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Después de leer los monólogos «A traque barraque», de Alonso Zamora

Leopoldo de Luis

Muere el pez por la boca o por la boca

intentamos librarnos de la muerte,

ese pez que navega por el río

que nos inunda y va contra corriente.

Vive el pez por la boca hecho palabra

multiplicada, hecho materia leve,

cabrilleante espuma que a la arena

arroja el limo que en el fondo crece.

Está la vida en la palabra irguiendo

su ansia de salvación, a la intemperie,

descubriendo sus pozos angustiados,

sus cataclismos de hoyos indelebles.

Por la palabra se liberan tristes

formaciones de pánico, las huestes

rotas de un pobre ejército cercado

detrás de la barrera de los dientes.

Somos palabra que jadea, hálito

de invisible paloma, rosa breve,

sonora lumbre alzando sus señales,

sus signos de socorro, su ala urgente.

Somos soledades de una barca,

somos crujir de su madera endeble.

Soledad y crujido nos revelan:

somos palabra de sufrida gente.

Cascos a la deriva, zozobrada

embarcación que el viento amargo vence.

¡Hombre al agua! Descarga la tormenta

en el pequeño mar de cada frente.

Como una mano entre las olas, una

palabra avisa en el naufragio, extiende

su palma de esperanza, su llamada,

su desesperación de eseoese.

Un oscuro naufragio cada día,

cada vida, cada asco, cada suerte.

Tabla de salvación, a la palabra

van abrazados los supervivientes.

Pasa a traque barraque la esperanza

fragmentada en sin fin de aconteceres

que se fueron a pique, derrelictos

que a flote el ansia de vivir mantiene.

Narrador o hallador de los despojos,

rastros o señas que en palabra prenden.

Soledades a punto ya de hundirse.

Tú les das voz que salva la muerte.