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ArribaAbajo- XXV -


Adiós para siempre

A Carolina.




      Por que no infiel juzguéis a mi memoria,
aunque os digo, por siempre, al huir de vos,
la eternamente lamentable historia
vais a escuchar de mi primer adiós.

   «Era una niña como vos afable,
lozana, y pura y celestial cual vos.»
¡Quién, al dejar a un ser tan adorable,
podrá decirle: ¡Para siempre adiós!

   «Partí... y la fama me contó su muerte,
¡Guárdeos el cielo de su suerte a vos!
Y al recordar su abominable suerte,
dejad que os diga: ¡Para siempre adiós!

   Pues siempre, herido de dolor tan fiero,
desde aquel día, como ahora a vos,
a cuantos seres con el alma quiero,
¡Adiós, les digo, para siempre adiós!






ArribaAbajo- XXVI -


Beneficios de la ausencia


    Agur, Irene; hasta cuándo,
no te lo podré decir;
por Dios, que al verme llorando,
ganas me dan de reír.
      ¡Quién creyera,
flor de mi natal ribera,
que si lloro a los dos pasos,
me reiré a los tres escasos!
Esto me recuerda, Irene,
      que algún día
leí contigo una Higiene
       que decía
que, conforme a la experiencia
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia
que cura males de amor.

   Ya te escribiré, mi bien,
cuantas penas me atormenten,
aunque; a ojos que no ven,
corazones que no sienten.
      ¡Qué infinito
será tu amor... por escrito!
Mas dice Santo Tomás
que ver y creer, y nomás.
Este refrán no te corra,
      advirtiendo
que el tiempo todo lo borra,
      y sabiendo
que, conforme a la experiencia
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia
que cura males de amor.

   -¡Qué yertas son las francesas!-
te diré todos los días;
-¡qué heladas!- si son inglesas;
y si italianas, -¡qué frías!
      Y entretanto
mil y mil serán mi encanto.
¡Ah, cubren tanta ficción
las alas del corazón!
Hermosa Irene, ten calma.
      ¿Por qué lloras?
No llores, prenda del alma,
   pues no ignoras
que, conforme a la experiencia
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia
que cura, males de amor.

   Parto por fin, ya amanece;
adiós, alma de los dos;
ruega a Dios que no tropiece
por esos mundos de Dios.
      Si hoy te adoro
con la obstinación de un moro
tal vez me ablande mañana
el fuego de otra cristiana.
Sí, que aunque este amor es cierto,
      ¡ay! presumo
que el amor de un ido o un muerto
   siempre es humo;
pues, conforme a la experiencia
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia
que cura males de amor.






ArribaAbajo- XXVII -


El amor inmortal

    ¡Atrás! que ya los altares
velan las sombras profanas,
y al vulgo de estos lugares
lo llaman a sus hogares
con su oración las campanas.
   ¡Atrás! y no en loco tema
traigas revuelta en la falda,
símbolo de tu fe extrema,
esa florida guirnalda
de tus amores emblema.
   Torna, loca, a tu alquería,
porque, si bien lo contemplo,
es necio, por vida mía,
dejarme así cada día
lleno de hierbas el templo.
   -He de ver su sepultura,
pese a sus iras crueles,
pues bien nos predica el cura
que nunca el Dios de la altura
cierra su casa a los fieles.
   -Así te azucen traidores
alguna vez sus mastines,
por tus ofrendas de amores,
los dueños de los jardines
en donde robas las flores.
   Y pues que en tal desacierto
sigues con cordura poca,
quédate ahí, y ten por cierto
que gana muy poco un muerto
con la oración de una loca.-
   ¡Cuitada, que en su quebranto
no halla en la tierra consuelo,
lo busca en el cielo santo,
y sordo también el cielo
las puertas cierra a su llanto!
   Huye, niña, que a esa puerta,
entre nocturnos reflejos,
pareces ya de una muerta
la sombra que vaga incierta
llorando gustos añejos.
   Huye, que de amor ajena,
como a imagen de la muerte,
llamándote el alma en pena,
de horror la comarca llena
cierra las puertas al verte.
   ¡Pobre loca, que en su intento,
sin que de su afán se corra
ama con ardor violento
memorias que el tiempo borra,
cenizas que lleva el viento!
   ¡Oh, muy loca es quien no ha oído,
porque escarnecerla puedan,
que en este mundo fingido
sólo pagan con olvido
a los que van, los que quedan!






ArribaAbajo- XXVIII -


Buenas cosas mal dispuestas

Epístola a Emilia.




(Sátira contra el género humano)

Verdadera miseria es vivir en la tierra. Cuando el hombre quiere ser más espiritual, tanto le será más amarga la vida; porqué siente mejor, y ve más claro los defectos de la corrupción humana.


(Kempis, lib. I, cap. XXII)                




Introducción

    Del hombre, Emilia, las virtudes canto,
aunque al hombre al cantar, siempre sin calma,
cayendo está sobre mi risa el llanto.
   Dicen que lleva la moral la palma
con el físico el alma comparando,
mas tan ruin como el cuerpo tiene el alma.
Perdonad mi opinión los que llamando
al hombre la mejor de las conquistas,
un culto le rendís; ¡culto nefando!
   Hablo con vos, ilusos moralistas,
con vos, factores de virtudes, hablo,
que en el hombre miráis cosas no vistas.
   Vos, alzando un aurífero retablo,
ponéis al hombre en preeminente nicho,
siendo digno de altares como el diablo.
   Vos, que le amáis por bárbaro capricho,
sois, su hipócrita instinto disculpando,
más hipócritas que él: lo dicho, dicho.
   Vos, al hombre en vosotros adorando,
vivís, amantes de vosotros mismos,
la humanidad falaces incensando.
   ¡Huid con tan revueltos silogismos
a la luz con que alumbro temerario
del corazón los múltiples abismos!
   Derrocad por pudor vuestro escenario,
o, agitado a mi voz el pueblo, arguyo.
que os romperá en la frente el incensario.
   Mas ya de vos, sin ahuyentaros, huyo,
porque, altivo, desprecio a los histriones,
y en santa paz mi introducción concluyo.
   Cuando, cual don de sus mejores dones,
Dios hizo al hombre, le adoptó por hijo,
y en su afán le colmo de bendiciones.
Y en cuanto al hombre su Señor bendijo,
-si ennobleces con esto tu existencia,
serás mi ser más predilecto-, dijo.
   Y en prueba de inmortal munificencia
echó a sus pies con paternal contento
la fe, el amor, la gloria, la conciencia,
el honor, la virtud, el sentimiento.


- I -

El sentimiento

¿Qué dirás que hizo el hombre, aún inocente,
al verse de virtudes opulento?
(No te rías, Emilia.) Lo siguiente:
   Al sentimiento se acercó al momento,
y echando al corazón enhoramala,
se colocó en la piel el sentimiento.
   La aprensión, vive Dios, no fue tan mala,
porque en su alma el dolor jamás se ceba,
pues siempre fácil por su piel resbala.
   Así el dolor de la más triste nueva,
si un aire se lo trae, cuando pasa,
otro aire, cuando pasa, se lo lleva.
   Y así el alma en sentir es tan escasa,
cuando antes, por la piel, el sentimiento
con ímpetus brutales no traspasa.
   ¡Ay, por eso se olvidan al momento
al muerto padre, que a llorar provoca,
la ausencia de un amigo y de otros ciento!
   Y así el alma en su fondo nunca toca
la lumbre de unos ojos que se inflaman,
el regalado aliento de una boca.
    Y por eso nunca oye a los que la aman,
cuando, con voces de dolor gimiendo,
del corazón contra las puertas llaman.
   Y solamente con la piel sintiendo,
al hombre vil con corazón vacío
(de golpes y estocadas prescindiendo),
sólo le afectan el calor y el frío.
   ¿Lo has oído, bien mío?
¡Sólo le afectan el CALOR y el FRÍO!


- II -

La conciencia

   El hombre, por su infamia o su inocencia,
se puso en el estómago, y no es broma,
la augusta cualidad de la conciencia.
   Por su conciencia el hambre a veces toma,
y por eso en el hombre nadie extraña
que su deber olvide porque coma.
   ¡El alma enciende, en implacable saña,
ver la conciencia a la opresión expuesta
de un atracón de trufas y Champaña!
   En alta voz mi corazón protesta
contra esta rectitud del hombre fiero,
puesto que de él la rectitud es esta.
   ¿Quién espera en la fe de un caballero,
si otro contrario regaló su panza
(hablo siempre en metáfora) primero?
   ¿Quién verá sin impulsos de venganza
que un cuarterón de... (cualquier cosa) inclina
de la justicia la inmortal balanza?
   ¡Mísera humanidad, a quien domina
ya, de una poma la frugal presencia,
ya el aspecto vulgar de una sardina!
   Jamás un noble escucha con paciencia
que llame a su despensa algún ricacho
general tentación de la conciencia.
   ¿A que alma sin doblez no causa empacho
ver que el hombre, honrosísimas cuestiones
las reduce a cuestiones de gazpacho?
   Decid, ¡oh diplomáticos varones!
los muchos tratos que hacen y deshacen
pechugas de perdices y pichones.
   El hambre o el interés deshacen o hacen
cuanto ofrece aumentar nuestra opulencia,
pues como dicen los que pobres nacen:
El hambre es quien regula la conciencia».
   Añade a tu experiencia,
que el hambre es quien regula la conciencia.


- III -

El honor.- La virtud

   VIRTUD y HONOR, Emilia, y no te asombre,
puso el hombre en la lengua, y por lo mismo
de honor y de virtud tanto habla el hombre.
   De su virtud y honor el heroísmo
pondera altivo, hablando y más hablando,
silogismo añadiendo a silogismo.
   Siempre al hombre más vil verasle alzando
un pedestal donde su honor se ostente,
las frases con las frases combinando.
   Rico o pobre, el mortal eternamente
llama a su honra el amor de los amores;
¡maldito charlatán, y cuánto miente!
   Jamás a la virtud faltan loores
de las doncellas en la linda boca,
cráter que Mayo coronó de flores.
   Hay tanta lengua que el honor evoca,
que, ya ofuscada mi razón, no explico
si a risa, a llanto, o a indignación provoca.
   Perpetuamente en expresiones rico,
¡qué hermoso fuera el hombre si tuviese
las entrañas tan bellas como el pico!
   En general, si hay uno que os confiese
que es la virtud su sólo patrimonio,
bien podéis exclamar: «¡Qué pobre es ese!».
   O buscad de su honor un testimonio;
veréis que por dos cuartos.., (y son caras)
honra y virtud se las vendió al demonio.
   Pues como dijo el Padre Notas-Claras
(que, era un fraile muy sabio, por más mengua):
-Salvo alguna excepción (que son muy raras),
no hay honor ni virtud mas que en la lengua.
   ¿Lo has entendido? ¡Oh mengua!
¡Yo hay honor ni virtud mas que en la lengua!-


- IV -

El amor

   ¿Qué hizo el hombre -dirás, Emilia bella,-
con la llama de AMOR?- ¡Ay! el idiota
la torpe sangre se inflamó con ella.
   Y así, de amor siel huracán le azota,
por sus entrañas circulando ardiente,
el torpe incendio a los sentidos brota.
   Lleva el amor suantorcha diligente
por aldeas, por villas y por plazas,
de nación en nación, de gente en gente.
   Diablo es amor de angelicales trazas
que, estirpes con estirpes confundiendo,
las razas asimila con las razas.
   Ora hacia el lecho conyugal corriendo,
de alta estirpe pervierte el tronco honrado,
de un ruin árbol el germen ingiriendo;
   ora, en traje modesto disfrazado,
la inocencia sorprende en la cabaña,
de mirtos y de rosas coronado,
   ya con infame ardor, montando en saña,
la augusta luz de la imperial diadema
con niebla eterna el deshonor empaña;
   y en el furor de su ilusión extrema,
con vil incesto, ignominiosamente
el santo hogar donde nacimos quema.
   Pasa, gozada, una ilusión ardiente,
¡oh fútil brillo de la gloria humana!
como todos los goces, de repente.
   Y hasta los fuegos que tu pecho emana,
mañana acabarán, Emilia mía;
¡sí, Emilia mía, acabarán mañana!
   El más seguro amor que el cielo envía,
entre el montón de los recuerdos vaga,
después que pasa un día y otro día.
   ¡Es triste que el amor, que tanto halaga,
se extinga, no apagándolo, en pavesas,
o en cenizas se extinga, si se apaga!
   Mas, pese a las promesas más expresas,
muere el amor más tierno confundido
entre cartas y dijes y promesas.
   Y a llegar fácilmente reducido
al término infalible de la muerte,
en cenizas o en pavesas convertido,
fuego es amor que en aire se convierte.
   -Advierte, Emilia, advierte:
¡Fuego es amor que en aire se convierte!


- V -

La fe.- La gloria

   La bribonada, Emilia, o la simpleza,
cometió el hombre de poner FE y GLORIA
donde está la locura, en la cabeza.
    Por eso en nuestra mente transitoria
la fe, que muchos con placer veneran,
es tan fútil cual rápida memoria.
   Y aunque se indignen los que en ella esperan,
la gloria es sueño, ¡oh! sí, simple embeleso,
sombra, ilusión, o lo que ustedes quieran.
   ¡A cuánto exceso arrastra, a cuánto exceso,
ese tropel de imágenes que crea
la propiedad fosfórica del seso!
   ¡Por la gloria el mortal llegar desea
a la inmortalidad! ¡Nombre rotundo!
¡Buen lugar para el tonto que lo crea!
   Por la fe, en este piélago profundo,
mil cosas aguardamos tras la losa;
¡oh esperanza dulcísima del mundo!
   Y solo por la gloria, -AQUÍ REPOSA.-
grabamos en sonoras expresiones,
-DON FULANO DE TAL, QUE FUE TAL COSA.-
   Y por más que en tan vagas emociones
su existencia malgasta con empeño,
(su destino es correr tras de ilusiones),
gloria y fe para el hombre son un sueño.
   No lo olvides, mi dueño:
¡Gloria y fe para el hombre son un sueño!


Conclusión

   Ya que mi atroz prolijidad lamentas,
voy, Emilia, a decir, por consiguiente,
lo que es el hombre en resumidas cuentas.
   Ahoga el interés primeramente
su honor y su virtud, su fe y su gloria,
y con frío y calor tan sólo siente.
   En fin, porque ya abrumo tu memoria,
de las virtudes lloraré la ausencia,
pues mi pasión por ellas te es notoria.
   ¡FE, SENTIMIENTO, AMOR, HONRA Y CONCIENCIA,
pues se os desprecia, abandonad el suelo,
ensueños de mi cándida inocencia!
   ¡Tornad, fuentes del bien, tornad el vuelo
para castigo de la humana gente,
a vuestra patria natural, el cielo!
   ¡GLORIA Y VIRTUD! Yo os juro tiernamente
que, al alejaros, desgarráis atroces
el corazón donde os guardé inocente.
   ¡Huid, a mi pesar, huid veloces,
leves emblemas del orgullo humano,
sonoros ecos de proscritas voces!
   ¡Adiós! Y, por dar fin, bésoos la mano,
pues ya me llena de mortal despecho
la convicción de que predico en vano.
   Que a ahogar el hombre sus virtudes hecho,
sólo le han de afectar, a pesar mío
(por Dios, que este fin, desgarra el pecho,)
calor, hambre, interés, amor o frío...
   Apréndelo, bien mío:
¡CALOR, HAMBRE, INTERÉS, AMOR O FRÍO!...






ArribaAbajo- XXIX -


¡Ay del que nace o muere!

   -¡Adiós por siempre, hijo del alma mía!-
un triste anciano al espirar clamaba;
y el tierno infante que su sien besaba,
-¡Adiós por siempre!- el infeliz decía.
   Vertió el viejo la lágrima postrera
y vertió la primera el niño en tanto;
confundidas última y primera,
símbolo fueron de su igual quebranto.
   ¿Cuál lágrima, decid, en mal tan fuerte,
del corazón brotó más dolorida?
¿La del que el mal primero halló en la vida,
o la de aquél que un bien halló en la muerte?...






ArribaAbajo- XXX -


Historia de un amor

Pero, si alcanza lo que deseaba, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia que siguió a su apetito...


(Kempis: Imitación de Cristo, lib. I, cap. VI)                




- I -

Deseo

   -Román, tu ciencia es incierta;
me ha dicho quien bien lo sabe
que es la pureza una llave
que abre del cielo la puerta.
   -Victoria, por Dios, ahora
de la juventud gocemos,
porque, después que espiremos,
lo que ha de pasar se ignora.
   -No gozo por no penar.
-Pues es igual, a mi ver,
gozar para padecer
que padecer por gozar.
   Si Dios nos cierra su gloria,
en el infierno, algún día
será inmortal, alma mía,
de este placer la memoria.
   Porque un recuerdo tan fuerte
de tan grande bienandanza,
traspasa, cual la esperanza,
los límites de la muerte.
   Hoy mis deseos coronas
del favor más soberano,
con esta trémula mano
que en tu embriaguez me abandonas.
    Deja que en ansia tan loca
una mi frente a tu frente,
porque me ahoga el ambiente
que no perfuma tu boca.
   Pon en tu blando extravío,
para calmar mis antojos,
tus ojos junto a mis ojos,
tu corazón junto al mío.


- II -

Placer


Es imposible, Victoria,
      que haya un tormento
que me haga olvidar la gloria
      de este momento.
No, quien dicha tan cumplida
      a ver llegó,
ni en la eternidad la olvida.
      -¡Ay, no! ¡Ay, no!-

Mi ser de tu ser recibe
      mutuos placeres;
y, pues uno en otro vive,
      nuestros dos seres,
en tan dulce parasismo,
      ¿no es cierto, di,
que son partes de un ser mismo?
      -¡Ay, sí! ¡Ay, sí!-

Si cuestan horas serenas
      penas sin cuento,
vale un infierno de penas
      este momento.
Di si en tu virtud pasada
      tu alma encontró
satisfacción más colmada.
   -¡Ay, no! ¡Ay, no!-

Modera tu ardor, querida,
      por un instante,
que no hay deleite en la vida
      más adelante...
¡Victoria!- ¡Román! -La muerte
      A mí. -Y a mí
-hállenos ¡ay! de esta suerte
   -¡Ay, sí! ¡Ay, sí!-


- III -

Hastío


   ¡Pasó! La hiel de un repugnante hastío
ya en tu indolencia paladeando vas;
jamás mi fe te pagará, bien mío,
ese rubor que devorando estás.
      -¿Jamás?
      -¡Jamás!

   ¡Pasó! Yo he abierto el insondable abismo
do tu inocencia sepultando irás:
el placer es verdugo de sí mismo;
jamás el gusto sin dolor verás.
-¿Jamás?
-¡Jamás!

   ¡Pasó! Por culpa de un fugaz contento,
siendo ludibrio de ti misma estás;
ya el puñal de un atroz remordimiento
¡perdón!, jamás lejos de ti verás:
      -¿Jamás?
¡Jamás paloma sin candor, jamás!...






ArribaAbajo- XXXI -


Porvenir de las almas

A R..., En la muerte de su hija.




    Si de vuestra hija fue estrella
dar tan niña el alma a Dios,
¡ay, feliz mil veces vos!
¡dichosa mil veces ella!
      Pues ya huella
las celestiales alturas,
no halle en vos nunca lugar
      el pesar,
porque para almas tan puras,
morir es resucitar.

   ¿Para qué lloráis perdida
esa prenda de amor tierno,
si por un lugar eterno
dejó un lugar de partida?
      Si es la vida
caos de dudas y penas,
¿quién la muerte, al que bien quiere,
      no prefiere,
si el que vive, vive apenas,
y resucita el que muere?

   Siempre, llena de consuelo,
viendo a un ser puro, sin vida,
la multitud, de fe henchida,
prorrumpe: -¡Ángeles al cielo!-
      Ni ¿a qué duelo
es mostrar, cuando la carga
de la existencia maldita
      Dios nos quita,
si tras de una vida amarga,
muriendo se resucita?

   No dé a vuestra alma afligida
la más leve pesadumbre
esa negra incertidumbre
del más allá de la vida.
      Si es mentida
la fe de ulterior solaz,
al menos, los que viviendo
      van gimiendo,
en otro mundo de paz
resucitarán muriendo.

   Ya habita, aunque el desconsuelo
os haga implacable guerra,
un triste menos la tierra,
y un dichoso más el cielo.
      De su vuelo
iréis vos, muriendo en pos,
si a Dios dais en implorar
      sin cesar,
pues para justos cual vos,
morir es resucitar.






ArribaAbajo- XXXII -


Todos son unos



- I -

   Voy a contaros la historia
de una entrañable pasión,
aunque se haga, a su memoria
pedazos mi corazón.
   Que hay historias que, aunque pasan,
por siempre, a nuestro despecho,
los ojos en llanto arrasan
y ayes arrancan del pecho.
   Pues siempre entre las pasiones
hay una a cuyos reveses
se agostan las ilusiones
como al estío las mieses.
   Cuento la historia querida
de esa pasión desgraciada
que, aunque amarga nuestra vida,
sin ella la vida es nada.
   Pues tras de ese amor tan tierno,
siempre queda en la memoria
todo el dolor del infierno,
todo el placer de la gloria.
   No hay mortal afortunado
para quien la triste idea
de un buen querer mal pagado,
eterno dogal no sea.
   Si la mujer con rigores
paga tan tiernos quereres,
si es tan cruda en sus amores,
hombres, ¡lo que son mujeres!


- II -

   Pues cuento de amor historias,
copiaré letra por letra
el libro en que sus memorias
grababa la hermosa Petra.
   Después de amar con locura,
tuvo de morir la suerte;
que hay males que sólo cura
el bálsamo de la muerte.
   Petra, cual dije al principio,
su historia dejó al mundo hecha,
y en ella hasta el menor ripio
es para el alma una flecha.
   Pues no hay sensible lectora
que, al repasar sus anales,
si a todo llorar no llora,
no exclame: -Aquí de mis males.-
   Pues llega en ella a hacer ver,
de su ciencia en testimonio,
que es un ángel la mujer,
y que es el hombre un demonio.
   Y después que al hombre injuria,
con frases por el estilo,
de este modo el ángel-furia.
coge de su historia el hilo:
   -Que no hay fe en hombres contemplo-
(prosigue la hermosa Petra),
-Y son de esto buen ejemplo,
Pablo, Juan, Luis, Diego... etcétera.
   De esta manera injuriando
sigue nombres tras de nombres,
y al fin concluye exclamando:
mujeres, ¡lo que son hombres!


- III -

   Si a los dos sexos igualo,
es porque infiero con pena
que, si es el hombre algo malo,
es la mujer no muy buena.
   Donde las toman, las dan,
asienta un refrán de amor;
y, cual dice otro refrán,
a un pícaro, otro mayor.
   A buena fe, mala fe;
a un adelante, un arredro;
quien más mira, menos ve;
tan bueno es Juan como Pedro.
   Con cuyos versos, acaso
probar a los hombres plugo
que el que es víctima en un paso,
en otro paso es verdugo.
   Por eso sé que, al que falso
a una mujer asesina,
le han de servir de cadalso
las rejas de otra vecina.
   Y la que dice -no quiero,-
cuando amor le canto amante,
sé que amará a otro coplero,
aunque epitafios le cante.
   Porque esta es la ley más triste
que impone amor justiciero:
«Cuando quise, no quisiste,
y ahora que quieres, no quiero».
   Pues hombre y mujer son seres
con fe igual y varios nombres,
hombres, ¡lo que son mujeres!
mujeres, ¡lo que son hombres!.






ArribaAbajo- XXXIII -


Proximidad del bien

   En el tiempo en que el mundo informe estaba,
creó el Señor, cuando por dicha extrema
el paraíso terrenal formaba,
un fruto que del mal era el emblema,
y otro fruto que el bien simbolizaba.
   Del miserable Adán al mismo lado
el Señor colocó del bien el fruto;
pero Adán nunca el bien halló, ofuscado
porque es del hombre mísero atributo
huir del bien, del mal siempre arrastrado.
   El fruto que del mal el símbolo era
puso Dios escondido y muy lejano;
pero Adán lo encontraba donde quiera,
abandonando en su falaz quimera,
por el lejano mal, el bien cercano.
   ¡Ay! siempre el hombre en su ilusión maldita
su misma dicha en despreciar se empeña,
y al seguirla tenaz, tenaz la evita,
y aunque en su mismo corazón palpita,
¡lejos, muy lejos, con afán la sueña!...






ArribaAbajo- XXXIV -


Placeres tristes


    Que te admire no es justo,
   si a bostezar empiezas,
la turba que a admirarte va al teatro.
   ¿Quién ha de ver con gusto
   que pertinaz bostezas
una vez, y otra vez, y tres y cuatro?
   ¡Ay, prenda que idolatro,
   ahora sé, a pesar mío
que es el placer la fuente del hastío!

   Si el ver tantos galanes
   tu bostezo provoca,
¿qué harás cuando estés sola, Rosalía?
   No juzgué, ¡voto a Sanes!
   tan inmensa esa boca
que ha poco me llamaba: «vida mía».
   ¡Cuánta razón tenía
   quien dijo sabiamente
que son los goces del hastío fuente!

   En tus ojos serenos
   hoy se ve una zozobra
que ya la bilis de tu madre exalta.
   ¿Qué echas de más o menos?
   ¿Es tu madre quien sobra?
¿Soy yo (quiéralo Dios!) lo que te falta?
   ¿Por qué el dolor te asalta?
   ¿Será cierto, bien mío,
que es el placer la fuente del hastío?

   Desde... (ya tú me entiendes),
   yo también, Rosalía,
con honda pena ¡ay de mí triste! lidio.
   ¡Cómo en rubor te enciendes!
   ¡Llora, sí vida mía,
después de tanto amor, tanto fastidio!
   Lloremos (pese a Ovidio),
   aunque mi amor lo siente,
¡que son los goces del hastío fuente!

   Si el placer que gozamos
   nuestras almas abisma
en un fiero dolor que nos devora,
   tras la virtud corramos,
   pues tan sólo a sí misma
eternamente la virtud se adora.
   ¡Oh, malhaya la hora
   en que aprendí, bien mío,
que es el placer la fuente del hastío!






ArribaAbajo- XXXV -


La dicha es la muerte


      ¡Sarcasmo ruin de la suerte
para el alma dolorida,
no ver hermosa la vida
sino al dintel de la muerte!

(E. Florentino Sanz)                




- I -

   -¡Niño! a quien guarda el maternal cuidado,
pues que mi pecho tras la dicha va,
tal vez la dicha encontraré a tu lado.


LA MADRE

    -¡Llorando el niño entre mí seno está!
      ¡Id más allá!


- II -

   -¡Hermosas! solo, en extranjera tierra,
prestadle dicha a quien tras ella va,
pues tantas dichas vuestro amor encierra.


LAS HERMOSAS

   ¡Triste del ser que idolatrando está!
      ¡Id más allá!


- III -

   -¡Magnates! hoy vuestra piedad imploro;
loco mi pecho tras la dicha va;
si el oro da la dicha, prestadme oro.


LOS MAGNATES

   -¡Ved qué amagándoos el puñal está!
      ¡Id más allá!


- IV -

   ¡Ancianos! presa de infernal batalla
mi pecho en pos de la ventura va.
¿Ni al borde mismo de la tumba se halla?


LOS ANCIANOS

   -Ni al borde mismo de la tumba está!
      ¡Id más allá!






ArribaAbajo- XXXVI -


La opinión

A mi querida Prima Jacinta Wihte de Llano,
en la muerte de su hija.



   ¡Pobre Carolina mía!
¡Nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo.- Empiece el canto.
El doctor.-¡Cesó el sufrir!
El padre.-¡Me ahoga el llanto!
La madre.-¡Quiero morir!
   Un muchacho.-¡Qué adornada!
Un joven.- ¡Era muy bella!
Una moza.- ¡Desgraciada!
Una vieja.- ¡Feliz ella!
   ¡Duerme en paz! -dicen los buenos.
-¡Adiós!- dicen los demás.
Un filósofo.- ¡Uno menos!
Un poeta.- ¡Un ángel más!






ArribaAbajo- XXXVII -


¡Quién supiera escribir!



- I -

   -Escribidme una carta, señor cura.
      -Ya sé para quién es.
-¿Sabéis quién es, porque una noche obscura
      nos visteis juntos? -Pues.

-Perdonad, mas...-No extraño ese tropiezo.
      La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
      Mi querido Ramón:

-¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
      -Si no queréis...-¡Sí, sí!
-¡Que triste estoy! ¿No es eso? -Por supuesto,
      -¡Que triste estoy sin ti!

Una congoja, al empezar, me viene...
      ¿Cómo sabéis mi mal?...
-Para un viejo, una niña siempre tiene
      el pecho de cristal.

¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.
      ¿Y contigo? Un edén
-Haced la letra clara, señor cura,
      que lo entienda eso bien.

-El beso aquel que de marchar a punto
      te di...-¿Cómo sabéis?...
-Cuando se ya y se viene y se está junto,
      siempre... no os afrentéis.
Y si volver tu afecto no procura,
      tanto me harás sufrir...
-¿Sufrir y nada más? No, señor cura,
      ¡que me voy a morir!

-¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?...
      -Pues, sí señor; ¡morir!
-Yo no pongo morir. -¡Qué hombre de hielo!
      ¡Quién supiera escribir!


- II -

¡Señor Rector, señor Rector! En vano
      me queréis complacer,
si no encarnan los signos de la mano,
      todo el ser de mi ser.

Escribidle, por Dios, que el alma mía
      ya en mí no quiere estar;
que la pena no me ahoga cada día...
      porque puedo llorar.

Que mis labios, las rosas de su aliento,
      no se saben abrir;
que olvidan de la risa el movimiento
      a fuerza de sentir.

Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,
      cargados con mi afán,
como no tienen quien se mire en ellos,
      cerrados siempre están.

Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
      la ausencia el más atroz;
que es un perpetuo sueño de mi oído
      el eco de su voz...

Que siendo por su causa, ¡el alma mía
      goza tanto en sufrir!...
Dios mío, ¡cuántas cosas le diría
      si supiera escribir!...


- III -

Epílogo


-Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
      A don Ramón... En fin,
que es inútil saber para esto arguyo
      ni el griego ni el latín.-






ArribaAbajo- XXXVIII -


Amar al vuelo

A la niña Asunción de Zaragoza y del Pino.





- I -

    Así, niña encantadora,
porque tus gracias no roben
las huellas que el tiempo deja,
juega como niña ahora,
como niña cuando joven,
como joven cuando vieja.
Por mis muchos desengaños,
te ruego, Asunción querida,
que ames mientras tengas vida
como amas a los seis años.
Justamente, de ese modo;
amando desamorada;
así, no queriendo nada;
esto es, queriéndolo todo:
anhelante y sin anhelo,
ya resuelta, ya indecisa,
pasa de la risa al duelo,
pasa del duelo a la risa;
así, de prisa, de prisa:
todo al vuelo, todo al vuelo.


- II -

   Sé amorosa y nunca amante;
lleva a la vejez tu infancia;
sé constante en la inconstancia,
o en la inconstancia constante;
que en amor creen los más duchos,
contra los que son más locos,
que en vez de los pocos muchos,
valen más los muchos pocos.
Y cuando tu labio bese,
que formule un beso insápido,
inerte, estentóreo y rápido...
Pues... así, lo mismo que ese.
Nunca beses como loca,
besa como una loquilla;
jamás, jamás en la boca;
siempre, siempre en la mejilla;
ten presente que la abeja,
queriendo entrañar la herida,
la desventurada deja
entre la muerte la vida.


- III -

   ¡Sí! si lo mismo que hoy eres
la hermosa entre las hermosas,
ser, mientras vivas, quisieres
dichosa entre las dichosas,
tal ha de ser tu divisa:
amar muy poco y de prisa,
como hacen las mariposas;
aunque no importa realmente
que ames infinitamente,
si amas infinitas cosas.


- IV -

   Son tan cuerdos mis consejos,
que me atreveré a jurarte
por mis ojos que, aunque viejos,
aún, Asunción, al mirarte,
aspiran a ser espejos,
que aplicando estos consejos
a mi vejez, todavía
pienso curar, hija mía,
de mi corazón las llagas;
llagas ¡ay! que no tendría,
si yo hubiera hecho algún día
lo que te aconsejo que hagas.


- V -

   Para ver si es verdadero
lo que un apóstol revela,
-que lo fijo es pasajero,
que sólo es real lo que vuela,-
tiende el rostro, hermosa niña,
como ese cielo sereno,
ya al cielo, ya a la campiña,
y verás de una mirada
que es lo más rico o más bueno
lo que vuela o lo que nada,
como la espuma en los mares,
en el cielo los fulgores,
en los árboles las flores,
los cela es en el viento,
en el viento los sonidos,
la vida en nuestros sentidos,
y en la vida el pensamiento.


- VI -

   Sigue el plan a que te exhorto,
amando al vuelo; hazte cargo
que el viaje es largo, ¡muy largo!...
y el tiempo es corto, ¡muy corto!...
Sé ligera, no traidora;
sopla el fuego que no abrasa;
quiere, como el que no quiere;
sea siempre, como ahora,
tu llanto, nube que pasa,
tu risa, luz que no muere.
Ama mucho, mas de modo
que estés siempre enamorada
de un cierto todo que es nada,
de un cierto nada que es todo.
Si ríes, olvida el duelo;
si lloras, pasa a la risa;
así... de prisa, de prisa;
todo al vuelo, todo al vuelo,






ArribaAbajo- XXXIX -


El beso

Mucho hace el que mucho ama.


(Kempis, lib. I ,cap. XV)                




- I -

   Me han contado que al morir
un hombre de corazón,
sintió, o presumió sentir,
en Cádiz repercutir
un beso dado en Cantón.
¿Qué es imposible Asunción?
Veinte años hace que di
el primer beso ¡ay de mí!
de mi primera pasión...
¡y todavía, Asunción
aquel frío que sentí
hace arder mi corazón!


- II -

   Desde la ciega atracción
beso que da el pedernal,
subiendo hasta la oración,
último beso mental,
es el beso la expansión
de esa chispa celestial
que inflamó la creación,
y que en su curso inmortal
va, de crisol en crisol,
su intensa llama a verter
en la atmósfera del ser
que de un beso encendió el sol.


- III -

   De la cuna al ataúd
va siendo el beso, a su vez,
amor en la juventud
esperanza en la niñez,
en el adulto virtud
y recuerdo en la vejez.


- IV -

   ¿Vas comprendiendo, Asunción,
que es el beso la expresión
de un idioma universal,
que en inextinto raudal,
de una en otra encarnación
y desde una en otra edad,
en la mejilla es bondad,
en los ojos ilusión,
en la frente majestad,
y entre los labios pasión?


- V -

   ¿Nunca se despierta en ti
un recuerdo, como en mí,
de un amante que se fue?
Si me contestas que sí,
eso es un beso, Asunción,
que en alas de no sé qué,
trae la imaginación.


- VI -

   ¡Gloria a esa obscura señal
del hado en incubación,
que es el germen inmortal
del alma en fermentación,
y a veces trasunto fiel
de todo un mundo moral;
y si no, dígalo aquél
de entre el cual y bajo el cual
nació el alma de Platón!


- VII -

   ¡Gloria a esa condensación
de toda la eternidad,
con cuya tierna efusión
a toda la humanidad
da la paz, la religión;
con la cual la caridad
siembra en el mundo el perdón;
himno a la perpetuidad,
cuyo misterioso son,
sin que lo oiga el corazón,
suena en la posteridad!


- VIII -

   ¿Vas comprendiendo, Asunción?
Mas por si acaso no crees
que el beso es el conductor
de ese fuego encantador
con que a este mundo que ves
ha animado el Criador...
prueba a besarme, y después
un beso verás cómo es
esa copa del amor
llena del vital licor
que en el humano festín,
de una en otra boca, al fin
llega, de afán en afán,
a tu boca de carmín
desde los labios de Adán.


- IX -

   Prueba en mí, por compasión,
esa clara iniciación
de un obscuro porvenir;
y entonces, bella Asunción,
comprenderás si, al morir,
un hombre de corazón
habrá podido sentir
en Cádiz repercutir
un beso dado en Cantón.






ArribaAbajo- XL -


Lo que es eterno

Dedicada al Conde de San Luis,
con motivo de la fundación del Teatro Español.





- I -

La inteligencia

   Pasan un siglo y cien, el tiempo pasa
como Excita que mata a la carrera;
verdugo y creador, en cuanto impera
lo humilde encumbra y lo soberbio arrasa.
   La vida el tiempo a cuanto existe tasa,
mas, siempre inútil, su guadaña fiera
sobre el grande Platón, era tras era,
con excusado afán pasa y repasa.
   Y es que la idea que en los cielos flota,
fija cual Dios, como de Dios esencia,
del tiempo móvil la guadaña embota.
   Por eso, al declinar de la existencia
de entre las ruinas de los mundos brota,
crisálida inmortal, la inteligencia.


- II -

La virtud

   Penélope es el tiempo, que hoy se afana
en destejer la vida ayer tejida;
no hay en el mundo edad que un sol no mida
ni hay un sol que resista a algún mañana.
   Sólo del tiempo en la extensión lejana
sobrenada de Sócrates la vida;
que es bella espuma la virtud salida
del Océano de la vida humana.
   Y es que de la virtud el santo anhelo
burla del tiempo la eternal victoria
sobre cuanto hay mortal alzando el vuelo.
   Por eso como esencia de la gloria,
va cual perfume embalsamando el cielo,
sagrada eflorescencia de la historia.


- III -

El teatro

   El tiempo, ese Saturno cuya saña
se goza en devorar sus creaciones,
jamás en sus sangrientas irrupciones
su templo arrasará, gloria de España.
   No extirpará del tiempo la guadaña
ese estadio de heróicas acciones;
no se extingue la voz de los Platones,
ni el brillo de los Sócrates se empaña.
   Cuando tu obra inmortal al mundo asombre,
mostrando ejemplos de virtud y ciencia
glorioso entre ellos sonará tu nombre.
   ¡Ah! ¡dichoso el que adhiere su existencia
a la virtud, perpetuo bien del hombre,
y a la eterna verdad, la inteligencia!






ArribaAbajo- XLI -


Fuente inagotable

A mi amigo don Teodoro Guerrero.





- I -

¡Amé una vez, y dos, inmensamente,
      y tres... y acaso más!
¡Del corazón la inextinguible fuente
      no se agota jamás!

¡Magnífico está el baile! ¡Encantadora
      se halla prendida así!
Resumen de la vida en una hora
      es la existencia aquí.

¡Mirad qué hermosa está! ¡Si no la miro
      siquiera en ilusión,
falta una cosa al aire que respiro!...
      ¡Otra vez, corazón!


- II -

Mientras bailamos ¡ay! el tiempo vuela...
      pero, ¿qué hemos de hacer?
La vida humana al fin sólo es la tela
      de que se hace el placer.

Allí va. ¡No, no va! Mi pensamiento,
      de su imagen en pos,
aquí y allí, en la tierra y en el viento
      la crea, como Dios!

¡Maldito corazón, que nunca cesa
      de mudar y querer!
¡La carne de mi espíritu es hoy esa,
      como otra ha sido ayer!

¡Ira del cielo! Como nunca tierna,
      baila con otro... ¡Oh Dios!
¡La breve vida a veces es eterna!
      Ya va un instante... dos...

¡Ni una mirada de su amor merezco!
      Van cuatro... seis... ¡Pardiez!
¡Cuando ella no me mira me aborrezco!
      Van ocho... nueve... diez...

¡Y once van ya! ¿La eternidad entera
      tarda tanto en pasar?...
¡Oh, cuánto gemiría, si pudiera
      gemir sin respirar!

Vamos como ella, a enloquecer con esa,
      y con esta también...
¡Divino, Concepción! -¡Bravo, Teresa!
      ¿Qué si vas bien? ¡Muy bien!

No quisiera más días de contento,
      Mercedes, por quien soy,
que de besos te dan de pensamiento,
      cuantos te miran hoy.-

¡Huyamos de ella, huyamos, alma mía!
      ¿Cómo huir, ¡maldición!
si exceptuando su amor, todo me hastía?
      ¡Otra vez, corazón!


- III -

¡En baile! ¡Vedla, como siempre, hermosa!
      -¿Qué estoy muy triste, Inés?
Tú no entiendes mi pena, eres dichosa.
      ¿Que es porque no amo? ¡Pues!

Se te ha subido, Inés, con el contento
      al rostro el corazón;
y eso no es, vive Dios, el sentimiento;
      eso es la sensación.

¡En baile! ¡En baile! -Tu semblante augura
      castidad y salud;
bien dicen, Asunción, que la hermosura
       es casi una virtud.

¿Quién hoy, responde, tus encantos labra?
      ¿Dices que es la pasión
ventura que deshace una palabra?
      (¡Cruel! ¡Tiene razón!)


- IV -

(¡Allí pasa otra vez! Mas no; es mi anhelo
      que se lo forja así...)
-¿Que en qué pienso Leonor, mirando al cielo?
      ¿Qué he de pensar? En ti.

¿Quién besará, mi bien, labios tan bellos?...
      Mas perdona, Leonor;
quise decir: poner el alma en ellos...
      ¡Bendigo tu pudor!

Cuando te vi, cruzó por mi cabeza
      un pecado venial...
¿Si habrán dicho por ti que es la belleza
      demonio temporal?

Tu pupila, esa entrada de los cielos,
       me llena de embriaguez;
no eres mía, Leonor, y tengo celos.
      ¿Que es envidia? Tal vez.

-¡Bella música, a fe! ¡Cuál corresponde
      su acento a mi pasión!...
Esto lo oí con ella no sé dónde...
      ¡Siempre ella, corazón!

¡Qué sufrir! -Luz, no sufras; es el modo
      de que sufran por ti;
una mujer que me lo cuenta todo,
      me lo ha contado así...-
Pasó el baile y la noche. ¡Con el día
      ya vendrá otra embriaguez!...
¿Dónde la muerte está de esta agonía?...
      ¡Otra vez, corazón! ¡ay, otra vez!






ArribaAbajo- XLII -


Más!... más!...

¿Piensas satisfacer tu apetito?

Pues no lo alcanzarás.


(Kempis, lib. I, cap. XX)                




- I -

   Brindemos por Salomón,
que con tan cuerdo saber
nos pinta la condición
del alma de la mujer.
Ved, por ejemplo, a Leonor,
que ya del Rhin a merced,
ve girar en derredor
los frescos de la pared,
y cansada de gozar,
aunque no harta de sentir,
llena de pasión quizás,
y sin quizás, de elixir,
sintiéndose derrumbar
a una postrer libación,
¡oh insaciable corazón!
aun dice en sueños: ¡Más!... ¡Más!...


- II -

   ¡Más! Más! Suprema explosión
del pensar y del sentir,
misteriosa evocación
de un obscuro porvenir,
prolífica emanación
que entre gozar y sufrir,
en eléctrica ascensión
corre en eterna espiral
de eslabón en eslabón
una cadena inmortal.
¡Más! Divina aspiración
a otra transfiguración,
como así nos lo hacen ver,
en perpetua evolución,
las gramas con germinar,
las flores con florecer,
los frutos con madurar,
los árboles con crecer;
y en su anhelo de llegar
a más alto porvenir,
cuanto siente, con sentir,
llega como el hombre a amar:
y el hombre, supremo ser,
de todo infinito en pos,
con pensar y con querer
sube a arcángel, y además
llega hasta embeberse en Dios.
¡Más, alma mía! ¡Más!... ¡Más!...


- III -

   ¡Rhin! El más, en conclusión,
es el anhelo eternal
de toda la creación,
siendo en fuerza desigual,
en la materia, atracción,
tendencia en el vegetal,
en lo vital, sensación,
pensamiento en lo humanal.
Más, como alma, es religión;
como espacio, inmensidad;
como cuerpo, corazón;
como tiempo, eternidad;
y entre amar y florecer,
entre pensar y sentir,
a un fin aspira mejor
cuanto fue, y es, y ha de ser,
ya fruto, ya árbol, ya flor.
¡Elixir!.¡Más elixir!
¡Brindis!... al más de Leonor.


- IV -

   ¡Más... de todo! ¡Venga Rhin!
¡Más aire! Abrid el balcón
y veremos la extensión
de esa Australia celestial,
cuyas islas de coral
las piedras miliarias son,
con que el principio sin fin
marca la imaginación
de ese insondable caudal,
de esa eterna sucesión
que no tiene fin jamás,
tiempo y espacio, expresión
del más, del último más!...


- V -

   ¡Rhin! Más en el tiempo ¿qué es?
Contad un día y un mes,
luego un siglo, después mil,
siglos de siglos después
con la cabeza febril
por siglos multiplicad,
y después que acumuléis
a toda una eternidad,
si no amengua vuestro ardor
jamás, jamás y jamás,
aún acumular podéis
cien eternidades más,
del postrer jamás al fin...
¿Siempre más! ¡Gloria a Leonor!
¡Rhin, Ganimedes, más Rhin!...


- VI -

VI
   ¡Rhin, Rhin! Como en la evasión
del tiempo que se nos va,
también se halla en la extensión
ese eterno más allá,
sumad un mundo, dos, tres,
y cuatro, y mil, y un millón
y mil millones después,
y hallaréis, en conclusión,
de vuestras sumas al fin,
del postrer mundo al través,
siempre otro mundo detrás...
¡Rhin, Ganimedes, más Rhin!...
¡Más!... ¡mucho más!!... ¡mucho más!!!...






ArribaAbajo- XLIII -


Cosas del tiempo

    Pasan veinte años: vuelve él,
y al verse, exclaman él y ella:
(-¡Santo Dios! ¿y éste es aquél?...)
(-¡Dios mío! ¿y ésta es aquélla?...).






ArribaAbajo- XLIV -


Engaños del engaño


   -¡Cuánto creía en ti, cuánto creía!
-Te juro que, aunque infiel, soy inocente.
-¿No pensabas amarme eternamente?
-Yo lo pensaba así, querida mía.

   De mi error en disculpa, este letrero
sobre mi tumba dejaré grabado:
«Perdónale al infiel que te ha engañado!
porque a sí mismo se engañó primero».-