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Discurso III

Corrupción del Hombre.

                                        Oh vosotros, Espíritus agudos,
de atinada razón y juicio entero,
profetas enviados a la tierra
para ensenarla y reformarla en todo;
vuestro iniciado soy, catequizadme. 5
He aquí ya desechados los despojos
de mi primera educación: al templo
de la Razón me acojo, suspendiendo,
con voto a la Verdad, en sus columnas
sentencias y opiniones adquiridas 10
en el falso comercio de los hombres.
Yo debo el ser a otro poder, y debo
sujetarme a las leyes que convienen
al orden que me dio la excelsa mano.
La bestia solitaria, las que imitan 15
la humana sociedad en sus catervas
la ave que rompe el invisible velo
del líquido elemento que nos ciñe,
los entes todos que a formar conspiran
la enlazada república del mundo, 20
diversos todos en obrar, mantienen
el orden singular que les es dado
constantemente, y como el ciego sigue
la senda de la mano que le guía.
Si yo también entre los entes tengo 25
asiento señalado, y mis acciones
conspiran a algún fin; aquí os invoco:
¿Cuál es el orden de mi esencia? ¿Cuáles
las leyes que a mi término me llevan?
   «Ejerce la virtud, y a un Dios adora. 30
Mas ¿quién me guiará? Mas ¿por qué causa
si es mi orden la virtud, quebranto o tuerzo
tan fácilmente el proceder de mi orden?
¿Qué os dice la Razón? Yo miserable
traigo conmigo a la cansada vida 35
la persuasión de la virtud impresa
en las íntimas túnicas del alma;
y siendo esta mi ley, causa ligera
opone a su observancia las pasiones
que trastornan mi estado, y al delito 40
me inclinan o me arrastran, cual si fueran
el orden de mi esencia las maldades.
   ¿De dónde en mí la inclinación al vicio?
¿De dónde en mí que involuntaria casi
resbale a la maldad súbitamente 45
la fácil voluntad, como pudiera
en deleznable hielo incauto niño?
¿Será que Dios, el justo, el bueno, el sabio,
dar quiso ser a un ente, en quien la fuerza
que induce a quebrantar la ley prescrita, 50
avasallase al infeliz principio
que a la observancia de la ley induce?
¡Tiránica creación! Y predicando
tal Deidad los Sofistas ¿decir osan
que un Tirano en su Dios el Fiel anuncia? 55
¡Miserable Razón! si se dirige
por tu trémula luz el pensamiento,
nada se arroja a establecer del orden
que impuso el Hacedor en sus criaturas
sin que, o no Dios, o injusto, le presente. 60
   Confusa tropa de ignorantes Sabios
ansiosa acude: con ardiente ahínco,
por socorrer mi indecisión, furiosos
asen de mí, y a la región me llevan
donde en su trono la Opinión reside. 65
   Lóbrega sombra en tenebrosa noche,(51)
cuando cubierto de preñadas nubes
lúgubre esconde su semblante el cielo,
no es comparable a la en que eternamente
aquel triste lugar está sumido. 70
Espeso bulto de cerrada niebla
del centro se levanta, que a los ojos
dudosamente su apariencia envía;
del cual cercado y ofuscado el trono,
desde él, señora la Matrona vana, 75
con soberano ceño a sus esclavos
en equívoca voz sus leyes dicta.
Cerca del trono abominable tienen
perpetuo asiento la Arrogancia hinchada,
la flaca Envidia, y el Desprecio adusto; 80
y en torno dél con alas nunca ciertas
vuelan en forma de malignos Genios
los falsos Pensamientos, prontos siempre
a inspirar la erección de los sistemas:
fieles ministros de su Reina, al gusto 85
de ella se ajustan y en sus siervos obran
efectos a su oficio semejantes.
Ella, celosa de su imperio, a todos
por la Verdad se vende; y ellos ciegos
por la Verdad con sumisión la adoran. 90
   Pusiéronme a su vista, y dirigiendo
a mí su voz, «Mancebo. los mortales
por mí (dijo) su nombre inmortalizan.
La ciencia en mí reside: mis decretos
sagrados son; el mísero que pruebe 95
refutar su verdad, como execrable
sufrirá la venganza de los míos.
Yo se que en ti con ansia el gran deseo
de hacer tu gloria perdurable asiste,
y que a este fin elegirás ufano 100
medios valientes que el heroico pecho
del vulgo aparten y tu gloria afirmen.
Fía de mí. El tumulto de las gentes
de su ignorancia en los civiles partos
se ocupa firme, y cuanto así dispone 105
o al cielo lo atribuye, o de su esencia
a la seguridad que en todo busca.
Búrlate de él; y aniquilando estilos
vulgares en la tierra, mis decretos
propaga audaz si a mi favor aspiras.» 110
  Calló. Yo, simple, persuadido espero
                               recibir el oráculo. A este punto
vuelvo la vista a la región obscura,
y en torno la rodeo; y afanado 115
trasveo por la sombra un gran tumulto
no bien distinto a la ofuscada vista,
que busca la Verdad entre tinieblas.
En este instante desde el pardo trono
se oyó la voz de la Matrona. Todos 120
a ella se vuelven en tropel confuso:
faltos de luz, acelerando el paso,
unos en otros tropezando caen,
y no por eso la arrogancia pierden.
   Suspenso todo: la Opinión entonces, 125
«Hijos (les dice), deshacer errores
sin que a un error deshecho substituya
nueva verdad el creador ingenio,
no es obra de talentos generosos.
Si os persuadís que os ligan otras leyes 130
que las que os dicta la Razón, en vano
os divorciáis del popular tumulto.
Pasad la vista por la tierra: varia
en estilos, en usos, de mil gentes
de opuesto proceder vereisla llena. 135
El Genio excelso que concibe cuanto
debe a su ser, a la Ignorancia deja
seguir los usos que introdujo, y solo
se forma un mundo en que él habite y siga
la ley que su Razón le señalare. 140
Id, pues: formadle, que en la edad futura
será premiada la fatiga, cuando suene
con reverencia vuestro nombre.»
   Todos, su industria previniendo, parten
a levantar el edificio a una 145
con nueva fuerza y regocijo... Pero
apenas juntos a tratar comienzan
de la ley general que ha de imponerse;
¡eterno Dios! ¿qué voz será bastante
para expresar la división horrible, 150
la discordia feroz que entre ellos hubo?
Bien como cuando en popular Estado
plebeya gente a su negocio atenta
del bien común a conferir se junta,
que hacia el propio interés encaminando 155
cada individuo el general, discordes
juzgan que a todos extenderse debe
la ley que a sí se aplica cada uno:
crece el calor de la disputa, y puesta
ya en su.punto la cólera, soberbios 160
gritan y esfuerzan su opinión, y al cabo
sin formar ley alguna se separan,
y cada miembro a su albedrío sigue
la que más a su objeto es conveniente:
así avivando la Arrogancia el fuego, 165
del Desprecio ayudada y de la Envidia,
en aquellos esclavos miserables
se encendió la discordia y bravo enojo.
De aquí y de allí a una voz se oyen clamores
que entre sí se confunden, y a la oreja 170
sólo un ruido atronador ofrecen.
Declaman, ponen, contradicen, fundan,
derriban: y el discurso enardecido
en injurias prorrumpe con que airados
mutuamente se hieren y motejan. 175
   Yo atónito miraba y admiraba
la civil desunión: y revolviendo
en lo íntimo del pecho con angustia
lo que presente vía; vuelto al cielo,
!oh Dios! (exclamo), si una ley me obliga 180
impuesta en mí para agradarte ¿de éstas
cuál seguir debo? En esto, cual si fuera
digno mi ruego de un prodigio, el cielo
rasga su velo, y de su seno lanza
un cúmulo de luces esplendentes, 185
que hicieron clara la región obscura
aún más que cuando con cabellos de oro
tranquilo el sol de sus reflejos dora
sin embarazo la serena esfera.
Graciosa Virgen luego sustentada 190
de nácar y oro en transparentes nubes
el aire hiende hacia nosotros. Alza
su rostro a ella la Opinión, y al verla
súbita huye repitiendo ronca.
¡oh Verdad! ¡oh Verdad! Al gran portento 195
cesa el tumulto; y fue de ver que apenas,
o sospecharon, o entreoyeron que era
la Verdad la que a ellos descendía,
trocada en lazo estrecho la discordia
se unen amigos, y conformes niegan 200
que aquélla sea la Verdad. La miran,
y heridos de su luz la desconocen
porque verla no pueden. Votan todos
que es apariencia, o concertada máquina
de artífice fanático que tienta 205
aparentar milagros en su abono.
Ríen y aplauden su advertencia aguda
y gran discernimiento; y desatados
en donaires y juego, de la Virgen
se burlan y se gozan con su triunfo. 210
Ella tranquila, de piedad risueña
bañadas las angélicas mejillas,
la ciega turba con desdén miraba,
en la cándida frente delineando
compasión y desprecio. Silenciosa 215
a sí me llama, y a la esfera suma
arrebatando el presuroso vuelo
a su lado me lleva: y mis Sofistas,
segunda vez entre tinieblas, tornan
a desunirse y difamarse; y sueltos, 220
cada uno parte a fabricar su mundo.
   Yo embelesado con mi dicha, apenas
crédito daba a mis sentidos: subo
y no pienso en que subo. A gran distancia
detuvo en fin su ascenso, y desplegando 225
los dulcísimos labios, en la mía
puesta su vista, hablome de esta suerte.
   «Si ya las dudas en que ociosa vela
la liviandad de los altivos sabios
que a Dios corregir quieren, mi designio 230
fuera aquí declararte sin reserva;
contigo hollando las esferas todas,
y el diáfano espacio penetrando
por donde siguen su carrera cierta
esos orbes inmensos que a tu vista 235
sólo blancas vislumbres aparecen,
te pusiera en el centro del empíreo,
y al lado del Artífice supremo
sus leyes y destinos alcanzaras.
Yo sé que entonces juzgarías vanos 240
y de ningún momento los esfuerzos
que tanto allá en tu mundo se celebran,
cuando sin freno alguno los mortales
al gran Dios sus quimeras atribuyen.
Vieras el Universo cual formado 245
fue por su mano excelsa; no cual ellos,
con viles leyes de su mente indignas,
ignorantes artífices le forman.
Burlaras los pomposos atributos
del divino Neuton, del gran Cartesio, 250
con que se honoran porque al fin consiguen
herrar con agudeza entre ignorantes.
Pero no es éste tu destino. ¿Juzgas
que Dios, el justo Dios, te negaría
este conocimiento si tu esencia 255
por medio dél lograra mejorarse?
No lejos de la Luna, en este espacio
medio entre ella y tu globo, parar debes
tú que fuiste a su esfera destinado.»
   ¡Ah! (dije yo): pues la ocasión convida 260
y fácil no es que la Verdad dos veces
a un mísero mortal busque y visite
haced, haced Señora, que mis dudas
tengan fin. Conducidme donde note
como el Sol sobre su eje se rodea 265
como dilata de la luz los rayos
su benéfica lumbre y raudo fuego:
si arrebatados hacia el centro oponen
su íntima fuerza los menores globos,
y de la oposición nacen sus giros: 270
si hasta las Fijas la materia cunde
de la lumbre solar, y tienen de ella
el brillo que en sus haces resplandece;
o si es para ellas nuestro Sol lo que ellas
para nosotros son, y siempre ardiendo 275
bañan de luz innumerables orbes:
si con sus soles a extinguirse llegan
algunos mundos, y renacen otros
que el grande espacio sucesivos pueblen:
porque a Saturno iluminado anillo 280
ciñe, y sobre él en concertado torno
le siguen cinco lunas: donde moran
los híspidos cometas, y qué causa
los trae y lleva por el vago espacio:
si::: «Oh simple! (entonces la Verdad riendo 285
me interrumpió) ¿Por qué severamente
no a Dios te quejas de que en ti no ceda
el gobierno del orbe? Inocentillo,
candor curioso en tus potencias obra
lo que obra en otros la malicia. Inquieren 290
causas al Todo-Sabio reservadas;
y nunca dando con lo cierto, arguyen
que nada hay cierto, y a su esencia misma
alargando sus dudas, la trastornan.
Óyeme atento: la inocencia tuya, 295
que por la duda a la verdad camina,
no a la túmida gloria y vano nombre,
digna es de un desengaño. La jactancia,
llena de sí, no es de él merecedora.
   El que hoy lamenta su miseria y males 300
congojoso mortal, no de esta suerte
salió a luz de la mano poderosa
del próvido Señor que el ser le diera.
El Universo edificado apenas
llenó el espacio, y al imperio docto 305
del Dueño omnipotente cada cosa
tomó ser y lugar; el movimiento
impreso en ellas descubrió el enlace
con que una en otra eslabonadas giran.
Ya obraban todas cuando el hombre, exento 310
del enlace común, la vez primera
nació a la vida. Posterior al orden
del Todo universal Dios le produjo,
porque en él Dios no quiso que él entrara:
quísole libre, y le eximió por eso 315
de la inmensa cadena destinada
a obrar siempre de un modo irrevocable.
¡Cuánto a la ciencia del Criador benigno
debió entonces el hombre! Enriqueciendo
a la ingrata criatura, perfecciones 320
puso en él, si no inmensas e infinitas
cual lo son en su esencia, semejantes
empero en el obrar a las que encierra
la inmensidad de su vigor oculto.
Si entiende Dios, entendimiento al hombre 325
concedió: si reside en su sustancia
potestad de querer, el hombre goza
de potestad así: si libre y suelto
elige y ejecuta en sus designios
el Ente de los entes, en los suyos 330
elige y ejecuta su criatura.
¡Oh desperdicio de inmortales dones
a nefandos abusos convertidos!
¿Juzgas acaso que tan alta fuerza,
vigor tan eminente te fue dado 335
para que no en las obras imitaras
al que eres en potencias semejante?
Si en el vigor a tu Criador imitas,
tus efectos en todo parecidos
serlo a los suyos deben. Ahora esfuerza 340
tu razón, y examina de qué modo
Dios y el Mortal de sus potencias usan.
   La integridad de la Razón suprema,
¿por ventura al engaño algunas veces
inclinó su saber? El todo Justo, 345
el todo Bueno, el Verdadero todo,
o, lo que es más decente, la Justicia,
la Bondad, la Verdad, la Ciencia, el centro
único indivisible que contiene
en sí cuantas no caben perfecciones 350
en la clausura de tu angosto juicio,
y es sólo en cada una, y en él todas,
¿acaso en sus efectos contradice
al ser que tiene en sí? ¿Dónde el abuso
ves de su libertad, de aquella fuerza 355
con que le es dado aniquilar a una
el Universo entero, a las estrellas
asociar el abismo, y de su centro
arrancar las columnas de diamante,
y el nudo disolver que el orbe afirman?. 360
Antes veneras su bondad. Del mundo
corriendo en cerco la región poblada,
su afable y liberal beneficencia
impresa en todo ves: de largos bienes
colmadas las criaturas, ora faltas 365
de sentimiento reposadas obren
por impulso exterior, ora en su seno
el estímulo lleven de sus obras.
   ¡Oh cuánto, cuánto en proceder desdicen
de su ser los mortales! ¡cuánto injustos 370
por alejarse de su Autor trabajan!
Desde que el manto de la luz despliega
la risueña mañana, hasta que el velo
de la noche se esparce y le retira,
hierven afanes de malicia insana 375
en el pecho del hombre. En las tinieblas
cuando del sueño la quietud benigna
con el blando letargo sus afanes
pudiera interromper; ellos ¡ah tristes!
duermen velando, a los cuidados torpes 380
atentos que el vivir desasosiegan.
Cuenta el avaro en el austero lecho
sus males embebidos en el oro
que guarda aun de sí mismo. El vengativo
sueña la injuria, y de la viva imagen 385
arrebatado, a la venganza corre,
y hiere y mata, y en matando duerme.
Sus tropas sueña el infeliz Monarca,
y al Imperio vecino en ellas lleva
la muerte y la hambre de la sed pendientes 390
en que arde su ambición. En tales obras
¿hallas que el hombre a su Criador imita?
   No fue su intento embarazar la tierra
con vivientes avaros o ambiciosos,
homicidas o adúlteros. Los vicios 395
¿como nacer de la Virtud pudieran,
de la inmensa Virtud? Sabios profanos
que al hombre hoy consideráis perfecto,
estable en su orden, y existiendo en suma
cual conviene a su ser ¿que Deidad triste 400
predicáis, miserables? Mata el hombre:
sirve a su ser; la mano según eso
del Criador no es del todo omnipotente,
pues obligada a permitir estuvo
almas malvadas a matar dispuestas. 405
Y si en lo bueno limitáis la eterna,
la sola Omnipotencia ¿a cuál angustia
reducís sus restantes atributos?
La Bondad sin poder ¿de qué manera
será suma, infinita? La justicia 410
¿cómo obrará con disculpable enojo
castigando delitos necesarios?
¡Execrable saber, horrible ciencia,
que ella por sí la corrupción humana
que pretende salvar muestra y descubre! 415
Ciegos Sofistas, si el mortal tuviera
consigo hoy la bondad que le era propia,
no os cansaríais en probar que es bueno.
   Compara el hombre a su Hacedor. Las artes
allá en tu mundo su esplendor reciben 420
de la mano valiente. De un Velázquez
indican bien las elegantes tintas
del artífice diestro la excelencia.
Menos descuidos en el lienzo nota
el fastidioso Gusto; mas levanta 425
del Pintor el talento: viles obras
de vulgar interés, ya las subscriba
célebre nombre, por ajenas raya,
y niega que a tal nombre pertenezcan.
¿Juzgas que el hombre, cual procede y vive, 430
obra es digna de un Dios? Donde en los males
que traza y sufre; en la cruel discordia
que alimenta y instiga, tan constante
que nunca el Sol por el rosado oriente
puro y gallardo amaneció a la tierra 435
sin ver su suelo con la sangre tinto
de horrísonos combates, ¿dónde en esto
la Bondad infinita resplandece?
cuando inclinada a la sentencia inicua
por el oro elocuente la balanza 440
de juez civil, en tribunal vendible
oprime la inocencia desvalida;
¿dirás que luce permitiendo injustos
la justicia inmudable, eterna, inmensa?
   Solo en un bosque un pequeñuelo niño 445
abandona a su suerte: si el descuido
de las fieras la vida le permite,
crecerá embrutecido, y todo ajeno
de su ser, nuevo miedo de los montes,
más que a los hombres se unirá a las fieras. 450
¿Por qué le deja la Razón? Al tierno,
al simple jilgerillo, que aún sin pluma
travieso joven de su nido aleja
y cría en su mansión ¿cuándo el instinto
concedido a su ser le desampara? 455
Déjele libre: partirá a la selva
gozoso y diligente, a sus iguales
juntarase, y mezclando sus gorjeos
con los festivos de la tropa amiga,
elegirá consorte, y negocioso 460
con maña no olvidada en sauce espeso
fabricará para los dos su nido.
Si es distintivo la Razón del hombre,
¿por qué perderla puede? ¡Oh! duraría
en él sin decadencia, si guardara 465
su vigor ella y primitivo estado.
El bruto y la ave su vigor conservan,
porque no han decaído: ve si el hombre
ha, pues no le conserva, decaído;
o si un Dios justo a su mejor criatura 470
más flaca esencia concedió que a un ave.
   No, no los hombres trabajaran tanto
para hacerse perfectos, si perfectos
cual requiere su ser permanecieran.
No a las naciones separaran leyes 475
y costumbres opuestas o distintas.
Sola tu especie en el vivir procede
inconstante, sin norma, en tantos usos
partida cuantos son los individuos:
avaro el uno, liberal el otro; 480
éste homicida, aquél de sus iguales
próvido defensor; socorre, usurpa,
regala, roba, engaña, desengaña...
¿Por qué a su instinto una brutal especie
obedece constante; y los mortales 485
no a la Razón constantes obedecen?
Sus mismas obras su delito gritan,
y su caida triste. Ellos unidos
en pensar, en obrar; quietos, dichosos
vivieran si del Ente soberano 490
cumplieran la intención con imitarle.
El bruto, el árbol, la rudeza informe
de los cuerpos no vivos, el fecundo
procrear de la tierra, el refulgente
círculo de los orbes; cuanto abarca 495
la limitada inmensidad, humilde
al arbitrio supremo, todo, todo
sus leyes guarda en inviolable curso
el hombre solo, el solo cual hoy dura
su orden quebranta, y si en su obrar maligno 500
socorro portentoso no le enfrena,
perpetuamente acciones (no lo dudes)
producirá contrarias a sus leyes.
   ¡Oh primitiva edad, edad sagrada,
tiempo no poseído! Allá en tu suelo 505
¿por qué hay quien ose defender que el hombre
nunca ser bueno ni dichoso pudo?
Pudo ser bueno, y ser dichoso; entonces
yo, compañera de su dicha, a todos,
consagrada a su bien, de mis misterios 510
partícipes hiciera. Embelesados
en el progreso de las cosas, claro
y abierto a su razón, reverenciaran
el solo Numen anunciado en ellas:
y obedeciendo las sencillas leyes 515
que en sí mismos notaran; divididos
en regiones diversas, no diversa
fuera la voluntad, y en obras unos
en las de un hombre las de todos vieras.
Ahora discordes, en continua guerra 520
consigo mismos, en su pecho sienten
áspera acusación que los agrava,
y alimento del miedo, a cada instante
culpa sus hechos congojoso el juicio.
   ¿Quieres la imagen de tu ser? Arranca 525
de la tierra los vicios. Los mortales
se amarán entre sí, y un soberano
conocerán en la Virtud tan sólo.
Mas ¿quién de ella arrancar podrá los vicios?
¿Quién hará bueno al hombre, a esta criatura 530
creada para ser buena? Alarga, alarga
la vista hacia tu mundo y examina
la haz de su redondez: verás que abundan,
más los inventos que los vicios dictan,
que los que dicta la Virtud, sobre ella. 535
Riscos valientes, pesadumbres toscas
por defensa industriosa contornadas
en muros defensores: la dureza
del bronce en instrumentos convertida
de fulminante estrago, a cuyo impulso 540
ceden a una la morada humilde,
y la gigante cúpula: en los mares
no ya el hórrido estruendo de las olas
cuando soberbio las azota el austro,
el de las naves a emular se atreve. 545
Pues si al bullicio de la unión urbana
te vuelves, y en silencio le examinas,
¡qué empresas! ¡qué designios! robos, fraudes,
tiránica ambición, lujuria ardiente,
malicia injusta, la inocencia al cielo 550
levantando los ojos oprimida
del pérfido poder, tramas, traiciones,
obras que apenas el civil desvelo
de las leyes reprime y escarmienta.
¡Hasta en las cosas que a su Autor consagran 555
mezclan los hombres su maldad! Pervierten
la inocente Piedad; y figurando
Dioses injustos, en nefandos votos
su auxilio imploran, o por medios torpes
a venerar su omnipotencia acuden. 560
   Ve tu miseria. Mas ¿en ella acaso
irreparablemente un Dios benigno
dejara a sus criaturas? Existiendo
en su pureza propia, fuera en todos
una la religión, las leyes unas, 565
por su Razón no equívoca dictadas.
Perdió su oficio la Razón: al punto
desconoció a su Dios, y los deberes
alteró primitivos. El Dominio
inventó leyes nuevas, Dioses nuevos. 570
Atiende al vulgo: del que impera adora
el Dios, no el que él descubre. En sectas varias
dividida la tierra, sola en una
verás que la introdujo un Varón justo.
Dios pide un culto; y la Razón, dudosa, 575
si el mismo Dios no le revela, nunca
sabrá por sí cuál le será más grato.
Íntegro el hombre, sin tropiezo o duda
conocía su Dios y sus deberes.
Pues fuera entonces una sobre el suelo 580
la religión, por la Razón dictada:
arguye de esto, que corrupto el hombre,
la religión también debe ser una;
y que impotente la Razón, Dios sólo
puede dictar lo que ella ya no dicta.» 585
   Dijo: y rasgando la región etérea
con ala vagarosa, hacia el empíreo
su vuelo dirigió ceñida en torno
de un rosado esplendor que despedía.
A mí una nube a la anaustiada tierra 590
me descendió; y ya en ella, con ahínco
torno a oír los Filósofos, y al cabo
llego a entender que en ellos nunca se oye
la habla que oír en la Verdad yo pude.

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