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  -274-  

ArribaAbajoCapitulo XXII

Donde se da cuenta [de] la grande auentura de la cueua de Montesinos, que está en el coraçon de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quixote de la Mancha


Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hizieron a don Quixote, obligados de las muestras que auia dado, defendiendo su causa, y al par de la valentia le graduaron la discrecion, teniendole por vn Cid en las armas y por vn Ciceron en la elocuencia. El buen Sancho se refociló tres dias a costa de los nouios, de los quales se supo que no fue traça comunicada con la hermosa Quiteria el herirse fingidamente, sino industria de Basilio, esperando della el mesmo sucesso que se auia visto; bien es verdad que confesso que auia dado parte de su pensamiento a algunos de sus amigos, para que al tiempo necessario fauoreciessen su intencion y abonassen su engaño.

«No se pueden ni deuen llamar engaños», dixo don Quixote, «los que ponen la mira en virtuosos fines.»

Y que el de casarse los enamorados era el fin de mas excelencia, aduirtiendo que el mayor contrario que el amor tiene es la hambre y la continua necessidad, porque el amor es todo alegria, regozijo y contento, y mas quando el amante está en possesion de la cosa amada, contra quien son enemigos opuestos   -275-   y declarados la necessidad y la pobreza; y que todo esto dezia con intencion de que se dexasse el señor Basilio de exercitar las habilidades que sabe, que aunque le dauan fama, no le dauan dineros, y que atendiesse a grangear hazienda por medios licitos e industriosos,   -fol. 86r-   que nunca faltan a los prudentes y aplicados.

«El pobre honrado, si es que puede ser honrado el pobre, tiene prenda en tener muger hermosa, que quando se la quitan, le quitan la honra y se la matan. La muger hermosa y honrada, cuyo marido es pobre, merece ser coronada con laureles y palmas de vencimiento y triunfo; la hermosura por si sola atrae las voluntades de quantos la miran y conocen, y como a señuelo gustoso se le abaten las aguilas reales y los paxaros altaneros; pero si a la tal hermosura se le junta la necessidad y estrecheza, tambien la embisten los cueruos, los milanos y las otras aues de rapiña, y la que está a tantos encuentros firme, bien merece llamarse corona de su marido.

»Mirad, discreto Basilio», añadio don Quixote, «opinion fue de no se qué sabio que no auia en todo el mundo sino vna sola muger buena, y daua por consejo, que cada vno pensasse y creyesse que aquella sola buena era la suya, y assi viuiria contento. Yo no soy casado ni hasta agora me ha venido en pensamiento serlo, y con todo esto me atreueria a dar consejo al que me lo pidiesse [d]el modo que auia de   -276-   buscar la muger con quien se quisiesse casar. Lo primero, le aconsejaria que mirasse mas a la fama que a la hazienda, porque la buena muger no alcança la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo; que mucho mas dañan a las honras de las mugeres las desembolturas y libertades publicas que las maldades secretas. Si traes buena muger a tu casa, facil cosa seria conseruarla y aun mejorarla en aquella bondad; pero si la traes mala, en trabajo te pondra el enmendarla; que no es muy hazedero passar de vn estremo a otro. Yo no digo que sea impossible, pero tengolo por dificultoso.»

Oia todo esto Sancho, y dixo entre si:

«Este mi amo, quando yo hablo cosas   -fol. 86v-   de meollo y de sustancia, suele dezir que podria yo tomar vn pulpito en las manos y yrme por esse mundo adelante predicando lindezas, y yo digo del, que quando comiença a enhilar sentencias y a dar consejos, no solo puede tomar [vn] pulpito en las manos, sino dos en cada dedo y andarse por essas plaças a qué quieres, boca. ¡Valate el diablo por cauallero andante que tantas cosas sabes! Yo pensaua en mi anima que solo podia saber aquello que tocaua a sus cauallerias, pero no ay cosa donde no pique y dexe de meter su cucharada.»

Murmuraua esto algo296 Sancho, y entreoyole su señor y preguntole:

«¿Qué murmuras, Sancho?»

«No digo nada ni murmuro de nada»; respondio Sancho; «solo estaua diziendo entre mi,   -277-   que quisiera auer oydo lo que vuessa merced aqui ha dicho antes que me casara, que quiça dixera yo agora: el buey suelto bien se lame.»

«¿Tan mala es tu Teresa, Sancho?», dixo don Quixote.

«No es muy mala», respondio Sancho, «pero no es muy buena, a lo menos, no es tan buena como yo quisiera.»

«Mal hazes, Sancho», dixo don Quixote, «en dezir mal de tu muger, que en efecto es madre de tus hijos.»

«No nos deuemos nada», respondio Sancho; «que tambien ella dize mal de mi quando se le antoja, especialmente quando está zelosa; que entonces sufrala el mesmo Satanas.»

Finalmente, tres dias estuuieron con los nouios, donde fueron regalados y seruidos como cuerpos de rey. Pidio don Quixote al diestro licenciado le diesse vna guia que le encaminasse a la cueua de Montesinos, porque tenia gran desseo de entrar en ella y ver a ojos vistas si eran verdaderas las marauillas que de ella se dezian por todos aquellos contornos. El licenciado le dixo que le daria a un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de cauallerias, el qual con mucha voluntad le pondria a la boca de la mesma cueua y le enseñaria las lagunas de Ruydera, famosas ansimismo   -fol. 87r-   en toda la Mancha y aun en toda España, y dixo[l]e que lleuaria con el gustoso entretenimiento, a causa que era moço que sabia hazer libros para imprimir,   -278-   y para dirigirlos a principes. Finalmente, el primo vino con vna pollina preñada, cuya albarda cubria vn gayado tapete o arpillera. Ensilló Sancho a Rozinante y adereçó al ruzio, proueyó sus alforjas, a las quales acompañaron las del primo, assimismo bien proueydas, y, encomendandose a Dios y despediendose de todos, se pusieron en camino, tomando la derrota de la famosa cueua de Montesinos.

En el camino preguntó don Quixote al primo de qué genero y calidad eran sus exercicios, su pr[o]fession y estudios. A lo que el respondio: que su profession era ser humanista, sus exercicios y estudios componer libros para dar a la estampa, todos de gran prouecho y no menos entretenimiento para la republica; que el vno se intitulaua El de las libreas, donde pinta297 setecientas y tres libreas con sus colores, motes y cifras, de donde podian sacar y tomar las que quisiessen en tiempo de fiestas y regozijos los caualleros cortesanos, sin andarlas mendigando de nadie, ni lambicando, como dizen, el cerbelo por sacarlas conformes a sus desseos e intenciones.

«Porque doy al zeloso, al desdeñado, al oluidado y al ausente las que les conuienen, que les vendran mas justas que pecadoras. Otro libro tengo tambien, a quien he de llamar Metamorfoseos, o Ouidio español, de inuencion nueua y rara, porque en el, imitando a Ouidio a lo burlesco, pinto quién fue la Giralda de Seuilla y el Angel de la Madalena, quién el   -279-   Caño de Vecinguerra de Cordoua, quiénes los toros de Guisando, la Sierra Morena, las fuentes de Leganitos y Lauapies en Madrid, no oluidandome de la del Piojo, de la del Caño Dorado y de la Priora298, y esto, con sus alegorias, metaforas y translaciones, de modo, que alegran, suspenden y enseñan a un299 mismo punto.

»Otro libro tengo que le llamo Suplemento   -fol. 87v-   a Virgilio Polidoro300, que trata de la inuencion de las cosas, que es de grande erudicion y estudio, a causa que las cosas que se dexó de dezir Polidoro de gran sustancia, las aueriguo yo y las declaro por gentil estilo. Oluidosele a Virgilio de declararnos quién fue el primero que tuuo catarro en el mundo, y el primero que tomó las vnciones para curarse del morbo galico, y yo lo declaro al pie de la letra y lo autorizo con mas de veynte y cinco autores: porque vea vuessa merced si he trabajado bien y si ha de ser vtil el tal libro a todo el mundo.»

Sancho, que auia estado muy atento a la narracion del primo, le dixo:

«Digame, señor, assi Dios le de buena manderecha en la impression de sus libros, ¿sabriame dezir, que si sabra, pues todo lo sabe, quién fue el primero que se rascó en la cabeça?; que yo para mi tengo que deuio de ser nuestro padre Adan.»

«Si seria», respondio el primo, «porque Adan no ay duda sino que tuuo cabeça y cabellos, y siendo esto assi, y siendo el primer hombre del mundo, alguna vez se rascaria.»

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«Assi lo creo yo», respondio Sancho; «pero digame aora: ¿quién fue el primer bolteador del mundo?»

«En verdad, hermano», respondio el primo, «que no me sabre determinar por aora, hasta que lo estudie; yo lo estudiaré en boluiendo adonde tengo mis libros, y yo os satisfare quando otra vez nos veamos; que no ha de ser esta la postrera.»

«Pues mire, señor», replicó Sancho, «no tome trabajo en esto, que aora he caydo en la cuenta de lo que le he preguntado; sepa que el primer bolteador del mundo fue Lucifer, quando le echaron o arrojaron del cielo, que vino bolteando hasta los abismos.»

«Tienes razon, amigo», dixo el primo.

Y dixo don Quixote:

«Essa pregunta y respuesta no es tuya, Sancho; a alguno las has oydo dezir.»

«Calle, señor», replicó Sancho, «que a buena fe que si me doy a preguntar y a responder, que no acabe de aqui a mañana. Si, que301 para preguntar necedades y responder disparates no he menester yo andar buscando ayuda de   -fol. 88r-   vezinos.»

«Mas has dicho, Sancho, de lo que sabes», dixo don Quixote; «que ay algunos que se cansan en saber y aueriguar cosas que despues de sabidas y aueriguadas no importan vn ardite al entendimiento ni a la memoria.»

En estas y otras gustosas platicas se les passó aquel dia, y a la noche se aluergaron en   -281-   vna pequeña aldea, adonde el primo dixo a don Quixote que desde alli a la cueua de Montesinos302 no auia mas de dos leguas, y que si lleuaua determinado de entrar en ella, era menester prou[e]erse de sogas para atarse y descolgarse en su profundidad.

Don Quixote dixo que aunque llegasse al abismo, auia de ver donde paraua, y, assi, compraron casi cien braças de soga, y otro dia, a las dos de la tarde, llegaron a la cueua, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de cambroneras y cabrahigos, de çarças y malezas, tan espesas y intricadas, que de todo en todo la ciegan y encubren. En viendola, se apearon el primo, Sancho y don Quixote, al qual los dos le ataron luego fortissimamente con las sogas; y en tanto que le faxaban y ceñian, le dixo Sancho:

«Mire vuestra merced, señor mio, lo que haze, no se quiera sepultar en vida, ni se ponga adonde parezca frasco que le ponen a enfriar en algun pozo. Si que a vuestra merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta que deue de ser peor que mazmorra.»

«Ata y calla», respondio don Quixote; «que tal empresa como aquesta, Sancho amigo, para mi estaua guardada303

Y entonces dixo la guia:

«Suplico a vuessa merced, señor don Quixote, que mire bien y especule con cien ojos lo que ay alla dentro: quiça aura cosas que las ponga yo en el libro de mis Transformaciones

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«En manos está el pandero que le sabra bien tañer»304, respondio Sancho Pança.

Dicho esto, y acabada la ligadura de don Quixote, que no fue sobre el arnes, sino sobre el jubon de armar, dixo don Quixote:

«Inaduertidos hemos andado en no auernos proueydo de algun esquilon pequeño, que fuera atado junto   -fol. 88v-   a mi en esta mesma soga, con cuyo sonido se entendiera que todavia baxaua y estaua viuo; pero pues ya no es possible, a la mano de Dios, que me guie.»

Y luego se hincó de rodillas y hizo vna oracion en voz baxa al cielo, pidiendo a Dios le ayudasse y le diesse buen sucesso en aquella, al parecer, peligrosa y nueua auentura, y en voz alta dixo luego:

«¡O señora de mis acciones y mouimientos, clarissima y sin par Dulcinea del Toboso! Si es possible que lleguen a tus oydos las plegaria y rogaciones deste tu venturoso amante, por tu inaudita belleza te ruego las escuches; que no son otras que rogarte no me niegues tu fauor y amparo aora que tanto le he menester. Yo voy a despeñarme, a empozarme y a hundirme en el abismo que aqui se me representa, solo porque conozca el mundo que si tu me fauoreces, no aura impossible a quien yo no acometa y acabe.»

Y, en diziendo esto, se acercó a la sima, vio no ser possible descolgarse ni hazer lugar a la entrada, si no era a fuerça de braços o a cuchilladas, y, assi, poniendo mano a la espada, començo   -283-   a derribar y a cortar de aquellas malezas que a la boca de la cueua estauan, por cuyo ruydo y estruendo salieron por ella vna infinidad de grandissimos cueruos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quixote en el suelo; y si el fuera tan agorero como catolico christiano, lo tuuiera a mala señal y escusara de encerra[r]se en lugar semejante. Finalmente, se leuantó, y viendo que no salian mas cueruos ni otras aues noturnas, como fueron murcielagos, que assimismo entre los cueruos salieron, dandole soga el primo y Sancho (y) se305 dexó calar al fondo de la caberna espantosa, y al entrar, echandole Sancho su bendicion y haziendo sobre el mil cruces, dixo:

«¡Dios te guie y la Peña de Francia, junto con la Trinidad de Gaeta306, flor, nata y espuma de los caualleros andantes! ¡Alla vas, valenton del mundo, coraçon de azero, braços de bronze! ¡Dios te guie, otra vez, y te buelua libre,   -fol. 89r-   sano y sin cautela a la luz desta vida que dexas por enterrarte en esta escuridad que buscas!»

Casi las mismas plegarias y deprecaciones hizo el primo.

Yua don Quixote dando vozes que le diessen soga y mas soga, y ellos se la dauan poco a poco, y quando las vozes, que acanaladas por la cueua salian, dexaron de oyrse, ya ellos tenian descolgadas las cien braças de soga, y fueron de parecer de boluer a subir a don Quixote, pues no le podian dar mas cuerda; con   -284-   todo esso, se detuuieron como media hora, al cabo del qual espacio boluieron a recoger la soga con mucha facilidad y sin peso alguno, señal que les hizo imaginar que don Quixote se quedaua dentro, y, creyendolo assi Sancho, lloraua amargamente y tiraua con mucha priesa por desengañarse; pero llegando, a su parecer, a poco mas de las ochenta braças, sintieron peso, de que en estremo se alegraron. Finalmente, a las diez, vieron distintamente a don Quixote, a quien dio vozes Sancho, diziendole:

«Sea vuestra merced muy bien buelto, señor mio, que ya pensauamos que se quedaua alla para casta.»

Pero no respondia palabra don Quixote, y, sacandole del todo, vieron que traia cerrados los ojos, con muestras de estar dormido. Tendieronle en el suelo y desliaronle, y con todo esto, no despertaua. Pero tanto le boluieron y reboluieron, sacudieron y menearon, que al cabo de vn buen espacio boluio en si, desperezandose, bien como si de algun graue y profundo sueño despertara, y, mirando a vna y otra parte como espantado, dixo:

«Dios os lo perdone, amigos, que me aueis quitado de la mas sabrosa y agradable vida y vista que ningun humano ha visto ni passado. En efecto: aora acabo de conocer que todos los contentos desta vida passan como sombra y sueño, o se marchitan como la flor del campo. ¡O desdichado Montesinos; o mal ferido Durandarte; o sin ventura Belerma; o lloroso Guadiana,   -285-   y vosotras sin dicha hijas de Ruidera, que mostrays en vuestras aguas las que lloraron vuestros hermosos ojos!»

Con [atencion es]cuchauan307   -fol. 89v-   el primo y Sancho las palabras de don Quixote, que las dezia como si con dolor inmenso las sacara de las entrañas. Suplicaronle les diesse a entender lo que dezia, y les dixesse lo que en aquel infierno auia visto.

«¿Infierno le llamais?», dixo don Quixote; «pues no le llameis ansi, porque no lo merece, como luego vereis.»

Pidio que le diessen algo de comer, que traia grandissima hambre; tendieron la harpillera del primo sobre la verde yerua, acudieron a la despensa de sus alforjas, y, sentados todos tres en buen amor y compaña, merendaron y cenaron todo junto. Leuantada la harpillera, dixo don Quixote de la Mancha:

«No se leuante nadie y estadme, hijos, todos atentos308



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ArribaAbajoCapitulo XXIII

De las admirables cosas que el estremado don Quixote conto que auia visto en la profunda cueua de Montesinos, cuya impossibilidad y grandeza haze que se tenga esta auentura por apocrifa


Las quatro de la tarde serian, quando el sol entre nubes cubierto, con luz escasa y templados rayos, dio lugar a don Quixote para que sin calor y pesadumbre contasse a sus dos clarissimos oyentes lo que en la cueua de Montesinos auia visto, y començo en el modo siguiente:

«A obra de doze o catorze estados de la profundidad desta mazmorra, a la derecha mano, se haze vna concauidad y espacio capaz de poder caber en ella vn gran carro con sus mulas; entrale vna pequeña luz por vnos resquizios o agujeros, que lexos le responden, abiertos309 en la superficie de la tierra; esta concauidad y espacio vi yo a   -fol. 90r-   tiempo, quando ya yua cansado y mohino de verme, pendiente y colgado de la soga, caminar por aquella escura region abaxo, sin lleuar cierto ni determinado camino, y, assi, determiné entrarme en ella y descansar vn poco; di vozes pidiendoos que no descolgassedes mas soga hasta que yo os lo dixesse, pero no deuistes de oyrme; fuy recogiendo la soga que embiauades, y, haziendo della vna rosca o rimero, me sente sobre el,   -287-   pensatiuo a demas, considerando lo que hazer deuia para calar al fondo, no teniendo quien me sustentasse; y estando en este pensamiento y confusion, de repente, y sin procurarlo, me salteó vn sueño profundissimo, y quando menos lo pensaua, sin saber cómo ni cómo no, desperte del y me hallé en la mitad del mas bello, ameno y deleytoso prado que puede criar la naturaleza, ni imaginar la mas discreta imaginacion humana. Despauilé los ojos, limpiemelos y vi que no dormia, sino que realmente estaua despierto; con todo esto me tente la cabeça y los pechos, por certificarme si era yo mismo el que alli estaua, o alguna fantasma vana y contrahecha; pero el tacto, el sentimiento, los discursos concertados, que entre mi hazia, me certificaron que yo era alli entonces el que soy aqui aora.

»Ofrecioseme luego a la vista vn real y suntuoso palacio o alcaçar, cuyos muros y paredes parecian de transparente y claro cristal fabricados, del qual abriendose dos grandes puertas, vi que por ellas salia y hazia mi se venia vn venerable anciano, vestido con vn capuz de bayeta morada, que por el suelo le arrastraua; ceñiale los ombros y los pechos vna beca de colegial de raso verde, cubriale la cabeça vna gorra milanesa negra310, y la barba, canissima, le passaua de la cintura; no traia arma ninguna, sino vn rosario de cuentas en la mano, mayores que medianas nuezes, y los diezes assimismo como hueuos medianos de auestruz; el   -288-   continente, el paso, la grauedad y la anchissima presencia, cada cosa de por si   -fol. 90v-   y todas juntas, me suspendieron y admiraron. Llegose a mi, y lo primero que hizo fue abraçarme estrechamente y luego dezirme: “Luengos tiempos ha, valeroso cauallero don Quixote de la Mancha, que los que estamos en estas soledades encantados esperamos verte, para que des noticia al mundo de lo que encierra y cubre la profunda cueua por donde has entrado, llamada la cueua de Montesinos; hazaña solo guardada para ser acometida de tu inuencible coraçon y de tu animo stupendo. Ven conmigo, señor clarissimo, que te quiero mostrar las marauillas que este transparente alcaçar solapa, de quien yo soy alcayde y311 guarda mayor perpetua, porque soy el mismo Montesinos, de quien la cueua toma nombre.”

»Apenas me dixo que era Montesinos, quando le pregunté si fue verdad lo que en el mundo de acarriba312 se contaua, que el auia sacado de la mitad del pecho, con vna pequeña daga, el coraçon de su grande amigo Durandarte y lleuadole313 a la señora Belerma, como el se lo mandó al punto de su muerte314.

»Respondiome que en todo dezian verdad, sino en la daga; porque no fue daga, ni pequeña, sino vn puñal buydo315, mas agudo que vna lezna.»

«Deuia de ser», dixo a este punto Sancho, «el tal puñal de Ramon de Hozes el seuillano.»

«No se», prosiguió don Quixote, «pero no   -289-   seria desse puñalero, porque Ramon de Hozes fue ayer, y lo de Roncesualles, donde acontecio esta desgracia, ha muchos años, y esta aueriguacion no es de importancia, ni turba ni altera la verdad y contesto de la historia.»

«Assi es», respondio el primo; «prosiga vuestra merced, señor don Quixote, que le escucho con el mayor gusto del mundo.»

«No con menor lo cuento yo», respondio don Quixote; «y assi digo, que el venerable Montesinos me metio en el cristalino palacio, donde en vna sala baxa fresquissima sobremodo y toda de alabastro, estaua vn sepulcro de marmol con gran maestria fabricado, sobre el qual vi a vn cauallero tendido de largo a largo, no de bronze, ni de marmol, ni   -fol. 91r-   de jaspe hecho, como los suele auer en otros sepulcros, sino de pura carne y de puros huesos. Tenia la mano derecha, que, a mi parecer, es algo peluda y neruosa, señal de tener muchas fuerças su dueño, puesta sobre el lado del coraçon; y antes que preguntasse nada a Montesinos, viendome suspenso mirando al del sepulcro, me dixo:

“Este es mi amigo Durandarte, flor y espejo de los caualleros enamorados y valientes de su tiempo; tienele aqui encantado, como me tiene a mi y a otros muchos y muchas, Merlin, aquel frances encantador, que dizen que fue hijo del diablo; y lo que yo creo es que no fue hijo del diablo, sino que supo, como dizen, vn punto mas que el diablo. El cómo o para qué nos encantó nadie lo sabe, y ello dira andando los   -290-   tiempos, que no estan muy lexos, segun imagino; lo que a mi me admira es que se, tan cierto como aora es de dia, que Durandarte acabó los de su vida en mis braços, y que despues de muerto le saqué el coraçon con mis propias manos316, y en verdad que deuia de pesar dos libras, porque segun los naturales, el que tiene mayor coraçon es dotado de mayor valentia del que le tiene pequeño317; pues siendo esto assi, y que realmente murio este caballero, ¿cómo aora se quexa y sospira de quando en quando, como si estuuiesse viuo?»

»Esto dicho, el misero Durandarte, dando vna gran voz, dixo:


   «¡O mi primo Montesinos!,
lo postrero que os rogaua,
que quando yo fuere muerto
y mi anima arrancada,
que lleueis mi coraçon
adonde Belerma estaua,
sacandomele del pecho,
ya con puñal, ya con daga.»

»Oyendo lo qual el venerable Montesinos, se puso de rodillas ante el lastimado cauallero, y con lagrimas en los ojos le dixo:

“Ya señor Durandarte, carissimo primo mio, ya hize lo que me mandastes en el azyago dia de nuestra perdida; yo os saqué el coraçon lo mejor que pude, sin que os dexasse vna minima parte en el pecho; yo le limpié con vn pañizuelo de puntas, yo parti con el de carrera   -fol. 91v-   para Francia, auiendoos primero puesto en el   -291-   seno de la tierra, con tantas lagrimas, que fueron bastantes a lauarme las manos y limpiarme con ellas la sangre que tenian de aueros andado en las entrañas; y por mas señas, primo de mi alma, en el primero lugar que topé saliendo de Roncesualles, eché vn poco de sal en vuestro coraçon, porque no oliesse mal y fuesse, si no fresco, a lo menos, amojamado a la presencia de la señora Belerma, la qual318, con vos y conmigo y con Guadiana, vuestro escudero, y con la dueña Ruydera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros conocidos y amigos, nos tiene aqui encantados el sabio Merlin ha muchos años; y aunque passan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros; solamente faltan Ruydera y sus hijas y sobrinas, las quales llorando, por compassion que deuio de tener Merlin dellas, las conuirtio en otras tantas lagunas, que aora en el mundo de los viuos y en la prouincia de la Mancha las llaman319 las lagunas de Ruydera; las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas, de los caualleros de vna Orden santissima que llaman de San Iuan320. Guadiana, vuestro escudero, plañendo assimesmo vuestra desgracia, fue conuertido en vn rio llamado de su mesmo nombre, el qual quando llegó a la superficie de la tierra y vio el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintio de ver que os dexaua, que se sumergio en las entrañas de la tierra; pero como no es possible dexar de acudir a su natural corriente, de quando en quando   -292-   sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean; vanle administrando de sus aguas las referidas lagunas, con las quales y con otras muchas que se llegan, entra pomposo y grande en Portugal. Pero con todo esto, por donde quiera que va, muestra su tristeza y melancolia y no se precia de criar en sus aguas pezes regalados y de estima, sino burdos y dessabridos, bien diferentes de los del Tajo dorado321; y esto que agora os digo, ¡o primo mio!, os   -fol. 92r-   lo he dicho muchas vezes, y como no me respondeis, imagino que no me days credito, o no me oys, de lo que yo recibo tanta pena qual Dios lo sabe.

»Vnas nueuas os quiero dar aora, las cuales, ya que no siruan de aliuio a vuestro dolor, no os le aumentarán en ninguna manera. Sabed que teneis aqui en vuestra presencia, y abrid los ojos y vereislo, aquel gran cauallero de quien tantas cosas tiene profetizadas el sabio Merlin, aquel don Quixote de la Mancha, digo, que de nueuo y con mayores ventajas que en los passados siglos ha resucitado en los presentes la ya oluidada andante caualleria, por cuyo medio y fauor podria ser que nosotros fuessemos desencantados: que las grandes hazañas para los grandes hombres estan guardadas.”

“Y quando assi no sea”, respondio el lastimado Durandarte con voz desmayada y baxa, “quando assi no sea, ¡o primo!, digo, paciencia y barajar.” Y, boluiendose de lado, tornó a   -293-   su acostumbrado silencio, sin hablar mas palabra.

»Oyeronse en esto grandes alaridos y llantos, acompañados de profundos gemidos y angustiados sollozos; bolui la cabeça y vi por las paredes de cristal que por otra sala passaua vna procession de dos hileras de hermosissimas donzellas, todas vestidas de luto, con turbantes blancos sobre las cabeças, al modo turquesco; al cabo y fin de las hileras venia vna señora, que en la grauedad lo parecia, assimismo vestida de negro, con tocas blancas tan tendidas y largas, que besauan la tierra. Su turbante era mayor dos vezes que el mayor de alguna de las otras; era cexijunta y la nariz algo chata, la boca grande, pero colorados los labios; los dientes, que tal vez los descubria, mostrauan ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como vnas peladas almendras; traia en las manos vn lienço delgado, y entre el, a lo que pude diuisar, vn coraçon de carne momia, segun venia seco y amojamado; dixome Montesinos como toda aquella gente de la procession eran siruientes de Durandarte   -fol. 92v-   y de Belerma, que alli con sus dos señores estauan encantados, y que la vltima que traia el coraçon entre el lienço y en las manos era la señora Belerma, la cual, con sus donzellas, quatro dias en la semana hazian aquella procession y cantauan, o, por mejor dezir, llorauan endechas sobre el cuerpo y sobre el lastimado coraçon de su primo; y que si me auia parecido   -294-   algo fea, o no tan hermosa como tenia la fama, era la causa las malas noches y peores dias que en aquel encantamento passaua, como lo podia ver en sus grandes ojeras y en su color quebradiza.

“Y no toma322 ocasion su amarillez y sus ojeras de estar con el mal mensil, ordinario en las mugeres, porque ha muchos meses, y aun años, que no le tiene, ni assoma por sus puertas, sino del dolor que siente su coraçon por el que de contino tiene en las manos, que le renueua y trae a la memoria la desgracia de su mal logrado amante; que si esto no fuera, apenas la ygualara en hermosura, donayre y brio la gran Dulcinea del Toboso, tan celebrada en todos estos contornos y aun en todo el mundo.”

“Cepos quedos, dixe yo entonces, señor don Montesinos: cuente vuessa merced su historia como deue, que ya sabe que toda comparacion es odiosa, y, assi, no ay para qué comparar a nadie con nadie; la sin par Dulcinea del Toboso es quien es, y la señora doña Belerma es quien es y quien ha sido, y quedese aqui.”

»A lo que el me respondio:

“Señor don Quixote, perdoneme vuessa merced, que yo confiesso que anduue mal y no dixe bien en dezir que apenas ygualara la señora Dulcinea a la señora Belerma, pues me bastaua a mi auer entendido por no se qué barruntos que vuessa merced es su cauallero,   -295-   para que me mordiera la lengua antes de compararla sino con el mismo cielo.”

»Con esta satisfacion que me dio el gran Montesinos, se quietó mi coraçon del sobresalto que recebi en oyr que a mi señora la comparauan con Belerma.»

«Y aun me marauillo yo», dixo   -fol. 89r-   Sancho, «de como vuessa merced no se subio sobre el vejote, y le molio a cozes todos los huessos y le peló las barbas, sin dexarle pelo en ellas.»

«No, Sancho amigo», respondio don Quixote; «no me estaua a mi bien hazer esso, porque estamos todos obligados a tener respeto a los ancianos, aunque no sean caualleros, y principalmente a los que lo son y estan encantados; yo se bien que no nos quedamos a deuer nada en otras muchas demandas y respuestas que entre los dos passamos.»

A esta sazon dixo el primo:

«Yo no se, señor don Quixote, cómo vuestra merced en tan poco espacio de tiempo como ha que está alla baxo323, aya visto tantas cosas y hablado y respondido tanto.»

«¿Quánto ha que baxé?», preguntó don Quixote.

«Poco mas de vna hora», respondio Sancho.

«Esso no puede ser», replicó don Quixote, «porque alla me anochecio y amanecio, y tornó a anochecer y amanecer tres vezes; de modo que, a mi cuenta, tres dias he estado en aquellas partes remotas y escondidas a la vista nuestra.»

  -296-  

«Verdad deue de dezir mi señor», dixo Sancho; «que como todas las cosas que le han sucedido son por encantamento, quiça lo que a nosotros nos parece vn hora, deue de parecer alla tres dias con sus noches.»

«Assi sera», respondio don Quixote.

«Y ¿ha comido vuestra merced en todo este tiempo, señor mio?», preguntó el primo.

«No me he desayunado de bocado», respondio don Quixote, «ni aun he tenido hambre, ni por pensamiento.»

«Y ¿los encantados comen?», dixo el primo.

«No comen», respondio don Quixote, «ni tienen escrementos mayores, aunque es opinion que les crecen las vñas, las barbas y los cabellos.»

«Y ¿duermen por ventura los encantados, señor?», preguntó Sancho.

«No, por cierto», respondio don Quixote; «a lo menos, en estos tres dias que yo he estado con ellos, ninguno ha pegado el ojo, ni yo tampoco.»

«Aqui encaxa bien el refran», dixo Sancho, «de dime con quién andas, dezirte he quién eres; andase vuestra merced con encantados, ayunos y vigilantes, mirad si es mucho   -fol. 89v-   que ni coma ni duerma mientras con ellos anduuiere; pero perdoneme vuestra merced, señor mio, si le digo que de todo quanto aqui ha dicho, lleueme Dios, que yua a dezir el diablo, si le creo cosa alguna.»

«¿Cómo no?», dixo el primo. «Pues ¿auia de   -297-   mentir el señor don Quixote, que, aunque quisiera, no ha tenido lugar para componer e imaginar tanto millon de mentiras?»

«Yo no creo que mi señor miente», respondio Sancho.

«Si no ¿qué crees?», le pregunto don Quixote.

«Creo», respondio Sancho, «que aquel Merlin o aquellos encantadores que encantaron a toda la chusma que vuestra merced dize que ha visto y comunicado alla baxo, le encaxaron en el magin o la memoria toda essa maquina que nos ha contado, y todo aquello que por contar le queda.»

«Todo esso pudiera ser, Sancho», replicó don Quixote; «pero no es assi, porque lo que he contado lo vi por mis propios ojos y lo toqué con mis mismas manos; pero ¿qué diras quando te diga yo aora como entre otras infinitas cosas y marauillas que me mostro Montesinos, las quales despacio y a sus tiempos te las yre contando en el discurso de nuestro viage, por no ser todas deste lugar, me mostro tres labradoras que por aquellos amenissimos campos yuan saltando y brincando como cabras, y apenas las huue visto, quando conoci ser la vna la sin par Dulcinea del Toboso, y las otras dos aquellas mismas labradoras que venian con ella, que hablamos a la salida del Toboso? Pregunté a Montesinos si las conocia; respondiome que no, pero que el imaginaua que deuian de ser algunas señoras principales encantadas, que pocos dias auia que en aquellos   -298-   prados auian parecido, y que no me marauillasse desto, porque alli estauan otras muchas señoras de los passados y presentes siglos, encantadas en diferentes y extrañas figuras, entre las quales conocia el a la reina Ginebra y su dueña Quintañona, escanciando el vino a Lançarote quando de Bretaña vino324

Quando Sancho Pança oyo dezir esto a su amo, penso perder el juyzio o morirse de risa;   -fol. 90r-   que como el sabia la verdad del fingido encanto de Dulcinea, de quien el auia sido el encantador y el leuantador de tal testimonio, acabó de conocer indubitablemente que su señor estaua fuera de juyzio y loco de todo punto, y, assi, le dixo:

«En mala coyuntura y en peor sazon y en aziago dia baxó vuestra merced, caro patron mio, al otro mundo, y en mal punto se encontro con el señor Montesinos, que tal nos le ha buelto. Bien se estaua vuestra merced acarriba con su entero juyzio, tal qual Dios se le auia dado, hablando sentencias y dando consejos a cada paso, y no agora, contando los mayores disparates que pueden imaginarse.»

«Como te conozco, Sancho», respondio don Quixote, «no hago caso de tus palabras.»

«Ni yo tampoco de las de vuestra merced», replicó Sancho, «siquiera me hiera, siquiera me mate por las que le he dicho o por las que le pienso dezir si en las suyas no se corrige y enmienda. Pero digame vuestra merced, aora que estamos en paz: ¿cómo o en qué conocio   -299-   a la señora nuestra ama? Y si la habló, ¿qué dixo y qué le respondio?»

«Conocila», respondio don Quixote, «en que trae los mesmos vestidos que traia quando tu me la325 mostraste; hablela, pero no me respondio palabra, antes me boluio las espaldas, y se fue huyendo con tanta priessa, que no la alcançara vna xara; quise seguirla, y lo hiziera si no me aconsejara Montesinos que no me cansasse en ello, porque seria en balde, y mas, porque se llegaua la hora donde me conuenia boluer a salir de la sima. Dixome assimesmo que andando el tiempo se me daria auiso cómo auian de ser desencantados el y Belerma y Durandarte, con todos los que alli estauan; pero lo que mas pena me dio de las que alli vi y noté, fue que estandome diziendo Montesinos estas razones, se llegó a mi por vn lado, sin que yo la viesse venir, vna de las dos compañeras de la sin ventura Dulcinea, y llenos los ojos de lagrimas, con turbada y baxa voz me dixo: “Mi señora Dulcinea del Toboso besa a vuestra merced   -fol. 90v-   las manos, y suplica a vuestra merced se la haga de hazerla saber cómo está; y que, por estar en vna gran necessidad assimismo suplica a vuestra merced, quan encarecidamente puede, sea seruido de prestarle sobre este faldellin que aqui traygo, de cotonia, nueuo, media dozena de reales, o los que vuestra merced tuuiere; que ella da su palabra de boluerselos con mucha breuedad.”

»Suspendiome y admirome el tal recado, y,   -300-   boluiendome al señor Montesinos, le pregunté: “¿Es posible, señor Montesinos, que los encantados principales padecen necessidad?” A lo que el me respondio: “Creame vuestra merced, señor don Quixote de la Mancha, que esta que llaman necessidad adonde quiera se vsa, y por todo se estiende y a todos alcança, y aun hasta los326 encantados no perdona; y pues la señora Dulcinea del Toboso embia a pedir essos seis reales y la prenda es buena, segun parece, no ay sino darselos; que sin duda deue de estar puesta en algun grande aprieto.” “Prenda, no la tomaré yo”, le respondi, “ni menos le dare lo que pide, porque no tengo sino solos quatro reales.” Los quales le di, que fueron los que tu, Sancho, me diste el otro dia para dar limosna a los pobres que topasse por los caminos, y le dixe: “Decid, amiga mia, a vuessa señora, que a mi me pesa en el alma de sus trabajos, y que quisiera ser vn Fucar327 para remediarlos; y que le hago saber que yo no puedo ni deuo tener salud, careciendo de su agradable vista y discreta conuersacion, y que le suplico quan encarecidamente puedo, sea seruida su merced de dexarse ver y tratar deste su cautiuo seruidor y assendereado cauallero. Direisle tambien que quando menos se lo piense oyra dezir como yo he hecho vn juramento y voto, a modo de aquel que hizo el marques de Mantua, de vengar a su sobrino Baldouinos quando le halló para espirar en mitad de la montiña328, que fue de no comer   -301-   pan a manteles, con las otras zarandajas que alli añadio, hasta vengarle; y assi le hare yo de no sossegar y de andar   -fol. 91r-   las siete partidas del mundo, con mas puntualidad que las anduuo el infante don Pedro de Portugal329, hasta desencantarla.” “Todo esso y mas deue vuestra merced a mi señora”, me respondio la donzella; y tomando los quatro reales, en lugar de hazerme vna reuerencia, hizo vna cabriola, que se leuantó dos varas de medir en el ayre.»

«¡O santo Dios!», dixo a este tiempo dando vna gran voz Sancho, «¿es possible que tal ay330 en el mundo y que tengan en el tanta fuerça los encantadores y encantamentos, que ayan trocado el buen juyzio de mi señor en vna tan disparatada locura? ¡O señor, señor!; por quien Dios es, que vuestra merced mire por si y buelua por su honra, y no de credito a essas vaciedades que le tienen menguado y descabalado el sentido.»

«Como me quieres bien, Sancho, hablas dessa manera», dixo don Quixote, «y como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen impossibles; pero andara el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que alla abaxo he visto, que te haran creer las que aqui he contado, cuya verdad ni admite replica ni disputa.»



  -302-  

ArribaAbajoCapitulo XXIV

Donde se cuentan mil çarandajas tan impertinentes como necessarias al verdadero entendimiento desta grande historia


Dize el que traduxo esta grande historia del original, de la que escriuio su primer autor Cide Hamete Benengeli, que llegando al capitulo de la auentura de la cueua de Montesinos, en el margen del estauan escritas de mano del mesmo Hamete estas mismas razones:

«No me puedo dar a entender, ni me puedo persuadir, que al valeroso don Quixote le passasse puntualmente todo lo que en el antecedente capitulo queda escrito; la razon es que todas las auenturas hasta aqui sucedidas han   -fol. 91v-   sido contingibles y verisimiles; pero esta desta cueua331 no le hallo entrada alguna para tenerla por verdadera, por yr tan fuera de los terminos razonables; pues pensar yo que don Quixote mintiesse, siendo el mas verdadero hidalgo y el mas noble cauallero de sus tiempos, no es possible; que no dixera el vna mentira si le assaetearan. Por otra parte, considero que el la conto y la dixo con todas las circunstancias dichas, y que no pudo fabricar en tan breue espacio tan gran maquina de disparates, y si esta auentura parece apocrifa, yo no tengo la culpa, y assi, sin afirmarla por falsa o verdadera la escriuo. Tu, letor, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no deuo ni   -303-   puedo mas, puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dizen que se retrató della y dixo que el la auia inuentado, por parecerle que conuenia y quadraua bien con las auenturas que auia leydo en sus historias.»

Y luego prosigue diziendo:

Espantose el primo, assi del atreuimiento de Sancho Pança como de la paciencia de su amo, y juzgó que del contento que tenia de auer visto a su señora Dulcinea del Toboso, aunque encantada, le nacia aquella condicion blanda que entonces mostraua, porque si assi no fuera, palabras y razones le dixo Sancho, que merecian molerle a palos; porque realmente le parecio que auia andado atreuidillo con su señor, a quien le dixo:

«Yo, señor don Quixote de la Mancha, doy por bien empleadissima la jornada que con vuestra merced he hecho, porque en ella he grangeado quatro cosas. La primera, auer conocido a vuestra merced, que lo tengo a gran felicidad. La segunda, auer sabido lo que se encierra en esta cueua de Montesinos, con las mutaciones de Guadiana y de las lagunas de Ruidera, que me seruiran para el Ouidio español que traygo entre manos. La tercera, entender la antiguedad de los naypes332, que, por lo menos, ya se vsauan en tiempo del emperador Carlo Magno, segun puede colegirse de   -fol. 92r-   las palabras que vuessa merced dize que dixo Durandarte, quando al cabo de aquel grande   -304-   espacio que estuuo hablando con el Montesinos, el desperto, diziendo: “Paciencia y barajar”, y esta razon y modo de hablar no la pudo aprender encantado, sino quando no lo estaua, en Francia y en tiempo del referido emperador Carlo Magno, y esta aueriguacion me viene pintiparada para el otro libro que voy componiendo, que es Suplemento de Virgilio Polidoro, en la inuencion de las antiguedades, y creo que en el suyo no se acordo de poner la de los naypes, como la pondre yo aora; que sera de mucha importancia, y mas, alegando autor tan graue y tan verdadero como es el señor Durandarte. La quarta es auer sabido con certidumbre el nacimiento del rio Guadiana, hasta aora ignorado de las gentes.»

«Vuestra merced tiene razon», dixo don Quixote; «pero querria yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le de licencia para imprimir essos sus libros, que lo dudo, ¿a quién piensa dirigirlos?»

«Señores y grandes ay en España a quien puedan dirigirse», dixo el primo.

«No muchos», respondio don Quixote, «y no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos por no obligarse a la satisfacion que parece se deue al trabajo y cortesia de sus autores. Vn principe conozco yo que puede suplir la falta de los demas con tantas ventajas, que si me atreuiere333 a dezirlas, quiça despertará la inuidia en mas de quatro generosos pechos; pero quedese esto aqui para otro tiempo   -305-   mas comodo, y vamos a buscar adonde recogernos esta noche.»

«No lexos de aqui», respondio el primo, «está vna hermita donde haze su habitacion vn hermitaño, que dizen ha sido soldado, y está en opinion de ser vn buen christiano, y muy discreto y caritatiuo ademas. Iunto con la hermita tiene vna pequeña casa que el ha labrado a su costa, pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huespedes.»

«¿Tiene, por ventura, gallinas el tal hermitaño?», preguntó Sancho.

«Pocos hermitaños estan sin ellas», respondio don Quixote, «porque   -fol. 92v-   no son los que agora se vsan como aquellos de los desiertos de Egypto, que se vestian de hojas de palma y comian rayzes de la tierra. Y no se entienda que por dezir bien de aquellos, no lo digo de aquestos, sino que quiero dezir que al rigor y estrecheza de entonces no llegan las penitencias de los de agora; pero no por esto dexan de ser todos buenos, a lo menos, yo por buenos los juzgo, y cuando todo corra turbio, menos mal haze el hipocrita que se finge bueno que el publico pecador.»

Estando en esto, vieron que hazia donde ellos estauan venia vn hombre a pie, caminando a priesa y dando varazos a vn macho que venia cargado de lanças y de alabardas; quando llegó a ellos, los saludó y passó de largo; don Quixote le dixo:

«Buen hombre; deten[e]os, que parece que   -306-   vays con mas diligencia que esse macho ha menester.»

«No me puedo detener, señor», respondio el hombre, «porque las armas que veys que aqui lleuo han de seruir mañana, y, assi, me es forçoso el no detenerme, y a Dios; pero si quisieredes saber para qué las lleuo, en la venta que está mas arriba de la hermita pienso alojar esta noche, y si es que hazeis este mesmo camino, alli me hallareys, donde os contaré marauillas, y a Dios otra vez.»

Y de tal manera aguijó el macho, que no tuuo lugar don Quixote de preguntarle qué marauillas eran las que pensaua dezirles, y como el era algo curioso y siempre le fatigauan desseos de saber cosas nueuas, ordenó que al momento se partiessen y fuessen a passar la noche en la venta, sin tocar en la hermita, donde quisiera el primo que se quedaran.

Hizose assi, subieron a cauallo y siguieron todos tres el derecho camino de la venta -a la qual llegaron vn poco antes de anochezer-. Dixo el primo a don Quixote que llegassen a ella334 a beuer vn trago. Apenas oyo esto Sancho Pança, quando encaminó el ruzio a la hermita, y lo mismo hizieron don Quixote y el primo; pero la mala suerte de Sancho parece que ordenó que el hermitaño no estuuiesse en casa,   -fol. 93r-   que assi se lo dixo vna sotahermitaño que en la hermita hallaron; pidieronle de lo caro, respondio que su señor no lo tenia, pero que si   -307-   querian agua barata, que se la daria de muy buena gana.

«Si yo la tuuiera de agua», respondio Sancho, «pozos ay en el camino, donde la huuiera satisfecho. ¡A, bodas de Camacho y abundancia de la casa de don Diego, y quántas vezes os tengo de echar menos!»

Con esto dexaron la hermita y picaron hazia la venta, y a poco trecho toparon vn mancebito que delante dellos yua caminando no con mucha priesa, y assi le alcaçaron; lleuaua la espada sobre el ombro y en ella puesto vn bulto o emboltorio, al parecer, de sus vestidos, que, al parecer, deuian de ser los calçones o greguescos, y herreruelo, y alguna camisa, porque traia puesta vna ropilla de terciopelo, con algunas vislumbres de raso, y la camisa, de fuera; las medias eran de seda y los çapatos quadrados, a vso de Corte; la edad llegaria a diez y ocho o diez y nueue años, alegre de rostro y, al parecer, agil de su persona; yua cantando seguidillas para entretener el trauajo del camino; quando llegaron a el, acabaua de cantar vna, que el primo tomó de memoria, que dizen que dezia:


   «A la guerra me lleua mi necessidad.
Si tuuiera dineros, no fuera, en verdad.»

El primero que le habló fue don Quixote, diziendole:

«Muy a la ligera camina vuessa merced, señor   -308-   galan, y ¿adónde bueno?; sepamos, si es que gusta dezirlo.»

A lo que el moço respondio:

«El caminar tan a la ligera lo causa el calor y la pobreza, y el adónde voy es a la guerra.»

«¿Cómo la pobreza?», preguntó don Quixote; «que por el calor bien puede ser.»

«Señor», replicó el mancebo, «yo lleuo en este emboltorio vnos greguescos de terciopelo, compañeros desta ropilla; si los gasto en el camino, no me podre honrar con ellos   -fol. 93v-   en la ciudad, y no tengo con qué comprar otros; y, assi, por esto, como por orearme, voy desta manera hasta alcançar vnas compañias de infanteria, que no estan doze leguas de aqui, donde assentaré mi plaça, y no faltarán bagajes en que caminar de alli adelante, hasta el embarcadero, que dizen ha de ser en Cartagena; y mas quiero tener por amo y por señor al rey y seruirle en la guerra, que no a vn pelon en la corte.»

«Y ¿lleua vuessa merced alguna ventaja por ventura?», preguntó el primo.

«Si yo huuiera seruido a algun grande de España o algun principal personage», respondio el moço, «a buen seguro que yo la lleuara, que esso tiene el seruir a los buenos; que del tinelo suelen salir a ser alferez335 o capitanes, o con algun buen entretenimiento; pero yo, desuenturado, serui siempre a catariberas y a gente aduenediza, de racion y quitacion tan misera y atenuada, que en pagar el almidonar vn cuello   -309-   se consumia la mitad della, y seria tenido a milagro que vn page auenturero alcançasse alguna siquiera razonable ventura.»

«Y digame por su vida, amigo», preguntó don Quixote, «¿es posible que en los años que siruio no ha podido alcançar alguna librea?»

«Dos me han dado», respondio el page, «pero assi como el que336 se sale de alguna religion antes de professar le quitan el habito y le bueluen sus vestidos, assi me boluian a mi los mios mis amos, que, acabados los negocios a que venian a la corte, se boluian a sus casas y recogian las libreas que por sola ostentacion auian dado337

«Notable espilorcheria338, como dize el italiano», dixo don Quixote; «pero con todo esso, tenga a felice ventura el auer salido de la corte con tan buena intencion como lleua, porque no ay otra cosa en la tierra mas honrada ni de mas prouecho que seruir a Dios, primeramente, y luego a su rey y señor natural, especialmente en el exercicio de las armas, por las quales se alcançan, si no mas riquezas, a lo menos, mas honra que por las letras, como yo tengo dicho muchas vezes;   -fol. 94r-   que puesto que han fundado mas mayorazgos las letras que las armas, todavia lleuan vn no se qué los de las armas a los de las letras, con vn si se qué de esplendor, que se halla en ellos, que los auentaja a todos. Y esto que aora le quiero dezir, lleuelo en la memoria, que le sera de mucho prouecho y aliuio en sus trabajos, y es que aparte la imaginacion   -310-   de los sucessos aduersos que le podran venir; que el peor de todos es la muerte, y como esta sea buena, el mejor de todos es el morir. Preguntaronle a Iulio Cesar, aquel valeroso emperador romano, quál era la mejor muerte; respondio que la impensada, la de repente y no preuista, y aunque respondio como gentil y ageno del conocimiento del verdadero Dios, con todo esso, dixo bien, para ahorrarse del sentimento humano; que puesto caso que os maten en la primera faccion y refriega, o ya de vn tiro de artilleria, o bolado de vna mina, ¿qué importa?, todo es morir y acabose la obra; y segun Terencio, mas bien parece el soldado muerto en la batalla que viuo y saluo en la huyda, y tanto alcança de fama el buen soldado, quanto tiene de obediencia a sus capitanes y a los que mandarle pueden. Y aduertid, hijo, que al soldado mejor le está el oler a poluora que algalia, y que si la vejez os coge en este honroso exercicio, aunque sea lleno de heridas y estropeado o coxo, a lo menos, no os podra coger sin honra, y tal, que no os la podra menoscabar la pobreza; quanto mas que ya se va dando orden como se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados, porque no es bien que se haga con ellos lo que suelen hazer los que ahorran y dan libertad a sus negros quando ya son viejos y no pueden seruir, y, echandolos de casa con titulo de libres, los hazen esclauos de la hambre, de quien no piensan ahorrarse sino con la muerte. Y por aora no os quiero dezir   -311-   mas, sino que subays a las ancas deste mi cauallo hasta la venta, y alli cenareys conmigo, y por la mañana seguireis el camino, que os le de Dios tan bueno como vuestros desseos merecen.»

El page no aceptó el convite de las ancas, aunque si el de cenar con el en la venta, y a esta sazon dizen que dixo Sancho entre   -fol. 94v-   si:

«¡Valate Dios por señor! Y ¿es possible que hombre que sabe dezir tales, tantas y tan buenas cosas como aqui ha dicho, diga que ha visto los disparates impossibles que cuenta de la cueua de Montesinos? Aora bien, ello dira.»

Y en esto llegaron a la venta a tiempo que anochezia, y no sin gusto de Sancho, por ver que su señor la juzgó por verdadera venta y no por castillo, como solia. No huuieron bien entrado, quando don Quixote preguntó al ventero por el hombre de las lanças y alabardas, el qual le respondio que en la caualleriza estaua acomodando el macho; lo mismo hizieron de sus jumentos el sobrino339 y Sancho, dando a Rozinante el mejor pesebre y el mejor lugar de la caualleriza.



  -312-  

ArribaAbajoCapitulo XXV

Donde se apunta la auentura del rebuzno y la graciosa del titerero, con las memorables adiuinanças del mono adiuino


No se le cozia el pan a don Quixote, como suele dezirse, hasta oyr y saber las marauillas prometidas del hombre condutor de las armas; fuele a buscar donde el ventero le auia dicho que estaua, y hallole, y dixole que en todo caso le dixesse luego lo que le auia de dezir despues, acerca de lo que le auia preguntado en el camino. El hombre le respondio:

«Mas despacio, y no en pie, se ha de tomar el cuento de mis marauillas: dexeme vuestra merced, señor bueno, acabar de dar recado a mi bestia, que yo le dire cosas que le admiren.»

«No quede por esso», respondio don Quixote; «que yo os ayudaré a todo.»

Y assi lo hizo, aechandole la ceuada y limpiando el pesebre, humildad que obligó al hombre a contarle con buena voluntad lo que le pedia, y, sentandose en vn poyo y don Quixote junto a el, teniendo por senado y auditorio al primo, al page, a Sancho Pança y al ventero, començo a dezir desta manera:

«Sabran vuessas mercedes que en vn lugar que está quatro leguas y media desta venta, sucedio que a vn regidor del, por   -fol. 95r-   industria y engaño de vna muchacha criada suya, y esto es largo de contar, le faltó vn asno, y aunque   -313-   el tal regidor hizo las diligencias possibles por hallarle, no fue possible. Quinze dias serian passados, segun es publica voz y fama, que el asno faltaua, quando, estando en la plaça el regidor perdidoso, otro regidor del mismo pueblo le dixo: “Dadme albricias, compadre, que vuestro jumento ha parecido.” “Yo os las mando y buenas, compadre”, respondio el otro; “pero sepamos dónde ha parecido.” “En el monte”, respondio el hallador, «le vi esta mañana, sin albarda y sin aparejo alguno, y tan flaco que era vna compassion miralle; quisele antecoger delante de mi y traerosle, pero está ya tan montaraz y tan vraño, que cuando llegué a el, se fue huyendo y se entró en lo mas escondido del monte; si quereis que boluamos los dos a buscarle, dexadme poner esta borrica en mi casa, que luego bueluo.” “Mucho plazer me hareis”, dixo el del jumento, “e yo procuraré pagaroslo en la mesma moneda.”

»Con estas circunstancias todas y de la mesma manera que yo lo voy contando lo cuentan todos aquellos que estan enterados en la verdad deste caso; en resolucion, los dos regidores, a pie y mano a mano, se fueron al monte, y llegando al lugar y sitio donde pensaron hallar el asno, no le hallaron, ni parecio por todos aquellos contornos, aunque mas le buscaron; viendo, pues, que no parecia, dixo el regidor que le auia visto al otro:

“Mirad, compadre, vna traça me ha venido   -314-   al pensamiento, con la qual, sin duda alguna, podremos descubrir este animal aunque esté metido en las entrañas de la tierra, no que del monte, y es que yo se rebuznar marauillosamente, y si vos sabeis algun tanto, dad el hecho por concluydo.” “¿Algun tanto dezis, compadre?”, dixo el otro; “por Dios que no de la ventaja a nadie, ni aun a los mesmos asnos.” “Aora lo veremos,” respondio el regidor segundo, “porque tengo determinado que os vais vos por vna   -fol. 95v-   parte del monte y yo por otra, de modo que le rodeemos y andemos todo, y de trecho en trecho rebuznaréis vos y rebuznaré yo, y no podra ser menos sino que el asno nos oya y nos responda, si es que está en el monte.” A lo que respondio el dueño del jumento: “Digo, compadre, que la traça es excelente y digna de vuestro gran ingenio.”

»Y, diuidiendose los dos, segun el acuerdo, sucedio que casi a vn mesmo tiempo rebuznaron, y cada vno, engañado del rebuzno del otro, acudieron a buscarse, pensando que ya el jumento auia parecido; y en viendose, dixo el perdidoso: “¿Es possible, compadre, que no fue mi asno el que rebuznó?” “No fue sino yo”, respondio el otro. “Aora digo”, dixo el dueño, “que de vos a vn asno, compadre, no ay alguna diferencia, en quanto toca al rebuznar, porque en mi vida he visto ni oido cosa mas propia.” “Essas alabanças y encarecimiento”, respondio el de la traça, “mejor os atañen   -315-   y tocan a vos que a mi, compadre; que por el Dios que me crió que podeis dar dos rebuznos de ventaja al mayor y mas perito rebuznador del mundo; porque el sonido que teneis es alto, lo sostenido de la voz, a su tiempo y compas, los dexos, muchos y apresurados, y, en resolucion, yo me doy por vencido y os rindo la palma y doy la vandera desta rara habilidad.” “Aora digo”, respondio el dueño, “que me tendre y estimaré en mas de aqui adelante y pensaré que se alguna cosa, pues tengo alguna gracia; que puesto que pensara que rebuznaua bien, nunca entendi que llegaua al estremo que dezis.” “Tambien dire yo aora”, respondio el segundo, “que ay raras habilidades perdidas en el mundo y que son mal empleadas en aquellos que no saben aprouecharse dellas.” “Las nuestras”, respondio el dueño, “si no es en casos semejantes como el que traemos entre manos, no nos pueden seruir en otros, y aun en este plega a Dios que nos sean de prouecho.”

»Esto dicho, se tornaron a diuidir y a boluer a sus rebuznos, y a cada paso se engañauan y boluian a juntarse, hasta que se dieron por contraseño que para entender que eran ellos   -fol. 99r [96r]-   y no el asno, rebuznassen dos vezes, vna tras otra; con esto, doblando a cada paso los rebuznos, rodearon todo el monte sin que el perdido jumento respondiesse, ni aun por señas. Mas ¿cómo auia de responder el pobre y mal logrado, si le hallaron en lo mas escondido del   -316-   bosque comido de lobos? Y, en viendole, dixo su dueño: “Ya me marauillaua yo de que el no respondia, pues a no estar muerto, el rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero a trueco de aueros oydo rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el trabajo que he tenido en buscarle, aunque le he hallado muerto.” “En buena mano está, compadre”, respondio el otro, “pues si bien canta el abad, no le va en zaga el monazillo.”

»Con esto, desconsolados y roncos, se boluieron a su aldea, adonde contaron a sus amigos, vezinos y conocidos quanto les auia acontecido en la busca del asno, exagerando el vno la gracia del otro en el rebuznar, todo lo qual se supo y se estendio por los lugares circunuezinos. Y el diablo, que no duerme, como es amigo de sembrar y derramar renzillas y discordia por doquiera, leuantando caramillos en el viento y grandes quimeras de nonada, ordenó e hizo que las gentes de los otros pueblos, en viendo a alguno de nuestra aldea, rebuznasse[n], como dandoles en rostro con el rebuzno de nuestros regidores. Dieron en ello los muchachos, que fue dar en manos y en bocas de todos los demonios del infierno, y fue cundiendo el rebuzno de en vno en otro pueblo340, de manera, que son conocidos los naturales del pueblo del rebuzno, como son conocidos y diferenciados los negros de los blancos, y ha llegado a tanto la desgracia desta burla, que muchas vezes con mano armada y formado   -317-   esquadron han salido contra los burladores los burlados a darse la batalla, sin poderlo remediar rey ni roque, ni temor, ni verguença. Yo creo que mañana o essotro dia han de salir en campaña los de mi pueblo, que son los del rebuzno, contra otro   -fol. 99v [96v]-   lugar que está a dos leguas del nuestro, que es vno de los que mas nos persiguen, y por salir bien apercebidos, lleuo compradas estas lanças y alabardas que aueis visto. Y estas son las marauillas que dixe que os auia de contar, y si no os lo han parecido, no se otras.»

Y, con esto, dio fin a su platica el buen hombre, y, en esto, entró por la puerta de la venta vn hombre todo vestido de camuça, medias, greguescos y jubon, y con voz leuantada dixo:

«Señor huesped, ¿ay posada? Que viene aqui el mono adiuino y el retablo de la libertad de Melisendra.»

«¡Cuerpo de tal», dixo el ventero, «que aqui está el señor masse341 Pedro!; buena noche se nos apareja.»

Oluidauaseme de dezir como el tal masse Pedro traia cubierto el ojo yzquierdo y casi medio carrillo con vn parche de tafetan verde, señal que todo aquel lado deuia de estar enfermo; y el ventero prosiguio diziendo:

«Sea bien venido vuestra merced, señor masse Pedro; ¿adónde está el mono y el retablo, que no los veo?»

«Ya llegan cerca», respondio el todo camuça,   -318-   «sino que yo me he adelantado a saber si ay posada.»

«Al mismo duque de Alua se la quitara para darsela al señor masse Pedro», respondio el ventero; «llegue el mono y el retablo, que gente ay esta noche en la venta que pagará el verle y las habilidades del mono.»

«Sea en buenora», respondio el del parche, «que yo moderaré el precio, y con sola la costa me daré por bien pagado; y yo bueluo a hazer que camine la carreta donde viene el mono y el retablo.»

Y luego se boluio a salir de la venta.

Preguntó luego don Quixote al ventero qué masse Pedro era aquel, y qué retablo y qué mono traia.

A lo que respondio el ventero:

«Este es vn famoso titerero342 que ha muchos dias que anda por esta Mancha de Aragon enseñando vn retablo de Melisendra [libertada]343 por el famoso don Gayferos, que es vna de las mejores y mas bien representadas historias que de muchos años a esta parte en este reyno se han visto; trae assimismo consigo vn mono de la mas rara habilidad que se vio entre monos, ni se imaginó   -fol. 97r-   entre hombres, porque si le preguntan algo, está atento a lo que le pregunta[n]344, y luego salta sobre los ombros de su amo, y llegandosele al oydo le dize la respuesta de lo que le preguntan, y maesse Pedro la declara luego; y de las cosas passadas dize mucho mas que de las que estan por venir, y   -319-   aunque no todas vezes acierta en todas, en las mas no yerra, de modo, que nos haze creer que tiene el diablo en el cuerpo; dos reales lleua por cada pregunta, si es que el mono responde, quiero dezir, si responde el amo por el, despues de auerle hablado al oydo; y, assi, se cree que el tal maesse Pedro está riquissimo; y es hombre galante, como dizen en Italia, y bon compaño, y dase la mejor vida del mundo; habla mas que seys y beue mas que doze, todo a costa de su lengua y de su mono y de su retablo.»

En esto, boluio maesse Pedro, y en vna carreta venia el retablo, y el mono, grande y sin cola, con las posaderas de fieltro; pero no de mala cara, y apenas le vio don Quixote, quando le preguntó:

«Digame vuestra merced, señor adiuino, ¿qué pexe pillamo?345, ¿qué ha de ser de nosotros?; y vea aqui mis dos reales.»

Y mandó a Sancho que se los diesse a maesse Pedro, el qual respondio por el mono y dixo:

«Señor, este animal no responde, ni da noticia de las cosas que estan por venir; de las passadas sabe algo, y de las presentes, algun tanto.»

«¡Voto a rrus!346», dixo Sancho, «no de yo vn ardite porque me digan lo que por mi ha passado, porque ¿quién lo puede saber mejor que yo mesmo?; y pagar yo porque me digan lo que se, seria vna gran necedad; pero pues   -320-   sabe las cosas presentes, e aqui mis dos reales y digame el señor monissimo qué haze aora mi muger Teresa Pança y en qué se entretiene.»

No quiso tomar maesse Pedro el dinero, diziendo:

«No quiero recebir adelantados los premios sin que ayan precedido los seruicios.»

Y, dando con la mano derecha dos golpes sobre el ombro yzquierdo, en vn brinco se le puso el mono en el, y, llegando la boca al oydo, daua diente con diente muy a priesa; y, auiendo hecho este ademan por espacio   -fol. 97v-   de un credo, de otro brinco se puso en el suelo; y al punto con grandissima priessa se fue maesse Pedro a poner de rodillas ante don Quixote, y abraçandole las piernas dixo:

«Estas piernas abraço, bien assi como si abraçara las dos colunas de Hercules, ¡o resucitador insigne de la ya puesta en oluido andante caualleria, o no jamas como se deue alabado cauallero don Quixote de la Mancha, animo de los desmayados, arrimo de los que van a caer, braço de los caydos, baculo y consuelo de todos los desdichados!»

Quedó pasmado don Quixote, absorto Sancho, suspenso el primo, atonito el page, abobado el del rebuzno, confuso el ventero y, finalmente, espantados todos los que oyeron las razones del titerero, el qual prosiguio, diziendo:

«Y tu, ¡o buen Sancho Pança!, el mejor escudero   -321-   y del mejor cauallero del mundo: alegrate, que tu buena muger Teresa está buena, y esta es la hora en que ella está rastrillando vna libra de lino, y por mas señas, tiene a su lado yzquierdo vn jarro desbocado que cabe vn buen porqué347 de vino, con que se entretiene en su trabajo.»

«Esso creo yo muy bien», respondió Sancho, «porque es ella vna bienauenturada, y a no ser zelosa, no la trocara yo por la giganta Andandona348, que, segun mi señor, fue vna muger muy cabal y muy de pro, y es mi Teresa de aquellas que no se dexan mal passar, aunque sea a costa de sus herederos.»

«Aora digo», dixo a esta sazon don Quixote, «que el que lee mucho y anda mucho, vee mucho y sabe mucho. Digo esto, porque ¿qué persuasion fuera bastante para persuadirme que ay monos en el mundo que adiuinen, como lo he visto aora por mis propios ojos?: porque yo soy el mesmo don Quixote de la Mancha, que este buen animal ha dicho, puesto que se ha estendido algun tanto en mis alabanças; pero como quiera que yo me sea, doy gracias al cielo, que me dotó de vn animo blando y compassiuo, inclinado siempre a hazer bien a todos y mal a ninguno.»

«Si yo tuuiera dineros», dixo el page, «preguntara al señor mono que me ha de suceder en   -fol. 98r-   la peregrinacion que lleuo.»

A lo que respondio maesse Pedro, que ya se auia leuantado de los pies de don Quixote:

  -322-  

«Ya he dicho que esta bestezuela no responde a lo por venir, que si respondiera no importara no auer dineros; que por seruicio del señor don Quixote, que está presente, dexara yo todos los interesses del mundo, y agora porque se lo deuo y por darle gusto, quiero armar mi retablo y dar plazer a quantos estan en la venta, sin paga alguna.»

Oyendo lo qual el ventero, alegre sobremanera, señaló el lugar donde se podia poner el retablo, que en vn punto fue hecho. Don Quixote no estaua muy contento con las adiuinanças del mono, por parecerle no ser a proposito que vn mono adiuinasse, ni las de por venir, ni las passadas cosas, y, assi, en tanto que maesse Pedro acomodaua el retablo, se retiró don Quixote con Sancho a vn rincon de la caualleriza, donde, sin ser oydos de nadie, le dixo:

«Mira, Sancho, yo he considerado bien la estraña habilidad deste mono, y hallo por mi cuenta que sin duda este maesse Pedro, su amo, deue de tener hecho pacto, tacito o espreso, con el demonio.»

«Si el patio es espeso y del demonio», dixo Sancho, «sin duda deue de ser muy suzio patio; pero ¿de qué prouecho le es al tal maesse Pedro tener essos patios?»

«No me entiendes, Sancho; no quiero dezir sino que deue de tener hecho algun concierto con el demonio, de que infunda essa habilidad en el mono, con que gane de comer, y despues que esté rico le dara su alma, que es lo que   -323-   este vniuersal enemigo pretende; y hazeme creer esto el ver que el mono no responde sino a las cosas passadas o presentes, y la sabiduria del diablo no se puede estender a mas, que las por venir no las sabe, si no es por conjeturas, y no todas vezes; que a solo Dios está reseruado conocer los tiempos y los momentos, y para El no ay passado ni porvenir, que todo es presente; y siendo esto assi, como lo es, está claro que este mono habla con el estilo del diablo, y estoy marauillado como   -fol. 98v-   no le han acusado al Santo Oficio, y examinadole, y sacado de quajo en virtud de quién adiuina; porque cierto está que este mono no es astrologo, ni su amo ni el alçan, ni saben alçar estas figuras que llaman judiciarias349, que tanto aora se vsan en España, que no hay mugercilla, ni page, ni çapatero de viejo que no presuma de alçar vna figura, como si fuera vna sota de naypes del suelo, echando a perder con sus mentiras e ignorancias la verdad marauillosa de la ciencia. De vna señora se yo, que preguntó a vno destos figureros que si vna perrilla de falda, pequeña, que tenia, si se empreñaria y pariria, y quántos y de qué color serian los perros que pariesse; a lo que el señor judiciario, despues de auer alçado la figura, respondio que la perrica se empreñaria y pariria tres perricos, el vno verde, el otro encarnado y el otro de mezcla, con tal condicion, que la tal perra se cubriesse entre las onze y doze del dia o de la noche, y que fuesse en lunes o en sabado; y lo   -324-   que sucedio fue que de alli a dos dias se murio la perra de ahita, y el señor leuantador quedó acreditado en el lugar por acertadissimo judiciario, como lo quedan todos o los mas leuantadores.»

«Con todo esso querria», dixo Sancho, «que vuestra merced dixesse a maesse Pedro preguntasse a su mono si es verdad lo que a vuestra merced le passó en la cueua de Montesinos; que yo para mi tengo, con perdon de vuestra merced, que todo fue embeleco y mentira, o, por lo menos, cosas soñadas.»

«Todo podria ser», respondio don Quixote; «pero yo hare lo que me aconsejas, puesto que me ha de quedar vn no se qué de escrupulo.»

Estando en esto, llegó maesse Pedro a buscar a don Quixote y dezirle que ya estaua en orden el retablo, que su merced viniesse a verle porque lo merecia; don Quixote le comunicó su pensamiento y le rogo preguntasse luego a su mono le dixesse si ciertas cosas que auia passado en la cueua de Montesinos auian sido soñadas o verdaderas, porque a el le parecia que tenian de todo. A lo que maesse Pedro, sin   -fol. 99r-   responder palabra, boluio a traer el mono, y puesto delante de don Quixote y de Sancho, dixo:

«Mirad, señor mono, que este cauallero quiere saber si ciertas cosas que le passaron en vna cueua llamada de Montesinos, si fueron falsas, o verdaderas.»

Y, haziendole la acostumbrada señal, el   -325-   mono se le subio en el ombro yzquierdo, y hablandole al parecer en el oydo, dixo luego maesse Pedro:

«El mono dize que parte de las cosas que vuessa merced vio o passó en la dicha cueua son falsas, y parte verissimiles, y que esto es lo que sabe, y no otra cosa, en quanto a esta pregunta; y que si vuessa merced quiere saber mas, que el viernes venidero respondera a todo lo que se le preguntare; que por aora se le ha acabado la virtud, que no le vendra hasta el viernes, como dicho tiene.»

«¿No lo dezia yo», dixo Sancho, «que no se me podia assentar que todo lo que vuessa merced, señor mio, ha dicho de los acontecimientos de la cueua era verdad, ni aun la mitad?»

«Los sucessos lo diran, Sancho», respondio don Quixote; «que el tiempo, descubridor de todas las cosas, no se dexa ninguna que no las saque a la luz del sol, aunque esté escondida en los senos de la tierra; y por aora baste esto, y vamonos a ver el retablo del buen maesse Pedro, que para mi tengo que deue de tener alguna nouedad.»

«¿Cómo alguna?», respondio maesse Pedro; «sesenta mil encierra en si este mi retablo: digole a vuessa merced, mi señor don Quixote, que es vna de las cosas mas de ver que oy tiene el mundo, y operibus credite, & non verbis350; y manos a labor351, que se haze tarde, y tenemos mucho que hazer y que dezir y que mostrar.»

  -326-  

Obedecieronle don Quixote y Sancho, y vinieron donde ya estaua el retablo puesto y descubierto, lleno por todas partes de candelillas de cera encendidas, que le hazian vistoso y resplandeciente. En llegando, se metio maesse Pedro dentro del, que era el que auia de manejar las figuras del artificio, y fuera se puso vn muchacho, criado del maesse Pedro, para seruir   -fol. 99v-   de interprete y declarador de los misterios del tal retablo; tenia vna varilla en la mano con que señalaua las figuras que salian. Puestos, pues, todos quantos auia en la venta, y algunos en pie, frontero del retablo, y acomodados don Quixote, Sancho, el page y el primo en los mejores lugares, el truxaman començo a dezir lo que oyra y vera el que le oyere, o viere el capitulo siguiente.



  -327-  

ArribaAbajoCapitulo XXVI

Donde se prosigue la graciosa auentura del titerero, con otras cosas de verdad harto buenas



«Callaron todos, tirios y troyanos352

quiero dezir, pendientes estauan todos los que el retablo mirauan de la boca del declarador353 de sus marauillas, quando se oyeron sonar en el retablo cantidad de atabales, y trompetas, y dispararse mucha artilleria, cuyo rumor passó en tiempo breue, y luego alçó la voz el muchacho, y dixo:

«Esta verdadera historia que aqui a vuessas mercedes se representa, es sacada al pie de la letra de las coronicas francessas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes y de los muchachos por essas calles; trata de la libertad que dio el señor don Gayferos a su esposa Melisendra, que estaua cautiua en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que assi se llamaua entonces la que oy se llama Zaragoça; y vean vuessas mercedes alli como está jugando a las tablas don Gayferos, segun aquello que se canta:


Jugando está a las tablas don Gayferos
que ya de Melisendra está oluidado354;



y aquel personage, que alli asoma con corona   -328-   en la cabeça y ceptro en las manos, es el emperador Carlo Magno, padre putatiuo de la tal Melisendra, el qual, mohino de ver el ocio y descuydo de su yerno, le sale a reñir; y aduiertan con la vehemencia y ahinco que le riñe, que no parece sino que le quiere dar con el ceptro media dozena de coscorrones, y aun ay autores que dizen que se los dio, y muy bien dados, y despues de auerle dicho   -fol. 98r [100r]-   muchas cosas acerca del peligro que corria su honra en no procurar la libertad de su esposa, dizen que le dixo:


«harto os he dicho, miradlo355».



Miren vuestras mercedes tambien como el emperador buelue las espaldas y dexa despechado356 a don Gayferos, el qual ya ven como arroja impaciente de la colera lexos de si el tablero y las tablas, y pide a priesa las armas, y a don Roldan, su primo, pide prestada su espada Durindana, y como don Roldan no se la quiere prestar, ofreciendole su compañia en la dificil empresa en que se pone; pero el valeroso enojado no lo quiere aceptar, antes dize que el solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuuiesse metida en el mas hondo centro de la tierra; y, con esto, se entra a armar para ponerse luego en camino.

»Bueluan vuestras mercedes los ojos a aquella torre que alli parece, que se presupone que es vna de las torres del alcaçar de Zaragoça,   -329-   que aora llaman la Aljaferia, y aquella dama que en aquel valcon parece, vestida a lo moro, es la sin par Melisendra, que desde alli muchas vezes se ponia a mirar el camino de Francia, y puesta la imaginacion en Paris y en su esposo, se consolaua en su cautiuerio. Miren tambien vn nueuo caso que aora sucede, quiça no visto jamas. ¿No veen aquel moro que callandico y pasito a paso, puesto el dedo en la boca, se llega por las espaldas de Melisendra? Pues miren como la da vn beso en mitad de los labios, y la priesa que ella se da a escupir y a limpiarselos con la blanca manga de su camisa, y como se lamenta y se arranca de pesar sus hermosos cabellos, como si ellos tuuieran la culpa del maleficio. Miren tambien como aquel graue moro que está en aquellos corredores es el rey Marsilio de Sansueña, el qual, por auer visto la insolencia del moro, puesto que era vn pariente y gran priuado suyo, le mandó luego prender y que le den dozientos açotes, lleuandole por las calles acostumbradas de la ciudad,


con chilladores delante,
y enuaramiento detras357;



y veys aqui donde salen a executar la sentencia, aun bien apenas no358 auiendo sido   -fol. 98v [100v]-   puesta en execucion la culpa, porque entre moros no ay traslado a la parte, ni a prueua y estese como entre nosotros.»

«Niño, niño», dixo con voz alta a esta sazon   -330-   don Quixote: «Seguid vuestra historia linea recta y no os metais en las curuas o transuersales; que para sacar vna verdad en limpio menester son muchas prueuas y reprueuas.»

Tambien dixo maesse Pedro desde dentro:

«Muchacho, no te metas en dibuxos, sino haz lo que esse señor te manda, que sera lo mas acertado; sigue tu canto llano y no te metas en contrapuntos, que se suelen quebrar de sotiles.»

«Yo lo hare assi», respondio el muchacho, y prosiguio, diziendo:

»Esta figura que aqui parece a cauallo cubierta con una capa gascona, es la mesma de don Gayferos; [aqui]359 su esposa, ya vengada del atreuimiento del enamorado moro, con mejor y mas sossegado semblante se ha puesto a los miradores de la torre, y habla con su esposo creyendo que es algun passagero, con quien passó todas aquellas razones y coloquios de aquel romance que dizen:


“Cauallero, si a Francia ydes,
por Gayferos preguntad360.”



Las quales no digo yo aora, porque de la prolixidad se suele engendrar el fastidio; basta ver como don Gayferos se descubre, y que por los ademanes alegres que Melisendra haze, se nos da a entender que ella le ha conocido, y mas aora que veemos se descuelga del valcon, para ponerse en las ancas del cauallo de su buen   -331-   esposo; mas ¡ay, sin ventura!, que se le ha assido vna punta del faldellin de vno de los hierros del valcon, y está pendiente en el ayre, sin poder llegar al suelo. Pero veys como el piadoso cielo socorre en las mayores necessidades, pues llega don Gayferos, y sin mirar si se rasgará o no el rico faldellin, asse della, y mal su grado la haze baxar al suelo, y luego de vn brinco la pone sobre las ancas de su cauallo, a horcajadas como hombre, y la manda que se tenga fuertemente y le eche los braços por las espaldas, de modo que los cruze en el pecho, porque no se cayga, a   -fol. 101r-   causa que no estaua la señora Melisendra acostumbrada a semejantes cauallerias. Veys tambien como los relincho del cauallo dan señales que va contento con la valiente y hermosa carga que lleua en su señor y en su señora. Veys como bueluen las espaldas y salen de la ciudad, y alegres y regozijados toman de Paris la via. ¡Vays en paz, o par sin par de verdaderos amantes; llegueis a saluamento a vuestra desseada patria, sin que la fortuna ponga estoruo en vuestro felice viage; los ojos de vuestros amigos y parientes os vean gozar en paz tranquila los dias -que los de Nestor sean-, que os quedan de la vida!»

Aqui alçó otra vez la voz maesse Pedro, y dixo:

«Llaneza, muchacho, no te encumbres; que toda afectacion es mala.»

No respondio nada el interprete, antes prosiguio, diziendo:

  -332-  

«No faltaron algunos ociosos ojos, que lo suelen ver todo, que no viessen361 la baxada y la subida de Melisendra, de quien dieron noticia al rey Marsilio, el qual mandó luego tocar al arma, y miren con qué priesa: que ya la ciudad se hunde con el son de las campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan.»

«Esso no», dixo a esta sazon don Quixote; «en esto de las campanas anda muy impropio maesse Pedro, porque entre moros no se vsan campanas, sino atabales y vn genero de dulzaynas que parecen nuestras chirimias, y esto de sonar campanas en Sansueña sin duda que es vn gran disparate.»

Lo qual oydo por maesse Pedro, cessó el tocar, y dixo:

«No mire vuessa merced en niñerias, señor don Quixote, ni quiera lleuar las cosas tan por el cabo, que no se le halle. ¿No se representan por ay casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo esso, corren felicissimamente su carrera y se escuchan, no solo con aplauso, sino con admiracion y todo? Prosigue, muchacho, y dexa dezir, que como yo llene mi talego, siquiera represente mas impropiedades que tiene atomos el sol.»

«Assi es la verdad», replicó don Quixote.

Y el   -fol. 101v-   muchacho dixo:

«Miren quánta y quán luzida caualleria sale de la ciudad en siguimiento de los dos catolicos amantes, quántas trompetas que suenan,   -333-   quántas dulzaynas que tocan y quántos atabales y atambores que retumban; temome que los han de alcançar y los han de boluer atados a la cola de su mismo cauallo, que seria un horrendo espetaculo.»

Viendo y oyendo, pues, tanta morisma y tanto estruendo don Quixote, pareciole ser bien dar ayuda a los que huian, y, leuantandose en pie, en voz alta dixo:

«No consentire yo que en mis dias y en mi presencia se le haga supercheria362 a tan famoso cauallero y a tan atreuido enamorado como don Gayferos. ¡Deteneos, mal nacida canalla, no le siguays ni persiguays; si no, conmigo sois en la batalla!»

Y, diziendo y haziendo, desenuaynó la espada, y de vn brinco se puso junto al retablo y con acelerada y nunca vista furia començo a llouer cuchilladas sobre la titerera morisma363, derribando a vnos, descabeçando a otros, estropeando a este, destroçando a aquel, y entre otros muchos, tiró vn altibaxo tal, que si maesse Pedro no se abaxa, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeça con mas facilidad que si fuera hecha de masa de maçapan. Daua vozes maesse Pedro, diziendo:

«Detengase vuessa merced, señor don Quixote, y aduierta que estos que derriba, destroza y mata no son verdaderos moros, sino vnas figurillas de pasta; ¡mire, pecador de mi, que me destruye y echa a perder toda mi hazienda!»

Mas no por esto dexaua de menudear don   -334-   Quixote cuchilladas, mandobles, tajos y rebeses como llouidos. Finalmente, en menos de dos credos dio con todo el retablo en el suelo, hechas pedaços y desmenuzadas todas sus jarcias y figuras, el rey Marsilio mal herido y el emperador Carlo Magno, partida la corona y la cabeça en dos partes. Alborotose el senado de los oyentes, huyose el mono por los tejados de la venta364, temio el primo, acobardose   -fol. 102r-   el page, y hasta el mesmo Sancho Pança tuuo pauor grandissimo, porque como el juró despues de passada la borrasca, jamas auia visto a su señor con tan desatinada colera. Hecho, pues, el general destroço del retablo, sossegose vn poco don Quixote y dixo:

«Quisiera yo tener aqui delante en este punto todos aquellos que no creen ni quieren creer de quánto prouecho sean en el mundo los caualleros andantes; miren si no me hallara yo aqui presente qué fuera del buen don Gayferos y de la hermosa Melisendra; a buen seguro que esta fuera ya la hora que los huuieran alcançado estos canes y les huuieran hecho algun desaguisado. En resolucion, ¡viua la andante caualleria sobre quantas cosas oy viuen en la tierra!»

«Viua en hora buena», dixo a esta sazon con voz enfermiza maesse Pedro, «y muera yo, pues soy tan desdichado que puedo dezir con el rey don Rodrigo:


Ayer fuy señor de España,
y oy no tengo vna almena
que pueda dezir que es mia365.



  -335-  

No ha media hora, ni aun vn mediano momento, que me vi señor de reyes y de emperadores, llenas mis cauallerizas y mis cofres y sacos de infinitos cauallos y de innumerables galas, y agora me veo desolado y abatido, pobre y mendigo, y, sobre todo, sin mi mono, que a fe que primero que le buelua a mi poder me han de sudar los dientes, y todo por la furia mal considerada deste señor cauallero, de quien se dize que ampara pupilos y endereza tu[e]rtos, y haze otras obras caritatiuas, y en mi solo ha venido a faltar su intencion generosa, que sean benditos y alabados los cielos alla donde tienen mas leuantados sus assientos. En fin, el Caballero de la Triste Figura auia de ser aquel que auia de desfigurar las mias.»

Enterneciose Sancho Pança con las razones de maesse Pedro, y dixole:

«No llores, maesse Pedro, ni te lamentes, que me quiebras el coraçon; porque te hago saber que es mi señor don Quixote tan catolico y escrupuloso   -fol. 102v-   christiano, que si el cae en la cuenta de que te ha hecho algun agrauio, te lo sabra y te lo querra pagar y satisfazer con muchas ventajas.»

«Con que me pagasse el señor don Quixote alguna parte de las hechuras que me ha deshecho, quedaria contento, y su merced asseguraria su conciencia, porque no se puede saluar quien tiene lo ageno contra la voluntad de su dueño y no lo restituye.»

  -336-  

«Assi es», dixo don Quixote; «pero hasta aora yo no se que tenga nada vuestro, maesse Pedro.»

«¿Cómo no?», respondio maesse Pedro. «Y estas reliquias que estan por este duro y esteril suelo, ¿quién las esparcio y aniquiló sino la fuerça inuencible desse poderoso braço? Y ¿cuyos eran sus cuerpos sino mios? Y ¿con quién me sustentaua yo sino con ellos?»

«Aora acabo de creer», dixo a este punto don Quixote, «lo que otras muchas vezes he creydo: que estos encantadores que me persiguen no hazen sino ponerme las figuras como ellas son delante de los ojos, y luego me las mudan y truecan en las que ellos quieren. Real y verdaderamente os digo, señores que me ois, que a mi me parecio todo lo que aqui ha passado que passaua al pie de la letra: que Melisendra era Melisendra; don Gayferos, don Gayferos; Marsilio, Marsilio, y Carlo Magno, Carlo Magno. Por esso se me alteró la colera, y, por cumplir con mi profession de cauallero andante, quise dar ayuda y fauor a los que huian, y con este buen proposito hize lo que aueys visto; si me ha salido al rebes no es culpa mia, sino de los malos que me persiguen; y, con todo esto, deste mi hierro, aunque no ha procedido de malicia, quiero yo mismo condenarme en costas; vea maesse Pedro lo que quiere por las figuras deshechas; que yo me ofrezco a pagarselo luego en buena y corriente moneda castellana.»

  -337-  

Inclinosele maesse Pedro, diziendole:

«No esperaua yo menos de la inaudita christiandad del valeroso don Quixote de la Mancha, verdadero socorredor y amparo de todos los necessitados y menesterosos   -fol. 103r-   vagamundos; y aqui el señor ventero y el gran Sancho seran medianeros y apreciadores entre vuessa merced y mi de lo que valen o podian valer las ya deshechas figuras.»

El ventero y Sancho dixeron que assi lo harian, y luego maesse Pedro alçó del suelo, con la cabeça menos, al rey Marsilio de Zaragoça, y dixo:

«Ya se vee quán impossible es boluer a este rey a su ser primero, y, assi, me parece, saluo mejor juyzio, que se me de por su muerte, fin y acabamiento quatro reales y medio.»

«Adelante», dixo don Quixote.

«Pues por esta abertura de arriba abaxo», prosiguio maesse Pedro, tomando en las manos al partido emperador Carlo Magno, «no seria mucho que pidiesse yo cinco reales y vn quartillo.»

«No es poco», dixo Sancho.

«Ni mucho», replicó el ventero; «mediese la partida y señalensele cinco reales.»

«Densele todos cinco y quartillo», dixo don Quixote; «que no está en vn quartillo mas a menos la monta desta notable desgracia, y acabe presto maesse Pedro, que se haze hora de cenar y yo tengo ciertos barruntos de hambre.»

«Por esta figura», dixo maesse Pedro, «que   -338-   está sin narizes y vn ojo menos, que es de la hermosa Melisendra, quiero, y me pongo en lo justo, dos reales y doze marauedis.»

«Aun ai seria el diablo», dixo don Quixote, «si ya no estuuiesse Melisendra con su esposo, por lo menos, en la raya de Francia, porque el cauallo en que yuan a mi me parecio que antes bolaua que corria, y, assi, no ay para qué venderme a mi el gato por liebre, presentandome aqui a Melisendra desnarigada, estando la otra, si viene a mano, aora bolgandose en Francia con su esposo a pierna tendida. Ayude Dios con lo suyo a cada vno, señor maesse Pedro, y caminemos todos con pie llano y con intencion sana, y prosiga.»

Maesse Pedro, que vio que don Quixote yzqui[e]rdeaua y que boluia a su primer tema, no quiso que se le escapasse, y, assi, le dixo:

«Esta no deue de ser Melisendra, sino alguna de las donzellas que la seruian, y, assi, con sesenta marauedis que me   -fol. 103v-   den por ella, quedaré contento y bien pagado.»

Desta manera fue poniendo precio a otras muchas destroçadas figuras, que despues los moderaron los dos juezes arbitros, con satisfacion de las partes, que llegaron a quarenta reales y tres quartillos, y ademas desto, que luego lo desembolsó Sancho, pidio maesse Pedro dos reales por el trabajo de tomar el mono.

«Daselos, Sancho», dixo don Quixote, «no para tomar el mono, sino la mona, y dozientos diera yo aora en albricias a quien me dixera   -339-   con certidumbre que la señora doña Melisendra y el señor don Gayferos estauan ya en Francia y entre los suyos.»

«Ninguno nos lo podra dezir mejor que mi mono», dixo maesse Pedro, «pero no aura diablo que aora le tome; aunque imagino que el cariño y la hambre le han de forçar (h)a que me busque esta noche, y amanecera Dios, y veremonos.»

En resolucion, la borrasca del retablo se acabó y todos cenaron en paz y en buena compañia, a costa de don Quixote, que era liberal en todo estremo. Antes que amaneciesse se fue el que lleuaua las lanças y las alabardas, y ya despues de amanecido se vinieron a despedir de don Quixote el primo y el page, el vno para boluerse a su tierra, y el otro, a proseguir su camino, para ayuda del qual le dio don Quixote vna dozena de reales. Maesse Pedro no quiso boluer a entrar en mas dimes ni diretes con don Quixote, a quien el conocia muy bien, y, assi, madrugó antes que el sol, y, cogiendo las reliquias de su retablo y a su mono, se fue tambien a buscar sus auenturas. El ventero366, que no conocia a don Quixote, tan admirado le tenian sus locuras como su liberalidad. Finalmente, Sancho le pagó muy bien por orden de su señor, y, despidiendose del, casi a las ocho del dia dexaron la venta y se pusieron en camino, donde los dexaremos yr, que assi conuiene, para dar lugar a contar otras cosas pertenecientes a la declaracion desta famosa historia.



  -340-     -fol. 104r-  

ArribaAbajoCapitulo XXVII

Donde se da cuenta quiénes eran maesse Pedro y su mono, con el mal sucesso que don Quixote tuuo en la auentura del rebuzno, que no la acabó como el quisiera y como lo tenia pensado


Entra Cide Hamete, coronista desta grande historia, con estas palabras en este capitulo: «Iuro como catolico christiano»; a lo que su traductor dize que el367 jurar Cide Hamete como catolico christiano, siendo el moro, como sin duda lo era, no quiso dezir otra cosa, sino que assi como el catolico christiano, quando jura, jura o deue jurar verdad y dezirla en lo que dixere, assi el la dezia como si jurara como christiano catolico en lo que queria escriuir de don Quixote, especialmente en dezir quién era maesse Pedro y quién el mono adiuino que traia admirados todos aquellos pueblos con sus adiuinanças.

Dize, pues, que bien se acordará el que huuiere leydo la primera parte desta historia de aquel Gines de Passamonte a quien, entre otros galeotes, dio libertad don Quixote en Sierra Morena, beneficio que despues le fue mal agradecido y peor pagado de aquella gente maligna y mal acostumbrada. Este Gines de Passamonte, a quien don Quixote llamaua Ginessillo de Parapilla, fue el que hurtó a Sancho Pança el ruzio, que por no auerse puesto el cómo ni   -341-   el quándo en la primera parte, por culpa de los impressores, ha dado en qué entender a muchos, que atribuian a poca memoria del autor la falta de emprenta368. Pero, en resolucion, Gines le hurtó estando sobre el durmiendo Sancho Pança, vsando de la traça y modo que vsó Brunelo quando, estando Sacripante sobre Albraca, le sacó el cauallo   -fol. 104v-   de entre las piernas, y despues le cobró Sancho, como se ha contado. Este Gines, pues, temeroso de no ser hallado de la justicia que le buscaua para castigarle de sus infinitas vellaquerias y delitos, que fueron tantos y tales, que el mismo compuso vn gran volumen contandolos, determinó passarsse al reyno de Aragon y cubrirse el ojo yzquierdo, acomodandose al oficio de titerero; que esto y el jugar de manos lo sabia hazer por estremo.

Sucedio, pues, que de vnos christianos ya libres que venian de Berberia compró aquel mono, a quien enseñó que en haziendole cierta señal, se le subiesse en el ombro y le murmurasse, o lo pareciesse, al oydo. Hecho esto, antes que entrasse en el lugar donde entraua con su retablo y mono, se informaua en el lugar más cercano, o de quien el mejor podia, qué cosas particulares huuiessen sucedido en el tal lugar y a qué personas, y lleuandolas bien en la memoria, lo primero que hazia era mostrar su retablo, el qual vnas veces era de vna historia y otras de otra, pero todas alegres y regozijadas y conocidas. Acabada369 la muestra   -342-   proponia las habilidades de su mono, diziendo al pueblo que adiuinaua todo lo passado y lo presente, pero que en lo de por venir no se daua maña; por la respuesta de cada pregunta pedia dos reales y de algunas hazia varato, segun tomaua el pulso a los preguntantes, y como tal vez llegaua a las casas de quien el sabia los sucessos de los que en ella morauan, aunque no le preguntassen nada, por no pagarle, el hazia la seña al mono y luego dezia que le auia dicho tal y tal cosa, que venia de molde con lo sucedido; con esto cobraua credito inefable y andauanse todos tras el; otras vezes, como era tan discreto, respondia de manera, que las respuestas venian bien con las preguntas, y como nadie le apuraua ni apretaua a que dixesse como adeuinaua su mono, a todos hazia monas y llenaua sus esqueros.

Assi como entró en la venta conocio a don Quixote y a Sancho, por cuyo   -fol. 105r-   conocimiento le fue facil poner en admiracion a don Quixote y a Sancho Pança y a todos los que en ella estauan; pero huuierale de costar caro, si don Quixote baxara vn poco mas la mano, quando cortó la cabeça al rey Marsilio y destruyó toda su caualleria, como queda dicho en el antecedente capitulo.

Esto es lo que ay que dezir de maesse Pedro y de su mono. Y, boluiendo a don Quixote de la Mancha, digo que despues de auer salido de la venta, determinó de ver primero las riberas   -343-   del rio Hebro y todos aquellos contornos, antes de entrar en la ciudad370 de Zaragoça, pues le daua tiempo para todo el mucho que faltaua desde alli a las justas. Con esta intencion siguio su camino, por el qual anduuo dos dias sin acontecerle cosa digna de ponerse en escritura, hasta que al tercero, al subir de vna loma, oyo vn gran rumor de atambores, de trompetas y arcabuzes; al principio penso que algun tercio de soldados passaua por aquella parte, y por verlos picó a Rozinante y subio la loma arriba, y quando estuuo en la cumbre vio al pie della, a su parecer, mas de dozientos hombres armados de diferentes suertes de armas, como si dixessemos lanzones, ballestas, artesanas, alabardas y picas, y algunos arcabuzes y muchas rodelas. Baxó del recuesto y acercose al esquadron, tanto, que distintamente vio las vanderas, juzgó de las colores y notó las empressas que en ellas traian, especialmente vna que en vn estandarte o giron de raso blanco venia, en el qual estaua pintado muy al viuo vn asno como vn pequeño sardesco, la cabeça leuantada, la boca abierta y la lengua de fuera, en acto y postura como si estuuiera rebuznando; alrededor del estauan escritos de letras grandes estos dos versos:

  -fol. 105v-  

«No rebuznaron en valde
el uno y el otro alcalde.»



Por esta insignia sacó don Quixote que aquella   -344-   gente deuia de ser del pueblo del rebuzno, y assi se lo dixo a Sancho, declarandole lo que en el estandarte venia escrito; dixole tambien que el que les aula dado noticia de aquel caso se auia errado en dezir que dos regidores auian sido los que rebuznaron; pero, que371 segun los versos del estandarte, no auian sido sino alcaldes. A lo que respondio Sancho Pança:

«Señor, en esso no ay que reparar, que bien puede ser que los regidores que entonces rebuznaron viniessen con el tiempo a ser alcaldes de su pueblo, y, assi, se pueden llamar con entrambos títulos, quanto mas que no haze al caso a la verdad de la historia ser los rebuznadores alcaldes o regidores, como ellos vna por vna ayan rebuznado, porque tan a pique está de rebuznar vn alcalde como vn regidor.»

Finalmente, conocieron y supieron como el pueblo corrido salia a pelear con otro que le corria mas de lo justo y de lo que se deuia a la buena vezindad. Fuesse llegando a ellos don Quixote, no con poca pesadumbre de Sancho, que nunca fue amigo de hallarse en semejantes jornadas. Los del esquadron le recogieron en medio, creyendo que era alguno de los de su parcialidad. Don Quixote, alçando la visera, con gentil brio y continente llegó hasta el estandarte del asno, y alli se le pusieron alrededor todos los mas principales del exercito, por verle, admirados con la admiracion acostumbrada, en que caian todos aquellos que la vez primera le mirauan372. Don Quixote, que los   -345-   vio tan atentos a mirarle, sin que ninguno le   -fol. 106r-   hablasse ni le preguntasse nada, quiso aprouecharse de aquel silencio y, rompiendo el suyo, alçó la voz y dixo:

«Buenos señores, quan encarecidamente puedo os suplico que no interrumpays vn razonamiento que quiero hazeros, hasta que veays que os disgusta y enfada; que si esto sucede, con la mas minima señal que me hagays, pondre vn sel lo en mi boca y echaré una mordaza a mi lengua.»

Todos le dixeron que dixesse lo que quisiesse, que de buena gana le escucharian. Don Quixote, con esta licencia, prosiguió, diziendo:

«Yo, señores míos, soy cauallero andante, cuyo exercicio es el de las armas, y cuya profession la de fauorecer a los necessitados de fauor y acudir a los menesterosos. Dias ha que he sabido vuestra desgracia y la causa que os mueue a tomar las armas a cada paso, para vengaros de vuestros enemigos. Y, auiendo discurrido vna y muchas vezes en mi entendimiento sobre vuestro negocio, hallo, segun las leyes del duelo, que estays engañados en teneros por afrentados, porque ningun particular puede afrentar a vn pueblo entero, si no es retandole de traydor por junto, porque no sabe en particular quién cometio la traycion porque le reta. Exemplo desto tenemos en don Diego Ordoñez de Lara, que retó a todo el pueblo zamorano, porque ignoraua que solo Vellido Dolfos auia cometido la traycion de matar a   -346-   su rey, y, assi, retó a todos y a todos tocaua la vengança y la respuesta; aunque bien es verdad que el señor don Diego anduuo algo demasiado y aun pasó muy adelante de los limites del reto, porque no tenia para qué retar a los muertos, a las aguas, ni a los panes, ni a los que estauan por nacer, ni a las otras menudencias que alli se declaran373 pero ¡vaya!, pues quando la colera sale de madre,   -fol. 106v-   no tiene la lengua padre, ayo ni freno que la corrija. Siendo, pues, esto assi, que vno solo no puede afrentar a reyno, prouincia, ciudad, republica ni pueblo entero, queda en limpio que no ay para qué salir a la vengança del reto de la tal afrenta, pues no lo es; porque ¡bueno seria que se matassen a cada paso los del pueblo de la Reloxa374 con quien se lo llama, ni los cazoleros, verengeneros, vallenatos, xauoneros, ni los de otros nombres y apellidos que andan por ahi en boca de los muchachos y de gente de poco mas a menos! ¡Bueno seria, por cierto, que todos estos insignes pueblos se corriessen y vengassen y anduuiessen contino hechas las espadas sacabuches a qualquier pendencia, por pequeña que fuesse! No, no, ni Dios lo permita o quiera; los varones prudentes, las republicas bien concertadas, por quatro cosas han de tomar las armas y desenuaynar las espadas y poner a riesgo sus personas, vidas y haziendas375: la primera, por defender la fe catolica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y diuina; la tercera, en defensa de   -347-   su honra, de su familia y hazienda; la quarta, en seruicio de su rey en la guerra justa, y si le quisieremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria. A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables y que obliguen a tomar las armas; pero tomarlas por niñerias y por cosas que antes son de risa y passatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso, quanto mas que el tomar vengança injusta, que justa no puede auer alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que professamos, en la qual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen,   -fol. 107r-   mandamiento que aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y mas de carne que de espiritu; porque Iesu Christo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintio, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dixo que su yugo era suaue y su carga liuiana, y, assi, no nos auia de mandar cosa que fuesse impossible el cumplirla. Assi que, mis señores, vuessas mercedes estan obligados por leyes diuinas y humanas a sossegarse.»

«El diablo me lleue», dixo a esta sazon Sancho entre si, «si este mi amo no es tologo, y si no lo es, que lo parece como vn gueuo a otro.»

Tomó vn poco de aliento don Quixote, y, viendo que todavia le prestauan silencio, quiso   -348-   pasar adelante en su platica, como passara si no se pusiera376 en medio la agudeza de Sancho, el qual, viendo que su amo se detenia, tomó la mano por el, diziendo:

«Mi señor don Quixote de la Mancha, que vn tiempo se llamó el Cauallero de la Triste Figura y aora se llama el Cauallero de los Leones, es vn hidalgo muy atentado que sabe latin y romance como vn bachiller, y en todo quanto trata y aconseja procede como muy buen soldado, y tiene todas las leyes y ordenanças de lo que llaman el duelo en la uña, y assi no ay mas que hazer sino dexarse lleuar por lo que el dixere, y sobre mi si lo erraren; quanto mas que ello se está dicho que es necedad correrse por solo oyr vn rebuzno; que yo me acuerdo, quando muchacho, que rebuznaua cada y quando que se me antojaua, sin que nadie me fuesse a la mano, y con tanta gracia y propiedad, que en rebuznando yo, rebuznauan todos los asnos del pueblo, y no por esso dexaua de ser hijo de mis padres, que eran honradissimos; y aunque por esta habilidad era inuidiado de mas de quatro de los estirados de mi pueblo, no se me daua dos ardites. Y porque se vea que digo verdad, esperen y escuchen; que esta ciencia es como la del nadar que, una vez aprendida,   -fol. 107v-   nunca se oluida.»

Y luego, puesta la mano en las narizes, començo a rebuznar tan reziamente, que todos los cercanos valles retumbaron. Pero vno de los que estauan junto a el, creyendo que hazia   -349-   burla dellos, alçó vn varapalo que en la mano tenia y diole tal golpe con el, que sin ser poderoso a otra cosa, dio con Sancho Pança en el suelo. Don Quixote, que vio tan mal parado a Sancho, arremetio al que le auia dado, con la lança sobre mano; pero fueron tantos los que se pusieron en medio, que no fue possible vengarle; antes, viendo que llouia sobre el vn nublado de piedras y que le amenazauan mil encaradas ballestas y no menos cantidad de arcabuzes, boluio las riendas a Rozinante, y a todo lo que su galope pudo se salio de entre ellos, encomendandose de todo coraçon a Dios, que de aquel peligro le librasse, temiendo a cada paso no le entrasse alguna vala por las espaldas y le saliesse al pecho, y a cada punto recogia el aliento, por ver si le faltaua.

Pero los del escuadron se contentaron con verle huyr, sin tirarle. A Sancho le pusieron sobre su jumento, apenas buelto en si y le dexaron yr tras su amo, no porque el tuuiesse sentido para regirle; pero el ruzio siguio las huellas de Rozinante, sin el qual no se hallaua vn punto.

Alongado, pues, don Quixote buen trecho, boluio la cabeça y vio que Sancho venia, y atendiole, viendo que ninguno le seguia. Los del esquadron se estuvieron alli hasta la noche, y por no auer salido a la batalla sus contrarios se boluieron a su pueblo regoci[j]ados y alegres, y si ellos supieran la costumbre antigua de los griegos, leuantaran en aquel lugar y sitio vn trofeo.



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