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Que por qué no íbamos a donde ellos estaban...
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Veinte leguas, según el manuscrito de Muñoz.
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A principios de
1531 salió Diego de Ordaz de Sevilla, y habiendo llegado al
río Marañón, con intento de comenzar por
allí sus descubrimientos, hubo de abandonar el proyecto por
las calmas, corrientes y bajíos en que se vio. En
consecuencia, hizo fuerza de velas, a fin de salir pronto de
aquella parte, y pasó adelante para dar comienzo a su
jornada por otro lugar menos peligroso; mas, Juan Cornejo, su
teniente general, aun que hombre cursado en la mar, no logró
el mismo éxito, encalló su navío, con
pérdida de algunos hombres, «y
aunque muchos quisieron decir, refiere el cronista Antonio de
Herrera, que se habían conservado en tierra, también
se perdieron entre los indios»
, Década
IV, lib. X, cap. IX.
Véanse los términos en que Juan de Castellanos, en sus Elegías de varones ilustres de Indias, describe el naufragio de los compañeros de Ordaz, y la muy sensata opinión que emite acerca del ningún fundamento con que debían acogerse semejantes aserciones.
Después de referir que Ordaz había cruzado sin novedad la desembocadura del Marañón, continúa así:
(Elegía IX, Canto I) |
Más difícil se hace creer que estos españoles de que tuvo noticia Orellana fuesen de la expedición de Alonso de Herrera, como lo insinúa el cronista que acabamos de citar. Verificada en 1535, fue dirigida a las regiones que se extienden al norte del Amazonas.
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Recuérdese lo que dice Toribio Medina en la Introducción, al tratar de las Amazonas. (Cap. IV, pág. XLV).
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Mil y cuatro leguas.
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Cincuenta leguas, según la copia citada.
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Quenyuc.
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Cuatro o cinco.
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En este trozo hay notable variación, en la forma, aunque el fondo es, más o menos, el mismo. En general, desde aquí en adelante se notan muchas discrepancias en la redacción de ambos manuscritos.
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Véase la nota 37.