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Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata

Félix de Azara



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[Indicaciones de paginación en nota.1 ]



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ArribaAbajo[Mitre y Azara]

Difícil resultaba decidirse por un determinado autor para iniciar la Biblioteca histórica colonial con la que la Editorial Bajel se propone difundir el pensamiento y la obra de los escritores, historiadores y hombres de ciencia hispanoamericanos, que actuaron en el período de la colonización. Sin embargo, desde el primer momento se consideró indispensable reeditar a don Félix de Azara, que apunta como uno de los principales estudiosos de fines del siglo XVIII. Su labor como historiador, geógrafo, naturalista, etnógrafo, etc., se cumplió íntegramente en el Paraguay y Río de la Plata, pero el resultado de sus observaciones interesaron profundamente al mundo europeo, que asistía al proceso de formación de las doctrinas científicas2.

En historia natural, por ejemplo, Azara concibió un sistema de caracterización de las especies al tiempo que el célebre Conde de Buffon daba a conocer su famosa obra, resultado de importantes estudios a los que concurrían los más prestigiosos naturalistas del continente. Distinta es la posición de Azara, que dio comienzo a esos estudios sin tener una preparación especial. «Soy un soldado -dice- que jamás ha mirado un animal con atención hasta ahora; carezco de libros, y de todos los medios de adquirir noticias e instrucción; soy un naturalista original, que ignora hasta los términos, y gran parte de mis apuntaciones se han hecho sin silla, mesa, ni banco, con la torpeza y disgusto que acompañan a la excesiva fatiga y con otras atenciones que yo miraba como principales»3. Pero Azara pudo rectificar y complementar la obra de los naturalistas europeos, por cuanto les llevaba la ventaja de analizar las características de numerosas aves y cuadrúpedos que aquéllos no conocían directamente.

La Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata, que la Editorial Bajel distribuye en tercera edición, apareció por primera vez en Madrid, en 1847, con un estudio bibliográfico de don   —X→   Basilio Sebastián Castellanos de Losada y posteriormente4, la Biblioteca Paraguaya reeditó esa misma obra, en la Asunción, en 18965.

La reducida edición española patrocinada por el sobrino de don Félix, don Agustín de Azara, tercer marqués de Nibbiano, tuvo por principal objeto difundir la obra sobre el Paraguay y Río de la Plata, que originariamente escribió Azara para el Cabildo de la Asunción, en 1790, y luego reelaboró a su regreso a España6. Bien pronto se agotó la edición distribuida a literatos y bibliotecas y cuando, en 1860, el historiador chileno Diego Barros Arana visitaba Europa, le escribe al general Bartolomé Mitre (junio 7)7, diciéndole: «En Madrid he encontrado una edición del manuscrito original de don Félix de Azara, por el cual he visto que el libro francés8, el único que se conoce en América, ya por el original, ya por las traducciones9, es en muchas partes compendio del texto castellano. Consta éste de dos gruesos volúmenes, el segundo de los cuales es una historia detenida de la conquista de los países del Río de la Plata, y una minuciosa biografía de Azara escrita por don Basilio Sebastián Castellanos, revisor de la edición. Ha sido hecha a costa de don Agustín de Azara, marqués de Nibbiano, sobrino de don Félix, con el solo objeto de regalarla a las bibliotecas y literatos».

Pocos meses después (setiembre 8), Barros Arana le comunica que le «fue imposible conseguir el Azara de que hablé a usted. Impreso un reducido número de ejemplares, fue destinado sólo para regalos; y sólo se puede conseguir uno que otro ejemplar por casualidad»10.

Sin embargo, Mitre debió insistir y con aquel ardor que ponía en la consecución de las piezas bibliográficas que estimaba indispensables en su biblioteca particular -que iba siendo la primera del continente en cuestiones americanistas-, se hizo de los dos volúmenes, que leyó atentamente y anotó con cuidadosa erudición bien que el tiempo va borrando sus apuntes en grafito, en el ejemplar que conserva el Museo Mitre.

En él hemos visto una extensa nota de Mitre, que constituye una ficha del catálogo de su biblioteca que tenía en preparación. Es sabido que se propuso cumplimentar detalladamente el ordenamiento de su Biblioteca Americana. Escribiéndole a Barros Arana   —XI→   le dirá en una de las cartas más extensas e interesantes bajo el punto de vista del estudioso, del historiador y del bibliógrafo, que el catálogo «me va saliendo tan vasto, aun sin salir de los límites rigurosamente bibliográficos, que a veces temo que nunca terminaré. Por eso he adoptado el sistema de consignar mis notas bibliográficas en las hojas blancas de los mismos libros, cuando no exceden de una a cuatro páginas escribiéndolas aparte cuando forman un artículo más bien que una nota»11.

Cuán interesante sería recoger en sus Obras Completas, en curso de publicación, las notas dispersas bien que eruditas de Mitre, sobre los problemas americanistas. El mismo Barros Arana advertía la importancia de una publicación tal, al escribir: «Lo felicito por el estado floreciente de su biblioteca americana, y quedo deseando que se resuelva a hacer la impresión de su catálogo. Para los que conservamos esta santa manía de reunir libros viejos, todo catálogo es interesante; y cuando es trabajado por un hombre competente, y éste ha puesto algunas notas críticas e ilustrativas, el catálogo pasa a ser una joya»12.

Parecería que nos hemos apartado un tanto de nuestro propósito al detenernos en este aspecto de la labor mitrista, pero convengamos en que cuanto más destaquemos el aprecio y estima intelectual del gran bibliófilo argentino por Azara, tanto más significativa se nos aparecerá la obra de este ilustre historiador.

Volviendo a la nota agregada en 1863 al segundo tomo del ejemplar de la Descripción e historia que perteneció al general Mitre, debemos señalar la apreciación que formula respecto al primer tomo que comprende la parte descriptiva, que considera menos completa que la edición de los Voyages dans l'Amerique Meridionale, publicados por Walckenaer. En cambio «el 2º tomo -dice- que contiene la parte histórica, es una excelente historia crítica de la conquista, población y descubrimiento del Río de la Plata. Basado en los cronistas, escrito con juicio y con conocimiento del país, es lo único serio y digno de consultarse que hasta el presente se haya escrito sobre la materia, no obstante algunos juicios ligeros o apasionados y varios errores a que ha sido inducido por las autoridades que ha seguido».

«Sospecho que esta parte del trabajo de Azara, ha tenido entre   —XII→   nosotros la misma suerte que la 1ª ed. de sus Viajes, es decir, que nadie la ha leído, pues hasta los historiadores modernos que le citan, y que habrían encontrado una riquísima y nueva mina que explotar, se han figurado que es lo mismo publicado en francés y han cerrado el libro. ¡No he hallado uno solo que me haya dicho haber leído este libro! Parece que el destino de este autor fuera el decir la verdad para no ser leído de nadie. Es la luz bajo el celemín».

El entusiasmo de Mitre por la obra histórica de Azara fue en aumento y no dejó pasar oportunidades para ponderar sus condiciones de historiador, sin la pasión del panegirista, pues registra los errores o deficiencias de Azara donde las hubiera advertido. Así contestando una interesante carta de Juan María Gutiérrez, le expresa que Domínguez «ha seguido al pie de la letra y sin examen crítico los Ilustres Misioneros de Xarque, no sólo no ha leído en esos libros hechos desconocidos y filosofía nueva, sino que ni siquiera ha leído (quiero decir utilizando) los Voyages de Azara, y menos aún la edición española que cita como casi igual a la anterior, salvo los errores tipográficos, cuando en la parte histórica es lo más completo que se conoce, a la vez que es más deficiente que la francesa en la parte etnográfica, física y geográfica».

«Digo esto -agrega- porque él no trata la cuestión de que usted se ocupa y de que ya antes de ahora se había ocupado Azara, a saber, la contraposición de la conquista militar con la conquista espiritual»13.

Lástima que ese entusiasmo y comprensión de la obra desarrollada por Azara no se concretará en el estudio que alguna vez pensó en realizar, pues tenía «parte en cartera y parte en el tintero... que es cuestión de algunos días de buen humor para terminar». Azara está como el sacerdote Antonio Ruiz de Montoya en la intención biográfica y sólo la azarosa existencia del ilustre general le impidieron escribir las vidas del sabio naturalista y del docto lingüista, que estaban destinadas a hermanarse con Belgrano y San Martín, pero que se troncharon en sus inicios como la de Artigas.

Mitre proyectaba ocuparse de Azara «considerado como geógrafo, naturalista, etnólogo e historiador del Río de la Plata: es el Humboldt moderno de esta parte de América, que solo, sin estímulos, en medio de los desiertos, sin conocer más ciencias que las matemáticas y guiado por su genio observador, creó un sistema nuevo   —XIII→   de clasificación zoológica, midió y describió gráficamente su territorio, estudió sus razas indígenas, revelando, por decirlo así, un mundo desconocido y siendo el precursor de los que después han continuado su tarea»14.

«El español Azara, al principio del siglo, el inglés W. Parish después, el famoso Martín de Moussy y últimamente el alemán Burmeister -dirá a Barros Arana-, son los únicos que estudian y describen la República Argentina bajo todos sus aspectos, suministrando conocimientos nuevos a la ciencia universal15.

Posteriormente otros historiadores se han ocupado de las proyecciones de la obra de don Félix, ya sea elogiosamente como Juan María Gutiérrez16, Luis María Torres17 o refutándolo como el jesuita Pablo Hernández18, pero siempre habrá que coincidir con Carbia, pues «cualquiera que sea el juicio que hoy nos merezca la labor historiográfica de Azara, lo innegable es que fue el primero que aplicó, a cosas de nuestra historiografía, el criterio selectivo y aquilatador de la veracidad que los iluministas proclamaban como una imposición irrecusable de la obra. Y en esto, precisamente, reside su significado»19.

Julio César González.



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ArribaAbajoPrólogo del autor

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1. El año de 1781 me embarqué de orden del rey en Lisboa y arribé al Brasil, de donde pasé luego al Río de la Plata. Allí me encargó el gobierno muchas y grandes comisiones, que no es el del caso especificar; bastando decir, que para desempeñarlas tuve que hacer muchos y dilatados viajes, y que hice voluntariamente otros con el objeto de adquirir mayores conocimientos de aquellos vastos países. En todas mis peregrinaciones observé siempre la latitud geográfica al medio día y a la noche por el sol y las estrellas con un buen instrumento de reflexión y horizonte artificial. Y con la proporción de ser el país tan llano, jamás omití el demarcar los rumbos de mis derrotas y los de los puntos notables laterales con una brújula, corrigiéndolos de la variación magnética que averiguaba con frecuencia cotejando su azimut con el que calculaba por el sol. Con estos fundamentos, sin usar jamás de estima o del poco más o menos, hice el mapa de mis viajes situando en él todos los pueblos, parroquias y puntos notables por latitudes y demarcaciones observadas y creo que ninguno de ellos tiene error. Tampoco creo lo haya en el mapa de las provincias de Chiquitos y Santa Cruz de la Sierra; porque lo hizo al mismo tiempo que yo el mío, mi compañero el capitán de fragata don Antonio Álvarez Sotomayor.

2. En cuanto a los ríos principales, creí ocioso navegar muchos de ellos, sabiendo que lo habían ya hecho otros facultativos con el mayor cuidado. Así copié las primeras vertientes del Paraná hasta su Salto grande, y del Paraguay hasta el Jaura que están en dominios portugueses, del mapa inédito del brigadier portugués don José Custodio de Saa y Faria, que anduvo muchos años por aquellas partes. Pero como no era astrónomo   —4→   sino ingeniero, no merece toda mi confianza, aunque sí mayor que todos los mapas publicados hasta hoy. El curso del Paraná desde el citado Salto grande hasta el pueblo de Candelaria, le copié del que hizo mi compañero el capitán de navío don Diego Alvear, que lo navegó y reconoció en tiempo de mis tareas; y el resto del Paraná hasta Buenos Aires, lo hicieron por mi orden navegándole, mis subalternos el capitán de navío don Martín Boneo, los pilotos don Pablo Zizur y don Ignacio Pazos y el ingeniero don Pedro Corbiño. Los mismos navegaron por disposición mía el río Uruguay desde Buenos Aires hasta su Salto, el Curugnati, el Jejuí, el Tebicuari y el Paraguay desde los diez y nueve grados de latitud hasta su unión con el Paraná; desde esta latitud hasta la boca del río Tauru, lo he copiado del de los demarcadores del tratado de límites del año 1750.

3. Por lo que hace a los tributarios de los citados ríos, como son innumerables y riegan inmensos países despoblados y llenos de bosques, me ha sido imposible reconocerlos, y marcar con acierto su verdadero curso. Así me he limitado a dirigirlos desde sus confluencias con los grandes ríos a los puntos donde los he cortado en mis viajes, y lo demás por noticias a buen juicio; de modo que en esta parte hay precisamente muchos yerros que no podrán corregirse hasta que pasando bastantes siglos, se extienda la población por todos ellos. Entonces se sabría lo que son y el curso de dichos tributarios; y si el río Aracuay o Pilcomayo entra en el del Paraguay por dos brazos; uno poco más abajo de la Asunción y el otro en los veinte y cuatro grados y veinte y cuatro minutos de latitud como yo creo; o este último mucho más abajo según lo marca el mapa de don Juan de la Cruz.

4. Para arreglar mi mapa a un primer meridiano conocido en Europa, hice muchas observaciones en Montevideo, Buenos Aires, la Asunción y Corrientes de las inmersiones y emersiones de los satélites de Júpiter; que aunque por defecto de sus tablas astronómicas pueden dar errada en cinco leguas la diferencia de meridianos, no por eso lo estarán las posiciones respectivas de los puntos de mi mapa.

5. No se limitó mi atención a hacer dicho mapa, porque hallándome en un país vastísimo, sin libros ni cosas capaces de   —5→   distraer la ociosidad, me dediqué los veinte años de mi demora por allá a observar los objetos que se ofrecían a mis ojos en aquellos ratos que lo permitían las comisiones del gobierno, los asuntos geográficos, y la fatiga de viajar por despoblados y muchas veces sin camino. Pero como para esto estaba yo solo, y los objetos que veía eran muchos más de los que podía examinar, me vi precisado a preferir, después de lo dicho, la descripción de los pájaros y cuadrúpedos quedándome pocos momentos para reflexionar sobre las tierras, piedras, vegetales, pescados, insectos y reptiles. Así mis observaciones sobre estos artículos se hallarán triviales y escasas, como escritas por quien no tenía tiempo ni inteligencia en tales materias. En cuanto a los hechos de toda especie que refiero, he procurado no exagerar nada, sin pretender que las reflexiones que de ello deduzco se crean, no hallándose fundadas. Muchas de ellas las omití en el primer borrador que hice de esta obra, temiendo a los críticos, y figurándome que ya las habrían hecho otros antes que yo; pero hoy, deponiendo estos temores, publico esta obra como la concibe mi mente, con el único fin de que sirva a la instrucción del gobierno y de la historia natural principalmente del hombre.

6. No estaba ocioso cuando me hallaba en las poblaciones porque leí muchos papeles antiguos de los archivos de las ciudades de la Asunción, Corrientes, Santa Fe, Buenos Aires, y de los pueblos y parroquias, y consulté la tradición de los ancianos. Leí también algunas historias del país, que en bastantes cosas no estaban acordes con dichos papeles originales, y en todas hallé que sus autores no tuvieron bastantes conocimientos locales ni del número de naciones ni de indios, ni de su situación ni costumbres. Esto me ha determinado a escribir la historia del descubrimiento y conquista, corrigiéndola en cuanto he podido, de los yerros y equivocaciones que han cometido dichos escritores, algunas veces por ignorancia y otras con malicia. Para que esto se comprenda mejor, haré aquí una relación breve del carácter de dichos autores.

7. Ulderico Schmidels fue de soldado a aquella conquista en 1534 y salió de allí en 1552. Libre ya del servicio se fue a su patria Straubingen en Babiera, donde escribió en alemán la   —6→   historia de los hechos que había presenciado, estropeando, corrompiendo y trocando tanto los nombres de las personas, ríos y lugares, que solo las puede entender quien los conozca por otra parte. Su obra se tradujo al latín y de este idioma al castellano sin corregir su nomenclatura.

8. Quitado este defecto es la más exacta que tenemos, la más puntual en las situaciones y distancias de los lugares y naciones, y la más ingenua e imparcial; sin que peque en otra cosa, que en habérsele pasado alguna vez anotar las diferencias entre los que mandaban y algún hecho ocurrido en su ausencia. También tiene el defecto inevitable a un soldado raso, que es abultar el número de enemigos y de muertos en las batallas, y decir que los indios tenían fosos, estacadas y fortalezas para aumentar su gloria en supeditarlos. Alguna vez para dar variedad a su historia, añade que algunos indios tenían bigotes y que criaban aves y animales domésticos, faltando en esto a20 la verdad que usa en lo demás generalmente.

9. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, fue el año de 1542 a continuar aquella conquista; y disgustó tanto a sus súbditos, que estos lo despacharon preso a España en 1544 juntamente con su confidente el escribano Pedro Hernández. El consejo supremo vio el proceso que le habían formado; y oídos sus descargos le condenó a privación de empleo sin indemnizarle los gastos que había invertido, y a un presidio en África. Mientras duraba su causa, o poco después escribió unos comentarios del tiempo de su gobierno, que se han impreso poco ha; porque no tuvo él impudencia para hacerlo estando tan fresca su sentencia. Esta obra es a veces tan confusa, que no se entiende, y otras altera y cambia los nombres. Por supuesto que no queda corto en su apología, y que sabe aplicarse cosas buenas hechas después estando él preso en Madrid. Tampoco es escaso en acriminar a sus contrarios, no perdonando medios ni invectivas y aun achacándoles la avaricia y otros vicios que eran suyos.

10. Al mismo tiempo que Alvar Núñez escribía Antonio Herrera en Madrid, y es de creer que este oyese a aquel o a dicho Hernández o que consultase sus comentarios. Yo no he   —7→   leído a Herrera; pero creo que no pudo tener suficientes conocimientos locales para escribir con puntualidad.

11. Martín del Barco Centenera, clérigo extremeño, pasé al Río de la Plata el año 1573 y escribió en Argentina desde su descubrimiento hasta el año de 1581 imprimiéndola en Lisboa el de 1602. Los profesores juzgarán su mérito poético; yo en cuanto a historia considero esta obra tan escasa de conocimientos locales, y tan llena de tormentas y batallas, de circunstancias increíbles, a los que conocen aquellos naturales, y de nombres y personas inventados por él, que creo no se debe consultar cuando pueda evitarse. Pero su empeño mayor es desacreditar a los principales y a los naturales, siguiendo en esto el genio característico de todo aventurero y nuevo poblador como él lo era.

12. Ruiz Díaz de Guzmán era sobrino de Alvar21 Núñez, según dice. Yo no sé con qué motivo se mudó el apellido y también el de su padre que era Alonso Riquel, y él le da el de Riquelme; su madre fue Úrsula, una de las muchas mestizas que de Indias tuvo Domingo Martínez de Irala. Nació con corta diferencia el año de 1554, y pasó casi todo el tiempo que estuvo en el Paraguay en la provincia del Guairá de laque llegó a ser comandante. Con esta autoridad tomó alguna gente, y se fue a fundar y la segunda ciudad de Jerez. Estando en ella el 19 de abril de 1593 escribió juntamente con el ayuntamiento que acababa de erigir al de la Asunción, diciéndoles, que a petición e instancias de los vecinos de Ciudad Real había fundado a Jerez, y que convidaba a los que de la Asunción quisieran ir a establecerse allí. La contestación fue mandarle restituir los pobladores a Ciudad Real, de donde los había sacado: porque al mismo tiempo se quejaron amargamente los que habían quedado en el Guairá de que Ruiz Díaz había sacado los pobladores para Jerez a fuerza contra sus repetidas protestas y con grave perjuicio de la provincia. Pero Ruiz Díaz no hizo caso del mandato, ni de otros iguales que le repitió el gobernador general, de cuyas resultas se le formó proceso, y él se ausentó del país. Todo esto consta por menor en el archivo de la Asunción. Se fue Ruiz Díaz a Chunquisaca, donde escribió su Argentina y la envió el año de 1612 al duque de   —8→   Medinasidonia. Aun no se ha impreso esta historia, de la que tengo una copia en la que ofrece segunda parte; pero creo que no la escribió.

13. Lo dicho basta para que no lo tengamos por escrupuloso y para que no nos cause novedad si vemos que en vez de verdades cuenta novelas, como son: la de la leona que defendió a la mujer: la transmigración de los Chiriguanas: el viaje de Alejo García, el haber conocido a su hijo, y cuanto refiere de las alhajas de plata llevadas del Perú al Paraguay. También altera las fechas cuando lo necesita para intercalar expediciones fingidas. Forja grandes batallas, ejércitos numerosos, fortalezas, flechas envenenadas y otras cosas que inventa para honrar a su padre, abuelo y tío. Con la misma idea acrimina cruelmente a Francisco Ruiz Galán que compitió el mando con su abuelo y nunca fue de su partido, a Felipe de Cáceres, porque trabajó en la deposición de su tío, y a Ruiz Díaz Mugarejo porque le prefirieron a su padre para las comisiones.

14. Finalmente su narración hace conocer que estaba poco impuesto principalmente del curso del río Paraguay y de sus naturales.

15. El Padre Jesuita Lozano escribió en el Tucumán la historia del descubrimiento y conquista del Río de la Plata, la cual se halló en su colegio manuscrita en un volumen que posee don Julián de Leiva en Buenos Aires. Tuvo presente a todos los autores citados y otras memorias; pero como ignoró la geografía del país, y la situación de muchas naciones, sus nombres, número y costumbres, no es extraño que las equivoque algunas veces, que no corrija las equivocaciones de sus originales, y que no entienda a Schmídels.

16. Su principal cuidado fue acopiar cuanto han escrito, llenos de acrimonia y de pasión contra los conquistadores Alvar Núñez, Barco y Rui Díaz; y aun no satisfecho con esto, aumenta, inventa y tergiversa los hechos. No hubo allí en su concepto sino dos hombres buenos y santos que hicieron milagros, a saber: Alvar Núñez y el primer obispo a quienes el consejo condenó   —9→   justamente por su mala conducta y porque realmente fueron los más ineptos. En fin, presentó el Padre Lozano esta su historia a los Padres de su colegio de Córdoba, y estos la hallaron tan cavilosa y mordaz, que no permitieron se publicase, y encargaron al Padre Guevara, que la corrigiese según me han informado gentes de verdad que oyeron esto mismo a los Padres de Córdoba.

17. Dicho Padre Guevara purgó a Lozano de algunas cavilaciones y maledicencias, añadiendo otras más insulsas; omitiendo cosas sustanciales, pone otras que no lo son, e ingiere sin venir al caso la historia del Tucumán. Esta obra manuscrita se encontró en aquel colegio, y algunos la han copiado figurándose que es la mejor por ser la última.

18. Aunque yo conozca los defectos de los citados autores he tenido que valerme de ellos, porque creo que no hay otros originales; pero los he corregido cuanto he podido por los papeles auténticos que he visto en los archivos, y por los conocimientos del país y de las costumbres de sus naturales. En efecto, sabiendo que estas son en aquellos indios tan fijas e inalterables según deduzco del cortejo de relaciones antiguas con las del día, y no hallándose rastro ni tradición de idolatría, de comer carne humana, de flechas envenenadas, ni de conservar en la guerra cautivos a los varones adultos, quedan destruidas todas estas fábula; con que algunos escritores adornan sus historias. Cuando los he sabido, he aplicado los verdaderos nombres a los parajes y naciones que los autores alteran y equivocan muchas veces; mas no debe inferirse de esto que algunas naciones han sido exterminadas, como erradamente lo dice Rui Díaz de la de Agaces; porque menos dos existen todas las que vieron los conquistadores y su número de almas, que se verá en el capítulo 10, destruye las ideas que él mismo y otros nos dan de numerosísimos ejércitos.

19. Los padrones que se ven en los archivos hechos en los primeros tiempos de los indios sometidos, no les dan tanta gente como la que hoy tienen sus pueblos; infiriéndose de aquí que no han exterminado la avaricia y crueldad española, que es la única salida que se da a tantos millares de indios como se han amontonado arbitrariamente en las batallas y repartimientos de encomiendas.





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ArribaAbajo- I -

Del clima y de los vientos


1. Tomemos por límites del Norte y Mediodía los paralelos de 16 y de 53 grados: por lindero occidental a las faldas más orientales destacadas de la cordillera de los Andes entre los citados paralelos, y por límite oriental la costa patagónica hasta el Río de la Plata, continuando después por la línea divisoria del Brasil hasta los 22 grados, y después al Norte hasta dichos 16 grados. Lo que estos límites encierran es lo que voy a describir. que comprende una superficie larga 740 leguas y ancha de 150 a 200; pues aunque no la haya corrido, todas las noticias que me he procurado bastan para dar una idea general. Pero no hablaré de la provincia de Chiquitos; porque lo quiere hacer don Antonio Álvarez Sotomayor.

2. Como en lo que describo no hay montaña, siguen los climas una graduación proporcionada a la altura del polo. Así bastará decir lo que he observado en las dos ciudades más remotas para formar juicio del resto. En la Asunción que está en los 25º 16' 40" de latitud, el mercurio del termómetro de Fahrenheit subía en un cuarto a los 85º en los días comunes del estío, y a los 1000 en los meses calorosos, bajando a los 450 en los más fríos del invierno. Pero en años extraordinarios, como el de 1786, y 1789 bajó a los 33º. Son pues muy sensibles las estaciones, y muchos árboles mudan las hojas. El frío o calor parece no pender tanto de la estación o del sol como del viento; pues si este es Norte, siempre hace calor aun en invierno y si es Sur o Sueste hace frío aun en verano. La razón parece ser, que el Norte corre antes la inmediata zona tórrida, y el Sur la zona fría.   —12→   Los vientos más frecuentes son los del Este y Norte. Los Sures no soplan la duodécima parte del año; y los Suestes en poco rato no dejan una nube en el cielo. Apenas se conoce el Oeste o Poniente y nunca dura dos horas; como si lo detuviese la cordillera de los Andes.

3. Aunque no tuve termómetro en Buenos Aires como su latitud es 34º 36' 28", no hay duda que allí hace menos calor y más frío que en la Asunción; y se reputa invierno regular, cuando cuentan tres o cuatro días de helarse un poco el agua; pero si esta se hiela más intensamente o más días, se gradúa el invierno por excesivo. Los vientos siguen el sistema de la Asunción, pero con triplicada fuerza, principalmente en la primavera y estío. Los de Poniente soplan algo más, y los Suestes siempre traen lluvias en invierno nunca en verano. Los más duros en todas aquellas partes son los del Sudueste al Sueste, y el otoño es la estación más apacible. En mi tiempo solo hubo dos huracanes. El del 14 de mayo de 1799 derribó en el Paraguay la mitad del pueblo de Atirá matando mucha gente, y llevó muy lejos muchas carretas: y el 8 de setiembre del mismo año arrojó a la playa ocho grandes embarcaciones y muchas menores en el puerto de Montevideo.

4. En todas partes es la atmósfera tan húmeda, que toma los galones y muebles. Principalmente en Buenos Aires los cuartos que miran al Sur, tienen húmedo el piso, y las paredes expuestas al mismo rumbo están llenas de musgo. Los tejados que miran a la misma región, se cubren tanto de yerba, que es preciso limpiarlos cada tres años para evitar goteras y peso: mas nada de eso perjudica a la salud.

5. Muy rara vez se ve la niebla desde los cuarenta grados hacia el Norte, y el cielo es el más alegre y despejado. Pero aun es más rara la nieve, pues solo he encontrado memoria de haber nevado poco una vez en Buenos Aires y causó tanta novedad a sus habitantes, como a los de Lima el ver llover, porque en su ciudad no llueve. Ya se comprende que jamás nieva al Norte del Río de la Plata, y que los fríos, nieblas y nieves son mayores al Sur de los cuarenta grados. Algunos creen que el hemisferio austral a igual latitud es mucho más frío que el septentrional; pero   —13→   de lo dicho se deduce que a lo menos nieva más en este que en aquél; y en Buenos Aires no se usan tantas chimeneas ni braseros como en Cádiz, que está cuasi en la misma altura de Polo y más reunido y metido en la mar. Sea de esto lo que fuere parece que el frío o calor no pende tanto del lugar del Sol como del viento, y que no están tanto en la tierra como en la atmósfera o el aire.

6. Aunque los granizos no sean tan frecuentes como en España, una tempestad el día 7 de octubre de 1789, arrojó piedras hasta de diez pulgadas de diámetro a dos leguas de la Asunción; y suelen recoger los granizos para beber helados. La señal general más fija de lluvia próxima, es una barra de nubes al Poniente pegada al horizonte cuando se pone el Sol. El viento Norte y recio que ocasiona pesadez a las cabezas, indica lluvias al segundo día; y los relámpagos al Sudueste al anochecer, y el calor calmoso, anuncian lluvia fija la misma noche. En Buenos Aires tienen por señal de agua al descubrir la costa opuesta o del Norte del río.

7. En todas aquellas partes llueve en gotas más gordas y espesas que en Europa, y la cantidad anual de agua llovediza creo que es muy notablemente mayor que en España. En todas las estaciones y más en verano, suele llover con muchos relámpagos, a veces tan continuo que apenas hay intervalo de unos a otros, y parece que está el cielo ardiendo. En cuanto a rayos caen diez veces más que en España, sobre todo si viene la tormenta del Norueste. Una de estas arrojó treinta y siete rayos dentro del recinto de Buenos Aires, matando diez y nueve personas el 21 de enero de 1793. Observé en el Paraguay, que todos los rayos seguían de arriba abajo los postes de madera más altos y verticales de los edificios, aunque estaban empotrados o embutidos en las paredes; y si aquellas gentes se hubiesen separado de tales postes, no habrían perecido los muchos que han muerto del rayo en mi tiempo.

8. La mayor abundancia de tempestades, relámpagos, de truenos, de rayos y de aguas pluviales, no puede atribuirse a las serranías que distan centenares de leguas. Tampoco puede   —14→   ocasionarla la influencia de los bosques, porque cuasi puede decirse que no hay árboles desde el Río de la Plata hasta los cuarenta grados y aun más: y los que hay hacia el Norte hasta acercarse al Paraguay se encuentran solo en los ríos. A más de que sucede lo mismo donde los hay que donde no. Es pues preciso conjeturar que aquella atmósfera tiene más electricidad, o que posee una cualidad que condensa más vapores y que los precipita más prontamente causando los meteoros citados.

9. Parece deducirse de lo dicho, que el frío, la humedad y la dureza de los vientos van creciendo en razón de la latitud, que es la única causa visible capaz de poderlos alterar; pero no sucede lo mismo de los truenos y rayos que al contrario parecen mayores y más en el Paraguay que en Buenos Aires. En fin, lo dicho es suficiente para conjeturar lo que sucede de estas cosas en mayores y menores latitudes del país que describo.

10. Por lo relativo a la salud, puede tenerse por cierto que no hay en el mundo países más sanos que todos aquellos. Las orillas anegadas y de las albercas no alteran la salud de los que las habitan: bien que pueden atribuirse a estas situaciones pantanosas algunas paperas que se notan en las poblaciones de Remolinos y Santa Rosa del Paraguay.



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ArribaAbajo- II -

Disposición y calidad del terreno


1. De todo el país que describo, casi puede generalmente decirse que es una llanura unida; pues las excepciones que esto tiene se reducen a cerritos o serrezuelas de corta extensión, que no tienen 210 varas de elevación sobre su base, y a quienes no se daría semejantes nombres, sino por la casualidad de estar en llanuras; de modo que juzgo no deberme detener a hablar de cosas de tan poca monta e importancia, en una descripción tan general como esta. Pero sí debo advertir que los confines del Brasil desde el Río de la Plata hacia el Norte, son unas lomadas suaves, obtusas y extendidas, mezcladas de algunos cerritos que van descendiendo hasta los ríos Paraná y Paraguay cuasi insensiblemente.

2. Aunque se conozca a la simple vista, la cuasi horizontalidad de aquellos países, también lo indica en parte el asegurar los navegantes que se introducen las aguas del Río de la Plata setenta leguas por el río Paraná cuando suben las de aquel siete y ocho pies por los vientos del Este y del Sueste. Yo deduje además de las alturas del barómetro marcadas por los comisarios de límites del año 1750, que el río Paraguay en su curso de Norte a Sur desde el paralelo de 16º 24' al de 22º 57' no tiene un pie de pendiente o desnivel por milla marítima de latitud o distancia.

3. Merecen alguna mención las consecuencias de la planicie de un país tan grande. La cordillera de los Andes y sus faldas orientales que son el límite occidental de esta descripción   —16→   en 740 leguas de longitud, no pueden menos de despedir por innumerables arroyos o canales naturales, sus muchas aguas procedentes de lluvias y fuentes dirigiéndolas hacia el Este a juntarlas con el río Paraguay, y Paraná o caer a la mar. Pero la verdad es que en tan enorme extensión a penas hay cinco o seis riachuelos a arroyos que lleguen a terminar a donde se ha dicho; porque la horizontalidad de los terrenos inmediatos a las citadas faldas de la cordillera, hace que las aguas que bajan por ellas se detengan indecisas en las llanuras, hasta que se van evaporando; lo mismo que las lluvias que caen en las propias llanuras.

4. Otra consecuencia es que nunca el país podrá ser regado por canales artificiales, ni conocerá molinos y máquinas hidráulicas, ni tendrá una fuente de agua conducida. Las excepciones que esto pueda tener se hallarán en la inmediación de los límites orientales y occidentales de esa descripción: esto es al salir las aguas de las faldas de la cordillera y de las cercanías del Brasil que son más inclinadas o menos horizontales.

5. También son secuelas de la llanura de aquel país, las muchas albercas que se encuentran en él; el que estas tengan grandes superficies y poca profundidad, y el que se agoten con la evaporización del verano. Porque no pudiendo los terrenos dar suficiente expedición a las lluvias ni a las aguas que les llegan de otras partes; necesariamente se abalsan en los sitios algo más hondos, los cuales, atendido el estado del país no pueden ser profundos, sino extendidos. Todo se verifica puntualmente en el país que describo.

6. El lago de los Xaraies se forma de la reunión de las aguas llovidas en grande abundancia por los meses de noviembre, diciembre y enero en la provincia de los Chiquitos, y en todas las sierras que concurren con sus vertientes22 a formar el río Paraguay hacia la parte de su origen, porque, no pudiendo este río contenerles en su cauce, rebosan por ambas orillas a largas distancias, permitiéndoselo el país horizontal; y este derrame es lo que se llama lago de los Xaraies. Como las lluvias son unos años más abundantes que otros, sigue el lago la   —17→   misma regla en su extensión, y como su contorno pende de la mayor o menor horizontalidad de los terrenos, es también muy irregular e imposible de describir puntualmente. Sin embargo daré una idea de este famoso lago, hablando primero de su extensión al Oriente del río Paraguay.

7. En los 17 grados de latitud donde principia, tiene como 20 leguas de anchura contadas desde el río Paraguay hacia el Este, y continúa con la misma anchura, ya más ya menos, hasta el paralelo de 22 grados: esto es por más de cien leguas dejando aislados los cerritos de San Fernando o Pan de azúcar y a otros. Por la parte occidental del mismo río, comienza el lago en los 16 grados y medio de latitud, y sigue hasta los 17 y medio, haciendo una entrada de muchas leguas en la provincia de los Chiquitos. Desde los 17 grados y medio hasta los 19 y medio, se extiende poco al Occidente del citado río, pero continúa hasta el paralelo de 22 grados, introduciéndose mucho en el Chaco, y aun más por la provincia de los Chiquitos. De modo que su longitud de Norte a Sur puede computarse poco más o menos en 110 leguas, y su anchura en 40 sin que su poco fondo permita navegarse sino por el río Paraguay que lo corta a lo largo. La singular es que casi todo él está seco y sin agua para beber gran parte del año, aunque lleno de espadañas y plantas acuáticas. Se creyó por algunos que este lago daba principio al río Paraguay y es lo contrario, que se forma el lago de lo que rebosa del río. Otros dijeron que dentro de este lago se hallaba el imperio de los Taraies o del Dorado o del Paititi, y adornaron todas estas mentiras con otras aun mayores.

8. también se secan en verano las albercas de Aguaracaté hacia los 25 grados; las que hay al Norte y al Sur de la laguna Ipoa en el paralelo de 26 grados; el de Nembuai en el de 27 (las tres al Este del río Paraguay) y una multitud innumerable de todas extensiones en la inmediación de los ríos y arroyos.

9. Aunque las lagunas sean permanentes todo el año, todas tienen poca profundidad. De esta clase son las de Mandihó en los 25º 20', la Ipacarai hasta los 25º 23' la Ibera al Sur del   —18→   río Paraná muy cerca de él, la Miri y la Manguera hacia los 33º con otra multitud innumerable de chicas y grandes que hay en el Chaco y en todas partes. De manera que estas lagunas y los anegadizos indicados en los números precedentes, excluyen del cultivo unas extensiones de país mayores que muchos reinos de Europa. El trabajo está en que la horizontalidad se opondrá siempre al desagüe y en que la poca profundidad no permitirá navegación. La misma horizontalidad se opone aun de otra manera al cultivo y población; pues por ella hay distancias muy grandes sin ríos, ni arroyos ni fuentes; como sucede desde el Río de la Plata al estrecho de Magallanes y en una gran parte del Chaco.

10. Las peñas que componen los cerritos y serrezuelas son areniscos de diferentes granos y dureza que el tiempo descompone; pero las de las inmediaciones de Montevideo son granitos. En la superficie de las lomas de la frontera del Brasil y sus inmediaciones, suele asomar la peña arenisca y alguna vez hay descubiertos unos pedruscones de ella, de modo que al parecer el país oriental de los ríos Paraná y Paraguay se compone de un peñasco de una pieza, cubierto de una costra tan delgada muchas veces, que no es suficiente para el cultivo ni para que se arraiguen árboles quizás en una extensión de mil leguas cuadradas. No sucede así en los lugares más horizontales y más bajos como lo es el Chaco o el país occidental a los citados Paraguay y Paraná y el muy grande desde el Río de la Plata hacia el Sur. En estos países está la peña más profunda, y a veces a 12 ó 16 varas de la superficie; pudiéndose atribuir esto, a que las aguas han bajado más tierra de las cordilleras que la que pueden arrastrar de la parte del Este.

11. En algunas lomas hacia la frontera del Brasil he visto, tal cual vez, asomar vetas de cuarzo muy blanco y en algunos cerritos se ven pizarras azules y amarillentas en hojas muy gruesas. Las piedras de chispa son raras y donde más he encontrado es en un arroyito cerca de Pando a 7 leguas de Montevideo; pero no escasean las de afilar en el Paraguay. En el pueblo de Inti por los 26º 30' hay una cantera de piedra imán que parece de inferior calidad, y con ella está empedrado   —19→   el patio del cura. Caminando de Yapeiu al Salto de Uruguay, se ve la madre de un arroyo llena de piedrezuelas muy claras, cristalinas, amarillas y rojas, que creo sean cornalinas; y también las hay en el Valle de Pirain del Paraguay, y por los 32º escasos de latitud en las cercanías al Oeste del río Uruguay. En bastantes parajes se encuentra lo que llaman cocos y son unos pedruscos sueltos que encierran dentro cristales con sus facetas apiñados como los granos de una granada. Los hay de varios colores, y los mayores y más bellos están en la serrezuela de Maldonado. Aseguran allí que por la costra exterior va penetrando el jugo que forma dentro los cristales, y que creciendo estos y faltándoles cavidad, revienta el coco con un estruendo igual al de una bomba o cañonazo. Los cascajos y guijarros, son muy raros y de los que hay, los más se encuentran en el cauce de las cabeceras de los arroyos y ríos: mas nunca he visto brechas o peñascos formados de cascajo. Hablando generalmente son tan raros los parajes que tengan piedras rodadas y sueltas, como que se pueden caminar muchas leguas sin encontrar una piedra como una nuez; y aun presumo que ninguna de las piedras mencionadas en este número se encuentra al Occidente de los ríos Paraguay y Paraná, ni al Sur del de la Plata.

12. No tengo noticias de canteras de piedras de cal sino de las que hay en las barranqueras de los ríos Paraná y Uruguay en el paralelo de 32º y otras en algunas de las serrezuelas de Maldonado. Parece que la del Paraná es una piedra compuesta de conchas marinas aun no bien marmolizadas, que tienen arcilla en muchos de sus intermedios, de donde viene ser su cal de inferior calidad. Las piedras de cal del Uruguay no lo parecen a primera vista, ni tienen conchas ni se asemejan al mármol y tampoco dan más que mediana cal. Las que he visto de Maldonado son unos pedruscones, como cántaros y tinajas, de mármol blanquizco con el grano fino y se encuentran sin unión unos con otros entre dos muros de pizarra común; dan una cal sobresaliente. también hacen cal de inferior calidad en Buenos Aires de algunos bancos de conchitas fluviales. Aunque yo no conozca otras caleras, es de esperar que el tiempo y la necesidad las descubrirán. En cuanto al yeso, no se conoce   —20→   otro que el que hacen de unos pedruscones que encuentran sueltos en el cauce del río Paraguay por los 26º 17' de latitud, y en el del Paraná por los 32º.

13. Se dijo en el número 10 que lo interior de aquellos países parecía ser un peñasco de una pieza, cubierto de una costra más o menos delgada. Esta costra es de arena en aquellas partes donde se han descompuesto las peñas, como en los pueblos de la Emboscada, Altos, Atira, Tobati y otros; pero hablando generalmente es una arcilla algo negruzca en la superficie por los vegetales podridos. Se encuentran en aquellos países arcillas muy blancas, muy rojas, muy amarillas, negras y de colores medios; aunque parece que abundan más las de colores vivos hacia la frontera del Brasil y que quizás no las hay de esta especie en el Chaco ni al Sur del Río de la Plata. Disolviendo en agua la blanca, como si fuese cal, blanquean las casas campestres, pintando los zócalos o rodapiés con la roja y amarilla; purificando o lavando a la última, resulta un bello ocre. Los planteros del Paraguay fabrican sus cristales de una amarillaza parda, y de la negrizca tomada en las cañadas fabrican tinajas y vasijas. Las hacen con la mano, alisándolas con una conchita, porque no conocen el torno del alfarero. Para que no se rajen al cocerlas, mezclan en la pasta polvos de vasijas rotas; les dan por fuera un baño de greda roja o bermellón y las cuecen llenándolas y cubriéndolas de leña pegándola fuego. Esto se entiende en el Paraguay y Misiones; por que en Buenos Aires hace poco que se han establecido unos alfareros catalanes.

14. Pero en los países de lomadas, como son la frontera del Brasil desde el Río de la Plata hasta los 24 grados con todas sus inmediaciones hacia el Poniente hasta muy largas distancias, que incluyen las Misiones jesuíticas y mucha parte del Paraguay, aquella costra superficial es un compuesto muy duro de limo rojo y arena, que descomponen las lluvias llevándose el limo y quedando la arena, que algunas veces es negra y excelente para polvos de salvadera. Está mezclada con otra blanca   —21→   de igual grano, pero esta se separa soplando, quedando la negra por más pesada, como que tiene fierro pues la atrae el imán. En la frontera del Sur de Buenos Aires, está lo que llaman cerrito colorado, y es compuesto de aquella arenilla de que se hacen las ampolletas o relojes de arena.



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ArribaAbajo- III -

De las sales y minerales


1. Para tratar de sales, divido aquel país en sólo dos trozos, sirviendo de separación el río Paraguay hasta su fin, y desde allí el río Paraná hasta el mar. Todas las lagunas y aguas al Este de los citados ríos son tan dulces, que no podrían vivir allí los ganados mayores ni menores sino cuatro meses y los toros algo más, si no supliesen la falta de sal comiendo los huesos secos que encuentran, y principalmente lo que llaman barrero. Este es una arcilla salada que se encuentra en algunas cañadas poco profundas; pero no la hay en la parte oriental de las provincias del Paraguay y Misiones jesuíticas, que por esto no pueden criar ganado.

2. El hombre parece vivir sin la sal, pues hay muchos en dichos lugares que solo comen carne asada sin sal; y antes de llegar los primeros españoles los habitaban muchos indios. Verdad es que quizás estos encontrarían su equivalente en la mies silvestre, en la caza y los pescados; o acaso comerían el barrero, donde le encontrasen; y donde no, suplirían la sal al modo que los indios albayas y guarias. Estos queman unas yerbas, de cuyas cenizas y carbones hacen pelotas, y las echan en la olla porque son saladas; de modo que quien no lo sepa podrá figurarse que comen tierra.

3. Los terrenos occidentales del río Paraguay y en seguida del Paraná, con los que hay al Sur del Río de la Plata, tienen una cualidad contraria; porque todos sus pozos, lagunas, arroyos y ríos son salobreños, in exceptuar los ríos Pilcomayo   —24→   y Bermejo, sino tal vez al río Negro de la costa patagónica. Ya se supone que unas aguas son más saladas que otras, y que en invierno cuando los ríos y lagos están llenos, se conoce poco o nada la sal que tienen. Tampoco aquellas sales son de la misma especie, pues en el paralelo de 33º 44' se encuentra el fuertecillo de Melinené, en cuya inmediación vi por marzo una superficie de casi una legua de travesía, cubierta de dos a cuatro dedos de sal de Epson. A 130 leguas de Buenos Aires por el rumbo del Oeste-Sudueste, hay una laguna siempre llena de excelente sal común, a donde la van a buscar en carretas una vez al año; y la prefieren a la que les llevan de Europa, porque dicen que sala más, y porque no comunica a los guisados un poco de amargura que encuentran en la dicha de Europa. También llevan alguna sal a la misma ciudad y a Montevideo de la boca del río Negro de la costa patagónica, y de otras lagunas del Sur del Río de la Plata. La hay igualmente en varias lagunas de las cercanas al río Bermejo. Pero para lograr de esta sal en el Paraguay en las Misiones y en Corrientes, que todos están en los terrenos dulces de los números 1 y 2, recogen en tiempos secos por las cañadas donde hay barrero las florescencias blancas que aparecen en la superficie, para colarla y hacen hervir la legía hasta que deposita la sal. En cuanto a salitre creo le hay en todas partes; pues consta que los conquistadores lo beneficiaban para hacer su pólvora.

4. No es adaptable a la localidad de los terrenos salados y dulces, la idea de que la sal de aquellos procede de la mar; y parece más natural que siendo los terrenos salados horizontales y generalmente incapaces de permitir curso a las aguas, se evaporan estas depositando sus sales. Los terrenos dulces, tienen otra disposición, porque no les falta la precisa pendiente para que corran las aguas juntamente con sus sales; y donde no pueden correr, como en las cañadas muy anchas de poca o ninguna inclinación, allí se encuentran los barreros.

5. Sabiendo que aquellos países son llanos con pocas y no elevadas sierras, se viene en conocimiento que no contienen minerales. Sin embargo, en el pueblo de Concepción, hacia Maldonado, se encuentran granos de oro de buen quilate   —25→   entre las arenas del arroyo de san Francisco; pero su escasa cantidad no creo pueda satisfacer los costos del lavadero. También me aseguraron que hacia el pueblo de San Carlos, se ha encontrado rara vez alguna piedrezuela de cobre; y en el Paraguay creen algunos que el oro del copón de una parroquia de la Asunción se sacó del cerro de Acaai. En la sierra llamada de Santa Ana por los conquistadores, y de San Fernando en el mapa de Cruz, que está pegada al río Paraguay en la provincia de los Chiquitos, hay probabilidades de que se encontrarán minas de oro, y quizás de piedras preciosas, porque están cerca de las que poseen los portugueses en Matogroso y Cuiabá. Lo mismo digo de todas las serrezuelas de dicha provincia de los Chiquitos y de las de los Mojos.

6. Concluyo este capítulo con la noticia de un fenómeno difícil de explicar. Es un pedazo único de fierro puro, flexible y maleable en la fragua, dócil a la lima, y al mismo tiempo tan duro, que a veces rompe y mella los cinceles al cortarle. Sin duda contiene mucho zinc, cuando no se deteriora con la intemperie. Se le notan algunas desigualdades superficiales, y se conoce que a cincel le han cortado grandes pedazos, quedando su figura irregular. Sin embargo sus medidas principales son de poca diferencia, longitud 13 palmos, anchura media 8, altura 6 y solidez 624 palmos cúbicos. Me valgo de estas medidas que le dan en su diario original, don Miguel Rubin de Celis y don Pedro Cerviño, que por orden del rey le reconocieron el año de 1783. Salieron de Santiago del Estero cuya latitud observaron en 27º 47' 42" y encontraron el fierro a las sesenta leguas estimadas en línea recta por el rumbo del Norte, 85 grados hasta el Este. Caminaron esta distancia por la llanura del Chaco sin encontrar una piedra, ni tampoco en la excavación que hicieron bajo del fierro para ver si se internaba en el terreno. Todo lo dicho consta del citado diario, como igualmente que el fierro posa sobre una superficie horizontal arcillosa, sin profundizar nada. A su regreso les mostró el gobernador del citado Santiago, una piedra con bastante oro del peso de una onza, diciéndoles que un indio la había sacado del pozo de Rumi distante 20 leguas del fierro; y al instante despacharon   —26→   dos hombres a buscar más de aquellas piedras. En efecto, se las llevaron, pero no tenían indicio de metal; y el mismo Cerviño me ha asegurado que averiguó después que la piedra de oro vendida al gobernador había venido del Perú.

7. Vuelto Rubin de Celis a España, se expatrió pero deseando hacer conocer este pedazo de fierro nativo, publicó después de muchos años en el tomo 78 de las transacciones filosóficas (según he leído en el extracto de los mejores diarios número 190), que a muy corta profundidad bajo del fierro, había encontrado cuarzos de muy bello rojo, con granos de oro, y cita la piedra del gobernador. No hay duda pues, en que escribió la memoria sin consultar su mismo diario, que le habría hecho ver que se equivocaba. Dice que el tal fierro tiene principio volcánico, pero no reparó en que no es agrio o quebradizo, ni puso atención a que esta es una inmensa llanura que no admite volcanes; hallándose el más próximo quizás a 300 leguas ni a que un peso como aquel, siendo arrojado, no podía estar en la superficie sin profundizar nada. Tampoco ha sido conducido por las aguas pues no hay río cerca, ni mina alguna de fierro en la América meridional de donde poderlo sacar.

8. Aunque la mina de Huantahaia de la cordillera de los Andes está lejos de los límites de mi descripción, diré lo que de ella me han informado porque tiene relación con lo dicho del fierro. Está en un llano de arena pura y suelta; y los que la benefician no hacen sino revolverla, encuentran pedazos de plata pura grandes, y pequeños, aislados entre la arena o sin conexión unos con otros. Esto hace ver que ni el frío, ni el calor, ni las filtraciones, ni ninguna causa de las que llaman segundas puede haber formado tales pedazos de plata; y que es necesario acudir a la causa primera, diciendo que estas las crió cuando al globo, para hacer conocer su infinita fecundidad, variedad y poder en todas las líneas. Lo mismo puede creerse del citado fierro.



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ArribaAbajo- IV -

De algunos ríos principales, puertos y pescados


1. Siendo absolutamente impracticable la descripción de todos los ríos de aquel país tan extendido, me limitaré a decir algo de los tres que se unen para formar el Río de la Plata. En cuanto a los demás, aunque algunos sean iguales y mayores que los más caudalosos de Europa, me refiero a mi mapa que indica su curso. Pero ante todas cosas advierto que la zona tórrida austral está más elevada que la zona templada meridional en el continente americano, pues los tres ríos más principales que nacen en aquella, y son el Paraguay, Paraná y Uruguay corren de Norte a Sur.

2. Cuando arribaron los primeros españoles, habitaban solo los indios Carios o Guaranís toda la costa oriental del río Paraguay, y la llamaban Paiaguay, aludiendo a que los indios Paiaguas lo navegaban privativamente en todo su curso; pero los españoles le han alterado algo el nombre llamándole Paraguay. No falta quien diga se tomó el nombre de un cacique antiguo llamado Paraguaio; pero esta palabra nada significa en ninguna de aquellas lenguas, ni en ninguna memoria antigua hay tal nombre de cacique, no obstante que conservan el de cuasi todos.

3. Las primeras vertientes del río Paraguay son varios arroyos que principian hacia los 13º 30' de latitud austral en la sierra llamada del Paraguay, donde los portugueses poseen minas de oro y de diamantes, topacios, beritos y crisólitas. Reunidos dichos arroyos, forman al río Paraguay que corre rectamente   —28→   al Sur o Mediodía, hasta que finaliza uniéndose al Paraná junto a la ciudad de Corrientes en los 27º 27' de latitud. Puede navegarse con goletas desde los 16º hasta su unión referida; porque no tiene arrecifes ni embarazos, y no le falta caudal, aunque su cauce sea en lo general estrecho.

4. Para formar alguna idea de su caudal, estando en la Asunción, elegí la ocasión, en que nadie del país le había visto tan escaso de agua. Medí su anchura de 518 varas: la divido en varios trozos, averigüé el fondo y la velocidad de cada uno sondeando y observando lo que tardaba en correr una determinada distancia un copo de algodón esponjado y conducido por la corriente, y de estos antecedentes calculé que fluía por hora 156'111 y media varas cúbicas de agua. Suponiendo pues que su caudal medio sea el doble, como efectivamente lo es y aun más; resulta que fluía en cada hora 312'223 varas cúbicas; sin contar las aguas que le entran más abajo que pueden estimarse en dos ríos como el Ebro.

5. Nunca sus aguas son en la Asunción incómodamente turbias, porque las lluvias parciales no bastan para ensuciar tanto caudal, ni aun en las generales arrastran mucha tierra en aquellos países incultos. Tiene su creciente periódica que principia a conocerse en la Asunción a fines de febrero, y aumenta con igualdad admirable y pausa hasta fin de junio, que es cuando comienza a bajar por los mismos grados insensibles y tiempo que subió. Algunos años sube esta avenida hasta seis brazas sobre el nivel ordinario en dicha ciudad; pero otros es mucho menor, sin que por eso varíe notablemente su principio ni su fin. El lago de los Tarales es el regulador de esta creciente; porque recibiendo según se dijo en el capítulo 2, números 7 y 8 las aguas que el río Paraguay no puede abarcar impide que bajen amontonadas, y después se las restituye a proporción que su cauce lo permite: la calidad del agua es excelente.

6. Las primeras vertientes del Paraná nacen de las sierras donde los portugueses tienen las minas de oro que llaman Goiaces hacia los 17º 30' y 18" de latitud austral. Por allí se   —29→   reúnen muchas vertientes o arroyos encaminándose al Sur. Después inclinan mucho al Occidente, y luego corren al Oeste Sudueste hasta que por los 20 grados toma el Paraná otra dirección; que puede verse en mi mapa lo mismo que el número de sus muchos tributarios. Entre estos los hay iguales y mayores que los primeros de Europa, cuales son el Iguazú, el Paraguay, Uruguay, etc.; de modo que aunque no haya practicado experiencia para conocer el caudal del Paraná, creo no exagerar diciendo que es mayor diez veces que el Paraguay al juntarse con este. Cuando últimamente se le incorpora el Uruguay tomando el nombre de Río de la Plata y un lugar en la lista de los mayores del mundo, tiene tal vez tanta agua como todos los de Europa juntos grandes y chicos. Antes del arribo de los españoles lo llamaban los Guaranís de sus riberas Paraná cuyo significado ignoro. Los primeros españoles le pusieron el nombre de río de Solís por su descubridor Juan Díaz de Solís, pero se lo quitaron luego para darle el de Río de la Plata, figurándose que los países que baña abundaban de plata como se ve en el capítulo 18 número 9. Verdad es que éste nombre último está hoy contraído solamente al pedazo del Paraná que corre desde que se le une el Uruguay hasta el mar.

7. Como el Paraná viene por los países orientales de mi descripción, que ya dije eran notablemente más desnivelados, es mucho más violento y atropellado que el del Paraguay, y por lo mismo sus grandes avenidas no le hacen subir tanto. Su anchura media en el pueblo de Candelaria es de 933 varas, y desde allí hacia el Norte es lo general aun más estrecho; pero después hacia el Sur va ensanchando de modo que enfrente de Corrientes es ya de 3500. Forma innumerables islas hasta de 30 leguas de longitud. No tiene una avenida única, como el Paraguay, sino muchas en diferentes tiempos, aunque las mayores acaecen por diciembre y duran menos tiempo. Sus aguas pasan por excelentes no obstante que se suelen encontrar en ellas huesos y troncos petrificados.

8. A pesar del grandísimo caudal de este río, no puede navegarse en toda su longitud, porque lo embarazan la violencia de su curso y principalmente sus saltos y arrecifes. Tiene   —30→   uno al Norte de la boca de Tiete que se le junta en los 20º 35' de latitud; pero yo solo describiré el que se halla cerca del trópico de Capricornio. Le llaman Salto de Canendiyu por un cacique que encontraron allí los primeros españoles, y Salto de Guairá por la inmediación a la provincia de este nombre. Está en los 24º 4' 27" de latitud observada, y es un espantoso despeñadero de agua digno de que le describiesen Virgilio y Homero. Se trata del río Paraná, que tiene allí mucho fondo y 4900 varas de Castilla de anchura medida; esto es una legua, y que seguramente contiene más agua que muchos juntos de los mayores de Europa. La citada anchura se reduce repentinamente a un solo portillo o canal de 70 varas, por donde entran todas las aguas precipitándose con furia desesperada, como si quisiesen lo que solo ellas podrían intentar con sus enormes masa y velocidad, esto es, dislocar el centro de la tierra y ocasionar la mutación que observan los astrónomos en su eje. Pero no caen las aguas verticalmente como por un balcón o ventana, sino por un plano inclinado 50 grados al horizonte hasta completar 20 varas, y un palmo de altura perpendicular. Los vapores o rocío que se eleva del choque de las aguas contra los muros de roca tajada, y contra algunos peñascos que hay en la misma canal del precipicio se ven en forma de columna de muchas leguas, y miradas estando dentro de ellos forman con el Sol muchos arcos iris vivísimos y trepidantes al compás de la tierra, que se siente temblar bajo de los pies. Los mismo vapores y espumas ocasionan una eterna y copiosa lluvia en los contornos. El ruido se oye de seis leguas, y en las inmediaciones no se encuentra ningún pájaro ni cuadrúpedo.

9. El que quiera reconocer este Salto debe caminar 30 leguas desiertas desde la población de Curuguaty hasta el río Guatemi. Allí ha de buscar árboles muy gruesos, para construir algunas canoas. En estas se han de embarcar los que han de ir y los víveres y demás necesario, dejando en el sitio alguna escolta armada con el equipaje y caballos, porque hay por allí indios silvestres. Las canoas navegarán 30 leguas hasta salir al Paraná, por dicho Guatemi, siempre con cuidado porque en los bosques de sus orillas suele haber indios que no dan   —31→   cuartel. Cuando el Guatemi está bajo es preciso arrastrar las canoas sobre varios arrecifes, y alguna vez cargarlas al hombro. Aun restan que bajar por el Paraná tres leguas hasta el Salto las que pueden hacerse en las mismas canoas, o a pie por la orilla del grande bosque, aunque se destrozan las botas y zapatos con las puntas de las peñas. En las inmediaciones del Salto hay proporción para tomar las medidas geométricas que se quiera; y metiéndose por el bosque se puede reconocer lo inferior del Salto; bien que para esto es menester desnudarse totalmente porque llueve mucho.

10. Lo que hace saltar este río es lo que llaman impropiamente cordillera de Maracain, debiéndose notar que solo se ha hablado de lo más violento del Salto pues aun deben considerarse como continuación suya las 33 leguas en línea recta que hay desde dicho Salto a la boca de Iguazú situada en los 25º 41' de latitud observada; porque corre el río toda esta distancia por una canal de peñas tajadas a plomo, pero tan estrecha que dos leguas bajo del Salto solo tiene el río 110 varas de anchura, y en la boca del citado Iguazú 443, de manera que con la mucha pendiente y la estrechez corren las aguas furiosamente dando trompadas contra las peñas, y chocando unas con otras, formando innumerables y violentos remolinos y abismos capaces de tragar cuantos barcos navegasen por allí.

11. A propósito de saltos de ríos haré mención de otros dos en aquellas partes. El mencionado Iguazú o Curituba, cuyo caudal puede estimarse igual al de los dos mayores de Europa juntos, tiene su salto dos leguas antes de unirse al Paraná. La longitud total del despeñadero, es 1531 varas y la altura vertical de 631/3. Está dividido este salto por tres gradas principales, y cada una de estas en muchos canales por donde cae el agua muchas veces a plomo hasta de siete varas de altura en el más elevado, bajando en los otros por planos más y menos inclinados. El ruido, espumas, rocío, arco iris, etc., se asemejan a lo dicho del del Paraná.

12. El otro salto es de un río comparable al Sena, llamado Aguarai que vierte en el Jejui y los dos juntos en el del   —32→   Paraguay. El mapa de Cruz no escribe bien su nombre, y le hace juntar equivocadamente al río Ipané. Este salto es a pique o vertical y de 1491/3 varas de elevación: se encuentra dentro de un bosque en los 23º 28' de latitud observada.

13. No extrañaría que me dijesen había en el antiguo mundo despeñaderos de agua tanto o más empinados, pero no se hallarán comparables a los descritos, atendidas todas sus circunstancias. En la América es donde se han de buscar los términos, si se quiere hacer el cotejo; porque allí las sierras, los valles, llanuras, ríos, cataratas y todo, son tan grandes, que en su parangón las mismas cosas en Europa deben reputarse miniaturas y muñecos. En efecto, Monsieur P. F. Tardieu que ha copiado el mapa de los Estados Unidos de América de Orro Sinit, ha traducido también del inglés la descripción del salto del río Niágara, llamado más abajo río de San Lorenzo uno de los mayores del mundo. Se halla el salto en la comunicación de los dos grandes lagos Erie y Ontario; la traducción dice en sustancia, que la anchura del río al despeñarse es de 866 varas; que se precipita con tan maravillosa celeridad, que a muchos les ha parecido que saltaba verticalmente; que la pendiente o desnivel del río en la media milla antes de despeñarse es de 21 varas y medio palmo; que la altura vertical del salto es de 5418/25 varas, y la profundidad del abismo donde cae el agua se reputa de 237/10 varas. Luego suma estas tres partidas que hacen 993/5 varas concluyendo, que son la pendiente del río en dos leguas y media de su curso. Esta obscura relación hace sospechar que el salto no es a pique o vertical como lo da a entender su contexto: pero Rochefoucauld Liancourt23 dice terminantemente que lo es y de 621/5 varas de elevación, en el tomo 2 página 12 de su Voiage dans les Etats Unis d'Amérique. Como quiera estas dos relaciones discordan, y la de Tardieu no debió contar por altura del despeño la profundidad del abismo.

14. Comparando las cataratas indicadas, será la primera la de Aguarai en lo vertical, y la última en cantidad de agua. Pero nada es comparable a lo magnífico de la del Paraná, pues aunque el Niágara tuviese tanta o más agua, este se despeña   —33→   en cascada o Nappe presque égale ancha 866 varas y aquel por un prisma solar de 70.

15. Ya se supone que los citados saltos se hacen sobre peñas durísimas. En ellas se ha abierto el Paraná una zanja de cien millas hasta el Iguazú, y el Niágara otra de siete. A lo que parece, dichas peñas estaban ya formadas cuando el agua principió a correr sobre ellas; pues no es fácil creer que ríos de tanto poder, hayan permitido que se consolidasen bajo de ellos; como los ríos tuvieron principio cuando la atmósfera o cuando las lluvias y fuentes, esto es, cuando el globo, se puede creer generalmente que las peñas de los saltos de ríos y todas las de su clase no han sido formadas, sino criadas cuando el mundo. El citado viajero dice que el Niágara corre sobre ellas desde el principio del mundo; pero convendría saber su calidad para considerar a las de su especie como cosas criadas; y no formadas posteriormente de las diferentes sustancias que los químicos encuentran en ellas. Las de mis saltos me parecen granitos; pero mi voto vale poco en este particular. El citado viajero dice que las del Niágara son calcáreas sin explicar si son de mármol compuesto de conchas.

16. Volviendo al Paraná tiene otro arrecife llamado Itú o salto de agua en los 27º 27' 20" de latitud y 59º de longitud pero permite el paso de embarcaciones menores, y aun a las goletas en las crecientes, de modo que el río es navegable desde poco más arriba de la boca del Iguazú hasta la mar. Cerca de este arrecife está el lago Iberá que merece mencionarse. Por el Norte tiene treinta leguas paralelamente y cerca de la orilla austral del Paraná con quien no comunica visiblemente. Por el Este o Levante se prolonga otras treinta leguas, formando al fin en la parte del Sur la angostura o garganta Iuquiquá la cual ensancha más abajo, dando origen al río Miriñai, que es caudaloso y vierte en el Uruguay. La orilla austral del Iberá sigue al Poniente desde Iuquiquá treinta leguas, saliendo de ella los ríos de Santa Lucía, Corrientes y Bateles, que jamás se vadean y tributan al Paraná. Por último, el lado occidental del lago es igual a los otros, uniendo al del Sur con el del Norte. Apenas se conoce aumento ni disminución en el Iberá   —34→   porque no le entra ningún río ni arroyo, entreteniéndole la sola filtración del Paraná, que es tan grande como que suministra el caudal para los cuatro no pequeños ríos y para suplir la enorme evaporación, que no puede bajar de setenta mil toneles diarios según las experiencias de Hallei.

17. He leído en un manuscrito jesuítico que dentro del Iberá habitaba una nación de indios pigmeos, que describe muy por menor; pero es un cuento falso. El Iberá es una grande extensión de fango y agua, de plantas acuáticas y de algunas isletas de árboles, aunque en algunas partes es verdadera laguna limpia: de modo que es imposible reconocer su interior a pie ni a caballo ni embarcado. Su situación local y todo persuade que el Paraná corría por el medio en lo antiguo, dividiéndose en los cuatro citados ríos que salen del lago.

18. El río Uruguay toma a mi entender su nombre de un pájaro común en sus bosques llamado Uru, porque Uruguay significa, no del país del Uru. Principia hacia los 28 grados de latitud en unas sierras al Oeste de la isla de Santa Catalina. Corre desde luego al Poniente, recibiendo tantas aguas que a las 25 leguas de su origen donde corta el camino de San Pablo a Viamon, es ya caudaloso y lleva el nombre de río de las Canoas. Siguiendo 11 leguas más el citado camino se le une un río considerable llamado Uruguay-mori y río de las Pelotas, llevando juntos el nombre de río Uruguay. Cuando este río sale de las serranías de su origen corre largo trecho por países alomados sin árboles; pero se mete después por entre grandísimos bosques, engrandeciendo con nuevos arroyos, hasta que se le junta el Uruguay-puitá. Mi mapa marca con exactitud el resto de su carrera, hasta unirse al Paraná para formar juntos lo que llamamos hoy Río de la Plata, colocándole entre los mayores del mundo.

19. Aunque a la simple vista parezca que su caudal es algo menor que el del río Paraguay, podrá haber en esto equivocación, porque es más violento y atropellado aun que el Paraná, por venir más oriental donde los terrenos son menos horizontales. En su cauce, principalmente al pie de sus saltos, se   —35→   encuentran muchas petrificaciones de huesos y troncos, y sin embargo pasan sus aguas por excelentes, siendo aun más acreditadas las del río Negro su tributario. Sus mayores acrecimientos suelen acontecer desde fin de julio a primeros de noviembre. Aunque desde donde se le junta el Pepirí hasta el Río de la Plata tiene más de 50 arrecifes, solo deben llamarse saltos el del paralelo de 27º 9' 23" y el que hay en la embocadura del Niverni: este tiene dos varas de altura vertical y aquel algo más de once. Así no debe extrañarse que su navegación solo esté expedita desde el Río de la Plata, hasta el arrecife llamado Salto Chico en los 31º 23' 5" de latitud. Es verdad que alguna vez se ha vencido este tropiezo con alguna creciente extraordinaria, subiendo hasta el Salto Grande que tiene en los 31º 12' pero desde aquí a los pueblos de Misiones le navegan siempre con canoas y embarcaciones chatas o sin quilla.

20. No podrá menos de admirarse el que considere la multitud de arrecifes y saltos indicados en los pocos ríos descritos, y mucho más al oír que los tienen también todos los ríos y arroyos grandes y chicos que les tributan desde los 27 grados para el Norte. Si en esto hay alguna excepción como en el río Paraguay, para eso hay otros como el Tiete, que tiene 14. Esta multitud de saltos en todas partes no obstante que son tan llanas indica una causa general que no se encuentra en el antiguo continente: yo no hallo otra que estar formado lo interior del país de bancales horizontales de peña como sucede a la cordillera de los Andes, según dice el señor don Antonio Ulloa en sus noticias americanas. Pero lo que se deduce principalmente es que el perene trabajo de las aguas no ha tenido aun el tiempo necesario para destruir semejantes embarazos.

21. Digamos algo del conjunto de todos aquellos ríos: esto es, del Río de la Plata: puede considerarse como un golfo del mar, aunque conserva el agua dulce y potable hasta 25 ó 30 leguas al Este de Buenos Aires. No se advierten en él las mareas que son tan fuertes en la costa patagónica: ni el subir ni el bajar de las aguas pende del crecimiento de los ríos, sino de los vientos: porque el Este y el Sueste las hacen subir hasta   —36→   siete o más pies, y los vientos opuestos las bajan a proporción. Pero el año de 1795 estando yo en el Paraguay bajó tanto el agua un día de calma, que descubrió en Buenos Aires tres leguas de playa conservándose así un día entero, y después volvió a su estado natural espaciosamente. Para que esto sucediese debió retirarse mucho la mar hacia el Este o se abrió una caverna en el fondo del río o el del mar allí cerca; y no fue por terremoto, pues no se sintió allí ni en otra parte.

23. Mi mapa de este golfo o Río de la Plata manifiesta sus bancos de arena y su sonda por lo relativo a la navegación. Resta decir que sus orillas aunque bajas, no dejan de proporcionar algún abrigo, y más la del Sur; porque los vientos más duros y peligrosos soplan de aquella parte. Así se han mantenido al ancla muchos navíos sin averías largas temporadas, y el llamado Vigilante nueve años en el amarradero que dista tres leguas al Norte de Buenos Aires. Su tenedero no puede ser mejor en todas partes.

24. Ocioso sería tratar de los puertos de la costa patagónica cuya descripción y planos han publicado ya otros viajeros. Los del Río de la Plata son la Colonia, Montevideo, Maldonado, Ensenada de Barragán y el Riachuelo: los dos últimos en la costa del Sur, y los otros en la opuesta. El Riachuelo que está cerca de Buenos Aires, es un arroyo largo y estrecho que viene de tierra adentro, pero le entran también las aguas del Río de la Plata. Ya se supone que es seguro, pero no admite sino buques medianos, y aun estos han de esperar a que el viento haga subir las aguas para pasar sobre la barra que hay a la entrada.

25. La Ensenada de Barragán, está 10 leguas más afuera que el puerto precedente, y fondeaban en ella las embarcaciones antes de poblarse Montevideo. La conserva limpia el arroyo de Santiago que corre por enmedio, y es muy segura y de buen tenedero. Su entrada es angosta, y solo tiene dos brazas y media de agua donde más, esto es la superficie para fragatas.

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26. El puerto de la Colonia es poco capaz, y no de buen abrigo contra los Suestes y Suduestes, que son los vientos más duros. Verdad es que algo le defienden la isla de San Gabriel y otras menores como también un plater o banco de arena, que todos se prolongan en una línea delante del puerto. La sonda es de seis a siete brazas, porque las aguas vaciantes del Río de la Plata corren pegadas a la costa con tal velocidad, que a veces llega a seis millas por hora.

27. El de Montevideo es el más frecuentado: su sonda disminuye tan apriesa que es de temer se inutilizará antes de mucho tiempo. Está expuesto a los vientos más duros, que levantan en él mucha mar y hacen garrear las embarcaciones, enredar sus cables y caer unas sobre otras. A veces las arrojan a las playas, porque su tenedero es fango suelto, donde no agarran las anclas, y se pudren los cables y las maderas. Tampoco se sale de él cuando se quiere, porque se necesita bastante viento para sacar los buques del fango. Fondean en él fragatas y aun navío de línea, pero éstos lo han de hacer muy afuera donde hay poco abrigo.

28. El de Maldonado es grandísimo con buen tenedero y fondo para los mayores navíos, pero no es abrigada toda su extensión, sino solamente la parte que está al socaire de la isla de Gorriti: se entra y sale con todo viento porque tiene dos bocas. La corriente sale siempre por la que llaman del Este; y esta circunstancia hace que oponiéndose a todo viento, menos al del Oeste, alivia siempre a los cables.

29. Antes de nombrar los pescados, diré lo que se me hizo extraño en los cangrejos. Son de la especie de los de Europa, pues tienen las mismas formas, magnitud, color y gusto, pero no se encuentran en las orillas de arroyos, ni en sus cercanías que pueden inundarse con las crecientes, sino en los campos arcillosos. Allí hacen sus agujeros redondos y perpendiculares para entrar y salir de noche, y los ensanchan bastante en lo interior, para estar con comodidad y para que contengan bastante agua llovediza, por que no ven otra ni la buscan. Solo habitan dos en cada agujero, y mis cuadrúpedos Micure Pope y Aguaragazú   —38→   los buscan y comen mucho. No se puede correr por donde hay cangrejos, porque caen los caballos metiendo los pies en los agujeros, que son hondos media vara. Suelen distar los cangrejos muchas leguas unos de otros, sin que se conciba cómo hayan podido atravesar tan largas distancias.

30. En el Paraguay pescan los indios Paiaguas y otros a flechazos y con anzuelos, pero los españoles no lo hacen, y si son campestres, aborrecen el pescado. En Buenos Aires para pescar, entran dos hombres montados en el río hasta que nadan sus caballos, poniéndose en pie sobre ellos. Entonces se separan y tienden la red, sacándola los mismos caballos. Registran al pescado que sale, y si está flaco o sin gordura lo arrojan a la playa. No se conocen las ostras y otros mariscos que hay en Chile, pero abundan los pescados de buena o a lo menos medianía calidad. En Santa Fe de la Vera Cruz secan algunos del río Paraná y los venden por bacalao: lo propio hacen en Maldonado y en la costa patagónica.

31. No puedo hablar bien de los pescados de aquellos mares, por que apenas conozco uno u otro. Me limito únicamente a los de aquellos ríos, casi sin poder hacer más que nombrarlos. Hay mangurnis de más de cien libras; surubis de treinta; pacús dorados y negros de veinte; dorados mayores más bellos y diferentes de los del mar de veinte; y rayas muy grandes que pican al que las pisa ocasionándole inflamación y dolores insufribles. También hay patis, bogas, sábalos y palometas. Estas precisan a estar en continuo movimiento a los que se bañan, porque estar quietos se exponen a que la palometa les saque el bocado redondo. Hay igualmente cazones o armados, lenguados, bagres, tarariras y peces reyes los mayores del mundo. Se encuentran además pirarapitas, viejas, dentudos, mojarritas, anguilas, tortugas y otros muchos. En la obra de mis cuadrúpedos hablé de las nutrias, quiyá y capibara, cuadrúpedos de aquellos ríos y también del yacaré o caimán. Aunque es fabuloso el yaguaro, ninguno es tan famoso entre el vulgo del Paraguay. Suponen que escarba con prontitud increíble por debajo del agua las barrancas de los ríos, hasta que las hace derrocar sobre las embarcaciones.

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32. Es escusado advertir, que los pescados grandes no se encuentran en poca agua y que no todos los nombrados se hallan en todas partes. Por ejemplo, yo no sé que haya tarariras, anguilas, viejas, tortugas ni otros en los mayores ríos; y son muy comunes en los pequeños y medianos y en las albercas. El citado yacaré y la anguila existen en todos los lagos de América, por más separados que se hallen unos de otros. La anguila nadie hasta hoy sabe cómo se multiplica, no habiéndole jamás encontrado hijos ni huevos en el vientre. Aseguran algunos que encima de los saltos del río, no se encuentran algunas especies de pescado que hay debajo.



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