JUAN | El médico por el pulso | | conoce la enfermedad; | | todo es pulsos un celoso | | que son fuego de alquitrán | 70 | los celos, y humo de amor | | de sus incendios señal. | | Mas, pues, no sabéis la causa | | de mis ansias, escuchad; | | que mi pena, hasta aquí muda, | 75 | ya revienta por hablar. | | Después que al Rey Don Duarte | | (que de Dios gozando está | | para luto de estos reinos), | | llevó la muerte voraz, | 80 | entre los pequeños hijos, | | ramo de su tronco real, | | que nos dejó para alivio | | de su triste soledad, | | fueron: el Rey Don Alonso | 85 | el Quinto, en tan tierna edad | | que aun cinco años no tenía, | | dejándonosle en agraz, | | y Doña Leonor, su hermana, | | que, de cuatro años no más, | 90 | como el sol, nos amanece | | sobre su cuna oriental. | | Quedaron los dos a cargo | | del Duque de Guimarán | | y [de] Coimbra, tío suyo, | 95 | espejo de la lealtad. | | Púsoles casa, y a mí | | casi en los años su igual, | | me introdujo su menino; | | yo muchacho, amor rapaz; | 100 | criéme, con la licencia | | que suelen los años dar, | | con el Rey y con la Infanta, | | privando entre los demás; | | tanto, que sin mí los dos | 105 | no acertaban a jugar, | | ni les supo cosa bien, | | ni en mi ausencia hubo solaz. | | Pero quien se aventajaba | | en mostrarse liberal | 110 | dándome favores tiernos, | | que en desdichas vuelto se han, | | fue la Infanta mi señora, | | comenzando amor rapaz, | | entre niños, a ser niño; | 115 | fue creciendo, viejo es ya. | | Mil veces por el jardín, | | entre calles de arrayán | | y murtas, cogiendo flores | | se vinieron a encontrar | 120 | las manos, al elegir | | ya el clavel, ya el azahar, | | abrasando a fuego lento | | su nieve mi voluntad. | | Y si entonces daban glorias | 125 | estos encuentros, ¿qué harán | | cuando saliendo del nido | | sepa el ciego dios volar? | | Mil veces (que a los colores | | jugamos) sentí enlazar | 130 | entre favores de cintas | | mi crédula libertad, | | que sin saber los peligros | | (como el pájaro que va | | al reclamo que le burla) | 135 | quise bien, salióme mal. | | Crecimos y creció el fuego, | | volviéndose en natural | | la costumbre poderosa; | | y cuando a filosofar | 140 | comenzaban mis discursos | | en alegre facultad | | de amor, todo sutilezas, | | que inventa la ociosidad. | | Con los años en la Infanta | 145 | creciendo el respeto real, | | crecieron los imposibles, | | avaros en ver y hablar. | | Desde entonces comencé, | | Fernando, a experimentar | 150 | los efectos de mi fuego, | | leve hasta allí, ya alquitrán. | | Tuve celos, desveléme, | | versos hice, di en rondar, | | saqué galas, lucí motes, | 155 | frecuenté la soledad, | | y otros varios ejercicios | | de esta profesión; juzgad | | con tales huéspedes, Conde, | | qué tal mi alma estará. | 160 | Las veces que, desde entonces, | | permitió la autoridad | | de la Infanta y sus retiros, | | para asistirla lugar, | | con equívocos favores, | 165 | con afable gravedad, | | tuvo en pie mis pensamientos | | y mi amor entre el compás | | de esperanzas y recelos | |
non plus ultra de este mar, | 170 | puesto que juzgaréis loco | | un amor tan desigual; | | pero, no tanto, que dado | | que es rama de un tronco real | | y de Duarte heredera, | 175 | dio a mi sangre calidad | | el Conde de Portalegre, | | primero (heroico Aníbal | | en las guerras), y del Rey | | Don Pedro hijo natural. | 180 | Abuelo materno mío | | fue el marqués de Villarreal, | | descendiente de Diademas | | Augustas, cuya igualdad | | y la de mi amor perdido | 185 | pueden, Conde, disculpar | | altiveces de mi empleo, | | si amor es temeridad. | | En efecto, llegó el fin | | de mi vida, ya se va | 190 | la Infanta Doña Leonor | | a Alemania, a coronar | | por Fénix de Federico | | y por sol que osen mirar | | las dos cabezas de un cuerpo | 195 | blasón del Ave Imperial. | | Ya se parte de Lisboa; | | ya, Conde, se va embarcar | | sobre los hombros del Tajo | | que, de perlas y coral | 200 | guarneciendo su cabeza | | celos tiene, porque el mar | | en sus brazos la reciba | | y su azul hurtando está, | | como yo, que, imagen suya, | 205 | de los muros de San Gian, | | arrojándome a sus olas, | | mi fuego he de sepultar; | | pues en mortajas turquíes | | bien los celos morirán | 210 | que me abrasan, si para ellos | | no es poca su inmensidad. | | ¡Hoy muero, hoy fenezco, Conde! | |
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