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Diligencias hechas en Sevilla con motivo de la venida de Esteban de las Alas, con 110 soldados, de la Florida, para averiguar la orden con que vinieron, y el estado en que quedaban aquellas fortificaciones. (Año de 1570)1.



Yo Francisco Rodríguez, escribano de Su Majestad e lugarteniente de Cristóbal de Santisteban, escribano de la Casa de la Contratación de las Indias desta ciudad de Sevilla y del consulado della, doy fe que los señores jueces e oficiales de la dicha casa, en cumplimiento de una cédula Real de Su Majestad, despachada en su Real Consejo de las Indias, fecha en el Pardo a tres días del mes de noviembre próximo pasado deste año, hicieron cierta información de oficio, en razón de lo contenido en la dicha cédula, el tenor de la cual, con la dicha información, es esta que se sigue:

El Rey.- Nuestros oficiales que residís en la ciudad de Sevilla, en la Casa de la Contratación de las Indias: por carta de Juan de Avalía se ha entendido cómo había llegado a la ciudad de Cádiz una zabra, en que vienen Esteban de las Alas y el capitán Francisco Núñez, y traen consigo ciento y diez soldados, con cuya venida parece que los fuertes de la Florida podrían quedar en poca defensa, y no con la provisión y recaudo que conviene; y porque queremos ser informados de la gente, artillería y municiones y bastimentos que queda en los fuertes, y de la causa porque los suso dicho se han venido, vos mando que, luego que ésta veáis, con todo secreto y diligencia os informéis particularmente, de las personas que os pareciere lo podrán saber y hobieren venido en la dicha zabra, de qué parte han venido los dichos capitanes y gente, y por cuya orden y licencia salieron de allá, y qué capitanes y gente de guerra, armas y artillería, munición y bastimentos quedan en los dichos fuertes, y qué tanto en cada uno dellos, y si con los que les queda están suficientemente proveídos de lo necesario para no recebir daño, y quién está por general y capitanes de los dichos fuertes, e de lo que falta y conviene proveerse en ellos; y así mismo os informaréis del recaudo con que queda la fortaleza y puerto de La Habana, y de todo lo demás que a este propósito os pareciere convenir, lo cual, cerrado y sellado, enviaréis al nuestro Consejo Real de las Indias, para que, en él visto, se provea lo que convenga.- Fecha en el Pardo, a tres de noviembre de mil y quinientos y setenta años.- Yo el Rey.

En Sevilla, en la Casa de la Contratación de las Indias, a diez días del mes de noviembre de mil e quinientos e setenta años, para averiguación de lo contenido en la dicha cédula Real de Su Majestad, el señor Francisco Duarte, su factor e juez de la dicha Casa, tomó e recibió juramento en forma de derecho de Gerónimo de Sobrados, vecino de Simancas, estante al presente en esta ciudad de Sevilla, so cargo del cual prometió de decir verdad de lo que supiese e le fuere preguntado, al cual se le hicieron las preguntas y él respondió en la manera siguiente:

Preguntado si vino este declarante de las provincias de la Florida en compañía de Esteban de las Alas, y qué gente vino con él, y en qué navío; dijo que el dicho Esteban de las Alas se embarcó para venir a estos reinos, de las provincias de la Florida, en un navío nombrado el Espíritu Santo, que es del adelantado Pero Menéndez, que le mandó hacer en días pasados en La Habana, y se embarcó en él el dicho Esteban de las Alas, en el puerto de Sant Agustín, y con él este declarante y otros soldados; y fueron de allí al fuerte de Tacatacoru, y allí recibió en el dicho navío otra cantidad de soldados, y pasaron con el dicho navío al fuerte de Santa Elena, y ansí mesmo recibió allí otra cantidad de soldados; por manera, que todos los soldados, que se embarcaron en el dicho navío y vinieron en compañía del dicho Esteban de las alas, serían de ciento y diez a ciento y veinte personas, y llegaron con el dicho navío a la bahía de Cádiz, habrá diez y ocho e veinte días; y en el dicho navío no se trajo cosa ninguna, excepto unos cueros vacunos, que se habían cargado en él por los marineros del dicho navío, en la villa de La Habana.

Preguntado qué capitanes y oficiales de los que estaban en las dichas provincias de La Florida vinieron en el dicho navío; dijo que vino el dicho Esteban de las Alas y el capitán Juan Gutiérrez, que era gobernador en Tacatacoru, y el capitán Francisco Núñez, y los demás eran soldados y oficiales.

Preguntado con qué ocasión y por qué causa se vinieron a estos reinos en el dicho navío los dichos Esteban de las Alas y capitanes y soldados; dijo que este declarante entendió en la dicha Florida, donde estaba; que Su Majestad había mandado que, quedando en cada fuerte della cincuenta soldados para la guarda y defensa, toda la demás gente de guarnición que hobiese se despediese y se viniese a España, que ninguno quedase allá por fuerza; y a sabido que el dicho Esteban de las Alas sacó de los dichos fuertes a los dichos capitanes y soldados que trujo en el dicho navío, y dejó en cada uno de los dichos tres fuertes cincuenta soldados, todos ellos contra su voluntad...

Preguntado qué capitanes quedaron en los dichos tres fuertes, y qué artillería y munición y bastimentos quedaron en ellos; dijo que en el fuerte de Sant Agustín queda por capitán un sobrino del Adelantado, que se llama Pedro Menéndez de Avilés, y en el de Tacatacoru quedó por capitán y gobernador Antonio Fernández, y en el de Santa Elena; quedó Juan de la Bandera, y con cada uno dellos los dichos cincuenta soldados; que el dicho Esteban de las Alas hizo quedar contra su voluntad; y que en los dichos fuertes quedaba artillería y puesta en buena orden, porque en el de Sant Agustín, quedan doce piezas encabalgadas y puntas a punto, y, sino estas, quedaban otras, más de veinte y cinco, para poderse servir dellas cuando fuese menester, y en el de Santa Elena había otras quince o veinte piezas encabalgadas, y puestas a punto, y si no éstas quedaban otras, más de veinte y cinco, para poderse servir dellas cuando fuese menester, y en el de Santa Helena había otras quince o veinte piezas encabalgadas y puestas a punto, y no vido qué había en el de Tacatacoru, porque no se desembarcó en él, y en el fuerte de Sant Agustín había buena cantidad de munición y pólvora y cuerda, y en los otros dos fuertes no vido este declarante la munición que había; y en este dicho navío en que vinieron se llevó a la Florida cierta cantidad de harina, y allá había otra cierta cantidad de maíz, y se dijo públicamente que les quedaba de lo uno y de lo otro, para comer los soldados que quedaron hasta todo enero, comiendo a libra de harina e de maíz; y la causa, porque los dichos soldados quedaron contra su voluntad, era por la mucha falta de ropa y de mantenimiento que siempre han tenido y tienen, porque les ha faltado y ordinariamente les falta, y andan desnudos y descontentos, por ser la tierra tan mala como es y tan sin provecho para ellos.

Preguntado si hay en la tierra algún ganado y legumbres con que la dicha gente se puede sustentar; dijo que quedaban quince e diez y seis yeguas en Sant Agustín, y diez u doce vacas, que no se pueden sustentar el dicho ganado, porque los mosquitos se lo comen, y los indios los matan, y no se cría en la dicha tierra ninguna legumbre, por ser tan mala como es, y no tienen otra cosa si no es la pesquería, porque con ella se sustentan, y los que van a pescar corren gran riesgo, porque los indios los matan, y ansí agora le tendrán mayor por ser menos gente, porque los indios no los dejarán salir de los fuertes, y en faltándoles el pescado, son muertos, porque no tienen otra cosa con qué sustentarse.

Preguntado si quedó por capitán general en la dicha Florida alguna persona y quién es; dijo que queda por general y gobernador de las dichas provincias y de los dichos fuertes Pedro Menéndez Marqués, que así mismo es gobernador de La Habana; y cuando el navío en que vino este declarante y los demás partió de Santa Elena para España, que partió de allí el dicho Pedro Menéndez Marqués, para la dicha Habana, en un navío.

Preguntado qué labradores casados quedan en la dicha Florida y en qué provincia della; dijo que en el dicho fuerte de Santa Elena quedaban hasta veinte hombre casados, a lo que este testigo entendió, y en el fuerte de Sant Agustín quedaba otro hombre casado, los cuales quedaron en las dichas provincias, demás de los dichos ciento y cincuenta soldados que ha declarado.

Preguntado qué le parece a este declarante qué conviene hacer y proveer en los dichos tres fuertes para que estén en buena defensa, así para los indios de la tierra como para franceses y cosarios que vayan a ella; dijo que si los cincuenta soldados que quedan en cada fuerte están bien proveídos de bastimentos y tengan ropa para su vestir y sus armas en buena orden, se pueden defender de los indios, que no les puedan enojar; pero, para franceses e ingleses y cosarios que vayan aquella tierra, no es bastante defensa ni ducientos ni trescientos hombres en cada fuerte, porque es arena muerta con lo que hacen los fuertes, y tienen poca fuerza y defensa, y ansí conviene que se les dé bastimentos y ropas las que hubieren menester, y con esto, como lo ha declarado, se defenderán de la gente de la tierra; y lo que conviene que se les dé de ordinario es libra y media de bizcocho y un cuartito de vino y su ración de aceite y vinagre, porque, con esto y con el pescado de la tierra y carne que se puede traer de La Habana, podrán pasar bien y holgarán destar en aquellos fuertes.

Preguntado que qué gente queda en la villa de La Habana y en la fortaleza della, y qué artillería y munición; dijo que este declarante no lo sabe, porque no se halló en La Habana; e que esta es la verdad, y lo que sabe deste caso por el juramento que fizo, y firmolo de su nombre; e que es de edad de treinta y ocho años.- Gerónimo de Sobrados.

En Sevilla, quince días del dicho mes de noviembre del dicho año, el dicho señor factor Francisco Duarte hizo parecer ante sí a Francisco González de Castillo, alférez que fue de la compañía del capitán Juan Gutiérrez de Palomar, que sirvió en la provincia de la Florida, del cual fue tomado e recibido juramento en forma de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad de lo que supiere y le fuere preguntado, y se le hicieron las preguntas siguientes:

Preguntado cuándo salió este declarante de la provincia de la Florida y de qué parte della y en qué navío vino a estos reinos y quién vino con él; dijo que este declarante salió de la provincia de Santa Elena, que es en la provincia de la Florida, a trece días del mes de agosto próximo pasado, en el navío nombrado el Espíritu Santo, que es del adelantado Pedro Menéndez, y vinieron en ella Esteban de las Alas, teniente de general de la dicha provincia, y llegaron a Cádiz a veinte y dos de octubre pasado.

Preguntado qué capitanes y oficiales y soldados vinieron de la dicha provincia con el dicho Esteban de las Alas; dijo que vinieron el capitán Juan Gutiérrez de Palomar, y el capitán Francisco Núñez, y este declarante, que había servido de alférez, y el alférez Escudero, y el alférez Olloa y otros oficiales y los demás, soldados; que serían las personas, que vinieron con el dicho Esteban de las Alas, ciento y veinte soldados, poco mas o menos.

Preguntado de qué parte de las dichas provincias salieron los dichos capitanes y soldados; dijo que salieron de los fuertes de Sant Agustín y San Pedro, que es Tacatacuri y Santa Elena, y no sabe la cantidad de soldados que salieron de cada uno de los tres fuertes, si no fue del de San Pedro, donde este testigo estaba, que de allí salió el dicho capitán Juan Gutiérrez de Palomar y veinte y tres soldados.

Preguntado por cuya orden e con qué licencia salieron de la dicha provincia los dichos capitanes y soldados; dijo que lo que en esto pasa es que a las dichas provincias de la Florida llegó en el dicho navío Pedro Menéndez Marqués, sobrino del dicho Adelantado, y luego se dijo que traía orden para sacar de las dichas provincias todos los soldados que había en ellas, dejando en cada uno de los dichos fuertes cincuenta soldados para su guarda y defensa, y así vido que los dichos Esteban de las Alas y Pero Menéndez Marqués sacaron la dicha gente que vino en la dicha nao de los dichos.

Preguntado qué capitanes y gente, armas y artillería y municiones quedaron en los dichos tres fuertes de la Florida; dijo que en los dichos tres fuertes quedan tres capitanes: en el de Sant Agustín un sobrino del adelantado Pedro Menéndez de Avilés, y en el de Sant Pedro un soldado que se dice Antonio Fernández, y en el de Santa Elena el dicho Pedro Menéndez Marqués, y porque había ido a La Habana quedaba en su lugar Juan de la Vandera, su alférez, y en el fuerte de Sant Agustín quedaban cincuenta soldados, y en el de Sant Pedro cuarenta y ocho, y en el de Santa Elena no se sabe la cantidad, porque quedaron allí los hombres casados con sus mujeres, y no sabe cuántos son todos; y en el fuerte de Sant Agustín hay veinte y siete piezas de bronce, dos más o menos, seis dellas encabalgadas y las demás no tenían ruedas ni cajas, y algunos soldados tenían sus arcabuces, y otros ballesteros, y poca munición y mal aderezo; y en el fuerte de Sant Pedro hay cuatro piezas pequeñas de bronce bien encabalgadas y a punto, y los soldados no están bien armados ni proveídos de munición; y en Santa Elena habrá doce piezas de bronce encabalgadas, y ansí mesuro no está la gente bien armada, porque les falta munición y aderezo.

Preguntado qué bastimentos les queda a la dicha gente en los dichos tres fuertes; dijo que, a lo que este testigo vido y entendió, en los dichos tres fuertes, al tiempo que se sacó la dicha gente dellos, quedaba harina y maíz para poder comer la gente que quedó en los dichos tres fuertes cinco meses, poco más o menos, dándoles a libra de harina e maíz, que ya no les quedaba vino ni otros mantenimientos algunos.

Preguntado si con el dicho bastimento quedaba dicha gente suficientemente proveída de lo necesario, y si en la tierra hay carnes o caza e pescado e otro algún mantenimiento más que el dicho maíz y harina; dijo que no quedaba la dicha gente bien proveída, porque con una libra de maíz o harina que se les da, sin vino y sin otra cosa alguna, no se pueden sustentar, y hay en la dicha tierra pescado, aunque lo pescan con mucho trabajo e riesgo por respeto de los indios, y no tienen caza ni carnes, y ansí pasan más hambre y trabajo, y es necesario proveerlos de bastimentos y vino y vinagre y aceite.

Preguntado qué persona queda por cabeza e general de la dicha Florida; dijo que el dicho Pedro Menéndez Marqués, ex teniente de gobernador de La Habana y de la dicha provincia, y quedó a su cargo proveella y defendella.

Preguntado si con la dicha gente que queda en el dicho fuerte es bastante defensa, así para los indios de la tierra, como para cosarios si fueren a ella; dijo que, si los dichos soldados tienen provisión de comida para que no la vayan a buscar fuera de los fuertes y tienen municiones y vestidos, es bastante número de gente para defenderse de los indios; pero aunque estén proveídos de bastimentos y municiones y tengan buenas armas, no es bastante número de gente para contra cosarios, porque los dichos fuertes son muy débiles y flacos, por no haber en la dicha tierra materiales de qué hacerse, sino de arena muerta y madera de la dicha tierra; en lo que toca a cosarios, que hobiese en ella más cantidad de gente bien armada y vestida y proveída de lo necesario.

Preguntado qué artillería y municiones y bastimentos y gente de guarnición quedó en La Habana para su defensa; dijo que este testigo no lo sabe, porque nunca se halló en La Habana, y siempre estuvo en la dicha Florida, y desde el dicho puerto de Santa Elena vino a España en el dicho navío; y ésta es la verdad y lo que cabe deste caso, para el juramento que fizo, e firmolo de su nombre; e que es de edad de treinta años. Francisco González de Castillo.

E después desto, en diez y seis días del dicho mes de noviembre del dicho año, el dicho señor Francisco Duarte tomó e rescibió juramento en forma de derecho de Alonso Escudero, que ha sido alférez en la provincia de la Florida, estante al presente en esta ciudad de Sevilla, so cargo del cual prometió de decir verdad de lo que supiese y le fuese preguntado, al cual se le hicieron las preguntas siguientes:

Preguntado si ha venido este testigo de las provincias de la Florida, y cuándo vino dellas y en qué navío y con qué compañía; dijo que este testigo ha venido de las provincias de la Florida, donde estuvo cinco años poco más o menos, y sirvió en ellas de alférez y sargento en la compañía del capitán Juan de Basacual, y vino a estos reinos habrá veinte y dos días en el navío nombrado el Espíritu Santo, en que vino de las dichas provincias Esteban de las Alas, y partieron del puerto de Santa Elena a trece de agosto próximo pasado.

Preguntado qué gente de guerra, de la que estaba de guarnición en las dichas provincias de la Florida, vino en el dicho navío con el dicho Esteban de las Alas; dijo que le parece a este testigo que venían en el dicho navío con el dicho Esteban de las Alas hasta ciento e diez soldados, pocos más o menos.

Preguntado qué capitanes y oficiales vinieron en el dicho navío; dijo que vino el dicho Esteban de las Alas, que era teniente del adelantado Pedro Menéndez, y el capitán Juan Gutiérrez de Palomar y el capitán Francisco Núñez y el alférez Castillo y el capitán Diego Guerra y otros oficiales.

Preguntado con qué licencia y por cuya orden salieron de las dichas provincias de la Florida los dos capitanes e oficiales y soldados, y a qué salieron della; dijo que el dicho Esteban de las Alas les dijo que Su Majestad mandaba que, quedando en las dichas provincias de la Florida ciento y cincuenta hombres para defensa de los fuertes della, se sacase la gente que más hobiese; y conforme a esto, el dicho Esteban de las Alas sacó de los tres fuertes que hay en las dichas provincias de la Florida a los dichos capitanes y gente que vinieron con él en el dicho navío, y los trajo a España, y antes desto se había dicho que el dicho adelantado Pedro Menéndez, con orden de Su Majestad, había mandado que se sacase la dicha gente.

Preguntado qué gente de guerra, artillería, armas y municiones quedaron en los dichos tres fuertes; dijo que en el fuerte de Sant Agustín quedaron cincuenta soldados y treinta piezas de artillería, las doce dellas encabalgadas, aunque las ruedas y caras mal aderezadas, y así de la madera como de guarniciones; de manera que se pueden servir mal dellas, y de las demás no se pueden servir, por no estar encabalgadas ni aderezadas; y decíase en el dicho fuerte que había pólvora de cañón y faltaba de arcabuz, aunque este testigo no vido ni lo uno ni lo otro, porque en la casa de la munición no dejaban entrar a todos; y los dichos soldados que allí quedaron están muy mal armados, porque tienen muy malos arcabuces, y los escaupiles que se llevaron han servido a los soldados de camisas, que los deshicieron los más dellos para este efecto, por no tener otras que ponerse, y tienen mucha necesidad de arcabuces y munición y de otros escaupiles; y este testigo no salió en tierra en el fuerte de San Pedro, pero entendió, cuando la dicha nao llegó allí a tomar la gente, que quedaban otros cincuenta soldados y que quedaban en el fuerte cuatro piezas de bronce encabalgadas, y si había pólvora, era poca y mala, y ansí mesmo los soldados están desnudos y desarmados; y en el fuerte de Santa Elena estaban cincuenta soldados y ciertos hombres casados, que por todos se decía que eran ducientos y cincuenta raciones; y había en el fuerte hasta quince piezas de artillería, las diez dellas encabalgadas y las otras apeadas en el fuerte, y no sabe si tenían pólvora y munición, porque no lo vido, y la gente de guerra está de la misma manera que en los otros fuertes, desnuda y desarmada, que entre todos cincuenta soldados de cada fuerte no había seis camisas.

Preguntado qué bastimentos quedaban en los dichos fuertes para provisión de la dicha gente; dijo que este testigo entendió del dicho Esteban de las Alas y de Pedro Menéndez Marqués quedaba harina y maíz para comer la dicha gente en los dichos fuertes hasta todo este presente mes de noviembre y no más, y no había otro bastimento alguno.

Preguntado si había en la tierra alguna carne y pescado o otro algún mantenimiento; dijo que no había cosa ninguna, ni se ha dado muchos días ha en la dicha provincia, y pescado hay cuando los soldados lo van a pescar.

Preguntado qué gobernador o cabeza queda en la dicha provincia de la Florida, y qué capitanes en los dichos fuertes; dijo que Pedro Menéndez Marqués queda por cabeza en la dicha provincia, y por capitán en el fuerte de Sant Agustín un sobrino del dicho Adelantado, que se llama Pedro Menéndez, y en el fuerte de Sant Pedro quedó un Antonio Fernández, y en el fuerte de Santa Elena quedó el alférez Juan de la Bandera.

Preguntado si con la dicha gente que queda en los dichos fuertes y en cualquier dellos les queda suficiente defensa para que no puedan recebir daño; dijo que de los indios están en seguridad, pero si viniesen doscientos franceses o ingleses, no podrían dejar de rescebir daño, porque los fuertes no tienen ya defensa, por ser de arena y de madera que ya está vieja, y deshechos por muchas partes; y ansí yendo los dichos cosarios enemigos, corren mucho riesgo los dichos soldados que quedan en los dichos fuertes, por la razón que ha declarado.

Preguntado qué será necesario hacer e proveer en los dichos fuertes para que tengan la defensa que conviene; dijo que lo que conviene es que a la dicha Florida se lleve de La Habana piedra y cal, aunque deshagan los dichos fuertes, porque en la dicha Florida no son los materiales para tener ninguna defensa, por ser todo arena muerta y madera, que con el tiempo se pudre y seca, y si se hiciesen los dichos fuertes de piedra y cal, con menos artillería estarían en defensa para los enemigos que allí fuesen.

Preguntado qué defensa tiene la fortaleza de La Habana; dijo que no lo sabe, porque este testigo no estuvo en ella; y esta es la verdad, y lo que sabe deste caso para el juramento que hizo, e que es de edad de cuarenta e tres años, poco más o menos. Y ansí mismo dijo que conviene y es muy necesario que a la dicha gente se les lleve bastimentos de pan, vino y aceite y vinagre, porque en la tierra hay pescado, y la tierra dará legumbres, si las siembran, y ansí mismo conviene que se les lleven arcabuces y munición para ellos y espadas, porque no las tienen los soldados, y serían a propósito algunos machetes para romper los montes y para otros efectos, porque si no rompen los montes, no se puede pasar por ellos; y dijo que no sabe escrebir.

Testigo.- E después de lo susodicho, en diez y siete días del dicho mes de noviembre, del dicho año de mil e quinientos e setenta años, el dicho señor Francisco Duarte tomó e recibió juramento en forma de derecho de Pascual Hernández Navarro, sargento que dijo haber sido en las provincias de la Florida en la compañía del capitán Miguel Enríquez, estante al presente en esta ciudad, so cargo del cual, seyendo preguntado, prometió de decir la verdad, y les fueron fechas las preguntas siguientes:

Preguntado si ha venido este testigo de las provincias de la Florida, y cuándo vino dellas, y en qué navío, y con qué compañía; dijo que este testigo ha venido de las dichas provincias de la Florida, donde ha estado y residido sirviendo de cabo descuadra y sargento en la dicha compañía del capitán Miguel Enríquez, en los fuertes de Sant Agustín y San Pedro, desde que pasó la armada de Sancho de Arcienega, que fue por el año pasado de sesenta y seis, por el mes de abril, hasta que habrá tiempo de veinte e tres e veinte e cuatro días que vino a esta ciudad en el navío nombrado el Espíritu Sancto, en que vino Esteban de las Alas, lugarteniente del adelantado Pedro Menéndez, de las dichas provincias, y partieron del puerto de Santa Elena a trece de agosto que pasó, deste año.

Preguntado qué gente de guerra, de la que estaba de guarnición en las dichas provincias de la Florida, vino en el dicho navío con el dicho Esteban de las Alas; dijo que le parece a este testigo que venían en el dicho navío con el dicho Esteban de las Alas hasta cien soldados, poco más o menos, y este testigo se refiere a una lista que el dicho maestre Juan de Soto trae, de la gente que vino en la dicha su nao, de los dichos soldados.

Preguntado qué capitanes e oficiales vinieron en el dicho navío; dijo que vino el dicho Esteban de las Alas y el capitán Francisco Núñez y Juan Gutiérrez de San Pedro, que fue capitán en el fuerte de San Pedro, y su alférez Francisco del Castillo y Alonso Escudero, alférez de Juan de Vascoçával, y el capitán Diego García y su alférez, que se llama fulano de Ates, y otros oficiales.

Preguntado con qué licencia y con cuya orden salieron de las dichas provincias de la Florida los capitanes y oficiales y soldados, y a qué salieron della; dijo que por orden del dicho Esteban de las Alas salieron todos los dichos oficiales y capitanes y soldados para venir como vinieron a estos reinos, porque el dicho Esteban de las Alas les dijo que tenía orden del adelantado Pedro Menéndez para que, dejando ciento y cincuenta hombres en tres fuertes, a cincuenta en cada uno, se viniese con los demás soldados a los reinos de España, porque su Majestad lo quería e manda ansí; y conforme a esto el dicho Esteban de las Alas, guardando la orden que dijo que tenía, dejó la dicha guarnición de soldados hasta en cuantía de ciento y cincuenta soldados, de los que se les da paga, sin la gente casada que fue de aquí para poblar la tierra, que residen en Santa Elena, a razón de cincuenta hombres en cada uno de los tres fuertes Sant Agustín e San Pedro e Santa Elena, que son las partes donde siempre ha habido guarnición, y así los demás soldados, hasta en la dicha cantidad que tiene dicho, el dicho Esteban de las Alas los metió en el dicho navío e vinieron a la ciudad de Cádiz, donde se desembarcaron, y el dicho navío fue visitado por Juan de Avalía, juez de la Contratación de Cádiz.

Preguntado qué gente de guerra, artillería, armas e municiones quedan en los dichos tres fuertes; dijo que, como dicho tiene, quedan en el fuerte de Sant Agustín cincuenta hombres, y de veinte piezas de artillería arriba, las siete dellas encabalgadas, y las demás algunas reventadas y por encabalgar, tendidas por el suelo, que no se podrá servir della, y había treinta barriles de pólvora de cañón, y de arcabuz había muy poca e aún ninguna, y los dichos soldados estaban mal aderezados e faltos de mantenimientos y sin vestidos, y camisas no tenían más de las que traían en el cuerpo, de lo cual al presente tienen necesidad de ser proveídos, y en los demás fuertes de Santa Elena e San Pedro quedaban ansí mesmo con cada cincuenta soldados y con alguna artillería y podrá servir, y otra que, por estar mal aderezada y por encabalgar, no servía, y con necesidad de arcabuces y municiones y mantenimientos, y desnudos los dichos soldados, sin ropa ninguna, padeciendo extrema necesidad de todo.

Preguntado qué bastimentos quedaban en los dichos fuertes para provisión de la dicha gente; dijo que, a lo que este testigo entendió e vido dellos, podría quedar bastimentos en todos tres para cinco meses, poco más o menos, y esto comiendo tan estrechamente como lo han fecho, quedando a libra de harina e de maíz cada día, de narración, y a media libra y a cuarta, como se ha hecho; y sin esto no les quedó vino, ni carne, ni aceite, ni otros bastimentos ningunos, salvo harina y maíz, y la mitad de la dicha harina es casi arena y de ningún provecho.

Preguntado si había en la dicha tierra alguna carne e pescado o otro algún mantenimiento; dijo que no había carne ni pescado ni otro mantenimiento, sino cuando el soldado lo quiere pescar en su riesgo, porque suele ir a pescar, y matallos y flechadlos los indios de la tierra. Preguntado qué gobernador e cabeza queda en la dicha provincia de la Florida, o qué capitanes en los dichos fuertes; dijo que en el fuerte de Sant Agustín queda un sobrino del Adelantado, que se llama Pedro Menéndez, que quedó por cabeza principal, y en el fuerte de San Pedro un soldado, que se dice Antonio Fernández, por cabeza, y en el fuerte de Santa Elena Juan de la Bandera, alférez de Pedro Menéndez Marqués.

Preguntado si con la dicha gente que quedaba en los dichos fuertes y en cualquiera dellos les queda suficiente defensa para que no puedan recebir daño; dijo que según fuere la gente que les acometiere, porque si son franceses, es poca la gente para la defensa dellos y pocas las municiones y bastimentos para la guarda de los dichos fuertes, y se podrán perder fácilmente; y si son indios, se podrán defender más, no saliendo de los dichos fuertes, no embargante que están flacos la muralla y está rota por algunas partes, y siendo muchos los indios, les podrán entrar en los dichos fuertes, porque son belicosos y muchos los que acuden a la guerra.

Preguntado qué será necesario hacer e proveer en los dichos fuertes para que tengan la defensa que conviene para los dichos indios y franceses e otros enemigos; dijo que lo primero es necesario proveer los dichos fuertes de cal e piedra que se lleve de la dicha Habana, para que con ello se fortifiquen y alcen los dichos fuertes, porque están mucha parte dellos derrocados, y la tierra es toda arena muerta, y si no se hace pared fuerte, no se podrá sustentar de otra manera, porque siendo de madera, no dura e se pudre y cae a la hora; y haciéndose de cal y piedra, se podrán guardar y defender cada uno dellos con los dichos cincuenta soldados, teniendo su artillería y pólvora y arcabuces necesarios para la defensa de cada uno dellos, y estando los dichos soldados proveídos de bastimentos de pan e vino e carne, que se puede traer así mismo de la Habana, para que tengan fuerza para pelear; y proveyéndoles ansí mismo de vestidos, y pagalles para que cuando se quisieren vestir lo puedan hacer y entretenerse con juego, que es el oficio y entretenimiento de los soldados y lo que les hace estar quedos en un presidio.

Preguntado qué defensa tiene la fortaleza de La Habana; dijo que no la sabe, porque no ha estado en ella; y esto sabe y es la verdad para el juramento que hizo, e que es de edad de treinta y siete años; y firmolo.- Pascual Nabarro.

Testigo.- E después de lo suso dicho, en veinte y cuatro días del mes de noviembre del dicho año de mil y quinientos y setenta años, el dicho señor Francisco Duarte tomó e rescibió juramento en forma de derecho de Francisco Domínguez de Castellanos, cabo de guardia que dijo ser de la compañía del capitán Juan Pardo, en la provincia de la Florida, estante al presente en esta ciudad, so cargo del cual, siendo preguntado, prometió de decir verdad de lo que supiere y le fuere preguntado, al cual le fueron fechas las preguntas siguientes:

Preguntado si ha venido este testigo de las provincias de la Florida y cuándo vino dellas y en qué navío y con qué compañía; dijo que este testigo ha venido de las dichas provincias de la Florida, donde ha estado y residido sirviendo de cabo descuadra en la compañía del capitán Juan Pardo, en el fuerte de Sant Felipe, que es en la punta de Santa Elena, desde que pasó la armada del capitán Sancho de Arciniega, que fue por el año pasado de mil y quinientos y sesenta y seis, que fue a dos de abril, hasta que, habrá tiempo de veinte y dos días, que vino a esta ciudad en el navío nombrado el Espíritu Sancto, que aportó a la ciudad de Cádiz, en el cual vino Esteban de las Alas, lugarteniente del adelantado Pedro Menéndez, de las dichas provincias y partieron del puerto de Santa Elena a trece de agosto que pasó, deste año.

Preguntado qué gente de guerra, de la que estaba de guarnición en las dichas provincias de la Florida, vino en el dicho navío con el dicho Esteban de las Alas; dijo que le parece que venían en el dicho navío hasta ciento y diez o ciento y quince soldados, y que este testigo se refiere a la lista que dellos trae el maestre Juan de Soto, de la gente que en él viene de soldados.

Preguntado qué capitanes e oficiales vinieron, en el dicho navío; dijo que vino el dicho Esteban de las Alas y el capitán Francisco Núñez y Juan Gutiérrez de San Pedro, que fue capitán en el fuerte de San Pedro, y su alférez Francisco del Castillo y Alonso Escudero, alférez de Juan Vascogábal y el capitán Diego García y Juan de Cortés, su alférez, y Baltasar de Villalbas, sargento del capitán Pedro Menéndez Marqués, y el sargento Ulloa, de la compañía del capitán Pedro de Andrada y otros oficiales.

Preguntado con qué licencia o por cuya orden salieron de las dichas provincias de la Florida los dichos capitanes y alférez y oficiales y soldados, y a qué salieron della; dijo que por orden del mesmo Esteban de las Alas salieron todos los dichos oficiales y capitanes y soldados, para venir como vinieron a estos reinos, porque el dicho Esteban de las Alas les dijo que tenía orden de Su Majestad y del adelantado Pedro Menéndez para que, dejando ciento y cincuenta hombres en tres fuertes, a cincuenta cada uno, se viniese con los demás soldados a los reinos de España porque Su Majestad lo quería y mandaba ansí; y conforme a esto el dicho Esteban de las Alas, guardando la orden que dijo que tenía, dejó la dicha guarnición de soldados, hasta en cuantía de ciento y cincuenta soldados de los que se les da paga, sin la gente casada que fue de aquí para poblar la tierra, que residen en Santa Elena, a razón de cincuenta hombres en cada uno de los tres fuertes, Santa Elena, San Pedro y Sant Agustín, que son las partes donde siempre ha habido gente de guarnición, y así los demás soldados, hasta en la dicha cantidad que tiene dicho, el dicho Esteban de las Alas los metió en el dicho navío y vinieron aportar a la ciudad de Cádiz, donde se desembarcaron, y el dicho navío fue visitado por un juez que allí está, de la Contratación de Cádiz.

Preguntado qué gente de guerra, artillería y armas y municiones quedan en los dichos fuertes de la Florida; dijo que en el fuerte de Santa Elena quedaron hasta cuarenta y seis hombres y catorce piezas de artillería, en que son dos salvajes y una culebrina, y los demás eran versos y sacres y falconetes, bien encabalgados con sus ruedas, y que había hasta un barril de pólvora de arcabuz y de cañón: no sabe este testigo la cantidad que habría, porque había días que no entraba en la munición, pero que entiende que habría muy poca, porque este testigo vido que proveyeron del dicho fuerte a los demás, que es el dicho fuerte de Sant Agustín y de Sant Pedro y otras partes y navíos que allí habían llegado, de la dicha pólvora de cañón, y que por esto entiende que había muy poca della, y que los soldados, que en el dicho fuerte están, están mal aderezados y faltos de mantenimiento, y sin vestidos ni camisas, porque los tienen y algunos andaban sin ellas, y algunos sin espadas, y los que las tienen son muy malas y viejas, y muchos de los arcabuces mal tratados y otros reventados, y por no tener con qué aderezallos no los han aderezado; y que el mantenimiento que tienen es solamente de harina y maíz y no otro ninguno, y que esto les podrá durar hasta todo el mes de diciembre, dándoles a una libra por soldado cada día; y que en los dichos fuertes de Sant Agustín y Sant Pedro a dos años que este testigo no entró en ellos, por cuya causa no sabe la artillería y municiones ni mantenimientos que quedaban en ellos, mas de haber oído decir que en cada uno dellos quedaban cincuenta soldados de guarnición, mal tratados de vestidos y con falta de mantenimientos, padesciendo necesidad de todo.

Preguntado qué bastimentos quedaban en los dichos fuertes para provisión de la dicha gente; dijo que dice lo que dicho tiene en la pregunta antes desta, a que se refiere.

Preguntado si había en la tierra alguna carne e pescado, otro algún mantenimiento, dijo que no había carne ni pescado ni otro mantenimiento; salvo cuando el soldado lo iba a pescar con su riesgo, porque suelen ir a pescar y matallos los indios, y a velles venir, pero que se llevaban tras de sí el soldado y lo ahogaban.

Preguntado qué gobernador o cabeza queda en la dicha provincia de la Florida; dijo que en el fuerte de Santa Elena quedó Juan de la Bandera por alférez y lugarteniente de Pedro Menéndez Marqués, capitán que es del dicho fuerte, el cual dicho Pedro Menéndez quedó por gobernador de las provincias de la Florida y de la isla de Cuba, y en el fuerte de Sant Agustín quedó un sobrino del Adelantado, que se llama Pedro Menéndez, y en el de San Pedro Antonio Fernández, por cabeza.

Preguntado si con la dicha gente que queda en los dichos fuertes y en cualquier dellos, les queda suficiente defensa para que no puedan recibir daño; dijo que el dicho fuerte de San Felipe, que es en Santa Elena, donde este testigo ha residido todo el tiempo que ha estado en la Florida, con la gente que en él está se puede muy bien defender, no faltándole la comida y municiones, porque tiene gran defensa en estar en la parte que está; y que los demás, como dicho tiene, no los ha visto de dos años a esta parte, y que en el tiempo que este testigo estuvo en el fuerte de Sant Agustín, en el ser que estaba, había menester quinientos hombres de pelea para su defensa y mantenimientos, y municiones como conviene.

Preguntado qué será necesario hacer para que los dichos fuertes tengan la defensa que conviene para los indios y franceses y otros enemigos; dijo que lo primero es necesario proveer de armas, picas, espadas y arcabuces y municiones para gastar con ellos, y mantenimientos de pan y carne y vino y aceite y vinagre, y vestidos para la gente que en ellos está y reside, porque de todo esto tienen grande necesidad, y que se les pague sus sueldos que cada uno tiene; servido, para que con él se puedan vestir y servir a Su Majestad como convenga y le sirven y han servido, y es causa para que se estén quedos en la dicha provincia de la Florida, y también tienen necesidad de capellán que diga misa y les administre los sacramentos, pues son cristianos.

Preguntado qué defensa tiene la fortaleza de La Habana; dijo que no lo sabe porque no ha estado en ella; y esta es la verdad para el juramento que hizo, y que es de edad de treinta y un años, poco más o menos; y no firmó porque dijo que no sabía.- Francisco Rodríguez, escribano.

En testimonio de lo cual, por mandado de los dichos señores jueces, di la presente, que es fecha en la dicha Casa, a veinte y dos días del mes de diciembre de mil y quinientos e setenta años. Testigos que fueron presentes a lo que dicho es: Gerónimo de Padilla y Alonso Pabón y Diego de Vega, vecinos desta dicha ciudad.

E yo Francisco Rodríguez, escribano de Su Majestad e lugarteniente de escribano de la dicha Casa, lo fice escrebir, e fice aquí mi signo (signo) en testimonio de verdad.- Francisco Rodríguez, escribano.- Sin derecho.

En la cubierta de este documento dice: La relación, que envían los oficiales, de la gente que vino de la Florida, y cómo quedan aquellos fuertes.





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