En nueva vez os busco, para daros | 395 |
por mi infeliz hermana nuevas quejas. | |
¿Era posible que en el pecho vuestro | |
se anidara, señor, una dureza | |
que el exterior desmiente, y que parece | |
no poderse hermanar con vuestras prendas? | 400 |
En mí no veréis llanto; y esto mismo | |
me cierra la esperanza. Al que no muevan | |
las lágrimas preciosas de su amante, | |
¿qué podrá ya mover? Pero, ¿no
piensa | |
el héroe de llión en la desgracia | 405 |
de Cartago, los tirios, y la reina? | |
Cuando arribasteis vos a nuestros puertos | |
en hora fortunada, estas riberas | |
recién dejaba el implacable Yarbas. | |
Bien lo sabéis, señor, en la demencia | 410 |
de su pasión feroz, pidió de Dido | |
el tálamo partir, y que la diestra | |
le entregara mi hermana, consintiendo | |
en un enlace que el amor detesta. | |
Dido se denegó, y él mismo entonces | 415 |
se presentó en Cartago. La fiereza | |
de un carácter atroz, unida al fuego | |
de un amor tan furioso como aquélla | |
se dejó ver en Yarbas: Dido opuso | |
más tenaz y más justa resistencia | 420 |
al temerario empeño; y, desperado, | |
el amante feroz se ausenta de ella. | |
Pero, al partir, «Yo volveré», le dijo, | |
«no ya como a rogarte; ni la tea | |
que mi mano traerá podrá apagarse | 425 |
sin que en cenizas a Cartago vuelva. | |
Tú sola escaparás de tal incendio; | |
pero no más que para ser la presa | |
en que se cebe mi rencor. Armada | |
a toda la Getulia en mi defensa | 430 |
pronto verás venir; y arrebatada | |
de en medio de los tuyos, en mis tierras | |
serás esclava, pagarás bien caro | |
tu orgullo, tus insultos, y mi afrenta; | |
y, si aquí a Yarbas conociste amante, | 435 |
allá conocerás cómo se venga», | |
dijo, y partió; y en los confines nuestros | |
ya bramaban las furias de la guerra, | |
cuando entraron, preñadas de troyanos, | |
a este puerto, señor, las naves vuestras. | 440 |
Dido las recibió; y al ver un héroe | |
de cuyo nombre sus comarcas llenas | |
estaban de antemano, y los soldados | |
que pelearon diez años contra Grecia, | |
ni ya temió de Yarbas los insultos, | 445 |
ni pensó en levantar las fortalezas | |
que en el cimiento veis, y en que debían | |
ampararse los tirios en la guerra. | |
La Fama al punto discurrió, y de Yarbas | |
llevó al oído la funesta nueva | 450 |
de tan próspero arribo, y los amores | |
que en el pecho encendisteis de la reina. | |
Lo supo; y si, temiendo a los troyanos, | |
contuvo sus furores la impotencia, | |
la sed de su venganza más se enciende: | 455 |
¿y cuál será su efecto cuando vea | |
que, abandonada la infelice Dido | |
del brazo que se alzaba en su defensa, | |
en presa queda a los rencores suyos? | |
¿Cómo será su rabia, cuando aumentan | 460 |
los celos su furor? ¡Señor!, al menos | |
esperad unos meses, mientras puedan | |
levantarse los muros de Cartago, | |
ya que nos falta quien su vez hiciera. | |
Esperad unos meses: el delirio | 465 |
calmará de la reina, y ya dispuesta | |
a miraros partir, no hará en su pecho | |
el estrago que temo vuestra ausencia. | |
¡Eneas! ¿No escucháis? Si en su
infortunio | |
a mi hermana mirarais, no cupiera | 470 |
más resistencia en vos: yo la he dejado | |
en poder de sus tristes compañeras | |
abandonada a su dolor terrible, | |
a un dolor que la mata: ni su lengua | |
pronuncia ya más voz que la de «muerte», | 475 |
ni ya mi esfuerzo a consolarla llega. | |