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CHAVES. Francisco. Capitán muy distinguido por el marqués don Francisco Pizarro. No sabemos con fijeza cuándo vendría al Perú y sus demás antecedentes, pues no hemos encontrado su nombre en la lista de los primeros expedicionarios con quienes Pizarro entró en Cajamarca y aprisionó al rey Atahualpa. Pero Garcilaso afirma que estuvo allí y que fue uno de los que se esforzaron por salvar la vida del Inca; esto nos obliga a creer que perteneció a la columna que trajo don Diego Almagro, y por tanto no se le consideró entre los que percibieron cantidades determinadas del oro y plata reunidos por aquel Rey para su rescate.

Este capitán Chaves nos presta ocasión, al tratar de sus hechos, para escribir recordando una acción novilísima del Inca Titu Atauchi y del célebre general Quizquiz la cual es digna de eterna alabanza. Marchando por primera vez para el Cuzco el caudillo de la conquista, tuvo que sostener frecuentes luchas con las fuerzas de Quizquiz que le salían al paso y hostilizaban cuando le eran favorables las ventajas que ofrecía el terreno. Chaves, uno de los oficiales denodados que más combatió entonces, tuvo la desgracia de ser herido de gravedad en una de esas ocasiones —367→ quedando prisionero de los indios con otros españoles. Quizquiz retirándose hacia Cajamarca se reunió con Tita Atauchi hermano de Atahualpa, el cual viniendo con cantidad de oro y plata para el rescate, supo en el camino la muerte del Rey, y abandonando sus cargas juntó fuerzas y caminaba con ánimo de perseguir a los españoles. Uniose a Quizquiz que se volvía con la mira de rehacerse y ponerse de acuerdo con él para combinar el modo de hacer la guerra.

Cuéntase que así que llegaron a Cajamarca y en virtud de sus averiguaciones descubrieron que uno de los prisioneros, Sancho Cuéllar, había actuado como escribano en el proceso de Atahualpa, notificádole la sentencia y conducídole al suplicio. No tardó la venganza en hacer su víctima al desdichado Cuéllar a quien atado al mismo palo en que pereció el Rey, le ahogaron como a éste, enterrándole luego en un hoyo que abrieron a la inmediación.

En cuanto al capitán Chaves, averiguado que él y otro de los presos, Hernando de Haro, habían disputado con empeño que no había derecho ni debía darse muerte al rey Atahualpa, les dispensaron Titu Atauchi y Quizquiz las mayores consideraciones. Chaves fue muy cuidado y se le curó con el mayor esmero: obsequiáronle piezas de oro y plata y algunas esmeraldas, dándole libertad y también a los otros prisioneros, por recompensarlo más: permitiéronles se fuesen a los suyos haciéndolos servir y acompañar hasta el Cuzco donde se encontraba Pizarro.

Garcilaso de cuya historia hemos tomado esta relación, refiere que Chaves prevaliéndose de tan favorable circunstancia propuso al Inca Titu Atauchi y a Quizquiz se declarasen por la paz olvidando sucesos y agravios anteriores. Que ellos contestaron haciendo varias proposiciones cuya certeza no nos toca afirmar ni tampoco someter a una severa crítica: que Chaves solicitó únicamente se protegiera a los españoles para que pudieran vivir en el país e introducir el cristianismo, y que admitidas estas bases se puso en marcha con sus compañeros. Concluye dando razón de que Titu Atauchi y Quizquiz reconocieron por Emperador a Manco Inca, hecho que puedo dejarse entre otros que con sobrada razón merecen tenerse por dudosos como algunas de las adornadas relaciones de Garcilaso (Comentarios reales, parte 2.ª, libro 2.º, capítulos 5.º, 6.º y 7.º).

Pizarro luego que don Diego de Almagro marchó a contener por el Norte al adelantado don Pedro Alvarado, se vino del Cuzco a ocuparse de la fundación de la nueva capital del Perú. Acompañole el capitán Francisco Chaves a quien después de los graves peligros del levantamiento general de los indios, y asedio sangriento que sufrió la ciudad de Lima, comisionó para que fuera a subyugar y pacificar la provincia de Conchucos que seguía en mucha alteración. Chaves consiguió su objeto, pero a costa de notables castigos y crueldades, pues según el padre Valera y Cieza de León, fueron quemados y empalados muchos indios.

El año 1537 don Diego de Almagro participó a Pizarro desde el Cuzco que a consecuencia de lo acordado con motivo del encargo que trajo del Emperador el obispo de Tierra Firme don fray Tomás Berlanga para la demarcación de límites de las gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo, dicho Almagro había elegido por sus comisarios a don Alonso Henríquez y a don Diego Núñez de Mercado con las facultades e instrucciones necesarias para el desempeño de su encargo. Pizarro los aceptó designando por sus representantes a fray Juan de Olías Provincial de Santo Domingo y al capitán Francisco Chaves: mas estos comisionados no llegaron a ejercer sus funciones, porque a invitación y propuesta de Almagro, ya en Chincha con su ejército, fue nombrado —368→ juez árbitro el padre fray Francisco Bobadilla. Éste exigió rehenes de las dos partes para que se celebrase la memorable entrevista de los dos caudillos en el valle de Mala: y nombró por tales del lado de Pizarro, a su hija doña Francisca, a Francisco Chaves y a don Diego de Portugal, y del de Almagro a su hijo don Diego, don Gómez de Alvarado y don Diego de Alvarado. Cuando se trató por los partidarios más ardientes de Pizarro de que se tomase preso en aquella conferencia a don Diego Almagro y se le remitiese a España, el capitán Francisco Chaves fue de parecer contrario exponiendo que semejante hecho ofendería a la moral y a la buena fe.

Fracasaron todas las tentativas pacíficas sin haberse podido arribar a ningún acuerdo como largamente lo referimos en los artículos de Pizarro y Almagro. Y puestos en campaña los ejércitos de ambos bandos se dio la batalla de las Salinas en Abril de 1538 quedando triunfante la causa de Pizarro. Parece que a esta batalla no asistió el capitán Chaves, visto el silencio de los cronistas.

El partido de Almagro cansado de soportar ultrajes y miserias, se echó a conspirar contra el gobernador Pizarro al extremo de proyectar matarlo. El 26 de Junio de 1541 día en que cometieron tan horrible atentado, asaltaron el palacio a medio día los conjurados que capitaneó Juan de Rada. El Marqués sorprendido por el ruido que levantó el acometimiento y la entrada de aquéllos, necesitaba de unos momentos para poder armarse y expedir sus órdenes; y así mandó al capitán Chaves, cerrase las puertas de la sala y de la cuadra donde estaban. Los que habían ido a visitar al Marqués se dispersaron, y acobardados huyeron como les fue posible. Chaves que no imaginó la realidad del ataque, atribuyendo el bullicio a alguna pendencia de soldados, no cumplió con cerrar las dichas puertas (el cronista Herrera dice que las abrió después de cerradas) y avanzando se encontró con los asesinos que ya ocupaban la escalera. Creería poder contenerlos, y al preguntarles qué objeto llevaban, uno de ellos le dio por respuesta una estocada. Viéndose herido intentó defenderse; pero cargaron contra él y de un tajo le dividieron la cabeza cayendo muerto al punto: su cuerpo rodó descendiendo por la escalera. Acerca de lo que ocurrió en seguida hasta que el Marqués expiró, véase el artículo Pizarro, don Francisco.

CHAVES. Francisco. Primo hermano del anterior, Capitán del partido de don Diego Almagro. Registrando antiguas crónicas encontramos por primera vez el nombre de este oficial al referirse los alborotos que hubo en el Cuzco en 1535 con motivo de saberse que el Emperador confería a don Diego la gobernación de Nueva Toledo. Aparece Chaves entre los que trabajaron para restablecer el sosiego por encargo del mismo Almagro y de Hernando de Soto Lugarteniente de don Francisco Pizarro en aquella ciudad.

El capitán Francisco Chaves marchó con Almagro a Chile: sus servicios en esa difícil y azarosa campaña fueron de los más distinguidos. Reforzando al capitán Salcedo, cooperó al castigo de los indios que en Tupiza mataron a varios españoles, y de los que en Jujuy luchaban contra los soldados de Salcedo. Dejándolos desbaratados, continuó con Almagro y penetró en el territorio de Chile: allí concurrió a todas las operaciones, combates y descubrimientos que ocurrieron hasta que se decidió Almagro a abandonar aquella conquista y regresar al Perú con su ejército.

Cuando los expedicionarios de Chile se presentaron en las inmediaciones del Cuzco, Chaves figuró con buena suerte en los reconocimientos y —369→ escaramuzas que hubo con las descubiertas que los Pizarros enviaban desde la ciudad; y con las bandas de indios que amagaban a los dos partidos por disposición del príncipe Manco Inca. Por los soldados que logró aprisionar Chaves, tuvieron los de Almagro conocimiento del estado de las cosas en el Cuzco. Hallose Chaves en la sorpresa nocturna que don Diego hizo a esta ciudad tomando prisioneros a Hernando y Gonzalo Pizarro y a los oficiales y tropa que tenían a sus órdenes.

Al poco tiempo, estando en Abancay con una fuerte columna don Alonso Alvarado, el cual puso en prisión a los comisionados que le mandó Almagro para entrar en arreglos, se celebró en el Cuzco una junta a que asistió Chaves, con cuyo voto y el de todos los concurrentes, se resolvió marchar a someter o batir a Alvarado. Esto hizo salir de exploración con 30 caballos al capitán Holguín: al saberlo Almagro mandó adelantar una partida a cargo de Chaves, y fue tan feliz que tomó a Holguín y sus soldados luego que cayeron en una emboscada en que se situó para esperarlos. Poco tardó el ejército de Almagro en ponerse delante del río de Abancay: él mismo atacó por el puente y su mayor general Rodrigo Orgóñez lo hizo pasando por un vado en medio de peligros: el capitán Chaves y otros tan audaces como él, le acompañaron en tan crítico lance quedando victoriosos de la gente que les opuso resistencia. Acto continuo Chaves penetró en el campo y cuarteles de Alvarado, e impidió escapasen los dispersos que pudieran alejarse y dar aviso del suceso al gobernador Pizarro en la capital de Lima.

Almagro con sus tropas vencedoras volvió al Cuzco, y mientras hacía muchos preparativos para la guerra, dispuso que Orgóñez se dirigiese prontamente con una columna hacia el Este a fin de destruir la indiada con que se sostenía Manco Inca en terrenos ventajosos por su elevación y la fragosidad de los caminos. Consiguió Orgóñez su objeto, bien que no aprisionó al Inca prófugo porque Almagro le ordenó se retirase. En estas penosas correrías trabajó el capitán Chaves con el tesón y resuelta voluntad que le eran habituales.

El ejército de don Diego Almagro vino hasta Chincha, y cuando se trató de resolver la complicada cuestión de los límites territoriales de su gobierno y el de Pizarro, Francisco Chaves fue uno de los capitanes que hicieron juramento y pleito homenaje de que en la entrevista de ambos caudillos que iba a efectuarse en Mala, no habría engaño ni ofendería un partido al otro.

Estuvo también Chaves en la reunión de oficiales notables con los que acordó Almagro dar soltura a Hernando Pizarro en virtud de las bases que se habían fijado para la transacción que se proyectaba.

Al retirarse don Diego para regresar al Cuzco, Chaves se situó con una fuerza en las alturas de Guaytará para observar a los contrarios o impedirles el paso. En esta comisión no pudo o no supo desempeñarse, pues fuese impericia o falta de vigilancia, sufrió una sorpresa, perdió su gente y apenas consiguió salvar sin persona: por lo cual hubo quienes injustamente se atrevieran a sospechar de él y a promover dudas acerca de su lealtad. Chaves solía contrariar las opiniones de Rodrigo Orgóñez; y por entonces emitió su parecer de que el ejército se trasladara al Cuzco para sostenerse allí; mientras que el impetuoso Orgóñez estaba por bajar de las serranías, avistarse con los de Pizarro y decidir la contienda en una batalla sin más demora. Almagro determinó marchar al Cuzco y Hernando Pizarro emprendió en seguida su movimiento con la misma dirección. Combatió Chaves en la batalla de las Salinas el 6 de Abril de 1538 (el cronista Herrera dice que el 26) en la cual quedó vencido completamente el ejército del infortunado Almagro.

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El capitán Chaves sufrió la suerte de prisionero con las hostilidades y ultrajes acostumbrados entonces, y cuya herencia se ha conservado intacta hasta los tiempos en que esto escribimos. Después vivió en Lima en la más angustiosa miseria como todos los que pertenecieron al bando desgraciado: era Chaves uno de los 12 que salían al público por turno a causa de tener que servirse de una misma capa. Según dice el cronista Herrera parece que don Francisco Pizarro mandó ofrecer a los capitanes Chaves, Saavedra y Sotelo que les daría indios de repartimiento, y que los tres se negaron a admitirlos por no recibir beneficio alguno del Gobernador.

En aquellos días esparcido el rumor de que se trataba del destierro de Chaves y algunos más, ellos a pretexto de defenderse procuraron armarse lo mejor que pudieron. Pero el verdadero objeto era prevenirse para la revolución que estaban combinando; y Chaves como uno de los conjurados supo por Juan de Rada que éste y otros tenían determinado asaltar la casa del Marqués y matarlo. Cómplice ya de este plan horrible, tocó a Chaves acompañar al hijo de Almagro al tiempo de la ejecución, para impedir que acudiera gente a favorecer a Pizarro. El domingo 26 de Junio de 1541 Rada y su comitiva de asesinos consumaron ese hecho, y por consecuencia de él se proclamó por Gobernador del Perú a don Diego Almagro el hijo. Terribles fueron los hechos que subsiguieron, y Chaves que tomó parte en los más de los sucesos, se hizo notar por su empeño en que se quitasen las armas y caballos a los vecinos de Lima y que a muchos de ellos se les sujetara a prisión.

Se ha visto siempre y palpándolo estamos, que los hombres responsables del derramamiento de sangre y de las sediciones que ocasionan injusticias y víctimas, no disfrutan mucho de los bienes que se procuran, y que la muerte les corta prematuramente el hilo de sus días. El capitán Francisco Chaves fue uno de los primeros que para prueba de esta verdad histórica, pagaron los crímenes cometidos en 1541 al ser sacrificados por sus mismos socios de partido. Un amigo de Chaves tenía en su poder una india que había arrebatado a otro; y como se negase a devolvérsela, el maestre de campo Cristóval Sotelo que estimaba al agraviado, dio orden dos veces para que aquél la entregase. Las desobedeció apoyado en Chaves, quien con injurias y descomedimientos contra el superior, salió a la defensa y tomó por suyo el asunto. Quejose el ofendido Sotelo y dijo en público que auguraba mal de que temprano principiase la discordia a turbar el orden entre ellos: que él no era de los que mataron al Marqués y que si a don Diego servía, era por ser su amigo. Cuando Sotelo se dirigía a casa de Chaves para sacar a la india en cuestión, Juan de Rada atajándolo fue él mismo a hacerlo y la extrajo con la mira de evitar un lance escandaloso.

Resentido Chaves se presentó a Almagro y le entregó sus armas y caballo porque no quería ser ya amigo suyo. Indignado Rada y otros capitanes que estaban delante, pidió uno de ellos se le prendiese; y entonces Francisco Núñez de Pedroso dijo, que si Chaves era arrestado lo habían de prender a él igualmente. Rada, tomó a los dos y los envió a un buque existente en el Callao lo mismo que al bachiller Henríquez que abogaba por Chaves. Promovió este hecho murmuraciones y rumores; y a fin de que no pasaran adelante, hicieron matar a bordo a Chaves y al Bachiller, desterrando a Núñez de Pedroso. Dícese que en todo esto se mezcló una venganza de Rada porque Chaves lo difamaba criticando se le hubiera dado inmerecidamente el puesto más elevado del ejército: todos estos individuos acabaron en breve tiempo y de una manera desastrosa. Puede agregarse, para que lo hecho contra Chaves tome el carácter —371→ de una crueldad atroz, que él antes de morir se manifestó muy arrepentido de su irreflexivo procedimiento. Uno de los historiadores escribió que la india origen de estos sucesos era de Sotelo, y que Chaves se la quitó y la conservaba para sí: por lo cual lo apuntamos de esta manera en el tomo 1.º página 155: pero nos ha parecido deber rectificarlo ahora siguiendo la relación del cronista Herrera sobre el particular.

CHAVES. Doña María. Véase Muñoz de Rivera, doña Inés. Fundadora del monasterio de la Concepción de Lima a la cual ayudó con parte de sus bienes para dicha fundación.

CHAVES DE LA ROSA. El diputado don Pedro José. Nació en Cádiz en 24 de Junio de 1740. Estudió en dicha ciudad y luego en Osuna donde fue Doctor en teología en 1762, y Bachiller en cánones en 1765, Catedrático de aquella universidad y su Rector por tres veces. Entró de medio racionero en el coro de Cádiz en 5 de Julio de 1771, y el Rey le hizo Administrador y Capellán mayor de la iglesia del Pópulo en 3 de Octubre de 1775. Nombrósele en 7 de Abril de 1778 para la canonjía lectoral de Córdoba que ganó por oposición. En esa ciudad sirvió también la dirección general del hospital. Admitida la renuncia del obispo de Arequipa don Miguel González Pamplona, el rey Carlos III nombró para sucederle a Chaves de la Rosa, quien se embarcó en Cádiz y vino al Callao con sus bulas expedidas en 18 de Diciembre de 1787. El arzobispo de Lima don Juan Domingo González de la Reguera le consagró en la iglesia de San Pedro el día 23 de Enero de 1788: entró en Arequipa y tomó posesión el 7 de Setiembre de dicho año. Hizo visita en las provincias de Tarapacá, Arica y Moquegua, en cuyo punto tuvo que entender en asuntos graves y odiosos relativos a los padres del colegio que allí existía. De regreso tomó con mucho empeño la reforma del Seminario de San Gerónimo de Arequipa y refacción de su local. Le obsequió su biblioteca: formó nuevas constituciones y un extenso plan de estudios, al cual se debieron el progreso de la ilustración y las doctrinas de una enseñanza más acomodada a las ideas y principios del siglo. Lo aprobó el Rey en 1.º de Junio de 1807 incorporando a los seminaristas a las universidades de España para que los estudios de filosofía y teología les sirviesen para obtener en aquéllas los grados mayores y menores, etc. Pero se prohibió el estudio del derecho natural y de gentes, desaprobando que el Obispo lo hubiese autorizado y comprendido en sus reformas. Llevó a efecto en 1792 la fundación de la casa de huérfanos con los bienes que dejaron don Manuel Priego y su esposa doña Juana Peralta. Consiguió se le aplicase el convento de la extinguida compañía, y le hizo constantes y valiosos servicios pecuniarios para su conservación y adelantamiento. Las ordenanzas de dicha casa se aprobaron por el Consejo de Indias en 13 de Marzo de 1794. Verificó la división territorial de los curatos de los suburbios, ruidoso asunto, que se decidió por real cédula de 9 de Marzo de 1791. Intentó reformar el monasterio de Santa Catalina y reducir a las monjas a observar la vida común. Esto le acarreó grandes disgustos, no llenó su objeto y quedaron en ese convento sólo la desunión y los resentimientos. En una real orden con motivo de esta cuestión, se ve que las monjas informaron al Rey que el Obispo intentaba robarlas bajo diferentes pretextos.

Completó la visita de todos los curatos de las siete provincias del Obispado, la que no se había hecho desde el tiempo del obispo don Juan Bravo del Rivero. Consagró al obispo del Cuzco don Bartolomé María de las Heras que después fue Arzobispo de Lima. Hospedó en su palacio del Buen —372→ retiro al virrey don Gabriel de Avilés que de tránsito desde Buenos Aires para Lima, llegó a Arequipa en 28 de Setiembre de 1801. El obispo Chaves vivió siempre lleno de sinsabores por su carácter severo que no le permitía transigir con la ignorancia y los abusos. Tuvo altercados diferentes con el Cabildo y con los intendentes, con el Cabildo eclesiástico, con los curas y con los clérigos, con los religiosos y con las monjas y casi siempre sin fruto alguno.

Renunció el Obispado y salió de Arequipa el día 30 de Agosto de 1804, dejando el gobierno a su provisor el diputado don Juan José Manrique dignidad de Tesorero. Se embarcó en Mollendo el 11 de Setiembre y arribó al Callao el 18. Recibió en Lima el breve de disolución expedido en 5 de Setiembre de 1805. Pasó a España en 1809 y vivió retirado en Chiclana hasta que las Cortes de Cádiz le nombraron en 1813 miembro de la Junta suprema de censura de imprenta. Y en el mes de Diciembre le elevó la regencia del reino a la dignidad de Patriarca de las Indias, Capellán y Limosnero del Rey, y Vicario general de los ejércitos y marina. Murió el 27 de Octubre de 1819 en excesiva pobreza habiendo disfrutado muy poco de la renta de cinco mil pesos que debía salir de la de su sucesor en Arequipa don Luis de la Encina.

Debemos agregar que el obispo Chaves de la Rosa hizo un saludo a las Cortes españolas el día que extinguieron la Inquisición. Como Patriarca fue a recibir a Fernando VII en Burgos cuando regresó de Francia, y le tocó bendecir la mesa. El Rey no lo convidó a ella, y dejó que estuviese de pie todo el tiempo que él tardó en comer: en seguida lo confinó a Chiclana. Fue tal su indigencia, que en su última enfermedad tuvo que vender un cáliz que era lo único de algún valor que le quedaba.

Hay un elogio del obispo Chaves de la Rosa, el cual corre impreso, y fue pronunciado por el diputado don Andrés Martínez en la Academia Lauretana de Arequipa. Encuéntranse en él muchas noticias acerca del mérito de este Prelado y sus servicios en favor de la humanidad.

CHEPÉN. Don Francisco. Cacique del pueblo de Moro-moro: hombre rico que dejó de heredera de todos sus cuantiosos bienes, a la virgen que se venera en el santuario de Guadalupe en la provincia de Pacasmayo. Véase Lescano, el capitán don Francisco Pérez.

CHERVECHES. N. Véase Astete, don Domingo Luis, tomo 1.º página 377.

CHILLQUI. Francisco. Indio Cañari, de los nobles de su nación, que había sido en su mocedad paje del emperador Guaina Capac, y después criado del gobernador Pizarro por quien tomó el nombre de Francisco. Garcilaso conoció a Chillqui, y cuando salió para España lo dejó viviendo en el Cuzco.

Hallándose esta ciudad sitiada por un número inmenso de indios cuando el levantamiento general de 1535 dispuesto por el Inca Manco, se avanzó en una ocasión uno de sus capitanes tenido por muy valiente, e introduciéndose en la ciudad, dando grandes voces desafió a singular batalla a cualquier viracocha que quisiese luchar con él. Y como los españoles le despreciasen creyendo bajeza el batirse con un solo indio, Chillqui pidió licencia a Hernando Pizarro y sus hermanos para aceptar aquel reto y castigar al que se había atrevido a hacerlo. Obtuvo el permiso, y preparado con una lanza y una hacha, que eran las armas que tenía el contrario, fue a encontrarlo y pelearon con el mayor encarnizamiento hasta que Chillqui acertó una lanzada al contendor causándole —373→ en el acto la muerte. Le cortó la cabeza y asiéndola del cabello la paseó ostentando su triunfo. Los supersticiosos indios se espantaron con este hecho viéndolo como presagio de grandes males, por lo que decayó su ánimo y quedaron muy acobardados después de tan porfiada guerra.

Don Francisco Chillqui con su victoria, que le produjo premios y consideraciones, llegó a ensoberbecerse mucho, y admirado de los suyos se hizo caudillo de los cañaris, disponía de todos ellos, y los empleaba en el servicio de los españoles: él se había hallado en varios combates contra los indios. Atreviose años después a matar por medio de veneno a don Felipe inca hijo de Guaina Capac, y se casó con su viuda, mujer hermosa a la cual consiguió más por fuerza y amenazas que por voluntad o ruegos. Chillqui como cañarí era odiado por todos los del Cuzco y también porque conservaba siempre la cabeza del que venció en el desafío de que hemos hablado: no sabemos cuál fue el fin que tuvo.

CHINCHÓN. Conde de. Véase Cabrera, Bobadilla y Mendoza, don Gerónimo, Virrey del Perú.

CHIRE SEDID. Don Elías. Impostor que titulándose Príncipe del Líbano y apoyado en varios documentos, recorrió el Perú en 1751 solicitando limosnas para rescatar del poder del Gran Turco un hermano y dos sobrinos que fueron cautivados como el dicho Príncipe y su familia. Refería que a él se le había puesto en libertad para que buscase con qué redimirlos; agregando que la prisión que sufrían resultó de no haber pagado ciertas contribuciones que debían satisfacer anualmente.

El día 14 de Setiembre de aquel año entró este individuo en la ciudad de Moquegua de cuya crónica municipal sacamos el presente extracto. Decía ser turco de nacimiento pero se conducía como católico, y defensor de la santa fe, razón por que había fomentado las misiones francesas de los jesuitas. Tenía por intérprete a Antonio Abrahán natural de Damasco y educado en Marsella. Hospedáronse en el colegio de la compañía, pero a los pocos días tuvo disgustos con el Rector y se mudó a la casa del regidor capitán don José Rodríguez de Vez.

Recogió en Moquegua más de dos mil pesos: de allí pasó al Cuzco y a Lima, en cuyas ciudades reunió buenas sumas; mas pasados meses el virrey Manso Conde de Superunda los envió a España bajo partida de registro. Aunque se dijo en Moquegua que este paso lo daba el Virrey probablemente para asegurarle su vida y caudal, que podían peligrar por ser el intérprete muy astuto y sabido, es la verdad que el Virrey recibió orden de la Corte para expulsarlo y remitirlo preso porque se había descubierto su fraude y mala fe. Los mismos jesuitas de Moquegua que hallarían motivos para sospechar del Príncipe del Líbano y su travieso intérprete, tal vez le acusaron en secreto participando datos suficientes para que el Gobierno tomara aquella providencia contra ellos.

A propósito de sucesos de este género, referiremos en compendio un caso que cuenta el arzobispo Villarroel en su obra Gobierno Eclesiástico.

«Un fraile muy letrado y de mucho disimulo vino de España al Perú con licencia de sus prelados. (Dice que no era de las cuatro órdenes). En la diócesis del Cuzco le regalaron muchísimo. Dijo que era Obispo electo de Caracas, y que antes de ir a su iglesia, iba a Potosí a asuntos particulares. El Corregidor y prelados del Cuzco disputaron por alojarle. Venció el de San Agustín que era fray Lucas de Mendoza hombre de letras y Catedrático de la Universidad de Lima. Entró el supuesto Obispo en la ciudad con gran acompañamiento. (Villarroel fue el sucesor de Mendoza —374→ en el priorato). Los caballeros y las religiones le hicieron grandes obsequios. Predicó como Obispo en la fiesta de San Agustín. Habló de sus desvelos para el buen gobierno de su Obispado. Le dieron mucho dinero, y en Potosí recogió tanto, que llevaba la plata en una recua de mulas. En Arequipa recibió una carta en que le avisaban que había venido una cédula del Consejo para que el Virrey le tomase y embarcase: el embeleco había durado tres años. Se desembarazó de su comitiva de un modo muy ingenioso, puso en salvo su dinero y desapareció sin que se hubiese sabido más de él».

Esto corresponde al año de 1623 más o menos.

CHOSOP. Don Alberto. Indígena noble natural de Lambayeque, hijo de don Ignacio Chosop y de doña Melchora Chafo. El Cabildo de los naturales que existía en el pueblo del cercado de Lima, dio poder general a Chosop para que solicitase una real declaración a fin de que los indios idóneos pudiesen servir plazas de procuradores para los de su nación. Alcanzó por medio de sus gestiones en el Consejo de Indias una cédula en que el rey Felipe V en 1735 accedió a la indicada pretensión. Vino a tener cumplimiento en 1763 mandando el virrey don Manuel Amat, quien con parecer del real acuerdo, ordenó al Cabildo de los naturales (que entonces se nombraba vitaliciamente del gremio de sederos o botoneros) propusiese a dos indígenas que reuniesen las cualidades necesarias. Verificolo así consultando en primer lugar a Chosop, y el Virrey le expidió título en forma con fecha 21 de Octubre de dicho año de 1763. Siguieron en posesión del indicado derecho, y hubo entre los procuradores de número de la Audiencia indígenas que sirvieron en propiedad esos oficios, los cuales se beneficiaban como vendibles y renunciables que eran, y aun se heredaban.

Un retrato de don Alberto Chosop se conserva en la sacristía de la iglesia de Copacabana propia de la cofradía de indígenas del mismo nombre. Fue Alcalde ordinario de los de su nación en 1760. Véase Ramos Gavilán, fray Alonso.

CIANCA. El licenciado don Andrés de. Natural de Peñafiel, Obispado de Palencia. Fue recibido de familiar en el colegio mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca el año de 1526. Carlos V, a quien había servido en diferentes ocasiones, le nombró Oidor de la Real Audiencia de Lima. Vino al Perú en 1546 con el gobernador licenciado don Pedro de la Gasca quien luego que tuvo bajo de su obediencia la flota que se hallaba fondeada en Panamá, envió a Cianca a Nombre de Dios, para que trajese, como lo hizo, la artillería existente en aquel puerto; y con ella mejoró el armamento de los buques con que emprendió sus operaciones sobre la costa del Perú.

Cianca acompañó a Gasca en su larga campaña contra Gonzalo Pizarro; sirvió alguna vez de Proveedor, pues en el campamento de Vilca, según refiere Gomara, repartió las raciones al ejército en momentos de escasez de víveres. En Sacsahuana mandó una compañía de caballería en la ala derecha del ejército real: en esos tiempos los letrados solían desempeñar cargos militares y combatir lo mismo que los de esta profesión. Con Gasca hubo en esa batalla cuatro abogados.

El mariscal don Alonso Alvarado y el licenciado Cianca, que merecía toda la confianza de Gasca, fueron los encargados de formar el proceso contra Pizarro, Francisco Carvajal, y demás a quienes se impusieron graves castigos ejecutados en Abril de 1548. El cronista Herrera en la década 8.ª, libro 4.º, capítulo 16 escribe el razonamiento que Cianca hizo a Carvajal —375→ reconviniéndole por su conducta y crímenes y por haber aconsejado siempre mal a Pizarro: explicaciones inútiles con un hombre del temple de aquél, y que no dio al Oidor contestación alguna.

Cuando Gasca se retiró del Cuzco en ese año, encargando al arzobispo Loayza hiciese publicar el repartimiento que dejó dispuesto de ciento cincuenta encomiendas, Cianca estuvo como dicho Prelado en peligro de ser preso y aun muerto por los descontentos; pero él, como Justicia Mayor que era en el Cuzco, dejó todo apaciguado después de ahorcar al cabeza de motín Juan de Estrada y penar con destierro a otros. Restituido a Lima, y como miembro de la Audiencia, intervino en la formación de ordenanzas sobre tributos y otras también concernientes a los indios.

No comprendemos cómo en el mismo año de 1548 hubiese nombrado la ciudad de Lima por su Alcalde ordinario de primera nominación al licenciado Cianca, ya porque estaba ausente en el Cuzco, ya porque ese cargo era incompatible con su empleo de Oidor. Mas siendo evidente que aquella elección se hizo, según consta en documentos del Cabildo, nos inclinamos a creer que se verificaría por mero honor y distinción a Cianca en atención a sus notables servicios e influencia en los negocios.

Gasca se embarcó para España en 1550 y quedó con el mando del Perú la Real Audiencia presidida por el licenciado Cianca hasta la llegada del virrey don Antonio de Mendoza en 23 de Setiembre de 1551. En el año siguiente se descubrió en Lima un plan de conspiración que debía tener principio matando a los oidores luego que falleciese el Virrey que se hallaba muy enfermo. La prohibición del servicio personal de los indios, a tenor de lo que Gasca dejó dispuesto, había excitado el descontento de algunos que censuraban a la Audiencia calificando sus actos de excesivamente severos. Don Luis de Vargas fue acusado ante el oidor Cianca de ser el que encabezaba aquel proyecto, y por tanto sufrió la pena capital por mandado de la Audiencia.

De la suerte posterior de Cianca o de la fecha de su fallecimiento, no hemos podido encontrar noticia.

CIEGO DE LA MERCED. Véase Castillo, fray Francisco del.

CIENFUEGOS. Álvaro de. Jesuita español que nació en Asturias en 1657, fue maestro en Salamanca: siguió el partido austríaco contra Felipe V, y tuvo que retirarse a Alemania. Allí fue consejero íntimo, y se le confiaron muchos negocios diplomáticos por los emperadores. Se lo creó Cardenal en 1720 por Clemente XI: después Arzobispo de Monte Real en Sicilia, y falleció en 1739. Escribió la vida de San Francisco de Borja en la cual con ocasión de haber sido este santo autor de la fundación de la compañía en América, llena dos capítulos enteros con grandes elogios al Perú y a los talentos y luces de sus hijos.

CIENFUEGOS Y VILLAZÓN. El doctor don Pedro Díaz de. De la compañía de Jesús, hermano del cardenal don Álvaro de Cienfuegos. Nació en el Obispado de Oviedo. Fue Obispo de Popayán, y se le promovió al Obispado de Trujillo en 1696. Tomó posesión en 26 de Marzo de 1697. Estando en la visita de su Diócesis, falleció en el pueblo de Catacaos de la provincia de Piura en 9 de Enero de 1702, y en 30 de Abril de 1705 fue trasladado su cuerpo a la catedral de Trujillo.

CIEZA DE LEÓN. Pedro de. Nacido en Sevilla (como dice Mellado en su Diccionario) en el siglo XVI, o natural de Llerena (Badajoz) según —376→ el cronista Herrera. A la edad de 13 años vino a América, y militó en Uraba y Cali con el licenciado Vadillo. El año de 1542 fue a Panamá a instruir a la Audiencia de parte de Jorge Robledo de las diferencias ocurridas con el adelantado Heredia sobre la población de Antioquía. Regresó a Popayán en cuyo país sirvió con crédito a órdenes del adelantado Velalcázar hasta posterior época en que recorrió el Perú Bajo y Alto. El año de 1550, y a los 32 de su edad, se hallaba en Lima después de haber cooperado a la pacificación del reino. En esta capital concluyó la primera parte de su Crónica del Perú el día 8 de Setiembre de dicho año; y habiendo vuelto a España, la dio a luz en Sevilla en 1553. Esta obra debía constar de cuatro libros, con más dos suplementarios sobre la historia natural, civil y política del Perú: pero habiéndose perdido los manuscritos, sólo se publicó la referida primera parte, que Cieza empezó a escribir en Cartagena en 1541; trabajo mal premiado (como dice Herrera) que tiene notable mérito, y fue siempre aplaudido por los autores que se ocuparon en seguida de las cosas del Perú. Es muy sensible la falta de los demás tratados históricos de Cieza; particularmente, en lo respectivo a las guerras civiles, pues él acompañó al gobernador licenciado don Pedro de la Gasca en la campaña que terminó con la batalla de Sacsahuana y ejecución de Gonzalo Pizarro. El único dato que ha podido adquirirse de los trabajos inéditos de Cieza, es el que se encuentra en la Biblioteca de autores españoles impresa en Madrid en 1853. Se dice en el tomo 26 página 10 de las noticias biográficas que mister Rich en su catálogo de manuscritos relativos a América, pone bajo el número 90, que el Tercer libro de las guerras civiles del Perú, el cual se llama la guerra de Quito, se asegura ser obra de Cieza con 424 hojas en folio. Según el padre Alonso Chacón en sus adiciones y notas a la Biblioteca Universal, de las cuales hace mención don Nicolás Antonio en la suya, Pedro Cieza de León, falleció en Sevilla de edad de 42 años en el de 1560.

Queriendo dejar una lección a los escritores modestos que, desconfiando de sí mismos, no dan a luz sus obras temerosos de la mordacidad de audaces censores, estampó Cieza en el prólogo de su historia peruana el siguiente pensamiento que le había decidido a publicarla.

«Y así al juicio de varones doctos y benévolos, suplico sea mirada esta mi labor con equidad, pues saben que la malicia y murmuración de los ignorantes o incipientes es tanta, que nunca les falta qué redargüir ni qué notar. De donde muchos temiendo la rabiosa envidia destos escorpiones, tuvieron por mejor ser notados de cobardes que de animosos en dar lugar a que sus obras saliesen a luz. Pero yo ni por temor de lo uno ni de lo otro, dejaré de salir adelante con mi intención, teniendo en más el favor de los pocos y sabios, que el daño que de los muchos y vanos me pueda venir».

CINTERO. El capitán don Andrés. Vecino y minero de Potosí cuya fortuna llegó a calcularse en algunos millones de pesos. Fue su confesor y albacea testamentario fray Francisco Carrasco de la orden de Santo Domingo. Dejó una gran suma de dinero a disposición de dicho religioso para que se fundase y fabricase el colegio de Santo Tomás de Lima, cuya erección y demás aceptó la comunidad dominica en el capítulo provincial del año 1645. Este colegio estuvo sujeto a los generales de la orden, y los provinciales de Lima lo visitaban como delegados. Se le aplicó de renta en 1647 los sínodos de la provincia, mientras se acababa, y concluido que fuese, 18.000 pesos anuales de los mismos sínodos, y las entradas de los conventos de Yungay, Pausa y Chincha, deducida la congrua de los conventuales. En una parte de la —377→ área que ocupó el colegio de Santo Tomás, que hoy se halla suprimido, iba a hacerse en 1549 una ermita de San Juan de Letrán para celebrar la recepción de los que obtuviesen órdenes de caballería.

Cuando falleció Cintero hubo un ruidoso litigio por haberse intentado anular su testamento, y que el Erario Real heredase los bienes. El oidor de Charcas don Sebastián de Alarcón natural de Lima, y Juez de bienes de difuntos declaró sin lugar tal pretensión. Este auto lo confirmó la Audiencia de Chuquisaca, y fue tal la tenacidad de los procuradores del fisco, que el Fiscal del Consejo hizo nueva gestión y acusaciones, habiendo mandado el Rey que el alcalde de Corte de Lima don Juan de Peñafiel procediese contra los bienes de los oidores que dieron sentencia en favor de la validez del testamento el año de 1642. Uno de ellos fue el doctor don Francisco de Sosa limeño quien imprimió su defensa, desvaneciendo los cargos que Peñafiel le hizo. En el citado testamento de Cintero eran favorecidos el Virrey, el Presidente y oidores de Charcas, y el Corregidor de Potosí.

Este artículo nos da ocasión para advertir al que leyere que hay una obra titulada Anales de la Villa imperial de Potosí inserta en el tomo 1.º de la que se denomina Archivo Boliviano publicado en París en 1872. Los citados anales existían en un manuscrito cuyo autor don Bartolomé Núñez y Vela natural de Potosí principia por una introducción o prólogo datado en 1771 en que dice:

«Considerando que aunque en esta magnánima villa no se han descuidado en apuntar los sucesos por los años, ha sido con tanta escasez, que sólo refieren aquellos que aún la juventud los tiene en la uña, ignorando siempre lo más memorable o el año en que sucedió, de suerte que si la curiosidad apura aun los mismos ancianos que se hallaron en el caso, hacen sus conjeturas, y luego unos le quitan diez años y otros le ponen otros tantos, y si se hallan juntas estas contrarias opiniones en concurso de juventud ignorante, les parece, y aun lo aseguran, que el que más porfió y gritó ése ganó.

» También algunos autores, o por omisión o por ignorancia, no declaran el año del suceso que refieren -y es mejor callarlo si no se sabe con certeza-, por lo cual apuntaré muchos casos en estos anales etc.».

Examinando atentamente esta obra en que por años se forma un raro mosaico de horrendos crímenes y de milagros pasmosos y ridículos, hemos encontrado muchos anacronismos y hechos falsos, exageraciones, errores y asertos inverosímiles y de la más repugnante vulgaridad. Se dice en la página 395 que Andrés Cintero murió repentinamente el año 1650: que poseía 20 millones de pesos: que para que el Rey no tocase este caudal, el Presidente, los oidores y el Corregidor (a quienes llama traidores) se aunaron y fingieron que todavía estaba vivo Cintero, y que haciendo un escrito falso dieron a entender los dejaba por sus herederos y también al Virrey; entre los cuales se partieron los veinte millones.

Como muchos prestarán entera fe a los citados anales, puede ser que se tenga por equivocada nuestra exposición relativa a Cintero; y así para defenderla de las contradicciones que brotan de aquellas desatinadas noticias, hemos creído prudente remitirnos en todo a la crónica de la orden de Santo Domingo escrita por el sabio limeño fray Juan Meléndez bajo el título de Tesoros verdaderos de las Indias, obra auténtica y respetada de cuantos la han estudiado. De ella y de la defensa del oidor Sosa, resulta que Cintero había muerto antes de 1642, que siendo Prior en Potosí el padre Carrasco fue éste su albacea, que dejó caudal para edificar el colegio de Santo Tomás de Lima (de lo que no hablan los anales) y que la donación se aceptó en el capítulo provincial de 1645. En cuanto —378→ al litigio nada extraño es que el Consejo dando oídos a temerarias denuncias, apeteciera para el fisco la herencia absoluta de los bienes de Cintero, por lo mismo que llamase la atención general el haber éste beneficiado a diferentes funcionarios en sus disposiciones.

Los anales no por lo que hemos explicado dejan de tener muchos buenos y útiles datos de que aprovechamos en diferentes asuntos y oportunidades.

CISNEROS Y MENDOZA. El diputado don Francisco. Natural de Lima, cura Rector de la catedral: distinguido teólogo, Doctor en ambos derechos, Consultor del Santo Oficio. Fue presentado en 1681 para Obispo auxiliar de Lima a petición del arzobispo don Melchor de Liñán y Cisneros. Era Provisor y Vicario general en 1688. Consagrose Obispo de la Margarita in partibus en Noviembre de 1703. Hizo en gran parte la visita al Arzobispado, saliendo por dos ocasiones a diversas provincias en que confirmó a más de cien mil personas. La abuela de este Obispo fue hermana del venerable padre Juan de Alloza, limeño cuya vida escribió el padre Fermín de Irizarri y dedicó en 1715 al obispo Cisneros. Véase Alloza, el padre Juan de.

CISNEROS. El padre fray Diego. Monje de la orden de San Gerónimo en el real sitio del Escorial. Ignoramos el lugar de su nacimiento y la fecha de su venida al Perú, dos datos que hemos solicitado sin haber conseguido obtenerlos.

Los Reyes de España, y principalmente Felipe IV, concedieron a dicho monasterio diferentes encomiendas de indios en el Perú. Tenemos noticias de que las poseía en los departamentos del Cuzco, Puno, Lima y Huaylas. Las rentas de sus productos no podían tocarse para ningún objeto aunque fuese piadoso: estaban exceptuadas de todo gravamen y en su remisión a España no pagaban ni el impuesto denominado «avería», ramo destinado a la conservación de la marina. Con este motivo el monasterio tenía en el Virreinato un administrador autorizado para la recaudación y demás funciones necesarias. Cuidaba de pagar al Rey el tributo correspondiente a los indios de esas encomiendas, sobre lo cual hemos visto una provisión en que así lo dispuso en 1675 el Virrey Conde de Castellar.

Por mucho tiempo residió en el Cuzco con aquel encargo fray Manuel de Rojas monje profeso de la citada orden. Sabemos de otros religiosos que desempeñaron la misma comisión en aquella ciudad, como fray Antonio Medel, fray Jacinto de San Andrés, fray Francisco de San Miguel, etc. Algunos documentos que están en el archivo nacional nos han dado a conocer que las rentas del Escorial no estuvieron bien manejadas, fuese por incapacidad e incuria de los administradores o por defraudaciones: pues es constante que existían cuantiosos rezagos por cobrar, como aparece de cierto expediente que hemos registrado importante más de diez y seis mil pesos, y de otro de treinta y seis mil seiscientos que adeudaba sólo el corregimiento de Huaylas. Las cajas reales del Cuzco debían siempre al Escorial considerables cantidades. Hiciéronse donaciones en favor del monasterio, según la costumbre dominante en los pasados tiempos, de aumentar los bienes de las órdenes religiosas: la Condesa de Lemos le cedió una crecida suma que se le debía procedente de las encomiendas de su pertenencia; don Blas de Ayesa Caballero de la orden de Calatrava se le obligó por un capital de 7.467 pesos, etc. Poseía el monasterio una finca en la calle del pozuelo de Santo Domingo en Lima: disfrutaba de un privilegio especial y exclusivo para vender misales, breviarios, —379→ libros de devociones, y otros de nuevos rezos, cuya impresión o expendio, se hacía en esta ciudad por las personas encargadas al efecto.

Entremos ahora a recordar particularmente al padre Diego Cisneros, porque su venida y permanencia en Lima marca una época que puede decirse fue abierta y sostenida por él: hablamos de la introducción de trascendentales novedades en la enseñanza científica, que aunque iniciadas en tiempo del virrey don Manuel de Amat, vinieron a tener animación por la influencia del padre Cisneros. Hubo en el Perú hombres de profundo saber y de largos alcances que rodearon a ese Virrey, y que aprovechando de la oportunidad de haberse expulsado a los jesuitas, plantearon las bases de las reformas que pedía la grandiosa difusión de las luces. Pero faltándoles influencia y seguridad, limitaban con cautela sus conatos, arredrados ante el receloso Tribunal de la Inquisición, agitado siempre por los enemigos de las innovaciones que dieran cultivo al entendimiento.

Hay que agradecer a aquel Virrey que, aunque duro y arbitrario, no fue opuesto a la ilustración: no debe olvidarse al general de marina Guirior reconociendo sus buenas intenciones; ni la circunspección del Caballero de Croix, ni la inteligente tolerancia de otro General de Marina, don frey Francisco Gil, protector de las letras y del periodismo. La historia ha de ser justiciera, y al referir las malas obras de los gobernantes que fueron instrumentos del poder absoluto, no debe silenciar lo que con miras equitativas hicieran por el bien general, por lo mismo que su misión era la de luchar contra la libertad.

Mandaba el virrey don Manuel de Guirior, aquel recto funcionario perseguido hasta su muerte por el indiscreto y sombrío visitador Areche, cuando arribó al Perú el padre fray Diego Cisneros que había dejado sus claustros del Escorial impelido por una tormenta que contra él desató el odio envidioso de unos cuantos monjes. Desairáronle en su pretensión de obtener la prelacía de su orden, porque sus luces humillaban a los que nunca pudieran igualársele en el saber, y a los que no sufrían, por soberbia, las distinciones y predilección que le dispensaba la princesa María Luisa (después Reina como esposa de Carlos IV) de la cual Cisneros había sido confesor.

Afectada con el golpe de adversidad sufrido por el religioso a quien protegía, había conseguido se le presentara para un Obispado: mas no llegó a verificarse así por la absoluta negativa del padre Cisneros a admitir aquella elevada dignidad. Y conviniéndole alejarse del monasterio, alcanzó por medio de la misma Princesa se le permitiera residir en América. Tales fueron los antecedentes del nombramiento que se le otorgó de Administrador de las encomiendas y demás intereses de San Lorenzo del Escorial en el Perú, y con más facultades y atribuciones que sus predecesores. Uno de nuestros modernos historiadores refiere que el padre Cisneros había venido a Lima desterrado por celos de Godoy. Apartando lo sarcástico de semejante aserto, debemos tacharlo porque Cisneros llegó a Lima reinando Carlos III y algunos años antes de ser ministro Godoy quien no figuraba en ninguna escala, pues aun su ingreso en el cuerpo de guardias fue el año de 1784.

Cisneros no sólo organizó el negocio mercantil de libros, sino que abrió tienda pública en la calle del Pozuelo, vendiendo en ella otras obras en virtud de permiso que tenía; y por las recomendaciones que le favorecieron, creemos que sus cajones de volúmenes impresos, se librarían del riguroso escrutinio que en la aduana se practicaba. Edificó en la calle del Estanco viejo (conocida hoy por la del «Padre Gerónimo») una casa espaciosa para su habitación y despacho de asuntos.

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Era a la sazón Vicerrector del colegio de San Carlos el presbítero don Toribio Rodríguez de Mendoza natural de Chachapoyas, el mismo que pasó a la tienda del padre Cisneros e hizo apartar de su cuenta diferentes obras para mandar por ellas, y pidió se encargaran otras que no había en aquel depósito. Estando Rodríguez de regreso, llegó al colegio un carruaje en que el padre Cisneros personalmente condujo los libros encargados (por no hallarse de venta) y los obsequió a don Toribio Rodríguez. De esta manera principió la amistad de ambos sacerdotes que cada día se fue estrechando más. Es de suponer que los dichos libros serían prohibidos, desde que no se vendían públicamente, con lo que se prueba lo que antes hemos dicho sobre el pase de ellos por la aduana sin reconocimiento ni examen, tal vez en el concepto de que fuesen misales y breviarios.

Rodríguez de Mendoza dejó el colegio y volvió a Trujillo donde obtuvo el curato de Marcabal. Siguieron cultivándose a pesar de la distancia sus relaciones con el monje de San Gerónimo, quien maduraba su proyecto de operar un cambio en la instrucción por medio del entendido y diestro colaborador que había encontrado en el irreemplazable doctor Rodríguez. Cisneros, respetado de todos por el favor que tenía en la Corte, no fue menos considerado por el Virrey Caballero de Croix, natural de Flandes, que entró a gobernar en 1784. Amat había desacertado al nombrar por primer Rector del convictorio carolino al canónigo don José Laso que dio testimonios de su falta de idoneidad para tan delicado puesto. Le sucedió otro eclesiástico don José Francisco Arquellada cura de San Marcelo, Consultor de la Inquisición, después dignidad del coro, y cuya incapacidad y atrasadas ideas se pusieron de manifiesto con la decadencia del colegio donde el progreso de las luces era contrariado por invencibles trabas y errores.

El Caballero de Croix escuchaba al padre Gerónimo con mucha benevolencia, y había formado de él un elevado concepto: entendiéronse ambos, y en breve quedaron de acuerdo acerca de la protección que se debía dar a la juventud, facilitándola estudios que guardasen armonía con los adelantos científicos de todas las naciones. El padre Cisneros viendo que era llegado el instante de colocar a don Toribio Rodríguez en el rectorado vacante por la separación de Arquellada, empleó todo su influjo para lograr su deseo, y lo consiguió con doble satisfacción, porque habiendo querido el Virrey nombrar a don Mariano Ribero y Araníbar natural de Arequipa, que también había sido Vicerrector, y era persona de gran merecimiento, éste se excusó, y dijo que el llamado y más digno para servir ese cargo, era el doctor Rodríguez que fue maestro suyo.

Admitió Rodríguez tan importante destino y se posesionó de él después de renunciar el curato en que se hallaba al ser llamado por el Virrey. El padre Diego Cisneros fue el consultor y el confidente a propósito para sostener al que con su estímulo entró al rectorado resuelto a tomar el camino de las reformas, en que era indudable habría de tropezar con no pocos embarazos. Los dos trazaron la línea de conducta que les pareció conveniente, empleando al seguirla el mayor disimulo y la más meditada discreción, a fin de no alarmar con actos de violencia, ni con hacer comparaciones ni demostración alguna que hiriese la susceptibilidad de tercos antagonistas.

Proscribir el escolasticismo, sustituyéndolo con las nuevas doctrinas, era el paso primero y fundamental que había de darse, removiendo las dificultades que lo entorpecieron en la época del virrey Amat. Rodríguez acometió la empresa protegido por Cisneros, cuyo valimiento en la Corte y con el Virrey les fue de mucha utilidad. Sentado aquel principio, el —381→ Rector llevó a efecto otras variaciones en el plan de estudios, y con ellas se hizo la enseñanza de las matemáticas puras y aplicadas, de la física de Newton, que había servido Ribero, y del derecho natural y de gentes, adoptando para el estudio de éste y para la lógica y ética, los textos del célebre Heinecio.

Rodríguez había trabajado en unión de Ribero unos «lugares teológicos» tomando por base los canonistas más afamados y la declaración de la iglesia galicana: si no se avanzó más, fue por no perderlo todo, peligro inmediato que a él y a Cisneros los hizo ser muy cautos.

Apenas puede creerse, mas es cierto, que no consiguió el Rector de San Carlos se le autorizara para traer máquinas e instrumentos a fin de formar un gabinete cuyos aparatos sirvieran en la aplicación y práctica de los estudios astronómicos y de las teorías del de mecánica.

En verdad las novedades y cambios hechos en el convictorio no agradaban a muchos, especialmente el estudio del derecho natural y de gentes. El virrey Gil no era hostil a la reforma, y O'Higgins y Avilés que gobernaron en seguida, no se atrevieron, como no se atrevió la Audiencia, a oponerse francamente a pesar de diligentes instigadores. Esta misma abstención o desentendencia en lo público observaron los inquisidores con harta repugnancia; y era porque estaba de por medio el padre Cisneros, punto de apoyo de todo aquel movimiento, y quien daba calor y protección resuelta al doctor Rodríguez ya canónigo lectoral del coro de Lima. A primera vista parece extraño fuese tan eficaz y poderoso el influjo del religioso Gerónimo; pero esta idea se disipa sin más raciocinio que el muy decisivo y concluyente de que ese monje era cada día más beneficiado y protegido de la princesa María Luisa ya Reina de España. Virreyes, oidores, inquisidores, clero y religiones, tenían que contenerse sin que ninguno se resignase a arrostrar el desagrado de la Reina y la consiguiente indignación que de otro modo les hiciera sentir el Primer Ministro y favorito de los Reyes, don Manuel Godoy Príncipe de la Paz.

El temor que anonadaba a esos funcionarios pudo más que las opiniones ultramontanas, y desarmaba el fanático furor con que en otras circunstancias se hubieran de un soplo desbaratado tales reformas que detestaban a pesar de su obligado silencio. En esta vez sus convicciones, verdaderas o no, cayeron a los pies del egoísmo y del espíritu de propia conveniencia y conservación.

Un adversario a quien sobraba la resolución que faltó a los otros, emprendió la lucha contra las reformas y textos del convictorio. Fue el arzobispo don Juan Domingo González de la Reguera cuyo prestigio revelaba las atenciones que merecía en la Corte. Había sido cura de Potosí y Obispo de una Diócesis de tercer orden, la de Santa Cruz de la Sierra: pero poseía riquezas y sobreponiéndolo a dignos prelados de los obispados más importantes de Suramérica, se le elevó en 1781 al Arzobispado de Lima. La Reguera se mostró progresista declarándose por las doctrinas modernas tocantes al beneficio de los metales sobre que hizo escribir en el Mercurio Peruano; pero se hallaba muy distante de favorecer el mejoramiento social poniendo los estudios en relación con el saber y los adelantos de la época. Se propuso combatirlos, y escribió a la Corte ponderando los grandes males que esas innovaciones ocasionarían en las colonias americanas. Nada tenía que recelar desde que le distinguía la misma reina María Luisa, a la cual había hecho valiosos obsequios. Contaba con el mismo Godoy y en 1794 recibió la gran Cruz de la orden de Carlos III no concedida hasta entonces a ningún Virrey ni Prelado de la América Meridional.

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Al rector Rodríguez que vivía temeroso de recibir un pesado golpe de desgracia, lo confortaba y le trasmitía su valor el monje Gerónimo tan entendido como astuto, por el conocimiento que tenía del mando, de los hombres y de la situación y estado de las cosas de España. Pero le alucinó su misma confianza, y aunque defendió las variaciones hechas y puso de por medio los recursos que creyó más positivos y adecuados, de nada le sirvieron y se expidió real orden reservada prohibiendo la enseñanza en San Carlos del derecho natural y de gentes de Heinecio.

No se esperaba golpe tan duro y repentino, y por eso causó honda impresión en el convictorio que tan preparado estaba para sostener diferentes tesis, y en actos universitarios, como el padre Cisneros lo sugirió al doctor Rodríguez, para que siendo públicos, se juzgase por la opinión general el fruto de aquella enseñanza, y los altos fines que estaba llamada a producir. Con esto los que la desacreditaban y combatían por ignorancia o malicia, hubieran quedado vencidos por la imparcial aquiescencia de cuantos comprendiesen las ventajas que se obtendrían en el estudio del derecho civil.

Hombres del temple y recursos de Cisneros y Rodríguez no se rinden al primer revés; y lejos de abatirse, apelaron al arbitrio de que el derecho natural y de gentes que ya no podía cursarse públicamente, continuase estudiándose en secreto. Llevose a efecto una determinación desde luego arriesgada, pero garantida por los alumnos de tan importantes clases, cuya gratitud y amor a las ciencias no se desmintieron con la violación del sigilo de que dependía su aprovechamiento y progresos. Y sin embargo, como era imposible dejase de traspirarse algo que cuando menos infundiera sospechas de lo que pasaba dentro del recinto de una corporación tan numerosa encaminada por muchos maestros, tenemos que confesar que ni el ilustrado arzobispo las Heras, ni la Inquisición, tan gastada y decadente, hostilizaron al convictorio de San Carlos, porque tampoco lo hacía el próvido Abascal, Virrey de extraordinarios alcances en política y tacto gubernativo.

El padre fray Diego Cisneros ocupaba en la buena sociedad de Lima el lugar distinguido que le correspondía por su talento, instrucción, ideas adelantadas e influencia en la Corte. Perteneció como miembro honorario y bajo el nombre de Archidamo a la sociedad de «Amantes del país» de que era protector el virrey Gil, y que publicó desde 1791 el memorable Mercurio Peruano, periódico de ciencias, literatura, historia y estadística, en que salieron a luz algunas interesantes producciones del padre Cisneros, ligado por los atractivos y vínculos de la inteligencia y del saber a Baquíjano, Unanue, Egaña, Calatayud, Arriz, Rodríguez de Mendoza, Morales Duárez, Arrese y tantos otros peruanos que componían aquella asociación bajo el protectorado del general Gil. En el artículo respectivo a este Virrey nos extenderemos lo suficiente al tratar de la sociedad de «Amantes del país» que aplaudió el rey Carlos IV al suscribirse al Mercurio y ordenar al Virrey propusiese a sus colaborares para destinos y recompensas. Cuando llegó para ese periódico la hora del decaimiento, después de haberse publicado once volúmenes de él, a costa de los esfuerzos de dicha reunión de literatos, el padre Cisneros aún hizo los últimos (propios de su tesón), dando a luz a su costa el tomo duodécimo.

Falleció fray Diego Cisneros el año de 1812, cuyo deplorable suceso dio lugar a que el doctor Rodríguez dijese que por momentos esperaba ser destituido del rectorado de San Carlos: pero no lo hizo el virrey Abascal que al concluir su tiempo de mando en 1816, dejó a aquel Canónigo en el mismo cargo de Rector en que lo encontró al empezar su gobierno. Por —383→ Setiembre del año de 1813 se imprimió en Lima en varios números de El investigador una larga carta anónima que en 1794 dirigió el padre Cisneros al Inquisidor General, con respecto al índice expurgatorio y prohibición de libros que se expidió el año 1790. El investigador fue uno de los periódicos que salieron a luz favorecidos por la Constitución española de 1812, que autorizó y dio garantías a la libertad de la imprenta. Súpose entonces que fray Diego Cisneros era el autor de la mencionada carta, y que la había dictado al presbítero diputado don Juan José Muñoz más tarde cura de esta catedral y Diputado al Congreso constituyente de 1822. Muñoz que conservaba esos borradores, fue uno de los decididos admiradores de Cisneros que abrazaron muchas de sus doctrinas, buscando las luces para cultivarlas y recibir sus beneficios, y haciendo por destruir las preocupaciones y errores que las interceptaban.

No fue sólo Muñoz quien comprendió y aceptó en aquel tiempo las ideas del padre Cisneros para mejorar los estudios y abrir paso a los adelantos científicos: el presbítero don Felipe Cuéllar cura de Surco, los doctores Mariátegui, Carrión, Rolando, Herrera Oricain y tantos otros, merecen recordarse como los agentes modernos del desarrollo de la instrucción y de la libertad del pensamiento, sin la cual es vedado al hombre investigar las verdades que descubre la inteligencia humana para bien del universo.

Fray Diego Cisneros enriqueció la biblioteca de la Universidad de Lima obsequiándola su valiosa y escogida librería que en 1822 sirvió de base de la nacional que muchas personas notables aumentaron después, desprendiéndose generosamente de un crecido número de obras, a las cuales se agregaron las que tuvieron los conventos supresos.

Era el padre Cisneros enemigo implacable del Tribunal de la Inquisición, y decía no haber instrumento más eficaz que él para embrutecer a los pueblos. Opinaba y con vehemencia por la extinción de las órdenes religiosas de ambos sexos, considerándolas muy perjudiciales por razones que aducía y que no tenemos a bien repetir para evitar glosas y calumnias. Últimamente abrigaba el monje del Escorial ideas que trasmitía en su círculo privado contrarias al poder pontificio, que titulaba anticristiano en sus amargas censuras sobre asuntos de la disciplina de la Iglesia Católica.

En el artículo Rodríguez de Mendoza, el diputado don Toribio, tratamos de cómo el virrey Pezuela le destituyó del rectorado de San Carlos, con otras particularidades relativas a este colegio.

CLAVIJO. Don Antonio. Caballero vecino de Lima. En la capilla del Santo Crucifijo, en el claustro de San Francisco está el entierro de Clavijo y su esposa doña Beatriz Altamirano.

CLEMENTE VII8. Papa, Julio de Médicis. Hijo natural y póstumo de Julián de Médicis, muerto en Florencia por los Pazzi en 1478, y de una señora que sostuvo tener derecho a que se le reconociera por esposa de Julián después de su fallecimiento.

Clemente fue Caballero de Rhodas, y en 1513 le hizo Cardenal su primo el pontífice León X quien lo mandó de legado a Bolonia, y le nombró sucesivamente Arzobispo de Florencia, de Ambrún y de Narbona, Obispo de Marsella, etc. Por muerte de Adriano VI fue electo Papa el año de 1523.

En su época tomaron mucho incremento la turbación y divisiones de Alemania a causa de las doctrinas de Luthero. El Papa exhortó a los príncipes católicos y al parlamento de París contra los innovadores; y —384→ temiendo el gran poder de Carlos V se confederó con Francia, Inglaterra, Venecia y otros estados italianos: la liga se llamaba Santa porque era encabezada por el Pontífice. El Condestable de Borbón sitió a Roma, la tomó y entregó al saco en 1527 quedando prisionero Clemente en el Castillo de Sant'Angelo durante siete meses hasta que pudo fugar disfrazado.

En 1529 hizo la paz con el Emperador cuya hija Margarita casó con Alejandro de Médicis creado Gran Duque de Toscana. Pocos años después Henrique VIII repudió a la reina Catalina de Aragón, y el Papa opuesto a semejante hecho que tenía por objeto reemplazarla con Ana de Boulen, excomulgó en 1534 a Henrique quien irritado por este procedimiento se declaró cabeza de la Iglesia Anglicana.

Clemente VII aprobó dos órdenes religiosas, la de los capuchinos y los theatinos o clérigos regulares de la congregación de San Juan de Letrán. Durante su pontificado acontecieron los primeros sucesos de la conquista del Perú. A petición del emperador Carlos V autorizó se crease la dignidad de Patriarca de las Indias en 1524 y el primero que la obtuvo fue el arzobispo de Granada don Antonio de Rojas. Falleció en 26 de Setiembre de 1534 de 56 años de edad, y fue su sucesor Paulo III.

La interesante correspondencia sostenida entre Clemente VII y Carlos V se publicó en 1527: hoy es muy difícil encontrar un ejemplar de ella.

CLEMENTE VIII. Papa, Hipólito Aldobrandini. Natural de la ciudad de Fano en la costa del Adriático, hijo de Silvestre y de Lesa Deta y hermano de Juan Aldobrandini, Cardenal y Gran Penitenciario en virtud de cesión de San Carlos Borromeo. Hipólito fue Auditor de Rota y Refrendario del papa Sixto V, quien le elevó a Cardenal en 1585 y en el siguiente año sucedió en la dignidad de Gran Penitenciario al cardenal Boncompañón. Sirvió también de legado en Polonia y ejerció otros diferentes cargos que le abrieron paso al pontificado que obtuvo en 30 de Enero de 1592 por fallecimiento de Inocencio IX.

Se dedicó con grandes esfuerzos a mejorar la moral del clero, condenó los desafíos, y dio la absolución a Henrique IV convertido al catolicismo en 1595. Contribuyó mucho a la paz de Vervins en 1598. En varias promociones creó más de cincuenta cardenales entre ellos Baronio y Belarmino. Incorporó a los estados romanos el territorio de Ferrara después del fallecimiento del duque Alfonso II. Principiaron en su época las célebres cuestiones que suscitó la obra del jesuita Luis de Molina Concordia de la gracia y del libre albedrío que fue delatada a la Inquisición. Clemente VIII avocó a sí el conocimiento de la causa e hizo abrir discusiones (1598) en presencia de una junta de prelados y consultores a la que él concurrió algunas veces. Mas no queriendo precipitar aquellos debates dejó el asunto sin decidirse a pesar de sus deseos, y volvió después a promoverse gobernando la Iglesia Paulo V.

Clemente VIII en 10 de Diciembre de 1601 aprobó la fundación del antiguo monasterio de Santa Catalina de Arequipa que se extinguió por haberse arruinado en el terremoto de 1604 pasando al Cuzco las monjas. Véase Rivera de Padilla, doña Isabel. El mismo Papa expidió la bula en virtud de la cual y de la licencia previa del rey Felipe III, se fundó la iglesia y hospital de San Juan de Dios en Lima. Clemente falleció en 5 de Marzo de 1605 a los 69 años de edad y le sucedió León XI. Véase López, fray Francisco.

CLEMENTE IX. Julio Rospigliosi. Natural de Pistoya en Toscana y perteneciente a una familia muy principal. Nació en 1599. Urbano VIII —385→ le confirió algunos cargos y le envió de Nuncio a España donde estuvo once años. Le creó Cardenal Alejandro VII después de haber sido su Secretario. Remplazó a este Pontífice en 1667 sin solicitarlo. Exoneró a los eclesiásticos de diferentes gabelas y subsidios. Fue mediador entre Francia y España para la paz de Aquisgrán en 1668. Canonizó a San Pedro Alcántara y a Santa Magdalena de Pazzi. Perdida la plaza de Candía que él auxilió mucho, y había logrado fuese también socorrida por la Francia en la guerra con Turquía, se asegura que el pesar que experimentó el Papa le causó la muerte en 9 de Diciembre de 1669 a la edad de 70 años habiendo gobernado con acierto dos años cinco meses y días.

Clemente IX en 12 de Febrero de 1668 dio el breve de la beatificación de Santa Rosa y para que en 26 de Agosto pudiera decírsele misa: el 15 de Abril se celebró su fiesta en San Pedro de Roma, y en la puerta principal del templo se fijaron las armas de la ciudad de Lima al lado de las apostólicas y las de España: la bula con el correspondiente pase se recibió en Lima el 18 de Enero de 1669. Este Papa expidió 7 breves en honor de Santa Rosa: mandó se le hiciese octava, creó un jubileo plenísimo para el día de su celebridad: concedió otro de 15 años: el del oficio doble y misa para todo el clero de Indias: el que declaró de precepto el día de la Santa nombrándola patrona de Lima y de todo el Perú y dispensando la calidad de canonizada; y el de 12 de Enero de 1669 que la mandó poner en el martirologio Romano. Clemente IX en su testamento dejó cinco mil ducados para que en la ciudad de Pistoya se construyese una capilla a Santa Rosa. El mismo Papa envió a Lima el cuerpo de San Fausto mártir que se halla colocado en un altar del templo de la Veracruz. Véase, Rosa de Santa María.

CLEMENTE X. Emilio Altieri a quien algunos dan el nombre de Juan Bautista. Pertenecía a una antigua familia romana, y había sido Obispo de Camerino. Era enemigo de toda ostentación y fausto. Su antecesor Clemente IX le hizo Cardenal en 1669 días antes de morir y le dijo «que Dios le destinaba para que fuese su sucesor». En efecto se le eligió Papa en 29 de Abril de 1670 después de cuatro meses de cónclave: tenía entonces 80 años. Ocupó la silla 6 años dos meses y días. Dio un edicto en favor de la nobleza comerciante; y a causa de su vejez y achaques encargó muchos ramos del Gobierno al cardenal Altieri su sobrino adoptivo, por lo cual el pueblo decía que reinaban dos papas, el uno de nombre y el otro de hecho. Falleció el 22 de Julio de 1676 y le sucedió Inocencio XI.

Clemente X en 11 de Agosto de 1670 hizo a Santa Rosa patrona de toda la América y dominios españoles de Asia. La canonizó en 12 de Abril de 1671, y en 15 de Mayo trasladó su fiesta al 30 de Agosto, otorgando ciertas indulgencias para ese día. Expidió la bula aprobando la institución hospitalaria de belethmitas creada en Guatemala, y por bula de 3 de Noviembre de 1674 aprobó las constituciones de esa orden que se estableció en Lima el año 1672. Beatificó a San Francisco Solano en 9 de Febrero de 1675. Véase Cruz, fray Rodrigo de la.

CLEMENTE XI. Juan Francisco Albani. Nació en Pésaro, Ducado de Urbino, en 22 de Julio de 1649, hijo del caballero Carlos Albani hecho Senador romano por Urbano VIII. Fue Canónigo de San Lorenzo in Damaso, Vicario de San Pedro, Gobernador de Rietti y de Orvieto, Secretario de breves por Inocencio XI, y Cardenal por Alejandro VIII en 13 de Febrero de 1690. Por muerte de Inocencio XII fue electo Papa en 24 de Noviembre de 1700 por votación unánime. En su época las guerras afligieron —386→ a la Italia y no se preservaron de los alemanes los estados de la Iglesia.

Fue Clemente XI muy dedicado a las bellas letras: sus homilías merecieron estimación y se dieron a luz en dos volúmenes en folio después de su muerte. Luis XIV medió en las diferencias de este Pontífice con el Rey Católico. Albergó en Roma a Jacobo II de Inglaterra y a su esposa la princesa Sobieski. Expidió la bula Vineam Domini Sabaoth contra los que sostienen las famosas proposiciones de Jansenio: otra condenando las prácticas supersticiosas que autorizaban algunos misioneros en la China; y la constitución Unigenitus que dictó en 1713 contra la traducción francesa del Nuevo Testamento hecha por el padre Quesnel con sus reflexiones morales y 101 proposiciones extraídas de éstas.

Falleció el Papa en 19 de Marzo de 1721 a la edad de 71 años y meses, habiendo gobernado 20 años 3 meses y días: fue su sucesor Inocencio XIII.

Clemente XI mandó fuese día festivo y de precepto el de la Inmaculada Concepción. En 11 de Febrero de 1718 expidió un breve dando permiso al diputado don Francisco Vargas Machuca para que a pesar de ser sacerdote ejerciese públicamente la medicina en Lima, y fue protomédico con jurisdicción en lo criminal.

CLEMENTE XII. Lorenzo Corsini. De antigua e ilustre familia de Florencia. Nació en Roma el 7 de Abril de 1652. Fue Prefecto del Tribunal de la gracia en 1690: nombrado Nuncio a la Corte de Viena donde no se le admitió: Arzobispo de Nicomedia; Tesorero general de la cámara apostólica en 1696: Clemente XI le creó Cardenal en 1706 con el título de Santa Susana que dejó después optando el de San Pedro en 1720. Se le nombró en 1723 Diputado de la congregación del concilio, pasó a la orden de los obispos y se le dio el Obispado de Frascati en 1725: un año después se le nombró Prefecto de la Signatura de justicia.

Por muerte de Benedicto XIII fue electo unánimemente Papa y Obispo de Roma al cabo de más de 4 meses de cónclave el 12 de Julio de 1730 a los 78 años y meses de su edad, día de la fiesta de San Juan Gualberto su deudo. Procedió contra los que en el anterior pontificado habían delinquido en el desempeño de sus deberes, y mandó hacer un riguroso examen de gastos de ese mismo periodo. El Papa afectaba guardar neutralidad en los asuntos de España y Alemania, pero dio pase por su territorio a un ejército español y lo negó a otro del Imperio. Después por una diferencia desagradable se mandó cerrar en Madrid el Tribunal de la Nunciatura; el Papa se negó a satisfacer y el Rey de España ordenó a sus súbditos sin exceptuar ni a los frailes saliesen del territorio pontificio. Clemente dispuso entonces se quitasen las armas de España y Sicilia de las partes en que se encontrasen: arreglose todo en 1738. Falleció en 6 de Febrero de 1740 y fue su sucesor Benedicto XIV.

CLEMENTE XIII. Carlos Rezzonico. Noble de Venecia donde nació en 1693. Había sido desde muy joven Auditor de Rota; y se le creó Cardenal presbítero por Clemente XII en 1737, y al poco tiempo Obispo de Padua. Fue el sucesor de Benedicto XIV en 16 de Agosto de 1758.

En su tiempo la Iglesia Caldea que dejó el culto griego, recibió las reglas del Católico Romano que tenía resuelto seguir. El año 1760 ocurrió el rompimiento de la Corte de Portugal con la de Roma por excesos cometidos por el Nuncio.

La predilección de Clemente XIII en favor de la orden de la compañía de Jesús, le atrajo grandes sinsabores y desavenencias con las Cortes —387→ católicas que determinaron su extinción desterrando a los miembros de aquélla. En nuestro primer tomo página 230 insertamos la pragmática sanción expedida por Carlos III en 27 de Febrero de 1767 para que se expulsara a los jesuitas de todos los dominios españoles. Verificado así, el Rey comunicó su resolución al Sumo Pontífice con fecha 31 de Marzo en los siguientes términos.

«Santísimo Padre. No ignora Vuestra Santidad que la principal obligación de un soberano es vivir velando sobre la conservación y tranquilidad de su Estado, decoro y paz interior de sus vasallos. Para cumplir yo, pues, con ella, me he visto en la urgente necesidad de resolver la pronta expulsión de todos mis reinos y dominios de todos los jesuitas que se hallaban en ellos establecidos, y enviarlos al estado de la Iglesia bajo la inmediata, sabia y santa dirección de Vuestra Santidad dignísimo padre y maestro de todos los fieles. Caería en la inconsideración de gravar la cámara apostólica, obligándola a consumirse para el mantenimiento de los padres jesuitas que tuvieran la suerte de nacer vasallos míos, si no hubiese dado, conforme lo he hecho, previa disposición para que se dé a cada uno durante su vida la consignación suficiente. En este supuesto, ruego a Vuestra Santidad que mire esta mi resolución sencillamente como una indispensable providencia económica, tomada con previo maduro examen y profundísima meditación, que haciéndome Vuestra Santidad justicia, echará sin duda (como se lo suplico) sobre ella, y sobre todas las acciones dirigidas del mismo modo al mayor honor y gloria de Dios, su santa y apostólica bendición».

Clemente XIII dio al Rey en 16 de Abril una contestación con título de breve que no esperaba recibir en el lenguaje preciso y excitante que aparece de la copia que ponemos a continuación.

«Entre todos los dolorosos infortunios que se han derramado sobre nosotros en estos nueve infelicísimos años de pontificado, el más sensible para nuestro paternal corazón es ciertamente el que nos anuncia la última carta de Vuestra Majestad, en la cual nos hace saber la resolución tomada de desterrar de sus dilatados reinos y estados a los religiosos de la compañía. ¿También vos hijo mío? ¿El rey católico Carlos III, que nos es tan amado, viene ahora a colmar el cáliz de nuestras aflicciones, a sumergir nuestra vejez en un mar de lágrimas y derribarla al sepulcro? ¿El religiosísimo, el piadosísimo Rey de las Españas, es por fin aquel que debiendo emplear su brazo, aquel brazo poderoso que le ha dado Dios para proteger y ensanchar su culto, el honor de la Santa Iglesia y la salvación de las almas, lo presta por el contrario a los enemigos de Dios y la iglesia para arrancar de raíz un instituto tan útil y tan adicto a la misma Iglesia? ¿Querrá por ventura privar para siempre sus reinos y pueblos de tantos auxilios espirituales que felizmente han sacado de los insinuados religiosos de dos siglos a esta parte, ya en el culto, ya en cuanto contribuye a la perfección de tales auxilios, con sermones, catecismos, ejercicios, instrucciones de piedad y letras a la juventud? Señor: ¡he aquí que nos hallamos a vista de un tan gran desastre exhaustos de fuerzas! Pero lo que nos penetra todavía más profundamente, es el considerar que el sabio, el clementísimo Carlos III, cuya conciencia es tan delicada y tan puras las intenciones, que temía comprometer su salvación eterna permitiendo el menor daño al más ínfimo de sus vasallos, ahora, sin examinar su causa, sin guardar la forma de las leyes, para la seguridad de lo perteneciente a todo ciudadano, sin tomarles declaración, sin oírlos, sin darles tiempo para defenderse, el mismo monarca haya creído poder exterminar absolutamente un cuerpo de eclesiásticos dedicados por —388→ voto al servicio de Dios y del pueblo, privándole de su reputación, de la patria y de los bienes que tenían, cuya posesión no es menos legítima que la adquisición. Éste, señor, es un procedimiento muy prematuro. Si no puede hallarse justificado para con Dios, juez supremo de todas las criaturas, ¿de qué servirán las aprobaciones de los que fueron consultados, de cuantos han concurrido a la ejecución, el silencio de todos los otros vasallos, la resignación de los mismos que han sufrido golpe tan terrible? Por lo que a nos toca aunque experimentamos un dolor inexplicable por este suceso, confesamos que tememos y temblamos por la salvación del alma de Vuestra Majestad que tanto amamos.

»Dice Vuestra Majestad que se ha visto obligado a tomar esta resolución por la necesidad de mantener la paz y tranquilidad en sus Estados. Vuestra Majestad acaso pretende hacernos creer que algunas turbulencias acaecidas en el gobierno de sus pueblos han sido movidas o fomentadas por algunos individuos de la compañía. Cuando esto así fuese, señor, ¿por qué no castigar los culpados, sin hacer caer también la pena sobre los inocentes? Nos lo protestamos ante Dios y los hombres. El cuerpo, el instituto, el espíritu de la compañía de Jesús, es del todo inocente; no sólo inocente, sino también pío, útil y santo, en su objeto, en sus leyes, en sus máximas. Por más esfuerzos que hayan hecho sus enemigos para probar lo contrario, no lo han conseguido para con las personas despreocupadas y no apasionadas en despreciar y detestar las mentiras y contradicciones con que han procurado apoyar una pretensión tan falsa... Mas la cosa está ya hecha, dirán los políticos, tomada la resolución y publicada la real orden: ¿qué diría el mundo si viese revocar o suspender la ejecución? ¿Y por qué no se ha de exclamar más bien: qué dirá el cielo? Pero en suma, ¿qué dirá este mundo? Dirá lo que dice sin cesar hace tantos siglos del monarca más poderoso del Oriente. Movido Asuero de los ruegos y lágrimas de Esther, revocó el decreto subrepticio de quitar la vida a todos los hebreos de sus dominios, y se granjeó la estimación del Príncipe justo y victorioso de sí mismo. ¡Ah, señor, qué ocasión es ésta para cubrirse de la misma gloria! Nos le presentamos, no los ruegos de la Reina su esposa, la cual desde lo alto de los cielos le recuerda quizá la memoria de su afecto a la compañía, sino los de la sagrada esposa de Cristo, los de la Santa Iglesia, la cual no puede ver sin lágrimas la total ruina que amenaza a un instituto del que ha sacado tan señalados servicios. Nos, señor, juntamos a aquéllos nuestros ruegos especiales y los de la Iglesia romana... Por tanto rogamos a Vuestra Majestad en el dulce nombre de Jesús... y por la Bienaventurada Virgen María... le rogamos por nuestra vejez, quiera ceder y dignarse revocar, o por lo menos suspender la ejecución de tan suprema resolución. Háganse discutir en tela de juicio los motivos y causas; dese lugar a la justicia y verdad para disipar las sombras de preocupaciones y sospechas; óiganse los consejos y amonestaciones de los príncipes de Israel, obispos, religiosos, en un negocio en que interesa el Estado, el honor de la Iglesia, la salud de las almas y la conciencia de Vuestra Majestad. Estamos seguros de que Vuestra Majestad vendrá fácilmente a conocer que la ruina de todo el cuerpo no es justa ni proporcionada a la culpa [si es que la hay] de un corto número de particulares».

Carlos III remitió este documento al Consejo para que acordara lo que debía contestarse. En 24 horas despachó la consulta de 30 de Abril de 1767, en que después de expresar «que carecía de aquella cortesanía de espíritu y moderación que se deben a un Rey como el de España e Indias... ornamento de su patria y de su siglo», añadía que debería —389→ haberse negado la admisión del Breve, «porque siendo temporal la causa de que se trata, no hay potestad en la tierra que pueda pedir cuenta a Vuestra Majestad de sus decisiones, cuando Vuestra Majestad por un acto de respeto dio noticia a Su Santidad de la providencia que había tomado como Rey en términos concisos, exactos y atentos». Y después de ir recitando uno por uno los fundamentos que se alegaban en el documento pontificio, y de hacer varios cargos graves a los religiosos de la compañía, decía el Consejo: «el admitir un orden regular, mantenerle en el reino, o expulsarle de él, es un acto providencial, y meramente de gobierno; porque ningún orden regular es indispensablemente necesario en la Iglesia, al modo que lo es el clero secular de los obispos y párrocos: pues si lo fuere, lo hubiera establecido Jesucristo como cabeza y fundador de la universal Iglesia. Antes como materia variable de disciplina, las órdenes regulares se suprimen como la de los templarios y claustrales en España; o se reforman como de los calzados, o varían en las constituciones que nada tienen de común con el dogma, ni con el moral, y se reducen a unos establecimientos píos con objetos de esta naturaleza, útiles mientras se cumplen, y perjudiciales cuando degeneran.

»Si uno u otro jesuita [añadía] estuviese únicamente culpado en la encadenada serie de bullicios y conspiraciones pasadas, no sería justo y legal el extrañamiento, no hubiera habido una general conformidad de votos para la expulsión y ocupación de temporalidades y prohibiciones de su restablecimiento. Bastaría castigar a los culpados, como se está haciendo con los cómplices, y se ha ido continuando por las autoridades ordinarias del Consejo... El particular de la compañía nada puede, todo es del gobierno, y ésta es la masa corrompida de la cual dependen todas las acciones de los individuos, máquinas indefectibles de la voluntad de los superiores.

»El punto de audiencia ya lo toca el Consejo extraordinario en su consulta de 29 de Enero, afirmando que en tales causas no tiene lugar porque se procede, no con jurisdicción contenciosa, sino por la tuitiva y económica, con la cual se hacen tales extrañamientos y ocupación de temporalidades, sin ofender en un ápice a la humanidad, aun en el concepto más escrupuloso, conforme a nuestras leyes».

Uno de los párrafos más notables de la consulta es el último de ella: «No sólo [dice] la complicidad en el motín de Madrid es la causa de su extrañamiento, como el Breve lo da a entender es el espíritu de fanatismo y de sedición, la falsa doctrina y el intolerable orgullo que se ha apoderado de este cuerpo. Este orgullo especialmente nocivo al reino y a su prosperidad, contribuye al engrandecimiento del ministerio de Roma; y así se ve la parcialidad que tiene en toda su correspondencia secreta y reservada al cardenal Torrigiani para sostener a la Compañía contra el poder de los reyes. El soberano que se opusiese sería la víctima de ésta, a pesar de las mayores pretensiones de la curia romana. Por todo lo que, señor, es el unánime parecer del Consejo, con los fiscales, que Vuestra Majestad se digne mandar concebir su respuesta al Breve de Su Santidad en términos muy sucintos, sin entrar en modo alguno en lo principal de la causa, ni en contestaciones, ni admitir negociación, ni dar oídos a nuevas instancias, pues se obraría en semejante conducta contra la ley del silencio decretado en la pragmática sanción de 2 de este mes, una vez que se adoptasen discusiones sofísticas, fundadas en ponderaciones y generalidades, cuales contiene el Breve; pues sólo se hacen recomendables por venir puestas en nombre de Su Santidad. A este efecto acompañaba el Consejo extraordinario con esta consulta la minuta... etc.».

—390→

Lejos de ceder el Rey en esta cuestión respondió al Papa.

«Beatísimo Padre: mi corazón se ha llenado de amargura y de dolor al leer la carta de Vuestra Santidad en respuesta a mi aviso de la expulsión de mis dominios mandada ejecutar en los regulares de la compañía. ¿Qué hijo no se enternece al ver sumergido en las lágrimas de la aflicción al padre que ama y que respeta? Yo amo la persona de Vuestra Santidad por sus virtudes ejemplares: yo venero en ella al vicario de Jesucristo: ¡considere, pues, Vuestra Santidad hasta dónde me habrá penetrado su aflicción! Tanto más descubriendo que ésta nace de la poca confianza de que yo no haya tenido para lo que he determinado, pruebas suficientes indestructibles. Las he tenido sobreabundantes, Beatísimo Padre, para expeler para siempre de los dominios de las Españas el cuerpo de dichos regulares, y no contener mi procedimiento a algunos solos individuos... Ha permitido la divina voluntad que nunca haya perdido de vista en este asunto la rigurosa cuenta que debo darle algún día del gobierno de mis pueblos, de los cuales estoy obligado a defender, no sólo los bienes temporales, sino también los espirituales: así... he atendido con exacto esmero a que ningún socorro espiritual les falte, aun en los países más remotos. Quede, pues, tranquilo Vuestra Santidad sobre este objeto, ya que parece ser el que más le afecta, y dígnese animarme de continuo con su paternal afecto y apostólica bendición. El Señor conserve la persona de Vuestra Santidad para el bueno y próspero gobierno de la Iglesia universal.- Aranjuez, 2 de Mayo de 1767».

Clemente XIII perdió en 1768 el Condado de Avignon y el Principado de Benevento por sus injustas pretensiones sobre los estados de Parma. Falleció repentinamente el 2 de Febrero de 1769 a los 76 años de su edad.

Este Pontífice en 1758 elevó el convento de misiones de Ocopa en Jauja a colegio de propaganda fide.

En 10 de Marzo de 1762 expidió un breve dirigido al patriarca de las indias, que empieza Quoniam para que él fuese el Capellán Mayor y Vicario General de los ejércitos de España, concediéndole grandes facultades y privilegios, como a sus sucesores, para que las ejerciesen con los militares por 7 años, asunto sobre el cual hubo competencias suscitadas por algunos arzobispos. Decidió las cuestiones el Papa en otro breve de 14 de Marzo de 1764 Apostolicae que también mandó el Rey se cumpliera por orden de 27 de Diciembre de ese año. Las dichas facultades se prorrogaban de siete en siete años, y según ellas podía el patriarca absolver en los casos reservados al Pontífice, dar indulgencia plenaria en artículo de muerte, etc. El Arzobispo de Lima era Teniente Vicario General de las tropas del virreinato.

CLEMENTE XIV. (Lorenzo Ganganelli). Nacido en Sant Arcángelo, aldea del territorio de Rímini, en Octubre de 1705. Entró joven en la orden religiosa de San Francisco en la cual pasó largos años dedicado al estudio y al ejercicio de las virtudes sacerdotales: era amable, de mucho ingenio, literato y artista. Cretineau-Joly dice que se apoderó de él la idea de que había de ser llamado a renovar la historia de Sixto V. Que este pensamiento secreto le guió en los principales actos de su vida, y que aunque intentó desecharlo, sus pasos le volvían de continuo a él. Refiere que siendo profesor en el convento de San Buenaventura de Roma, defendiendo unas conclusiones teológicas que dedicó al General de los jesuitas, hizo grandes elogios a los padres de la compañía: agrega que debió la púrpura a las recomendaciones de éstos y particularmente a su general Ricci. Ferrer del Río en la historia del reinado de Carlos III dice: que Ganganelli rehusó dos veces el generalato de su orden: que era —391→ «profundo en sabiduría sin afectación; en la modestia puro, en las costumbres festivo y obsequioso; en el trato conciliador por naturaleza; ilustraba a las congregaciones cardenalicias, exponía mansamente sus ideas para persuadir y no exasperar a los contrarios; era querido y admirado por los personajes ilustres que visitaban su celda». Ferrer no niega las aspiraciones que el otro escritor le atribuye, y que desde luego nada de opuesto tienen a las prendas que poseía Ganganelli.

A la muerte de Clemente XIII se agitaba la gran contienda que quedó en pie sobre la extinción de la orden de los jesuitas pedida por los soberanos Borbones que los habían expulsado de sus dominios. La elección de un nuevo pontífice se debía esperar fuese una tempestad producida por los artificios de los gabinetes y mentes de aquellos monarcas, y por las diestras intrigas que ponían en obra los de la compañía. Pero mientras éstos tenían poderosas razones para mirar sin recelo ni sospechas al sagaz y entendido cardenal Ganganelli, lo mismo pasaba en las consejos de los diplomáticos que en Roma manejaban los intereses aunados de sus respectivas cortes. Y así en vez de una borrascosa lucha de ánimos y designios inconciliables, la elección favoreció unánimemente al hombre que merecía la confianza de los jesuitas, y era el mismo aceptado por los reyes mediante la penetración y habilidad de sus ministros, que tenían seguridades y hasta prendas de las intenciones del candidato de ningún modo hostil a sus intentos. Largo sería discurrir acerca de esta maravillosa conformidad en asunto de tanta magnitud, y que da la medida de la elevada capacidad y valer del que ocupó la sede apostólica bajo el nombre de Clemente XIV en 19 de Mayo de 1769.

Las circunstancias no podían ser más críticas y peligrosas. Portugal irritado contra la corte romana meditaba crear un patriarcado, y no comunicarse con el Papa sino por medio de preces: la Francia apoderada del Avignon y quejosa por los sucesos de Parma, manifestaba el más vivo enojo: Nápoles retenía a Benevento y Ponte-corvo: Parma quería una retractación del mismo Papa cual era anular el Monitorio: Venecia quería reformar por sí las comunidades de regulares; y la Polonia en varias gestiones tendía a poner límites a la potestad pontificia: Clemente XIV con su sabiduría y tacto político fue venciendo tamañas dificultades, contentó a los monarcas y defendió los derechos de la Iglesia restableciendo la paz de ella. Mas para tomar la deliberación final de extinguir la orden de la compañía de Jesús, se presentaban obstáculos de gravedad que afligían al Papa poniendo su espíritu en una cruel inquietud. Hacía más penosa su comprometida situación la exigente demanda del Rey de España y otros príncipes católicos, los ardides y trazas de sus ministros en Roma para precipitar el despacho y estrechar a Clemente, desoyendo sus reflexiones y deseos de ocurrir a providencias parciales y preparatorias que librasen su último fallo del carácter de una inconsulta violencia.

Carlos III había hecho expulsar a los jesuitas de Nápoles y de Parma: había trabajado con éxito en la corte de Viena para que prestase su adhesión a la providencia general que se negociaba en Roma; Carlos III que era el motor principal que con perseverancia inquebrantable marcaba el movimiento de los gabinetes, triunfó de las contrariedades y redujo a la nulidad e impotencia todas las hábiles combinaciones y los recursos de los jesuitas para aplazar una decisión que el tiempo podría frustrar. El ministro Choiseul decía al Embajador francés que el Papa era débil o falso: y le mandaba fijase el plazo de seis semanas para que resolviera la cuestión de los jesuitas, previniéndole que en caso de no hacerse así, el Rey retiraría a sus ministros de la corte de Roma. Carlos III supo elegir para la legación española que había vacado, a un hombre que por sus —392→ cualidades especiales no habría tenido igual por más que se le buscara. Éste fue don José Moñino después Conde de Florida-blanca el cual intimidó a los jesuitas y oprimió de tal manera al Pontífice, que hallándose enfermo de una erupción herpética que le obligaba a tomar baños fuera de Roma, tuvo que mostrarle los brazos desnudos para que viendo la realidad de su padecimiento, se abstuviese de creerlo un pretexto para tomarse el tiempo que aún deseaba, con el fin de fundar acertadamente sus deliberaciones.

En el artículo tocante a Carlos III hemos indicado (página 190) que el autor de la Moderna historia general de España publica en ella documentos de importancia en que están recopiladas las terribles acusaciones que se fulminaron contra los jesuitas, y todos los sucesos que ocurrieron hasta la decisión de tan ruidoso asunto. El Rey de España había pedido dictamen a los arzobispos y obispos, y éstos en número de 34 aprobaron el extrañamiento, no así 14 que estuvieron en contra opinando se hiciera una reforma en la compañía para remediar todos sus abusos.

Ninguno de los primeros se señaló más que el Obispo de Segovia, quien resumiendo todos los cargos hechos a los jesuitas, los designaba como «perturbadores de los pueblos, enemigos de los obispos, maestros de una moral perversa, caudillos de conspiraciones, codiciosos de caudales, defraudadores de la Real Hacienda y por último como pestilente contagio de la Iglesia católica, etc.». También el de Mondoñedo dando las gracias al Rey por la expulsión, dijo «que las ideas y la política de los jesuitas eran incompatibles con la tranquilidad pública y con la pureza de la fe y de la religión».

El hostigado Pontífice puso término a su angustiosa situación mandando formular la bula de extinción de la compañía, sirviendo la minuta que antes se había avanzado Moñino a presentarle, y que él rehusó examinar entonces. Dudaba el Papa sobre el modo de expedir dicha bula y el mismo ministro español le inclinó a que la publicara por letras in forma brevis. Así se acordó, y la minuta se envió en 11 de Febrero de 1773 al rey Carlos III, quien dirigió copias y las envió con cartas autógrafas a los soberanos que estaban ligados con él. Recibidas en Roma las contestaciones, firmó Su Santidad en 21 de Julio de dicho año el breve Dominus ac Redemptor Noster por el cual quedaba suprimida la compañía en todo el orbe cristiano, y se publicó el 16 de Agosto.

El Papa temió mucho que su determinación pudiera atribuirse a algún pacto secreto hecho en el cónclave de su elección, pero estos recelos hubo quienes cuidaran de desvanecérselos.

Tomaremos del historiador la Fuente el ligero extracto que sigue: «En este memorable breve, después de hacer el Pontífice una sucinta historia de la orden de la compañía desde su institución; después de citar ejemplares de supresiones de órdenes religiosas, hechas por otros papas en uso de la plenitud de su potestad, y sin seguir un proceso por los trámites judiciales; después de referir las quejas que ya en el siglo XIV se habían dado contra los regulares de San Ignacio, y que movieron a Felipe II de España a pedir una visita apostólica, que concedió el papa Sixto V, y no se realizó por su muerte; después de mencionar la nueva confirmación de la compañía hecha por Gregorio XIV, y el clamoreo que había seguido contra su doctrina, no obstante la prohibición que prescribió aquel Papa de impugnar directa ni indirectamente el instituto y sus constituciones; después de manifestar que las bulas de varios pontífices desde Urbano VIII hasta Benedicto XIV, condenando el afán de los regulares de la compañía de adquirir bienes temporales y mezclarse en los negocios del siglo, habían sido insuficientes —393→ e ineficaces; después de mencionar los tumultos y desórdenes que en más reciente tiempo les habían sido atribuidos y que habían movido a los soberanos de Francia, Portugal, España y Nápoles a expulsarlos de sus estados, y a solicitar de su antecesor Clemente XIII su total extinción, que quedó en suspenso, y se había renovado con instancia en sus días; después de ponderar cuánto tiempo y con cuán maduro examen había reflexionado el punto de la extinción, pidiendo en sus oraciones luces y auxilios al cielo para proceder con acierto en tan delicada materia, a fin de afirmar el sosiego en la Iglesia y en los estados; después de asegurar su convencimiento de que la compañía de Jesús no podía ya producir los frutos saludables para que fue instituida, y de que su supresión era necesaria para el restablecimiento de la paz y concordia entre la Iglesia y los tronos; había resuelto, con maduro acuerdo y ciencia cierta, y con la plenitud de sus facultades apostólicas, suprimir y extinguir la citada compañía de Jesús: en cuya virtud anulaba todos sus oficios, empleos, ministerios, constituciones, usos y costumbres; dictaba las providencias conducentes a fijar la suerte de los religiosos suprimidos, según sus clases; prohibía so pena de excomunión mayor suspender la ejecución de la providencia bajo cualquiera color o pretexto que fuese; y escribir en pro o en contra de la medida; y exhortaba a todos los príncipes a su exacto cumplimiento, y a los fieles a que, guiados por el espíritu de la caridad evangélica, depusieran toda enemistad, discordia y acechanza».

Tal fue el famoso breve de Clemente XIV, por unos calificado como «modelo de argumentación vigorosa y de santa doctrina», por otros como dechado de meditada iniquidad según la opuesta y encontrada manera de ver cada uno esta ruidosa cuestión. Es lo singular que el fogoso defensor de los jesuitas Cretineau-Joly, después de haber llamado iniquidad a este acto de Clemente XIV dos veces en una misma página (tomo V, página 353), a las pocas páginas (en la 376 del mismo tomo y capítulo) dice muy seriamente: «llenos de respeto hacia la autoridad pontificia, nos abstenemos de juzgar un acto emanado de la silla apostólica».

Quedó abierto un vastísimo campo a la invención y circulación de falsas especies acerca del abatimiento del anonadado y arrepentido pontífice presagiándosele una muerte pronta y desastrosa. Llegó a decirse que vivía en la mayor amargura: poníanse en su boca, diferentes palabras supuestas maliciosamente, y se propalaba la voz de que había perdido el juicio. Por el contrario, su salud era buena y nada había de tristeza en su espíritu. En 1774 se le vio ir a su antiguo convento a entonar el Te Deum en acción de gracias por habérsele devuelto Avignon y Benevento: y conservaba bien guardado en Sant'Angelo al General de la compañía, lo cual no era por cierto indicio de terror ni de aflicción. Daba audiencias, celebraba misa todos los días, hacía las funciones de Semana Santa, etc.

En Agosto de ese año se veía decaer su salud, y el mal que lo asaltó tomó creces hasta que en 22 de Setiembre acaeció su fallecimiento a los 69 años de edad. Nadie pudo negar que había expirado tranquila y santamente; y los enemigos de los jesuitas tenaces en desconceptuarlos supusieron que el Papa había muerto por un envenenamiento, fingiendo creer que ellos eran los autores de semejante crimen... ficciones propias del espíritu de partido, el cual sin duda movió a los apasionados a la compañía, para forjar también las fábulas que circularon sobre los remordimientos que atormentaban al Papa: especies todas vulgares que no caben dentro de la historia, como destruidas por hechos irrefragables. —394→ Sucedió al Papa el cardenal Ángel Braschi (Pío VI). Caraccioli publicó en París en 1775 la vida de Clemente XIV con una colección de cartas que parece no tienen la necesaria autenticidad.

El papa Clemente XIV expidió un breve en virtud del cual el sexto concilio Limense de 1772 designó como iglesias de asilo las de la Catedral y San Marcelo. A este Pontífice se hicieron en Lima solemnes exequias el año de 1776 en el templo de San Francisco.

CLEMENTE. El padre Claudio, de la compañía de Jesús. Fue autor de la Tabla Cronológica de los descubrimientos, conquistas, fundaciones poblaciones y otras cosas ilustres así eclesiásticas como seglares de las Indias Orientales, islas y tierra firme del mar océano desde el año de 1492 hasta el de 1642, con un apéndice sobre la riqueza de las Indias. Publicose en Madrid en 1645. El doctor don Diego José Dormer la adicionó en 1677, y el licenciado Vicente Miguel José Valenciano las ilustró y añadió hasta el año 1689 en que las imprimió con parte del testamento de la reina doña Isabel y algunas cartas de Carlos V y Felipe II.

CLERK. Jacobo Eremita. Almirante holandés, de quien se dijo haber sido fraile. Armó en Amsterdam una escuadra de once buques con 294 cañones, 1.637 hombres de infantería disciplinada. Vino a la mar del Sur por el estrecho de Maire que pasó en Febrero de 1624. El historiador de Chile Gay dice que esta escuadra se avistó en aquella costa por Febrero de 1623, y citando a otro (Carvallo) refiere que salió de Amsterdam el mismo año en 29 de Abril, que pasó por el cabo de Hornos y que trajo más de diez mil hombres. Agrega con la autoridad de Carvallo y también de Quiroga, que al ganadero que dijo haber visto los buques desde la costa de San Antonio, lo ahorcaron sin piedad por la alarma que causó aquel aviso que se declaró haber sido falso. Llegó Clerk a la isla de Juan Fernández, donde refrescó y combinó su plan de ataque al Callao con intención de saquear la ciudad de Lima. Fondeó en la isla de San Lorenzo el día 7 de Mayo de 1624. El Virrey Marqués de Guadalcázar con aviso que tuvo de los vigías, dispuso que los puertos del Perú fuesen guarnecidos por tropas de milicias y que en algunos se formasen baterías; levantó regimientos de caballería para que acudiesen a impedir el desembarco donde se intentase, y trasladó al Callao las tropas regladas de infantería española que había en Lima: reunió allí algunos miles de hombres armados de milicias y paisanos, e improvisó fuerzas sutiles. Formáronse en Lima compañías hasta de los estudiantes de la Universidad y colegios que estuvieron sobre las armas mientras duró el peligro.

Clerk se conservó delante del Callao bloqueándolo y tomando los buques que llegaban, pero no trató de hacer desembarco. En este puerto no había más buques de guerra que el galeón «Nuestra Señora de Loreto» de 40 cañones, y el patache «San Bartolomé» de ocho: los navíos «San José» y «San Felipe» acababan de salir para Panamá llevando caudales. Mandó algunos buques a Guayaquil y luego a Pisco con el proyecto de robar en dichas poblaciones: mas sus vecinos se portaron valerosamente y escarmentaron a los invasores. Defendió Guayaquil el capitán don José Castro que estaba construyendo un galeón de guerra. El Virrey envió a Pisco al maestre de campo y correo mayor de las Indias don Diego de Carvajal, Caballero de la orden de Santiago, quien después de retirar de los almacenes de Chincha los azogues que allí había, entendió en la defensa de aquel puerto, en la cual tomaron parte desde las trincheras varios frailes de San Francisco, habiendo muerto en el choque de un balazo fray —395→ Juan de Salas. El enemigo desistió de su empeño y salió de Pisco después de perder alguna gente.

Entre tanto lanzó contra el Callao un brulote semejante a los que en el sitio de Amberes inventó el flamenco Federico Jambelo: pero fue rechazado desde el fuerte Guadalcázar, y las corrientes lo llevaron a Bocanegra en donde reventó sin otros efectos que el estremecimiento que se sintió y la iluminación de aquellas playas. Desesperado Clerk y conociendo la inutilidad de los ataques que varias veces puso en obra, sin haber logrado otra cosa que quemar algunos de los buques que estaban anclados, murió repentinamente el 2 de Junio de 1625. Sepultósele en la isla de San Lorenzo, y recayó el mando de su escuadra en Ghen Huigen, otro holandés, que a los pocos días después de ahorcar a varios prisioneros, se retiró con los buques y pasó el cabo de Hornos felizmente. Registrando las costas del Brasil, asaltó la ciudad de Bahía de Todos Santos, y habiéndola recuperado el siguiente año don Fadrique de Toledo, dejó Huigen los mares de América y se restituyó a Amsterdam con sus pocos restos.

Fray Buenaventura Salinas y Córdova, célebre escritor limeño, imprimió una relación bastante prolija de las operaciones del almirante Clerk en el Pacífico y de sus ataques al Callao y otros puertos. Hállase también noticia de ellas en el tomo IV de los viajes de dicho marino. El oidor de Lima don Martín López de Iturgoyen y don Francisco Fernández de Córdova escribieron sobre el mismo asunto.

CLERKE. Carlos Henrique. Nacido en San Maló de Francia. Con una fragata de 40 cañones salió de Jamaica y entró al Pacífico por el estrecho de Magallanes en 1670. Trajo órdenes del gobierno inglés para observar y demarcar los puertos de las costas de Chile y del Perú. Fondeó en Valdivia e hizo un desembarco. El Gobernador le aprisionó después de haberle muerto mucha gente, y lo envió a Lima donde se le dio garrote en la cárcel sacándolo luego a la Plaza Mayor en 8 de Mayo de 1682. Cuando se le puso en capilla por primera vez en 22 de Abril, se mandó suspender la ejecución para que explicase el contenido de unos papeles que se le encontraron escritos en cifras desconocidas. Entonces juró que era católico y sacerdote y que se llamaba fray José de Lizarazo. Después de dudas y cuestiones que por esto se suscitaron, sufrió tormento el 5 de Mayo por disposición de las tres salas de la Audiencia, y aseguró que había dicho todo eso por astucia para salvar la vida después de once años de prisión, y que un religioso le había sugerido tal arbitrio. Declaró también que su verdadero nombre era Oliverio Belin. Él había estado como particular en el Perú años antes ocupándose de diferentes especulaciones.

CLIPERTON. Juan. Pirata inglés. Pasó el cabo de Hornos y entró al Pacífico con una fragata de 40 cañones. Apresó cerca de Guayaquil en 1720 un navío que navegaba al Callao conduciendo al Marqués de Villa-Rocha, que acababa de servir la presidencia de Panamá. Cliperton desembarcó en Nicoya a la Marquesa con su equipaje. Cruzó en seguida por las costas de Chile, y volviendo de nuevo hacia Panamá tomó delante de Paita otro navío en que iba para Guayaquil la Condesa de las Lagunas esposa de don Nicolás Ontañón, Gobernador de Popayán, y a la cual dejó el pirata pasar a tierra con sus pertenencias.

El arzobispo virrey don fray Diego Morcillo, despachó tres buques armados al mando de don Bartolomé de Ordinzú, que reforzó después con otros dos, el uno la fragata «Águila Volante» a cargo del capitán don Nicolás —396→ Gerardino, y el otro que salió después al mando del general don Pedro Medranda. Pero fue tarde, porque Cliperton se había dirigido a las costas septentrionales, habiéndosele escapado en las islas Marianas el Marqués de Villa-Rocha de quien esperaba un buen rescate. La escuadrilla que salió del Callao a perseguirle, recorrió las costas de Panamá, Chile y el Perú, sin resultado alguno.

COBO. El padre Bernabé, de la compañía de Jesús. Nacido en Lopera (reino de Jaén) el año 1581. Fue misionero en México algunos años y después en el Perú. Dedicado a la historia natural, escribió acerca de ella diez tomos que no se imprimieron. Cabanilles dando noticia de las tareas de Cobo, compatriota suyo, sacó del olvido su nombre y en memoria de los servicios que había prestado como botánico, denominó Cobocea a un nuevo género de plantas mexicanas que pertenecen a la familia de los jazmines. Cobo era muy versado en las letras y reunía otras cualidades que lo hicieron más recomendable. Escribió la historia de la fundación de Lima concluyéndola en 1639. Fue uno de los confesores que tuvo Santa Rosa; y falleció en esta capital el 9 de Setiembre de 1657.

COBO. Juan. Capitán avecindado en el Cuzco. Sin poder dar noticia del curso de su carrera en el Perú, escribiremos de él lo que nos refieren Herrera y Garcilaso. El año de 1553 fue uno de los partidarios y colaboradores con que contó don Francisco Hernández Girón para la revolución de que fue caudillo en ese año y estalló en aquella ciudad. Abierta campaña sobre la capital, estaba en Ica una fuerza realista al mando de don Pablo Meneses, y Girón dispuesto a atacarla en su repliegue, envió a varios de descubierta con Juan Cobo el cual en una emboscada aprisionó a Lope Martín Pereyra y a un Villarreal. Girón sin haber querido verlos los hizo degollar; y la cabeza de Pereyra la trajeron en un palo hasta Villacurí donde sufrió Meneses una sorpresa. Habiéndose retirado Girón a Nasca, pasó Juan Cobo a Lucanas en demanda de la cooperación de los indios; mas estos no quisieron adherirse a la causa de los rebeldes. Cuando más tarde Girón venció en Chaquinga al mariscal Alvarado mandó al capitán Cobo a Guamanga; pero éste no llenó en el todo la comisión que llevaba, retirándose de allí por temor de la tropa contraria con que le amenazó Antonio Quiñones.

Desbaratado Girón en Pucará y prófugo como sus cómplices, el capitán Cobo cayó prisionero en su huida y el general Meneses lo hizo matar como a muchos otros.

COBOS. Don Francisco de los, Marqués de Camarasa. Concediole el emperador Carlos V en propiedad y para su provecho, el uno y medio por ciento que se recaudase en América de las pastas de plata y oro, a las cuales se impuso aquella cuota por derechos de fundidor, marcador y ensayador mayor, y como estas operaciones se hacían de cuenta de los dueños de la plata y del oro, resultaba que Cobos no tenía obligación ni gravamen alguno.

Posteriormente se incorporó esta renta a la corona, y fue uno de los ramos de la Real Hacienda del Perú desde el año de 1552; habiéndose indemnizado previamente al referido Cobos de la entrada de que gozaba. Éste fue el origen de la denominación de «Cebos» que tuvo siempre en el Perú el indicado impuesto. Escalona en su Gazofilacio dice que el Marquesado de Camarasa lo dio el Rey a Cobos en recompensa cuando reasumió aquel derecho. Cobos era el hombre de más influjo ante monsieur Chièvres, el primer valido del Emperador, y en unión del obispo Fonseca —397→ consiguió se creara un consejo especial para los asuntos de Indias presidiéndolo el mismo Fonseca (1524). Don Francisco de los Cobos fue Comendador Mayor de León, Secretario del Supremo Consejo de las Indias en cuyo cargo reemplazó al comendador Lope de Conchillos. También fue el segundo Canciller Mayor de Indias elegido años después de haberlo sido el conde Mercurino de Gatinara: y a los que eran sus tenientes se vendieron estos oficios para que los poseyeran en las once audiencias de América que se crearon en el siglo XVI. Cobos protegió a don Pedro Alvarado a quien se dio título de Adelantado y el gobierno de Guatemala con motivo de su matrimonio con doña Francisca de la Cueva de Úbeda. No sólo disfrutó el comendador Cobos las mercedes ya dichas como favorecido de Carlos V. Logró permutar la dádiva que le había hecho de 20 mil ducados, con la grana y otros colores que se hallasen en México, con las rentas rezagadas de las Indias, con las penas de cámara, contratos del palo Brasil y con otros productos nuevos de América.

Permitiósele traer a las Indias doscientos negros libres de todo derecho, y se le dieron las salinas descubiertas y por descubrir en las provincias de Nicaragua; y en la costa del mar del Sur cien leguas de tierra para sí, sus herederos y sucesores; y estas gracias se le concedieron también para toda la costa firme sin más condición que pagar al Rey sus quintos (Herrera, década 4.ª, libro 5.º, página 84). Nos hemos detenido en esta materia, para dar una prueba más de lo que se hacía con las riquezas de América, y cual era el grado de escándalo con que disponían de ellas los favoritos de Carlos V.

Cuando se supo en la Corte la destitución del virrey Blasco Núñez Vela y la rebelión de Gonzalo Pizarro, se reunió una junta de altos funcionarios para tratar de esos sucesos y del modo de remediarlos. Cobos, uno de los concurrentes, opinó como varios otros, que se derogasen las ordenanzas y se comisionasen personas capaces para que viniesen a conjurar el peligro, ya que el enviar una expedición fuerte para sosegar el país por medio de las armas ofrecía mucha demora, dificultades y contingencias. En cuanto a Cobos hay la particularidad de que al ventilarse las cuestiones promovidas por fray Bartolomé de las Casas que terminaron con la sanción de dichas ordenanzas, él asistió a los debates como Secretario del Emperador, y su dictamen fue contrario y opuesto a que se expidiesen: porque (como otros también experimentados de las cosas de América) conocía los efectos que debían esperarse de la altivez de los conquistadores y demás vecinos interesados en la servidumbre de los indios.

COCKSON, Jawkins, Sharp, Watlin, y otros piratas ingleses que acompañaron a Henrique Morgan en su invasión al istmo de Panamá en 1670. Salieron de Jamaica el 23 de Marzo de 1679 con nueve bajeles, siendo jefe de la escuadra el primero. Navegaron a la costa del Darien, y el 19 de Abril se apoderaron de la ciudad de Santa María. No habiendo hallado los tesoros que se prometían, vinieron a la mar del Sur, y pasando hasta Panamá destruyeron varios navíos del Callao que estaban allí fondeados. Bloquearon por diez días la ciudad, y no pudiendo rendirla, Cockson hizo dimisión del cargo de Almirante. Sucediole el capitán Jawkins quien murió poco después. Le reemplazó Sharp, el cual condujo la armada a Arica: intentó hacer una sorpresa de noche, pero fue rechazado. Pasó a Ilo donde recogió algunas provisiones, y se retiró a la isla de Juan Fernández, habiendo robado cuantos buques mercantes encontró. Fue depuesto del mando y le sustituyó Watlin quien se vino a Arica nuevamente: mas la empresa fracasó otra vez porque en —398→ el asalto que emprendió fue repelido con pérdida de bastante gente. Invadió luego a Paita en cuyo puerto fue muy vigorosa la resistencia que se le opuso. Con este nuevo desengaño navegó hacia el estrecho; y no pudiendo entrar a él, dobló el cabo de Hornos y regresó a Europa.

COCHRANE. Lord Guillermo. Conde de Dundonald, Gran cruz de la orden del Baño, de la Imperial Brasilera del Crucero, y de la real de San Salvador de Grecia, Almirante de la escuadra Roja, Contraalmirante de la Gran Bretaña, etc. Nació en Annsfield Sanarkshire el 14 de Diciembre de 1775, y falleció en 31 de Octubre de 1860. Escribió memorias de su carrera naval, y publicó las que comprenden las épocas de sus servicios en el Pacífico y en el Brasil, y las que llevan el título de Historia de un marino que abrazan desde su nacimiento hasta que ingresó al servicio de la República de Chile. No le alcanzó la vida para concluir sus apuntamientos relativos al tiempo en que estuvo en la guerra de Grecia.

En las memorias relativas a sus operaciones en el Pacífico que se han impreso por separado en español (París, año de 1863), se halla lo relativo a las campañas que lord Cochrane hizo en las costas del Perú, ataques al Callao, toma de la fragata «Esmeralda», persecución de las fragatas «Prueba» y «Venganza», entrada en Lima del ejército argentino-chileno, proclamación de la independencia, rendición del Callao, etc., etc.

Censura la conducta del general don José de San Martín como caudillo militar, en lo respectivo al modo de dirigir las operaciones contra el ejército español, y como Jefe del gobierno que estableció arbitrariamente en Lima. Da razón de sus resentimientos con este General, revelando multitud de incidencias de más o menos interés para el conocimiento de la historia de esa época. Se leen también en dicha obra, las causas que promovieron las continuas discordias de lord Cochrane con el general San Martín, y lo que toca al rompimiento final entre ambos, hasta que el primero se regresó a Chile. Acerca de los servicios del Almirante y otros pormenores, trataremos en la segunda parte de nuestra obra que es el lugar que corresponde a estas materias.

COELLO. Don Francisco. Natural de Salamanca. Fue Colegial del Mayor de Cuenca de aquella universidad, por los años de 1586. Vino al Perú de Alcalde del crimen de la Audiencia de Lima en 1591. Sirvió también la Asesoría general del virreinato en el gobierno de los virreyes Marqués de Cañete y Marqués de Salinas, y disfrutó de crédito por su literatura, prudencia y juicio. Solórzano lo elogió en su Política indiana, libro 2.º, capítulo 16, número 1. Escribió una obra docta en defensa de los indios, sosteniendo que no debía precisárseles al trabajo personal de minas, y combatió las opiniones del padre Miguel de Agia quien se retractó de ellas en cuanto a las de azogue. Estando promovido a plaza de Oidor de la misma Audiencia, dejó en 1602 la toga por la sotana de la compañía de Jesús, y Santo Toribio le ordenó de sacerdote en 1604. Murió en Lima el 19 de Junio de 1622. Escribió la vida de Coello el padre Anello de la Oliva en el capítulo 20, tomo 3.º de su obra Varones ilustres de la compañía de Jesús del Perú.

COELLO DE REYNALTE. Don Pedro. Este individuo escribió un discurso que existe en la librería de Barcia, pretendiendo probar que las viñas causan en el Perú grandes daños.

COIG Y SANSÓN. Don Luis. De la orden de San Hermenegildo. Llegó al Callao en 10 de Octubre de 1817, mandando la fragata «Esmeralda» de 38 —399→ cañones, cuyo buque salió de Cádiz el 6 de Mayo y convoyó las 6 fragatas trasportes que trajeron de España con escala en Arica el primer batallón del regimiento de Burgos 21 de línea, con su coronel don José María Beza, un escuadrón de Lanceros del Rey, y una compañía de artillería volante. Los trasportes fueron la «Primorosa Mariana», la «Castilla», «Comercio», «San Juan Bautista», «San Fernando» y la «Nueva Reina de los Ángeles». La «Esmeralda» escoltó a fines de ese año la expedición que fue a Chile bajo las órdenes del brigadier don Mariano Osorio: y después de la derrota que sufrió éste en Maypú, hallándose cruzando delante de Valparaíso, fue sorprendida el 27 de Abril de 1818 por la fragata chilena «Lautaro» de 52 cañones y 318 hombres de tripulación. Después de algunos cañonazos, dio un abordaje el mismo capitán O'Brien que la mandaba, y por consecuencia de la refriega, quedó dueño de la cubierta de la «Esmeralda» y tremolando en ella el pabellón chileno. Se habían refugiado los españoles al entrepuente, considerándose vencidos, cuando una violenta marejada separó en esos momentos a la «Lautaro». Como este incidente diese bríos a la marinería y tropa de la «Esmeralda», subieron a batirse nuevamente, y recuperaron su posesión matando a O'Brien y a muchos otros.

La «Lautaro» se volvió a Valparaíso y la «Esmeralda» a Talcahuano. Era aquélla una fragata alterosa, de las del tráfico de la India, denominada «Wyndham»: la acababa de comprar y armar el gobierno de Chile; y cuando salió a dar su golpe de mano, se conservó con la bandera inglesa hasta que se puso al costado del buque español. A bordo de éste se creyó fuese la de guerra británica «Anphion», que a la sazón se hallaba en Valparaíso, mandada por el comodoro Bowles: y es tanto más extraño no la conociesen, debiendo haber gran diferencia de una a otra, cuanto que varios historiadores dicen que ya otras veces se había comunicado con la «Esmeralda», con motivo de ocurrencias del bloqueo. Acompañaba a esta fragata el bergantín «Pezuela» de 18 cañones, el cual al principiar el combate, se alejó dirigiéndose a Talcahuano.

El capitán de fragata don Luis Coig fue ascendido a Capitán de navío por el virrey Pezuela en una promoción que hizo a fines de Diciembre de 1819. Un año después bloqueaba el Callao la escuadra de Chile comandada por lord Cochrane.

La «Esmeralda» ocupaba lugar en el fondeadero, lo mismo que otros buques de guerra de menor porte, y 24 lanchas cañoneras: la línea la cubría una cadena, y la protegían los fuegos de las fortalezas Real Felipe, San Miguel y San Rafael, y las baterías del Arsenal y San Joaquín.

A las once de la noche del día 5 de Noviembre de 1820, lord Cochrane con 240 hombres voluntarios bien armados, a las órdenes de los capitanes de navío Crosby y Guisse y en ligeras embarcaciones menores, se aproximó al fondeadero cubriéndose cuanto fue posible con las fragatas de guerra «Macedonia» norteamericana, e «Hyperión» inglesa. Luego sorprendió Cochrane una lancha, allanó el obstáculo de la cadena, y dio de improviso sobre la «Esmeralda» abordándola él por un costado y el capitán Guisse por otro. El choque fue terrible durante 19 minutos: muchos los muertos y heridos, y la tripulación española vencida, quedando 173 hombres prisioneros. Cochrane recibió una herida en un muslo.

La fragata, rotos los cables de sus anclas por Guisse, se hizo a la vela y salió del puerto con dos cañoneras también apresadas, a pesar del vivo fuego de la artillería de tierra. Tenía a su bordo provisiones para tres meses, y repuestos para dos años. Cuidó Cochrane de poner en los topes de la «Esmeralda» el mismo número de faroles que la «Hyperión» y la «Macedonia», a fin de que desde las baterías del Callao no se hiciese distinción —400→ entre aquélla y éstas. Los faroles eran una señal convenida para que en caso de combate no recibiesen daño las fragatas neutrales.

El comandante Coig quedó herido de las piernas de un astillazo causado en la cubierta por un tiro de cañón salido de una lancha o de los castillos. Esta circunstancia le valió para que se le remitiese a tierra con todos los demás heridos, habiendo el virrey Pezuela aceptado un canje de prisioneros propuesto por el almirante Cochrane.

Al siguiente día de este clásico hecho, que dejó espantados a los españoles, ocurrió un caso cuya indignidad fue muy remarcable, y sin duda efecto de despecho. Al atracar al muelle un bote de la fragata «Macedonia», fue recibido a balazos, y murieron un oficial que en él venía y varios marineros. Era admitida en el Callao generalmente la idea de que los norteamericanos habían sido cómplices en el suceso de la «Esmeralda».

Don Luis Coig luego que se restableció de su padecimiento, marchó para España donde falleció de Brigadier en 1840.

COLB. Tomás. Pirata inglés. Con una piragua y 70 hombres salió de los manglares del Darien, donde estaba encubierto el año de 1708, y acometió en el río de Chagres a un bergantín que convoyaba 14 balandras ricamente cargadas; lo rindió y mató al Capitán. En el mismo lugar apresó luego otras seis. Los intereses que unas y otras conducían, se calcularon en más de medio millón de pesos. Con tan valiosa adquisición se retiró Colb a Jamaica inmediatamente.

COLETTI. Don Juan Domingo. Exjesuita y misionero, que estuvo algunos años en la provincia de Maynas. Publicó en Venecia en 1771 en dos volúmenes su Diccionario histórico geográfico de América en italiano. Esta obra llena de errores sirvió de antecedente a don Antonio Alcedo para el trabajo de su Diccionario geográfico dado a luz en 1786.

COLMENARES. Don José Ignacio. Capitán de navío. A principios de este siglo vino de España comisionado para el arreglo de matrículas en las subdelegaciones de marina del apostadero del Callao, o de la mar del Sur: era Teniente de navío y Comandante de la corbeta «el Peruano». Con este buque pasó en 1803 a la isla de Juan Fernández, y deshizo un pequeño establecimiento que habían formado allí unos norteamericanos que se trajo al Callao. «El Peruano» quedó desarmado en 1811 y no encontramos después a Colmenares, en otras colocaciones: vivía en Lima probablemente con licencia, y le asignamos este artículo por dar lugar a un hecho histórico que no debe quedar olvidado.

En 1818 salió de España una expedición de 2.200 hombres convoyada por la fragata de guerra «Isabel». Su Comandante el capitán de navío Castillo quedó en Tenerife gravemente enfermo, y la fragata siguió al mando de su segundo el teniente de navío don Dionisio Capaz. Llegó con felicidad a Talcahuano en cuyo puerto estando fondeada, la sorprendió y apresó la escuadra de Chile.

Capaz fue sometido a juicio en Lima: siguiose el proceso que se remitió a España. Visto en consejo de guerra en Madrid (Mayo de 1822) presidido por el teniente general don José Bustamante y Guerra, Director General de la Armada, fue Capaz absuelto de todo cargo. Lo defendió don José Ignacio Colmenares, ya Capitán de navío, y lo hizo acusando al virrey don Joaquín de la Pezuela en estos términos:

«Es altamente responsable a la pérdida de la 'Isabel' y sus consecuencias el brigadier don Mariano Osorio, porque hallándose de jefe superior —401→ en Talcahuano, sabedor de su venida y con instrucciones de su suegro el señor Virrey relativas a ella, como consta de autos a f... abandonó el punto sin dejar instrucciones ningunas, según dice el señor Sánchez, ni buque que esperase la expedición, como la Corte le había mandado y está obligado. Igualmente señor, es infinitamente responsable de la pérdida de la 'Isabel' y sus consecuencias el excelentísimo señor don Joaquín de la Pezuela, Virrey del Perú, como voy a demostrar. En las instrucciones dadas a mi defendido consta que desde el mes de Octubre de 1817 había avisado la Corte a Su Excelencia hasta por cuadruplicado la venida de la expedición, cuya noticia está comprobado había recibido Su Excelencia por su carta a su yerno Osorio, de que hace mención el periódico de Chile titulado El duende de Santiago, número 10 del lunes 24 de Agosto de 1818 que tengo presentado. Además no es creíble, ni menos disculpable, que Su Excelencia careciese de las noticias que de la venida de la expedición de la 'Isabel' publicaban los enemigos en sus gacetas desde Julio del año 18, y de las que presento las que he podido haber. Con estos datos yo no encuentro la razón por que Su Excelencia no tomaría las medidas anticipadas que el Rey Nuestro Señor le había mandado desde Octubre del año 17 para recibir la expedición; pues es notorio que no tomó ningunas, y antes al contrario sus providencias, si como se dice fueron suyas, para que Osorio desmantelase y abandonase a Talcahuano, sin dejar instrucciones ni buques que cruzasen, concurrieron poderosamente a que la expedición se perdiese. Pero hay más, señor, ya llegado a esta capital (Lima) el derrotado Osorio, esto es a los tres días, que fue el 1.º de Octubre, recibió Su Excelencia el aviso que le dio el Capitán del bergantín goleta 'Macedonio', y obra en autos a f... pero Su Excelencia llevado de la funesta idea que siendo este aviso dado por un extranjero no sería cierto, como tengo dicho en su lugar, ninguna providencia dictó. Mas provocado sin duda por el clamor público dio noticia de él, aunque con embozo al Tribunal del Consulado en 31 del mismo Octubre, como se evidencia por la copia que tengo dicho, presento del expediente formado con este motivo. Se ve pues que Su Excelencia desestimó el importante aviso que le dio el Capitán del 'Macedonio' de haberse entregado sublevado en Buenos Aires el trasporte 'Trinidad' de la expedición de la 'Isabel', y que ésta corría inminente riesgo de ser apresada por la escuadra enemiga que se alistaba en Valparaíso. Aviso del cual si Su Excelencia hubiera hecho aprecio, como debía, el día que lo recibió y fue el 1.º de Octubre, como consta del documento en inglés que llevo citado y declaración de los tres testigos que le siguen, sin que Su Excelencia lo hubiese desestimado ni mucho menos aguardar para hacer uso de él a deliberaciones muy subalternas al alto gobierno de su principal atribución; y aun así empleando en el instante uno de los buques de guerra de este apostadero que se hallaban en el puerto, entre ellos el pailebot 'Aranzazu' de sobresaliente marcha, no hay duda señor, que si el Virrey hubiese providenciado o en el momento hubiese participado al Señor Comandante de Marina la noticia que el Capitán del 'Macedonio' le había comunicado, en aquel mismo día habría salido un buque para Talcahuano a esperar a la 'Isabel' y llevarla instrucciones, para lo que le sobró tiempo, como dicen Abadía, Arizmendi y D'Olaberriague en sus declaraciones a f... Pero señor, nada se hizo. El Virrey supo con evidencia que la expedición venía a Talcahuano, y mandó o permitió desmantelarlo y abandonarlo. Talcahuano, a quien todas las fuerzas de Chile no habían podido tomar, defendido por el benemérito Ordóñez: Talcahuano a cuyo punto había mandado el Rey venir a la 'Isabel', y sobre cuyo puerto se le había mandado al Virrey tomase medidas para recibir a la expedición. ¡Ah señor! Yo no puedo menos de hacer aquí esta reflexión: —402→ si Osorio con su malhadada expedición hubiera aguardado en Talcahuano la llegada de la 'Isabel', reforzado con 2.200 hombres, un tren de artillería y 4.000 fusiles que escoltaba, y unida la 'Isabel' a la Marina Real que hay en el Pacífico, ¿cuál sería la suerte del reino de Chile? ¿Cuál la de todo el Perú? Pero ¡ah, señor, exclamo otra vez! Podía en la 'Isabel' venir nombrado por el Rey Nuestro Señor un presidente de Chile, silla muy apetecida por los ambiciosos. Preciso fue apresurar las operaciones para ocupar un asiento que se ambicionaba y se entrevía ocupar, ciñéndose al mismo tiempo la faja de Mariscal de Campo. Podría mi conjetura creerse suspicaz, pero los resultados la justifican. Se perdió la batalla del Maipú; se destruyeron las esperanzas quiméricas de colocar a Osorio de presidente de Chile; sabíase que la 'Isabel' venía, pero como el interés privado había desaparecido, el del Rey pareció de poca monta. Vergüenza señor, causa decirlo, pero así fue. Se abandonó y desmanteló a Talcahuano, y se dejó la 'Isabel' y su expedición entregada a su mala suerte. Sin embargo, Dios protege aun la causa de los españoles, y un extranjero viene a ayudar al Virrey en sus agonías políticas. El Capitán del 'Macedonio' le presenta aun los avisos y medios necesarios para que salve a la 'Isabel' y su expedición del abandono y riesgo inminente en que la dejaba; pero el Virrey se obceca y desentiende, y al fin, instado de la opinión pública, promueve el asunto ocupando las imaginaciones con una parte de él muy accesoria y subalterna cual era si el 'Macedonio' había o no de descargar su cargamento, y ni se trata de lo principal, cual era socorrer con avisos a la 'Isabel', que el Virrey debió hacerlo y no lo hizo. Y estando todo esto probado, repito que el excelentísimo señor don Joaquín de la Pezuela es infinita y altamente responsable a la pérdida de la 'Isabel' y sus consecuencias».

García Camba uno de los jurados enemigos del general Pezuela, y que tanto aprueba la revolución de Aznapuquio en que fue depuesto dicho Virrey, aprovechó para sus fines de la defensa hecha por Colmenares y la inserta en sus memorias. Torrente en su historia culpa de un gran descuido a Capaz, Comandante de la «Isabel», sin negar por esto que Osorio no debió abandonar a Talcahuano.

En la gaceta extraordinaria de Lima de 4 de Junio de 1825 hay una carta al virrey la Serna escrita en Madrid a 24 de Octubre de 1824 por el que fue secretario del virreinato don Toribio Aceval, comunicación que con otras fue entregada por el brigadier Espartero cuando regresó de España después de acabada aquí la guerra. En dicha carta Aceval avisa que venían al Perú dos fragatas de guerra y critica mucho se hubiese nombrado a Colmenares para mandarlas creyéndolo incapaz; y tomando muy a mal que viniera también previsto para Comandante de Marina del apostadero del Callao. Véase Capaz.

COLMENARES Y VEGA. Don Sebastián, Conde de Polentinos. Su padre que tuvo el mismo nombre, nació en Madrid en 5 de Enero de 1634. Fue oficial 1.º de la Secretaría del Despacho de Indias, y vino al Perú en 1667 de Secretario de cámara del Virrey Conde de Lemos, Grande de España. Fue nombrado Secretario del Rey a solicitud y propuesta de dicho Virrey; y después Veedor general y Pagador (Administrador de la Hacienda) de la plaza y presidio del Callao durante 19 años con renta de tres mil doscientos cuarenta pesos. Casó en 1668 con doña Agustina de Vega Larrinaga natural de Lima, que le dio de dote 58 mil pesos, y fue hija del maestre de campo don Gabriel de Vega Larrinaga nacido también en Lima y Alcalde ordinario en 1658, y de doña Luisa Ruiz Cañete natural —403→ de Pisco. Falleció en el Callao en 12 de Abril de 1709, y se le sepultó en el convento de San Francisco uno de los que en ese puerto existían.

Su hijo don Sebastián de Colmenares y Vega nació en Lima en 19 de Noviembre de 1672. Se armó Caballero de la orden de Santiago en 27 de Marzo de 1690 por título de 22 de Agosto de 1688, y era Capitán de ejército. El rey Felipe V le confirió el de Conde de Polentinos (lugar de España donde vivieron sus ascendientes) en 20 de Julio de 1716. Fue Veedor general del Callao como su padre a quien se permitió le dejara ese destino, por cédula de 26 de Febrero de 1682, y por otra de 9 de Octubre de 1712 le otorgó el Rey este empleo por una vida más para que después de sus días entrase a servirlo algún hijo o sobrino suyo, con motivo de haber donado don Sebastián siete mil pesos a la Real Hacienda. Fue el Conde casado desde 22 de Febrero de 1716 con doña Mariana Fernández de Córdoba que nació en Lima en 11 de Noviembre 1700; y su hijo don Francisco José nacido en Lima en 31 de octubre de 1719, pasó a España a encargarse de la administración de los mayorazgos de su tía doña María Fernández de Córdoba: se estableció allí desde 1738: fue Coronel de ejército, invistió después como heredero el título de Conde de Polentinos, y contrajo matrimonio con la Marquesa de Olivares. Tuvo además otros hijos el Conde: doña Josefa que casó con don Juan José Aliaga Mayorazgo de este nombre, doña Rosa casada con el doctor don Pedro José Ramírez de Laredo Contador Mayor del Juzgado de bienes de difuntos, cuatro monjas, y don Felipe Colmenares, también limeño que poseyó el título de Marqués de Zelada de la Fuente. Don Sebastián, el primer Conde de Polentinos, sirvió también el empleo de Tesorero General del Tribunal de Cruzada que estaba vinculado en la familia de su esposa. Falleció en 1743. Véase Polentinos. Véase Zuaso, don Gaspar. Véase Fernández de Córdoba.

COLMENARES FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. Don Felipe Urbano. Marqués de Zelada de la Fuente, nació en Lima en 24 de Mayo de 1723. Fueron sus padres también limeños, don Sebastián de Colmenares primer Conde de Polentinos, y doña Mariana Fernández de Córdoba, de la familia de los Marqueses de Guadalcázar. Don Sebastián era Tesorero General de Cruzada por vínculo perteneciente a su esposa y a su hermana doña María. Cuando él falleció en 1743 nombró la condesa doña Mariana Teniente de Tesorero a su hijo don Felipe Urbano, lo cual aprobó doña María renunciando en su hermana la parte que tenía en dicho empleo que se estimó en 75 mil pesos, con lo que quedó la Tesorería en poder de aquél desde 14 de Diciembre de 1744 hasta que en 1786 se extinguieron los oficios de Cruzada, incorporándolos a la corona previa indemnización a los que los poseían. Su abuelo y su padre fueron sucesivamente veedores generales de la plaza y presidio del Callao, y como el segundo hiciese al Rey un donativo de siete mil pesos, se le concedió dicho empleo en cédula de 9 de Octubre de 1712 por una vida más para que después de sus días lo obtuviese algún hijo suyo o sobrino que él nombrase. El conde don Sebastián en virtud de esa gracia nombró a su hijo don Felipe en 14 de Diciembre de 1741, y se recibió del cargo en 20 de Julio de 1743. Como se extinguiese la plaza de veedor, el Virrey Conde de Superunda en 5 de Junio de 1748 dio a don Felipe por sus días la contaduría de la Casa de Moneda de Lima con sólo los 3.240 pesos que tuvo como Veedor del Callao. Confirmó el Rey esta compensación en 30 de Agosto de 1751, y entró en posesión del sueldo de cuatro mil pesos de Contador en 1.º de Abril de 1752: sirvió este destino hasta 1780 en que se jubiló. También desempeñó interinamente la Superintendencia de dicha casa por los años 1769. Una hermana de don Sebastián el primer Conde de Polentinos, —404→ doña Rosa Colmenares, fue casada con don Mateo Pro de la orden de Calatrava, Marqués de Zelada de la Fuente. Las hijas de este matrimonio, doña Rufina y doña Magdalena, renunciaron el título de Marqués de Zelada de la Fuente el año de 1773 en don Felipe Colmenares. Fue éste, Coronel graduado Teniente Coronel del regimiento de la nobleza; Contador Mayor honorario del Real Tribunal de Cuentas en 1798 y falleció en 19 de Setiembre de 1807. Véase Polentinos. Véase Zelada de la Fuente.

COLLATOPA. Príncipe Inca, a quien algunos denominaron Illescas. Véanse los artículos Atahualpa y Challcuchima en que hacemos mención de él. Varían los cronistas en cuanto al grado de parentesco que tenía con aquel Rey.

COMPAÑÓN Y MARTÍNEZ BUJANDA. El doctor don Baltazar Jayme Martínez de. Nació en Cabredo de Navarra. Fue Colegial del de Sancti Spiritus de Oñate. Ingresó de Capellán de manto del colegio mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca en 7 de Mayo de 1765 y se graduó en ella de Doctor: Canónigo doctoral de Santander en 22 de Agosto de dicho año. Vino al Perú de Chantre del coro de Lima en 1767: sirvió la Comisaría de Cruzada, el Juzgado de Cofradías, y el Rectorado del colegio seminario de Santo Toribio. Nombrósele Obispo de Trujillo en 25 de Febrero de 1778, y tomó posesión en 13 de Mayo de 1779.

Visitó su diócesis en los años de 1782 a 1785 demarcando él mismo la situación de todos los lugares según fue recorriendo con esmero cada provincia: unió después los planos que levantó, y formó una carta general del Obispado que dedicó al Rey en 1.º de Octubre de 1786. Comprendió todas las aldeas, estancias, obrajes, ingenios, haciendas, etc., con sus longitudes y latitudes, tomando el meridiano del Pico de Tenerife: el origen de los lagos y ríos que nacen en la diócesis, su curso y dirección: el rumbo de las costas marítimas desde Santa hasta Caboblanco: los puertos, caletas e islas adyacentes: la dirección de la cordillera: por último señaló todos los caminos que siguió en la visita, y las provincias colindantes. Hizo dilatados apuntamientos para formar una historia general del Obispado, obra para la cual dijo Compañón necesitar de salud y de tiempo, que no tenía.

Trabajó mucho en escribir la descripción del país, sus climas, sus productos de todo género, riquezas y valores de sus frutos, con otros abundantes y curiosos datos estadísticos. Refiere que antes del terremoto de 1687 una fanega de trigo rendía 200, que habían quedado reducidas a cincuenta por consecuencia de la esterilidad en que quedó el país desde aquella catástrofe.

En un interesante informe que remitió al Rey acerca de las cosas notables y adelantos hechos en el Obispado de Trujillo, trata del animal carbunclo, cuadrúpedo nocturno cuyo retrato acompañó a su relación, y que dijo existir en Lamas y Jaén; que tenía unas lumbreras sobre los ojos que iluminaban la oscuridad del campo. Sobre este animal han escrito Gonzalo de Céspedes, el docto Quiñones y don José Pellicer. Da cuenta el Obispo de la creación de 41 curatos dividiendo algunos de los antiguos; de 14 nuevas poblaciones en que podrían juntarse hasta 20 mil almas: de haberse fundado 42 escuelas de primeras letras; construido 27 iglesias sin gasto del Erario, y abierto varios caminos.

Fundó en Trujillo este Obispo una congregación de clérigos bajo el título del Salvador, así para la instrucción de los eclesiásticos en las materias morales, como para la corrección de los clérigos, a imitación de —405→ las que había en España y confirmó el papa Clemente XII. Para este fin destinó la iglesia y local que servía de colegio a los jesuitas. Y no teniendo rentas para sostener la institución, pensionó con diez pesos para alimentos a cada uno de los que en la casa existiesen, dando el Obispo todo lo demás necesario.

El infatigable y ejemplar Prelado, delineó y trazó dos casas de educación para indígenas de ambos sexos en Guamachuco y Cajamarca, procurándoles algunas rentas, y obligó a cada casado a contribuir con dos reales anuales para ayuda de gastos. Reedificó, reformó y mejoró el colegio seminario, fomentando la enseñanza y renovando o creando las cátedras precisas.

En 13 de Setiembre de 1788 el digno Obispo de Trujillo ascendió a Arzobispo de Santa Fe de Bogotá; y salió para su destino el 30 de Junio de 1790 dejando una acendrada reputación que supo adquirir por su rectitud, celo e intachable conducta.

CONCHA. Don Pedro de Santiago. Natural del lugar de Heras en las montañas de Burgos. Vino a Lima el año de 1650 con el empleo de Proveedor General de las reales armadas de la mar del Sur y presidio del Callao que le concedió por vidas el rey Felipe IV. Contrajo matrimonio con doña Mayor de Salvatierra natural de Lima, hija de don Benito Méndez de Salvatierra quien en 1629 llegó al Perú con su esposa doña Isabel Cabello nacida en Salamanca y fue Corregidor de una provincia. Concha tuvo de su matrimonio los siguientes hijos limeños. El doctor don Pablo, de la orden de Calatrava, Proveedor General: el presbítero doctor don Pedro, los padres Fernando y Juan de la compañía de Jesús: el padre fray Tomás, capuchino célebre, conocido por fray Miguel de Lima: don Gregorio, de la orden de Calatrava, Corregidor de Lampa: doña Isabel casada con don Pedro Alzamora y Urcino Corregidor de Trujillo de quien fue nieto el Contador Mayor del Tribunal de Cuentas don José Leonardo Hurtado; y por último, don José de Santiago Concha de la orden de Calatrava, primer Marqués de Casa Concha, Oidor de Lima y Presidente de Chile. A continuación se verán diversos artículos correspondientes a algunos de estos caballeros, y dando razón de su descendencia.

CONCHA. El doctor don Pablo de Santiago. Natural de Lima, hijo del Proveedor General a quien corresponde el precedente artículo. Estudió en el colegio de San Martín, fue Caballero de la orden de Calatrava y desempeñó también el empleo de Proveedor General de las reales armadas de la mar del Sur y presidio del Callao. Fue un insigne jurista: escribió un libro intitulado De Praefecto militares annonae que se publicó en 1704. Suprimido por el Rey dicho destino, dio a don Pablo como indemnización, el de Contador de la Casa de Moneda de Lima, que sirvió durante sus días, pues no tuvo sucesión de su matrimonio con doña Teresa Oyague y Beingolea.

CONCHA. Don Tomás de Santiago. Citado en el artículo primero del apellido Concha. Nació en Lima y estudió ambos derechos mereciendo aplausos muy señalados. Pasó joven a España donde tomó el hábito de capuchino y cambió su nombre por el de fray Miguel de Lima bajo el cual se le recuerda. Su talento y memoria eran colosales, y como su aplicación no tenía límites, y su disposición para todas las ciencias se hallaba en armonía con aquellos especiales dotes, este religioso adquirió elevada fama y fue en breve una reputación europea particularmente como teólogo, orador elocuentísimo, y poeta latino y castellano. Vivió —406→ cerca del rey Carlos II como su custodio, guardia y predicador. Estaba en Roma en 1698 con motivo de un capítulo general de su orden, a que concurrió, cuando el Embajador de Austria le hizo saber que Leopoldo deseaba verle en su Corte. Pasó a Viena y predicó al Emperador diez y ocho días seguidos sobre los asuntos que de pronto se le señalaron. Dejó a todos asombrados con su elocuencia y erudición sagrada. En el acto de su despedida diole aquel monarca una rica lámina con la efigie de San Leopoldo, en cuyo reverso escribió de su propio puño lo siguiente:

«Patris fratis a Lima capuccini viri eloquentis, sacrique evangelii interpretis excellentis MDCXCIX sacras preces Leopoldus Caesar Augustus vero cordis affectu sibi suisque postulat MDCXCIX».

Con este ejemplo, el rey de Hungría José I, el archiduque Carlos, su Gobernador el Príncipe de Liechtenstein, y el Duque de Lorena, dieron cada uno a fray Miguel su estampa con inscripciones semejantes. El Archiduque además le escribió una carta cuya elegancia puede inferirse del epigrama de ella que copiamos a continuación.

«Audivit, Venerande Pater, te Caesaris Aula:

Nil deesse videt quod placuiste potest.

Virtutem ingenium, doctrinam et nobile Stemma

Eloquiumque tuum Caesar et Aula probant».


Después de terminar la carta, puso el mismo príncipe:

«Hac icone devotas preces expetit.- Carolus Archidux Austriacus», terminando con el año dicho de 1699.

Fray Miguel de Lima predicó también al Duque de Baviera en Bruselas diferentes sermones. Todos se imprimieron posteriormente, pero de esa publicación no hay ya ningún ejemplar en Lima, y sólo existe en cuaderno especial la interesante oración que pronunció en las exequias del rey Carlos II en España. De otras obras de fray Miguel da razón fray Martín de Torrecilla en su catálogo de autores capuchinos.

Algunos de los datos ya puntualizados los debemos al ilustre don Pedro Peralta, quien cuidó de escribir en honor del religioso limeño su compatriota, bien digno por cierto de gratos recuerdos, pues que no sólo dio realce a la familia de Concha a que perteneció, sino a todos los peruanos que deben gloriarse con el nombre de tan eminente literato.

CONCHA. El doctor don José de Santiago. Natural de Lima, Caballero de la orden de Calatrava, primer Marqués de Casa Concha, de cuyos padres ya hemos dado noticias. Casó dos veces, la primera con doña Ángela Roldán Dávila y Solórzano descendiente de don Juan Roldán Dávila el viejo (pariente del gobernador de tierra firme don Pedro Arias Dávila) y de Francisco Roldán Jiménez primer encomendero de las Indias y primer Alcalde de la isla Española. Hijo de dicho matrimonio fue el estudioso y poeta doctor don Pedro de Santiago Concha, Protector fiscal de la Real Audiencia de Lima su patria, y Gobernador de Huancavelica, que casó con doña Teresa Traslaviña y Oyague. En segundas nupcias casó el Marqués con doña Inés de Errazquín e Ilzarbe natural de Tarija en el Alto Perú, hija de don Pedro Matías de la orden de Santiago, natural de Navarra, Corregidor de Tarija, y de doña Josefa de Torres y Zavala natural de Lima, hija de doña Margarita Zavala y del contador don Andrés de Zavala fundador del Mayorazgo de esta casa, y de doña Micaela de la Maza y Uzátegui. Doña Josefa de Torres era bisnieta de don Álvaro Torres del Castillo, Regidor, Alguacil Mayor y Corregidor de Lima en 1754.

El Marqués de Casa Concha en su segundo matrimonio tuvo al doctor don Francisco de Santiago Concha que fue Deán de Lima: al doctor don Gregorio —407→ cura de la Catedral de la Paz: a doña Juana Roca que casó con el diputado don José Antonio de Villalta y Núñez, Alcalde del crimen de esta Real Audiencia: a doña Josefa mujer del doctor don Antonio Hermenegildo de Querejazu de la orden de Santiago, Oidor de Lima y Consejero honorario de Indias; y al licenciado don Melchor de Santiago Concha, Oidor de Charcas, Chile y Lima que fue casado con doña Constanza Jiménez de Lobatón, de cuyo enlace procede una familia de Concha extendida en Chile. Véase Zavala, Maza, Villalta y Núñez, el doctor don José Antonio, Querejazu y Mollinedo, el doctor don Antonio Hermenegildo de.

En cuanto a la carrera pública del diputado don José de Santiago Concha algunas noticias podemos ofrecer para complemento de este artículo. Estudió en el colegio real de San Felipe y Universidad de San Marcos donde se graduó de doctor en ambos derechos. Nombrole el Rey Alcalde del crimen de la Real Audiencia de Lima y años después Oidor de ella (1715). Ejerció la Superintendencia de policía de Lima por encargo del Virrey Príncipe de Santo Buono en 1716. Confiriósele el título de Castilla de Marqués de Casa Concha en 1718. Estuvo algún tiempo de Gobernador de la villa de Huancavelica y Superintendente general de su mina de azogue, cargo que tocaba desempeñar como comisión a los oidores. Pasó en 1733 de Presidente interino, Gobernador y Capitán General al reino de Chile en donde fundó la villa de San Martín de la Concha. Un año antes se había acabado en la catedral de Lima la obra de sus antiguas torres y de las portadas que se hallan a la parte oriental del templo, y de la cual estuvo encargado el Marqués como se ve en la inscripción que existe en una de ellas. A su inteligencia y dirección se debió igualmente que concluyese la fábrica interior del convento de las Trinitarias. Escribió una instrucción muy fundada, y que aprobó el Rey, sobre el mineral de azogue de Huancavelica. También fue autor de un libro relativo al estado y necesidades del reino de Chile, dando así pruebas de su contracción al examen de los asuntos e intereses de ese gobierno. Fue en el desempeño de sus deberes muy vigilante y activo, como se acredita por muchos hechos, entre ellos el de haberse tomado en aquellas costas y en virtud de sus órdenes y oportunas providencias, hasta ocho navíos franceses que hacían contrabando. Falleció el Marqués en 9 de Marzo de 1741. Véase Casa Concha.

CONCHA. Don Pedro de Santiago. Natural de Lima. Fue Fiscal protector de esta Real Audiencia en 1733, y después Gobernador de Huancavelica.

CONCHA Y ERRASQUÍN. El doctor don Francisco de Santiago. Nació en Lima y fue hijo como el que precede, del segundo matrimonio de don José Santiago primer Marqués de Casa Concha. Estudió y se graduó de doctor en ambos derechos en la Universidad de San Marcos. Era racionero del coro de Lima en 1756. Obtuvo por oposición la canonjía doctoral y desde 1763 fue Provisor y Vicario general del Arzobispado hasta 1804 (41años). Ascendió a Chantre en 1789: a Arcediano en 1796, y a Deán en 1804. Falleció en 1806.

El doctor Concha fue Capellán de la iglesia de Cocharcas que él edificó en 1777 lo mismo que el conventillo en el lugar que hoy ocupan, trasladándolos del sitio fronterizo en que estuvieron desde que en 1681 los fabricó el indígena Sebastián Alonso para que en esa casa se educasen las hijas desvalidas de los caciques. Dicha capellanía, según la fundación, se ha dado siempre a un canónigo.

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CONCHA Y ERRAZQUÍN. El licenciado don Melchor de Santiago. Hijo del primer Marqués de Casa Concha. Nació en Lima en 11 de Octubre de 1728. Estudió en esta capital en el colegio de San Martín y siguió la carrera del foro. Fue Oidor de las Reales Audiencias de Charcas y Chile, Alcalde del crimen de la de Lima en 1778, y Oidor en 1781. Como tal desempeñó los cargos de Vocal de la Junta superior de Real Hacienda; de Juez del Juzgado de censos de indios y de Juez conservador de la Real Casa de niños expósitos. Entendió en las obras que se hicieron en el tajamar del río, y en uno de los ojos del puente cuando gobernaba el virrey Jáuregui. Hallándose de Oidor en Charcas fue Superintendente interino y Visitador de las reales cajas de Potosí. Falleció en 1796. Fue casado con doña Constanza Jiménez de Lobatón nacida en el Cuzco, hija de don Nicolás natural de Lima, primer Marqués de Rocafuerte. Véase a éste. Tuvo varios hijos entre ellos a doña Nicolasa que casó con don Nicolás de la Cerda Alcalde ordinario de Santiago y a don José Oidor de la Audiencia de Chile, quien en 1808 renunció la plaza de Alcalde del crimen de la Audiencia de Lima que le fue conferida, y que por esto ocupó don Juan Baso y Berry.

CONCHA Y TRASLAVIÑA. El doctor don José de Santiago. Nació en Lima: fue teólogo y canonista: Consultor del Tribunal de la Inquisición por largos años hasta fines del siglo pasado. Recayó en él el título de Marqués de Casa Concha que obtuvo su abuelo don José Santiago en 1718, y lo heredó a falta de su padre el doctor don Pedro, Fiscal protector de Lima, quien fue hijo mayor y del primer matrimonio del dicho Marqués. Concha y Traslaviña fue hijo de doña Teresa Traslaviña y Oyague. Ejerció el cargo de Alcalde ordinario de Lima en 1788 y 89. Casó con doña Mariana Salazar e Izásaga. Tuvo en su matrimonio al doctor don José, prebendado, que estudió en Salamanca: a los religiosos fray Manuel y fray Ignacio, catedráticos y provinciales que fueron el primero de la Merced y el segundo de San Agustín, y a don Pedro de Santiago Concha y Salazar que fue el último Marqués de Casa Concha. Véase este título.

CONCHA Y JARA. Don Martín. Natural del Cuzco, Caballero de la orden de Santiago, Coronel del regimiento de caballería de dicha ciudad. Alcalde ordinario en 1793, Diputado de minería en 1797. Ascendió a Brigadier de los reales ejércitos en 1811. Fue Juez de la Diputación provincial en 1814; y en este mismo año Presidente de la Audiencia y Comandante General interino de aquel territorio, con motivo de hallarse el propietario don José Manuel de Goyeneche mandando el ejército del Alto Perú; y acaeció en su época de mando la revolución de 1814 que no pudo contener a pesar de su sagacidad y disposiciones, bien que fueron tardías y no muy enérgicas. Véase Angulo.

Don Martín Concha fue casado con doña Gabriela de la Cámara; y su hijo don Martín Gabino, Coronel de ejército de la República, contrajo matrimonio con doña Teresa Argüelles natural de Lima. El arcediano del Cuzco doctor don Benito, y el prebendado don Antolín de la Concha y Jara, fueron hermanos del brigadier Concha. Don Benito sirvió el rectorado del colegio seminario de San Antonio, y había sido en 1807 Canónigo magistral por oposición. Véase Ugarte, don Gabriel, que fue marido de doña Juana Concha y Jara.

CONCHÁN. Véase, Santa Lucía de, Marqués de.

CONCEPCIÓN. El hermano Pedro de la. Este individuo después de —409→ haber sido mercader, se fue a Sierra Morena donde hizo una vida eremítica, y de allí pasó a incorporarse a los ermitaños de San Antonio Málaga. Vino al Perú en 1659 y se puso bajo la dirección del venerable padre Francisco del Castillo natural de Lima. Su objeto fue recoger limosnas para fundar un hospital en Argel: y en menos de un año juntó cuarenta mil ducados. Nótese que antiguo es en Lima el afecto a ciertos forasteros, el espíritu de novedad, y la largueza con que se da siempre dinero para satisfacer deseos, y atender a cosas extrañas al país.

Pedro de la Concepción sacó aquella gruesa suma, y es evidente que llegó a Argel, y formó varios hospitales con los recursos del Perú, lo mismo que en Túnez. Un día se introdujo en una mezquita, con un crucifijo, a predicar contra la religión de los moriscos: y después de recibir golpes, fue sentenciado a muerte, la cual se ejecutó quemándolo vivo el 19 de Junio de 1667.

CONCORDIA. El Marqués de la. Véase Abascal, don José Fernando, Virrey del Perú.

CONDAMINE. Don Carlos María de la. Nació en París en 1701. Cultivó diversas ciencias, y a sus profundos estudios unió las constantes investigaciones que hizo viajando por diferentes países. El año 1734 fue nombrado con messieurs Godin y Bouguer para venir al Ecuador a practicar las operaciones importantes que verificaron en compañía de los marinos españoles don Jorge Juan y don Antonio Ulloa. Condamine visitó diferentes lugares de Suramérica y viajó y recorrió el Amazonas y otros ríos en 1743 y 44: prefiriendo por lo regular las balsas a las canoas en sus navegaciones. Regresó a Europa después de once años de penosas y útiles tareas. Llevó muchas flechas emponzoñadas y con ellas se hicieron experimentos en 1744. Publicó la Relación de un viaje hecho a la América meridional, 1745, y una carta geográfica del Amazonas, con el auxilio de otra que había formado el padre Juan Magnin, La figura de la tierra determinada por las observaciones de la Condamine y Bouguer, 1749. Diario del viaje hecho por orden del Rey al Ecuador, 1751. Hay otras obras del mismo, algunas en inglés y en español. La Condamine fue miembro de la Academia Real de Ciencias de París y de la Sociedad Real de Londres. Murió en 1774. Véase Ulloa, don Antonio.

CONDEMAITA. Doña Tomasa Titu. Cacica del pueblo de Acos, provincia de Acomayo. Comprometida en la revolución que acaudilló don José Gabriel Condorcanqui, conocido con el nombre de Tupac Amaru, tomó mucha parte en las empresas de éste y sublevó la indiada de su dependencia. Cooperó con ella al suceso de Sangarará donde perecieron los españoles que armados se oponían al levantamiento a órdenes del corregidor Cabrera sin haberles valido el refugiarse en el templo que fue incendiado. La Condemaita cayó prisionera al desenlazarse la guerra en que las tropas realistas vencieron a la indiada de Tupac Amaru. Juzgósele como a éste, su familia y otros por el visitador general Areche, y expedida la sentencia que éste pronunció, se ejecutaron castigos espantosos en la ciudad del Cuzco el 18 de Mayo 1781. La cacica de Acos puesta en un zurrón de cuero, lo mismo que los demás reos, fue conducida al lugar del suplicio arrastrada a la cola de una bestia de albarda. En un tablado que estaba dispuesto, fue ahogada en un torno o aparato de fierro que se construyó para este objeto. Cortósele después la cabeza y se colocó en un paraje público en el pueblo de Sangarará. Véase Tupac Amaru.

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CONDERINO. Don fray Antonio, de la orden de San Agustín en la cual profesó en 4 de Marzo de 1588. Nació en Bilbao, hijo de don Antonio Conderino y de doña Antonia de Vega. Fue calificador del Santo Oficio. Eligiósele Obispo de Santa Marta en 1630 y se consagró en España. Promovido al Obispado de Guamanga tomó posesión de él en 1645. Y como se pusiese amente de resultas de un aire que recibió en su viaje de Panamá a Payta, se le nombraron sucesivamente tres obispos coadjutores. Falleció en Lima año 1648 en su convento de San Agustín.

El 1.º de aquéllos fue el inquisidor de Lima don Antonio de Castro y Castillo que no admitió: el 2.º el deán de Lima don Andrés García de Zurita que después pasó al Obispado de Trujillo, y el 3.º el deán de Lima don Francisco Godoy también promovido a la silla de Trujillo. Véanse sus respectivos artículos.

CONDORCANQUI. Don José Gabriel. Cacique de Tungazuca en la provincia de Tinta. Véase, Tupac Amaru.

CONDORI. Simón y Lorenzo. Principales cómplices del levantamiento que comenzó en Marcapata el año de 1783 capitaneado por don Diego Cristóval Tupac Amaru. Concluida la revolución que en 1780 encabezó su hermano don José Gabriel Condorcanqui (conocido por Tupac Amaru) se ejecutaron en Mayo de 1781 los horribles castigos impuestos en la sentencia que dictó el visitador general Areche. Don Diego Cristóval había obtenido indulto, y juramentado quedó en libertad lo mismo que otros. Mas en 1783 puso en obra maquinaciones que encendieron de nuevo el fuego de la rebelión. Sus principales colaboradores fueron los dos Condori; y así luego que estas alteraciones se sofocaron con toda actividad por las fuerzas de que disponía en el Cuzco el comandante general don Gabriel de Avilés, y presos don Diego Cristóval y sus compañeros, se les juzgó por Avilés y el oidor don Benito de la Mata-Linares que pronunciaron sentencia condenatoria la cual se cumplió en el Cuzco el 13 de Julio de dicho año, muriendo ahorcados el citado caudillo, Marcela Castro, y Simón y Lorenzo Condori. Se les condujo de la cárcel al lugar del suplicio arrastrándoseles a las colas de bestias de albarda: y descuartizados sus cadáveres, se colocaron las cabezas y brazos en diferentes puntos del departamento. Véase Tupac Amaru.

CONTRERAS. Fray Baltazar. Religioso agustino. Nació en Medellín de Extremadura y lo trajeron sus padres al Perú de edad de doce años. Debió casarse con una sobrina del marqués don Francisco Pizarro, mas cuando todo estaba dispuesto para la boda, la novia prefiriendo a otro caballero, faltó a su compromiso. Contreras entonces determinó tomar el hábito de la orden de San Agustín, y profesó en 25 de Marzo de 1564. Fue un religioso ejemplar, practicó muchas virtudes que lo hicieron respetable, y se recomendó como doctrinante en un pueblo de la provincia de la Paz. Pasó después a España con el fin de adelantar sus estudios, y regresó en 1595 nombrado predicador y confesor general. Sirvió de cura en Huamachuco y otros pueblos: de Prior en Cañete, Tapacarí y Arequipa.

En 1619 vino a Lima a ser fundador de la recolección de Guía con el padre Juan Vera llamado el pecador, y como hiciese demoler el edificio el Virrey Marqués de Guadalcázar, porque se levantó sin licencia real, volvió fray Baltazar al convento grande. Murió en 7 de Julio de 1632 a los 86 años de edad, y 68 de religión. El pecador pasó a España, consiguió el permiso en 1630, y entonces se levantó la iglesia y casa de Guía, —411→ la cual hallándose en mal estado fue refaccionada en 1792. Este convento no existe al presente, pero sí una capilla, pues la iglesia la arruinó el terremoto de 1746.

CONTRERAS. El padre Francisco. Jesuita nacido en la Paz. Fue hijo tercero de don Vasco Contreras y Bobadilla, y de doña Teresa Ulloa y de la Cerda, señores de Lumbreras en Segovia, encomenderos de Caracollo, y benefactores de los conventos de la compañía. El padre Francisco se educó en Lima en el colegio de San Martín, fue condiscípulo del memorable arzobispo don Feliciano de la Vega y discípulo de los venerados padres Ávila y Menacho. Predicó en muchas provincias y desempeñó los cargos de Visitador contra la idolatría, de Rector de los colegios de la compañía en Arequipa y Cuzco, y de Calificador de la Inquisición. Distinguiéronlo algunos virreyes haciéndoles muchas consultas, y tuvo gran parte en la erección del monasterio del Prado. Sirvió en la Universidad de San Marcos de Catedrático de prima de teología, y escribió una obra de jurisprudencia. Falleció el día 9 de Julio de 1654 a los 67 años de edad.

CONTRERAS Y VALVERDE. El doctor don Vasco Jacinto López de. Nació en el Cuzco y estudió en el colegio de San Martín de Lima, fue maestrescuela, Comisario de cruzada, Deán, Provisor y Vicario general de dicho Obispado. Rector de la Real Universidad de San Marcos en 1653: dignidad de Tesorero de esta iglesia catedral, Consultor de la Inquisición y Chantre de Quito. Presentado para Obispo de Popayán en 1659, tomó posesión de su silla: recorrió la diócesis y en ella como en el Cuzco y en Lima fue incansable en repartir limosnas a pobres y socorrer a los hospitales. Trasladósele al Obispado de Guamanga en 1664, mas no llegó a ingresar en su iglesia: falleció en 1666. El doctor Contreras había estado en Madrid antes de obtener los altos puestos de su carrera que hemos indicado: allí dio a luz los largos memoriales que presentó al Rey y al Consejo manifestando los derechos que tenían los americanos a ser atendidos y preferidos en la provisión de empleos en las diversas carreras públicas. También escribió una información sobre el derecho de visita de los prebendados de las iglesias catedrales, cuya obra elogia Solórzano lo mismo que el merecimiento de su autor. Se imprimió en 1646 la oración fúnebre que pronunció en el Cuzco en las honras de la reina doña Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV.

CONTRERAS. Pedro. Fue relajado y ahorcado en Lima en 17 de Diciembre de 1595 en virtud de sentencia del Tribunal de la Inquisición por judaizante. En este auto de fe cuatro reos más sufrieron igual pena.

COOK. Santiago. Famoso navegante inglés que nació el año de 1728 en Marton (York). Empezó por servir de marinero, pasó por la escala de los oficiales de mar hasta la edad de 27 años, y ascendió grado a grado hasta Capitán por su notable mérito. Fueron tales su talento y aplicación que sin maestros adquirió muchos de los conocimientos indispensables para la profesión a que se consagró. Viajó alrededor del mundo en tres ocasiones por disposición del Gobierno inglés. En la 1.ª (1768) con los sabios Banks y Solander, observó en Otaheti el paso de Venus por el disco del Sol, reconoció las costas de Nueva Zelandia, y descubrió el estrecho que la separa en dos islas, al cual se le conoce por el estrecho de Cook. Este viaje redactado por Hawkesworth salió al público en Londres en 1773 y se tradujo al francés por Suard en 1774.

En su segunda expedición emprendida en 1772 y que duró tres años, —412→ llevó el designio de cerciorarse de la existencia de las tierras australes: y avanzando hasta 71 grados de latitud meridional, afirmó no haber en esas regiones tierra de ninguna extensión, y al mismo tiempo descubrió la Nueva Caledonia. Escribió este viaje el mismo Cook, se imprimió en 1777, y lo puso en francés el citado Suard el año siguiente.

En el de 1776 hizo Cook el tercero para investigar si había comunicación entre Europa y Asia por el Norte de la América. Dando la vuelta al nuevo mundo corrió la costa Noroeste de América y se propuso entrar en la bahía de Hudson por el estrecho de Bering: hizo en vano grandes esfuerzos para penetrar por entre los hielos, y tuvo que desistir de su proyecto. Cook en este viaje estuvo en Otaheti y destruyó una inscripción que al lado de una cruz acreditaba haber tomado posesión de esa isla los españoles muchos años antes (1606, véase Quirós). En Sandwich ocurrió después un disturbio entre la tripulación y los indígenas a causa de unos robos, y en el choque sangriento que hubo pereció el denodado e inteligente náutico Cook el año 1779. El teniente King redactó con arreglo a los diarios del hábil marino inglés, los sucesos y pormenores de este tercer viaje publicado en Londres en 1784 y en París el año siguiente, traducido por Demeunier. Véase Croix, Virrey.

COOK Y COWLEY. Piratas ingleses que salieron de Virginia el 23 de Agosto de 1682. Navegaron a las costas de Cabo Verde y desembarcaron en el puerto de Santiago. En él apresaron una fragata de 40 cañones cargada de víveres y repuestos, y saquearon la población. Se dirigieron al Brasil, descubrieron la isla que nombraron Pepis, y allí pudieron recorrer sus embarcaciones en una hermosa bahía. Costeando luego por la Tierra del Fuego, y no atreviéndose a entrar al estrecho de Maire, doblaron el Cabo de Hornos después de subir hasta los 63 y medio grados, altura a que aún no había llegado buque alguno. De subida encontrando en los 47 grados un navío inglés de Juan Eaton, le obligaron a que los siguiese. Vinieron por el Pacífico hasta las islas de Lobos y contaban ya con varias presas. Hicieron viaje a Realejo, cuyos habitantes defendieron el puerto. Con este motivo se retiraron al golfo de San Miguel posesionándose de las islas de la Manguera y Amapaya donde murió Cook y hubo disensiones entre los capitanes Davies y Eaton. Cowley, seguido de este último, volvió a la costa del Perú y tomó en Paita dos navíos. Luego estuvo en la isla Gorgona, y continuando hacia las Indias Orientales, tocó en la isla de Guam, una de las Marianas. Fingiéndose enviado del Gobierno francés, engañó al Gobernador español, quien le prestó auxilios. Después descubrió una cadena de islas al Norte de las de Luzón, y pasando a Cantón, saqueó este puerto, continuando en otras aventuras, hasta que por el cabo de Buena Esperanza, se restituyó a Inglaterra.

COQUETT Y FAJARDO. Don José. Capitán de caballería de milicias de México, miembro de la sociedad vascongada, el 1.er Director del Tribunal de minería del Perú en 1787, y posteriormente Comisario de dicho ramo por el Rey. Presentó un proyecto para formar en el río Rimac un canal desde Lima al Callao, explicó sus ventajas y formó un plano que puso en manos del Virrey. Coquett era persona de conocimientos en diferentes facultades; y como literato perteneció a la Sociedad de Amantes del País, siendo uno de los colaboradores del celebrado periódico Mercurio Peruano en el cual a fines del siglo pasado escribieron muchos hombres notables por su saber. En los números 143, 144 y 145, está una disertación sobre las montañas, volcanes y minas escrita por Coquett con muchas noticias instructivas y eruditas. Y en los Mercurios del mes de Octubre —413→ de 1792 se publicó una obra del mismo, intitulada Principios de química física para servir de introducción a la historia natural del Perú. Coquett prestó grandes servicios cuando la erección del Tribunal y Diputaciones de minería en 1786 y 87. Véase Croix, Virrey.

CORDERO. Doña Josefa. Vecina de Ica. Fundó una casa de ejercicios espirituales para mujeres en dicha ciudad, en la cual estableció un hospital para enfermas pobres, y también casa de expósitas. Algunos vecinos se obligaron a contribuir voluntariamente para obras tan piadosas. Doña Josefa adjudicó sitio para la fábrica, y doña María Josefa Perea impuso seis mil pesos al 5 % sobre su hacienda y casas, para que su producto ayudara a hacer los gastos, mientras legaba el remanente de sus bienes para el mismo fin. El Virrey Caballero de Croix, de conformidad con un auto del real acuerdo, dio la licencia necesaria; y el Rey en 20 de Enero de 1783 prestó su aprobación, negándola en cuanto al arbitrio de suertes, cuyo ramo se pretendió crear. La fundación con los establecimientos citados, la verificó en el año 1787 fray Manuel Cordero religioso de la Merced.

CORDERO. Juan. Indígena de vida ejemplar. Emprendió la obra de un templo y hospital de convalecencia con el título del Carmen para los indios que se curasen en el de Santa Ana de Lima; destinando al efecto una casa frontera al pueblo del Cercado, en el lugar que después se ha conocido por «Barbones». Falleció dejando al principio el trabajo que llevó adelante el presbítero don Antonio Dávila. Véase a éste.

CÓRDOBA. Véase Fernández de Córdoba.

CÓRDOBA. Don Juan de. Presbítero Comisario de la Inquisición y de Cruzada en Guamanga, cura y vicario de Castrovirreina. Escribió la vida del Obispo de aquella diócesis don Francisco Verdugo que falleció en 1636 estando nombrado Arzobispo de México. Su oración fúnebre la pronunció el mismo Córdoba: era eclesiástico de mucha literatura y crédito.

CÓRDOBA GUZMÁN. Don Pedro. De la orden de Santiago, deudo del Virrey Marqués de Cañete. Fue el primer Capitán de la compañía de gentiles hombres lanzas de la guardia del reino cuando la creó dicho Virrey.

Hizo donaciones y servicios pecuniarios a la comunidad de San Agustín, y en la crónica de esta orden se le recuerda como uno de los benefactores del convento de Nasca, que para fundarlo reunieron 56.500 pesos. Véase Nasca, el cacique don García.

CÓRDOBA MESSÍA. El padre Juan de. De la compañía de Jesús, natural de Lima: varón docto y virtuoso. Escribió un libro con el título de Volumen Regularum & monitorum Spiritualium que estaba en la biblioteca de su orden.

CÓRDOBA RECALDE. Fray Pedro de. Natural de Lima, uno de los religiosos agustinos de nombradía y merecida celebridad por su extraordinario talento, brillantes estudios y consagración a las letras. Triunfó en su oposición a la cátedra de prima de filosofía en la Universidad de San Marcos el año 1647 cuando no tenía 25 años de edad. Fue Rector del colegio de San Ildefonso, Vicario provincial en Charcas, maestro —414→ graduado y examinador en artes, Doctor en teología, Catedrático de esta facultad, y Calificador de la Inquisición.

CÓRDOBA Y RONQUILLO. Don fray Luis Fernández de. Religioso trinitario. Nació en Granada y fueron sus padres don Luis Fernández de Córdoba y doña Marta Briceño Ronquillo. Tomó el hábito en el convento de Úbeda y profesó en 23 de Febrero de 1608. Fue lector en artes y teología, Ministro de su convento de Málaga, y dos veces del de Sevilla, Provincial y Vicario general de Andalucía. Obispo de Cartagena de Indias presentado en 1630: le consagró en el convento de la Trinidad de Sevilla el arzobispo del Nuevo Reino de Granada don Bernardino de Almansa. Gobernó ocho años, edificó en su catedral la Sacristía, dio al Rey 10 mil pesos de donativo y se volvió a España sin licencia. Allí supo que se le había promovido al Obispado de Trujillo del Perú. Tomó posesión de él en virtud de su poder, el arcediano don Luis de Paz en 3 de Febrero de 1641. Murió en su convento de Granada en 16 de Noviembre de 1642 y se le sepultó en el coro de la iglesia. Dejó al convento de su orden en Sevilla mucha plata labrada para el templo, y no pocas limosnas para pobres. Compuso algunos sermones fúnebres que parece no se imprimieron.

CÓRDOBA SALINAS. Fray Diego de. De la orden de San Francisco, estudió en el convento de Lima su patria: fue predicador, maestro de novicios, guardián, notario apostólico, y cronista general de la provincia del Perú. Escribió la vida de San Francisco Solano que dedicada al rey Felipe IV se imprimó en Lima el año de 1630, y se publicó de nuevo en Madrid el de 1643. Compuso un libro de los servicios de los religiosos de su orden en las conquistas espirituales de muchas provincias, con las acciones más memorables de los predicadores que murieron gloriosamente. También fue autor de otras obras; entre ellas, las que tratan de las vidas del venerable fray Andrés Corso fundador de las recolecciones del Perú; del hermano Francisco Ruiz, de fray Juan Gómez, y de Isabel de Porras, abadesa de Santa Teresa. Escribió igualmente en 1649 por encargo del arzobispo don Pedro Villagómez el Teatro de la iglesia metropolitana de Lima, que otro Prelado remitió al Rey en 1650 en cumplimiento de una real cédula de 8 de Noviembre de 1648. Por último trabajó la copiosa crónica franciscana que dio a luz en esta capital el año de 1651. En ella impugnó gravemente al padre fray Antonio de la Calancha quien contrariando verdades históricas, sostuvo en su crónica que la orden de San Agustín era la de más antigüedad en el Perú.

CÓRDOBA Y URRUTIA. Don José María de. Natural de Lima. Secretario de esta prefectura y del Gobierno del Callao, Contador agregado al Tribunal de Cuentas. Escribió y publicó en dos tomos en 1839 y 1843 la estadística histórica geográfica, etc., de la ciudad y departamento de Lima. Contiene datos y noticias curiosas que la laboriosidad del autor acopió examinando diferentes archivos, y extrayendo de obras antiguas interesantes recuerdos. El año 1844 dio Córdoba otra obra más útil todavía para los trabajos históricos. Se titula Las tres épocas del Perú. En la 1.ª extracta algunas de las tradiciones que se encuentran en los Comentarios reales de Garcilaso de la Vega acerca del origen del imperio Peruano, con los sucesos notables que se cuentan ocurridos en el reinado de cada uno de los soberanos Incas. La 2.ª se contrae a la conquista y dominación de España, con ciertos acaecimientos del tiempo del gobierno de cada virrey, empleando la misma concisión y aun oscuridad —415→ que don Cosme Bueno al escribir sobre el mismo asunto. La 3.ª presenta una ligera relación de hechos de la época del Perú independiente. En toda la obra de Córdoba se notan inexactitudes y equivocaciones muy frecuentes.

CORNEJO. Miguel. Uno de los primeros soldados de la conquista. Perteneció a la fuerza que don Francisco Pizarro condujo a Cajamarca: se halló en la prisión de Atahualpa y en la matanza de indios que allí se hizo con engaño y alevosía. Tocáronle 135 marcos de plata y 3.330 pesos de oro al distribuirse la riqueza que acopió aquel Rey para su rescate según lo pactado con Pizarro quien nunca pensó cumplir su compromiso.

Fue Cornejo uno de los primeros pobladores de Arequipa: concurrió a su fundación, se avecindó en dicha ciudad, y poseyó regular fortuna e indios de repartimiento. El célebre Francisco Carvajal venido de México y destinado luego a Charcas, llegó a Arequipa y permanecía en la plaza con su mujer y sirvientes sin tener donde alojarse porque a nadie conocía. Advirtiolo Miguel Cornejo al ir para la iglesia, se acercó a él, le ofreció su casa, y llevándolo a ella lo hospedó y sostuvo por algún tiempo.

En 1535 cuando el levantamiento general encabezado por el Inca Manco, Cornejo estuvo con los hermanos del gobernador Pizarro y demás españoles que se defendieron en el Cuzco de las masas de peruanos que cercaron y estrecharon la ciudad con terribles hostilidades hasta poner fuego a las habitaciones. En algunas salidas de los sitiados se distinguió Miguel Cornejo a órdenes de Gonzalo Pizarro y de Pedro Hinojosa: los choques fueron sangrientos y con muy numerosos enemigos: la mortandad espantosa, por la ventaja que daban a los europeos sus armas y caballos; a los prisioneros se les soltaba después de cortarles una mano.

La entrada en el Perú del virrey Blasco Núñez Vela excitó el mayor desagrado a causa de las ordenanzas, que favoreciendo a los indios reprimían abusos y reformaban las encomiendas. El gobernador don Cristóval Vaca de Castro que a la sazón estaba en el Cuzco, envió un comisionado a Arequipa aconsejando a los vecinos no se alterasen, pues les convenía mejor ocurrir al Rey suplicando de las nuevas leyes. Al ingreso de aquel agente, que fue Tomás Vásquez, se inquietaron los de esa ciudad y en medio del furor que se apoderó de ellos, hicieron sonar las campanas como si gente enemiga acometiese a la población.

Juntáronse en la iglesia, y Miguel Cornejo ocupando el púlpito leyó las ordenanzas; y al tocar el punto de que los repartimientos no serían hereditarios, e indicarse otras cosas que disgustaban al vecindario español, dijo en alta voz que no podían cumplirse tales disposiciones, y que antes de consentirlo deberían los agraviados perder sus vidas. El alboroto y desorden tomaron el más peligroso incremento, dando margen a tumultos en otros lugares, y a que Gonzalo Pizarro se decidiese a hacer sus preparativos para la revolución de que luego se declaró caudillo.

Victoriosas las armas de Gonzalo Pizarro en la batalla de Guarina, al acercarse Francisco Carvajal con fuerzas a la ciudad de Arequipa (año 1546) muchas personas que ya habían cambiado de opinión inclinándose al partido realista, huyeron a órdenes de Miguel Cornejo dirigiéndose hacia la capital de Lima. Carvajal los hizo perseguir con diligencia y todos fueron tomados y conducidos a Arequipa. Iban aterrorizados y esperando que la proverbial crueldad de aquél se ejercitase en ellos. Pero sucedió todo lo contrario, porque Carvajal los acogió con mucha benignidad, —416→ y dijo a Cornejo que en ningún caso debió ausentarse desde que entre ambos existían buenas relaciones amistosas: que él nunca había olvidado los muchos servicios de que le era deudor, y que en prueba de su gratitud todos los prisioneros quedaban en libertad por hallarse asociados a Cornejo. Le dijo asimismo que anteriormente no quiso tomar providencia alguna contra él, cuando supo a ciencia cierta que era quien enviaba alimentos y auxilios a Diego Centeno en el tiempo que estuvo oculto en una cueva por el peligro que corría su vida; y que procedió con esa moderación aun conociendo el lugar en que se hallaba, sólo por acreditar su reconocimiento a Cornejo.

Pasados los disturbios con la destrucción del bando de Pizarro, y viviendo Miguel Cornejo en Arequipa, aconteció el levantamiento de don Francisco Hernández Girón (1553). En esa ciudad se acordó 1.º no aceptar la revolución, y para oponerle resistencia trataron los vecinos de crear una fuerza bajo el comando de Cornejo a quien reconocieron como Maestre de Campo. En seguida variaron, y movidos por las sugestiones de unos frailes según refiere el cronista Herrera, se decidieron por Girón formando nueva acta que también suscribió Cornejo. Este cambio no fue durable, pues los de Arequipa reflexionando más lo que les convenía, fueron viniéndose al partirle realista, uno de ellos Miguel Cornejo que se incorporó a las tropas del Gobierno y prestaba sus servicios en campaña cuando encontró la muerte en un accidente raro y extraño.

Retirábase de Ica una columna en que estaba Cornejo a órdenes de don Pablo Meneses, y la perseguían tropas de Girón muy superiores en número. En el aprieto que los realistas tuvieron en Villacurí, habiendo un sol abrasador y nubarrones de polvo que causaban la mayor confusión, se ahogó Miguel Cornejo que llevaba una celada borgoñona, y no acertó a desembarazarse de la visera que iba calada y le cubría el rostro: sofocado quedó muerto en aquel campo de desgracia para los de Meneses. Véase el artículo de éste.

CORNEJO Y CALDERÓN. El licenciado don Luis. Natural de Arequipa, hijo de don Álvaro Cornejo, y de doña Luisa Calderón. Disfrutó de mucho crédito por sus conocimientos jurídicos no menos que por su prudencia y acierto en los negocios. Fue Canónigo doctoral de aquel coro, y llegó a ser Deán en 18 de Agosto de 1729 después de haber ocupado como dignidad otros lugares de escala. Fue varias veces Provisor, y gobernó por un corto tiempo el Obispado en virtud de poder del obispo don fray Juan de Argüelles; murió en 12 de Setiembre de 1735.

CORNI. El doctor don Carlos Marcelo. Nació en Trujillo del Perú el año de 1564. Su padre Juan Cornerino fue francés lo mismo que su madre. Se educó en el colegio de San Martín de Lima, fue hombre de singular virtud y literatura, Catedrático de artes en la Universidad de San Marcos, y el primer Canónigo magistral que hubo en Lima. Predicador de gran crédito, Obispo de Concepción de Chile promovido a Trujillo en 1620: tomó posesión de esta diócesis en 7 de Noviembre de 1621. Cuando a su entrada en la ciudad oyó los repiques, dijo: «Esa campana que suena, más alegre la fundió mi padre». En efecto éste había sido fundidor, y estando un día en su trabajo dirigió a su hijo estas palabras. «Estudiar, Carlete, estudiar que con esta campana te han de repicar cuando seas Obispo». Fundó en Trujillo a sus expensas un colegio seminario al cual dio el título de San Carlos y San Marcelo; y en la casa en que nació construyó el colegio de la compañía. Destinó renta para dotar jóvenes solteras que tomasen estado. También en la catedral de —417→ Lima fundó una capellanía en favor del culto. Erigió una de las parroquias de Trujillo. Falleció en 14 de Octubre de 1629 como consta en el archivo de su iglesia, y se le sepultó en la del colegio de la compañía y en la capilla mayor al lado del Evangelio.

CORPA. Marqués de. En 12 de Junio de 1683, el rey Carlos II dio este título al coronel don Luis Ibáñez de Segovia y Peralta (hermano del Marqués de Mondéjar), Corregidor del Cuzco y Angaraes, y Caballero de la orden de Santiago. Por esta línea la última poseedora fue doña Nicolasa Ibáñez Condesa de Torre-blanca, quien hallándose recargada de deudas por razón de los derechos de lanzas, hizo dimisión del título. Pretendió entrar en el goce de él don Juan José de la Puente Ibáñez, de la orden de Calatrava, Oidor de Lima con honores del Consejo de Indias, en atención a ser hijo de don Lorenzo de la Puente, de la orden de Alcántara y de doña María Ana Ibáñez de Orellana, y nieto de los primeros marqueses de Corpa don Luis Ibáñez y doña María Josefa Orellana y Luna. Se declaró en su favor por auto de 6 de Noviembre de 1776 con la calidad de que redimiese las lanzas, como lo verificó, entregando en las cajas reales diez mil pesos. Después redimió la media anata, y se le expidió cédula real en 16 de Setiembre de 1786 libertándole perpetuamente de este gravamen. Dicho don Juan José, casó con su sobrina doña Constanza de la Puente y Urdanegui, hija de los Marqueses de Villafuerte y hermana de don Juan Estevan Marqués de la Puente y Sotomayor. En 1821 poseía el título don Lorenzo de la Puente natural de Lima gentil hombre de cámara desde 1816, Regidor del Cabildo constitucional, y que también lo había sido en 1813 cuando dicho Cabildo se llenaba por elección. Véase Puente y Castro, don Juan Esteban de la. Véase Ibáñez y Orellana, don Luis.

CORRAL Y AGUIRRE. Don Carlos del. Teniente Coronel del regimiento de Extremadura que en 1783 llegó a Panamá con el regimiento de Soria ambos de dos batallones, y enviados desde Cádiz con motivo de la revolución de Tupac Amaru el año de 1780, vencida en el siguiente de 81. Esos regimientos trajeron cada uno 18 compañías y en ambos un total de 2.787 plazas. Fueron distribuidos de guarnición en los puntos más importantes del virreinato. Corral ascendió a Coronel y regresó a España en 1787 por el Cabo de Hornos con los restos del cuerpo de su mando y del de Soria, pues dejaron en el Perú no pocos oficiales y tropa de orden del Rey para la nueva organización del regimiento fijo denominado «Real de Lima» que se hizo en el mismo año componiéndolo de tres batallones.

Don Carlos del Corral ascendió a Brigadier en 1789 y volvió al Perú en 1791 a servir la presidencia del Cuzco que desempeñó hasta su fallecimiento.

CORRAL. Don Juan del. Maestro de obras y arquitecto, que vivía en Lima a principios del siglo XVII. Fue el que, con sujeción a los planos hechos por fray Gerónimo Villegas, construyó el puente del río de esta ciudad en 1608. Véase Montesclaros.

CORRAL. El doctor don Juan del. Jurisconsulto americano. Escribió los comentarios de las leyes de indias que se imprimieron en España. Al doctor don José Perfecto Salas Fiscal de la Audiencia de Chile se le encomendó la continuación de dicha obra, mas no hemos encontrado noticia de que la hubiese verificado. Corral fue miembro de la segunda junta que entendió en recopilar aquellas leyes, y en su organización y redacción.

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CORRAL CALVO DE LA BANDA. El doctor don José del. Colegial de San Martín. Fue uno de los primeros hijos de Lima que obtuvieron plaza propietaria de Oidor en el siglo XVII. Se la confirió el Rey en la Audiencia de Charcas y después en la de Lima, habiendo servido la asesoría general del virreinato en tiempo del Duque de la Palata. El maestro Gil González Dávila en El teatro eclesiástico de Indias dice: que el doctor Corral fue Catedrático de instituto en Salamanca: no hemos podido comprobar esta noticia. Fue casado con doña Jacinta de la Torre y Zegarra. Un hijo suyo ocupaba una silla en el coro de Lima en 1725.

CORREA. Don Antonio, vecino de Lima. Hizo considerables erogaciones para la fábrica de la casa de probación, o noviciado de San Antonio Abad de la compañía de Jesús e iglesia de San Carlos. Se ve en esta una inscripción sobre la bóveda en que están sepultados sus restos. Correa tuvo a la inmediación del mismo local una casa de estudios que dotó y fomentó a sus expensas. También dejó una obra pía considerable para que su producto se aplicase por los jesuitas a la composición de deudas de los que por ellas se hallasen encarcelados. Habla de esto el padre Buendía en la vida del padre Francisco del Castillo.

Además de lo dicho, gravaban sobre fundos de la compañía imposiciones hechas por Correa, y sus productos los tenía destinados a dotes para casadas y monjas, al culto de la Virgen de la «O», al sostén de la Casa de Huérfanos, a pobres vergonzantes, a enfermos convalecientes, a negros libres pobres, etc. De estos capitales que montaban a 96.500 pesos cuando la expulsión de los jesuitas, reconoció la Real Hacienda 79.500 pesos, y los 17.000 restantes varios particulares que compraron fincas de la compañía con los censos que tenían sobre sí. Estos datos los hemos tomado consultando documentos fehacientes de la antigua dirección de temporalidades.

CORREA. El licenciado don Manuel. Vecino de Lima. Estableció a su costa la fiesta de San Jacinto, y en ese día se daba la dote de 450 pesos a cada una de seis niñas, para lo cual capitalizó una parte competente de su fortuna. Las dotadas en cada año acompañaban por el claustro de Santo Domingo la procesión de San Jacinto. El patrón de esta memoria era el Deán del Arzobispado. Una estatua del fundador, puesto de rodillas, estaba en un nicho del pilar frontero a la capilla de San Jacinto en la citada iglesia de Santo Domingo. También dotó en ésta la fiesta solemne de San Antonio de Padua, y erogó seis mil pesos de su peculio para la fundación del monasterio del Carmen de Lima, que se verificó el año de 1643.

CORREA. Antonio Rodríguez, o sea fray Antonio de San Pedro. Nació en Zelorico de Portugal. Vino a América y pasó a Potosí, donde tuvo el ejercicio de pulpero: después se ocupó del comercio en Arequipa y Huancavelica. Sus padres fueron Manuel Tomás y Ana Correa, naturales de Zelorico como sus abuelos, todos descendientes de judíos. Manuel Tomás estuvo preso en la Inquisición de Toledo, y en la de Lima un pariente suyo llamado Duarte Méndez que fue relajado y ahorcado en esta ciudad el 5 de Abril de 1592.

Antonio Rodríguez Correa fue tomado por la Inquisición de Lima el 22 de Mayo de 1604 cuando tenía 33 años: se le acusó de ser judío. En su confesión declaró que en Salamanca le habían doctrinado en la ley de Moisés y relacionó todos sus errores. Se arrepintió de ellos y pidió perdón. Fue sentenciado en 13 de Marzo de 1605 por los inquisidores licenciado —419→ don Pedro Ordóñez y Flores, diputado don Francisco Verdugo y diputado don Miguel de Salinas siendo Fiscal el licenciado don Tomás Solarana, en auto de fe que se celebró en la plaza mayor de Lima, y en el cual fueron condenados cuarenta reos. Asistió el Virrey Conde de Monterrey, la Audiencia y los Cabildos eclesiástico y secular. La sentencia calificó a Correa de judío, hereje apóstata, fautor y encubridor de herejes y excomulgado por haber seguido la ley antigua. Se mandaron confiscar sus bienes: y por haber hecho confesión y hallarse contrito y arrepentido, se le admitió a reconciliación. En pena y penitencia se le hizo salir al cadalso con otros, en cuerpo, sin cinto, con la cabeza descubierta, hábito de paño amarillo, con las aspas coloradas de San Andrés y una vela verde apagada en la mano. Le condenaron a usar dicho hábito por tres años en la cárcel, y después a que pasase a España a servir por cinco de galeote al remo sin sueldo. En dichos tres años había de asistir los domingos y fiestas a misa y sermón: los sábados a rezar en la iglesia de Copacabana y en las tres pascuas a confesar y comulgar. Se le declaró inhábil para obtener dignidades y beneficios eclesiásticos y seculares prohibiéndosele llevar en su persona oro, plata, perlas, piedras preciosas, seda, chamelote o pairo fino y andar a caballo, traer armas, etc., todo lo cual había de cumplir so pena de impenitente relapso. Hizo abjuración en público de toda especie de herejía y apostasía. Juró guardar la fe católica y obediencia al Papa: que perseguiría a los herejes revelando lo que supiere de ellos: que recibiría con humildad y paciencia las penitencias. Fue absuelto en forma, y firmó ante los secretarios Gerónimo Luque y don Martín Díaz de Contreras.

El lunes 14 de Marzo juró además en la Inquisición guardar secreto de cuanto le había pasado: se le permitió tener la ciudad por cárcel, y sólo señaló para que se confesase a los padres de la compañía Sebastián o Menacho. A los tres años le quitó el hábito penitenciario el secretario Contreras, y se le ordenó marchase para España en la armada próxima a salir.

Del proceso que estaba en la cámara del secreto se sacó copia en 5 de Abril de 1675 certificada por el secretario don Miguel Román de Aulestia a pedimento de la comunidad de la Merced.

Durante aquellos tres años, Correa vivió en el convento de la Merced de Lima y por algún tiempo estuvo loco. Llegó a Sevilla después de salvar de un naufragio: allí se le permitió tomar el hábito de donado en el convento de San Pablo de la orden de Santo Domingo. Después pasó al de la Merced de Osuna como lego, y al año de noviciado profesó.

Este hombre se dedicó a la oración y se hizo admirar por su humildad, paciencia, penitencia, caridad y otras virtudes. Fundó un monasterio de recogidas logrando convertir a muchas mujeres. Murió en 30 de Julio de 1629. Era conocido por fray Antonio de San Pedro: fue considerado como un venerable siervo de Dios, y a sus reliquias se tributaron grandes respetos. Siguiéronse informaciones por autoridad apostólica acerca de su vida y obras, y se trató de su canonización. En 1692 se imprimió en Lima su vida escrita por fray Andrés de San Agustín cronista de la Merced, y aprobada por el padre fray Luis Galindo de San Ramón de quien tratamos en especial artículo. De ese libro hemos aprovechado para formar el presente extracto.

CORRO. El diputado don Diego del. Nació en San Lúcar de Barrameda: estudió en el seminario de Roma y universidad de Redivivos. Se graduó de Doctor en Sigüenza, y la Real Sociedad de Sevilla le puso en el número de sus revisores teólogos. Escribió la Disertación sobre la autoridad de los —420→ hechos del breviario romano; y la Historia del primer siglo de la Iglesia, Sevilla, 1739. Se le nombró canónigo de Lima y Comisario de Cruzada después de haber sido Prebendado en Sevilla. A su arribo a Lima la canonjía no estaba vacante porque la quiso conservar el que la ocupaba, y renunció la superior silla que le fue conferida. Corro, a quien se dieron luego dos dignidades en Tucumán, rehusó admitirlas sucesivamente; aceptó el curato de Cajacay en el partido de Cajatambo, y alcanzó después en concurso el de Tauca en Conchucos. Obtuvo enseguida una canonjía en Lima y las dignidades de Tesorero y Maestrescuela. Pasó de Obispo a Popayán en 1752 y visitó su diócesis. Ascendió al Arzobispado de Lima cuyas bulas y palio recibió en 16 de Mayo de 1759. Imprimiéronse en ese año sus sermones y una pastoral fecha 4 de Noviembre. Hizo su entrada en esta capital el 27 de dicho mes de Noviembre de 1759. Emprendió la visita de la diócesis y trató de rectificar los límites de las doctrinas corrigiendo las deformidades de la antigua demarcación. Murió en el valle de Jauja en el pueblo de San Gerónimo el día 28 de Enero de 1761. Se trajeron sus cenizas a los nueve años, y se depositaron en la bóveda de la catedral en 23 de Agosto de 1770, día en que se le hicieron magníficas exequias costeadas por la gratitud del obispo del Cuzco Gorrichategui, habiendo predicado en ellas el maestre escuela diputado don Esteban José Gallegos orador distinguido. El arzobispo Corro pidió al diputado don Cosme Bueno un dictamen fundado acerca de los antojos de las mujeres cuando están en cinta. Lo hizo aquel profesor con muy felices reflexiones, y la erudición que era tan peculiar a su ilustrado criterio: se publicó en el almanaque del año de 1794.

CORSO. Fray Andrés. Lego de la orden de San Francisco. Nació en la villa de San Andrés en la isla de Córcega. Vino de España de paje del virrey don Andrés Hurtado de Mendoza Marqués de Cañete el año 1555. Resuelto a dejar el mundo, tomó el hábito en el convento de San Francisco de Lima el día 12 de Abril de 1560. Profesó al año y tuvo a su cargo los destinos de cocinero, portero, hortelano y otros penosos que desempeñó con obediencia y humildad; trabajó además como carpintero y albañil en diferentes obras del convento, y como sastre en hacer vestidos a la comunidad.

Este hombre ejemplar por sus costumbres, caritativo como el que más, de suma paciencia y austeridad, fue el primero que en Suramérica entendió en la creación de las recolecciones. Fundó la de Descalzos titulada Santa María de los Ángeles de Lima en 1592; y en 1602 la de la ciudad de Pisco cuyos capitales subían a 15 mil pesos: a su ejemplo, las demás religiones fueron después fundando casas recoletas. Edificó el convento de San Diego del Callao, y reconstruyó el de San Bernardino de Huánuco, en el cual se le obligó a desempeñar la prelacía. La iglesia actual de la recolección de Lima se consagró en 21 de Mayo de 1748 por el obispo de Trujillo Paravicino. El sitio que ocupa lo franquearon doña María Valera y su hijo don Luis Guillén.

Cumplió fray Andrés 90 años, y desde su profesión jamás vistió prenda alguna de lienzo sino la jerga burda de su hábito. Fue un modelo en obras de piedad y amor a los pobres, y no cesó de mortificarse con ásperas penitencias y ayunos. Llegado su último día, expiró el 10 de Junio de 1620. Sus restos se trasladaron en 9 de Octubre de 1622 a la capilla de Santa Catalina que pertenecía a los Corsos, en la iglesia de San Francisco, habiéndolo dispuesto así el arzobispo Lobo Guerrero en vista de las informaciones que de las virtudes de fray Andrés se hicieron por —421→ fray Diego de Córdoba Salinas, quien escribió por separado un libro de la vida de este venerable lego.

CORSO. Don Antón Paulo, marino. Véase el artículo Sarmiento Gamboa, don Pedro, con quien viajó desde el Callao al estrecho de Magallanes.

CORSO. Nicolás. Comerciante de Lima. Dejó al Prior de Santo Domingo ochenta mil pesos en metálico para que dispusiese de ellos en bien de su alma y descargo de su conciencia. Sirvieron para la obra del hospital de Santa Ana y su iglesia a mediados del siglo XVI. Allí se labró la capilla de San José en nombre de Corso, cuyos restos se colocaron en un nicho en la pared detrás del altar, donde se encontró una antigua inscripción cuando en 1790 se destruyó el retablo. Véase Santo Tomás, fray Domingo de.

CORTE REAL. Doña Helena Rodríguez de. Natural de Moquegua, procedente de una familia visible a la cual perteneció don Ambrosio Javier Rodríguez de Corte Real, que fue cura de esa ciudad 33 años y reedificó la iglesia dos veces con su propio caudal. Doña Helena fue casada con el capitán don Benito Galdámez, hijo también de Moquegua y descendiente de don Francisco Galdámez Garay primer Alférez Real en el año de 1629, Regidor de su cabildo y Alcalde en 1633.

Era vecina de Lima doña Helena, y en su estado de viudez determinó proteger el proyecto que había de formar un monasterio de Santa Rosa; y a fin de que se pudiese conseguir la licencia necesaria, le hizo donación de más de 130 mil pesos en dos haciendas y unas casas.

Algunas otras personas proporcionaron también recursos, estimándose los bienes, alhajas y demás reunido, en la suma de cuatrocientos mil pesos. Alcanzose el permiso real que fue otorgado en 26 de Enero de 1704 a instancia de las personas que vivían congregadas en un beaterio denominado de Santa Rosa. Este se instaló en 1678 por los religiosos dominicos que compraron con dicho destino una finca frente al Santuario. Después se trasladó a la calle de San Sebastián y pertenecieron a él muchas jóvenes de clase que se estimularon a llevar el hábito con motivo de la beatificación de Santa Rosa.

Inaugurose el monasterio en 2 de Setiembre de 1708 en un local que comprende el sitio en que estuvo la casa en que murió la santa: doña Helena fue nombrada fundadora y patrona, concediéndose a ella y a sus sucesores el privilegio perpetuo de que pudiesen nombrar una monja que entrase al claustro sin dote. La regalía del patronato la cedió al presbítero don Antonio Ortiz Martínez, el cual en un codicilo que hizo, la transfirió al oidor decano don Miguel Núñez de Sanabria, y a los que le siguiesen en el decanato. El Rey se reservó el derecho de nombrar también sin dote cuatro monjas que fuesen hijas de empleados o funcionarios beneméritos del Perú.

Pasaron del convento de Santa Catalina a establecer el de Santa Rosa, dos monjas que después se restituyeron a aquella comunidad, quedando de Superiora en la nueva la hija del Virrey Conde de la Monclova, deña Josefa Portocarrero que tuvo mucha parte en la erección del monasterio, así como el padre Alonso Messía, jesuita. En la iglesia, que se estrenó el día 24 de Agosto de 1730 y que tiene 51 varas de longitud y 11 de ancho, se conservan algunas reliquias y prendas de la Santa.

Doña Helena Corte Real en su testamento dejó cuatro mil pesos a la iglesia matriz de Moquegua en que fue bautizada. Véase Messía; véase Portocarrero.

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CORTÉS Y AZÚA. Don Eugenio. Nació en Chile en 15 de Noviembre de 1776. Fueron sus padres don Ramón Cortés y doña Paula Azúa. Su ascendencia paterna procede de Trujillo en donde se avecindaron don Alonso Cortés (entroncado con don Hernando Cortés Marqués del Valle y con don Francisco Pizarro) y don Juan Roldán Dávila que vino a América con su pariente don Pedro Arias Dávila Gobernador del Darien, y al Perú con don Diego de Almagro. Descendiente de don Alonso fue doña María del Carmen Cortés esposa de don Simón de Lavalle padre del Conde de Premio Real. De la casa de Azúa damos razón en el artículo Iturguyen, doña Catalina, Condesa de la Vega. Véase.

El contador mayor del Tribunal de Cuentas don Pedro Dionisio Gálvez casado con doña Rita Azúa e Iturguyen tía de don Eugenio Cortés, envió a éste a España a la edad de 8 años. Concluidos sus estudios en el colegio de Vergara, ingresó en la marina real a tiempo que España estaba en guerra con Francia. Vino al Pacífico en la escuadra del general Álava, continuando en su expedición a Filipinas y a la India. De allí entró en campaña contra los ingleses y regresó a España. A fines del siglo volvió al Perú; y en 1804, navegando en la fragata «Clara» en convoy con la «Asunción» y «Mercedes» que conducían caudales a Europa, cayó prisionero y herido de resultas de la sorpresa con que fueron esos buques de guerra atacados por cuatro fragatas inglesas.

Cortés en Inglaterra halló la protección espontánea de lord Granville a quien la Marquesa de la Cañada-hermosa, su abuela, había hecho servicios señalados en Chile con ocasión de haber quedado allí enfermo en anteriores años. Obtuvo Cortés su libertad después de recibir de aquél distinciones y obsequios.

Ya en Cádiz, sirvió nuevamente a órdenes del general Álava, y después del combate de Trafalgar vino al Perú en 1806 en la fragata «Deseada».

Por los años de 1811 se le remitió a España por habérsele acusado de adhesión a la independencia americana. Consiguió regresar al Perú después de disipadas aquellas sospechas, pero se le obligó a vivir en Arequipa en 1817 vigilado por las autoridades. En 1819 hallándose en Lima, le empleó el Gobierno al mando de unas cañoneras en la defensa del Callao contra los ataques de las fuerzas navales de Chile mandadas por lord Cochrane. En 1820 se embarcó de 2.º Comandante de la fragata «Prueba» y habiendo llegado a Acapulco en 1821, se separó del servicio uniéndose al general Iturvide que había proclamado la independencia en Iguala. Acompañole en campaña como su ayudante, y después, ascendido a General, estuvo empleado en Estados Unidos: sirvió en la escuadra mexicana en el sitio de San Juan de Ulúa, y en 1829 se vino al Perú donde se le admitió al servicio en el empleo de Contraalmirante. Ejerció el cargo de Director del colegio militar, y en 1835 pasó a Chile donde permaneció hasta su fallecimiento acaecido en Valparaíso el día 31 de Diciembre de 1849.

El general Cortés fue casado con doña Carmen Alcázar relacionada con la familia del Conde de San Javier y otras principales de Lima. Hermanas suyas fueron doña Rosa Cortés casada con el brigadier don Juan Manuel de Mendiburu, doña Josefa esposa del Barón de Nordenflich, y doña Constanza que lo fue del coronel maestrante de Sevilla don Francisco José Recabarren, chileno. Hijo de don Eugenio fue don Felipe Eugenio que ha sido representante por Lima en la convención de 1855.

CORTÉS. Don Fernando. Cura de Salas en la provincia de Piura. Habiéndose descubierto el paradero de una india pastora que fue robada por un oso, dicho párroco la sacó de una cueva en que aquel animal —423→ la tuvo cuatro meses cuidando de llevarle alimento. La desgraciada mujer salió tan enferma y destruida que murió al tercer día.

CORTÉS. Cecilio. Fue el 1.º en quien se logró la vacuna en Lima el año de 1805. Tenía 4 de edad. El Cabildo le agració con la asignación de 100 pesos anuales de que había de disfrutar hasta la edad de 25 años. Véase Salvani.

CORUÑA, O GORMAZ. Don fray Agustín de la. Religioso de la orden de San Agustín. Era natural de Coruña del Conde, e hijo de Hernando de Gormaz y de doña Catalina de Velasco. Tomó el hábito en el convento de San Agustín de Salamanca en 24 de Junio de 1524. Vino a México en 1533 con otros frailes, y fue allí Catedrático, Prior de varios conventos y Provincial en 1560. Volvió a España con los provinciales de San Francisco y Santo Domingo en 1561 para tratar del remedio de los males que sufrían los indios. El rey Felipe II lo presentó para Obispo de Popayán obligándole a aceptar esa silla en 1562. Establecido en su diócesis, fundó el convento de San Agustín en el cual vivió como uno de los frailes, y el monasterio de religiosas dedicado a San Nicolás de Tolentino. Asistió al segundo concilio limense del año de 1567 reunido por el primer arzobispo don fray Gerónimo de Loayza.

Ayudó al virrey don Francisco Toledo en la formación del tomo titulado Ordenanzas del Perú, y a otros arreglos administrativos por haber encargado el Rey a Toledo oyese los consejos de este Obispo. Pero no quiso seguirlos cuando opinó no se condenase a muerte al inca Tupac Amaru. Estando en el Cuzco, insistió en este parecer, y puesto de rodillas exigió inútilmente del Virrey que en último caso enviase al Príncipe a España. Habiendo perdido sus esperanzas, se contrajo a instruir en las verdades de la religión al desgraciado inca, le administró el bautismo dándole el nombre de Felipe, y le asistió hasta el momento en que fue degollado.

Posteriormente estando en su diócesis y con motivo de defender la inmunidad eclesiástica en una cuestión de asilo, se le condujo preso a Quito por disposición de aquella Audiencia: había excomulgado al gobernador de Popayán don Sancho García de Espinel con quien fueron aquellas competencias. Duró su detención dos años, y su fallecimiento ocurrió en la villa de Timaná en 1590, hallándose en mucha pobreza por haber dado de limosna cuanto tenía. El rey Felipe II reprendió ásperamente a la Audiencia de Quito por sus procedimientos contra este Obispo cuyo destierro había resuelto; y mandó que a costa del Tribunal, se hiciese en su desagravio una fiesta en la iglesia de Popayán donde está su cadáver. Cuando se hallaba recluso en su convento de San Agustín de Quito, fabricó varias celdas y oficinas, le dio ornamentos y una campana que consagró. Al convento de Salamanca donó catorce mil pesos para que allí se fundase un colegio, y al de Alcalá siete mil para otra: también hizo beneficios a los de Puebla y México.

CORVERA DE ZÁRATE. El doctor don Alonso. Natural de Chuquisaca, Catedrático de Quechua en la Real Universidad de San Marcos. Canónigo doctoral de Lima en 1645. Reconstruyó la capilla mayor de Santa Ana, y fue el que introdujo la costumbre de que el día de Cuasimodo se lleve el viático9 a los enfermos, según se ve en el Teatro de las iglesias de Indias, obra del maestro Gil González Dávila.

CORVETE. Don Pedro. Capitán General de marina. La falta de documentos en que se pudiera hacer cumplido y provechoso estudio de los —424→ antecedentes y hechos notables de muchos peruanos ilustres, nos obliga a escribir sucintamente acerca de este personaje de cuya familia, a pesar de haber él nacido en Lima, no tenemos noticia alguna. Cuando se organice el Archivo Nacional, y se cimienten y cultiven los trabajos de una academia de historia, se abrirán algunos caminos para conocer los antecedentes y particulares circunstancias de muchos hombres, cuya memoria será mirada en el Perú con el aprecio que todo país culto tributa a las luces y mérito de sus hijos.

Don Pedro Corvete, Caballero de la orden de Santiago, y Capitán General que fue de la marina de España a fines del reinado de Carlos II, no pudo haber llegado al más elevado rango de su carrera sin una dilatada serie de servicios. La profesión naval demanda multitud de conocimientos científicos que precisamente se reunieron en este General; y la celebridad de su nombre acredita que la alcanzó dignamente, y participando de las glorias que las escuadras españolas adquirieron cuando eran temidas de toda la Europa.

Afirman su nacimiento en esta ciudad, don Francisco Echave, quien en la obra Estrella de Lima, le titula «General de flota y Almirante del mar Océano», y don Pedro Peralta que asegura haber sido «Capitán General de Marina».

Consagró éste a su memoria en el canto 7.º del poema «Lima Fundada», las siguientes octavas:

«¿Ves aquel General que glorioso

De rostrada corona está ceñido,

Y en aire de un Neptuno valeroso

El bastón un tridente ha confundido?

Éste será el Corvete generoso

Que hará ver, como siempre engrandecido

El genio que más alto se sublima,

O navegue, o combata, influirá Lima.


»Éste entre tanto hispánico Argonauta

De sus glorias será famoso lustre;

Calle de Agripa la proeza cauta,

Calle del Doria la experiencia ilustre:

Que ser podrá, naval bélica pauta

De cuanto héroe el tiempo nunca frustre;

Que a ser perenne, necesario fuera

Inventar nuevos mares que rindiera».



El padre Feijoo en el Teatro crítico (tomo 4.º, página 12) contradiciendo la opinión de que los americanos pierden su inteligencia y energía prematuramente, dice entre otras cosas: «En los últimos años del señor don Carlos II fue Capitán General de la Real Armada don Pedro Corvete; sin que jamás descaeciese por los años (que eran muchos) de la entereza de genio y hermosura de espíritu que tuvo».

COSSÍO. Don Isidro Gutiérrez. De la orden de Alcántara, vecino de Lima. Véase San Isidro, Conde de.

COSSÍO. Don Mateo. Vecino de Arequipa, Caballero de la orden de Santiago, Brigadier de los reales ejércitos. En el año de 1792 era Teniente Coronel de ejército y Coronel del regimiento de milicias disciplinadas de Arequipa. En esa época desempeñaba el cargo de director de —425→ la sociedad mineralógica establecida en dicha ciudad y de cuya organización, objetos y reglamento, dio noticias el Mercurio Peruano de 16 de Agosto de aquel año. A principios de este sido mandaba el regimiento de caballería de Arequipa como Coronel de ejército. Desde 1808 hasta 1821 le perteneció el empleo de Ensayador de las reales cajas de Puno.

Los hacendados de Moquegua dieron poder a don Mateo Cossío en 1.º de Abril de 1796 para que se opusiese al plantío de viñas en la provincia de la Paz por los perjudiciales resultados que sobrevendrían a aquéllos. Encargáronle igualmente recabase la prohibición, a una compañía existente en Chile, de internar aguardiente en Potosí y otros lugares del Perú.

Cossío se halló en la batalla de la Apacheta con las fuerzas del Rey, y cayó prisionero del ejército vencedor mandado por el general Pumacahua, el año de 1815.

Fueron hijos suyos: don Mariano que sirvió en la marina española y estuvo en el combate de Trafalgar en 1805. Figuró en Arequipa como Diputado departamental, Alcalde y Prefecto. Don Mateo Joaquín Doctor en la Universidad de Lima, cura del Sagrario de Arequipa, Canónigo doctoral, dignidad de Maestrescuela de esta iglesia y Rector del colegio seminario. Pronunció la oración fúnebre en las exequias del intendente don José Gabriel Moscoso fusilado en el Cuzco en 1815. Este eclesiástico, que fue persona de mucha instrucción, falleció en 1846. Hija del mismo Brigadier y hermana de los anteriores, fue doña Magdalena casada con el coronel don Raymundo Gutiérrez Caballero de la orden de Santiago de quienes proceden doña Gregoria esposa del coronel don Luis de Gamio, doña Inés viuda de don Juan Francisco de Izcue, y la esposa del coronel don Juan A. Ugarteche, cuya hija doña Magdalena se halla casada con el general don Mariano Ignacio Prado que ha gobernado la República en 1866.

COSTA Y URIBE. El diputado don Lorenzo. Natural de Lima, Caballero profeso de la orden de Santiago, graduado en ambos derechos en la Universidad de San Marcos: Colegial que fue del Real de San Martín de Lima y colegio mayor de San Felipe, Asesor del Tribunal del Consulado, etc. Publicó en Cádiz en 1764 una Breve colección de varias cartas histórico-crítico-juiciosas en que hay curiosos datos y noticias de sucesos antiguos, muchos de ellos tomados de una obra de don José Eusebio Llano Zapata, entre los cuales están las entradas hechas en el Pacífico por escuadras extranjeras y bajeles de piratas.