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Traduzco de la versión inglesa, Otto Rank, The Myth the Birth of the Hero, trad. de Philip Freund (Nueva York, 1964), pág. 65.

 

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Trabajo desde hace tiempo en un libro sobre el Amadís de Gaula, en el cual, entre otras cosas, a base de esquemas folklóricos, he podido reconstruir el Amadís primitivo, antes de que le pusiera mano Garci Rodríguez de Montalvo.

Adelanto que mi reconstrucción hipotética me parece razonable y satisfactoria, al menos para mí.

 

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Aludo en el texto a dos grandes trabajos por dos investigadores extraordinarios, hoy en día desgraciadamente ambos desaparecidos, pero llorados por todos sus amigos: María Rosa Lida de Malkiel, «El desenlace del Amadís primitivo», Romance Philology, VI (1953), 283-89; Antonio Rodríguez-Moñino, «El primer manuscrito del Amadís de Gaula. Noticia bibliográfica», Boletín de la Real Academia Española, XXXVI (1956), 199-216, seguido por dos complementarios estudios de Agustín Millares Carlo y de Rafael Lapesa.

 

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Aludo en el texto al artículo de E. B. Place «El Amadís de Montalvo como manual de cortesanía en Francia», Revista de Filología Española, XXXVIII (1954), 151-69. Y a pasajes como éste de Bernal Díaz del Castillo, compañero de Cortés, quien describe en estos términos la primera visión que el español tuvo de la actual ciudad de México: «Nos quedamos admirados y decíamos que parescía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua», Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632, edición póstuma), cap. LXXXVII. Asimismo, a aspectos de la toponimia americana ya bien dilucidados, tales como California, que proviene de Las sergas de Esplandián, y en el otro extremo del continente, Patagonia, del Primaleón.

 

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«No muchos años después de la Passión de Nuestro Redemptor y Saluador Jesu Xpo, fue un rey cristiano en la pequeña Bretaña, por nombre llamado Garínter, el qual seyendo en la ley de la verdad, de mucha deuoción y buenas maneras era acompañado. Este rey ouo dos fijas en vna noble dueña su muger, y la mayor fue casada con Languines, rey de Escocia, y fue llamada la Dueña de la Guirnalda, porque el rey su marido nunca la consintió cubrir sus fermosos cabellos sino de vna muy rica guirnalda, tanto era pagado de los ver... La otra fija, que Helisena fue llamada, en grand quantidad mucho más hermosa que la primera fue. Y como quiera que de muy grandes príncipes en casamiento demandada fuese, nunca con ninguno dellos casar le plugo, antes su retrayimiento y santa vida dieron causa a que todos beata perdida la llamassen, considerando que persona de tan gran guisa, dotada de tanta hermosura, de tantos grandes por matrimonio demandada, no le era conueniente tal estilo de vida tomar.»

 

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Su Rimado de palacio empieza con una confesión general del autor, que incluye entre sus pecados de juventud la lectura de libros profanos: «Plógome otrosí oir muchas vegadas / libros de devaneos e mentiras probadas: / Amadís, Lanzalote e burlas asacadas, / en que perdí mi tiempo a muy malas jornadas», copla 162.

 

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La autoría sigue en el aire, y ningún candidato reúne el suficiente número de votos, por decirlo así. Lo mismo se puede decir acerca de la fecha de redacción de la obrilla: todo lo que se puede decir con seguridad categórica es que se escribió durante el reinado de Carlos V.

 

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Así comienza el Lazarillo: «Pues sepa V. M. ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomole el parto y pariome allí; de manera que con verdad me puedo decir nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías malhechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.»

 

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Esto lo ha demostrado ampliamente Fernando Lázaro Carreter en un artículo que primero apareció en Ábaco, y que ahora ha sido recogido en libro: «Construcción y sentido del Lazarillo de Tormes», «Lazarillo de Tormes» en la picaresca (Esplugues de Llobregat, 1972), páginas 59-192.

 

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«Función del cuento popular en el Lazarillo de Tormes», Actas del Primer Congreso Internacional de Hispanistas (Oxford, 1964), páginas 349-59. Es doloroso recordar que tan admirada amiga ya no pudo leer este trabajo, presentado, sin embargo, por su fiel marido.

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