División primitiva del tiempo entre los bascongados usada aún por ellos
Lorenzo Hervás y Panduro
Antonio Astorgano Abajo (ed. lit.)
(Sociedad de Estudios Vascos - Eusko Ikaskuntza)
(Instituto «Xavier María de Munive» de Estudios
del Siglo XVIII en el País Vasco)
Presentamos el que probablemente es el último trabajo serio que pudo concluir Hervás, el 1.º de enero de 1808, ya afligido por su larga y penosa enfermedad de artrosis, antes de fallecer año y medio después.
Desde esa fecha este estudio permaneció perdido hasta 1947 en que fue publicado por José de Olarra en el Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, con el título de «Hallazgo del tratado de Hervás y Panduro: División primitiva del tiempo entre los bacongados usada aún por ellos»1.
A pesar de la correcta transcripción de Olarra hemos procedido a una revisión de la misma, teniendo a la vista el manuscrito original que se encuentra en el «Archivio di Stato» de Roma, bajo la signatura Mss. 229, int. 14. No fue un trabajo superfluo, sino que deseábamos tener un conocimiento directo del mismo para una serie de trabajos que en los últimos años hemos dedicado a las relaciones del vascófilo Hervás con el eusquera y el vascoiberismo2.
Nuestro agradecimiento al trabajo de José Olarra y a su informador y buen amigo el padre jesuita Ignacio de Iparraguirre, quien le facilitó el descubrimiento de la obra hervasiana, pues la obra está «escondida» bajo un pliego de cubierta con el título Studi di Lingua Basca.
En la
última página del recubrimiento, en el ángulo
inferior externo de ella y en posición invertida a lo
transcrito de la primera página, del que nada es de
Hervás, ni de amanuense suyo, sino del personal del Archivo,
hay una nota del autor, que dice: «División del tiempo entre los bascongados
embiado a 1.º del 1808 a D.
Tomás Sorreguieta en Tolosa de
Guipúzcoa»
.
Fruto de la amistad con los lingüistas vascoiberistas residentes en España fue el intercambio de publicaciones. El abate de Horcajo confiesa en la introducción que D. Tomás de Sorreguieta le envió sus dos obras3 acerca de la semana hispano-vascongada junto con una carta en que pedía el parecer de Hervás. Como no estaba totalmente de acuerdo con las tesis de su corresponsal, Hervás, enemigo de las controversias, le responde con la redacción del presente estudio sobre la División primitiva del tiempo entre los bascongados.
Indirectamente también respondía a Pablo Pedro Astarloa, ya fallecido en Madrid el 2 de junio de 1806, quien también había escrito sobre la materia. Y la respuesta le resultaba fácil, a pesar de no dominar el eusquera, pero contaba con la ventaja de mayores conocimientos de lingüística comparada y del hecho de tener muchedumbre de materiales recogidos durante muchos años para formar un largo tratado de la división del tiempo entre todas las naciones conocidas de cuya lengua se tiene noticia. Pensaba escribir dicho tratado en el curso del año 1808 para complacer a la Academia Italiana que, al participarle que lo había incluido entre sus socios, le pedía un trabajo suyo. Los dolores de su galopante enfermedad debieron impedir este propósito.
Esta obra cobra valor desde el punto de vista biográfico, porque debió ser la última redactada en su totalidad por nuestro polígrafo, de cuyos dos últimos años de la vida se sabe poquísimo, pues no tenemos vestigio alguno de lo que hizo los años 1808 y 18094.
Relatemos brevemente las muy buenas relaciones de Hervás con los fueristas y vascoiberistas para comprender cómo el sabio manchego, en la antesala de la muerte, se dedicaba al estudio de la División primitiva del tiempo entre los bascongados.
Adelantemos que, en términos generales, las relaciones de Hervás con los intelectuales vascos duraron aproximadamente una década (1796-1809) en línea ascendente, mantenidas por los intereses lingüísticos y que culminaron con la División primitiva del tiempo entre los bacongados usada aún por ellos. Lo contrario de lo ocurrido con los intelectuales catalanes, quienes recibieron a Hervás muy calurosamente en 1799 en Barcelona, pero los lazos de amistad se enfriaron bastante rápidamente, de manera que nuestro abate se lamentaba en la carta fechada en Roma el 16 de junio de 1803, dirigida a Elías Ranz:
«Suspenda usted de enviar dinero a D. José Vega [y Sentmenat] en Barcelona, porque no lo quiere recibir. Casi con ningún catalán encuentro fortuna. Los buenos se excusan y de los malos no se puede esperar favor alguno»5. |
El jesuita P. Enrique del Portillo concluyó:
«Quien haya leído el Catálogo de las lenguas, verbigracia, de Hervás, habrá visto la excepcional importancia que atribuye al vascuence [...] Pronto los que en el siglo XVIII se interesaban por los estudios vascos quisieron entrar en correspondencia con el abate».6 |
El sentimiento «patriótico» y el orgullo por todo lo que es peculiar del propio país está presente en todas las polémicas sobre el vascuence y la lengua primitiva7, lo cual se traduce en una supeditación del conocimiento lingüístico al interés político, una característica lamentablemente demasiado acusada entre los cultivadores de la historia de Vasconia hasta nuestros días.
La polémica sobre la lengua primitiva y su encarnación en el eusquera recorre gran parte del siglo XVIII. Aunque sólo nos interesa ver el reflejo que tuvo en Hervás, sin embargo es imprescindible hacer un somero recorrido histórico de las teorías sobre la lengua primitiva desde los Orígenes de Mayans (1737)8, que provocaron la reacción de Larramendi, a quien seguirá, de una manera bastante fiel, Hervás.
No hemos de
olvidar, para poder entender la postura de los apologistas, el
estado de los estudios sobre la historia de la lengua que
había en este momento. Entre los siglos XVI y XVIII se
concibió la idea de que había existido un idioma
único que en sucesivas disgregaciones había producido
las lenguas modernas. Esta idea sólo se pudo afrontar desde
el punto de vista cristiano. La Biblia exigía un
idioma generador y su búsqueda supuso el estudio por parte
de muchos eruditos que querían «investir de abolengo divino a la lengua por la
cual la palabra de Dios se comunicó a los
hombres»
9.
El Génesis era interpretable en el sentido de que Dios creó una lengua infusa en los primeros hombres de donde provendrían todas las demás. Por otro lado, en el célebre castigo de la Torre de Babel ocurrió la confusión de lenguas, surgiendo a raíz de dicho castigo las setenta y dos lenguas matrices de los descendientes de Jafet, Cam y Sem, de las cuales derivarían los idiomas conocidos. En el curso de la historia se han levantado numerosas polémicas en torno al nombre y naturaleza de la lengua original. Se solía afirmar que el hebreo era la lengua primitiva, aunque luego, por razones patrióticas, varios filósofos y gramáticos reivindicaron este honor para las lenguas de sus propios países. En el siglo XVIII, algunos de estos puntos citados se habían descartado totalmente o se habían resuelto de modo satisfactorio. Así, se pensaba que de la lengua infusa de los primeros hombres no podían provenir el resto de los idiomas, que era inútil la búsqueda de la lengua primordial y que era difícil la investigación de las voces primitivas10.
Otro grupo de estudiosos continuaba creyendo en un idioma único engendrador del resto para explicar la diversidad de lenguas y se hacía echando mano a la Torre de Babel, sobre la cual los escritores concentraron también su imaginación desbordada, dispuestos a darle una interpretación, en su criterio verosímil y hasta científica11.
Durante la Ilustración española, la tesis de la lengua primitiva, encarnada en el eusquera, si no causó, al menos coadyuvó a un renacimiento cultural de los valores propios, lingüísticos y étnicos, a un exagerado ensimismamiento por lo vasco que tan claramente se percibe en las obras de Moguel, Astarloa o Erro, y en menor medida en Hervás, todo ello en el marco de un contexto de autoafirmación y de conservadurismo regionalista frente a una revolución niveladora estatal, encarnada en el odiado Godoy.
La última
década del siglo XVIII y la primera del XIX suponen un lapso
de tiempo breve pero intenso desde el punto de vista
político y cultural. Han sido muchos los autores que, desde
diferentes ángulos, han reparado en el carácter
decisivo de estos años para la historia cultural
eusquérica, sobre todo por la obra de Astarloa (y, en menor
medida, a Erro y Moguel). Algunos desarrollos posteriores en esa
línea ideológica parten de la «semilla de
Astarloa» con sus característicos integrismo,
etnolatría y glotolatría. Fernández
Sebastián resume: «Creemos que
para detectar el embrión y las primeras raíces del
fenómeno es posible remontarse al menos medio siglo
atrás: los tres ingredientes se encuentran ya en dosis
generosas en la obra de Larramendi»
12.
Una
cuestión interesante es ver hasta qué punto el
moderado Hervás participó en el integrismo,
etnolatría y glotolatría de sus amigos vascos, porque
no hay duda que sintonizó con esos sentimientos, a juzgar
por los continuados elogios al eusquera, a Larramendi y a «Las tres nobilísimas Provincias de
Vascongados españoles»
.
Lo curioso de Hervás es que es un apologista sin entrar al trapo de la polémica, bastante violenta, que se desencadenó después de la publicación en abril de 1802 del artículo «Navarra» de Joaquín Traggia13, que sin duda conocía por su correspondencia con Astarloa, Moguel, Tomás de Sorreguieta, Zúñiga y los mecenas de éstos.
Astarloa nos indica en el prólogo de su Apología de la lengua bascongada cuál va a ser su plan de defensa de la lengua vasca, reducido a demostrar que el eusquera fue la primera lengua de España, nacida en la misma Torre de Babel:
«Corroboraré, en primer lugar, los argumentos que nuestros escritores han alegado hasta ahora para demostrar que su lengua no sólo fue la primera que se habló en España, sino que fue formada por el mismo Dios en la confusión de la torre de Babilonia. Probaré, en segundo lugar, por las mismas voces de nuestro idioma, que su antigüedad pasa mucho más allá de lo que puede llegar la memoria de las Historias»14. |
La novedad de
Astarloa para lograr tal propósito es que no necesita el
argumento bíblico de los glosadores respecto a la «primera lengua de España»
o a
la venida de Túbal, que tanto había preocupado a
Larramendi y que Traggia desechó desde su punto de vista:
«últimamente se hará ver
por la extraordinaria perfección del bascuence ser la
única lengua digna de ser comunicada por Dios al primer
hombre»
15.
No necesita acudir al relato bíblico, pero tampoco niega su
realidad. Ésta última se acomoda a la
demostración de la antigüedad de la lengua vasca en la
Península realizada a través del estudio de la lengua
misma. La confirmación de que se trata de la «primera lengua de España»
la
dará su perfección, y dicha perfección
probará que «fue formada por el
mismo Dios en la torre de Babel»
como única lengua
digna de haber sido infundida por Dios al hombre.
Con las
perfecciones que asigna a la lengua vasca queda para Astarloa
aprobada la primera verdad: «Que los
vascongados no han formado por imitación su lengua
después de la entrada de la primera nación en la
España poblada»
, por la sencilla razón de
que esas lenguas carecen de tales perfecciones.
Solucionaba así dos problemas. Por una parte, la lengua vasca no puede ser considerada como una de las lenguas que entraron en la Península después de la población de la misma ni debe nada a ninguna de ellas, y era además cronológicamente anterior a ellas de manera absoluta. Esta última afirmación quedará probada por Astarloa por medio del recurso a las etimologías que, aplicado a los nombres de naciones, pueblos, ríos, etc., demostrará, a pesar de las objeciones de Traggia al etimologismo del maestro Larramendi, que la lengua vasca estuvo presente en toda la Península.
Si Astarloa
hubiese dado por terminado su trabajo en este punto, una vez
identificada la lengua vasca con la de los primeros pobladores de
la Península, la más que discutible tesis que el
celoso clérigo vasco se había dispuesto demostrarnos,
haciéndonos ver que «por la
extraordinaria perfección del vascuence era la única
lengua digna de ser comunicada por Dios al primer
hombre»
16,
hubiera quedado solucionada más o menos satisfactoriamente
en el aspecto metodológico.
Sin embargo,
inesperadamente declara: «Hablemos con
sinceridad y confesemos de buena fe que no nos vemos con
auténticos documentos para probar que vino el Bascuence a
España con los primeros pobladores»
. En el
último momento Astarloa se detiene ante la consecuencia
lógica de su método, parece dudar de sus propias y
fogosas argumentaciones y se niega a seguirlas.
Este método
investigador de Astarloa es más arcaico que el que 65
años antes había propuesto Mayans, puesto que el
beneficiado de Durango suprime los fundamentos
epistemológicos del valenciano («Habiendo yo de tratar de los Orígenes
de la lengua española que hoy hablamos, pienso seguir
diferente método que otros. Y así, primeramente
explicaré qué cosa es lengua, para que mejor
se sepa qué deba entenderse por lengua
española. Después señalaré sus
orígenes generales»
)17.
Y no es que Mayans
desconociese las ventajas comunicativas de una lengua primitiva
universal, pues añorante había escrito en el
prólogo de sus Orígenes: «Dichosos, pues, aquellos primeros siglos, en que
todo el género humano sólo tenía una lengua,
por medio de la cual tanto más y con mayor facilidad se
podía saber, cuanto mejor se entendía cualquiera cosa
que se dijese, sin ser necesario el estudio de otro idioma [...]
Por eso debemos considerar como gravísimo castigo del
género humano la multiplicación de las
lenguas»
18.
Para Mayans las
perfecciones de la lengua primigenia eran tres: abundancia, en
correspondencia con «lo mucho que se
sabia»
; fuerza de expresión, «porque habiéndose impuesto los nombres
con gran conocimiento de las cosas, las expresaban con suma
claridad»
, y por último, una «suma aptitud para pronunciarse los vocablos con
la mayor claridad»
19.
Hervás
conocía los métodos de investigación de
Larramendi y de Mayans, por haber supervisado los trabajos de
Astarloa y porque se muestra contrario a los
Orígenes de Mayans en el volumen V del
Catálogo español. Por otro lado,
también conocía la postura de los ilustrados que
sostenían que las lenguas primitivas, lejos de ser
perfectas, se habían ido completando con el estudio y el
progreso, y se oponían a la teoría la
perfección babélica. En Hervás luchan la
razón y su fe en la Biblia, por lo que se ve
obligado a sentar la teoría de la doble perfección
lingüística. Para nuestro abate, «la dispersión del género humano al
poblar el mundo después del Diluvio no fue tumultuaria, mas
ordenada»
20,
y en su apoyo, se pregunta: «¿Por
qué una nación siempre bárbara habla un
dialecto sumamente más perfecto que el de una nación
siempre culta?»
, y él mismo responde: «porque los idiomas no son invenciones humanas; y
porque cada nación habla el que Dios infundió en
Babel a sus ascendientes»
, pregunta y respuesta que
propone hablando de la lengua araucana21.
Para él existen dos perfecciones: una perfección
intrínseca, en la que los idiomas más primitivos
aventajan a los más cultivados, y una perfección
extrínseca, propia de las lenguas literarias o cultivadas;
aspectos de las lenguas que acabarán por independizarse.
Hervás parece representar en la polémica un punto medio conciliador de dos posiciones enfrentadas ante el problema de la perfección de la lengua; para Astarloa ésta habría de ser intrínseca, mientras Traggia defiende la perfección extrínseca. Lo que intenta conciliar son dos posiciones «culturales» contrapuestas ante el fenómeno de la lengua; la romántica balbuciente de Astarloa y la ilustrada de Traggia22.
Fácilmente se puede comprender que Larramendi no es equiparable a Mayans, ni Astarloa a Hervás en su capacidad intelectual, erudición y rigor metodológico. En estos aspectos los vascos están muy lejos de poder siquiera compararse con el valenciano y el conquense23.
Por razones de
espacio, sólo podemos aludir a la polémica sobre el
vascuence que en la década de 1730-1740 sostuvieron Mayans y
Larramendi, maestro adorado por todos los apologistas vascos de
principios del siglo XIX (Juan Bautista Erro, Astarloa, Sorreguieta
o Hervás), quien había empezado sus trabajos en
defensa de la prioridad del vascuence con la publicación de
De la antigüedad y universalidad del bascuence en
España (1728), obra que manejó Hervás, a
juzgar por la manera con que la menciona en la Biblioteca
jesuítico-española24,
pues más que una cita es un resumen de los dos argumentos
que empaparán la tesis del eusquera como lengua primitiva:
«3. De la antigüedad y
universidad del vascuence en España; de sus perfecciones y
ventajas sobre otras muchas lenguas, demostración previa al
arte, que se dará a luz de esta lengua después de
haber probado, lo 1.º, que el vascuence es la lengua
más antigua de España, lo 2.º, que el vascuence
fue lengua universal de España.
8.º»
25.
Donde Larramendi dotó al vascuence de todas las perfecciones es en El imposible vencido. Arte de la lengua vascongada, obra de 1729, fuente principal de Hervás durante bastante tiempo, a juzgar por la exactitud con que la cita en la Biblioteca jesuítico-española26. En ella el jesuita de Andoaín afirma que el vascuence fue la lengua formada por sólo el ingenio de Dios, que, como infinitamente perspicaz, se la imprimió a los primeros padres del vascuence tan bella, tan ingeniosa, tan filosófica, y, por consiguiente, cortés, dulcísima, y con otras prendas propias de una lengua de tan honrado principio.
Ambas obras fueron
atacadas por Mayans en sus Orígenes. Gregorio
Mayans (de quien señala Tovar que «hizo el mayor esfuerzo que un no vasco
había hecho hasta entonces por informarse sobre el
euskera»
27)
rebate sin contemplaciones a los que mantenían que el
vascuence fue la lengua primitiva de toda España y mucho
más a los que afirmaban que se trataba de una lengua
babélica conservada pura e invariable a lo largo de la
historia. Estas reflexiones se hacen sobre todo al principio de su
obra Orígenes de la lengua española
(publicada por primera vez en 1737) al ocuparse del problema de la
lengua primitiva, objeto de especulaciones sin cuento en
aquella época28.
Contra las
afirmaciones de Mayans, dirigidas a negar la prioridad del
vascuence como la lengua más antigua hablada de
España, reaccionará Larramendi por medio de su
Diccionario Trilingüe, fuente primordial de la
División primitiva del tiempo de Hervás,
donde defiende la antigüedad de la lengua vasca y la primitiva
presencia del pueblo vasco en toda la extensión de la
Península, esta vez por medio de un trabajo de
lexicografía, perfectamente reseñado por
Hervás: «2. Diccionario
trilingüe del castellano, vascuence y latín, dedicado a
la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa. San
Sebastián, 1745. Por Bartolomé Riesgo y Montero. Dos
volúmenes en folio»
29.
En el Diccionario Trilingüe, que es la obra más importante del P. Larramendi y aún hoy conserva mucho valor, aunque por querer inventariar todas las palabras del léxico vasco incurre con frecuencia en el defecto de invenciones fantasiosas, vuelve a afirmarse en sus convicciones y busca el origen del vasco en la Torre de Babel, y si no fue lengua del Paraíso, no perdió esta prerrogativa por falta de mérito, pues no cede a la hebrea en la energía, en la viveza, en la fecundidad y en otras prendas propias del más calificado lenguaje.
Sin embargo, los argumentos de Larramendi tenían sobre todo dos puntos flacos: el descrédito de las etimologías y la nueva idea de la historia. La concepción de Larramendi era totalmente medieval en su cronología (seguía la elaborada por Eusebio de Cesárea en el siglo IV d. C. y difundida por San Jerónimo) y acrítica en las fuentes, que básicamente eran la Biblia y sus glosadores, que confiaban más en la prueba moral y en el argumento de autoridad que en el método crítico.
En lo que se
refiere al problema etimológico, Hervás discrepaba
abiertamente del «fanatismo
etimológico»
, al que considera «peste del siglo presente, en que muchos eruditos
vanamente han determinado los fundadores de las naciones
europeas»
30.
Al final de su carrera como filólogo (vol. V del Catálogo, aparecido en
1804), Hervás atacará con cierta virulencia a Mayans
y defenderá la esencia de la teoría de Larramendi
(prioridad del vascuence como lengua en la Península
Ibérica), aunque pondrá, por otra parte, cierta
sordina a sus etimologías, rechazando algunas de ellas
(«Larramendi sembró en dicho
prólogo [del Diccionario trilingüe] no pocas
observaciones gramaticales muy útiles para que el literato
conociera derivarse del vascuence muchos nombres de la antigua
geografía de España; aunque, en su dicho
Diccionario, frecuentemente comete el abuso de suponer
vascuences no pocas palabras que tienen origen latino o
céltico»
)31.
Eso no quiere decir que no acudiese constantemente a dicho
Diccionario y a su método etimológico, como
podemos comprobar al leer la División primitiva del
tiempo del mismo Hervás.
El abate manchego
descalifica a Mayans («Mayans, aunque
aficionado a la erudición de las lenguas, no
discurrió con el mayor acierto de la vascuence; por lo que
se privó de la única luz o medio que hay para
descubrir cuál fuese la lengua primitiva de
España»
32).
Lo que más le dolió a Larramendi y a Hervás
fue el último lugar en el léxico castellano que
Mayans concedió a la cantidad de vasquismos introducidos en
dicha lengua, para quien el español había tomado
palabras en el siguiente orden decreciente: del latín,
árabe, griego, hebreo (incluido el fenicio), céltico
y «después de la cual es
razón que demos el lugar más inmediato a la goda, y
viene después el vascuence»
33.
Recordemos que Hervás encontraba numerosos nombres de
significación vasca tanto en Italia como en España y
había concluido la existencia de colonias españolas
en Italia pocos siglos después de la dispersión de
las gentes. En obras anteriores había sostenido que
numerosas palabras del griego, latín,
español34,
francés e italiano habían sido tomadas del vascuence.
Además creía que el conocimiento del vascuence era
necesario para la Historia y nos va a hacer una demostración
práctica en el nebuloso tema de la División
primitiva del tiempo35.
Hervás, respetando la opinión de sus escritores-corresponsales (Astarloa, Moguel, Sorreguieta y Zúñiga), expondrá la suya sin la particular ayuda que a ellos presta el conocimiento del vasco, su lengua nativa, a cuyas palabras es necesario acudir para la decisión de casi todas las dudas que ocurren en el presente estudio.
Que no fue improvisado el trabajo de Hervás nos lo dice al final del mismo: las palabras vascongadas según las cuales explica la división del tiempo usada por los vascongados no le hubieran bastado para entenderla de no haber tenido muchedumbre de materiales recogidos en muchos años para formar un largo tratado de la división del tiempo entre todas las naciones conocidas de cuya lengua se tiene noticia. Pensaba escribir dicho tratado en el curso del año 1808 para complacer a la Academia Italiana (probablemente la Crusca) que, al participarle que lo había incluido entre sus socios, le pedía un trabajo suyo36.
Es indudable, pues, la notoria preocupación de Hervás por el vascuence. Lo creyó clave con que poder descifrar los problemas que él, antes que nadie, planteó, en el campo de la Filología, y le dedicó todo su entusiasmo37.
En su Catálogo italiano de las lenguas38 habla de la vasca como de la propia de los primitivos españoles; ensalza su maravilloso artificio39; de numerosos nombres de significación vasca así en Italia como en España, concluye la existencia de colonias españolas en Italia pocos siglos después de la dispersión de las gentes; expone numerosas palabras que el griego, latín, español40, francés e italiano han tomado del vascuence; y cree, por último, que el conocimiento de éste es necesario para la Historia41.
Dedicó a las tres nobilísimas provincias de vascongados españoles los tomos IV, V y VI de su Catalogo español de lenguas42.
Incluyó en dicho tomo V una «Etimología vasca de varios apellidos comunes en los dominios españoles. Nombres topográficos de los Países Vascongados de España»43.
En el mismo capítulo V citado anuncia44 el proyecto de un triplicado vocabulario vascongado expuesto cuatro años atrás en larga carta que escribió desde Barcelona a D. Juan de Leiza y que empezó a escribirse por D. Juan de Moguel bajo la dirección de D. Josef de Campos.
Dice en Idea dell'Universo un «Tratado sobre la lengua bascongada» del jesuita P. José de Beobide45.
En el Saggio prattico delle Lingue...46 incluyó la oración dominical en dialecto guipuzcoano con análisis y traducción47, en vizcaíno48, en labortano o navarro49, en gascón50 y en vascuence de 1552 tomándola de la Biblioteca Barberini51, etc., etc.
Hervás
tenía presentes estas y otras muchas aportaciones suyas al
estudio del vascuence cuando, en el párrafo del original
primitivo con que termina el estudio de que nos ocupamos
decía: «...ofrezco al
público el presente tratado consagrado a la ínclita
gente española de los vascongados, a quienes no
pocas pruebas en mis obras italianas y españolas he dado de
mi deseo de ilustrar su idioma»
. Luego, al corregir el
texto, sustituyó la negación subrayada por la palabra
otras, y sacrificando la justicia de la primera
afirmación a la modestia de la segunda en lugar de «no pocas pruebas»
en favor del
vascuence, dejó la frase «otras
pocas pruebas»
como aparece también en nuestra
transcripción.
Con estos
antecedentes, «la persona (de
Hervás) había de ser bienquista52
a los que tenían esa lengua (el vascuence) por
propia»
. «El P. Hervás,
escribe José de Iturriaga a Juan de Leiza, a 6 de mayo de
1799, el P. Hervás es acreedor al eterno reconocimiento de
todo buen bascongado»
. Pronto los que en el siglo XVIII
se interesaban por los estudios vascos quisieron entrar en
correspondencia con el abate, como apunta Olarra53
y veremos más adelante.
En resumen,
Hervás solo alaba a los estudiosos anteriores que
identificaban al eusquera con la lengua primitiva de España,
que eran los mismos a los que estaba elogiando Astarloa: Lucio
Marineo Sículo («nos da luz para
conocer que [...] no había perecido la opinión
verdadera, que es la que supone haber sido el vascuence la tal
lenguas primitiva»
54),
Esteban de Garibay («Garibay
defendía la verdadera opinión, y como vascongado
podía haberla demostrado con las pruebas que en el presente
tomo [el V del Catálogo de las Lenguas] se han
puesto»
)55,
Oihenard («fue el primer escritor que
empezó a hacer fundadamente algún uso de
observaciones prácticas»
) y Josef Moret, quien
«en sus críticas y justamente
alabadas Antigüedades del reyno de Navarra, que
publicó el año de 1684, trató de la lengua
primitiva de España, la cual juzgó ser la vascuence,
e ilustró algo esta opinión con observaciones
prácticas, como añadidura a las pruebas de Oihenard
que cita»
56,
y, por supuesto, Larramendi.
Hervás no
está de acuerdo con el arzobispo toledano Rodrigo
Ximénez, ni con Alfonso el Tostado porque «juzgaron que la primitiva lengua de
España fue la latina»
. Después de Lucio
Marineo Sículo el tema de la lenguas primitiva «se empezó a tratar con empeño y,
quizá, a oscurecer con las marañas con que mentes
traviesas lo pretendieron enredar»
, entre las que
cabría incluir a Ambrosio Morales y a Juan de Mariana,
quienes no negaron al eusquera la antigüedad, «sino solamente la universalidad»
a
toda España57.
Bernardo Aldrete trató el asunto de la lengua primitiva
«mas no como correspondía a su
gran literatura»
58,
y es criticado por Hervás porque afirmó que «la lengua que se hablaba en España antes
que los romanos vinieran a ella, entiendo que no se puede saber con
certidumbre, ni aún con probabilidad»
59.
En especial
molestaron a Hervás las opiniones de su correligionario
Mariana y las de Mayans: «Me causa
verdaderamente admiración que Mariana y otros
críticos, y principalmente los que en el siglo pasado [siglo
XVIII, pues Hervás escribe en 1803] escribieron con ardor, y
sin el menor acierto sobre el vascuence, como los llamados
Diaristas y Mayans, se valiesen de pruebas especulativas
[...] Todos estos literatos tenían en España siempre
vivo el idioma vascuence: podían observar su artificio y la
muchedumbre y diversidad de su artificio [...] Con estas pruebas
prácticas los literatos hubieran conocido con evidencia que
el vascuence fue el idioma primitivo y universal de
España»
60.
Hervás,
quien había escrito el tomo V de su Catalogo
«con muchas observaciones sobre las
lenguas y otras cualidades de las naciones extranjeras que entraron
en España»
, para rebatir «clara y fácilmente»
las
observaciones de sus contrarios, concluye el Capítulo VIII-1
donde refuta las «diversas opiniones de
los escritores españoles sobre la lengua primitiva de
España»
, descalificando, en líneas
generales, a cuantos habían investigado la lengua primitiva
anteriormente61.
No podía
ser de otra manera en la pluma de quien el 30 de abril de 1803
había firmado la entusiasta «Dedicatoria a las tres nobilísimas
Provincias de vascongados españoles»
.
Curiosamente, cuando a principios de 1804 se empiecen a delimitar los dos bandos de la prensa madrileña en torno a la Apología de la Lengua Bascongada de Astarloa (publicada en agosto de 1803) y su controvertida tesis de la lengua primitiva, Hervás, ya bibliotecario de Pío VII, no tiene interés en participar directamente en la polémica entre Astarloa y los amigos de Traggia (había fallecido en 1802), aunque deja bien claro que está en el bando de los vascófilos fueristas, a los que dedica los tomos IV, V y VI de sus Catálogo de las lenguas, y los vascongados le agradecerán el gesto nombrándolo socio de la Bascongada en 1805.
Sabido es que en la faceta específica el vasco-iberismo existían dos bandos, el de los partidarios del vasco-iberismo o de la antigua unidad lingüística de la España de nuestros ancestros, bando en el militaban Hervás y los lingüistas protegidos por los fueristas, como Astarloa, Moguel o Erro, y que defendían estas teorías con un espíritu más romántico y erudito que auténticamente crítico; y el de los detractores de esta idea y defensores de que los fenicios fueron los que trajeron la escritura a España, capitaneada por José Antonio Conde bajo el seudónimo de «El cura de Montuenga»62.
En resumen, a
comienzos de 1806 nos encontramos en el cenit de una
polémica con un gran número de libros donde los
apologistas vascos pretendían demostrar que su lengua fue la
que hablaron Adán y Eva y que supervivió a la mezcla
de lenguas de Babel y que por ello «fueron objeto de ataques vigorosos por parte de
algunos de otras regiones de España, que ante todo se
sentían ofendidos en su amor propio, y lo que debía
ser discusión científica y académica se
convirtió en pleito de campanarios»
63.
Las tesis de
Hervás, Astarloa y Humboldt sobre el eusquera sólo
pueden entenderse, ya entrados en el siglo XIX, en un ambiente de
exaltación romántica del terruño, en la que
«se entremezclaban el eusquera, los
bailes y los fueros»
64.
La presencia concurrente de perfecciones y ausencia de defectos
sólo se da en una lengua de las existentes: la lengua vasca;
esto la hace la lengua perfecta, natural y primitiva. Los conceptos
de perfecta y natural pueden ser ideas que, acertadas o no, se
refieren a criterios lógicos, éticos,
artísticos o de otro tipo; pero el concepto primitivo en el
caso de Astarloa es histórico: la lengua del primer
hombre.
No es tan evidente para nosotros, hombres de principios del siglo XXI, más bien todo lo contrario, la identidad de primitivo y perfecto. Pero ya hemos visto que una tradición derivada de la creación de la lengua en el Paraíso y en la torre de Babel asignaba a las lenguas primitivas ciertas perfecciones. En el siglo XVIII, Siglo de las Luces, esta creencia estaba en descrédito, puesto que la idea de progreso implicaba que la humanidad, con grandes trabajos y superando muchas dificultades, no había dejado de avanzar desde los primeros tiempos hasta su época. Pero el siglo XVIII fue también el siglo de Rousseau, padre del Romanticismo, que puso de moda la admiración de lo primitivo y salvaje.
En los
Discursos filosóficos de Astarloa, las
manifestaciones expresas del mundo romántico, aunque
existentes, no son abundantes: «el mundo
primitivo que no conocía la tiranía y el
egoísmo»
65,
«los primeros hombres constantes
observadores de la Naturaleza y libres de las estudiadas
preocupaciones de nuestros días...»
66,
entre otras; pero en la parte final de la Apología,
en el capítulo «Perfección de la lengua
bascongada», es donde, junto a un resumen apologético
de los Discursos sobre la perfección de la lengua
vasca y un examen de instituciones que reflejan el mundo
primitivo67,
hay una concepción romántica del hombre y de la
sociedad primitiva unida a la creencia tradicional de que el pueblo
vasco no había abandonado la religión verdadera. El
párrafo final es una auténtica arenga
romántica:
«Bascongados: cumplí lo prometido. Quiera Dios que esta Apología sea de vuestro agrado. Si lo fuese, sé que continuaréis con el patriotismo que habéis manifestado, y que no me permite descubrir vuestra modestia. Sabéis con quienes hablo, sois amigos. Continuad en ser verdaderos bascongados, para que vuestro ejemplo, uniendo el todo del cuerpo cuyos miembros somos, haga vivir a la más perfecta de todas las lenguas, sacándola de la oscuridad en que yace sumergida en una pequeña porción de terreno peñascoso y sombrío, a fin de que sirva de modelo su perfección a toda la literatura de las naciones cultas».68 |
La
animadversión política de Godoy estimuló a los
lingüistas e historiadores de las tres Provincias Vascongadas,
quienes procedieron a remozar e inconscientemente a articular los
elementos que el Romanticismo integraría después en
el Volkgeist,
de los cuales será la lengua el más ardorosamente
defendido69.
No es de extrañar que los románticos nacionalistas
vascos de finales del siglo XIX, se acordasen esencialmente del
exaltado Astarloa (que redactó casi todos sus estudios en
castellano) y se olvidasen totalmente de Hervás y bastante
del moderado Moguel, autor de la primera gran novela en eusquera.
El ejemplo más significativo es Sabino Arana, quien, tanto
en ideología como en filología, se puede considerar
como un defensor de las tesis de Astarloa, a juzgar por las
similitudes en materia lingüística que comparten ambos
autores. Arana cita a Astarloa en su obra Lecciones de
ortografía del euskera bizcaino70.
Asimismo sigue a Astarloa al estudiar el número de
sílabas y voces vizcaínas sostenidas por éste
último en sus Discursos filosóficos. Por otra
parte, defiende la insostenible teoría de Astarloa acerca de
la significación de las letras o fonemas: «Si algún euskerálogo o tratadista
de cualquier otra lengua quisiera discutir seriamente acerca de
esta teoría de la significación de las letras, en lo
que al Euskera se refiere, yo no tendría inconveniente en
defenderla»
71.
Sabino Arana cree que el filólogo durangués no ha sido comprendido y que las críticas han sido más apasionadas que científicas. Astarloa influyó en Arana, principalmente, a través de sus Discursos filosóficos, revisados por Hervás en 1799, gracias al empeño de los mecenas vascongados del abate durangués, y, aún errando en las aplicaciones y detalles, fijó brillantemente un buen número de importantísimos principios lingüísticos del eusquera.
A modo de conclusiones, quisiéramos resaltar algunos aspectos que se extraen del análisis de las figuras de estos filólogos románticos.
Astarloa puede considerarse como el primer filólogo vasco de repercusión internacional y la influencia que sus preceptos ejercieron en numerosos filólogos coetáneos y posteriores a él, hacen de este autor una referencia básica en la historia del eusquera.
Hervás influyó en Astarloa, que es el primer investigador que construyó una gramática general del eusquera a partir de la corriente comparatista, iniciada por el abate de Horcajo en el ámbito nacional, y aplicada por el beneficiado de Durango al eusquera.
Sus preceptos sobre la antigüedad del eusquera, aún criticables, constituyeron en su época un nuevo punto de partida en los estudios sobre el eusquera y supusieron bastante renombre lingüístico-político para Astarloa y cierto descrédito filológico posterior para Hervás.
2.1. Tabla de la cronología de las cartas de la correspondencia de Hervás, relacionadas con el eusquera
Hervás tuvo una amplia y estrecha relación con el eusquera durante los últimos 26 o 27 años de su vida. La primera carta relacionada con el tema es de 1783, en la que aparece un Hervás bastante desorientado, pues no ha logrado contactar con un exjesuita vascoparlante que lo informe competentemente, sino que tiene que servirse del padre José Petisco, quien a duras penas puede suministrarle un padrenuestro y los numerales en dialecto vizcaíno. Con posterioridad consigue la colaboración experta del exjesuita José Beovide72 y su entusiasmo vasquista irá en aumento hasta culminar en el nombramiento como socio de la Real Sociedad Bascongada en 1805.
Lorenzo
Hervás tuvo correo con los intelectuales vascos desde su
misma llegada a España, a principio de febrero de 1799, pues
entre su correspondencia se conservan varias cartas con personas
residentes en Vasconia desde mayo de ese año, cuando
todavía no había llegado a Horcajo (mediados de junio
de 179973).
Parece que la primera carta, actualmente perdida, del Hervás
retornado a los amigos vascos fue escrita desde Barcelona a Juan de
Leiza, residente en Mondragón, el 23 de abril de 1799,
según se deduce de la primera carta que conservamos dirigida
a un Hervás ya aposentado en Horcajo: «Lo mismo hice con la favorecida que vuestra
merced me escribió desde Barcelona, su fecha 23 de abril
próximo pasado»
74.
Desde Mondragón, Leiza se encargó de muñir la
amistad de Hervás con los intelectuales e ilustrados vascos,
en esta primera etapa.
La primera carta conservada de este periodo es de José Antonio de Campos, hombre de confianza de Leiza, en quien descargará el peso de la coordinación epistolar entre Hervás y el grupo vascongado75. Por eso se guardan nueve cartas de José Antonio de Campos, la primera de ellas fechada en Abadiano (actual Abadiño, localidad situada a unos cuatro kilómetros de Durango) el 5 de mayo de 1799.
En la tabla adjunta se puede seguir la evolución cronológica de la correspondencia conservada euskérica de Hervás:
Fecha | Lugar | Autor | Destinatario |
22-V-1983 | Bolonia | José Petisco | Hervás |
5-VII-1783 | Génova | Ignacio Montero | Hervás |
5-V-1799 | Abadiano | José Antonio Campos | Juan de Leiza |
6-V-1799 | Mondragón | Juan de Leiza | Miguel I. Mariezcurrena |
6-V-1799 | Vergara | José de Iturriaga | Juan de Leiza |
5-VII-1799 | Mondragón | Juan de Leiza | Hervás |
22-VII-1799 | Durango | Antonio María de Letona | Hervás |
12-VIII-1799 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
12-VIII-1799 | Durango | Antonio María de Letona | Hervás |
25-VIII-1799 | Marquina | Juan Antonio Moguel | Hervás |
22-IX-1799 | Durango | Antonio María de Letona | Hervás |
26-IX-1799 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
5-X-1799 | Barcelona | Miguel I. Mariezcurrena | Hervás |
25-X-1799 | Mondragón | Juan de Leiza | Hervás |
8-XI-1799 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
14-XII-1799 | San Sebastián | Desconocido | Antonio María de Letona |
19-XII-1799 | Durango | Antonio María de Letona | Hervás |
22-XII-1799 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
17-I-1800 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
17-II-1800 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
21-XI-1800 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
12-XII-1800 | Abadiano | José Antonio Campos | Hervás |
19-II-1801 | Vergara | Manuel María de Azevedo | Desconocido |
En total 23 cartas, todas dirigidas a Hervás, menos cinco. Los autores más fecundos fueron José Antonio Campos (9 cartas), Antonio María de Letona (4) y Juan de Leiza (3), protagonistas del mecenazgo sobre Astarloa. En cuanto a la distribución temporal, puede observarse que 12 se concentran en el segundo semestre de 1799, lo cual tiene su justificación en el hecho de dar la bienvenida a Hervás, recientemente llegado a Horcajo, y en el planteamiento de la ayuda de Hervás al proyecto de Astarloa. Las cuatro cartas de 1800 tienen el mismo autor, José Antonio Campos, el coordinador del mecenazgo sobre Astarloa, y obedecen a la finalidad de mantener las relaciones entre Hervás y Astarloa, de quien no se conserva ninguna carta, precisamente, en parte, por esa labor intermediadora del Campos.
Lo curioso es que
gran parte de esta correspondencia (9 cartas) fue recibida y, se
supone, contestada por Hervás, cuando estaba enfermo o
convaleciente, pues sabemos que ya tenía «calenturas malignas»
el 5 de julio de
1799 y que estuvo en viaje de convalecencia hasta finales de
octubre y en alguna excursión, como a las ruinas de
«Cabeza del griego» (la Segóbrida, cuyo
significado etimológico en eusquera solicita en alguna de
las cartas que glosamos)76.
Muy probablemente, Guillermo Humboldt estaba al corriente de las cartas que comentamos, pues pasó ocho días en octubre de 1799 y todo el mes de mayo de 1801 en el País Vasco, íntimamente relacionado con los corresponsales de Hervás, residentes en poblaciones relativamente cercanas y pequeñas77.
No vamos a detenernos en el problema insoluble de la lengua primitiva que tanto preocupó a algunos lingüistas del siglo XVIII, sino que nos fijaremos en un episodio menor de ese problema, el de la División primitiva del tiempo, e intentaremos ver cómo un hombre tan inteligente como Hervás, quien estaba harto de comparar idiomas que sufrían infinidad de cambios con el tiempo, pudo caer en el error evidente de sostener que había una lengua primitiva de España y que esa era el eusquera (al parecer Hervás llegó a superar la creencia en el mito de la lengua primitiva universal). Obcecación que le supuso al buen lingüista manchego un evidente desprestigio entre los colegas del gremio filológico en los siglos posteriores, y, lo que es más grave, fue una rémora en su proceso investigador para llegar a conclusiones más firmes en el campo de la lingüística compara, que lo hubiesen llevado a ser considerado padre indiscutible de la misma.
Procuraremos seguir la gestación de esa idea desde 1783 en que empezó sus estudios lingüísticos, en general y del vasco en particular, hasta su plasmación en el Catalogo de las lenguas español, en especial la dedicatoria «A las tres nobilísimas provincias de Vascongados españoles» (1804), que es una auténtica apología del eusquera, pasando por su colaboración con algunos lingüistas vascos, sobre todo en Pablo Pedro de Astarloa y Juan Antonio Moguel, acérrimos defensores del primitivismo del eusquera, en especial el primero.
Hace cien
años, Ruiz Amado resaltó la importancia del
Catálogo de las Lenguas como la más firme
base de la gramática comparada, señalando el error
cometido por Hervás al considerar al vascuence,
cántabro o ibero (que Hervás usa como
sinónimos) como idioma primigenio inducido por sus
compañeros jesuitas vascos, y lo próximo que estuvo
del descubrimiento de la familia de las lenguas indoeuropeas, sin
darse cuenta de ello78.
Nosotros intentaremos ver el influjo, no sólo del jesuita
Manuel Larramendi, maestro indiscutible del conquense, sino de
otros amigos vascos, cercanos a la Real Sociedad
Bascongada79.
Hervás apreciaba al jesuita («Larramendi fue de gran instrucción en
las bellas letras, en la teología, en la historia de
España, y, principalmente, en la cántabra, elocuente
por naturaleza y arte, y de ingenio sublime»
) y
había reconocido lo mucho que debía a su obra
lingüística, en el correspondiente artículo de
la Biblioteca jesuítico-española («en las [obras] que publicó, nos ha
dejado monumentos para ilustrar la historia, como me parece haber
demostrado en mis tomos sobre las lenguas en los que hago
frecuentemente uso de las obras de
Larramendi»
)80.
Hace tiempo que
Hervás es considerado como uno de los pilares del
pensamiento reaccionario español81.
Ahora vamos a ver brevemente cómo puso lo mejor de su
sapiencia filológica al servicio de uno de los grupos
políticos más reaccionarios de nuestra
Ilustración, el fuerista vascongado, lo cual nos
ayudará a perfilar mejor el carácter
«ilustrado» de nuestro polígrafo y siempre
discreto personaje, el cual, a pesar del abandono del tubalismo por
muchos de sus contemporáneos, una consecuencia del proceso
general de «desjudaización» del cristianismo por
parte de los primeros románticos, continúa tomando la
Biblia como fuente de sus investigaciones
filológicas, y se acerca bastante al pensamiento
reivindicativo del grupo fuerista vasco y a sus lingüistas
protegidos (Astarloa, Moguel, Tomás de Sorreguieta,
Zúñiga y Juan Bautista Erro), quienes van a hacer del
eusquera la «objetivación del
Volkgeist
vasco»
, identificando la lengua con la visión del
mundo, la religión y el espíritu
nacional82.
No en vano
Hervás concluye la dedicatoria a las tres Provincias
Bascongadas asociando los conceptos de eusquera y patriotismo y
concediendo el máximo grado de antigüedad a la lengua
primitiva y a los vascos como «descendientes de los primeros pobladores de
España»
:
«Por todas estas razones me he creído obligado a ofreceros como un obsequio de mi afecto, y como una señal de reconocimiento a lo que he debido en mis investigaciones literarias a vuestra constancia y patriotismo, estas mismas investigaciones expuestas en los tres indicados volúmenes [IV, V y VI del Catálogo de las lenguas] que por todos títulos deben presentarse al público dedicados y consagrados a los verdaderos y ciertos descendientes de los primeros pobladores de España, reconocidos en los individuos de las tres Provincias vascongadas que representáis. Recicid, pues, este pequeño homenaje, y reconoced como el más apasionado vuestro a su autor. Roma, 30 de Abril de 1803. Lorenzo Hervás»83. |
Hoy podemos precisar con mucha exactitud el momento en que Hervás empezó los estudios lingüísticos, etnográficos e históricos de los «cántabros»: mayo de 1783. Si tenemos en cuenta que la dedicatoria del volumen IV del Catálogo de las Lenguas, titulada «A las tres nobilísimas provincias de vascongados españoles», está fechada en Roma el 30 de abril de 1803, Hervás llegó a entusiasmarse con los hombres y la lengua vascos en menos de 20 años, partiendo de cero. Entusiasmo que ya aparece patente, a los diez años, cuando a lo largo de 1793 redacta su Bibliotecas jesuítico española, como manifiesta el cariño con que escribió los artículos de los padres Larramendi, Cardaveraz, Sebastián Mendiburu, Idiáquez, etc. El proceso de identificación de Hervás con lo vasco, tendrá su canonización académica con el nombramiento de Hervás como socio de mérito de la Real Sociedad Bascongada el 1 de octubre de 1805.
El eusquera era para Hervás una de tantas lenguas, que se proponía estudiar someramente empleando el mismo método, es decir, comparando palabras claves y textos sencillos muy conocidos, en concreto, los números cardinales y el padrenuestro, materiales que solicitó al P. Petisco (Ledesma 1724-id. 1800) y éste le facilitó en una carta de 22 de mayo de 178384, la cual es el comienzo de una fecunda dedicación al estudio del eusquera por parte de Hervás, quien aprendía bien y de prisa, de tal manera que a mediados de agosto del año siguiente (1784) ya tenía listo para la prensa su Catalogo delle lingue conosciute, e notizia della loro afinità, e diversità. Le concede al eusquera, dentro del capítulo IV, relativo a las lenguas europeas, el largo artículo VI, que tiene el elogioso título de «L'idioma Bascuenze o Cantabro fu linguaggio degli antichi Spagnuoli, è di bellissimo artificio. Si parlò anticamente nell' Italia, e le lingue Latina, Italiana, Spagnuola, Francese ed altre Europee hanno preso dal Bascuenze molte parole»85.
Por si el título no fuese una síntesis de las teorías vasco-iberistas de Larramendi, Hervás lo primero que escribe es para justificar la especial atención que le va a conceder y lamentar no poder dedicarle más espacio. Conoce las teorías de Larramendi, aunque no dispone de todas sus obras, por ejemplo, el Diccionario Trilingüe, y acepta todas sus tesis.
En primer lugar la
de que el eusquera se había extendió por toda la
Península Ibérica («fue
lenguaje universal de la gente ibera, establecida poco
después de la dispersión de las gentes en los ricos y
occidentales países de Europa, conocidos con los nombres de
Iberia, Esperia y
España»
)86.
También
desde este primer escrito acepta que el eusquera fue la lengua
primitiva de los españoles y acoge la descabellada idea de
que el latín tenía muchas palabras provenientes del
vasco, de lo cual deducirá que no puede considerarse lengua
matriz («probaré que éste
[el vascuence] ha sido la lengua antigua de los españoles;
pondré de manifiesto la noble perfección de su
carácter [...] Demostraré con pruebas incontestables
que el vasco se habló en gran parte de Italia y que la
lengua latina y sus dialectos han tomado del mismo
muchísimas palabras»
87).
Desde un
principio, la autoridad de Larramendi era indiscutible para
Hervás en el tema de la antigüedad del eusquera:
«El mismo Larramendi en el libro sobre
la antigüedad y universalidad del vascuence o cántabro
en España ha demostrado perfectamente que aquel era el
antiguo lenguaje de los españoles. Los modernos
críticos están de acuerdo con esta verdad. [...] Es
necesario confesar que los cántabros han sido los primeros
pobladores de España y que, en consecuencia, el lenguaje
más antiguo debe ser el
cántabro»
88.
Las fuentes
confesadas de Hervás en 1785 y Astarloa en 1803 eran muy
semejantes y las conclusiones principales (antigüedad y
extensión del eusquera) también. El abate conquense
cita a Oiernart, Echaves, Poza, Garibai, Moret, Cortés,
Henao «y otros autores de mucha
inducción»
89.
Refiriéndose a esta temporada de 1783-85, Astarloa confiesa
en 1803: «Habrá veinte
años, amados compatriotas, que descubrí en nuestro
nativo idioma cierta grandeza y sublimidad que arrastró toda
mi atención. Ya antes de esta época, Oienart, Arriet,
Moret, Echave, y particularmente el laborioso Larramendi hicieron
ver muchas y raras percepciones de que abundaba la lengua
vascongada»
90.
Es en el Saggio pratico delle lingue (1787), donde Hervás puede comparar los cuatro dialectos del eusquera (guipuzcoano, vizcaíno, gascón y labortano-navarro)91. Desde el punto de vista epistemológico añade muy poco respecto a lo dicho sobre el eusquera en 1785, a pesar de que se nota una mayor profundidad en el conocimiento del mismo.
Hervás
empieza identificando como sinónimos los vocablos «cántabro, bizcaíno, bascuence,
basco»
y «vascones»
92.
Vuelve a insistir en el estudio lingüístico como
auxiliar de la historia93.
También se reafirma en la gran extensión que el
eusquera tuvo en la antigüedad: «Es
indudable que la gente cántabra habitó el Portugal y
la Galicia. Dan prueba muy cierta de ello los nombre claramente
cántabros de sus países, ríos, montes,
etc.»
94.
Lo más novedoso respecto al estudio del eusquera, está al final del Saggio pratico delle lingue, donde Hervás denota que ya conocía bastante bien el vasco, pues, con la imprescindible ayuda del abate Beovide95, hace un análisis comparativo de los cuatro dialectos del mismo en el capítulo «Dialetti bascuenzi o cantabri»96.
Las tesis de Hervás sobre el eusquera están perfectamente fijadas a mediados de la década de 1780-1790 y en los escritos posteriores sólo hará reafirmarlas y manifestar abiertamente su admiración hacia la persona y obra de Larramendi. Por ejemplo, cuando hacia 1788 estaba traduciendo el tomo II español de la Historia de la vida del hombre o Idea del Universo, baxo cuyo título se publicó en italiano, incluye al eusquera entre las lenguas cultas de Europa en el artículo II, «Lenguas griega, egipcia y hebrea con sus dialectos, generalmente eruditas; lengua bascongada, erudita respecto de la nación española». La definición del eusquera es una pura síntesis del vascoiberismo larramendiano:
«La [lengua] cántabra o bascongada es el idioma que en la confusión de Babel la Providencia dio a la gente ibera; idioma, que, por efecto de ánimo invencible y como señal de la antigua descendencia y de la libertad no exclavizada jamás, se conserva hasta el tiempo presente en la gloriosa extirpe de guipuzcoanos y vizcaínos; no ha perecido totalmente en Navarra y se habló antiguamente en España. Estas circunstancias del idioma cántabro bastan para conocer la erudición, utilidad, y aún necesidad de su estudio, sin el cual no se perfeccionará jamás la historia antigua de España. En los cinco tomos, que en lengua italiana he publicado sobre los idiomas de todas las naciones conocidas, hablo varias veces del cántabro con algunas reflexiones, que descubren su utilidad para ilustrar la historia antigua, en la que no pocas equivocaciones han cometido los historiadores modernos por haber confundido la lengua cántabra y céltica, o por haberlas supuesto dialectos de una misma matriz».97 |
Por si no fuera evidente la filiación larramendiana de estas ideas, Hervás confiesa a continuación:
«La gramática cántabra o bacongada que publicó el jesuita Manuel Larramendi es perfecta, y excelente es su Vocabulario hispano-latino-bascongado; obras que con ansia buscan los eruditos y con dificultad se encuentran; por lo que es de desear su reimpresión; y para que ésta sea más útil, convendría añadir al Vocabulario un Índice de las voces propias y radicales del bascongado con sus respectivos derivados, para determinar las que son propias o forasteras, y conocer las palabras bascongadas que hay en otras lenguas europeas y asiáticas».98 |
Los conocimientos de Hervás sobre el vasco culminan en la versión española del Catálogo de las lenguas. Recordemos que en 1800 aparece el tomo I. «Lenguas y Naciones americanas». En 1801, el II. «Lenguas y Naciones en las islas de los Mares Pacifico e Indiano austral». En 1802, el tomo III. «Lenguas y Naciones europeas. Parte I. Naciones europeas advenedizas y sus lenguas».
Hasta 1804 no aparece el tomo IV. «Lenguas y Naciones europeas. Parte II. Naciones europeas primitivas: sus lenguas matrices y dialectos de éstas», con la conocida dedicatoria a las «Tres Provincias Bascongadas», fechada en Roma el 30 de abril de 1803, dedicatoria que se extiende a los dos tomos siguientes99, publicados en 1804, tomo V. «Continuación del Tratado III. Lenguas y Naciones europeas, y de su parte II: Naciones primitivas: sus lenguas matrices y dialectos de éstas», y en 1805, tomo VI. «Continuación del Tratado III. Lenguas y Naciones europeas, y de la parte II: Sus lenguas matrices y dialectos de éstas». Debemos resaltar que es la primera vez que Hervás, quien sabía administrar muy bien los agradecimientos mediante las dedicatorias de sus libros, consagra tres volúmenes a una misma persona física o jurídica.
En resumen, cuando Hervás finaliza la redacción italiana de sus obras lingüísticas en 1787 era un seguidor fiel de las teorías de Larramendi en el tema del origen y extensión del eusquera, considerado como la lengua primitiva de España, traída por los descendientes de Túbal desde la mismísima Torre de Babel. Los ilustrados estaban haciendo progresos en el estudio de la cronología y de la lengua, que sin duda eran conocidos por Hervás, lector empedernido. Sin embargo, cuando diez años más tarde (hacia 1797) vuelva a las investigaciones lingüísticas, con motivo de la refundición y ampliación de sus libros italianos, sólo tímidamente corrige ideas insostenibles de Larramendi, como las de las etimologías. En lo fundamental permanece invariable. Vamos a ver brevemente cómo la amistades vascongadas de Hervás, mantenidas en fluida correspondencia durante su retorno a España entre 1799 y 1802, influyeron de manera decisiva en su inmovilismo filológico larramendiano.
No vamos a extendernos en el ambiente sociopolítico que reinaba en estos años y sus implicaciones en las reivindicaciones fueristas y lingüísticas, suficientemente estudiadas, entre otros por Pablo Fernández Albadalejo100, Javier Fernández Sebastián101 y José María Portillo Valdés102, y más específicamente por Justo Gárate103, Daranatz104 y Alfonso Irigoyen105.
A grandes rasgos, podemos caracterizar este periodo en las provincias exentas como de una mayor actividad intelectual que pretende, siempre con el auspicio de los poderes provinciales, incidir sobre algunos principios esenciales del fuerismo tradicional. Se detecta una febril y significativa reivindicación, por ejemplo, de la pureza idiomática que ya constituía un elemento esencial del entramado discursivo provincial. Es ésta la época en que, como reacción a las publicaciones del Diccionario de la Academia de la Historia, primero, y otras posteriores, aparece una serie de obras de interés más que lingüístico. Los artículos de Traggia, Martínez Marina, González Arnao y Abella en el Diccionario Geográfico-Histórico (1802) y, sobre todo, las Noticias históricas de las tres provincias vascongadas, de J. A. Llorente (obra publicada entre 1806-1808, pero en la que su autor venía trabajando desde finales de siglo), con el apoyo indirecto del gobierno de Godoy, son los dos hitos fundamentales de esta campaña.
Respecto a la actividad de la Real Sociedad, ciertamente había entrado en decadencia desde fines de agosto de 1794 cuando las tropas francesas llegan a Vergara, saqueando la villa y destrozando completamente el Seminario. La situación de la Sociedad se hace muy difícil, pero continuó funcionando y no desapareció, ni mucho menos, como parece deducirse de algunos estudios, que concluyen en 1793.
Ciertamente, el número de socios de la Bascongada disminuyó respecto a los 1.216 que se contabilizan en el año de 1793, pero veremos a través de la correspondencia de Hervás, que se mantenía muy vivo el «espíritu de grupo».
Habiendo fallecido Montehermoso en 1798, le sucedió en la dirección el marqués de Narros, quien había sido hasta entonces Secretario perpetuo. Ese mismo año terminaron de conseguir recuperar el Seminario, pero la economía de la Sociedad era muy precaria.
Ahora que corren
vientos reivindicativos en favor del reformismo ilustrado de Manuel
Godoy106,
quizá no fuese tan despreocupado en cuanto a la marcha de
las Sociedades Económicas, ni su antipatía hacia el
País Bascongado y la Real Sociedad tan «conocida y
notoria», como se suele creer y sintió Guillermo
Humboldt («el gobierno español
trata a las Provincias Vascongadas con dureza y
envidia»
107),
después de sus entrevistas, en mayo de 1801, con Astarloa,
Moguel y el grupo de vascos que los apoyaba, retratado en la
correspondencia que analizaremos.
Sólo
recordar lo que dice Godoy al narrar en sus Memorias los
«adelantos progresivos en ciencias,
letras y artes»
de 1803, donde reseña, «entre otros trabajos de gran mérito, el
Ensayo histórico-crítico sobre el origen de las
lenguas, por don Francisco Martínez Marina»
,
lamenta que «el año anterior
había tenido España la desgracia de perder [...] al
celoso y estimable marqués de Narros, tercer director de la
Real sociedad Vascongada, uno de sus fundadores»
, y en la
página siguiente alude a la obra de Astarloa: «Don
Pablo Pedro de Astarloa publicó su Ensayo crítico
y filosófico sobre la lengua vascongada108,
obra de ideología gramatical, de un gran mérito y de
una erudición vastísima»109.
Godoy se daba perfecta cuenta de que detrás de la «ideología gramatical» de Astarloa había cierta trama política antipoder central y que no sólo al conocimiento filológico interesaba que el vascuence resultara la lengua de los primeros pobladores peninsulares o que a éste se le hallaran claras referencias etimológicas con lenguas del medio oriente110. En resumen, había una clara implicación política detrás de los estudios lingüísticos.
En otro lugar hemos analizado y publicado la veintena larga de cartas que Hervás recibió con motivo del mecenazgo que media docena de patricios vascos ejercía sobre Pablo Pedro Astarloa durante el periodo 1799-1801111. El mismo Hervás reconoce estos lazos en la «Dedicatoria a las tres nobilísimas provincias de vascongados españoles» del tomo IV del Catálogo español.
Observando el respecto casi sagrado al eusquera por parte de los corresponsales vascos, podemos comprender la poca evolución que Hervás sufrió en sus planteamientos respecto a la lengua primitiva durante los veinte años que llevaba estudiando el eusquera, a pesar del enfoque crítico del que, a veces, presumía nuestro abate al censurar las teorías de sus contrarios.
El corresponsal vascongado más asiduo de Hervás fue José Antonio de Campos, en cuyas nueve cartas hay un especial cuidado en poner en armonía el pensamiento de Hervás con el de Astarloa, el más apasionado de los apologistas de la lengua primitiva encarnada en el eusquera.
En la carta
n.º 1, de José
Antonio Campos a Juan de Leiza, fechada en Abadiano el 5 de mayo de
1799, se califica a Hervás de «Sabio penegirista»
del eusquera que
participa en la tarea de «consagrar
nuestro reconocimiento natural al obsequio de nuestra amorosa
lengua vascongada, concentrada con sus bien señalados
límites»
112.
En la carta
n.º 2 de José
Antonio de Campos a Lorenzo Hervás, fechada en Abadiano el
12 de agosto de 1799, Astarloa y Hervás aparecen en fluido
intercambio científico «para
matrizar el dialecto fecundo y halagüeño de su amada
patria»
:
«Este eclesiástico [Astarloa] ha sido enterado de la idea que vuestra merced designa en su última carta de 24 de junio próximo pasado [de 1799] desde Horcajo, sobre las tareas literarias en solicitud de materiales para la formación del Diccionario bascuence geográfico, el Diccionario cognominal y el Diccionario trilingüe, y ha ofrecídome sacar el prospectus de su obra original entre manos, y que me la dará para que se lo remita a vuestra merced [Hervás], y se haga cargo de sus trabajos y vasto plan, con que se ha engolfado su esfuerzo para matrizar el dialecto fecundo y halagüeño de su amada patria. Vuestra merced lo pasará por el crisol de su censura y podrá decirnos lo que le parezca en su razón, suprimiendo o ampliando lo que halle por conducente, e ilustrándonos con aquellos razonamientos de su experimentada ciencia. Inflamaremos, entretanto, algunos ánimos bien dispuestos a hacer el debido obsequio a nuestra melodiosa y dulce lengua natal, que con tanta justicia pide el distinguido lugar que merece. Cuando tengamos el honor de haber a vuestra merced en nuestro solar ignaciano y nos acerquemos al gusto de conversar silla a silla, consagrando algunos ratos al obsequio de nuestros deseos, se apurarán urreticam, el vocis ur, la expresiva palabra azaac y otras innumerables troncales que significan antes que suenan».113 |
En la carta
n.º 3, de José
Antonio de Campos a Lorenzo Hervás, fechada en Abadiano el
26 de septiembre de 1799, el abate de Horcajo revisa el plan
(Prospectus)
de la obra de Astarloa, la cual es bien sabido que en su totalidad
es apologética del eusquera como lengua primitiva: «Pido [Campos] a vuestra merced [Hervás]
la brevedad en la devolución [del Prospectus de la obra de Astarloa,
revisado por Hervás] para no perder tiempo, ni resfriar los
ánimos bien dispuestos a la empresa».
114
En la carta
n.º 5 de José
Antonio Campos a Lorenzo Hervás, fechada en Abadiano el 22
de diciembre de 1799, continúa la interinfluencia de
Hervás y Astarloa: «Nuestro
Astarloa no sólo tiene presentes sus libros de lenguas [los
tomos XVII-XXI de Idea dell' Universo de Hervás], sino
también todas las advertencias que se ha servido
hacerle»
115.
Lo mismo en la
carta n.º 6, de José
Antonio de Campos a Lorenzo Hervás, fechada en Abadiano el 7
de enero de 1800: «Nuestro Astarloa ha
visto la [carta] de vuestra merced y sigue con su trabajo [el
Arte Bascongado] deseando ponerlo en estado de darlo
cuanto antes»
116.
Hervás
reconoce en la «Dedicatoria a las tres
nobilísimas provincias de vascongados
españoles»
, que el patricio de Mondragón,
don Juan de Leiza, le suministró bibliografía sobre
el eusquera. Leiza es el único personaje cuyo agradecimiento
está especificado individualmente117.
Aparece retratado en la correspondencia de Hervás como el
más fanático vascófilo. En la carta
n.º 2 de Juan de Leiza,
dirigida a Lorenzo Hervás el 25 de octubre de 1799 desde
Mondragón, fiscaliza todas las investigaciones
lingüístico-políticas sobre el eusquera y se
muestra dispuesto a colaborar ciegamente en todo cuanto redunde en
la preeminencia del mismo, pues la labor apologética que
estaba desarrollando Astarloa, con la ayuda de Hervás, era
«una obra tan útil y de tanto
lustre a los bascongados»
:
«Recibo el favor de la carta apreciable de vuestra merced de 13 de corriente [octubre de 1799] con el pliego para nuestro común amigo don Joseph Antonio de Campos, a quien encaminaré por el correo de esta misma noche, leyendo primero los reparitos que vuestra merced pone en su pliego a la proclama del señor beneficiado de Durango, Astarloa. Que todos se hallan deseosos de saber el modo de pensar de vuestra merced sobre la citada programa de Astarloa».118 |
En otro lugar hemos puesto de manifiesto el poder oligárquico de la familia Letona de Durango, cuyo primogénito era Antonio María de Letona, de quien se conservan cuatro cartas a Hervás119.
En la misiva n.º 1 de Antonio María de Letona a Hervás, fechada en Durango el 22 de julio de 1799, el retrato de Astarloa no puede ser más elogioso y completo, pues alcanza la excelencia en el aspecto científico-lingüístico (es mejor que Larramendi) y en el apasionamiento fuerista:
«Mucho celebro haya tomado vuestra merced correspondencia con el Sr. Campos, fino amigo mío, que por su celo y buenos sentimientos es caballero digno de aprecio; pero no celebraría menos, para mejor satisfacer sus ideas literarias, el que se correspondiese vuestra merced con un beneficiado de este pueblo, llamado D. Pablo de Astarloa, de quien le hablé a vuestra merced largamente en Roma, pues creo que ni el padre Larramendi, que es el patriarca por excelencia que ha tenido este país, ha llegado a profundizar nuestro desnaturalizado bello idioma como lo hará ver antes de mucho en una ingeniosa obra que tiene ya escrita [los Discursos filosóficos]. Es un sujeto, por carácter y conocimientos, filósofo, gran crítico, y con ardiente pasión al estudio de su nativo idioma. Puedo asegurarle a vuestra merced que es el único que ha habido y le hay en este país».120 |
En la carta
n.º 2 de Antonio
María de Letona, dirigida a Lorenzo Hervás, fechada
en Durango el 12 de agosto de 1799 y escrita en el reverso de la
primera carta de José Antonio de Campos a Hervás,
fechada también el 12 de agosto de 1799, es patente la
existencia de un grupo de mecenas fueristas empeñados en el
mayor lustre del vascuence: «Don Pablo
Astarloa es todo nuestro y no se separará en sus tareas de
cuanto se le prescriba, en honra y gloria de nuestra lengua
basquesa»
121.
Entre los
investigadores vascófilos de la lengua primitiva
Hervás mantuvo correspondencia con Juan Antonio Moguel, de
quien conservamos una sola carta a Lorenzo Hervás, fechada
en Marquina el 25 de agosto de 1799, en la que pide asesoramiento
al abate de Horcajo. Moguel rechaza la tesis de Juan Francisco
Masdeu, quien consideraba al eusquera sea «como celtibérico o mezcla de ambos
idiomas»
122.
Moguel, menos
apasionado y más crítico que Astarloa, también
contó con el apoyo de los patricios vascófilos y
fueristas, como se deduce de la carta única de Miguel
Ignacio de Mariezcurrena a Lorenzo Hervás, fechada en
Barcelona el 5 de octubre de 1799: «Con
esta fecha envío a mi pariente [Juan de Leiza] la
Nomenclatura de los nombres de los pueblos de esta
provincia que se me piden para el señor cura de Marquina
[Juan Antonio de Moguel]123,
el cual no dudo hallará centenares de nombres significativos
o procedentes de nuestra lengua»
124.
En el ambiente apologético del eusquera como lengua primitiva participaba un sector de la Real Sociedad Bascongada, ciertamente el mayoritario y el más apegado a las rancias tradiciones de los fueros y a las teorías lingüísticas de Larramendi, y menos comprometido con el pensamiento de progreso auténticamente ilustrado. Así concluimos después de leer la carta única del sacerdote José de Iturriaga, director del Seminario de Vergara, enviada a don Juan de Leiza, fechada en Vergara el 6 de mayo de 1799:
«Dando por supuesto que contribuiré gustosísimo con el dinero y si fuese menester también con las posibles diligencias para la quinta reimpresión del Diccionario del padre Larramendi, bajo la reglas y método que dictase el padre Hervás, y, con las adiciones de voces convinientes, desearé ver aquel método, después que ya no le hiciese falta al señor Astarloa, en cuyo poder parece que para al presente. De todos modos, el padre Hervás es acreedor al eterno reconocimiento de todo buen bascongado. Postdata: El librito bascongado que prometió a vuestra merced su tocayo es el Arte del mismo padre Larramendi125; y está pronto a enviárselo a vuestra merced si lo quisiese el padre Hervás. No tengo noticias del que vuestra merced me indica. Lo preguntaré en Azpeitia y haré por adquirirlo, si lo hubiese por allá [Azpeitia]»126. |