Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Don Sancho García

José Cadalso


[Nota preliminar: Para consultar la reproducción digital de esta obra, pinchar aquí.]

  —172→  

ArribaAbajoArgumento

Doña Ava, Condesa viuda de Castilla, madre y tutora del Conde Don Sancho García, Príncipe de tierna edad, enamorada de Almanzor, Rey moro de Córdoba, intenta dar veneno a su hijo por complacer a su amante, cuya ambición aspiraba a ocupar el trono de Castilla, más que a reinar en el corazón de la Condesa. El cielo, visible y único Juez de los Soberanos, dispone que la Condesa beba el veneno que sus impías manos habían preparado para su hijo.

Este asunto ha sido tratado en las tablas de nuestro antiguo teatro según el gusto que dominaba en el siglo pasado.

He compuesto este drama conformándome al estilo de esta era. Conozco yo mismo algunos defectos en mi tragedia: el Público notará muchos más. Creo merecer el perdón de los primeros por la sinceridad con que los confieso; y espero obtener el de los segundos por el dócil carácter del Público español, acostumbrado a disimular las faltas de los AA., en cuyas obras se ven afectos de religión, honor, patriotismo y vasallaje.

J. C.



  —173→  
PERSONAJES
 

 
ALMANZOR,   Rey moro de Córdoba, amante de
DOÑA AVA,   Condesa viuda de Castilla, madre y tutora de
DON SANCHO GARCÍA,   Conde de Castilla, educado por
DON GONZALO,   Montero de Espinosa, noble anciano de Castilla.
DOÑA ELVIRA,   sobrina de Don Gonzalo.
ALEK,   Ministro de Almanzor.
DAMAS CASTELLANAS.
SOLDADOS CASTELLANOS.




  —174→  

ArribaAbajoActo I


Escena I

 

La escena es en un salón del palacio de los Condes de Castilla.

 
 

ALMANZOR y la CONDESA sin guardias ni acompañamiento.

 
CONDESA
No te encuentro, Almanzor, como solía,
el rostro y pecho lleno de alegría.
Dime la causa atroz de tu disgusto:
mi alma hasta saberlo está en susto.
Cuanto placer tu amor me ha concedido, 5
no equivale al dolor con que he sabido
tu tristeza; si me amas, dilo presto.
¡Ay! Mientras más continúo, más funesto
es tu silencio. Un alma vacilante,
¿con quién podrá mejor que con su amante 10
su tristeza contar para aliviarla?
Acaba de matarme, o relatarla;
si alguna vez mi pecho...
ALMANZOR
No, Condesa;
no bastará el amor que me profesa.
Mayor que tu cariño es el cuidado 15
que ves en mi semblante, fiel traslado
de lo que mi alma siente: es un abismo
en que peleo yo conmigo mismo.
En ansias tales consultar debía
con tu talento la desgracia mía; 20
—175→
pero lejos, te juro, de aliviarme,
la primera serás a atormentarme.
CONDESA
Si supieras la pena con que veo,
que lejos de agradar a mi deseo,
aumentas con tus dudas mi quebranto, 25
ese secreto no ocultaras tanto.
¿Qué habrá en el mundo que ocultarme debas?
ALMANZOR
Mi pena contaré, como te atrevas
a darme tú el remedio con tu brío;
pero lo dudo.
CONDESA
De este pecho mío,
30
¿qué dudas? Qué, ¿te olvidas que en él mandas?
¿Cuándo tus leyes no me han sido blandas?
¿No sabes cuánto anhelo a complacerte?
¿Qué me pides? ¿La vida? Dame muerte.
Gustosa te daré el postrer aliento: 35
ese sera mi más feliz momento.
¿A Córdoba me mandas que te siga?
¿Ser yo tu esclava? ¿España mi enemiga?
¿Qué habrá, Almanzor, que de tu amor me aparte?
ALMANZOR
Haber nacido Rey.
CONDESA
Llega a explicarte;
40
haré cuanto me digas.
ALMANZOR
¿Lo aseguras?
¿Cumplirás lo que ofreces? ¿Me lo juras?
CONDESA
¡Ay cielos! Yo pensaba que tu pecho
podía estar del mío satisfecho.
Esas desconfianzas de tus labios 45
son de mi tierno amor nuevos agravios.
¿Por qué me pides nuevo juramento?
¿Por qué nuevas sospechas? ¿Con qué intento
me pides otra vez nueva promesa?
  —176→  
ALMANZOR
Porque es mayor que todas, oh Condesa, 50
la nueva gracia que a pedirte vengo,
por eso a tu pasión tanto prevengo.
No recelo me falte tu fineza,
mas sé de las mujeres la flaqueza:
emprenden fácilmente cuanto intentan; 55
mas si dificultad experimentan,
se apartan de la empresa que intentaron
tan fácilmente como la idearon.
CONDESA
No con razón arguyes de ligero
al sexo mío; acuérdate primero 60
del tesón que he mostrado por mi parte:
¡oh, cuánto me ha costado el estimarte!
Lo sabes; mis vasallos se opusieron
luego que mi cariño conocieron
en tu persona puesto. Ellos osados, 65
y contra tu nación preocupados,
de nuestro amor hablaban con injurias;
corté sus vuelos y calmé sus furias.
Yo sola, sin auxilio, ni consejos,
rompí la nube que tronaba lejos. 70
Calló Castilla ya. Ya no se opone
al yugo extraño que mi amor te pone:
¿qué habrá que yo no alcance y te conceda?
ALMANZOR
Tal vez será lo que tu amor no pueda.
Es tal, que no me atrevo a proferirlo; 75
pero en este papel quiero escribirlo.  (Escribe.) 
CONDESA
¡Cielos, qué miro! ¡Qué turbado escribe!
¡Qué nuevo susto el corazón recibe!
¡Su mano tiembla, y tiembla el pecho mío!
¡Ay! ¿Qué será? Parece desvarío 80
el susto que al turbarle me conmueve;
agüero infausto contenerse debe
en el papel: parece que se anega
en sangre, que a mi mismo pecho llega.
—177→
Ya lo acabó. Si dura más, ¡ay Cielos!, 85
mi vida acabarían mis recelos.
ALMANZOR
Si mi cariño, si mi bien deseas,
lee el papel; y luego que lo veas,
harás, Condesa, cuanto en él te pido.

 (Dándola el papel.) 

Si te falta valor, desde hoy te olvido. 90


Escena II

CONDESA
 (Sola.) Oh terrible amenaza, tente, espera...
¡Qué dirá este papel! ¡Suerte severa!
¡Qué susto da su vista! ¡Y qué tormento
al leerle temblando experimento!
Parece que una mano oculta y fuerte 95
(¡oh funesto papel!) me quita el leerte.
Leeré para salir de mis recelos.
¿Qué densa nube se interpone, ¡oh cielos!,
entre mi débil vista y tus renglones?
Salgamos con valor de confusiones; 100
bebamos de una vez todo el veneno
con firme labio y corazón sereno.
No tiembles, mano, vista no te alteres;
porque vea Almanzor, que las mujeres
no tienen menos brío que los hombres. 105
Atiende, corazón, y no te asombres.
 (Lee.) Mas, ¡cielo, qué he leído! ¡Si me engaño!
Si grande fue el temor, mayor el daño:
¡oh bárbaro Almanzor, indigno amante!
¿Qué daño has de temer de un tierno infante? 110
¿Del ídolo de amor, Deidad demente,
será mi hijo víctima inocente?
¿Aceptarás mi mano ensangrentada
en el seno filial, ¡ay Dios!, manchada?

  —178→  

Escena III

 

La CONDESA y DOÑA ELVIRA.

 
DOÑA ELVIRA
Llegó, señora, el deseado día, 115
que ha de colmar tu alma de alegría.
Hoy del moro Almanzor la regia mano,
temor del granadino y sevillano,
tuya será. A tu Corte fue traído
por tu fama, y fue en ella detenido, 120
su venida ocultando y su morada,
con la tregua que al fin está pactada.
Faltó ya la ficción; ya descubristeis
ambos el fuego que ocultar quisisteis.
De Castilla los pueblos y nobleza 125
se opusieron en vano a tu fineza.
Recibe de mi pecho. Mas, ¿qué mira
tu criada leal? ¿Lloras?
CONDESA
Elvira,
¡cómo se muda en horroroso objeto
el gusto que parece más completo! 130
Verdad es cuanto dices, fiel amiga;
pero si quieres que mi horror te diga...
¿cómo podré? Almanzor, fiero y turbado,
este papel con inquietud me ha dado,
diciendo: si me quieres, oh Condesa, 135
si mi bien y mi mal hoy te interesa,
haz cuanto este papel por mí te pida;
si no te atreves, Almanzor te olvida.
Fuese: tomé el papel, lo abrí, leílo...
Mas, ¡cielos, qué rigor! ¡Ay Dios, qué estilo! 140
No lo repetiré; si tú deseas
saber del moro el fin y las ideas,
toma...
DOÑA ELVIRA
Señora, ¿qué es lo que contiene?
—179→
CONDESA
A los más fuertes sustos te previene
al leerlo; en él verás... Pero no, Elvira, 145
dígantelo tus ojos. ¿Qué, te admira
el principio? Prosigue. ¡Amor tirano!
DOÑA ELVIRA
 (Leyendo.) «No te puedo ofrecer mi regia mano,
si contigo no parto el poderío.
Como tú lo serás del reino mío, 150
he de ser yo señor de tus estados.
Deben ser a mi amor sacrificados
cuantos puedan el cetro disputarme;
un hijo tienes, si has de desposarme,
si tu mano, Condesa, ha de ser mía, 155
primero ha de morir Sancho García.»

  (Acaba de leer.)  

¡Qué horror, señora!
CONDESA
Elvira, ¿quién creyera
de dueño tan amable acción tan fiera?
¡Tal me pide Almanzor! ¡Un hijo mío!
¿Dónde hallará mi pecho tanto brío? 160
DOÑA ELVIRA
¿Qué resuelves?
CONDESA
¿Acaso dudar puedo?
Si tal delito a mi pasión concedo,
¡qué fuego habrá en los cielos vengadores,
que no prorrumpa en rayos y en horrores!
¿Qué tierra habrá que sufra ser pisada 165
por mujer tan infame y desgraciada?
Pero aun cuando la tierra me aguantase,
cuando el cielo sus iras no ostentase,
(pues sufre alguna vez su ofensa el cielo)
¿me dejaría el interior recelo? 170
El pecho, de su culpa fiel testigo,
de la interna quietud duro enemigo,
¿me dejaría acaso un solo instante?
Entre los mismos brazos de mi amante
—180→
hallaría terror en vez de gustos. 175
De su amor, ¿qué lograra sino sustos?
junto al tálamo mismo ya vería
la deplorable imagen de García;
y su inocente pecho, atravesado
por mi bárbaro brazo ensangrentado, 180
fuera vista más triste y horrorosa
que del infierno la morada umbrosa,
la imagen de su padre, que glorioso
de esta infame mujer fue noble esposo,
me parece que veo, y que me dice: 185
¿de un esposo tan fiel, viuda infelice,
no basta profanar mi augusto lecho
con un dueño Africano? ¿Satisfecho
no estaba tu delirio? ¿Aún no basta?
¿A España privas de mi egregia casta 190
de nobles sucesores destinados
a ser por todo el orbe respetados?
De amor, Elvira, abráseme la llama
antes que yo consienta que la fama
publique tanto horror. El cielo quiera 195
que antes que Sancho por mi mano muera,
mi brazo, al tiempo que el delito intente,
salvando el corazón del inocente,
se vuelva contra mí, porque mi espada,
librándole, me deje castigada. 200
DOÑA ELVIRA
Allí viene Don Sancho por un lado:
por otro viene a paso acelerado
Alek, que es de Almanzor el confidente.
CONDESA
Elvira, oh noble Elvira, aquí mantente;
impide que Don Sancho hoy me mire; 205
forzoso es que de aquí yo me retire,
porque mi confusión me turbaría
al ver y hablar al infeliz García.
Dile que vuelva hacia mi propia estancia.
—181→
A Alek oiré; tal vez la arrogancia 210
del moro Rey se habrá trocado en ceño.
¡Ay! ¿Qué dirá de parte de su dueño?
Salgo a encontrarle; tú con gran cuidado
haz que no me halle Sancho desgraciado,
y que Almanzor... 215
DOÑA ELVIRA
No pierdas un instante,
pues ya llega García, y de tu amante
el confidente. Entiendo tus ideas;
y haré, señora, lo que tú deseas.


Escena IV

 

DON SANCHO, DOÑA ELVIRA y DON GONZALO.

 
DOÑA ELVIRA
¿A dónde vas, señor?
DON SANCHO
¿Qué? No me admira
220
en poco tu pregunta. Deja, Elvira;
siguiendo voy mi madre y mi señora,
que he mirado de aquí salir ahora.
DON GONZALO
Luego que el sol ha comenzado el día,
a su madre tributa Don García 225
su obsequio, en tantos modos merecido
por madre y soberana. No es debido
el embarazo que a su anhelo pones.
DOÑA ELVIRA
Yo tengo, Don Gonzalo, mis razones.
DON SANCHO
No las puedes tener.
DOÑA ELVIRA
Mi soberano
230
eres, Don Sancho, y dueño tan humano,
que audacia altiva mi rigor parece,
y que por tanto tu furor merece.
Pero tu madre y mi señora...
DON SANCHO
¡Aleve!
¿Qué es lo que el labio a pronunciar se atreve? 235
—182→
¿Mi madre acaso puede haber mandado
que el paso impidas a su hijo amado?
Elvira, no lo creo: está mi pecho
del amor de mi madre satisfecho.
DOÑA ELVIRA
Yo no tengo más causas que exponerte 240
que la de la obediencia; y es tan fuerte,
que ella me hará sufrir cuanto castigo
invente airado tu rigor conmigo.
DON GONZALO
Señor, pues Doña Elvira se mantiene
en observar las órdenes que tiene, 245
y en no explicarlas, como injusto fuera
obligarla a decirlas, ven, y espera
a más tarde; vendrás, y así, García,
podrás dejarte de la tiranía.
Mal dije, la dureza con que quiso 250
no verte, como sueles. Ya es preciso
dejar para otro lance tu demanda.
DON SANCHO
Tú me persuades, y mi madre manda.
Obedezco y venero, como es justo;
pero mi corazón queda con susto. 255
Elvira, volveré. Dirás, te pido,
a mi madre, que la amo tan rendido,
que ya la obedecí.


Escena V

DOÑA ELVIRA
Guárdete el Cielo.
Mas la Condesa vuelve. ¿Qué recelo
y susto viene impreso en su semblante 260
si tendrá nuevas priesas de su amante?

  —183→  

Escena VI

 

La CONDESA y DOÑA ELVIRA.

 
CONDESA
¿Volviose Sancho?
DOÑA ELVIRA
Sí.
CONDESA
¿Y qué te dijo?
DOÑA ELVIRA
Con dominio y dolor tu tierno hijo
pidió y mandó que el paso le dejase;
representele; instó que no estorbase; 265
mantúveme; irritose; mas prudente
Don Gonzalo calmó su pecho ardiente.
CONDESA
¡Oh hijo tierno! ¡Oh Sancho! ¡Mi esperanza!
¡Y de toda Castilla confianza!
¡Tu madre tu verdugo! El trono mío 270
suplicio habrá de ser, en que mi brío
condene y ejecute los horrores
que te anuncian del Moro los rencores.
¡Ay no! Mi pecho no se atreve
a dar al uno lo que al otro debe. 275
DOÑA ELVIRA
¿Con que al Moro despides?
CONDESA
Calla, calla.
No sabes los asaltos en que se halla
mi pecho combatido al escucharte.
No es todo de García, mucha parte
ocupa el Moro; y en afán dudoso, 280
al bien de mi hijo cede el de mi esposo.
Al ir a resolverme titubeo,
segunda vez mudando mi deseo,
despreciando a Almanzor, vuelvo a García;
desecho mi pasión, la llamo impía; 285
yo misma me echo en rostro la locura
con que olvidé de madre la ternura;
me cubro de rubor, horror y espanto
al ver que cupo en mí delito tanto.
—184→
Ya quiero publicar del Moro aleve 290
el cruel designio que a formar se atreve;
y cuando contra el Moro más me irrito,
cuando mi error y su furor medito,
a la dulzura de su nombre, Elvira,
en tierno halago se convierte mi ira. 295
Alek me acaba en este mismo instante
de apresurar de parte de mi amante
a que acelere el golpe. Alek, anciano,
ignoraba el rigor del Soberano
que daba la orden. Yo, temblando el labio, 300
se lo expliqué; y él noble, humilde y sabio
temblaba al escucharlo.
DOÑA ELVIRA
Y tú, señora,
¿resuelves por el hijo que te adora,
o por el Moro, que a reinar aspira?
CONDESA
¿Por quién resolverá mi pecho, Elvira? 305
Aún dudo sin querer. ¡Ay!, yo quisiera
un alma fuerte, que ahogar supiera
de una indigna pasión el fuego aleve,
y que quisiera a un tiempo lo que debe.
DOÑA ELVIRA
¿Cedes al Moro acaso?
CONDESA
¡Cielo santo!
310
Teme mi corazón delito tanto;
pero no obstante, en mi virtud no fío:
dudo entre el hijo y el amante mío;
cualquiera de los dos que yo despida,
una mitad fallece de mi vida. 315
No me dejes en tantas confusiones,
mezcladas de delirios y razones;
escarmienta en mi pecho combatido.
A ninguno el amor ha parecido
más suave, más ameno y más gustoso 320
en el principio amable y engañoso;
y a ninguno ha causado tal tormento,
—185→
como en su curso infausto experimento.
Yo pensé que su imperio me sería
blando sin su rigor, ni tiranía; 325
y al ligarme sus rígidas cadenas,
cargada me miré de susto y penas.
Huye, Elvira, de amor. ¡Ay! ¡Joven eres!
Mira que en sus pesares y placeres
la pena siempre fue mayor que el gusto: 330
ligero el bien, y continuado el susto.



  —186→  

ArribaAbajoActo II


Escena I

 

ALEK y ALMANZOR.

 
ALMANZOR
¿Como te dije, a la Condesa viste?
Di, ¿cómo la encontraste?
ALEK
Señor, triste.
Al verme conocí se conmovía;
apenas al principio profería,
en llanto prorrumpió; yo, que ignorante 5
del secreto me hallé, quedé un instante
inmóvil, sin saber de qué pendía;
pero en medio del llanto que vertía,
su pecho abrió, me reveló el secreto.
Luego que me explicó tu fiero objeto... 10
ALMANZOR
¿Qué hiciste, Alek?
ALEK
Temblar, como temblaba
la amante y madre, la infeliz Doña Ava.
ALMANZOR
Después del susto, que a tu edad anciana
causó mi idea, al parecer tirana,
como de un Rey prudente consejero... 15
ALEK
Prudente sí, mas nada lisonjero.
ALMANZOR
¿No lo apruebas acaso?
ALEK
¿Hablar me mandas?
¿Pero ha de ser con las palabras blandas
con que la adulación dora el veneno;
o con el firme estilo con que el bueno 20
guarda de la verdad las sacras leyes?
ALMANZOR
Habla como se debe con los Reyes.
  —187→  
ALEK
Un Rey del Ser supremo es un retrato;
a Dios solo será lenguaje grato
la voz de la verdad; así es debido 25
que te hable con estilo no fingido.
Adule, finja y mienta, si gustare,
quien menos tu carácter venerare;
tal vez de sus lisonjas más gustoso
oirás el atractivo delicioso, 30
que el acento severo que pronuncia
la dura voz que la verdad anuncia.
Yo te diré verdades: satisfecho
quedará con decirlas este pecho,
como queda tu oído desgraciado 35
cuando necias lisonjas ha escuchado.
ALMANZOR
Es áspero el principio, duro y fuerte.
ALEK
Paso pues, ¡oh mi Rey!, a responderte.
Que la Condesa mate al niño tierno,
objeto digno de su amor materno, 40
por su consejo, es crimen más tirano
que si tú lo mataras con tu mano.
Y di, señor, ¿tu diestra no temblara
si al inocente pecho se acercara
con el hierro, o veneno, conducido 45
solo de tu ambición? ¿A su gemido
y blandas manos, que alzaría al cielo,
pidiendo al Ser supremo su consuelo,
no temblaras? No temes la venganza
del pueblo, que en él funda su esperanza. 50
¿Y de su misma madre el triste llanto
al ver su infante muerto; y el quebranto
de toda aquesta Corte conmovida,
tu mano no apartaran atrevida?
Pero supón que el cielo tolerase 55
delito tan atroz, y te dejase
en el trono usurpado castellano:
—188→
¿te gustara ser Rey, siendo tirano?
¡Ay!, no señor. La Púrpura manchada
con la inocente sangre derramada, 60
fuera carga a tus hombros horrorosa.
Deja a la fama que coloque ansiosa
entre los Dioses sacros a los hombres,
que por el lustre de gloriosos nombres
roban despojos para adorno infame; 65
deja que a fieras semejantes llame
hijos amados la fortuna ciega;
al darles triunfos, la quietud les niega.
Los prospectos, ya sé, de una conquista
son agradables a la regia vista; 70
y los que la ambición llenar desean,
no distinguen los medios que se emplean.
Mas no conoces tú del castellano
el invencible amor al Soberano.
Adora a su Monarca. Aunque pudieras 75
sus pueblos añadir a tus primeras
tierras, en que dominas coronado,
nunca conservarás este Condado.
Soberbio el español su sangre vierte
defendiendo a su Rey. Gustosa muerte 80
se le ofrece en la sangre que derrama,
donde la guardia de su Rey le llama.
Del Padre hereda el hijo la constancia:
éste es el alimento de su infancia.
Las madres comunican fortaleza 85
con la leche que nutre su terneza.
Al paso que leales son valientes:
en las fatigas duros y pacientes.
En mi joven edad, señor, mi mano
mandó tu tropa contra el castellano: 90
venciome, y le vencí, mas siempre fiero
de batallar con pueblo tan guerrero.
—189→
Su ejército no tiene el aparato,
superflua compostura y falso ornato
que otras tropas ostentan en campana, 95
pues sólo tiene de marcial la saña.
Lo vi descalzo, flaco, pobre, hambriento
buscar al enemigo, no al sustento.
Si alguna vez murmura un orden dado,
ejecuta obediente lo mandado; 100
y el enemigo paga la imprudencia
del jefe que mandó sin experiencia.
No es fácil que jamás tal pueblo admita
el yugo atroz que tu ambición medita.
Si quieres dar a siglos venideros 105
timbres para tu fama verdaderos,
imita a los Monarcas virtuosos,
que se tienen por grandes y gloriosos,
como sus pueblos venturosos sean.
Cuán dignamente su vigor emplean 110
en hacer respetar a la justicia,
en cortar el progreso a la malicia
premiar virtudes castigando vicios,
y ofrecer a los cielos sacrificios
en tantas aras, como son los pechos 115
de vasallos que viven satisfechos.
De mi verdad el cielo me es testigo:
esto pienso, señor, y esto te digo.
ALMANZOR
Corta fue mi pregunta; y tu respuesta
no fue menos osada que molesta. 120
Yo pedí pareceres, no consejos.
Desde hoy de mi persona vive lejos,
y no contristes más mi augusta mente.
Huye de mi presencia prontamente.
ALEK
Señor, no extraño la desgracia mía, 125
aun antes de empezar ya la sabia;
más la veía mientras más hablaba.
—190→
La verdad contra el riesgo me alentaba;
si ésta te ofende, tu desgracia siento;
obedezco, mi Rey, de ti me ausento. 130


Escena II

ALMANZOR
 (Solo.) ¿De qué sirve vasallo que no adula?
¿De qué sirve ser Rey, si se le anula,
por rígidos consejos de un anciano,
el despotismo que hace al soberano?


Escena III

 

ALMANZOR y la CONDESA.

 
ALMANZOR
En tu semblante hermoso, aunque tan triste, 135
ya conozco, señora, que leíste
aquel papel que mis designios muestra.
Alek también, aunque su voz siniestra
solo me vaticina culpa o muerte,
me ha dicho que te ha visto: he de deberte 140
fineza tal, que si parece odiosa
a tus ojos por madre, es más gloriosa
mirada como Reina, a quien se humilla
con el noble Condado de Castilla
el cordobés Imperio. Lo presento 145
a tus plantas en prueba y monumento
de que sabe Almanzor agradecido
premiar el beneficio recibido.
Bien sé que en la pueril ternura amante
cuesta resolución tan arrogante; 150
pero espero, que ya considerado
el gran valor de la razón de estado,
habrás juzgado acción menos impía
—191→
sacrificar la vida de García.
Por si su muerte causa en esta tierra 155
alboroto civil e interna guerra,
en Córdoba tendré dispuesta gente,
que sostenga mi idea. Diligente
a verte volveré, donde tu mano
me asegure el Condado castellano. 160
Esto pienso, Condesa, y me asegura
mi amor, que me lo aprueba tu hermosura.
CONDESA
Pues yo pensé, Almanzor, bien al contrario:
creí, que si al principio temerario
la muerte pretendías de García, 165
porque obstáculo fuerte parecía
a tu ambición para obtener ufano
el supremo dominio castellano,
al conocer el crimen horroroso,
que cruel propusiste a mi piadoso 170
materno corazón, que siempre viste
colmado de blandura, te corriste
de idea tan atroz; y que rendido
me querías pedir diese al olvido
las líneas, que tu crimen comprehendían, 175
y en que a un tiempo ofendidos quedarían
la humildad, el cielo, la nobleza,
tu fama, mi virtud y mi terneza.
Creí que un héroe como tú tendría
por falta de valor la tiranía, 180
y por carga insufrible al brío hermano
el cetro y el puñal en una mano.
ALMANZOR
No, Condesa, no pienses que yo pueda
ceder: tu corazón al mío ceda.
No me puedo apartar de lo propuesto: 185
sin este sacrificio me es funesto
tu amor; con él me fuera delicioso,
y a mí y a mis vasallos ventajoso.
—192→
El tiempo por instantes va faltando:
mi genio altivo con el tuyo blando 190
lo pasará en superfluas reflexiones.
A la razón de estado no hay razones
que superiores sean, ni hay ideas
que pesen más.
CONDESA
¡Tirano! Porque veas
cuánto anhela mi pecho a complacerte, 195
y a costa de un delito obedecerte,
me resuelvo a que Sancho separado
de mí, y en un castillo aprisionado,
(diciendo yo que ha muerto) pase triste
la vida, que arrancarle pretendiste. 200
Así conseguirás tu idea basta.
¿No te basta este crimen?
ALMANZOR
No me basta.
No pienses con tal arte entretenerme:
o Sancho ha de morir, o has de perderme.
Resuelve, y breve, lo que más te importe, 205
o déjame ausentarme de tu Corte.
CONDESA
¿Qué escucho? ¿Qué impiedades me propones?
¿Trataste con humanos corazones,
o solo con las fieras, que produce
la adusta tierra, de que se deduce 210
tu origen africano? ¿Al pecho mío
propone tu ambición tal desvarío?
¿La pérdida de un hijo o de un amante?
¡Ay! ¡Cómo merecieras que inconstante
te negase, tirano mi cariño, 215
y le ofreciese entero al regio niño!
Pero tú me conoces dominada
de esta pasión, y mi alma esclavizada.
Bien lo sabes; y abusa tu fineza
de mi pecho embriagado con terneza; 220
pero no apures, no, mi pecho altivo:
—193→
sabré morir si con martirio vivo,
por no perderte, ni a mi Sancho amado;
(duda, que tiene al pecho acongojado).
Yo moriré; Almanzor, y con qué gusto. 225
¿Acaso al inocente imprime susto
el lúgubre aparato de la muerte?
ALMANZOR
Fuera causa más breve, y aun más fuerte
de la muerte de Sancho. Sin respeto
mi brazo emprendería tanto objeto. 230
Esta menor edad de Don García
disensión en Castilla sembraría;
y con tan favorable coyuntura
sería su conquista más segura.
Y pues esa amenaza de matarte 235
puede ser en tus labios sutil arte,
te digo, que bien muerta o viva, quiero
coronarme en Castilla.
CONDESA
Tan severo,
¿prosigues con tu intento?
ALMANZOR
Sí, Condesa.
Yo parto, pues mi ausencia me interesa, 240
oh muera el que se opone a mi fortuna.
Cualquiera dilación es importuna.
Firma en estos papeles, fementida,
el orden que acompañe mi partida
hasta llegar al fin de tu frontera; 245
o toma aqueste acero, con que muera
Sancho. No digo más. Condesa, advierte
que mi ausencia decretas, o su muerte.


Escena IV

CONDESA
¡Qué es esto, cielos! ¡Qué fatal conflicto!
¡Cada mano cargada de un delito, 250
—194→
y el débil pecho a cada cual propenso,
mirando a la virtud, queda suspenso!
En tanta confusión, en duda tanta,
lo que más me complace, más me espanta...
¿Pero qué digo? El pecho acongojado 255
no caiga bajo el peso del cuidado.
No con vanas fantasmas de terrores
han de dudar las almas superiores.
En su ignorancia temblará la plebe:
el noble pecho más vigor se debe. 260
Sí, vamos. ¿Pero dónde? Yo lo ignoro:
a mi hijo quiero, y a mi amante adoro.
Pero mi amante una maldad me pide;
merece por su crimen que le olvide.
Pero mi hijo me priva de un amante; 265
debe ser inmolado el tierno infante.
Seré, si mato a Sancho, madre impía;
si se ausenta Almanzor, ¡ay triste día!
¡Qué pocos seguirán tu luz, ingrata!
Mas, ¿qué interior impulso me arrebata? 270
Sí, ya siento de madre la terneza;
ya me habla al pecho la naturaleza.
¡Ay, Sancho! Vive; sí, vive, y la suerte
deje a tu madre que consiga verte
reinar como tu padre. Quiera el cielo 275
que seas tú de mi vejez, consuelo;
y que después de verte, ¡oh Sancho amado!,
mandar gloriosamente este Condado,
yo muera entre tus brazos quietamente.
Entonces sí que miraré presente 280
del ciego amor el sacrificio que hago;
entonces sí que me sería aciago
el haberte pospuesto a mis amores.
Dame, virtud, tus fuerzas superiores.
Sí, de Almanzor firmemos la partida. 285
—195→
¿De mi Almanzor? ¿Del dueño de mi vida?
¡Ay! No puede caber acción tan dura
en quien él mismo halló tanta blandura.
Aparta, pluma, de mi mano impía,
y no marche Almanzor; muera García. 290


Escena V

 

La CONDESA y DOÑA ELVIRA.

 
DOÑA ELVIRA
Señora, con cuidado... Mas, ¿qué veo?
Lo que turbada miro apenas creo.
¿En tu mano un puñal? ¡Ay!, di: ¿qué es esto?
CONDESA
Otro tengo en el pecho más funesto.
Todo mi pecho ocupan los terrores, 295
negros remordimientos y rencores.
¡Qué sombras! ¡Qué visiones me amedrentan!
¡Qué invisibles verdugos me atormentan!
Conozco el mal horrible, lo aborrezco;
y lo que a otros preparo, yo padezco. 300
DOÑA ELVIRA
¿Y de qué nace tu infeliz estado?
CONDESA
La muerte de Don Sancho he decretado.
DOÑA ELVIRA
¡Qué delito! Señora, ¿no decías
que a la virtud sacrificar querías
tan horrenda pasión? ¿Tu pecho mismo 305
no te mostró de errores un abismo,
al ver del moro Rey las pretensiones?
CONDESA
¡Qué leves sois, humanos corazones!
A un ímpetu de amor, o de locura
cedió de justa madre la ternura. 310
Pintome amor del Moro la partida
con tan tristes colores, que la vida
perdiera por no verle ya marchando.
Su bella imagen, su atractivo blando,
—196→
fueron fuertes motivos que se unieron, 315
y a un crimen suficientes parecieron.
Con tal resolución la mano mía
firmó la injusta muerte de García.
Pero fuerzas del vicio producidas,
cuando han sido algún tiempo mantenidas. 320
Desvanece sus sombras el delirio,
y entonces, ¡qué dolores!, ¡qué martirio!
Ahora que con justas reflexiones
examino el rigor de mis pasiones,
ahora que ya veo cuán mudado 325
está en sensible mi feliz estado;
al ver que en otros tiempos yo pasaba
quieta la vida, que feliz lograba;
y al presente entre sustos comprimida,
toda muerte es más dulce que mi vida; 330
yo misma me aborrezco, me abomino;
contra mi vida, con rigor camino;
¿y no tengo valor para arrancarme
un corazón, que supo acriminarme?
DOÑA ELVIRA
¿Qué intentas, pues, señora?
CONDESA
Yo lo ignoro:
335
solo sé que suspiro, gimo y lloro;
que cada vez se aumenta mi tormento;
que temo el crimen, y temerle siento.
Llama a García, y dile... No, detente;
sígueme; y mira en mi dolor presente 340
lo que cuesta el delito más gustoso:
¡qué lejos de la culpa está el reposo,
y qué cerca del crimen el castigo!
DOÑA ELVIRA
Desgraciada Condesa, ya te sigo.



  —197→  

ArribaAbajoActo III


Escena I

ALEK
 (Solo.)  Inconstante fortuna, aquí me tienes
(firme en tus variaciones y vaivenes)
no como en otros tiempos estimado
de mi Rey Almanzor, sino arrojado
de lo alto de la cumbre al precipicio. 5
¡Hiciste, oh suerte, tu común oficio!
Feliz aquel que de la humilde vida
nunca subió; no teme la caída.
Aquél que sube a la mayor privanza
con susto fuerte y débil esperanza, 10
previendo en cada caso de la suerte
la vida triste; o la infelice muerte,
comprando con peligros los favores,
apura de los hados los rigores.


Escena II

 

La CONDESA y ALEK.

 
CONDESA
Ya sé de tu desgracia el fundamento. 15
ALEK
Decírtelo no puedo; no me siento
capaz de revelarte por mis labios
la falta de mi Rey, ni mis agravios.
CONDESA
Cruel es Almanzor.
ALEK
Pero es mi dueño.
—198→
Con rostro humilde adoraré su ceño; 20
y si de Rey pasando a ser tirano,
me mata, besaré su regia mano.
Estas del buen vasallo son las leyes,
por más faltas que se hallen en los Reyes.
CONDESA
¡Buen vasallo, y tan mal recompensado! 25
¿Quién te defiende del rigor del hado?
¿Quién te conserva contra su inclemencia?
¿Quién consuela tu pecho?
ALEK
La inocencia.
Ella sola me basta, y es sobrada
contra los golpes de la suerte airada. 30
El infeliz que en su inocencia piensa,
encuentra en su virtud su recompensa.
¿Y de qué la virtud nos serviría
contra el acaso, fraude y tiranía,
si no hubiese dispuesto el justo cielo 35
que en ella hallemos superior consuelo?
Su hermosa luz más clara resplandece,
cuanto más la fortuna se obscurece.
Caí; mientras más bajo, más lo estimo;
del arte de la Corte así me eximo. 40
A Córdoba me vuelvo: humildemente
en mi casa tranquila e inocente
mi vida pasaré. No es sacrificio
el que hago de la Corte; su bullicio,
cual juguete de niños ignorantes, 45
que consume los años como instantes,
divierte al joven, y al anciano enfada.
CONDESA
Admiro tu fineza.
ALEK
Es dimanada
de que no aspiro más que a ser honrado.
CONDESA
¿Contra tu Rey no te hallas irritado? 50
ALEK
Abomino a los hombres que se atreven
a dar censura a quien obsequio deben.
—199→
El Rey es como Dios: señora, atiende;
quien más lo estudia, menos lo comprehende.
Yo marcho en fin, y con valor me hallo: 55
conocerá Almanzor que un buen vasallo
no se suele encontrar tan fácilmente.
Me llamará, y entonces obediente
yo volveré a sus plantas: sus enojos
se borrarán con llantos de mis ojos. 60
Después de haber vivido algunos años,
meditando mis muchos desengaños,
más cuerdo volveré desde más lejos:
será mejor mi voto en sus consejos;
más útil le seré mientras más sabio; 65
con más servicio pagaré mi agravio;
y de verme más apto a su servicio
por corto juzgaré mi sacrificio.
Si acaso su rigor fuere tan fuerte
que me olvide en destierro, y que la muerte 70
me alcance en mi desgracia, ¡cuán dichoso
su momento será! ¡Con qué reposo
Alek espirará! ¡Con qué sosiego
de no haber sido injusto palaciego!
CONDESA
Allí viene García, noble moro. 75
Si recibirle o despedirle ignoro;
y con la turbación de mi semblante
conocerá tal vez el tierno infante
el riesgo en que le pone su fortuna.
Tu presencia será más oportuna. 80
Detenlo, no permitas que me vea
hasta que yo decida, y que mi idea
acabe de una vez de reducirme.
ALEK
Señora, en la virtud mantente firme:
oye a tu corazón; su fortaleza 85
es voz con que te habló naturaleza.
Nunca miente, señora, el pecho nuestro;
—200→
lo recto aprueba, y tacha lo siniestro.
No sofoques su luz con el nublado
que causa la pasión: el desdichado 90
que con lisonjas engañarse intenta,
su castigo en su daño experimenta.
CONDESA
A Dios, Alek.


Escena III

ALEK
 (Solo.)  El ente soberano
dirija tus ideas y tu mano.
¡Oh ser supremo!, cuya inmensa ciencia 95
demuestra de los hombres la demencia,
desnuda nuestros flacos corazones,
del cúmulo horroroso de pasiones
que nos convierte en fieras.


Escena IV

 

ALEK, DON SANCHO, DON GONZALO y guardias.

 
ALEK
¡Oh García,
de Castilla esperanza y alegría!
100
Llega feliz; y tú, Gonzalo amigo,
el cielo soberano me es testigo
del gozo que en tu trato he recibido
el tiempo que en Castilla yo he vivido.
Joven feliz, que al mando destinado 105
por ayo tan prudente estás criado...
DON SANCHO
¡Alek, oh sabio Alek! Mi pecho siente
tan oculto dolor, y tan vehemente,
que ni explicarlo, ni sufrirlo puedo:
—201→
a su inmenso dolor por débil cedo. 110
Mi madre de su vista me separa.
Su vista, ¡ay cielo!, ¡su presencia cara
ha de faltar a tan rendido hijo!
Mientras más lo contemplo, más me aflijo.
¡Si vieras cuál mi pecho, acostumbrado 115
a sus blandas caricias, se ha turbado
al ver que de su vista me desvía!
Ya para siempre se turbó la mía
con llanto inagotable.
DON GONZALO
¡Si tú vieras
las duras quejas y amenazas fieras, 120
con que Don Sancho arguye, enardecido
con lo que le parece en mí descuido!
Dice que de su madre habrá llegado
a merecer la suerte de su enfado
por falta, que él sin culpa ha cometido, 125
y de que yo no le haya reprehendido.
Sé las obligaciones con que vive
el que el empleo principal recibe
de maestro de un joven, que se cría
para mandar por sí la Monarquía. 130
Sé que un descuido, aunque parezca leve,
no como corto regular se debe;
pues trae una horrorosa consecuencia
(cuando llega a mandar) su negligencia.
Tomé temblando cargo tan precioso: 135
sigo con celo; acabaré gustoso.
No creas que yo ceda de mi parte
por mantenerte grato y adularte.
Mal tu tierno cariño pagaría,
si excusara tus faltas, ¡oh García! 140
DON SANCHO
Pues de dónde procede la tibieza
que en mi madre...
DON GONZALO
Tal vez es tu terneza
—202→
quien te la representa, sin que sea
tal como la fingió tu tierna idea.
DON SANCHO
No, no, que el pecho me lo dice.
¡Ay madre!
145


Escena V

 

Los de la anterior, la CONDESA, DOÑA ELVIRA, damas y guardias.

 
DON SANCHO
Aquí está Sancho el infelice.
CONDESA
En vano, Elvira, quise no mirarle:
  (A ELVIRA.)   mi corazón me arrastra por hablarle.
¡Hijo querido infante! Mi García,
llega a mis brazos, llega.
DON SANCHO
Madre mía,
150
deja bañar tus plantas con mi llanto:

 (Se arroja a los pies de su madre.)  

deja que desahogue mi quebranto
en la ternura de tu amor materno,
en la dulzura de tu pecho tierno.
Pues hijo me llamaron esos labios, 155
respondan con cariño a mis agravios.
Sí, madre, agravios grandes tú me hiciste
a mí, a tu hijo, sin delito, triste.
¿Por qué no me admitiste en tu presencia?
¿En qué pudo ofenderte mi inocencia? 160
Si alguna leve culpa he cometido,
¿por qué no me la dices? Con gemido
tristísimo y continuo, madre mía,
en ese corazón lo borraría:
merezca al menos...
  —203→  
CONDESA
¡Ay! ¿Qué pecho fiero
165
se puede resistir? Sancho, te quiero:

 (Alzándole a sus brazos.) 

no dudes de mi amor. En ti, bien mío,
contemplo una virtud, admiro un brío
superior a tus años. En ti veo
(¡oh si será verdad, oh si deseo!) 170
de tu padre y mi esposo un fiel retrato,
tan dulce a mis sentidos y tan grato,
que adoro tu presencia. ¡Ay!, no; te pido
no creas que mi amor hayas perdido.
Los negocios de estado me llamaban; 175
de mí misma, y de ti me separaban;
y aun ahora me llaman, hijo mío:
no temas, aunque veas mi desvío.
Con Alek y tu ayo te retira.
DON SANCHO
Obedezco, y salgamos.


Escena VI

 

La CONDESA y ELVIRA. La CONDESA hace una seña para que los guardias y damas se retiren.

 
CONDESA
¡Oh!, mi Elvira,
180
¡qué vil me ha parecido el artificio!
¡Qué pena me ha costado el sacrificio!
¿No notaste mi pecho cual temblaba?
¿El labio cuán violento se explicaba?
¿No viste de mis ojos la porfía 185
contradecir cuanto mi voz decía?
Si dura más martirio tan violento,
hubiera fallecido en el tormento.
Cediendo mi interés a mi cariño,
me hubiera declarado al tierno niño. 190
—204→
Con su vista mi pecho se ha trocado:
contra el mismo Almanzor lo hubiera armado.


Escena VII

 

Los de la anterior y ALMANZOR.

 
ALMANZOR
Conozco que en tu pecho aún permanece
tanto cariño, que pueril parece.
Aún no conoce su interés; y necio 195
trata su bien y el mío con desprecio.
Dime, de Elvira al mujeril secreto,
¿por qué fiaste tan sublime objeto?
DOÑA ELVIRA
Porque sabe de mi alma la nobleza.
CONDESA
Conozco de su pecho la entereza. 200
Desde niña en palacio se ha criado
en negocios muy graves a mi lado.
No menos que de mí, de Elvira fío:
su pecho es uno con el pecho mío.
¡Así lo fuera el tuyo! De otra suerte... 205
ALMANZOR
Ya parece imposible resolverte;
y pues guardar a Sancho es despedirme,
y no ceder, yo quiero ser tan firme
en mi resolución: queda en la tuya;
será razón que de tu Corte huya. 210
Ya será peligrosa su morada
a mi persona, a riesgos entregada.
Ya pierdes a Almanzor. Desde hoy perdiste
(porque tú conservarle no quisiste)
a un amante que fino idolatraba 215
la imagen de tu rostro: que aspiraba
a poner a tus plantas su corona;
que por verte exponía su persona
en medio de Castilla, tierra ingrata,
que siempre fiera al Africano trata. 220
—205→
Pierdes a quien juraba (y lo cumpliera)
serte constante el tiempo que viviera.
¿Es esta aquella fe que prometiste
guardarme para siempre? ¡Ay de mí triste!
Condesa, si matarme pretendía 225
tu amor, ya convertido en tiranía;
si ya cansado de mi amor desea
frustar tu pecho mi constante idea;
no me lo digan tus ingratos labios;
completa con mi muerte tus agravios; 230
toma el puñal que para Don García
en tu mano dejó la mano mía;
dirige contra mí su punta; hiere;
este es mi pecho; si piedad hubiere
en ese corazón, si he de deberte 235
algún corto favor, mi sangre vierte.
Si de constante la apreciable fama
alguna vez tu corazón inflama,
tu brazo, no tu boca fementida,
me quite el grave peso de mi vida. 240
Ni gusto ni rigor de ti merezco?
CONDESA
Solo tu vida y gustos apetezco.
¿Hice poco en decirte que a García
mi mano en una torre ocultaría?
ALMANZOR
Preciso es que matarlo determines; 245
esa excusa que opones a mis fines,
no la ideaste tú; será expediente
del desleal Alek, cuyo insolente
orgullo, con la capa de entereza,
apellida virtud a tu flaqueza. 250
Su vida pagará su desacato.
CONDESA
No creas, no, que Alek te sea ingrato:
tu nombre adora, tu delirio siente.
Aquí estuvo: postrado y reverente
habló de tu persona; tus pasiones 255
—206→
hallaban en su boca reflexiones,
que de excusa servían. Yo te juro
que no tienes vasallo más seguro.
Solo mi amor a un hijo desgraciado,
que ha nacido de mí, que yo he criado 260
al pecho mío, que mi amor merece,
por quien su madre tu rigor padece;
solo este amor tan eficaz y justo
hace que mire tu rigor con susto,
hace que la pasión que te he tenido 265
y a mis ojos tan suave ha parecido,
se represente en este infausto día
como objeto de horror y tiranía.
¡Necia de mí, que de imprudencia llena
oprimí el débil hombro con tal pena! 270
ALMANZOR
¡Necio de mí (con más razón lo digo)!
Y el cielo, el sabio cielo me es testigo
que fui más necio, no sabiendo osado,
en tu pasión inmensa confiado,
valerme de tu amor para mi intento. 275
Te acuerdas, no lo dudo, del momento
que en el jardín ameno de esta casa,
por donde el tajo entre laureles pasa,
(perdona si en contártelo prosigo),
al pie de un mirto, solos, sin testigo, 280
lejos del fausto de la Corte y fiesta,
lejos de aquel bullicio que molesta,
oyendo desde lejos la armonía
de una música suave, que aplaudía
la dicha de un amor correspondido; 285
depuesto aquel respeto, que es debido
entre reglas personas, me dijiste
con rostro amante, y con acento triste:
¡oh mi Almanzor!, ¡oh cuán dichosa fuera
si diferente ley tu fe tuviera! 290
—207→
Si fueras, como hermoso, tú cristiano,
yo ligara mi mano con tu mano:
feliz unión por siempre juntaría
tu amable vida con la vida mía.
Pero pues no es posible esta alianza, 295
y si a ella no es justa la venganza,
pide Almanzor cuanto deseas:
Castilla está a tus pies; y porque veas
mi sincera pasión, pronuncia, manda.
Esto dijiste, y tu dulzura blanda 300
tanto fuego a tus ojos infundía,
que pasaban del labio la energía.
Entonces yo pudiera, y aun debiera
valerme de ocasión tan lisonjera.
Yo tímido no quise con tal arte 305
a mi justa ambición determinarte.
Solo dije: Condesa, si te espanta
entre las leyes diferencia tanta;
si el no ser mora tú, ni yo cristiano,
me quita el enlazar tu hermosa mano, 310
mira como la yedra, aunque distante,
se abraza tierna con el olmo amante.
Si entonces Almanzor, menos turbado,
hubiera aquel momento aprovechado,
tu hijo en sacrificio le ofrecieras, 315
y cual me pierdes tú, no me perdieras.
A Dios te queda.


Escena VIII

 

La CONDESA y DOÑA ELVIRA.

 
CONDESA
Elvira, sigue al moro:
dile que le amo, dile que le adoro,
—208→
y que a su voz mi corazón se humilla;
que reinará en mi pecho y en Castilla; 320
que Sancho morirá.
DOÑA ELVIRA
¿Qué, por tu mano?
CONDESA
No será mi rigor tan inhumano.
No con tanta crueldad, con artificio
he de hacer tan horrendo sacrificio.
Fingiré que Almanzor, la paz firmada, 325
de su regreso emprende la jornada,
que en su obsequio un festín está dispuesto.
A Sancho un vaso con licor funesto
un criado dará, cuya bebida
acabe con mis sustos y su vida. 330
Corre, y dile a mi hijo que aquí venga,
mientras mando que al punto se prevenga
el banquete funesto a Don García.
Se ha llenado de fuerza el alma mía.
DOÑA ELVIRA
¿Mi boca ha de llevarle su sentencia? 335
Don Sancho es mi señor, y en su presencia
se partirá mi pecho noble.
CONDESA
Calla.
Plausible excusa tienes de vasalla;
mas no te necesito: ven conmigo.
¡Oh cielo airado! Tu furor consigo. 340
¿Ni un cómplice me dejas? ¿Ni siquiera
quien me obedezca? Pero más entera
he de ser mientras más esté frustrada.
Ya está tu muerte, Sancho, decretada.
DOÑA ELVIRA
Confío, oh Dios, en tus perpetuas leyes 345
que guardan las personas de los Reyes.



  —209→  

ArribaAbajoActo IV


Escena I

 

GONZALO y ELVIRA.

 
DOÑA ELVIRA
¿Estamos solos?
DON GONZALO
Sí, solos estamos.
DOÑA ELVIRA
¿De nobles castellanos nos preciamos?
DON GONZALO
Sí me precio, y te precias justamente.
De nuestra sangre la ínclita corriente
desciende de la más noble montaña 5
de Asturias, venerada en toda España.
Nuestros abuelos fueron nobles godos,
todos leales, y guerreros todos.
Tu abuelo me crió: yo joven era;
de su escuela aprendí la vez primera 10
el modo de empuñar la espada y lanza.
Tu padre, primo mío, y esperanza
de tu familia, fue mi compañero:
sabio en la paz, en la campaña fiero.
Seguile en diez batallas: a mi lado 15
murió de un dardo el pecho atravesado;
su sangre me bañó. Muriendo estaba,
cuando con voz, que débil le faltaba,
me dijo: yo me muero; ya mi aliento
faltó, no mi valor; muero, y contento. 20
De mi muerte feliz me aplaudo ufano,
pues muero por mi patria y Soberano.
Mi cuna el campo fue, mi tumba sea;
—210→
sólo te pido que mi hija vea
en ti todo el cariño de mi pecho; 25
si tal prometes, muero satisfecho.
Esto dijo, y murió. Desde aquel punto
de mi cuidado ha sido digno asunto
tu bien. Pero si premias la ternura
con que crié tu joven hermosura, 30
te ruego no me ocultes las razones
de tu interior, cuidado y aflicciones.
DOÑA ELVIRA
De un secreto fatal turbada vivo.
DON GONZALO
Desahoga conmigo el pecho altivo.
DOÑA ELVIRA
Ni puedo descubrirte, ni ocultarte 35
asunto tan atroz: direte parte...
mas no, que si te oculto parte alguna,
la otra será a tus ojos importuna.
Dudosa en tal conflicto yo me hallo:
si te hablo, infiel; y cómplice, si callo. 40
Pero por otra parte se interesa
toda Castilla.
DON GONZALO
Si de la Condesa
no fuera confidente, yo sabría
el secreto indagarte, Elvira mía;
pero no me parece justo ahora. 45
DOÑA ELVIRA
Venero a la Condesa: es mi señora;
pero el Conde en peligro tal se halla,
que morirá, si Elvira te lo calla.
DON GONZALO
Sobrina, me confundes. ¿Qué me dices?
Me llenas de sospechas infelices. 50
¿En qué peligro se halla el tierno infante?
¿Por qué en decirlo tardas un instante?
Si yo puedo impedirlo, dilo presto.
DOÑA ELVIRA
Escucha, pues, el lance más funesto,
y prepara el medio. Ya tú sabes 55
que de Córdoba vino con los graves
motivos de una tregua, que importaba
—211→
al moro, y a la Corte de Doña Ava,
el tirano Almanzor. Formó ambicioso
el proyecto más alto y monstruoso. 60
Rey de Castilla coronarse quiso;
¿mas de qué modo? Aquí será preciso
aumentes la atención, porque no creas,
que ayudando el valor a sus ideas,
encomendase el brazo de la guerra 65
la baja astucia que en su pecho encierra.
Cobarde es el traidor: solo es valiente
quien lleva nobles fines en su mente.
Bien conoció Almanzor que Don García,
aun joven, duro obstáculo sería: 70
determinó matarle; mas para esto
aún meditó otro crimen más funesto.
DON GONZALO
¿Cuál fue? ¿Cuál pudo ser? No lo concibo.
DOÑA ELVIRA
Escucha, y tiembla. Su rigor altivo
un tiempo se humilló, fingiéndose amante, 75
duro en su pecho, y tierno en su semblante.
A la Condesa, madre de García,
tutora suya, en quien Castilla fía,
declaró su pasión, sirvió rendido;
fingió; gustó el amor, aunque fingido. 80
La Condesa lo oyó: por verdadero
tomó el amor del moro lisonjero;
faltando la virtud, faltole el brío,
entregando al amante el albedrío.
Luego que el moro vio que dominaba 85
al engañado pecho de Doña Ava,
su idea declaró, diciendo ufano,
que no quería sin reinar su mano,
que la razón de estado y el provecho
de su pueblo ocupaba más su pecho, 90
que su bien personal; y así pedía
que si ella a su pasión correspondía,
—212→
matase a Sancho, porque de este modo
en su mano cayese el mando todo
de Córdoba y Castilla.
DON GONZALO
No me espanta
95
en el moro Almanzor codicia tanta.
No tiene la ambición límite alguno:
cualquier medio a su vista es oportuno.
No dudo que el delito propondría.
DOÑA ELVIRA
Atérrete de amor la tiranía. 100
En vano la Condesa horrorizada
se resistió: por fin cayó espantada
de la amenaza de perder su amante;
la muerte decretó del tierno infante.
DON GONZALO
Elvira, tente. ¡Cielos! ¡Santos cielos! 105
¿Qué escucho?
DOÑA ELVIRA
Con congojas y recelos
me dijo sus intentos: mis oídos,
de tan fatal proyecto estremecidos,
oyeron, y dudaron lo que oyeron.
En vano mis afectos pretendieron 110
oponerse a la muerte de García
con justas voces a su madre impía:
inútil todo fue. Gonzalo atiende:
en esta misma noche (¡ay Dios!) pretende
con un veneno atroz...
DON GONZALO
¡Oh cielo santo!
115
No sufra tu bondad delito tanto.
Lo impediré te juro: ya me siento
del cielo vengador noble instrumento
para impedir el crimen meditado.
¡Mi Soberano! (¡ay Dios!) Mi brazo armado 120
lo apartará del fiero precipicio:
será mi vida justo sacrificio
que le liberte; yo, yo mismo quiero
—213→
ser víctima feliz del moro fiero.
De la copa en que beba Sancho, Elvira... 125
DOÑA ELVIRA
Señor, tu lealtad de amor delira.
¿No encuentras otro modo que lo impida?
DON GONZALO
El modo más feliz será mi vida.
Declarar al infante lo ideado,
es decir el delito que ha pensado 130
Doña Ava; y ésta no, por ser traidora,
deja de ser su madre, acreedora
a la veneración. Pero allí viene
el moro. ¡Qué arrogante se mantiene!
Está pronta, y avísame el instante 135
destinado al delirio del amante.
Bien puede de Almanzor la tiranía
añadir contra el pecho de García
del infierno el furor a sus furores;
Gonzalo soy; desecha los terrores. 140
¡Mira cómo se acerca placentero,
sereno rostro y corazón severo!
¡Qué quieto en el peligro! Héroe parece,
si un malhechor tal nombre se merece.
Con García se acerca discurriendo. 145
DOÑA ELVIRA
Tu vida y la de Sancho te encomiendo.


Escena II

 

DON GONZALO, ALMANZOR, DON SANCHO, guardia de moros y castellanos.

 
ALMANZOR
¿Quién tales sentimientos te ha inspirado?
¿Tan noble corazón quién te ha formado?
DON SANCHO
El hidalgo que ves, su noble celo
me cría.
DON GONZALO
¡Ah, señor! El alto cielo,
150
—214→
que guía las acciones de García,
le inspira elevación y valentía.
Su persona, señor, de Dios recibe
las altas prendas con que sabio vive.
Yo solo he cultivado la semilla, 155
que el cielo derramó sobre Castilla.
ALMANZOR
Mi marcha he de empezar.
DON SANCHO
¿Cuándo?
ALMANZOR
Mañana.
Y dispone tu madre y soberana
se celebre la tregua concluida
por víspera feliz de mi partida. 160
Convidando al banquete a su grandeza
me obsequia con primor y con nobleza.
Conoce el interés de mi alianza
y fundando en las paces su esperanza,
con Córdoba a Castilla ha reunido. 165
Tú, Sancho, por los cielos escogido
para ocupar el trozo castellano,
tu tierna mano enlaza con mi mano,

 (Dándole la mano.)  

y ofrece mantener...
DON SANCHO
Yo te prometo
que será tu amistad mi digno objeto. 170
Mientras convenga al bien del pueblo mío,
la guardaré con fe; pero con brío
la romperé, si veo no conviene.
Ya ves que el cielo confiado tiene
la suerte de su pueblo al Soberano; 175
y que éste ni de humilde, ni de ufano
no debe mantener la paz, ni guerra,
si el bien del pueblo su tenor no encierra.
ALMANZOR
Me importa mucho el lazo tan estrecho
—215→
de Córdoba y Castilla. De tu pecho 180
lo mismo espero. Al puesto señalado
vamos. En él dispone justo el hado
se confirme mi anhelo y esperanza.
Acude, Sancho, con la confianza
de que tu madre espera tu presencia. 185
DON SANCHO
Lleguemos, pues, con viva diligencia.
Y tú, Gonzalo, pues tu noble cuna
te eleva a lo mayor de la fortuna,
a mi lado estarás. Si la Condesa
manda que ocupen puestos en la mesa 190
todos los Grandes, pocos lo merecen
como tú, mi Gonzalo.
DON GONZALO
No parecen
tan dignos de este honor los que opulentos
en medio de delicias y contentos
su vida pasan en descanso ocioso, 195
como los que en esmero más glorioso,
defendiendo la patria y Soberano,
las armas llevan en su egregia mano;
o asisten al consejo con la ciencia,
que nace del estudio y la experiencia. 200
No fui yo de los nobles embriagados
de su lujo, su fausto y sus estados;
de aquellos necios, que en el ocio blando
sus inútiles días van pasando
sin servir a su patria, ni a su dueño: 205
siempre su vanidad miré con ceño.
Nietos indignos de predecesores,
a mejor descendencia acreedores.
Solo me acuerdo yo del padre mío
para imitar sus prendas con mi brío: 210
si al acordarme de él no le imitara,
el corazón del pecho me arrancara.
De mi niñez apenas yo salía
—216→
al mando del abuelo de García,
mi tierno brazo con la lanza armado, 215
la dureza adquirió de buen soldado.
Joven mandé pequeños cuerpos suelto;
guielos entre polvo y sangre envueltos.
No el número, mi ejemplo los guiaba
al templo de la gloria, que asaltaba. 220
Vencía con su fuerza mi presencia.
Después, cuando más lleno de experiencia
cumplí mayor edad, señor, mi mano
las banderas mandó del castellano;
si con acierto, dígalo la gloria; 225
aún conservan las tropas la memoria.
Llegada mi vejez, en tu crianza
fundé yo mi deber, y su esperanza
tu Corte: de este modo te he servido;
feliz de haber tal lauro conseguido. 230
Me distingues, señor, y yo he logrado
merecer un reposo no envidiado.
La distinción que un Soberano hace
entre sus nobles, tanto satisface
al que por sus servicios la recibe, 235
como estimula al que en el ocio vive.
Vamos, señor.
ALMANZOR
¡Soberbia castellana!
DON GONZALO
Y la experiencia prueba que no es vana.
ALMANZOR
Parece que tu madre, Sancho viene.
DON SANCHO
El semblante turbado y triste tiene. 240
ALMANZOR
No lo creas, García; antes debiera,
si alguna pesadumbre padeciera,
desecharla en el día que el tratado
queda con tanto gusto confirmado.
Mas te equivocas. En su rostro miro 245
no sé qué nuevo lustre, que yo admiro:
¡en sus ojos qué fuego!, ¡y que viveza!
—217→
¡En su semblante augusto qué nobleza!
¿No ves en medio de su Corte hermosa
cuál viene más que todas majestuosa? 250
¿No ves como al acento de su boca,
que al pecho limpio de sus nobles toca,
todos suspensos van envanecidos
de estar a tal señora sometidos?
¡Mira con qué dulzura! ¡Con qué agrado 255
a sus vasallos habla! ¿Lo has notado?


Escena III

 

Los de la anterior y la CONDESA, con ELVIRA y damas castellanas.

 
CONDESA
Corónese, Almanzor, ya tu deseo.
Pocos instantes faltan... mas, ¿qué veo?
¿Sancho?
DON SANCHO
Señora, ya me refería
que debía sus gustos a este día 260
el Rey, y que contigo ya ha pactado
treguas entre su Reino y mi Condado.
¡Mas pareces turbada y distraída!
¿Qué es esto, madre?
ALMANZOR
Si de mi partida...
CONDESA
El tiempo no se pierda, al punto vamos 265
a las mesas dispuestas acudamos.
Sigue, García, a tu leal amigo.
Al uno y otro con presteza sigo.
Atravesad la pompa con que ostenta
mi palacio las paces, que presenta 270
al valiente Almanzor.
ALMANZOR
Ven, pues, García.
DON SANCHO
Vamos. Ya te obedezco, madre mía.

  —218→  

Escena IV

 

La CONDESA, ELVIRA sin guardias.

 
CONDESA
¿Qué te suspende el corazón, Elvira?
DOÑA ELVIRA
Su suerte, el cielo y tu rigor me admira.
Cuando miro a Don Sancho, y considero 275
llegar al sacrificio este cordero,
cuando contemplo al Cielo tolerado,
y tu pecho, señora, proyectarlo;
dudo si fuiste origen de su vida;
y pregunto: ¿por qué el mortal sujeto 280
es del ciego destino triste objeto?
CONDESA
No pretenda indagar tu necia idea,
cuál de los Cielos el decreto sea.
Cumple el mortal con solo venerarlo:
lo debe obedecer, no investigarlo. 285
Es un enigma al necio pecho humano:
ni aspires a saber del Soberano
las máximas, porque secretos tales
piden solo obediencia a los mortales;
tan no accesible penetrar esfera. 290
Sígueme, y calla.
DOÑA ELVIRA
¿Adónde?
CONDESA
Ven conmigo.
DOÑA ELVIRA
Perdóname, señora; no te sigo.
Como quiere que yo la vista aguante
del Moro audaz, y el infeliz Infante;
y más la vista de una madre aleve, 295
que le engendró, y a tal rigor se atreve.
Contra mi pecho armara yo mi mano,
señora, si no fueras más humano;
si el tuyo en su pasión se determina
a ser del tierno fruto la ruina.
Yo tiemblo.
300
  —219→  
CONDESA
Tiembla, pues, cobarde Elvira:
quédate y piensa que mereces ira.  (Vase.) 


Escena V

 

ELVIRA, sola.

 
DOÑA ELVIRA
¡Oh Dios, inmenso Ser!, por cuyas leyes
se juzgan las personas de los Reyes;
tú, que solo conservas en tus manos 305
las causas de los sacros Soberanos
no permitas que sea profanada
tu imagen en los Reyes estampada.
Ostenta tu poder: guarda a García;
lo pide por mi voz la patria mía. 310



  —220→  

ArribaActo V


Escena I

ALEK
¿Adónde marchó con destino incierto?
¿Qué turbación en el palacio advierto?
No ha mucho que en placeres abundaba
el día tras la noche se pasaba,
tras la noche llegaba el claro día, 5
y duraba continua la alegría.
Mezclábanse en las galas y en las flores
la púrpura y el oro y los olores.
Los juegos, fiestas, brillos y hermosura
embriagaban al alma con ternura. 10
Hasta los elementos parecían
que al obsequio del arte concurrían.
Mas hoy, que con esmero extraordinario
se dispuso lo hermoso con lo vario;
hoy que con pompa singular se viste 15
la Corte castellana, he visto triste
alguno de los hombres principales.
¡Qué mezclados de sustos, oh mortales!
¡Los gustos recibís!... Pero ya advierto
de tantos sustos el motivo cierto. 20
Amor aquí introdujo sus rigores.
¿Y puede haber quietud donde has amores?
Quien busca paz donde hay amor, delira.

  —221→  

Escena II

 

ALEK y ELVIRA.

 
DOÑA ELVIRA
¡Alek, Alek!
ALEK
¿Qué te amedrenta, Elvira?
¿Qué gritos, qué rumor es el que siento 25
que parece venir del aposento
en que el banquete regio se dispuso?
Al parecer se aumenta, aunque confuso;
no obstante se distingue el golpe fiero,
mezclándose el rumor con el acero. 30
Y aunque lejos está de aquí la pieza,
se percibe del lance la fiereza.
¿Y tú también tan pálida y turbada
sales de aquella sala?
DOÑA ELVIRA
Desdichada,
¡para ver tal estrago habré vivido! 35
ALEK
¿Qué estrago viste? ¿Qué? ¿Qué ha sucedido?
DOÑA ELVIRA
El lance te contara, anciano sabio,
si fuerzas en mi pecho y en mi labio
hallará; mas no puedo.
ALEK
Habla con brío.
¿Qué se hizo tu Señora, y el Rey mío? 40
DOÑA ELVIRA
Ambos en gran peligro.
ALEK
¡Ay Dios! ¿Qué dices?
DOÑA ELVIRA
Pagaron sus delitos infelices.
ALEK
¿Y cómo? ¿Cuándo? Di: cuéntalo todo.
DOÑA ELVIRA
Alek (escucha y tiembla) de este modo.
Tu Rey, tu fiero Rey, tu Rey tirano... 45
ALEK
Muda de estilo, que es mi Soberano,
y no debo sufrir que así lo nombres.
DOÑA ELVIRA
Pues escucha su horror, porque te asombres,
y me digas qué nombre se merece
quien con las fieras competir parece. 50
—222→
Viendo Almanzor que al pecho dominaba
de la infeliz bellísima Doña Ava,
llegó por fin a persuadirla al fuerte
crimen de dar a Sancho indigna muerte.
No me explayo en contarte cada lance 55
que hubo hasta el fin del horroroso trance;
el tiempo y aun mi aliento me faltara,
si contártelos todos intentara.
Ella tomó el puñal, y vio su mano
endeble para crimen tan tirano: 60
al veneno apeló; con fraude impía
un banquete dispuso, en que a García
un criado el veneno administrase,
y de tal calidad, que lento obrase,
como débil insulto de un desmayo. 65
Lo supe yo: contelo todo al ayo
del regio infante, para que prudente
evitase un peligro tan urgente.
Díjele el nombre del fatal criado
(que lo supe después); horrorizado 70
oyome sin hablar; y del secreto
usó Gonzalo cual varón discreto.
Dispuso que al criado detuviesen
con no sé qué motivo, hasta que viesen
acabado el festín; y así evitaba 75
la muerte a Sancho, el crimen a Doña Ava.
Llegaron al festín la madre impía,
el feroz Almanzor y Don García.
La Corte de Castilla el aposento
llenó de su belleza y lucimiento; 80
mas, ¡qué pronto por lutos se trocaron
las galas y las joyas que brillaron!
La música empezó su melodía,
que luego se trocó en melancolía,
Sentáronse en la mesa: yo temblaba; 85
—223→
a Sancho, a la Condesa, al Rey miraba.
Miré al cielo también con osadía,
porque iba a permitir tal tiranía.
¿Cómo te explicaré con qué tormento
en tales pechos vi tal fingimiento? 90
Cansose el cielo ya de crimen tanto:
escucha sus venganzas con espanto;
¡mira si al bien del bueno se interesa!
Cuando pidió la copa la Condesa,
el oficial, a quien correspondía, 95
ignorando que aquella que veía
con tan nuevos primores adornada,
era para Sancho destinada,
se la trajo; mas ella distraída,
llegó a sus falsos labios la bebida. 100
Bebió porción; y al conocer su engaño,
y vuelto contra sí su mismo daño,
con ímpetu quitando el vaso aleve,
a Sancho dijo: de mi vaso bebe.
Él responde inocente: no apetezco 105
ahora la bebida, ni merezco
tan alto honor. Doña Ava sospechando
que se va su artificio declarando,
se turba. Sancho nota lo que mira;
la Corte entera su temblor admira. 110
El Rey también con pálido semblante
la turbación aumenta de su amante.
Hasta que con rigor, desesperada
de verse por su mano declarada,
todo el veneno apura. Este desecho 115
con el que tiene en su inhumano pecho,
aumenta su vigor, y se adelanta
el plazo de su muerte, que la espanta.
Entre rencor y furia la Condesa
dice su crimen, y su amor confiesa. 120
—224→
Al escucharlo el moro, quiso ufano
con rostro fiero, y con acero en mano
los suyos convocar, y ellos vinieron;
pero los castellanos se opusieron,
y en campo de batalla fue trocado 125
el salón a las fiestas destinado.
Huyeron los secuaces de tu dueño;
con sus desgracias aumentó su ceño;
la desesperación le hizo valiente,
mas nada le valió. De nuestra gente 130
Gonzalo se apartó por más osado,
y él solo sobre el Rey se echó arrojado.
La espada le arrancó del fuerte brazo,
para imponerle el afrentoso lazo
de una cadena, mientras Sancho dice 135
qué castigo prescribe al infelice.
La confusión que escuchas será parte
de la que acabo, Alek, de relatarte.
ALEK
¡Mi Rey peligra, y tardo en su socorro!
Cruel me fue; pero a tu auxilio corro. 140
Mas, ¿qué veo? ¡Almanzor encadenado!
¡El rostro de mi Rey desfigurado!
¡Rendido viene con destino incierto!
¡Oh quién por libertarle hubiera muerto!


Escena III

 

Los de la anterior, y ALMANZOR desarmado y guardado por tropa de castellanos.

 
ALMANZOR
Del castellano vengador seguido, 145
cargado de cadenas y vencido,
abandonado de mi misma gente,
mi corazón sin su vigor se siente.
—225→
Del inmenso peligro en que me hallo,
¿quién me defenderá?
ALEK
Tu buen vasallo:
150
aquel Alek, aquel honrado y triste;
aquel que por leal aborreciste;
aquel, cuyo consejo si siguieras,
en tan funesto lance no te vieras.
ALMANZOR
¡Qué oigo! ¡Qué miro! ¡Tú! Tú me defiendes. 155
ALEK
¿Pues quién sino un leal? ¿Pues qué, pretendes
te sirvan en los lances peligrosos
los viles lisonjeros, los medrosos,
que en tiempos más felices te siguieron
cuando solos placeres advirtieron? 160
No, no señor. Los hombres semejantes
no sirven en los lances importantes;
tu fausto, tus mercedes deseaban,
cuando en delicias suaves se embriagaban.

 (De rodillas.)  

Aquí estoy yo, te bastará mi mano 165
contra todo el esfuerzo castellano.
Ven conmigo, señor; me determino
a abrir por entre todos un camino.
ALMANZOR
Levanta, Alek, vasallo verdadero.
¡Qué tarde te conozco! Ten el fiero 170
inútil brazo: ya no vale el brío,
detén el tuyo, pues detengo el mío.
En vano Sancho castigarme intenta:
ninguna de sus furias me amedrenta.
Llegue, convoque todo su despecho; 175
de todo triunfará mi regio pecho.
ALEK
¿Cómo, señor? La Corte castellana
ardiendo en iras, y en venganza ufana,
—226→
en favor de Don Sancho enardecida:
¿qué estrella librará tu augusta vida? 180
ALMANZOR
No imploro yo el favor de las estrellas:
mi pecho es superior a todas ellas.
No temas que me acabe en sacrificio
la cárcel, el veneno o el suplicio.
Yo me libertaré.


Escena IV

 

Los de la anterior: la CONDESA entre sus damas que la sientan en una silla, y DON SANCHO conteniendo a los castellanos.

 
DON SANCHO
Callad, teneos;
185
suspended el rigor con golpes feos,
no se manchen aceros tan gloriosos:
huyeron ya los moros tan medrosos,
que solo está Almanzor.
UN CASTELLANO
El moro huya;
pero pague su error la madre tuya. 190
DON SANCHO
Si vuestro amor merezco, si el Condado
en Sancho tiene un Soberano amado,
si en mí fundáis vuestra esperanza y gloria
nunca podréis echar de la memoria
que su pecho me dio tierno alimento. 195
Si esto no basta, y vuestro atrevimiento
los límites pasare que prescribo,
el primero de quien el brazo altivo
avance con la espada, considere
que no la ha de tocar, si antes no hiere 200
a su señor y dueño, a Don García.
¿Qué mano habrá en Castilla tan impía?
—227→
¿Qué castellano habrá, como lo sea,
a quien no espante tan atroz idea?
Si sois vasallos míos, desechadla. 205
Esta es mi madre: aún vive, respetadla.
Yo de Almanzor ordenaré el castigo.
La ingratitud con que fingido amigo
quiso abusar de mi amigable trato,
(¡lo aleve olvido, pero no lo ingrato!) 210
es delito mayor que la malicia
que fomentó en su pecho su codicia.
Pero a mi madre...
CONDESA
No, ya no es posible
que tal nombre merezca: fiera horrible
seré a tus ojos, y a Castilla entera. 215
DON SANCHO
Tu hijo soy, tu hijo te venera.
Cuando te miro, solamente veo
tu carácter, y no tu crimen feo;
y si a vengarme fuera inexorable,
sin remediar tu error, fuera culpable. 220
Tu culpa y mi venganza será justo
que pague el moro aleve.
ALMANZOR
No con susto
escucho tu amenaza; pero advierte
que tu madre te quiso dar la muerte.
Ella merece tu rigor, García. 225
CONDESA
No son las ansias de la muerte mía,
no son mis sustos y remordimientos
los que llenan de horror estos momentos.
Tu ingratitud horrenda y tiranía,
que procura irritar a mi García, 230
es mi mayor tormento: es quien osado
me arranca y rompe el corazón rasgado.
El crimen que insensata he cometido,
¿de quién sino de ti fue persuadido?
¿Por quién sino de ti, ¡oh monstruo ingrato! 235
—228→
falté yo a mi virtud y mi recato?
¿Al vínculo sagrado, cuanto tierno,
que a Sancho unía con mi amor materno?
De todos mis delitos fuente ha sido
tu amor con mi pasión correspondido. 240
ALMANZOR
Nunca te amé: tu amor solicitaba,
porque al supremo mando conspiraba.
Si al verte me prendé de tu hermosura,
poco duró, porque el amor no dura
en leves contingencias cimentado. 245
El tiempo, que con brío denodado
a mi ambicioso intento resististe
contra la vida de García triste,
digna te hallé de amor y de respeto;
mas luego que cediste fuiste objeto 250
de mi desprecio: muere.
CONDESA
Sí, ya muero:
la muerte me adelanta ese severo
lenguaje horrendo del infame moro.
Al cielo vengador conozco, adoro
y pido no detenga sus rigores 255
contra quien me inspiró tantos horrores.
Abrase, ¡oh Dios!, un rayo de tu mano
al infame Almanzor: pague el tirano
mi culpa, los peligros de García,
y el susto general. Su casta impía 260
parezca y se aniquile en toda España.
Ayuda, ¡oh cielo!, la guerra saña
de Sancho y sus gloriosos descendientes
contra África felices y valientes.
Y tú, sin que mi culpa más te irrite, 265
permite, Sancho mío, sí, permite
que hijo mío al expirar te llame.
Yo quisiera lavar mi culpa infame
con sangre de mis venas. No me basta
—229→
del llanto mío la corriente vasta. 270
Deja, García, que mi voz turbada...
Pero siento mi fuerza ya acabada.
La del veneno crece. ¡Ay mi García!
¿Me perdonas?
DON SANCHO
¡Ay madre! ¡Madre mía!
La duda me avergüenza. Mas me aflijo. 275
Si fuiste mala madre, soy buen hijo.
Tu mano, que el veneno ha preparado,
rendido beso, y a tus pies postrado...
Pero, ¿qué miro yo? ¡Mi mano armada!
¡A los pies de mi madre con la espada! 280
Toma mi acero tú, ya me ha servido.
DON GONZALO
Eso es, señor, a tu virtud debido.
Olvida que tu madre fue tirana:
acuérdate que es madre y Soberana,
y dale ese consuelo. Acude presto. 285
CONDESA
Ya llega de mi vida el fin funesto.
Escarmienta de amor su curso aciago:
con gusto empieza, acaba con estrago.
Reina feliz, tú, Sancho. El cielo cuida
para lauros los días de tu vida. 290
¡A Dios, mi Sancho; a Dios! En este instante
mi corazón, al crimen arrogante,
cobarde tiembla en este pecho mío:
en miedo vil se convirtió mi brío.
Un negro horror, rencor y cruda muerte 295
me quitan el hablarte, y aun el verte.
Muero entre tantos y tan graves males
como pueden las furias infernales...
Mas ya... No puedo articular razones
en medio de horrorosas confusiones. 300
Expiro...
DON SANCHO
¡Ya murió, cielo divino!
  (A ALMANZOR.)  En ti vengar mi ofensa
—230→
determino:
en un suplicio acabarás la vida.
ALEK
¡Oh Sancho! Tu virtud esclarecida
venere en él aquel carácter regio 305
que logra en todo crimen privilegio.
ALMANZOR
Deja, mi Alek, que Sancho me amenace:
así su débil pecho satisface.
Y porque el mío altivo nunca pueda
temblar, ni a sus rigores fieros ceda, 310
este puñal me librará de todo.
DON SANCHO
¿Cómo, Almanzor?
ALMANZOR
García, de este modo:
no creas que en los brazos de la muerte
me espante, ni me ablande, oh Sancho, el verte.
Me aplaudo en el delito cometido;315
solo siento el mirar no se ha cumplido
mi idea contra ti; pero pues muero,
ya que no te inmolé con este acero,
por dura suerte del injusto hado,
en mi pecho estará bien empleado. 320
¡Oh, si mi sangre al acabar mi vida
produjera torrentes de la herida,
que anegaran tu Corte y tu Condado!
Pero muero. Los cielos te han vengado,

 (Expira en manos de ALEK.)  

GARCÍA
¿Qué es esto?
DON GONZALO
Tu inocencia ya guardada:
325
tu madre por los cielos castigada;
Castilla preparada contra el moro;
y yo, señor, que tu virtud adoro,
dando mil gracias al divino cielo,
porque ayudó mi siempre firme celo. 330
  —231→  
DON SANCHO
Lo premiaré. Tú cuida por ahora
del cuerpo de mi madre y mi señora,
y que Alek a su patria conducido,
logre el premio a su mérito debido.
Venérese en castigo tan severo 335
el brazo de los cielos justiciero.




 
 
FIN
 
 


Indice