Las lecturas de Bernal -especialmente las novelas de caballerías- pueden considerarse como formas «no-Aristotélicas»153, es decir, no lineales, en las cuales los conceptos de principio, medio y fin son difíciles de aplicar. En su libro Reading in the Renaissance, Marian Rothstein considera que estos textos, cuya estructura tridimensional semeja un paseo a través del tiempo y del espacio, permiten que eventos posteriores de la narración modifiquen el entendimiento de acontecimientos previos. Así, el acomodo de los episodios requiere, por parte del lector, el desarrollo de hábitos de memoria.
Desde la leyenda de La Cava hasta El Quijote, pasando por los Amadises y La Celestina, se pueden encontrar indicios sobre la respuesta que se espera del lector. Estas indicaciones, que están presentes tanto en los textos preliminares como en la obra misma y también en los grabados e ilustraciones, funcionan como agentes visuales silenciosos que, de alguna manera, dan forma a la recepción al tiempo que hacen demandas implícitas en la memoria del lector154.
Los episodios escanciados, interrumpidos por otra línea de narración y retomados muchas páginas más adelante, requieren, también, que el lector recuerde en qué momento fue cortada la primera acción. Puede verse, entonces, que los escritores medievales y del Renacimiento exigían de sus receptores una lectura activa, creativa y dependiente de la memoria.
Los libros que posiblemente leyera Bernal utilizan también la repetición y la analogía, recursos que ejercitan la capacidad mnemotécnica al tiempo que obligan al lector a crear lazos mentales entre episodios que no comparten la misma página155. Esto genera combinaciones que enriquecen las cualidades afectivas del texto, permitiendo la formación de imágenes agentes156. La representación, en la memoria, dice Rothstein, produce una respuesta emocional que coloca en el mismo plano la memoria de lo leído y la memoria de lo vivido.
En Amadís de Gaula y en Las sergas de Esplandián, las analogías se constituyen al presentar, en el texto, al protagonista reflejando sus hazañas y experiencias en otro caballero de similar estatura, mientras que en La Celestina, los protagonistas reflejan sus aventuras en los criados. Así, el que Amadís y Galaor, su hermano, tomen parte en acciones paralelas, hace que la historia sea fácil de recordar, ya que el lector ha podido hacer conexiones mentales entre los eventos análogos.
En su libro The Book of Memory. A Study of Memory in Medieval Culture, Mary Carruthers confirma que la destreza en reproducir el contenido de la memoria era una habilidad muy apreciada incluso hasta el final del Renacimiento, y da noticia de personas capaces de recordar a voluntad tanto, como si se tratara de enciclopedias vivientes. La lectura medieval, para Carruthers, era tan activa, que no duda en considerarla como un diálogo entre la mente del lector y las voces ausentes representadas por el texto157. En este sentido, la mente del lector, habiendo almacenado recuerdos del texto, está lista para hacerlos interactuar con otros recuerdos al recibir un determinado estímulo, dando como resultado la construcción de un nuevo texto que va más allá de las palabras escritas en la página.
Volviendo a Rothstein y a su obra Reading in the Renaissance, en la que se establece que la risa es también un estímulo para la retentiva, como lo son lo extraordinario, lo increíble y lo grotesco158, queda claro que las circunstancias que rodean el nacimiento de Amadís, o la atmósfera del laboratorio de Celestina, se mantendrán frescas en la memoria del lector hasta el final del libro. En cuanto a los silencios de los personajes, la autora considera que obligan al lector a utilizar la memoria de sus propias experiencias para completar el aspecto afectivo que el autor pudiera haber omitido deliberadamente en una escena determinada159.
Por lo que respecta a las ilustraciones y grabados, Marian Rothstein considera que parte del placer de examinar estos loci de recapitulación, consiste en el re-descubrimiento de los componentes del episodio que retrata. Menciona también que al re-verbalizar los acontecimientos a partir de una imagen visual, se magnifica su retención160. Esto responde, sin duda, a la importancia que tenían las imágenes visuales en los sistemas de la memoria artificial en la Edad Media y el Renacimiento.
Se puede concluir
que la naturaleza de los libros leídos o escuchados por
Bernal exigía el uso de la memoria para recibir el contenido
de una página y relacionarlo tanto con las páginas
anteriores, como con las experiencias personales del lector.
Así, los «curiosos lectores» se convierten en un
elemento vital dentro de la dinámica narrativa; en un
elemento que (el autor asume) está preparado para participar
activamente en la creación del texto. Y cuando este lector
deviene autor, los recuerdos de sus lecturas comienzan a nutrir su
propio texto. Lo dice Cesare Segre: «La littérature se nourrit d'autre
littérature bien plus que de
realité»
161.
Por su parte, Stephen Gilman, en su artículo «Bernal
Díaz del Castillo and Amadis de Gaula», reconoce que
uno de los encantos de la Historia verdadera radica en
descubrir, dentro de la narrativa, islas de estilos familiares y
referencias literarias162.
Asegura, también, que estas islas, recreadas de manera
refrescante y expresiva en el fluir del acontecer exótico,
constituyen lo que podría ser una clase de antología
de las letras españolas163.
Si bien el Amadís habrá de ayudar a Bernal a contar lo nuevo con palabras viejas, los proverbios que, según Gilman, el capitán utiliza con tanta malicia como Fernando de Rojas o Cervantes también le serán útiles:
Por manera que Cortés lo aceptó, y aunque se hacía mucho de rogar, y como dice el refrán: «Tú me lo ruegas e yo me lo quiero». |
(Historia verdadera, p. 107). |
El estilo de las novelas de caballerías proporciona al cronista un medio de retener el pasado y abrirse al mundo nuevo. Esto se puede ver en una de los más hermosos pasajes de la literatura en español: la primera vista a Tenochtitlán. En ésta, dice Stephen Gilman, los españoles no sólo miran arrobados la ciudad, sino que ellos mismos son objeto de admiración. Los conquistadores, extáticos, se sienten envueltos en la maravilla, como si fueran, ellos también, personajes de una novela de caballerías leída por un público indígena164:
(Historia verdadera, pp. 237-238). |
En la cita anterior puede apreciarse que las novelas de caballerías aparecen en la crónica de Bernal como asociaciones espontáneas de los conquistadores; otras obras servirán de modelos estilísticos en ciertos momentos cruciales.
Carmelo
Sáenz de Santa María, en Historia de una
historia, cuenta que cuando Bernal Díaz empezó a
escribir «era cincuentón, pero
llevaba bien los años, pues tenía pocas carnes, era
austero y dormía generalmente sobre tabla. [...] Desayunaba
con chocolate, y es fácil que durante el día
repitiera la ración, pues era "adicto a esta
bebida"»
165.
Era, además, «buen comedor, se le
nota la fruición con que repite de memoria el menú de
los banquetes de Aigües Mortes. De bebida no sabemos nada
[...] porque el vino en aquellos tiempos estaba muy
caro»
166.
El conquistador, vuelto cronista, «sabía escribir con letra suelta y clara,
como correspondía a un buen "medinés"»
, y,
se «sentía orgulloso -y con
razón- de haber participado en la magna epopeya mexicana;
quería que sus hijos se sintieran tan orgullosos como
él»
167.
Bernal había tenido nueve hijos nacidos en el seno de su
matrimonio con Teresa Becerra, y tres más habidos de una o
varias indias solteras.
La Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España muestra un
Bernal simpático al servicio de Dios y de sus reyes. En
ella, dice Sáenz de Santa María, Bernal traduce los
itinerarios «al lenguaje humano del
frío, del calor o del cansancio, y etapas que no despiertan
en él sensaciones características corren peligro de
desaparecer de su memoria»
168.
La historia de doña Marina es una que el cronista recuerda
bien. Incluso, parece ser uno de esos relatos que, al conformar una
unidad en sí mismos, tienen vida propia e independiente de
la narración principal169.
En su artículo «Bernal Díaz del Castillo
cuentista: La historia de doña Marina», Sonia Rose de
Fuggle considera que esta mujer «irrumpe
en la narración [...] cuando Bernal Díaz la hace
salir del anonimato de un botín de guerra, caracterizando su
natural calidad moral con un comentario auctorial y anticipando su
conversión»
170.
Bernal se refiere específicamente a los sucesos ocurridos el
15 de abril de 1519, cuando los conquistadores recibieron la visita
de los nobles tabasqueños que les ofrecieron
(Historia verdadera, p. 87). |
Malintzin es,
desde ese momento, «una muy excelente
mujer»
a quien Bernal valora al punto de otorgarle el
«doña» en un momento en que ni siquiera
Cortés mismo llevaba el «don». Después de
esta introducción, y a lo largo del capítulo XXXVII,
Bernal, por medio de una digresión, se propone narrar la
historia de tan notable personaje. Esta desviación
manifiesta el gusto que le proporciona hablar de ella:
Antes de que más meta la mano en lo del gran Moctezuma y su gran México, y mexicanos, quiero decir lo de doña Marina. |
(Historia verdadera, p. 91; las cursivas son mías). |
Bernal no tiene
que hablar de Malintzin, elige hacerlo porque disfruta narrando su
historia y porque se deleita en sus memorias. Además, a fin
de reconocerle un nacimiento noble, Díaz del Castillo
advierte que «desde su niñez fue
gran señora de pueblos y vasallos»
(Historia
verdadera, p. 91). Por su
parte, Sonia Rose añade que el capitán reconoce en
doña Marina tanto grandeza espiritual como virtud; ambas
resultado de «su alta cuna, calidad
natural de su persona que la hace terreno fértil para la
semilla del cristianismo»
171.
En cuanto al resto de la historia, cuenta Bernal que
(Historia verdadera, p. 91). |
Con el tiempo,
estos indios de Xicalango entregarían la niña a los
de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés. De esta forma,
«sirviéndose del resumen,
Díaz del Castillo se concentra en la anécdota
principal: cómo, al ser vendida por su madre, doña
Marina perdió el cacicazgo que le correspondía y fue
esclava hasta ser redimida por
Cortés»
172.
Adicionalmente, Bernal incluye información que sólo
un testigo de los hechos podría poseer:
Y conocí a su madre y a su hermano de madre, que era ya hombre y mandaba juntamente con la madre a su pueblo [...] se llamó la vieja Marta y el hijo Lázaro. |
(Historia verdadera, p. 91). |
El capitán Díaz del Castillo conoce a la familia de doña Marina
(Historia verdadera, pp. 91-92). |
Los conquistadores
sabían ya, por doña Marina, que era originaria de
aquella provincia, y al ver a la vieja, «conocieron que claramente era su hija, porque
se le parecía mucho»
(Historia verdadera,
p. 92). Este encuentro pone a
prueba la nobleza del origen de Malintzin y su realización
plena una vez convertida a la religión cristiana. Frente a
su madre temerosa, y al hijo de ésta
así como los vio llorar, la doña Marina, los consoló, y les dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango, que no supieron lo que se hacían y se lo perdonaba. |
(Historia verdadera p. 92). |
Demostrando bondad
y generosidad de espíritu, Malintzin habla con su madre de
«cómo Dios le había hecho
mucha merced en quitarla de adorar ídolos ahora y ser
cristiana»
(Historia verdadera, p. 92), y les comunica que tiene un hijo de
su amo y señor Cortés, y que está casada con
un caballero. Les asegura que
aunque la hiciesen cacica de todas cuantas provincias había en la Nueva-España, no lo sería, que en más tenía servir a su marido e a Cortés que cuanto en el mundo hay. |
(Historia verdadera, p. 92). |
Bernal cierra la historia de doña Marina cancelando toda posibilidad de duda con las siguientes palabras:
Y todo esto que digo se lo oí muy certificadamente, y así lo juro, amén. |
(Historia verdadera, p. 92). |
El cronista ha
construido un personaje «marcado por el
infortunio»
, cuyos años de cautiverio «son la espera de la llegada de aquél que
la redimirá y hará que cambie su suerte. De él
recibirá un nombre, un hijo, y un esposo que velará
por ella»
173.
Bernal Díaz, concluye de Fuggle, crea a doña Marina,
«de buen parecer, entremetida y
desenvuelta»
(Historia verdadera, p. 93), a su imagen y semejanza,
dotándola de «un porte
bíblico, de una voz magdalénica y de un pasado
occidental»
174.
En resumen, el cronista ha trazado un perfil que levanta sospechas
al dejar entrever los motivos comunes de la literatura vulgar del
medioevo y de los grandes descubrimientos.
Leonardo Olschki, en su libro Storia letteraria delle scoperte geografiche. Studi e ricerche, manifiesta que Bernal se acerca, entre otras figuras, a la heroína sarracena de la poesía épica medieval y, de manera especial, a Bramimonda de la Canción de Roldán, quien abraza con similar pasión la fe cristiana y la causa de los vencedores175. La infiel de alto linaje destinada al bautizo y al matrimonio con un héroe cristiano, dice Olschki, es una figura común en la poesía medieval cuya fama se perpetúa a través de los cantares del siglo XIV, y cuya dignidad y nobleza son consideradas como un indicio de su conversión176.
El motivo del reencuentro familiar y el perdón inmediato formaban, también, parte de los atractivos relatos de carácter popular, y fueron difundidos con innumerables variantes. De acuerdo con el autor de la Storia letteraria, Bernal, quien ha traído a la memoria episodios bíblicos, además de motivos medievales, para narrar la historia de doña Marina, parece sorprendido ante la similitud de su historia con la de José:
Y esto me parece que quiere remedar a lo que le acaeció con sus hermanos en Egipto a Josef, que vinieron a su poder cuando lo del trigo. |
(Historia verdadera, p. 92). |
Olschki, como lo hará después Leonard, se detiene en las palabras que Hernán Cortés dirige a sus soldados en el capítulo que precede la historia de doña Marina para dejar en claro la influencia de la literatura en los conquistadores:
Dénos Dios ventura en armas como al paladín Roldán; que en lo demás [...] bien me sabré entender. |
(Historia verdadera, p. 91). |
Cortés, concluye Leonardo Olschki, quiere emular la gesta de Roncesvalles y está listo a sacrificarse, como Orlando, por su rey y por su fe.
Al igual que un
gran número de historias verdaderas y fingidas, la
Crónica del Rey don Rodrigo emplea fórmulas
verbales para enlazar los distintos episodios de su
narración. James D. Fogelquist, en su estudio preliminar a
la obra de Pedro de Corral, menciona la clasificación que de
estas fórmulas hace Frida Weber de Kurlat, quien las
clasifica en dos grupos177.
En un primer grupo coloca las fórmulas que sirven para
establecer el «nexo interno»
de la historia, para resolver el problema de las acciones
simultáneas de los distintos personajes y para marcar el
desplazamiento local. A este grupo pertenecen frases como «Dejemos a... e tornemos a...»
o
«Agora dexémos de fablar de... e
tornemos a contar de...»
. Las fórmulas verbales de
la segunda categoría establecen lo que Weber llama «el nexo externo»
, es decir, el
contacto entre el narrador y su público. En esta
clasificación están incluidas advertencias del tipo
«agora vos diré...»,
«agora veredes...», «sabed que...»,
«e agora dezirvos he...»
.
En su Historia
verdadera, Bernal hace uso frecuente de ambas clases de
fórmulas, posiblemente siguiendo el modelo de Pedro de
Corral, quien en su Crónica sarracina habría
llevado «hasta sus últimas
consecuencias el empleo de la estructura, la técnica
narrativa y los motivos temáticos de la narración
historiográfica para crear el armazón de un relato
que expondría la preponderancia de lo imaginativo sobre lo
verdadero»
178.
Fogelquist considera que la frecuencia con que la
Crónica del Rey don Rodrigo se halla citada por
historiadores de la segunda mitad del siglo XV como fuente
historiográfica legítima atestigua la eficacia con la
que Corral imita la crónica.
Sin embargo, no es sólo el modelo narrativo lo que Bernal recuerda de la leyenda de la pérdida de España: en su memoria parece estar también la infancia de Florinda, noble hija del Conde don Julián, criada en la corte de Toledo, y la traición del Rey don Rodrigo, a cuyo cuidado había sido entregada. Estos dos eventos orillan a la Cava a aliarse, por medio de su padre, con los enemigos de su fe y de su patria, quienes resultarán, finalmente, vencedores en la Conquista de España. Acaso un reflejo de Florinda, Malintzin, hija de caciques y señora de vasallos, y traicionada por el egoísmo de su padrastro, se convierte en aliada de un grupo de cristianos venidos del agua que terminarán coronándose como los héroes de la Conquista de la Nueva España.
Mary M. Gaylord,
en «Spain's Renaissance
Conquests and the Retroping of Identity»,
comenta que, de acuerdo a la leyenda, la belleza seductora de la
Cava y la trasgresión del Rey don Rodrigo le costaron al
reino cristiano ocho siglos de reinado infiel179.
Por su parte, Juan F. Maura, en su artículo «Leyenda y
Nacionalismo: alegorías de la derrota en La Malinche y
Florinda "La Cava"», señala que las dos figuras,
«por su valor nacional, y por lo que
representan como justificación de las derrotas ocurridas a
los dos pueblos en determinados momentos de la historia, han
cobrado un relieve muy superior al que en otras circunstancias
habrían tenido»
180.
Florinda, dice Maura, es considerada culpable y responsable de la
pérdida de España, mientras que la Malinche es
culpable y responsable de la pérdida y derrota del pueblo
mexicano. Ambas figuras representan, al día de hoy, la
traición y la deshonra de sus propios pueblos a pesar de que
fueron ellas, más bien, las víctimas de la
traición181.
Finalmente, en
«Mapping the Identity in the Captive's Tale: Cervantes and
Ethnographic Narrative»
, Diane E. Sieber confirma
la relación, sugerida en El Quijote, entre la Cava
y Zoraida. Sieber recuerda que Agi Morato asocia a su hija con la
hija del Conde don Julián al acusarla de buscar, en
España, un ambiente moralmente laxo182.
Se mencionó ya que las novelas de caballerías aparecen en la crónica de Bernal como asociaciones espontáneas de los conquistadores, y se anticipó que otras obras servirían de modelo estilístico en ciertos momentos cruciales. Una de ellas podría ser La Celestina, cuyo eco, claramente audible en la Historia verdadera, parece haber sido rescatado por Bernal de manera más consciente.
Stephen Gilman, en «Bernal Díaz del Castillo and Amadis de Gaula», menciona que, en ocasiones, la naturaleza de la conversación inspira al cronista a darle un toque celestinesco a su narración. Para explicar lo anterior, hace referencia a los eventos de Cholula: es de noche y los conquistadores se encuentran en la villa de camino a la capital; el aire está cargado de sospecha, y una vieja india que trata de arreglar un matrimonio ventajoso para su hijo llama aparte a doña Marina y le confiesa que se planea una conspiración contra los españoles. Malintzin responde tratando de dilatar el momento:
(Historia verdadera, p. 219). |
Más adelante, doña Marina cae de nuevo en el mismo estilo:
(Historia verdadera, p. 220). |
Claramente, Bernal recuerda las conversaciones femeninas de La Celestina y recrea el estilo de su diálogo para fijar la imagen de manera que el lector pueda reconocerla fácilmente, ya que el cronista necesita actualizar no sólo el significado, sino la situación en sí misma. El disimulo de Doña Marina, dice Gilman, y el deseo taimado de la vieja pueden ser reflejos de la obra de Fernando de Rojas183. Nótese el parecido entre las citas anteriores y el siguiente diálogo de Melibea y la alcahueta:
CELESTINA.- Pues si tú me das licencia, direte la necesitada causa de mi venida, que es otra que la que fasta agora as oýdo, y tal que todos perderíamos en me tornar en balde sin que le sepas. |
MELIBEA.- Di, madre, todas tus necesidades; que si yo las pudiera remediar, de muy buen grado lo haré por el passado conocimiento y vecindad que pone por obligación a los buenos184. |
Además de doña Marina, el estilo celestinesco toca también a Hernán Cortés. Otra reminiscencia que, según Gilman, es más que mera coincidencia ubica al conquistador considerando los peligros que representaría el no seguir su camino a México. Cortés sospecha que, de quedarse donde están, la situación política se volvería en su contra:
(Historia verdadera, p. 180). |
Gilman se pregunta si éste es Cortés en camino a Tenochtitlán, o si es Celestina andando hacia la casa de Melibea:
¡En qué lazo me he metido! [...] ¿Qué haré, cuytada, mezquina de mí, que ni el salir afuera es provechoso ni la perseverancia carece de peligro? Pues, ¿yré o tornarme he? [...] Y su amo Calisto, ¿qué dirá, qué hará, qué pensará sino que ay nuevo engaño en mis pisadas [...]. ¿Qué todas éstas eran mis fuerças, saber, u esfuerço, ardid y ofrecimiento, astucia y solicitud? [...] ¡Pues triste yo! ¡Mal acá, mal acullá; pena en ambas partes!185 |
En su
prólogo a Los quatro libros del virtuoso caballero
Amadís de Gaula, Garci Rodríguez de Montalvo
diferencia los diferentes tipos de historias en función de
la verdad que reflejan: habla de historias verdaderas en las que no
se puede dudar de los sucesos relacionados con el esfuerzo del
corazón, menciona también las historias
semi-verdaderas que incluyen algunas exageraciones producto de la
fantasía de los autores, y, por último, se refiere a
las historias fingidas en las que «se
hallan cosas admirables fuera del orden de natura, que más
por nombre de patrañas que de crónicas con mucha
razón deven ser tenidas y llamadas»
186.
Bernal elige el título de Historia verdadera para una crónica que habrá de recurrir una y otra vez a los libros de caballerías en un esfuerzo por contar lo nuevo con palabras viejas. Su búsqueda, tanto de verdad como de claridad, involucra a los lectores en un relato laberíntico en el que el pasado, el presente y el futuro parecen mezclarse siguiendo la estructura no-aristotélica del género.
En la crónica bernaldiana, Doña Marina aparece como una construcción discursiva de verdad histórica y, sin embargo, su descripción se asemeja grandemente a la historia de Amadís, cuya verdad es ficción pura:
Perión, rey de Gaula, conoce en una de sus aventuras a Elisea, hija del rey Garinter. Fruto de ese amor furtivo nace Amadís, que es arrojado a un río para salvar el honor y la vida de la infanta, pero es recogido en el mar por un caballero de Escocia187. |
En la corte de Escocia conoce al rey de la Gran Bretaña y a su hija Oriana, a cuyo servicio es entregado. Desde ese momento, y durante todo el relato, se suceden mil aventuras y combates que brindan al héroe la oportunidad de manifestar la grandeza de su origen y su lealtad inquebrantable para recuperar su lugar como hijo de reyes.
Ambos personajes, abandonados cuando niños y criados fuera de sus tierras, son entregados al servicio de un tercero, de quien reciben una recompensa amorosa toda vez que han trascendido su condición actual. Por otro lado, tanto Malitzin como Amadís tienen un reencuentro con sus familias. Este acontecimiento, conocido como «anagnórisis», aparece con frecuencia en los cuentos de hadas y las novelas de caballerías, y es un recurso retórico relacionado tradicionalmente con la epopeya.
Se puede afirmar que los dos personajes cumplen con las más de las condiciones que definen el mito: abandono del héroe desde la infancia, traspaso de umbrales, triunfo en pruebas sobrehumanas, reconocimiento por los padres, recompensa amorosa, restauración del orden en el mundo y, desde luego, descendencia188 (en este caso, Don Martín Cortés y Esplandián, ambos separados de sus padres desde muy niños).
En su Historia
de la literatura hispanoamericana, Enrique Anderson Imbert
menciona que los relatos de caballeros andantes en tierras
encantadas exaltaron la imaginación de los conquistadores en
una época en que todo libro impreso tenía el
prestigio de la verdad, y movieron sus ánimos a empresas
heroicas, con la esperanza de encontrar tesoros, maravillas y
aventuras gloriosas189.
Muchos, dice Irving Leonard, eran «los
mitos que perturbaban la mente del conquistador y de sus
contemporáneos mientras se lanzaban a la aventura por el
mundo que acababa de descubrir Colón; pero el que les
perseguía de modo más persistente era la leyenda de
las amazonas»
190.
El mito, originado en los tiempos de los griegos, «persistió a través de la Edad
Media y fue ganando fuerza al tiempo que viajeros como Marco Polo,
Sir John Mandeville y Pero Tafur difundieron sus viajes por remotas
tierras»
191.
La creencia, entre los conquistadores en el Nuevo Mundo, era que
las amazonas se habían avistado o podrían avistarse
en cualquier momento.
Las Sergas de
Esplandián, fuente de inspiración para los
soldados españoles, permitió que la leyenda cobrara
nueva vida. En el capítulo CLVII, Rodríguez de
Montalvo cuenta que «a la diestra mano
de las Indias ovo una isla llamada California [...] la cual fue
poblada de mugeres [...] de valientes cuerpos y esforçados y
ardientes coraçones, y de grandes
fuerças»
192.
Calafia, señora de esta gran isla, después de ser
vencida, cae cautiva de Esplandián y de su padre. Aunque
enamorada del héroe, accede a casarse con quien él
escoge para ella y se convierte a la religión cristiana:
Y seré christiana, porque como yo aya visto la orden tan ordenada de vuestra ley, y la gran desorden de las otras muy bien claro se me muestra ser vosotros seguida la verdad, y por nosotros la mentira y falsedad193. |
Al igual que sus compañeros conquistadores, Bernal anhela el encuentro con las amazonas y, de alguna manera, parece ver rasgos de ellas en Malintzin, quien al igual que la reina de la ínsula de California tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España194. Bernal recuerda
cómo doña Marina con ser mujer [...] qué esfuerzo tan varonil tenía [...] jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer. |
(Historia verdadera, p. 172). |
Entregada a los
españoles como parte de un presente de guerra, la Malinche
abraza el cristianismo y, más tarde, a pesar de haber estado
relacionada amorosamente con el conquistador Hernán
Cortés, acepta el marido que éste le entrega. Cabe
mencionar que tanto Cortés como Esplandián eligen
caballeros nobles para estas conversas valientes y esforzadas.
Calafia se desposa con Talanque, primo de Esplandián, hijo
del rey de Sobradisa, «que muy grande
era de cuerpo, y muy hermoso»
195
y Marina, por su parte, contrae nupcias con un hidalgo y
capitán de bergantín «que
se decía Juan Jaramillo»
(Historia
verdadera, p. 92).
Malintzin y
Calafia, «no sabiendo ella qué
cosa eran christianos, ni teniendo noticias de otras
tierras»
196,
caen presas del deseo despertado por la extrañeza. Este
deseo se transforma en un espacio sin reglas fijas, en un lugar
«que hace posible vivir deseos
incumplidos que eran imposibles»
197
tanto en la mágica California, como en la América
indígena antes del contacto con los cristianos.
Después de todo, dice Lacan, «el
deseo es el deseo del otro»
198.
Ya se mencionó que Bernal no pudo haber leído El Quijote mientras escribía su Historia, y que Cervantes muy difícilmente pudo haber tenido acceso al manuscrito del conquistador. Ahora bien, la cita que sirve de introducción a la vida del capitán Díaz del Castillo en el tercer capítulo de este estudio, y que parece describirlo con asombrosa precisión corresponde, en realidad, el retrato que Cervantes traza para presentar al historiador Cide Hamete Benengeli199.
Por otra parte, el relato de El Cautivo en la obra de Cervantes se sostiene, al igual que la Historia verdadera, sobre un eje histórico y otro fabulado200. Ambos conforman las biografías del capitán Pérez de Viedma y del capitán Díaz del Castillo a partir de una amalgama de fragmentos historiográficos, de elementos biográficos y de hechos alterados con verosimilitud bajo la influencia de ciertos arquetipos literarios, de los cuales descienden201. Tanto Ruy Pérez como Bernal Díaz interpretan una cultura ajena para un auditorio español: los huéspedes de la venta, en el caso del primero, y los lectores peninsulares, en el caso del cronista de Medina del Campo. Ambos capitanes cuentan, también, la historia de mujeres singulares que, perteneciendo a tierras diferentes y a distinta religión, se convierten al cristianismo y colaboran con quienes podrían considerarse enemigos de su patria y de su fe. Bernal y Ruy deben asumir la autoridad de intermediarios capaces de construir a estas mujeres al relatar sus propias historias.
Malintzin, al igual que Zoraida, es construida por un narrador masculino y, como ella, depende de un hombre que siendo diferente racial, ideológica y religiosamente, depende, a su vez, de ella. Las dos mujeres trascienden las fronteras del lenguaje y aparecen como locus temático y geográfico que interrumpe el orden simbólico que las contiene202. Son un conglomerado de signos en conflicto: doña Marina se transforma hasta presentar a los ojos de los indios la imagen del exotismo, tal como la reproducen los tlacuilos de Durán al vestirla a la usanza europea, con la falda larga, blusa de mangas acuchilladas y el cabello rubio. En cuanto a Zoraida, su persona causa tal extrañeza, que los visitantes de la venta se ven en la necesidad de pedir una aclaración:
-Decidme, señor -dijo Dorotea-: ¿esta señora es cristiana o mora? Porque el traje y el silencio nos hace pensar que es lo que no querríamos que fuese203. |
Zoraida, al igual que Malintzin, desafía su identidad. Malintzin, al igual que la hija de Agi Morato, es un signo que fluctúa entre la historia y la ficción, entre el lenguaje socio-económico del poder y el lenguaje silencioso del deseo204.
Los conquistadores, al encontrarse en un mundo cuyos referentes no coinciden con los de su realidad, intentan actualizar mitos clásicos al tiempo que emplean los modelos que les proporciona el mundo imaginario de los libros de caballerías205.
Pareciera que los
relatos de la conquista, aún sin buscarlo, terminaron
contando una leyenda, una historia real pasada por un proceso de
ficcionalización. Pupo-Walker comenta que los cronistas de
América crean lazos que unen lo nuevo con algo previo
buscando «confirmar en tierras
americanas, los mitos y las creencias de la
antigüedad»
206.
Por su parte, Alejo Carpentier considera que abrir la Historia
verdadera de Bernal Díaz del Castillo es
encontrarse
con el único libro de caballería real y fidedigno que se haya escrito -libro de caballeriza [sic] donde los hacedores de maleficios fueron teules visibles y palpables, auténticos los animales desconocidos, contempladas las ciudades ignotas, vistos los dragones en sus ríos y las montañas insólitas en sus nieves y humos. Bernal Díaz, sin sospecharlo, había superado las hazañas de Amadís de Gaula [...]. Había descubierto un mundo de monarcas coronados de plumas de aves verdes, de vegetaciones que se remontaban a los orígenes de la tierra, de manjares jamás probados [...]207 |
Y dentro de este
mundo ha encontrado también una «tan excelente mujer y buena lengua [...] que
tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios de
toda la Nueva España»
, «una mujer entremetida y desenvuelta, gran
cacica e hija de grandes caciques y señora de
vasallos»
(Historia verdadera, 92 y 89
respectivamente).
La Malinche, parte del discurso construido a partir de las cartas, los códices, las crónicas, las ilustraciones, los informes y las relaciones que integran «nuestra historia», se ha instalado como pilar de una ideología que opera mediante la confusión que genera su figura y se ha mantenido, desde la Conquista, como un mito inacabado. Incluso su nombre participa en la confusión: a la fecha, los historiadores no han podido establecerlo con certeza. «Malintzin» parece haber derivado de «Marina», nombre que le fue impuesto en el bautizo, y el sobrenombre de «Malinche», que hace referencia a Cortés, empieza a usarse en relación con ella sólo después de su muerte. Difícil también es comprender su estatus social y el entorno de su procedencia.
La polémica a partir de este personaje se da tanto entre los cronistas españoles como entre los indígenas que la mencionan. La configuración de su identidad parece haber derivado de la imaginación de quienes intervinieron en su creación: además de las fuentes referidas en este estudio, Andrés de Tapia, Bernardino Vázquez de Tapia, Francisco Aguilar, el autor anónimo de Tlatelolco, fray Bartolomé de las Casas, el oidor Alonso de Zorita, Diego Muñoz Camargo, fray Juan de Torquemada y Domingo Chimalpain se cuentan entre quienes durante dos siglos contribuyeron en la construcción de un discurso contradictorio en torno a la compañera del imperio.
La opinión
generalizada apunta a que es Bernal Díaz del Castillo quien
realmente hace de Malintzin una figura histórica. Sin
embargo, en el caso del capitán medinés, el discurso
está construido a partir de la tradición literaria
europea de estilo caballeresco. Bernal utiliza con frecuencia el
superlativo característico de la novela de
caballerías, al tiempo que toma el todo y lo decanta en
enunciados desarrollados al máximo con la finalidad de
magnificar el asombro («muy ricamente
labrada», «todo lleno de piedras ricas»,
«tambor muy grande en demasía»
, etc.)208.
El cronista retrata en sus episodios a los caballeros que gestan la
proeza de la conquista de México, a quienes corresponde
«una dama [...] de novela de
caballerías con naturales cualidades morales y excelencias
de toda índole»
209.
Bernal Díaz
visita sus lecturas y, con base en sus recuerdos, propone para
sí y para sus lectores y oidores una dama capaz de intuir el
momento histórico que le tocó vivir. Una mujer
inteligente, incansable, sagaz y fiel. El capitán compone a
Doña Marina, «la única
intérprete posible en una relación de
interlocución entre [...] dos códigos
heterogéneos»
210,
y ella, con su talento, asume el poder de «administrar no sólo el intercambio de
unas informaciones que ambas partes consideraban valiosas sino la
posibilidad del hecho mismo de la comunicación entre
ellas»
211.
Celestina asumió también este poder y, antes que
ella, la Cava Florinda hizo lo propio.
No es de extrañar que en la memoria del capitán los acontecimientos reales se mezclen con algunas escenas de ficción. Después de todo, los libros de Bernal intentaban enriquecer las cualidades afectivas del texto de forma que la memoria de lo leído y la memoria de lo vivido terminaban por colocarse en el mismo plano. Así encontramos en la historia de Malintzin elementos de novelas de caballerías y de la poesía medieval. La Marina de Bernal puede verse como una creación literaria sustentada en los motivos comunes de la literatura del medioevo y de los grandes descubrimientos.
Lo innegable es
que esta figura legendaria tuvo un acceso privilegiado «al núcleo en el que se definen las
posibilidades y los límites de la comunicación humana
como instancia posibilitante del sentido del mundo de la
vida»
212,
haciendo posible el acuerdo que necesitaban los conquistadores para
tener éxito en tan grande empresa, «la mayor cosa después de la
creación del mundo»
213.
Códice florentino
En la costa veracruzana, en abril de 1519, Malintzin
interpreta para un indígena. Los españoles
escriben
atentamente en un papel lo que ella les dicta
Códice florentino
Malintzin luce un espléndido traje durante el primer
encuentro entre Moctezuma y Cortés, en noviembre de
1519. Lleva el cabello recogido en trenzas que forman un
molote sobre la parte superior de la cabeza, reproduciendo
la forma más característica del glifo
«mujer».
Códice florentino
Desde la azotea, Malintzin exige perentoriamente a los
mexicas que traigan comida para los españoles; las
volutas
de la palabra salen de su boca y parece tratar de persuadir
con los ademanes de sus brazos.
Códice florentino
Malintzin interpreta para Cortés.
Manuscrito del aperreamiento
(Detalle)
La imagen muestra a Cortés haciendo con sus dedos la
señal
de reunión y a la Malinche desplegando un rosario. El
cabello de Malintzin está trenzado, mas no recogido sobre la
cabeza.
Códice de Tizatlán
(Detalle)
Cortés recibe obsequios de la delegación de
señores de las
cuatro cabeceras y Malintzin, quien aparece de pie, recibe la
dádiva de las hijas nobles.
Lienzo de Tlaxcala
(Detalle)
Malintzin aparece en gran parte de la narrativa del Lienzo
de
Tlaxcala con una figura más «femenil»
según la estética
importada. Lleva siempre el cabello suelto y al hombro.
Lienzo de Tlaxcala
(Masacre de Cholula)
Malintzin aparece detrás de la ofensiva integrada por
el
ejército español y la facción olmeca que se
había unido a
Cortés en el asalto al templo de Quetzalcóatl.
Códice de Tlaxcala
Las figuras españolas e indígenas adquieren poses y
gestos
occidentales. Malintzin aparece, detrás de Cortés,
con el cabello largo
y suelto.
Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme
(Tlacuilos de fray Diego Durán)
Malintzin aparece vestida a la usanza europea, con la falda
larga,
mangas acuchilladas y el cabello rubio.
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