Ya se entiende que al decir estas palabras, que no son sino las que dicen en coro los tres arcángeles, delante del trono del señor, en el Prólogo, en el cielo de Fausto,
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no nos hacemos cargo de la perturbación que hubo en el universo con motivo de la primera culpa del hombre. Haciéndonos cargo de ella, podemos decir que el mundo ha ganado desde entonces, y que el hombre, condenado al trabajo, mejora y hermosea el mundo, como si aún durase el séptimo día de la creación.