Descripciones de Tierra Santa a fines del siglo XIII
Hugo O. Bizzarri
Université de Fribourg
La importancia de
los llamados «Libros de viajes» ha ido en incremento en
los estudios hispánicos; específicamente en lo que
respecta al ámbito medieval a partir de la selección
de textos ofrecidos por Joaquín Rubio Tovar1,
los congresos celebrados en Lausanne, Murcia y Valencia y
últimamente con una incipiente historia del género
que ha trazado Francisco López Estrada2.
Curiosamente, al leer estos trabajos me ha llamado poderosamente la
atención el aparente surgimiento tardío en
España de relatos que estrictamente podemos considerar como
libros de viajes. Si se sigue el volumen de López Estrada,
sólo a partir de finales del siglo XIV,
específicamente en el año 1390, encontramos el
primero de ellos, el Libro del conocimiento de todos los
reinos3.
Vicente Beltrán ha sido más estricto. Considera que
tan sólo la Embajada a Tamorlán y el
Tratado de Pedro Tafur son los «[...] únicos libros que cumplen
estrictamente con la triple regla de ser originalmente escritos en
castellano, ser históricos y ser libros de
viaje»
4.
Con ello retrasaríamos el surgimiento del género al
año de 1406 en que se supone se compuso la Embajada a
Tamorlán5.
No voy a dedicarme a este aspecto genérico, que algún
día tendrá su respuesta, sino tan sólo a
marcar que el período en el cual me centraré es
previo al surgimiento de un interés en España por los
llamados «Libros de viajes». Y, por tanto, me
dedicaré a textos que en rigor no son «Libros de
viajes», pero en los cuales el viaje está presente y
se describen tierras, costumbres y creencias de lugares lejanos,
casi míticos6.
Me refiero a los relatos de cruzados, aquellos que Jean Richard
calificó como iter Hierosolymitanum7.
Ellos nos testimonian la imagen que ofrecían viajeros reales
o ficticios de Tierra Santa en los siglos centrales de la Edad
Media, un lugar que entraba dentro del imaginario cristiano y que
conformaba las bases mismas de sus creencias.
El primero lo brinda Brunetto Latini, el maestro de Dante. En 1260 Latini llegó a la corte del rey Alfonso X solicitando apoyo en su lucha contra los gibelinos. Nada sabemos de los meses que pasó en la corte del rey Alfonso ni de la estancia de Latini en la corte castellana, pero lo cierto es que de regreso a Italia se enteró de que no podía retornar a su patria; entonces se refugió en Francia durante siete años, período en el cual escribió su enciclopedia Li livres dou tresor8. Esta enciclopedia fue traducida al castellano durante el reinado de Sancho IV, posiblemente entre los años 1292-1293, y tal ha sido su difusión que nos han quedado trece manuscritos de ella9. Se trata de una enciclopedia para formar al gobernante, por tanto, todo tipo de conocimientos tiene cabida en sus páginas, lo que desembocará en el estudio de la ciencia hacia la cual todas las otras se orientan: la política10. Por eso, los dos primeros conocimientos que introduce son el histórico y el geográfico.
Latini lleva a
cabo una descripción de las partes del mundo y para ello
debe hablar antes de las siete «edades del hombre». Eso
le lleva a realizar una síntesis histórica desde el
origen bíblico del hombre hasta el presente. Sobre esta base
inserta el conocimiento geográfico del mapamundi. La
descripción comienza justamente por Oriente. Primero Egipto
con la ciudad de Babilonia, el Cairo y Alejandría.
Particular atención le despierta el Mar Rojo (Mar Vermeja)
donde se halla «[...] una fuente de tal
natura que si las ovejas beven della, luego comiençan a
mudar la color»
11.
Siguiendo el Mar Rojo llega a Jafa «[...]
una villa muy antigua, la mas antigua de todo el mundo»
(p. 59). De ahí pasa a
Jerusalén y a Belén; pero lo que más le llama
la atención de esta zona es el Mar Muerto: «E llamanle la Mar Muerta por que non
resçibe nin engendra cosa ninguna biva, e todas las cosas
que son sin vida caen en fondo, en guisa que ningunt viento non las
puede mover»
(p. 59). Allí crece incienso y canela
y se halla el ave Fénix, especie extinguida en el resto del
mundo. Más allá de Jerusalén sitúa las
cinco ciudades de Sodoma y Gomorra. Allí se halla la
comunidad de los «efemineos»
,
hombres que viven sin mujeres para no caer en ningún
deleite, ni usan dinero ni ropas. Y aún más
sorprendente: tienen el don de la inmortalidad, pues como nunca
nadie nace, tampoco nadie muere.
Siguiendo el
río Eufrates, va a la Mesopotamia y así llega a la
India. Pasa por Amazonia, el reino de las mujeres, y por lugares
que están impregnados de la historia de Alejandro Magno:
Arbelita, una región en la cual Alejandro venció a
Darío, Termagira, «[...] que es tan
buena & tan delectable que fizo y Alexandre la su primera villa
que ovo nonbre Alexandria & agora dizenle Sileuza»
(p. 60), y Panda donde Alejandro fundó la tercera
Alejandría. También pasa por el Monte de
Çimera por donde sale humo de noche y por las Puertas de
Caspa, lugar que no se puede atravesar en verano por la gran
cantidad de serpientes. En India, en el Monte Nilo, se hallan los
habitantes que tienen ocho dedos en sus pies y otros que nacen con
cabezas de perro y otros
(pp. 60-61) |
Luego se encuentra
el pueblo de los «ictiofagi»
que sólo comen pescado, costumbre que les prohibió
Alejandro Magno al conquistarlos. Más allá de ellos
se halla el desierto de Carmonia. Y más allá de
Caldea está la ciudad de Babilonia por donde, cruzando
nuevamente el río Eufrates, se llega al paraíso
terrenal. A partir de aquí, Latini salta a las dos otras
partes del mundo: Europa y África. Pero eso ahora no nos
interesa.
Latini no describe un viaje real; el suyo es, como el de tantos escritores de la Edad Media, un viaje literario. Para su mapamundi se basó en el tratado de Solinus, Collectanea rerum memorabilium, que completó con un resumen sobre las divisiones eclesiásticas de Europa y con un tratadito anónimo titulado De bestiis et aliis rebus12. También el relato de Latini, como el de tantos viajeros de la Edad Media, no se limita tan sólo a dar una mera lista de lugares. Muy por el contrario, describe sus peculiaridades, los seres maravillosos que en ellos viven, las costumbres y por sobre todo sus habitantes. El viaje no tiene valor en sí mismo, sino como excusa para describir lugares, seres extraños y para indicar la ruta terrestre hacia el paraíso. Pero lo que más me interesa en este momento es remarcar que Latini concluye su descripción con una referencia a la significación histórica de aquella parte del mundo:
(p. 62) |
La descripción de Latini termina con una nota de actualidad: Tierra Santa está hoy (hacia 1260-1267) ocupada por moros y la cuna de la cristiandad está perdida. Cuando a fines del siglo XIII se tradujo esta obra, eran muchas las leyendas que corrían sobre Tierra Santa en Castilla. Godofredo de Bouillón, el héroe más representativo de las cruzadas, es mencionado en los Castigos del rey don Sancho IV, el tratado político más importante de la época, en donde se tiene a Godofredo de Bouillón como prototipo del caballero casto, gracias a lo cual realizó hazañas virtuosas. También en los Castigos se hace alusión a la situación actual de Jerusalén:
Por ende, esfuerço bueno que ouieron en si el duc Godofre e sus hermanos Baldouin e Hustaçion e los otros muy altos e muy honrrados omnes que fueron en aquel tienpo de aquella cruzada de aquel pasaje ganaron la çibdat de Iherusalem e de Antioquia e toda la otra tierra de Vltra mar, la qual fue despues de christianos fasta el tienpo de agora que por los nuestros malos pecados es perdida. E acabase de perder en el anno que andaua la era de la encarnaçion en mill e dozientos e nouenta e dos annos13. |
El pasaje hace alusión al año 1254, tal vez por error con el año 1244 en que había sido conquistada Jerusalén por los turcos14. En la versión de la Estoria de España realizada durante el gobierno de Sancho, la llamada Versión amplificada de 1289, se hace referencia a reliquias llegadas de Tierra Santa, antes de la caída de la ciudad en poder de los moros. En los capítulos dedicados al reinado del rey Alfonso II, el Casto, se hace alusión a leyendas carolingias, y precisamente en el capítulo 614 se retoman leyendas relacionadas con las cruzadas. Se narra que el rey Alfonso tenía un arca con reliquias, entre ellas sangre de Cristo, un trozo de madero de la Cruz, parte de la corona de espinas, etc. Finaliza diciendo:
Esta arca tan noble que es a espanto et a crebanto de los gentiles et de los moros dizen que fue fecha en Jherusalem, et en tienpos de la confusion de Mahomat fue leuada por mar a Seuilla; desi traxieronla a Toledo e dize don Lucas de Thuy que estudo y guardada bien setenta et cinco annos; e despues fue leuada a Ouiedo, assi como auemos dicho, o esta oy dia15. |
Y tal vez el hecho más significativo: en el Libro de cuentas del rey don Sancho IV correspondiente al año 1292 se halla mención del pago de una silla de montar que llevaba grabada la figura del caballero del Cisne, Godofredo de Bouillón, el héroe más representativo de las cruzadas, una referencia que no se explica sino en una corte impregnada de relatos e interés por las cruzadas16. De una forma u otra, hallamos constantes referencias a los lugares santos en el entorno del rey Sancho IV. No es sorprendente, pues, que se tradujeran dos relatos relativos a la historia de la recuperación del Santo Sepulcro.
Haré referencia a dos relatos historiográficos. En primer lugar, unos Anales de Tierra Santa que se conservan en el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid 10046, traducción de un original francés. Se trata de cinco folios escritos a dos columnas, en letra gótica cursiva a finales del siglo XIII o comienzos del XIV, con fecha máxima el año de 130317. Estos folios presentan la forma más simple de un relato historiográfico, la del anal, es decir, la relación año a año de los hechos más representativos de una comunidad. Estos Anales comienzan en el año 1095 con el Concilio de Clermont que promovió oficialmente las cruzadas y su última noticia es la entrada en vasallaje del príncipe de Antioquía, Bohemundo VI, y la pérdida en el año de 1260 de Damasco y Paneas.
Por momentos, estos Anales presentan la enumeración desnuda de hechos, como por ejemplo, la conquista de Nicea en 1096 (N.° 2), la toma de Antioquía en 1098 (N.° 3), la muerte de Balduino IV en 1163 (N.° 22), la llegada a Acre en el año 1234 del arzobispo Teodorico de Rávena, etc. Pero también nos ofrecen el relato de hechos sobrenaturales que van perfilando los lugares santos como lugares propicios a la manifestación del milagro. Así, se da noticia de la aparición de un cometa el día de la batalla de Ramia, el 25 de agosto de 1105:
(p. 339) |
Otros
fenómenos naturales son el terremoto del 29 de junio de 1170
(N.° 25), la sequía del año 1197 (N.° 44)
donde «[...] en aquel anno se seco el rio
de Egipto, e ouo en la tierra grant fanbre e grant
carestia»
(p. 348), el terremoto de 1222 (N.° 64) y
el eclipse de 1243 (N.° 83) en que «el sol se obscurecio, e duro un anno e IX meses
que no ouo apostoligo en Roma»
(p. 358). La
narración de un anal es siempre escueta; por eso, una
asimilación de los hechos naturales a un problema
político, como es la vacancia de la Santa Sede, permite
entrever que estos hechos naturales se los inserta para
acompañar momentos terribles para toda la cristiandad.
Estos Anales de Tierra Santa no presentan una narración organizada de los hechos de ultramar, muy por el contrario son, como ya dije, anotaciones de los hechos más importantes de las excursiones que hicieron los cruzados año tras año, pero conservan uno de los elementos fundamentales de los «Libros de viajes»: la descripción de los lugares por donde pasaron los cruzados.
El segundo texto al que haré referencia es el que conserva el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid 1187, que ha sido uno de los cuatro textos que sirvieron de base para que a comienzos del siglo XVI se compusiera el impreso de la Gran Conquista de Ultramar, publicado en Salamanca en la imprenta de Hans Giesser, año de 1503. Se trata de una compilación cronística sobre la base de la traducción de relatos franceses del ciclo de las cruzadas, llevada a cabo a fines del siglo XIII18. Dejo de lado problemas de fuente, autoría y redacción que ya han sido si no solucionados, por lo menos planteados19.
Este primitivo
relato de la Gran Conquista de Ultramar tiene que narrar
incursiones y viajes de los cruzados ocurridos en lugares
desconocidos para la corte castellana, pero que tienen
reminiscencias bíblicas. Es por eso que entre la
narración de esos itinerarios y periplos deben colocarse
pequeñas descripciones por donde pasan los cruzados. Por
ejemplo, en el capítulo 70 se narra el sitio de
Jerusalén. Los cristianos salen a luchar y deben ir de
Jerusalén a Jericó. Entonces se dice: «E la carrera que ua de Iherusalem a Ierico, e
dend al flumen Jordan, es tan embargada, que aquellos que uan por y
sin armas e sin carga ninguna passan por y adur, por razón
de las pennas e de los malos passos que ay, ca toda es llena de
oteros e de ualles»
20.
La descripción es una descripción realista, pero que
tiene el fin de resaltar la dura empresa de los cruzados. De esta
forma, con la descripción de los lugares por donde se
realizó la travesía se busca representar en el lector
de una manera concreta estos sitios sagrados. Un ejemplo de
descripción es la que se hace de la ciudad de Escalona:
(p. 42) |
Se trata de una descripción minuciosa con un desarrollo muy bien planeado. Primero se establece la referencia bíblica obligada en toda descripción de ciudad: era una de las cinco ciudades de los filisteos. Luego se la presenta de una manera general pero didáctica: semeja medio arco de cuba. Luego viene la reseña pormenorizada, sus cuatro puertas y la mención de las buenas aguas que la transforman en un lugar ideal. Estamos ante una descripción hecha necesariamente para un público que no conocía Tierra Santa. Por eso, todas ellas constituyen un elemento importante en este relato de cruzada. Ellas van a transformar estos viajes de cruzados en viajes concretos y palpables. Un elemento importante de ellas es el entronque bíblico de esos lugares que se realiza haciendo alusiones al texto sagrado. Así, el primer hecho bélico que se narra es el sitio de la ciudad de Belinas (Peneas):
El pasaje hace
referencia al libro de Josué (19: 40-51), en que
una de las siete tribus de los israelitas, la tribu de Dan, busca
su territorio. Esta tribu ataca Lesem (la Lesandan del texto) y la
hace suya. El autor comienza la descripción de esta ciudad
dando los datos históricos que le ofrece el texto
bíblico. Estas referencias son constantes en las
descripciones de lugares sagrados. En la cerca de la ciudad de
Damasco se dirá: «E un dia
mouieron en la mannana e passaron el monte del Libano, que es muy
nombrado en las Escripturas»
(p. 29). De la ciudad de
Godres, cercana a Escalona, agrega: «E
aquella fue una de las çinco çipdades de los
filisteos»
(p. 35). Para la ciudad de Damasco: «Domas es la mayor cipdat de una tierra que dizen
Suria la Menor. E es llamada, por otro nombre, la Finicia de
Libano. Onde dixo el Propheta: La cabeça de Suria es
Domas»
(p. 29).
También los
lugares en los que se desarrolla la acción remiten a una
edad mítica, que es la época fundadora del
cristianismo. Así, de Alejandría se dice que es el
lugar en que nació San Marcos evangelista (p. 86),
Éfeso es el lugar donde murió San Juan evangelista
(p. 24). En un año de gran sequía se recuerda que
cerca de la fuente de Siloe había un pozo antiguo «que fiziera Jacob fazer»
(p. 134). La
geografía de las cruzadas está llena de
reminiscencias bíblicas.
Los cruzados en sus viajes no sólo se encontraron con una geografía desconocida sino también ante pueblos con costumbres diferentes de las suyas. Así, cuando los turcos cercan Antioquía en 1249, el cronista no deja de destacar sus costumbres nómadas:
(p. 251) |
Una de las ceremonias a las que más se hace referencia y que no deja de describirse es la coronación de los reyes de Jerusalén. La más detallada es la del rey Baldovin V:
(p. 134) |
Pero Tierra Santa
no es tan sólo un lugar en el que se encuentran culturas
extrañas o en el que se hallan reminiscencias
bíblicas. Es también una tierra donde los hechos
milagrosos se pueden suceder. Uno de ellos fue la extraña
negativa de los caballos de las huestes cristianas a beber agua
antes de la pérdida de Jerusalén, pese al gran calor
de la jornada: «Onde acaescio en el otro
dia, quando fueron en el grand desbarato, que fallescieron a la
mayor coyta a sos sennores, ca se afogaron de set, e morieron
estando en ellos los caualleros»
(p. 145). En el
año 1265 el soldán de Babilonia tomó la ciudad
de Cesárea y luego el castillo de Sur. Tan desastrosos
hechos para la cristiandad fueron seguidos de la aparición
de un rayo que cayó sobre el propio campanario de la Santa
Cruz, en Acre, anunciando la caída de la ciudad:
(p. 257) |
En este relato es tan importante la pérdida de Jerusalén como la de la cruz. Y ello ocurre cuando se corta en Jerusalén con la línea de los reyes ungidos y toma ilegítimamente el poder Gui de Lusignan. Poco después el rey cae preso en poder de los turcos y se pierde en dicha batalla la cruz:
(pp. 148-49) |
Restos de esa cruz hemos visto que aparecerían en Oviedo en época de Alfonso II.
El manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid 1187 no nos ofrece una narración completa de los hechos de cruzada, por lo menos en su estado actual, puesto que, como sabemos, no era sino uno de los cuatro en los que se debería narrar una versión de la historia de las cruzadas. Pero junto con los Anales de Tierra Santa y con las notas que coloca Brunetto Latini en su mapamundi conformaría el mosaico de relatos y descripciones de esas tierras lejanas tan importantes para la corte de Sancho IV y María de Molina, impregnada de religiosidad. Estos textos, ubicados a fines del siglo XIII o en los comienzos del siglo XIV, constituyen un importante nexo entre dos tiempos. De una parte completarían el conocimiento que ofrecían las Etimologías de San Isidoro, la Fazienda de Ultramar y la Semejanza del mundo. Mientras que, por otra parte, prepararían el camino para la entrada de verdaderas descripciones de Tierra Santa en los siglos XIV y XV: la traducción de la Historia orientalis de Jacques de Vitry contenida en el manuscrito 684 de la Biblioteca Nacional de Madrid, bajo el título Conquista de la Tierra Santa de Ultramar, y el Libro llamado Ultramarino del manuscrito 3013 de la Biblioteca Nacional de Madrid, que parece traducir capítulos de la Historia Ierosolimitana de Jacques de Vitry21. Todos estos textos, resultado de la enriquecedora labor de traducción que se llevó a cabo durante la Edad Media, prepararán el terreno para la aparición de descripciones de viajes reales hechos por viajeros españoles a partir del siglo XV: Los misterios de Jerusalén, obra escrita por un cruzado franciscano hacia 1487 en el entorno de Sevilla, la Trivagia de Juan del Encina en 1519, el Viaje a Jerusalén del Marqués de Tarifa realizado entre los años 1518 y 1520 y el Viaje de Jerusalén de Francisco Guerrero, añadido a la traducción de la Breve descripción de Jerusalén y lugares circunvecinos (Valencia, 1603) de Cristiano Adricomio Delfo22. Todo ello, en fin, conforma el contexto intelectual que posibilitó la impresión en el año de 1503 de la primera gran historia de las cruzadas en España, la Gran Conquista de Ultramar23.