En otro lugar
estudiamos la admiración que sentía Hervás por
el eusquera127
y las relaciones de éste con los lingüistas
vascófilos (Astarloa y Juan Antonio Moguel) y sus mecenas
ente 1783 y 1802128.
Ahora vamos a detenernos en ver cómo continuaron esas
influencias mutuas en el periodo 1803-1809, en que fallece
Hervás, fijándonos, sobre todo, en el año
clave de 1803, pues el 30 de abril de ese año, el abate de
Horcajo firma la dedicatoria de los tomos IV, V y VI del
Catálogo de las lenguas español «a las tres nobilísimas provincias de
Vascongados españoles»
129,
y en agosto ve la luz la célebre Apología de
Astarloa130.
Sirvan las presentes líneas de recordatorio del bicentenario
de ambas obras.
Los primeros
años del siglo XIX son esenciales para comprender la
raíces profundas de todo lo que tiene que ver con «el
problema vasco» de los dos últimos siglos. La
última década del siglo XVIII y la primera del XIX
suponen un lapso de tiempo breve, pero intenso, desde el punto de
vista político y cultural. Han sido muchos los autores que,
desde diferentes ángulos, han reparado en el carácter
decisivo de estos años para la historia cultural vasca,
sobre todo por la obra de Astarloa (y, en menor medida, por las de
Juan Bautista Erro y Juan Antonio Moguel) como un auténtico
precursor de la «buena nueva bizkaitarra»
de
que habla Sabino Arana. Algunos desarrollos posteriores en esa
línea ideológica parten de la «semilla de Astarloa»
con sus
característicos integrismo, etnolatría y
glotolatría, según Fernández
Sebastián131.
Una cuestión interesante es ver hasta qué punto el moderado Hervás participó en los aspectos sociopolíticos de sus amigos vascos, porque no hay duda de que sintonizó con esos sentimientos de etnolatría y glotolatría, a juzgar por los continuados elogios al eusquera, a Larramendi y a «Las tres nobilísimas provincias de Vascongados españoles».
Justo
Gárate se ha referido a esa época (concretamente al
período 1796-1804, desde la guerra contra la
República Francesa hasta la Zamacolada) como un
período decisivo: «Este es un
período cuya importancia no cesaré de encarecer
porque, además, en él se centran por vez primera los
problemas actuales en sus primeras
causas...»
132.
Por su parte
Alfonso Irigoyen enfoca la cuestión desde el lado
filológico y afirma que «esta
época constituye en el País Vasco peninsular la cima
de una evolución que arranca desde el siglo
XVI»
133.
Fernández Albadalejo cree que Godoy pretendía hacer saltar el sistema foral en su totalidad, centrándose en tres objetivos primordiales: establecer una mayor vigilancia sobre las instituciones clave de las Provincias, aprovechar el más mínimo resquicio en orden a fomentar la desunión interior y construir una historia de las Provincias Vascas que redujese a nivel de quimera los supuestos históricos que fundamentaban el sistema foral134.
Recientemente
Angulo Morales ha estudiado la problemática foral durante el
gobierno de Manuel Godoy, haciendo un recorrido por tres de los
acontecimientos fundamentales en el marco provincial vasco: la
actuación guipuzcoana durante la Guerra de la
Convención (1794-1795), la revuelta contra Módenes en
Álava (1803) y la Zamacolada vizcaína (1804). Llega a
la conclusión de que «la actitud
del Príncipe de la Paz como la de la mayor parte de las
autoridades provinciales vascas, más que buscar, ahondar o
promover el conflicto o enfrentamiento tendían a lo
contrario, a la búsqueda de vías de
negociación dentro de la dinámica propia de hacer
política durante el Antiguo
Régimen»
135.
Más adelante resume: «El problema
de la foralidad, sobre su mantenimiento o abolición, a
nuestro entender, no aparece significado como un punto
estratégico o propio de la política de Godoy quien,
al calor de los acontecimientos, más bien juega a intentar
mantener el orden público en unos territorios que,
más que otra cosa, le generaron una serie de conflictos que
podían ser empleados para reducir su capacidad de influencia
política [...] En ningún momento puede hablarse de
una política antiforal»
136.
Si entre 1797 y 1808 el régimen foral se sentó en el banquillo de los acusados y sufrió un ataque sin precedentes en su envergadura, incluso admitiendo las matizaciones de Angulo, nuestro estudio se localiza en 1803, meridiano de dicha tormenta política, y está relacionado con el tercero de los objetivos de que habla Fernández Albadalejo, el muy sensible de la memoria lingüístico-histórica de los vascongados. Lo curioso de Hervás es que es un apologista sin entrar al trapo de la polémica político-lingüística, bastante violenta, que se desencadenó después de la publicación en abril de 1802 del artículo «Navarra» de Joaquín Traggia137, que sin duda conocía por su correspondencia con Astarloa, Moguel y sus mecenas.
Cuando a principios de 1804 se empiecen a delimitar los dos bandos de la prensa madrileña en torno a la Apología de la Lengua Bascongada de Astarloa (publicada en agosto de 1803) y su controvertida tesis de la lengua primitiva, Hervás, ya bibliotecario de Pío VII, no tiene interés en participar directamente en la polémica entre Astarloa y los amigos de Traggia (éste había fallecido en 1802), aunque deja bien claro que está en el bando de los vascófilos fueristas, a los que dedica los tomos IV, V y VI de sus Catálogo de las lenguas, y los vascongados le agradecerán el gesto nombrándolo socio de la Bascongada en 1805.
Sabido es que en la faceta específica el vascoiberismo existían dos bandos, el de los partidarios del vascoiberismo o de la antigua unidad lingüística de la España de nuestros ancestros, bando en el militaban Hervás y los lingüistas protegidos por los fueristas, como Astarloa, Moguel o Erro, y que defendían estas teorías con un espíritu más romántico y erudito que auténticamente crítico; y el de los detractores de esta idea y defensores de que los fenicios fueron los que trajeron la escritura a España, capitaneados por José Antonio Conde, anticuario de la Real Academia de la Historia, bajo el seudónimo de «El cura de Montuenga»138.
En resumen, a
comienzos de 1806 nos encontramos en la cúspide de una
polémica, con un gran número de libros, donde los
apologistas vascos pretendían demostrar que su lengua fue la
que hablaron Adán y Eva y que supervivió a la mezcla
de lenguas de Babel. Por ello «fueron
objeto de ataques vigorosos por parte de algunos de otras regiones
de España, que ante todo se sentían ofendidos en su
amor propio, y lo que debía ser discusión
científica y académica se convirtió en pleito
de campanarios»
139.
Sin duda, J. B.
Daranatz exagera el cariño entre Astarloa y Hervás:
«[Astarloa] Amante apasionado de su
querido País Vasco y de su lengua materna, discípulo
entusiasta del erudito y profundo don Lorenzo de Hervás,
tenía especial cariño al estudio del
eusquera»
140.
Si Joaquín Traggia ponía en cuestión la antigüedad del vascuence, la reacción del lado fueristano se hizo esperar, cubriendo esta respuesta tanto el flanco histórico-jurídico (Aranguren y Sobrado, J. A. de Zamácola y, más adelante, Novia de Salcedo) como el filológico (Moguel, Astarloa, Erro). En este último aspecto, Hervás, Astarloa y Moguel son los herederos de Larramendi, considerando el eusquera como lengua prebabélica y divina, portadora de un conocimiento excelso y de una revelación primitiva. La lengua es en Astarloa y en Moguel el verdadero eje del «ser» vasco e incurren ya de lleno en posturas románticas141.
Hervás
conocía perfectamente las disputas en torno a las
excelencias de la lengua vasca y sabe que el eusquera
tiene connotaciones especiales, por lo que tiene de
«documento vivo» que atestigua la inmemorial
independencia vasca. En la «Dedicatoria» del 23 de
abril de 1803 se conjuga la cuestión de cuál fue la
más antigua lengua de las Españas con la
política, puesto que Hervás considera el eusquera
«como marca de vuestra victoriosa
libertad contra la ambición de naciones
forasteras»
. Frase que suscribirían con gusto
Astarloa y sus mecenas, o Erro y los junteros de Guernica, todos
ellos tocados por los nuevos aires románticos que estaban
produciendo esa desmesurada exageración de los
méritos y particularidades del eusquera que Tovar ha
definido en la expresión «huida al
Paraíso»142.
Para darse perfecta cuenta de la repercusión dolorosa de las conclusiones de Traggia en todo el País Vasco, es necesario saber cuál era el estado de ánimo en 1802, producido por diversas manifestaciones antivascas en Madrid. Aunque en la Corte había importantes políticos vascófilos, reunidos en torno a la Cofradía de San Ignacio, era recibido con agrado en el gobierno de Godoy todo lo que surgía contra el País Vasco, la lengua vasca, la historia de los vascos, la independencia del pueblo vasco o contra su legislación particular. En este momento doloroso para el patriotismo vasco, Astarloa supo dar cuerpo a la legítima indignación de todos y encarnó los sentimientos unánimes de sus compatriotas143 y Hervás, por su parte, mostró inequívocamente su solidaridad.
Inmediatamente Astarloa es encargado por los grupos fueristas para encabezar la réplica a las tesis del Diccionario y en agosto de 1803 aparece su entusiasta Apología de la lengua Bascongada.
Mientras tanto, Hervás firma en Roma, el 30 de abril de 1803, la «Dedicatoria a las tres nobilísimas provincias de Vascongados españoles» de los tomos IV, V y VI de su Catálogo de las Lenguas castellano. El contenido de las tesis de esta «Dedicatoria» y la Apología de Astarloa es asombroso, por lo que, aunque no verá la luz hasta el año siguiente, no deja de ser un alineamiento claro de Hervás con la postura fuerista de sus amigos bacongados, a los que llevaba asesorando, al menos desde 1799. El discreto abate de Horcajo, ya bibliotecario del papa Pío VII, aprovecha la polémica para ponerse claramente de parte de los fueristas de la Real Sociedad Bascongada y sus lingüistas (Astarloa, Moguel y Erro), y al mismo tiempo oponerse a la política, bastante antijesuítica, del gobierno Ceballos-Godoy-Caballero, poco favorable a los intentos de restaurar la Compañía del papa y de san José Pignatelli.
El reservado Hervás odiaba las polémicas, por lo que no dio respuesta a Traggia, como pudo y debió haber hecho como autoridad filológica. Dejó que los fueristas vascongados de Vasconia y de la Corte se sirviesen para esta misión de los estudiosos, a los que desde hacía tiempo protegían (Astarloa, Moguel y Erro, fundamentalmente), los cuales desempeñaron su papel de apologistas de manera bastante competente, pues Astarloa mostró el mismo ardor que Larramendi había tenido contra Mayans y sostenía la identidad de la lengua vasca con la de los antiguos iberos, que el abate manchego defendía desde la primera redacción del Catalogo delle lingue (1784). Es la tesis tradicional de Larramendi y Oihenart, y que todavía será sostenida en 1821 por Guillermo de Humboldt y en 1894 por el abate Inchauspe144.
La obra de
Astarloa suscitó discusiones apasionadas y fue diversamente
juzgada. Aplaudida exageradamente por unos, fue totalmente
combatida por otros, de tal manera que el mismo Astarloa
decía que no merecía «ni
este exceso de gloria ni está
indignidad»
145.
El Príncipe de la Paz la cita entre las obras de mérito aparecidas durante su ministerio. Otros críticos la consideraron ridícula, encontraron datos curiosos, la hallaron falta de espíritu crítico, y no ahorraron burlas a las fantasías, a los desaciertos y a las confusiones de Astarloa146.
Astarloa llegaba a su muerte, que fue precipitada por los ataques incesantes y violentos de sus contradictores. Después de tres meses de sufrimiento, murió en Madrid el 2 de junio de 1806 rodeado de sus amigos, después de haber encargado en su testamento que Zamácola y Juan Bautista Erro publicasen las obras manuscritas que dejaba147.
Conocemos el claro
trasfondo político-fuerista de la relaciones del gobierno de
Madrid, que simbolizamos en la persona de Godoy, y las tres
Provincias Bascongadas, atmósfera que provocó el
fermento de actividades relacionadas con la educación, la
arqueología, la historia y la lingüística. En
palabras de Fernández Albadalejo, la ofensiva de Godoy
alcanzó fines que no estaban previstos inicialmente y
«suscitó en todas y cada una de
las provincias vascas una rabiosa y decidida voluntad de
autoafirmación, en el pasado y en el
presente»
148.
Desde el punto de
vista estrictamente filológico, la exaltación de la
lengua primitiva, encarnada en el eusquera, está enmarcada
en dos hitos literarios. El primero es la Apología de la
lengua bascongada de Pablo Pedro de Astarloa, donde las
etimologías adquieren un sentido político evidente:
así, la de padre («Por esta
razón la lengua que proponemos por primitiva llama al padre
Gur-aso-a,
esto es, el de eminente o excelso poder, como nombre compuesto de
gur,
gur-a,
voluntad o poder, de aso, cosa elevada,
eminente»
149).
El cierre sería la obra de Juan Bautista de Erro,
discípulo y albacea de Astarloa, El mundo primitivo o
examen filosófico de la antigüedad y cultura de la
nación bacongada, Madrid, 1815. En medio está
una intensa polémica político-literaria, que
generó tantas otras obras que permitirían descubrir,
sistemáticamente estudiadas, toda una antropología
política150.
El discreto Hervás, aparentemente, no participa, pero
asesoró científicamente a la parte fuerista y a su
vez fue asumiendo sus tesis netamente vascófilas.
Una relación completa de los discursos que fueron remitidos a la Sociedad Bascongada durante el periodo comprendido entre 1801-1808151, nos ratifica que, nunca como entonces, la arqueología, la historia y lingüística estuvieron tan al servicio de la política, como es en el caso de las investigaciones sobre la lengua primitiva al servicio de los intereses fueristas, con el riesgo de ser acusada de poco patriota por el gobierno de Madrid152:
1801: Luis Carlos y Zúñiga: Una obra sobre antigüedades153. Más tarde apoyará las ideas de Astarloa.
1801: Vicente Garviso, maestro de capilla: Nuevo método de imprimir la música.
1802: Juan Antonio Moguel: Ensayo manuscrito de poesía vascongada en fábulas traducidas del castellano.
1803: Martín Fernández de Navarrete: Discurso histórico sobre los progresos que ha tenido en España el arte de navegar154.
1803: Juan Antonio Moguel: Reflexiones sobre la antigüedad del vascuence.
1803: Pedro Pablo de Astarloa: Apología de la lengua vascongada. Asimismo en los archivo de la Bascongada aparece el número 272 del Diario de Madrid, del 28 de septiembre de 1803155, que contiene una reseña de la Apología de la lengua bascongada de Astarloa156.
1803: Antonio José Cavanilles: Informe sobre la flora vascongada propuesta por José Francisco Goycoechea.
1803: Noticias sobre la economía doméstica de los labradores en varios pueblos de las tres provincias vascongadas.
1803: Apuntamientos sobre el régimen y gasto de alimentos de los hospicios de Bilbao y Vitoria.
1803: Francisco de Gastañaza Torre: Cartas sobre la introducción y propagación de la cebada ramosa en el país vascongado.
1803: Copias de varias inscripciones romanas existentes en Vizcaya y Álava iguales a otras remitidas a Roma, al Abate Don Juan Francisco Masdeu, por encargo de éste a la Sociedad.
1803: Juan Antonio Moguel: Reducción al vascuence de una inscripción antigua hallada en Trigueros, en el reino de Andalucía, con caracteres romanos y lengua desconocida.
1803: José Francisco Irigoyen, natural de Fuenterrabía y residente en Sombrerete de Nueva España: Proyecto de un diccionario de apellidos vascongados.
1805: Porcel: Plan de una obra para instrucción elemental de los hacendados.
1805: Conde de Echauz: Historia de la Sociedad desde el año de 1777 para servir de introducción a los primeros «Extractos» que se impriman.
1806: Tomás de Sorreguieta: Semana Hispano-vascongada157.
1806: Tomás de Sorreguieta: Triunfo de la Semana Hispano-vascongada158.
1806: Juan Bautista Erro: Alfabeto de la lengua primitiva de España.
1806: Luis Carlos y Zúñiga: Apuntaciones sobre la antigüedad.
Según
Astigarraga, «durante los años
que siguen a la finalización de la Guerra de la
Convención la Sociedad Bascongada fue incapaz de rearticular
un nuevo proyecto global de reforma
económica»
159.
Es posible explicar esta incapacidad refiriéndonos a
circunstancias de orden diverso. Por un lado, a una coyuntura
económica adversa, pues a la paralización del ritmo
de crecimiento económico y demográfico que
venía teniendo lugar desde la década de los
años ochenta se sumaron las circunstancias bélicas
que paralizaron el comercio exterior.
Esto podemos
explicarlo, además, porque los esfuerzos de los miembros
más activos de la Sociedad estaban siendo movilizados en el
mecenazgo de historiadores y lingüistas defensores del
eusquera como lengua primitiva, lo cual se nota en la
relación de títulos arriba expuesta, en la que son de
temas histórico o lingüístico nada menos que 12
sobre un total de 19. Se observa también que hasta 1802 en
que aparece el artículo «Navarra» del
Diccionario Histórico-geográfico de la
Academia de la Historia se presentaban menos obras a la Bascongada
y ninguna de tema lingüístico. Aunque Astarloa y Moguel
llevaban muchos años estudiando el eusquera, bajo la
protección de fueristas y amigos del país, como
demostramos en otro estudio anterior, sin embargo, dicho
artículo tuvo la virtud de estimular la publicación
de esos estudios y alentar otros de réplicas y
contrarréplicas, que hoy nos parecen «un poco envejecidas, pasadas de moda y
desprovistas de autoridad»
160,
no sólo a causa de los progresos de la
lingüística, sino también por su tema
predominante, la búsqueda y caracterización
estériles de una lengua primitiva.
En el ambiente antijesuítico y antiforalista que dominaba en el gobierno de Madrid, es difícil que hubiese prosperado la candidatura de Hervás para la dirección del Seminario de Vergara, claramente documentada en la última carta vascongada que llegó a manos de Hervás muy pocos días antes de que se le intimase la orden de la segunda expulsión, cuya minuta fue redactada por el ministro Pedro Ceballos el 15 de marzo de 1801 y ejecutada por carta reservada de 25 del mismo mes161. Se trata de la carta única de Manuel María de Acedo, fechada en Vergara el 19 de febrero de 1801.
Aunque no va dirigida a Hervás, sino a un desconocido «Don Vicente»162, terminó entre los papeles del abate manchego porque el asunto de la misma era una fracasada propuesta de nombrarlo director del Seminario de Vergara. Se pensó encargar la dirección de dicho Seminario a Hervás, por su capacidad personal y por encarnar la tradición pedagógica jesuítica, pero se le adelantó el nombramiento a favor de Miguel de Lardizábal163, cuya labor al frente del Seminario, en la difícil primera década del siglo XIX, ha sido estudiada por Tellechea Idígoras164.
Finalmente, debemos señalar que los lingüistas vascongados amigos de Hervás siempre le fueron fieles e intentaron acreditarle en España, donde los exjesuitas todavía continuaban teniendo poderosos enemigos. Hemos visto que Moguel procuró mejorar la imagen del conquense ante el académico Vargas Ponce. Por su parte Astarloa, en su folleto anónimo Reflexiones filosóficas en defensa de la Apología de la lengua vascongada (1804), al polemizar contra el académico José Antonio Conde, resalta la autoridad filológica del abate manchego y el beneficiado de Durango le echa en cara al madrileño que no tiene idea de los tomos italianos de Hervás165, pues cree que no existe más que el Catálogo en español, que estaba entonces publicándose, y nada sabe de aquel amplio y original trabajo italiano166.
El Diario de Madrid el 26 de mayo de 1804 anuncia la publicación de la Semana Hispano-bascongada, la única de la Europa y la más antigua del orbe, de Thomás de Sorreguieta, que chocaba con la interpretación que de la semana vasca había dado Astarloa en su Apología167, donde el beneficiado de Durango ya alude a sus discrepancias con el «laborioso presbítero» don Tomás de Sorreguieta, por lo que se le abría otro frente polémico a Astarloa, que debió atender con el correspondiente escrito168. Se entremezclan las polémicas sobre la antigüedad del vascuence y la de la semana vascongada. Sorreguieta hizo caso omiso de la llamada a la unidad, en especial de los amigos comunes de la «noble Provincia de Guipúzcoa», a quien había dedicado su obra, para plantar cara a los literatos próximo a la Academia y contraataca a Astarloa en 1805 con su Triunfo de la Semana Hispano-Bascongada y del bascuence169.
Mientras tanto, Hervás, enemigo de controversias, asistía expectante ante la polémica entre Sorreguieta y Astarloa, en buenas relaciones con ambos contendientes y procurando ser imparcial, a pesar de que intentaban inclinarlo hacia sus respectivas tesis. Así llegamos a 1808 y al tratado que presentamos sobre el tema de la semana vascongada con el título de División primitiva del tiempo entre los vascongados usada aún por ellos170. Veremos que aporta sus puntos de vista cordialmente, a pesar de que contienen algunas interpretaciones discordantes de las de Astarloa y Sorreguieta, cuyas obras conocía, por habérselas regalado ambos autores. Explica el por qué de este tratado y su deseo de no entrar en polémicas:
«Para escribir esta obra impulso total me ha dado el señor don Tomás de Sorreguieta con una carta en que me pide mi parecer sobre su obra; y mi respuesta ha sido tomando luego la pluma para escribir esta obra, porque yo no podía dar mi parecer sobre la del señor Sorreguieta sin empeñarme en impugnar lo que en la misma no me agrada; y por genio soy contrarísimo a la ocupación de impugnar [...] Sobre los dichos meses y semanas ha escrito eruditamente el señor don Pablo Astarloa, que también me ha favorecido regalándome su obra».171 |
Vemos cómo, un año antes de su muerte (1809), Hervás continuaba interesado por temas relacionados con el eusquera más primitivo, aunque desvinculándose de las distintas banderías políticas en que el tema del vascoiberismo estaba degenerando. Y no podía ser de otra manera, si quería mantener su prestigio conseguido con incansables estudios y numerosos escritos de los más variados temas sobre el hombre y el Universo172.
La idea de incluir la lengua en el campo de la polémica en el artículo «Navarra» de Traggia en 1802 no fue una idea feliz, por parte de los amigos de Godoy desde el punto de vista político, pues al negar al vascuence la primacía de las lenguas ibéricas sólo sirvió para que, a partir de entonces, se iniciase una fructífera etapa de investigaciones lingüísticas por ambos bandos, y para que, lejos de plegarse los apologistas vascongados a las tesis más científicas de los lingüistas académicos, llegasen a la conclusión de identificar fueros y lengua y a crear una mitología provincial vasca. Políticamente los beneficiados serán los terratenientes del interior del País Vasco, en contra de los comerciantes de las ciudades. No en vano ellos fueron los amigos y mecenas de Hervás y de su seguidor Moguel, del místico Astarloa y de su discípulo el exaltado Juan Bautista Erro, lingüistas que se nos presentan intelectualmente conectados con Hervás y con bastantes tesis coincidentes entre ellos, tomadas del «patriarca» Larramendi173.
Durante unos diez años (1787-1796), estuvo dedicado Hervás a traducir al castellano algunos de los libros no lingüísticos de su Idea dell'Universo y a redactar nuevos libros que nada tenían que ver con esa enciclopedia, como apoyando a Bolgeni en 1792 con su Analisi filosofico-teologico della carità ossia dell'amor di Dio, elaborando su inédita Biblioteca jesuítico-española (1793)174 o escribiendo contra la Revolución Francesa (1794)175. Es decir, desde la publicación del Saggio Pratico (1787) hasta que le tocó la traducción y ampliación de la parte lingüística de su enciclopedia italiana, Hervás estuvo sin preocuparse demasiado del estudio específico del eusquera, que retomó cuando tuvo que desarrollar el capítulo correspondiente a dicha lengua en el Catálogo de las lenguas castellano, según confiesa en el «Discurso Preliminar» del volumen IV, donde da a entender que no avanzó nada en la redacción del mismo durante su retorno a España en el periodo 1798-1802, sino que fue fruto de breves meses entre agosto de ese año (1802) y la primavera del año siguiente, sin concederle mayor importancia a sus contactos con los amigos vascongados:
«En el volumen antecedente [vol. III], en que se contiene la parte primera de los discursos sobre las naciones europeas, y de sus respectivos idiomas, traté de aquellas que los griegos y romanos llamaban bárbaras, y quizá se creían forasteras y advenedizas en Europa en sucesivas épocas de tiempos algo conocidos; y habiéndole enviado a España en el año 1798 para que se diera a la publica luz, luego, en 17 de octubre del mismo año, salí yo de Roma para la misma Península, en donde esperaba escribir el presente [el tomo IV] en continuación de la obra del Catálogo de las Lenguas. Mas hallándome en ella falto de los apuntamientos y libros que para continuar dicha obra había preparado; y obligado a varias transmigraciones, en que no encontraba la tranquilidad de espíritu, ni la calidad de libros necesarios a este fin me ocupé en escribir otras obras (algunas ya publicadas176), según la variedad y proporción de circunstancias críticas en que me hallé. Vuelto a Roma, en que entré el día 17 de Agosto del año de 1802, inmediatamente emprendí satisfacer a los deseos de los que honran con su lectura mis tareas literarias, y siguiendo el hilo de mis observaciones, compuse sin interrupción los dos siguientes volúmenes»177. |
No sabemos
exactamente lo que quiere decir Hervás cuando afirma que
«inmediatamente emprendí
satisfacer a los deseos de los que honran con su lectura mis tareas
literarias»
, pero debemos tener en cuenta que los dos
tomos citados (el IV y V del Catálogo de las
lenguas castellano) versan de manera especial sobre el
eusquera, que eran muy estrechas las relaciones del conquense con
el grupo fuerista, y que se da la circunstancia de que mientras
Astarloa redactaba su Apología en Madrid y Moguel
la suya en Marquina, entre 1802 y 1803, simultáneamente
Hervás hacía lo propio con los tomos sobre el
vascoiberismo y con la citada dedicatoria. ¿Había
algún tipo de proyecto apologético coordinado entre
los tres filólogos? Sin duda, nuestro abate pensaba sobre
todo en los lectores vascos.
No vamos a extendernos en la exquisitez y cordialidad con que se trataron Hervás y sus amigos vascos, patente en la correspondencia conservada, y sus intensas relaciones con el grupo de vascongados ligados a la Real Sociedad Bascongada y al renaciente fuerismo que protegía a los lingüistas vascoiberistas. Nos vamos a centrar en 1803, año en el que se dan los frutos lingüísticos más sabrosos en el campo del vascoiberismo de los investigadores amigos del abate de Horcajo (Astarloa, Moguel y el mismo Hervás). Hay dos momentos relevantes en las relaciones de Hervás con los vascongados en su segundo destierro italiano, 1803 (dedicatoria del tomo IV del Catálogo de las lenguas español) y 1805 (nombramiento de socio de la Bascongada). Pero, lógicamente, hay un antes y un después, cuyo conocimiento es importante tener en cuenta.
Ante todo, debemos poner de relieve que la correspondencia de Hervás con el grupo vascongado durante el periodo 1799-1801 conservada y analizada en otro lugar por nosotros178, creó lazos de profunda amistad, que el abate de Horcajo procuró mantener en lo sucesivo, con especial esmero, según se deduce de la carta fechada en Roma el 15 de agosto de 1803, dirigida a su librero Elías Ranz, en la que le anuncia la dedicatoria de su tomo IV, que ya había sido firmada en Roma el 30 de abril anterior:
«Diga usted al señor Soxo que en los dos tomos IV y V hacen gran figura su nación y lengua vascuences. Los dedico a su nación, y también le dedicaré el VI y último del Catálogo. Por tanto, Sr. D. Elías [Ranz], luego que esté impreso el tomo IV, vuestra merced no lo publicará hasta que haya enviado un ejemplar con el de los tomos I, II y III a los diputados de las tres provincias. Vuestra merced podrá escribirles diciendo que el autor, en la dedicatoria, escribe a los representantes de las tres provincias o que habla con ellas»179. |
Sólo dos
años después tenemos constancia de que los seis tomos
del Catálogo de las lenguas español llegaron
a la Bascongada, pues en las Juntas generales privadas de la
Real Sociedad Bascongada, celebradas en la villa de Bilbao por el
mes de julio de 1805, en concreto el día 28 por la
mañana, «el amigo archivero hizo
relación de haber entregado en el archivo de la Sociedad las
obras siguientes: Catálogo de las lenguas, por el
abate don Lorenzo Hervás. Descripción del Reino
de Galicia, por don Joseph Lucas Labrada. Memoria sobre el
cultivo de la viña, por don Joseph Lorenzo Navarro,
director de la clase de Agricultura en la Real Academia de Ciencias
de Barcelona. Todas regaladas por sus
autores»
180.
En la
sesión del día 29 por la tarde, «se acordó despachar patentes de socios
literatos al abate don Lorenzo Hervás, a don Joseph Lucas
Labrada, don Joseph Lorenzo Navarro, don Mateo Francisco Rivas y
don Diego Bances, despachando a los dos primeros, al mismo tiempo,
la de la clase de mérito, y al último la de
profesor»
181.
Inmediatamente después de terminado este volumen IV, redacta la «Dedicatoria a las tres nobilísimas provincias de vascongados españoles», que guarda un asombroso parentesco ideológico con el «Prólogo a los Bascongados» que también ese mismo año Astarloa pone al frente de su Apología de la lengua bascongada (Madrid, 1803). Sin duda, la dedicatoria de Hervás tiene como trasfondo las relaciones que mantenía con un grupo de vascongados, por motivos lingüísticos del vascoiberismo. El abate conquense comienza confesando que en 1783 empezó sus estudios lingüísticos sobre el eusquera con la finalidad de servirse de ellos como ciencia auxiliar para conocer la historia antigua de Europa:
«Ilmos. Señores [Vascongados españoles]: Cualquiera que lea este tomo [IV] y los dos que le seguirán [tomos V y VI], de la obra del Catalogo de las Lenguas que voy publicando, conocerá desde luego que deben presentarse honrados con vuestro glorioso nombre. Cuando, veinte años ha [mayo de 1783]182, empecé a introducir en mis producciones italianas las primeras reflexiones sobre la luz que la atenta observación de las lenguas podía dar para ilustrar la primitiva historia de las naciones, llegué a divisar los muchos descubrimientos que el idioma vascuence, bien examinado, debería proporcionar no sólo para la historia de la nación española, sino también para la de las más ilustres de Europa»183. |
Lo que aporta de nuevo en el Catálogo castellano es debido a su contacto con los fueristas vascongados durante su estancia en España (1799-1802), en concreto a partir de mayo de 1799, fecha en que conservamos la primera carta de Juan de Leiza, cuya generosidad confiesa Hervás ahora en 1803:
«Aquellas reflexiones no pudieron ser más que una indicación del trabajo que tenía meditado; porque, falto de los libros publicados sobre esta lengua [eusquera], no debí arriesgar mis opiniones a vagas conjeturas. Provisto después de tales libros por la generosidad del Señor Don Juan de Leyza, no esperé más que ocasión oportuna para manifestar de lleno todas mis observaciones; y ésta me la ofrece la continuación de la presente obra [Catálogo de las lenguas]»184. |
La ayuda de Juan
de Leiza se puede seguir en las tres cartas suyas conservadas entre
la correspondencia de Hervás, reproducidas en nuestro
estudio antes citado185.
La primera está fechada en Mondragón, el 6 de mayo de
1799, firmada con el cariñoso «Juancho», y
está dirigida a su pariente Miguel Ignacio de Mariezcurrena,
residente en Barcelona. En dicha carta Leiza implica a la Sociedad
Bascongada en favor de Hervás186.
Carta interesante, porque en ella Leiza se encarga de buscarle
corresponsales vascos idóneos a Hervás en asuntos
filológicos, antes de abandonar Barcelona camino de Horcajo,
a finales de mayo de 1799. En ella se mencionan casi todos los
corresponsales vascos de Hervás, y Leiza implica
directamente a la Sociedad Bascongada en la correspondencia con el
abate conquense, pues escribe a sus dirigentes elogiando a
Hervás. Funcionaban en una tupida red de relaciones
sociales: «Al momento me la llevaron [la
carta de Hervás] y anda de mano en mano de todos los
señores eclesiásticos y seculares, sin que me [la]
hayan devuelto todavía»
187.
Desde el principio
de su regreso a España, Hervás estuvo en contacto con
la Bascongada: «y puedes asegurar
así al señor Hervás, pidiendo el favor de que
no sienta el que no le conteste a su apreciable carta hasta ver lo
que me digan los señores de la Sociedad de
Vergara»
188.
Juan de Leiza aparece como el gran muñidor del grupo de lingüistas implicados en la apologética de la lengua vasca (Astarloa y Juan Antonio Moguel) y encargado de mantener relacionado a Hervás con otros corresponsales vascongados (Miguel Ignacio Mariezcurrena, José de Iturriaga y Manuel María de Acedo), que aparecen con una sola carta dirigida a nuestro abate, pero suficiente para corroborarnos la implicación en el proyecto fuerista y lingüístico de otros personajes de la red de los defensores del vascoiberismo, ligados a la Sociedad Bascongada. Sólo falta Juan Bautista Erro:
«Querido pariente y amigo Miguel Ignacio [Mariezcurrena]: Anoche, a las nueve en que llegó a esta administración de mi cargo la Mala de Madrid189, recibí tu carta con las grandes noticias de Italia. Al momento me la llevaron y anda de mano en mano de todos los señores eclesiásticos y seculares, sin que me hayan devuelto todavía. La carta del padre Hervás se ha leído con el aplauso que se merece en esta villa [Mondragón] y las de Elorrio, Durango y Abadiano»190. |
Antes de llegar a
Horcajo no ha habido correspondencia entre Hervás y
Astarloa: «don Pablo Astarloa, que es el
que trabaja alguna obra sobre nuestra lengua y la tiene en buen
estado, se pondrá en correspondencia con el Sr.
Hervás, luego que éste llegue a su país
[Horcajo]»
191.
Ciertamente, Hervás cayó en ciertos «infantilismos» lingüísticos, relacionados con la lengua primitiva por influjo fundamentalmente del Padre Larramendi más que de sus discípulos, los lingüistas Astarloa, Moguel, Erro y Sorreguieta.
Los tres
(Hervás, Astarloa y Erro) fueron profundos larramendistas y
no olvidemos que, según Fernández Albadalejo,
«los escritos de Larramendi constituyen
finalmente una de las manifestaciones más contundentes sobre
el reconocimiento de un hecho diferencial vasco con anterioridad al
siglo XIX. Las alusiones a la Nación Bascongada son
constantes a lo largo de sus
Conferencias»
192.
Pero Hervás
nunca fue tan lejos como su maestro, Manuel de Larramendi, quien
define a Guipúzcoa como «República libre»
,
«República aparte»
y
«República independiente de todo
Rey»
antes del supuesto pacto con el rey de Castilla, si
bien el texto donde aborda más detenidamente la
cuestión sólo pudo difundirse muy restringidamente,
puesto que ha permanecido inédito hasta hace
poco193.
El estudio del vasco como lengua primitiva fue para Hervás como para su amigo Guillermo de Humboldt, un aspecto más de sus estudios enciclopédicos, en los que los planteamientos de la filología comparada eran muy útiles, ya que para ellos la lengua era un espectáculo, una vista o fotografía del mundo y de la sociedad194.
Pero Larramendi y sus discípulos no surgieron de la nada sino que tuvieron un caldo de cultivo más amplio y encontramos su paralelo con el celtismo y la celtomanía que se vislumbran en Europa en los últimos años del siglo XVIII, coincidiendo con el fin del Antiguo Régimen y la eclosión de ese movimiento espiritual que recibe el nombre de Romanticismo y la emergencia en la Europa de inicios del siglo XIX del llamado Volgeist, tras la lucubración herderiana195.
La exaltación paradisiaca del paisaje de Abadiano que José Antonio Campos le hace a Hervás para atraerlo nos recuerda las investigaciones, iniciadas en el Siglo de las Luces, que equipararon al buen salvaje americano con el bárbaro celta y con el campesino de los montes vascos. Los fueristas vascongados eran bastante más románticos que el sabio de Horcajo, racionalista y ratón de bibliotecas, difícilmente impresionable por el paisaje vasco:
«Díceme vuestra merced que si Abadiano fuese un país de libros útiles, vendría a buscarlos, pero no encuentra este país en España. No tenemos aquí libros, es cierto. Sí montañas pobladas, ríos con cascadas naturales, praderas placenteras, arboledas amenas que prestan un campo delicioso para el entretenimiento de un talento bien sentado. No todo ha de ser trabajar, escribir y formar tomos. El mejor estudio es el de tratar con moderación sobre el método de conservar la salud y alargar los días para emplearlos en la tranquilidad. No tenemos libros, repito otra vez, pero tenemos una cosita que pasa sobre todos ellos, y que a vuestra merced debe conmover su vista, más que la lectura de todos los librotes que cosen y descosen los hombres; ¿y qué cosita es esta que debe causar tanto agrado? San Ignacio de Loyola, el patriarca padre de todos y aun de vuestra merced, que como hijo adoptivo suyo debe venir para visitarlo en su hermosa casa natal, que sola ella a un escritor dará materiales abundantes. Todo de verano es aquí una primavera tirada y en cualquiera tiempo se puede venir a este país, en donde hallará marcialidad y agrado»196. |
Hay un cierto paralelismo cronológico entre la «bascomanía» de Hervás y sus corresponsales vascos y la «celtomanía» estudiada por Gómez Tabanera, pues ambas «manías» no han dejado de crecer desde mediados del siglo XVIII, desde que Gray resucita a los bardos aborígenes celtas y el P. Larramendi hace lo propio con los vascos.
Con estos planteamientos elementales, cuyas raíces encontramos en los amigos vascos de Hervás, se irá exaltando el sentimiento regionalista, que permitirá hablar a sus teorizantes de una España de las etnias, en la que inmediatamente presenta un papel diferenciador el País Vasco, donde se ha conservado una lengua de tipo aglutinante, sin parientes conocidos.
Como hemos dicho, las tesis de Hervás sobre el eusquera ya estaban perfectamente fijadas a mediados de la década de 1780-1790 y en los escritos posteriores, sólo hará reafirmarlas y manifestar abiertamente su admiración hacia la persona y obra de Larramendi.
En la carta, ya
citada, del sacerdote y director del Seminario de Vergara,
José de Iturriaga, fechada en Vergara el 6 de mayo de 1799,
dirigida a don Juan de Leiza, parece referirse a este proyecto de
reedición del Diccionario de Larramendi que el
abate de Horcajo deseaba en 1788: «Dando
por supuesto que contribuiré [Iturriaga] gustosísimo
con el dinero y si fuese menester también con las posibles
diligencias para la quinta reimpresión del
Diccionario del padre Larramendi, bajo la reglas y
método que dictase el padre
Hervás»
197.
El aprecio de las
obras de Larramendi llevó a Hervás a buscarlas con
ansiedad por media Europa con el afán de comprarlas,
según nota al pie de la misma página: «Por medio del señor abate don Joseph de
Beovide he buscado los dos tomos del Vocabulario
bascongado, en folio; y solamente los he hallado vendibles en
Bayona de Francia; mas el librero, sabiendo lo precioso y raro de
la obra, ha pretendido venderlos por treinta escudos de
oro»
198.
Desde un
principio, Hervás acepta las tesis del Larramendi, que eran
el sustento del renaciente movimiento fuerista defendido por el
grupo mayoritario de la Real Sociedad Bascongada, con Juan de Leiza
a la cabeza. Recordemos que el jesuita de Andoaín fue sin
duda «el apologista más
inteligente y capaz, más agresivo también, mejor
formado intelectualmente y más dotado de un análisis
político»
y que, a grandes rasgos, «sus planteamientos lingüísticos se
basan en considerar al euskara la lengua más antigua de
España; ser lengua universal, una de las derivadas de la
confusión de Babel e inspirada directamente por Dios; ser
probable lengua de Adán y la más apropiada para
hablar con los ángeles; haber estado exenta de todo cambio o
corrupción y haber sido la lengua única y más
antigua de España»
199.
Hervás
acepta sin rechistar que el eusquera es la lengua primitiva de toda
la península y habla de «nación primitiva»
, sentando el
peligroso binomio lengua-nación:
«Al contemplar el grandísimo número de naciones que en ella [en España] se han establecido sucesivamente; y la gran diversidad de idiomas que han hablado, me habría visto sin duda muy apurado para conocer y determinar cuál de aquellas había sido la primitiva pobladora de esta región, si me hubiese faltado el medio y la luz de la lengua que conserváis; porque, encontrando en la historia diversidad de noticias, contradicción de opiniones, confusión de nombres geográficos, vestigios inciertos, y tradiciones desfiguradas, el descubrimiento solo del idioma primitivo era el que podía ponerme en el estado de juzgar de la nación primitiva también»200. |
Después de veinte años de investigaciones, Hervás se reafirma en las tesis de Larramendi: el eusquera fue el idioma primitivo y universal de la Península:
«A fuerza de investigaciones he descubierto al fin, que tal idioma primitivo en España fue el que hablaron los antiguos vascos o vascones, que es el mismo que conserváis en el día con el título de vascuence. Su uso fue universal en toda España antes que en ella entrase nación alguna extranjera; y en los indicados tomos [IV, V y VI] demuestro que las muchas que entraron después por espacio de casi veinte y dos siglos [XV a. C. al VII d. C.], contados desde el décimo quinto anterior a la era cristiana, y se establecieron y dominaron en ella, habitaron poblaciones fundadas por los que hablaron el idioma vascuence, y que han sido conocidos por los antiguos con los nombres de íberos, cántabros, españoles y tal vez celtíberos»201. |
El Hervás, apologista del eusquera, desconcierta al investigador del siglo XXI, pues defiende que el eusquera es tan primitivo que fue traído por Túbal, según la tradición sostenida en la creencia bíblica del episodio de la Torre de Babel. No pocos estudiosos de la obra de Hervás se resisten a creer que pensase de esta manera un hombre tan inteligente como el abate de Horcajo, quien, en sus investigaciones, partía de la validez incontestable de las teorías sensualistas del lenguaje y aceptaba los métodos empiristas de Locke, Gassendi, Hobbes, Condillac o Genovesi. Ciertamente, Hervás sorprende por sus contradicciones, pues había replicado en otro lugar a los que buscaban una lengua madre de todos los idiomas que, en caso afirmativo, si este primer lenguaje se había conservado después de la confusión de los idiomas, era imposible saberlo. Además hacía veinte años que en sus trabajos italianos había tratado de demostrar empíricamente que todas las lenguas no podían proceder de un tronco común202.
Sin embargo, ahora, en 1803, nos encontramos con una clara confesión, que por estar dentro de una dedicatoria tan solemne debemos tomar como resumen fehaciente del pensamiento lingüístico de Hervás en punto al eusquera, en la que defiende a éste como lengua primitiva, según la más rancia tradición bíblica larramendiana:
«Guiado por este mismo idioma [el eusquera], salgo de España para observar el rumbo que, antes de llegar a ella, siguió la nación íbera o vascona, y descubro que, establecida en el tiempo de la dispersión de las gentes, en los confines occidentales de los países ocupados por los descendentes de Javan llamados griegos, e impelida por estos en el oriente, se extendió hacia el occidente, desierto entonces y destinado para ella como descendiente de Túbal, hermano menor de Javan; y que, costeando la Italia por la parte austral, entró en Francia, en donde, no pudiendo lograr un sólido establecimiento por razón de los ligures que la perseguían, y de los celtas que bajaban del norte, llegó hasta los Pirineos, por cuyas faldas orientales se extendió de un mar a otro, hasta que, últimamente, acertó a pasarlos para establecerse permanentemente en el país europeo más occidental, llamado España, en la que después ha permanecido siempre su descendencia»203. |
Hervás pone
las investigaciones lingüísticas al servicio de la
Historia y de la Etnografía, como había hecho
Larramendi, y de éstas a los fines políticos hay
sólo un paso, que se daba simultáneamente y en
él se vio involucrado el mismo Hervás, quizá
sin ser plenamente consciente de ello, cuando el grupo fuerista se
sirvió de sus conocimientos filológicos para asesorar
a Astarloa, el cual era un claro instrumento al servicio del grupo
fuerista de Vizcaya, «dominado por una
oligarquía terrateniente que vivía de esquemas y
postulados puramente del Antiguo
Régimen»
204,
(las familias Letona en Durango205,
Leiza en Mondragón y Campos en Abadiño), de un sector
importante de la Real Sociedad Bascongada y de los grupos fueristas
madrileño y mejicano, quienes defenderán
ardorosamente a Astarloa en los años 1804-1808 contra el
arabista José Antonio Conde (cura de Montuenga), como ha
estudiado Carlota del Amo206.
Hervás acepta la tesis larramendiana de la amplia
difusión de la lengua primitiva, que fue el eusquera:
«Estos descubrimientos, que dan materia nueva para la formación de la historia primitiva de la nación española, no han podido hacerse sin penetrar con la luz de vuestra lengua hasta la antigüedad más remota y obscura, alumbrando las tinieblas que nos ocultaban su origen. Para buscar éste, y descubrir los progenitores de esta nación, y seguir con ellos el rumbo de sus transmigraciones al verse perseguidos en Italia por los descendientes de Javan, y en Francia por los ligures y celtas, me ha sido preciso investigar también los hechos pertenecientes a las primeras épocas de la historia de estas naciones, que han dado el mayor lustre a toda la Europa, y extendido su dominación por numerosos países»207. |
Como vemos, Hervás mantiene en la redacción castellana del Catálogo, y no sólo en la antigua de 1785, la teoría de los antiguos eruditos vascos, quienes llegaron a formular la hipótesis de que el vascuence había sido la lengua indígena no sólo de toda la Península Ibérica, sino de muchos otros territorios de Europa, por lo menos en Francia y en Italia. En virtud de ella, Larramendi encontró la explicación, sin duda forzada y no admisible hoy, de muchos nombres de lugar de Italia mediante la lengua vasca:
«Esta teoría tuvo mucho éxito, y por ejemplo el gran lingüista Lorenzo Hervás, influido por ella, en la primera redacción, la italiana, de su Catálogo de las lenguas, llegaba a afirmar que el latín no era propiamente una lengua matriz, una de las lenguas primitivas (como eran el griego, el eslavo o el germánico), sino una mezcla de las lenguas matrices griega, celta y cántabra, es decir, vasca. De Larramendi proviene también la famosa sistematización de la toponimia de toda la península hispánica que hizo el gran sabio alemán Guillermo de Humboldt, en la cual [...] se dan etimologías larramendianas para muchos nombres, de toda la península, creando así la teoría llamada del "vascoiberismo", que identifica la lengua vasca con la antigua ibérica»208. |
En realidad, un estudio más detenido de los restos lingüísticos de toda la península y del sur de Francia ha confirmado que se hablaban lenguas distintas en las épocas más primitivas a que podemos referirnos, y que la difusión del antepasado del eusquera, aun siendo sin duda mucho mayor que ahora, no comprendía territorios tan extensos209.
Hervás se
muestra agradecido al hallazgo de la identidad del eusquera con la
lengua primitiva de la península porque le ha resuelto un
grave problema metodológico en sus investigaciones
histórico-antropológicas de la historia antigua, no
sólo de España sino de toda Europa. El lingüista
conquense empleó las lenguas como herramienta natural y
fiable para clasificar las naciones. Da prioridad al examen de las
lenguas en su método porque, en su concepción de las
lenguas, éstas están indisolublemente unidas a la
historia de los pueblos que las hablaron. Esta idea había
sido claramente expuesta en el Saggio pratico delle lingue bajo la
formulación siguiente: «La storia delle lingue
è quella delle nazioni, che le parlano. Le lengue fanno
conoscere la dispersione e diramazione dell' uman
genere»
.210
Hervás
encontró en el eusquera, lengua sin tradición culta,
un instrumento válido para avanzar en la ciencia
lingüística. Para el abate conquense, «una nación que habla y piensa
según el artificio gramatical de su lengua, no muda
jamás este método de hablar y pensar, y
consiguientemente no muda dicho artificio»
211.
Afirmación considerada por Manuel Breva-Claramonte y
Ramón Sarmiento muy radical como lo fue también
Hervás en otros asuntos, pero «esta estabilidad
lingüística»
explica la frase en el sentido
de que la storia delle lingue
è quella delle nazioni, che le parlano
, es
decir, que las lenguas son buena fuente de información sobre
la dispersión y las familias o naciones del género
humano debido a su relativa estabilidad212:
«Y el acierto de todas estas investigaciones le debo a vuestra lengua [al eusquera]; de suerte que, por su medio, puedo decir que he llegado a presentar el método más seguro de hacer la historia primitiva de las naciones que llamo y considero como primitivas también en Europa, porque la poblaron y en ella permanecieron dominando tranquilamente y adelantando en la civilización y ciencias hasta el fatal siglo V de la era cristiana, en que, rotos los diques que las defendían por la barbarie de naciones septentrionales, que inundaron sucesivamente esta parte del globo, fueron confundidas con éstas, quedando por fin casi dudosa su existencia con la irrupción feroz de la nación tártara, llamada hoy turca»213. |
Hervás reafirma al eusquera como lengua primitiva de la Península:
«Si en estos trastornos hubiera perecido también vuestro idioma, carecería hoy del más autorizado e irrefragable documento que pudiera apetecer para probar el verdadero origen de la nación española y la continuación de su descendencia. Este idioma es el mismo que hablaron sus fundadores al establecerse en la península y el que se habla comúnmente en las demás provincias de ella, llamado castellano o español por los extranjeros, es introducido por naciones también extranjeras que han entrado sucesivamente»214. |
Vemos que Hervás da la supremacía a la lengua primitiva o vascuence respecto a las lenguas surgidas después de las invasiones del siglo V. Nuestro abate ciertamente había diferenciado entre naciones bárbaras y civilizadas; sin embargo, a raíz de la comparación de la estructura gramatical del araucano con el chino llega a la correcta conclusión de que la gramática y el grado de civilización no se correlacionan, pues el araucano posee una gramática más elaborada que el chino215, y ahora lo aplica al eusquera, la lengua perfecta para los lingüistas vascoiberistas, en especial para Astarloa.
La duda que nos surge es si ese convencimiento de las excelencias del eusquera que tiene Hervás es debido sólo a motivaciones lingüístico-antropológicas, o si, por el contrario, como creemos, el buen abate manchego también estaba bastante influido por el espíritu reivindicativo de sus amigos fueristas vascongados, de quienes conservamos 23 cartas dirigidas al abate conquense, a pesar de que no quiso implicarse en la polémica Traggia-Conde-Astarloa, entablada a partir de 1802.
La dedicatoria de
Hervás a las tres Provincias, termina con un tono bastante
«politizado», que nos inclina a pensar en ese influjo y
que lo asemeja mucho a la dedicatoria, evidentemente politizada, de
Astarloa a la Bascongada. El eusquera es símbolo de libertad
(«como marca de vuestra victoriosa
libertad contra la ambición de las naciones
forasteras»
):
«Sólo vosotros [los vascongados españoles], y algunas provincias de la Francia limítrofes de las vuestras, habéis conservado más a menos incorrupto vuestro idioma nativo, que se ha defendido victoriosamente contra los tiros de las lenguas fenicia, púnica o cartaginesa, griega, latina, arábiga y actual española, de que más principalmente debíais esperar su ruina. Le conserváis como herencia de vuestros progenitores, como sello indeleble de vuestra invencible resistencia a las usurpaciones de los fenicios y griegos, a las tramas de los cartagineses, y a las violentas conquistas de los romanos y árabes; como marca de vuestra victoriosa libertad contra la ambición de las naciones forasteras; como reliquia de la respetable antigüedad; como prenda de la parte que tocó a la nación española por alto destino en la tumultuosa confusión de lenguas en Babel, y últimamente como insigne monumento para ilustrar la historia primitiva de nuestra nación»216. |
Hervás parece compartir el tradicional binomio lengua-nación, que se tradujo en el Renacimiento en la tendencia política común a todas las naciones, consistente en la defensa y emancipación de su lengua materna, elevada a la categoría de lengua nacional. En España, Antonio de Nebrija defendió consecuentemente la idea de la lengua, compañera del Imperio. Poco a poco, la identificación de lengua-nación se fue imponiendo.
En el «Discurso preliminar» del volumen IV, titulado «Excelencias de Europa: influencia del Cristianismo en la felicidad de sus habitantes: número de las naciones europeas primitivas y forasteras; nombres y descendencia de aquellas provenientes de tres Hermanos, hijos de Jafet: indicación de sus primitivos países, y de los que actualmente ocupan: su antiguo estado civil y científico, y sus conquistas. Es moderna la historia de las naciones europeas primitivas, y poco antigua la de las demás que pueblan el mundo», Hervás anuncia claramente que más que de un estudio lingüístico se trata de algo histórico-antropológico, respetando la tradición bíblica, y que se detendrá con gusto en la historia de España, cuyos pobladores más primitivos son los iberos y cuya reliquia más preciada es la lingüística, es decir, el eusquera, cántabro o vascuence. Sin embargo, Hervás no parece muy partidario de las exaltaciones patrióticas, ya que todos somos hijos de Noé:
«[...] me propongo descubrir la descendencia y variedad de idiomas de las naciones europeas primitivas, sus primitivos domicilios, y primeras transmigraciones: porque éstas fueron generalmente consecuencia de la situación geográfica de sus primeros domicilios determinados (como más adelante expondré) por Noé, restaurador del género humano; porque de prodigiosa, y declaradamente divina providencia, proviene la variedad de lenguas, como también se expondrá; y porque últimamente la época de la descendencia se fijará en tiempo en que la familia del dicho Noé empezaba a poblar segunda vez el mundo, y en que aun entre los hombres no se había introducido la ridícula vanidad de distinguir sus tribus o familias en clases relativas al honor falso o verdadero de sus antenados, como si originariamente procedieran de estirpes totalmente diversas. En estos asuntos, que forman casi la total esfera de mis investigaciones literarias, no deben ni pueden tener lugar la gloria o deshonor de las naciones, porque son relativos sólo a hechos casi independientes del influjo de éstas; mas al mismo tiempo son la basa fundamental de sus respectivas historias»217. |
Tal como aparece
de «exaltada» la dedicatoria de Hervás,
daría la impresión de un apasionado nacionalista
vascongado, y los corresponsales de Hervás lo eran, como
demuestran las cartas, que le escribieron entre 1799 y 1801. El
abate de Horcajo redacta los tres volúmenes IV, V y VI del
Catálogo de las Lenguas castellano para demostrar
que los individuos de las tres provincias vascongadas eran «los verdaderos y ciertos descendientes de los
primeros pobladores de España»
, tesis en la que
los fueristas vascongados basaban esencialmente su política
de privilegios, que deseaba nivelar el gobierno de Madrid
después de la guerra contra la Convención, con el
apoyo de los filólogos protegidos por Godoy y por la
Academia de la Historia, quienes estaban preparando
ideológica y científicamente las supresión de
los fueros, primero con la publicación de la voz
«Navarra» por Traggia en el Diccionario
histórico -geográfico, y después con los
ataques a la Apología de Astarloa, encabezados por
José Antonio Conde, sorprendentemente el benévolo
censor del volumen IV y V del Catálogo
español de nuestro abate. No deja de chocar la actitud de
José Antonio Conde, quien alaba en sus censuras los tomos IV
y V del Catálogo de Hervás y refuta la
Apología de Astarloa, a pesar de sostener ambos las
mismas tesis larramendianas sobre el eusquera.
Hervás había ido madurando como lingüista, y más concretamente en su visión del vascoiberismo respecto a lo que había escrito en 1785 en el Catalogo italiano, donde realmente creyó ciegamente lo que le habían contado sus correligionarios los ex jesuitas vascongados, que era esencialmente lo que había escrito el P. Larramendi. Esto le llevó a cometer equivocaciones graves, como la de no considerar al latín lengua matriz, sino un aluvión de otras lenguas, entre ellas el eusquera. Cuando, regresado a España entre 1799 y 1802, pudo tener correspondencia con lingüistas protegidos por el grupo fuerista (Astarloa y Juan Antonio Moguel), conoció más directamente la realidad lingüística del eusquera y contó con otras fuentes bibliografías, como todas las obras del P. Larramendi, suministradas, precisamente, por los mecenas de Astarloa. Entre los filólogos vascongados y Hervás se generó una gran confianza, como lo demuestra la carta de Moguel, y juntos superaron ideas como la de Juan Francisco Masdeu sobre las dos lenguas primitivas de España y la de considerar al eusquera una mezcla de otras lenguas:
«Veo que no aviene vuestra merced [Hervás] con Masdeu sobre el origen de los celtas [...] Esto [el considerar al vascuence nuestro como celtibérico o mezcla de ambos idiomas] no puede ser conservando en todos los dialectos una sintaxis tan ordenada. Sería un lenguaje monstruoso e informe, como si de los idiomas alemán y francés se hiciese uno mixto»218. |
La carta de Moguel a Hervás muestra claramente que estaba tomando nota de uno de los hallazgos más importantes del conquense en el campo de la clasificación de las lenguas: la correcta separación del vasco y del céltico.
En resumen, Hervás siempre fue un convencido defensor del vascoiberismo y los cambios en sus ideas lingüísticas sobre el eusquera entre el Catalogo italiano (1785) y el Catálogo castellano (1804) fueron debidas, en gran parte, a sus buenas relaciones con el grupo fuerista vascongado y los lingüistas eusquéricos que apadrinaba.
Parece evidente que si Astarloa, Moguel, Tomás de Sorreguieta y Luis Carlos Zúñiga se carteaban con Hervás, le regalaban sus últimas publicaciones y le pedían consejo era porque le reconocían cierta autoridad científica. Vamos a repasar brevemente esa influencia.
Donde Astarloa
expresa mejor su modo de pensar filológico es en la
Apología, que va precedida de una dedicatoria en
forma de prólogo, «Prólogo. A los
bascongados», en el que la metodología de
investigación es claramente comparatista, pues se trataba de
comparar todas las lenguas con el modelo perfecto de la
hipótesis, a los efectos de encontrar la lengua perfecta (el
eusquera). Astarloa empezó sus tareas por el examen de la
lengua latina («La reconocí con
la mayor atención...»
) y coincide con
Hervás en que la sintaxis es elemento distintivo de los
idiomas219.
En una primera
época Astarloa siguió el método investigador
etimológico larramendiano, el cual es poco de fiar como
había advertido Hervás: «A
mi parecer, no la afinidad de las palabras en los idiomas, mas la
del artificio gramatical, prueba que dos idiomas son dialectos
provenientes de una misma lengua matriz»
220.
Hasta ahora Astarloa estaba investigando de una manera que pudiéramos calificar de «autodidacta», pero en cierto momento interviene Hervás desde Roma, incluso antes de venir el abate manchego a España, introduciendo ciertas reflexiones metodológicas en el estudio de Astarloa, que era donde Hervás podía realmente influir, dado que sus conocimientos del eusquera eran infinitamente inferiores a los del beneficiado de Durango:
«[...] pero habiéndome informado ciertos amigos por conversaciones que oyeron a varios literatos en Roma [Hervás], que la lengua china era sin duda una de las más perfectas, quise introducirme en ella, y empecé a desear e investigar una gramática suya, suspendiendo por entonces toda otra diligencia»221. |
No era la primera
vez que Astarloa acudía a fuentes jesuíticas:
«Las excelentes obras de los padres
Dualde y Kirker me instruyeron suficientemente para mi intento en
este idioma y tuve la complacencia de hallar un idioma el
más raro y singular que puede presentarse a la
consideración de los literatos»
222.
Sin duda por
influjo de Hervás, el beneficiado de Durango abandona
momentáneamente el estudio ensimismado del eusquera para
ampliar su comparatismo filológico, que reemprende con el
examen de la lengua china, seguido del reconocimiento de las
lenguas inglesa, alemana, holandesa, sueca y dinamarquesa, «y aunque hallé en ellas
muchísimas perfecciones de que carecían las que
llevamos cotejadas, advertí también la falta de
varias que hermoseaban a ésta; y finalmente, que ninguna de
las cinco podía competir con la
bascongada»
223.
Según Astarloa el influjo de Hervás fue muy tardío, pues afirma que ya tenía finalizadas las Reflexiones o Discursos filosóficos cuando conoció la obra del abate de Horcajo:
«Cotejado nuestro idioma con la multitud de lenguas que acabamos de citar, y, habiéndolo hallado perfecto sobre todas, empecé a trabajar mi obrita, presentando nuestro idioma a las naciones cultas para los fines que llevamos indicados, bajo el título de Reflexiones o Discursos filosóficos sobre la primitiva lengua y conformidad de ésta con la bascongada; y la tenía ya concluida en borrador, cuando el erudito don Lorenzo Hervás y Panduro, noticioso de mis tareas, se sirvió regalarme con toda generosidad desde Roma sus excelentes cinco tomos224, que con tanta utilidad escribió sobre lenguas. Este regalo fue tanto más apreciable para mí, cuando era mayor el deseo que tenía de informarme de cuantas lenguas pudiese adquirir. Recorría el tomo del Catálogo de ellas [Catalogo delle lingue], y casi me vi confundido en el inmenso caos de lenguas que me presentaba. Procuré, sin embargo, adquirir cuantas gramática se hallasen de los idiomas que contenía, y especialmente de los americanos, cuyo artificio ponderaba tanto el laborioso Hervás»225. |
Sin ninguna duda, los cinco libros de tema lingüístico que Hervás había publicado en Italia fueron de gran ayuda para Astarloa:
«Pude recoger con mucho trabajo y con el auxilio de amigos, las gramáticas de las lenguas peruana o quichua, aimara, guaraní, lule y junca o moquica; y habiéndolas leído con la posible atención, hallé comprobada la aserción del erudito Hervás, a lo menos en los cuatro primeros idiomas. Las lenguas quichua, aimara, guaraní y lule son tan apreciables, que me hicieron creer a primera vista que en nada serían inferiores a la bascongada. No pude adquirir más gramáticas por entonces, y procuré suplir esta falta con la lectura de los otros cuatro tomos del erudito Hervás. Su Origen de las lenguas [tomo XVIII], me sirvió muchísimo en mis tareas. El Diccionario polígloto [tomo XIX, Vocabolario Poligloto, 1787], la Aritmética de las naciones, [tomo XX], y sobre todo la excelente recolección de la oración dominical, [tomo XXI Saggio Pratico delle lingue (1787)], traducida literalmente al italiano de un sin número de idiomas, me hicieron ver el mecanismo de ellos. En estos preciosos documentos reconocí que no eran inferiores en su sintaxis a las lenguas quichua, aimara, guaraní y lule, las siguientes del Catalogo [son 49 lenguas]»226. |
Cuando Hervás abandona España en julio de 1802, el beneficiado durangués se había confirmado en sus tesis sobre el eusquera como lengua perfecta y primitiva, apoyándose sobre todo en la sintaxis (el «artificio» de Hervás) y se disponía a redactar («rectificar») definitivamente su obra:
«Últimamente tuve la satisfacción lisonjera de ver en mis largos y costosos trabajos literarios las admirables y completísimas perfecciones de nuestro idioma vascongado, esparcidas en las innumerables lenguas de que tratan los cinco tomos del sabio Hervás, y de no haber hallado ninguna que hubiese sabido con tanta filosofía como el vascuence apropiarse el complemento de todas ellas, cuya singularidad hizo que empezase a rectificar mi obrita [los Discursos filosóficos]»227. |
Juan Antonio Moguel Urquiza (Eibar, 1745- Marquina, 1804), socio de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, se relacionó con la élite intelectual de dicha Sociedad (Peñaflorida, Samaniego) y con escritores en lengua vasca, (Añibarro. Astarloa, J. B. Aguirre); y con extranjeros ilustrados, como Humboldt y Vargas Ponce.
Curiosamente Moguel se «destapó» como escritor durante los últimos cuatro años de su vida, cuando se comunicaba con Hervás a partir de 1799, año en el que estaba preparando la edición de su Confesio ta Comunioco Sacramentuen gañean Eeracasteac, editada en Pamplona en 1800, que es la primera de sus obras por orden de impresión. Consta de dieciocho partes dialogadas que tratan sobre los requisitos para una buena confesión y comunión. Está escrita en dialecto guipuzcoano.
Esta obra estuvo precedida de un prospecto que daba a conocer las opiniones de Moguel sobre el empleo del idioma. Defiende sobre todo la eficacia comunicativa, de manera que no se debe pedir a un catequista de la religión que sea un académico de la lengua, sino que aspire a ser entendido. Como su maestro Larramendi, admite el uso de las voces eclesiásticas y religiosas que se han comunicado a todos los idiomas para no confundir al pueblo acostumbrado a oír y entenderlas, pero considera un abuso intolerable el que se hable en la iglesia un eusquera plagado de castellanismos que no entiende el pueblo.
Dos años después (1802) publicó Versiones vascongadas de varias arengas y oraciones selectas de los mejores autores latinos o demostración práctica de la pureza, fecundidad y elocuencia del idioma Bascuence contra las preocupaciones de varios escritores extraños y contra algunos bascongados, que sólo tienen una noticia superficial del idioma patrio, editado en Tolosa. Contiene las traducciones al vascuence guipuzcoano de varias arengas y discursos elegidos entre los mejores autores latinos, tales como las arengas de Alejandro Magno, las de Catilina y Germánico a sus soldados, etc. El «escritor extraño» al que Moguel hace alusión en el largo título no es otro que el barón de Humboldt con el que nuestro autor mantuvo estrecha relación. Efectivamente, el sabido prusiano acababa de realizar su segundo viaje al País Vasco en mayo de 1801, durante el cual fue asesorado por los conocedores de la lengua, entre los que se contaba Moguel. Él fue el que le dio a conocer el célebre «Canto de Lelo», manuscrito apócrifo del siglo XVI que había hallado en la crónica inédita de Ibargüen-Cachopín, de la biblioteca de Marquina. Estas mismas arengas las vertió al dialecto vizcaíno publicándolas posteriormente al final de Peru Abarca.
En 1802 también publicó Nomenclatura de las voces guipuzcoanas, sus correspondientes vizcaínas y castellanas, para que puedan entender ambos dialectos. Moguel tenía proyectada también la redacción de un Diccionario de voces vizcaínas, guipuzcoanas y navarras, que no pudo llevar a cabo debido a su temprano fallecimiento, siendo realizados ambos proyectos por Añibarro.
La última obra publicada en vida de Moguel fue Confesiño ona edo Ceimbat gauzac lagundu biar deutseen Confesinuari ondo eguiña izateco, en Vitoria en 1803.
Las relaciones de Moguel con Hervás se nos presentan más cordiales que con Astarloa. Mientras a lo largo del mes de agosto de 1799 el grupo de Mondragón-Durango intentaba conectar a Hervás con el filólogo Astarloa para arroparlo en su proyecto apologético, con el mecenazgo de la Real Sociedad, Juan Antonio Moguel se pone en contacto con Hervás, por su cuenta y en actitud bastante crítica hacia la Bascongada, también para comentar cuestiones lingüísticas.
Es la única carta conservada de Juan Antonio de Moguel a Lorenzo Hervás, fechada en Marquina el 25 de agosto de 1799, aunque es muy probable que hubiese otras anteriores, como demuestra el proyecto enviado por Hervás desde Barcelona, antes citado. Pide consejo sobre una inscripción en lenguaje antiguo, probablemente el célebre «Canto de Lelo», manuscrito apócrifo del siglo XVI, como antes hemos dicho, que había hallado en la crónica inédita de Ibargüen-Cachopín, de la biblioteca de Marquina. Los vizcaínos habían reforzado la antigüedad de su cantabridad mediante una doble falsificación: la supuesta gesta de los «caballeros transtiberinos» y el llamado «Cantar de Lelo, o de los Cántabros»228.
Nos sorprende el
tono de la carta que parece mostrarnos a un Moguel con bastantes
conocimientos lingüísticos, lo que le permite hablar
con firmeza de ese tema, y con un carácter que se nos antoja
firme, y hasta un poco arrogante, aunque, según
Gárate «debió ser
afabilísimo, sumamente bondadoso e
inteligentísimo»
229:
«Remito a vuestra merced [Hervás] esas piezas de la Antigüedad para que vuestra merced me diga el concepto que forma de ellas. En todo tiempo puede vuestra merced experimentar la antigüedad de la poesía, examinando a cuantos bascongados quiera, y no hallará uno que sin tiempo y combinaciones pueda dar la traducción. No hay consonancia, sino en el cuarto pie de cada verso. ¡Qué lastima el que no hubiese copiado toda la pieza!230. Los caracteres de las piezas de plata parecen algunos romanos antiguos, otros no. Quedo yo con otra copia y vuestra merced puede guardar esas, que remito, para que haga de ellas el uso que mejor le parezca»231. |
Moguel coincide con Hervás y no con Masdeu, más cercano al celtismo, sobre el origen del eusquera. Muy probablemente la idea iberista del eusquera de Hervás maduró en contacto con sus corresponsales vascongados. Es precisamente después de su carteo conservado con los vascos, cuando Hervás da la redacción definitiva a los tomos dedicados al eusquera y a «las tres provincias bascongadas». En efecto, llegado a Roma a mediados de agosto de 1802, escribe a su librero Elías Ranz el 30 de diciembre de ese año, dándole noticia de que acaba de terminar el tomo IV del Catálogo de las lenguas castellano, cuya parte II, sección 1.ª, tiene el significativo título de: «Nación ibera o española»232. No hace falta recordar que la lengua propia de los iberos y antigua no sólo de España, sino de gran parte de Europa, era el eusquera, hacia cuya glorificación va encaminada la correspondencia entre Hervás y los mecenas vascongados de Astarloa y Moguel.
En la citada carta del 30 de diciembre de 1802, se ve cómo Hervás toma un rumbo manifiestamente etnográfico en sus investigaciones lingüísticas, que le lleva a discrepar con Juan Francisco Masdeu:
«Estoy concluyendo el tomo [IV del Catálogo], mas me veo apurado para copiarlo [...] En el tomo que acabo de escribir, yo quería tratar de la población primitiva y lengua primera de españoles, celtas [franceses] y griego-latinos, y he formado un tomo tratando siempre de españoles. Usted verá una historia nueva de España, historia no tratada por Mariana, Juan Francisco Masdeu, etcétera, que descubre muchas equivocaciones de los de la primitiva historia española y muchas cosas nuevas»233. |
Discrepancia que Moguel advierte tres años antes, en agosto de 1799, en una carta ya aludida:
«Veo que no aviene vuestra merced con Masdeu sobre el origen de los celtas. Si fue tan larga y tan considerable su dominación en España, ¿cómo no hay en ella vestigios ciertos de su idioma? Yo bien veo que Masdeu habla con conjeturas sobre las dos lenguas primitivas de España, la céltica o bubálica y la ibera o barcence [sic], y que el vascuence nuestro es como celtibérico o mezcla de ambos idiomas. Esto no puede ser conservando en todos los dialectos una sintaxis tan ordenada. Sería un lenguaje monstruoso e informe, como si de los idiomas alemán y francés se hiciese uno mixto. Esta voz céltica es bascongada por población de los celtas. Son innumerables los pueblos que acaban en -ica en todo este país: Pertica, Sondica, Guernica, Gorocica, Lazurica, Gabica, Gavica (...) Y la voz celta por celeta significa "el habitante de los llanos". Esto puedo decir sin entrar a otra discusión»234. |
Aunque Moguel fue
socio de la Sociedad Bascongada, llama la atención el mal
concepto que tenía sobre ella, a la que considera
«agonizante», por lo que era mejor fundar una nueva.
Aunque algunos de sus socios eran mecenas de sus actividades
literarias, Moguel los considera bastante ignorantes («No habrá dos miembros bien instruidos en
su idioma»
). Sin embargo, Moguel era informado de los
proyectos de Astarloa por socios de la Bascongada, como se puede
ver en alguna carta de Letona y en otras de José Antonio
Campos:
«Esta Sociedad Bascongada está agonizante y no hay que esperar ventajas. No habrá dos miembros bien instruidos en su idioma. Se contentan con hablarle como han oído a sus padres. Es menester que se refunde otra Sociedad, si... ¡Basta! Afectísimo capellán. Juan Antonio de Moguel»235. |
Esta carta no tiene ningún preámbulo de cortesía, de los que suelen acompañar a una primera presentación, sino que es directa y hace presuponer carteo anterior entre ambos. Parece que, en lo sucesivo, Hervás y Moguel mantuvieron una fluida correspondencia, según se deduce de una carta de Fausto de Corral a José de Vargas Ponce, fechada en Zarauz el 17 de marzo de 1801:
«El ex jesuita Hervás Panduro, que sabía el estudio que Moguel había hecho de su lengua nativa, le escribió remitiéndole la Nomenclatura de pueblos, aldeas, ríos, etc. de Cataluña, que acababa de formarse en Barcelona, pidiéndole formase etimologías de todos los nombres vascongados que hallase en ella, y diciéndole al mismo tiempo cuán útil sería para la literatura española una Nomenclatura geográfico-bascongada, formando las etimologías de los nombres de origen bascongado, etc.; y este ha sido el motivo que ha tenido para escribir este manuscrito [Etimologías vascongadas], que no es más que un ensayo, y que creo se lo ha dirigido al citado Hervás; y a mí envió este borrón, que será el original, para que lo leyere»236. |
Gárate dice
que «la Nomenclatura de
Cataluña se la mandó Hervás a Moguel y la
elaboración marquinesa forma parte de La Historia y
Geografía de España ilustradas por el idioma
bascuenze»
. No aparece claro el autor de la
Nomenclatura catalana. Sin embargo, creemos que fue
enviada, no por Hervás, sino por Miguel Ignacio de
Mariezcurrena a Moguel, por mano de Juan de Leiza, según la
carta del 5 de octubre de 1799237.
Por el contrario, parece evidente que el cura de Marquina
remitió a Hervás el borrador de su Nomenclatura
de las voces guipuzcoanas, sus correspondientes vizcaínas y
castellanas, para que puedan entender ambos dialectos, antes
de ser publicada en 1802, la cual pudo ser aprovechada
posteriormente por nuestro abate. Volvemos al eterno problema de
saber quién influyó más en quien.
Según una
carta de Vargas Ponce a Moguel, el gaditano, bastante poco amigo de
los exjesuitas y de las tesis del vascoiberismo, parece reprochar
al cura de Marquina su admiración por Hervás, tres
días antes de que se decretase la nueva expulsión:
«Y dejando de una vez y para siempre
todo linaje de cumplidos, y en el lugar que les quepa en la materia
literaria a Campomanes, Hervás y Masdeu, con tal que no
perjudique vuestra merced el suyo propio con desmedidas alabanzas
(que aunque vicio de nobilísima raíz, vicio es), ni
con escudarse de autoridades que no traen el sello de la
exactitud...»
238.
Poco antes de morir, Moguel continuaba carteándose con Hervás, según una carta del 7 de septiembre de 1803, que termina siendo una confesión de sincero jesuitismo y defensa caritativa de Moguel ante el filojansenista Vargas Ponce:
«El buen Hervás (no se irrite vuestra merced [Vargas Ponce] con su cita) me avisa desde Roma que nos empleemos en trabajar un buen Arte y otras obras de amenidad en bascuence; que este es el modo de hacerle lucir. Él está estimadísimo del Papa, quien le nombró su bibliotecario»239. |
¿Tuvo algo que ver Hervás en que Moguel, a diferencia de Astarloa, redactase obras no lingüísticas? ¿Tuvo algo que ver el sabio abate de Horcajo en la gestación del Peru Abarca?
Este es el aire que respiró Hervás mientras redactaba los tomos IV, V y VI del Catálogo de las lenguas español, en los que trata del eusquera, apasionadamente defendido como la lengua primitiva de la Península. El mismo aire que respiró Wilhelm von Humboldt, también defensor del eusquera como lengua primitiva, quien es deudor a Hervás, como ha puesto de relieve últimamente Klaus Zimmermann240.
En este ambiente desarrolla Hervás su teoría sobre las lenguas de Europa, en la que utiliza el término larramendiano de «advenedizas» para las lenguas que no podían considerarse primitivas. Eran, según Hervás, primitivas en Europa, es decir, llegadas con la dispersión babélica, la lengua vasca (o sea, ibera o cántabra), la de los celtas y la de los griegos. Túbal, Gomer y Javan son los fundadores, según el Génesis. En cambio, germanos y eslavos, como turcos y húngaros, albaneses (que él identifica con los antiguos ilirios) y gitanos (en quienes reconoce hablantes de un dialecto indoario) son los pueblos advenedizos, llegados después241.
Es sabido que
Hervás formuló claramente que para clasificar las
lenguas hay que atender no sólo a las palabras, al
léxico, sino a la estructura, a lo que él llamaba
«el artificio gramatical»
.
Ahora bien, a pesar de este descubrimiento, que en cierto modo es
el fundamento de la gramática comparada, Hervás
seguía pensando, como Larramendi y sus corresponsales
vascos, en la torre de Babel, pues las lenguas pueden desaparecer y
las naciones cambiar, «mas nunca muda el
fondo del artificio gramatical de sus respectivas
lenguas»
242.
Los estudios ulteriores de Hervás sobre el lenguaje están subordinados a la tentativa de crear una síntesis del dogma religioso y de una cultura y filosofía nuevas que habían aparecido en el Siglo de las Luces. Hervás rechazó la Ilustración que pretendía traer la luz a un mundo en tinieblas y llamó al siglo XVIII que se acababa «tenebroso siglo»243. En este contexto Hervás es la cara opuesta de Mayans.
Hervás también consideró que muchos autores que le precedieron habían sacado poco provecho en sus investigaciones sobre la afinidad y diversidad de las lenguas, porque andaban enloquecidos y obsesionados por la idea de identificar, en alguna de las lenguas modernas, vestigios de la lengua primitiva. Hervás rompe con el prejuicio tradicional consistente en buscar una lengua primitiva universal de la cual derivarían necesariamente todos los idiomas, descartando el hebreo como la lengua primitiva y negando que las lenguas provengan de una sola matriz sea cual sea, como ya señaló Lázaro Carreter244.
Pero Hervás no se salió de la ortodoxia y aceptó el relato bíblico, manifestando que es imposible que algo tan complejamente perfecto, como las lenguas, sea invención del hombre245. Como buen filósofo cristiano, cree ciegamente la Biblia, porque:
«Las Escrituras Sagradas dicen que siendo una misma y sola la primitiva lengua de los hombres, la diversidad de lenguaje en ellos provino por castigo prodigioso de Dios. Esta noticia descubre el porqué o la causa de la diversidad de las lenguas. Y apareciendo ella evidente a la menor atención del filósofo, éste, aunque ignorara la causa de ella, no podría jamás decir, ni conjeturar, que todos los lenguajes provenían de una lengua sola; menos lo deberá decir el filósofo cristiano»246. |
Ya hemos
señalado que, después de veinte años de
investigaciones, Hervás se reafirma en las viejas tesis de
Larramendi de que el eusquera fue el inmutable idioma primitivo y
universal de la Península: «A
fuerza de investigaciones he descubierto al fin, que tal idioma
primitivo en España fue el que hablaron los antiguos vascos
ó vascones, que es el mismo que conserváis en el
día con el título de vascuence. Su uso fue universal
en toda España antes que en ella entrase nación
alguna extranjera»
247.
Podemos preguntarnos cómo encajaría Hervás en este entorno ideológico auténticamente romántico. Al abate de Horcajo nunca le faltó imaginación para resolver los problemas de la vida real o literaria (piénsese en el Viaje Estático), pero solía encarar su actitud vital desde criterios racionalistas. Es una lástima que no se conserve ninguna carta entre Astarloa y Hervás para ver el contraste entre la discreta moderación del sabio conquense y la exaltación propagandista del romántico Astarloa, no basada en el raciocinio, sino en el sentimiento popular248.
Hemos visto que Hervás entró, en efecto, en correspondencia con los ilustrados vascófilos y cooperó lealmente a los estudios de los lingüistas del eusquera con sus observaciones. Pero podemos preguntarnos por qué no llegó a feliz término el proyecto, presente en la correspondencia, de la visita de Hervás al País Vasco. Tuvo deseos sinceros de aprender el eusquera, para lo cual, efectivamente, pensó en pasar seis meses en Vasconia, a lo largo de 1801, lo cual muy probablemente hubiese coincidido con la segunda visita de Humboldt, según confesión del propio Hervás:
«Yo, estando fuera de España, he debido carecer de innumerables noticias que en ella fácilmente hubiera adquirido, y que deseaba adquirir, habiendo determinado visitar los países de los vascongados por medio año. Cuando me hallé en la Península estuve determinado a visitarlos, pero debí salir de ella; y así, llegado a Italia, luego empecé a escribir el presente tomo [el V], hallándome frecuentemente con dudas, en que no podía consultar a los vascongados, que eran los únicos que podían darme luz para disiparlas»249. |
Es difícil que, incluso con circunstancias más favorables (paz en Europa, Sociedad Bascongada no derruida, mejor economía, gobierno madrileño más propicio a los exjesuitas, etc.), Hervás hubiese aceptado, finalmente, instalarse permanentemente en el País Vasco, a pesar de la aparente disposición a encargarse de la dirección del Seminario de Vergara, de que habla la carta de Azevedo. Parece que los amigos vascongados, en especial José Antonio de Campos, no se dieron cuenta de la importancia de las dificultades puestas por Hervás, quien estaba deseando salir de Horcajo y volver a Italia, ya que ni siquiera Valencia le ofrecía el clima intelectual adecuado para sus afanes literarios.
No fueron suficientes los argumentos de los amigos vascos, fundamentados en sentimentalismos ignacianos y patrióticos. Quizá los amigos vascongados, ante todo movidos por razones fueristas, no se dieron cuenta de que el abate conquense era ante todo y sobre todo uno de nuestros más completos intelectuales y lo que necesitaba era ante todo libros, muchos «librotes»250.
Tenemos la
impresión de que Hervás se entendía mejor con
Moguel y con Sorreguieta que con Astarloa, no sólo por vivir
más sinceramente el sacerdocio, sino por el mayor sentido
crítico del marquinés. Ambos censurarían las
«arrojadas proposiciones» de la
Apología de Astarloa, como la de que el eusquera
«por su extraordinaria perfección
era la única digna de ser comunicada por Dios al primer
hombre»
, lo cual sobrepasaba en mucho los ya desmedidos
elogios del admirado maestro común Larramendi, aunque, por
no ofender a los apasionados mecenas del durangués,
sólo privadamente expondrían su opinión, como
lo hizo Moguel a Vargas Ponce, en carta del 7 de septiembre de
1803, para que no «me tengan por
émulo, rival, enemigo de la Patria y cuanto vuestra merced
quiera»
251.
Al final la discordancia fue pública.
El reservado
Hervás (en varias cartas alaba la virtud de la
discreción) debía admirar al virtuoso y buen
«sermolari» que era el juicioso Moguel, pero
veía que sus corresponsales vascongados se inclinaban
manifiestamente por el mecenazgo del apasionado Astarloa, «hombre de una sola idea, romántico, de
carácter germánico por su tenacidad polémica y
las nebulosas de su filosofía
schellingiana»
252.
En la carta conservada de Moguel a Hervás se nota que es un vascófilo seguro que entra directamente en el tema histórico-lingüístico, dominado por la influencia inevitable del etimologismo de Larramendi, maestro indiscutible de los tres estudiosos253. Es difícil entrar en el terreno resbaladizo de las mutuas influencias en las distintas facetas de la producción literaria de los tres investigadores vascófilos, pero pudiéramos arriesgarnos a sostener que Moguel estuvo más abierto a las indicaciones de Hervás, por cuyo consejo escribió en eusquera obras literarias amenas, como mejor manera de potenciarlo, mientras que Astarloa se enzarzaba en polémicas filosófico-lingüísticas, en castellano, campo del que nunca salió.
Concluimos nuestro
estudio sobre las relaciones de Hervás y los ilustrados
vascos, enmarcado en la polémica de los orígenes del
fuerismo, manifestando que siempre hemos buscado la perspectiva
objetiva exclusivamente del historiador, huyendo, como del diablo,
de la «trampa metodológica
presentista»
, de la que habla Fernández
Sebastián254.
Nuestra postura consiste en sólo hacer ver el papel que una
persona culta, como Hervás, tuvo en el origen del fuerismo
vascongado más tradicionalista, a través de sus
amistades con ciertos personajes de la Real Sociedad, sosteniendo
sus teorías lingüísticas en torno al
eusquera.
Hervás
viene a ser un enlace o puente científico entre Larramendi y
los lingüistas del vasco-iberimo ligados a la Bascongada a
principios del siglo XIX. No hemos visto estudiado este papel de
Hervás hasta el momento, ni siquiera en el benemérito
don Antonio Tovar, quien tanto se preocupo de la
lingüística del eusquera, e incluso llegó a
reeditar el Catalogo
delle lingue y planificó la del Saggio pratico delle lingue de
Hervás, donde aparece la admiración del abate
manchego por Larramendi. Tovar carecía de la correspondencia
estudiada de Hervás con los ilustrados vascos, donde aparece
manifiesta esta relación y el marco político, social
e ideológico que envolvía al abate y a la Bascongada
entre 1798 y 1805, la cual siguió con cierto vigor
después del año desastroso de 1794, año en que
no sabemos por qué bastantes historiadores dan por casi
liquidada la actividad pedagógica y social de la Real
Sociedad Bascongada, que continuó aglutinando a ciertos
personajes, algunos de los cuales alentaban posturas fueristas,
nada agradables al gobierno de Madrid, y por tanto no es
extraño que desviase sus ojos hacia Sociedades de Amigos del
País más sumisas, como la Aragonesa, en una
época de evidente fermentación política,
religiosa, literaria, científica e industrial, en la que
«se centran por vez primera los
problemas actuales en sus primeras causas»
255.
Largo es el camino de la complicada historia política del País Vasco. Los filólogos que defendieron el eusquera como lengua primitiva durante las décadas finales del XVIII ayudaron a consolidar la estructura provincial y las relaciones entre las tres Provincias Bascongadas y la Corona, siempre en el marco de la monarquía católica hispana.
En la época de Hervás las referencias culturales esenciales del discurso provincial eran principalmente histórico-filológicas, tendentes a la defensa del estatus tradicional («La antigua constitución»). Sólo posteriormente irán derivando, a lo largo del ochocientos, hacia esa cultura ya específicamente provincial sobre la que entonces podrá erigirse un discurso fuerista primero y nacionalista después256.
Lorenzo Hervás es una figura muy representativa de la Ilustración hispano-italiana. Aparece citado con más o menos imprecisiones e inexactitudes en los libros de historia de la lingüística, pero se puede afirmar que es muy reciente el interés por juzgar y valorar su obra filológica, y que la historiografía de la lingüística todavía no ha sabido apreciar adecuadamente la aportación de este gran lingüista que fue Hervás. De hecho, se tendría que conceder a Hervás un lugar, en la escala de los grandes investigadores del lenguaje, que estuviera en el mismo nivel que sabios de la categoría de Humboldt257.
Según Breva Claramonte, el interés de Hervás por las lenguas rebasaba el simple campo lingüístico, pues afirmó que las lenguas nos ayudan a reconstruir y a perfeccionar nuestros conocimientos de la historia profana. El examen y la observación de las lenguas constituían documentos nuevos y sólidos para interpretar bajo una nueva luz los acontecimientos más antiguos y servían para corregir errores históricos258. Esta idea larramendiana fue llevada al plano político por los lingüistas vascos, en especial por Astarloa, estimulado por los fueristas.
El haber constatado que los idiomas son substancialmente diferentes en el vocabulario, fonología y gramática le proporcionó a Hervás sólidos argumentos en contra de las teorías con que algunos estudiosos, mediante el método etimológico, pretendían probar la existencia del idioma primitivo para toda la tierra. Sin embargo, el buen abate de Horcajo no se libró enteramente de esa idea, pues aceptó una lengua primitiva relativa y circunscrita a España, al considerar como tal al eusquera. Pensamos que esto es debido a que fue contagiado por el exagerado ensimismamiento lingüístico y étnico que tan claramente se percibe en las obras de Larramendi, Moguel, Astarloa o Erro y otros patricios vascongados con sus característicos integrismo, etnolatría y glotolatría.
Aceptando que estamos en un momento de «autoafirmación» del fuerismo y del provincialismo vascongados en los amigos de Hervás, debemos preguntarnos en qué grado fue asumida por el abate conquense dicha ideología, lo cual sería muy fácil de contestar si supiésemos con más precisión el grado de amistad y de mutuas influencias entre Hervás y sus amigos los vascongados.
En otro lugar, al
ver el método investigador de Astarloa para encontrar la
perfecta y angelical «lengua primitiva», demostramos
cómo contó con el asesoramiento científico de
la autoridad filológica de Hervás259.
Los vascongados corresponsales de Hervás estaban «persuadidos de que la antigüedad del
vascuence se miraba ya entre los literatos, especialmente modernos,
como un dogma histórico»
260,
por lo que reaccionaron vivamente contra los estudiosos que dudaban
de dicho dogma como Traggia y José Antonio Conde.
Pero hemos visto que ni Hervás ni Astarloa ni los otros lingüistas de principios del siglo XIX presentan sus investigaciones lingüísticas en el marco de un ferviente patriotismo vascongado excluyente, sino compatibilizando el patriotismo español con el vasco261. Por ejemplo, recordemos que Mondragón, feudo de Juan de Leiza, había encabezado la lucha contra los franceses en 1794. Españolismo y vasquismo -diríamos ahora- iban inextricablemente unidos, aunque su afán en demostrar haber sido los vascos los primeros habitantes de España y su lengua la primitiva de toda la península, tenía el objetivo claro de la reivindicación de la primogenitura de los vascongados en el concierto de los pueblos hispánicos.262
En este contexto
hay que entender el filovasquismo de Hervás, su
correspondencia con los ilustrados vascófilos y su
cooperación leal con los lingüistas del eusquera y su
tratado sobre La división primitiva del tiempo entre los
bacongados. Tenemos la impresión de que Hervás
se entendía mejor con Sorreguieta, Moguel y
Zúñiga que con Astarloa, no sólo por vivir
más sinceramente el sacerdocio, sino por el mayor sentido
crítico del marquinés. Ambos censurarían las
«arrojadas proposiciones»
de
la Apología de Astarloa, como la de que el eusquera
«por su extraordinaria perfección
era la única digna de ser comunicada por Dios al primer
hombre»
, lo cual sobrepasaba en mucho los ya desmedidos
elogios del admirado maestro común Larramendi, aunque, por
no ofender a los apasionados mecenas del durangués,
sólo privadamente expondrían su opinión, como
lo hizo Moguel a Vargas Ponce, en carta del 7 de septiembre de
1803, para que no «me tengan por
émulo, rival, enemigo de la Patria y cuanto vuestra merced
quiera»
263.
Lo curioso de toda
la encendida polémica sobre la lengua primitiva de
España es que después de 200 años se ha
avanzado bastante poco en relación a los orígenes del
eusquera, que para Hervás y sus amigos era lo mismo que la
lengua primitiva o ibérico, y continúa siendo tema
muy difícil y rebelde para los estudiosos, a diferencia de
los avances que se han producido en el conocimiento del
celtibérico, que realmente están iluminando la
paleohispanística con mucha mayor claridad de lo que
Hervás suponía que el conocimiento del eusquera
aportaba a la prehistoria europea264.
Tampoco se ha avanzado mucho en cuanto al método
investigador seguido por Hervás y Astarloa, pues «el problema consiste en determinar e
interpretar las semejanzas del eusquera con otras lenguas, y sabido
es que estas semejanzas son limitadas»
265.
Para responder al enigma de la lengua primitiva, Hervás y sus amigos vascongados tranquilizaron su conciencia de investigadores acudiendo a la Biblia y creyendo en la dispersión de la Torre de Babel y en la introducción de la lengua primitiva de España por Túbal, encarnada en el vascoibérico.
Los ilustrados racionalistas contradijeron esta creencia, pero todavía no se ha encontrado una alternativa convincente, como demuestra la gran disparidad de opiniones que el vascoiberismo ha suscitado en el siglo XX (Julio Urquijo, Bahr, Caro Baroja, Michelena, Tovar, etc.) para negarlo, basándose en criterios léxicos (recordemos que Hervás y sus amigos barajan, esencialmente, el criterio etimológico).
Para captar el alcance de las investigaciones filológicas de Hervás y sus amigos no debemos olvidar que tenían un fin instrumental, político-fuerista en los vascongados y de instrumento al servicio de la historia en el conquense. La idea motora en la lingüística de Hervás era la catalogación o clasificación de las lenguas conocidas del mundo para probar los principios religiosos de la lengua infusa y de la diversidad lingüística. Al mismo tiempo, esta clasificación permitía profundizar en el conocimiento de la historia de los pueblos266.
El rechazo que suscita la obra de Astarloa no está en que se dude de que el eusquera haya existido en las épocas más remotas de la prehistoria, sino en las pretensiones de Astarloa y en las consecuencias de esas pretensiones, puesto que postula que la lengua que maneja es la original y que en sus análisis y etimologías nos revela la realidad objetiva y natural del mundo original en que nació.
Por su parte Hervás, a pesar de que pensaba que los filósofos del XVIII, junto con los masones y, sobre todo, los jansenistas, eran responsables del estallido de la Revolución Francesa267, fue más abierto que sus colegas vascongados y aceptó, por ejemplo, la teoría de Condillac, que le servirá para tomar prestadas ideas sobre el origen y la evolución del lenguaje y nunca se planteó describirnos el Paraíso con fines políticos encubiertos.
Sin embargo, el abate de Horcajo también tuvo su penitencia en forma de olvido profundo de sus estudios lingüísticos. La exigencia de estabilidad del orden religioso y social que se encuentra en algunos escritos de Hervás, como su libro Causas de la revolución de Francia en el año de 1789, y medios de que se han valido para efectuarla los enemigos de la Religión y del Estado (1807), se prestaba mucho más a ser utilizada en los primeros años del XIX que sus ideas antropológicas y lingüísticas, incluida la División primitiva del tiempo entre los Bascongados, que llegaron demasiado tarde para ser originales y que no tenían la coherencia metodológica que cambiaría el trayecto de las teorías lingüísticas y antropológicas poco después268.
En los umbrales del siglo XIX Hervás liquida un período de la ciencia del lenguaje, abriendo ante ella nuevos caminos269. El haber constatado que los idiomas son substancialmente diferentes en el vocabulario, fonología y gramática le proporcionó a Hervás sólidos argumentos en contra de las teorías con que algunos estudiosos, mediante el método etimológico, pretendían probar la existencia del idioma primitivo para toda la tierra. Sin embargo, el buen abate de Horcajo no se libró enteramente de esa idea, pues aceptó una lengua primitiva relativa y circunscrita a España, al considerar como tal al eusquera. Pensamos que esto es debido a que fue contagiado por el exagerado ensimismamiento lingüístico y étnico que tan claramente se percibe en las obras de Larramendi, Moguel, Astarloa, Tomás de Sorreguieta o Erro y en las cartas de otros patricios vascongados con sus característicos integrismo, etnolatría y glotolatría, patentes en la correspondencia analizada y que tendrán muy importantes consecuencias para la futura historia de España.
El manuscrito de la División primitiva del tiempo entre los bacongados usada aún por ellos que seguidamente presentamos se custodian en el «Archivio di Stato» de Roma, bajo la signatura Mss. 229, int. 14, el cual hemos eguido, cotejándolo con la correcta transcripción de Olarra, publicada en el Boletín de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, con el título de «Hallazgo del tratado de Hervás y Panduro: División primitiva del tiempo entre los bacongados usada aún por ellos»270.
El manuscrito hervasiano está «escondido» bajo un pliego de cubierta con el título Studi di Lingua Basca.
En la
última página del recubrimiento, en el ángulo
inferior externo de ella y en posición invertida a lo
transcrito de la primera página, del que nada es de
Hervás, ni de amanuense suyo, sino del personal del Archivo,
hay una nota del autor, que dice: «División del tiempo entre los
bascongados embiado a 1.º del 1 808 a D. Tomás
Sorreguieta en Tolosa de Guipúzcoa»
.
La obra en sí consta de diecisiete hojas, escritas a dos páginas, numeradas por el Archivo con los números 313 del primer folio al 329, que es el del último. El papel en que se halla escrita es ciertamente de mala calidad y bastante confuso, pues Hervás tenía la manía de aprovechar hasta el papel de los sobres de la numerosa correspondencia que recibía (se observan restos del lacre de los sellos) para rectificaciones, muy numerosas, que pegaba superpuestas al cuerpo principal. El engrudo de que se sirvió para el pegado ofreció fácil pasto a una abundante fauna de gusanos que apolilló el papel en muchos puntos. Es la única dificultad en la lectura del manuscrito.
Como en todos los textos que hemos editado (Obras Completas de Meléndez Valdés, el Diario en el viage a Francia e Italia del inquisidor Nicolás Rodríguez Laso o la Biblioteca jesuítico-española del mismo Hervás), nuestro criterio de transcripción ha sido la fidelidad al texto original, pero acercándolo todo lo posible al lector del siglo XXI. Para agilizar la lectura y entendimiento se han aplicado las vigentes normas ortográficas (tilde diacrítica, acento gráfico, signos de puntuación, etc.); si bien otras incorrecciones como laísmos, leísmos, etc. se han respetado; las abreviaturas han sido desarrolladas y, asimismo algunos nombres de personas, ciudades, etc. aparecerán con su denominación actual y en mayúscula o minúscula, según el caso.
Las palabras tachadas conscientemente por el P. Hervás se han omitido, convirtiendo los subrayados originales en cursiva, advirtiéndolo a pié de página. Las notas marginales tanto de mano ajena como del autor han sido indicadas al pie de página o incluidas entre paréntesis.
La presentación y la transcripción del texto se fundamentan en los siguientes criterios, que se aplican, igualmente, a los restantes textos seleccionados para la elaboración de las distintas notas que componen esta edición:
Conservación de la ordenación y la disposición interna del texto según aparece en el manuscrito. Utilización de cursiva para los términos latinos y de otras lenguas, así como para las palabras subrayadas por el mismo Hervás.
Las intervenciones en estilo directo se entrecomillan.
Desarrollo de las abundantes abreviaturas, fáciles de adivinar, salvo raras excepciones. Modernización en la acentuación, la separación de las palabras, la puntuación, las mayúsculas y minúsculas. Actualización de las grafías, salvo en los títulos, que implica la escritura de j por x; j por i; modernización y regularización de b y v y de g y j; normalización de las vocales y e i integradas en palabras (ayre > aire), simplificación de -ss- intervocálica (assombro > asombro) y de vocales geminadas (fee > fe); actualización de la letra h (aora > ahora); escritura de q como c ante diptongo ua (qualquiera > cualquiera) o seguido de la vocal u con realización fonética. En definitiva, se modernizan los casos de equivalencia fonética.
Conservación de leísmos y laísmos, de la conjunción y seguida de palabra que empieza por i-, de grupos cultos fónicos reducidos, de grupos cultos con realización o repercusión fonética y los arcaísmos (destaca habemos > hemos).
En conclusión, como suponemos que la División primitiva del tiempo puede interesar a lectores de las más variadas disciplinas, para quienes mantener las vacilaciones ortográficas de los escritos del siglo XVIII pudiera suponer un estorbo más que una ventaja, hemos modernizado la ortografía y la puntuación. Respetamos las características léxicas, morfológicas y sintácticas. Por razones de espacio, salvo excepciones, no presentamos los textos originalmente escritos en otras lenguas, siempre útiles para cotejarlos con nuestra traducción castellana.
Respetamos el criterio, ya seguido por José de Olarra, de ceñirnos fielmente al original. Aun en aquellos pasajes en que la corrección o la claridad hubieran consentido enmiendas, hemos dejado el texto tal como lo leíamos. Puesto que Hervás escribía mucho, y por lo tanto deprisa, su sintaxis es bastante enrevesada, lo que nos ha obligado a mejorarla, en lo posible, con una atenta puntuación. Y lo mismo hemos hecho con las formas equivocadas de las palabras vascas, que oportunamente corregirán los que al conocimiento del eusquera añadan los de las disciplinas lingüísticas y filológicas específicas. Como hemos señalado, solamente, por entender que carecían de interés alguno gramatical o paleográfico la copia exacta de las formas ortográficas propias de la época o privativas del autor, ni las pocas abreviaciones que usa, hemos acomodado aquéllas a las normas que ahora rigen y resuelto éstas sin indicación de que en el original las hubiese. Hemos sustituido la palabra «vascuence» usada como adjetivo por «vasco» o «vascongado», como ya hizo Olarra.