En una ausencia de Castillo al sitio de Aranjuez tuvo la doña María en su casa este baile, y acabado encerró sola en un cuarto con cierto oficial a una señorita soltera que tenía de huéspeda, para quedarse más libre con don Santiago, con quien luego se fue a dormir a la alcoba misma del ausente y ultrajado marido.
En otra ocasión se ocultó don Santiago para huir de Castillo en el lugar común.
Consta así todo de sus declaraciones.
Así resulta de sus deposiciones.
Lo confiesan entrambos reos.
Habiendo salido doña María Vicenta temprano de su casa en aquella mañana, y no vuelto a ella hasta la una y media de la tarde, su marido que la echó de menos, se desazonó al comer, y aun se negó a hacerlo por no presentársele ella ni llevarle el plato. Don Antonio Castillo, que se hallaba presente, le procuró tranquilizar, y alentó a que comiese, y aun salió a reconvenir y exhortar a la paz a la doña María, que también se resistía a ponerse a la mesa, hasta que por último lo hizo, y se serenó en su enfado.
Así lo declara la misma doña María, habiéndole dicho que se volviese y la firmase él, pues su marido se hallaba muy desazonado.
Lo declaran así las dos criadas.
Así lo declaran los reos y las dos criadas.