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Abajo

Detenimientos

María del Carmen Paiva



portada



  —5→  

a quien estimo,
presente y velada



  —[6]→     —7→  

ArribaAbajoPrólogo

Para hablar de la escritura de María del Carmen Paiva desde la voz que canta en estos Detenimientos, que no son otra cosa que «pausas sonoras» del agitado cosmos en el que navega su lacerado corazón, tendríamos que hurgar con inevitable morosidad en el cúmulo de palabras que articulan los conjuntos de versos que erigen, al final, este libro, para encontrar los signos develadores de su pungencia creadora. Porque bien lo dice Jacques Maritain en su célebre ensayo Situación de la Poesía: «Las palabras de que se sirve el poeta no pueden ser despojadas de su papel de signos sin privar a la poesía de su ligazón esencial con la belleza trascendental». Pletórica de signos, de símbolos que cifran su latencia esencialmente femenina, los versos labrados por esta mujer de excepcional sensibilidad llevan; en su intrínseco aliento, un halo de ternura sedienta por recomponer, a imagen y semejanza de su deífico amor, los sueños trizados por las pesadumbres. Pero sólo va acumulando retazos de recuerdos que trazan angustiosamente los filosos perfiles de la nostalgia. Y en esta paciente, sufrida tarea, un antiguo dolor puede cruzar fugazmente entre sus latidos, hasta hacerla decir, resignada y expectante:



Este espacio liso
no va más que un leve trecho;
cansancio que llena el tiempo
y pasa.

Vendrá de nuevo
el destello de las hojas apunto de caer,
y la melancolía
seguramente
se irá



  —8→  

Es indudable que María del Carmen Paiva tiene una voz singular, de resonancias casi místicas -como ya lo comprobamos en su primer libro El ángel escarlata-, como nacida desde el fondo del corazón, «la única fuente verdadera del arte», al decir del pintor y poeta alemán C. D. Friedrich. Y en puridad, cuando el poeta pasa del recogimiento poético, fuente de imágenes y formas, al ensueño místico, imágenes y formas se pierden, son bebidas por el silencio del alma como la lluvia por el mar. Este silencio se «palpa» en muchos poemas de estos Detenimientos, y hay veces -en la obligada relectura que nos imponemos para ubicar el temblor- en que ese silencio se nos aparece repentinamente, enmarcado en una inocultable tristeza, en una melancolía que nos envuelve de inmediato, que nos abraza hasta que sentimos, quedamente, la liturgia sacramental, catártica, renovadora, redentora del sollozo. Como ejemplo, leemos pausadamente los versos del poema «Aquella vez»:



En esta noche tranquila
en que huelgan reflejos rojizos
cuando solloza la leña,
me permito retornar
a la sensación del primer beso
bajo la escalera,
mientras lejos de nosotros
los astros presentían
este desierto que de ti me aleja.



Por sobre los duros y limitantes cánones de las formas y de la métrica, María del Carmen Paiva despliega su voz con sonoridad y sencillez de lenguaje, ilustrándonos; de paso, sus preocupaciones vivenciales: el amor, la tristeza, el abandono, el deseo, la ternura,   —9→   la piadosa emoción por la condición humana. Es este un libro para ser leído con «detenimiento», con morosa vivisección de sus versos, para encontrarnos en cada página con la pureza, con la emoción punzante y a la vez gratificadora de una lírica impar en la poesía paraguaya contemporánea escrita por mujeres.

Víctor Casartelli





  —[10]→     —11→  

ArribaAbajoSe distancia el ángel escarlata

a todos los que amé
desde el principio

  —[12]→     —13→  


ArribaAbajoMás tarde


AbajoDespués de todo lo pasado;
del desgarro inicial,
de las alteraciones demasiado tristes;
y de la abnegación visible
que me reconcilió con lo opuesto al olvido;  5
luego de esa batalla donde ardieron mis
      entrañas
hasta quedar esculpidas como
imagen de mi fatiga
en el exuberante cielo  10
de aquellos días;
más adelante
de las declinaciones en el anochecer
y de las propuestas que surgían
para aceptar lo que aún no puedo,  15
vino la aurora brillante,
con un vago contenido
de oficios desnudos;
con innumerables admiraciones
por el resto del mundo y de las cosas  20
que también merecían mi atención,
aunque sólo fuese como un desmayo
en la mágica esfera
y, soñolienta, aspirase un poco de frescura.

  —14→  


ArribaAbajoTristeza


ArribaAbajoEs suficiente.
Desaparece ya
aquella palabra accidentada
que suele trazarse en las despedidas
y que traes desde quién sabe cuándo;  5
o tal vez
ella se arrimó
un día,
e iniciarse el vicio de acunarla.

El tiempo gasta las cosas,  10
y aunque continúes debajo de esos apartados
      astros
y de sol, con sus desbordadas alas de
      azufre,
sigues viviendo a pesar de todo esto  15
      y lo que ya ocurrió.
Mereces el nombre que te pone la vida
con su impulso imprevisto y desconocido.

  —15→  


ArribaAbajoMediodía, ensueños


ArribaAbajoOigo rumor de flores:
surgen del baldío, cerca del naranjal.
Exhalan humos dorados de puro sol.
Adormecen la ceniza de la siesta
y cubren mi lecho caluroso.  5

Voces que fluyen
de un río secreto.

Flores de sangre antigua,
de esqueletos dormidos,
de fugas precipitadas  10
y otras locuras efímeras.

Me doy vuelta y se me enredan las sábanas;
un indefinido fastidio me altera.
Voy a donde los lirios
y el pozo lleno de hierbas,  15
a mitigar el cansancio de los labios,
para no adormecerme en este perdido vigor.

  —16→  


ArribaAbajoCeremonias


ArribaAbajoAroma de lumbre y paja
recorre los pasadizos
que me pertenecen,
donde me albergo yo misma.
Se evaporan lentamente,  5
en el tiempo de los astros,
en una fugaz ceremonia de asombros.

Dos esmeraldas de fuego
me queman los ojos,
porque el adiós me pintó de verde las pupilas  10
desde que nací hasta el final, de los siglos.

Los metales del cielo
observan las aguas y el desierto.

Tal vez florezca una estrella.

  —17→  


ArribaAbajoEntreacto


ArribaAbajoDesde esta vulnerada espera
por las minucias, cotidianas
y más aún
desde el entusiasmo de ver
cómo serán los brotes del día  5
      siguiente
Me conmueven
la figuración de la lluvia en
      la noche precaria
y esta nueva alianza conmigo  10
y el mundo
a pesar de que la vieja tristeza
suscita todavía vahídos imprecisos.

Pero toda la vida es aguardar
digo allá dentro  15
mientras se elabora el oficio escogido
tramándolo con los sueños
que se hacen.

  —18→  


ArribaAbajoPosible


ArribaAbajoExhalan mis arterias
un pálpito de predilecciones;
colocan su melodía violácea
sobre tus párpados pintados de enigma.

Quién sabe si están tallando como yo,  5
desde su desvelo,
algún pedernal donde reflejar
aquel sueño tan esmerado
que alguna vez trató de ser.

  —19→  


ArribaAbajoPersistencia


ArribaAbajoNo retrocedo.
Esta noche, por ejemplo,
después de tanto rociar mi capilla
      de sombras,
resisto en la tenaz decisión de no mudar  5
lo que llevo voluntariamente en mis pupilas
fuego lacrado que me recuerda
una historia quizás siempre vivida.

  —20→  


ArribaAbajoReserva


ArribaAbajo En el silencio existe
una voz que se muda
desde la inadvertida custodia
del ángel
hasta el profético callar voluntario.  5
Y durante este tránsito,
relampaguea
la palidez do la palabra
que, ausente, admite evocaciones y advertencias.

  —21→  


ArribaAbajoAntes


ArribaAbajoLa humareda huidiza de la tarde
disimula tantas cosas;
también los soplos
acudiendo con cierta melancolía
y a la vez con un festivo temblor,
me sorprenden todavía,  5
como si ya fuese mañana.

  —22→  


ArribaAbajoSujeta


ArribaAbajoPersisten esos hábitos
rozándome,
acostumbrados a enlazarme
como a una columna triste.

Nostalgia callada
que quiere abandonar, y no puede,
la sentencia que humedeció su historia,
y la palabra procesada
para cincelar la partida.  5

Convivimos.

  —23→  


ArribaAbajoResuello


ArribaAbajo Aparece un hálito
que es apenas una evocación
de pétalos que se desvanecieron
alguna vez.
Huele a pasado papel de seda,  5
de aquellos que servían para envolver
      sombreros,
o a palisandro de mucho tiempo.

Súbito, con el instante se escapa.

  —24→  


ArribaAbajoFicción


ArribaAbajoCañal espacioso como los gestos de los
      sordos,
jilguero posado, en la sortija retenida,
personajes evasivos en el lienzo tibio
      que me cobija.  5
Cintas y campanas enlazadas,
y un tren que pasa ligero
con rostros que no retengo.

Me despierto
en una hamaca blanca  10
rodeada de flores de monte,
flotando en la resolana.

Suspensa en un leve tiempo,
intento repararme.

Brilla y se derrite el follaje,  15
lejos,
la soledad.

  —25→  


ArribaAbajoDesvelo


ArribaAbajoY me acostumbré
a permanecer como un ancla
en las horas inmóviles.

Candelas de la vigilia
entre el vértigo y el temblor,  5
de los párpados.

Fue sólo un insomnio,
pero estuve
en la eternidad
enhebrando imágenes.  10



  —[26]→     —27→  

ArribaAbajoEvocaciones, destellos

a los límpidos

  —[28]→     —29→  


ArribaAbajoEn el reflejo de ayer


ArribaAbajo Quisiera volver a besar tus ojos;
tal vez te ronde aún
esa sombra inmutable,
con el olor que despedías
a clavelina o a viejo libro,  5
o a grasa de auto (ya no me acuerdo).
Y tus manos sueltas,
llenas de olvido,
desprendidas del tiempo que pasaba.

Entre ambos  10
tantos años
y esta carencia de lágrimas
en el presagio de las hojas
que el invierno esparce.

Hoy quisiera regresarte  15
a partir de la lumbre sosegada
de mis días
y también de los tuyos.

No sé de nosotros
más de lo que el recuerdo pueda contarme,  20
pero crecimos,
y es probable que sepas todavía
que todo esto me gustaba,
como a ti mi desamparo,
y esa piedad que los dos sentíamos.  25

  —30→  


ArribaAbajoEn el océano


ArribaAbajo Haber estado en ti
fue sumergirme en el mar;
tu boca tenía sabor marino.
Eras verde
como el ramaje del agua  5
que auspiciaban tus brazos.
Tu palabra navegaba
en mi vientre sofocado:
era tu gravedad.
Amaba tu voz,  10
permitiendo que la colocases
continuamente
en las honduras de mi cuerpo,
y me fuese con ella a tus misterios.

Me adherías ciertos velos,  15
sabiendo que me dejabas flotando,
lejos.
Sola, guardaba el agua de tus besos.

  —31→  


ArribaAbajoResonancias


ArribaAbajo Los años se van a algún lugar.
El reposo limpia los cristales
poblándolos de atenuado aliento
rítmico, como para recordar:
los besos bajo el mosquitero
(clandestinos, porque, ocurrían  5
bajo la parralera del verano),
la pregunta ansiosa que nunca llegó,
y las grietas de la vieja muralla
escondiendo mis conclusiones.
Fue formándose una cueva azul y fría,  10
donde continúan llorando las ofrendas
      devueltas.
Y los tesoros,
se contaron al oído cuando niña,
ocultos en un cofre transparente, amarillo,  15
atado con cinta blanca de organza,
como prenda de una lejana fiesta.
El apagón de la vela antes de dormir
y el curioso silbido del consuelo en la
      oscuridad.  20
Cada recuerdo tiene un nombre crepuscular,
porque son tristes y no vuelven.

El cielo de cobre del invierno está suelto
      por todas partes.

  —32→  


ArribaAbajoEntre llamas


ArribaAbajo Estremecimientos,
mariposas muertas
que tamborilean en el corazón.

La soledad se posterga
mientras brota un fuego que consume  5
lo que encuentra,
hasta las cajas de cartón donde se
guardan los rizos del recuerdo,
el abanico desvalido y las fotografías.

Los brazos heridos se alzan sin tregua.  10
La sangre corre ligera,
el agua que sale de los poros
se convierte en una selva reciente de
llanto y de lluvia.

  —33→  


ArribaAbajoAproximación


ArribaAbajo Esta congoja
trasladándose
a un pálido ramo de hortensias
gastadas y detenidas en un cuadro,
cerca del piano,  5
entre proximidades y olvidos.

  —34→  


ArribaAbajoCuando iniciamos


ArribaAbajoQuedó desamparado
algún gajo violeta
en el vitral de tus ojos,
cuando el ocaso se consumía.

El arrimo de los astros  5
rozó nuestra impaciencia.

  —35→  


ArribaAbajoAlgo más


ArribaAbajoTu cuerpo y el mío,
en la escasa claridad de la alcoba
y la pasión entrecortada
por tímidos arrimos.

Encendida, sin embargo,  5
te buscaba fuera.
Adentro, las llamas;
más allá, la mirada.

  —36→  


ArribaAbajoLos que ya se fueron


ArribaAbajo Ante mis ojos
los retratos de ayer, mirándome
desde su raída morada de papel
con aquella fugaz elegancia,
cada vez más distantes.  5

Hay en ellos
una especie de niebla amarilla,
olvidadas fragancias,
y sonrisas bajo las sombras de paja.

Y ahora parece que allí  10
alguno canta
volviendo canela la tarde.

  —37→  


ArribaAbajoSignos sueltos


ArribaAbajoSe quebraron los luceros lejanísimos
en su pendiente vacía,
y me llegó su transparencia
de hielo y canto.

La noche resiste callada,  5
llena de insinuaciones,
hebras de humo y voces.

Qué predecir en este fondo,
con esos ecos desacostumbrados
y el cristal esparcido.  10

  —38→  


ArribaAbajoComenzando a tallar


ArribaAbajoCómo desdoblar las telas
que secaron el agua de mis ojos,
y modelar con la arena del pasado
desierto
un paraíso incipiente,  5
de continuos pedazos de cristal.

El sitio está dado
y la sustancia escogida.

Falta la ermita
y las velas que murmuren los cantos  10
de los ángeles que están aguardando.

  —39→  


ArribaAbajoUn fragmento de cristal


ArribaAbajo Sostengo un trozo de lo que se halla
      esparcido ahí, adentro:
esmeralda esculpida, distante,
donde fueron grabados los sueños.

Amanece en callada marea,  5
las intenciones se quiebran
al filo de la luz que las detuvo.

También está la piedra en el espacio
que cubre el jazmín y el aguacero:
memoria pegada para siempre  10
en la claridad del mediodía
y en el follaje entreabierto
como la boca que perdí.

Me pacifica saber
que permanece en un lugar perfecto  15
ese amor que se fue.

  —40→  


ArribaAbajoSometida a la inalcanzable transparencia


ArribaAbajoUn espejo todavía radiante
diseña, poco a poco, la sombra de mis
      ojos,
me devuelve el celo que me reprende
y a veces, el fervor.  5

Entonces, recuerdo la historia
que me convirtió en una rosa vieja,
y la cinta aterciopelada
atando el amor y los cuerpos que fueron
      míos.  10

Allí está,
como si fuera una amapola desvelada.

Yo no sé si voy a deshacerme
de tanto mirarlo;
o es posible que me contagien sus deslices  15
      de siempre.

  —41→  


ArribaAbajoAquella vez


ArribaAbajo En esta noche tranquila
en que huelgan reflejos rojizos
cuando solloza la leña,
me permito retornar
a la sensación del primer beso,  5
bajo la escalera,
mientras lejos de nosotros
los astros presentían
este desierto que de ti me aleja.

  —42→  


ArribaAbajoFlorilegio


ArribaAbajo Casi me embrujan
los vidrios rotos: esos de adentro,
invocando al amor que partió,
al que nunca vendrá.
De tanto escarbar  5
descubrí, asombrada,
cierta insistencia de piedad,
además de un lenguaje olvidado;
y quejas, como «no quiero»,
acabando con la blusa perdida  10
y la flor y el silencio que le siguieron.

  —43→  


ArribaAbajoAparición


ArribaAbajoMariposa
que te inquietas, desordenada,
en un tumulto
de historias aparentes,
de vez en cuando tomas formas de  5
verdad
y profetizas el desenlace.

Soslayas flores desamparadas
que desubican una letanía olvidada
      y huidiza.  10
Pequeñísimos cristales bailarines
inquietándose en la oscuridad;
tus alas, como sueños
llegan cabrilleando al corazón.

  —44→  


ArribaAbajoCañal de la luna


ArribaAbajo En esta intimidad
hay una luna semejante
a un abismo quieto:
herencia, tal vez,
donde palidece la miseria  5
y se esquiva la mentira.
Allí se cuenta de la miel que brota
      del beso cierto
y de la flor del cañaveral.
Cuna que se muda a veces,  10
a las piedras del firmamento,
mientras la noche se destiñe
y el vidrio es nada más que transparencia
      del ser.

  —45→  


ArribaAbajoEncuentro


ArribaAbajoUna pasionaria durmiente
en un libro dejado
en la vitrina de ayer,
hace mucho tiempo.
Por casualidad la encontré,  5
envuelta en un tul desteñido,
con clamor de «labios de rubí»
y satén en el blanco cuello.
Imagino el calor de la mano
que la sostuvo  10
y la pasión que prendió
en el pecho que ya no existe.

Es mejor que se quede allí,
no la puedo tocar.



  —[46]→     —47→  

ArribaAbajoMe aproximo

a quien me hubiese gustado
que me amase como soy.

  —[48]→     —49→  


ArribaAbajoSeguimiento


ArribaAbajoQué hacer
con los fantasmas
íntimos.
Cómo desprenderlos
de sus chozas de encaje  5
que tienen hasta guirnaldas.
Los arrastro hacia el poniente
para que se vayan cuando llegue la
      noche.
Pero están allí,  10
sujetándose a mi lengua húmeda y
      dulce,
y de puro gusto me los devuelvo.

Persisten.
Creo que morirán conmigo,  15
si no me persiguen
adheridos a mi cola de novia,
alejándome por un camino sin fin.

  —50→  


ArribaAbajoSe deslizaron los años


ArribaAbajo Pasó el tiempo,
se desprendieron los días
abandonando sombras gastadas
como viejos vestidos de seda
y el esparcimiento de los cabellos  5
      al viento
galopó hacia el ocaso.
También se alejaron
las flores en la boca
para el hombre de mi sueño,  10
y aquel andar
con un balanceo suelto,
intentando atrapar
la pasión de un personaje inventado.

Se fue el tiempo primero.  15

Aun quedan el pudor y algunos misterios:
no sé por qué no los he descubierto,
y eso que tanto anduve por ahí
sujetando episodios y todo lo demás.

Cosas de los años que pasan.  20
Uno queda algo así como
perfumada y detenida
quizá un poco trémula.

  —51→  


ArribaAbajoDemora


ArribaAbajoHay una larga permanencia
sin nada que hacer,
porque solamente resta esperar
mientras todo acontece,
y parece que esto fuera mejor.  5
Me distraigo
en el hueco de los acontecimientos,
con los propios deseos,
heridos los labios.
Los días transcurren y nada se altera,  10
o cambian poco, o muy despacio;
me dejo estar
en el ruidoso silencio de mi aljibe
solamente abierto
para los astros constantes.  15
En el brocal,
sería oportuno que algo tintinee
y me despierte, contenta,
después de una espaciosa noche.

  —52→  


ArribaAbajoEl sueño de la camelia


ArribaAbajo Por todas partes alas
que juegan conmigo
y emanan suspiros de tristeza
desde sus globos de pluma;
cometas transparentes  5
en órbita nocturna,
ojos ciegos que me atropellan.

Invento una nave de piedra
para que nunca navegue.

El sol acaba de encenderse,  10
y me dora blandamente
como a una dama bella
recién casada
y despierta.

  —53→  


ArribaAbajoTrazos callados


ArribaAbajo Qué, las palabras,
que acicalan las promesas
urdidas allá dentro
en un instante;
sinceras, desde luego,  5
pero probablemente efímeras.
Mejor es pensar,
y que los signos
permanezcan en el mareo del viento,
o que la lengua los hile  10
simplificando las intenciones.

  —54→  


ArribaAbajoEsta tarde


ArribaAbajoLa espuma de tus ojos,
el enredo del follaje en tus pupilas;
el viento en mis lágrimas,
el deseo de besarte
en un sitio escondido,  5
el apuro de los pasos
en este abandono,
y nuestra sombra
en los zaguanes,
perdidas para siempre.  10

El chocar de los cristales
que se rompen en tu corazón
y en el mío.

  —55→  


ArribaAbajoEs así


ArribaAbajoCada día que pasa
es encontrar un poco menos
lo que se busca.

El sol tiñe en las mañanas,
sencillamente, las cosas;  5
luego las deja
como pájaros abandonados
en un sitio conocido,
con la sensación
de algo distinto a la espera.  10

Entonces el sueño
se convierte
en lo que hubo de suceder
de todos modos.

  —56→  


ArribaAbajoHace tiempo


ArribaAbajoAntes,
la malva aliviaba la pena
de la descompostura,
el romero perfumaba
el mejor arroz de la abuela  5
(con leche y limón lo disponía).

Los anteojos
descansaban al lado de un libro,
mientras la brisa removía
los versos que se habían quedado dormidos  10
con la tía Emma.

Una siesta adormilada
con aroma y toldo de parra
en la resolana de afuera.

  —57→  


ArribaAbajoLa luna roja abandona agosto


ArribaAbajo La bruma
escoge mis manos
para dibujar nostalgias
un poco cercanas
todavía.  5

Llamea el ocaso
sin transparencia
convertido en una quietud
inalcanzable
en su materia de ceniza.  10

Debo llorar,
pero no ocurre.

  —58→  


ArribaAbajoEntretanto


ArribaAbajo Este espacio liso
no va más que un leve trecho;
cansancio que llena el tiempo
y pasa.

Vendrá de nuevo  5
el destello de las hojas a punto de caer
y la melancolía
seguramente
se irá.

  —59→  


ArribaAbajoTraspaso


ArribaAbajo Todo se ha dicho
de diversas maneras;
aún así, la palabra se excede
con su tejeduría interminable
en la espesura de los trazos.  5
Fascinante, aparece
rotulando inventos,
conjeturas,
sueños.

Y queda engastado el pensamiento  10
como si se lo interpretase
por primera vez.

  —60→  


ArribaAbajoAjena


ArribaAbajoEspuma de papel
y lápiz de seda
que resbalan en la noche
callada.

Apenas escucho  5
la tonada que se desvanece
antes de empezar.

  —61→  


ArribaAbajoEntretenimiento


ArribaAbajo El viento juega
con las sombras en el piso.
Me congrego en ellas
mientras se va la vida
y las personas tienen prisa  5
por ubicarse en algún sitio,
quién sabe dónde. No importa.
Me afano posándome
en las cosas pequeñas,
me pierdo en ellas  10
un largo tiempo de invierno
asumiéndola para siempre.
Y allí permanezco
porque quiero.

  —62→  


ArribaAbajoMi primer hombre


ArribaAbajo Olía a varón
y su boca era salada.
Me abrazaba como a una mariposa.
Solíamos querernos
en el atardecer,  5
sentados en el sillón directorio
de la tía Higinia:
frente al reloj,
junto a los ruidos de la familia.
Todavía me acuerdo  10
cuando le esperaba:
él me traía besos iniciales.

  —63→  


ArribaAbajoTardanza


ArribaAbajoPor un instante
la vida se remansa
en el ancho silencio.
Cuando la dejo ir,
conversa con el viento  5
sin regresar,
con sus enaguas ruidosas,
eternamente blancas.
Me gusta cuando sucede:
se parece un caballo  10
arrimado al corazón
que luego se aleja ligero.
Pero su vigor permanece.

  —64→  


ArribaAbajoCosas por decir


ArribaAbajo No se han dicho aún
todas las cosas:
hay un silencio grávido
de palabras nunca contadas,
de regocijos y alumbramientos  5
extraviados,
y de nombres,
nombres por todas partes.
Todavía abunda la apariencia
escondida  10
y el pensamiento intocable.

  —65→  


ArribaAbajoInterrupción


ArribaAbajo No ocurre nada.
Tardanza de algo
y el sumiso aleteo de la sombra
que poco a poco se apodera
de mi cuerpo en el sillón,  5
bajo la parra.

Más tarde
comienza a soplar el viento
que debió acabar en agosto;
salpica hasta la pena  10
que dejé en el único árbol.

-Después de soportar este removimiento,
entro a la casa
para ultimar mis sueños.

  —66→  


ArribaAbajoEn la seca de agosto


ArribaAbajo No es que no lo quiera.
No me atrevo a lastimar el sentimiento.
Sin embargo
los besos no duelen;
eso sí, ya no serían los de antes.  5
Los tuyos, tampoco.
Pasó mucho el tiempo
que no fue nuestro.
Me parece extraño
amarte en la soltura de la noche,  10
solos,
sin historias,
en este lapso largo y vacío.

Aun amándote, no sabría cómo amarte.

Parece que estoy bella  15
bajo la luna fervorosa
junto a las flores de caña
mientras me pides un beso.

Tómame
hombre de mi último apresto  20
así cómo siempre quise ser
y soy ahora.
—67→
No digas palabras,
tu corazón late en mi pecho.

Antes de que amanezca,  25
cuando todavía
las estrellas nos evocan,
hagámoslo.
O dejemos que no suceda,
porque quizá sea mejor  30
haber querido.

  —68→  


ArribaAbajoMe dispongo a consentir


ArribaAbajo No quiero revelarme.
De cualquier manera,
que suceda el otoño
con su guante de gamuza gastada
y el invisible rocío de azufre en las calles.  5

El abrigo recién desperchado
con olor a naftalina,
y flotando el corazón por ahí
entre las hojas despojadas
en la vaciedad del alba.  10

Acceder
mansamente como el aire del este
sobre la pena que se despide.

  —69→  


ArribaAbajoJuego


ArribaAbajoEso que piensas,
no lo dices.
Lo guardas detrás del espejo.

Miras como despojado
de todo lo que estás viendo;  5
de mí por ejemplo
Y andas por ahí
seguro de tu coraje.
Insistente, orgulloso,
tigre de tu espesura,  10
a veces te detienes
y muerdes mis mejillas,
dejándome llena de rubor.

  —70→  


ArribaDeclaración


Arriba El cielo está oculto.
Sabemos qué cerca de aquí fluye la
      corriente
con su cautiva voz campanera.
La arboleda circunda  5
el amor no concebido.
Llamea, lejos, el inicio de una tormenta.

Ya se altera el bosque
mientras estamos sentados en
      la hierba.  10
Tu mudez parece perpetua:
un poco por la timidez que te acongoja,
también por los años que te bordean.
Yo no me animo a decir
te quiero  15
de una manera distinta,
honda, como el mar ausente,
secreta.
Calladamente
somos uno  20
sin vocablos,
sin abrazos.

El tiempo nos empuja al fondo,
donde están los demás;
prontos para la cena.  25





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