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11

Textual.

 

12

Plaza principal.

 

13

Este párrafo y el siguiente están copiados al pie de la letra de la primera edición del DIARIO DE UN TESTIGO, publicada en 1860. No sé, pues, en qué se habrán fundado algunos críticos para atribuir a recientes mudanzas y flamantes conversiones la religiosidad de que más tarde he dado iguales muestras en mis novelas El Escándalo y El Niño de la Bola. ¡Así se escribe la historia, o, por mejor decir, así se ejerce la crítica! -(N. del A. para la segunda edición.)

 

14

Textual.

 

15

Erzini es cónsul de Marruecos en Gibraltar.

 

16

No con orgullo, sino con amargura, leo, al cabo de veinte años, estos párrafos que textualmente constan en la primera edición del presente libro. Hase cumplido mi profecía, y la Internacional ha venido a dar cuerpo al peligro que yo anunciaba en 1860. ¡Quiera Dios que se cumpla también el otro pronóstico con que termina este párrafo, y que las masas populares sean rescatadas de la servidumbre de la materia por la caridad de los sacerdotes de Cristo! -(Nota de la edición de 1880.)

 

17

Nota de la segunda edición. Ya no hay por qué guardar incógnitos. Esta carta era del entonces brigadier D. Lorenzo Milans del Bosch, y los jefes de que más abajo se habla eran el conde de Cuba; el auditor D. Francisco Monteverde, hoy senador del Reino, y D. Eduardo Comas, actual secretario del gobierno militar de Madrid. Milans y el conde no existen ya. Nota de la tercera edición. También ha fallecido Monteverde.

 

18

Como el tristísimo hecho del campo de Melilla, a que se hace referencia aquí fue extraño a la campaña dirigida por O'Donnell, pues ocurrió a muchas leguas del ejército de África, no he creído ni creo conducente narrarlo en esta obra. -(Nota de la tercera edición.)

 

19

Sabido es que, al año siguiente de firmarse este tratado de paz, Muley-el-Abbas vino a España a pedir a S. M. la Reina que permutase la garantía de la ciudad de Tetuán por los rendimientos de las aduanas marroquíes, a cuyo fin serían estas intervenidas por empleados españoles, a lo cual accedió el gobierno español, por cuyas resultas nuestro ejército evacuó a Tetuán, después de padecer muchas enfermedades y privaciones durante la ocupación y haber tenido el sentimiento de ver morir del cólera al bizarro teniente general don Diego de los Ríos, que se había quedado de gobernador de aquella plaza.

Los marroquíes han cumplido fielmente sus compromisos, y todos los años ingresan en el tesoro español los rendimientos de aquellas aduanas, quedando ya muy poco que cobrar de la enorme indemnización de guerra que se obligó a pagarnos el Imperio. (Nota de la segunda edición.)

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