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Doña Marina: las fuentes literarias de la construcción bernaldiana de la intérprete de Cortés

Yvonne Montaudon


Universidad Iberoamericana Puebla


ArribaAbajoIntroducción

Doña Marina, Malinalli o Malintzin es una de las mujeres más decisivas en la historia de América, y probablemente el personaje más enigmático de la historia de México. Como figura legendaria, protagoniza una aventura singular, comparable sólo a los relatos de caballerías.

Es en el discurso de la Conquista donde se encuentran los primeros datos sobre Malintzin que han servido, por años, de inspiración para crear tramas adicionales alrededor de su persona. La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es parte medular de este discurso. En ella Bernal Díaz del Castillo construye, a partir del uso que hace de diversas fuentes, un singular personaje indio que actúa, habla y piensa en concordancia con el pensamiento, el habla y las formas de actuar hispanas en la conquista española de América.

Mucho se ha escrito sobre la Historia verdadera, y mucho también sobre La Malinche. Sin embargo, pocos autores han visto en la polémica figura de «la lengua de Cortés» elementos comunes a otras figuras de la literatura hispana.

Fue Leonardo Olschki en su Storia letteraria delle scoperte geografiche (1937) quien prefiguró esta relación, que sería retomada más tarde por Irving Leonard. Los libros del conquistador (1949) señala la importancia e influencia de la literatura en la imagen del Nuevo Mundo. El historiador Enrique Anderson-Imbert (Historia de la literatura hispanoamericana, 1954) reconoce la influencia del Amadís y de La Celestina en la Historia verdadera y, por su parte, Stephen Gilman reporta ciertos puntos de encuentro entre la Historia verdadera y las novelas de caballerías, así como entre Malintzin y Celestina. Lo hace en su artículo Bernal Díaz del Castillo and «Amadis de Gaula» (1961). Recientemente, otros autores han relacionado la figura de Doña Marina con la de Florinda, hija del conde Don Julián, personajes de la Crónica del rey don Rodrigo, y han reconocido, también, a la Cava Florinda en Zoraida, personaje del relato de «El Cautivo» en Don Quijote de la Mancha.

El estudio se plantea con la inquietud de aportar nueva luz sobre la construcción bernaldiana de Doña Marina. Tomando en cuenta la influencia que diversos relatos pudieron haber ejercido sobre la memoria del capitán, se pretende, también, identificar algunas características de «la compañera del imperio» en personajes de otras obras literarias que posiblemente hayan leído o escuchado los cronistas y que de alguna manera alimentaran su imaginación.

El primer capítulo se acerca a la Malinche a través de la mirada de fuentes indígenas y de cronistas peninsulares. En cuanto a las primeras, se incluyen tanto narraciones surgidas en el imperio de Tenochtitlán como textos generados desde la alianza formada en su contra: se hace referencia a las láminas del Códice Florentino, al Manuscrito del aperreamiento, a varios textos de Tlaxcala y a las miniaturas ejecutadas por tlacuilos para Fray Diego Durán. Entre las crónicas españolas se mencionan las Cartas de relación de Hernán Cortés, la Historia de la conquista de México de Francisco López de Gómara y la Historia general de las cosas de Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún. Un retrato literario de Malintzin se desprende de estas miradas.

En el segundo capítulo se presentan los textos literarios de que pudo haberse nutrido Díaz del Castillo para la construcción de doña Marina. Están mencionadas algunas de las lecturas que avivarían la imaginación de los conquistadores a pesar de los esfuerzos del clero, de los moralistas y de los monarcas españoles que pretendían evitar la llegada del pensamiento europeo a América. En orden de aparición se encuentran La Crónica del Rey don Rodrigo. Postrimero rey de los Godos. de Pedro del Corral, que incluye la leyenda de la Cava, La Celestina de Fernando de Rojas, el Amadís de Gaula y las Sergas de Esplandián de Garci Rodríguez de Montalvo y, finalmente, Don Quijote de la Mancha.

El tercer capítulo está dedicado a Bernal Díaz y su Historia verdadera partiendo de una semblanza del autor. La crónica, vista como un relato autobiográfico, se revisa brevemente a partir de los elementos de su título: historia y verdad, antes de entrar en los detalles de una memoria excepcional.

En el cuarto capítulo se explora el proceso de la memoria de Bernal que convierte a Malintzin en creación a partir de las fuentes literarias señaladas anteriormente. Además de la historia de doña Marina, se hace referencia a la memoria en los libros y lectores de la Edad Media y el Renacimiento, y se propone un proceso de intertextualidad.

En resumen, me inclino hacia un estudio filológico de las fuentes históricas que mencionan a la Malinche, así como de las fuentes literarias que, habiendo actuado previamente sobre las crónicas españolas, habrían funcionado como «imágenes agentes» en la construcción de la figura de Marina a partir de la memoria de Bernal Díaz.






ArribaAbajoI. Marina de Viluta: fuentes históricas

En cuanto a las fuentes históricas que se refieren a la Malinche, resulta importante hacer notar que las de origen indio por lo general tienden a remitirse a leyendas, mientras que las fuentes españolas dirigen su mirada hacia la literatura medieval y renacentista. Esto resulta en dos perspectivas únicas, que por momentos parecen retratar a dos personajes completamente diferentes.


ArribaAbajoI.1. Fuentes indias

Ni las fuentes que pertenecieron al imperio de Tenochtitlán, ni las que generaron sus textos desde la alianza que se formó en contra del imperio se ocupan de la vida de Malintzin antes de abril de 1519, momento en que desembarcan en Veracruz los conquistadores del Nuevo Mundo. Si bien ambos grupos parecen estar de acuerdo respecto al privilegio y el poder que la Malinche ostentó durante la empresa, hay diferencias «en el grado de hostilidad que se expresa hacia su persona»1. Gordon Brotherston, en «La Malintzin de los códices», hace notar que los aliados de Cortés la presentan como una señora indígena ejemplar, mientras que los textos de aquellos que se mantuvieron leales a Tenochtitlán y a la causa mexica «dejan entender una desaprobación fuerte del comportamiento de Malintzin y un resentimiento vivo del poder que ejerció con y aun sobre Cortés»2.

De entre las fuentes indígenas que narran el asombro popular ante la llegada de los españoles, Brotherston distingue la riqueza de los textos de Tenochtitlán y Coyoacán, los de Tepetlán y los de Tizatlán-Tlaxcala, que con su elocuente lenguaje visual dan a la Malinche «rasgos reconocibles y altamente sugerentes, que se leen por encima de diferencias políticas internas»3. Por su parte, Georges Baudot considera que los autores de relatos indios de la conquista son, al igual que Cortés o Bernal Díaz del Castillo, testigos directos de primera fila aun cuando hablan poco de Malintzin, y se limitan a señalar su nombre y a indicar que «su aparición al lado de los extraños semidioses venidos del agua-del-cielo significaba un portento más y una desgracia más»4.


ArribaAbajoI.1.1. Las láminas del Códice florentino

Llamado así porque se conserva en la Biblioteca Medicea-Laurenziana de Florencia, Italia, el Códice Florentino es una copia del manuscrito que fray Bernardino de Sahagún enviara a Roma con el padre Jacobo Testera para que fuera entregado al Papa Gregorio XIII, en 1580. El Libro XII de la Historia general de las cosas de la Nueva España incluye en sus páginas el texto que el misionero franciscano recogió de sus informantes indígenas, con la versión que de la conquista dieron algunos antiguos guerreros indios y ancianos que no perdonan el deseo de riqueza material que Malintzin comparte con Cortés.

El manuscrito incluye un gran número de ilustraciones que corresponden a la visión indígena, y por ello se consideran entidades separadas de la Historia general. Ancianos y sabios nahuas del altiplano central, auxiliados por sus discípulos indígenas, participaron en la investigación y composición de las ilustraciones del Códice, publicadas en forma de láminas por Francisco del Paso y Troncoso en 1905 y reproducidas posteriormente, en 1979, por el gobierno de México a través del Archivo General de la Nación.

El Códice florentino guarda la perspectiva indígena del conflicto y muestra rasgos significativos sobre cómo los indios percibieron a los españoles, y sobre cómo buscaron adaptar sus estrategias militares y políticas a lo largo de la campaña. Narra con gran detalle lo sucedido desde la llegada de Cortés a Veracruz, en 1519, hasta la toma del mercado de Tlatelolco, en 1521. El códice inicia con los presagios de la venida de los blancos y termina con el relato de la fuga general, ante la avidez de los vencedores anhelantes de oro. Este relato indígena revela también algunas disidencias y traiciones internas de los pueblos nahuas, y manifiesta el rendimiento voluntario de Cuauhtémoc, hecho que contrasta con la versión de su captura que aparece en los relatos de Cortés, López de Gómara y Díaz del Castillo.

Las ilustraciones que acompañan el texto en náhuatl son de gran valor documental y de importancia artística, ya que por un lado completan las exposiciones, y por el otro permiten apreciar el talento de los tlacuilos indígenas y el comienzo de un arte mestizo, ya en sus representaciones, ya en sus técnicas figurativas5. En el prólogo al Libro II, Sahagún dice que las cosas conferidas se «las dieron por pinturas, que aquella era la escritura que antiguamente usaban, y los gramáticos las declararon en su lengua, escribiendo la declaración al pie de la pintura»6. Sin embargo, al emprender la elaboración final de su Historia general, fray Bernardino decide que algunas ilustraciones sean hechas después de que los escribanos terminasen su trabajo, es decir, la tarea de los pintores quedaría subordinada a las exigencias del texto.

Son cinco las imágenes en las que aparece Malintzin, ya interpretando, ya exigiendo, y, desde luego, aceptando:

1. En la costa veracruzana, en abril de 1519, interpreta para un indígena. A la derecha de Malintzin se ven los conquistadores, y, al pie de la imagen, sus caballos. En esta imagen, aparecen los españoles escribiendo atentamente en un papel lo que la Malinche les dicta.

2. Viste un espléndido traje durante el primer encuentro entre Moctezuma y Cortés, en noviembre de 1519. Malintzin aparece al centro de la imagen como intérprete entre el conquistador y el emperador azteca. Los dos jefes militares están visibles en la orilla de este cuadro, que se encuentra totalmente dominado por la imagen de la Malinche.

Cuando hubo terminado la arenga de Motecuhzoma, la oyó el Marqués, se la tradujo Malintzin, se la dio a entender. Y cuando hubo percibido el sentido del discurso de Motecuhzoma, luego le dio respuesta por boca de Malintzin. Le dijo en lengua extraña; le dijo en lengua salvaje:

-Tenga confianza Motecuhzoma, que nada tema. Nosotros mucho lo amamos7.



Desde una azotea, exige perentoriamente a los mexicas que traigan comida para los españoles; las volutas de la palabra salen de su boca y parece tratar de persuadir con los ademanes de sus brazos. Cortés aparece a su lado, «disminuido, con aire impotente»8, mientras ella exhibe una notable prepotencia en esta imagen, cuyo texto es reiteradamente apelativo:

Pues cuando de este modo se hubo recolectado el oro, luego vino a llamar, vino a estar convocando a todos los nobles Malintzin. Se subió a la azotea, a la orilla de la pared se puso y dijo:

-Mexicanos, venid acá: ya los españoles están atribulados. Tomad el alimento, el agua limpia: todo cuanto es menester. Que ya están abatidos, ya están agotados, ya están por desmayar. ¿Por qué no queréis venir? Parece como que estáis enojados.

Pero los mexicanos absolutamente ya no se atrevieron a ir allá [...] como si estuviera allí una fiera, como si fuera el peso de la noche9.



4. Interpreta para Cortés.

5. Acepta en nombre de Cortés el tributo de comida que les dejaron los de Tecalhueyacan, sus anfitriones, después de la derrota y la humillante huida de Tenochtitlán, en mayo de 1520.

En el Códice florentino queda de manifiesto la preocupación de Moctezuma, quien se pregunta cómo una mujer de entre los suyos trajo a los españoles e interpretó para ellos. Posiblemente le aterra la desventaja en que lo sitúa el hecho de que los recién llegados contaran con un intérprete de su propia gente. Este miedo se refleja en la reiteración del informante de Sahagún en el códice:

Y también se dijo, se puso ante sus ojos, se le hizo saber a Motecuhzoma, se le comunicó y se le dio a oír, para que en su corazón quedara bien puesto:

Una mujer, de nosotros los de aquí, los viene acompañando, viene hablando en lengua náhuatl. Su nombre, Malintzin, su casa, Tetícpac. Allá en la costa primeramente la cogieron10.



Cabe señalar que todas las ilustraciones del Libro XII presentan a Malintzin con el cabello recogido: cabello oscuro coronado por un par de trenzas que forman dos molotes en la parte superior de la cabeza, reproduciendo la forma más característica del glifo «mujer».




ArribaAbajoI.1.2. El Manuscrito del aperreamiento

En «La Malintzin de los códices», Gordon Brotherston manifiesta que durante los años que siguieron a la toma de Tenochtitlán, Malintzin siguió identificándose como compañera de Cortés. A causa de esto, se vio involucrada en varios pleitos por vejaciones, agravios, derechos de tierras o tributos en la antigua órbita mexica, que, fomentados en parte por la Corona en su intento por apocar el poder de los encomenderos, generaron su propia documentación indígena.

El Manuscrito del aperreamiento, que representa claramente esos tiempos de hostilidad, tuvo la función de una denuncia legal. Este documento proviene de Coyoacán, sitio donde Cortés y Malintzin edificaron su casa y tuvieron a su hijo, y muestra el atroz ataque canino que, encadenados, sufrieron siete principales del lugar. Aparentemente, las víctimas habrían sido llamadas a encontrarse con el conquistador y su intérprete «con un pretexto enteramente falso»11. La imagen muestra a Cortés haciendo con sus dedos la señal de reunión y a la Malinche desplegando un rosario. Esto parece denotar que el propósito de la reunión habría de ser la instrucción cristiana.

El manuscrito culpa a Andrés de Tapia de esta agresión, una de las formas más crueles de exterminio, y retrata a la pareja de Malintzin y Cortés como «cómplices igualmente aborrecibles»12. En la imagen, la Malinche («Mariana») aparece con el cabello trenzado, mas no recogido sobre la cabeza.




ArribaAbajoI.1.3. Los textos de Tlaxcala

Por lo que respecta a los documentos producidos por aquellos que decidieron combatir el poder mexica con la ayuda de Cortés, Malintzin aparece bajo una luz más favorable. Incluso los hechos que relatan estos documentos son diferentes de los que narra la versión mexica. Los textos de Tlaxcala dan gran importancia a los primeros encuentros con la pareja y hacen de la Malinche «una principal conversa que por su misma presencia confirma la viabilidad de las nuevas reglas del juego»13.


ArribaAbajoI.1.3.1. El Códice de Tizatlán

El Códice de Tizatlán, que con el tiempo habría de pasar a formar parte del Lienzo de Tlaxcala, consiste en cuatro páginas en papel indígena que representan cómo fueron recibidos Malintzin y Cortés al llegar de Totonicapán a Tizatlán, una de las cabeceras de Tlaxcala. Este documento recuerda el mapa de Tepetlán y parece sostener la eminencia de Malintzin en asuntos diplomáticos al representar a Cortés en posición de observador.

Brotherston nota con especial interés cómo, en la última página del códice, cada uno recibe obsequios: «a Cortés le toca la delegación de señores de las cuatro cabeceras (Xicoténcatl, Maxistzin, Tziuhcuacatl, Tleuexolotl); a ella, la dádiva de hijas nobles con sus riquísimos tejidos»14. En todas las imágenes Malintzin aparece de pie, con la cabeza erguida o inclinada hacia atrás de manera arrogante.




ArribaAbajo I.1.3.2. El Lienzo de Tlaxcala

El Lienzo de Tlaxcala remite su origen a una serie de pinturas murales que representaban la llegada de Cortés y la caída de Tenochtitlán, y que fueron registradas en las viviendas de la realeza tlaxcalteca. Estas pinturas servirían como ayuda mnemotécnica para los poetas que relataban la historia de la conquista. Ya que Tlaxcala era una ciudad rival de Tenochtitlán, sus narraciones loaban el rol de sus guerreros al igual que el de Malintzin en la caída de la capital.

Promovido por el cabildo alrededor de 1522, el Lienzo de Tlaxcala tendría también el propósito de presentar a los tlaxcaltecas como conquistadores por derecho propio, una vez vueltos cristianos. La narrativa del lienzo comienza con un mapa ritual de las cuatro cabeceras de Tlaxcala y termina con las conquistas de Michoacán, Jalisco, Guatemala y otros sitios.

Malintzin aparece en las escenas de 1519 que fueron tomadas del Códice de Tizatlán y extiende su presencia por gran parte del relato, destacándose de manera especial cuando los españoles vuelven a Tlaxcala, en 1520, y cuando se rinde Cuauhtémoc sobre la azotea, en 1521. Sin embargo, aunque es en parte gracias a la Malinche que Tlaxcala ayuda de nuevo a los conquistadores al volver humillados e indefensos después de la derrota de la Noche Triste, su imagen es progresivamente desplazada por la cruz. Así, en lo que sería la segunda salutación en el camino, Cortés y Xicoténcatl abrazan una enorme cruz, olvidándose de Malintzin, quien aparece como un elemento secundario.

Brotherston agrega que el dibujo de su figura, «ahora más redondeado, se vuelve más "femenil" según la estética importada, y lo "femenil", se va haciendo implícitamente propiedad de los nuevos dueños de la historia»15. Es interesante notar que, en el Lienzo de Tlaxcala, Malintzin aparece siempre con el cabello suelto y al hombro.




ArribaAbajo I.1.3.3. El Códice de Tlaxcala

La narrativa del Lienzo se prolonga en el Códice de Tlaxcala, texto que representa conquistas hasta Nicaragua, en el Este, y California y Xuni, en el Noreste. El Códice tiene además un capítulo inicial sobre la temprana evangelización de Tlaxcala. Este documento se relaciona con la visita de Diego Muñoz de Camargo y otros tlaxcaltecas a Madrid, en 1585, y da la impresión de un fondo renacentista en el que tanto las figuras indígenas como españolas empiezan a adquirir poses y gestos importados.






ArribaAbajoI.1.4. Los tlacuilos de fray Diego Durán

Si bien la Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme de fray Diego Durán corresponde a las crónicas españolas, las miniaturas que la enriquecen habrían sido ejecutadas por las manos indígenas de tlacuilos, posiblemente originarios de Texcoco. Sevillano de origen, el misionero dominico llegó a México en 1542, a la edad de cinco años, y empleó su vida estudiando la historia y costumbres del pueblo náhuatl valiéndose de la obra gráfica indígena.

En la serie de acuarelas pintadas en papel europeo puede apreciarse la participación de, al menos, tres artistas diferentes que habrían trabajado bajo la dirección del autor. Jóvenes aparentemente ya educados en el cristianismo, para quienes los antiguos dioses no serían ya lo que fueron para sus padres y abuelos, se lanzan a representar sus ídolos de manera a veces burlesca. Estamos frente a una generación que ya no experimenta el horror sagrado y el temor reverencial que inspiraban estas figuras.

Las miniaturas, enmarcadas con bellas ondas renacentistas, presentan los episodios más importantes que abarca cada uno de los capítulos de la Historia de las Indias de Durán. Por un lado parecen relacionarse con las pequeñas láminas que aparecen en los Libros de las horas de fines de la Edad Media y recuerdan las obras de los talleres flamencos o franceses del s. XV, y, por el otro lado, los detalles indígenas de que están llenas evocan el mundo y la cultura prehispánica.

En el capítulo LXXI, «De cómo el felicísimo don Hernando Cortés llegó al puerto de Chalchiuhcueyecan, que así se llamaba, y de cómo le vino nueva a Montezuma de ello y le mandó proveer de todo lo necesario», Durán narra que estando Moctezuma avisado de la expedición de Cortés, y en el supuesto de que era Quetzalcóatl, se dirigió a la actual zona veracruzana. La entrevista histórica, principio de la conquista del altiplano, está representada en una hermosa imagen. A la izquierda aparece un grupo de tres navíos con la característica silueta de los barcos del s. XVI, que el miniaturista pudo haber conocido a través de los que Cortés mandó hacer para el asedio de Tenochtitlán. En medio está Cortés, sentado en un sillón de caderas, típico mueble español, tal vez de los primeros que llegaron a tierras indias.

Al revisar la miniatura en color, se descubre detrás del conquistador al enviado del rey de México, vistiendo una tilma blanca con orilla roja, sandalias de talón y el pelo levantado hacia la parte alta de la cabeza y sujeto por una cinta de color. A la derecha, se destaca Malintzin, vestida a la usanza europea, con la falda larga, mangas acuchilladas y el cabello rubio, canon de belleza en la España del Siglo de Oro.

Los textos indios documentan a una mujer que evoluciona de propia a ajena, de indígena a occidental: el cabello oscuro, trenzado y recogido en dos molotes, pasa a ser trenzado sobre los hombros, después se deja suelto y, finalmente, vestida a la usanza europea, Malintzin aparece con el cabello rubio, lista para protagonizar cualquier relato español de la época.






ArribaAbajoI.2. Las crónicas españolas

Los relatos españoles que narran la conquista y colonización del Nuevo Mundo parecen responder a una forma particular de pensar la historia. De la herencia medieval, los narradores conservan la concepción providencialista. Los suyos son relatos que surgen de la necesidad de explicar el paso del hombre por el mundo como un camino hacia la salvación. Las narraciones mitológicas y los textos históricos de la antigüedad pagana también son fuente de inspiración para el cronista que se encuentra frente a la necesidad de comunicar la diversidad del mundo que descubre; el cronista, es, por lo general, autor, narrador y personaje de los hechos que relata.

Las crónicas, insertas entre la literatura y la historia, responden, por un lado, a verdades referenciales comprobables, y, por el otro lado, a visiones idealizadas y ficticias. Los cronistas, frente a lo inusitado, aprovechan las situaciones dramáticas, utilizan un lenguaje evocativo y permiten que su discurso se enriquezca con elementos creativos que buscan un acercamiento a su nuevo entorno.

En el prólogo de El México antiguo, José Luis Martínez indica que los relatos de Cortés y de López de Gómara dan cuenta de un enfrentamiento con lo desconocido «desde el convencimiento absoluto de que les asiste una superioridad, tanto por sus armas, recursos y fortaleza personal como por la misión divina de que se sienten portadores»16. La historia de Sahagún, a diferencia de éstas, intenta presentar la mirada del indígena atemorizado por ominosos presagios, que enfrenta lo desconocido con confusión y anonadamiento, concibiendo como única explicación el «advenimiento sobrenatural y mítico del retorno anunciado y esperado de Quetzalcóatl»17.


ArribaAbajoI.2.1. Las Cartas de relación de Hernán Cortés

En 1504, Hernán Cortés sale de Sanlúcar de Barrameda rumbo a las Indias como voluntario colono en una travesía a cargo de Nicolás de Ovando. Nacido en 1485 en Medellín, Cortés habría pasado un tiempo en Salamanca estudiando leyes y adquiriendo la experiencia notarial necesaria para desempeñar, desde su llegada a Santo Domingo, el puesto de escribano en la recién creada villa de Azúa.

En 1512, el almirante Diego Colón encarga la conquista y gobernación de Cuba a Diego Velázquez, quien organiza una expedición de trescientos hombres, entre los que figura Cortés. Ambos hombres, después de pasar por situaciones de tensión y enfrentamiento durante los primeros años de residencia en la isla, entablan una fuerte amistad que llevaría a Velázquez a designar al inexperto capitán como comandante en una de sus empresas en tierra firme.

Así, Cortés tiene la oportunidad de crear el municipio de Veracruz en una gran maniobra política y legal, «mediante la cual los expedicionarios se constituyen en comunidad independiente sometida directamente a la corona española»18. Éste, dice Ángel Delgado Gómez, es el principio de las llamadas Cartas de Relación.

Las Cartas, escritas entre 1519 y 1526, son largos informes dirigidos a Carlos V con la finalidad de que el emperador sancione la legalidad de la empresa conquistadora. Escritas en un estilo legal, dan puntual descripción de las nuevas tierras y de sus habitantes. En ellas, Cortés explica los sucesos políticos y militares de la campaña conquistadora. Sin embargo, distan mucho de ser un mero relato, ya que su autor, al tiempo que descubre la realidad, la analiza y la interpreta.

El discurso de Cortés, dice Delgado Gómez, se caracteriza «por la inseparable unidad con que en él se mezclan lo narrativo y lo argumentativo»19 y expresa los aspectos más importantes de su mundo mental: la providencia, la asimilación del Nuevo Mundo a la Nueva España, los indígenas y la expansión imperial. También «busca su articulación como un ejemplo de doble servicio a la corona y al cristianismo, y por lo tanto observa la realidad con una óptica que responde a ese objetivo»20. Las cinco Cartas de Relación, por lo tanto, pueden considerarse escritos subjetivos.

La primera relación, o Carta de Veracruz, está firmada por los miembros del Cabildo y Regimiento de la Villa Rica de la Vera Cruz el 20 de julio de 1519. En ella se da cuenta de las dos expediciones anteriores a la de Cortés, de las preparaciones de ésta y de los sucesos políticos y militares ocurridos desde su salida hasta la fundación de la villa.

Fechada el 30 de octubre de 1520 y escrita prácticamente en el campo de batalla, la segunda carta está dividida en tres partes. En la primera se da cuenta de la controvertida decisión de Cortés de dar con los navíos en tierra, evento que se convertiría en tan grande leyenda21 que, a casi cien años, don Quijote, al tratar de explicarle a su escudero Sancho Panza que «el deseo de alcanzar fama es activo en gran manera», le preguntará:

¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo? Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama22.



La primera parte de esta carta también narra los incidentes ocurridos durante la larga marcha por el interior de México que culmina con la entrada a Tenochtitlán, mientras que la segunda parte describe la ciudad, sus gentes y costumbres y lo relativo al servicio de Moctezuma. La tercera parte comienza con la llegada de Narváez a Veracruz, relata su enfrentamiento con Cortés, la rebelión de los mexicas en la Noche Triste, la retirada de los españoles a Tlaxcala y la fundación de la ciudad de Segura de la Frontera.

La tercera relación da cuenta del cerco de Tenochtitlán, que termina con la captura de Cuauhtémoc, al tiempo que intenta informar del esfuerzo por asentar el dominio español en México. Esta relación, firmada en Coyoacán el 15 de mayo de 1522, busca mostrar que Cortés es el hombre idóneo para reconstruir las ciudades, repoblar el país, organizar la agricultura y la minería, y proseguir con las expediciones de conquista y descubrimiento.

La cuarta relación, firmada el 15 de octubre de 1524 en Temixtitlán, hace nuevos intentos para mostrar la eficacia con que el conquistador es capaz de llevar la gobernación de los nuevos territorios.

La quinta carta, del 3 de septiembre de 1526, tiene dos partes diferenciadas. La primera es una relación de la expedición a las Hibueras, mientras que la segunda es un pliego de descargos contra las acusaciones que, habiéndose formulado contra Cortés, le habrían despojado de su título de gobernador y sometido a un juicio de residencia.

A pesar de su prominente papel como intérprete y consejera de Cortés, él sólo menciona a Malintzin brevemente. «Discretísimas alusiones», dice Georges Baudot, tanto a su papel como a sus verdaderas responsabilidades, «amén de proceder (Cortés) también a una vigorosa ficcionalización del relato ofrecido, construyéndolo en torno a una figura heroica y con arreglo a cánones literarios»23. Para Baudot, las Cartas de Relación constituyen un texto con finalidades políticas muy obvias, y Malintzin sólo puede esperar un trato «subversivo» de su realidad, una alusión pasajera a su situación de intermediario:

En tres días que allí estuve proveyeron muy mal y cada día peor, y muy pocas veces me venían a ver ni hablar los señores y personas principales de la cibdad. Y estando algo perplejo en esto, a la lengua que yo tengo, que es una india de esta tierra que hobe en Putunchan, que es el río grande de que ya en la primera relación a Vuestra Majestad hice memoria, le dijo otra natural desta cibdad cómo muy cerquita de allí estaba mucha gente de Mutecuma junta, y que los de la cibdad tenían fuera sus mujeres e hijos y toda su ropa y que habían de dar sobre nosotros para nos matar a todos, y si ella se quería salvar que se fuese con ella, que la guarecería24.



Cortés llega a unas labranzas y habla con Canec, el señor de aquella tierra, quien le informa que, unos años atrás, los de Tabasco le habrían comentado cómo había pasado por allí un capitán con cierta gente. Canec le pregunta si se trata de las mismas personas.

Yo le respondí que el capitán que los de Tabasco le dijeron que había pasado por su tierra con quien habían peleado era yo, y para que creyese ser verdad, que se informase de aquella lengua que con él hablaba -que es Marina, la que yo conmigo siempre he traído- porque allí me la habían dado con otras veinte mujeres. Y ella le habló y le certificó dello y cómo yo había ganado México, y le dijo todas las tierras que yo tengo sujetas y puestas debajo del imperio de Vuestra Majestad25.



Esta es la única ocasión en las Cartas de relación en que Cortés se refiere a Marina por su nombre.




ArribaAbajoI.2.2. La Historia de la conquista de México de Francisco López de Gómara

En 1852, don Enrique de Vedia26 escribe el primer esbozo biográfico de Francisco López de Gómara, señalando que son tan escasas las noticias que se tienen del cronista, que apenas puede decirse pormenor alguno de su vida. Vedia indica que Gómara, hijo de distinguida familia, pudo haber nacido en Sevilla. Agrega que cursó estudios en Alcalá, llegando a desempeñar la cátedra de retórica, y que se ordenó sacerdote en Italia antes de entrar al servicio de Hernán Cortés a su retorno a España. Es el mismo Gómara quiene stablece que nació el dos de febrero de 1511, domingo por la mañana, en una aldea situada cerca de Soria.

Con una marcada preferencia por el género biográfico, Francisco López de Gómara cultiva de manera exclusiva el relato histórico. Además de la Historia general de las Indias, es autor de la Crónica de los Barbarrojas (1545) y de los Anales de Carlos V, obra que permanecería inédita hasta 1912.

La primera parte de la Historia general sale de la imprenta de Agustín Millán, en Zaragoza, en 1552, reimprimiéndose, en el mismo taller, al año siguiente. También en 1553 ve la luz en Medina del Campo, bajo el título de Hispania Victrix. Una tercera edición se realiza en Zaragoza, en 1554, mientras que fuera de España se imprimen, en Amberes, dos ediciones a las que habrían de seguir las traducciones al francés, al italiano y al inglés, y, más tarde, al náhuatl gracias a D. Domingo Francisco de San Antón Muñón, Chimalpain Quauhtlehuanitzin.

La obra de Gómara, que presenta por primera vez el tema de la conquista como un texto aparte, es dedicada por su autor a don Martín Cortés, apenas cinco años después de la muerte de su padre, con las siguientes palabras:

Al muy Ilustre señor Don Martín Cortés, Marqués del Valle.

A ninguno debo intitular, muy ilustre Señor, la Conquista de México, sino a vuestra señoría, que es hijo del que lo conquistó, para que, así como heredó el mayorazgo, herede también la historia. En lo uno consiste la riqueza, y en lo otro la fama; de manera que andarán juntos honra y provecho27.



La Historia de la Conquista de México, contenida en el segundo tomo de la Historia general de las Indias, causó un gran revuelo y desató tales polémicas que pronto se convirtió en un libro prohibido, debiendo, en adelante, imprimirse fuera de los dominios de España. La cédula de prohibición, que no aclara su motivo, fue firmada el 17 de noviembre de 1553 por el príncipe Felipe, en ausencia de Carlos V. La opinión generalizada apunta a que el excesivo elogio que Gómara dispensa a Hernán Cortés habría incomodado a la Corona Española.

Además de a la Corona, la obra de López de Gómara incomoda a sus contemporáneos. En su estudio preliminar de la Historia de la conquista de México, Juan Miralles indica que fray Bartolomé de las Casas lo detestaba, y agrega que la repulsa estaba «más que fundada», puesto que habría sido el propio Gómara quien en términos altamente desdeñosos lo zahiriera al referirse a su proyecto de colonización pacífica28. Las Casas, por su parte, dice que el clérigo «escribió la Historia de Cortés, que vivió con él en Castilla siendo ya Marqués, y no vido cosa ninguna, ni jamás estuvo en las Indias, y no escribió cosa sino lo que el mismo Cortés le dijo», y, «con mayor desvergüenza, el Francisco López de Gómara, capellán de Hernando Cortés [...] dijo todo lo de Oviedo, porque de su obra lo tomó, y añadió cosas harto indecentes»29.

Bernal Díaz del Castillo también se pronuncia en contra del escritor soriano. En este caso el rechazo, dice Miralles, es frontal. Bernal «no admite que alguien que no ha puesto los pies en Indias, y que jamás se encontró en una batalla, se atreva a escribir la historia [...]. Le irrita que el elogio se centre en torno a Cortés, y que los nombres de gran número de conquistadores queden relegados a común anonimato»30. El suyo, desde luego, figura entre los omitidos. Díaz del Castillo, en su inconformidad llega, en ocasiones, a atribuir a Gómara cosas que éste no menciona en la Historia de la conquista y le reprocha el que recibiera un pago por escribir lo que otro le ordenara. Dice que Gómara en lo que escribe va muy desatinado, y que

por sublimar a Cortés [...] le debieron de granjear [...] con dádivas [...] porque en todas las batallas y reencuentros éramos los que sosteníamos a Cortés, y ahora nos aniquila31.



Es posible que desde niño Francisco López de Gómara escuchara relatos sobre la toma de Granada, la expulsión de los judíos, el descubrimiento de las Indias y las hazañas del capitán Cortés. Es también posible que se moviera en círculos encumbrados, y que su familiaridad en el trato con los poderosos produjera en él el relativo engreimiento que alentó un aire de manifiesta superioridad hacia el mundo conquistado, y que se tradujo, a lo largo de su Historia, en elogios a Hernán Cortés.

Gómara, dice Miralles, es referencia obligada para el conocimiento de la infancia y primeras andanzas de Cortés, así como de algunos datos de su familia. Sabemos por él que antes de partir con la expedición, y

entre tanto que Ovando aderezaba su partida y se aprestaba la flota que tenía que llevar, entró Fernando Cortés una noche a una casa por hablar a una mujer, y andando por una pared de un trascorral mal cimentado, cayó con ella. Al ruido que hizo [...] salió un recién casado que, como le vio caído cerca de su puerta, lo quiso matar, sospechando algo de su mujer; empero una vieja, suegra suya, se lo estorbó32.



Sabemos también que

era Fernando Cortés de buena estatura, rehecho y de gran pecho; el color ceniciento, la barba clara, el cabello largo. Tenía gran fuerza, mucho ánimo, destreza en las armas [...]. Fue travieso cuando muchacho y cuando hombre fue asentado. Fue muy dado a las mujeres y diose siempre. Lo mesmo hizo al juego, y jugaba a los dados a maravilla bien y alegremente. Fue muy gran comedor, y templado en el beber. Era recio porfiando [...] gastaba liberalísimamente, vestía más polido que rico, y así era hombre limpísimo [...]. Deleitábase de tener mucha casa y familia [...]. Era devoto, rezador, y sabía muchas oraciones y salmos de coro; grandísimo limosnero [...] daba cada un año mil ducados por Dios de ordinario33.



Para Gómara, conquista es cruzada. Considera que apenas rendida Granada, los españoles han encontrado un nuevo propósito hacia el cual encauzar sus energías: una nueva lucha contra los infieles. Esto explica, de alguna manera, su percepción de los indios y su particular visión de Malintzin.

Es él quien primero señala la condición de cautiva de la Malinche al detallar los obsequios que el señor de Tabasco y sus comarcanos entregan a Cortés. Dicho presente consistió en

pan, gallipavos, frutas y cosas así de bastimento para el real, y hasta cuatrocientos pesos de oro en joyuelas, y ciertas piedras turquesas de poco valor, y hasta veinte mujeres de sus esclavas para que les cociesen pan y guisasen de comer al ejército34.



Cuenta Gómara que Cortés «los recibió y trató muy bien, y les dio cosas de rescate con que se holgaron mucho, y repartió aquellas veinte mujeres esclavas entre los españoles por camaradas»35. Una de estas mujeres habría de destacarse entre las demás a partir del encuentro del capitán y sus soldados con los indios de Saint Juan de Ulúa, quienes utilizaban un «muy diverso lenguaje que no el que Jerónimo de Aguilar sabía»36. Cortés, dice Gómara,

estaba con cuidado y pena, por faltarle faraute para entenderse con aquel gobernador y saber las cosas de aquella tierra: pero luego salió della, porque una de aquellas veinte mujeres que le dieron en Potonchan hablaba con los de aquel gobernador y los entendía muy bien, como a hombres de su propia lengua; así que Cortés la tomó aparte con Aguilar, y le prometió más que libertad si le trataba verdad entre él y aquellos de su tierra, pues los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria37.



Además, el conquistador

le preguntó quién era y de dónde. Marina, que así se llamaba después de cristiana, dijo que era de hacia Xalixco, de un lugar dicho Viluta, hija de ricos padres y parientes del señor de aquella tierra; y que siendo muchacha la habían hurtado ciertos mercaderes en tiempo de guerra, y traído a vender a la feria de Xicalango [...] y de allí era venida a poder del señor de Potonchan38.



De esta manera, la cautiva se convierte en colaboradora y traduce, para satisfacción del capitán, las palabras de Teudilli, enviado de Moctezuma. Hernán Cortés, «certificado que tenía cierto y leal faraute en aquella esclava con Aguilar, oyó misa en el campo, puso cabe sí a Teudilli, y después comieron juntos; y en comiendo quedáronse entrambos en su tienda con las lenguas»39.

La principal preocupación de Francisco López de Gómara, hombre inmerso en la monarquía confesional, «es el destino escatológico del hombre, de manera que ser cristiano es el galardón más alto que concibe»40. Así que no duda en agregar que

esta Marina y sus compañeros fueron los primeros cristianos de toda la Nueva España, y ella sola, con Aguilar, el verdadero intérprete entre los nuestros y los de aquella tierra41.



En este momento, y a la luz de su bautismo, Gómara valora la importancia de Malintzin en la conquista de México. Habrá de distinguirla una vez más al utilizar la fórmula medieval de reverencia llamándola por su nombre y lugar de procedencia en el capítulo LIX, que trata de cómo los de Cholula trataron de matar a los españoles. Dice Gómara que estando ya los soldados para partir de ahí

por el ruin tratamiento que les hacían y mal talante que les mostraban, avino que una mujer de un principal, que de piadosa, o por parecerle bien aquellos barbudos, dijo a Marina de Viluta que se quedase allí con ella, que la quería mucho, y que le pesaría que la matasen con sus amos. Ella disimuló la mala nueva, y sacole quién y cómo la tramaban. Corrió luego a buscar a Jerónimo de Aguilar e juntos dijéronselo a Cortés42.



Fuera de estas escenas, López de Gómara trata a Malintzin con relativa indiferencia, refiriéndose a ella como «la india que servía de faraute». No la menciona como causa del sobrenombre del capitán cuando habla de las personas que se holgaban «mucho que por su tierra pasase Malinxe». Dice Gómara que «así le llamaban, ca le tenían en grandísima estimación por haber ganado a México Tenuchtitlán»43. También es muy preciso al señalar que en las Higueras «se casó Juan Jaramillo con Marina, estando borracho»44. Cuando le toca mencionar la muerte del conquistador, el clérigo señala que «dejó Cortés en doña Juana de Zúñiga un hijo y tres hijas: el hijo se llama don Martín Cortés, que heredó el estado». Al referirse al hijo que tuviera el capitán con Malintzin, agrega, casi despóticamente, que el capitán «dejó también otro don Martín Cortés, que hubo en una india»45.




ArribaAbajoI.2.3. La Historia general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de Sahagún

Historiador y etnólogo, fray Bernardino manifiesta haber nacido en 1499, en la villa de Sahagún, provincia de León. Hacia 1513 inicia sus estudios en la Universidad de Salamanca, y cinco años más tarde profesa en la orden de San Francisco, ordenándose sacerdote en 1524. Pasa a la Nueva España con fray Antonio de Ciudad Rodrigo y otros religiosos, y, al igual que Andrés de Olmos, Motolinía y Diego Durán, no vuelve más a España.

Además de su belleza varonil, que obligara a Sahagún a «permanecer escondido a las miradas de las curiosas mujeres de la Nueva España»46, su intrepidez física sería también legendaria. No sólo bucea en Xochimilco para sacar del fondo de una fuente natural un ídolo de piedra y sustituirlo por una cruz, sino que también asciende a los volcanes. Al respecto informa que

hay un monte muy alto, que humea, que está cerca de la provincia de Chalco que se llama Popocatépetl, que quiere decir monte que humea; es monte monstruoso de ver, y yo estuve encima de él.

Hay otra sierra junto a ésta, que es la sierra nevada y llámase Iztactépetl quiere decir sierra blanca, es monstruoso de ver lo alto de ella, donde solía haber mucha idolatría. Yo la vi y estuve sobre ella47.



Sin embargo, las primeras labores de fray Bernardino en la Nueva España serán la evangelización y la enseñanza. Entre 1530 y 1535 se encuentra en los conventos de Tlamanalco y de Xochimilco. Y en 1536 pasa a la Ciudad de México para organizar el Colegio de Santa Cruz Tlatelolco, del cual será uno de los primeros maestros. Es en estos años cuando aprende náhuatl y participa como intérprete en algunos procesos por idolatría.

Las obras de fray Andrés de Olmos despiertan el interés de Bernardino por el México antiguo; sus viajes a Huexotzingo y Cholula en el valle de Puebla lo confirman. Alrededor de 1547 comienza a recopilar información acerca de la cultura indígena, tarea a la que se dedicará por más de cuarenta años, hasta su muerte en el convento de San Francisco el Grande, en 1590, y, que dará como resultado la Historia general de las cosas de Nueva España.

En la Historia general coexisten dos obras paralelas. Una de los indios y la otra del franciscano. La primera, que se conoce como el Códice de Florencia, es el resultado de la recopilación que hiciera el fraile de datos dictados por indios viejos, y que los jóvenes ya cultivados a la manera de Occidente redactaran en su propia lengua. Éste es un original único de la documentación india que guarda la sabiduría antigua. La segunda obra, conocida como el libro de fray Bernardino de Sahagún, está escrita en castellano y tiene una forma más literaria, aun con perjuicio de los datos consignados. Muestra también cierta preocupación por las precisiones cronológicas y los cómputos.

La Historia general, que como dice José Luis Martínez, es «una obra enorme y múltiple, compleja y secreta, desigual e inagotable»48, pudo haber sido escrita a sugerencia de fray Francisco Toral o incluso de Motolinía, quien era el prelado mayor en 1547, fecha en que puede situarse el inicio de las investigaciones de Sahagún. A partir de este año se puede fijar en Tepepulco la primera etapa del proceso. La segunda podría situarse, entre 1560 y 1561, en Tlatelolco. En el prólogo a su Libro II, Sahagún dice que allí, juntando los principales, les propuso el negocio de sus escrituras y les demandó le señalasen algunos hombres hábiles con quienes examinase y platicase las escrituras que de Tepepulco traía escritas. En cuanto a la tercera fase de su obra, ésta tendría lugar en San Francisco el Grande a partir de 1565. El fraile franciscano cuenta que se dedicó a la revisión de sus Memoriales:

por espacio de tres años pasé y repasé a mis solas estas escrituras, y las torné a enmendar, y las dividí por libros, en doce libros, y cada libro por capítulos y algunos libros por capítulos y párrafos49.



Esta etapa, que terminará hacia 1579, contó con el apoyo del nuevo comisario de la Orden, fray Rodrigo de Sequera, quien proporcionará a Sahagún escribanos para completar su Historia.

En cuanto al estilo, Martínez señala que Bernardino, concentrado en su larga empresa de investigación lingüística y etnográfica para lograr la evangelización de los naturales, fue creando un instrumento expresivo que satisficiera lo mejor posible sus necesidades, echando mano de modos de expresión tradicionales y populares, y adoptando naturalmente abundancia de nombres en lengua india pasados por un proceso de españolización. También menciona que en la escritura de Sahagún aparece «una especie de contaminación con las estructuras sintácticas acumulativas del náhuatl»50. Por su parte, Carlos María Bustamante, encargado de la edición mexicana de 1829, indica que el idioma de Sahagún es «el de la sencillez, anticuado y propio de quien no sabe explicar las esencias de las cosas por sinónimos, sino con sus verdaderos términos»51. Con esta sencillez dispone su obra a la manera de una enciclopedia medieval con ideas renacentistas.

El franciscano se mantiene del lado de la concepción providencialista y no duda en afirmar que los milagros operados a través de Hernán Cortés fueron muchos:

El primero fue la victoria que nuestro Señor Dios dio a este valeroso capitán y a sus soldados en la primera batalla que tuvieron [...] (que fue muy semejante al milagro que Nuestro Señor Dios hizo con Josué; capitán general de los hijos de Israel en la conquista de la tierra de promisión) [...]. En todo lo que adelante pasó, parece claramente que Dios le inspiraba en lo que había de obrar, así como hacía en los tiempos pasados el Cid Ruiz Díaz.

Finalmente, habiendo salido con la victoria [...] escribió al Sumo Pontífice que enviase predicadores del santo Evangelio para la conversión de esta gente indiana, lo cual sumamente pretendía nuestro Señor Dios en haber comenzado este negocio52.



En cuanto a Malintzin, aparece repetidamente en el libro doceno de la Historia general, aunque, curiosamente, las dos primeras veces que la menciona, Sahagún se refiere a ella como María. La siguiente es una cita del capítulo IX, que trata del llanto que hizo Mocthecuzoma y todos los mexicanos cuando supieron que los españoles eran tan esforzados:

Fue dicho Mocthecuzoma cómo los españoles traían a una india mexicana que se llamaba María vecina del pueblo de Tetícpac que está a la orilla de la mar del Norte, y que traían ésta por intérprete, que decía en la lengua mexicana todo lo que el capitán D. Hernando Cortés le mandaba53.



La segunda referencia tiene lugar cuando el fraile indica que Jerónimo de Aguilar «juntamente con María eran intérpretes del capitán»54. En adelante, fray Bernardino se refiere a Malintzin por su nombre cristiano, y la menciona en labores de traducción, siempre junto a Cortés:

Y luego subieron a la azotea, y sentáronse y pusieron allí un pabellón al capitán D. Hernando Cortés y sentose en su silla. La india que era intérprete que se llamaba Marina, púsose cerca del capitán, y de la otra parte el señor de México Quauhtemoctzín cubierto con una manta rica55.



Con respecto a la plática que hizo Cortés procurando por el oro que se había perdido cuando salieron huyendo de México, Bustamante manifiesta que él no encuentra quien «pueda contrahacer el modo soberbio y petulante de Hernán Cortés, a quien Sahagún describe en la primera visita pública que tuvo acompañado de Quauhtemoctzín y de su corte repantigado en una silla, y pidiendo por principio de cuentas todo el oro que poseía Mocthecuzoma»56. En este capítulo se desarrolla una interesante escena, en la que Malintzin da muestras de estar tanto o más interesada que el conquistador en recuperar las piezas:

Como estuvieron juntos los tres señores de México, Tezcuco y Tlacupan con sus principales delante de D. Hernando Cortés, mandó a Marina a que les dijese dónde estaba el oro que había dejado en México; y luego los mexicanos le sacaron todas las joyas que tenía escondidas en una canoa llena [...] y como lo vio dijo, ¿no hay más oro que éste en México? Sacadlo todo que es menester todo, y luego un principal que llamaban Tlacutzin habló a Marina respondiendo: dí a nuestro señor capitán que cuando llegó a las casas reales la primera vez vio todo lo que había [...]. Dijo luego Marina: el nuestro capitán dice que no está aquí todo [...]. Otra vez dijo Marina: el señor capitán dice que busquéis 200 tejuelos de oro, tan grandes como así, y señaloles con las manos el grandor de una patena de cáliz57.



El tono del relato del fraile franciscano es siempre sobrio. Dice Bustamante que el lector de Sahagún puede notar en él cierta especie de recato y miramiento, y concluye sus notas preguntándose si alguien osará tachar de embustero e inexacto a un hombre sencillo, que acomoda el lenguaje de sus relaciones a los modismos mexicanos e instruye a sus párrocos en sus usos, costumbres e historia, para anunciarles el evangelio y dirigir con provecho sus conciencias.

Los españoles ven a Marina siempre como ajena. Infiel tomada cautiva y convertida al cristianismo, colaboradora de Cortés en tareas de traducción, tanto para fines políticos y militares, como para propósitos evangelizadores.






ArribaAbajoI.3. Marina a partir de las fuentes indígenas y de las crónicas españolas: un retrato

Formaba parte de un obsequio que ofreciera el señor chontal-maya de Potonchan al capitán Hernán Cortés. Ella y diecinueve mujeres más, esclavas todas, hurtadas algunas por mercaderes en tiempo de guerra, significarían para el conquistador la posibilidad de sobrevivir en un mundo nuevo, ajeno por completo a la cultura occidental.

Malinalli posiblemente nació bajo el octavo signo, el cual lleva su nombre. «Decían que este signo era mal afortunado, y temeroso como bestia fiera; que los que en él nacían tenían mala ventura, eran prósperos en algún tiempo y presto caían de su prosperidad»58. De origen olmeca y seguramente adoradora de la diosa Toci, la joven cautiva afirmaba ser «de un lugar dicho Viluta»59 en la costa sur del Golfo. Esta región habría sido escenario, desde la etapa clásica, de transacciones comerciales entre locales y mexicas, por lo que no sería raro encontrar ahí personas versadas en la lengua náhuatl. Ahora bien, «hija de ricos padres, y parientes del señor de aquella tierra»60, Malinalli pudo haber recibido una educación privilegiada comparable, quizás, con la que se ofrecía en los calmecac, y, de esta manera, pudo haber desarrollado las habilidades militares y de negociación que más tarde la harían invaluable a los ojos del ejército español.

Creía, como todos en el heterogéneo mundo precolombino, que nada ocurría a menos que hubiera sido anunciado con anticipación. Las profecías del año Ce-Acatl indicaban que el dios Quetzalcóatl, quien había huido después de haber sido expulsado de Tula por Tezcaltipoca, regresaría por el Oriente en una barca61. Como miembro del grupo olmeca xicalanga, Malinalli no era ajena al culto del Señor de los Vientos, ya que su legendaria huida había servido de motivo a los toltecas chichimecas para conquistar el centro ceremonial de Cholula, dedicado hasta entonces a Toci, diosa de la tierra.

Tanto ella como las demás esclavas que Cortés aceptó en Potonchan y que repartió «entre los españoles por camaradas»62 conocían los secretos de la tierra, poseían información sobre rutas y reinos, sabían del procesamiento de especias comestibles y medicinales, y entendían los usos y costumbres de su tierra. Al entrar en contacto con Malinalli y sus compañeras en 1519, los conquistadores establecieron una relación íntima con un mundo nuevo que los alimentaba y los acogía. Ellas, a cambio, recibieron una nueva religión y se convirtieron en las primeras mujeres bautizadas de toda la Nueva España.

Marina, «que así se llamaba después de cristiana»63, podía comunicarse tanto en maya como en náhuatl. Su destreza lingüística le atrajo la promesa de algo «más que libertad» si trataba verdad entre los hombres de esa tierra y los soldados españoles. De esta manera dio inicio la vida pública de la secretaria y faraute del capitán Hernán Cortés.

Joven. Hermosa. Altiva. Así la pintaban los tlacuilos y cronistas indígenas testigos de su presencia y de su transformación, y pronto la llamarían Malintzin, demostrando el respeto que infundía su persona. Situada siempre en el centro del acto comunicativo, su figura dominaba el espacio, al tiempo que ella distribuía la palabra entre unos y otros. Sorprendidos, los escuchas no tardaron en llevar noticia suya al emperador mexica.

Cuentan las crónicas que «se dijo, se puso ante sus ojos, se le hizo saber a Motecuhzoma, se le comunicó y se le dio a oír, para que en su corazón quedara bien puesto»64 que una mujer india venía acompañando a los seres barbados que habían llegado del agua. El emperador se apresuró a enviar espléndidos obsequios, pensando, seguramente, en el retorno de Quetzalcóatl. Sin embargo, ni Cortés ni fray Jerónimo de Aguilar podrían haber sabido que las ofrendas que traían los embajadores de Moctezuma eran dignas de una deidad. Malintzin, en cambio, se dio cuenta de lo que ocurría, y, siguiendo su intuición, reportó al mensajero las palabras del Marqués en los siguientes términos: «dice este dios que le digas a tu Señor Montezuma que le besa la mano muchas veces y que su [...] deseo es ir a México»65.

Inteligente y astuta, Malintzin transformó su participación pasiva en la conquista en un acto de voluntad al descubrir que poseía un arma que implicaba al menos dos cosas: asumir el poder y tener un acceso privilegiado al centro del hecho comunicativo66. Sabiendo que se distinguía en sus actividades como traductora e intermediaria política, eligió guiar al ejército hacia Cholula. Ahí tuvo la oportunidad de enaltecer su posición frente a los españoles y de demostrar su lealtad a los adoradores de la diosa Toci durante el asalto al templo de Quetzalcóatl67. Malintzin había sido recibida por Talmatecuhtli, «la mujer de un principal»68, quien le advirtió sobre el ataque que se planeaba en contra de Cortés y su gente, posiblemente después de haberla identificado como miembro de su mismo grupo. Así, la mujer que fuera usada para validar los actos del capitán y su lealtad al rey, utilizó al ejército español en un intento por cambiar la situación política de Cholula a favor de la facción olmeca xicalanga y para mandar, al mismo tiempo, un mensaje a Tenochtitlán dejando en claro que los hombres barbados no eran, en modo alguno, emisarios de Quetzalcóatl.

Soñadora y ambiciosa, Malintzin era el tertius gaudens que guiaba los procesos de relación, ya propiciando la concordia, ya balanceando las contradicciones69, y, en todo caso, eliminando los elementos incompatibles entre ambos mundos de sentido. Convocaba, mandaba, interrogaba, reclamaba, negociaba y fijaba medidas y condiciones. Mintió a unos y a otros y «les propuso a ambos el reto de convertir en verdad la gran mentira del entendimiento»70, es decir, pretendía que se interpretara la entrega de uno mismo como reto para el otro.

Ya en la capital del imperio, se dio la anunciada entrevista entre Cortés y Moctezuma. Fue un encuentro facilitado por Malintzin, quien iba descalza y vestía un huipil bordado con motivos de huacalxóchitl71. Miraba directamente al emperador mientras sus brazos descansaban cruzados en su regazo, sabedora de su influencia sobre las dinámicas de poder. Había llegado hasta ahí y ahí seguiría, en el corazón del discurso, dominando el espacio hasta el último momento del asedio final a México-Tenochtitlán.

No sé que edad tenía Malintzin cuando se unió a la expedición de Cortés, pero al poco tiempo le dio un heredero para tan vasto imperio. Más tarde se casaría y recibiría una encomienda cerca de Orizaba en gratitud por sus servicios a la Corona. Pensaría, quizás, en el camino recorrido. Después de todo, había pasado de heredera a esclava, a intérprete, mensajera y secretaria. Se había destacado en actos de estrategia militar, había sido amante del gran conquistador del Nuevo Mundo y madre de su muy querido hijo. Había reunido en su persona las características que hoy valoramos en la sociedad: belleza e inteligencia, maternidad y carrera. Le tocaría, entonces, despedirse de la vida pública y pasar un tiempo en el incipiente virreinato como la ilustre esposa del alcalde ordinario de México, Juan Jaramillo.





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