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1

Cuando don Quijote encuentra a los galeotes en la primera parte, y procede a interrogarlos uno por uno, llega a Ginés de Pasamonte, y se entera de que éste está escribiendo su autobiografía. Pregunta don Quijote por la calidad del libro: «Es tan bueno -respondió Ginés- que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren» (I, XXII).

 

2

En Tarragona y en 1614 salió el Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha por el disfrazado Alonso Fernández de Avellaneda. En Madrid y en 1615 apareció el Don Quijote de Cervantes, con el protagonista redivivo, a pesar de los epitafios de la Academia de Argamasilla.

 

3

La terminología de formas abiertas y formas cerradas la popularizó en la historia del arte el gran crítico suizo Heinrich Wölfflin a partir de la primera edición de su obra clásica Kunstgeschichtliche Grundbegriffe (Munich, 1915).

 

4

En un clásico de la crítica moderna: Europäische Literatur und lateinisches Mittelalter (Berna, 1948), cap. V, párr. 3; traducción española de M. y A. Alatorre (México, 1955).

 

5

Hace unos pocos años, don Américo Castro estudió largamente las posibilidades de que el Guzmán de Alfarache (1599, 1604) hubiese actuado como una suerte de aliciente negativo sobre el Quijote de 1605, como propuso en su libro Cervantes y los casticismos españoles (Madrid-Barcelona, 1966), brillante y extremoso como todos los suyos. Lo cierro es que Cervantes nunca quiso escribir un relato picaresco, ya que Rinconete y Cortadillo resuena con alegres notas, mientras que el diapasón de la picaresca pura es el desengaño, y las vidas de Rincón y Cortado permanecen insolubles al final de la novela. Y aunque resulte casi ocioso, recordemos que la característica formal genérica de la picaresca pura es la ficción autobiográfica, que brilla por su ausencia en las Novelas ejemplares, en todo el canon cervantino, en realidad de verdad. Desde este punto de vista, el Coloquio de los perros se puede considerar como una meditada contrapartida a la picaresca pura, un audaz reto al género.

 

6

Medios censurados duramente por boca del cura en el escrutinio de la librería de don Quijote: «Y pues comenzamos por La Diana de Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua encantada, y casi todos los versos mayores, y quédesele en hora buena la prosa y la honra de ser primero en semejantes libros.» Y en otra ocasión yo estudié el episodio central del Quijote de 1605, el de la venta de Juan Palomeque el Zurdo y las diversas parejas de enamorados que allí se reúnen, como una suerte de esperpentización del palacio de la sabia Felicia. Pero obsérvese que las parejas de enamorados resuelven sus diversos problemas a través del autoconocimiento y no de una inexistente agua encantada. Ver mis Nuevos deslindes cervantinos (Barcelona, 1975), cap. I.

 

7

Cervantes y Quevedo (Barcelona, 1974), pág. 9.

 

8

No creo ocioso citar unos hermosos versos del poeta inglés William Wordsworth: «Imagination, which, in truth, / Is but another name for absolute power / And clearest insight, amplitude of mind, / and Reason in her most exalted mood» (The Prelude, libro XIV). ¿Pensaría Wordsworth en don Quijote al escribir estos versos, a pesar del fuerte tono autobiográfico de todo el poema? Sea lo que sea, es indudable que don Quijote aseveraría tal definición, de haberla conocido, con la punta de su lanza.

 

9

El avisado lector habrá notado que partí de ideas expresadas por José Antonio Maravall en su libro El humanismo de las armas en don Quijote (Madrid, 1948). Y si el lector no lo había notado, bien conviene que lea esa obra.

 

10

Más sistemático cotejo, aunque apuntado a otros fines, entre Cervantes, Dostoievski y Mark Twain (vale decir, entre don Quijote, el Príncipe Myshkin y Tom Sawyer-Huckleberry Finn) hallará el lector en el interesante trabajo de Arturo Serrano-Plaja Realismo «mágico» en Cervantes (Madrid, 1967), del que hay traducción inglesa (Berkeley-Los Ángeles, 1970).

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