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ASTETE O ESTETE. Miguel -natural de Santo Domingo de la Calzada, diócesis de Calahorra. Fue uno de los primeros conquistadores que a órdenes de don Francisco Pizarro entraron a Cajamarca. Tocáronle 362 marcos de plata, y 8980 pesos de oro en el repartimiento que el 18 de junio de 1533 se hizo del caudal que reunió Atahualpa para su rescate. Astete es contado entre los 20 españoles con quienes Pizarro atacó las andas del Inca en el asalto y matanza acaecidos en aquella ciudad en noviembre de 1532. Pero mientras los demás se empeñaron en matar a los indios que cargaban las andas, Astete acometió al mismo Atahualpa quitándole la borla que tenía en la cabeza y era insignia regia.

Don Diego de Almagro al venir de Riobamba para Pachacamac con el adelantado de Guatemala don Pedro Alvarado en 1534, dejó en el valle de Chimu a Miguel Astete con el encargo de elegir el lugar donde convendría trazar una población de españoles que llegó después a fundarse por mandato de Pizarro con el nombre de Trujillo. En 1535 se hallaba Astete en el Cuzco cuando los primeros desórdenes promovidos por los hermanos de Pizarro contra Diego Almagro y por orden de este sostuvo como otros la autoridad de Hernando de Soto.

Después se avecindó Astete en Guamanga donde tuvo indios de repartimiento;   —378→   y no encontramos su nombre figurando en las guerras civiles. Sólo en 1553 suscribió una acta que se hizo en dicha ciudad manifestando la resistencia de los vecinos a ciertos mandatos de la real audiencia que no eran conformes con las leyes establecidas por lo cual habían apelado al Rey. Esta acta la formaron para motivar la expulsión del corregidor don Juan Ruiz que se hizo estando movida la población en favor de don Francisco Hernández Girón caudillo del alzamiento de 1553.

Cuando en 1557 salió de las montañas el inca Sayrí Tupac y fue traído a Lima, al pasar por Guamanga, Astete le obsequió la borla colorada que conservaba en poder desde que la quitó a Atahualpa en Cajamarca. Sayrí manifestó contento, pero fue fingido como se supo después; siendo evidente que no podía mirar con aprecio una prenda de Atahualpa, el destructor de su familia. No sabemos cuándo falleció Miguel Astete ni humos hallado más noticia de él.

ASTORGA. El doctor don Pedro -natural de Lima, colegial del Seminario de Santa Toribio. Catedrático de código y de derecho de la Real Universidad de San Marcos. Fue corregidor y justicia mayor del Cercado, y asesor de los virreyes conde de Castellar y don Melchor de Liñán.

ASTUDILLO. Don Alonso de -uno de los vecinos visibles y pudientes del Cuzco, donde fue muy estimado. En 1631 subió a tal punto su desesperación por habérsele relevado del destino de gobernador del marquesado de Oropesa, cerca de dicha ciudad, que resolvió ahorcarse, lo hizo a pesar de las reflexiones que empleó su mujer para tranquilizarlo. Aunque su familia ocultando el hecho, quiso persuadir de que había muerto de resultas de una enfermedad violenta, luego se supo la verdad del caso, y llegando al conocimiento del obispo, dispuso que fuese quemado el cadáver de Astudillo.

ATAHUALPA. Inca nacido en Quito, hijo del Emperador Huaina Cápac: su madre se llamó Pacchas y fue hija del último Rey de Quito Cacha, quien murió después de perder su reino. Antes de entrar en los sucesos de la conquista española que causaron el fin trágico de Atahualpa; desearíamos dar una ojeada sobre el principio y progresos de la monarquía de Quito; pero nos lo impide la imposibilidad de hacerlo a vista de aserciones fehacientes, que nos merecieran plena confianza. Los españoles ocupados no más que de la guerra y de la adquisición de riquezas, no se contraían a investigar los precedentes históricos de los países que iban subyugando; y despreciaron los signos materiales que a falta de escritura se conservaban en los archivos Peruanos. Destruyéndolos, renunciaron al estudio de nociones seguras que pudieran ofrecerles una instrucción, cuya importancia y utilidad estuvieron muy lejos de comprender. En medio de un oscuro laberinto no es prudente dejarse llevar por tradiciones interesadas que, después de serlo, ignoramos si se nos trasmitieron fielmente por los escritores primitivos. Las naciones todas remontándose a épocas más o menos remotas, se rinden ante un caos de incertidumbres y conjeturan que impide el conocimiento claro de cosas pasadas a inmensa distancia o de un origen, digámoslo así, inmemorial.

En cuanto a la época más cercana a la conquista hay todavía mayores embarazos; porque aquellos y otros autores no están de acuerdo en muchos puntos, y tomaron noticias apasionadas o falsas según el país en que las adquirieron cuando se hallaban muy frescas en las huellas de una sangrienta guerra intestina. En el Cuzco se referían de una manera exagerada las crueldades de Atahualpa a quien tenían par un usurpador:   —379→   en Quito todo se miraba del lado de aquel Rey hasta pretender que era hijo legítimo de Huaina-Cápac. No es de extrañarse, si también querían persuadir que este Emperador era nacido en Tomebamba cuando dicen otros que la madre nunca salió del Cuzco; y cuando él teniendo ya 20 años de edad, fue llamado por su padre Tupac-Inca Yupanqui para ejercitarlo en la guerra. Tales aseveraciones no pueden aceptarse, porque no estriban en fundamentos sólidos y están en oposición con algunos testimonios más libres de sospechas. Un escritor que no esté tocado de animosidades locales para traer de tan atrás odios ajenos de los actuales intereses de la nueva e ilustrada Asociación Americana; discreto es que prescinda de dar un timbre de evidencia a hechos muy cuestionables y rodeados de contradicciones.

Los escritores de Quito enumeran muchas batallas habidas en una guerra larga y constante con los emperadores peruanos: hablan de heroicos hechos de los caranquis y del Rey Cacba después de perdido Quito; refieren que en los momentos de la última derrota en que pereció este Monarca, los vencidos proclamaron a Pacchas por Reina; que si quedaron victoriosos en ciertos combates fue por las traiciones de muchos capitanes seducidos por los incas, y no por la pericia y valentía de sus tropas; tantas otras particularidades se cuentan que no parece bien repetirlas desde que no pueden ser admitidas como verdades comprobadas. Pocos o casi ningunos de tales sucesos se encuentran confirmados en las noticias que se trasmitían en el Cuzco con respecto a los mismos acaecimientos. La obstinación de los caranquis, sus últimos esfuerzos, se atribuyen a sólo una insurrección después de haber reconocido el poder del inca, quien les dio por tanto castigos los más cruentos y extraordinarios. ¿Nos permitiremos aceptar unos datos y desechar otros diametralmente opuestos? ¿O calificaremos de evidentes las cosas que de un lado se afirman y del otro no se mencionan? Sin perjuicio de las objeciones que merecen, queda a la sensatez y criterio de cada cual juzgar todas esas referencias que debieron su ser a un germen de odios inextinguibles en que la verdad lo mismo que las imposturas estaban impregnadas de un espíritu indudablemente apasionado.

No se nos crea inflexibles contra las tradiciones más o menos fabulosas salidas del interés que era natural tuviesen los de Quito en causa propia. Tampoco lo somos con las procedentes del Cuzco o sea del partido del Imperio representado por Huáscar, sin olvidar por esto que Garcilaso era de la sangre de los incas, que sus escritos están llenos si no de estudiadas fábulas, por lo menos de ponderaciones y glosas que se dan la mano con lo inverosímil. ¿Deberá prestarse crédito sin más que su palabra a cuanto tuvo a bien escribir? Nos fijamos en él porque sus narraciones y crónicas de acontecimientos de lejana antigüedad, casi son las únicas que han servido de luz y guía para sentar y difundir muchos hechos que no tienen más autorización que la suya. Garcilaso siempre se remite a los dichos de un pariente anciano y aun de su propia madre. Suponiendo a estos en el goce cabal de la razón y con la instrucción necesaria; ¿estarían sus relatos exentos de adiciones vulgares y de voluntariosos antojos al elevar hasta lo increíble los antecedentes de su país y las obras de sus reyes? Garcilaso amplía de por sí sus ideas en unas materias, y en otras no advierte que toca en lo ridículo al querer dar por ciertas algunas producciones redactadas por él mismo poniendo en boca de sus mayores discursos elegantes que nadie pudo haber copiado y que él escribe con tanto descanso como si un taquígrafo los hubiera estampado. ¿Y qué diremos de su inocencia al contarnos que las enormes piedras de que se formó el palacio de Tomebamba fueron conducidas desde   —380→   el Cuzco, y que se consideraban sagradas como todo lo que era de aquella cuidad Imperial? Sin embargo de lo expuesto, debemos observar que algunas narraciones de Garcilaso que no tienen mucha apariencia de veracidad, se encuentran en los libros de autores que antes que él escribieron; lo que prueba que estos acumularon cuantos informes circulaban en el Perú a poco después de la conquista y los elevaron a la categoría de verdades para sus composiciones históricas.

Apartando por el momento un asunto en que la crítica puede sostenerse con largas disertaciones, nos contraeremos ya al objeto del presente artículo.

Huaina Cápac tuvo a Atahualpa en la princesa Pacchas la cual con sus encantos llegó a dominarlo: él la quiso hasta el delirio sin abstenerse por esto de consagrar mucho afecto a otras mujeres. Y como la gente principal de Quito había sabido cautivar también su voluntad con hábil destreza y sagaz cortesanía, Huaina Cápac experimentó en su corazón el contento y regocijo que le hicieron tenerse por muy afortunado y feliz. No influía menos sobre su ánimo el excesivo amor que profesaba a su hijo Atahualpa acreedor a él por su claro entendimiento y agudo ingenio: se sabía hacer lugar empleando la mucha astucia y cautela que le eran características.

Había recibido el emperador avisos de la aparición de los españoles en las costas de Esmeraldas; y se asegura que se entregó al abatimiento, sobrecogido y presintiendo graves calamidades. Garcilaso hace mención de los vaticinios funestos con que lo confundían los augures al dar las explicaciones, todas tristes, de señales advertidas alrededor de la luna, que con la vista de un meteoro y la repetición de fuertes sacudimientos de la tierra, dieron ancho margen a infaustas predicciones. Las fundaban en la antigua tradición de que había de fracasar la monarquía peruana y ser subyugado el territorio por un poder enteramente extraño. Muy valido y aceptado corrió este anuncio llegado hasta nuestros días sin que a nadie lo haya ocurrido dudar de él. Admitirlo o tenerlo por una quimera será lo mismo, si no hay pruebas o seguridades para decidir que su evidencia se halla fuera del alcance de cualquiera impugnación. Está dicho y repetido por el órgano de muchas plumas que Huaina Cápac ordenó a los magnates del Imperio que reconociesen el señorío de los que habían de poseer el país y establecer mejor gobierno que el suyo y con leyes superiores y ventajosas. Al afirmarlo Garcilaso pone en boca del emperador las siguientes palabras «... Muchos años ha que por revelación de nuestro Padre el Sol tenemos, que pasados doce reyes de sus hijos, vendrá gente nueva y no conocida en estas partes, y ganará y sujetará a su Imperio todos nuestros reinos y otros muchos: yo me sospecho que serán de los que sabemos que han andado por la costa de nuestro mar: será gente valerosa que en todo os hará ventaja. También sabemos que se cumple en mí el número de los doce incas. Certifícoos que pocos años después que yo me haya ido de vosotros, vendrá aquella gente nueva, y cumplirá lo que nuestro Padre el Sol nos ha dicho, y ganará nuestro Imperio, y serán señores de él. Yo os mando que les obedezcáis y sirváis como a hombres que en todo os harán ventaja; que su ley será mejor que la nuestra, y sus armas poderosas e invencibles más que las vuestras».

Parece muy extraño, y hasta fantástico que el Emperador tomase al morir semejante resolución, la cual habría de dar por resultado final la pérdida de la independencia, autorizado como quedaba el pueblo peruano para dar por acabada la dinastía de sus reyes naturales: en una palabra destruida por orden de aquel cuyo absolutismo no debiera llegar a   —381→   ese extremo. Haciendo uso de nuestra libertad para dudar de una transgresión de tanto bulto, y de todo lo que tengamos por repugnante a falta de testimonios fehacientes, opinamos que todo aquello más que visos de verdad tiene el color de una fábula sostenida por la misma desgracia de los indios y fomentada con interés por los conquistadores; estos para fundar un título al dominio del Perú, que aparecía cedido por su propio monarca; aquellos con la mira de lisonjear a sus nuevos dueños para estar en su gracia y merecerles consideraciones; acaso también por disculparse de no haber opuesto una brava y tenaz resistencia a los invasores.

No aplicamos estas conjeturas, o sean sospechas fundadas, a la resolución del Emperador de dividir el Imperio declarando rey de Quito a Atahualpa, porque acerca de este hecho hay conformidad en las tradiciones de Quito y del Cuzco, y en los escritos de los autores que nos lo han trasmitido exceptuando al cronista oficial don Antonio Herrera de cuyos asertos trataremos más adelante. Huaina Cápac se propuso dar un testimonio del vivo afecto que tenía a ese hijo, y si se quiere de la atención y respeto que le merecieran los derechos de su madre. A la muerte del Emperador una novedad de tanta trascendencia preciso fue abriera campo a grandes alteraciones. Atahualpa entendía ser heredero del reino de Quito comprendiendo en él todas las provincias que Tupac Inca Yupanqui anexó al Imperio antes de las conquistas de Huaina Cápac; quien no fijaría clara y expresamente los linderos de ambos estados, desde que ningún escritor hace memoria de ello. Huáscar que se conformó, según dicen, con la voluntad de su padre, luego que éste faltó y se vio excitado por la opinión general que en el Cuzco reprobaba la desmembración del Imperio, ya la contempló injusta e intolerable, y puso en acción cuantos resortes pudo manejar contra el poder que Atahualpa acababa de adquirir. Razones no le faltaron para cohonestar su inconsecuencia, si la hubo; y razones de gran peso surgieron desde luego para que se calificase de nulo y ominoso lo determinado por el Emperador.

La frontera de Quito había sido el confín de la provincia, de Puruhá (Riobamba) bien que antes de Tupac Inca Yupanqui no pertenecían al Imperio peruano diferentes provincias situadas más al medio día de aquella. Pero debe advertirse que tampoco fueron parte integrante del reino de Quito, sino sus aliadas y confederadas; así era que el Rey no les daba mandatarios y se gobernaban por sí eligiéndolos a su propio arbitrio. Tupac Inca Yupanqui no conquistó ni venció a dichas provincias; ellas a sus primeras invitaciones lo admitieron de Soberano; y este hecho nacido entonces de su libre y espontánea voluntad lo ratificaron solemnemente negándose después a ser parte del nuevo reino. Prestaron espontáneo apoyo a la causa e intereses de Huáscar distinguiéndose más que todas, la provincia del Cañar (Cuenca) en su ardoroso entusiasmo por el gobierno de los incas. Esta decisión sincera se había fortalecido por la gratitud que sus hijos tributaban a los beneficios inmensos que habían recibido de Tupac inca Yupanqui, porque él levantó y enriqueció el soberbio palacio de Tomebamba, hizo suntuosos edificios, construyó puentes, abrió caminos y acequias, engrandeciendo el país de muchas maneras y prodigándole ventajas que nunca habían recibido ni imaginado. De la otra parte se atribuyó a la seducción y a insidiosos manejos de los del Cuzco, lo que era efecto de convencimiento, porque los cañaris toman habilidad y despejo para discernir que a su bienestar convenía depender del imperio; y así apenas se encendió la lucha armada entre los dos hermanos, aquellos sosteniendo sus derechos hicieron esfuerzos unánimes y prodigiosos que no es posible se debieran a sugestiones ajenas. Después de haber quedado victorioso el ejército de Huáscar,   —382→   teniendo prisionero al mismo Atahualpa según se refiere, (añadiendo la ficción de que logró fugar convertido en culebra), y cuando más tarde la suerte de las armas vino a ser adversa a los cañaris y al imperio, fueron ellos víctimas de horribles venganzas, de castigos apenas creíbles por la crueldad que les dio un carácter de exterminio. Sobre este particular un escritor contemporáneo el doctor Covallos, dice: «Atahualpa entró en la ciudad (Tomebamba) a fuego y sangre, sin perdonar ancianos, ni niños ni mujeres, y en el delirio de su furor, exaltada la venganza con la memoria de la prisión en que había estado y de la resistencia opuesta por un pueblo rebelde y traidor, la llevó hasta con los hermosos monumentos que la embellecían, pues mandó que los destruyesen sin dejar piedra sobre piedra».

Esto guarda conformidad con lo que refiere Sarmiento, agregando pormenores que reagravan tan horribles hechos. El rey vencedor sometió en breve el territorio del norte del Perú hasta Cajamarca por medio de las tropas que envió al efecto con distintas direcciones.

Cuéntase que un fuerte ejército venido posteriormente del Cuzco fue destrozado en Huamachuco por las valerosas huestes de Atahualpa quien hizo degollar su hermano paterno Guanca Auqui que lo capitaneaba. Los cronistas españoles no han escrito en especial de esta batalla, y Prescott el que más indagaciones hizo y más autores cita, pasa también en silencio tan remarcable suceso.

Parécenos que la invasión de las tropas de Atahualpa y su entrada y triunfo en Huamachuco no concuerdan con las protestas de paz que se asegura hacían los de Quito, y que esos hechos de alta consecuencia se avinieran mal con la descuidada confianza que se dice hubo en el Cuzco donde se creyó en las seguridades y promesas de avenimiento fraternal hechas por aquel Rey.

La difusión de Garcilaso al referir los acontecimientos de aquella época no nos permite transcribir íntegramente las relaciones contenidas en la primera parte de sus comentarios reales. Las escribiremos en compendio tomando con fidelidad lo más sustancial de sus asertos y copiando el texto en lo indispensable.

Cuenta que muerto Huaina Cápac sus dos hijos reinaron cuatro o cinco años en quieta posesión; pero que

«como el reinar no sepa sufrir igual ni segundo, dio Huáscar en imaginar que había hecho mal en consentir lo que su padre le mandó acerca del reino de Quito, porque además de quitar y enajenar de su imperio un reino tan principal, vio que con él quedaba atajado para no poder pasar adelante en sus conquistas; las cuales quedaban abiertas y dispuestas para que su hermano las hiciese y aumentase su reino; de manera que podía venir a ser mayor que el suyo, y que él, habiendo de ser monarca, como lo significa el nombre Cápac Inca, que es solo Señor, vendría por tiempo a tener otro igual, y quizá superior, y que según su hermano era ambicioso e inquieto de ánimo, podría, viéndose poderoso, aspirar a quitarle el imperio. Estas imaginaciones fueron creciendo de día en día más y más, y causaron en el pecho de Huáscar Inca tanta congoja, que no pudiéndola sufrir envió un pariente suyo por mensajero a su hermano Atahualpa, diciendo que bien sabía que por antigua constitución del primer Inca Manco Cápac, guardada por todos sus descendientes, el reino de Quito y todas las demás provincias que con él poseía, eran de la Corona e imperio del Cuzco; y que haber concedido lo que su padre le mandó más había sido forzosa obediencia que rectitud de justicia, porque era en daño de la corona, y perjuicio de sus sucesores de ella, por lo cual ni su padre lo debía mandar; ni él estaba obligado a lo cumplir.   —383→   Empero que ya que su padre lo había mandado, y él lo había consentido, holgaba pasar por ello, con dos condiciones. La una, que no había de aumentar un palmo de tierra a su reino, porque todo lo que estaba por ganar era del imperio. Y la otra, que ante todas cosas le había de reconocer vasallaje y ser su feudatario.

»Este recaudo recibió Atahualpa con toda la sumisión y humildad que pudo fingir, y dende a tres días, habiendo mirado lo que le convenía, respondió con mucha sagacidad, astucia y cautela, diciendo que siempre en su corazón había reconocido y reconocía vasallo al Cápac Inca su señor; y que no solamente no aumentaría cosa alguna en el reino de Quito, mas que si su majestad gustaba dello se desposeería del, y se lo renunciaría, y viviría privadamente en su corte como cualquiera de sus deudos, sirviéndole en paz y en guerra como debía a su príncipe y señor en todo lo que le mandase. La respuesta de Atahualpa envió el mensajero del Inca por la posta. como le fue ordenado, y él se quedó en la corte de Atahualpa para replicar y responder lo que el Inca enviase a mandar. El cual recibió con mucho contento la respuesta, y replicó diciendo que holgaba grandemente que su hermano poseyese lo que su padre le había dejado, y que de nuevo se lo confirmaba con que dentro de tal término fuese al Cuzco a darle la obediencia y hacerle el pleito homenaje que debía de fidelidad y lealtad. Atahualpa respondió que era mucha felicidad para él saber la voluntad del Inca para cumplirla, que él iría dentro del plazo señalado a dar su obediencia; y que para que la jura se hiciese con más solemnidad y más cumplidamente, suplicaba a su majestad le diese licencia para que todas las provincias de su estado fuesen juntamente con él a celebrar en la ciudad del Cuzco las obsequias del Inca Huayna Cápac su padre, conforme a la usanza del reino de Quitu y de las otras provincias; que cumplida aquella solemnidad harían la jura él y sus vasallos juntamente. Huáscar Inca concedió todo lo que su hermano le pidió, y dijo que a su voluntad ordenase todo lo que para las obsequias de su padre quisiese, que él holgaba mucho se hiciesen en su tierra conforme a la costumbre ajena, y que fuese al Cuzco cuando bien le estuviese. Con esto quedaron ambos hermanos muy contentos, el uno muy ajeno de imaginar la máquina y traición que contra él se armaba para quitarle la vida y el imperio, y el otro muy diligente y cauteloso, metido en el mayor golfo della, para no dejarlo gozar de lo uno ni de lo otro».

(Capítulo 31.)                


Tenemos que oír al licenciado Sarmiento el cual diciendo que recogió datos de contemporáneos trata de una batalla en que hubo una espantosa mortandad, y que él mismo recorrió el campo y lo vio tan cubierto de huesos que parecía increíble hubiese podido acaecer una mortandad semejante. Este dato no está de acuerdo con esos años de paz y quietud de que habla Garcilaso; autor que pasa de ligero, y aun considera de poca significación los hechos de armas de entonces, asegurando «ocurrieron entre las guarniciones de los confines de ambos Estados», añade que la prisión de Atahualpa «fue novela que él mismo inventó». La gran batalla recordada por Sarmiento cerca de Ambato debió ser precisamente antes de la destrucción de Tomebamba. Cevallos afirma no haber en Ambato la osamenta indicada, sino en Mocha. Así pues la paz que cita Garcilaso sería posterior, lo mismo que la embajada de que habla Prescott en que Huáscar «reconvino al hermano por su ambición exigiéndole le hiciera pleito homenaje por su reino de Quito». Sigue el mismo Prescott: «Esto es según algunos escritores, según otros parece que la causa de la disputa consistió en que Huáscar reclamó el territorio de   —384→   Tomebamba que poseía su hermano como parte de su herencia paterna. Importa poco cuál fuese el motivo ostensible de la disputa entre personas colocadas en tan falsa posición que tarde o temprano la lucha entre ellas era inevitable».

Garcilaso en su narración dice haber dispuesto Atahualpa marchase al Cuzco con las armas en secreto, un ejército numeroso dividido en cuerpos que se siguiesen unos a otros escalonados a corta distancia, y observando el mayor disimulo. Que al acercarse, acortasen camino para que las divisiones subsiguientes fueran reuniéndose, y que después doblasen las jornadas y acometiesen a la ciudad y al Inca sin tardanza. Huáscar no abrigó sospecha alguna, y antes mandó se franqueasen en tan largo tránsito los auxilios necesarios; mas cuando recibió anuncios del verdadero objeto que esas columnas llevaban era tarde para prepararse a la guerra. Grande fue el conflicto, estrecho el tiempo para disponer la defensa, y el desprevenido Huáscar aprovechó momentos para juntar hasta donde le fue posible la fuerza que desde luego no era capaz de competir con el aguerrido ejército que llevaba la misión de destronarlo. Mandábanlo dos hombres afamados por sus crueldades: Challcuchima tío de Atahualpa y Quizquiz, capitanes tan astutos y valerosos como entendidos en la milicia, los cuales llenaron su cometido según se vera, sin encontrar ningún rival que les hiciera competencia, porque a Huáscar faltaban caudillos de armas capaces para habérselas con ellos.

El ejército de Quito pasó sin dificultad el Apurímac y continuó, ya descubierto y como enemigo declarado, hasta que encontró en las inmediaciones del Cuzco las fuerzas de que Huáscar disponía y que no hubo tiempo por las distancias para que recibieran el aumento que se esperaba de la parte de Collasuyu. Empeñose una sangrienta batalla que duró todo un día. Los de Atahualpa obtuvieron el triunfo y tan completo que tomaron a Huáscar al desbaratarle sus últimas tropas; las que le acompañaban en la retirada o más bien huida que emprendió. Quedaron prisioneros los curacas, capitanes y personas notables que sobrevivieron a tan espantosa lucha.

Pasando a las crueldades con que Atahualpa abusó de la victoria, asegura el historiador que circuló providencia para que se congregasen en el Cuzco todos los incas de la familia real y los funcionarios y notables que ejercían autoridad, anunciando que era para restablecer a su hermano en el trono y arreglar las bases de inteligencia que conciliarían la paz futura de ambos soberanos y sus Estados. Y que una vez reunidos con excepción de los ausentes a mucha distancia, Atahualpa envió orden para que los matasen con diferente género de tormentos, los cuales se aplicaron sin misericordia. Continúa sobre este punto dando razón del modo como murieron los numerosos hijos de Huaina Cápac, sus tíos, sus sobrinos y parientes de todos grados legítimos y bastardos; y agrega que los ejecutores de tan horrorosa matanza hicieron que Huáscar la presenciase llevándolo con las manos atadas atrás y una soga al cuello etc. Asegura que entretanto, Atahualpa permanecía en Jauja de donde no se atrevió a pasar, y que no hizo morir por entonces a su infortunado hermano porque lo necesitaba para el caso de ocurrir alguna conmoción que por medio de sus mandatos fuera fácil contener, apaciguando las provincias y volviéndolas a la obediencia.

Escribe largamente cuando cuenta las crueldades que luego se ejercitaron matando con variadas invenciones a las mujeres y niños y hasta a los criados de la casa real. Viste sus narraciones con pormenores tan odiosos y horripilantes que causan tedio y provocan al que lee a dudar   —385→   de sus aserciones, o por lo menos a tenerlas por muy exageradas. Los historiadores que precedieron a Garcilaso sin oponerse a la dureza de los castigos y a las rencorosas venganzas del vencedor, pasan en silencio unos detalles que a ser evidentes no los habrían omitido en desdoro de Atahualpa, porque ellos eran partidarios, y algunos cómplices de Pizarro, quien se hizo juez de las acciones de ese soberano. Y si Garcilaso amigo de copiar lo escrito por otros, no lo hace al referir las ponderadas crueldades, es porque no pudo apoyarse en el testimonio del padre Valera, Cieza de León, Zárate el Palentino y Gomara, a los que siempre cita sobre otras materias. Ni éstos, ni Xeréz, Oviedo, Sarmiento, ni Pedro Pizarro se ocuparon de las crueldades que tanto se esmeró en relatar el historiador Inca. Verdad es que las sangrientas venganzas de Tomebamba dan campo a creer lo que quiera decirse de Atahualpa; y también lo es que uno de sus más apasionados, el padre Velasco, lo disculpa en frases poco dignas que obligaron a Prescott a expresarse así: «Ninguno de los apologistas de Atahualpa se atreve a tanto como el padre Velasco, que en el entusiasmo de su lealtad póstuma al monarca de Quito, llega a considerar la matanza de los cañaris como un castigo muy justo de sus delitos». Estas son sus palabras: «si los autores de que acabo de hablar se hubieran visto en las mismas circunstancias de Atahualpa, y hubieran sufrido tantas ofensas y traiciones, no creo que hubieran obrado de otra manera». Hist. de Quito, tom. I, pág. 253.

Desde que se creó la monarquía de los incas el orden inalterable de la sucesión al trono había sido que el emperador tuviese por legítima consorte a su hermana mayor, para que el varón primogénito heredase la suprema potestad por ambos lados paterno y materno. Podía el soberano según las leyes, afirmadas con la sanción de los tiempos, tener cuantas concubinas quisiese; pero en lo que hace al derecho de reinar, jamás se vieron casos que lo invirtieran, ni aun se había ofrecido duda que lo hiciese cuestionable. Una nación tan ceñida a sus costumbres, no era posible que dócilmente admitiera un trastorno en las bases fundamentales que la constituían. Y así el voto general que tenía su apoyo en lo sagrado y permanente de aquel principio, no pudo menos que mirar en la violación de él un hecho nulo y atentatorio; la división del imperio se había sancionado por el mismo que era su cabeza y contra los indisputables derechos de su legítimo heredero. Creíase que para aceptarla tampoco tuviera potestad Huáscar con grave mengua y detrimento de sus sucesores; siendo de esperarse que después sobrevinieran nuevas divisiones que desmembrasen un estado compacto y floreciente cuya prosperidad y fortaleza habrían de desaparecer por resultado de contiendas civiles que turbasen la paz.

El sistema establecido y con hondas raíces, se consideraba divino porque las leyes de los anteriores incas, sus derechos, sus actos todos, en el sentir de la nación entera procedían de la voluntad del Sol su Padre, y este influjo mágico dominando los corazones desde remota antigüedad, venía a ser también un deber religioso; porque se admitía como verdad dogmática el origen sobrenatural del insigne y feliz fundador del imperio. No es pues de extrañar que en esta fe viviesen tantas provincias habituadas al yugo de sus señores, aunque no la abrigasen en igual grado algunos pueblos del reino de Quito incorporados a la vieja monarquía peruana poco tiempo antes de su caída.

En cuanto a las conquistas de los incas, juzgándolas no según los fundamentos que las hacían valederas en los tiempos en que la fuerza las sostenía y las propagandas religiosas las autorizaban; ellas fueron dignas de aprobarse con aplauso porque la ambición las operaba en íntima   —386→   alianza con los intereses de la humanidad. Su misión civilizadora consistía en someter tribus más o menos ignorantes o salvajes; y lo hacían atrayéndolas y convenciéndolas sin usar de la fuerza de las armas que se reservaba para el último caso. Desviábanlas de bárbaros instintos, las obligaban a abolir los ídolos materiales, rendir culto a una deidad más digna de la buena razón, y a creer todavía en la existencia de otra superior; porque llegaron a penetrar que un Dios invisible regía el Universo gobernando al mismo Sol. Los emperadores con sus atinadas máximas hacían más practicables las reducciones, planteaban sanas costumbres, extinguían el hábito detestable de alimentarse con carne humana, perseguían a sangre y fuego la sodomía, y combatían el ocio llegando al extremo de imponer tributo en piojos librando de la inmundicia a las muchedumbres desdichadas que subyugaban para protegerlas y sociabilizarlas. Si la provincia de Quito no se encontraba en estas deplorables circunstancias por su ventajoso estado de cultura, si algunas como las de Puruhá cañaris etc. estaban exentas de aquellos hábitos abominables, cierto es que en otras del vasto territorio que llevó más tarde la denominación de ese reino, estaban reunidas las circunstancias tristes y desgraciadas que hemos recordado. La ferocidad y depravación de sus costumbres nunca domadas ni corregidas por la civilización de Quito; sólo pudieron extirparse por el formidable poder de los incas. La ambición implacable de estos a extender sus dominios, merecía perdonarse en vano se diga que las tribus en que se empleó el rigor eran libres; porque su licenciosidad y barbarie dañaban al género humano, y sus régulos jamás las hubieran sacado de las tinieblas y degradación en que se hallaban sumergidas. Muchas de las provincias del Alto y Bajo Perú estuvieron en casos idénticos cuando los anteriores monarcas del Cuzco les dieron nueva vida por el influjo del ejemplo o por la fuerza de las armas.

No teniendo Huaina Cápac descendencia en su hermana mayor Pillcu Huaco, casó con la segunda hermana Raba Ocllo, como era de ley y costumbre, y después con Mama Runtu su prima hermana. Dice Garcilaso «que el rey Tupac Inca Yupanqui y los de su consejo ordenaron que estas dos fuesen legítimas mujeres tenidas por reinas como la primera, cuyos hijos sucediesen por su orden en la herencia del reino. Hicieron esta prevención por la esterilidad de la primera que los escandalizó mucho y el tercer casamiento fue con la prima hermana porque no tuvo Huaina Cápac hermana tercera legítima de padre y madre y por falta de ella se la dieron por mujer, que después de sus hermanas, era la más propincua al árbol real. De Raba Ocllo tuvo a Huáscar Inca, cuyo verdadero nombre fue Inti Cusi Huallpa».

La ambición sin medida ni freno que dominaba el ánimo de Atahualpa no satisfecho con el reino de Quito después de haber sojuzgado y castigado a los cañaris, sin duda lo condujo a la usurpación del Perú entero, porque considerándose muy superior al hermano, se le hacía insufrible el mayor poder y esplendor de éste y de su trono. Atormentole la envidia y lo que es más el carecer de derecho, porque aun siendo hijo de la princesa del reino de Quito, su procedencia era tachable y las leyes peruanas vedaban en lo absoluto que reinara sobreponiéndose a los llamados a heredar legítimamente el trono. Esa ambición suplantaba al derecho, y la usurpación emprendida a mano armada, se apoderaba de diferentes provincias hasta Cajamarca: ella misma impulsó sus ejércitos hasta el Cuzco, y dictó las fatales órdenes que produjeron al Perú su desquiciamiento y completa ruina.

Se expresa el historiador del Cuzco en el capítulo 36 de la parte primera de sus comentarios, según aparece de la copia siguiente:

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«Antes que pasemos adelante será razón que digamos la causa que movió a Atahualpa a hacer las crueldades que hizo en los de su linaje; para lo cual es de saber, que por los estatutos y fueros de aquel reino, usados e inviolablemente guardados desde el primer Inca Manco Cápac hasta el gran Huaina Cápac, Atahualpa su hijo, no solamente no podía heredar el reino de Quitu, porque todo lo que se ganaba era de la corona imperial, mas antes era incapaz para poseer el reino de el Cuzco, porque para lo heredar había de ser hijo de la legítima mujer, la cual, como se ha visto, había de ser hermana del rey, porque le perteneciese la herencia del reino, tanto por la madre como por el padre; faltando lo cual había de ser el rey, por lo menos legítimo en la sangre real, hijo de Palla, que fuese limpia de sangre alienígena, los cuales hijos tenían por capaces de la herencia del reino; pero de los de sangre mezclada no hacían tanto caudal, a lo menos para succeder en el imperio, ni aun para imaginarlo. Viendo pues Atahualpa que le faltaban todos los requisitos necesarios para ser Inca, porque ni era hijo de la Coya, que es la reina, ni de Palla, que es mujer de la sangre real, porque su madre era natural de Quitu, ni aquel reino se podía desmembrar del imperio, le pareció quitar los inconvenientes que el tiempo adelante podían suceder en su reinado tan violento; porque temió que sosegadas las guerras presentes había de reclamar todo el imperio, y de común consentimiento pedir un Inca que tuviese las partes dichas, y elegirlo y levantarlo ellos de suyo; lo cual no podía estorbar Atahualpa, porque lo tenían fundado los indios en su idolatría y vana religión, por la predicación y enseñanza que les hizo el primer Inca Manco Cápac, y por la observancia y ejemplo de todos sus descendientes. Por todo lo cual, no hallando mejor medio, se acogió a la crueldad y destruición de toda la sangre real, no solamente de la que podía tener derecho a la sucesión del imperio, que eran los legítimos en sangre, mas también de toda la damas que era incapaz a la herencia, como la suya, porque no hiciese alguno de ellos lo que él hizo, pues con su mal ejemplo les abría la puerta a todos ellos».


Parece propio de la sana razón no dejar pasar por completo las relaciones de Garcilaso en ciertas materias que se prestan no poco a la desconfianza. Ha sucedido con sus producciones lo que no es fácil ni frecuente se advierta con las de los escritores en general: que hayan corrido sin objeciones por dilatados años. Mas el laborioso Prescott sin seguir las huellas de los autores que han repetido las aseveraciones de Garcilaso sin desviarse de ellas, no se conforma con una de sus más prolijas narraciones, y juzgándola quimérica pregunta ¿qué fin llevaría Atahualpa en dar extensión tan increíble y superflua a la mortandad de todos los parientes de Huáscar, de las mujeres, de los niños, de los curacas y capitanes y hasta de los criados de la casa real? La repulsa merece oírse porque tan general crueldad carecía de objeto, y se ejercitaba en crecido número de mujeres, niños y personas que en nada habían ofendido a Atahualpa ni podían dañarlo después. Como adversarios de cuentos novelescos o improbables que afean la historia, estamos por disminuir esas atrocidades abultadas a tanto extremo, sin negar que habría muchas y bárbaras venganzas.

Queriendo Prescott tomar a Garcilaso en una contradicción respecto de la gran matanza de los descendientes de Huaina Cápac, cita el capítulo 40 de los comentarios en que aquel refiera que el año de 1603 había 567 personas de la raza real que solicitaban no pagar tributo y que se les guardasen algunas exenciones. Pero en cuanto a esto no es de silenciar que Garcilaso habla de descendientes de los doce Reyes que tuvo el   —388→   Perú y forma esa suma puntualizando los que existían de cada uno. No hay por qué extrañarlo habiendo tenido dichos monarcas muy crecido número de hijos en sus muchas concubinas. Y mientras que de unos pone cincuenta, de otros sesenta etc., sólo aparecen nombrados diez y ocho procedentes de Tupac Inca Yupanqui y veintidós de Huaina Cápac quien según dicen los más de los cronistas llegó a contar doscientos hijos, sin faltar quien asegure que fueron más. Garcilaso tuvo a la vista los árboles de ascendencia que aquellos solicitantes exhibieron pintados en tafetán blanco con los nombres de todos. Así pues el argumento carece de la fuerza que pretende darle Prescott; aunque el historiador Inca hubiese exagerado la relación de los asesinatos, no está bien buscar el extremo opuesto como hace Prescott al calificar absolutamente de cuento las matanzas ponderadas desde luego con exceso y marcado objeto por el referido escritor. Nada importa a nuestro modo de ver que Oviedo dijera que Guaina Cápac dejó cien hijos y que la mayor parte de ellos vivían en su tiempo. Puede ser que los confundiese y mezclase con muchos de los descendientes de los otros reyes, o que recibiese con inexactitud una noticia, que no por transmitirla Oviedo debe creerse evidente, siendo así que este autor redujo a la mitad el número de los hijos de Guaina Cápac.

Intencionalmente hemos cuidado hasta aquí de no referirnos al cronista don Antonio Herrera, porque en vez de hallar en él la luz apetecida para expedirnos con tino en algunas cuestiones, citándolo, nos habríamos visto más perplejos al tratar diferentes puntos erizados de dificultades. Escritor diestro y sensato, en posesión de los archivos y de selectos documentos, es conductor más seguro que otros para el estudio de muchos sucesos; pero al historiar sobre Guaina Cápac y sus hijos no sólo desacierta sino que contradiciéndose a veces, oscurece más las dudas y las enmaraña inutilizando los esfuerzos de una diligente investigación.

Los más de los autores que le precedieron nos dicen que Guaina Cápac dividió el imperio erigiendo la monarquía de Quito para Atahualpa, y Herrera como si estuviera de acuerdo con ellos al tocar por primera vez este punto, lo hace de la manera siguiente: (Década 4.ª lib. 7, cap. II.) «Tenía la isla de la Puna más de doce mil habitantes sujetos a los ingas, y en la división que Guaina Cápac Upangi hizo del Estado entre sus dos hijos Huáscar y Atahualpa, ésta Isla cupo a Huáscar, rey del Cuzco; pero pretendió Atahualpa el señorío, porque siendo señor de Thito, que decimos Quito, no podía pasar sin ella, por la sal que en la Punta se labra, que se navegaba en canoas y balsas, hasta Chimbo, por el río arriba, con la creciente de la mar, y allí iban por ella los vasallos de Atahualpa, sin poderla haber de otra parte, y era grande incomodidad para ellos ir a buscarla en ajeno señorío; por lo cual, y por ser la Puna el final término del linaje de Huáscar, y porque recibían agravio de su Inga, y habían sido maltratados de los orejones y mitimaes, soldados de los ingas, como siempre los descontentos desean mudanza de gobierno, sin mirar a inconvenientes, y porque parecía a Tomalá, que perdía mucho, si no contrataba con los de Quito, y con Atahualpa, le dio audiencia etc.»

En otro capít., el 17 lib. 3.º de la 5.ª década, refiere que viéndose Huaina Cápac cercano a su fin mandó llamar a los principales del ejército y les rogó que amasen y obedeciesen a su verdadero hijo heredero Huáscar, disponiendo fuese su ayo y gobernador su tío Collatopa hasta que más edad tuviese. Huáscar, muerto Huaina Cápac, se posesionó de la suprema autoridad y fue reconocido por monarca; y aunque reclamó las mujeres y riquezas de su padre y ordenó que el ejército volviese al   —389→   Cuzco, sus mandatos no tuvieron efecto. Atahualpa consiguió que los principales capitanes desobedeciesen al Emperador y quedasen con él, favoreciendo la usurpación que al principio se limitó al reino de Quito. Aquellos no se prometían tener en el Cuzco las ventajas de que los colmaba Atahualpa, al cual proclamaron Rey fomentándole en breve sus mayores aspiraciones. Afirma el Cronista que siendo este acto «opuesto a las leyes y (lo repite) contra la voluntad del padre, muchos de sus deudos y orejones se fueron huyendo al Cuzco a dar la obediencia al verdadero señor». En el Cuzco, dice, hubo de ello muy gran sentimiento; «y todos los ancianos del Consejo y el pueblo dijeron que no habían de sufrir a un bastardo y tirano por Rey, sino que habría de ser castigado». Que luego se enviaron comisionados para persuadir a Atahualpa que entrase en obediencia, y para exigir de su tío Collatopa que se lo aconsejase cumpliendo con «la voluntad de Guaina Cápac». Se movió del Cuzco con dirección a Quito un ejército cuyo mando fue conferido al general Atoco.

Refiere en seguida los sucesos de los cañaris con Atahualpa; y como dudando, escribe, «hay quien dice que lo prendieron para enviarle al Cuzco y que se soltó y pasó a Quito; fingiendo que se había vuelto en culebra por voluntad de Dios... y así echó y preparó a todos para la guerra». Añade que según algunos, en la prisión de Atahualpa se halló Atoco quien irritado a causa de su fuga, marchó con sus tropas sobre Quito. Que Atahualpa mandó matar a los embajadores de Huáscar y cerca de Ambato triunfó de Atoco al cual hizo morir atado a un palo, y que de su cráneo formó el general Challcuchima una escudilla para beber engastándola de oro. Asegura murieron diez y seis mil hombres de ambas partes, y que se ejecutaron crueldades con los prisioneros. El Cronista cuenta también las atroces matanzas de Tomebamba, y agrega que hizo arrancar los corazones de millares de muertos y sembrarlos en las tierras de labranza, no escapando con vida ni las vírgenes del templo. Que desde aquella victoria Atahualpa se puso la borla o insignia real de los Incas.

Del Cuzco salió otro ejército que Huáscar confió a su hermano Guanca Auqui, quien entrando por las provincias del norte encontró en la de los Paltas (Catacocha, Loja) las fuerzas principales de Atahualpa y trabándose una sangrienta batalla perdida por los del Cuzco, quedaron en el campo cuarenta mil cadáveres. El rey victorioso que decía peleaban por él los dioses, era sabedor de la llegada de los españoles, y determinó situarse en Cajamarca sin que por esto suspendiese la actividad de la contienda. Según Herrera hubo otras batallas y reencuentros con mucho derramamiento de sangre, y dice que Atahualpa puso en marcha a sus primeros capitanes al intento de dar fin a la guerra con la muerte o prisión del hermano. Que un tercer ejército procedente del Cuzco encontró en el valle de Jauja con sus contrarios, y empeñado el combate que fue muy reñido, vencieron los de Atahualpa: que Guanca Auqui sin aguardar a Huáscar había comprometido la batalla, y perdió en ella veinte mil hombres. Otros historiadores aseguran que Atahualpa hizo morir a Guanca Auqui cuando fue derrotado en Guamachuco; batalla sobre la cual ya escribimos dudando de que hubiese sucedido.

Los vencedores avanzaron sobre el Cuzco a donde se había retirado Huáscar y con engaño le hicieron prisionero. «Tratáronle con inhumanidad, maltrataron a sus mujeres y le robaron cuanto tenía». Hasta aquí Herrera, que guarda completo silencio en cuanto a las matanzas de la familia real y demás detalles que tanto ocuparon la pluma de Garcilaso.

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Pizarro daba parte a España de todo lo que pasaba. Estos documentos y muchas otras relaciones oficiales que estuvieron a disposición de Herrera, precisamente contendrían todos los datos tradicionales recogidos por los conquistadores. Obsérvase que estos estaban en el caso de no omitir nada que pudiera presentar a Atahualpa como un feroz sanguinario, haciéndolo odioso y abominable para que fuera menos grave la impresión que causara el atentado de haberle dado muerte tomándose Pizarro el carácter de juez para formarle cargos que a él ni otro alguno correspondiera afrontarle. En medio de este reparo vemos que Pizarro después de hacer morir a un Rey cuya vida debió ser inviolable, forma la extraña farsa de exhibir como su sucesor a Toparca hijo de ese mismo Rey. Si la idea de Pizarro fue contener a los indios y buscar su apoyo, ¿cómo no advirtió que con esto irritaba más a cuantos perteneciendo al legítimo Emperador podían oponerle el poder de un vasto territorio ultrajado y aun no sojuzgado por los de Atahualpa? Luego le encontramos alucinando en el Cuzco a Manco Inca, burlándose después de las promesas que le hizo al ofrecerle que lo pondría en posesión del trono de su padre Huaina Cápac.

Desventajosa hasta no más era la situación del Perú cuando los aventureros que capitaneaba Pizarro tomaron tierra en Tumbes y vinieron a formar en San Miguel de Piura el centro de sus recursos y el punto de partida para emprender la conquista. Aquel abrió campaña en país absolutamente desconocido y con muy numerosa población; sin poder tener fe en los que lo guiasen ni en los que le sirvieran de intérpretes. Pero encontró una nación destrozada por una lucha fratricida y desastrosa, donde habían muerto las ilusiones y acababa de desaparecer el prestigio sagrado de sus incas, y la unidad que era el nervio principal de su poder.

Los peruanos se hallaban divididos y poseídos de terror; atónitos, anonadados con las horribles impresiones de sucesos lamentables nunca oídos ni imaginados. Su ánimo acongojado y en desfallecimiento carecía del vigor necesario para hacer rostro a la agresión de unos hombres cuyo aspecto y atavíos enteramente extraños, eran objeto de sorpresa y admiración. A pesar de todo, lo reducido de su número y la certeza de que eran vulnerables y mortales, bien pudieron crear suficiente aliento para poner en acción contra ellos todos los elementos disponibles y seguros con que se habría contado para destruirles, a no mediar el desorden y anarquía en que el país se hallaba. Faltaban los fundamentos morales, los eslabones que centralizan el mando y los resortes que dan fomento a la obediencia. No fue tanto el temor a los caballos, el respeto a las armaduras y al temple de las espadas, como ha juzgado la irreflexión del vulgo; no la cobardía que nunca conoció este pueblo aguerrido, la que favoreció a unos pocos hombres para que lo subyugasen sin gran dificultad.

Bien pudiera decirse que Guaina Cápac, la princesa de Quito, Atahualpa y sus primeros campeones, causaron la pérdida del Perú, si no se opusiera al rigor de esta deducción, la evidencia de que fracasando la empresa de Pizarro, nuevas y multiplicadas fuerzas habrían al fin alcanzado a conquistarlo por más unida y potente que fuera la resistencia. Mucho era el oro y la plata que se había descubierto, y mayor la codicia europea para que los reveses paralizasen la ansiosa tenacidad de los que sabían con evidencia que podían enriquecerse repentinamente. La opulencia del Perú era el fallo condenatorio contra su independiente libertad, y si no la España, hubieran sobrado naciones que intentaran su esclavitud a fuego y sangre y también el aniquilamiento de la raza indígena...   —391→   No se habría pensado en celebrar pactos mercantiles en unos tiempos en que imperaba el derecho del más fuerte y en que a la sombra de la propagación del cristianismo toda violencia era lícita y toda de tentación laudable.

Hallábase el rey Atahualpa en las cercanías de Cajamarca desde donde daba dirección a la guerra civil; su principal ejército sostenía en el Cuzco la usurpación, y otro cuerpo de tropas se empleaba en la custodia del desdichado Huáscar que era conducido al valle de Jauja. A su inmediación conservaba Atahualpa competente fuerza, la cual formaba una gruesa reserva más que suficiente para hacer desaparecer a los extranjeros desembarcados en Túmbez, y que ya ocupaban el punto que denominaron San Miguel. De todo lo ocurrido a los españoles en Piura y Túmbez, de su establecimiento en Piura y marcha que emprendieron. en demanda del Inca, damos cuenta circunstanciada en el artículo respectivo a don Francisco Pizarro.

Atahualpa sabedor de todos los pasos de éste, que se lo comunicaban con puntualidad y presteza, no ignoraba que los castellanos cometían hurtos, violencias y hacían ultrajes a los templos. Pero no pudo concebir que estos hombres cuyo número era ciertamente despreciable, pudieran ofrecerle nunca cuidados de mayor entidad. Menos imaginó que el caudillo que los gobernaba ocultase los altos designios que más tarde hizo efectivos; y no paró sus mientes en la conjetura de que era más que probable se reforzasen una y otra vez: de donde se deduce que con inocencia dio crédito a las voces que esparcía Pizarro asegurando que su intención era presentarse a ofrecerle sus respetos, y sus servicios para ayudarle en la lucha que tenía empeñada. Es esto lo que se infiero de la conducta del Rey, que pudiendo impedir el paso a los invasores y acabarlos en desfiladeros y gargantas inaccesibles y fortificadas, dejó de hacerlo y les permitió penetrar por un territorio pacífico y hospitalario no le movió a obrar contra ellos ni el deber en que estaba de castigarlos por sus excesos. Atahualpa postergó para cualquier día el escarmiento que merecían, y dio la preferencia a la contienda intestina que lo preocupaba y tenía en agitación. Las guerras domésticas engendran y desenvuelven odios tan implacables, que ciegan o inducen a posponer peligros de otro género por grandes que sean y aunque comprometan el honor nacional; los males que causara Pizarro y sus soldados los miraría Atahualpa como secundarios y de fácil remedio.

El capitán español principió su marcha para el interior resuelto a ponerse delante del Inca esperándolo todo del favor de la fortuna. Sus precauciones fueron las de un militar experto y entendido, su plan apoderarse de la persona del Rey de sorpresa y sin reservar medio alguno conducente a su objeto por inicuo y deshonroso que pareciera. Su secreto fue positivo e inviolable; no alcanzó a penetrarlo ningún presentimiento, no acertó a comprenderlo la malicia ni la suspicacia. Mientras Pizarro se internaba afanado por adquirir noticias y aleccionando a sus exploradores, recibió a un indio que dijo ser enviado de Atahualpa en cuyo nombre le presentó el obsequio de dos vasijas de piedra para beber, labradas con mucho arte, y unos patos secos los cuales pulverizados servían para sahumarse según usanza de los señores del país. El mensajero dijo a Pizarro que el Inca deseaba tenerlo por amigo y que le esperaba de paz en Cajamarca. Lo ridículo del regalo no agradó al receloso Pizarro, pero lo disimuló mostrando por él mucha estimación, y despachó al emisario con su respuesta contraída a manifestar que se había propuesto servir a tan gran monarca en la guerra que sostenía; y que también motivaba su venida una embajada que traía del rey de Castilla   —392→   y del vicario de Dios en la tierra. Dio al indio una camisa de lino, un gorro colorado y algunas mercerías de que hizo mucha estimación.

Cuando los españoles observaron el gran camino por donde podían dirigirse a Chincha, algunos cuyo ánimo empezaba a decaer contemplando la aspereza de las elevadas sierras y oyendo los anuncios del numeroso ejército que rodeaba al Inca, se inclinaban a seguir la senda que por las llanuras les alejaría de inminentes peligros. Mas su impertérrito caudillo que de continuo los exhortaba con estímulos hábilmente usados, supo patentizarles lo absurdo de semejante idea, porque su ejecución fuera suficiente para despertar la desconfianza de Atahualpa quien sin duda los tendría por cobardes y sospecharía que habían mudado de plan con siniestras intenciones. En esta vez como en otras Pizarro retempló el valor de sus soldados siempre dispuestos a fiar por entero en el ingenio y en el acierto nunca desmentido de su jefe. Subieron las escarpadas rocas venciendo dificultades, superando fatigas que jamás habían experimentado. Admirábanse de encontrar una sucesión de fortalezas de piedra levantadas en puntos ventajosos que dominaban las alturas y pudieran hacer el tránsito inaccesible: sitios en que pocos hombres bastaran para inutilizar los esfuerzos de cuantos con audacia quisieran sobreponerse a tamaños obstáculos. El paso libre y sosegado de esas gargantas, la hospitalidad y buena asistencia que continuaba dándose a los invasores, la tranquilidad con que los indios del tránsito se ocupaban de sus tareas agrícolas; todo servía de irrefragable prueba de la sinceridad y leal proceder del monarca que iba a ser sacrificado alevemente porque de otro modo no era verificable la conquista de sus dominios.

Una segunda embajada del Inca manifestó que éste deseaba saber el día en que los castellanos llegarían a Cajamarca. Pizarro la recibió con mucho agasajo y contestó que iría a la brevedad posible. Los mensajeros le refieren los gloriosos triunfos obtenidos por su soberano, la prisión de Huáscar y otros sucesos; y por si tenían la mira de espantar a los que oían tales noticias Pizarro que las había escuchado con estudiada frialdad, les dijo que el Rey su señor tenía bajo su mando mayores personajes que Atahualpa, y capitanes que habían vencido en grandes batallas a Príncipes más poderosos. En medio de estas palabras impolíticas y descomedidas, (si es que las profirió) en las cuales se notará un indiscreto orgullo en vez del disimulo que le era habitual, no olvidó el capitán español renovar su respetuoso ofrecimiento de emplearse en servicio del Inca y darle a conocer el verdadero Dios, uno de los objetos que le llevaban a su presencia; agregó en esta ocasión que él y sus compañeros tenían asimismo el designio de encaminarse por donde pudieran llegar al mar que se hallaba al otro lado del continente, que así, él iba de paz para que con ella se le recibiera, y sin pensar en la guerra que reservaba para sólo el caso de que se la hicieran. Una tercera comisión del confiado Atahualpa se presentó después a Pizarro con algunos obsequios, componíanla sujetos de categoría rodeados de criados y con aparato de lucida ostentación, ofrecían en vasos de oro las bebidas más apreciadas en la corte, y ponderaban hasta lo sumo las grandezas y poder del monarca. Reiteró Pizarro con este motivo sus protestas de amistad y buena fe, apresuró su marcha, y entró en Cajamarca en la tarde del 15 de noviembre de 1532.

Estaba la ciudad sin gente y a lo lejos se divisaba el campamento del ejército peruano formado con millares de toldos que hacían comprender lo crecido de su fuerza. Pizarro reconoció con ojo diestro y previsor el lugar en que se hallaba, marcó las ventajas que pudiera prestarle y concibió   —393→   la idea de atraer al Inca a la plaza en que desde luego determinó situarse: estaba cercada de paredes con sólo dos entradas y en el fondo había locales espaciosos en que poder alojarse. Sin dar espera dispuso que Hernando de Soto con 15 caballos fuera a verse con Atahualpa para hacerle acatamiento y pedirle le permitiese efectuar la entrevista que tanto anhelaba. En seguimiento de Soto marchó Hernando Pizarro con 20 caballos para el caso de ocurrir algún contratiempo.

En el campo peruano fue general el asombro al ver los caballos y las armaduras de aquellos hombres extraordinarios. Unos han escrito que Soto habló al Inca montado, otros que se apeó y le saludó con reverencia lo cual parece más creíble: él cumplió con expresarle que Pizarro pretendía tratar con él de los movimientos que lo habían traído y darle explicación acerca de otros asuntos que convenía supiese. Hízole además presente que aquel le suplicaba fuese a Cajamarca para cenar esa misma noche en su compañía, era este el verdadero objeto de la misión de Soto. En su respuesta Atahualpa prometió ir al siguiente día porque se había hecho tarde. Dijo que llevaría su ejército en orden y armado, pero que no por esto se amedrentasen ni tuvieran el menor recelo. Llegado en esos momentos Hernando Pizarro ratificó las palabras de Soto; y como se le advirtiese al Inca que era hermano del jefe español; fijó en él la vista y se mostró ofendido por el mal trato que se había dado a unos caciques del tránsito. Sin embargo renovó su oferta asegurando pasaría luego a Cajamarca. Hernando Pizarro en su carta a los oidores de Santo Domingo, que inserta el historiador Oviedo, relata diferentes particularidades de la conversación que dice tuvo con Atahualpa a mérito de los informes que este tenía recibidos contra los castellanos: hace alarde de palabras jactanciosas que asegura haber vertido en aplauso del valor de los suyos y añadiendo que excitaron la sonrisa del Inca, el cual estaba rodeado de sus mujeres y magnates del reino. Escribió también Hernando que al despedirse le previno Atahualpa se hospedasen los de Pizarro en dos de los salones que estaban en la plaza, reservando el del centro para ocuparlo él. Se ha referido igualmente que Soto obligó a su caballo a volver con violencia por ambos lados para mostrar el brío del animal, que en uno de esos ejercicios salpicó de espuma al Inca, que éste, permaneció inmóvil y sin sorprenderse como otros que huyeron de miedo, por lo cual Atahualpa los hizo matar.

Al inmediato día el Rey anunció su visita y emprendió el movimiento sobre Cajamarca. Formaba el ejército tres cuerpos: el de vanguardia con más de 10 mil hombres, de los que unos llevaban ondas y otros mazas de cobre erizadas de púas. Las dos divisiones restantes constarían de cinco o seis mil cada una con lanzas y armas ofensivas de diversas clases: a la cola marchaban los indios de servicio y un enjambre de mujeres. En lugar central aparecía el Inca en andas ricamente ornamentadas con oro y plumajes. Llevábanlo en hombros personas muy principales; su asiento era un cojín, adornado de pedrería sobre un tablón de oro, y en su cabeza se veía la borla de color rojo que le cubría la frente; insignia regia de los descendientes del Sol. Delante de las andas un número de hombres se ocupaban de limpiar el camino; a los costados del Rey estaban los orejones, y con estos algunos personajes conducidos en andas o hamacas significándose así su alta dignidad. Esta marcha guardaba tan majestuosa lentitud, que duró algunas horas para vencer una sola legua, y la hacía más imponente el ruido de los tambores y lo resonante de las bocinas.

Como Pizarro advirtiera que se detenían a distancia de unas cuadras de Cajamarca y que daban señales de acampar, mandó comisionados a   —394→   pedir encarecidamente al Rey que terminase su jornada viniendo de una vez a reunirse a él antes de que se acercara la noche. Accedió a ello el Inca avisando que no llevaría armas. Tan inesperado anuncio, obra de la suerte, empeñada en prestar su amparo a la más atroz perfidia, ensanchó el ánimo de Pizarro que momentos antes temió ver frustrados sus designios. Dejando Atahualpa su ejército en el punto en que se hallaba, toma sólo una parte de la vanguardia y conforme lo prometió hace su entrada en la funesta plaza. Pizarro tenía su fuerza de caballería en tres trozos de a 20 jinetes a cargo de Soto, de Hernando su hermano y de Sebastián de Velalcázar. Pedro Candia estaba colocado en una altura inmediata con los mosqueteros y dos pequeños cañones de los conocidos con el nombre de «falconetes». En una torrecilla de una casa que dominaba el terreno, situó algunos arcabuces. El resto de infantes con la caballería permanecía oculto en los aposentos centrales; y los caballos para que hubiera más ruido y confusión, llevaban cosidos en los petrales cascabeles y campanillas. Reservó Pizarro veinte soldados valerosos que escogió de entre sus rodeleros para que le acompañaran a donde él se dirigiese.

Así los preparativos, cuando los del Inca fueron entrando en el recinto y formándose con mucho orden. Luego penetra también Atahualpa buscando con la vista a los castellanos, y salió a encontrarle fray Vicente Valverde religioso dominico, quien con una cruz en una mano y un breviario en otra (algunos dijeron que la Biblia) le saludó de parte de Pizarro santiguándole y diciéndole en seguida por medio de intérprete que como sacerdote él hacía conocer en nombre de Dios las grandes verdades que encerraba aquel libro, habló algo de los misterios del cristianismo y de la donación que de las regiones recién descubiertas había hecho el Sumo Pontífice a los Reyes de Castilla; razón por que el Inca debía ponerse bajo su obediencia. Acabó su alocución asegurándole que Pizarro era su amigo, y quería estar en paz con él.

La arenga o enseñanza no podía ser más impertinente e ineficaz, porque bien poco sería lo que comprendiera el Inca, y esto desde luego no podía menos que causarle disgusto y fastidio. De lo que dijo en realidad Valverde a Atahualpa en aquel lance, no hay pruebas competentes: y ¿cuál de los autores de diarios y antiguas memorias lo oyó para escribirlo exento de adicciones y sin incurrir en faltas de exactitud? Sin disculpar al religioso cuya imprudencia no admite excusa, creemos que hubo en los historiadores primitivos un conato intencional de atribuir a Valverde por completo los hechos de que sólo Pizarro fue autor y el único responsable. Luego que concluyó la peroración del dominico, en que según se refiere no omitió decir que la guerra era una gran ofensa a Dios, presentó al Inca aquel libro que éste tomó en sus manos y después de abrirlo arrojó al suelo porque no lo entendía y de nada podía servirle; acto de displicencia y de enojo si se quiere, pero que no era justo atribuir a intención deliberada de despreciar el contenido que enteramente estaba fuera de su conocimiento.

Se cuenta que Atahualpa en ese lance repitió a Valverde las quejas que ya tenía dadas sobre los excesos cometidos por los españoles hurtando ropas de los bohios y maltratando a los caciques; y que no admitiendo las escasas del religioso, exigió restituyeran cuanto habían tomado. El padre Valverde volvió a Pizarro y le participó el resultado de su encargo. En qué términos lo haría no puede saberse, aunque haya escritores que pongan en boca del Dominico palabras llenas de fanático furor y capaces de encender el ánimo del caudillo hasta el punto de instigarlo a ejecutar un hecho atroz y violento: pero ese hecho lo tenía Pizarro muy   —395→   meditado de antemano sin consulta ni excitación de nadie. No juzgamos inocente a Valverde, y aunque varían los autores sobre los términos en que se expresó, no dudamos que serían duros, irritantes y a propósito para precipitar las cosas, pero nunca seguiremos la costumbre que se ha hecho tan general de culparlo de cuanto acaeció como si Pizarro hubiese sido mero instrumento de sus accesos de ira.

Pizarro que aguardando al Inca se mantenía al abrigo de las casas, y con los ojos fijos en la entrada, advirtió que se había puesto de pie y ocasionaba la inquietud y movimiento de sus allegados. Esto lo decidió a obrar con presteza, y dio la señal convenida con sus oficiales. Candia rompió el fuego, los arcabuceros siguieron, y sonando los clarines se presentó la caballería: todos arremeten por tres partes contra la indefensa y ya encerrada muchedumbre, la anonadan y estrechan haciendo horrible matanza, y como no podían salvar de aquel teatro de espanto, el aprieto de los apiñados indios fue tal que derribó parte de uno de los paredones del cerco quedando paso abierto para la huida de cuantos pudieron escaparse aterrorizados. Mientras esto sucedía, Pizarro con los 20 soldados de confianza que no se le separaban, se dirige a las andas haciendo morir a cuantos haya al paso: los conductores que caían eran reemplazados en el acto y al embestir para apoderarse del Inca a todo trance, la voz de Pizarro se oía encargando no le matasen. Él mismo le tomó de sus vestiduras fuertemente y le echó al suelo. Verificada así la prisión de Atahualpa, todos se dieron a la fuga, y los españoles, persiguiéndolos, continuaron la mortandad hasta que la noche y una abundante lluvia puso fin a aquella conmovedora y cruel escena. Perecieron más de dos mil indios, sin que ninguno de los invasores muriese ni se contase entre ellos más herida que la casual y leve que recibió Pizarro de uno de sus mismos soldados.

Miguel Astete, o Estete, fue quien despojó al monarca de la borla que llevaba sobre su cabeza como distintivo del poder regio. Guardan conformidad los antiguos escritores al asegurar que Atahualpa disfrutó en su cautiverio de cuantas consideraciones y miramientos eran compatibles con las circunstancias en que su infortunio le hubo colocado. En el campamento del ejército donde se recogieron alhajas diferentes y otros despojos de valor, se encontraron muchas mujeres de distintivo y algunas de la familia real y de las vírgenes del Sol. Todas se esmeraron en servir y consolar al Inca lo mismo que muchos personajes, que acudieron a formarle corte y a conservarle su anterior dignidad. Pizarro cuidó de alentarlo tratándolo cortésmente, brindándole sus servicios y mandando que se entregasen a su disposición cualesquiera mujeres suyas que estuvieran en poder de los españoles. El prisionero observó su habitual compostura y decoro que atraían el respeto de sus custodios, procurando no mostrarse abatido en medio de los lamentos de tantos que le rodeaban.

No fue de Atahualpa la primera idea de recuperar su libertad por medio de un rescate: ella tuvo principio en la codicia que los conquistadores no habían ni podían ocultar. Estos se la sugirieron, y él recogiéndola, puso mano al proyecto que abrió campo a sus esperanzas. Propuso cubrir el pavimento del salón en que estaba de alhajas de oro y plata, con tal de que luego que lo hiciera se procediese a su soltura. Sorprendido de que no creyesen realizable la oferta, se puso de pie, en un arranque de vanidad, y alzando el brazo dijo serle fácil amontonar oro y plata en toda la habitación llenándola por igual hasta el punto donde fijaba su mano. Pizarro calculando cuán grande sería el tesoro que podría contenerse en un recinto de 22 pies de largo y 16 de ancho; se apresuró a manifestar   —396→   su allanamiento para adquirir la crecida riqueza, que estimulaba su avidez, y dio al Inca palabra y promesa solemne de devolverle su libertad tan luego como hubiese cumplido efecto el compromiso que contraía. Quedó celebrado este pacto y se tiró en la sala una línea color rojo según la base marcada por Atahualpa. Este sin demora envió órdenes a todas partes para que cuanto oró y plata hubiese en los templos y palacios se condujera sin tardanza a Cajamarca, mandó también que nadie osara promover guerra ni emplear hostilidades de ningún género contra los castellanos porque su voluntad era estar en paz con ellos y que se les guardaran respetos y obediencia como a su misma persona.

Tanto suponía en el Perú la autoridad real, que habiendo marchado tres españoles al Cuzco a indicación de Atahualpa para activar se ejecutase lo dispuesto, nadie se atrevió a causarles la menor molestia, hicieron su viaje con toda seguridad llevados en hamacas a hombros de indios, y recibieron la reverente acogida y obsequios que se les prodigaron en todo el tránsito. Estos individuos fueron Pedro Moguer, Francisco Martínez de Zárate y Martín Bueno; y Pizarro convino en que saliesen con esa comisión, porque le interesa mucho tener noticias ciertas del estado en que el país se encontraba y muy en particular del Cuzco. No es dable fallar sobre si Pizarro prometió de buena fe dar libertad al Inca mediante el rescate, o si tuvo anticipado pensamiento de no cumplir su palabra, siendo su único designio reunir el tesoro ofrecido para contentar a los que le obedecían y evitar la ocultación de tales riquezas. Poseyéndolas no podía impedir el conquistador que libre el Inca hiciera levantar a la nación entera para tomar grande y justa venganza contra tan indignos invasores. Pizarro a lo que se advierte, es más que probable no pensara nunca en dar soltura a un prisionero cuya seguridad era lo único que podría garantizar a los españoles su existencia y progresos en el Perú. Luego diremos de qué arbitrios se valió Pizarro para no desempeñar noblemente su palabra.

Los tres españoles fueron admitidos en el Cuzco con demostraciones ilimitadas de admiración, respeto y cortesía: todos se les humillaban y querían complacerlos con esmerados comedimientos, más ellos se mofaron de las personas, de las ceremonias religiosas y de las costumbres, se entregaron con descaro al hurto, hicieron violencia a las mujeres atrayéndose en breve el odio general, si no los mataron fue por temor a Atahualpa. Esto lo escribieron los mismos españoles especialmente el cronista oficial Herrera, a quien sigue Quintana. Pizarro debió fijarse en personas de buenas cualidades, pero es defecto común de los que mandan elegir para encargos delicados a hombres de mala reputación que se les someten y disfrutan inmerecidos favores. Los indios en el Cuzco y otros lugares, desde entonces se dedicaron con afán a esconder el oro para ponerlo fuera del alcance de tan aborrecibles huéspedes.

No se olvidó a Pizarro pedir al Inca las riquezas que había sabido se guardaban en el templo de Pachacamac. Concedióselas Atahualpa con la condición de que formasen parte del tesoro que se acopiaba para su rescate. Mandó acto continuo a su hermano Hernando para que con 20 hombres de caballería marchase a tomar posesión de aquella valiosa presa, y le encargó también indagase si en verdad había por esa parte reuniones de indios y preparativos de guerra. Así empezó a prestarse atención a rumores que verdaderos o no, habían de repetirse más tarde y servir de pretexto para acriminar al Rey preso. Hernando en el camino (principios de enero de 1533) no vio más que gente pacífica y muchos indios que iban a Cajamarca cargados de numerosas piezas de oro   —397→   y plata, bien que los sacerdotes del Pachacamac ocultaron mucho, escandalizados de los robos y demás excesos ocurridos en el Cuzco y otros puntos. A pesar de todo, Hernando extrajo cuanto encontró regresando con 27 cargas de oro y dos mil marcos de plata. Agregó a esto todo lo que puso a su disposición el afamado genera Challcuchima quien bajando de Jauja, donde estaba con más de 20000 hombres, dócil a las artes que empleó Hernando para atraerlo, se unió a él y juntos entraron en Cajamarca. Aquel altivó personaje que gozaba de preeminencias extraordinarias en el reino se descalzó para presentarse al Inca, llevando una pequeña carga sobre sus hombros, como era de estilo para acercarse al Soberano; deploró con abundancia de lágrimas la situación aflictiva en que lo encontraba, y no omitió decir que no se vería en tal afrenta a haber él estado a su inmediación cuando los sucesos de su prisión: Atahualpa le escuchó sin alterarse ni mudar en lo menor su acostumbrado semblante de tranquila firmeza.

Después de esto y fingiendo el Inca mucho pesar y confusión, comunicó a Pizarro que sus generales al saber su desgracia había hecho morir a su hermano Huáscar a quien traían a buena guardia para presentárselo. Esto era completamente falso: Atahualpa quiso observar la impresión que semejante noticia labrase en Pizarro y el juicio que formara de aquel hecho. El caudillo español le oyó sin sorpresa ni emoción, dejando traslucir su absoluta indiferencia; lo cual descubierto por Atahualpa, le animó a librar orden para que inmediatamente se matase al infeliz Huáscar; verificose así, ahogándole en el rió de Andamarca sin que se admitieran sus reflexiones ni le sirviesen de nada las quejas que dio por la cruel inhumanidad de su hermano. ¡Las aguas llevaron el cadáver privado de sepultura en la tierra en que por derecho debía reinar! Atahualpa temió que su prisión facilitase el restablecimiento de Huáscar en el trono, y también que éste se entendiera con Pizarro para conseguir su protección.

Don Diego Almagro había llegado a la costa peruana trayendo de Panamá doscientos soldados (entre ellos 50 de caballería). Hizo su marcha a Cajamarca bien asistido por los indios en toda la travesía, se reunió a Pizarro el 14 de abril de 1533, y uno de sus primeros pasos fue cumplimentar al Inca quien lo recibió con agrado aunque en su interior sintiera el aumento de la fuerza de sus opresores.

En cuanto los aventureros vieron un crecido hacinamiento de vasijas, planchas y otros útiles de oro y plata, excitada su codicia clamaban porque se les repartiera ese tesoro sin perder instantes; no creían necesario aguardar lo que faltaba para ver cubierto el ofrecimiento del Inca. Pero luego que llegó la fuerte remesa del Cuzco ya no hubo modos de contener la impaciencia que mostraban solicitando se procediese a la distribución. Parece que aún no estaba enterado hasta la medida prefijada lo que era preciso juntar para que la promesa de Atahualpa quedara del todo cumplida, no se han ocupado de esta particularidad los testigos que escribieron lo acaecido sobre la materia. Los de Pizarro no veían el momento de entrar en posesión de lo que les tocara, y se apuraban porque temían se agregasen nuevos acreedores. La gente de Almagro agitaba también en el mismo sentido, creyendo asistirlo igual derecho que a los otros, y que la dilación les arrebatara de las manos lo que aún no se les había concedido.

Pizarro se vio obligado a ceder a tales impertinencias para evitar subiesen de punto tocando en peligrosos extremos. Habían llegado a culpar al Inca de la tardanza sospechando que se tomaba tiempo para que estallase algún levantamiento y atreviéndose a opinar se le diese muerte.   —398→   Se acordó destinar a los de Almagro cien mil ducados y se hizo el reparto el 17 de junio de 1533 atendiendo al merecimiento de cada individuo según Pizarro lo calificase. Éste invocó el divino auxilio para conducirse en justicia; hizo los señalamientos, se pesó el oro y la plata después de fundir y dar sus quilates a dichos metales. Hecha separación de los quintos y de un donativo para el Rey, con más ciertas joyas de mucha rareza, se dio a los oficiales y soldados el valor de la suma que se les había asignado. Se extendió una acta judicial que insertamos en el artículo Pizarro; están en ella las personas y lo que cada cual recibió; y en verdad que nunca se había visto presa más cuantiosa, aprovechada por tan corto número de hombres, en cuantos latrocinios y despojos se recuerden de conquistas y usurpaciones semejantes.

Era llegado el momento de proceder a la soltura del Rey que pudo efectuarse con las condiciones que él hubiera tenido que aceptar. Reclamó su libertad y no había que oponer contra su demanda: entonces comprendió que su astuto y cruel vencedor abrigaba otros pensamientos. Pizarro de pronto, a los que abogaban por Atahualpa, les dio respuestas evasivas, según refiere Herrera, después mandó que el escribano extendiese un formal instrumento eximiendo al Inca de toda nueva obligación respecto al rescate. Se publicó por bando diciendo de paso que seguiría preso hasta que llegasen refuerzos. Lo menta así el secretario Pedro Sancho autor irrecusable en todo lo que no favorece a los conquistadores, su relación fue escrita a la vista de Pizarro autorizándola él y sus principales oficiales. La situación de los españoles era desde luego muy azarosa y se perdían si obedeciendo a los dictados del honor dejaban libre al Inca. Hacerlo matar fuera un acto infame y detestable. En esa crisis y después de tomado y repartido el caudal del rescate, asomaban los inconvenientes unos en pos de otros sin que pesara en la balanza la promesa hecha a un monarca preso a traición y víctima de en años temerarios. Al reflexionar sobre este conflicto algunos autores, entre las dificultades que se tocaban consideran la de conservarlo en prisión; pero ya que se quería violar el ofrecimiento; ¿por qué no enviar al Inca bien custodiado a Paita, embarcarlo para Panamá, y remitirlo a España?

Pizarro como dice Quintana: «si desde antes no tenía ya en su corazón condenado a muerte al Inca, sin duda lo determinó cuando satisfecha la pasión primera que era la de adquirir, pudo dar oído solamente a las sugestiones de la ambición». La muerte de un Rey como Huáscar ejecutada por orden de Atahualpa fue un ejemplo que Pizarro quiso valiera para poder él cometer igual atentado contra la vida del prisionero. Un hecho abominable de un monarca idólatra autorizaba a un capitán de cristianos que se decía propagador de la fe, al caudillo dependiente de un Soberano católico que invadía dominios ajenos, para imponer por sí la pena del talión al mismo a quien había prometido restituirle su libertad en cambio de una enorme porción de metales preciosos. Sacrificado Huáscar ya no existía uno de los dos grandes embarazos que hacían problemática la conquista, era indispensable desapareciese el otro; y según Pizarro el llevarlo a efecto no era un crimen atroz si ese hecho convenía a la realización de sus designios. ¿Moral de un usurpador civilizado, idéntica a la de otro a quien se tenía por bárbaro e inhumano?

Pizarro estaba resuelto, pero su secreto era impenetrable; y teniendo que prepararse de recursos artificiosos para vestir el hecho que meditaba con pretextos rebuscados pensando disculparlo, se contrajo a darles el colorido de cargos fundados contra Atahualpa. Dio principio por hacer con cautela se desparramasen anuncios de inquietud en diferentes   —399→   puntos y de proyectos de varios capitanes y caciques para levantarse y alcanzar la libertad del Rey. Hubo indios entre los yanaconas y proletarios que se prestaron a ratificar tales noticias agravándolas con pormenores imaginarios que Pizarro y su círculo al aparentar que las creían, las exageraban también con siniestros fines. Púsose en prisión rigurosa a Challcuchima, se aumentó la guardia que custodiaba al Inca y se le hostilizó con una rígida vigilancia. Hernando Pizarro evitó que su hermano hiciera quemar a Challcuchima a quien se atribuían las figuradas combinaciones sediciosas que él negaba con el mayor vigor demostrando la falsedad de las acusaciones.

Todos se empeñaban en dar calor a unas novedades que no existían y en repetir voces alarmantes sin dar prueba de sus dichos ni ocuparse de investigar su origen. La muerte de Atahualpa se contemplaba como una necesidad imperiosa que satisfecha sería el remedio de todos los males; queríanla para anonadar a los indios y dominar el país, objetos que no se obtendrían estando vivo el que con una palabra podía crear y desarrollar alborotos de peligrosas consecuencias. Díjose que algunos de los venidos con Almagro apañaban estas ideas creyendo igualarse en mérito a los compañeros de Pizarro, y que el tesorero Alonso Riquelme, cuyo perverso carácter era tan conocido, gestionaba y exigía con vehemencia la decapitación del Príncipe como si hablara de un delincuente cualquiera.

Pizarro viendo en todo esto el progreso favorable de sus torcidas intenciones; ponía el mayor conato en aparecer obligado y urgido por los demás para obrar en el sentido e interés de sus propios deseos. Acercose al Inca y le reconvino de que estuviese maquinando la destrucción de los castellanos que habían confiado en su lealtad. Se asegura que sorprendido Atahualpa le contestó no parecía propio se empleasen chanzas para burlarse de su infortunio, y que viendo el enfado y la actitud que tomaba Pizarro, varió de concepto y entró a hacerle raciocinios que persuadieran de su inocencia. (Jerez, Conquista del Perú). Le expuso que estando preso y cargado de cadenas fuera una gran insensatez promover la sublevación de sus súbditos para que al punto que estallara le matasen los que lo toman seguro en sus manos. Protestó contra las calumnias que sin asomo de ratón se le fulminaban; aseguró que nada podía hacerse sin sus órdenes y que nunca pensara dictarlas para objetos opuestos a su propio bien, pues era evidente que perdería la vida en vez de alcanzar su libertad.

Estas y cualesquiera otras reflexiones acordes con el buen sentido, nada valieron en la consideración de quien había determinado tratar a Atahualpa como a un reo convencido de su crimen. Y continuando los falsos rumores y los sobresaltos, creían muchos españoles tener ya próximos numerosos cuerpos armados que de un día a otro debían presentárseles hostilmente. «De la gente natural de Quito vienen 200000 hombres de guerra, y 30000 caribes que comen carne humana». (Escribió Jerez, Conquista del Perú). Pizarro queriendo acreditar circunspección y que no partía de ligero dejándose fascinar por sólo aserciones vulgares, dispuso saliese Hernando de Soto y otro oficial con algunos jinetes a explorar y reconocer el país por las mismas direcciones y pueblos de donde se presumía viniesen los tan anunciados agresores. Pero la inquietud siguió con crecientes impulsos y llegó a ser de tal manera alarmante o impetuosa, que se resolvió por Pizarro procesar al cautivo que había de ser sacrificado vil y cobardemente aunque no se encontrara la menor prueba ni indicio del figurado levantamiento y mucho menos de que lo autorizara Atahualpa. ¿Por qué se le sometía a juicio, con qué derecho se le juzgara, ni   —400→   qué Tribunal existiera con potestad legítima para sentenciarlo? -serían preguntas enteramente inútiles, púsose todo en obra entrando al ministerio de la fuerza a llenar con sus violencias vacíos que jamás pudieran cubrirse de una manera legal.

No sólo Pizarro y Almagro erigidos en jueces se abocaron este juzgamiento: concurrieron a tomar parte en él diferentes oficiales. Se afrontó al Inca el gran crimen de haber hecho morir al rey Huáscar su hermano, se le acusó de estar preparando y combinando un movimiento general en el territorio para acabar con los castellanos; se le arguyó con tenaces y maliciosas réplicas, sin aceptar ninguno de sus descargos para que no pudieran disiparse o atenuarse las mal urdidas imposturas que se mantenían en pie con el fin de perderlo. En aquellos dos cargos están contestes los historiadores primitivos; pero Garcilaso puntualiza algunos otros como la usurpación de la corona, la dilapidación de las rentas; el haber sido idólatra y con sacrificio de hombres y niños, el tener muchas mujeres etc.; hechos que estribaban en las leyes y costumbres peruanas y que en ningún sentido podían los españoles ocuparse de ellos. Llegado el momento de pronunciarse el fallo fatal, hubo entre los oficiales presentes quienes se opusieran a que se atentase contra la vida de Atahualpa: no faltaron hombres en esa escena de indisculpable inhumanidad, que según su conciencia calificaron de asesinato temerario y bárbaro lo que el mayor número suponía ser una necesidad inapeable para asegurar el dominio del Perú y sus propias vidas.

Interrogáronse diez testigos indios de los cuales, dice Garcilaso, que siete fueron de los mismos que servían a los españoles. Todos convienen en que el intérprete Felipillo al dar cuenta en castellano de lo que aquellos declaraban; refería cuantas falsedades brotaban de su dañada imaginación. Si esto fue así ¿por qué no creeremos que Pizarro o cualquiera otro por su mandado aleccionaron y previnieron a Felipillo sobre lo que había de trasmitir como intérprete? No sabiendo el idioma ninguno de los españoles, demasiado claro se advierte que aquel vino a ser el único acusador, testigo y juez de cuyos testimonios y explicaciones tuvieron todos que atenerse. Los antiguos escritores tratando de este irrisorio juicio creerían que culpando al intérprete, dejaban a salvo la iniquidad del que gobernaba, y pensando ponerlo a cubierto admitieron la fábula de que aquel tenía interés en la desaparición de Atahualpa para apoderarse de una de sus mujeres de la cual vivía muy apasionado. (Zárate, Navarro, Gomara, Balboa y Pedro Pizarro). Llegaron a decir algunos autores sospechosos que Felipillo, cuando después lo hizo matar Almagro, confesó haberse conducido de mala fe en el proceso contra ese rey infortunado.

Garcilaso cita los nombres de varios oficiales que sostuvieron la inmunidad del Inca. Menciona a Francisco Chávez y Diego de Chávez, a Francisco Fuentes, Pedro Ayala, Diego de Mora, Francisco Moscoso; Hernando de Haro, Pedro de Mendoza, Juan de Herrada; Alonso de Ávila y Blas de Atiensa, agregando hubo otros muchos que no expresa. Estos autorizaron un protector que defendiera al Rey, y exigían se le remitiese a España porque no había en los conquistadores jurisdicción para sentenciarlo, que su muerte sería en desdoro y mengua de la nación manchando las hazañas de ellos mismos; porque se le había prometido su libertad en virtud de un valioso rescate. Los que no pensaban de este modo formando el mayor número impusieron silencio a los de la minoría amenazándolos y tratándolos de traidores y enemigos de la corona de Castilla, pues impedían el aumento de sus reinos y señoríos. Prescott impugna que se quisiese remitir la causa al Emperador quien tampoco,   —401→   tuviera derecho para fallar en ella, y por hacer lujo de citas se apoya en una doctrina del publicista Vattel: observación superflua porque no se sabe cómo habría procedido el monarca de España, y porque los defensores de Atahualpa no hicieron más que arbitrar un medio para librarlo de la muerte.

Hay conformidad en cuanto al hecho de haber visto fray Vicente Valverde el proceso y asegurado existir en él sobrados fundamentos para la descripción del Inca (Herrera, décadas). No sabemos si se le pasó la causa para que emitiera dictamen, o si se le llevó en consulta privada para que la examinase, mas no falta autor que exponga haber dicho aquel religioso que no tuviera embaraza de suscribir la sentencia si se viese como juez en el caso de pronunciarla. Verdad es que, como lo tenemos dicho, algunos escritores aprovecharon de cuantos incidentes pudiera disculpar a Pizarro, porque eran deudos, secretarios o cuando menos partidarios suyos, y no necesitaban que el transcurso del tiempo presentara en toda su enormidad el infame atentado que se perpetró.

El escandaloso fallo condenó a Atahualpa a expirar en una hoguera; y aunque se trate de ocurrir en apelación al Emperador; la voz de los que intentaron tomar eso recurso fue sofocada por la soldadesca ignorante que con brutal complacencia aprobaba una crueldad ofensiva a la moral y a la justicia. «Aunque contra la voluntad de dicho Gobernados que nunca estuvo en ella» (Pedro Sancho, Relación) Yo, dice Pedro Pizarro, «vide llorar al marqués de pesar por no poderle dar la vida porque, cierto, temió los requerimientos; y el riesgo que había en la tierra si le soltaba». El Inca se resignó a morir con mucho vigor de ánimo después de haberse quejado con lágrimas de amargura, de la perfidia con que se le inmolaba sin haber ofendido en nada a sus verdugos. «Había pedido en vano se le conservara la vida ofreciendo las mayores seguridades a los españoles y un doble rescate del que tenía pagado». (Pizarro, Herrera, Zárate)Dispuso se le sepultase en Quito, y deploró la suerte infausta de sus mujeres e inocentes hijos.

La causa, la sentencia, y su ejecución, todo se efectuó en el mismo día (Prescott; libro 3.º, capítulo 7). Esperose la noche para sustraer de la luz y envolver en las tinieblas la última escena de tan negra atrocidad. El padre Valverde se encargó de iniciar a Atahualpa en la fe cristiana y le rogó hiciera el bautismo asegurándole que así se libraría de morir entre las llamas. Este suplicio lo mismo que el de ser sumergido en las aguas (como se había hecho con Huáscar) dícese que espantaba a los peruanos, porque eran destinados a condenación y penas eternas aquellos cuyos cuerpos no recibían sepultura. El moribundo Inca acopió el partido que aquel religioso le propuso, y momentos antes de su hora final fue bautizado con el nombre de Juan, pasó al punto a manos de los verdugos que atándole a un madero lo hicieron expirar ahogado [29 de agosto de 1533] al resplandor de antorchas que ardían en derredor; ¡y oyéndose las destempladas voces que entonaban el credo por la salvación de su alma! (Pedro Sancho, Navarro, Zárate etc.). Atahualpa, se asegura que contaba entonces 30 años, edad mayor que la de Huáscar quien sólo vivió 25. Oviedo dice «que el verdadero nombre del Inca era Atabaliva y que los españoles le pronunciaban mal porque se cuidaban más de apoderarse de los tesoros que de saber el nombre de su propietario». (Prescott, capítulo ya citado). Sus mujeres, y muchas otras que lo servían prorrumpieron en gritos y lamentos: desesperadas quisieron enterrarse con él y no pocas se ahorcaron sin que los españoles hubiesen podido impedirlo. A la mañana siguiente trasladaron el cadáver al templo recién consagrado con la denominación de San Francisco. Allí se hicieron   —402→   los funerales con asistencia de Pizarro y sus oficiales vestidos de luto y mostrando gran pesar, farsa repugnante y grosera que acostumbraron siempre los conquistadores después que consumaban los asesinatos de sus contrarios. Diose sepultura al Inca en dicho templo, mas según afirman algunos, lo extrajeron después los indios llevándolo a Quito. Es sabido que cuando en tiempos posteriores se hicieron allí excavaciones; no se halló el cadáver ni tampoco las codiciadas riquezas que se suponían enterradas en la misma fosa. Jerez hablando del Inca finado se expresa en estos términos. «Así pagó la pena de sus errores y crueldades, pues era según todos convienen, el hombre más sanguinario que ha tenido el mundo, no importándosele arrasar toda una ciudad por la más leve ofensa y haciendo matar a miles de personas por la falta de una sola». Sancho dice que cree que Dios le recibió en su gloria, pues murió arrepentido de sus pecados: y en otro lugar de su relación, tuvo la insensatez de escribir tratando de las exequias, que los peruanos debían haber considerado aquellos honores fúnebres como amplia compensación de los agravios que pudiera haber recibido Atahualpa, pues lo elevaban al nivel de los españoles.

Gomara escribió, «No hay que reprender a los que le mataron, pues el tiempo y sus pecados los castigaron después, ca todos ellos acabaron mal». Navarro vierte igual pensamiento: «Las demostraciones que después se vieron, bien manifiestan lo muy injusta que fue... puesto que todos cuantos entendieron en ella tuvieron después muy desastradas muertes». (Relación sumaria)

Antes de pasar tres días estuvo de regreso Hernando de Soto participando que ni en Guamachuco ni otros puntos que recorrió cuidadosamente, había encontrado señal ni indicio alguno de sublevación, que por el contrario todo el país estaba tranquilo, y ocupados de sus labores los indios en el mayor sosiego, lo habían asistido con auxilios y afectuosas demostraciones. Soto dirigió a Pizarro muy duras y sentidas palabras increpándole su temerario proceder, y diciéndole que él habría conducido a Atahualpa hasta España poniéndolo delante del Emperador. Pizarro que se manifestó ofuscado y triste, confesó su precipitación, disculpándose con las instigaciones del tesorero Riquelme, del padre Valverde y otros, y diciendo le habían engañado. Sabedores estos de que tales acusaciones les hacía; negaron el hecho y reconvinieron a Pizarro agriamente descargando sobre él toda la responsabilidad. (Oviedo, Historia general).

Atahualpa dejó penetrar en el país a los invasores, les franqueó amistosa acogida, y ya preso se condujo con la mayor sinceridad y buena fe. Ellos le asaltaron tomándolo por medio de una felonía, y haciendo en su gente espantosa matanza, ofreció un cuantioso rescate, y se lo aceptaron prometiéndole su libertad. Se repartieron sus tesoros, y faltando a lo pactado le dieron muerte con una fría crueldad sirviendo de pretexto acusaciones calumniosas forjadas intencionalmente. Puede ser que para algunos la prisión del Inca, aun hecha de un modo fraudulento, sea disculpable porque el fin justifique los medios; pero una carnicería innecesaria y salvaje, es un hecho cuya enormidad cierra el paso a toda excusa. Puede ser que la existencia del Inca fuese un gran obstáculo para alcanzar la sumisión del país y para la seguridad de sus nuevos dueños; mas la muerte de un rey, inocente ante sus opresores, calumniado de un modo soez por quienes no tenían derecho ni autoridad para quitarle la vida, fue un crimen que no admite disfraz, y hasta un ultraje al soberano español en cuya presencia Atahualpa hubiera comparecido como rey prisionero, jamás como delincuente.

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Oviedo, Historia general de las Indias, Ms., libro XLVI, cap. XXII.                


«Cuando el marqués don Francisco Pizarro tuvo preso al gran rey Atabaliva, le aconsejaron hombres faltos de buen entendimiento, que le matase, o el obo gana, porque como se vieron cargados de oro parecioles que muerto aquel señor lo ponían más a salvo en España donde quisiesen, o dejando la tierra y que así mismo serían más parte a sostener en ella sin aquel escrupuloso impedimento, que no conservándose la vida de un príncipe tan grande o tan temido o acatado de sus naturales, y en todas aquellas partes; e la experiencia ha mostrado cuan mal acordado o mal fecho fue todo lo que contra Atabaliva se hizo después de su prisión en le quitar la vida, con lo cual demás de deservirse Dios quitaron al Emperador nuestro señor, e a los mismos españoles que en aquellas partes se hallaron, y a los que en España quedaron, que entonces vivían, y a los que ahora viven o nacerán, innumerables tesoros que aquel príncipe les diera; o ninguno de sus vasallos se moviera ni alterara como se alteraron o revelaron en faltando su persona. Notorio es que el gobernador le aseguró la vida, y sin que le diese tal seguro él se le tenía, pues ninguna esposa puede disponer sin licencia de su Rey y señor de la persona del príncipe que tiene preso, suyo es de derecho, cuando más que Atabaliva dijo al marqués, que si algún cristiano matasen los indios o le hiciesen el menor daño del mundo que creyese que por su mandado lo haría, y que cuando eso fuese, lo matase o hiciese del lo que quisiese; o que tratándole bien él le chaparía las paredes de plata e le allanaría las sierras e los montes, e le daría a él e a los cristianos cuanto oro quisiesen, e que desto no tuviese duda alguna; y en pago de sus ofrecimientos encendidas pajas se las ponían en los pies ardiendo, porque dijese que traición era que tenía ordenada contra los cristianos, e inventando e fabricando contra él falsedades, le levantaron que los quería matar, e todo aquello fue rodeado por malos e por la inadvertencia e mal consejo del gobernador; e comenzaron a le hacer proceso mal compuesto y peor escrito, royendo uno de los adalides, un inquieto, desasosegado e deshonesto clérigo, e un escribano falto de conciencia e de mala habilidad y otros tales que en la maldad concurrieron e así mal fundado el libelo se concluyó a sabor de dañados paladares, como se dijo en el capítulo catorce, no acordándose que les habían henchido las casas de oro o plata e le habían tomado sus mujeres e repartídolas en su presencia e usaban de ellas en sus adulterios, e en lo que les placía a aquellos a quien las dieron; y como les pareció a los culpados que tales ofensas no eran de olvidar, e que merecían que el Atabaliva les diese la recompensa como sus obras eran, asentóseles en el ánimo un temor e enemistad con él entrañable; e por salir de tal cuidado e sospecha le ordenaron la muerte por aquello que él no hizo ni pensó; y de ver aquesto algunos españoles comedidos a quien pesaba que tan grande deservicio se hiciese a Dios y al Emperador nuestro señor; y aunque tan grande ingratitud se perpetraba, e tan señalada maldad se cometía, como matar a un príncipe tan grande sin culpa. E viendo que le traían a colación sus delitos e crueldades pasadas, que él había usado entre sus indios y enemigos en el tiempo pasado, de lo cual ninguno era juez, sino Dios; queriendo saber la verdad e por excusar tan notorios daños como se esperaban que habían de proceder matando a aquel señor, se ofrecieron cinco hidalgos de ir en persona y saber y ver si venía aquella gente de guerra que los falsos inventores e sus mentirosas espías publicaban, a dar en los cristianos, en fin el Gobernador (que también se puede creer que era engañado) lo obo por bien; e fueron el capitán Hernando de Soto, el capitán Rodrigo Orgaiz, e Pedro Ortiz, e Miguel de Estete, e Lope Vélez a ver esos   —404→   enemigos que decían que venían; e el Gobernador les dio una guía o espía, que decía sabía dónde estaban; e a los dos días de camino se despeñó la guía de un risco, que lo supo hacer muy bien el diablo para que el daño fuese mayor; pero aquellos cinco de caballo que he dicho pasaron adelante hasta que llegaron donde se decía que había de hallar el ejército contrario, e no hallaron hombre de guerra con armas algunas, sino todos de paz; e aunque no iban más que esos pocos cristianos que es dicho, les hicieron mucha fiesta por donde anduvieron e les dieron todo lo que les pidieron de lo que tenían para ellos e sus criados e indios de servicio que llevaban; por manera que viendo que era burla, e muy notoria mentira e falsedad palpable, se tornaron a Cajamarca donde el Gobernador estaba, el cual ya había hecho morir al príncipe Atabaliva, sé que la historia lo ha contado; e cómo llegaron al Gobernador halláronle mostrando mucho sentimiento con un gran sombrero de fieltro puesto en la cabeza por luto e muy calado sobre los ojos, e le dijeron: "señor, muy mal lo ha fecho vuestra señoría y fuera justo que fuéramos atendidos, para que supiérades que es muy gran traición la que se le levantó a Atabaliva, porque ningún hombre de guerra hay en el campo, ni le hallamos, sino todo lo paz e muy buen tratamiento que se nos hizo en todo lo que habemos andado". El Gobernador respondió e les dijo: "Ya veo que me han engañado". Desde a pocos días de sabida esta verdad, e murmurándose de la crueldad que con aquel príncipe se usó, vinieron a malas palabras el Gobernador y fray Vicente de Valverde, y el tesorero Riquelme, e cada uno de ellos decía que el otro lo había fecho, e se desmintieron unos a otros muchas veces, oyendo muchos su rencilla».


ATIENZA. Don Blas de. Militaba en el Darién a órdenes de don Vasco Núñez de Balboa; y con él vino en la expedición destinada a descubrir el mar del Sud. Balboa envió varias partidas de españoles acompañados de indios para que adelantándose hiciesen sus exploraciones por vías distintas. La que estuvo a cargo de don Alonso Martín de Sicilia y en la cual se hallaba Blas de Atienza, fue la más afortunada porque acertó a penetrar por más corto camino encontrando canoas en tierra que sirvieron de indicio de la proximidad del mar. En la creciente de las aguas, que no se hizo esperar, pusieron a flote una de aquellas en la cual se embarcó Sicilia y tras él Atienza, diciendo en altas voces «que fuesen todos testigos de que eran los primeros que entraban en aquel Océano». Luego regresaron a dar cuenta a Balboa del éxito de su comisión.

Atienza navegó después con él en la flotilla de canoas que reconoció el golfo de San Miguel, las Islas de las Perlas, y la del cacique Tumaco. Perteneció más tarde a la expedición de don Francisco Pizarro al Perú, cuando éste regresó de España. El cronista Herrera asienta que se compuso de 185 castellanos, y nombra a Blas de Atienza al citar los principales de ellos. También dice que hallándose Pizarro en la Isla de Puná lo empleó en repartir el oro que hasta entonces se había juntado. Garcilaso asegura que Atienza, con otros que relaciona, hizo esfuerzos por salvar la vida de Atahualpa, lo que acredita que estuvo presente en la tragedia de Cajamarca; pero no le vemos considerado en las listas de los que participaron del tesoro reunido por el Inca. Aquel autor al recordar a Atienza lo menciona entre varios de los que vinieron al Perú con don Diego de Almagro, y en esta duda creemos que Atienza volvió a Panamá y de allí regresó con Almagro, o que se unió a él en Piura donde quedaría con algún objeto; porque no de otro modo dejara de comprendérsele nominalmente con los que se encontraron en la toma de Atahualpa:   —405→   esto en el caso de que la omisión no proceda de un olvido de error de imprenta.

Atienza sobre cuyo fin nada hemos podido averiguar, tuvo una encomienda de indios en la provincia de Trujillo de la cual disfrutó su hijo don Luis natural del Perú. En las dos actas de la fundación de la cuidad de Quito, aparece que por no saber escribir don Diego de Almagro, las firmaron a ruego de él don Blas de Atienza y don Juan Espinosa. Se acredita así la concurrencia de estos a la campaña hecha para cortar los planes del adelantado de Guatemala don Pedro Alvarado en 1534: mas no sabemos si Atienza perteneció a las tropas con que don Sebastián de Velalcázar persiguió a Rumiñahui, (que es lo probable) o si fue al territorio del Ecuador con Almagro con motivo de la invasión de Alvarado.

ATIENZA. Fray Blas de -mercedario: escribió en Lima la Relación de los religiosos de su orden, que florecieron en el Perú desde su conquista. La firmó en 10 de julio de 1617 y dice que con excepción de dos, los conoció a todos. Remón en su Historia general de la orden de la Merced, inserta el trabajo de Atienza. También fue éste autor del libro Cartas varias de las misiones del Perú y otras cosas de aquellos reinos, según refiere Lasor en el tomo 2.º de su Orbe Universal.

ATIENZA. El padre Juan de -de la compañía de Jesús. Fue un eminente teólogo, memorable por sus virtudes y por sus hechos en la conversión de los indios a que se contrajo en largas épocas.

Asistió a los concilios provinciales limenses de 1582 y 1591, reunidos por el arzobispo Santo Toribio: en el primero como rector de la compañía, y en el segundo como provincial y teólogo diputado. Falleció en Lima en 1.º de noviembre de 1592.

ATIENZA. Doña Inés -natural de Lima, hija del conquistador don Blas de Atienza. Cuando el virrey marqués de Cañete para librar al Perú de soldados ociosos, y cuyos malos procederes turbaban la tranquilidad pública, envió en 1560 una expedición de 400 hombres para descubrir y conquistar los países vecinos al Amazonas, confiando el mando y dirección de ella al capitán don Pedro Urzúa; éste que vivía rendido a la extraordinaria belleza de doña Inés, determinó llevarla a su lado en la suposición de que ella podría seguirlo con suficiente disimulo para que la ropa no sospechara la relación que mediaba entre ambos. La pasión ciega de Urzúa no le dejó prever las funestas consecuencias que había de ocasionar la presencia de esta dama en los campamentos, en que el mal ejemplo del jefe superior tenía que ofender a muchos y lastimar la moral de diferentes maneras.

Llegó Urzúa a permitir que con motivo de incorporarse doña Inés a la expedición, se hiciesen regocijos y demostraciones, dispuestas por la adulación, dando margen a que algunos oficiales se prendaran de ella como sucedió. Creciendo la inclinación de estos hasta un grado de vehemencia peligrosa, abrazaron el plan criminal de matar a Urzúa como un medio de facilitar sus desordenados intentos.

No faltó luego el pretexto que esperaban para aprovecharlo levantando quejas que irritasen los ánimos para conducirlos al extremo de una sedición. El nombramiento de lugarteniente que hizo Urzúa en don Juan de Vargas, les abrió paso al objeto propuesto. Mientras la flota expedicionaria surcaba el Huallaga hubo quien denunciase la conspiración al confiado jefe aconsejándole tomase precauciones y se deshiciese de doña Inés. Ella por su parte y con noticias que también se le dieron, exigió   —406→   de Urzúa remedios oportunos para su seguridad. Todo fue inútil, porque siguió en su descuido y abandono hasta que, el 2 de enero de 1561 día en que descansaban desembarcados cerca de la embocadura del Putumayo, estalló la sublevación lo asaltaron y mataron a estocadas lo mismo que a Vargas.

Los insurrectos proclamaron por general a don Fernando Guzmán a Lope de Aguirre por maestre de campo, y don Lorenzo Salduendo por capitán de guardias. No tenía éste aspiración militar, y sola doña Inés ocupaba sus pensamientos: la buscó hasta encontrarla desesperada en un monte sin dirección ni amparo. La hizo protestas de respeto y aprecio y la condujo al campamento. Doña Inés mandó sepultar a Urzúa, y se confesó inmediatamente temiendo las desgracias que la amenazaban.

Siguieron el viaje los aventureros y juraron por rey de los marañones a don Fernando Guzmán. Entre ellos el desorden, las desconfianzas y los asesinatos se sucedieron de la manera más horrible. Guzmán recelando de Lope de Aguirre y otros, se disponía a decapitarlos, pero Aguirre se adelantó y acaudilló un levantamiento en que murió Salduendo y también el nuevo Rey. Espantada doña Inés con estas trágicas escenas, volvió a emprender la fuga. Aguirre envió a los soldados Alarcón y Llamoso para que la persiguiesen, y estos, habiéndola encontrado, dieron fin a su existencia al rigor de muchas puñaladas.

El lector hallará en los artículos «Urzúa», y «Aguirre» datos más circunstanciados acerca del primero, y en cuanto al segundo la serie de los execrables crímenes que cometió hasta el fin de su vida. Destruido en Barquisimeto, fueron ajusticiados los asesinos de doña Inés de Atienza.

AULESTIA. Véase Román de Aulestia.

ÁVALOS Y RIVERA. Don Nicolás. Véase Santa Ana de las Torres -conde de.

ÁVALOS. El licenciado don José. Indígena peruano que a mediados del siglo 18 fue admirado en Lima por su extraordinaria habilidad. A los 18 años defendió en el colegio de San Ildefonso conclusiones públicas de filosofía y teología. A los 14 había acabado con perfección el latín y tenía nociones bastantes de retórica, historia sagrada y profana. Conocía el derecho canónico y repetía de memoria el Concilio de Trento.

AVALLÓN. Doña Tomasa -vecina de Combapata departamento del Cuzco, cuyo lugar es de los más sanos del Sud del Perú. Falleció de 137 años, y en su tiempo existían en dicho pueblo cuatro indias de la misma edad.

AVELLAFUERTE. Sierra y Navía -don Juan José natural de Asturias caballero de la orden de Santiago, coronel de ejército, gobernador político y militar de la provincia de Tarma. Fue casado con doña Francisca de Querejasu, natural de Lima, hija del oidor don Antonio Hermenegildo, y de doña Josefa de Santiago Concha, hija del marqués de Casa Concha. Sus hijos, don Pablo que fue coronel de milicias, casó con doña Rosa Aliaga y Borda, hija del marqués de Fuente Hermosa; doña Manuela con el brigadier don Simón Díaz de Ravago; y doña Mariana con don Francisco Moreyra y Matute. Véanse los artículos relativos a las personas citadas. Don Juan José Avellafuerte fue dueño del mineral de San Juan   —407→   que tenía cuatro máquinas de moler metales; y era uno de los más considerables pues gozaba de agua permanente.

En el gobierno del virrey don Agustín de Jáuregui, se trató de hacer una población fortificada que diese estabilidad al restablecimiento de las misiones del interior de Tarma según lo dispuesto por el Rey en repetidas órdenes. Habíase perdido lo ganado durante largos años en la conversión de los indios; y destruidos muchos pueblos, todo se hallaba en abandono desde el levantamiento del caudillo Juan Santos que se apellidó Atahualpa. Avellafuerte informó que nada se avanzaba con mejorar el inútil fuerte de Chanchamayo como querían otros y aun los mismos misioneros: demostró con cuantas pruebas podían desearse que este era un grave error; y su dictamen fuese fundase la población y la fortaleza proyectadas, en la unión de los ríos Pozuso, e Hichazu. Véase el artículo Jáuregui en el cual nos extendemos sobre el particular. El tiempo ha acreditado que las opiniones de Avellafuerte fueron muy fundadas y que su plan era grandioso y seguro.

AVELLANEDA. Don Melchor, marqués de Valdecañas -natural de Lima, ilustre por sus proezas militares. Su padre el maestro de campo don José de Avellaneda Sandoval y Rojas, caballero de la orden de Calatrava, era corregidor y justicia mayor de Arequipa por los años de 1663.

Pasó don Melchor de Avellaneda en España lo más florido de su edad, adquiriendo la instrucción tan necesaria a los jóvenes llamados entonces por su clase a figurar en grande escala. Fueron de su predilección los estudios análogos a la carrera militar, en la cual le esperaba la victoria con los dones que prodiga sólo a genios87 privilegiados.

En el ejercicio de su profesión le abrieron ancho y feliz paso para los ascensos su bizarro comportamiento, y aquella compostura y decencia con que los subalternos entendidos y delicados, saben hacerse considerar de sus superiores. Avellaneda ocupó luego los escalones de los jefes, para hacer más notable en ellos su capacidad y aptitud: a principios del siglo 18, sus servicios en el ejército y en muchos combates, le habían ya colocado en el rango de director general de infantería, y al poco tiempo se le dio el gobierno de la Plaza de Ceuta. El rey Felipe V, que tuvo tantos motivos y ocasiones para cumplir el deber de recompensar sus fatigas, le creó título de Castilla en 10 de octubre de 1706, bajo la denominación de marqués de Valdecañas. Después nuevos merecimientos de que no podía desentenderse el monarca, le elevaron a esa dignidad, que sólo a los primeros generales de su época, fue conferida -la de capitán general de ejército. Tal era su posición en las campañas de 170 y 10, en las cuales el guerrero Peruano era escuchado en los consejos del duque de Vandoma.

Tocaron al marqués los hechos más difíciles en las memorables operaciones de 1710. Ejecutó hábiles maniobras con la caballería, y los numerosos granaderos del ejército: ocupó de noche los puentes del Tajo, desalojó el cuerpo de tropas inglesas del general Stanop, obligándole a separarse de los austríacos que mandaba Starembergh. El 9 de diciembre de aquel año, habiendo fortificado el vado más cercano a Brihuega, y después de una recia batalla, hizo rendir a Stanop, quien quedó prisionero con los generales Hill y Carpentier, y 4800 soldados. Starembergh acudió tarde al socorro de Stanop, y para recibirle el día 10, Vandoma formó su línea en Villaviciosa. Valdecañas mandó la ala derecha: su ataque fue tan calculado88 e impetuoso, que rompió los cuerpos alemanes y portugueses; y con sus esfuerzos puso término a la batalla. Fueron   —408→   sus tropas las que quedaron en posesión del campo, en que se hizo dueño de la artillería y bagajes del enemigo. Escribe el marqués de San Felipe que el Rey manifestó con patentes demostraciones de reconocimiento; que al marqués de Valdecañas se debió la espléndida victoria de Villaviciosa de tan grandes resultados en la guerra de sucesión. Por muerte del duque de Vandoma en 1712, el mando en jefe de los ejércitos, recayó en el capitán general Valdecañas a quien su saber había conquistado el nombre célebre que conservó intacto entre las notabilidades militares desde entonces.

Muchas condecoraciones y distintivos de honor galardonaron sus esclarecidos servicios, y las muestras sinceras del aprecio y gratitud de la nación, fueron más señaladas y estimables que cuantas gracias dispensaba el soberano a quien tanto hizo por afianzar su disputada corona. Valdecañas que nada podía ya desear en la esfera militar, admirado en España, y poseedor de una reputación europea bien adquirida, halló ocasión de acreditar su inteligencia para administrar los negocios civiles; en el desempeño del cargo que se le confió de virrey y capitán general del Reino de Valencia. Habríale estado mejor no aceptarlo; y proferir una vida tranquila en que con independencia, y bajo la sombra de sus frondosos laureles, disfrutara en descanso del respeto general y de las atenciones de sus amigos. La obediencia le precisó a cumplir con una obligación, sin que le hubiese sido dado presentir se aproximaba a un escollo destinado a abreviar el término de su existencia.

Acontecieron en Valencia ruidosos altercados con la autoridad eclesiástica, que versando sobre puntos de inmunidad, y tomando peligrosas creces ocasionaron gravísimos escandalos: fue por entonces que el célebre fiscal don Melchor de Macanas, creyendo de la real gracia, pasó a vivir en cruel destierro, sin que le hubiese valido para evitarlo, sus no comunes servicios y la fama que por sus muchas letras disfrutaba. Había dirigido al rey la célebre carta que salió a luz en el Semanario erudito de Madrid, en la cual escribió contra los jesuitas, la pena de muerte, la existencia de muchos frailes, y otros puntos notables. La silla arzobispal de Valencia se hallaba vacante, y estando movidos los ánimos con las desazones que tenían alterada la concordia entre los poderes, sobrevino un suceso imprevisto que ocasionó la más deplorable crisis.

El Cabildo Eclesiástico y el Vicario sostuvieron una encarnizada cuestión con la Audiencia, por haber sido excomulgado el superintendente general de Rentas don Rodrigo Caballero. Preciso es decir que el origen de un hecho de tanta trascendencia fue haberse decomisado siete cahíces de sal, que los monjes cartujos del convento de Ara christi compraron de una embarcación inglesa para su consumo. Motivó esta determinación un vivo resentimiento, porque fue mirada como atroz ofensa a la inmunidad de la Iglesia. Inútiles fueron los esfuerzos del Virrey marqués de Valdecañas para restablecer la turbada paz; ellos tuvieron el mismo resultado que las medidas sagaces y conciliatorias con que al principio de la tormenta, creyó conjurarla. Extinguida la esperanza de avenimiento; y como airado el Rey diese orden para el destierro del Vicario y cuatro canónigos, el Marqués los expulsó de Valencia, y bien escoltados los envió a territorio francés.

A esta providencia del Monarca faltó tramitación legal, pues no intervino en ella el Consejo de Castilla. Siguiéronse reclamaciones de muy serio carácter, y procedimientos ejecutivos dirigidos a confundir y sacrificar a Valdecañas, ya que nada podía hacerse contra el Soberano. Los gobiernos, sucede de ordinario, que cambian de sentimientos, según lo aconsejan las circunstancias, o la necesidad de desembarazarse de los   —409→   peligros, y olvidan o niegan el derecho de sus mejores servidores, abandonándolo, con la misma facilidad con que suelen exaltar a los que menos títulos tienen a su consideración. Diferentes juicios se actuaban por consecuencia de los sucesos ocurridos en Valencia, y para cuyo esclarecimiento estaba de por medio la autoridad eclesiástica, constante en defender sus prerrogativas, y muy diestra en el modo de manejar su poderosa influencia. Ante las maniobras de tan temible enemigo, vinieron a tierra el valimiento, los servicios y las glorias de aquel que poco antes era reconocido y acatado como el más esclarecido adalid del trono español.

Organizado el proceso que motivó la cuestión de la sal de los cartujos, el Marqués fue suspenso del ejercicio de su alto mando. Por julio de 1718 una sentencia del Consejo le privó por cuatro años de sus empleos y honores prohibiéndosele entrar en la corte sin real licencia, so pena de cuatro mil ducados. Pocos meses después abrumado con el peso de tan terrible infortunio, dejó este mundo para vivir en aquel en que la divina justicia conserva a los buenos fuera del alcance de las humanas pasiones. Berny en su Historia de los títulos de Castilla, dice que don Antonio de León Pinelo escribió de la ilustre familia de Valdecañas: sensible es no se encuentre esta producción; mas hay abundantes datos por los que consta, según la misma obra de Berny, que el apellido de Avellaneda pertenece a las casas de los condes de Miranda, de Orgaz y de Castrillo; y a las familias de los marqueses de la Bañeza y de Torre-mayor. Entre honrosos recuerdos de eminentes peruanos, el autor del poema heroico Lima fundada hizo el que merecían los hechos gloriosos de Valdecañas, en el canto 7.º parte 2.º, y en su nota 87 dice: «Han sido tan grandes y tan notorios los heroicos servicios que ha hecho Su Excelencia a Su Majestad en los gobiernos que ha ejercido y ejerce, y en las campañas y batallas en que ha sido como un triunfante rayo de su diestra, y principalmente en la famosa de Villaviciosa, que requerían otro canto y otra lira».

Fue casado el marqués de Valdecañas con doña Leonor de Lucena y Ventimilla natural de Málaga. Su hijo y heredero del título, don Francisco Javier de Avellaneda, nació en Madrid, siguió la carrera de las armas y murió en Barcelona el 6 de mayo de 1747 a la edad de 46 años. Llegó a ser teniente general, inspector general de infantería y comendador en la orden de Calatrava. Mandó regimientos, y se halló en las guerras de Ceuta y Orán a órdenes del marqués de Santa Cruz. Prisionero de los moros, estuvo cautivo cinco años, y su rescate costó 22057 pesos.

AVELLANEDA. Fray Pablo de -natural de Lima de la orden de San Agustín, hijo de don Elmo de Avellaneda, perteneciente a una casa ilustre de Jerez, donde era mayorazgo. Fue maestro de número, prior de Chuquisaca y de Potosí y el más distinguido orador de su época. Cuando falleció a principios del siglo XVII, dejó su rica librería al colegio de San Ildefonso de Lima.

El padre Avellaneda pudo morir asesinado con ocasión de uno de aquellos crímenes de mucha rareza que suelen verse. Un sastre que habitaba en la calle de Mercaderes tenía resuelto matar a su mujer; y ocupándose de combinar el modo de ejecutarlo librándose de las consecuencias, adoptó un horroroso plan, para cuyo efecto convenía introducir en su casa al primer fraile que pasase. Esperó a la puerta de su tienda, en el momento que creyó oportuno, y como apareciese por la calle fray Pablo Avellaneda, le llamó y halagó, suplicándole entrase para tener el gusto de comer en su compañía. Avellaneda resistió a una y otra instancia y siguió caminando para su convento. Pocos minutos corrieron para   —410→   que transitase por la fatal puerta un religioso mercedario el cual aceptó el convite y cayó en el lazo. Luego que estuvo en el interior fue asesinado a puñaladas por el sastre, quien acto continuo hizo lo mismo con su mujer. Salió dando voces y propalando que al sorprenderla en crimen con el fraile había dado muerte a ambos. Comunicó el caso a la autoridad judicial pidiendo la averiguación correspondiente; mas hecha ésta con la atención que el suceso merecía, resultó patente la delincuencia del sastre, y a los pocos días fue ahorcado y descuartizado en la plaza mayor de Lima.

AVENDAÑO. El padre Diego -de la Compañía de Jesús, natural de Segovia, maestro de Teología en el colegio de su religión en Lima. Dejó grata memoria por su amor a las letras y consagración a sus deberes. Escribió la obra Thesaurus indicum, que se publicó en Amberes en 1668, y es un instructor general para el régimen de la conciencia en todo lo que pertenece a las indias. Con título de Actuario indiano imprimió en 1675 los tomos 3.º y 4.º. En el tomo 1.º tít. 9 cap. 12 levantó el grito, contra la esclavitud de los negros, y dijo «que el comercio que de ellos hacían los europeos, era injusto e inmoral y violaba los más sagrados derechos de la naturaleza». Fue, pues, un teólogo jesuita, el que produjo primero que otros filósofos, la idea de la libertad de aquellos; la quería de una manera absoluta y sin las condiciones que Raynald89 propuso después. Avendaño, antes de aquella obra, había escrito otras dos de materias teológicas, que salieron impresas.

En el Thesaurus indicum tomo 1.º página 26 refiere Avendaño que a principios del siglo XVII hubo serios altercados sobre si se debía compeler a los indios al trabajo de las minas de Guancavelica. Se escribió en pro y en contra alegando muchas razones. Dice, que «el asunto fue consultado al rey Felipe IV quien pensó en hacer traer al Perú un número crecido de alemanes y de otros, para sustituir y aliviar a los indios en las labores de dichas minas». Se olvidó sin duda Felipe IV de descargar su conciencia con la realización de tan justo intento, o tal vez sus ministros le hicieron desistir de él.

AVENDAÑO. El doctor don Fernando -natural de Lima, hijo de don Diego Avendaño que fue en 1627 alcalde de la Santa Hermandad. Desempeñó don Fernando las cátedras de artes y de prima de teología en 1637, y el rectorado de la real Universidad de San Marcos en 1640 y 41. Fue calificador del Santo Oficio, cura de Cajatambo, y de la Catedral en 1632. Siguió su carrera en el coro de Lima, fue canónigo y se le nombró provisor y vicario general por el arzobispo don Fernando Arias de Ugarte, con motivo del fallecimiento del chantre don Fernando de Guzmán que servía dicho encargo. Ascendió a chantre y a la dignidad de arcediano. Fue visitador contra la idolatría de los indios en 1643, nombrado por el arzobispo don Pedro Villagómez. Electo obispo de Santiago de Chile en 1665, falleció sin haber tomado posesión. En un libro que el doctor Avendaño publicó en 1648 titulado Sermones de los misterios de nuestra santa Fe católica en lengua quechua y en español, insertó la doctrina cristiana y se ocupó de impugnar los errores en que permanecían los indios.

El doctor Avendaño siendo canónigo dirigió como comisario la obra de la iglesia del Prado por encargo del virrey conde de Chinchón que la hizo edificar. Fue hermano suyo el doctor don Tomás Avendaño alcalde ordinario de Lima en 1643.

ÁVILA. Alonso de. No encontramos su nombre entre los primeros   —411→   conquistadores, a quienes se repartió el tesoro que reunió Atahualpa para su rescate. Es probable que Ávila fuese uno de los militares llegados al Perú con don Diego de Almagro que alcanzaron a presenciar la ejecución del Inca y no tuvieron parte en el reparto individual que se había hecho del oro y de la plata.

Pero es evidente que Alonso de Ávila fue uno de los españoles que tomaron muy a mal se diese muerte al emperador Atahualpa. Él se señaló entre los que calificaron este hecho de un gran atentado, censurando agriamente que a un soberano que en nada les había ofendido no se le enviase a España en vez de sacrificarlo cruelmente.

ÁVILA. El Presbítero don Antonio -limeño. Véase Dávila.

ÁVILA. El padre Estevan de -de la Compañía de Jesús. Nació en Ávila en 1519. A la edad de 20 años ingresó en la compañía. Vino al Perú donde fue un oráculo por su sabiduría y virtud. Sirvió en la Universidad de San Marcos la cátedra de prima de teología. Fue maestro del sapientísimo padre Juan Pérez de Menacho de la misma compañía, natural de Lima, quien le sucedió en dicha cátedra. Ambos durante el largo tiempo que la desempeñaron, hicieron renuncia de la renta, y la dejaron en tesorería, cuyo fondo sirvió mucho para la fábrica del salón general de funciones literarias de la universidad, en el cual existen los retratos de estos dos eminentes hombres. Concurrió al cuarto conciso provincial de Lima, reunido en 1591 por el arzobispo Santo Toribio, en calidad de procurador por el obispo de Santiago de Chile, y como teólogo diputado. Falleció en 14 de abril de 1601 de 82 años. Dejó varias obras, entre ellas la de Censuris eclesiasticis tractatud, impresa en León en 1608 y que mereció la primera estimación de los juristas y teólogos.

ÁVILA. El D. don Francisco. Empezó sus estudios en la ciudad del Cuzco lugar de su nacimiento, en las escuelas de la compañía. Vino a Lima en 1590, y los continuó con admirable aprovechamiento. En 1596 se graduó de doctor en teología, y ordenado de presbítero, el arzobispo Santo Toribio que le distinguió por su saber y virtud, lo dispensó la edad que le faltaba para emplearse en el confesonario sin restricción alguna. En 1597 pasó de cura a la doctrina de San Damián y posteriormente ocupó otras. Fue a Chuquisaca investido de la dignidad de maestre escuela de aquella Iglesia. Regresó a Lima de canónigo en cuya silla permaneció en este coro hasta su muerte.

Durante su larga carrera no cesó de enseñar a los indios con extraordinario celo, y según las noticias que sobre esto tenemos, sería imposible hallar otro eclesiástico que hubiese predicado más, y por más tiempo sin interrupción se cuenta que muchas veces lo hizo hasta por tres en un mismo día. Fundó una memoria de mil pesos de renta, que dejó a los provisores del arzobispado con obligación de que todos los días festivos hiciesen se predicase a los indígenas en la puerta de la catedral en quechua como él lo había practicado con gran constancia. Dotó la fiesta de las Llagas de San Francisco en esta ciudad con una cantidad fija, y asistía a ella y a la procesión que se hacía por el Cabildo Eclesiástico en 17 de setiembre de cada año: era hermano profeso de la tercera orden. Dio a luz un tomo de sermones en aquel idioma y en español, para todos los días del año, obra utilísima para los párrocos, y que dedicó a los prelados del Perú. Escribió también sobre otras materias y objetos piadosos. Ocurrió su fallecimiento con rara casualidad el día   —412→   de las Llagas, y a tiempo en que se celebraba la fiesta que va referida, el año de 1647 a 17 de setiembre. Asistieron a su funeral el Virrey, los tribunales y corporaciones. El canónigo Ávila fue en 1643, uno de los visitadores contra la idolatría, que nombró el arzobispo don Pedro Villagómez.

ÁVILA. Don Francisco -natural de Granada. Erigida la catedral de Lima y formado su Cabildo en 1543, fue este eclesiástico el primero que obtuvo la dignidad de chantre.

ÁVILA. Fray Juan -natural de Arequipa, fue muerto por los bárbaros en las misiones de Tarija con los padres Miguel Pantigoso, y Nicolás González, también arequipeños.

AVILEZ Y DEL FIERRO. Don Gabriel -marqués de Avilés, teniente general virrey del Perú; hijo del brigadier don José Avilés, intendente de Aragón y Valencia, a quien el rey Carlos III confirió el título de marqués en 2 de abril de 1761: fue también consejero de guerra, y escribió una obra sobre heráldica.

Hemos podido averiguar que don Gabriel vino por primera vez al Perú en la época del virrey don Manuel Guirior en la clase de coronel y como jefe de la asamblea veterana de caballería procedente de España. En 1780 y 81 se le titulaba coronel de Dragones de ejército, jefe y comandante de las milicias de caballería de la capital, siendo subinspector general el mariscal de campo don José del Valle y Torres.

Habiendo estallado por noviembre de 1780 la revolución de que fue caudillo don José Gabriel Condorcanqui cacique de Tungazuca y conocido con el nombre de Tupac Amaru, el virrey don Agustín de Jáuregui envió tropas de Lima al Cuzco bajo las órdenes de dicho general Valle, marchando antes el coronel Avilés con 200 hombres del batallón de pardos. Formado el plan de campaña contra Tupac Amaru en marzo de 1781, las fuerzas que se juntaron en aquella ciudad, salieron distribuidas en 6 divisiones, y cada una por distinta dirección, hacia la provincia de Tinta. Avilés mandó la de reserva compuesta de 500 infantes de Lima y Huamanga, y el 23 se situó a dos leguas de Sangarará en donde se hallaba el campo enemigo en ventajosas posiciones, con atrincheramiento, y una fuerza que se calculó en 14 mil hombres, 4 mil de ellos montados. Se acordó colocar las divisiones de modo que se estableciese un bloqueo a fin de que la falta de víveres obligase a Tupac Amaru a moverse del terreno en que no convenía aventurar un combate.

El 6 de abril resuelto este a abrirse paso sorprendiendo a la tercera división que obedecía al comandante Villalta y a la de reserva, se le frustró su designio porque se le opuso viva resistencia; y Avilés maniobró hasta completar su derrota atacándolo por retaguardia mientras Villalta lo destrozaba por su frente. Perdido Tupac Amaru y tomado en un bosque por unos soldados de pardos de Lima, que en su seguimiento se habían echado tras él al río inmediato, cayeron también prisioneros en distintos puntos muchos de su familia y de sus principales colaboradores, que conducidos al Cuzco fueron juzgados y sentenciados con Tupac Amaru por el visitador general don José Antonio de Areche. El coronel Avilés con sus tropas formó en la plaza mayor de la ciudad y presenció el horrible y repugnante espectáculo del 18 de mayo en que la crueldad más fría y detestable se cebó en aquellas víctimas con deshonra de la civilización y espanto de la humanidad por la naturaleza de los tormentos que se emplearon. Las ejecuciones siguieron con igual furor y a medida   —413→   que iban capturándose diferentes personas complicadas, sin que ninguna pudiera librarse del castigo. Véase el artículo Tupac Amaru don José Gabriel.

El coronel Avilés fue destinado con mil hombres a recorrer varios distritos del Collado y perseguir algunos cabecillas de la insurrección, mientras que el general se marchaba con el grueso de sus tropas en ánimo de pasar el Desaguadero con motivo de estar en todo su vigor la revolución de las provincias vecinas a la Paz. Avilés desbarató algunos grupos armados que le opusieron resistencia, y en cercanías de Asillo empeñó otros choques con gran mortandad de los contrarios. Reunido el ejército tuvo el general Valle que atacar un crecido número de enemigos que en el monte de Condorcuyo comandaba don Pedro Vilca Apaza por orden del caudillo don Diego Cristóval primo hermano de Tupac Amaru y que tenía mucha gente de Azángaro y Carabaya. El coronel Avilés dirigió una de las cuatro columnas que en combinación destruyeron a les enemigos con terrible carnicería. Luego marchó el ejército en auxilio de Puno atormentada por un largo y sangriento sitio. Mas era tal el ardor de los pueblos, y el enjambre de indios sublevados; el cansancio y diminución de las tropas de Valle sus penurias y peligros, que resolvió abandonar Puno que quedó despoblado y retirarse al Cuzco. La insurrección de la provincia de la Paz terminó por la buena suerte que tuvieron las operaciones del coronel Reseguin con tropas que trajo de Buenos Aires y otros puntos lejanos. La ejecución de Tupac Catari y muchos otros, produjo el efecto de que se dispersaran y sosegaran los indios, y no pocos de sus jefes se acogiesen a un amplio indulto otorgado por el virrey Jáuregui en Lima a 12 de setiembre de 1781. Uno de estos caudillos fue don Diego Cristóval que desengañado de no poder llevar adelante sus empresas después del suplicio de su hermano Tupac Amaru, se le absolvió por la iglesia y juró fidelidad al Rey en Sicuani ante el general Valle, el obispo y muchos funcionarios. El coronel Avilés estuvo con el general Valle en La Paz después de repoblada la villa de Puno, y concurrió también a la expedición de Calca y Lares. Valle enfermo, tuvo que regresar al Cuzco donde falleció el 4 de setiembre de 1782, y Avilés terminó la pacificación de esa provincia.

Habiendo reaparecido la revolución en Marcapata por febrero de 1783 se tomaron muy serias providencias para sofocarla como se verificó. Entendió en ellas el coronel Avilés en quien había recaído el mando en jefe de las tropas por nombramiento del virrey Jáuregui; y dispuso la prisión de los autores y cómplices de esta nueva insurrección. Contra don Diego Cristóval se acumularon cargos y acusaciones por hechos que hacían ver, que no obstante el indulto que procuró voluntario y alcanzó con tanta solemnidad, encendía la discordia activamente. Con estos precedentes se le aprehendió y sometió a juicio con los demás. Dio sentencia en esta causa el comandante general Avilés de acuerdo con el oidor de Lima don Benito de la Mata Linares, en la ciudad del Cuzco a 17 de julio de 1783; y en consecuencia, el día 18 fueron ahorcados en la plaza, llamada del regocijo don Diego Cristóval Tupac Amaru, doña Marcela Castro, don Simón y Lorenzo Condori. La escena fue atroz y horripilante, porque los llevaron al patíbulo arrastrados por bestias de albarda y atados de pies y manos. A don Diego lo martirizaron con tenazas encendidas en una hoguera. A la Castro se le cortó viva la lengua: y ahorcados los cuatro, se les descuartizó, colocando sus cabezas brazos etc. en diferentes parajes: confiscáronseles sus bienes y se derribaron sus casas arrojando sal en el terreno.

Nadie ignora la inhumana ferocidad del oidor Mata Linares, pero   —414→   el coronel Avilés era la autoridad superior militar, y no debió suscribir tal sentencia. Avilés considerado siempre como hombre muy religioso y caritativo, pudo hacerlos ahorcar si el mérito de los autos exigía esa pena, y no permitir se perpetrasen acciones bárbaras por seguir el ejemplo de las crueldades empleadas por el mismo Mata Linares auditor de Areche en las anteriores ejecuciones. Avilés renunció el mando de las armas en el Sur y el Virrey de acuerdo con el visitador general don Jorge Escobedo le relevó en 30 de noviembre de 1783 con el corregidor de Paruro don Manuel Urriez, después conde Ruiz de Castilla.

Pacificado el país, organizadas las intendencias de provincias, tomadas otras disposiciones de seguridad para lo futuro, y hallándose en el Perú los regimientos de Soria y Extremadura venidos de España por Panamá; el brigadier don Gabriel de Avilés estando ya en Lima, desempeñó desde 1787 la subinspección general de las tropas del virreinato y el gobierno de la plaza del Callao anexo a aquel cargo, como el de cabo principal de las armas.

A fines de 1784 el Virrey caballero de Croix dictó providencias para disminuir tropas y asambleas, suprimiendo muchos gastos militares para aliviar al Erario: a este objeto cooperó Avilés, en una junta de guerra que se celebró en diciembre. Como subinspector general en 1787, atendiendo a que el regimiento «Real de Lima» se hallaba dividido en los cuarteles del colegio real y hospital de Barbones sin comodidad alguna, propuso la construcción de nuevas cuadras en el colegio real con un presupuesto importante 36540 pesos. Dio el arbitrio de que se invirtieran en esta obra 19000 pesos que tenía dicho regimiento en su caja de fondos. La junta superior de hacienda aprobó el proyecto proveyendo de recursos hasta completar 29 mil pesos que se destinaron a la fábrica de diez cuadras según remate público.

Avilés en un informe reservado se opuso en 1788 al cumplimiento de una real orden por la cual se mandaba aumentar el número de compañías de cada batallón y opinó era inverificable, y no conveniente la medida de beneficiar los empleos de oficiales que ya se habían provisto. También contradijo en el mismo año la creación en Arica de un regimiento que ofrecía formar con título de Dragones de Sagunto, don Andrés Ordoñes corregidor de aquella provincia, porque además de no creerlo competente, era transeúnte y no de los vecinos de mérito del país.

Con motivo de presunciones que había de un próximo rompimiento con Inglaterra, el virrey Croix ordenó al subinspector Avilés formase detalladamente un plan de defensa del litoral. Igual encargo recibió del virrey Gil que ingresó al mando en 1790. El brigadier Avilés le hizo comprender que muchos cuerpos de milicias del interior eran imaginarios, que los oficiales vivían a distancias y la tropa ni los conocía, a lo que se agregaba haber entre ellos personas sin aptitudes ni respetabilidad alguna. Fue el resultado de sus informes que con aprobación del rey se extinguiesen 25 cuerpos de infantería, 16 de caballería y 17 de dragones, prohibiéndose su restablecimiento. El plan de defensa que trazó Avilés esta impreso en la memoria del citado virrey Gil. En él hay muchos pormenores insignificantes y algunas medidas de poca importancia. Lo principal estribaba en la vigilancia que debía establecerse en la costa; y en la distribución en muchos puertos de ella, de oficiales con algunos milicianos a sueldo. Debía enviarse los buques de guerra a cruzar delante de Chiloé; dotarse las costas de armas y municiones, y en caso de invasión privar de todo recurso a los enemigos. Concluía por fijar algunas reglas para el sostén del Callao y Lima, repartiendo la   —415→   guarnición en los puntos que era probable fuesen atacados; hostilizar aquellos en la campiña y valles inmediatos etc.

Ascendió Avilés a mariscal de campo en 1791, y estaba ya investido con el título de marqués de Avilés. Fue relevado de la subinspección general en 1795 y pasando a servir la presidencia de Chile, se posesionó de ella el 16 de setiembre: la había dejado vacante el general don Ambrosio O'Higgins quien vino al Perú de Virrey en remplazo del general Gil de Taboada.

El año de 1799 ascendió Avilés al virreinato de las provincias del río de la Plata. Apenas llegó a Buenos Aires el 14 de marzo, se contrajo entre otras cosas a poner en obra el plan de establecer por medio de bases sólidas la propiedad y libertad de los indios de las misiones. Dice el deán Funea en su Ensayo Histórico que este proyecto de Avilés fue el finito notable de su corto gobierno, y asienta que desde la expulsión de los jesuitas se regían los 30 pueblos de misiones por las ordenanzas que dictó el virrey Bucareli. «Veintidós años, dice, de latrocinios y desastres hicieron por fin abrir los ojos, y que se llegase a conocer la necesidad de otro sistema gubernativo. En lugar de encontrar el origen de los males en la falta del antiguo régimen, se creyó que consistía en la comunidad de bienes». Discurre el deán acerca de los inconvenientes que hacían ilusorio el remedio que el Virrey se proponía. Avilés es evidente que como por ensayo en el año 1800 dio la libertad a trescientas familias adjudicándoles tierras y ganados; y lleno de ideas lisonjeras informó al rey haber acertado con las fuentes de orden y bienestar. Nada puede escribirse en cuanto a resultados, porque de improviso se turbó la tranquilidad con la guerra de España y Portugal, y la provincia del Paraguay como otras colindantes con el Brasil, se envolvió en disturbios interiores que malograron los frutos de la paz. Además de esto en 1801 el marqués de Avilés fue promovido al virreinato del Perú y reemplazado en Buenos Aires por el general don Joaquín del Pino.

Había fallecido en Lima el virrey O'Higgins marqués de Osorno el 18 de marzo de 1801 quedando el gobierno a cargo de la Audiencia con su regente don Manuel Arredondo. El marqués de Avilés elevado al empleo de teniente general se puso en camino por tierra, y atravesando el territorio del Alto Perú hizo su entrada en Lima el 6 de noviembre del mismo año recibiéndose en público el 6 del inmediato diciembre. Conocido en esta capital, conservaba antiguas relaciones en la buena sociedad estimándosele generalmente por sus arregladas costumbres y probidad. Era excesivamente económico y escrupuloso para el manejo de la hacienda. En su época nada se malgastó; todo su conato lo puso en igualar los ingresos con los egresos reduciendo más estos por su constante empeño de acopiar sobrantes. Pero a este paso y para seguir sin desviarse sus máximas estacionarias, no emprendió ninguna obra pública ni promovió mejoras materiales, y esto sin embargo de conocer las necesidades. Nunca hubo más orden en la administración de las rentas, libres de compromisos de su época, y ningún virrey cuidó mejor que Avilés de dar a su sucesor abundantes y claros datos en materias de hacienda y en orden a quebrantos que venían de atrás y que hizo lo posible por remediar.

Los fondos que componían la Real Hacienda del virreinato escasamente sufrían los gastos naturales, pues aunque todos los ingresos fiscales entraban en tesorería, era preciso distinguir su procedencia y aplicaciones especiales para comprender que había entradas destinadas a las atenciones del país; otras eran producto de ramos de que aquí no debía disponerse, llevándose de cada cual cuenta separada, se satisfacían las cargas   —416→   y pensiones de ellos y se remitían a España los sobrantes, otras en fin provenían de ramos ajenos, y sus rendimientos se empleaban en determinados objetos, de que no podían distraerse, unos en el virreinato, y algunos en la Península, a donde se enviaban sus restos líquidos. Deslindados así los ingresos, no había duda de que lo que se atesoraba, y era aquí disponible, hecho cálculo por un quinquenio no llegaba a cuatro millones de pesos igualando con corta diferencia el monto de los dichos saltos ordinarios. En los casos de guerra y otros imprevistos, se hacía indispensable recurrir a los demás ramos de donde salían los fondos en clase de suplementos, y las cifras de estos venían a ser un aumento de deuda del virreinato, que seguramente había que reintegrar como cualquier otro préstamo.

Cuando por las guerras se suspendía el giro marítimo, minoraban los ingresos de aduana en trescientos o cuatrocientos mil pesos, faltando las remesas de azogue de España y minorando los pocos auxilios del comercio a los mineros, decaía la extracción de metales y no se podían recaudar las deudas atrasadas de aquellos. Hacía nueve años que el Perú experimentaba esos contrastes por la instabilidad de la paz. Por eso insistía Avilés en que no se enviasen a España sobrantes, y sí sólo lo líquido disponible de los ramos particulares y ajenos.

El virrey marqués de Osorno sin pensar en las clasificaciones de los ingresos ni advertir que la real hacienda estaba debiendo más de cinco millones, había avisado a la Corte que existía en Lima un sobrante de siete millones de pesos, con cuyo motivo hubo varias órdenes para remitirlos a España y aun se enviaron al efecto tres fragatas de guerra. Cuando éstas llegaron al Callao a causar gastos crecidos, el virrey Avilés ya tenía registrados cuatro millones el año 1802 en buques de comercio y en la fragata de guerra «La Rufina». Esas fragatas que fueron la «Clara», «Asunción», «Mercedes» y otros buques mercantes llevaron en 1803, 1241570 pesos que se perdieron cuando fueron apresadas antes de declaratoria de guerra por naves inglesas en el cabo de Santa María el 5 de octubre de 1804. Sólo salvó la de comercio nombrada «Joaquina» que tenía a su bordo 231265 pesos por su arribada a Montevideo. Además de las sumas expresadas pagó por entonces la tesorería de Lima varios libramientos gírados en España: el primero al marqués de Santa Cruz por 281801 esos, al banco de Madrid por 1567165 pesos con más el 12 por ciento, 38133 pesos del producto de mercaderías tomadas a buques en angloamericanos e ingleses en anterior guerra, mandado devolver a los interesados restándose todavía por esta cuenta 526000 pasos. No se debía sólo esta partida, aun era precisa pagar 470000 resto de 650000 librados en favor de los directores de la caja de consolidación de vales reales de España. Avilés hizo activar mucho el cobro de deudas atrasadas enmendando el punible descuido que se notaba en la recaudación de un rezago de más de cuatro millones, los ramos que no eran disponibles en la hacienda, y que sólo se administraban como queda dicho, eran el de diezmo y cobo, o uno y medio por ciento por fundición y ensayo de barras. Perteneció en lo antiguo al comendador don Francisco de los Cobos y se incorporó a la corona. El derecho de quintos sobre la plata que pagaban los mineros y se redujo al diezmo en 1735, siendo en el oro el tres por ciento, calculábanse en 500000 pesos anuales, de que resultaba ser la producción 600000 marcos de plata y 3000 de oro; disminuida desde luego por el contrabando, y sin que la explotación de minas pudiera avanzar más por falta de brazos. El Virrey afirmaba en su memoria de Gobierno que el comercio lejos de auxiliar a los mineros les proporcionaba los efectos de consumo a precios exorbitantes.

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Tratando de la exportación de caudales dijo que en 20 años corridos hasta el de 1739, con las expediciones de los galeones se habían extraído por la vía de Portobelo 34 millones de pesos, y en los 29 años posteriores ya con el tráfico por el Cabo de Hornos, se embarcaron por el Callao 125 millones.

El Rey que había hecho establecer en 1785 un Tribunal de Minería, mandó erigir también un colegio de Mineralogía, y en 1788 hizo contrato con una compañía de 13 mineros europeos bajo la dirección del barón de Nordenflich para que por 10 años comunicasen sus conocimientos facultativos en las labores y beneficio de los metales. A los 20 años de su creación el Tribunal llevaba cobrado de los mineros 1300000 pesos, producto de un real en marco señalado para fondo sin que se hubiesen reportado las ventajas esperadas. Formáronse algunos bancos de rescata para compra de plata al contado; pero los desacreditaron al instante porque los resultados requerían tiempo, y acusaron a sus administradores de mala versación, con lo que se extinguió en su origen este medio de fomento a la minería.

Tampoco se vieron ventajosos efectos en las operaciones de Nordenflich sobre amalgamación por un nuevo método que se abandonó luego perdiéndose los gastos hechos en experimentos. El Tribunal dio al barón 40000 pesos para un laboratorio, muchos desconfiaron del suceso y en verdad no lo hubo por las competencias y disputas que sostuvo el Tribunal en favor de las antiguas prácticas y usos, desde que el nuevo beneficio no correspondió con los provechos que se anunciaron. Avilés de orden del Rey expidió prolijos informes acerca de estos asuntos y de la pretensión de Nordenflich de retirarse con una pensión anual de cinco mil pesos por sus servicios.

El producto en la venta de azogues se regulaba en más de 400000 pesos por año de los que daba Guancavelica y de los que venían del Almaden. Hubo tiempo en que después de abastecido el Perú se enviaban a Méjico sobrantes del azogue peruano, pero en los últimos quinquenios sólo se enterraban ya como 4000 quintales al año lo que era insuficiente. Desde 1779 hasta 1781 se recibía en cajas reales el azogue de manos del contratista don Nicolás Sarabia que entregaba el que se extraía, a razón de 45 pesos quintal. En 1782 se emprendieron las labores de cuenta del Rey y se estableció una contaduría especial sujeta a la Intendencia, en éste como en todo otro ramo, la experiencia hizo siempre ver que era preferible por más provechoso el sistema de contratas. El contador del Tribunal de Cuentas don Joaquín Bonet demostró la decadencia del mineral que en 15 años produjo 28937 quintales, gastando la real hacienda 3332684 pesos; hubo de pérdida 1402329 pesos, agregándose 25850000 por lo gastado en 8 años posteriores en conservar dicho mineral hasta 1804: triste cuadro por cierto que no se había formado hasta que lo dispuso el virrey Avilés.

En 1786 ocurrió un derrumbe que soterró las labores muriendo muchos operarios: la causa fue el desarreglo del trabajo y la extracción de metales de los puentes y estribos. Siguiose un proceso criminal contra el director don Fernando Marroquín. Era gobernador intendente el oidor don Fernando Márquez de la Plata, sindicado y con responsabilidad por falta de celo. El Rey mandó no conociese la Audiencia de este juicio por relaciones de sus ministros con aquel, pero entretanto en esa misma época fue ascendido a regente de Quito y luego de Chile. Marroquín murió a los 16 años de prisión quedando la tal causa para el olvido. El asesor de la Intendencia don Pedro Méndez que fue separado con ese mismo motivo, permaneció en Lima gozando sueldo.

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Desde 1796 el beneficio fue por pallaqueo (no en veta formal sino en bolsas y reventazones) y este trabajo de particulares hasta el año 1804 produjo 36499 quintales que el Rey compró al precio que se expendía a los mineros; probándose que estos once años produjeron 7561 quintales más de los que se acopiaron con enormes pérdidas en los ya citados 15 años en que el manejo se hizo por cuenta del Rey.

El intendente don Juan María Gálvez que fue promovido de Guancavelica a la intendencia de Lima, no hizo entrega formal, ni manifestó el estado de la mina de azogue por más que Avilés lo ordenó. Él se excusó con las acusaciones que había hecho contra el teniente asesor don Santiago Corvalán que quedó allí de gobernador interino.

No alcanzando el azogue del Perú, se trató de enviarlo del Almaden y cuando este mineral se inundó en 1784, se contrataron de letrita 10000 quintales por cada uno de 5 años a 52 pesos; pero sólo llegaron a recibirse en 1802 y 1803, 9930 quintales. De Buenos Aires se enviaron además 2051 en la fragata de guerra «Astrea»; pero su comandante dejó en Chile 375 quintales. Al fin del gobierno de Avilés sólo existían 10746 quintales. Antes de traerse de Europa el azogue se vendía en Lima a 86 pesos, después bajó a 60, y luego subió a 73: estaban incluidos los gastos de conducciones. Más tarde se aumentó a 85, y en 1803 se restableció el precio de 73.

La amonedación de Lima en tiempo de Avilés se calculaba en 600000 marcos de plata y 3000 de oro que producían 5000000 de pesos, y daban por derechos 400000 pesos de los que se deducían 1200 por sueldos etc. La casa conservaba un fondo en numerario para su giro.

Los ramos de alcabala y almojarifazgo, que eran los ingresos por derechos recaudados en la Aduana, se estimaban el primero en 800000 pesos y el siguiente en 200000, disminuyéndolos siempre el estado de guerra. Antes de plantificarse las aduanas la alcabala en el virreinato rendía 550000 pesos calculándose en 500000 la adeudada en el Callao único puerto de internación de efectos de Europa y de exportación de frutos del país. La alcabala era el cuatro por ciento y el visitador Areche la aumentó al seis.

Opinaba el marqués de Avilés contra el estanco del aguardiente en Panamá y Guayaquil creyendo más ventajoso al Erario su libre giro. Estaba gravado con el 12 por ciento y rendía 87000 pesos anuales que pagaba el contratista don José María Verdugo.

En el tanteo de 1.º de marzo de 1806 se encontró en la Aduana un descubierto de 35000 pesos, formose causa y estuvieron presos el tesorero y el contador de moneda. El Virrey declarando responsables a los jefes, empezó a efectuar el reembolso por cuanto el administrador y el contador de la renta tenían llave en la caja de tres cerraduras.

Los tributos rendían 1100000 pesos; sus gravámenes importaban 400000, dejando líquidos más de 600000 con la particularidad de que producían menos en tiempo de los corregidores y cuando eran parte del virreinato las provincias que pasaron a formar el de Buenos Aires. Contribuían los indios de 18 a 50 años, y las tasas eran de 4 pesos 4 reales, 5,7, 8, y hasta 10 pesos, según las clasificaciones y las localidades; con más el real y medio del tomín para hospital. Así lo estableció el virrey Toledo en 1569 destinando una parte para pagar el Sínodo al cura doctrinero, otra para fábrica de iglesias, salarios de junta, y preceptores, todo lo cual manejaban dichos corregidores. Mas el visitador Areche dispuso se enterase todo en las cajas reales, y se manejase allí la distribución a los interesados, pues aun en estos objetos hubo abusos y gratificaciones.

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Cuando el virrey Toledo empadronó los indios en 1572 había más de 8 millones, y en principios del presente siglo sólo existían 800 mil. Avilés daba por causa la viruela que desde 1588 acometía a esos infelices y que en 1719 asoló muchos pueblos, deploraba el errado sistema que los gobernó entregados a los encomenderos llenos de ambición y codicia. Extinguidas las encomiendas se colocaron jueces con el nombre de corregidores, que continuaron el maltrato de los indios y estos oprimidos iban desapareciendo. Aunque el rey mandó formar un plan para fomentar el extinguir las negociaciones del repartimiento, el virrey Villagarcía no se ocupó de ello, repetido el encargo al conde de Superunda, informó ser útil y ventajoso. Se mandó en real orden de 15 de junio 1751 se formase una junta para disponer la tarifa y aranceles de géneros y otros artículos análogos. Verificado así, se dio aprobación real en cédula de 5 de julio de 1756; 30 años duraron los repartimientos autorizados como queda dicho, y por cierto que no se vio cesasen las violencias y los robos. Reemplazados los corregimientos por las intendencias y subdelegaciones, Avilés decía que el nombre había variado, pero que los males permanecían. El subdelegado no tenía más renta legal que el 3% de los tributos que cobraba; y había provincias en que no les producía más de 300 pesos anuales.

El rey acordó se propusiese un señalamiento de sueldos para los subdelegados, comisionando al efecto al contador don Joaquín Bonet quien formó el cuadro correspondiente; pero aunque se remitió a la corte en 1795 nada se había resuelto hasta que Avilés entregó el mando.

Uno de los ramos cuyos productos pasaban a España era el del Estanco de tabacos que proyectó el virrey Castellar en 1674 y se plantificó en 1753. La real orden limitaba el estanco a la capital; mas el virrey Superunda lo extendió a todo el reino con una dirección general, y factorías para el acopio de tabacos en Habana, Guayaquil y Chachapoyas, fijando los precios para venderlos al público. El año 1777 llegó don José de la Riva Agüero, uno de los directores de este ramo en Méjico, encargado de arreglarlo en el Perú. El plan fue prohibir la labor de los cigarros, introduciéndola en el Estanco y aumentando el precio del tabaco en rama a 2 pesos mazo, cuando antes se vendía a 4 reales. Se trataba de aumentar el ingreso en un 300%, y sobrevino el desorden, el disgusto general, el daño a muchas familias pobres que vivían de esa industria, y la renta no logró ni en gran distancia las ventajas imaginadas. Hubo que desistir de aquel empeño, y en 1790 se dejó libre la labranza de cigarros vendiéndose al público el tabaco en rama a 9 reales libra.

En varias administraciones hubo descubrimientos: el director don Miguel Otermín fue suspenso de su empleo y sujeto a un juicio que duró 7 años; siendo al fin repuesto en 1803. En este tiempo se agitaron entre los jefes de la renta don Diego de la Vega y don Pedro Trujillo cuestiones inconciliables que causaron la mayor confusión. El virrey Osorno dejó pendiente una orden del Rey, que Avilés hizo cumplir reuniendo una junta para la cual nombró al regente Arredondo al oidor Pardo al fiscal Pareja y a los contadores Chacón, Bonet, y don Miguel Salvi a fin de establecer una arreglada organización en el Estanco como se verificó en mayo de 1804 zanjándose todos los obstáculos.

Hallábase entonces pendiente en esta renta otro asunto ruidoso. En 1500 el contador Trujillo participó que el tesorero finado marqués de Castellón aparecía descubierto en 87 mil pesos por la supresión de dos partidas en años anteriores. Siguiose un litis con el hijo del marqués, sucesor en la tesorería por juro de heredad, y el tribunal de cuentas encontró la evidencia de ese cargo declarando que no podía haber estado   —420→   oculto por 9 años sin que concurriesen otros motivos. El rey con conocimiento del desorden mandó que el contador don Joaquín Bonet sistemase el buen giro de la contabilidad. Se libró ejecución contra los bienes del tesorero y se dio de todo cuenta en 1805. El producto del Estanco se regulaba en 280 mil pesos, y aunque se agregaron a él los de naipes, papel sellado, pólvora y brea, los líquidos valores de estos ramos no eran de consideración.

El rendimiento del de temporalidades de jesuitas se aplicó en 1798 a la extinción de vales reales incorporándose para ello en la hacienda fiscal. En 1806 estaba reducido a 3200000 pesos de capital; las entradas eran 96645; los gastos por los objetos piadosos a que se atendía, 19980; y los sueldos 14502 pesos; quedaba un residuo de 61 mil. Las deudas contraídas desde que se expulsaron los jesuitas subían a 680 mil pesos. El año de 1802 se enviaron a España 798968 pesos para su aplicación a redimir vales reales.

En 1804 mandó el Rey se formase una junta del Virrey, Arzobispo, Regente etc. y otras en las capitales de provincias para tomar razón puntual de los fundos raíces y censos pertenecientes a capellanías, obras pías y comunidades religiosas, procediéndose a su tasación y remate para aplicar su valor a la caja de amortización, obligándose el Erario a pagar los intereses para que pudieran cumplirse las obligaciones a que se hallaban destinados. Las comunidades religiosas reclamaron y dieron razones para no ofrecer datos y eludir esa disposición; y hasta el cabildo se negó con diversos pretextos a pesar de que el Rey le había aplicado cuantiosas rentas, y concediéndole privilegios y distinciones que, como decía el virrey Avilés, no gozaban los cabildos más antiguos de España.

La renta de correos de que los virreyes eran subdelegados, se incorporó a la corona y tuvo por primer administrador en Lima a don José Antonio Pando que falleció en 1802. Avilés mandó hacer inventarios y un tanteo en arcas: había 375 mil pesos y los envió a España en la fragata de guerra «Rufina» en 1803.

En las oficinas de correos prevalecía el mayor desorden, y se nombró al contador don Joaquín Bonet para providenciar el remedio. Se advirtió un descubierto efectivo de 130 mil pesos: el Rey dispuso el secuestro de los bienes de Pando cuyo valor no pasó de 13 mil pesos. El producto total del ramo de correos se estimaba en 80 mil pesos.

Los gastos hechos para sostener los buques de guerra desde 1773 a 1785 en que regresó a España la Escuadra que había entonces en el Pacífico montaron a 5200000 pesos además de 400 mil por valor de efectos sacados de almacenes. La escuadra de 5 buques del general Álava que estuvo en el Callao de tránsito para Filipinas en 1796, ocasionó en 4 meses el consumo de 700 mil pesos, pasando de 200 mil los hechos en los buques «Castor» y «Peruano» en sólo 5 meses.

Se calculaba en 3 millones de pesos las pérdidas que había ya irrogado al comercio de Lima la guerra con Inglaterra en tiempo de Avilés, asunto sobre el que discurría largamente a mérito de una exposición del Tribunal del Consulado. En su memoria refirió Avilés que al conde de Premio Real se le había concedido la gracia de introducir en esta América negros conducidos de África en buques nacionales o extranjeros, exportando por cada uno 150 cueros al polo de Buenos Aires, o 40 cargas de cacao. Ancló en el Callao en 1806 la fragata norteamericana «Amplia» a los seis años de dado el privilegio, y el Virrey negó la comunicación a este buque; pero formado expediente toda la actuación favoreció al conde. Conseguido su objeto, pretendió el registro libre de estaño, cobre y cascarilla, carga proporcionada para lastre, y que debía producir crecida   —421→   suma por derechos. Como en almacenes había fuerte existencia de los mismos artículos pertenecientes al Rey y para enviar a España, mandó el Virrey se recibiesen a bordo. Avilés censura que el interesado propusiera conducir sólo una tercera parte de la carga, quedando para él dos terceras, lo cual decía «era conceder al Soberano por gracia el uso de la que se había recibido de su munificencia».

Tratando de la despoblación y atrasos del Perú lo comparaba el Virrey con la Isla de Cuba. En el año 1796 entraron en ella 5711 negros, y a Lima en igual tiempo 294. Y si en 12 años corridos de 1790 a 1802 se importaron en aquella 65747 que a 300 pesos suman 19724100, en el mismo período se exportaron (sin contar otras producciones) 1497631 cajas de azúcar de 116 arrobas que a 30 pesos suman 44930730 pesos todo según documentos publicados.

Las intendencias que se erigieron en el Perú fueron 7, y después se agregó la octava con el territorio de Puno. Había 54 partidos o subdelegaciones con 1360 pueblos. En Lima se vino a crear la intendencia en 1803 nombrándose en 22 de setiembre de 1804 de primer intendente al coronel Juan María Gálvez que lo era de Huancavelica. La de Lima tenía atribuciones limitadas por hallarse presente la autoridad del Virrey.

La ciudad de Lima en 1806 tenía 355 calles en 35 barrios, contaba 8222 puertas, 3941 casas de las cuales pertenecían a particulares 2806 y 1135 a comunidades religiosas, a lo eclesiástico y a obras pías. Según el censo hecho en 1600 de orden del Virrey marqués de Salinas, resultaron existentes 14262 personas; y en el de 1792 se numeraron 52966. Fue éste inexacto por ocultación de esclavos y preocupaciones de la gente vulgar que creía se hacían padrones para gravarla con impuestos. La población en 1781 se había considerado justamente, en 60 mil almas, con 23 conventos, 14 monasterios de monjas, 4 beaterios, colegios 3, y 2 de mujeres; 11 hospitales, 3 casas de misericordia.

Por cédula de 15 de setiembre de 1802 concedió el Rey al Ayuntamiento diversos honores y preeminencias distinguiéndole con el tratamiento de Excelencia y a sus miembros con el de Señoría. Se le adjudicaron los ramos de sisa y bodegaje; con lo que los de propios que tenía, ascendentes a la cantidad de 36827 pesos crecieron a 69356, pues el de sisa rematado en 43550 pesos, le dejaba libres de toda pensión 20529 pesos y el de bodegaje 12 mil. La sisa en su origen fue un arbitrio temporal para obras públicas. Equivocadamente se escribió por el visitador general del reino en 1782 que este impuesto se creó por el virrey Montesclaros; cuando por documentos auténticos consta que antes de 1573 se libraban cantidades contra ese fondo que después proporcionó 8 mil pesos para la primera pila que hubo en la plaza en 1587, y 185 mil para la obra del puente. El bodegaje fue muy posterior. Pagábase a los navieros por los dueños de bodegas un real por fanega de trigo, y esto pareció injusto al visitador Escobedo porque las bodegas se edificaron con promesa del Gobierno de que se depositaría todo el trigo en ellas y así creyó que ese impuesto correspondía más bien al que lo custodiaba. Por esta razón dispuso aplicar a sueldos y gastos de policía el impuesto que sobre 204396 fanegas de trigo que entraban, importaría 25549 pesos. Esta medida se tomó en junta de hacienda el año 1785 y la confirmó el Rey reduciéndose en 1795 a medio real en fanega.

En 1787 se creó el juzgado de policía compuesto de un teniente con dos mil pesos de sueldo y sujeto al cabildo, varios agentes, un maestro de obras etc. habiéndose nombrado de teniente a don José María Egaña que continuaba en ese destino en la época del virrey Avilés, se daban para   —422→   gastos 450 pesos mensuales y había 6 carros y 12 sirvientes. En 1785 se mandó extinguirse acequias de las calles y casas, y que se formasen silos, esta disposición sólo principió a ejecutarse, y se vio después de suprimidas algunas acequias, que en 1791 entraron en los hospitales 14646 personas y ya en 1795 sólo 11366.

En 1805 Avilés mandó establecer los celadores nocturnos o serenos: el proyecto fue de don Vicente Salinas alcalde del barrio de Monserrat en que se hizo el primer ensayo, y se fijó para sostenerlos una contribución a que se restó el vecindario.

El Virrey creó la junta y visita de sanidad en el Callao, y mandó se sujetasen a rigurosa cuarentena los buques de ciertas procedencias que ofreciesen recelo de contagio epidémico.

Las reales órdenes de 1 de setiembre de 1803 y 20 de mayo de 1804 anunciaron la venida de comisionados para propagar el precioso hallazgo de la vacuna. El virrey de Buenos Aires la envió en vidrios con instrucción escrita sobre el modo de transmitirla, y se recibió en Lima el 23 de octubre de 1805. Avilés dispuso se conservase en los niños de la casa de expositor y nombró al cirujano de marina don Pedro Belomo, que fue el primero que hizo uso de ella, para que entendiese y se ocupase de la inoculación señalándole el sueldo de 500 pesos. El Cabildo asignó una pensión temporal a Cecilio Cortés esclavo de doña Rosa Cortés por haber sido el primer vacunado. Se celebró una solemne misa de gracias, se mandó el pus a los departamentos del Sur; y al arribo del comisionado de España don José Salvani a principios de 1806 se le alojó y obsequió con mucha distinción.

Del empadronamiento hecho en 1770 había resultado existir en Lima 30581 personas de color, de ellos 2093 eran sirvientes libres, 1027 artesanos, 9229 esclavos y entre estos trabajaban como jornaleros 363; lo restante hasta el total indicado se componía de vagos, gavilla abundante y siempre dañosa en esta capital donde es tan fácil subsistir sin tener ocupación. Crecido número de ellos eran blancos, y el Rey dispuso en 2 de agosto de 1781 se les enrolase en el ejército; éste fue el origen de las cuestiones que acerca del calificativo de vagos ha venido sosteniéndose hasta el día por los que los protegen. En aquel tiempo se llamó el alistamiento de ellos, corrección paterna para mejorar costumbres. Para obligar al trabajo a los reos, se inundó en 1804 establecer un presidio en el Cuzco, y se prohibió en Lima, aunque en vano, dar limosnas o alimento a mendigos en los conventos y el que pidiesen en las puertas de los templos. Tomáronse también providencias para crear diputaciones de caridad y distribuir socorros por parroquias a los que realmente fuesen desvalidos. Hubo hasta rondas para perseguir en las calles a los supuestos menesterosos. El virrey Osorno creó una sociedad de beneficencia con personas notables para favorecer el hospicio del Cercado, pero la Corte advirtió a Avilés en 1803 no era necesaria cuando bastaba para eso la mano del Gobierno. El Virrey entonces tuvo que encomendar este objeto a don Matías Larreta como director. El dicho hospicio tenía ya pocos pobres, y sus rentas estaban reducidas a 1371 pesos. Véase, Ladrón de Guevara.

Cuando por cédula real de 15 de julio de 1802 se incorporó al Perú el territorio de Zaynas, su población total era de 7636 personas, y la tropa que se empleaba para guarnecerlo constaba de 40 hombres con 60 fusiles sobrantes.

En 11 de julio de 1805 avisó el presidente del Cuzco al virrey Avilés que el 25 de junio se había denunciado allí al oidor don Manuel Plácido Berriozával una conspiración que se tramaba con varios vecinos por el teniente asesor don Manuel Ubalde, el abogado protector de naturales don   —423→   Marcos Dongo, don Gabriel Aguilar (principal autor de ella), fray Diego Barranco y el capellán del hospital de San Andrés don Fernando Gutiérrez quienes fueron puestos en prisión. Berriozával mismo tuvo el encargo de seguir la causa, y apareciendo complicados el regidor don Manuel Valverde, el teniente coronel don Mariano Campero y el médico don Justo Justiniani se les arrestó también. El Virrey envió dos compañías veteranas al Cuzco, previno que entretanto, se aumentase la fuerza acuartelada de milicias, y envió órdenes precautorias a los intendentes de Puno y Guamanga. Interceptose por entonces una carta que un doctor Esquivel de la Paz escribía en lenguaje muy subversivo al abogado don Pedro Paniagua. La causa terminó en diciembre, y el día 5 fue ejecutada la pena de muerte impuesta a Aguilar y Ubalde. Dongo quedó sentenciado a 10 años de presidio y confiscación de bienes; un indio noble Cusihuaman a dos años de confinación; el padre Barranco, Valverde y el clérigo Gutiérrez serían remitidos a España, el cura don Marcos Palomino a reclusión temporal, y declarándose a Campero libre y vindicado.

Habiendo formado algunos norteamericanos un pequeño establecimiento en Juan Fernández, el Virrey envió un buque de guerra para desalojarlos como se verificó en 1805 trayendo varios individuos al Callao el comandante del «Peruano» don José Ignacio Colmenares.

Renovada la guerra con la Gran Bretaña después de correr un corto período desde que se ajustó la paz en 1802, se recibió en Lima noticia de la declaratoria de diciembre de 1804. Y en su consecuencia el virrey Avilés dictó las providencias que tuvo por oportunas para rechazar alguna agresión enemiga en el largo litoral del Perú, medidas desde luego insuficientes al intento, pero las únicas posibles. La fuerza naval disponible en el Callao se componía de la fragata de guerra «Astrea», la corbeta «Castor», y el bergantín «Peruano». Para este buque se fundieron 8 cañones de bronce y se compraron 10 de fierro. El Consulado armó un buque para cooperar a la defensa del puerto. Se habilitaron 3 cañoneras se construyeron otras dos, y dos botes, fundiéndose 2 obuses de 6 pulgadas. Situáronse comandantes generales en la costa: del norte lo fue el coronel don Gavino Gainza y en la del sur el intendente de Arequipa capitán de fragata don Bartolomé María Salamanca; oficiales en muchos puertos con pequeñas partidas veteranas para instruir las milicias, y patrullas para convocarlas en casos urgentes. Sólo en Pisco y Paita había algunas piezas de artillería. Se acopiaron raciones en el castillo del Callao, tomándose allí medidas de precaución y seguridad. Las tropas fueron distribuidas convenientemente, y se decretó un alistamiento general. El único cuerpo de línea, el Regimiento fijo, aunque constaba de 1468 plazas no tenía en Lima más que 400 hombres disponibles por los muchos ausentes en comisión que faltaban en sus filas. Se acuartelaron 140 de milicias, y un escuadrón de Dragones y se había mandado a Chiloé dos compañías.

Aunque hubo órdenes del Rey para reorganizar la artillería con tres compañías de a 100 plazas y una volante de 85, Avilés no se ocupó sino muy poco de esta arma dando razones efímeras como la falta de reclutas y de alojamiento. Había venido de España como subinspector para dirigir diferentes reformas el coronel don Joaquín de la Pezuela. El contratista, don José Bohorquez Varela no cumplía con entregar pólvora en el número de quintales a que estaba obligado, y eran 11 mil por año, para abastecer diferentes puntos de América; por lo que rescindida la contrata se celebró otra con don Juan Miguel de Castañeda quien trató de construir nuevos molinos y tuvo que sostener pleitos con Bohorquez.

El comandante general de marina recién nombrado, y el primero que   —424→   ocupó este puesto en el Callao, fue el brigadier de la armada don Tomás de Ugarte y Liaño. Éste reorganizó y creó diferentes establecimientos siendo de dictamen que para precaver el contrabando y defender la costa se necesitaban 4 corbetas de 20 cañones, 2 bergantines de a 16, y dos goletas de a 10 o 12 piezas, lo cual aprobó el Rey en 21 de setiembre de 1801, mas los dichos buques no se enviaron de España. La plana mayor de marina era tan numerosa como las exigencias de Ugarte cuyo descontento molestaba al Virrey. La economía y poca prestación de éste chocaban con las reclamaciones del comandante general que no se paraba en gastos, y así hubo continuas desazones y altercados haciéndose cuantioso el gravamen y dispendios de los ramos de marina. Avilés reclamó de muchos gastos, consiguió suprimir algunos y moderar no pocas pretensiones infundadas. Véase Ugarte y Liaño.

En cuanto al ejercicio del patronato real, escribía el marqués de Avilés a su sucesor. «Moderados los actuales prelados, y los impulsos del celo por las apacibles reglas de la prudencia, no se han ofrecido en mi tiempo esas acaloradas contestaciones que con el especioso pretexto de decoro a la dignidad y ultraje de la jurisdicción, han producido escandalosos disturbios». La memoria del gobierno de Avilés no se ha publicado.

Por real cédula de 15 de julio de 1802 se mandó erigir un nuevo obispado sufragáneo de Lima en el gobierno de Maynas, el cual se separó del virreinato de Nueva Granada y de Quito, lo mismo que los territorios de Quijos y Canelos, Sucumbios etc. Esta determinación pareció bien al Virrey de aquel reino don Pedro Mendinueta como se ve en su memoria de 1803. En ella observa que entonces aún permanecían las diócesis de Quito, Panamá y Cuenca dependiendo del arzobispado de Lima lo cual ofrecía no pocos inconvenientes. La residencia del nuevo prelado debía ser en el pueblo de Jeveros por su mayor número de habitantes, y ser lugar central de las misiones principales de Maynas, de las de Huallaga y Ucayali hacia el Sur, y de Pastaza y Napo por el norte. Al obispo se lo señaló la renta de 4 mil pesos y mil para dos sacerdotes que le acompañasen. También se dispuso la entrega de aquellas conversiones a los misioneros de Ocopa, aplicándoseles el convento de Huánuco de que tomaron posesión en 1804 para casa de novicios, y los curatos de Lamas Moyobamba y Santiago de las montañas. El Virrey dio a cada religioso el Viático y Sínodos señalados por un año ordenando que las cajas de Trujillo les abonasen los subsiguientes; pero negó los 400 pesos que además se pedían para el prelado de las conversiones.

Aunque el Papa por un breve concedió a los religiosos que hubiesen servido 12 años en misiones la graduación de predicadores generales, a los que hubieran trabajado 16 la de ex definidores, y a los que 20, las exenciones y privilegios de padres de provincia; este breve se obtuvo de sorpresa y no se presentó al consejo para el pase sino a los 7 años, en el de 1804. Aquí se representó contra él por los gravámenes que debía ofrecer a los fondos de los conventos; y por tanto Avilés suspendió su cumplimiento. El procurador de misiones ocurrió a la audiencia por recurso de fuerza, y se declaró por este Tribunal la hacía el provincial para que se ejecutase. El Virrey había pedido que se impidiese en España la venida de frailes jóvenes, que luego pretextando falta de salud, rehusaban la fatiga de las conversiones.

Un misionero don Rafael Andreu y Guerrero consiguió del Rey el título de obispo auxiliar de Santiago, de Arequipa, Charcas y Tucumán para continuar en el territorio del Paposo y de Atacama sus tareas apostólicas por estar muy lejano a Copiapó. Se mandó formar en el puerto «Paposo»   —425→   una población para reunir a los naturales dispersos admitiéndose colonos útiles, y agregándose al Perú toda aquella comarca. Determinose así mismo en 1803 que cuando llegase Andreu se procediese a fortificar y guarnecer dicho puerto. El Virrey manifestó en 1804 los muchos inconvenientes que estos proyectos ofrecían, pero el Rey insistió en 1805, diciendo le merecía mucho concepto el citado Obispo; Avilés dejó el asunto a su sucesor, y no sabemos que éste hubiese tratado de llevarlo a cabo.

A pesar de los encargos que trajeron al Perú los visitadores generales para hacer en las órdenes religiosas reformas importantes, no correspondieron los efectos a lo que se prometía el Gobierno para moralizar los conventos. No pusieron en obra la supresión de los menores, ni el número de frailes se limitó a los que podían sustentarse con sus rentas, derivándose de este principio la falta de vida común origen de tristes desórdenes. No sabemos si sería justo culpar de algún modo por omisión o inercia al Virrey que los deploraba con fundamento.

No faltaron desazones y escándalos en la época de Avilés en varios conventos, a causa de la duración de los prelados o su relevo. En los de la Buenamuerte y Santo Domingo hubo cuestiones reñidas que demandaron fuertes providencias y el Virrey las tomó con más que acierto.

A consecuencia de la confusión e irregularidad que había en el beaterio de Amparadas dictó el marqués de Avilés diferentes órdenes para remediar el mal estado de esa casa. Dispuso se extinguiese la contribución de piso que se cobraba allí a las mujeres divorciadas y reclusas por su reprobada conducta, que no se admitiesen otras que las arrepentidas, las depositadas por la autoridad eclesiástica, y las que por escandalosas fuesen arrestadas; limitando las primeras a 24, y que no habiendo fondos; mantuviesen a las divorciadas los que promovieran el depósito. Visitó la casa el Virrey y encontró un gran número de mujeres con franca entrada y salida; prohibió el ingreso de hombres, y mandó cerrar la puerta; con esto muy pronto quedaron sólo ocho. Hizo levantar las paredes, pues fugaban las que querían escalando la cerca. Por último nombró juez conservador a un ministro de la Audiencia, y director espiritual al doctor don Tomás José de Gorozavel.

El capital del Monte de Piedad era de 70000 pesos y daba un tres por ciento. Servían para aumentarlo, 2000 pesos que se abonaban del ramo de suertes y 300 de la casa de gallos.

La Universidad gastaba grandes sumas en las funciones con que se recibía en ella a los nuevos virreyes, costumbre que no tenía objeto necesario ni laudable, a no ser el que consistía en una repugnante adulación. El Rey tenía dispuesto que ese gasto no pasara de 2000 pesos, pero el claustro creyendo suplir la falta apelando al ramo de indultos de grados, lo extendió de tal modo que llegó a acrecentar hasta cien mil pesos el déficit en que se hallaba, y cuyos intereses apenas podían satisfacerse. Avilés rechazó aquel obsequio a su advenimiento al mando.

A mérito de haber elegido el obispo de Arequipa los fundos cuyos diezmos pudiesen cubrir la parte que le correspondía en la gruesa, le hizo oposición el Cabildo, de lo que resultó haber declarado el rey en 1801, que los prelados no tenían facultad de designar las haciendas que pudieran cubrir sus asignaciones.

En 15 de julio de 1805 hizo presente al Virrey la sala del Crimen de la Audiencia, que no había ninguna causa criminal en poder de los relatores, y que se hallaba muy desocupada de sus atenciones naturales. El Virrey haciendo cumplir una ley de Indias, dispuso se contrajese dicha   —426→   sala al despacho de causas civiles, de las cuales en pocos meses despachó 50 que estaban muy rezagadas.

En 27 de abril de 1803 se mandó cumplir una cédula expedida para que no se diese sentencia de muerte sino con sala compuesta de cinco jueces, y se amplió esta medida para los caeos de azotes o presidio por diez años; y como fuesen sólo cuatro los alcaldes del crimen, se determinó pasase siempre un oidor a completar el número.

La existencia de dinero alhajas y deudas en el juzgado de bienes de difuntos era el año 1806 de 79553 pesos, de los cuales había tomado la real hacienda como empréstito la cantidad de 50529 pesos no obstante las leyes que lo prohibían.

Por una real orden de 19 de mayo de 1801 se dispuso que en las universidades de capitales donde hubiere Audiencia se estableciese un censor regio que sería el fiscal de lo civil; en esa cédula se detallaron sus atribuciones. Debía desaprobar toda doctrina opuesta a regalías de la corona, leyes, bulas, concordatos etc., celando la observancia de la moral en todos respectos.

En otra de 23 de mayo se derogaron todos los privilegios que había para no pagar diezmos y sólo quedaron exceptuados los indios según la ley.

La de 3 de agosto acompañó un arancel de lo que se pagaría por gracias al sacar; invención dirigida a poner nuevas gabelas a los pretendientes.

Otra de 10 de agosto declaró que tocaba al Rey señalar donde habían de consagrarse los obispos. Mandó juraran éstos que se embarcarían en primera ocasión para sus destinos por cualquier puerto, so pena de privación de frutos y sin lo cual no se les entregasen las ejecutoriales. Que antes de consagrárseles no pudieran ser propuestos para otra silla por ninguna causa, pues para esto debían haber ejercido funciones en sus diócesis un año por lo menos.

En la de 30 de setiembre se prohibió la exportación de la platina, cuyo metal venderían sólo al Rey los mineros u otras personas.

La de 27 de noviembre: que no se permitiese hospicio alguno de religiosos, y que se cumpliera lo que estaba mandado sobre adquisición de bienes raíces por manos muertas.

En 4 de marzo de 1802: que ninguna autoridad destinase reos a los bajeles de guerra. Por la de 23 de este mismo mes mandó el Rey que para subsanar los efectos de la guerra pasada, se vendiesen inmediatamente todos los bienes de temporalidades de jesuitas, y se remitiese el dinero a España.

En 19 de diciembre se tituló villa a Celendín, separada de la jurisdicción de Cajamarca, y sujeta a Trujillo, que tuviese Cabildo con varas vitalicias, y pudiese haber en ella dos ferias anuales. Que Cajamarca fuese ciudad con ayuntamiento completo, que eligiera alcaldes ordinarios.

Por la de 12 de enero de 1804 se dio a Paita el privilegio de puerto menor, que tenían Huanchaco y Pascamayo.

En 19 de ídem: se ordenó al Virrey no nombrase tenientes de cosmógrafo, sino sólo agrimensores.

En marzo 8: que se construyese un fuerte en Pisco para su defensa.

La de 16 de abril mandó que del ramo de las suertes se socorriese con mil pesos anuales al hospital de San Lázaro de Lima.

La de 22 de abril prorrogó el comercio libre de negros por doce años para los españoles y seis para los extranjeros, bajo las reglas prescriptas en cédula de 24 de noviembre de 1791, y otras posteriores.

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En 29 de ídem: que el juzgado de aguas de Lima y sus valles correspondiese a su ayuntamiento.

Mayo 29: que se estableciese en el Cuzco un presidio formando el rey el reglamento que debería regir en él.

De 22 de junio: que las carnes, sebos y arroz americanos, fuesen libres de todo derecho real y municipal con cualquiera denominación.

La de 13 de agosto: que el departamento de artillería de Lima comprendiese todo el virreinato inclusive Guayaquil y Chiloé.

En febrero 4 de 1805: que por motivo alguno se concediese a ningún empleado ni a su familia permiso para ir España sin consulta previa al Rey.

Carlos IV a propuesta de la Junta de fortificaciones de América, resolvió en 7 de julio de 1803 que el Gobierno de la provincia de Guayaquil dependiese del virreinato del Perú y no del de Santa Fe, esto lo ratificó Abascal en 1810, y el año 1819 fue cuando el Rey limitó esta orden a lo puramente militar.

Acaecieron en la época de gobierno del marqués de Avilés algunos sucesos que merecen apuntarse para memoria de ellos. De esta clase fue la explosión del volcán de Tutupaca en 1801, y la reedificación de los muros o tajamar delante de la plaza de Acho; obra que costeó el Cabildo, lo mismo que la de la nueva alameda que lleva ese nombre. En 1802 la viruela se generalizó como una verdadera epidemia que hizo perecer a muchos pacientes los más de la clase de indígenas. Ese mismo año ingresaron en Lima el barón de Humbold y su socio Mr. de Bompland viajeros científicos. El 19 de abril de 1803 se oyeron en Lima varios truenos por efecto de una recia tormenta en la cordillera; lo mismo se repitió en noviembre, sintiéndose algunos temblores de tierra. Se había efectuado en 27 de agosto un auto de fe en que se castigó por la Inquisición a dos mujeres, una apellidada Rivero y la otra conocida por la San Diego. Otro auto de fe tuvo lugar el 17 de julio de 1806 en que se castigó a un individuo perseguido por hechicero. La ciudad de Guarán presenció en ese mismo año el suplicio de Pedro Aldana, Martín Durán y María Colonia, ahorcados por haber muerto al marido de ésta.

El año de 1804 hubo repetidos temblores, uno de ellos muy fuerte el 22 de abril; además, avenidas copiosas en algunos ríos, causando inundación en Jequetepeque; y como reventasen cerca de Matucana unos volcanes de agua, el grave crecimiento del Rímac destruyó puentes en esa quebrada, y en Lima parte del paseo de la Piedra lisa. Sentenciadas a muerte en la capital cuatro mujeres por asesinatos alevosos, fueron ahorcadas Manuela Raymundo y María Ramos; a las otras dos por hallarse en cinta se les conmutó la pena. Sufrió la misma de horca en 18 de octubre de 1805 el famoso ladrón Agustín Guerrero que había cometido muchos crímenes en los caminos públicos.

El 30 de abril de 1806 una fragata de guerra inglesa, «La Luisa», que atacaba al puerto de Arica, varó en la playa sin que hubiese podido evitarlo su comandante. Los milicianos de dicha ciudad, tomaron prisioneros a los que tripulaban la fragata, y fueron traídos a Lima.

Hemos dicho en otro lugar que el marqués de Avilés fue modesto y benéfico. Socorría las necesidades de muchas personas secretamente, y de su caritativo celo en favor de los enfermos desvalidos, hay abundantes testimonios. Bastará aquí citar como una prueba espléndida de su generosidad, la fundación del hospital de mujeres incurables, cuyo edificio fabricado en 1804 está contiguo al del Refugio. También hizo varias mejoras en el beaterio del Patrocinio.

En 26 de julio de 1806 entregó el mando a su sucesor el general don José   —428→   Fernando Abascal, habiendo gobernado el Perú cuatro años ocho meses veinte días. Permaneció algún tiempo en Arequipa atendiendo al reparo de su salud. Hallábase en esa ciudad cuando se juró obediencia a Fernando VII en 1808. Contribuyó en repetidas ocasiones a auxiliar al Erario con motivo de necesidades públicas: en una de ellas obló doce mil pesos de su peculio.

Abascal se había ofrecido a la Audiencia y Cabildo de Buenos Aires para ir personalmente a dicha ciudad con motivo de la guerra con los ingleses. En 1807 no pudiendo hacer el viaje, propuso al general Avilés fuese a encargarse de aquel virreinato, vacante por la deposición del marqués de Sobremonte. La tentativa de Abascal no fue bien acogida por el Cabildo de Buenos Aires, ni Avilés se prestó por su parte alegando varias razones para ello, sin olvidar sus padecimientos físicos.

Nos es grato antes de cerrar este artículo hacer en él un honroso recuerdo de la esposa del virrey don Gabriel de Avilés. La señora doña Mercedes Risco y Ciudad, nació en Lima el año 1752; contrajo matrimonio a la edad de veinte años con el marqués de Santa Rosa, cuyos padecimientos por falta de salud exigieron una prolija asistencia a que su consorte atendió con esmero y resignación hasta su muerte. En 1782 el marqués de Avilés que se hallaba en el Cuzco de jefe de las armas, y conocía a fondo las virtudes de la viuda del de Santa Rosa pariente suyo, la solicitó para un segundo enlace que motivó la marcha de la señora al Cuzco.

Quedó en Lima la marquesa citando Avilés salió para Chile a desempeñar la presidencia, y después mientras permaneció de virrey en Buenos Aires. No penetraron en su corazón sino las ilusiones que engendra la vanidad y que fomenta el soplo favorable de la fortuna. Doña Mercedes Risco que vestía el hábito mercedario y vivía consagrada a ejercicios religiosos, sin desatender por esto a sus deberes, prefería entre sus ocupaciones la del servicio de los pobres, buscándolos y dispensándoles los beneficios de su caridad. Esta virtud que entre otras poseía la ejemplar Virreina, se extendió al convento de misiones de Ocopa haciéndole señalados bienes por interesarse en la conversión de los indios. Unida a su esposo y a la señora Querejazu, otra matrona limeña muy digna de alabanza, costearon por completo y rentaron el hospital destinado para cuidar mujeres incurables, y que esta junto al del Refugio fundado por Santo Toribio. Nunca desviaron de sus sólidos principios a la respetable doña Mercedes Risco, ni las comodidades ni el fausto del palacio; y se sintió su influencia algunas veces, fue cuando la empleó en provecho de sus semejantes. Acabó sus días en el pueblo de la Magdalena el año 1806 dejando memoria de su esclarecido mérito.

Viajando el marqués de Avilés para España, tuvo necesidad de tocar en Valparaíso el buque que lo conducía. Allí se renovaron sus padecimientos de salud y falleció en 1810 a los once años de haber dejado el mando de Chile, en que fue el primer Presidente que entregó a su sucesor relación circunstanciada de la época de su gobierno.

AXLI. Henrique. Fue relajado y ahorcado en Lima el día 5 de abril de 1592, por sentencia del Tribunal de la Inquisición. En este auto de fe, cuarenta reos más sufrieron las penas a que fueron condenados.

AVALA Y CONTRERAS. Don Diego -Comisario de caballería, hijo del oidor de Lima don Gaspar de Ayala. fue el primer provincial que tuvo en esta capital la Santa Hermandad. Compró en 50000 pesos ese destino que se declaró vendible y renunciable por cédula de 1632. Se recibió en 20 de junio de 1633, y desde entonces quedó suprimido el oficio de   —429→   alcalde de la Santa Hermandad que hubo desde 1550, y era nombrado por el Cabildo anualmente. Tenía el provincial voz y voto en el Cabildo, y ocupaba el tercer lugar después del alférez real y del alguacil mayor. La Santa Hermandad sostenía sus cuadrilleros, y el juzgado despachaba todo lo concerniente a la seguridad pública. Hubo ordenanzas dadas por el gobernador don Pedro de la Gasca en cuanto a Policía rural contra malhechores y esclavos prófugos.

AYLLÓN. El padre Francisco Xavier -del oratorio de San Felipe Neri, natural de Guancavelica. Sostuvo y cultivó con mucho celo los ejercicios espirituales que con el título de Escuela de Cristo introdujo el licenciado don Juan Pedrero de Santiago en el hospital de San Pedro que fundó una hermandad de sacerdotes en 1594, y cuya iglesia fue conocida después por de las Recogidas. Consiguió que doña Ana de Robles viuda rica quien él dirigía, fabricase la capilla y casa del beaterio de Nerias que se instituyó en 15 de octubre de 1674, y acordó con la fundadora a instancias del arzobispo don fray Juan de Almoguera, se pretendiese elevarlo a monasterio de Trinitarias, como se verificó en 1682, siendo Ayllón su capellán, mayordomo y síndico, y el que puso el hábito a las primeras religiosas.

El padre Ayllón eclesiástico de vida ejemplar y predicador muy constante, ayudó eficazmente al padre Alonso Riero en la fundación de la congregación del oratorio de San Felipe Neri que promovieron en 1671, y lograron establecer en 1674, quedando luego aprobada por el Rey y el Papa. Ayllón fue el segundo propósito, y falleció en 1702, a los 67 años de su edad; su retrato se conserva en la iglesia de las Trinitarias. Véase Riero, el padre Alonso.

AYLLÓN. Fray Juan -de la orden de San Francisco natural de Lima. Escribió y publicó en esta ciudad en 1630, la Relación de las fiestas de Lima en el octavario de los 23 mártires del Japón. Cita esta obra don Nicolás Antonio en su biblioteca nueva.

AYLLÓN. Nicolás de Dios -indígena, natural de Chiclayo, de oficio sastre. Recogió en Lima algunas jóvenes pobres y les proporcionó lo necesario para su subsistencia, empleando así el fruto de su trabajo y las limosnas que colectaba. Era casado desde 9 de enero de 1660 con una mestiza llamada María Jacinta, la cual asistía y encaminaba a aquellas en los ejercicios espirituales. Ambos en su casa arreglaron celdas y dos oratorios, uno dedicado a la Virgen de la Concepción, el otro a Cristo Crucificado, en los que se celebró misa el 1.º de enero de 1678. Les dio ornamentos y útiles el deán D. don Juan Santoyo de Palma. Nicolás de Dios falleció en 7 de noviembre de 1677, y acerca de sus virtudes se formó un proceso que fue remitido a Roma por el arzobispo don Melchor de Liñán. Su viuda perseveró en la obra principiada, y organizó un Beaterio en el cual se observó estrecha clausura, y la base de vivir en pobreza sin quejarse, esperándolo todo de la providencia divina. Don Sebastián de los Ríos fabricó una iglesia a su costa al lado de aquella casa, colocando en el altar mayor un lienzo de Jesús, María y José. Aumentose el número de beatas a 20, de las cuales quince debían asistir de continuo al coro, y las restantes atender al servicio económico y doméstico alternativamente. Bajo la decidida protección del fiscal de la Audiencia D. don Juan González de Santiago, que más tarde fue obispo del Cuzco, concibió la directora Jacinta de la Santísima Trinidad el proyecto de elevar a monasterio el instituto de su cargo, y después de no pocas dificultades   —430→   consiguió su objeto por cédula de Carlos II de 3 de diciembre de 1698. Ampliose ésta por otra de 12 de julio de 1699 en que dispuso el Rey viniesen del convento de Capuchinas de Madrid cinco religiosas a fundar el de Lima bajo la regla de Santa Clara. Salieron dichas monjas en 1710, y después de haber sido prisioneras de los ingleses, llegaron a Buenos Aires, desde donde se dirigieron por Chile, a la capital del Perú. Estuvieron alojadas en otro monasterio socorridas por el obispo virrey don Diego Ladrón de Guevara, y por la Universidad de San Marcos. Ocuparon sus claustros el día 14 de mayo de 1713 habiéndoseles conducido en una solemne procesión.

El cadáver de Nicolás de Dios, que estaba en el hospital de San Juan de Dios, fue trasladado al monasterio de Jesús María, que es hasta hoy modelo de orden y virtud.

AZAÑA Y LLANO. Doña Josefa -nacida en Lima, perteneciente a la familia a que se refiere el artículo siguiente. Tomó el estado de religiosa: se distinguió por su virtud, talento y consagración al estudio. Fue una de las cuatro monjas capuchinas que salieron de Lima el 8 de agosto de 1747 y pasaron a Cajamarca como fundadoras del monasterio de la Concepción de dicha ciudad.

AZAÑA OÑA Y PALACIO. El D. don Juan de -caballero de la orden de Santiago. Nació en Lima, y habiendo hecho sus estadios en esta capital se recibió de abogado y después de oidor de la Audiencia de Charcas: hijo de don Pedro Sánchez Azaña y Palacio natural de Torrijas en España, y de doña Juana de Oña Zapata nacida en Extremadura. Fue este regidor de Lima y familiar de la Inquisición, pasó a la corte en calidad de procurador del Cabildo. Regresó de oidor de la misma Audiencia de Charcas en 1643, y después obtuvo en la de Lima igual empleo. Don Pedro era hermano de don Bartolomé Sánchez Azaña Palacio, Maestre de Campo, regidor perpetuo alcalde provincial de Lima y cruzado de Santiago, quien casó en 1651 con Juana Llano Valdez (hija de don Juan de Llano Valdez oidor de Quito y de Lima). Sus hijas doña Francisca y doña Gabriela Azaña y Llano, la primera fue casada con el oidor de Lima y presidente de Charcas don Juan Jiménez de Lobatón, y la segunda con el general don Diego Bernaldo de Quiroz de la orden de Santiago. El citado oidor don Pedro Sánchez Azaña y Palacio tuvo otros hijos: don Lesmes caballero de la dicha orden, también limeño como don Miguel, quien casó con doña Manuela Maldonado, estos fueron padres de don Pedro Azaña Palacio y Maldonado primer conde de Montesclaros de Zapán en 1765. Véase Llano Valdés, don Juan, véase Montesclaros de Zapán.

AZCONA IMBERTO. Don Antonio -cura de Potosí. Fue presentado para obispo auxiliar de Lima en 1671 siendo arzobispo don Pedro Villagómez. Cuando su confirmación, ya había fallecido este prelado. Antes que las Bulas de obispo auxiliar, llegaron a don Antonio las de obispo de Buenos Aires, para cuya silla le había elegido el Rey consecutivamente.

AZCONA. El capitán don Joaquín Manuel de. Véase San Carlos, Conde de.

AZORES. Don Eusebio Joaquín de -corregidor de Castrovirreina. Las hostilidades que sufrían las indios con motivo de la exacción de los tributos, y más que todo del repartimiento forzoso en que eran tan escandalosos loa abusos de los corregidores, tenían preparado el ánimo de   —431→   aquellos que en su desesperación no debía extrañarse se precipitasen a actos de venganza. Durante el gobierno del marqués de Castellfuerte hubo algunos casos en que los indios cansados de su abatimiento, se lanzaron a los tumultos causando alteraciones de funesta trascendencia, y aun atentando contra la vida de los corregidores. El citado Virrey era muy severo, y como ningún otro, reprimió las faltas y demasías de dichos mandones, encargándose de referirlas en la relación de su gobierno. Pero si no expresa las causas del alboroto que hubo en Castrovirreina, bien claro deja comprender no fueron otras que el odio a que se había hecho acreedor don Eusebio Azores.

Este fue asesinado por los indios lo mismo que hermano Rafael Fernández coadjutor de la compañía. La conmoción pudo apagarse gracias al contrapeso que formaron los partidarios del alcalde también indio don Andrés García, quien tomó a su cargo restablecer el orden, y al efecto ejecutó la pena de muerte en uno de los principales delicuentes. El gobierno en el real acuerdo aprobó el avance cometido por García, le tituló noble, le exceptuó de pagar tributos y de todo servicio, prorrogándole el cargo por cuatro años.

AZÚA E ITURGOYEN. El D. don Pedro -Arzobispo. No hemos conseguido datos acerca de su carrera ni de sus estudios, que es regular los hiciese en los colegios de Lima. En un catálogo de obispos de Concepción de Chile, le encontramos con la noticia de que nació en Lima. Don Antonio de Alcedo lo considera entre los arzobispos de Santa Fe. Dice que fue peruano, que en Concepción dio unas constituciones sinodales, y el consejo al aprobarlas, le ordenó las formase también para dicho arzobispado a que fue promovido en 1745, que expidió algunos edictos y pastorales, tuvo varios altercados y competencias, y murió en 1753. En cuanto a su nacimiento tenemos seguridad de que fue chileno. Véase Iturgoyen y Lizperguer doña Catalina, condesa de la Vega, véase Cortés y Azúa.

AZURZA. El D. don Luis Ignacio de -natural de Lima. Capellán Real de Palacio. Por muerte de don Diego Ladrón de Guevara en 1775 le encomendó el virrey Amat la casa de huérfanos de esta capital a la cual sirvió con celo y dedicación hasta 1778 dejándole después un legado de cuatro mil pesos.






ArribaAbajoÍndice alfabético

Por materias de los sucesos, asuntos y demás que contiene este tomo primero



ArribaAbajo- A -

Abascal se propone reconquistar todo el territorio Sud-americano página 17.

Abascal envió miles de indios armados con los caciques Pumacahua y Choquehuanca después de Guaqui para abrir la comunicación cortada por los de la Paz. 26.

Abascal prohibió a Goyeneche conceder cosa alguna sin su aprobación, y bajo la base de rendirse los enemigos y reconocer al Gobierno. 27.

Abascal mandó fortificar Jujuy y no avanzar del río Pasajes: no fue obedecido. 27.

Abascal regala su espada a Goyeneche. 26.

Abascal admite la renuncia de Goyeneche y le agravia proponiéndole sirva un puesto subalterno en el ejército. 28.

Abascal ultraja a los jefes y oficiales que pidieron separarse del ejército. 28.

Abascal es nombrado marqués de la Concordia. 30. Recibe la gran cruz de la orden de Carlos III: celebridades que hubo. 33.

Abascal consulta con el padre Plaza sobre posibilidad de una marcha hasta el Amazonas: manda componer caminos, hacer fortificaciones y sembríos. 40.

Abascal no cesaba de pedir tropas y buques a España. 41.

Abascal quiso que Osorio pasase la cordillera de Chile y marchase a Tucumán y Córdova. 46.

Abascal regresa a España 52: recibe allí grandes honores y recompensas. 53.

Abreu comisionado regio para tratar de paz en el Perú: 53. Conducta del virrey La-serna y de la logia revolucionaria de Aznapuquio. 54 a 57.

Abusos diversos de los religiosos: 235 a 237: disturbios con motivo de las elecciones de prelados. 239. 425.

Acequias en Lima empezaron a cubrirse 8, y a formarse silos: favorable resultado de suprimir las acequias de las calles y las interiores. 422.

Aduana de Lima: su creación, derechos, aforos, primer administrador. 227.

Aduanas: sus productos en la época de Amat. 246.

Agrimensores, y tenientes de cosmógrafo. 426.

Aguada para la marina y cañería en el Callao. 6.

Alamedas de Lima mejoradas por el Cabildo. 368. 427.

Alcabala: derecho elevado hasta el 7 por ciento 18. 321. 418.

Alcabala, no debía cobrarse a los indios por sus propias cosechas y por tejidos que fabricasen. 244.

Alcabala ocasiona en Quito una revolución, se sosiega la ciudad por influencia de los Jesuitas, va de Lima una expedición a órdenes de Pedro Arana: castigos que se hicieron. 312.

Alcabala y Almojarifazgo antes y después de haber Aduana. 227. 418 .

Alemanes: pensó Felipe IV enviar un número de estos a Guancavelica para aliviar a los indios en las minas. 410.

Algodón: que fuese libre de derechos y los tejidos de él. 244.

Almacenes para pólvora en las murallas de Lima. 7.

Almagro el hijo: su origen, 146: va a Chile con su padre: 147. Muerto éste lo entregan a Pizarro quien lo deja en la mendicidad, 147; los almagristas son condenados a la miseria, 147; pormenores 147, 148. Se resuelven a matar al Marqués, 149; y lo ejecutan asaltándolo en el Palacio, 150; Responsabilidad de Almagro, 151; saqueo y atroces venganzas en Lima, 151; Almagro es proclamado gobernador del Perú, 152; lo contradicen Alonso Alvarado en Chachapoyas, 154; Anzúrez del Camporredondo en Chuquisaca y Holguín en el Cuzco, Anzures entra en Arequipa, reúne fuerzas y se junta a Holguín, 155; Vaca de Castro comisionado por el Rey viene por Quito con Velalcázar, se declara gobernador del Perú, 156. Almagro sale para el interior con sus tropas, 156; se le escapa Holguín con las suyas, 157. Júntase éste con Vaca en Huaylas, y también Alvarado, 158. Abreu campaña contra Almagro, 161; Velalcázar vuelve a Popayan, 158; Almagro entra en el Cuzco, 159; escándalos y asesinatos en sus tropas con otros crímenes, 160; quieren matarlo a él, y él se anticipa a desaparecer a sus enemigos, 161; escribe Almagro a Vaca, 162; indulto de Vaca malogrado, marcha un ejército contra otro, 163.

Almojarifazgo era un derecho con cuyo producto se sostenían los presidios y sus guarniciones. 85.

Altar mayor de la matriz de Moquegua, 84. 267.

Alto Perú se propone Abascal combatir la revolución, 22; cubre la frontera; principia sus hostilidades. 23.

Alto Perú las autoridades de él se someten al virrey Abascal. 24.

Alto Perú, inconvenientes de Pezuela para avanzar al Tucumán: reveses en Santa Cruz y Valle-grande. 41.

Alto Perú, se reúnen al ejército en Challapata las tropas venidas de Chile y la división del general Ramírez. 46.

Alumbrado en Lima: su arreglo por el virrey Amat, 228.

Amalgamación: nuevo método que no pudo establecerse. 417.

Amat: graves datos contra la probidad de este Virrey, 249: su juicio de residencia. 251.

Ambición de Atahuallpa; no tenía derechos legítimos: sus crueldades con los vencidos; y con su hermano Huáscar; los que sobrevivieron de la familia real de los incas. 380 a 388.

Amonedación de plata y oro en Lima en tiempo de Avilés. 418.

Ampuero, de los primeros vecinos que tuvo Lima: concurre a la batalla de Chupas con el gobernador Vaca de Castro; ayuda a los oidores contra el virrey Vela; se halla en Añaquito con Gonzalo Pizarro, 253; lo abandona después y se une al gobernador Gasca, 254; casó con doña Inés hija de Guaina-Capac en quien había tenido una hija Francisco Pizarro, 254; otras noticias de esta familia y privilegios de que gozó. 255.

Ancacato, el coronel Saturnino Castro vence allí a la fuerza de Cárdenas. 40.

Antequera, 288: el Rey en una cédula rehabilitó su memoria y dio pensiones a su familia. 302.

Anzures del Camporredondo lo envía Pizarro a España en comisión, regresa con varias reales cédulas en provecho de aquel, se halla en la batalla de las Salinas contra Almagro, 305; va a los chunchus y al descubrimiento de mojos, 306; sus desgracias, 307; es nombrado gobernador de Charcas, sale a hacer descubrimientos hacia Tucumán, 307; se vuelve, sabedor de la muerte de Pizarro, se reúne con Holguín en el Cuzco, 307, viene con él hasta Huaráz, recibe carta del Emperador, se pone a órdenes del gobernador Vaca de Castro con quien llega a Lima, va a Piura en comisión, de regreso hace la campaña contra Almagro el hijo, se distingue en la batalla de Chupas; influye para la muerte de Almagro, vuelve a España. 308.

Apuntes históricos que mandé formar el Rey de las causas de la revolución de América. 50.

Arana, guerrero afamado en Chile, viene a Lima y toma el hábito de San Agustín; trajo presos a don Alonso Hercilla y don Juan de Pineda. 311.

Arbitrios tomados por Abascal, 17. 18: recargo de derechos de Aduana, nuevos impuestos. 18.

Arenales es batido por Blanco en Cochabamba. 41.

Arenales se apodera otra vez de Cochabamba. 41.

Arequipa se sostiene contra Pumacahua con Picoaga, Tristán y Moscoso: no le llegan a tiempo los recursos que Abascal remitió por mar. 44.

Arica: fragata de guerra inglesa tomada en este puerto por los milicianos. 427.

Armas para la ciudad de Lima y otras. 305.

Arnao descuartizado en Potosí. 367.

Aroma: es batido en este punto el comandante Piérola: se mueve el departamento de la Paz, y Ramírez se concentra en el Desaguadero quedando sólo a la defensiva. 24.

Arrepentida: legado que dejó para construir una casa y rentarla, don Francisco Aracaín. 311.

Artillería: reformas, organización; escuela práctica, maestranza; sala de armas; cuartel de Santa Catalina. 7. 8.

Artillería: fundición de cañones y balerío. 8.

Artillería: Real orden para reorganizar este cuerpo gobernando Avilés. 423.

Artillería: el departamento comprendía a Guayaquil y Chiloé. 427.

Arzobispo de Lima: carrera de fray Juan de Almoguera obispo de Arequipa; erogaciones que hizo a su iglesia, reedificó el convento de Santa Catalina, mejoró el hospital de San Juan de Dios, favorece el seminario y edifica el templo de Santa Marta. Intenta sosegar las turbulencias que hubo en las minas de los Salcedos. 171 Viene a Lima de Arzobispo: suspende a los confesores y los examina él mismo. Fomenta el hospital de San Pedro y la congregación de San Felipe Neri, costeando un altar. Consiguió la fundación del monasterio de Trinitarias, y socorrió al beaterio de Amparadas. 172. Tenía contratado el altar mayor de la catedral cuando acaeció su muerte: se mandó enterrar en el cementerio de la catedral, 174. La Inquisición le persiguió por haber escrito un libro que calificó de ofensivo al Rey: no le perjudica y por lo mismo lo da la Reyna el Arzobispado. 174.

Arzobispo Azúa e Iturgoyen. 431.

Ascensos dados por la batalla de Guaqui. 26.

Ascensos: los pedía Abascal a la corte en favor de algunas personas de Lima. 30.

Asilos: reducción de ellos. 245.

Atahuallpa, hijo de Huaina-Capac y de la princesa de Quito. 378.

Atahuallpa: lo derribó de sus andas Miguel Estete, quitándole la borla regia. 377.

Ataques hechos en las cortes de España contra Abascal por el diputado Rivero, escritos para refutarlos. 35.

Avería, origen de este impuesto destinado a gastos de la marina. 85.

Avilés: figuró combatiendo a Tupac-Amaru. 412 a 414.

Avilés, Virrey, caritativo. 427.

Avilés, quiso enviarlo Abascal a defender Buenos Aires. 6. 428.

Auto de fe del año de 1761. 229.

Auto de fe en 1605. 286.

Auto de fe en Lima, 1625. 63. 314.

Auto de fe en tiempo de Castell-fuerte. 358.

Auto de fe de 1639. 58.

Auto de fe de 1592. 428.

Auto de fe en tiempo del virrey Avilés. 427.

Auxilios de dinero y parque a Buenos Aires. 5. 6.

Auxilios a muchos otros puntos de América. 5, 6, 8, 19, 21, 23, 24.

Auxilios enviados por Abascal a Potosí, cañones, parque etc. 23.

Axli: ahorcado por sentencia de la Inquisición. 428.

Ayllon: mérito de este padre de la congregación del Oratorio y cosas que hizo. 429.

Azaña familia de: personajes que hubo en ella. 430.

Azogues de Guancavelica y del Almadén: el Perú enviaba sobrantes a Méjico, labores de cuenta del Rey, contaduría especial del ramo. Decadencia del mineral: grandes pérdidas en 15 años. Derrumbes que soterraron las labores, proceso que se formó: 417. Beneficio por pallaqueo, y sus resultados. 418.

Azogues, 417: inundación del Almadén. Contrato para traerlos de Istria, cómo se hizo en 1802. 418.

Azores, corregidor de Castro-virreina, es asesinado en un tumulto de indios: castigo que se hizo. 363. 430.

Azotes: que no se diesen a los indios sino en casos de sentencia. 365.

Azursa, presbítero: dejó un legado de cuatro mil pesos a la casa de huérfanos de Lima. 431.




ArribaAbajo- B -

Bancos de rescate, probaron mal. 417.

Baños de Jesús en Arequipa. 315.

Barón de Humbold y monsieur de Bompland 427.

Batalla de Guaqui ganada por Goyeneche 26.

Batalla de Sipesipe de igual resultado. 26.

Batalla de Rancagua: sus incidencias, conducta de Osorio. 39

Batalla de Vilcapugio ventajosa a Pezuela. 40.

Batalla de Ayohuma en que triunfa Pezuela y es derrotado Belgrano: ascensos que dio Abascal. 40.

Batalla de la Apacheta: Pumacahua derrota a Tristán, Picoagua y Moscoso; prisioneros los dos últimos. 44.

Batalla de Humachiri: derrota Ramírez a los del Cuzco. 45.

Batalla de Viluma ganada por Pezuela contra el ejército de Rondeau: 48; recompensas, 40, 48; banderas traídas a Lima. 26, 48.

Batalla de la Salinas. Almagro es vencido y preso, 140; se le ofrece la vida y se le engaña, 142; le dan garrote, 144; el gobernador Pizarro pudo impedir su muerte, y no lo hizo faltando a su palabra, 141. Almagro deja de heredero al Rey, y a su hijo del gobierno de la Nueva Toledo. 143.

Batalla de Chupas, 163: es vencido Almagro el hijo y degollado en el Cuzco, 166; quiso fugar inútilmente. 164.

Batallas de los ejércitos del Cuzco y de Quito anteriores a la conquista. Generales de Atahualpa superiores a los de Huáscar. 381, 384, 388, 389.

Batallón del Comercio es creado por el virrey Amat. 225.

Beaterío de Amparadas: desórdenes en él. 425. Beaterio del Patrocinio mejorado por Avilés. 427

Beaterío de Nerias en Lima después Monasterio de Trinitarias. 429.

Beaterío de Jesús María después convento de monjas. 429.

Bellavista: una dársena y canal al Callao. 3.

Benavente jefe del Desaguadero se lanza sobre la paz sublevada. 26.

Beneficencia: El virrey Osorno creó una sociedad en Lima. 422.

Biblioteca de don Nicolás Antonio. 303.

Biblioteca del colegio de San Ildefonso. 409.

Bienes de manos muertas, su enajenación: resistencias etc. 420.

Bienes de jesuitas: que se vendiesen todos, y para qué. 426.

Bodegaje: impuesto municipal sobre el trigo, su producto y aplicación. 421.

Brasil: tentativas de la princesa Carlota sobre la América Española. 15. 16.

Brasil: celebra paz con Buenos Aires. 27.

Brea, estancada como el tabaco. 420.

Breve Pontificio que Avilés rehusó cumplir. 424.

Breves de Roma: que no se cumpliesen sin noticia del Rey y pase del Consejo. 230.

Brown ataca Guayaquil, cae prisionero, es canjeado, se retira del Pacífico. 52.

Buenos Aires: primera y segunda derrota de los ingleses. 5. 6.

Buenos Aires: envía tropas para cruzar los planes de Abascal en las provincias Argentinas. 24. 25.

Buenos Aires: capitulación del virrey Elío. 26.

Buenos Aires: el virrey Castell-fuerte envió 100 mil pesos para la guerra con los portugueses. 355.

Buque Holandés armado y con muchas mercaderías, vino al Pacífico con Andrés Cornelio, providencias de Castell-fuerte. 256.

Buques Corsarios: autorización para armarlos, condiciones. 47.

Buques que armó el Consulado al mando de Couseyro para perseguir a Brown: resultado. 52.

Buques de aviso o correos marítimos. 85.

Buques de guerra: vinieron de España a recoger caudales, los tomaron los ingleses. 416.

Bustamante y Guerra, debió relevar a Abascal. 29.




ArribaAbajo- C -

Caja de amortización: mandó el Rey incorporar a ella los bienes de los conventos obras pías capellanías etc. Resistencia de las religiones y del Cabildo. 420.

Cajamarca: su Cabildo y Alcaldes. 426.

Callao: Castell-fuerte reedifica las murallas. 354.

Callao: primeras murallas de esta ciudad: su refacción. 354.

Camino al Callao: su refacción. 228.

Caminos: dispuso el virrey Amat la reparación y compostura de ellos. 229.

Campaña del Brigadier Pareja de orden de Abascal contra Chile, su muerte, pérdida de la fragata «Tomás» con los auxilios enviados por el Virrey, Sánchez se defiende en Chillán. 38.

Campañas de Arredondo y Montes en Quito y sus hechos. 19 a 22.

Canal del Callao a Bellavista, (proyecto). 6.

Canciller de la Audiencia de Lima: el primero que lo fue. 313.

Candidatos Peruanos para presidir en España el Consejo de Regencia. 31.

Canónigos, dos con el mismo nombre de Marcelo Aramburú: su ascendencia. 313.

Cañas de azúcar de la India. 2.

Capitulación del Callao en 1821. 369.

Cárcel para sacerdotes en el Palacio Arzobispal. 172.

Cárceles: se fabricaron en ellas locales para separar a las mujeres. 368.

Caridad: Se crearon diputaciones en Lima para dar socorros por parroquias. 344. 422.

Carlos III mandó no se gastase en fiestas por sucesos de su familia. 245.

Carrera literaria y familia del oidor Alarcón y Alcocer, Limeño. 81.

Carrera de don Dionisio Alcedo: sus grandes servicios en hacienda, su familia etc. 84. 86.

Carrera honrosa de los obispos Alday y Aldazaval. 91.

Carrera pública de los oidores «Aldunate». 92.

Carrera brillante del general don Eugenio Alvarado y Perales Marqués de Tabalosos natural de Lima. 209.

Carrera literaria de los abogados limeños, Álvarez Ron, y sus familias. 220.

Carrera del obispo Aquinaga, limeño. 311.

Carrera del don Morales de Aramburú, limeño, oidor y presidente de Quito: su familia. 313.

Carrera del doctor Araníbar; su ascendencia 314.

Carrera del arzobispo Arias de Ugarte, Colombiano: sus servicios. 341 a 345.

Carrera y mérito literario del abogado Arrese. 370 a 372.

Carrera brillante del capitán general Avellaneda, marqués de Valde Cañas, Peruano. 407 a 409.

Casa de ejercicios para mujeres en Arequipa. 66.

Casa de ejercicios de Guamanga. 92.

Casa de moneda de Chile. 246.

Casa de moneda de Potosí se incorpora a la corona. 245.

Casa de ejercicios de San Francisco, su reedificación. 376.

Casados que no vivían con sus mujeres. 172.

Cascarilla excelente en Panatuguas. 84.

Castell-fuerte: carrera y servicios de este Virrey. 346.

Castell-fuerte: asciende a capitán general. 364.

Castell-fuerte: un caso notable y escandaloso de su despotismo. 366.

Castell-fuerte: se retira del Perú y recibe en la corte grandes recompensas. 367.

Cátedra de prima de Santo Tomás fundada en la Universidad por doña Mariana Sarmiento, y la dota para su hijo fray Sebastián de Almoguera, después obispo del Paraguay. 171.

Cátedra de matemáticas: estudio de los cadetes: primer examen. 242.

Cátedra de Teología que fundó Amat. 242.

Catedral de Arequipa: costea el altar mayor la custodia, etc., el obispo Almoguera la consagra, y le hace un obsequio cada año. 171.

Catedral de Trujillo: su refacción. 238.

Catedrales: el Virrey debía mandar inventariar sus alhajas. 244.

Caudales: llevados por el cabo de hornos en 29 años desde 1739. 417.

Cabildo de Lima pensión a un hijo de Liniers. 6.

Cabildo de Lima propone a Abascal se trate de paz con los argentinos; y el Virrey cede. 25.

Cabildo constitucional elegido por primera vez en Lima. 36.

Cabildo de Lima: honores y preeminencias de que disfrutaba, sus rentas, ramos que las producían y su aplicación gobernando Avilés. 420. 421.

Chanchamayo: misiones del interior de Tarma, proyecto de una fortificación. 407.

Celendín: concesiones que se le hicieron. 426.

Cerro de la Sal: opinión del virrey Manso contra la construcción de una fortaleza. 311.

Challcuchima, confía en Hernando Pizarro y van juntos a Cajamarca. 397.

Chile: expedición del brigadier Gainza: sus operaciones; tratado que hizo, y desaprobó Abascal. 38.

Chile: expedición del brigadier Osorio: su campaña, esfuerzos de los chilenos. 39.

Chile: tregua y paz con los araucanos en tiempo de Castell-fuerte. 355.

Chuquisaca se pronuncia por la causa Argentina. 22.

Chuquisaca: la funda Pedro Anzures. 307

Coadjutores: no se nombraban sin aprobación del gobierno. 239.

Cobos y Diezmos, 82. 416.

Cochabamba sometida por Goyeneche: saqueo, incendio, etc. 27.

Cochabamba: revolución acaudillada por el platero Calatayud: grandes excesos, castigos terribles que hubo. 363.

Cofradías: reglamento a que las sujetó el virrey Amat. 226.

Cofradías: que no se estableciesen sin licencia real. 244.

Cofradías: abusos reprimidos por el arzobispo Almoguera. 172.

Colegio de misioneros de Moquegua. 1.

Colegio de San Fernando: su fábrica, costo y recursos, becas, cátedras, plan de estudios; primer Rector, biblioteca, museo imprenta, etc. 11. a 13.

Colegio de abogados de Lima: sus estatutos. 13.

Colegio del Príncipe para indígenas; fábrica del edificio, recursos. etc. 16.

Colegio de San Carlos: su erección refundiendo en él los de San Martín y San Felipe: su reglamento, estadios, etc. 243.

Colegio de caciques e indios nobles, constituciones que se le dieron. 234. Igual colegio en Chile. 246.

Colegio de Santo Toribio: se lo permitió poner en las becas corona bordada de oro. 364.

Colegio real, destinado a cuartel: fábrica que en él se hizo. 414.

Colegio de Mineralogía. 417.

Colegios principales de Lima: tenían honores reales; fundación de ellos, rentas que tuvieron, donde los hubo de Jesuitas. 243.

Combate de Irupana en que Tristán dispersa a los revolucionarios. 23.

Comercio libre con Inglaterra: tentativas de la princesa Carlota y del almirante Smith, resistencias de Abascal. 15. 16.

Comercio de Cádiz: se opone al comercio libre de extranjeros en América. 16. 82.

Comercio libre extranjero en América: cuestión célebre de Albuerne con la Regencia. 82. 83.

Comercio que hacían en el Perú los eclesiásticos y los regulares: gozaban libertad de derechos; providencias severas para reprimir estos abusos. 235. 237.

Comercio: franquicias concedidas al lado de restricciones odiosas para proteger producciones de España. 245.

Comerciantes: tiranizaban a los mineros. 416.

Cometa caudado: se vio en Lima en 1807.

Comisión francesa y española que vino a hacer observaciones científicas en el Ecuador. 86.

Compañía de Filipinas. 1, 3.

Comunidades religiosas: no pagaban sisa, grandes defraudaciones en este ramo, providencias de Amat. 236.

Concilio provincial de 1772 en Lima, según las instrucciones del tomo regio. 227.

Concilio provincial: debía asistir el Virrey y estar bajo de docel. 245.

Concilio provincial: que nada pudiera publicarse ni cumplirse sin probación del Sumo Pontífice y del Rey. 245.

Concordia española del Perú: regimiento creado por Abascal con diversas miras políticas. 29.

Concordia clerical de Lima. 93.

Conde Aranda: su proyecto de erigir monarquías en América. 313.

Confesores: los suspende el arzobispo Almoguera, y los examina él mismo. 172.

Congregación de ritos, declaró la santidad de vida y virtudes de Rosa en grado heroico. 61 a 93.

Conquistadores: hechos militares de Diego de Agüero, su conducta en las guerras civiles, se halla en la defensa de Lima a cuya fundación concurrió, poseyó riquezas, protegió el convento de Santo Domingo; fue dueño de la capilla del Rosario que costeó su familia. 66 a 68.

Conquistadores: carrera y servicios de Lorenzo Aldana, sus hechos en las guerras civiles, su muerte dejando gran caudal en beneficio de comunidades de indios; hospitales para éstos, capitales para templos y objetos del culto. 87 a 91.

Conquistadores: hechos militares de Gerónimo Aliaga, sus riquezas, defiende a Lima recién su fundación, su conducta en las guerras civiles, encomendero, funda un mayorazgo, fabricó a sus expensas una capilla en Santo Domingo para entierro de su familia, hizo donaciones al convento, sus descendientes. 95 a 100.

Conquistadores: asociación de Luque Pizarro y Almagro, 102: importantes tareas de éste, su expedición, 103, sus resentimientos con Pizarro, 106, sus acuerdos, 107, su reunión con Pizarro en Cajamarca, 109, desconfianzas, 108, la ejecución del Inca, 110, campaña y entrada en el Cuzco, 111, avenimiento de Almagro con don Pedro Alvarado en Riobamba, 111 a 114, únense ambos con Pizarro en Pachacamac, 116, marcha Almagro al Cuzco, 116, sabe que el Rey le asigna 200 leguas para su gobernación, 116 a 118, renueva sus pactos con Pizarro 119, sale para la conquista de Chile, 120 a 124, recibe las cédulas reales, 125, se regresa, 125, ocupa el Cuzco, 128, derrota a Alvarado en Abancay, 130, viene a Chincha con su ejército, 133, la entrevista con Pizarro en Mala, 134, arreglos; 135, pone en libertad a Hernando Pizarro a quien había salvado la vida, 138, se retira al Cuzco, 139, rómpese el convenio de paz, quebranta Hernando su juramento, y abre campaña contra Almagro. 139.

Conquistadores: hechos de Francisco Almendras en las guerras civiles, 168, hace matar a don Gómez de Luna y a otros en el Alto Perú, 169. Diego Centeno a quien amaba como a hijo lo aprisiona, le forma causa, y a pesar de sus doce hijos lo hace ajusticiar, 170. Sus sobrinos Martín Almendras y Diego, el primero hizo descuartizar a Egas de Guzmán; y el segundo fue asesinado por un negro en la campaña de Chuquinga. 170.

Conquistas de los incas: benéficas y civilizadoras. 381, 385, 386.

Conspiración descubierta en Lima en 1809: muchas prisiones y personas comprometidas. 30.

Conspiración descubierta en 1810: individuos que fueron presos y penados, 32. Anchoris; su larga prisión en España. 255.

Conspiración proyectada en Arequipa en combinación con la de Paillardelle en Tacua: suerte de algunos comprometidos. 36.

Conspiración descubierta en Lima: muchas personas comprometidas, prisiones, proceso, castigos, 41 a 43.

Conspiración proyectada en Lima y Callao, el conde de la Vega. 48.

Conspiración descubierta en Arica en 1815. Don José Gómez: presos traídos al Callao. 49.

Consulado de Lima y comercio: erogaciones, armamentos que costeó. 18, 22, 52.

Consulado de Lima, da recursos a Abascal. 17.

Contrabandistas extranjeros con buques armados en 1725: compañía de corso que se armó para perseguirlos y resultados que hubo. 362.

Conventos: quiso Amat reducirlos de monjas a una sola manzana, vender la áreas sobrantes, y abrir nuevas calles. 237.

Conventos de órdenes religiosas: les quitó el Rey el derecho a curatos, reduciéndoselos a dos por cada una. 239.

Conventos: que no se consideren los que no tengan ocho religiosos. 357.

Conventos de religiosos: diferentes abusos y cuestiones. 235, 236. 237, 357, 425.

Coro de Lima: renta aumentada a los capitulares. 238.

Cortes españolas reunidas en 1810. 32.

Corregidor de Trujillo y el alcalde, multados por haber recibido una información contra el Obispo. 245.

Corregidores: sus muchos abusos, quejas del Cabildo del Cuzco, providencias de Amat. 249.

Corregidores: sus grandes excesos en el repartimiento y otros ramos, mérito del virrey Guirior en cuanto a esto. 321.

Corregidores: opinión de Castell-fuerte en cuanto al modo de nombrarlos. 360.

Corregidores: Castell-fuerte los trató con severidad; atribuyó el asesinato de algunos a sus propios excesos. 363.

Corregidores: que no se beneficiasen estos destinos. 365.

Correos: su origen, 82, incorporación de este ramo a la corona, su primer administrador. 227.

Correos: sus productos, descubierto de su administrador gobernando Avilés. 420.

Costumbres místicas en Lima. 362.

Crimen atroz perpetrado en Lima por un sastre. 409.

Crímenes horribles de Lope de Aguirre y su fin trágico: expedición de don Pedro Urzúa, Guzmán rey de los marañones, multitud de asesinatos. 74 a 78.

Cronista Herrera: una de sus contradicciones. 388.

Curas: en las licencias para ausentarse de sus doctrinas había de intervenir el gobierno. 239.

Curas: sobre la creación de tenientes, dificultades para descubrir les ingresos de los párrocos, disposiciones de Amat. 240.

Curas: cuestión ruidosa en la diócesis de Guamanga. 245.

Curas y religiosos, y el mismo obispo del Cuzco, cooperan a la revolución. 269 a 270.




ArribaAbajo- D -

Décadas del nuevo orbe: obra de Pedro mártir de Anglería: carrera de éste. 256.

Defensa de Lima (Proyecto). 7.

Defensa del litoral del Perú. Plan del subinspector Avilés. 414. El que adoptó siendo ya Virrey. 423.

Delitos atroces de García de Alvarado lugarteniente de Diego Almagro el hijo. Es cómplice del asesinato del marqués Pizarro, hace degollar en Piura a varios, 197, coopera a la muerte del capitán Chávez, 198, forma partido contra Sotelo, y le asesina, quiere castigarle Almagro y no puede, conspira contra Almagro, trata de darle muerte y pronunciarse por el gobernador Vaca, 199, es muerto por el mismo Almagro. 200.

Demolición de barracas del Callao y aumento de Bellavista. (Proyecto). 6.

Derechos de aduana, se cobraban por subastadores: el virrey Castell-fuerte dispuso se recaudasen por los oficiales reales. 361.

Descubierto en la aduana de Lima: prisión de sus jefes en 1806. 418.

Descubierto en el estanco de tabacos y ejecución contra el tesorero. 419.

Descubrimiento de la provincia de Mojos por el inca Yupanqui, 93; tentativa del español Diego Alemán sobre dicho país, y su fracaso. 94.

Deserción en el ejército del Alto Perú y medidas de Abascal. 26, 28.

Desertores de España, se mandó viniesen a servir en el Perú: oposición del virrey Amat. 227.

Desgracias de doña Inés de Atienza y su muerte trágica por haber acompañado a Urzúa en la expedición al Marañón. 405. 406.

Deuda cuantiosa reconocida por el Consulado de Lima. 17. 18.

Deuda de la tesorería de Lima en tiempo de Abascal. 19.

Diccionario geográfico de América: obra de Alcedo. 86.

Diccionario de la Academia Española: los primeros ejemplares que se recibieron en Lima. 365.

Dictadura de O'Higgins, obra que trata de las campañas de Chile en la época de dos Virreyes. 255.

Diezmos que pagaba la plata. 86. 416.

Diezmos: sólo quedaron exceptuados de pagarlos los indios. 426.

Diputados peruanos en las Cortes españolas. 32.

Disolución de las Cortes por el Rey: abolida la Constitución de 1812. 50.

Donativo de Lima a Buenos Aires. 6.

Donativo hecho al Rey por el obispo Aldunate. 92.

Donativos de Lima para el reparo de las murallas. 7.

Donativos arrancados por Abascal en favor de España. 17.




ArribaAbajo- E -

Eclesiásticos y religiosos: se les prohibió comerciar. 365.

Elección de un personaje de Lima para la Junta central de España, 31. Elogio al virrey Amat: fabricó una casa de campo, regresó rico a España, 249; su juicio de residencia. 251.

Emisarios franceses de parte de Napoleón. 16.

Empleados: que no hubiese parientes en las oficinas. 246.

Empleados de la visita de Areche. 316.

Empleados excesivos e innecesarios. 323. 361.

Empleados no podían ir a España sin permiso del Rey. 427.

Empréstitos tomados por Abascal para sostener las guerras de Quito, del Alto Perú y Chile, y para auxiliar a España. 17. 18.

Encarnación: escándalos en este Monasterio. 357.

Encomenderos: personajes de España que gozaban de encomiendas y otras concesiones. 81.

Encomiendas: estimación de las de segunda vida. 361.

Entrada en Lima de la división enviada por Morillo al mando de Pereyra: cuerpos, jefes, gastos de su trasporte, etc. 47.

Erario real: ingresos que tenía en la época de Castell-fuerte. 361.

Erogaciones particulares que hizo Abascal. 18.

Erogaciones: las hizo Avilés en favor del Rey. 428.

Esclavos: número máximo de los que había en el Perú: defraudaciones posteriores al libertarlos. 51.

Esclavos: tuvieron un general que los acaudilló en el ejército de Girón. 188.

Escribano: el primero que tuvo el Cabildo de Lima, Juan Alonso, autorizó el repartimiento de solares de la ciudad, y el libro en que constaban lo vendió un empleado. 174.

Escribanos: se construyeron locales para sus oficios, en provecho de la cárcel. 368.

Escuadra argentina: se presenta delante del Callao on 1816, hace sus ataques, toma buques de comercio y se ausenta. 52.

Escuadra española que hubo en Montevideo; fue vencida por la escuadrilla de Buenos Aires mandada por Brown. 5.

Escuadra del almirante Álava: gastos que ocasionó en 1796. 81. 420.

Escuadra inglesa de Ricardo Achines, 63: sus operaciones, es vencido por don Beltrán de la Cueva, y cae prisionero, 64; la Audiencia de Lima intenta darle muerte; don Beltrán lo defiende; el Consejo de las Indias lo salva, 65; caballeros limeños que se hallaron en esta guerra. 64.

Escuadra inglesa del almirante Anson; 236; contrastes que sufrió; buques salvados; llegan a Juan Fernández, presas que hizo, sorprende y saquea Payta, lo incendia, va a Panamá, quema las presas, sigue a Méjico, va a las Marianas, epidemia a bordo, se dirige a Macao, apresa un galeón que traía un gran caudal, 287; regresa a Inglaterra a los 4 años, suerte de los náufragos en Patagonia, alista el virrey Villa-García una escuadra que sale para Chile, y no acierta en sus operaciones, preparativos del Virrey para defender la costa del Perú, y la escuadra a Panamá y llega tarde, otras noticias sobre Anson. 233.

Escuela de Cristo. 93. 429.

Escuela Náutica: su mejora. 8.

Escuelas que mandó fundar en Tarma el cura Astete. 376.

Españoles deportados el año de 1821. 73.

Expedición anunciada para Buenos Aires con el conde del Avisbal. 47.

Expedición de Guatemala venida con don Pedro Alvarado 204: hechos de éste en la conquista de Méjico, 202. 203; su campaña desde Puerto Viejo a Riobamba, 204; celebra un convenio con Almagro, le entrega sus tropas y buques, 207; va a Pachacamac, se ve con Pizarro, recibe 120 mil castellanos de oro y muchos obsequios, regresa a Guatemala, su fin trágico y el de su familia. 208.

Expedición de Maldonado a la provincia de Mojos, 218: pretensiones de otros para hacer el descubrimiento, lo emprende también Gómez de Tordoya, se encuentran y combaten unos con otros malográndose la empresa. 219.

Expedición de la armada del Callao contra Roggiers Wodes y Guillermo Dampierre, al mando del general Alzamora y Ursino. 220.

Expedición del Pará a Quijos con Tejeyra y providencias del virrey Chinchón. 61.

Expedición del presidente de Charcas Pestaña de orden de Amat contra los portugueses de Matogroso. 226. 237.

Expediciones contra Quito: remesas de dinero, parque etc. 19 a 22.

Exportación de productos del país y dinero para España en el período de Amat. 227.

Estadística de Arequipa: la hace formar el intendente Álvarez Jiménez con muchos datos y cuadros rentísticos. 218.

Estadística: personas de color, sirvientes libres, artesanos, vagos, etc., que había en Lima en 1770. 422.

Estanco del Aguardiente: el virrey Avilés opinaba contra él. 418.

Estanco del Tabaco: sus utilidades en el período de Amat. 246.

Estanco del Tabaco: su historia y variaciones hasta el virreinato de Avilés, arreglo de su contabilidad. 419.

Extranjeros: se mandan salir del Perú. 244.

Estudios: reforma y plan ventajoso por Amat. 243.

Excepción del juicio de residencia. 53.

Excesos y crímenes del Licenciado Alvarado teniente de Girón, 194, sus latrocinios, mata a Palomimo, da garrote a Castilla, al contador Cáceres y a otros varios, 195; pretende irritar a Carvajal, asesina al comendador Romero, y a Mendiola, saquea en el Cuzco las casas y bienes de los vencidos, ultraja al obispo, funde cañones de las campanas, 196; hace dar garrote a Urbina y a Lozano, sufre él la misma pena. 197.




ArribaAbajo- F -

Familia de Aliaga, tildada de adhesión a la independencia. 101. 1012.

Familia y servicios del brigadier Álvarez Jiménez Intendente de Arequipa. 218.

Familiares del obispo Amado, mataron al alcalde Zegarra de Arequipa: juicio que se siguió. 66.

Feria de Portobelo. 347.

Fernando VII prisionero en Francia: jurado por Rey en Lima. 14.

Fernando VII recupera su trono en 1814. 50.

Fiebre amarilla en Panamá en 1730. 364.

Fiestas notables con que celebró Lima la elección de Consejero de Estado hecha en don José Baquijano: alarmas y recelos de Abascal con este motivo, creyendo en una conspiración. 33.

Fiestas en celebridad del virrey Amat. Rumor vulgar de que él y Abascal querían coronarse. 247.

Fortaleza del Callao: obras y refacciones. 6.

Fortaleza del Cuzco. 57.

Fortalezas del Callao: Amat continua la obra de ellas, gastos, aumenta la guarnición veterana. 225.

Fortificaciones de Chile. 359.

Fragatas, Clara, Asunción y Mercedes apresadas por los ingleses con caudales que llevaban del Perú. 416.

Frandiño corregidor de Cotabambas es asesinado, castigos que siguieron a este hecho. 363.

Frailes de San Juan de Dios: estudios que podían hacer en la Universidad. 243.

Frailes de San Francisco: tumulto que hicieron para salvar a Antequera. 351. 352.

Fuerza del ejército de Goyeneche antes de Guaqui. 25.

Fuerzas de línea y de milicias en Lima a principios del siglo. 423.

Fundición de artillería en Lima: Amat hizo fundir muchas piezas de bronce de grueso calibre, y sus proyectiles. 225.




ArribaAbajo- G -

Galeones: caudales que condujeron a España en cierto número de años: 361.

Galeones: Castell-fuerte envió a Cartagena 200 mil pesos para carenarlos. 361.

Galeones: dificultades para su despacho: caudales que llevaron en el período de Castell-fuerte. 361.

Galeones: caudales remitidos en ellos hasta 1739. 361. 417.

Gallos: establecimiento del coliseo en Lima. 226. Ganado vacuno y ovejas en Arequipa. 69.

Gastos cuantiosos e indiscretos del Cabildo de Lima. 36.

Gavelas sobre establecimientos de industria y carruajes, impuestas por Abascal. 18.

General en jefe para suceder a Pezuela, el mariscal Sánchez Salvador, no viene, y en su lugar entró por Arica La-Serna en 1816. 51.

Gómez de Alvarado viene de Guatemala con su hermano don Pedro, cosas que hizo hasta la batalla de las Salinas, Pizarro le envía a poblar Huánuco, funda esta ciudad, se disgusta por la oposición que se le hizo en Lima: 200, 201. Reprueba al hijo de Almagro el asesinato de Pizarro, desafía en dos ocasiones a Alonso Alvarado, únese al gobernador Vaca de Castro y se haya con él en la batalla de Chupas. 201.

Gómez de Alvarado el mozo: se halla en la conquista de Chachapoyas, partidos que sigue, y su muerte. 201.

González, jefe de Talavera marcha sobre Guamanga revolucionada por Mendoza y Béjar, 43, acciones de Guamanguilla y Huanta. 44.

González, triunfa en Matará y cuesta del Inca: sus atrocidades. 45.

González, sofocó el alzamiento de Ocongato y Marcapata. 46.

Goyeneche en la frontera reuniendo fuerzas. 23.

Goyeneche renuncia el mando por la deserción de sus tropas, y Abascal lo contenta. 25.

Goyeneche pide de nuevo su separación, no se la concede Abascal porque era americano y rico, y para evitar renuncias de otros. 25.

Goyeneche da razones para aplazar el ataque, y los argentinos avanzan. 25.

Goyeneche propuso a Abascal antes del revés de Tucumán, entrar en arreglos con los argentinos. 27.

Goyeneche renunció el mando: Abascal quería siguiese, pero separando a Tristán, y al secretario Cañete. 28.

Gracias al sacar. 426.

Gramalote o yerba zahína. 2.

Guamanga: excesos de los curas, luchas del virrey Castell-fuerte con el obispo López Roldán, atentados de éste. 357. 358.

Guancavelica: datos sobre el mineral en tiempo de Castell-fuerte. 360.

Guancavelica: su fundación y otras noticias: su primer Gobernador. 267.

Guancavelica se subleva: Abascal envía a Eulate a someterla. 44.

Guancavelica: obras en el mineral hechas por el gobernador Arias de Ugarte. 345.

Guancavelica: azogue extraído del mineral durante el gobierno del Oidor Arriola. 376.

Guánuco: véase Gómez de Alvarado. 200.

Guarda costas en tiempo de Castell-fuerte. 348.

Guardia de a caballo de los Virreyes: su creación. 225.

Guatemala: auxilios enviados al gobernador Gasta. 341.

Guayaquil: Castell-fuerte proyecta fortificarlo. 355.

Guayaquil: su dependencia del Perú. 427.

Guerra con la Gran Bretaña: perjuicios que ocasionó al comercio del Perú en el gobierno de Avilés. 416. 418. 420.

Guerra con la misma nación en 1804: providencias para defender la costa peruana. 423.

Guerras civiles antiguas de los españoles: hechos de Juan de Acosta en ellas, y su fin trágico. 59 a 61.

Guerras del siglo 16: hechos militares de Martín de Alarcón. 80.

Guerrero: famoso ladrón ahorcado en Lima. 427.

Guindas y Cerezas: quien las trajo al Perú. 87.

Guirior: conducta del visitador Areche con este Virrey, y sus consecuencias. 317 a 324.

Garcilaso: crítica que merecen muchas de sus aserciones; son apasionadas y aun fabulosas, 379. 380. 384. 387.




ArribaAbajo- H -

Habitantes del Perú: como los clasificó Castell-fuerte. 352. 363.

Hacienda: empeños hechos por Abascal hasta empobrecerla. 17. 19.

Hechos de Antonio Altamirano: es degollado por Gonzalo Pizarro. 178.

Hechos y carrera del mariscal Alonso Alvarado: conquista Chachapoyas, 180 182; descubre Maynas, 183; es batido en Abancay por Almagro, 181; su desafío con Hernando Pizarro se encuentra en la batalla de las Salinas; toma a Almagro, aconseja a Pizarro salve a éste la vida, 182; vuelve a Chachapoyas, funda la ciudad, noticias de ella, 183; júntase con Vaca de Castro, hace la guerra a Almagro el hijo, asiste a la batalla de Chupas, va a España, vuelve con el gobernador Gasca, concurre en Sacsahuana a la destrucción de Gonzalo Pizarro, es juez de los vencidos en unión del oidor Cianca, 186; corregidor del Cuzco y Chuquisaca, es el terror de los revolucionarios, y hace matar a muchos, 187 a 189; le derrota Girón en Chuquinga, y muere del pesar. 190.

Hechos de don Diego Alvarado: sirve a Almagro; va con él a Chile, es su consejero, 191; defiende la vida de Hernando Pizarro y otros, 191; asiste en Mala a la entrevista de Almagro con Pizarro, su buena intención y empeño por la paz, 192; gobierna en el Cuzco, 192; se bate en las Salinas, 193; va a España a acusar y perseguir a Hernando Pizarro por la muerte de Almagro, muere, y se cree fue envenenado. 193. 194.

Hechos del oidor don Juan Álvarez uno de los fundadores de la Audiencia, 210; cómplice del asesinato de Suárez de Carvajal, conspira contra el virrey Vela. Preso el Virrey es nombrado para conducirlo a España, lo pone en libertad, hace campaña con él, Vela le trata mal jurando ahorcarlo, 211; entiende en las causas de infidencia que motivaron muchas muertes, propone avenimiento con Gonzalo, se encuentra en Añaquito, es prisionero, opiniones acerca de su muerte. 212.

Hechos de Diego Álvarez Cueto cuñado del virrey Vela, es acusado de recibir dádivas, manda la escuadra en el Callao, 213; sus cuestiones con los Oidores ya preso el Virrey; y no quiere entregar los buques, sus entrevistas con un religioso, se va a Huacho, se da a partido y capitula. Embarcan allí al Virrey, 214; Cueto va a España a dar cuenta de los sucesos. 215.

Henestrosa es nombrado general en jefe: condiciones que puso y su renuncia. 28 y 29.

Hermandades de los hospitales. 242.

Hernando Pizarro va a Pachacamac, y varios españoles al Cuzco a activar la remesa del oro y plata para el rescate de Atahualpa; y son bien acogidos; conducta de ellos. 396.

Hernando Pizarro después de matar a Almagro lleva a España caudales y gana a ciertos consejeros: pero se lo encierra en la fortaleza de la Mota. 194.

Hernando de Soto va a reconocer el país para averiguar si fuerzas del Inca amenazaban a los españoles. 399. Pizarro no espera su regreso, y se apresura a dar muerte a Atahualpa. 401. Soto lo defendía y quería llevarlo España. Cargos y reconvenciones que hizo a Pizarro cuando volvió, disculpas de éste, y cómo le desmintieron Valverde y Riquelme. 402.

Hillyar. Comodoro inglés, hizo de mediador e intervino en el tratado de Gainza en Chile. 38 y 39.

Historia de los establecimientos ultramarinos, por Almodóvar rectificando la obra de Raynald, elogio del Mercurio Peruano a Almodóvar y a Malaspina. 171.

Historiadores primitivos: apasionados, y cómplices de Pizarro, relación de Oviedo. 401. 403.

Hospicio de pobres en el Cercado de Lima: se hacían telas de algodón: disfrutaba los productos disponibles de la plaza de Acho. 242. 422.

Hospicios de religiosos, prohibidos. 426.

Hospital de San Juan de Dios de Arequipa: lo mejoró el obispo Almoguera, 171.

Hospital de San Pedro de Lima: lo fomentó el arzobispo Almoguera. 172.

Hospital de Bellavista para la marina: su fábrica y costo. 227. 242.

Hospital del Espíritu Santo: reformas, fábrica de una nueva sala, 229.

Hospital de Santa Ana de Lima: rentas que le tenía dadas el Gobierno, encomiendas en la Paz y Tarma, disfrutaba 2300 pesos de los novenos; el tomín. 241 y 242.

Hospital de San Andrés de Lima, gozaba encomiendas en Jauja, y en Potosí: en Lima 2000 pesos del ramo de sisa, y por novenos 2300, el teatro le producía 4000 y el Circo de gallos 500 por concesión de Amat. 242.

Hospital de la Caridad de Lima: tenía encomienda en Cajamarca y 532 pesos de tributos de la Paz. Amat le dio el producto de las multas de policía. 242.

Hospital de San Bartolomé de Lima: lo obsequió Felipe V 18000 pesos y disfrutaba del líquido del Ramo de suertes. 242.

Hospital de San Lázaro 2300 pesos en tiempo de Amat del ramo de novenos. 242.

Hospital de huérfanos en la misma época tenía 4000 pesos del ramo de sisa, y el privilegio de imprimir cartillas y catones. Además 4000 pesos por cierto término del ramo de vacantes. 242.

Hospital de Beletmitas del Cuzco: lo protegió Amat, su renta. 242.

Hospital de San Lázaro: aumento de su renta. 426.

Hospitales de San Juan de Dios: estaban bajo la inspección secular, lo mismo que el de clérigos de San Pedro, asignaciones que te irían aquellos en seis provincias, se las aumenta el virrey Amat. 241.

Hospitales de Lima: tenían además sus rentas propias. 242.

Hospitales: otros que hubo en Lima. 242.

Hospitales: gastos del Erario para auxiliarlos, Castell-fuerte entregó el de Santa Ana a los padres beletmitas. 359.

Hospitales para indios: real orden para que se estableciesen gobernando Castell-fuerte. 364.

Hostilidades: resuelve Abascal tomar la ofensiva contra el ejército argentino. 25.

Hostilidades: propone Pezuela suspenderlas y Rondeau se niega. 41.

Huaina-Capaz tuvo noticia de los españoles: predicciones funestas que lo alarmaron. No debe creerse que ordenara se sometiese el país a ellos: objeciones. Dividió el imperio entre sus hijos Huáscar y Atahuallpa dando a éste el reino de Quito. Sobre Cuenca y otras provincias. 380. 381.

Hualgayoc: descubrimiento de este mineral. 227.

Huérfanos: la iglesia en Lima, su conclusión y apertura. 226.

Huracán fuerte en Lima en marzo de 1812. 33.




ArribaAbajo- I -

Imperial Alejandro, regimiento: creación en el Cuzco de su segundo batallón. 48.

Imperio peruano: descubierta la América, tenía que sucumbir. 390.

Imprenta libertad de ella: periódicos, ataques al sistema español y al Virrey hechos por el general Villalta y por don Gaspar Rico, destierro de éste. 34.

Imprenta fabricada en Lima a costa de don Tadeo López: periódico que da a luz, le despoja Abascal de una medalla. 35. 36.

Impuestos creados por Abascal sobre artículos de primera necesidad. 18.

Inacción del ejército argentino y sus causas. 45.

Incurables: hospital de mujeres en Lima fundado a expensas del virrey Avilés. 427. 428.

Independencia: pudieron hacerla Goyeneche, Tristán y Picoaga. 28.

Indios yanaconas. 95.

Indios: vigorosa representación al Rey en favor de ellos, desgracias que sufrían, remedios que debían adoptarse, abusos de las autoridades, etc. Autor de la obra, el Deán de Arequipa Aguilar del Río, larga carrera de éste, hizo donación del terreno en que se edificó la Recoleta de San Francisco. 71.

Indios y mestizos nobles: privilegios que debían gozar, son renovados por Carlos III y atendidos por Amat; podían ser procuradores de la Audiencia, y se cumplió. 246 y 247.

Indios: opinión de Castell-fuerte sobre su disminución, la atribuyó a la dominación extraña, al trabajo forzarlo, a las epidemias y al aguardiente. 359 y 360.

Indios: quejas que dieron al Rey, y orden dada en 1725 para atenderlas. 365.

Indios: representaron al Rey los agravios y vejaciones que sufrían, el consejo remitió las acusaciones comisionando al obispo de Arequipa para entender en esto. Se puntualizan los excesos de los corregidores, de los favorecidos del Virrey y de otros, así como los que cometían los curas. 365 y 566.

Informe al Rey sobre los frecuentes disturbios que ocurrían en Panamá. 339.

Inmunidad eclesiástica: su defensa. 1.

Inquisición se extingue este tribunal en Lima en 1813; el pueblo saquea sus archivos. 40.

Inquisición: la restablece el Rey. Edicto de ella para que se denunciasen los que necesitaran descargar su conciencia. 50.

Inquisición: ejecuciones y castigos que hizo: 58. 63. 229. 314.

Inquisición: cuestiones con el virrey Amat. 229.

Inquisición: cuestiones con el virrey Castell-fuerte. 358.

Inundación en Jequetepeque. 427

Investigador: sus avances en política: fuga de su editor Río. 34 y 35.




ArribaAbajo- J -

Jesuitas: los restablece el Rey y se promete de ellos la pacificación de la América. 50.

Jesuitas: expulsión de los del Perú de orden del Rey, instrucciones del ministerio, cómo ejecutó esta disposición el virrey Amat, la confiscación de sus bienes, importe de estos. 230 a 234.

Jesuitas: comerciaban públicamente con toda clase de productos y mercaderías, cómo compraban fincas, y no contribuían, destino que daban a sus caudales, Amat los acusa de defraudadores, muchas particularidades sobre esto. 235 y 237.

Jesuitas: largas noticias que dio contra los del Paraguay don Matías de Anglés, comisionado allí para actuar en el ruidoso proceso de Antequera, muchas revelaciones y datos sobre la guerra de dicha provincia. 257 a 267, 293 a 300.

Jesuitas: disturbios en el Paraguay, luchas con Antequera. 289 a 293.

José Napoleón rey de España, 14: tentativas para que se le reconociera en América: 16.

Juan de la Victoria (San) en Vilcabamba. 315.

Juan Fernández: que de esta isla se tomase posición solemne sin permitir fondear a extranjeros. 365.

Juan Fernández isla de la cual se sacaron unos extranjeros en 1805. 423.

Junta de gobierno creada en Quito con aprobación de la Regencia. 19 y 20.

Junta de gobierno erigida en Buenos Aires. 23.

Junta de pacificación creada en 1821 de orden del Rey. 53.

Junta de aplicaciones y destino que se dio a las pertenencias de los jesuitas. 234 y 235.

Juntas celebradas por el virrey Abascal, y para qué. 14. 17. 24.

Júrase en Lima la Constitución de la Monarquía, 34.

Jurisconsulto Alfaro Oidor de Lima respetado por Solórzano: su carrera y obra que escribió. 95.

Juzgado de bienes de difuntos, caudal existente en 1806, empréstito, que hizo a la Real Hacienda. 426.

Juzgado de aguas de Lima; que correspondiese a su Cabildo. 427.

Juzgado de comercio, y después consulado en Chile. 364.




ArribaAbajo- L -

Ladrones: plaga en Lima, presos todos los de una cuadrilla, Amat activa el juicio, son ahorcados once de ellos, y otros penados de diversos modos. 247 y 248.

Lengua peruana: Catecismo-vocabulario y Gramática hechos por el jesuita limeño Añasco: su familia. 308.

Levantamiento de la Paz mientras el ejército operaba en Cochabamba. 26.

Levantamiento de Juan Santos Apú-inca en el interior de Tarma, destruye 25 pueblos de las conversiones, subleva a los neófitos, se titula rey de los Andes, 309; campañas que se hicieron contra él, hambre, fuerte de Quimiri, perece la guarnición y su jefe Bertholí, Tarma es amenazada, manda el Virrey nueva expedición, nada hay decisivo, 310, crueldades de Juan Santos, los indios empiezan a alterarse contra él, no se supo el fin que tuvo. 311.

Levantamiento de Tupac-Amaru: sus hecho, 325 y 326, si se quiso coronar, causas de la revolución, 175, 321, 326. Contestación que dio Areche a la carta de aquel, 330; guerra que se le hizo y su desenlace. 325.

Leyes de la monarquía peruana sobre la sucesión a la corona, si las violó Huaina-Capac. Consecuencias, división, luchas sangrientas y otras causas que facilitaron la conquista. 385 a 390.

Leyes de Indias: sumario de ellas trabajado por Aguiar oidor de Quito, su familia. 69.

Libertad de derechos a la azúcar y al café. 246.

Libertad de derechos de las carnes, sebos y arroz americanos. 427.

Libros del Cabildo de Lima. Organiza a su costa tres con reales órdenes el regidor Álvarez Gato. 215.

Libros prohibidos: órdenes de Carlos III sobre este particular. 230.

Lima vindicada de vulgares acusaciones. 15.

Lima: el virrey Amat divide la ciudad en barrios nombrando para cada uno un alcalde. 226.

Lima: el virrey Castell-fuerte refacciona las murallas. 355.

Lima: barrios que tenía en 1806, calles, casas, puertas, sus pertenencias, su población en diferentes épocas y otros datos. 421. 422.

Liniers: sus servicios en Buenos Aires. 5, 6, 15, 16; su relevo y muerte 23. 24.

Locura: perdió el juicio apasionado de una cacica, Pedro Alcón uno de los trece de la isla del Gallo. 87.

Lombera trae una división de Cochabamba contra la Paz. 26.

Longevidad: varios casos. 65. 406.

Luis 1.º proclamado en Lima, su muerte, vuelve a reinar Felipe V. 364.

Lujo de la plebe: se mandó moderar en 1725. 365.

Lurigancho: apertura del camino carretero a ese punto. 28 y 29.

Luya, Chillaos y Lamas incorporados a la provincia de Chachapoyas. 245.




ArribaAbajo- M -

Mal de rabia de los perros. 8.

Malhechores en Lima mandando Castell-fuerte. 362.

Mandas a beneficio del confesor y de los conventos: nulidad de ellas. 246.

Máquinas de vapor en Pasco. 1. 51.

Máquinas para la casa de Moneda de Lima: reformas en ella. 51.

Mar del sur: los primeros que lo vieron. 404.

Marina: buques que reparó Amat, quien formó infantería de marina para las guarniciones. 225.

Marina: el virrey Castell-fuerte construye dos navíos y mejora la escuadra, 355.

Marina: gastos que ocasionó en doce años hasta 1785. 420.

Marina: reorganización del apostadero del Callao, dispendios y altercados en tiempo de Avilés. 423 y 424.

Mártires del Japón: octavario de fiestas en Lima. 429.

Matrimonio de la hija de Abascal. 51.

Matriz de Moquegua: su tercera reedificación auxiliada por el capitán Alcázar. 84.

Maynas su población al incorporarse al Perú en 1802. 422 y 424.

Memorial del capitán Acevedo al Rey sobre la disminución de los indios por causa de la mita. 58.

Memorial de Pedro Arana sobre sucesos de Quito y sobre el modo de defender las costas del Perú y Chile. 311 y 312.

Mendigos en Lima. 422.

Merced: disturbios para la elección de prelado en tiempo de Castell-fuerte. 357.

Mérito del eclesiástico indígena Aparicio. 308 y 309.

Milicias: las organiza el virrey Amat en grande escala con motivo de la guerra de Inglaterra y Portugal: jefes, disciplina, armamento, vestuarios, etc. 224. 225.

Milicias: forma Amat un reglamento para ellas. 225.

Militares: para ser corregidores debían renunciar antes su graduación. 228.

Mina de azogue de Guancavelica: quiere cerrarla el gobierno español. 85.

Mina de azogue en Guancavelica. 267.

Minería: Tribunal de, 417.

Mineros: que los de cobre y estaño no pagasen derecho alguno. 245.

Mineros europeos bajo la dirección del barín de Nordenflich. 417.

Mineros: pagaban un real en marco para fondos. 417.

Misioneros martirizados por los indios. 82. 310. 315. 412.

Misiones: su mal estado en tiempo de Amat: reveses experimentado tentativas malogradas, gastos que hizo el erario, los franciscanos tenían obligación de servir diez años y se separaban antes con diversos pretextos. 241.

Misiones: gastos del Erario en la época, de Castellfuerte. 359.

Mojos: conquista del Inca Yupanqui. 93. 306.

Monasterio de Santa Rosa de Arequipa: sus fundadores, un pleito ruidoso, gastos en la fábrica, el obispo Bravo costea el templo y su ajuar, y una señora Barreda la custodia, donando después sus alhajas. 84.

Monasterio de la Concepción de la Paz: sus fundadoras. 316.

Monasterio de Capuchinas en Lima: sus fundadoras. 429 y 430.

Monasterio de Cajamarca, como se fundó. 430.

Monasterios: disensiones al elegir abadesas. 237. 357.

Monasterios: reformas que hizo el arzobispo Almoguera. 172.

Moneda menuda: prohibición de exportarla. 245.

Moneda: ordenanzas de 1728: pesquisas hechas en tiempo de Castell-fuerte, lo acuñado en Potosí y en Lima en esta época. 360 y 361.

Moneda: se mandó acuñar con las armas reales, y se fijó el precio y ley de las de oro. 365.

Monedas: empezó a ponerse en ellas la efigie del Rey. 227.

Monte de Piedad: su capital y rentas. 425.

Montepío civil: su creación en el Perú: reglamento. 226.

Montepío militar y civil: Carlos III ordenó que no lo perdiesen las viudas por casarse segunda vez. 226.

Montevideo: su rendición en 1814. 41.

Morillo: se anunció que venía de España a Buenos Aires con un ejército. 46.

Morillo llega con su expedición a Costa firme, y trae orden de enviar tropas al Perú. 46 y 47.

Motín del batallón de Extremadura en Lima, pierde su nombre y antigüedad. 47 y 48.

Motín en dos navíos de guerra en el Callao, castigos severísimos impuestos por el virrey Amat, opiniones sobre esto. 227.

Muerte del presidente Ruiz de Castilla en Quito. 21.

Muerte de Liniers, de Concha, y otros, perdiéndose Córdova y Tucumán. 24.

Muerte del general Nieto, del coronel Córdova y del intendente Sanz. 124.

Muerte del coronel Castro en Moraya. 41.

Muerte de Picoaga y Moscoso en el Cuzco. 44.

Muerte de Pumacahua en Sicuani, y de los Angulos y otros en el Cuzco. 45.

Muerte de Aguilar y Ubalde en el Cuzco, sus planes revolucionarios, 422 y 423; otras personas sentenciadas: ley del Congreso en favor de aquellos. 69 al 71.

Muerte del brigadier Aguilera: su carrera y proyectada revolución después de la Independencia. 71 a 73.

Muerte de Alcázar Gómez y Espejo en Lima. 84.

Muerte de Atahualpa: cuestión sobre si Almagro cooperó a ella, algunos españoles se opusieron. 110, 400 y 401.

Muerte de don Diego Almagro y sus incidencias, Herrando Pizarro cometió en ella, una infame crueldad. 142 a 145.

Muerte del hijo de Almagro. 165 y 166.

Muerte de Tupac-Amaru y su familia. 325.

Muerte de don Lorenzo Farfán, del cacique Tambuaezo y otros en el Cuzco. 319.

Muerte de Girón en Lima. 341.

Muerte de Arias Maldonado y Felipe Gutiérrez. 341.

Muerte de Antequera y Mena. 301, 302. 350 a 352.

Muerte del corregidor Arriaga de orden de Tupac-Amaru. 374 y 375.

Muerte de Astete y Cherveches. 45 y. 377.

Muerte de Melgar y Dianderas. 45.

Muerte de don Diego Cristóval Tupac-Amaru y otros. 413 y 414.

Muerte de Huáscar de orden de Atahualpa, y sus causas. Astucia de éste para descubrir antes la impresión que hiciera en Pizarro. 397.

Muertes y otros castigos en la Paz y Cochabamba. 23. 27. 44.

Mujeres escandalosas. 172. 425.

Mujeres ahorcadas en Lima, gobernando Avilés. 427.

Murallas de Lima: refacciones. 7. 225. 355.

Muros del río de Lima. 368. 427.




ArribaAbajo- N -

Naufragio y muerte del gobernador de Chile Alderete. 91.

Naipes: se mandaron estancar. 365.

Nazarenas: fábrica de su templo, quienes lo costearon: su estreno. 229.

Negros esclavos: última partida de ellos que vino al Callao, precio que tuvieron. 51.

Negros: el abasto de ellos según el tratado de Utrech lo tuvieron monopolizado los ingleses ganando mucho con la esclavatura de América, y con las mercaderías que introducían en Portobelo anualmente en un buque pautado «de permiso». 85. 347. 348.

Negros esclavos: derecho de importación que se pagaba por ellos. 245.

Negros bozales: permiso dado al conde de Premio real para introducirlos. Lo ocurrido con un buque en 1806. 420 y 421.

Negros esclavos: comercio de ellos prorrogado. 426.

Nicolás de Dios: virtudes de este indígena y de su mujer, proceso remitido a Roma. 429.

Nóminas para curatos: un caso raro ocurrido con el obispo y cabildo de Arequipa: otras particularidades. 238.

Noviciado de la recolección del Cuzco, fabricado a expensas del obispo Arregui. 370.




ArribaAbajo- O -

Obispado de Maynas: incomprensión. 424.

Obispado de Cuenca: su erección. 245.

Obispados de Quito, Panamá y Cuenca. En 1803 aún dependían del Arzobispado de Lima. 424.

Obispo electo del Paraguay, fray Juan de Almaraz hermano de la esposa de Girón: su carrera y literatura, su asistencia al Concilio de 1582. 167 y 168.

Obispo de Arequipa: como quería cobrar su asignación en la gruesa decimal. 425.

Obispos: guardaron buena armonía con Amat y Avilés. 238. 424.

Obispos sufragáneos: prohíbe el Rey que el Arzobispo mande visitadores a sus diócesis. 340.

Obispos: quejas y opiniones del virrey Castell-fuerte contra ellos. 355 a 358.

Obispos: El Rey señalaba dónde habían de consagrarse, pena a los que tardasen en salir de España, no pasarían de una a otra diócesis sino después de cierto tiempo. 426.

Obra pía de Arévalo. 338.

Obras de autores peruanos. 61. 71. 87. 95. 174. 179. 180. 223. 308. 339. 411.

Obras del padre Acosta: figuró en el Perú como provincial, y en el Concilio de 1582: sus ideas acerca de los indios. 59.

Obras del padre Acuña Limeño: su carrera literaria y servicios en la canonización de Santa Rosa. 61 y 62.

Obras piadosas del canónigo Adriazola de Arequipa; 65.

Obras en prosa y verso del padre Alesio, Limeño. 95.

Obras canónicas y sobre gobierno, escritas por Gutierre Velásquez Altamirano, Limeño, maestro del célebre León Pinelo. 179 y 180.

Obras filosóficas y jurídicas de Alonso Alvarado, Peruano. 180.

Obras benéficas en Huánuco. Diego Álvarez y su mujer doña Isabel Figueroa viuda de Tarazona fundador de dicha ciudad y en comendero, reparten caudal a los pobres; pagan deudas de los perseguidos; dotan huérfanas, fabrican capilla a la cárcel asignándole renta, establecen una escuela de gramática latina y algunas capellanías y capitalizan 20 mil pesos para ayudar al pago del tributo de los indios. 210.

Obras religiosas escritas en el Perú por el padre Álvarez Paz. 219 y 220.

Obras piadosas del arzobispo Arguinao, Limeño. 339.

Obras piadosas. 65. 71. 84. 91. 92. 99. 171. 210. 212. 220. 255. 304. 311. 312. 315. 338. 344. 370. 376. 411.

Obras del jesuita Arriaga que figuró en el Perú. 375.

Obras de fray Blas de Atienza. 405.

Obras del padre Diego Avendaño, una de ellas condenando la esclavitud de los negros, otra lamentando la suerte de los indios en las minas de azogue. 410.

Obras escritas por el padre Estevan de Ávila. 411.

Obras pías fundadas por el canónigo Ávila peruano, para que se predicase en quechua a los indios y para otros objetos del culto. 411.

Oficiales reales: que no se beneficiasen estos empleos y modo de proveerlos. 365.

Oficio de hipotecas: creación de esta escribanía en Lima. 226.

Oidor Altamirano: dio tormento a Luis de Vargas ahorcado de orden de la Audiencia. El mismo oidor ejecuta a bordo a otros; se opone a que los oidores manden el ejército, va a Chuquisaca y hace ahorcar al capitán Robles. Tuvo varios hijos peruanos, uno fue obispo y otro oidor: 178 y 179.

Orden de Isabel la Católica para premiar servicios en América: recibe Abascal la gran Cruz. 50.

Ordenanzas para el buen trato a los indios. 365.

Ordenanzas de minas. 360.

Organista muy inteligente fue el licenciado José Aparicio, peruano. 309.

Oro: que no se amonedase en Potosí, sino en Lima. 244.

Oro: el 5.º rebajado al 3%. 416.

Oro: su extracción en tiempo del virrey Avilés: derecho que pagaba: 416.

Oruro: retirada de Goyeneche a esta ciudad por las derrotas de Tucumán y Salta. 28.

Osorio: ordénale Abascal celebre algún tratado en Chile y remita fuerzas al Perú: motivos para ello. 39.

Osorio después de vencer en Rancagua, reforzó el ejército enviando tropas por Arica. 46.

Otaheti: expedición a estas islas en tiempo de Amat. 228.




ArribaAbajo- P -

Paita: lluvia destructora que sufrió en 1729. 364.

Paita: puerto menor como Huanchaco y Pacasmayo. 426.

Palacio Episcopal en Arequipa: lo construyó a su costa el obispo Aguado. 66.

Palacio de Amarucancha en el Cuzco. 178.

Palacio de Madrid: se incendió, donativos del Perú para ayudar a su reedificación. 364.

Panamá: escandalosas violencias y abusos de autoridad allí cometidos. 339, 362.

Panteón de Lima: su fábrica, costo, estreno, reglamento, su descripción, operarios etc. 9 a 11.

Panteón en el pueblo de Ate: lo costea lo mismo que el templo el cura Álvarez. 210.

Panteón de Arequipa, su capilla. 315.

Papel sellado: su expendio en el estanco de Tabacos. 420.

Paposo: población de este puerto. Un misionero obispo auxiliar en 1803. 424 y 425.

Paramentos fúnebres. 9 y 10.

Paraguay: turbulencias, cuestiones de los jesuitas, influencia de estos, guerra a Antequera, su proceso, conducta de los virreyes Morcillo y Castell-fuerte. 289 a 302.

Paraguay: sucesos y revoluciones posteriores a Antequera, los obispos Palos y Arregui, y los gobernadores de Buenos Aires. 352 a 354.

Parque: hace construir Amat un millón de tiros, 1000 lanzas y otros artículos. 225.

Parques y recursos enviados de Lima al Sur: 23. 24. 26. 44.

Pasco: se funda esta población en Yanahuanca. 227.

Pasco de aguas de Lima: erogaciones para esta, obra. 228.

Patronato Real: 238. Escritos del virrey Amat sobre este punto. 240.

Patronato Real: cuestiones en tiempo de Castell-fuerte. El Rey manda expulsar a los prelados culpables de descuido en la conducta de los eclesiásticos: providencias de Castell-fuerte sobre esto. 355 y 356.

Paz: esta ciudad se pronuncia por el gobierno argentino con su intendente Tristán. 24.

Paz: se subleva, matan al intendente Valdehoyos y se unen a Pinelo. 44.

Pena de muerte: no podía imponerse sino en sala de cinco jueces, lo cual se extendió a los casos de azotes o presidio por 10 años. 426.

Pensión Carolina sobre Mitras y prebendas. 246.

Periódico «el Peruano» perseguido con su editor Flores. 35.

Permutas de Curatos con capellanías y otros beneficios, habían de ser aprobadas por el gobierno. 238.

Persecución del clérigo Luque por sus escritos. 35.

Perú: ya no tenía gente, armas ni dinero para fomentar la guerra. 27 y 41.

Perú comparado con la Isla de Cuba en cuanto a esclavatura y valor de sus producciones. 421.

Perú: subdelegaciones y número de pueblos que había después de creadas las intendencias. 421.

Pesca de Ballenas; orden para protegerla en estos mares. 50.

Pezuela es nombrado general en jefe del ejército. 29.

Pezuela llega al Alto Perú; su situación y fuerzas. 40.

Pezuela avanza hasta Jujui y Salta, y forma nuevos cuerpos. 41.

Pezuela se retira a Cotagaita. 43.

Pezuela contaba con el refuerzo remitido por Morillo: Abascal no lo avisa que sólo era de 1600 hombres y que tardaría en llegar. 47.

Pilas de la Alameda de Lima. 228.

Pinturas hechas en Lima por Alesio discípulo de Miguel Angelo. 94.

Pisco: que se construyese allí un fuerte. 426.

Pizarro penetra en el Perú, va a Cajamarca, su mala fe con Atahualpa que lo recibió como amigo y le prestó hospitalidad, se comunican por medio de enviados especiales. Pizarro desbarata con alevosía el ejército del confiado inca y lo aprisiona. Falsas promesas que le hizo. 391 a 396.

Pizarro despoja a Presa de una encomienda por amigo de Almagro y la adjudica a su hermano Alcántara. 148.

Plan de hostilidades enviado por Abascal al Alto Perú. 27.

Planos de los territorios de Misiones. 241.

Plata y Oro: producción en el Alto y bajo Perú: amonedación en la época de Amat. 246.

Plata Macuquina. 246.

Plata que se extraía en tiempo del virrey Avilés. 417.

Plateros: que labrasen la plata con 11 dineros de ley, y el oro con 22 quilates. 365.

Platina: sólo se vendía al Rey. 426.

Plaza de toros de Acho, su construcción y estreno. 226.

Población indígena: causas de su gran disminución. 359 y 360.

Poema zahiriendo a los españoles, destierro de su autor el padre Alcedo. 87.

Policía en la ciudad de Lima. 8.

Policía, juzgado de su creación y gastos. 421 y 422.

Pólvora de Lima superior a la de Europa. 8

Pólvora enviada a España y a otras partes.

Pólvora, armas y dinero enviados por Amat a Chile, Chiloé, Guayaquil, Panamá, Portobelo y Cartagena con motivo de guerra con Inglaterra: contrata la elaboración de pólvora en Lima. 225.

Pólvora a cargo del estanco de Tabacos. 365 y 420.

Pólvora: su fábrica y los contratistas en tiempo de Avilés. 423.

Portada de Maravillas. 8.

Portugueses: se internaron por el Amazonas para establecerse en territorio peruano, providencias de Castell-fuerte, y protestas de Alcedo en Quito. 365.

Potosí: hace su pronunciamiento por el gobierno argentino. 24.

Potosí: pena de azotes que sufrió un español Aguirre; el corregidor Esquivel huye de él, al fin lo asesina, y cómo escapó de la justicia. 79.

Potosí: datos acerca de las minas y providencias de Castell-fuerte, 360.

Prado: iglesia de este nombre en Lima. 410.

Predios urbanos y rústicos: origen de este impuesto. 18.

Presidio en el Cuzco. 427.

Prisión del príncipe Tupac Amaru. 315.

Prisioneros realistas y argentinos, se canjean. 45.

Proceso formado a Atahualpa: calumnias que se le suscitaron, cargos indebidos que le fueron hechos sin derecho alguno para ello. Felonía del intérprete, testigos falsos. Escandalosa sentencia condenándolo a ser quemado: no se atiende a sus descargos e inocencia. Algunos españoles le defienden inútilmente. Es bautizado Atahualpa, y de noche se le ahoga atado a un poste. Su entierro: impresión que hizo. Juicio, sentencia y ejecución en un sólo día. 398 a 401.

Proceso del virrey Guirior y su vindicación. 337 y 338.

Proceso del visitador Areche y su caída, 338.

Protemédico del Perú. 74.

Provincias de Cuyo se separan de Chile y pasan al virreinato de Buenos Aires. 246.

Provisor: el primero que hubo en el Arzobispado. 340.

Proyectos repetidos y asociaciones secretas en favor de la independencia, sujetos comprometidos en ellos. 30. 31. 32. 41. 49.

Puente de Lima: reparación del último ojo y otras obras en él. 228.

Puente: Amat proyectó construir otro de la Barranca a Acho. 229.

Puentes a las acequias de Lima. 8.

Pumatahua se retira de Arequipa y la ocupa Ramírez. 44.

Punchauca: negociaciones de paz con el general San Martín en 1821: sin efecto. 53.

Puno se defecciona y se une a Pinelo y al cura Muñecas: toman el Desaguadero y van a cercar la Paz. 43 y 44.

Puno: el intendente González somete la provincia a costa de muchas víctimas: sucumbe el cura Muñecas. 46.




ArribaAbajo- Q -

Quechua: sermones, gramática y vocabulario trabajados por fray Pedro Aparicio. 309.

Quechua: sermones y doctrina cristiana del doctor Avendaño, escritos en quechua y español. 410.

Quechua; sermones del canónigo Ávila para todos los días del año. 411.

Quintos reducidos a diezmos. 86. 416.

Quipos y signos: los españoles no se ocuparon de ellos, y los destruyeron. 378.

Quirós abogado: sus trabajos por la independencia. 48. y 49.

Quito: terminación de la guerra en 1812. 22.

Quito: dependió del virreinato del Perú por real orden, más de un año a solicitud de Abascal. 22.

Quito: es nombrado presidente el general Ramírez en reemplazo del general Montes. 51.

Quito y Cuzco: dificultades para encontrar la verdad en las antiguas tradiciones opuestas; y en escritos de autores apasionados. 378.




ArribaAbajo- R -

Racioneros: que tuviesen asiento en los Cabildos de las Catedrales, 173.

Ramírez viene con fuerzas desde Suypacha a combatir la revolución del Cuzco y otras provincias. 43.

Ramírez: vence en Achocaya a los de la Paz siguiendo para Puno, fusila al auditor Villagra. 44.

Ramírez: sale de Arequipa para el Collado. 45.

Ramírez: fusila al auditor Melgar, a Dianderas y un cacique. 45.

Ramírez: deja el Cuzco después de reemplazar sus bajas, y vuelve al Alto Perú. 46.

Ramos ajenos. 415 y 416.

Reales órdenes sobre diferentes materias, recibidas en tiempo de Amat. 244 a 246.

Recibimiento de Virrey en la Universidad. 4 y 425.

Recompensas que da Abascal a las tropas de Ramírez. 45.

Recursos: por no haberlos ordenó Abascal se sacasen por fuerza de los pueblos vencidos. 27.

Recursos: su escasez; se apeló a suscripciones en Lima y otros puntos para que pudiesen marchar algunos cuerpos. 52.

Regencia de España: exigió del Perú un empréstito que se hizo empeñando la Tesorería de Lima y la renta del Tabaco. 18 y 19.

Regente de la Audiencia: el último que hubo. 304.

Regicidio y Tiranicidio. 243.

Regidores de Lima. 73.

Regimiento de la nobleza: lo forma Amat, se hace su coronel, le pone una compañía de abogados y otra de estudiantes y refunde los gentiles hombres de lanzas y arcabuceros del reino que se crearon recién la conquista. 225.

Rentas de comunidades de indígenas, de establecimientos piadosos y hasta de Cofradías gastadas por Abascal para sostener guerras. 17.

Rentas: economía del virrey Avilés: su severidad en el manejo de la hacienda. 415.

Reos: no podían destinarse a los bajeles de guerra. 426.

Reos ahorcados en Huaraz en 1806. 427.

Repartimientos: cuestiones sobre si debían subsistir o prohibirse; tarifas y modo de formarlas. 321.

Rescate prometido de Atahualpa: gran riqueza que reunió, repartición del caudal, parte que cupo a Almagro y los suyos, pretextos y calumnias contra el Inca para no ponerlo en libertad. 395 a 400.

Revolución de España: abdicación del Rey, cesión de la corona a Napoleón. 13 y 14.

Revolución en Chuquisaca, apoyada por la Audiencia contra el presidente Pizarro: sus causas y particularidades. 22.

Revolución en la Paz: conducta del virrey de Buenos Aires Cisneros, y del intendente de Potosí Sanz. 22.

Revolución en Cochabamba. 24.

Revolución en Huánuco en 1812: motivos, fue destruida con muchas víctimas. 33.

Revolución de Taeca con Zela: su desgracia. 30.

Revolución en Tacna encabezada por Paillardelle: su desgraciado fin. 30.

Revolución de Chile en 1810: medidas hostiles de Abascal contra aquel Reino. 37 a 39.

Revolución del Cuzco extendida a Guamanga, Arequipa, Puno y la Paz 41. 43. 44.

Revolución en Quito por causa del estanco del aguardiente: providencias tomadas. 226.

Revolución en el Cuzco por los Angulos y Pumacahua, 41. 269; su progreso en Guamanga, Guancavelica, Puno, La Paz, Arequipa: 42. 269; acción de la Apacheta 270; muerte de Picoaga y Moscoso 44; de Molgar y otros 45; victorias de González en Huanta y otros puntos, 44 y 46; batalla de Umachiri; ejecución de Pumacahua, de los Angulos y muchos otros, 45; especialmente en las provincias de Puno, 46; algunos documentos.

Revoluciones en Quito: empeño de Abascal para sofocarlas. 19 a 22.

Revoluciones en Paraguay: su origen e incidencias, los jesuitas. Influencia de estos sobre los Virreyes, la opinión dominante en el Paraguay, comisión del oidor Antequera, sucesos en que intervino, 289 a 292; su prisión, 293; conducta del obispo Palos, proceso de Antequera, 294 a 300; real orden para su castigo, es sentenciado con don Juan de Mena 301; sale a ser degollada en la Plaza de Lima, la comunidad de San Francisco pide el perdón e incita al pueblo, combate con las tropas, desgracias que hubo. Muere Antequera, a balazos, y Mena ahorcado. 351 y 352. El Rey más tarde restablece el honor y buen nombre de Antequera, asigna pensiones a sus parientes. 302 y 303.

Rey del monte: es ahorcado en Lima. 51.

Ricafort presidente del Cuzco. 48.

Rondas nocturnas en Lima por los Alcaldes del Crimen. 225.

Rondeau con su ejército ocupa Potosí y Chuquisaca. 46.




ArribaAbajo- S -

Sagacidad de Abascal con algunos amigos suyos adictos a la independencia, 32.

Sala del Crimen de la Audiencia: no tenía causas que despachar en 1805. 425 y 426.

Salta: Belgrano bate a Tristán obligándole a capitular. 28.

San Agustín: cuestiones eleccionarias en tiempo de Castell-fuerte. 357.

San Agustín de Arequipa convento de: principia la obra fray Lino Álvarez su primer prelado, Monso Luque da la Area y una suma de dinero, fray Lino colecta en cinco días 65 mil pesos, Diego Cabrera y su mujer hacen erogaciones que suben a 20 mil ducados. Cuestiones con el virrey Toledo por falta de licencia para la fundación. 212.

San Agustín de Huánuco: convento fundado por el licenciado Álvarez y su mujer doña Isabel Figueroa, lo edificaron y engrandecieron, disfrutaba de una renta de 5 mil pesos producto de los capitales que le donaron. 210.

San Felipe Neri: congregación en Lima: costea un altar y una celda el arzobispo Almoguera. 172.

San José: de su vida y devoción, libro del padre Juan Alonso. 223.

Sanidad, junta y visita de, en el Callao, cuarentena. 422.

Santa Ana de Rusia, gran cruz que el Emperador envió a Abascal, y por qué. 51.

Santa Catalina, monasterio de Arequipa: lo reedifica el obispo Almagra gastando más de 50 mil pesos. 171.

Santa hermandad en Lima, y sus funciones. Ayala compró el empleo de provincial de ella, y tenía voz y voto en el Cabildo: sus ordenanzas. 428 y 429.

Santa Marta de Arequipa: contribuyó para hacer este templo el obispo Almoguera. 171.

Santo Cristo de los Milagros: origen de su culto en Lima, el capitán Antuñano le hace un pequeño templo; y el Cabildo le jura por patrón, autorizando la procesión que sale anualmente, beaterío de Nazarenas, después convento de Monjas. 304.

Secuestro de bienes. 2.

Sedición en el ejército del Alto Perú proyectada por el coronel Castro. 41.

Sedición: se trama en la tropa de Pedro Candia para salvar a Almagro de la prisión y matar a Hernando. 141. 193. Sale este para España. Le persigue allí Diego Alvarado. 193 y 194.

Seminario: condiciones para ingresar en él, mezquindad del virrey Amat disculpable por las leyes de su época. 244.

Seminario del Cuzco: el obispo Arregui dio 8 mil pesos para la obra de sus claustros.

Serenos de Lima: su nuevo arreglo. 8. 422.

Serenos en Lima: cuando se establecieron y modo de sostenerlos. 422.

Sermones de fray Luis Álvarez de Toledo provincial de San Agustín de Lima. 220.

Servicios del capitán Pedro Álvarez Holguín: prisionero de Almagro en Abancay, lo hace juramentar y por esto no quiso fugarse, lo sirve después y cae en las Salinas. 215. Le manda Pizarro a la conquista de Mojos, la abandona, se vuelve al Cuzco, se viene a Jauja con sus tropas, escapa del ejercito de Almagro el hijo, y se dirige a Huaraz a esperar al gobernador Vaca de Castro, Alonso Alvarado no quiere juntarse con él. Vaca le hace dejar el título que se daba de capitán general, le considera en el ejercito; hace la campaña, y muere en la batalla de Chupas. 216 a 218.

Sínodo diocesano por el arzobispo Arias Ugarte, dádivas y liberalidad de este. 344.

Sisa: historia de este ramo y sus aplicaciones. 421.

Situado caudal que se remitía a Chile y a otros muchos puntos desde Lima, pasó de 4 millones en tiempo de Castell-fuerte. 359.

Soberano: se dijo que Abascal y Amat quisieron serlo en el Perú. 32. 247.

Solares en Lima, mandó el Rey se diesen gratis a los prebendados para que fabricasen casas. 340.

Subdelegados y renta que gozaban. 419.

Subinspección general de las tropas del Virreinato, su creación, el brigadier Morales primer subinspector. 225.

Sublevación en muchas provincias del Perú en tiempo del virrey Guirior y visitador Areche. 318.

Sucesos militares y demás en el territorio de Quito en virtud de disposiciones de Abascal. 19 a 22.

Sucesos primeros ocurridos en el Alto Perú. 22 y 23.

Suertes: creación de este ramo en Lima: distribución de sus utilidades en objetos de Beneficencia. 226.

Suicidio de Alonso Astudillo. 378.

Suipacha: obtiene allí Picoaga un triunfo. 26.

Suspensión de hostilidades perdida por los de Chuquisaca y aceptada por Goyeneche, aprobándola Abascal, siguió enviando refuerzos a la frontera. 25.




ArribaAbajo- T -

Tacna se declara en 1811 por la independencia: suerte de su caudillo Zela. 30.

Tajamares del río de Lima. 376 y 427.

Tarapacá: alborotos de 1815, muerte de Choquehuanca y Peñaranda. 49.

Tarapacá: creación de esta provincia desmembrando la de Arica. 226 y 227.

Temblor fuerte en Lima (1806): estragos en el Callao. 8.

Temblor fuerte en Lima en abril de 1812. 33.

Temblor fuerte en Lima en 1804. 427.

Temblor en Lima en 1725: terremoto en Huaylas, inundación, ruina de Ancach con muchas víctimas. 364.

Temblores fuertes en Ica y en Piura. 40.

Temblores fuertes en Lima en 1732 y 1734. 364.

Templo y conventillo de Cocharcas en Lima. 175.

Templos: su construcción a costa del Erario, refacción de los parroquiales con parte de los tributos, providencias de Amat para evitar fraude, 239.

Templos de Pacarán y de Picamarán que fabricó a su costa, lo mismo que una cárcel y un puente en Cañete, el cura Morales Aramburu: estudios y carrera secular de éste, su familia. 312.

Temporalidades: capitales de este ramo, sus productos aplicados a la amortización de vales y otros objetos, deudas de este mismo ramo. 420.

Tenientes de Cosmógrafo. 426.

Tentativas y planes frecuentes en Lima en favor de la independencia 30 a 32, 41 a 43, 48 a 49.

Terremoto en Concepción de Chile y auxilios que envió el Perú. 364.

Tesorería de la casa de moneda vinculada en la familia Santa Cruz como parte del mayorazgo de Lurigancho. 100.

Títulos de Castilla en tiempo de Amat: hizo vender el Rey algunos. 248 y 249.

Tolerancia de Abascal desentendiéndose de reales órdenes relativas a la enseñanza y textos usados en el colegio de San Carlos. 32.

Toma Goyeneche la ciudad de la Paz, y queda está al mando de Ramírez. 23.

Torre de Santo Domingo averiada: cómo la demolió Amat, e hizo fabricar otra: su costo. 229.

Torres sobre el arco del puente de Lima y reloj colocado al medio. 228 y 234.

Trasportes: los envía Abascal para traer de Panamá el batallón Gerona destinado al Alto Perú, y otro que se refundió en el Regimiento real de Lima, dominándolo Infante. 52.

Tratado del presidente Ruiz de Castilla en Quito desaprobado por Abascal. 19 y 20.

Tregua de 40 días que propuso Castelli y aceptó Goyeneche: la desaprueba Abascal y manda atacar, motivos porque se violó. 25.

Tribunal del Consulado: el Rey le condonó 414000 pesos que debía a la Real Hacienda. 365.

Tributos: no debían cobrarse a los indios fronterizos a las Misiones, 244.

Tributos: su aumento en el gobierno de Amat. 246.

Tributos: sus rendimientos en tiempo de Avilés, gastos que se hacían con este ramo. 418.

Trinitarias: monasterio de Lima solicita su fundación el arzobispo Almoguera. 172 y 429.

Tristán: ocupa Jujui y Salta, y avanza a Tucumán. 27.

Tropas de Arequipa y Cuzco, y artillería; pasan al Desaguadero. 23,

Tropas en España con destino a la América. 47.

Tropas que había en el virreinato en la época de Castell-fuerte. 361.

Truenos, se oyeron en Lima. 427.

Tucumán: batalla de, en que es batido Tristán por Belgrano. 27.

Tumultos en Chayanta por los hechos del corregidor Alós. 175 a 177.

Tupac-Inca Yupanqui: palacio de Tomebamba, y grandes obras que hizo, lealtad de los del Cañar a los Incas, crueldades de Atahualpa. 381. 382.

Tupac-Amaru: conducta del visitador Areche con él y su familia; su sentencia y martirio. 325.

Tupiza: es ocupada por tropas de Goyeneche. 26.

Tutupaca Volcán: reventó en 1808. 427.




Arriba- V -

Vacantes mayores y menores. 238.

Vacas: las primeras que hubo en el Cuzco. 178.

Vacuna. 422.

Vacuna traída a Lima, su propagación, Salbani, Belomo. 5.

Valde Cañas virrey de Valencia: motivos de su caída. 408.

Valdivia: proyecto para su población escrito por el padre Aguirre, carrera de éste. 79.

Valverde en Cajamarca: parte que tuvo en los sucesos hasta la muerte de Atahualpa, 394. 401 y 402.

Varas de regidores perpetuos de Lima: y cómo se vendían. 73.

Venta y media: Olañeta obtiene una ventaja contra la vanguardia de Rondeau. 47.

Viaje del padre Acuña a Europa por el río Amazonas, sus tareas y observaciones científicas, sus descripciones, sus proyectos en la corte. 61 y 62.

Vicuñas: que no se matasen. 245.

Vida del Arzobispo don Bernardino Almanza, Limeño: sus estudios, su honrosa carrera, servicios que hizo a su Iglesia, caudal que invirtió en obras piadosas, etc. Elogio que le hizo Urbano VIII. 166 y 167.

Vigil: su derrota en el puesto del Marqués. 46.

Villalta: sus escritos contra la política española y los abusos de Abascal. 34.

Viñas: prohibición de hacer estos plantíos, fuerte pensión a los ya formados. 245 y 246.

Virrey del Perú: es nombrado el general Venegas: no viene, y el Rey elige a Pezuela para relevar a Abascal. 51.

Virrey Amat: su carrera y servicios, 223; tuvo grande influencia, 224; y fue muy temido. 246.

Virrey de Méjico Acuña, Limeño: su familia, 62; su carrera, hasta capitán general; sus cualidades; edificios que construyó; sus obras de beneficencia; autores que lo elogian. 63.

Virtudes del Deán de Lima Almeyda: pide se hagan informaciones de la vida del arzobispo Mogrovejo con quien vino de España, 168.

Virtudes del padre Juan Alloza: su familia, sus estudios, su mérito como predicador, obras místicas que escribió; autores que lo han elogiado. 221 a 223.

Virtudes de doña Mercedes Risco: sus obras de beneficencia. 428.

Viruela: epidemia en 1802. 427.

Visita general de Areche: sus operaciones. 316 a 338.

Visitadores para hacer reformas en los conventos: resultados. 239. 425.

Visitadores contra la idolatría de los indios. 410. 412.

Víveres: gran carestía en Lima en 1727. 364.

Viudas de empleados: que se les diesen seis sueldos al fallecer estos. 244.

Universidad de Lima: reforma de sus estatutos. 243. 364.

Universidad de San Marcos: sus rentas en los novenos, provincias que contribuían para sostenerla. 242.

Universidad: suprimiéronse las cátedras de los jesuitas y los textos que les servían. 243.

Universidad: tenía 33 cátedras dotadas por el Rey. Castell-fuerte quería que las mitras y togas se diesen a los Americanos. 359.

Universidad de San Marcos: se publicarán sus nuevas constituciones recopiladas por Salazar. 364.

Universidad de Lima: sus abusos en los gastos. 425.

Universidades que había en el reino cuando gobernaba Amat: los graduados en ellas u otras, no se admitían en la de Lima a titulo de incorporación. 243.

Universidades: censor regio en ellas: sus atribuciones. 426.

Volcán de Arequipa: lo hace reconocer el intendente Álvarez y se forma una descripción de él. 218.

Volcán de Agua cerca de Matucana: crecimiento de aguas en el río y daños que causó en Lima. 427.