echaron la mayor parte del pueblo por el suelo, y el año pasado de 604, subcedió a las cinco de la tarde otra inundación de la mar, con tanta vehemencia y bramidos, que anegó la mayor parte del pueblo, y en el convento de señor Sanct Francisco, donde yo residía   —273→   y vivo, derribó la cerca, que es de piedra, por tres o cuatro partes, y se llevaba las piedras grandes, como si fueran paja; anegó todo el convento, y cuando se retiró dejó algunas lizas y otros peces en el claustro, y me compelió a mí y a otros salir por las paredes; y el fuerte, qu'es de tapias, arruinó, llevándoselas y dando con ellas más de veinte pasos adelante. Si esta inundación fuera de noche pereciera mucha gente, y si algún temblor viniera se arruinara todo el pueblo; fue Nuestro Señor servido que la inundación fuese de día y no subcediese temblor alguno.




ArribaAbajoCapítulo LXXVII

De algunos otros pueblos deste reino


De la Concepción, llegándonos a la cordillera Nevada, dista la cibdad de San Bartolomé de Gamboa doce leguas, cuatro de la cordillera; poblola el gobernador Martín Ruiz de Gamboa en buen sitio, llano; la comarca de muy buen suelo, fértil de todo género de comidas y viñas, junto a un río que cría muy buenas truchas y otros peces de buen gusto. Aquí no alcanzan tanto los temblores. Casi toda la madera de las casas es de aciprés muy oloroso, que se cría en mucha cantidad en la cordillera, en la cual, en valles que hay en ella, estaban poblados indios que llamamos Puelches, bien dispuestos, belicosos, los cuales, así por nuestra parte, defendiéndonos dellos, como por las guerras civiles   —274→   que entre sí han traído, se han acabado casi todos.

Ongol.- Dista deste pueblo la cibdad de Ongol, por otro nombre llamada de los Infantes, poblada por don García de Mendoza, Marqués de Cañete, siendo gobernador deste reino, de muy buena gente, es un llano cuyo suelo tiene las propiedades de San Bartolomé y de la Concepción; hace ventaja en las viñas, porque el vino de aquí es muy bueno; tenía abundancia de indios comarcanos y belicosos, los cuales después de la muerte del gobernador Martín García de Loyola se rebelaron y compelieron a despoblar el pueblo, el cual despobló el gobernador don Francisco de Quiñones; si fue acertado o no, otros lo dirán.

Agora Alonso García Ramón lo pretende poblar y envía gente para ello, porque conviene así para que los pocos indios rebelados se reduzcan al servicio de Su Majestad. No se puebla donde estaba antes, aunque cerca de allí, sino más llegado al río llamado Biobío, por impedir el pasaje a los indios de Purén y a otros.

De aquí a la cibdad Imperial ponen diez y ocho leguas, en medio de las cuales está la quebrada Honda que llaman, donde cotidianamente se hallaban indios de guerra emboscados para hacer suerte en los nuestros que caminaban por allí. Esta ciudad, antiguamente, cuando la pobló Valdivia, era abundantísima de indios más que otra alguna. Vecinos hubo que tuvieron encomendados 25000 indios y más, como fueron el Adelantado Jerónimo de Alderete y el gobernador Villagrán, y otros 18000, y a quince mil indios, y dende abajo; todos estos indios eran dóciles y pacíficos, y pretendiendo   —275→   echar de la tierra a los españoles se concertaron de no sembrar un año; las justicias no advirtieron en ello; llegó el año de la hambre, perescieron casi todos, y se comían los unos a los otros sin perdonar padre, a hijo ni hijo a padre, y se halló indio cortarse un pedazo del muslo y asarlo para lo comer.

Desta suerte los repartimientos muy grandes no quedaron en mil indios, y los menores casi en ninguno, los cuales después de la muerte del gobernador Loyola se rebelaron, cercaron la ciudad y la tuvieron en mucho aprieto de hambre; los que persuadieron esta rebelión fueron los indios más regalados de los españoles, y criados desde niños en sus casas, más ladinos que nosotros. Salió de la Concepción el gobernador don Francisco de Quiñones, y la despobló, y así se está hoy, y los indios con sus guerras civiles se han menoscabado y se van menoscabando, de suerte que cuando se tornen a reedificar habrá muy pocos naturales. El suelo es abundante para todo género de comidas y ganados, y es rico de oro, principalmente el río que llaman de las Damas; aquí no llegan las uvas a madurar de suerte que se pueda hacer vino dellas. Dista de la mar aún no seis leguas, de donde se proveía de pescado; tiene cerca la provincia de Purén, que siempre la ha fatigado con guerra. De aquí a la Villa Rica, un poco más metida a la cordillera, ponen 17 leguas, con dos ríos en medio, que no se dejan vadear; pásanse en balsas o canoas; el suelo es rico de oro; por eso la llamaron la Villa Rica. Muerto Loyola, también se rebelaron los naturales y la pusieron en tanto aprieto de hambre, que   —276→   murieron casi todos los nuestros della, y no quedaron sino doce o quince soldados, tan sin fuerzas y flacos para defenderse, que fácilmente los indios entraron en la cibdad y mataron los pocos que habían quedado. Robáronla y quemáronla, y así se está hoy destruida; esta cibdad tuvo continuamente guerra con los indios de la cordillera, que usan de yerba casi irremediable.




ArribaAbajoCapítulo LXXVIII

De la cibdad de Valdivia


Desde esta Villa Rica a Valdivia ponen otras quince o veinte leguas; fue muy rica de oro que subía de la ley; parte dello se sacaba en sus términos, y parte o lo más venía de la Villa Rica a fundirse allí y marcar. Pobló el gobernador Valdivia esta cibdad a la ribera de un río navegable y seguro, a donde los navíos llegaban a surgir tan cerca de la barranca del río a donde se fundó el pueblo, que las gavias llegaban a las ventanas, y para embarcar y desembarcar no era necesario batel, sino echar una tabla ancha y entrar y salir por ella. Hubo hombre que a caballo entró y salió de un navío. Es abundante de mucho monte de buena madera para edificios, que era el trato desta ciudad, donde había muchos ingenios para sacar y aserrar la madera.

El suelo, para maíz abundante; el trigo se sembraba diez y doce leguas de la ciudad en unos llanos   —277→   que llaman de Valdivia, donde acudía con abundancia; traíase al pueblo parte por tierra hasta el río, de donde en canoas se proveía la cibdad. Agora 35 años, poco más o menos, subcedió un temblor tan vehemente que asoló cinco cibdades deste reino: La Concepción, Imperial, Villa Rica, Osorno, y esta Valdivia; y a un navío qu'estaba surto en este río, lo sacó y echó en tierra buen trecho de donde estaba, que nunca más se aprovecharon del y allí quedó como el arca de Noé en los montes de Armenia. Este río procede de una laguna grande de la cordillera Nevada; desemboca por entre dos cerros; con el terremoto se juntaron los cerros y el río quedó en seco por algunos años, hasta que creciendo la laguna emparejó y rompió por medio de los dos cerros, que se juntaron con tanta vehemencia y tanta agua, que robó mucha parte de los llanos arriba dichos, y se llevó mucha cantidad de naturales y la cibdad corrió algún riesgo, y desde entonces corre el río por su madre como antes. Permaneció esta cibdad en mucha abundancia, así de oro como de comidas, hasta que agora cinco años, víspera de Sancta Catalina, por los pecados de los que en ella vivían, Nuestro Señor la castigó, enviando sobre ella muchos indios, así de los subjetos como de los de La Imperial, después de la muerte del gobernador Loyola, y de noche los indios dieron en la cibdad y la entraron, saquearon y mataron todos los que en ella había varones, y se llevaron más de trescientas mujeres mayores y menores, niños y niñas; robaron las tiendas y las iglesias y en las imágenes hicieron grandes crueldades, siendo todos baptizados y casados y   —278→   ladinos, y los más ladinos mayores crueldades hacían en los nuestros, y más oprobios en las imágines, y hasta hoy no se han rescatado ni podido rescatar las mujeres, niños ni niñas, porque a los varones todos los han muerto; mas como Nuestro Señor castigó aquella cibdad, también castiga a los naturales porque se volvieron a las antiguas bestialidades de sus padres, matándose los unos a los otros, como lo hacen, así en borracheras como con ponzola. Será muy dificultosa reedificarse aquesta cibdad por la falta de los naturales y aspereza de la tierra, y para nosotros ser infrutífera.




ArribaAbajoCapítulo LXXIX

De la cibdad de Osorno


De Valdivia a Osorno, que la pobló don García de Mendoza, Marqués de Cañete, de mucha y muy buena gente, ha veintidós leguas de camino; cuando se pobló era abundante la comarca de naturales que fácilmente, al parecer, recibieron la fe y comenzaron a rescebir la pulicía humana, vistiéndose como nosotros y acudiendo a las iglesias en sus pueblos con algún cuidado. El suelo era muy abundante para comidas y ganados. Muerto Loyola, también estos indios, aunque se habían disminuido mucho, que no llegaban a 8000, se rebelaron, cercaron la ciudad y la entraron y quemaron las iglesias, y en las imágines hacían lo mismo que los de Valdivia; pusieron a la ciudad en mucho   —279→   aprieto de hambre, y cuando la entraron y saquearon se llevaron una monja profesa, de Sanct Francisco, y se la tuvieron allá algunos años, hasta que el capitán... 58 la sacó y la restituyó a su Orden. Estos indios, en un recuentro mataron al coronel Francisco del Campo, yendo por comidas para la cibdad de Osorno con otros españoles, como diremos; finalmente, en tanto estrecho pusieron a Osorno, que compelieron a todos los cercados, con el mejor orden que les fue posible, dejar el pueblo y despoblarlo y irse a la cibdad de Castro, que por otro nombre llaman Chilué, de quien luego diremos, treinta y cinco leguas, poco más o menos, de Osorno; donde en el camino padecieron mucho trabajo de hambre, ciénegas, ríos, y las pobres mujeres padescían más, porque algunas caminaban a pie. Los naturales de Osorno luego consumieron todo cuanto ganado ellos tenían, y lo que guardaban de sus amos, porque había más de 100000 ovejas de Castilla, más de 50000 vacas más de 40000 yeguas y mucha cantidad de ganado porcuno, y en tan breve tiempo lo consumieron todo, que el día de hoy, que no ha cinco años que despobló Osorno, no se halla en el distrito una cabeza de ningún ganado. Consumiéronlo, porque si los españoles volviesen a reedificar a Osorno no hallasen que comer. Hicieron otra cosa en gran daño suyo; que no sembraron, y faltándoles las carnes faltoles las comidas, y sobre la hambre dieron en comerse unos a otros, y así se han consumido y acabado, que no hay hoy 2000 indios; tomaban   —280→   un cuarto de indio, echábanlo en el camino y emboscábanse; pasaban otros indios de ellos mismos, arrebataban la carne, salían los emboscados y matábanlos y comiánselos. En estas bestialidades y otras han caído por sus pecados, ya políticos ladinos, vestidos como nosotros, los más dellos ricos de todo género de ganados; ninguno sabía cultivar la tierra sino con bueyes que proprios tenían.




ArribaAbajoCapítulo LXXX

De la cibdad de Castro


En cuarenta y dos grados de altura hay cantidad de islas unas mayores, otras menores; unas más pobladas que otras, de a legua, de a dos leguas, entre las cuales hay una, la mayor, llamada Chilué, de tres leguas de largo y de siete o ocho de circuito; fue muy poblada de naturales, donde los españoles poblaron una cibdad llamada Castro, adonde se recogieron los que vivían en Osorno. Esta isla, con las demás, no tienen suelo para trigo; dase poco y mal, por ser la costelación muy lluviosa; para cebada es mejor y para papas, que son como turmas de tierra de Castilla, sino que se siembran a mano y crecen mucho, de a dos y tres libras, de razonable mantenimiento. Los ganados nuestros multiplican no con tanta abundancia como en la tierra firme: es abundante de mucha madera, y dende esta isla al estrecho de Magallanes, que son doce grados, la tierra es muy áspera, la costa muy brava   —281→   y sin puertos, poco poblada, aunque los que en ella viven son como gigantes. La isla es pobre de oro; plata, ni por imaginación en ella se halla. Los años pasados, un pirata inglés, el tercero que desembocó por el Estrecho, llegó allí, saqueo el pueblo y mató al cura, un clérigo muy honrado y buen cristiano; predicando lo mandó arcabucear; sabido por el coronel Francisco del Campo, antes que le matasen como habemos dicho, salió de Osorno con cuarenta soldados, pocos más, y entró en Castro; vino a las manos con el pirata, matole diez y ocho o veinte luteranos; el pirata se escapó por la codicia de los soldados nuestros, que se ocuparon en robar lo que los luteranos enemigos habían robado. Algunos naturales de la tierra firme inquietan a los nuestros, por lo cual se ha puesto un presidio desoldados en mi puerto veinte leguas de Castro, llamado Calermapo, con que se refrenan estos indios.

Y esto cuanto a los pueblos españoles deste reino de Chile.




ArribaAbajoCapítulo LXXXI

De los obispos deste reino


El primero, aunque no se consagró, fue don Rodrigo González, clérigo que se halló en la conquista deste reino con don Pedro de Valdivia, y fue su confesor; varón afable y predicador; murió de gota rescebidos los Sanctísimos Sacramentos; a quien subcedió el obispo Barrionuevo, de la Orden   —282→   de San Francisco, varón religioso, de muchas y buenas partes; también murió en buena vejez; a quien subcedieron dos obispos, porque se dividió este reino en dos obispados; en el de Sanctiago, que llega hasta los Cauquenes, seis o siete leguas adelante del río de Maule.

En el de Sanctiago subcedió fray Diego de Medellín, deudo nuestro varón gran religioso de la Orden de Sanct Francisco, que fue provincial en el Perú de su sagrada religión, de gran ejemplo y cristiandad, así en España como acá; acabó de hacer la iglesia mayor de Santiago y el coro, y feneció en buena vejez, casi sin calentura, hombre ya de noventa años.

El otro obispado se llamó de La Imperial, desdelos términos de los Cauquenes basta Chilué; fue proveído en él por primer obispo fray Antonio de Sant Miguel, de la misma Orden, varón de muchas y loables virtudes; gobernó con mucho ejemplo y cristiandad y fue casi como profeta del castigo que Nuestro Señor, por nuestros pecados, lleva adelante en estos reinos, predicando los españoles que en ellos viven y vivían se volviesen a Dios y hiciesen penitencia y enmendasen sus vidas, porque le adivinaba su corazón había de caer la mano pesada de Dios sobre las cibdades que agora están despobladas, como ha caído; fue promovido al obispado de Quito, en cuyos términos, veinte y cinco leguas antes de allegar a su silla, murió loabilísimamente en un pueblo llamado Ríopampa.

Subcediole en el obispado de La Imperial don Agustín de Cisneros, arcidiano, varón docto en cánones y muy principal, de buenas y loables costumbres;   —283→   gobernó cinco o seis años con muy buen ejemplo de vida y acabole una enfermedad de gota; a quien sucedí yo, sin merecerlo59, en este tiempo tan trabajoso, donde era necesario un varón de grandes partes y virtudes para ayudar a llevarlos trabajos de los pobres y socorrerlos en sus necesidades; empero falta lo principal, que es la virtud, y el pusible, por ser el obispado paupérrimo, que apenas me puedo sustentar, y no tengo casa donde vivir, que si en Sanct Francisco no me diesen dos celdas donde vivir, en todo el pueblo no había cómodo para ello; con todo esto, tengo más de lo que merezco, porque si lo merecido se me hubiera de dar, eran muchos azotes.




ArribaAbajoCapítulo LXXXII

De los perlados y religiosos de las Órdenes


La primera religión que pasó a este reino creo fue de Nuestra Señora de las Mercedes; no sé qué calidades tuviesen los religiosos, porque dellos hay poca memoria. Después vinieron religiosos de la Orden de Sanct Francisco, y entre ella el padre fray Cristóbal de Rabaneda, predicador, que fue provincial, con otros de buen ejemplo que comenzaron a poblar en los pueblos de los españoles y a doctrinar a los naturales desde Coquimbo hasta Chilué. El padre fray Francisco de Montalvo fue   —284→   varón muy religioso, buen predicador y provincial, a quien subcedió el padre fray Domingo de Villegas, religioso de buen gobierno y esencial; después del cual subcedió el padre fray Joan de Tobar, a quien los indios mataron con dos compañeros cuando al gobernador Loyola; agora esta provincia está subjeta a la de Lima; gobiérnala con título de Vicario provincial el padre fray Joan de Lizárraga, loablemente, muy buen pedricador y deudo nuestro. Nuestra religión vino la postrera, y el primero que de nuestros religiosos entró en este reino con don García de Mendoza fue el padre fray Gil González Dávila, varón docto, gran pedricador, muy esencial, de muy buen ejemplo, con un compañero llamado fray Luis de Chaves, el cual, aunque no era docto, sus buenas costumbres suplían la falta en esto; después le sucedió el padre fray Lope de la Fuente, muy buen religioso y gran lengua en la del Perú, y llegado acá en breve tiempo deprendió la de los naturales y les predicó con mucho ejemplo de vida, así en el distrito de Sanctiago como en esta Concepción, en Arauco y Tucapel y en las demás ciudades; vino este religioso padre por Vicario provincial, a quien en el mismo cargo sucedió el padre fray Jerónimo de Valenzuela, buen predicador, y cumplido su término se volvió al Perú; a quien sucedió y vino por Visitador el padre Presentado fray Diego de Niebla, religioso muy docto; después de lo cual el Reverendísimo General de nuestra Orden, desde Lisbona, sin yo imaginarlo ni pedirlo, dividió esta provincia de la del Perú, y me nombró Provincial della, sin merecerlo; hice lo que se me mandó y vine por tierra   —285→   desde la ciudad de Los Reyes, donde era prior de nuestro convento, por tierra, que como dicho tengo arriba, son más de ochocientas leguas, las más dellas trescientas despobladas y de diversos temples; llegado a Sanctiago, hice lo que pude, y no lo que debía, porque soy hombre y no puedo prometer, sino faltas; acabado mi provincialato me subcedió el padre fray Francisco de Ribero, buen predicador, a quien sucedió60 el que agora gobierna, fray Acacio de Naveda, hijo deste reino, que hace bien su oficio y ha poblado en la provincia de Tucumán y del Río de la Plata cuatro o cinco conventos, de pocos frailes porque la pobreza de la tierra no sufre más.




ArribaAbajoCapítulo LXXXIII

De los gobernadores de Chile


El primero de los gobernadores de Chile y el que lo conquistó fue don Pedro de Valdivia, hombre hidalgo de guerra y ánimo, de gran conocimiento, y en particular para elegir y poblar cibdades; su fin y muerte no lo trato, porque otros ya lo han hecho. El segundo fue don García de Mendoza, agora Marqués de Cañete, hijo del valeroso y gran limosnero don Andrés Hurtado de Mendoza, que domó la soberbia araucana cuando la tierra hervía con indios, soberbios por la muerte de   —286→   Valdivia y victoria que contra él y otros capitanes nuestros alcanzaron por justo castigo de Dios, con los cuales entrando más de veinticinco veces en batalla, siempre los venció, subjetó y dejó la tierra tan llana como la del Perú, gastando en menos de cuatro años que fue gobernador de aquella tierra mucha hacienda que su padre desde el Perú le enviaba, no de Su Majestad, sino suya propia, con los soldados que traía en su ejército. Pobló la cibdad de Osorno, y pobló la provincia de Cuyo, como habemos dicho, y hechas otras cosas como de su sangre se esperaba; salió de Chile pobre y necesitado, dando en aquel reino bonísimo ejemplo y olor de su persona, porque ni en cohecho ni deshonestidad, ni en otro viejo que los cargos traen consigo, se le conoció falta notable.

En los trabajos, el primero; en los recuentros y batallas, no el postrero; en proveer contra los pensamientos de los enemigos de Arauco, providentísimo, como si los tuviera delante de los ojos; porque si enviaba, algún capitán a correr la tierra, luego61 proveía otro con gente bastante para que ocupase los malos pasos por donde el primero capitán había de volver, para que los enemigos allí no le hiciesen daño, con lo cual felicísimamente, acabó aquella guerra y allanó, que en cuarenta y cuatro años que salió della y los indios se tornaron a rebelar, no se ha podido reducir al estado en que la dejó.

Sucediole, proveído por Su Majestad, Francisco de Villagrán, desgraciadísimo capitán, y para gobernar   —287→   no sé si de tanto talento, en cuyo tiempo la tierra se tornó a rebelar, desbaratándole no pocas veces, y principalmente en la cuesta que llaman de Villagrán, y también en diferentes ocasiones a sus capitanes, y así se ha quedado; a quien sucedió el doctor Sarabia, Presidente de una Audiencia Real que se fundó en La Concepción, con título de capitán general, la cual no permaneció veinte años; halló la tierra tal que con su mucha prudencia no la pudo remediar, antes sucedieron algunas desgracias y victorias de los indios, no por culpa suya, sino de confiados capitanes y mal proveídos.

A quien succedió, deshecha la Audiencia, Rodrigo de Quiroga, caballero de hábito y de bonísimas partes y que tuvo a los araucanos muy apretados y casi para ponerlos en la subjectión antigua, sino sucediera la entrada por el estrecho de Magallanes del capitán Francisco, azote deste reino, a quien por seguir deshizo el ejército, y después acá no se ha puesto la tierra y fin de la guerra en aquel estado.

Dende a poco succedió su muerte, y en su lugar Martín Ruiz de Gamboa, a la sazón mariscal, casado con hija del gobernador Rodrigo de Quiroga; gran soldado, gran capitán, gran trabajador en la tierra, amigo de los soldados, liberalísimo con ellos, de mucho brío y de gran consejo para las cosas de la guerra de Chile, y muy caballero de la buena o mejor casa de Vizcaya; mas hallándose pobre y no con tanta gente como era necesaria, y la tierra muy necesitada, no pudo hacer mucho en dos años o poco más que tuvo el gobierno de aquel reino; pobló, como dijimos, a San Bartolomé   —288→   de Chillán, con que refrenó la soberbia de los indios comarcanos, y aseguró el paso para La Concepción y Ongol; en cuyo tiempo del gobernador Rodrigo de Quiroga, o poco antes, fue proveído por teniente general por Su Majestad para las cosas de justicia el licenciado López de Azoca, hombre hidalgo, cuya ejecutoria he visto, bonísimo juez, porque en once años que fue teniente general, ni cohecho, ni baratería, ni cosa deshonesta se le conoció; amigo de hacer justicia, y la hacía con toda rectitud. El cual, residiendo en esta o aquella cibdad podían los vecinos dormir a sueño suelto, las puertas de sus casas abiertas, sin que nadie les inquietase; tasó los indios de Osorno, lo cual ningún gobernador había hecho; fue con su residencia a España, donde en breve tiempo fue vista por el Consejo Real de Indias, y dado por buen juez.




ArribaAbajoCapítulo LXXXIV

Del gobernador don Alonso de Sotomayor


Al mariscal Martín Ruiz de Gamboa succedió don Alonso de Sotomayor, caballero de hábito, el cual desembarcando en Buenos Aires con su gente, algunos se le quedaron en aquel pueblo, pero con pocos menos de cuatrocientos hombres, habiendo padescido grandes trabajos en los despoblados hasta llegar a la cibdad de Córdoba, de la provincia de Tucumán, llegó a ella; de allí a la de Mendoza, en su gobernación, de donde pasando la cordillera en   —289→   buen tiempo llegó a la ciudad de Sanctiago (donde yo me halle a la sazón), con cuatrocientos soldados (como habemos dicho), pocos menos, destrozados del camino, todos desnudos y descalzos, a los cuales los vecinos con mucha liberalidad hospedaron en sus casas, vistieron y regalaron con su pobreza y ayudaron con caballos; el cual, con venir con buenas atenciones de proseguir luego la guerra, a persuasión del general Lorenzo Bernal de Mercado, valentísimo capitán, que a la sazón se halló en Santiago, de gran conocimiento en la guerra de los indios, muy temido dellos, de los cuales ha alcanzado famosas victorias con muy pocos soldados, los indios muchos y aun algunas veces solo, y ha hecho cosas dignas de memoria; le dio 120 hombres para que fuese a descubrir unas minas de plata en la Cordillera, a las espaldas de Ongol, no faltando quien al gobernador se lo contradijese, e yo fui uno dellos, que entonces era a mi cargo aquella provincia, con todo eso la despachó. Partió con ellos de la ciudad de Sanctiago a la ribera del río Biobío arriba; llegó a la cordillera, halló famosas minas de guijarros, pedernales, peñascos y breñas; llevaba picos, almadanas, fuelles y lo demás necesario para la fundición, y un hombre de Potosí gran fundidor y conocedor de metales, por nombre Pedro Sandi; pero como aquellas minas no llevaban plata, ninguna halló. Pasó la cordillera, que por ser por enero y febrero no tenía nieve, ni por allí es muy áspera de pasar; de la otra parte halló algunos indios poelches o de aquellos llanos algarroberos; tomó cuatro o cinco a las manos, uno de los cuales, o todos, por verso libres   —290→   dél, le dijeron que ciertas jornadas de allí, no pocas, hacia la mar del norte, había otros españoles como nosotros, vestidos a nuestro modo, pero con pieles de venados y con barbas; que si le daba gusto, uno dellos iría y volvería y daría noticia a los otros españoles, de nosotros; como en Chile se tiene aquesta noticia, según habemos referido, diole una mano de papel y escribioles la noticia que aquel indio dellos había dado, y que sin duda entendía ser españoles como nosotros, y por parecerle no tenían comercio con gente cristiana, lo que en España había les hacía saber: que en la Sede Apostólica residía Gregorio XIII, y que teníamos tantos de Áureo número; la letra dominical era tal; en España reinaba Filipo II, hijo de Carlos Quinto; en el Perú era Visorrey don Martín Enríquez; en Chile gobernaba don Alonso de Sotomayor, y para que le respondiesen les enviaba aquella mano de papel, diciendo quiénes eran, donde vivían y prometiéndoles todo favor, saliendo al reino de Chile para dárselo, y la respuesta diesen aquel indio, el cual se había preferido traerla a Ongol para el mes de Marzo; diose todo este recaudo al indio, mas hizo la ida del cuervo; no quería más que verse libre de las manos de los nuestros. Lo que yo tengo por más cierto es que los indios son enemigos nuestros capitales, y por una vía o por otra querían dividirnos para echarnos de sus tierras y matarnos, como dijimos haber hecho los chiriguanas con el capitán Andrés Manso, y por eso inventan semejantes fictiones y mentiras; y que no haya memoria de españoles en el Estrecho, ni los que allí se perdieron, aunque saliesen a tierra,   —291→   no sean vivos, es argumento eficaz lo que en Córdoba de Tucumán me dijo un vecino de aquella cibdad, por nombre Montemayor, el cual en la armada en que vino por general Álvaro Flores de Valdés, y por poblador del Estrecho, Pedro Sarmiento, con gente, y labrada madera para las casas e iglesias, y en ella también vino don Alonso de Sotomayor, gobernador de Chile, venía por escribano del armada, el cual62 después que el general Álvaro de Valdés, destrozado de la mar, sin poder embocar por el Estrecho, volvió a Buenos Aires y allí echó en tierra a don Alonso de Sotomayor con casi 400 hombres, para Chile. El capitán Pedro Sarmiento quedó con dos navíos para proseguir su viaje en ellos, y este Montemayor; prosiguiendo, pues, su viaje, para hacer lo que había prometido a Su Majestad, de poblar en el Estrecho y hacer63 fuerzas donde pusiese artillería para que los enemigos ingleses no pasasen sin echarlos a fondo, qu'es imposible, porque lo más angosto del Estrecho es de tres leguas, embarcaron con viento muy próspero, pero a la mitad del Estrecho les dio un sur tan desatinado que les compelió cazar a popa y volver a arribar, pero no arribó más que la nao donde iba el capitán Sarmiento; la otra era mejor velera, iba delante, y en una ensenada se metió y guareció del sur; la capitana, digamos, arribó hasta tornar a desembocar en la mar del Norte por donde había entrado, y llegó al puerto donde había salido a la boca del Estrecho.   —292→   Aquí aguardó algunos días a la otra nao, y no viniendo, determinose con 25 ó 30 soldados arcabuceros ir en busca della, entre los cuales iba Montemayor; tomaron la costa en la mano, y a una, o dos jornadas salieron a ellos trece indios vestidos de blanco, manta y camiseta, con sus arcos y flechas; el cabello largo, criznejado, y en las criznejas flechas largas, y los arcos grandes; ellos poco menos que gigantes, tanto y medio de más cuerpo que nosotros, uno de los cuales tomó una flecha y metiósela por la boca casi la mitad; sacola y a vueltas unos cuajarones de sangre, que entre ellos debe ser valentía; el capitán Sarmiento, enfadado y asqueroso de aquello, hizo un ademán que los indios entendieron era de menosprecio; dejolos; pasó adelante en busca de su navío la costa adelante, unas veces por la playa, otras metiéndose la tierra adentro media legua y una, y por camino de la gente que allí vive, donde hallaban huella de pies grandes como de aquellos indios, y de otros como los deste reino. Los indios quedáronse un poco atrás como bufando; alguno de los soldados dijéronle: señor capitán, aquellos indios parece se quedan para hacer alguna traición; mande vuestra merced que se enciendan las mechas de todos los arcabuces, y si dieren en nosotros no nos hallen desapercebidos; solo un soldado en la vanguardia llevaba una encendida, y el cabo de escuadra, en la retaguardia el último. El capitán, con palabras ásperas los reprehendió, llamándolos de gallinas, y que ¿de qué temían? mas no pasaron mucho adelante cuando los medios gigantes con gran alarido dan en los nuestros disparando sus flechas a montones;   —293→   el cabo d'escuadra de la retaguardia volvió el arcabuz, puso fuego, no prendió, y danle un flechazo de que murió dentro de pocas horas. El que iba en la avanguardia vuelve al ruido, y quiso Dios que disparara y al medio gigante que venía delantero dale un pelotazo y tiéndelo; los demás, como le vieron en el suelo, con grandes alaridos métense en la montaña y nunca más los vieron. Preguntéle: en ese viaje qué hiciste hasta hallar el navío, ¿vistes o hallastes algún rastro de cristianos? Díjome: Padre, lo que pasa es que pasando adelante de la playa, hallamos una media ancla y una sonda y pedazos de tablas y un medio mástil, y más arriba, poco apartadas de la playa, como media legua, en el camino encontramos una peña grande, en la cual estaba cavada una cruz y tres renglones y medio de letras cavadas en la misma peña; escarbamos con las puntas de las dagas para ver si podíamos leerlas; solamente podimos conocer una M y una O y una D, por más que trabajamos. Preguntele: ¿Vistes más? Respondiome: Sí; más adelante, antes de llegar al navío, sería como al tercio de lo estrecho, el navío estaba a la mitad, un poco apartado del camino, descubrimos un cerro redondo, no muy alto, y en medio de la plaza de la coronilla vimos como un árbol de navío, hincado, y el cerro cercado, de una pared; fuimos allá, y llegando, la cerca era de la estatura de un hombre, poco más, de piedras de mampuesto sin barro, y el árbol era de navío, como de mezana, hincado en medio de la placeta del cerro que la figuraba, tan grande como una cuadra y a la redonda de todo el cerro estaban unos colgadizos de la pared   —294→   que dijimos lo cercaba, y dentro dellos y de aquellas casillas muchos huesos mondos y calaveras que parecían de españoles, de donde colegimos que algunos cristianos se recogieron allí y los indios los tuvieron cercados, y murieron todos, o de hambre, o de sed, o de lo uno y lo otro; y otra cosa no hallaron, ni más rastro de cristianos, hasta que volvieron al navío, en el cual entrando se volvieron al puerto donde estaba la Capitana, y de allí, no dándoles el tiempo lugar, al Brasil, donde algunos soldados se quedaron, no pudiendo sufrir la condición del capitán Pedro Sarmiento, y entre ellos este soldado Montemayor, de allí se vino a Buenos Aires, y dende a Córdoba, donde vive casado y honrado. Lo más cierto es que la noticia que dan los indios son de los españoles que viven en el Río de la Plata; de donde se colige claramente que desde Buenos Aires a la boca del Estrecho no hay tierra poblada, sino muy poca, y esa barbarísima, aunque de la otra parte del Estrecho, antes de embocar, se han visto muchos humos, qu'es señal haber población; y el mismo Montemayor, que me refirió y certificó lo arriba dicho, también me refería que un indio qu'el capitán Pedro Sarmiento había tomado, cuando desembocó por este Estrecho y lo llevó a España con otros dos o tres, y volvió consigo, decía al mismo Sotomayor que en aquella tierra donde vían los humos nació, y era muy poblada, y había allí un señor muy rico, y de mucha gento que no comía carne humana como aquellos indios grandazos del Estrecho.

Volvió después el General Lorenzo Bernal antes que las nieves le cerraran el paso, porque si se   —295→   detuviera quince días más no volviera tan presto, y el camino, que cuando entró estaba bueno, a la vuelta le halló peinado, sin ser posible pasar si no era despeñándose en el río Biobío, y arriba en el cerro, estaban los indios con unas galgas las más peregrinas y extrañas que se han inventado; eran unas vigas largas, en cuyas cabezas y medio tenían atadas livianamente muchas piedras grandes; dábanlas con los pies, venía la viga rodando y despidiendo piedras a montones; fue Dios servido quel capitán Joan Ruiz de León, valiente capitán, que llevaba la vanguardia, llegando aquel paraje unos peñascos donde con su gente estaba haciendo alto, se tendió por el suelo y las galgas pasaban por cima, dando en el río, de lo cual avisó al General Lorenzo Bernal, por quien visto, despachó algunos soldados arcabuceros que por una cuchilla arriba subiendo echasen de allí a los enemigos; hiciéronlo, y aderezando el camino los nuestros con las picas y azadones que llevaban para las minas, y para esto fueron provechosos, pasaron todos; algunos caballos volaron al río; la gente y el capitán general Lorenzo Bernal aportó a Ongol, el cual desde entonces comenzó a perder su crédito con el Gobernador, y no hizo caso alguno dél ni él le encomendó la menor cosa del mundo, y viéndose así se recogió a Ongol, donde era vecino, y allí acabó sus días pobremente; hasta este no buen subceso se puede comparar con los buenos y venturosos capitanes de todas las Indias, y esto no es de admirar, porque todas las cosas debajo de la luna tienen su crecimiento y mengua, si no son los amigos de Dios que de virtud en virtud crecen.

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Después de salida la gente que fue con Lorenzo Bernal, don Alonso Sotomayor se ocupó en la guerra todo el tiempo que se puede hacer, qu'es el verano, permaneciendo en su gobernación; lo que en particular le succedió no es de mi intento escrebirlo; los que a su cargo lo han tomado lo escribirán. Sólo diré que tuvo muchas y muy buenas ocasiones, pero no por eso habemos de culpar a los que dellas no se saben aprovechar, porque les parece lo hecho en aquella coyuntura es bastante para lo que se pretende, y tienen sus razones que les convencen para no pasar adelante.

Gobernando el mismo don Alonso de Sotomayor se descubrieron en el paraje del puerto de Sanctiago de Chile, en 32 ó 33 grados, dos o tres islas grandes despobladas, los puertos llenos de pescado, de mucha arboleda y gran cantidad de aves que se dejaban tomar con las manos: tórtolas, palomas torcazas y otros, de donde se ha traído mucho pescado y bueno; los puertos no son muy seguros de las travesías; distan de tierra poco más de cient leguas.




ArribaAbajoCapítulo LXXXV

Del gobernador Martín García de Loyola


Al cabo de siete años del gobierno de don Alfonso de Sotomayor le succedió Martín García de Loyola, caballero de hábito, el cual llegando a este reino y, tomando el pulso a las cosas, comenzó a gobernar con mucha cristiandad; entró en la tierra   —297→   de guerra, y llevando las cosas con mucha mansedumbre tuvo este reino un punto que la guerra se acabase, porque si castigara a 170 indios capitanes belicosos a quien tuvo convencidos, habiéndole venido de paz y ayudándole como amigos y vasallos del rey Felipo, que le querían matar sobre siguro con todos sus españoles que con él estaban, más de 400, la tierra quedara castigada y menos estos valentones y capitanes, los demás naturales subjetos, escarmentados y pacíficos. Usó de más clemencia que convenía a gente traidora, y después le mataron viniendo de La Imperial a Ongol, que son diez y ocho leguas, casi en medio del camino, con otros cuarenta hombres, los mejores de todo este reino, capitanes expertos y de muchas partes, y con él mataron también los indios dos religiosos de Sant Francisco, el uno provincial, como habemos dicho. Ofreciósele también otra vez ocasión para castigarlos, porque tratando con estos mismos capitanes valentones indios que nos quietásemos todos y dejasen las armas y viviesen en paz, recibiesen sacerdotes que les enseñasen la ley de Dios, y no le fuesen traidores ni mentirosos, ni ayudasen con gente a los que no se habían querido reducir al servicio del Rey Filipo, cuyos vasallos eran, como ellos parecía estar reducidos. Uno de aquellos capitanes, más principal, le dijo: Señor, desengáñate que todos cuantos capitanes aquí están conmigo ayudamos a los rebelados con la gente que podemos de nuestra parte, y yo he sido parte de los que a mí me acuden para darles más de sesenta indios de guerra. Y si entonces también como a enemigos y traidores los castigara   —298→   ejemplarmente, no le succediera su desgraciada muerte, con la cual dentro de pocos meses toda la tierra se rebeló y mataron los indios, en diferentes ocasiones, más de trescientos soldados de los bravatos y viejos; luego se rebelaron los indios subjetos a La Imperial y la tuvieron en gran estrecho de hambre, y traían alguna harina de maíz y trigo a los nuestros, a rescatar por capas de paño, sayos y camisas, y entre ella revueltos polvos ponzoñosos; fue Nuestro Señor servido que de los nuestros, por esta ocasión, ninguno muriese, hasta que don Francisco de Quiñones, gobernador, fue a socorrerlos y despobló, como dijimos, aquella cibdad. Rebelada la gente de La Imperial, y muertos algunos indios principales por decirles cuan mal lo habían hecho con rebelarse, cómo fue don Felipe, cacique principal de un pueblo llamado Tolten, y a otros determinaron de ir sobre la cibdad de Valdivia, lo cual hicieron, y hallando descuido en la cibdad, una noche, víspera de Sancta Catalina, el año de 599, entraron y mataron muchos españoles, quemaron los templos, hicieron pedazos las imágines y robaron las sacristías y toda la cibdad, matando algunos clérigos y religiosos y llevándose captivas más de trescientas y tantas mujeres con niños y niñas; mataron a algunas, porque no querían conceder con su voluntad; fue, lo que se perdió de hacienda más de 350000 pesos, y si de aquí los indios fueran a la cibdad de Osorno, la hallaran descuidada y se la llevaran como la de Valdivia; empero no pasó mucho tiempo que los naturales de Osorno, todos baptizados y ricos de muchos ganados de los nuestros, y vestidos casi como nosotros y casados, también se   —299→   rebelaron y vinieron sobre la cibdad y la quemaron y saquearon y se llevaron, entre otras personas, una monja profesa de Sancta Clara, que después se rescató; y si con tiempo los españoles no se recogieran y hicieran fuertes en una cuadra, le succediera lo que a los de Valdivia. Sabido en el Perú por don Luis de Velasco, Visorrey que a la sazón era la muerte del Gobernador Martín García de Loyola, despachó con doscientos hombres al coronel Francisco del Campo, que lo había sido de don Alonso de Sotomayor, el cual, llegando desde el pueblo del Callao, en veintinueve días al de Valdivia, halló la cibdad arruinada y despoblada; pasó a Osorno y reprimió algún tanto la soberbia de los rebelados, de donde salió a socorrer a la ciudad de Castro, en la isla de Chilué, donde mató algunos luteranos y al pirata hizo retirar de su navío; empero volviendo a Osorno, en el camino le mataron los indios rebelados, trayendo por capitán a un mestizo que se había ido a ellos, aunque el mestizo murió en aquella refriega; después, viéndose los españoles en grande estrecho de hambre y pocas fuerzas para resistir a los enemigos, despoblaron y dejaron el fuerte donde estaban, dellos a pie y dellos a caballo, y muchas mujeres a talón, se recogieron a la isla de Chilué, cuarenta leguas de camino, la mitad por tierra y la otra mitad por unas bahías de mar, y llegaron bien trabajados a la cibdad de Castro, en la isla fundada, como dijimos.



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ArribaAbajoCapítulo LXXXVI

Del gobernador don Francisco de Quiñones


Visto por el Visorrey don Luis de Velasco los subcesos deste reino de Chile tan lastimosos, proveyó, mientras Su Majestad proveía a don Francisco de Quiñones por gobernador destos reinos, el cual, saliendo de Lima con casi 150 hombres, llegó al puerto de la Concepción, que la halló bien trabajada; comenzó a usar de rigor, que es lo que quieren estos naturales, y a castigarlos ejemplarmente, con lo cual se hizo temer y temblaban dél todos los indios rebelados a donde llegaba la fama de sus castigos; salió desta cibdad con cuatrocientos hombres para la de La Imperial a socorrerla, y en el camino tuvo dos recuentros con los rebelados, en los cuales les mató más de cuatrocientos indios, y con los castigos que en los presos hizo era muy temido; despobló La Imperial contra el parecer de muchos; sacó toda la gente y lo más que pudo della, y volviose a La Concepción. Por su orden también se despobló la cibdad de Ongol que dijimos llamarse de Los Infantes, con lo cual los naturales de aquel distrito, que también se habían rebelado, quedaron más soberbios y más señores; vinieron sobre Chillán, saquearon el pueblo y lleváronse la mayor parte de las mujeres, y aun mataron algunas. A la sazón residía en La Concepción don Francisco de Quiñones, lo cual parece le atemorizó y comenzó   —301→   a perder el brío y vigor y tratar de volverse a su casa a Los Reyes, donde tenía mujer y hijos y mucha hacienda que le tiraban por los cabellos. Importunó al Visorrey don Luis de Velasco con cartas le quitase el gobierno; hízolo así y proveyó a Alonso García Ramón, que fue maese de campo de don Alonso de Sotomayor, el cual, llegando a este reino y estando en la cibdad de Santiago, supo que otra vez los indios habían entrado en San Bartolomé de Gamboa, llamado Chillán por otro nombre y se habían llevado algunas mujeres y niños; tomó la ligera y en breve tiempo anduvo sesenta leguas de camino y más, dio en los enemigos y quitó lo que más pudo, aunque no todo, porque los más de los enemigos se dieron más prisa a huir. Gobernó año y medio, en el cual tiempo no pudo hacer más de lo hecho.




ArribaAbajoCapítulo LXXXVII

Del gobernador Alonso de Ribera


Sabido por Su Majestad la muerte de Martín García de Loyola, proveyó por gobernador a Alonso de Ribera, buen caballero, muy experto en la guerra de Francia y Flandes, donde había tenido muchos y muy principales cargos; el cual, llegando a este reino, luego Alonso García Ramón lo entregó la gente que tenía y se le ofreció a quedarse en la tierra como soldado suyo; no lo admitió, por lo cual se volvió a su casa a Los Reyes.

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Alonso de Ribera halló la tierra muy trabajosa y falta de mantenimientos, y la cibdad de la Concepción, a donde desembarcó, toda cercada de guerra; diose tan buena maña que pacificó y redujo los alterados, de suerte que la cibdad gozaba de una poca de paz. Viniéronle de paz unos indios, que eran los que más daño hacían en este pueblo y su comarca, y el de Sanct Bartolomé, llamados coyuncheses, y su capitán Longo Tegua, que quiere, decir cabeza de perro, indio valiente, belicoso, que ha perseverado en el amistad y sirve y ha servido fielmente, y agora dos años corriera mucho riesgo Alonso de Ribera si Longo Tegua no se opusiera a los enemigos con su compañía que no llegaba a cuarenta indios.

Comenzó Alonso de Ribera a hacer muchos fuertes con presidio de soldados, lo cual unos aprueban y otros reprueban; la guerra hacía diferente de lo que hasta aquí se usaba, con infantería de a pie y poca caballería, lo cual si los indios esperaran en campo raso y la guerra que nos hacen tuviera cuerpo, era muy buena manera de proceder; pero como se la habremos de hacer a saltos y los habremos de ir a buscar como quien va a caza de conejos, no se ha tenido por acertada esta manera de proceder; en lo demás es muy buen capitán, gran trabajador, que provee bien y puede ser capitán general de un ejército de 20000 y más soldados, como capitán experimentado por muchos años en guerras más trabajosas y peligrosas que las de Chile, porque como los rebelados conozcan y experimenten vigor y castigo, conforme a sus delictos, no hay guerra en Chile, por ser gente del ánimo más servil y esclavo   —303→   que hay en el mundo; como no se les castigan las traiciones, y crueldades que han hecho, dicen que por eso no los castigamos, porque los tememos. Los naturales rebelados, viendo el poco vigor que con ellos se ha usado, la provincia de Arauco, Tucapel, Lebo y otras le dieron la paz y pobló un fuerte en Lebo con ochenta hombres; otro en Tucapel con otros tantos; dejó otro a la ribera de Biobío, llamado Nuestra Señora de Alí; otro Sancta Fee, otro Sancta Lucía, porque las paces que estos indios le dieron no se tienen por fijas, sino por fingidas, pues ni se les tomaron rehenes ni los tienen para darlos, ni hay hijos de reyes que pedirles, porque no tienen ley ni rey, ni entregaron cibdades, ni fortalezas para la siguridad de la paz, que no las tienen, y así, en viendo al soldado español desmandado, le quitan la vida echando la culpa a otros indios que no han venido de paz, y fácilmente se les creen; empero en lo que más daño nos hacen los que han dado esta paz fingida, es en hurtar cuantos caballos pueden, que son las fuerzas y niervos de la guerra de nuestra parte para contra ellos. En este estado dejó la tierra Alonso de Ribera a Alonso García Ramón, que vino a este reino poco menos ha de un año, el cual con el socorro que Su Majestad le ha enviado de mil hombres que ya casi están en los fuertes, esperamos en Nuestro Señor nos ha de dar paz cumplida y la que estos naturales dieron fingida, mal que les pese, la han de hacer verdadera; tratan agora con gobernador que les entiende los pensamientos y conoce sus traiciones, y no se han de burlar con él, el cual si los saca de sus cuevas y reduce a pueblos   —304→   compeliéndoles a que les den las armas y caballos, que tienen muchos más que nosotros, con el favor divino gozaremos de paz; donde no, la guerra es infinita.




ArribaCapítulo LXXXVIII

De las calidades de los indios de Chile


Tiempo es ya tractemos de las calidades de los indios de Chile; las mismas son que las de los indios del Perú; enemigos nuestros capitales como los demás, exceden a los del Perú en ser más animosos, más soberbios, más fornidos, de mayores cuerpos y más belicosos, y son mucho más bárbaros y temerarios, porque no creo se64 ha hallado alguna nación que no adorase alguna cosa y tuviese por dios; estos ni a Sol, ni a Luna, ni estrellas, ni otra alguna cosa.

El capitán del Inga llegó hasta Sanctiago de Chile y doce leguas más adelante, y viéndolos tan bárbaros los llamó en su lengua Purun auca, que quiere decir indios barbarísimos; no tenían vestidos de pieles; de gatillos hacían unas maras con que se cubrían; el ivierno se estaban en sus casas metidos, que son redondas, mayores o menores como es la familia; al verano, grandes holgazanes, las mujeres trabajaban en todo lo necesario; fuera desto, sin ley ni rey; el más valiente entre ellos   —305→   es el más temido; castigo no hay para ningún género de vicio; tienen muchos absurdísimos.

A padre ni a madre ninguna reverencia, ni subjectión. Deshonestísimos, si no es a madre, a otra mujer no perdonan: el hijo hereda las mujeres de su padre, y al contrario; el hermano del yerno, y si un hermano se aficiona a alguna mujer de su hermano, por quedarse con ella y las demás, le mata; entre estos hay grandes hechiceros que dan bocados para matarse los unos a los otros y se matan fácilmente, y dicen está en su mano llover o no. No adoran cosa alguna; hablan con el demonio, a quien llaman Pilan. Dicen que le obedecen porque no les haga mal.

Creen que después de muertos van allá de la otra parte del mar, donde tienen muchas mujeres, y se emborrachan; es el paraíso de Mahoma.

Muchos destos, aunque son baptizados, niegan serlo, lo mismo hacen las mujeres; amancebarse con dos hermanas es muy usado, no solo los infieles, sino los baptizados, por lo cual a los españoles que tienen captivos, si el español es casado y tiene alguna cuñada, le compelen a que tenga acceso a ella delante dellos mismos, si no le matarán; conozco a quien le succedió, y el pobre por huir de la muerte cometió tan grave incesto.

Han hecho grandes crueldades en las mujeres españolas, por haber acceso a ellas.

El padre que más hijas tiene es más rico, porque desde niñas las venden a otros para mujeres, y el que compra es perpetuo tributario.

No saben perdonar enojo, por lo cual son vindicativos en gran manera; no creen hay muerte natural,   —306→   sino violenta, y acaso porque si alguno muere es porque otro le dio riñendo un bofetón o puñada, o con un palo, o le tiró de los cabellos.

Muchas veces nos dan ponzoña en nuestras comidas, y como no nos hacen daño, dicen es la causa porque las comemos calientes. Sus consultas son en las borracheras muy frecuentes en ellas, donde tractan las cosas de guerra: llevan sus armas, y borrachos se matan fácilmente.

No guardan un puncto de ley natural, a lo menos con nosotros.

No tienen dos dedos de frente, que es señal de gente traidora y bestial, porque los caballos y mulas, angostos de frente lo son. Cada uno vive por sí, una casa de otra apartada más de un tiro de honda, a los cuales si no se reducen a pueblos y les quitan armas y caballos y les hacemos hombres políticos no los haremos cristianos.

En la guerra obedecen a los capitanes por ellos nombrados; acabada, o [en] el verano, no hay obidencia.

Finalmente, es gente sin ley, sin rey, sin honra, sin vergüenza, etc., y de aquí se infirirá lo que inferir se puede.

Es entre ellos lenguaje de dar la paz por estos tres años en los cuales nos descuidarán y nos dividiremos, y descuidados y divididos nos matarán y se quedarán en su infidelidad y bestiales costumbres.

Si el que gobierna no los puebla, como habemos dicho, y quita armas y caballos, y castiga a los culpados, después que se les ha notificado la beninidad que con ellos Su Majestad usa, no habrá paz en Chile.

Si a los indios adultos persuadimos e indias, se baptizen, responden que tienen vergüenza de ser cristianos, y que harán burla dellos los indios rebelados; empero, que al fin de sus días se baptizarán. Tienen por gran pecado castigar o corregir a sus hijos.

No miran los padres por sus hijas; ellas busquen lo que les conviene, si acaso no las han vendido a otros indios para mujeres, como habemos dicho.

Son invidiosísimos; si un encomendero tiene en su casa tres o cuatro indias, pagándoles su trabajo como mozas de soldada, si acaso se regala más a ésta que aquélla, fácilmente la matan con un bocado.


 
 
FIN