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Diario de la expedición reduccional del año de 1780, mandada practicar por orden del Virrey de Buenos-Aires, a cargo de su ministro don Francisco Arias, coronel del regimiento de caballería San Fernando

Francisco Gavino Arias



portada



[Indicaciones de paginación en nota.1]



  —I→  

ArribaAbajoDiscurso preliminar al Diario de Arias

Este diario es un apéndice a otro que también forma parte del presente volumen. Después de la muerte de Matorras, se estableció en la provincia de Tucumán una junta, llamada reduccional, o de Propaganda Fide, con el objeto de llevar al cabo los tratados celebrados por aquel gobernador. Por una singular coincidencia habían dejado de existir los personajes principales de estos ajustes, sin que se entibiara el celo de sus sucesores, sobre todo por parte de los indios, que en esta ocasión acreditaron más lealtad y constancia que los españoles. Arias y Cantillana, que defendían en la junta los intereses del fisco, recelosos de que se malograra la empresa, sostuvieron que podía intentarse con cincuenta hombres y 15000 pesos, desechando como exagerados los cálculos de los que pedían 200 hombres y 35000 pesos fuertes. En estas y otras incidencias se pasaron cerca de cinco años, alcanzando por último la aprobación del Virrey al plan proyectado.

Entretanto habían llegado a Salta los caciques de los Mocobís y de los Tobas, a participar la muerte de Paikin, y a traer el bastón con puño de oro, que le había entregado el gobernador Matorras, y que devolvía la viuda por ser de menor edad los hijos y herederos del Gran Caporal. Los padres Antonio Lapa y José Bernardo de Sena, curas y misioneros de las reducciones del Salado, fueron encargados de anunciar a los indios la nueva expedición, que se aprestaba en Salta a las órdenes del coronel don Francisco Gavino de Arias. El segundo   —II→   de estos religiosos se ahogó en el tránsito, el otro llegó felizmente a Lacangayé, donde permaneció tres meses en rehenes, aguardando el regreso de Queyaverí y demás caciques.

Observador diligente de la naturaleza, el padre Lapa nos ha transmitido varios rasgos de las costumbres salvajes de los indios en sus diarios inéditos. Escogeremos uno que tiene todo el mérito de la originalidad. Hallábase un día el misionero conversando con los caciques Lachiriguin y Lachiquitin, cuando sobrevino un indio para avisarles que había aparecido el pajarito ytiminí, lo que indicaba que Queyaverí estaba de vuelta. Otro adivino confirmó este anuncio, y añadió que el cacique venía por el camino de abajo de la Encrucijada de Macomita. El padre Lapa se empeñó en desmentir estos pronósticos, y lo hizo con todo el fervor que inspira una creencia supersticiosa. Pero, ¿cuál no sería su sorpresa, cuando supo que ambos se habían verificado?

Volvía Queyaverí lleno de confianza en las promesas que había recibido; y efectivamente nada se omitió para halagarle. A su llegada a Salta se le hospedó con su séquito en el Colegio que fue de los padres jesuitas, y se convocó el Cabildo a un parlamento que se celebró el día 30 de julio de 1776 en la misma casa del gobierno. Todo cuanto podía contribuir a dar realce a este acto, fue puesto en obra por el Gobernador que debía presidirlo. Concurrieron los miembros del Cabildo, el Procurador General de la ciudad, el protector de los naturales, y varios caciques amigos con sus respectivos intérpretes. Fueron introducidos los indios como si fueran embajadores, y después de las formalidades de estilo, se les preguntó «si tenían entendido que las tierras del Gran Chaco pertenecían al Rey?». A lo que contestaron los caciques, con una especie de ironía, «que ya habían oído decir que sus tierras eran del Rey».

Estos preliminares a nada más condujeron que a una promesa de enviar otra fuerza al mando de Arias, cuyo nombre no les era desconocido. Pero, a pesar de la protección que le dispensaba el gobierno, y de la simpatía que encontraba en el público, tuvo este jefe que diferir su salida hasta la primavera de 1780. El precursor de esta empresa fue el mismo padre Lapa, que desde la   —III→   expedición de Matorras había entrado en relaciones amistosas con los indios. Este infatigable misionero volvía por tercera vez a las reducciones del Bermejo, librado a la buena fe y hospitalidad de sus moradores; y llegó día en que, cercado de pantanos, vio desaparecer hasta los escasos alimentos que le proporcionaban los bosques. Es preciso leer sus diarios para tener una idea de sus padecimientos. Importa también estudiarlos para rectificar un error que se advierte en algunos mapas del Chaco, y como es probable que no volveremos más sobre esta materia, entresacaremos de los papeles inéditos del padre Lapa lo que puede contribuir a ilustrarla.

La extensión de la Senda de Macomita, desde la Reducción de Macapillo hasta las orillas del Bermejo, es de 71 leguas, a saber:

De Macapillo a Usilasque25leguas
— al Paso de Toleche6
— a Piave19
— a Malaque (pozo de Juan Tomás)15
— a Taslac (pozo grande)6
— a Aquelec (pozo del cimbol)5
— a Macomita (orilla de las aguas grandes)15
71

Costeando el río, aguas abajo, llegó a Lacangayé, que según sus cálculos, dista 94 de la Puerta de Macomita, a saber:

De Macomita a Yusima (laguna del pescado)18
— a Opthole (donde murió la india moza)12
— a Casopelie (tren de los españoles3)24
— a Ymagaye (laguna seca)12
— a Tupaquesinsinit (lugar de las grietas pequeñas)15
— a la Ranchería de Lachiquitin4
— a Lacangayé, o ranchería de Queyaverí5
94

  —IV→  

Estos cómputos pueden ser inexactos, porque, según se expresa el padre Lapa, «los indios no saben lo que es legua, y solo se gobiernan por lunas, y por días de camino». Cuentan, por, ejemplo, cinco días de Lacangayé al río Paraguay, siete hasta Corrientes, diez hasta Santa Fe, etc.; y cuando la distancia que indican, no llega a enterar un día de camino, dicen: «hay cerca esto», y este cerca suele tener a veces más de doce leguas. Al salir de Macapillo la Senda de Macomita pasa por montes y cañadas, y se dirige al este hasta Malaque, desde donde se inclina al norte hasta el Bermejo.

Arias siguió las huellas de su predecesor Matorras, y llegó a Lacangayé al cabo de 66 días de marcha. Acometido por una enfermedad grave estuvo a pique de perder la vida en el desierto; y en este estado lo halló el padre Morillo, a quien se juntó después para completar el primer ensayo de navegación del Bermejo. A no ser por este incidente, ningún interés tendría para nosotros el presente diario, cuya parte topográfica no es más que la repetición del de Matorras. Ni creemos que deba darse mucha importancia al plan proyectado de establecer guardias en las orillas del río. La experiencia ha acreditado el carácter dócil de los Indios del Chaco, que solo resisten a los que los hostilizan. La construcción de estos fuertes, la presencia de sus soldados, la ostentación de la fuerza entre hombres sencillos, y sumamente celosos de su independencia; todos estos indicios de una ocupación a mano armada de su territorio, obrarían en el sentido contrario a lo que se espera, y alborotarían a las poblaciones en vez de atraerlas.

La historia de la conquista del Chaco es una serie continua de desaciertos. Sus primeros invasores lo sometieron al sistema de repartos, entregando los indígenas a la inhumanidad de los encomenderos. Este ensayo tuvo los más funestos resultados. Dispersó a los habitantes de la Concepción, los ahuyentó de Guadalcazar, los diezmó en Esteco. Ningún pueblo formado en el Chaco sobrevivió a su fundador, sin que estos desastres hiciesen variar de rumbo para evitarlos. Los mismos errores que cometió el Adelantado Vera cuando echó los cimientos de la Concepción, se repitieron en la fundación de Lacangayé. Arias, que tenía a su disposición todas las   —V→   costas del Bermejo, obligó a los indios a establecerse en un rincón anegadizo entre una laguna y el río, sin ceder a sus protestaciones, ni retraerse al oír dar a aquella morada el nombre de tragadora de la gente4.

Su primera idea no fue la de fundar reducciones, sino de atraer a los indígenas a uno de los terrenos que él poseía en las inmediaciones de Salta. Los caciques, a quienes hizo este ofrecimiento, tuvieron el buen sentido de rehusarlo, aunque desearan alejarse del Bermejo. Este proyecto nada tenía de extraño en aquel tiempo, en que eran frecuentes estas migraciones, y formaban el principal objeto de las empresas reduccionales. A esta manía se debe la traslación de los Kilmes a Buenos Aires, de los Calchaquís a Santa Fe, de los Abipones a Corrientes. Se trasplantaba a los indios con la esperanza de hacerlos más dóciles, y lo único que se conseguía era diezmarlos. Aunque sin apego a sus guaridas, no podían olvidar sus costumbres, ni aclimatarse bajo otro cielo.

Este deseo de civilizar a los indios era tan antiguo como hereditario en la familia de Arias. Los historiadores del Chaco ponderan el valor del sargento mayor don Lorenzo Arias, que fue a auxiliar a algunos misioneros en tiempo del gobernador don Fernando Mendoza Mate de Luna5. Don José Arias Rengel y su hermano don Félix, padre y tío del autor del presente diario, figuran con honor en las expediciones anteriores, y al primero de ellos es debido el descubrimiento de la Senda de Macomita en tiempo del gobernador Espinosa Dávalos. Estos títulos honoríficos, juntos a una inmensa fortuna que había heredado de sus mayores, y al influjo que ejercía en su provincia, por haberla gobernado interinamente, colocaban a Arias en una de aquellas posiciones privilegiadas, en que las empresas más arduas se miran sin trepidación y con confianza. En este estado calculó con parsimonia los recursos que se necesitaban para dar impulso a sus planes. Se arrojó a   —VI→   la conquista del Chaco con cincuenta milicianos sacados de un regimiento de caballería que mandaba en Salta, a los que se incorporaron doce presidarios con otros tantos peones y seis esclavos, sin contar con más auxilios que un fondo de quince mil pesos que le franquearon las cajas municipales de la provincia. Es verdad que todo estaba dispuesto para recibirlo amistosamente: ninguna oposición experimentó en el tránsito, y su campamento de Lacangayé se llenó de caciques de las tribus más retiradas. Pero con más elementos de fuerza hubiera podido explorar gran parte de la inmensa zona, que yace desconocida entre el Pilcomayo y el Bermejo, y esta investigación hubiera dado un nuevo interés a esta expedición, y una celebridad merecida a su caudillo. Ella hubiera, sino completado, al menos ensanchado considerablemente la esfera de los pocos conocimientos que tenemos del Chaco, de que apenas se hace mención en las obras más modernas de geografía.

Tal vez pasen muchos años antes que se llene este vacío. Ninguno de los estados fronterizos del Chaco se halla en aptitud de acometer esta empresa, y mientras prevalezcan los falsos principios de colonización, más vale que no se realice. En estas cosas, como en otras muchas, el modelo que debe tenerse presente es el de los Estados Unidos, que en tan corto periodo ha extendido sus límites hasta los bordes occidentales del Misouri. Los jefes de las tribus han tratado de la cesión de sus territorios con la plenitud de sus facultades, y un principio de civilización ha dominado en esos convenios, que nunca han sido violados por la perfidia. Las razas indígenas se han retirado espontáneamente ante los sucesores de Penn y de Washington, y leyes justas, costumbres suaves, y todos los goces de una vida activa y laboriosa, han cambiado sin esfuerzo la naturaleza de estos hombres salvajes, que solo necesitan de buenos ejemplos para salir de su embrutecimiento.

Sin duda las ideas religiosas contribuyen a amansarlos; pero no deben absorber todos sus instantes, ni distraerlos del trabajo, que es el motor principal de la perfectibilidad de los hombres. Las platicas, las psalmodias, los rezos, de que tanto se ocupan los misioneros, forman una transición brusca entre los hábitos agrestes y la vida   —VII→   contemplativa; y sin embargo en estos actos de piedad se entretenían los conquistadores del Chaco, de donde se retiraban satisfechos por haber bautizado a unos cuantos párvulos. Las dos colonias fundadas por Arias, que debían haber sido otros tantos focos de actividad y de industria, fueron entregadas al arcediano Cantillana, hombre virtuoso, pero sin talento, y más ocupado de la conversión que de los intereses materiales de sus neófitos. Pasó inútilmente once años en el desierto, viendo disminuir diariamente su rebaño, y abandonándolo por fin a dos frailes, en cuyas manos se dispersó enteramente.

No por esto se dejó de abrumar a la Corte de España. Pero, por más que se disfrazasen las miras personales en los informes y proyectos, no se logró ocultarlas, y el sacrificio estéril que el Gobierno había hecho de la valiosa estancia del Rincón de Luna para fomentar las nuevas poblaciones del Chaco, le hizo cerrar el oído a todas estas solicitudes. La contestación que el ministro Gálvez dio a una súplica de Arias, es un comprobante del descrédito en que habían caído sus promotores, y del que nunca pudieron levantarse6. Este jefe acabó sus días en el año de 1793, dejando un patrimonio menguado, y una reputación equívoca.

Pedro de Angelis

Buenos Aires, 14 de diciembre de 1838.



  —IX→  

ArribaAbajo

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  —I→  

ArribaAbajoBibliografía del Chaco7


Parte primera

Obras impresas


1. «Relación de la entrada al Chaco de los padres Diego Ruiz y Juan Antonio Solinas, en 1683». (En la obra del padre Machoni, titulada: Las Siete Estrellas de la Mano de Jesús. Córdoba, 1732, in-4.º, pág. 222).

2. Machoni (Padre Antonio). Arte y vocabulario de la lengua Lule y Tonocote. Madrid, 1732, in-8.º.

3. Lozano (Padre Pedro). Descripción corográfica del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas provincias del Gran Chaco Gualamba, y de los ritos y costumbres de las innumerables naciones bárbaras e infieles que le habitan. Córdoba, 1733, in-4.º, con un mapa del Chaco.

4. Osorio (Padre Gaspar). Relación del nuevo descubrimiento de las provincias de Chaco Gualamba, y Llanos de Manso, enviadas al Prepósito General Muzio Viteleschi. (En la obra precedente, pág. 172.)

5. Matorras (Gerónimo). Diario de la expedición hecha a los países del Gran Chaco en 1774. (En el VI tomo de nuestra Colección).

6. Arias (Francisco Gavino). Diario de su expedición al Gran Chaco en 1780. (ibid.)

7. Murillo (Fray Francisco). Diario del viaje al Río Bermejo en 1780. (ibid.)

8. Cornejo (Juan Adrián Fernández). Diario de la primera expedición al Chaco en 1780. (ibid.)

9. _____ Expedición al Chaco por el Río Bermejo en 1790. (En el IV tomo de nuestra Colección).

10. _____ Descubrimiento de un nuevo camino, desde el Valle de Centa hasta la villa de Tarija, en 1791. (ibid.)

11. Dobrizhoffer (Martin). Historia de Abiponibus, equestri, bellicosaque Paraqua rire natione. Viena, 1784, 3 vol. in-8.º fig. (El señor Kreil, profesor de la Universidad de Pest, publicó en el mismo año y en Viena una   —II→   versión alemana de esta obra, y otra vio la luz en Inglaterra con el título de An account of the Abipones, an equestrian people of Paraguay. Londres, 1822, 3 vol. in-8.º).

12. Rubin de Celis (Miguel). «Memoria sobre el fierro nativo del Gran Chaco». (En las Transacciones filosóficas de Londres de 1788, pág. 37).

13. Otra sobre el mismo asunto. (En La abeja argentina. Buenos Aires, 1822, pág. 278).

14. Solis (Ab. Joseph). Saggio sulla storia naturale della provincia del Chaco. Faenza, 1789, in-4.º. (De esta obra no existe más que el primer tomo: ignoramos la suerte del 2.º que el autor dejó concluido e inédito).

15. Azara (Félix). Viaje al Pilcomayo. (En nuestro discurso preliminar al Diario de la primera expedición de Cornejo.)

16. _____ Informe sobre varios proyectos de colonización del Chaco en 1799. (En el IV tomo de nuestra Colección).

17. Solalinde (Altonio García). Proyecto de colonización del Chaco en 1799. (ibid.)

18. Soria. Informe a los Accionistas de la Sociedad del Río Bermejo. Buenos Aires, 1831, in-4.º.

19. Dwerhagen. Ensayo sobre la topografía de los ríos Plata, Paraná, Paraguay, Bermejo y Pilcomayo. Buenos Aires, 1831, in-4.º con un mapa.

20. Arenales (Don José). Noticias del Chaco, y del Río Bermejo. Buenos Aires, 1833, in-8.º con un mapa.

21. «Relación de los indios que están en la provincia del Chaco Gualamba, y Llanos de Manzo». (En la obra precedente, pág. 86.)

22. Parish (Sir Woodbine). «Notice as to the supposed identity of the large mass of meteoric iron now in the British Museum, with the celebrated «Otumpa Iron», described by Rubin de Celis», etc. (En las Transacciones filosóficas de Londres de 1834, part. 1).

NOTA.- Se trata también del Chaco en los antiguos historiadores de estas provincias, sobre todo en los capítulos 18, 19 y 20 del libro 1.º de la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, por el padre Lozano, Madrid, 1754, 2 vol. in-fol.




Parte segunda

Trabajos gráficos


23. Croquis del río Pilcomayo para el viaje del padre Patiño en 1721, con las explicaciones en lengua guaraní. (Autógrafo inédito).

24. _____ del Río Pilcomayo, para el viaje del padre Agustín Castañares en 1741, delineado por el padre Salvador Colón. (Autógrafo inédito).

25. Mapa del Chaco, para la descripción corográfica de esta provincia, grabado por J. Petroschi en 1733. (Son muy raros los ejemplares de la obra del padre Lozano que tengan este mapa).

26. _____ del mismo, para el viaje de Matorras en 1774. (Autógrafo inédito).

  —III→  

27. Mapa del mismo, para el de Arias en 1780. (Autógrafo inédito).

28. _____ del mismo, para la historia corográfica del doctor Arias Hidalgo, delineado por don Diego Ángel de Leiva en 1780. (Autógrafo inédito).

29. _____ del mismo, para la historia de los Abipones de Dobrizhoffer, publicada en 1784.

30. _____ del mismo, para el viaje de Cornejo en 1790. (Autógrafo inédito).

31. _____ del mismo, por el doctor Arias Hidalgo, presentado en 1806.

32. _____ para el viaje a la villa de Tarija en 1791.

33. Fuertes y doctrinas de San Estevan de Valbuena, que son de indios Ecistines y Lules. (Se hallaba en el Colegio de San Ignacio de Buenos Aires, cuando fue suprimido).

34. Plano del Río Bermejo por don Nicolás Descalzi, publicado en Buenos Aires, en la Litografía del Estado, en 1831.

35. _____ del mismo, por Soria, publicado en el mismo año.

36. _____ del mismo por el señor Arenales.

37. _____ del campamento de Matorras.

38. Planos de las nuevas reducciones de San Bernardo y de Lacangayé. (En la colección de autos y documentos que se conservan en la Escribanía del Gobierno de Buenos Aires).

39. Un gran cuadro al óleo, que representa las paces ajustadas entre Matorras y Paikin. (Pintado en Salta en 1774 por Tomás Cabrera).




Parte tercera

Obras inéditas



I

Documentos históricos


40. Colección de autos y documentos originales sobre el Chaco. (En la Escribanía Mayor de Gobierno de Buenos Aires).

41. Examen de los mismos, por don Joaquín Antonio Mosquera. Buenos Aires, 17 de octubre de 1791.

42. Extracto de los mismos.

43. _____ de todas las actuaciones seguidas por orden del superior Gobierno sobre conquistas y expediciones del Gran Chaco, desde el año de 1774 hasta el 3 de agosto de 1808.

44. Parlamento y paces celebradas en Salta con los caciques del Chaco, en 1776.

45. Matrícula de los indios reducidos en los pueblos de San Bernardo y de Lacangayé. (En la Colección del Gobierno).

46. Ordenanzas establecidas por Arias para el gobierno moral y político de ambos pueblos. (ibid.)

47. Memoria sobre las costumbres de los Guaycurús.

  —IV→  

48. Relación sobre el fierro nativo del Chaco. (Citada en el artículo de la Abeja Argentina sobre esta materia).

49. Descripción de la provincia del Gran Chaco, escrita en 1781 por el doctor don Francisco Antonio Arias Hidalgo.

50. Acta de la fundación de la Nueva Orán en el Valle de Centa, en 16 de julio de 1794, por don Ramón García Pizarro.




II

Diarios y proyectos


*51. Relación de un viaje al Chaco en 1628 por don Luis Vega. (Citada por el padre Lozano).

*52. _____ del viaje que hizo en 1741 el padre Agustín Castañares por las costas del río Pilcomayo, para descubrir comunicación con las Misiones de Chiquitos y del Paraguay. (Se hallaba en el archivo de los padres jesuitas del Colegio de San Ignacio de Buenos Aires, cuando fueron expulsados).

*53. Diario de la navegación del río Pilcomayo por el padre Patiño, en 14 de agosto de 1721. (El señor Arenales ha dado un extracto de este diario en su obra, pág. 5).

54. _____ de una expedición al río Bermejo, desde la ciudad de Santa Fe, en 1759, con un croquis. (Hemos publicado un extracto de este diario en nuestro discurso preliminar al de Matorras).

*55. _____ de la expedición al Chaco de 1764 a las órdenes del maestre de campo don Miguel Arrascaeta, por Filiberto Mena. (Se ha publicado un trozo de este diario en la obra del señor Arenales, pág. 96).

56. _____ del primer viaje al Chaco del padre Antonio Lapa. Macapillo, 23 de noviembre de 1776.

57. _____ del segundo viaje del mismo. Macapillo, 17 de mayo de 1779.

58. _____ del viaje desde don Jaime Nadal y Guarda, desde Lacangayé hasta las costas del río Paraguay. Corrientes, 17 de setiembre de 1780.

59. _____ de un viaje desde Santa Fe hasta la frontera de los Abipones, por don Antonio Cerviño, en 1790.

60. _____ de un viaje a las tolderías de los Lenguas en las costas del Pilcomayo, por el mismo, en 1794.

*61. _____ de la expedición al Chaco ejecutada en 1794 por don José Espínola, de orden del señor Joaquín Alós gobernador del Paraguay, con el derrotero desde Corrientes hasta Córdoba por el Chaco.

62. Plan de una nueva expedición al Chaco, por don Francisco Gavino Arias. Buenos Aires, 6 de agosto de 1784.

63. _____ de una nueva expedición para reducir los indios del Chaco, y abrir un nuevo camino carril entre las costas del río Paraguay y Santiago del Estero, por don Juan José Acevedo, en 1794.

64. _____ para plantificar las reducciones del Chaco, por el doctor Arias Hidalgo. Buenos Aires, 10 de enero de 1796.

  —V→  

65. Memoria con que se acompaña el plan de una nueva expedición al Chaco, por el mismo. Buenos Aires, 10 de febrero de 1796.

66. Proyecto de don Juan Adrián Fernández Cornejo para el establecimiento de fuertes en las orillas del Bermejo. Noviembre de 1790.

67. _____ de fuertes y reducciones en el Chaco, por don Andrés Maestre. Salta, 25 de mayo de 1790.

68. _____ de navegación del Bermejo, por el doctor Arias Hidalgo. Buenos Aires, 30 de enero de 1806.

69. _____ sobre el mismo asunto, por el mismo. 10 de abril de 1806, con un mapa. (ibid.)




III

Informes, representaciones y cartas


*70. Información jurídica de los descubrimientos hechos por el gobernador Ledesma en sus expediciones al Chaco, hecha en Santiago de Guadalcazar, a petición del Procurador de la ciudad, Lucas Rendon, en 1630. (La cita el padre Lozano en su Descripción del Chaco, pág. 5).

71. _____ del martirio de los padres Gaspar Osorio y Antonio Ripario de la Compañía de Jesús, (murieron en la frontera de Jujuy en 1639) hecha por el gobernador del Tucumán y remitida al Consejo. (Citada por el padre Julián Pedraza en su Memorial sobre las cosas del Paraguay).

72. _____ sobre los negocios reduccionales del Chaco desde 1774 hasta 1783.

73. _____ sobre el estado de las nuevas conquistas del Chaco, por el doctor don José Arias Hidalgo, en 1780.

74. _____ sobre la necesidad de erigir un presidio en el paso de los Guaycurús y Ranchos de Amelcoy, por don Francisco Gavino Arias, en 1786.

75. _____ sobre los establecimientos portugueses de Matogroso y del Río Paraguay, por la banda del Chaco.

76. _____ sobre un proyecto de establecer guardias en el Chaco por don Joaquín Alós. Asumpción, 8 de abril de 1790.

77. _____ sobre los proyectos de fuertes en las márgenes del Río Bermejo, por don Melchor de Echagüe y Andía. Santa Fe, 5 de mayo de 1790.

78. _____ del obispo Cantillana proponiendo por intendente del Chaco al doctor Arias Hidalgo, de 16 de octubre de 1793.

79. _____ sobre el estado ruinoso de las reducciones del Chaco, por el mismo, de 8 de agosto de 1795.

80. _____ para que los curas del Chaco vuelvan a sus doctrinas, por el mismo, de 15 de octubre de 1795.

81. _____ sobre el estado de las reducciones del Chaco por el Cabildo de Corrientes, de 31 de julio de 1797.

82. _____ sobre el mismo asunto por el Comandante de armas de Corrientes, de 21 de junio de 1797

83. _____ sobre los caminos carriles del Chaco, de 1797.

  —VI→  

84. Informe para hacer volver las reducciones del Chaco adonde estaban, por Félix Díaz Colodrero. Corrientes 15 de octubre de 1798.

85. Representación sobre los negocios reduccionales del Chaco, por don Lorenzo Cantillana, en 1776.

86. _____ sobre las reducciones del Chaco, por don Agustín Fernando de Pinedo. Buenos Aires, 23 de mayo de 1778.

87. _____ para reedificar la ciudad de Guadalcazar, por don Juan Adrián Fernández Cornejo. Salta, 29 de octubre de 1791.

*88. Carta del padre Alonso Bársena al padre Juan de Atienza escrita en el año de 1588 desde las provincias del Chaco, de lo que le pasó en ellas en la conversión de los indios. (Citada por el padre Lozano en su Descripción del Chaco, pág. 109).

*89. _____ del padre Pedro Añasco al padre Provincial del Paraguay, en que trata de la conversión de los indios Matarás, Abipones y otros cercanos a la ciudad de la Concepción. (Citada en la misma obra, núm. 117).

90. _____ del padre Gaspar Osorio, de 3 de setiembre de 1628, al padre Nicolás Mastrilli Durán, de su llegada al Chaco, a reconocer y predicar, y de sus muchas naciones de indios; con otra de 16 de febrero de 1630 al padre Francisco Vásquez Trujillo, de su misión a los indios Tobas y Mocobís. (Citadas en la misma obra, fol. 167 y 127).

91. _____ del padre Francisco Morillo, en que da cuenta de las varias tribus del Chaco. Corrientes, 17 de agosto de 1782.




IV

Gramáticas y vocabularios


*92. Bársena (P. Alonso). Arte, catecismo y vocabulario de la lengua de los indios Abipones y Quiroquinís8. (Citados por Pinedo en su Epítome de la Biblioteca Occidental, y por Hervás en el Catálogo de las lenguas americanas, pág. 105).

*93. _____ Arte y vocabulario de la lengua Tonocote. (Citada por Hervás, pág. 104).

94. _____ Arte y vocabulario de la lengua Toba. (Autógrafo).

* 95. Brigniel (José). Arte y vocabulario de la lengua Abipona. (Los cita el padre Caballero en su suplemento a la Biblioteca de la Compañía de Jesús).

96. Cerviño (Pedro). Vocabulario doméstico de los indios Lenguas. (Autógrafo).

*97. Labrador (José Sánchez). Vocabulario y fraseología de la lengua de los Mbayás9. (Citado por Caballero).

NOTA.- De las varias lenguas del Chaco se trata con bastante exactitud en la obra citada del padre Hervás, pág. 164 a 192. Dobrizhoffer da una idea competente de la lengua de los Abipones, en el tomo 2.º cap. 16 de su historia.

  —VII→  

Todos estos idiomas son dificilísimos, y no solo no presentan la menor analogía con los de las naciones inmediatas, sino que tampoco la tienen entre si mismos, lo que hace casi insoluble el problema de su origen. En la imposibilidad de contraernos por ahora a estas investigaciones, nos limitamos a presentar, como un specimen de estos dialectos, los números cardinales de cuatro de las principales tribus del Chaco, poniéndolos en cotejo con los de otros pueblos de esta parte de América.

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  —VIII→  

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  —3→  

ArribaAbajo[Primera parte]

En el año 1780, a 25 de marzo, recibió el señor coronel don Francisco Gavino de Arias, en su hacienda de Vista Alegre, el superior despacho de Vuestra Excelencia, su fecha 2 de marzo, cuya substancia era encomendarle la verificación de las dos reducciones que se van a efectuar en el centro del país enemigo, confiriéndole título de Comandante General de dicha expedición, y al doctor don Lorenzo Suárez de Cantillana, Arcediano de Córdoba, el título de Comandante, procediese al fin indicado: acompañando a esta providencia libranza de 15000 pesos, dada por el señor Intendente de Ejército y Real Hacienda contra las cajas matrices de Jujuy, a disposición del expresado Coronel, con el gravamen de reintegro que debe hacer la ciudad a cuya jurisdicción se acumulen dichas reducciones, y con la precisión de rendir cuenta de su distribución el sujeto que los administre.

Y como a la sazón se hallaba en Córdoba10 el señor Arcediano, por el correo de abril le dirigió el señor Arias un testimonio del superior despacho, con carta instructiva del tiempo en que hablan de verificar dicho ingreso, para que se pudiera aprestar y venir al Real Presidio de San Fernando para donde le citaba; por deberse allí juntar, con motivo de que por el citado despacho debía sacar de allí los cincuenta hombres regulados para su convoy, carruajes y labor de las capillas.

Y hallando el señor Arias por conveniente nombrar un sujeto, que recibiéndose de dicho dinero corriese con su distribución y aplicación en los efectos necesarios y aparentes, hizo nombramiento en don Diego Ángel de Leiva, vecino da Salta, para que en calidad de proveedor desempeñase estos encargos, documentando sus inversiones y empleos en debida forma.

Enterado este del nombramiento y obligaciones de su cargo, prestando su consenso, procedió al juramento de fidelidad que lo hizo   —4→   ante Su Señoría y testigos de asistencia, y fue prevenido de formar un libro de caja jurado, en el que debía sentar por menor todas las aplicaciones, documentando las de mayor cuenta con sus competentes recibos, y las de menor por formal cuenta jurada.

En esta virtud el 19 de abril le dio Su Señoría libramiento de 13000 pesos, que debía recibir en las cajas reales de Jujuy, acompañando esta orden con la minuta de los efectos en que debían distribuirse: dejando en dichas cajas el residuo de 2000 pesos para las futuras ocurrencias, reservando para su tiempo cotejar y reconocer los efectos aprestados, con los documentos de su respectiva inversión.

A consecuencia recibiose dicho proveedor de la cantidad librada, y desde el día 20 de abril hasta el 10 de mayo, puntualizó todos los efectos de su cargo, con lo que desde el 12 de mayo empezaron a caminar de Vista Alegre para el Real Presidio los carros y carruajes en que venían todos los víveres, vituallas, abalorios, efectos y miniestras necesarias: de modo que el 26 de mayo llegó todo el tren, el señor Comandante con su Auditor, y el doctor don José Antonio Arias Hidalgo, a esta fortaleza del Río del Valle, y mandó se acampara todo el tren en el paraje de los Corrales, distante como una legua del presidio, quedando en él Su Señoría y su Auditor para aprestar los cincuenta partidarios.

No puede omitirse que los milicianos del regimiento del señor coronel Arias han coadyuvado hasta aquí en el arreo de ganado y mensajes, con tanta exactitud y empeño, que desde las fronteras de Salta hasta este lugar no han perdido una cabeza, desempeñando sus fatigas con la mayor puntualidad y vigilancia: por lo que Su Señoría dio a los cabos principales las debidas gracias, haciendo igual oficio por medio de estos con los milicianos. Y por tan distinguido servicio los relevó Su Señoría por escrito de las pensiones del socorro que habían de prestar personalmente a este real presidio, durante la expedición presente, en turno con las demás compañías, contemplando estar enteramente compensadas sus fatigas con las que se refieren.

Y acordando Su Señoría que el reverendo padre fray José Bernardo de Sena11 había perecido en una travesía, caminando en calidad de misionero, precursor de la presente expedición, al paraje de Lacangayé, y que con su fallecimiento había dejado en el paraje del Salado, jurisdicción de Santiago del Estero, varias miniestras y abalorios con que te avió Su Señoría para que gratificara a los infieles, dándole en varios efectos el valor de 500 pesos; dio orden, que el 29 de mayo caminase   —5→   por aquella vía don Juan Santos de Zea con el partidario Antonio Burgueño, a recoger los expolios y sacar el cadáver de dicho padre, para darte competente sepulcro.

Con efecto, caminaron los nominados el día prefijo, llevando orden de salir al paraje de Lacangayé; cuyas resultas se colocarán en su lugar respectivo, con la noticia que estos trajesen de aquel camino, que siendo idóneo podrá traficarse en lo futuro: y ambos van encargados de que, si llegan primero a su destino, informen a los indios del fin de nuestro ingreso, y que procuren descubrir terreno aparente para las reducciones.

Practicadas estas diligencias, el día 30 de mayo puntualizó el Comandante del presidio 50 partidarios y reclutados, que pertrechados y amunicionados, los entregó a disposición de nuestro General, quien les adivinó que para el día 2 de junio estuvieran prontos en el paraje de los Corrales para seguir la marcha. Igualmente entregó algunos presidarios, para que ayudasen a las faenas, desmontes y demás que fuese necesario, por providencia que para ello tuvo del Justicia Mayor de Salta, quien prometió indultarles a su regreso, siempre que fieles desempeñasen sus fatigas.

Y contemplando Su Señoría necesario el nombramiento de Secretario, para autorizar las actas de la presente campaña, y coordinar los papeles concernientes, hizo elección en el capitán de milicias urbanas don Gerónimo Tomás de Matorras, Escribano público y Real Hacienda que fue de la ciudad de Salta: a cuyo favor despachó Su Señoría el competente título, tornándole el juramento acostumbrado, y asignándole el honorario de 200 pesos, que se le entregaron.

Sujetos concurrentes a esta expedición

Comandante General de ella, don Francisco Gavino de Arias, coronel del regimiento de caballería nombrado San Fernando.

Eclesiásticos

El doctor don Lorenzo Suárez de Cantillana, Dignidad de Arcediano de   —6→   la catedral de Córdoba, superior y visitador general de todas las reducciones.

Capellán y misionero, el reverendo padre fray Antonio Lapa, del orden seráfico.

Auditor, el doctor don José Antonio Arias Hidalgo, abogado de la Real Audiencia del distrito.

Secretario, el capitán don Gerónimo Tomás de Matorras.

Plana Mayor

El capitán de forasteros don Jayme Nadal y Guarda, general mayor de órdenes.

Inspector, don José de Plazaola, comandante reformado.

Proveedor, que hace de Intendente de ejército, don Diego Ángel de Leiva.

Guarda mayor de almacenes, el sargento don Miguel Losada.

Protector de indios, que hace de asistente, el capitán reformado don Juan Antonio Caro.

Ayudante mayor, don Juan Crisóstomo Sardina.

Plana Menor

Capitán comandante de migueletes, don Juan José Acevedo.

Teniente de batidores, don Bartolomé Páez.

Alférez, don Miguel Texerina.

Sargentos, Manuel Astigueta.

_____ Pedro Juan Ibacachi.

Cabo de escuadra, Domingo Ramos.

50 partidarios del Real Presidio y sus piquetes, inclusos los oficiales nominados y reclutas; cuyos nombres constan del estado o planilla formada por el Comandante del presidio.

Médico y cirujano, don Antonio Gutiérrez del Castillo.

Oficiales de mecánica

Panadero, don Juan Rodríguez y su hijo.

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Maestro de zapatería, Miguel del Castillo.

Maestro de albañil, Miguel Burgos.

Maestro sastre, Ascencio Enojos.

Herrero, José Manuel Moreno.

Con 3 carpinteros.

Arrieros

4 conchabados para la conducción de las cargas.

16 peones conchabados, para picar carretas y arreos de ganados.

12 presidarios del fuerte y sus piquetes.

6 esclavos de Su Señoría y una cocinera.

8 indios ladinos Mataguayos, que voluntariamente van guiando la marcha y ayudando en las faenas; que con sus familias, y los suyos serán como 200.

Armas y herramientas

35 trabucos, 37 pares de pistolas, 9 fusiles, 583 cartuchos y un sable, que se han entregado a los partidarios.

3 esmeriles, 3 trabucos, 4 lanzas españolas, 8 contrahechas, un par de pistolas, una bayoneta, un machete y un trabuco, que se llevan de retén, y a cargo del Guarda Mayor de almacenes.

4 palas, 24 hachas, 24 azadones, 21/2 quintales de fierro, 6 azuelas, 2 achuelas de albañil, que todo viene al cargo de dicho guarda, y a mano, para la labor del camino y desmonte.

Víveres y vituallas con los demás aprestos que se llevan en 5 carretas, un carretón y 40 cargas de mula, se especificarán en su lugar, cuando el Proveedor haya manifestado la cuenta de su cargo, y se haga formal cotejo y reconocimiento de todos los efectos aprestados: cuya diligencia se reserva, para que se efectúe con asistencia del señor Canónigo (que aun no ha llegado) y de mis oficiales.

Animales

150 mulas mansas para la conducción de las 40 cargas.

  —8→  

800 vacas para la manutención de la marcha, fuera de las que ha puesto de su parte el señor Comandante General.

50 bueyes para los carros.

Y no deberán extrañarse en una reduccional expedición las armas y pertrechos de guerra que se conducen contra lo prevenido en novísima real cédula del año de 76; porque, aunque el objeto de esta marcha es reduccional, también es constante que las naciones Toba y Mocobí se hallan en el centro del Chaco, y para llegar allí tenemos que pasar por medio de cinco, no menos numerosas que belicosas naciones: como son, la Mataguaya, Chunupí, Malbalá, Vilela y Signipé, y de estas las últimas nominadas están unidas y confederadas.

Por lo que parece prudente precaución caminar abroquelados, así por el riesgo de las vidas como por asegurar cuanto se lleva; sirviendo las armas solo de respeto para contener el bárbaro orgullo con que otras veces han asaltado traicioneros nuestras marchas, quitando cuando menos las caballadas y ganados. Pero todos caminamos advertidos que estos pertrechos no son armas ofensivas sino defensivas.


Junio

(4 leguas). Con estos preparativos, el 2 de junio salió la marcha de los Corrales, como a las 12 del día, y tomando su giro por las márgenes del Río del Valle (así llamado porque riega y fertiliza con sus cristales el famoso valle en que esté colocado el Real Presidio) caminando a la parte del N, vino a acamparse nuestro tren en el paraje de las Sepulturas, distante cuatro leguas del tren pasado. En cuanto al origen de este río, y los demás que bañan esta dilatada provincia del Gran Chaco, se dirá lo conveniente en la descripción geográfica con que se ha de cerrar este diario.

Y aunque caminó el tren, como se ha dicho, quedó Su Señoría en el Real Presidio, asaltado de un cólico accidental, hasta mejorarse. Lo que dio mérito a mandar que caminase todo el carruaje y los animales sin pérdida de tiempo, pero con lentitud hasta las resultas, yendo todo a cargo del proveedor don Diego Ángel de Leiva, del ayudante Sardina y del Guarda Mayor de almacenes, a quien el Auditor, por mandato de Su Señoría, impartió orden de que con pausa siguiesen sus jornadas hasta el Río del Dorado, y que allí se acampasen, por la comodidad de los pastos y agua, hasta segunda orden: dando orden al Proveedor de que subministrase a toda la gente diariamente carne, y semanal ración de bizcocho, yerba y tabaco.

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(2 leguas). El 3, como a las 11 del día, caminó la marcha siguiendo las vegas y márgenes del Río del Valle por el rumbo del N, y vino a parar en la Cruz del Chañar, que dista dos leguas de las Sepulturas: escapándose de este real por la noche dos presidarios, que buscados con toda diligencia, no se pudieron encontrar.

(11/2 leguas). El 4, como a las 11 del día, caminó la marcha, siguiendo las vegas y márgenes del Río del Valle por el rumbo del N, y vino a parar en un paraje nominado la Cabeza del Toro, que dista como legua y media del pasado, sin que se pudiera avanzar más camino, por lo penoso y guadaloso de este plano.

(2 leguas). El 5, saliendo como a las 9 del día, por el mismo rumbo y vegas, vino a parar a la ramadita, llamada del señor Matorras, porque en ella se acampó el finado señor Gobernador en el año de 1774, dando principio a esta reduccional expedición; acompañado del actual nuestro Comandante General, que en calidad de tal le acompañó: y dista este dos leguas del pasado tren.

(2 leguas). El 6, saliendo la marcha de este real, como a la 1 de la tarde, vino a parar en el Pozo Verde, distante dos leguas del pasado tren. Este pozo dicen se ceba de los derrames del Río del Valle, y que por todo el año mantiene agua, aun en las mayores secas. Su situación es dentro de un bosque, a un lado del camino, a la parte del S. Hasta aquí ha seguido la marcha el camino antiguo, parando en este tren dos días, por dar tiempo a un desmonte que de orden de Su Señoría está allanando el ayudante Sardina con los partidarios, presidarios, peones e indios voluntarios, para abrir nuevo carril, por estar informado Su Señoría ser este mejor y más recto que el antiguo.

(2 leguas). El 9, saliendo del Pozo Verde, tomó la marcha el rumbo al naciente, y traspasó un gran bosque desmontado, pasando también el Río del Valle, que ya había quedado a mano derecha, y un copioso madrejón, que pudieron pasarte solo por un puente que se formó. Y habiendo caminado como dos leguas, volvió a inclinarse este carril hacia el N, cuya dirección siguió la marcha, y vino a parar en un lugar llamado San Antonio, distante tres leguas y media del Pozo Verde: y aquí paró tres días, dando treguas al desmonte que se estaba haciendo más adelante.

(4 leguas). El 10 salió de este tren la marcha, y siguiendo el rumbo al N por la comodidad del agua, se acercó a las vegas del   —10→   Dorado, y se acampó enfrente de San Simón, distante cuatro leguas del pasado tren, donde paró hasta el día 14, esperando órdenes de Su Señoría.

El 11, convalecido nuestro General de su dolencia, había salido del Real Presidio como a las 9 del día, en compañía de su Auditor, su Secretario, del Mayor General de órdenes que llegó el día 10, del Inspector y del médico, y vinieron a dormir en la Ramadita, distante doce leguas del Presidio.

De allí salieron el 12 bien temprano, y vinieron a alcanzar el tren, acampado en el lugar referido, sin que hasta aquí haya llegado el señor Arcediano, que suponemos le hayan atajado las crecientes de los ríos, porque hasta hoy ni noticias hay de Su Señoría, sin embargo de habérsele dirigido cartas del Real Presidio.

Acordó Su Señoría con el reverendo padre Lapa, que el año de 1774 se hallaron en el mismo sitio acampados, día del glorioso San Antonio de Padua, por lo que mandó Su Señoría que en honor de este ilustre taumaturgo se celebrase el santo sacrificio de la misa, y que a este real acompañamiento se titulase el Tren de San Antonio. Hízose así, y en él paramos todo el día 13, por objetarse una montaña que era preciso allanar para seguir el carril nuevo. Este día nuestro General, asociado de toda la oficialidad, paseó aquellas amenas campiñas y márgenes del Dorado, haciendo ver a todos lo cómodo y aparente del lugar para mudar allí el Real Presidio de San Fernando. Reconocimos todos lo idóneo de aquel plano, por los pastos, por el agua, por la leña y maderas, finalmente, por ser precisa puerta y tránsito de todas las naciones, que no pueden traficar por otra parte: porque al naciente lo embaraza una dilatada travesía, y por el poniente la eminente Sierra del Alumbre (alias Santa Bárbara), avanzándose sobre 20 leguas de terreno al favor de la provincia. Todo pareció consentáneo; y así acordes todos aprobaron por justo y útil el pensamiento, presenciando también esta diligencia el reverendo padre misionero.

(6 leguas). El 14 salimos de este tren, y traspasando un bosque desmontado, de más de dos leguas, vinimos por el rumbo del N a acamparnos en distancia de 6 leguas a las márgenes del Dorado, en una cómoda y deleitosa isleta, que tiene un famoso potrerillo, para la seguridad de las bestias sin el subsidio de ronda: y como aquí nos asaltase una deshecha tormenta de viento y agua, que principiando con la noche terminó con la luz del día siguiente, le titulamos el Tren de la lluvia, donde paramos dos días, así por la general inundación de los campos que causó pesados lodazales, como por ofrecerse delante nuevo desmonte.

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Con este motivo acordó nuestro General sería conveniente, que el reverendo padre misionero fuese instruyendo los párvulos de la nación Mataguaya en algunos ritos de nuestra Santa Fe: y ejecutándolo con gusto dicho padre, insinuó a los ladinos que al toque de la campanilla ocurriesen los pequeños, y los adultos que gustasen instruirse; y con efecto principió el reverendo padre el día 15 esta espiritual tarea, enseñándoles a persignarse y repetir Ave María Purísima, etc. Viva Jesús... muera el pecado; lo que repetían con gusto y claridad, aunque con alguna torpeza; no siendo menor la complacencia de dicho padre, de nuestro General y de toda la marcha, al ver exaltado el santo nombre de Dios en estos remotos laberintos, como feliz exordio de la conversión de estos gentiles, por quienes incesantemente pide nuestra piadosa Madre la Iglesia.

El 16 continuó el padre misionero su doctrina, enseñándoles el Padre Nuestro y el Ave María; y este día se publicaron a usanza militar, los títulos de los oficiales de plana mayor y menor, dándose posesión del empleo, a cada titulado, mandando Su Señoría que el Auditor llevase la formación de este diario.

(21/2 leguas). El 17, como a las 12 del día, salió nuestra marcha de este tren, y traspasando con gran trabajo un grande monte pantanoso, con las cargas, mensajes y ganado vacuno, sin que pudieran traspasarle los carros hasta el día siguiente a boca de noche, se perdieron 25 vacas en la estrechura, de las que solamente se pudieron hallar tres, y vinimos a parar en un descampado distante, dos leguas y media del pasado tren.

El 18 se paró todo el día, esperando las carretas, y de este tren se principiaron a poner centinelas, pasar el santo, e impartir órdenes para la distribución de cuantos oficios y ministerios, en que se habían de ejercitar todos y cada uno: encargándoles Su Señoría el desempeño de sus destinos y el cuidado y vigilancia en las rondas y custodia de ganados y mensajes, continuando el padre su enseñanza.

(1 legua). El 19, como la las 3 de la tarde, salimos de este escampado, y siguiendo al N las márgenes del Dorado, llegamos en distancia de una legua a un vistoso campo de palmares, donde se nos acopió tanta multitud de Mataguayos, que en número serían como 500, y todos pidiendo reducción, y ofreciéndose a guiar la marcha y ayudar en los desmontes: por lo que mandó Su Señoría que diariamente se les repartiese carne.

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Dio mérito a esta prudente disposición; lo primero, venir estos infelices acompañando la marcha, y ayudando en las fatigas; lo segundo, presentarse en calidad de amigos, y pidiendo reducción; lo tercero, vernos precisados a transitar por su territorio, y necesitar su consenso; lo cuarto, asegurar el todo sacrificando la parte, y finalmente no pedir estos desdichados otro premio por su personal trabajo, que la carne que en su idioma llaman guaséta, que aprecian en más que el oro y la plata, por la miseria y hambre con que siempre viven.

(4 leguas). El 20, como a las 11 del día, salimos de este lugar, y en distancia de cuatro leguas al rumbo del N, vinimos a parar sobre el Dorado, en una amenísima ensenada, y valle de palmares eminentes, que medidos tenían veinte varas de altura: y aquí, recogido el Dorado en un estrecho canal, corre por algún trecho, y en caso preciso sería fácil transitarle por puente que se formara a poco costo.

Aquí paró la marcha hasta el 22, esperando el aviso del ayudante Sardina, que nos lleva cuatro días de delantera, explorando camino, y el padre continuó su espiritual tarea.

(31/2 leguas). El 23, como a las 10 del día, caminamos, siguiendo el rumbo al N, las vegas de un dilatado y pantanoso saladillo que forman los derrames del Dorado, y por ser abundante de patos, habiendo parado en un extremo de dicho saladillo, le titulamos el Tren de los patillos, que dista como tres leguas y media del real pasado.

El 24, día de San Juan Bautista, paró la marcha todo el día, y se celebró el santo sacrificio de la misa.

(2 leguas). El 25 traspasamos con gran molestia las cargas, trastes y ganado, por un gran monte desmontado y pantanoso, por la lluvia que cayó la noche antecedente, y los carros no pudieron dar un paso y se quedaron allí: la marcha se acampó en un estrecho escampado, distante dos leguas del anterior.

El 26 paramos aquí, y mandó Su Señoría se llevaran treinta mulas aparejadas para aliviar el peso de los carros y facilitar su caminata: las mulas volvieron por la tarde cargadas, pero ni por esto pudieron pasar las carretas, por ser inusitado el camino, y haber ocurrido la lluvia casual.

El 27 con gran trabajo salieron a boca de noche.

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El 28 paramos todavía, dando treguas a un desmonte y puente que se estaba fabricando, como también por esperar al señor Canónigo que aun no ha llegado. Y en esta sazón llegó el día de hoy el indio Josengo con carta de Su Señoría, en respuesta de otra que le dirigió nuestro General del camino; y en ella avisa estar cerca, y la causa de su demora.

El 30 paramos esperando al señor Arcediano, que llegó como a las 11 del día, y por no haber llegado su carruaje, paramos aquí hasta el día siguiente. Trajo Su Señoría consigo 2 carros, 13 mulas, 32 vacas, 27 caballos, 2 soldados partidarios y 6 del regimiento de nuestro General, 3 negros y 2 negras, esclavos suyos, y 2 indios Tobas, el uno de la reducción de Ledesma con un mulato más esclavo.

Estos suplicaron a nuestro General, recabase de los Mataguayos la libertad de algunos indios cautivos de su nación, que en las pasadas hostilidades les habían quitado. Hizo este oficio Su Señoría con buen fruto, porque los Mataguayos, defiriendo al punto, entregaron cuatro cautivos, de que Su Señoría les mostró grande agrado, y los Tobas no menor al sujeto interpuesto.

El mismo día practicaron los indígenas otra acción no menos generosa que la pasada, y fue dar a nuestro General cuatro hijos suyos, para que Su Señoría los hiciese catequizar, trayéndolos consigo; para que, ladinos e impuestos en el rezo y demás necesario para cristianarse, pudiesen estos enseñar a los suyos con el mismo objeto a que con anhelo aspiran; pasando de punto en su resolución convenirse dos gandules, espontáneamente resueltos a servir en cuanto se les mande, y acompañar la marcha hasta su regreso, con tal de que se les rudimente y catequice.




Julio

(3 leguas.) El 1.º de julio, como a las 10 del día, salimos del real antecedente, y pasando un dilatado bosque desmontado, de más de dos leguas y media, pasamos un puente para salvar un cuantioso Madrejón que viene como del S, y se junta con el Dorado, ignorándose su origen, y a poco trecho en unas cañadas que están a las márgenes del Dorado; en distancia de tres leguas del pasado tren vinimos a parar. En este tránsito se perdieron 15 cabezas de ganado vacuno, y porque se tuvo razón que seis de ellas habían aprovechado los indios, mandó Su Señoría que en tres días no les diesen ración.

De aquí se volvieron las reclutas que habían conducido al señor   —14→   canónigo, y con ellos se volvieron 16 caballos por flacos, con carta para que los entregaran a don José Chaves, y 7 mulas. Y este día, que fue el 2, paró la marcha, y el General de órdenes pasó con el Inspector y Capitán de migueletes al Río Grande, a explorar el mejor plano para sacar camino hasta la Esquina; y con la razón que estos trajeron, el día 3 pasó el Ayudante con los de su cargo al desmontar, parando la marcha todo este día.

(31/2 leguas). El 4, como a las 111/2, salimos de estas cañadas, y siguiendo el rumbo al N por las costas del Dorado, venimos a parar al Tren de la Esquina, que dista del pasado como tres y media leguas. En las estrechuras del monte se perdieron 30 vacas, sin que pudiera Su Señoría remediar este desgreño, ni con haberse venido con los vaqueros, ni con haber duplicado gente; y de todas estas reses solamente, una se logró, porque hallada la mataron y cargaron, y con ella se arracionó la gente. Aquí se junta el nuevo con el antiguo carril.

Entre otras utilidades que nos presenta el nuevo camino, es la una habernos manifestado con la evidencia, en obsequio de la verdad, que los planes antiguos han errado el concepto en cuanto a la dirección del Río Dorado, y en cuanto a su desagüe, y el del Río del Valle: porque el primero se incorpora con el segundo poco más arriba del Tren de las lluvias, y ambos en un cuerpo, con el madrejón del S, se precian de tributarios del Bermejo, con quien se incorporan en este paraje, contribuyéndole no pequeño caudal.

De que se evidencia el errado cómputo de los que figuran uno y otro río terminando su cauce en una gran laguna, llamada de los Caimanes, cerca de un grande palmar: siendo uno de estos el reverendo padre Pedro Lozano de la extinguida Compañía, quien en el párrafo 3 de su Descripción Corográfica, al folio 19, así lo asienta. Padeciendo igual equívoco en cuanto a figurarlos corriendo del E a O, siendo así que con la aguja en mano hemos caminado las riberas de uno y otro, y giran sin disputa de S a N, desde que se desprenden de las últimas serranías que están al poniente.

En este paraje de la Esquina paró la marcha el día 5, para que se refaccionaran las bestias en un potrerillo tan seguro como abundante de pastos. Y teniendo noticia Su Señoría de que habían pasado de la otra banda gran multitud de indios Mataguayos confinantes con los Chiriguanos, con ánimo de invadir el ganado y menajes12, mandó al General de órdenes doblase la gente y ronda, previniendo a todos el peligro y encargando la vigilancia; con lo que no hemos experimentado lesión alguna.

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Hasta aquí los indios Mataguayos han acompañado nuestra marcha, ayudando y sirviendo con fineza y lealtad: y tratando de volverse, mandó Su Señoría se les diesen seis reses. Repartioles cuchillos, tabaco y gorros, dando a los principales poncho y sombrero para distinguirlos, con lo que se volvieron muy contentos; y mucho más, por haberles prometido Su Señoría informar al señor Virrey acerca de su reducción.

(2 leguas). El 6, como a las 12 del día, salimos de este tren, y siguiendo las márgenes del Río Grande, caminamos ya por el rumbo del naciente, y venimos a parar en distancia de dos leguas en el tren que titulamos de la Conversión, porque en de uno de los indios gandules Matacos, que dijimos venían de sirvientes, y se llama Lorenzo, pidió se le bautizara. Prometióselo Su Señoría siempre que se rudimentase, y para animarlo principió Su Señoría a enseñarle a rezar, insinuándole que siempre que en él conociese constancia en su propósito él mismo lo apadrinaría. La descripción de este famoso río, que es el mayor que se halla en esta vereda, y por eso se titula el Grande, se reserva colocar en la descripción Geográfica.

(4 leguas.) De aquí salimos el 7 a las 12 del día, y siguiendo las márgenes del Bermejo al oriente, venimos a parar en distancia de cuatro leguas en el tren llamado de Millán; hasta donde alcanzan las rancherías de los Mataguayos por esta vereda.

Esta nación es numerosa, dócil, sencilla, valiente y aplicada al trabajo. Su situación la tienen a las márgenes de los ríos del Valle, Dorado, Bermejo, Centa y Pilcomayo; y principiando sus rancherías desde el Río del Valle, terminan en este paraje, ocupando de S a N como 80 leguas, y de oriente a poniente 150 leguas, desde las cercanías del curato de Huamaguaca.

Es utilísima a las ciudades de Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, porque colocados en el terreno que se refiere, siendo como son ha más de 30 años amigos y confederados nuestros, están de fronterizos de dichas ciudades, estorbando el tránsito a las innumerables naciones que ocupan este vastísimo continente. A mas de esto, bajan por familias a servir conchabados en las obras públicas y particulares de Salta, sirviendo a los partidarios de los presidios y sus mujeres en calidad de criadas.

Y si en nuestros dias viéramos verificada su reducción en el paraje de San Simón sobre el Dorado, que es en donde estos la procuran, se lograría su perpetuidad, tanto por la aptitud del terreno,   —16→   cuanto por tener a mano el Real Presidio de San Fernando, cuyo respeto los había de traer a raya: y mucho más si el presidio se avanzaba a colocarse sobre el Dorado; cuya traslación daría sin disputa mucho ser a esta reducción, y mucho terreno a la provincia, estando, como está ya, casi inútil en el sitio donde hoy se mantiene.

Y aunque esta nación es innumerable, los que están en esta nuestra vereda son en número como de 1000 indios de ambos sexos, entre adultos y pequeños, y piden todos reducción: siendo los principales ladinos los mandones que los gobiernan, y estos son 10, a saber: Josengo cristiano, Cayetano, Tineo, López Grande, López Chico, Amaya cristiano, Ignacio el grande, Ignacio el mozo, Luis y Francisco, sin otros que mandan, y por no ser ladinos son incógnitos.

(2 leguas). El 8, saliendo del tren referido, como a las 10 del día, se adelantó de la marcha el señor Canónigo, y a poco de haber caminado, encontró un indio joven de la nación Chunupí, a quien los suyos habían mandado a explorar los movimientos de la marcha: y Su Señoría recibiéndole con mucho cariño, le aseguró ser vanos sus recelos porque lejos de querer ofenderles buscábamos su amistad y conversión, a cuyo fin se dirigía esta campaña. Con lo que, viniéndose con Su Señoría, topó la marcha, y nuestro General le recibió con mucho agrado, practicando iguales oficios que el Canónigo; y venimos a parar en compañía del joven en el Tren de Yuchan, que dista dos leguas del pasado.

(2 leguas). En este tren nos detuvimos el día 9 hasta las 3 de la tarde, dando tiempo a un desmonte, por haber obstruido la rapidez del río el cauce del antiguo carril. Y saliendo a la hora citada venimos a parar en una vistosa vega, que dista del Yuchan como dos leguas.

En este tren nos salieron dos jóvenes Chunupíes, hermanos del referido, quienes dijeron venían mandados por los suyos a saber la causa de la tardanza del hermano. Con este motivo descubrieron haber venido recelosos por la otra banda del río, y que preguntando por su hermano a algunos Mataguayos que toparon, les avisaron como venía en nuestra marcha con mucha paz y amistad: con lo que, se habían resuelto al pasar el río, y presentarse en nuestro real.

Inquiriendo Su Señoría la distancia de sus rancherías, y movimiento de los suyos, a lo primero dijeron, que estaban de allí como diez leguas sus poblaciones, y en cuanto a lo segundo dijeron, que los suyos estaban sobresaltados, y que decían que, para que se pudiesen presentar a nosotros sin recelo, fuera a sacarlos, el reverendo padre Lapa.

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Resolvió nuestro General y el señor Arcediano, que caminase el padre a convoyarlos. Propúsosele a este, que con la prontitud que siempre, y con el celo acostumbrado dispuso caminar el día siguiente con el intérprete Corro, los tres indios y dos Sinipés que consigo traía.

Con efecto, el 10 marchó por la mañana, encargado de satisfacer apostólicamente a aquellas naciones, asegurándoles nuestra amistad.

Este día paró la marcha, por haberse quebrado dos carretas, y ser preciso refaccionarlas. Trabose reñida contienda entre algunos Mataguayos de arriba con los de abajo, acerca de cobrar un caballo que había robado los unos de los otros: pero, menos bárbaros que atentos, pidieron venia para ello a nuestro General, quien apreciando la atención, les afeó el hecho de estimar en más sus bestias que sus paisanos, y que como amigos del español debían imitarle en la paz y en la unión, no esgrimiendo sus armas por casas tan ridículas; y que él prometía darles un caballo a su satisfacción, a fin de que no pasasen en su contienda. Con lo cual conformes, y como avergonzados cesaron, dejando la riña solo en desafío.

En este real, por acaso, descubrimos tener estas selvas la caña dulce de que se forma el azúcar, miel y alfeñiques; lo que descubrió el ayudante Sardina, que aislado en busca de camino, topó con VIII cañaveral. Y trayendo a nuestro real una por el zumo, por la hoja, por el peso y por el gusto, conocimos ser caña dulce, aunque no era muy fino el sabor; lo que tal vez proviene del jugo inepto, por ser el terreno salitroso, o por la ninguna cultura que le asiste. Los indios dicen que hay mucha en los montes, pero no la comen, porque, no sé por qué motivo, la titulan flecha del Diablo. De aquí se escapó un presidario.

(4 leguas). El 11, como a las 9 del día, salimos de este tren y venimos a parar en distancia de cuatro leguas, en un dilatado13 escampado a las márgenes del río, siguiendo el mismo rumbo al naciente: de aquí empiezan las rancherías de los indios Sinipés, y nuestro padre Capellán hasta hoy no ha parecido. Titulamos este el Tren del Yelo, por el excesivo que tuvimos esta noche, en que se perdieron 8 vacas y 2 caballos.

Estos indios Sinipés en la expedición pasada prometieron al señor Matorras sujetarse a reducción, quien así les prometió ejecutarlo en más oportuno tiempo.

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(3 leguas). Del Tren del Yelo salimos el 12, como a las 12 del día, y vinimos a parar en distancia de 3 leguas, en una cañada de muchos pastos y trébol: y aquí topamos el reverendo padre Lapa con 40 bizarros indios Sinipés y un Malbalá, y según la relación de dicho padre le toparon los indios con bastante recelo. Y enterándoles su R. del fin de nuestra entrada (por medio del faraute), se entregaron y resolvieron a venir; y según se han explicado, adoptan siempre el proyecto de su reducción, y de salir (en su caso) a discreción de los superiores. El cacique no vino por enfermo, pero mandó recado a nuestro General, que se esforzaría a salir en su distrito, donde trataría lo conveniente en cuanto a capítulos de paz y reducción: por lo que para allí se reserva estampar lo que ocurriese.

Esta noche hospedamos en nuestro real a estos indios, y mandó Su Señoría se les aviase de carne: repartioles gorros, cuchillos y otras baraterías de que quedaron muy agradecidos. Esta noche nos cayó otra helada mucho más rigurosa que la pasada. Titulamos a este el Tren del Apio, por abundar sobremanera esta yerba en estos bajíos.

(3 leguas). El 13, como a las 9 del día, caminamos siguiendo el propio rumbo, y llegamos al paraje de Santa Rosa, en distancia de tres leguas. Y como se adelantase de la marcha nuestro General y el señor Arcediano, con el padre Capellán o indios advenedizos, llegaron a una eminente barranca del Río Bermejo, al frente de las rancherías de los indios Chunupíes: y pasándole aviso Su Señoría al principal cacique Atecampibáp (famoso caudillo, y poderoso por las naciones que comanda), apenas recibió el recado político que se le pasó, se puso en camino, y metido en una balsa de cuero, acompañado de un lucido y numeroso convoy, a pesar del sanguíneo Bermejo, surcando sus corrientes en este alado aunque tosco bajel, llegó con presteza a nuestra banda, y sacándole en brazos los suyos, saltó a tierra.

Apenas se aproximó a nuestro General, le echó este los brazos, y lo recibió con suma gratitud, haciéndole entender por medio del faraute, cuánto se complacía de verle, conocerle y tenerle por amigo. Igual diligencia practicó el señor Arcediano y Capellán, y a todos respondió el cacique con iguales expresiones de cariño, vertiendo en este acto copiosas lágrimas de regocijo.

Acompañaban a este caudillo, a más de las chusmas y guardias de corps, 3 capitanes como cortesanos suyos: el primero Chinchin, mandón de la nación Malbalá; Dupulem, cacique de los Sinipés, con Guanchil, capitán de los Chunupíes; cuyas naciones confederadas hacen   —19→   un cuerpo, siendo su principal cabeza el expresado Atecampibáp, caudillo nunca visto ni comunicado de los españoles: y serían por todos en número los aparecidos, como 200 indios de ambos sexos, quedando los demás en sus habitaciones.

Y como el principal cacique se hallase indispuesto con una cerrazón de pecho que apenas se le apercibía lo que hablaba, convidole Su Señoría a nuestro real, para que allí pasase la noche con los suyos, y que con este motivo podría medicinarle el médico de la expedición. Aceptó gustoso, y se vino a nuestro acampamento, donde a este y los suyos mandó Su Señoría proveer de carne y bizcocho para aquella noche, y el médico le curó.

El 14 amaneció mejorado de sus dolencias, y por ser día del seráfico doctor San Buenaventura, celebrose el santo sacrificio de la misa, y luego se formó consejo para parlamentar a estas naciones. Hízose cónclave de toda la oficialidad, presidiendo Su Señoría y el señor Canónigo. Juntamente por su orden se sentaron todos los mandones, y por medio del faraute, Silvestre Corro, hizo nuestro General se les hiciera preguntar ¿si querían reducirse al catolicismo, y ponerse en reducción? Y que determinasen el tiempo oportuno y lugar que elegían para su pueblo, para dar cuenta de todo al Superior Gobierno, cuyo súbdito era y comisionado para dar reducción a los Tobas y Mocobíes: y que aunque por sí no podía resolver en el particular, confiado en la piedad del Soberano, y de su Virrey de Buenos Aires, les aseguraba que serían atendidos en esta parte.

Respondió el principal, y a su ejemplo todos, que deseaban con anhelo reducirse, y que sin novedad se sujetarían a reducción, con tal que nuestro General corriese con la erección de su pueblo, y los arreglase sus temporalidades: a quien desde luego debían por su protector por el afecto que le tenían, conociendo que ninguno los había de mirar con más amor y caridad; y que al mismo tiempo pedían que el reverendo padre Lapa los viniera a sacar a su tiempo, con quien saldrían a su disposición sin recelo alguno. Que en cuanto al tiempo, sería para el año próximo venidero a nuestro regreso, por estar en el día muy mal de caballos para conducir sus chusmas. Que en cuanto al lugar, elegían desde luego la Cañada del padre Roque (que es un sitio constituido sobre el Río del Pasaje, o el Algarrobo, alias Ramada), que está sita en medio del Piquete de Pitos, y Real Presidio de San Fernando, y en medio de 6 reducciones establecidas en nuestra jurisdicción.

El señor Arcediano hízoles presente, que venía de superior de   —20→   todas las reducciones, y que dejando sus comodidades, venía sin otro objeto que reducir almas y procurarles a los conversos todo alivio: que por lo mismo viviesen ciertos de que los había de proteger en lo posible, dándoles curas doctrineros escogidos, para que con amor y cariño los enseñasen, y que cuando así no lo cumpliesen, con su aviso estaría pronto a mudarles pastor, dándoles un sujeto aparente.

Agradecieron muy de veras este oficio, y suplicaron a Su Señoría que así lo cumpliese para que pudiesen subsistir en su conversión, estando ciertos que de su parte no se haría novedad en lo tratado.

Y repitiendo la súplica a nuestro General, que les protegiese y acompañase en calidad de protector para su fundación, le respondió Su Señoría, que, con sus bienes, y con su persona, coadyuvaría gustoso al intento; estando ciertos de que daría cuenta de todo al Superior Gobierno, y que cuando Su Excelencia confiase de otro sujeto esta comisión, no por eso dejaría de cooperar en cuanto le fuese posible y condujese a su alivio; pues sin otro objeto, dejando sus negocios pendientes, y postergando el adelantamiento de sus intereses, venía a fundar las dos reducciones que se refieren. Quedaron gustosos y satisfechos, firmando los capítulos de concordia Su Señoría y demás oficiales, por ante el Secretario de la expedición. El capitán don Juan Antonio Caro, que hace de protector, lo firmó, haciendo personería por los indios y el intérprete Silvestre Corro: dióseles a los ladinos sombreros, ponchos, gorros y cuchillos, repartiendo a las mujeres agujas, gualcas y bizcochos. Concluyose esta función con vivas y abrazos, no siendo pequeña nuestra complacencia: batiose la real bandera, y repitiendo todos Viva el Rey, cerrose esta función, titulando este el Tren de la Buenaventura, por no ser pequeña la que hemos logrado en la conversión de estas no menos numerosas que belicosas naciones: y todo este día se paró, por dar lugar al desmonte que se está allanando.

(1/2 legua). El 15, como a las 3 del día, nos despedimos de los indios, y mandó Su Señoría se les dejaran en pie ocho reses, y una para que entregasen al coronel Cornejo, que esperamos venga por el río: a quien por el mismo conducto dejó Su Señoría carta instructiva, y venimos a parar en distancia de media legua en la ceja de una espesísima montaña.

No pasamos este día más adelante por obstar este monte, y haber robado el río, el fulcro del antiguo carril; y Su Señoría, para estimular al trabajo a los partidarios, peones y presidarios, tomó el hacha en la mano y empezó a trabajar con gran calor: siguió al General   —21→   el señor Canónigo, y a este toda la oficialidad, a estos toda la gente, con tanto empeño y ardor, que en menos de tres horas se traspasó con la tala todo el bosque que tenía más de legua; no siendo los operarios más que 46 en número, inclusive nuestro General y gente voluntaria: de modo que pudieron pasar los carros a dormir al otro lado, quedando de este la marcha con todo el resto del tren, y titulamos esta jornada el Tren de las fatigas.

(6 leguas). El 16 salimos de este tren, y a las 3 leguas de camino, atajándonos igual tropiezo de monte, aunque no tan espeso ni tan largo como el pasado. Estimulando Su Señoría a los subalternos con su ejemplo, consiguió en dos horas allanarle, de modo que tuvimos tiempo de pasar con todo el tren, ganados y mensajes: y caminando otras tres leguas, anduvimos seis en aquel día, y venimos a parar en un escampado grande, compuesto de unos eminentes palmares, y titulamos este el Tren del Carmen, por haber llegado a él la víspera de Nuestra Señora. Esta noche se perdieron del pastoreo 36 reses, que no se pudieron hallar por más que se buscaron: por lo que se presume las hayan robado los Mataguayos que andan por acá dispersos.

(2 leguas). El 16, saliendo de este tren, venimos a parar en distancia de dos leguas en un grande palmar y simbolar: y no pudimos avanzar más camino por estorbarlo una montaña espesa de más de legua. Pero repitiendo Su Señoría el mismo afán que en el pasado desmonte, siguiendo la oficialidad y demás concurrentes, se logró traspasarle en menos de cuatro horas, y hubo tiempo para que pasasen las carretas a dormir al otro lado, quedando de esta banda el resto del tráfago, ganados y mensajes, por la comodidad de los pastos y agua. Esta noche se perdieron 9 caballos.

Teniendo noticia nuestro General, que los indios Mataguayos dispersos los habían robado, significolo a los Chunupíes amigos, que por vía de convoy venían con la marcha, y al punto se volvieron en pos de los ladrones: cuyas resultas se colocarán en su lugar.

(4 leguas). El 17, como a las 11 del día, siguiendo el mismo rumbo y dirección del río, venimos a parar en una loma, que dista del pasado tren cuatro leguas, y está poco más adelante del Real de los Tucumanos (así llamado por el levantamiento que estos suscitaron allí el año de 74 en la pasada expedición). Aquí se juntó en un cuerpo todo el congreso de la presente campaña, y le titulamos la Congregación de San Alejo, por haber llegado aquí la víspera del santo.

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Correspondió la denominación al denominado, porque a las cinco de la tarde, después de haber parado, se presentó en nuestro real el capitán de Sinipés, Dupulem, con más de 50 indios de su nación, y un inmenso número de mujeres y párvulos. Mandó Su Señoría se hospedaran en nuestro real aquella noche, y que se les proveyera de carne y bizcocho: y al siguiente día, parlamentados acerca de su ratificación, no hicieron novedad, y antes dijeron, que para pruebas de estar firmes en su propósito, salían trayendo sus chusmas, como por género de política y subordinación. Pero que suplicaban a Su Señoría protegiese su reducción, y les formalizase sus temporalidades. Prometioles para su consuelo, que si posible fuese vendría con su mujer e hijos a vivir con ellos cuando se tratase de su población: con lo que quedaron satisfechos; y mandó se les repartieran gorros y cuchillos a los varones, dando poncho al principal, y a las mujeres rosarios, gualcas y agujas; a todos bizcocho y carne, haciéndoles dejar en pie 6 reses, de que quedaron muy agradecidos y se despidieron con estrechos abrazos.

(3 leguas). Este mismo día, que fue el 18, como a las 9 de la mañana, salimos de este tren y venimos a parar en distancia de tres leguas, a las márgenes de una gran laguna, que titulamos del Caymán, porque herido uno de un balazo se ocultó en el agua.

De este tren dista como legua y media la Puerta de Macomita (alias la Encrucijada), así llamada, porque allí se junta este nuestro carril con el de Macomita que descubrió el general finado don José Arias Rengel, padre de nuestro General, en la entrada que hizo el año de 1759 en el gobierno del señor Espinosa Dávalos.

Este camino, aunque montuoso y escaso de agua, es tan recto, que por él se ahorran sobre 40 leguas de camino, según la relación de los indios, y de los sujetos prácticos que le han traficado. A más de esto, es camino sin riesgo de enemigos ni esteros; y siendo el único embarazo para que le trafiquen las marchas, el agua y el monte, podrían removerse estos obstáculos, el primero con quemazones y talas, y el segundo cavando fosas y tajamares: y con este alivio en todas las estaciones del año habría paso franco, así para las entradas, como para sufragar socorros a las reducciones que van a crearse en el centro del Gran Chaco.

(2 leguas). El 19 salimos de la laguna, y vinimos a parar, en distancia de dos leguas al pie de la barranca del río, donde, aunque las crecientes habían robado el antiguo fulcro, habían formado un cómodo potrerillo, en que se aseguraron todas las bestias esta noche.

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(2 leguas). Y porque robado el antiguo carril era preciso peinar la eminente barranca que se objeta, y allanar un retazo de monte que subsigue, el 20 repitió Su Señoría y oficiales la fatiga de los pasados desmontes, y con igual ardimiento talaron más de media legua de montaña, y concluyendo temprano, tuvimos tiempo de pasar al otro lado con todo el tráfago, y en distancia de dos leguas venimos a acamparnos en una cañada.

El 21, como a las 7 del día, nos alcanzaron 8 indios Sinipés con el capitán Dupulem, trayendo los caballos que se robaron los Mataguayos. Agradecioles Su Señoría acción tan bizarra, y para estimularlos a continuar en operaciones tan recomendables, les mandó repartir carne, ropa, yerba, tabaco y bizcocho. Con estos indios llegó el señor Canónigo, que por haberle tomado la noche con sus carros, en distancia de media legua más atrás, paró allí a dormir; y titulamos a este el Tren de los caballos.

(3 leguas). Del que salimos el propio día, como a las 12, y vinimos a parar en el totoralcito que dista tres leguas de aquel tren.

Aquí paramos todo el 22, dando tiempo a la apertura de un dilatado bosque, que fue preciso romper por haber faltado el plano del antiguo carril.

Y teniendo noticia nuestro General que las dos naciones que son el objeto de esta expedición se hallaban turbulentas, y maquinando temores y recelos, por los maléficos influjos que les habían prestado contra nuestro intento la gente de la parte del Paraguay; en tanto grado que les habían hecho creer veníamos a pasarlos a cuchillo con capa de paz y reducción, confederándonos con los de Santa Fe para tomarlos en medio y hacer seguro el sacrificio; por lo que intentaban ponerse en fuga cuanto antes; deseando nuestro General poner remedio en tan pernicioso cisma, acordó sería conveniente despachar adelante al padre misionero, para que este apostólicamente les satisfaciese, y quitase los recelos, informándoles de la realidad del suceso.

Significó nuestro General al señor Arcediano este pensamiento, y adoptándolo Su Señoría, resolvieron hacerlo como lo pensaron. Propusióronle al reverendo padre Lapa; y conociendo en su religiosa prontitud no haber embarazo, aviándole de lo preciso, le despacharon a las tres de la tarde para Lacangayé, en consorcio de Silvestre Corro el intérprete, de tres indios Tobas y dos Pasaynes: y como distan estas rancherías   —24→   sobre 70 leguas de este acampamento, las resultas se colocarán en su lugar.

(5 leguas). El 23 celebró misa el señor Canónigo al romper el día, y salimos de este real como a las 7 de la mañana; y siguiendo siempre el rumbo al naciente, venimos a parar en distancia de cinco leguas sobre la barranca del río en un monte ralo.

(6 leguas). Aquí el 24, en honor del glorioso Apóstol del Chaco, San Francisco Solano, celebró misa al alba el señor Canónigo, y le titulamos el Real de San Solano; del que salimos como a las 7 del día, y venimos a parar en el Tren del señor Espinosa, por haber llegado, hasta allí dicho gobernador en la campaña que hizo el año de 1759.

El 25, día del glorioso Apóstol Santiago, mandó Su Señoría se enarbolase la real bandera con la salva acostumbrada, y que formada la gente partidaria, asistieran al santo sacrificio de la misa, que se celebró con la posible celebridad, llenándose los árboles de diversos gallardetes, y haciendo las competentes descargas. El señor Arcediano oró una erudita oración, parando la marcha todo el día por dar descanso a las bestias, y porque toda la gente se lavara, para cuyo efecto se les mandó repartir jabón.

(4 leguas). El 26, saliendo de este tren, venimos a parar al paraje nominado Lataruec, que dista como cuatro leguas del pasado.

Aquí encontramos algunos indios Vilelas, que venían de Lacangayé para Petacas, de cuya reducción dicen que son. Preguntados por los Mocobíes y Tobas, dicen se han retirado tres días de camino más abajo de Lacangayé. Del padre Lapa no dan razón alguna, y solo dicen que viene a toparnos el indio Lachiquitin, Mocobí, con algunos de su nación. Y como, estos pasasen a su destino, dirigió Su Señoría por este conducto letras al gobierno de Salta, dándole noticia de los sucesos hasta aquí acaecidos.

(5 leguas). El 27, como a las 8 de la mañana, salimos de Lataruec, y vinimos a parar en los zanjones que distan 5 leguas. Y aquí topó Su Señoría algunos Tobas que trajeron cartas del padre Lapa, quien expone va caminando en pos de los Mocobíes; y que los que deja atrás están muy conformes esperando nuestra marcha.

(4 leguas). De aquí salimos el 28, y vinimos a parar en la Cañada de la Princesa, distante 4 leguas; se intitula así por el   —25→   encuentro que en ella tuvo la pasada expedición con la hermana del famoso Paikin.

(31/2 leguas). El 29, como a las 11 del día, salimos de esta cañada, y vinimos a parar en otra igual, que dista de aquella tres leguas y media.

Aquí nos encontró el reverendo padre Lapa, de regreso con el cacique Lachiquitin, y otros indios Tobas que le acompañaban: dio razón dicho padre haber encontrado estos indios bien cerca de Lacangayé, y que, anoticiándoles del fin de nuestra marcha, tuvieron por conveniente venirse con el padre a toparla; y porque los suyos estaban abajo convocados para presentar batalla a los Abipones sus enemigos, tuvieron a bien hacerles chasque, para que, noticiosos de la marcha, omitieran aquella perniciosa hostilidad, tratando solo de disponerse para reducirse; con lo que suponemos se haya deshecho la conspiración. Y habiendo llegado a nuestro real, recibió Su Señoría y el señor Canónigo al cacique referido y sus acompañados con mucho júbilo, abrazos y cariño, mandándoles repartir carne para aquel día.

(5 leguas). El 30, salimos de este tren como a las 10 del día, acompañados de los dos caciques e indios de su comitiva: venimos a parar en distancia de cinco leguas en el Tren de Lachiriquin, así nominado, por el encuentro que con él tuvo la marcha de la pasada expedición, tan feliz como deseada, por la alianza que con este famoso caudillo de los Mocobíes se consiguió, de que resultó todo el alivio de los concurrentes.

(5 leguas). El 31, salimos de este tren como a las 10 del día, y venimos a parar en la Laguna de las Perlas, que casi formadas en su seno matriz se encontraron en la expedición pasada, pegadas en algunas, semejantes a las que se encuentran en las ferias y pesquerías: confrontando con esta relación lo que en el particular escribió el reverendo padre Lozano de la extinguida Compañía, quien al párrafo 2.º folio 11 de su Descripción Corográfica, afirma haberlas en algunas lagunas de este vasto continente, citando diversos autores que lo apoyan. Cuya profundidad, y el ningún tráfico de los españoles por estos lugares, hasta hoy no han descubierto su formal existencia, y en la presente campaña esperamos averiguar su realidad. Dista este tren del pasado cinco leguas.




Agosto

(4 leguas). El primero de agosto, como a las tres de la tarde,   —26→   salimos de este tren, por haberse ofrecido un desmonte y venimos a parar en distancia de cuatro leguas, en una ceja de monte, donde llegamos de noche, y por lo tenebroso de ella le titulamos el Real de las tinieblas.

(7 leguas). De donde salimos el 2, como a las 8 de la mañana, y vinimos a parar en distancia de siete leguas a las márgenes de una hermosísima laguna que forma un semicírculo, en la que se tomaron tres caimanes pequeños, por lo que se le tituló la Laguna de los caimancitos.

(4 leguas). Da esta salimos el 3, como al las 11 del día, y a poca distancia topó a nuestro General el cacique Ketaydí, a quien recibió con mucho agrado: y tratándole de su reducción, dijo que la diesen a los Tobas de adelante, que luego se le daría a él; repugnándole bastante la situación de Lacangayé para pueblo, por justas razones que alegó; siendo la principal el ser pavimento que frecuentemente lo inunda el Río Grande. Despidiose de nuestro Comandante, y por ir de camino solo se le dieron tres reses en pie, y se fue a su ranchería. Vinimos a parar a las márgenes del río en unos algarrobos, donde está situada una ranchería desierta, y dista del pasado real como cuatro leguas, distando cuatro de Lacangayé. Aquí paramos todo el día 4, por haber comodidad de pastos y aguas, respecto de estar todo el campo quemado hallándose por ahora indeciso Su Señoría en cuanto al sitio de nuestra residencia, y plano de las dos reducciones.

El mismo día, como a las 5 de la tarde, se presentaron en nuestro real el cacique Keyabirí con cerca de 20 indios, y con ellos don Juan Zea y el partidario Antonio Burgueño (que como se dijo atrás, los mandó Su Señoría por el Salado a que sacasen los huesos del finado padre Sena14 y su carruaje). Recibió Su Señoría a los indios con toque de tambor, y formada la gente miliciana, dioles estrechos abrazos nuestro General, el señor Canónigo, padre Capellán y toda la oficialidad. Dándoles a entender por el intérprete el fin de nuestra entrada, contentos respondieron unánimes, eran muy gustosos, y que siempre estaban en lo que prometieron. Por lo que Su Señoría con particular júbilo les mandó batir la real bandera, que traía por hasta una cruz; y a voces claras se proclamó diciendo, Viva el Rey.

Nuestro General mandoles sentar, y que les dieran refrescos. Significoles la piedad, gratitud y amor con que el Rey su Amo y Señor natural, estaba empeñado en buscarles por todos medios su bien y   —27→   alivio, deseoso de que se reunieran al gremio del catolicismo, para cuyo fin generoso había franqueado sus reales arcas; y que si posible le fuera buscarlos en persona lo haría, según el amor y caridad con que los miraba, ampliándoles todas las leyes a su favor, y llenándolos de privilegios, sin otro mérito que ser conversos, pobres, míseros y desvalidos, hasta colocarlos bajo su real protección y patronato; y por no poder emprender estas empresas personalmente, las confiaba a sus ministros. Oyeron todo con grande atención, y luego respondieron estar ciertos de todo, sin embargo de que lo contrario les habían informado, a lo que no habían querido dar crédito.

Concluida la oración, pidieron que gustarían de ver hacer el ejercicio de armas, y mandó Su Señoría se hiciera, sin fuego. Mandolo el sargento Losada, guarda mayor de almacenes, y efectuado íntegramente con todos sus movimientos, conversiones y evoluciones, quedaron estos como pasmados de verle: con lo que mandó Su Señoría se retirasen a descansar y acomodar sus bestias, y luego se les proveyó de carne y bizcocho para que cenaran. Por la noche para divertirlos se dispusieron varios fuegos y danzas, que efectuaron los partidarios con grande gusto y complacencia de todos; y concluido a la retreta, se recogieron a dormir, celebrando nuestro General la satisfacción con que los indios asistieron a la diversión.

(3 leguas). El 5, como a las 9 del día, celebrose el santo sacrificio de la misa en honor de Nuestra Señora de las Nieves, día en que también los hijos de Salta veneran el prodigioso milagro de las lágrimas. Salimos de los Algarrobos, y venimos a parar en una ensenada sobre el mismo río, donde había una ranchería despoblada, distante tres leguas de la pasada, y aquí estaban alojados don Juan Zea, y Burgueño con algunas cargas, mulas y caballos; y como sacasen el respetable cadáver del reverendo padre Sena15, se le cantó un responso por el señor Arcediano y padre Capellán, acomodando los huesos para darles competente urna. Y deseando nuestro General elegir sitio para el destacamento y poblaciones, se pasó en consorcio de los caciques, de su ayudante Sardina y del capitán de migueletes, don Juan José Acevedo, a Lacangayé; y habiendo encontrado lugar aparente y de común consenso de los indios, se regresó al nuestro real, y el día de mañana pasaremos al lugar prefijo con el favor divino.

(1 legua). El 6, después de haber celebrado el señor Arcediano el padre Lapa, que aplicó el sufragio por el finado padre Sena16, salimos de esta ensenada como a las 12 del día, y vinimos a parar en Lacangayé, o Canaganayé, que en idioma Mocobí dice Tragadora de   —28→   gentes, por la sumersión que cuentan hubo muchos años ha en estas inmediaciones, pereciendo sepultados muchos indios de ambos sexos que ocupaban una numerosa ranchería. Antes de llegar al lugar prefijo, encontramos grabada en un algarrobo, con letras claras, una inscripción, que dice: Julio a 25, año de 1774. † Aquí estuvo en este lugar el señor gobernador del Tucumán Matorras, con 196 hombres, y el comandante don Francisco Gavino Arias. Llegamos al lugar destinado, que dista del pasado tren como una legua, sin novedad considerable: de que damos incesantemente las gracias al Dios de los Ejércitos, y pedimos nos acompañe y aliente hasta la perfección de tan piadosa obra.

El 7 compareció en nuestro real el cacique Keyabirí con algunos indios de su nación, y después de haberles parlamentado Su Señoría por los intérpretes, acerca de hallarse pronto a erigir la capilla y reducción, respondió este y los suyos, prestando su consenso, pero con alguna tibieza, siendo el motivo de esta inquietud, la guerra que estos actualmente mantienen con los Abipones. Imaginando nuestro General ser estos efectos de la genial veleidad de estos bárbaros, les significó con energía y resolución, que si acaso no eran gustosos nada había perdido; que Su Señoría solo venía mandado de sus superiores a cumplirles la promesa, porque viesen que el español siempre guardaba su palabra sin los resabios y novedades que ellos; y que se volvería con la misma facilidad con que había venido, y que solo sentiría su perdición, y el tiempo inútilmente gastado en buscarlos, con tanto costo y dispendio del real haber.

Oyeron ellos esta relación con grande atención y no sin fruto; porque entonces, corriendo el velo a sus cautelosos resabios, dijeron que no habría novedad, y que Su Señoría empezase su labor cuando gustase; que si ellos callaban en muchas cosas, era porque de genio son taciturnos, y que todavía no habían perdido el miedo al español, y que poco a poco se irían entregado conforme les fuesen tratando y comunicando. Mostró Su Señoría quedar satisfecho de ellos, y les mandó trajesen sin recelo sus familias para vestirlos y darles raciones de carne; y al punto mandó poner una camisa al cacique, un uniforme y calzones; diosele sombrero y cuchillo, con otras gratificaciones para que llevara a la mujer, y les mandó matar dos reses. Vistiose a los demás, dándoles chupa, camisa, calzón, cuchillo y sombrero: con lo que se fueron a traer sus familias.

El 8, a las 5 de la tarde, cayó de la esfera un globo ígneo que causó un terrible estruendo y consternación en los indios, cuyo   —29→   estallido todos percibimos, y algunos le vieron caer en una laguna fétida y sulfúrea, que dista de nuestro real como seis leguas.

El mismo día vino el cacique Lachequitin con los principales de su ranchería; con quienes se practicó igual diligencia que con los referidos, y tras estos vino un cristiano, natural de Salta, que se apellida Ibacachi, de madura edad, cuyo nombre aun él mismo ignora, por haberlo cautivado muy pequeño. Vive enteramente connaturalizado con los gentiles, y está casado con una india Mocobí: tiene en ella algunos hijos, y enteramente olvidado del castellano, solo habla Mocobí; y conociendo en nuestra marcha algunos parientes suyos, los ha mirado con mucho cariño. Tratole Su Señoría acerca de la reducción, y está muy gustoso en recibirla y hacer cristianos a los suyos; habiendo gastado todo este día los partidarios en fabricar su cuartel, y vestir las indias y párvulos de ambos sexos.

Por la noche vino el indio Agustín Toba, de quien antes dijimos se adelantó con el padre Lapa, y habiendo corrido hasta el Río Pilcomayo, trajo la noticia de que por el día 8 ó 9 de este mes, estarían con nosotros los caciques de su nación, con los principales indios, a tratar de su reducción que la deseaban sin novedad. A cuyo fin se le dejó venir, trayéndolo el señor Arcediano de su reducción de Ledesma para este fin, como instrumento proporcionado: y efectivamente ha correspondido al concepto de su conducta.

A todo esto es digna de notarse la fineza del cacique Lachequitin, anciano Mocobí, el cual desde que salió a toparnos en el Real de los Correntinos hasta hoy, nos acompaña con mucha fineza y cariño: siendo al mismo tiempo grave y circunspecto, tan hallado con los españoles, que, abandonando su casa e hijos, no se separa de nuestro real, y cuando lo hace, pide venia a nuestro General, y tan pronto como va se vuelve. Por lo que presumimos sea este uno de los escogidos, entre tantos llamados a nuestra Santa Fe; y cuando se le avisa de las novedades de los suyos, satisface diciendo que no les hagan caso, que como muchachos son unos locos y bandoleros, pero que él los ha de reducir; con lo que tenemos en este indio no pequeña columna para el intento.

Este día también llegaron los Atalaláes como a las 4 de la tarde, pidiendo a Su Señoría los reuniese a su antigua reducción de Macapillo, ofreciéndose para trabajar en la fabrica de las capillas, con tal que se les diese carne, y de vestir. Consoló Su Señoría al ladino Estevan, aceptando su propuesta, y mandó se alojaran inmediatos a nuestro real, como lo han hecho.

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El día 9 llegó tras estos el cacique Keyabirí, con Lachepí, Nachinquin capitán, y otros 20 indios Mocobíes, trayendo sus familias, las que se mandaron vestir, y se les proveyó de carne y bizcocho.

Nuestro General ha pensado conciliar estas dos naciones con la Abipona, a fin de que subsistan estas reducciones, y aquella no padezca las irrupciones que hasta hoy. Y contemplando medio proporcionado para el premeditado fin avistarse con su cura doctrinero, ha pensado así practicarlo, cuyas resultas, y la concordia o discordia, se colocará en la parte que corresponda.

Desde el día 10 se empezaron los preparativos de adobes y cortes de madera para la construcción de la capilla y demás oficinas, dándose orden de los sujetos que habían de custodiar los ganados y mensajes; y los Atalaláes van desempeñando su promesa, sin que el 11 haya ocurrido novedad alguna, ni el día 12.

El 13 llegaron ya los Tobas, cuyos principales son, Asakairí, Kigrí, Naponarí, Cuniquirí, con 11 capitanes: y parlamentados acerca de su ratificación, dijeron no haber en ello novedad, y en cuanto al sitio para su reducción, aunque intentaron fuera en la otra banda del Río Grande, a persuasión de Su Señoría y del señor Arcediano, que les hicieron ver por el faraute los inconvenientes que tenía dicha elección, y persuadidos enteramente, eligieron por sitio un plano, cuya situación queda a la parte del poniente, a un lado del carril que hemos traído, llamado Tren de Concha, cerca de Lataruec: terreno por cierto muy adecuado, en que quedaron acordes con nuestro General, sin que el 14 ni el 15 hasta el 18 haya ocurrido novedad considerable.

El 19 hízoles Su Señoría largo parlamento, que también presenciaron los Mocobíes; en el que por exordio les significó el excesivo amor que les tenía el Todo Poderoso, que a costa de su vida y de su sangre les había facilitado su conversión, para que pudiesen por la puerta del bautismo entrar en el gremio de los fieles, en vida y en muerte, a gozar las eternas delicias de su gloria, que no han de acabarse jamás. Hízoles presente el señor Arcediano la inmortalidad del alma, las penas del infierno preparadas para los malos, y el premio de la gloria para los buenos: que bautizados serían nuestros hermanos, y de Jesucristo según la carne, quien encarnó por amor suyo y nuestro, padeciendo y muriendo en una cruz; que eran hijos de la iglesia, y por consiguiente participantes del infierno, tesoro de las gracias, indulgencias, remisiones y perdones; que bautizados se trocaban de esclavos de Satanás en hijos de Dios y herederos de su gloria.

  —31→  

Que el santo leño de la Cruz era una reliquia digna de toda así por haber muerto en ella todo un Dios humanado, cuanto por ser instrumento de nuestra redención; y que así, cuando se les grabase este madero, lo mirasen con toda reverencia.

Continuó nuestro General retratando la grandeza de nuestro Soberano, su cristiano celo, y deseo de la conversión suya; la generosidad con que para aliviarlos franqueaba sus arcas y tesoros. Y descifrados estos puntos con los más vivos colores que le dictó su prudencia y amor al Soberano, les oyeron absortos y quedaron en todo muy contentos. Abrazoles Su Señoría, el señor Arcediano y oficiales, con repetidos vivas; batiose el real estandarte; y mandó Su Señoría vistieran a los principales de uniforme, repartiéndose a todos los demás que no estaban vestidos, camisas, solapas, calzones, ponchos y sombreros, carne y bizcocho para aquel día; se les dieron en pie 4 reses.

El 20, día del glorioso San Bernardo, patrón del Chaco, enarbolose la Santa Cruz, que se bendijo por el señor Arcediano; cantose misa solemne, con asistencia de los indios referidos, y concluido el sacrificio, hízose la adoración de la Santa Cruz, que principió el señor Arcediano, vestido de capa magna, siguiendo a este el orador, que fue el reverendo padre Lapa; a este, siguió nuestro General, asociado del principal cacique; siguió el Auditor asociado con otro de los caciques, y siguiendo el propio acto el Secretario, el Mayor General de órdenes y los demás oficiales, continuó la tropa, que asistió formada haciendo sus descargas. Con lo que se concluyó esta cristiana diligencia, repicándose las campanas con universal júbilo de todos.

El 21, han facilitado los caciques camino para la ciudad de las Corrientes, que dicen distará de nuestro acampamento seis días de camino: por lo que presumimos sean 60 leguas de distancia.

Con lo que el 22 acordó nuestro General, sería conveniente que por esta vía caminase don Jaime Nadal y Guarda, mayor general de órdenes, con algunos partidarios, al traer ganados y otros efectos necesarios para el abasto de la gente, y de los indios a quienes se piensa despachar el 31 del corriente, lo que se anotará en su lugar; dando margen para esta resolución contemplar esta ciudad más inmediata, y que los ganados y demás efectos están en ella más baratos.

El 23 y siguiente nada ocurrió digno de nota.

El 25 caminó para Salta Silvestre Corro con cartas de nuestro   —32→   General, y libranzas para sacar de las cajas reales de Jujuy los 2000 pesos de residuo, para que, invertidos en ropa, cuchillos, granos y otros efectos necesarios para estas reducciones, los conduzca a este lugar. Y este mismo día se agravó al nuestro General el cólico accidente de que adolece por lo común, y en tanto grado le avanzó, que el 26 estuvo casi en los últimos períodos de la vida, y aunque le ha durado hasta hoy 28, ya ha declinado su actividad y se halla mejorado, aunque siempre en cama.

Este día, que lo es del doctor San Agustín, ejecutaron los Mocobíes dos acciones dignas de notarse: la primera, que insinuándoles la necesidad que había de gente para el acarreo de adobes y lo urgente del tiempo, sin que quedara uno, desde el cacique al más pequeño de ambos sexos, trabajaron todos en el acarreo. Concluida esta diligencia, celebró el señor Arcediano misa por la salud de nuestro General, y luego al toque de la campana todos concurrieron, inclusos los caciques, a rezar y a instruirse en la doctrina: acción que hasta hoy no habían ejecutado los mandones, porque solo mandaban a los párvulos.

El mismo día por la tarde asaltó a nuestro General el propio accidente, con tanta fuerza y rigor, que desahuciado del médico, no tenía ya aliento para formar testamento, y se contentó solo con otorgar su poder, pasando toda aquella noche en un lastimoso conflicto.

El 29 al amanecer se confesó y recibió el Viático, y no embargante de haberle desahuciado, como se mudasen los pronósticos del accidente, se halló este día algo mejorado: tratando de remitir al Superior Gobierno este diario con el competente informe por la vía de Corrientes.

El 30, día de la gloriosa Santa Rosa de Lima, Patrona de estas Indias, amaneció Su Señoría mucho mejor de sus males; por lo que el señor Arcediano cantó la misa de gracias con toda solemnidad, dándolas toda la oficialidad y concurrentes al todo Poderoso, por haber restablecido a nuestro General, que aunque se mantiene en cama, está ya tan placentero que desde allí distribuye diariamente las órdenes para el trabajo y demás fatigas, mostrando en todas sus acciones el ardiente deseo que le asiste de perfeccionar esta obra, en que se interesa el servicio de ambas Majestades.

El 31 amaneció continuando la mejoría de nuestro General,   —33→   por lo que el reverendo padre Lapa celebró el santo sacrificio con la posible solemnidad, y ejecutaron varias devotas preces, y deprecaciones con el mismo objeto que el día anterior: y este día se resolvió caminar para Corrientes el mayor general de órdenes, don Jayme Nadal y Guarda, para el mismo fin que se tenía pensado.

Nomínanse los caciques y principales mandones de todas las naciones conversas, que han pedido y piden reducción

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Por lo que debemos contar con 2000 conversos, por la menor parte.

Expresados los principios y medios de la presente reduccional expedición en esta ciudad, se continuarán en otra separada los fines y operaciones de esta campaña, que concluirán con la relación geográfica   —34→   de toda la provincia del Gran Chaco Guatamba: cerrándose aquí nuestro diario, para dar parte con este cuerpo al Superior Gobierno, a fin de que quede enterado de las ocurrentes operaciones y estado de nuestra reduccional conquista, como se hará con la segunda cuerda, cuando se hayan cumplido las superiores disposiciones. Y pará comprobante de la verídica relación de nuestro diario, va firmado de Su Señoría el señor Coronel y Comandante General, del señor Arcediano y toda la oficialidad de plana mayor, autorizado del Secretario de la expedición. En este real acampamento de Lacangayé, en 31 días del mes de agosto de 1780.

Francisco Gavino Arias.- Doctor Lorenzo Suárez de Cantillana.- Fray Antonio Lapa.- Doctor José Antonio Arias Hidalgo.- Jaime Nadal y Guarda.- José de Plazaola.- Juan Antonio Caro.- Juan Crisóstomo Sardina.- Diego Ángel Leiba.- Juan José Acevedo.- Miguel Losada.- Ante mí, Gerónimo Tomás de Matorras, secretario.





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ArribaSegunda parte


Setiembre

Queda visto como el primero de Setiembre caminó para Corrientes el Mayor General de órdenes, quedando nuestro General en cama aunque ya mejorado de sus males; pero al cerrar la noche del día primero casi fue el postrero de sus días; porque asaltándole con total violencia le puso en tal extremo, que a las nueve de la noche se confesó con gran priesa; y temiendo no alcanzar a formar su testamento, otorgó solo poder, e hizo formal nombramiento de sucesor para el caso de su fallecimiento en mí, el referido doctor Arias, que hacía de auditor de guerra, dejando a mi cuidado el desempeño de su comisión en todo lo temporal, y que en los asuntos de reducciones espirituales, procediese asociado con el señor Arcediano, como superior eclesiástico, visitador general que es de todas las reducciones, y eclesiástico interventor en esta reduccional expedición.

Encargonos a ambos, en su fatiga mayor, el desempeño de las confianzas superiores, el servicio del Rey Nuestro señor, el celo y eficacia en llevar adelante hasta su conclusión la labor de las capillas y pueblos, haciéndonos presentes cuanto se interesaba en todo el aumento y la gloria de ambas majestades.

Dispuestas sus cosas de esta suerte, como amaneciese con vida el día 2, pidió se le administrase el viático, y continuó con su fatiga hasta el día 3, en el que el médico de la expedición le desahució de todo punto, con gran conflicto nuestro y valerosa resolución del paciente, que oyó tan dura sentencia con mucha entereza.

Continuó la renitencia del accidente hasta el día 6, hasta que el día 7 amaneció mejorado, y según se ve promete la mejoría venturosos progresos.

Apenas conoció su mejoría, cuando ya comenzó a operar su aplicación, noticioso que los indios del pueblo de Macapillo se hallaban con   —36→   ánimo de desamparar su reducción, y venirse a estas de nuestro cargo; así por estar aquí su cura doctrinero, fray Antonio Lapa, y presumirse lo hayamos de dejar en alguna de estas reducciones, como por el parentesco y liga que tienen aquellos con estos indios de nuestro cargo. Deseando remediar este desgreño, dirigió Su Señoría letras al Curaca Colompotóp, cuya substancia contenía más artificios que renglones: porque le conjura por todos los respetos y leyes de la amistad, suplicando no desampare su pueblo, porque quedaría Su Señoría muy displicente con ella, sin poderle admitir en estas nuevas reducciones, donde solo tenía orden de colocar los Tobas y Mocobíes recién conversos, y no otras naciones, máxime extraviadas de sus respectivos pueblos.

Considerando al mismo tiempo no ser menos poderoso estímulo el interés en estos bárbaros, le incluyó libranza de 50 cabezas de ganado vacuno contra su mayordomo de la hacienda del Rosario, para que entretenidos el Curaca y los suyos en recibir aquel socorro gracioso y aprovecharle, se entretuviesen contentos en su pueblo, y se mantuviesen hasta que regresase su pastor, al que les prometió restituir Su Señoría, concluida su comisión; con lo que esperamos se hayan aquietado.

Desde el 8 hasta el 13 se empleó la gente partidaria en seguir la faena de adobes, cortar maderas arar, sembrar y cercar los rastrojos, que se han puesto de maíz, trigo, sandías y calabazos; y habiéndose abierto los cimientos del templo el día 12, en que ya nuestro General se hallaba en pie, colocose por la tarde la Santa Cruz en el lugar acostumbrado; y al siguiente día, en que los vecinos de Salta celebran con grandeza el triunfo de Nuestra Señora del Milagro, se bendijo la piedra angular, según las ceremonias del ritual romano, y se colocó en el lugar respectivo, siendo los padrinos nuestro General y el señor Arcediano.

Desde el 14 hasta el 30 se ha ocupado la gente toda con los indios en trabajar la iglesia, y parte de la gente partidaria en acarrear las maderas. Este día compareciendo en este real como 50 indios de la nación Chunupí, que ya quedaron amigos como se indicó en la primera parte del diario, dijeron, que deseando continuar la amistad pactada, habían venido a visitarnos desde su lejana habitación.




Octubre

El 1.º de octubre, día de Nuestra Señora del Rosario, se enarboló el real estandarte.

El 5 llegó un cacique llamado Anequelcody, con 18 grandules, 10   —37→   párvulos, 15 mujeres adultas y 7 mozas, todos cristianos de la reducción de San Pedro: hízoles presente Su Señoría lo mal que hacían en desamparar su pueblo; a que satisfacieron con decir venían de paseo a visitar a los Mocobíes de nuestro cargo, deudos suyos.

El 7 llegó el caporal Coytogoquí, Mocobí de nación, con 9 indios grandules, 59 mujeres grandes, 7 mozas y 11 párvulas, y mandó Su Señoría que distinguiendo al caporal, se vistieran todos, dándoles a las mujeres a más del vestuario, rosarios, gualcas, sortijas y agujas. Y tras estos llegaron los caciques Contoquí y Yatagayquí, Mocobíes, con 4 indios grandules, 15 mujeres entre grandes y chicas y 6 párvulos, y a todos mandó vestir Su Señoría con la debida proporción.

El 8, como a las 3 de la tarde, caminó Su Señoría con el padre Capellán, el Capitán de migueletes, y el médico para el Tren de Conchas, a elegir sitios para el pueblo, y dar disposiciones para las faenas.

El 9 llegó el cacique Goytamatí con un hijo suyo, y 10 indios grandules, 25 mujeres adultas, 7 mozas, chicas 10 con 13 muchachos, todos mocobíes que se han vestido, distinguiendo siempre al principal.

El 13 llegó el cacique Alaiquí con su familia, que se componía de 8 mujeres adultas, 2 mozas y 6 párvulos.

El 17 dio la vuelta nuestro General, trayendo la noticia de haber elegido un famoso sitio para la reducción de Tobas, enfrente de la Laguna de las Perlas, donde ha puesto el real acampamento, y deja fabricado un ramadón de 30 varas, desmontando un bosque, por donde conducir el agua para la faena de adobes.

Ha admirado Su Señoría la copia de indios que han salido allí a población, que dice excederán en número a los de este pueblo en duplicada cantidad, y que le informan los mismos, que desde muy lejos están viniendo y vendrán, pues allí no están todavía ni la tercia parte de los de su nación.

Chinchin ha venido con la noticia que su general Atecampibáp, de quien hablamos en la primera parte del diario, queda desahuciado, y que ya le contempla difunto en el día; que estando en esta situación, juntó a los suyos, y les hizo en sustancia el siguiente parlamento. «Conociendo estoy, carísimos y leales vasallos, que mi vida se acaba, y que mis días se han cumplido sin apelación. Y porque vosotros sois testigos de las paces estipuladas con el español nuestro amigo, os suplico cumpláis   —38→   sin defecto, lo que yo a nombre de vosotros prometí, porque conozco, que el cristiano nos quiere bien, y su amistad nos es muy útil. Por esto pues os encargo, os suplico y os ruego, que sin perder tiempo, alguno de vosotros con la competente escolta pase a Lacangayé, donde se halla el general Arias, y le haga presente mi infausta situación, para que no extrañe mi defecto en el caso de su regreso; y que aunque yo fallezca, dejo a vosotros los capitanes y principales mandones para que cumplan lo mismo que yo prometí en cuanto a reducción; y que en cuanto al sitio de ella, acordé después con vosotros que el elegido era perjudicial a nuestros ganados y haciendas, porque aquerenciadas en esta costa del río, removerlas a distinto país era perderlas.

»Y que supuesto que a los Tobas y Mocobíes se les ha dado en la costa del río, desde luego suplicó a nombre de todos, que a continuación de la reducción de Tobas se nos dé a nosotros, y que allí se congregaran las tres naciones unidas de Malbaláes, Chunupíes y Signipés, lo mismo que os encargo a vosotros cumpláis y guardéis; pues ya será esta la postrera vez que os mande; y porque deseo vuestro alivio, y lo he deseado siempre, quiero que hasta la muerte conozcáis la gratitud de vuestro moribundo General».

En esta virtud Chinchin y los suyos me hicieron presente todo lo acaecido, y enterado, supliqueles esperasen el regreso de nuestro General, que ya por dos horas lo esperaba, para que con Su Señoría se acordase lo conveniente.

El 19, reconociendo Su Señoría en los Mocobíes muchísimo desaliento para el trabajo, juntó a los principales de ellos, y les hizo en substancia el parlamento siguiente.

«El Rey, mi Señor natural y superior, y su Virrey de Buenos Aires, me han mandado a poneros reducción; a este fin, como ya varias veces os he dicho, han librado a vuestro favor cuantiosas cantidades de dinero; y esto para que no con otro fin que civilizaros, cristianaros y reduciros a vida racional. Y si no dejáis vuestros antiguos desórdenes, ¿con qué conciencia podré sufragaros graciosos donativos, cuando estos son condicionales, y vosotros no ponéis la condición? ¿Con qué verdad informaré a los Tribunales a vuestro favor, cuando vosotros no dais mérito para ello?».

El 23, como al mediodía, llegó el indio Quedegody, que fue acompañando al chasque que se retiró a Corrientes, quien trajo razón de haberle acompañado hasta las orillas del Río Paraguay, y que de allí, dando   —39→   avisó a la gente que estaba a la otra banda, vinieron a pasarle en una canoa. Que Portal y el indio Juan Pablo pasaron a la otra banda, y le dijeron a este los esperara dos días; que temeroso de los Abipones y de los españoles de Corrientes, se había venido luego; pero que Portal no podía ya tardar en su regreso.

No solo no se dio asenso a esta noticia, sino que imaginamos haber habido en esta alguna traición; porque casi lo propio dio por razón el mismo indio que fue acompañando al mayor general de órdenes, don Jayme Nadal y sus consocios, sin que hasta hoy se sepa cosa alguna de su éxito a la de Corrientes; sin embargo de que confiesan los indios no haber más que 60 leguas de distancia, y todo camino llano. Por lo que mandó Su Señoría se le entretuviera algunos días con arte, hasta saber la realidad por algún camino.

Y con efecto, el 25 llegó Portal, y con su dicho confirmó la realidad de cuanto el indio expuso: por lo que Su Señoría le dio las gracias de la fidelidad con que le había guiado y acompañado. Y con lo que responde el Mayor de órdenes en la suya quedamos satisfechos.

«Que ya tiene el ganado a las orillas del Paraná, y que en término de 16 días estaría con nosotros, siendo la fecha de sus cartas el 19 de octubre. Asimismo ha remitido el diario que formó a la ida del que se colige distar Corrientes de nuestro real campamento de Lacangayé 76 leguas; que lo más del camino es campo abierto, con palmares y algunos de dátiles; que no tiene más tropiezo que algunos madrejones con agua; que ha sido generalmente recibido de los indios Mocobíes de su tránsito con mucha humanidad y cariño, y en especial del cacique Amelcoy, quien le ha franqueado los auxilios convenientes, y escolta de indios para su guía, resguardo y seguridad, acompañándole también personalmente; y añade, que es un indio en quien concurren las más bellas prendas que puede tener el más noble y racional; que habiendo llegado a una laguna de alguna magnitud, pasó en una pelota de cuero hasta la otra banda.

»Y reconociendo que en la banda del río que se objetaba, había una población de españoles, hizo señas dando voces: que los habitadores quedaron sorprendidos, imaginando serían indios enemigos que venían a asaltarles; hasta que, reconociendo ser gente española, pasó uno de ellos en una canoa; que avistado con él le preguntó: ¿Qué río era aquel? ¿qué población aquella? ¿y qué lugar era donde se hallaban? Satisfizo, diciendo: que él era teniente de aquel presidio que habían puesto poco hace los correntinos para resguardo de los insultos de los Guaycurás;   —40→   que aquella fortaleza se llamaba Curupaytí17, que aquel río era el del Paraguay; que aquel lugar era el Paso de los Guaycurús; que de allí, río abajo, distaba Corrientes 10 leguas, y que por allí podía pasar todo su tráfago; cómo lo hizo, y llegó a la de Corrientes el día 13 de octubre, habiendo tardado en camino once días, a causa de esperar los indios que te habían de conducir, para lo que se detuvo cinco días en las rancherías de Amelcoy y Curupaytí».

Bien se ve cuánto sería nuestro consuelo al saber el feliz suceso de los nuestros, que ya contábamos difuntos, resultando de esta nueva expedición tantas utilidades como se irán anotando. La primera, verse descubierto este camino, que hasta hoy por cómputos matemáticos solo se conceptuaba traficable; estando tan recomendada su apertura por repetidas órdenes reales: cuya felicidad ha logrado en sus días nuestro Comandante General mediante su desvelo y aplicación, hasta haber dado tan acertada disposición, y haber encomendado su ejecución al referido Mayor de órdenes, que con su celo, actividad y talento ha desempeñado esta confianza con la pureza que se deja ver. La segunda, queda este continente todo descubierto, habitable y andable; mayormente si a continuación de esta apertura y descubrimiento se acalora su tráfico continuo con el yuvamen de un presidio de la parte de Corrientes, como lo acordó la Junta Reduccional de Propaganda, el año de 1779, y como ya lo expuse en otro lugar. La tercera, se ha descubierto que los planes y mapas antiguos erraron el concepto en cuanto al desemboque del Río Bermejo, que le figuran incorporado con el Paraná, casi en las dereceras de Corrientes, sin incorporarse con el Paraguay. Véase el que trae por cabeza la Historia Corográfica del reverendo padre Lozano, que creo fue sacado por otros iguales ejemplares, en los que se notan en este punto dos yerros notables; porque avisan los nuestros, que para llegar a Corrientes han pasado el río Paraguay 10 leguas más arriba del Paraná, sin pasar el Bermejo, que han llevado desde aquí a mano izquierda en todo el viaje; de que se infiere, que más arriba se incorpora con el Paraguay, tal vez en distancia de 20 leguas de Corrientes a la parte del poniente cuyo yerro geográfico, con otros que se notan en dicho mapa y su descripción, esperamos enmendar con la exactitud debida en la Descripción Geográfica que se dará por conclusión de este diario.




Noviembre

El 6 llegó el capitán de migueletes, don Juan José de Acevedo, de la parte del naciente, donde se le mandó con el encargo de descubrir el sitio fijo de la antigua Concepción destruida, para colocarlo con certeza en el mapa que se ha de formar en la Descripción Geográfica. Da este   —41→   por razón que la ciudad está situada a la parte del sud en un espesísimo bosque y chaguaral impenetrable; que de una laguna salen algunas acequias para el lugar de dicho pueblo, que distará de este real de Lacangayé como 30 leguas, y que todo es camino llano y andable.

Que hay muchísimos palmares y maderas útiles; que el campo es abierto, hasta allí y fertilísimo; que hay infinidad de monos de diversas layas, y entre otras una especie de micos rubios, y con tanta barba, machos y hembras, como un cabrón; y que los machos son por demás, que son negros y muy feos. De esta especie trajo una hembra con su cachorro, que llegó muerto a este real; sucediendo con la madre lo propio apenas llegó; lo que creemos proviniese del balazo que les dio al tomarlos, y de la ninguna comodidad con que los trajo.

El 12 llegó el Mayor de órdenes de la de Corrientes, con solo un indio y un peón, trayendo pliegos de Su Excelencia, y conduciendo una corta puntilla de reses para nuestro socorro; bien se ve cuánto sería nuestro consuelo al verle, y mayormente cuando, tan celoso de nuestro alivio, se había avanzado a venir por caminos peligrosos y no trillados, con tan poca seguridad. Y en verdad que llegó el socorro tan a tiempo, que ya por necesidad íbamos matando las vacas mansas de cría.

Atrás dejó 400 vacas, que conduce el inspector Plazaola con el capitán Corbalán, el partidario Burgueño y algunos peones, que esperamos lleguen en término de ocho días; pues don Jayme, caminando con las pocas reses que trajo de Corrientes, solo tardó cinco días.

El 16 salió Su Señoría con toda la oficialidad por el real campamento de las Perlas, a dar principio a la labor de la iglesia y demás oficinas, dejando concluida esta de Santiago de Lacangayé; y porque restaba poner las puertas y ventanas, dejó todos los oficiales carpinteros y algunos partidarios, que les ayudasen, a cargo del ayudante Sardina, con orden de que en concluyendo pasasen todos a la reducción segunda. También quedó el protector de indios para cuidar de las raciones y abastos de los de su, cargo, y el señor Arcediano, siguiendo su espiritual tarea con sus catecúmenos.

Y en virtud del superior orden de Su Excelencia, se les dio a entender a los indios de este pueblo que el Patrón Tutelar de él era el Glorioso Apóstol Santiago, siéndolo igualmente del pueblo de Mocobíes; y que el tutelar de este era San Bernardo, y que con este nombre titulasen desde hoy su reducción, llamándola el pueblo de San Bernardo el Vertiz, en memoria de su especial protector y patrono, el excelentísimo, señor virrey de Buenos   —42→   Aires; reservando practicar igual diligencia con el de Mocobíes, cuya patrona titular se ha pensado sea Nuestra Señora de Dolores y Santiago.

El 27 han llegado dos principales de la nación Toba: a saber, Amataquí y Coglogotí, con 17 grandules, 19 muchachos, 26 mujeres adultas, 6 mozas y 14 párvulos, que vestidos y gratificados quedan incorporados a este pueblo.

El 29 llegó el cacique Coyagayquí, su mujer y tres hijos párvulos de esta nación Toba, que se vistieron y quedaron acopiados, con otro grandul y tres párvulos más, que han llegado el 30.




Diciembre

El 1.º de diciembre llegó el indio Cotegory de nación Mocobí, a quien se vistió, y tres indios Tobas que han quedado en este pueblo; y como a las 5 de la tarde, el reverendo padre fray Francisco del Orden Seráfico, quien ha venido por agua en un barco con solos cuatro hombres; dicen haberse vuelto del camino el coronel don Adrián Cornejo. Dicho religioso intenta pasar, siguiendo su fluvial derrota, hasta la de Buenos Aires; y nuestro Comandante General ha procurado disuadirle no pase de este lugar, empleándose en esta copiosa mies con más glorioso fruto, y en servicio de ambas Majestades. Insinúa dicho padre ha dado cuenta a Su Excelencia y a su respectivo superior claustral, quienes es regular le estén esperando cuidadosos; pero Su Señoría prometió informar la causa de su detención.

Asegura dicho padre que todas las naciones de su tránsito le han recibido con mucha paz y cariño, y en especial los Mataguayos y Chunupíes, de quienes hace particular recuerdo; y queda visto no haber tropiezo para traficar este río con el copioso comercio de los efectos que produce el Paraguay, como lo tenía pensado y propuesto el coronel don Adrián Cornejo; cuyo viaje pensamos se había postergado hasta más oportuno tiempo. Sobre que mandó Su Señoría se tomara sumaria información, como se hizo.

El 16 se puso la umbralada de la puerta principal de la capilla, en cuyo frontis está esculpida la inscripción siguiente: JHS. Domus Dei est porta coeli. Año de 1780. San Bernardo el Vertiz.- Se erigió este templo por el señor coronel, comandante general, don Francisco Gavino Arias. Escrito por su secretario Matorras. Y llegaron Asitkoquí y su hermano Nayaladí con sus familias, que se componen del indio Filigoydí, 4 mujeres, 2 muchachitos y 4 chinitas, y a todos se les vistió.

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El 17 compareció el pariente de Quetaydí, nombrado Paynicorí, con los indios Paloleiquí, Socoyaní y Elegorí, a quienes igualmente se les repartió sombrero, manta, y cuchillo al primero, y a los demás manta y cuchillo.




Enero

El 11 como a las tres de la tarde, trabajando el negro herrero, José Manuel, en su fragua, saltó de ella una chipa al ramadón, que servía de vivienda a Su Señoría, de almacén al Proveedor, de cuartel a la tropa y de hospicio a todo el resto de la gente; con tal prontitud se ardió el techo que era de paja, que aunque ocurrimos todos acelerados al reparo, no pudimos atajar el incendio, que consumió seis piezas de ropa, toda la seda que había en madejas, algunos sacos de harina, maíz, arroz, y algunas armas de la tropa partidaria, entre pistolas, trabucos, fusiles y espadas, con otros muebles del General y demás habitantes en dicha pieza; pudiéndose salvar lo demás importante con el auxilio de los indios, que puntuales prestaron socorro. Sensible fue al General este suceso reiterado.

Pero más sensible le fue que de aquí pasase el incendio a la iglesia que acababa de concluir, cuyo empajado ardió del todo; y a no tener torta de barro el encañado, hubiera ardido este sin remedio, con el enmaderado; lo que no sucedió, siendo menos el perjuicio por esta causa. Pero sí pesaroso nuestro Comandante de lo acaecido, recayó el 12 de su habitual dolencia, y estuvo a riesgo de espirar según le arreciaron sus fatigas. Y este día pidió el Proveedor se tomase información del suceso, con expresión de los bienes y efectos consumidos.

El 18 pasose a la elección de alcaldes y alguacil, y de común acuerdo eligieron de primer alcalde al cacique Nalegotí, y de segundo al cacique Cuniquirí; habiendo elegido por alguacil al capitán Daasagoy, llamado Javier; cuyas elecciones confirmó Su Señoría, y por su enfermedad se hicieron con ausencia mía, del reverendo padre cura interino y capellán, fray Antonio Lapa, del protector de naturales, y Secretario de la expedición.

Y luego eligió Su Señoría (usando de las facultades de conquistador) por gobernador del pueblo al cacique Quetaydí, y por Fiscal al capitán Digití; y previniendo a cada cual su obligación, quedaron contentos, avisados y acordes, así en esto como en el nombramiento de Gobernador y Fiscal, hecho por Su Señoría; quien les advirtió que el gobernador duraba por cinco años continuos, a menos que, por causa grave, el cura, o los señores Virreyes o gobernador lo quisiesen remover, y poner otro en su lugar,   —44→   y que el fiscal, alcaldes y alguacil habían de elegirse año por año por el cura, cacique, gobernador, alcalde y alguacil electos; mandando Su Señoría que todo se sentara en un libro, para que constase en lo futuro. Y ese día se levantó rollo en la plaza.

El 20 de enero pensó Su Señoría se hiciera la colocación de esta capilla, porque con este motivo se celebrase el cumpleaños de nuestro invicto Monarca, y se sacase su real pendón; pero ya que no se pudo lograr el intento por no haberse concluido en el todo con la capilla, se bendijo por la tarde el templo, y se cantaron vísperas, sacó el estandarte el gobernador electo Quetaydí, en cuya habitación se dispuso la cámara competente en donde se colocó, y los indios principales en alternativa le custodiaban con lanzas en la mano.

Este día nos dimos a la vela en una corta canoa, tirando por el Bermejo abajo los siguientes: el señor Comandante General con los reverendos padres Capellanes, el Auditor, Mayor de órdenes, médico, y dos remeros, con un que gobernaba la tropa. Tomó Su Señoría esta resolución así por ser más breve esta vía, como por la mayor comodidad del camino, y por visitar de paso las rancherías dispersas de ambas costas, para tomar de ellas un cabal conocimiento.

Así caminamos todo el 26 y 27, y encontrando a las márgenes numerosas rancherías, como saliesen los párvulos admirados al ver la canoa, mandaba Su Señoría se les repartiera pan y bizcocho, con lo que quedaban muy complacidos. A nuestro regreso han recibido los Mocobíes a Su Señoría con muchos aparatos de regocijo.

El 28 mandó Su Señoría congregar a todos los Mocobíes para que eligieran cacique y alcaldes, precedidas las mismas circunstancias que en el pueblo primero; y congregados eligieron vitalicio al famoso Lachiriquin. De alcalde primero a Santiago Queyaberí, y de segundo a Esaé; nombrando Su Señoría de teniente de cacique a Francisco Nachinquin, a quien eligió para que sacara el estandarte el 29, que se ha dispuesto se haga la colocación de la capilla, y de Fiscal a Juan Castiquí.

Y porque (como dije) aun nos resta el viaje de Corrientes, se formará nuevo procesillo que ha de subseguirse a este; y para que se dieran fin a las presentes operaciones, propuso Su Señoría que todos juntos, y cada uno en particular, expusiese por conclusión de todo, si acaso contemplaban había cumplido Su Señoría, en todas sus partes el ligamen de su comisión; o si sabían había quedado alguna cosa que hacer, que no se hubiese hecho a beneficio de estas doctrinas. Dijo, y retirándose para que con   —45→   más libertad expusiese cada uno, estando presente el señor Arcediano toda la oficialidad, dijeron:

«Que Su Señoría había trabajado sin dispensar fatiga, mirando la labor de las capillas y pueblos con tanto desvelo y tesón y eficacia, que de ello la había resultado hallarse muchas veces accidentado casi en los brazos de la muerte. Que las capillas y demás oficinas construidas, estaban hechas a todo costo, en lo doble de las paredes, lo arreglado de los edificios, y lo labrado de las maderas, y que a justa tasación, avaluada cada capilla y sus respectivos cuartos, no descaecía del valor de seis mil pesos; y que era constante cuanto había gastado Su Señoría de su propio peculio, a fin de perfeccionar la labor comenzada. Por lo que contemplan a Su Señoría enteramente libre de reato o ligamen resultantes contra su persona y bienes; y que es cuanto tienen que exponer». Firmando Sus Señorías y demás oficiales, por ante el Secretario de la presente expedición, en este pueblo de Nuestra Señora de Dolores y Santiago de Mocobíes, países del Gran Chaco de Gualamba, en 31 de enero de 1781 años.

Francisco Gavino Arias.- Doctor Lorenzo Suárez de Cantillana.- Doctor José Antonio Arias Hidalgo.- Fray Antonio Lapa.- Jaime Nadal y Guarda.- Juan Crisóstomo Sardina.- Juan Antonio Caro.- Diego Ángel Leiba.- Miguel Losada.- Juan José Acevedo.- Ante mí, Gerónimo Tomás de Matorras, secretario.




Febrero

Sigue la segunda parte del Diario


El 1.º de febrero se colocó en la plaza el rollo, y se les dio a entender por el intérprete lo que significaba, y el fin para que se ponía. Leyéronseles una a una las constituciones formadas en el pueblo de Tobas por Su Señoría, y en presencia del señor Arcediano, del protector y demás oficiales, dijeron se conformaban con todas ellas, y que prometían su puntual observancia. Este día llegaron de Salta dos soldados que se habían venido solos y de paseo.

El 2 caminó la tropa partidaria de regreso a su presidio, llevando   —46→   los presidarios que se trajeron; y con estos regresaron los peones y gente conchabada, quedando Su Señoría con el señor Arcediano, su Auditor, Mayor de órdenes, Proveedor, Secretario, médico, y un piquete de 7 partidarios y sus esclavos; con los que regresaron, y se retiró también el protector don Juan Antonio Caro, a quien reconoció el médico de la expedición estar imposibilitado de poder viajar, por haberle postrado sus achaques.

Y porque el proveedor don Diego Ángel de Leiba es sujeto de luces, y se halla bastantemente impuesto en asuntos de reducciones, quien igualmente que el otro asistió a la pasada expedición, le nombraron Su Señorías por protector de indios para todos los actos ocurrentes, y en especial para la resolución de fundos de estas reducciones, respecto de haber concluido las operaciones de su proveeduría.

Desde el 5 hasta el 7 se ocupó la gente que había quedado, y los dos prácticos Guzmán y Núñez, en formar un barco sobre dos camas que se habían labrado, entoldándole y calafateándole, para que Su Señoría y los suyos caminasen por el Río Bermejo. Este día llegó de Salta Silvestre Corro, conduciendo pliegos y algunos muebles que se le encargaron.

El 9 congregó Su Señoría a los Mocobíes, y les exhortó a la perseverancia en su propósito; a que se portaran con juicio y amaran a sus curas doctrineros, y que los caciques principales que quisiesen venir con Su Señoría a la de Corrientes, o por tierra o por agua, para que ayudasen a conducir sus abastos, se les permitiría acompañarle.

Tomose esta resolución, así por civilizarlos, como porque tomasen conocimiento de aquella ciudad y gentes, para que en lo futuro ocurriesen con satisfacción en solicitud de sus urgencias. El Señor Arcediano resolvió caminar por tierra con los caciques que no cabían en la embarcación; por lo que Su Señoría dispuso acompañar al Señor Arcediano, los soldados que quedaron y sus esclavos conduciendo algunas cargas.

Este día, como a las cuatro de la tarde, después de bendecirse el barco, nos dimos a la vela los sujetos siguientes: el señor Comandante General, el padre Capellán, fray Francisco Morillo, el Auditor, el Mayor de órdenes, el Secretario, el Protector, el médico, el tambor, un práctico, otros dos de agua, dos remeros, una negra cocinera, el sastre, dos judíos mocobíes, el uno ladino que hacía de intérprete. Este día solo caminamos media legua, con sonda de dos y media varas, y por estar recargada la embarcación se le quitaron tres cargas de mula.

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El 10, como a las nueve del día, caminamos siguiendo el rumbo al naciente, con algunas vueltas al S y al E. Todas las márgenes de nuestro río se componían de dilatadas campañas, sin montañas que estorbasen la vista, pobladas de verdes pastos y cejas de montes, y las vegas del río admirablemente formadas y adornadas de sotos y sauces; la sonda siempre de dos y media varas. Este día caminamos 10 leguas, parando bien temprano sobre la barranca, al pie de una frondosa arboleda a la banda del S.

El 11 celebrose temprano el santo sacrificio, y al romper el día caminamos, tomando por patrona para el viaje a Nuestra Señora del Rosario. Este día caminamos 22 leguas por iguales campiñas, y la sonda de tres varas, dando el río continuas vueltas al S N y E; paramos sobre una eminente barranca a la banda del N, donde hallamos vestigios de una antigua ranchería.

El 12, bien temprano salimos de este real, que intitulamos del Gato, porque en él se nos quedó por olvido un montesino que traía Su Señoría para remitirle a Su Excelencia, por ser animalejo de extraña piel, figura y propiedades; y aunque por todos medios se procuró su hallazgo, no se pudo conseguir. Por iguales campos caminamos este día; pero como estrechase más el río, la sonda era de cuatro varas y en partes de cinco. Venimos a sestear en distancia de 10 leguas, cerca de unas rancherías de indios Tobas que están a la banda del N, cuyo caporal es Tegnocorí, de los empadronados, que con los suyos había venido a la cosecha de la algarroba.

Luego que nos sintieron, vinieron al barco, donde mandó Su Señoría se repartiera bizcocho y tabaco; y porque nos faltó la carne nos vendieron estos una oveja. Saliendo de esta sesteada, venimos a dormir en el Paso de los Guaycurúes; y todo este día por una y otra banda nos salían indios Tobas y Mocobíes a las barrancas, admirados con las canoas, y queriendo les diéramos conversación, nos gritaban que parásemos. El General, cierto de la legalidad de estos, no siendo posible parar el barco por lo eminente de las barrancas, mandaba al de la proa tirase el cable a los indios para que ellos le sujetasen; y con efecto, agarrados de él, con mucho júbilo y algazara le sujetaban. Repartíaseles bizcocho, tabaco, abalorios y yerba; dábaseles razón de nuestro viaje, y ellos muy contentos de ver al Apo, que así llaman en su idioma al superior, nos soltaban la cuerda, despidiéndose muy agradecidos.

En este día el río dio muchas vueltas al N: anduvimos 21 leguas hasta el paso referido, que le llaman de los Guaycurúes, por ser   —48→   tránsito preciso de esta nación, cuando pasa a invadir al Abipoa; y allí encontramos algunos aparejos, de los que habían dejado, y se dividían diversas sendas trilladas. La sonda de este día de nueve cuartas, y de diez por lo común

El 13 salimos de este paso al romper el día: caminamos por el rumbo del E y S, con doce cuartas de sonda. En varias partes el río forma crecidos remolinos, y una herradura o tajamar, tan grandioso y quieto que parece una mar muerta. Al cabo de las 25 leguas venimos a parar en una eminente barranca muy abundante de mosquitos (como toda esta vereda); en partes no alcanzaban sonda los remansos de este día.

El 14, junto con el día caminamos; y a la legua de haber salido se encontró a la banda del N un madrejón que se ceba del río, y presumiendo, sería el Arroyo de las Conchas, pasmos algunos sujetos a reconocerle, y hallamos que dimanaba del río. Y en distancia de 16 leguas, dando el río una vuelta hacia el E, se divide en dos brazos, uno que gira directo al naciente, en cuya puerta está acopiada gran multitud de trozos, y no lleva tanto caudal como el brazo que gira al E, cuyo giro seguimos; y al cabo de 4 leguas, venimos a parar a la banda del N, sobre una eminente barranca. Este día tuvo la sonda por lo común tres varas, y en partes seis. Las márgenes del río por una y otra banda se veían graciosamente pobladas de árboles de tajibo, laurel, canela, que llaman brava, quebracho, pacará, urundey, chalchal, mollelentisco, chirimoya, murtas de arrayán, sotos, sauces y cañas tacuaras, con otros que no pudimos conocer. Este día caminamos 21 leguas.

El 15, con la luz del día caminamos al rumbo del naciente, reconocimos que nuestro río se iba enangostando; y apresurando su movimiento y formando continuos laberintos, sin que alcanzara la sonda. Al cabo de tres leguas, sin poderlo remediar, nos hallamos en un estrecho conflicto. Dividiose el río en dos canales, la una al naciente, y por allí el río parecía precipitarse en algún despeño; el mayor trozo del agua giraba al S; y apenas se pudo sujetar el barco para que tornara esta vereda, por donde había la agua más pausada; pero dimos en un undoso y fuerte remolino, que nos estuvo dando vueltas por espacio de media hora, forcejeando a tirarnos al precipicio. Los remeros y prácticos trabajaban sin turbación contra el agua, aunque sin más fruto que no dejarse llevar; hasta que Su Señoría, invocó el patrocinio de Nuestra Señora de Itaty con una promesa, y al instante nos dio el agua paso franco.

Y antes de narrar los demás sucesos de este día, haremos una útil   —49→   y conveniente digresión. Para evadir este remanso hay dos remedios: el primero, echar por tierra aquella isleta, que es tan corta que no tiene media cuadra, y es de tierra gredosa, y luego se juntan estos brazos. El segundo es tomando aquel brazo, que dejamos referido se separa hacia el naciente, y que en distancia de 20 leguas vuelve a nuestro río. Lo que dio mérito a poner esta advertencia; aunque pudiera por tiempos escasear el agua; por lo que contemplamos más seguro el primer arbitrio, por ser copiosa esta canal.

Más abajo de esta separación, como a la media legua, vuelve el río a dividirse, formando otra isleta como de media legua, y luego se incorpora un brazo con otro. Como a las cinco leguas hace nueva división, y en este día salen 4 brazos de nuestro río al rumbo del S, pero nosotros seguimos siempre la canal más copiosa que giraba al naciente y S; y aunque con tanto desagüe pensamos nos faltara el agua, siguió la canal bien copiosa con sonda de 12 cuartas, y al cabo de las 16 horas vinimos a parar a la banda del S; habiendo experimentado tener las márgenes del río los mismos árboles que se han notado, muchas frutas silvestres, cañas de bastón, micos y monos, con mucha copia de volátiles y caza de loros, patos, papagayos, ánsares, charatas y pavas, con otras aves de las canoras, y de plumas extrañas y vistosas. Este día nos asomaron dos feroces tigres a la barranca, el uno con ademanes de furioso, y aunque se le tiró con una escopeta, no hizo movimiento.

El 16 con la aurora comenzamos a marchar, y a poco trecho salimos de los bosques a unos campos dilatados, y eminentes palmares de una y otra banda, y conforme fue aclarando el día fuimos observando que todos los brazos que se habían separado de nuestro río iban tornando a él como a su centro; y extrañando que solo el brazo primero no había vuelto (que es el mismo que dio mérito a la digresión) habiendo caminado como 10 leguas, bien cerca del mediodía le vimos incorporarse con crecida copia de raudales, por la banda del N, y en las márgenes encontramos 5 tigres juntos que habían salido a la barranca, y a poco divisamos otro por la banda del S, y al cabo de las 12 leguas veníamos a dar al mediodía en la junta de nuestro Bermejo con el famoso Río Paraguay; aquel caminando de N a S, y el nuestro de poniente a oriente; aquel cristalino, y este turbio y sanguíneo; aquel un rey coronado en su grandeza, y este un mínimo vasallo pechero y tributario suyo; pero habiendo tirado la sonda le hallamos con 9 varas de agua.

Aquí paramos a sestear, y luego como a las 3 de la tarde le pasamos, buscando la banda contraria por si tomaba cuerpo el aquilón que   —50→   estaba soplando con pausa; y habiendo caminado como 3 leguas paramos a pasar la noche en la banda del naciente.

El 17, como a la una de la mañana, reconociendo el agua muy tranquila, caminamos por la costa del naciente, y al cabo de cuatro leguas divisamos la fortaleza del Curupayety. Al llegar a ella hicieron la salva nuestros cañones, saludando la plaza, y correspondiendo, salió el Capitán de la fortaleza con algunos soldados, y haciendo a nuestro General los honores correspondientes, le introdujeron en la plaza.

Aquí paramos el 18 y 19, esperando al señor Arcediano, y los nuestros que vienen por tierra, sin tener la menor noticia de ellos.

El 20 caminamos, y a la media legua nos detuvo una fuerte marejada que nos embargó hasta las 5 de la tarde, y pasando adelante, completamos 3 leguas de navegación.

El 21, aunque con trabajo, caminamos por las costas, y venimos a parar una legua más abajo del Paraná-Miní.

El 22 atravesamos el Paraná, y tomando la banda del naciente, llegamos a Corrientes como a las cinco de la tarde, y a vista de la ciudad se enarboló la bandera y gallardetes; saludose la plaza con los cañones y tambor, y a las orillas nos recibió el señor Vicario con su clero, el Mayor de la plaza con algunos vecinos que le acompañaban. Pasamos a la iglesia matriz a rendir las gracias al autor de nuestras felicidades, y se cantó el Te Deum, con lo que nos retiramos a la casa de nuestra habitación; dando fin a nuestro itinerario que hemos firmado los concurrentes.

Francisco Gavino Arias.- Doctor José Antonio Arias Hidalgo.- Jaime Nadal y Guarda.- Antonio Gutiérrez del Castillo.- Diego Ángel Leiba.- Ante mí, Gerónimo Tomás de Matorras, secretario.







 
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