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ArribaAbajo- XLV -


Todo está en el corazón

    La reina que enloquecía
por don Felipe el Hermoso,
la tumba al ver de su esposo,
-¡todo está allí!- se decía,
Sus restos exhumó un día,
mas nada allí vio; y así,
en vez del -todo está allí,-
desde tan triste ocasión,
señalando al corazón,
decía: -¡Todo está aquí!-






ArribaAbajo- XLVI -


¿Qué es amor?

Cual es cada uno en lo interior, tal juzga lo de fuera.


(Kempis, lib. XI, cap. IV)                



   Dudando, Enriqueta, tu pura inocencia,
si amor, que aún no sientes, es dicha o dolor,
pretendes que diga mi amarga experiencia,
¡feliz, pues lo ignoras! ¿qué cosa es amor?

   ¡Alzad de las tumbas, y al par de la brisa
cruzad, bellas sombras, dejando el no ser!
La Estuardo, Francisca, Lucrecia, Eloísa,
¡dementes sublimes! decid ¿qué es querer?

   -Querer, un misterio -comienza la Estuardo,-
que a dos funde en uno, partiendo uno en dos,
-¿Qué son tus amores, amor de Abelardo?
-Infierno de dichas y cielo sin Dios.

   No amar siendo amada -prosigue-, no es vida;
no ser nunca amante ni amada, es no ser;
querer, el infierno, no siendo querida;
mas, siendo querida, la gloria es querer.-

   ¡Perdona, oh perpetuo pudor de la historia,
perdona a mi musa, si evoca en tropel
los nombres que fueron escándalo o gloria:
Cleopatra, la Cava, Teresa, Raquel!

   Dejad los sepulcros, falange divina,
tomando a mi acento las formas de ser:
Elena, Artemisa, Judith, Mesalina,
¡honor o vergüenza! decid ¿qué es querer?

   Decidme si es fiebre que el alma envenena,
o sólo un deleite que se une al pudor:
Semíramis, Safo, Ninón, Magdalena,
¡falsarias eternas! ¿qué cosa es amor?

   Teresa la santa, más bien la divina,
-amor -dice- junta ternura y deber.
-Amar es -replica la vil Mesalina-
hallar el descanso, cansando el placer.

   -Amor pierde -dicen la Cava y Elena-
la fe y patria siempre, los goces jamás.
-Es -dice gimiendo de amor Magdalena
gozar mucho, y luego llorar mucho más.-

   Y Safo, con fiebre de amor que no espera,
-Morir por quien se ama -prorrumpe- es querer.
-Es cierto -responde Lucrecia altanera:
morir por quien se ama, si se ama el deber.

   -Vivir en la mente -prosigue Artemisa-
de aquél que amó mucho, y amó porque sí.
-Vivir siempre en otro -murmura Eloísa.
Semíramis dice: -Vivir otro en mí.

   -¡Hablar con el aire! -de amor satisfecha,
¡mal haya su boca! prorrumpe Ninón:-
amores sin crimen, son sueños sin fecha;
pasión que no afrenta, no es digna pasión.-

   ¡En fin! ¿halla el que ama la gloria o el infierno?
¡Aquí las perjuras! ¡Las fieles aquí!
Decidme, en resumen, lo que es ese eterno
deseo que miente, mintiéndose a sí.

   -¡Morir! -dice Safo. Francisca, -¡el incesto!-
Teresa, -¡aquél místico amor del amor!-
Judith y Lucrecia, -¡gozar con lo honesto!
Cleopatra, -¡la orgía!- Raquel, -¡el pudor!-

   ¡Silencio! Así al mundo volvieron demente;
y aún dudan hoy locas, más locas que ayer,
si amor da delicias, o si es solamente
perder la ventura buscando el placer.

   ¡Huid, falsas dueña, de todos los dueños
que el mundo anegaron en llanto por vos;
que hacéis de la vida ya un sueño de sueños,
que hacéis de la carne ya un monstruo, ya un dios!

   ¿Amor en vosotras es todo, o no es nada,
verdad o mentira, virtud o placer?
¡Odiosa falange del mundo adorada,
pues sois siempre un caos, tornad al no ser!

   ¡Maldito aquelarre de diosas, que ignora
si amor cura, o mata, si afrenta o da honor!
-Ya oíste, Enriqueta; si sabes, ahora
responde tú misma: ¿qué cosa es amor?-






ArribaAbajo- XLVII -


Las dos grandezas

    Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están:
-Yo soy Alejandro, el rey.
-Y yo Diógenes, el can,
   Vengo a hacerte más honrada
tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí? -Yo, nada,
que no me quites el sol.
   -Mi poder es... -Asombroso,
pero a mí nada me asombra.
-Yo puedo hacerte dichoso.
-Lo sé; no haciéndome sombra.
   -Tendrás riquezas sin tasa,
un palacio y un dosel.
-¿Y para qué quiero casa
más grande que este tonel?
   Mantos reales gastarás
de oro y seda. -¡Nada, nada!
¿No ves que me abriga más
esta capa remendada!
   -Ricos manjares devoro.
-Yo con pan duro me allano.
-Bebo el Chipre en copas de oro.
-Yo bebo el agua en la mano.
   -Mandaré cuanto tú mandes.
-¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y a unas miserias tan grandes
las llamáis dichas humanas?
   -Mi poder a cuantos gimen,
va con gloria a socorrer.
-¡La gloria! capa del crimen.
Crimen sin capa ¡el poder!
   -Toda la tierra iracundo
tengo postrada ante mí.
-¿Y eres el dueño del mundo,
no siendo dueño de ti?
   -Yo sé que, del orbe dueño,
seré del mundo el dichoso.
-Yo sé que tu último sueño
será tu primer reposo.
   -Yo impongo a mi arbitrio leyes.
-¿Tanto de injusto blasonas?
-Llevo vencidos cien reyes.
-¡Buen bandido de coronas!
   -Vivir podré aborrecido,
mas no moriré olvidado.
-Viviré desconocido,
mas nunca moriré odiado.
   -¡Adiós, pues romper no puedo
de tu cinismo el crisol!
-¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!-
   Y al partir, con mutuo agravio,
uno altivo, otro implacable
¡miserable! dice el sabio;
y el rey dice: ¡miserable!






ArribaAbajo- XLVIII -


Achaques de la vejez

No confíes ni estribes sobre la caña hueca,
porque toda carne es heno y toda su gloria caerá como flor.


(Kempis, lib. XI, cap. VII)                




- I -

    Si no me ataran los pies
la gota, y lo que no lo es
contigo iría hasta el fin
de ese encantado jardín.
¡Rompamos la marcha, pues!
¡Ea! A la una, a las dos,
a las... ¡por vida de Dios!
tenme, no me caiga, Inés.


- II -

   ¡Ah! ¡Cómo enciende de amor
de tus ojos el color,
el mismo con que Rafael
nos pinta la caridad!
A su dulce claridad,
cien vueltas a este vergel
diera de buen grado, Inés.
Mas ¿qué importa ¡maldición!
que me arrastre el corazón,
si me flaquean los pies?


- III -

   ¡Bien! De nuevo tu beldad
nueva extensión da a mi ser,
y de mi primera edad
ya casi siento el placer.
Inés, ¡que felicidad
si ahora a mi voluntad
igualase mi poder!
Ya di un paso. ¡Vuelve a mí,
fuego de mi corazón,
de ese éter universal
donde en deliquio inmortal
de expansión en expansión
toda la vida vertí!
Otro paso. ¡Bien! ¡Muy bien!
Como el de Venus, también,
Inés, tu talle español
arrastra a cuantos lo ven,
subiendo de sol en sol
derechos hasta el Edén.
¿Ves? Ya me siento ascender;
demos la vuelta hasta el fin
de este encantado jardín.
¡A ver cómo marcho, a ver!
¿Dices que tiemblo? ¡No... no...
es que la tierra, cuál yo,
vibra también de placer!
¿Oyes? ¡Cuán bien con su amor
celebra ese ruiseñor
nuestro epitalamio actual!...
Pero por vida de tal,
que a los tres pasos, Inés,
del exceso del sentir
se me van algo los pies...
Y además, al percibir
cómo me hiela el sudor,
ya comienzo a presentir
que ese inocente cantor
a la entrada del Edén,
en vez de este mutuo amor,
acaso ¡fatalidad!
está cantando más bien
mi unión con la eternidad!


- IV -

   ¡Ay, Inés! ¡no puedo más!
pongamos al viaje fin.
Aquí estoy bien, y además
siempre está donde tú estás
el oasis del jardín.
¡Gracias, mi esposa! ¡Tú aún crees
que este corazón senil
no es un árbol sin calor,
cuando con tan tierno amor
mi mano coges, Inés,
con el mismo aire gentil
con que se coge una flor!
¡Ay, ignora tu bondad,
como ignoró mi ilusión,
que es inútil la beldad
cuando ya en el corazón
queda sólo la razón,
flor de la esterilidad!
Sentémonos, pues, aquí,
a las puertas del Edén;
y mientras maldigo así
este cuerpo baladí,
perdona el error de quien
se está muriendo por ti.
Muriéndome, Inés, ¡sí! ¡sí!
por eso creyendo voy
que, evaporado, ya soy
errante espectro de mí.


- V -

   Mas si no alcanzo al honor
de dar dos vueltas o tres,
no es por falta de valor,
como tú sabes, Inés;
tan solamente ¡oh dolor!
por estos malditos pies
no puedo entrar, como ves,
en el templo del amor.
Y ya que has llegado a ver
que para poder entrar
sólo me falta tener
los pies que me han de llevar,
te prometo, hermosa Inés,
que en cuanto yo tenga pies,
en ti, por ti, y para ti
iré hasta el templo que ves,
y alguna vez más allá...
¿Dices que ahora? ¡Ay de mí!
La voluntad está aquí;
mas ¿y los pies? ¡Ahí está!...






ArribaAbajo- XLIX -


Sufrir es vivir

A mi querido amigo don Eduardo Bustillo.



   Maldiciendo mi dolor,
a Dios clamé de esta suerte:
-Haced que el tiempo, Señor,
venga a arrancarme este amor
que me está dando la muerte.-
   Mis súplicas escuchando,
su interminable camino
de orden de Dios acortando,
corriendo, o más bien volando,
como siempre, el tiempo vino.
   -Y, voy tu mal a curar-
dijo; y cuando el bien que adoro
me fue del pecho a arrancar,
me entró un afán de llorar
que aún, de recordarlo, lloro.
   Temiendo por mi pasión
penas sufrí tan extrañas,
que aprendió mi corazón
que una misma cosa son
mis penas y mis entrañas.
   Y feliz con mi dolor.-
gritó mi alma arrepentida:
-Decid al tiempo, Señor.
que no me arranque este amor,
que es arrancarme la vida.-






ArribaAbajo- L -


Los dos espejos

    En el cristal de un espejo
a los cuarenta me vi,
y hallándome feo y viejo,
de rabia el cristal rompí.
   Del alma en la transparencia
mi rostro entonces miré,
y tal me vi en la conciencia,
que el corazón me rasgué.
   Y es que, en perdiendo el mortal
la fe, juventud y amor,
se mira al espejo, y... ¡mal!
se ve en el alma, y... ¡peor!






ArribaAbajo- LI -


La fe y la razón

A don Nicomedes Martín Mateos.





- I -

   La reina de Suecia un día,
recibiendo gravemente
lección de filosofía,
a Descartes le decía
con gravedad lo siguiente:

   -Lleváis, maestro, al exceso
de mi ignorancia la fe:
PIENSO, luego soy. No es eso:
pienso, luego sé que sé.

   Ya veis que empiezo a dudar,
como vos, para creer.
Pero antes de comenzar,
decidme: ¿es ser el pensar?
¿Acaso el ser es saber?

   No os alteréis; con paciencia
probaré que vuestra ciencia
puede resumirse así:
Yo soy lo que es. Consecuencia:
No hay verdad en la experiencia
ni dicha fuera de mí,
pues que saca la conciencia
dicha y verdad, de sí.

   ¿Mi deducción no es probada?
Sin duda, pues la acomodo
a vuestra tesis sentada:
Yo soy sólo el ser; de modo
que si es mi conciencia todo,
todo lo demás es nada.

   ¡Oh maldito escepticismo!
¿No estáis viendo, hombre inhumano,
que con atroz ateísmo
lanza vuestra impía mano
a Dios y al mundo a un abismo,
siendo el pensamiento humano
de sus juicios soberano,
y único juez de sí mismo?

   ¡Horrible es la ciencia, sí,
que hasta de la fe el consuelo
mata; pues juzgando así,
si existe Dios en el cielo,
sólo es porque existe en mí!

   ¡Maestro! vuestra opinión
que es ilusión confesad,
y si no es una ilusión,
mi mente es la autoridad;
la dicha es mi corazón;
soy lo que es; y en conclusión,
mi verdad es la verdad,
mi razón es la razón.-


- II -

   Descartes, después de oír
a su alumna en aquel día,
de tristeza que tenía
se puso el pobre a morir,
y así muriendo decía:

   -¡Ay! ¿qué puedo conocer,
gran Dios, si ignoro yo mismo
si es igual pensar y ser?
¿Cómo salvaré el abismo
que hay entre el ser y el saber?
¿Dónde estás, razón que adoro?
¡Valedme, adorada fe!
¿Cuál es la verdad que exploro?
Ya sé qué soy: bien, ¿y qué?
¡Nada! Excepto el sé que sé,
todo lo demás lo ignoro.

   ¡Noble razón! ¡santa fe!
¿Eternamente estaré
entre una y otra en suspenso?
No hay duda; pienso que pienso,
mas lo que pienso no sé.

   ¿Será verdad que mi ciencia
va del ateísmo en pos,
y que, sin fe ni experiencia,
no existe más ley a Dios
que la ley de la conciencia?

   ¡Grande es mi error, pese a tal!
Soy, porque pienso; ¿ydespués?
Después ya no hay bien ni mal,
pues cada hombre entonces es
centro del mundo moral.

   ¿Y cómo ha de hallar el alma
en este mundo quietud,
sin virtud que dé la calma,
sin fe que dé la virtud?
   ¡Sacadme, Dios de bondad,
de esta eterna confusión!
¿Mi verdad es la verdad?
¿Mi razón es la razón?-


- III -

   Cuando Descartes murió,
Cristina, del sé que sé
las consecuencias sacó,
y a Monaldeschi mató,
dio a su trono un puntapié,
su religión abjuró,
y al fin refugio buscó
en la católica fe.
Tal fue su historia. De suerte
que, de cuanto hay aburrida,
yendo hacia la eterna vida
que no muere con la muerte,
el célebre sé que sé
dio al olvido, y de este modo
halló la ciencia en la fe,
última verdad de todo.

   Y próxima ya a llegar
a aquel último momento
en que engañar el pesar
es nuestro solo contento,
decía con humildad,
pidiendo al cielo perdón:
   -Recibe, Dios de bondad,
mi postrera confesión;
es la fe mi autoridad,
es el mal mi corazón.
¡No es mi verdad la verdad!
¡No es mi razón la razón!






ArribaAbajo- LII -


Las creencias

Deja todas las cosas transitorias, busca las eternas.
¿Qué es todo lo temporal sino engañoso?


(Kempis, lib. III, cap. I.)                




- I -

   Queriendo un rey discutir
las creencias, llama gente
de Ocaso, Sur, Norte, Oriente,
tanto que puedo decir
que está allí el mundo presente.


- I -

Belleza

   El rey su noble cabeza
cortés inclina hacia el suelo,
abre la sesión, y empieza:
-Se discute la Belleza,
raro presente del cielo.
   -Es lo negro la hermosura-
dice uno de negra tez.
Otro blanco: -Es la blancura.
-Lo azul- un indio murmura;
y un chino: -la amarillez.
   -Sí tal -clama uno.- No tal-
gritan otros replicando.
Dice un griego: -Es lo ideal.
Un francés: -La gracia andando.
Un inglés: -Lo original.-
   Queda el rey meditabundo
siguen los demás sus huellas,
y piensa: -En creer me fundo
que si hay en él cosas bellas,
no hay tipo bello en el mundo.-
   Pausa. A tan locos extremos
calla el concurso. Y después
dice un sabio: -Según vemos,
la belleza no es lo que es,
sino que es lo que queremos.-
   Fijada así la cuestión,
pregunta otro sabio: -¿Qué es
la belleza en conclusión,
si lo feo en un lapón
es lo bello en un inglés?-
   Nadie a esto respuesta da.
El gran rey calla y suspira,
y dice: -Acabemos ya;
la belleza sólo está
en los ojos de quien mira.-


- III -

Gloria

   Nueva expectación. Después
prosigue el Rey: -Discutamos
si nuestra gloria sólo es
el Gólghota, en que dejamos
los primeros treinta y tres.
   -De Bruto es la indignación.
Es de César la grandeza.
-La vanidad en acción.
-Toda la humana simpleza.
fundida en una ilusión.
   -Placer de lo extraordinario.
-Humo que despide luz.
-Luz que despide un osario.
-Dicha de llevar la cruz
a la cumbre de un calvario.
   -¡Gloria! grandeza pequeña.
-Dolor que canta una trompa.
-Verdad de todo el que sueña.
-Bazar en que el hombre enseña
de su miseria la pompa.
   -Espacio que un aire llena.
-Abrir tumbas con la espada.
-Morir viviendo en escena.
-Es un néctar que envenena.
-Es darlo todo por nada.-
   No viendo sino locura
en duda tan espantosa,
con la más honda amargura,
-¡La gloria!- el gran rey murmura,
¡poca cosa, poca cosa!-


- IV -

Justicia

   -¿Que es justicia, y dónde se halla?
dice el Rey. A nombre tal,
se alzan grandes y canalla,
gritando unos: -¡La metralla!
diciendo otros:-¡el puñal!
   -La justicia es el humor.
-Lo justo es la autoridad.
Los grandes: -Es la bondad.
Los reyes: -Es el rigor.
El pueblo: -Es la libertad.
   -Es dicen los escogidos
que al bueno el que es malo tema.-
Y exclaman los oprimidos:
-La justicia es este lema:
¡DESDICHADOS LOS VENCIDOS!
    A tan discorde rumor
dice alto el rey: -¡Basta ya!-
Y en voz baja: -Pues, señor,
todo espectáculo está
dentro del espectador.-


- V -

Virtud

   Sigue el rey con emoción,
pero con noble actitud:
-¿La virtud es la ilusión?
¿Es prueba una buena acción
de que hay tipo de virtud?
   Y un sabio: -Hay virtud cumplida-
responde, -si hay quien se atreva
a obrar siempre como deba;
mas ¿puede haber en la vida
juicio que esté a toda prueba?-
   De este sabio a la opinión
se adhiere otro sabio más:
-¿Qué es virtud, en conclusión,
si hay puntos donde jamás
resiste nuestra razón?
   -La virtud -dice un pagano
es el placer que va unido
al bello ideal humano.
-La virtud -dice un cristiano
es el deseo vencido.-
   Y exclama la juventud:
-La virtud no es la fortuna.-
A lo cual la multitud
dice: -Mas, sin duda alguna,
la fortuna es la virtud.-
   Y un hombre que, irracional,
toma por ciencia el desdén,
dice: -Regla general:
dudad cuando os hablen bien;
creed cuando os hablen mal.
   -Es tristeza. -Es el contento.
Es sufrir -Es la salud.-
Y un epicúreo opulento
prorrumpe: -¡Virtud! ¡virtud!
Cuestión de temperamento.-
   A este axioma el Rey. -No hay tal-
a replicar se apresura;
-la virtud es inmortal;
si el mundo es un cenagal,
buscadla siempre en la altura.-


- VI -

Religión

   Una tras otra ilusión
mirando desvanecidas,
-Veamos la Religión,
dijo el gran Rey, ya caídas
las alas del corazón.
   Uno: -Es fe. -Y otro: -Es conciencia,
-Es lo eterno. -Es el no ser.
-Es fuerza. -Es benevolencia.
-Es de Confucio la ciencia.
-Es de Mahoma el placer.
   -¡Silencio! -el gran Rey profiere,
la religión viendo hollada;-
creer sólo lo que agrada
es todo lo que se quiere,
y lo que es todo no es nada.
   ¡Inútilmente traidora,
dardos la impiedad te lanza,
religión que el mundo adora,
fuente de nuestra esperanza,
de esta virtud que no llora!
   ¡Nunca el alma racional
podrá creer que eres sueño,
bálsamo de todo mal,
luz a través de la cual
todo en el mundo es pequeño!


- VII -

   Calló, y a una cortesía
que hizo al pueblo el rey de pie,
todo el concurso aquel día,
creyendo lo que creía,
por donde vino se fue.






ArribaAbajo- LIII -


Amor y gloria

   Sobre arena y sobre viento
lo ha fundado el cielo todo,
lo mismo el mundo del lodo
que el mundo del sentimiento.
De amor y gloria el cimiento
sólo aire y arena son.
¡Torres con que la ilusión
mundo y corazones llena,
las del mundo sois arena,
y aire las del corazón!






ArribaAbajo- LIV -


Nunca olvida quien bien ama

   Ya que este mundo abandono,
antes le dar cuenta a Dios,
aquí para entre los dos
mi confesión te diré:
   -Con toda el alma perdono
hasta a los que siempre he odiado.
¡A ti, que tanto te he amado,
nunca te perdonaré!






ArribaAbajo- LV -


Todo es uno y lo mismo

(Axioma de Schelling)



A mi amigo el Marqués de Molins.





Primera parte

A lo real por lo ideal



- I -

   Juan amaba tanto a Luisa
como a Luis quería Juana;
y aunque me exponga a la risa
de la multitud liviana,
diré que su simpatía
rayaba en tales extremos,
cual la que tener podemos,
tú a tu esposa, y yo a la mía.
Sí, marqués, no os cause espanto
el que ponga frente a frente
su encanto con nuestro encanto;
pues podéis creer firmemente
que, aunque no se amasen tanto,
se amaban inmensamente.


- II -

   Mas la muerte, esa tirana
que siempre el mal improvisa,
llevándose a Luis y a Juana,
solos dejó a Luis y a Luisa.


- III -

   Llorando la mala suerte
de los dos que se murieron,
los vivos casi estuvieron
a las puertas de la muerte.
¡Siempre a nuestra vida humana
es otra vida precisa!
Así Luis quedó sin Juana,
como al perder a Juan Luisa,
sin que nadie amenguar pueda
las lágrimas ¡ay! que llora;
como se queda el que queda
cuando al que se va se adora.


- IV -

   Desde entonces, poco a poco,
tan loca ella como él loco,
por cuantos sitios frecuentan,
marchan con pasos inciertos
¡tan tristes! ¡tan pensativos!
que parece que alimentan
las almas de los dos muertos
los cuerpos de los dos vivos.
Y al verlos tan sólo atentos
a su ventura ilusoria,
sombras de dos pensamientos
que alumbran desde la gloria,
llama la gente liviana,
sirviendo al vulgo de risa,
la loca por Juan- a Luisa,
y a Luis -el loco por Juana.-


- V -

   ¡Luisa feliz, que en un duelo
toda su delicia encierra,
cual ángel que por la tierra
cruza de paso hacia el cielo!
Sueña, sueña, ángel hermoso,
en tu dicha malograda,
porque la dicha soñada
¡es un sueño tan dichoso!...
¡Dichoso Luis! Sus tormentos,
en su sueño delicioso,
trueca en bellas ilusiones,
lo que es horrible, en hermoso,
la realidad, en visiones,
días de angustia, en momentos...
¡Una y mil veces dichoso
aquél que sus sensaciones
transfigura en pensamientos!


Segunda parte

A lo real por lo ideal



- I -

   Rogar con cierto misterio
en un cierto cementerio
una sombra se divisa;
es que por Juan reza Luisa.
Otra sombra que hay cercana,
es Luis que ruega por Juana.
Se lamentan los dos vivos
por sus muertos respectivos
con corazón tan ardiente,
que al mirarle frente a frente,
dicen la una y el uno:
-¡qué importuna! -¡qué importuno!
Y Luis huyendo de Luisa,
y Luisa de Luis huyendo,
se marchan, casi corriendo,
y corren, casi de prisa.


- II -

   En el mismo cementerio
y con el mismo misterio
se hallan los dos otro día,
y mientras Luisa exclamaba:
-Cuando mi amante vivía
le hallaba donde le hallaba,
y hoy, que en la tumba me espera,
su sombra está donde quiera,-
lanzando quejas amantes,
dice Luis del mismo modo:
-Si todo estaba en ti antes,
ahora tú estás en todo.-
Y esta vez menos esquivos
o de agradarse más ciertos,
después de orar por los muertos
se hablaron algo los vivos.


- III -

   Desde entonces los amantes
dijeron, siempre con fuego,
una larga oración antes,
y un corto diálogo luego;
mas consignar bien importa
que, después de algunos días,
se fueron haciendo cargo
que la oración ya era corta
y el diálogo era ya largo.


- IV -

   Saliendo del cementerio,
mas ya sin ningún misterio,
se miraron otro día,
diciendo, ¡quién lo creería!
-¡Es buen mozo! -¡Pues es bella!
-¡Pero aquel! -¡Ay! ¡Pero aquélla!...-
Y ella de amor suspirando,
y Luis aún de amores loco,
ya no corren, van marchando,
pero marchan poco a poco.


- V -

   Así el buen mozo y la bella,
el promediar la semana,
¡oh fidelidad humana!
-¡Se parece a Juan!- dice ella;
y él dice: -¡Parece Juana!-
(¡Pobres Juana y Juan!) Dicho esto,
uno con otro se junta,
haciéndolo él, por supuesto,
en honor de la difunta;
y ella admitiéndole al lado
con temor aún no fingido,
pues si el vivo era ya amado,
aún el muerto era querido.


- VI -

   Mas era tal la insistencia
de su enamorada mente
en dar a su amor presente
de su muerto amor la esencia,
que su alma, siempre indecisa,
piensa que mira realmente
en Luis, de Juan la presencia;
la sombra de Juana, en Luisa.
Y es que nuestro sentimiento,
por arte de encantamiento,
haciendo cuerpo la idea
y lo ya muerto existente,
transfigura eternamente
lo que ama en lo que desea.


- VII -

   En conclusión; cuando se aman
con un amor verdadero,
así mutuamente exclaman:
-¡Como a él y por él te quiero!
-¡Te amo como a ella y por ella!-
Así el buen mozo y la bella,
fingiendo vivo lo muerto
y haciendo falso lo cierto,
que eran los muertos creían,
creyendo lo que querían.
Y desde entonces, el duelo
trocando todos en risa,
Luisa a Luis y Luis a Luisa,
después de aquella semana,
se prestan mutuo consuelo,
creyendo que Juan y Juana
harán lo mismo en el cielo.






ArribaAbajo- LVI -


El sexto sentido



- I -

    Viendo en el mundo el Señor
desorden por donde quiera,
quiso darle un director
y dijo de esta manera:
   -Cinco sentidos di al hombre,
y no me entiende jamás.
Daré a un ser que al mundo asombre
un sexto sentido más.
   Quiero hacer al mundo don
de un hombre de alma gigante,
grande cual la religión,
como la gloria brillante.
   Fe y saber broten sus labios
cual brota el verano flores,
más docto que los más sabios,
más bueno que los mejores.
   De la humana criatura
cese el eclipse moral.
¡Salve a mi mejor hechura!-
dijo, y nació Blas Pascal.


- II -

   Al ver pasar su existencia,
ya meditando, ya orando,
con mucha fe y más paciencia,
dice un hombre meditando:
   -¡Oh Dios! Cuanto más comprendo,
menos soy yo comprendido;
¡qué cilicio es tan horrendo
el don de un sexto sentido!
   Si bestia al hombre llamé,
los ángeles murmuraron;
cuando ángel le apellidé,
las bestias me calumniaron.
   Mi talento y su talento
no están de acuerdo jamás;
o quítame el pensamiento,
o dáselo a los demás.
   Hallo sus deseos locos,
sus pensamientos informes,
sus remordimientos pocos,
sus sensaciones deformes.
   Con lo porvenir sostienen
de lo presente el afán;
¡porvenir! ¡sombras que vienen!
¡presente! ¡sombras que van!
   Da fe el hombre a su provecho,
y cree sólo en su interés;
y el que ve el mundo al derecho,
dice que lo ve al revés.
   ¡Señor! ya a tan hondo anhelo
mi corazón se rindió,
enfermo de mal del cielo.-
Dijo Pascal, y enfermó.


- III -

   Entre oración y oración,
entre llorar y gemir,
a un hombre, un santo varón
le ayuda así a bien morir.
   -¡Cuántos afanes perdidos
en crear tan noble hechura!
Para los cinco sentidos,
el tener seis es locura.
   De gozar el mundo ahíto,
fijo sólo en lo presente,
ni sospecha lo infinito,
ni la eternidad presiente.
   ¡Qué condición tan menguada!
Mezcla el hombre de alma y lodo,
para lo infinito es nada,
si para la nada es todo.
   De orgullo y de envidia llenos
cual siempre, dejan atrás
los muchos que saben menos,
al uno que sabe más.
   Para el mundo, que sin fe
presume mucho y ve poco,
es necio el que menos ve,
y el que ve más es un loco.
   ¡Pascal, pues con santo anhelo
te mata del cielo el mal,
vuélvete a tu patria el cielo!...-
Dijo, y murió Blas Pascal.






ArribaAbajo- LVII -


Los dos pecadores

    Tú pecas porque me adoras,
y yo peco por gozar,
y en tan diverso pecar,
yo río cuando tú lloras.
¡Maldigo mis dulces horas,
y bendigo tu tormento!
Podrá tu remordimiento
llevarte a un dichoso estado.
¡Yo sí que soy desdichado,
que peco y no me arrepiento!






ArribaAbajo- LVIII -


Muertos que viven

A mi hermano político don José María Valdés, en la muerte de su hija Guillermina.



   Con tierna melancolía
van a una niña a enterrar,
y el padre, al verla pasar,
dice llorando: -¡Hija mía!
¡La pierdo cuando aún vivía
con la fe de la ilusión!...-
Mas se templó su aflicción
mirando al cortejo, y viendo
tantos que, sin fe viviendo,
llevan muerto el corazón.






ArribaAbajo- LIX -


Las dos linternas

A don Guillermo Laverde Ruiz.





- I -

    De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader.
Distan la suya y la mía
cuanto hay de ser a no ser.
   Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo la entristece;
la mía todo lo alegra.
   Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.


- II -

   -Con mi linterna- él decía
no hallo un hombre entre los seres.-
¡Y yo que hallo con la mía
hombres hasta en las mujeres!
   El llamó, siempre implacable,
fe y virtud teniendo en poco,
a Alejandro, un miserable,
y al gran Sócrates, un loco.
   Y yo ¡crédulo! entretanto,
cuando mi linterna empleo,
miro aquí, y encuentro un santo,
miro allá, y un mártir veo.
   ¡Sí! mientras la multitud
sacrifica con paciencia
la dicha por la virtud
y por la fe la existencia,
   para él virtud fue simpleza,
el más puro amor escoria,
vana ilusión la grandeza,
y una necedad la gloria.
   ¡Diógenes! Mientras tu celo
sólo encuentra sin fortuna,
en Esparta algún chicuelo
y hombres en parte ninguna,
   yo te juro por mi nombre
que, con sufrir el nacer
es un héroe cualquier hombre,
y un ángel toda mujer.


- III -

   Como al revés contemplamos,
yo y él las obras de Dios,
Diógenes o yo engañamos.
¿Cuál mentirá de los dos?
   ¿Quién es en pintar más fiel
las obras que Dios crió?
El cinismo dirá que él;
la virtud dirá que yo.
   Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.






ArribaAbajo- LX -


El mayor castigo

   Cuando de Virgilio en pos
fue el Dante al infierno a dar,
su conciencia, hija de Dios,
dejó a la puerta al entrar.
   Después que a salir volvió,
su conciencia el Dante hallando,
con ella otra vez cargó,
más dijo así suspirando:
   Del infierno, en lo profundo,
no vi tan atroz sentencia
como es la de ir por el mundo
cargado con la conciencia.






ArribaAbajo- LXI -


Músicas que pasan

Todas las cosas pasan, y tú con ellas.


(Kempis, lib. XI, cap. I)                


A mi querido amigo don Facundo Goñi.





- I -

    ¡Música! -¡Qué aliento dan,
y qué esperanza sin fin,
el re-tin-tín del clarín,
del tambor el ra-ta-plán!
¡Ya aproximándose van!
¡Tambor y clarín resuenen!
¡Cuál la esperanza entretienen!
¡Cómo el corazón abrasan!
Estas músicas que pasan,
¡qué alegres son cuando vienen!


- II -

   ¡Música! -Conforme avanza
ya el tambor o ya el clarín,
causa aliento el re-tin-tín
da el ra-ta-plán esperanza.
Se aleja... y ya en lontananza,
más bien que gozoso afán,
tristeza sus ecos dan.
¡No hay bien seguro en el mundo!
¡Qué lúgubres son, Facundo,
las músicas que se van!


- III -

   ¡Ay! ¡Ni al principio ni al fin
nos dan a algunos ardor
el ra-ta-plán del tambor,
del clarín el re-tin-tín!
-¡Tu esplín, Facundo, y mi esplín,
para músicas están!
Poco nuestro antiguo afán
las músicas entretienen,
ni cuando alegres se vienen,
ni cuando tristes se van.






ArribaAbajo- LXII -


El café

A mi amigo don Enrique Saavedra, marqués de Auñón.





- I -

   ¡Café! -Tal es la cuestión:
¿Hizo Cabanís tan mal
al decir que es la razón
fruto de una digestión
de la masa cerebral?
Sin ir más lejos, marqués,
¿cómo me podrás negar
que el rico café que ves,
o es cosa que piensa, o es
materia que hace pensar?
¡Gloria a ese vital licor,
espíritu material,
o si os parece mejor,
materia espiritual;
incomprensible hacedor
de una dicha artificial;
secreto elaborador
de un frenesí racional!
¡Yo no extrañaré, pardiez,
que su semilla al probar,
las aves alguna vez,
en deliciosa embriaguez,
hablen en vez de cantar!

   ¡Otra taza! y ¡otra! -A fe
que asegura con razón,
no sé quien ni sé por qué,
mi recuerdo en qué centón,
que en cada grano el café
lleva un sabio en embrión...
Yo quiero ser sabio... ¿oís?
dadme sabiamente, pues,
una taza, y dos, y tres...
¡Marqués! ¡querido marqués!
¿tendrá razón Cabanís?


- II -

   ¡Café! ¡y más café! -Ven, tú
a dar a mi sangre ardor,
del sueño infalible bu
maná que oxida el dolor,
bálsamo a cuya virtud
mi prematura vejez
siempre recobra otra vez
la alegría y la salud!

   Admiráos y escuchad:
por descubrir del café
él sólo la propiedad,
sin duda tan sabio fue
el diablo en la antigüedad.
¿Decís que no? Pues yo sé
de un sapientísimo autor
que dice y prueba que fue
de Numa el legislalor
la ninfa Egcria, el café;
y añade, poco después,
que fue este noble licor
de Sócrates, sabio autor,
el genio, diablo o lo que es.
De modo, caro marqués,
que con este talismán
han vuelto el mundo al revés,
del uno al otro confín,
Sócrates, Numa y Satán,
cuantos brujos, en fin,
han sido, son y serán.

   Esto es lo cierto. Y si no,
¿quién como el café marcó
de la fortuna el vaivén,
y a Napoleón arrastró
hoy al mal, mañana al bien?
¿Que quién tal cosa creyó?-
Todos; y a más creo yo
que ya feliz, ya infeliz,
acaso una gota más
le dio el triunfo de Austerlitz,
y una de menos quizás
le hizo huir en Waterlóo.
Y aún pienso otra cosa, y es
que obedeciendo, marqués,
a la rara propiedad
de un café de calidad,
gaje de algún holandés,
corriendo en la inmensidad
Benito Espinosa, en pos
de una infinita verdad,
lanzó esta inmensa impiedad:
-Dios es todo, y todo es Dios.-
¿Tengo o no tengo razón?
Pues antes de concluir,
todavía vais a oír
la más extraña opinión
que muchas veces a herir
viene mi imaginación,
y es que llego a presumir,
¿si será el café ese ser
que en una edad y otra edad
siempre aspira a comprender
la mísera humanidad?
¿No es cierto, Padre Voltaire?
Marqués de Auñón, ¿no es verdad?


- III -

   ¡Café! ¡café! y ¡más café!
Ahitadme de ese elixir,
pasto de almas, sin el cual
fuera el humano existir
casi un sueño vegetal,
pues en eléctrico ardor,
en el ser más baladí
hace del afecto amor,
y del amor frenesí...
¡Ah! ¡que caiga sobre ti
del orbe la bendición,
del alma sabroso pan,
borrachera de ilusión,
a cuya mágica acción
es un Etna el corazón,
es la cabeza un volcán!
¿Y quién no honrará el poder,
marqués de Auñón, de un licor
que hasta hace alegre el dolor,
que hace más vivo el placer,
que da al brazo más vigor,
a la mente inmensidad,
a los ojos claridad,
al corazón más amor,
y alas a los mismos pies...
tanto, que, como tú ves,
no echo a volar por un tris?...
¡Marqués! ¡querido marqués!
¿tendrá razón Cabanís?






ArribaAbajo- LXIII -


Dramas desconocidos

   Cuando el pueblo a Otelo vio
que, matando a la que adora,
dice: -Muera la traidora
que el alma me asesinó,-
tu rostro el color perdió
llorando el fin de la bella;
yo de él pensando en la estrella,
dije mirándote: -¡Infiel!
¡si no te mato como él,
me asesinaste como ella!-






ArribaAbajo- LXIV -


La metempsícosis



- I -

   Hallé una historia, lector,
en un viejo pergamino,
donde prueba un sabio autor
¡ay! que el variar de destino
sólo es variar de dolor.


- II -


Flor

   -Flor, primero, abandonada
entre unas hierbas broté,
envidiosa y no envidiada;
sin ver sol me marchité,
llorando y sin ser llorada.


Bruto

   -A bravo alazán subí,
y de victoria en victoria,
tras mil riesgos, conseguí
para mi dueño la gloria
y la muerte para mí.


Pájaro

   -Ave después, hasta el llanto
Dios me condenó a expresar
con las dulzuras del canto:
canté, sí, mas canté tanto
que al fin me mató el cantar.


Mujer

   -Mujer, y hermosa, nací;
amante, no tuve fe;
esposa, burlada fui;
lo que me amó aborrecí,
y me burló lo que amé.


Sabio

   -Hombre al fin, ciencia y verdad
buscando en lid malograda,
fue desde mi tierna edad
mi objeto la inmensidad
y mi término la nada.


Dictador

   -En mí, cuando Cesar fui,
su honor la gloria fundó.
Siempre -vine, vi y vencí;-
adopté un hijo ¡ay de mí!
creció, le amé y me mató.


Hombre

   -La escala transmigradora
de mis cien formas y modos
vuelvo ya a bajar, y ahora
un hombre soy que, cual todos,
vive, espera, sufre y llora.


- III -

   Después de saber, lector,
la historia del pergamino,
¿qué importa ser hombre o flor,
¡ay! si el variar de destino
sólo es variar de dolor?